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Controlado por un deseo
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Controlado por un deseo
Aún cuando el movimiento de la gente era excesivo, se respiraba mucha tranquilidad en el ambiente. Existía de todo en esos momentos: niños corriendo de un lado a otro sin nada más que hacer que disfrutar de la bondad de su infancia, viejos marineros peleando con las reminisencias de su pasado, quizás en cirtud de sus condiciones seniles, otros discutiendo sobre tan diversas trivialidades como peces podías encontrar en el océano. Pero en algo convergía todo: en el constante movimiento que había en ese momento.
Claro está, siempre las excepciones son claras a la vista.
Más que recostado, había hecho completamente de la banca su dormitorio improvisado. Apoyaba su cabeza en uno de los soportes para el brazo que tenían estos muebles, mientras su espalda recorría toda la madera destinada para el confort de las retaguardias de quienes se sentaban ocasionalmente. Debido a su altura, sus piernas sobraban en la banca, por lo que colgaban desde el otro lado, soportadas por el otro brazo de la silla, lo que, en su suma total, no parecía una posición cómoda.
Levantó el sombrero que tapaba su cara para alivianar el calor que el sol le daba. Su mano derecha se dirigió, desde el suelo en donde se apoyaba, al pecho del joven. No se quedó en esa acción, ya que, de manera directa, comenzó a buscar debajo de la ropa que llevaba consigo. En una primera impresión, parecía que se trataba de un objeto pequeño, debido a que tanto la demora en sacalo, así como la cara de impaciencia que comenzaba a demostrar. Sin embargo, era algo mucho más grande de lo que uno podría pensar: una botella de metal.
No demoró en destapar la botella y llevar su contenido a la boca, solo para encontrar que nada de este objeto salió como su contenido. El sujeto no pudo evitar mirar a la botella con cierto odio discreto, como si la botella tuviera la culpa de no ofrecer nada que tomar.
-....
Recompuso su postura, aunque de manera muy lenta y pausada. Daba la impresión de que estuvo dormido por mucho tiempo en ese lugar, y en esa posición. Sin embargo, en ningún momento dejó de ver la botella de metal que tenía en su mano derecha.
Para los lejanos al lugar, podría dar la impresión de que su contenido podía ser alguna especie de medicamento facilitado por algún shamán o curandero. A veces los proporcionaban en esas botellas de metal, debido a que el contenido se mantenía ligeramente mejor que en otro tipo de botellas. Sin embargo, no bastaba mucha distancia para darse cuenta del olor a whisky que emanaba de su interior.
-Bien... habrá que rellenar su contenido...
Claro está, siempre las excepciones son claras a la vista.
Más que recostado, había hecho completamente de la banca su dormitorio improvisado. Apoyaba su cabeza en uno de los soportes para el brazo que tenían estos muebles, mientras su espalda recorría toda la madera destinada para el confort de las retaguardias de quienes se sentaban ocasionalmente. Debido a su altura, sus piernas sobraban en la banca, por lo que colgaban desde el otro lado, soportadas por el otro brazo de la silla, lo que, en su suma total, no parecía una posición cómoda.
Levantó el sombrero que tapaba su cara para alivianar el calor que el sol le daba. Su mano derecha se dirigió, desde el suelo en donde se apoyaba, al pecho del joven. No se quedó en esa acción, ya que, de manera directa, comenzó a buscar debajo de la ropa que llevaba consigo. En una primera impresión, parecía que se trataba de un objeto pequeño, debido a que tanto la demora en sacalo, así como la cara de impaciencia que comenzaba a demostrar. Sin embargo, era algo mucho más grande de lo que uno podría pensar: una botella de metal.
No demoró en destapar la botella y llevar su contenido a la boca, solo para encontrar que nada de este objeto salió como su contenido. El sujeto no pudo evitar mirar a la botella con cierto odio discreto, como si la botella tuviera la culpa de no ofrecer nada que tomar.
-....
Recompuso su postura, aunque de manera muy lenta y pausada. Daba la impresión de que estuvo dormido por mucho tiempo en ese lugar, y en esa posición. Sin embargo, en ningún momento dejó de ver la botella de metal que tenía en su mano derecha.
Para los lejanos al lugar, podría dar la impresión de que su contenido podía ser alguna especie de medicamento facilitado por algún shamán o curandero. A veces los proporcionaban en esas botellas de metal, debido a que el contenido se mantenía ligeramente mejor que en otro tipo de botellas. Sin embargo, no bastaba mucha distancia para darse cuenta del olor a whisky que emanaba de su interior.
-Bien... habrá que rellenar su contenido...
Re: Controlado por un deseo
El cambio de lugar, así como el de tiempo, es una diferencia que los cuerpos acostumbrados ya las rutinas suelen notar, a veces también las mentes. Para algunas personas eso significa malestar general o una mayor irregularidad "intestinal", para la joven rubia que atravesaba la calle, ahora esquivando gracilmente a los niños, ahora chocando contra el señor que más lugar ocupaba en la calle; los cambios de ambiente se traducían en una inestabilidad mental que llevaba a la realidad a sus límites de desaparición. Pero tras muchos años de trabajo por mantener su mente sobre la tierra había conseguido que no pasara de unos cambios moderados, extremos en una mente normal, una nimiedad para ella.
La calle estaba bien definida, sin ninguna bocacalle que pudiera despistar y en ella se observaba toda la vida desarrollándose, niños, jovenes, adultos y ancianos... y moviéndose, continuamente, lo que era sin duda lo que peor llevaba al intentar centrarse, pero bien sabía que pedir una calle parado era deseo imposible y algo antinatural.
Con sus más y sus menos ya había atravesado media calle y a falta de la otra parte del camino se encontraba agotada, más por el continuo esfuerzo que hacía por diferenciarlo todo que no físicamente. Y todo para llegar a una taberna de mala muerte donde le habían dicho que quizás si eso se pasarían unos quizás posible clientes... con lo bien que se encontraba en su improvisada y aislada vivienda cerca del puerto.
De nuevo chocó contra alguien dos metros más a la izquierda de lo que le había parecido y tras un "lo siento" rápido y una sonrisa de disculpa, se quedó quieta en medio de la calle, pensando seriamente en comprarse alguna clase de protector de hombros para estos, tan habituales, incidentes, y corrigiéndose enseguida al darse cuenta de que podía herir a alguien. Así plantada, mientras se dedicaban los demás a esquivarla al contrario que como venía siendo, divisó por fin un pequeño oasis de paz, una banca. Una banca casi desocupada, o lo que en ese momento era lo mismo, con un poco de sitio, o posibilidad al menos.
Se acercó con la enorme suerte de no chocarse con nadie en el tan corto camino, y con el ánimo ya un poco recuperado se dirigió al hombre que ocupaba mayoritariamente el banco.
- Perdone... ¿puedo? - preguntó con una amable sonrisa, indiferente al principio al olor.
Pero pronto dejó de estarlo, porque aquel olor era imposible no reconocerlo y si alguien llevaba el olor a whisky en una botella era más que posible que supiera donde había una taberna, y ahora mirando como vestía y bueno... donde había dormido, era fácil que conociera una taberna "de mala muerte" por aquella zona, pues esas eran todass las instrucciones que había recibido.
- Lo siento pero, ¿no conocerá una taberna por aquí?
[fdi: espero no molestar, cualquier cosa, me lo dices ^^]
La calle estaba bien definida, sin ninguna bocacalle que pudiera despistar y en ella se observaba toda la vida desarrollándose, niños, jovenes, adultos y ancianos... y moviéndose, continuamente, lo que era sin duda lo que peor llevaba al intentar centrarse, pero bien sabía que pedir una calle parado era deseo imposible y algo antinatural.
Con sus más y sus menos ya había atravesado media calle y a falta de la otra parte del camino se encontraba agotada, más por el continuo esfuerzo que hacía por diferenciarlo todo que no físicamente. Y todo para llegar a una taberna de mala muerte donde le habían dicho que quizás si eso se pasarían unos quizás posible clientes... con lo bien que se encontraba en su improvisada y aislada vivienda cerca del puerto.
De nuevo chocó contra alguien dos metros más a la izquierda de lo que le había parecido y tras un "lo siento" rápido y una sonrisa de disculpa, se quedó quieta en medio de la calle, pensando seriamente en comprarse alguna clase de protector de hombros para estos, tan habituales, incidentes, y corrigiéndose enseguida al darse cuenta de que podía herir a alguien. Así plantada, mientras se dedicaban los demás a esquivarla al contrario que como venía siendo, divisó por fin un pequeño oasis de paz, una banca. Una banca casi desocupada, o lo que en ese momento era lo mismo, con un poco de sitio, o posibilidad al menos.
Se acercó con la enorme suerte de no chocarse con nadie en el tan corto camino, y con el ánimo ya un poco recuperado se dirigió al hombre que ocupaba mayoritariamente el banco.
- Perdone... ¿puedo? - preguntó con una amable sonrisa, indiferente al principio al olor.
Pero pronto dejó de estarlo, porque aquel olor era imposible no reconocerlo y si alguien llevaba el olor a whisky en una botella era más que posible que supiera donde había una taberna, y ahora mirando como vestía y bueno... donde había dormido, era fácil que conociera una taberna "de mala muerte" por aquella zona, pues esas eran todass las instrucciones que había recibido.
- Lo siento pero, ¿no conocerá una taberna por aquí?
[fdi: espero no molestar, cualquier cosa, me lo dices ^^]
Tammare- Cantidad de envíos : 98
Re: Controlado por un deseo
MENSAJE DE LA MODERACIÓN:
Tema cerrado por inactividad. Se traslada al Limbo de Temas.
Para recuperarlo mandar un mp a un moderador, gracias.
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Chelsie- Cantidad de envíos : 1022
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