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Cruce de caminos II

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Mensaje por Heimdall 19/09/11, 10:51 am

Viene de: Cruce de caminos

El calor en el aparato era insoportable, a pesar de la gran altitud a la que viajaba y de que apenas estaba amaneciendo. Por doquier saltaban chispas y del motor ubicado en la parte superior, justo debajo de la hélice, salía un espeso humo negro que dificultaba enormemente la visión del piloto.

-¡Por las barbas de Erling el Blanco!

Llevaba un mes de viaje en aquella máquina, la más avanzada de los enanos de Nidavellir, pero que no era más que un prototipo. Sólo se habían porbado con éxito en cortos vuelos sobre las posiciones de sus enemigos elfos, para arrojar proyectiles y bombas, pero un recorrido tan largo estaba demostrando ser demasiado para el aparato.

Heimdall seguía lo que le decía su instinto de enano: al sur, siempre al sur. Sólo se había alimentado de carne seca y la fuerte cerveza que llevaba en el poco espacio que había en el vehículo, y ahora, que empezaba a fallar seriamente, se arrepentía de no haber aterrizado en la isla que acababa de dejar atrás. Demasiado cálida, sin montañas, no podía haber enanos allí, así que había seguido su camino hacia el sur.

Pero se había arrepentido cuado al poco tiempo la máquina empezaba a fallar, a fallr mucho... Daba bandazos en el aire, subía y bajaba y se movía muy peligrosamente. Heimdall intentaba mantener estable el aparato, pero no era un experto: él era un guerrero, el mejor guerrero de su clan, concretamente, y no un piloto.

-¡Por el martillo sagrado de Thodran! -gritó (irónicamente, pues la reliquia se encontraba a su lado, bien sujeta), cuando el aparato se inclincó peligrosamente a la izquierda y uno de los barriles de la fuerte cerveza negra enana que transportaba cayó al mar-. ¡Nooo!

Pero por grave que fuera, no podía concentrarse; alegres quedarían los peces o lo que habitara abajo, mientras Heimdall enderezaba el aparato trabajosamente. "Tengo que aterrizar" era el único pensamiento que tenía mientras se maldecía una y otra vez por no haber aterrizado antes en la otra isla. Suplicaba a Moradin que lo ayudara, que le mandara cualquier señal... No podía ser, él, Heimdall, el gran heredero del mayor héroe de los enanos de Nidavellir iba a perecer hundido en el mar... Y lo que era peor, eso significaría la derrota de sus hermanos, el fracaso de su misión... Y aún peor, la desaparición de la legendaria arma que le habían confiado a Heimdall.

Sin embargo, Moradin pareció apiadarse de su seguidor, y una línea de tierra apareció en el horizonte: estaba lejos, pero Heimdall estaba seguro de que el aparato conseguiría llegar. Cada vez estaba más cerca: pronto distinguió una playa, y lo que parecía ser un campamento... Eran tierras habitadas... Sólo confiaba en que el aparato aguantara lo suficiente.
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Mensaje por Lisandot 23/09/11, 02:54 am

La gratitud del caballero, expresada en su abrazo y en aquellos besos en su frente y sus mejillas, fueron un momentáneo bálsamo en el espíritu atormentado de Lis. Desaparecido su amor, muy lejos de los amigos que había tenido en Cascadas – sólo había encontrado a Dul y ni siquiera sabía donde estaba – aquellas manifestaciones le brindaron la transitoria ilusión de una amistad.

Próxima al desmayo como el caballero había temido, observó la hermosa escama de plata élfica y escuchó en silencio su explicación. En silencio también vio como el improvisaba un colgante y lo colgaba con delicadeza en su cuello, donde refulgió con mil colores bajo los rayos del declinante sol. Sin poder evitarlo recordó cuando Akira le regaló otro colgante, aquella garra que guardaba a Aluunros, como prenda de gratitud y amor, y una punzada de dolor atravesó su corazón. Sin embargo, la emoción de Lohengrin, el agradecimiento que expresaba era tan fuerte, que ella logró contener ese dolor que emergía y así pudo corresponder al presente con una suave sonrisa.

- Gracias, es hermoso y más valioso para mi de lo que imagináis.

Sus cansados ojos, aparentemente serenos pero en los cuales habitaba una oculta tristeza, sostuvieron la mirada del caballero hasta que éste habló de nuevo y, sostenida por sus brazos, regresaron ambos al campamento.

Necesitaba urgentemente descansar, pero aún era necesario que hiciera algo más. Tal como Lohengrin le había confiado el secreto del Beso de la Dama, ella le confío en breves frases, el secreto de su don de materializar aquello con lo que soñaba y su propósito de materializar leña seca para poder encender fuego. Advirtiéndole que la madera fuera utilizada cuanto antes y pidiéndole que protegiera su secreto ante los demás, se tendió a dormir.

Extenuada como estaba, la materialización tardó más de lo habitual, pero luego de unos minutos, montones de leña seca aparecieron en la playa. Se mantuvo soñándolos largo rato para permitir que el fuego pudiera ser encendido y luego su sueño mágico dio paso al sueño fisiológico propio de todo ser humano.

Ajena a los preparativos que el caballero y los marinos hacían para pasar la noche, se hundió en la negrura de un sueño sin pesadillas ni ensueños, un estado de inconsciencia que duró casi hasta el amanecer. Un súbito revuelo se extendió por el campamento, interrumpiendo su descanso: carreras, gritos, choques de armas y, antes de que tuviera ocasión de reaccionar, se sintió arrancada de su improvisado lecho.
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Mensaje por Lohengrin 29/09/11, 04:40 pm



Mientras Lisandot dormía, Lohengrin fue al lugar que le había indicado ella, y observó atónito como al poco rato se materializaban varias pilas de maderos secos ante sus ojos. Dejó pasar un tiempo, y al poco llamó al contramaestre y a los dos marineros para hacerlos partícipes de su “hallazgo”. Acarrearon la leña hasta el centro del campamento, y allí prendieron una gran hoguera capaz de proporcionar luz, calor, y espantar a las criaturas salvajes. Cierto que existía la posibilidad de atraer a alguna clase de enemigo, pero necesitaban desesperadamente el fuego para calentar a los heridos, al menos a los más graves.

Organizó a los hombres en turnos de guardia, reservándose para sí el segundo, según su costumbre, ya que apenas le costaba caer dormido, ni despertarse. Se repartieron las provisiones para una frugal cena, y Lohengrin tuvo el cuidado de apartar una ración para Lis. Hecho esto, se tendió junto a ella, tan cerca como para escuchar su respiración y así asegurarse de que se encontraría bien, y pronto concilió el sueño.


*****

Lisandot, junto con todo el campamento, despertó con los gritos del caballero. “¡Al arma! ¡Todo el mundo al arma!” Lo cual no dejaba de tener un punto irónico, dado que apenas había armas en el campamento, aparte de un par de cuchillos. Lohengrin, aún en calzones, trataba de defenderse de dos hombres y una mujer, piratas a juzgar por su aspecto, utilizando una espada de hoja curva que sin duda había pertenecido a un cuarto hombre que ahora yacía en el suelo gracias a un golpe en la cabeza propinado con un grueso leño, que no por haber sido soñado por Lis, había resultado ser menos contundente.

Cruce de caminos II We_be_Pirates_by_Jakdaw

El contramaestre, los marineros, y un par de náufragos trataban de hacer lo propio contra otros dos piratas, si bien con algo menos de fortuna. Para colmo de males, vio a lo lejos acercarse a otro grupo de hombres armados. Lohengrin le hubiera rezado a la Dama suplicando una nueva intervención divina, pero no era el momento de oraciones. Lanzó un oportuno tajo a uno de los piratas, justo detrás de su rodilla, que lo hizo caer al suelo, y se movió para alejar a los otros de Lis, y reunirse con el grupo de marineros.
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Mensaje por Heimdall 29/09/11, 06:47 pm

Más cerca, cada vez la fina línea de tierra estaba más cerca, aunque cada vez las sacudidas de la nave en el aire eran más abundantes, igual que el humo negro que salía del motor. Cada vez el enano veía más claro que iba a tener que aterrizar en aquella tierra, pasara lo que pasara.

A medida que se aproximaba empezó a distinguir detalles: una hoguera encendida, un campamento y un enjambre de seres que parecían ser hormigas de lo pequeños que se veían desde las alturas de su vuelo.

-Es hora de empezar el descenso... -murmuró el enano, encomendándose a Moradin una vez más. Tiró de una palanca y la nave empezó a disminuir la altura de su vuelo, aunque de manera mucho más rápida de lo que debería. Heimdall maldijo, mientras tiraba repetidamente del resto de intstrumentos de pilotaje que había en el aparato en un vano intento por correjir su rumbo y evitar estrellarse contra el suelo.

Pero a pesar de todo, el artilugio se dirigía a tierra como si fuera un proyectil, cada vez más y más rápido. Heimdall seguía tirando palancas y apretando botones ya casi al azar, hasta que el motor estalló definitivamente, cuando aún estaba a una altura considerable. Dispuesto a preservar su orgullo de guerrero sobre cualquier otra cosa, agarró fuertemente su martillo y abrió los ojos, para ver como se precipitaba a gran velocidad sobre lo que parecía una batalla.

Lo que ocurrió después, resultó confuso. La nave chocó contra el suelo sobre varios de aquellos seres (Heimdall hubiera jurado de lejos que se trataba de elfos, pero al verlos de cerca se percató que no era así), y la mayoría de los barriles que transportaba se hicieron pedazos, inundando literalmente la zona en un mar de fuerte cerveza enana de Nidavellir.

Heimdall salió despedido de los restos de la nave por la fuerza del choque, empapado en cerveza, aturdido y agarrado fuertemente a su martillo, que no iba a soltar por nada del mundo. Notaba como le caía la sangre por la sien, pero no sentía que tuviera nada roto, ni ninguna herida grave.

Y por suerte, ya que no hubiera tenido mucho tiempo para curarse: había aterrizado en medio de un encarnizado combate que se había detenido momentáneamente con el aterrizaje de su nave envuelta en llamas, pero que parecía volverse a reavivar de nuevo. Uno de aquellos extraños seres parecidos a los elfos, sucio, sudado, desgreñado y con las ropas mugrientas manchadas de sangre seca se le acercó con la espada en alto, amenazador, pero Heimdall alzó el martillo y con un grito atronador lo golpeó en la cima de la cabeza. Un desagradable crujido, y el tipo cayó al suelo como un saco, inerte.

Mientras el resto de los camaradas del caído lo miraban atónitos Heimdall se llevó el cuerno (que portaba al costado, colgando de una correa de cuero) a los labios y sopló con fuerza a través de él, con gran estruendo. Era casi meramente una costumbre, un ritual que procuraba cumplir antes de entrar en combate, aunque no sirviera de mucho, pues si bien en las montañas de Nidavellir el ruido atronador reproduciéndose y amplificándose con su propio eco servía para aterrorizar a cualquier enemigo de los enanos desde muchos siglos atrás, dudaba que, tan lejos de su patria, los enemigos que pudieran oírlo entendieran realmente a lo que se enfrentaban.
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Mensaje por Lisandot 01/10/11, 07:36 pm

Arrancada de su lecho por manos desconocidas y arrojada luego sobre la arena cuando esas manos desaparecieron misteriosamente, tardó un poco en comprender lo que estaba pasando. Y es que su mente se negaba a aceptar el hecho de que una de sus más temidas pesadillas se estaba haciendo realidad: un ataque de piratas.

De haber existido un lugar adonde huir, hubiera corrido como una exhalación, como lo hiciera una vez en el bosque de Valanderiel, pero en aquella playa inhóspita no había lugar alguno donde refugiarse. Aterrada e impotente, vio como Lohengrin, los marinos y un par de pasajeros que estaban en buenas condiciones, luchaban con denuedo contra los invasores, que los superaban en número y armamento.

Mera espectadora de la pelea, fue arrancada de su estupor por un lastimero grito muy cerca suyo. Uno de los piratas había abandonado el combate principal y atacaba ahora a la jovencita cuyo brazo Lis había curado el día anterior. Incluso más que ella misma, aquella pobre chica se encontraba acorralada, sin posibilidad de escapar y al ver semejante escena, todo el miedo que sentía se convirtió en una ira que pocas veces había experimentado. Sin medir riesgos ni consecuencias, tomó una de las piedras que abundaban en aquella playa y saltando sobre el pirata, la descargó sobre su cabeza con todas las fuerzas que su rabia le confería.

El hombre cayó con un estrépito que la hizo dar un brinco de sorpresa y quedarse mirándolo con los ojos abiertos de par en par, hasta que el silencio que de repente se produjo la hizo notar que algo muy raro pasaba. Todos habían quedado en suspenso y atacantes y defensores miraban hacia un lugar de la playa y mirando ella también, se dio cuenta que no era el pirata abatido el que había provocado semejante estruendo sino un armatoste que parecía haber caído del cielo. Y como si eso no fuera suficientemente extraño, repentinamente sintió sus pies mojados con algo que olía a cerveza y poco después, el sonido de un cuerno se elevó por sobre el combate que había vuelto a iniciarse.

Sin entender nada y temiéndolo todo, Lis se sentó junto a la muchacha, cobijándola un abrazo para confortarla, dispuesta a hacer lo que pudiera para protegerla.
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Mensaje por Lohengrin 01/10/11, 08:56 pm

Lohengrin trataba de reunirse con los otros combatientes, sin perder de vista a los piratas contra los que se estaba batiendo el cobre. La mujer hizo un amago de ataque con su espada corta, con tan mala fortuna que el caballero logró hacerle un corte en los dedos y obligarla a soltar su arma. Ella se retiró de la pelea momentaneamente, y eso bastó para que Lohengrin hiriera mortalmente al otro, de un tajo en el pecho.

En ese momento, el caballero, y todo el mundo en la playa pudieron escuchar un silbido, seguido de una fuerte explosión. Algo había caido al suelo, había estallado, y de pronto habia caido una lluvia de ¿cerveza? sobre todo el mundo. Lohengrin aprovechó la distracción de su enemiga para, con dos zancadas rápidas, entrar en su espacio y hacerle un profundo corte en el cuello. Ella cayó al suelo inerte, y mientras el caballero tomaba aliento, vio como un Enano con un enorme martillo en las manos hacía sonar un cuerno de guerra.... ¿Qué diablos era aquello?

También observó que otros piratas estaban tratando de maniatar a la mayoria de los heridos, y la manera en que Lisandot había dejado inconsciente a uno de ellos golpeandolo con una gran piedra. Dado que el contramaestre y los marinos estaban logrando mantener el tipo, el caballero decidió correr junto a Lisandot. Sin decirle nada, quedó de pie junto a ella, evitando que nadie se acercara. Contó una docena larga de piratas, y viendo de lejos la manera en que trabajaba el martillo del Enano, pronto serían muchos menos. Empezaba a ver posibilidades de victoria, cuando vio a una extraña pareja unirse a la batalla.

Uno de ellos era un hombre menudo y muy delgado, con un pañuelo rojo cubriendole la cabeza. No parecía llevar armas, pero corrió cerca del grupo de marineros, y sacó varios cuchillos arrojadizos de entre sus ropas, lanzándolos hacia el contramaestre. Las tres dagas hicieron blanco, y el hombre cayó al suelo.

Cruce de caminos II Picaro

Pero el otro miembro de la pareja era aún más preocupante. Un hombre anciano y calvo, con un gran bastón entre las manos. Gritó unas palabras, y al punto, una niebla verdosa rodeó al mermado grupo de marinos, durmiendo por igual a piratas y defensores. "Ve a por ese maldito Enano", ordenó el mago a su compañero...



Cruce de caminos II Magoi
"Ve a por ese maldito Enano"


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Mensaje por Heimdall 19/10/11, 03:09 pm

La situación era una locura; Heimdall se encontraba absorbido por la batalla y sólo se centraba en pelear contra los que le atacaban, sin intentar comprender nada, porque realmente no había manera para asir aquello: se acababa de estrellar contra una playa extraña, estaba herido y perdiendo sangre por la cabeza, medio cegado por el sol que lo atormentaba, y derribando enemigos de una raza que no había visto nunca.

Uno, dos, tres... Los enemigos, sin armas ni protección pesadas, caían como sacos bajo los golpes del martillo sagrado del antepasado, que Heimdall blandía con espantosa eficacia. Pero eran muchos. Demasiados, incluso para un héroe de guerra enano. Se enfrentaba prácticamente a solas contra esos individuos (sólo un pequeño grupo parecía resistirlos) y la situación era desesperada. Pensaba que no podía ser peor, pero sí.

Dos más aparecieron al poco rato: Uno pequeño y con una desagradable apariencia que recordaba a la de una rata, que se movía con extraordinaria agilidad. El otro, un individuo bajito y calvo, con barba blanca y un bastón en las manos que, para disgusto de Heimdall, resultó ser un mago. Una nube de color verde apareció y durmió al grupo que se batía más allá, y cuando el enano se dispuso a enfrentarse al hechicero, tuvo delante al otro, al escuálido oponente.

Le tiró tres dagas, directas al corazón, pero la cota de excelente fabricación enana las repelió sin más. Entonces Heimdall cargó contra su oponente, sorprendido todavía porque sus proyectiles no habían hecho mella en el enano. Reaccionó a tiempo, sin embargo, de lanzarle otras dos, una de las cuales se perdió a sus espaldas. El frío metal de la otra, sin embargo, hirió al enano en la sien, haciéndole un nuevo corte, aunque de poca gravedad.

El enemigo recibió un golpe con el hombro del enano y salió despedido, pero en ese mismo instante se vio envuelto en una nube verde el propio Heimdall. Salió de la nube tosiendo y lagrimeando, cegado por el humo ante la sorpresa de la pareja. El pícaro se le había acercado, pensando que el enano habría caído ya, pero se encontró con que seguía en pie, y recibió un fuerte golpe del martillo en el pecho, que le hundió las costillas tirándolo inerte al suelo, mientras el hechizo del mago debilitaba cada vez más al enano, que cayó de rodillas al suelo, aferrando el martillo con toda su alma.
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Mensaje por Lisandot 22/10/11, 03:27 am

Todo a su alrededor era sangre, caos, confusión, pero en medio de ese pandemonium sintió la presencia del caballero cerca suyo y eso le brindó una sensación de seguridad que, en ese momento, necesitaba casi tanto como el aire para respirar porque estaba al borde del colapso.

El inesperado ataque de los piratas la había sobrepasado de tal manera que había sido incapaz de brindar siquiera una mínima ayuda a los heridos que se quejaban en torno suyo. La verdad es que durante largos instantes no había sido realmente consciente de su presencia, sumida como estaba en un marasmo de terror del que sólo había empezado a salir cuando había visto al pirata agredir a aquella adolescente herida. Y contrariamente a lo que había hecho durante toda su vida, su primer movimiento no había sido para sanar a alguien sino para herirlo, acción de la que no se arrepentía, pero que le había dejado un gran cansancio luego de que se extinguiera la ira que la había provocado.

Impotente para ayudar a los que caían heridos - a quienes los piratas iban maniatando casi sin oposición- consolaba a la chiquilla, amparadas ambas por la presencia del paladín, mientras sus ojos observaban como el Enano, aparecido quien sabía como ni de dónde, derribaba a sus adversarios como si fueran muñecos con un enorme martillo y en su corazón empezaba a nacer la esperanza de que podrían rechazar el ataque, de que iban a salvarse… hasta que dos nuevos personajes aparecieron en escena.

Un involuntario grito se escapó de sus labios cuando vio al contramaestre caer atravesado por tres dagas y algo se removió en su interior, su acendrado instinto de sanadora. No había sido capaz de ayudar a los otros, pero tenía que hacer algo por ese hombre, si aún vivía tenía que ayudarlo. Dominada por ese impulso y sabiendo que Lohengrin estaba junto a la jovencita, se puso de pie y corrió hacia el contramaestre, eludiendo caídos y combatientes y alguna mano que trató de detenerla.

Junto al marino herido se encontraba tendido un grupo de atacantes y atacados, todos dormidos, mientras vestigios de la nube verdosa eran esparcidos por ráfagas de viento procedentes del mar. Arrodillándose al lado del contramaestre, apoyó la mano en su cuello para tomarle el pulso en la yugular y comprobar si aún vivía.

No alcanzó a hacer nada más. Un golpe en la cabeza, un repentino dolor y se sumergió en la oscuridad.
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Mensaje por Lohengrin 26/10/11, 12:20 pm


Pero las ilusiones del caballero no duraron mucho. Poco tardó el mago en dormir al pequeño grupo que resistía, de manera que él y su acompañante concentraron sus esfuerzos en el Enano. Por otra parte, Lohengrin tenía bastante trabajo. Había dos o tres cuerpos a sus pies, pero seguían llegando piratas. Mantenía a raya a los tres que lo rodeaban, pero vio a Lis aprovechar un hueco para escabullirse del combate. Por desgracia uno de los piratas decidió seguirla y no tardó en dejarla fuera de combate.

El caballero vio su oportunidad al vérselas solo con dos oponentes, y se aplicó a la tarea de deshacerse de ambos… Cayó el primero, pero cuando se enfrentaba con el segundo, vio como dejaban sin sentido a Lis, y como el Enano caía entre una nube de gases venenosos.

Pronto se vio rodeado por todos los demás piratas, quedaban en pie cinco de ellos, sin contar los que estaban dormidos, y el mago caminaba hacia él con una gran expresión de fastidio, a causa de la muerte de su compañero bajo el martillo de Heimdall. El caballero calculó sus posibilidades, pensando que podría llevarse por delante a tres de ellos, pero, preocupado por la suerte de Lis, y por la de la chica del brazo roto, decidió soltar su arma. Al llegar a su altura, el anciano de barba blanca soltó una especie de bufido, levantó su bastón, y un súbito relámpago sacudió el cuerpo de Lohengrin, que se desplomó sobre la arena de la playa.

*****

(Lohengrin escaso de inspiración... disculpas)
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Mensaje por Tchik 08/11/11, 09:12 am

Aquello empezaba a resultarle peculiar. Tal vez demasiado peculiar, incluso para tratarse de humanos.

En primer lugar, el viaje estaba siendo muy largo; Tchik ya no recordaba cuantos ayeres llevaba en el barca-con-tela; no se había imaginado que Tres-Islas-que-Son-Una pudiera estar tan lejos y que la barca-con-tela tuviera que hacer tantas paradas en puertos intermedios. Ciertamente, el Sueño tenía que ser un lugar mucho más grande que lo que Tchik había pensado nunca.

En segundo lugar, algo le preocupaba al amable marinero que aquel amable capitán había asignado a visitarle con frecuencia a su camarote que colgaba del techo a dos palmos del suelo de la bodega, hecho de barras de metal paralelas que se cruzaban en la base, para asegurarse de su bienestar. Había sido un hombre muy agradable hasta muy recientemente; cuando él le preguntaba sobre cuándo llegarían a Tres-Islas-que-Son-Una, el hombre siempre se reía y le decía " Tranquilo, Tchik, muy pronto estarás en Nehmen en el mercado de esclavos", y cuando Tchik le contestaba que no, que él iba a "Trinacria" (menuda manía de los humanos de poner nombres extraños a sus madrigueras), volvía a reírse. Un hombre muy alegre sin duda, pero últimamente ya no le dirigía la palabra. Tendría que preguntar al capitán si había hecho algo para ofenderle...

En tercer lugar, estaba el mismo amable capitán, el mismo que se había ofrecido a guardar sus pertenencias en una caja cerrada en la bodega, para que a él pudieran ponerle aquellos brazales de metal encadenados entre sí y a su camarote, por su seguridad. Hacía muchos ayeres que no se asomaba a la bodega, y no se decidía a pedirle al marinero el favor de irle a buscar para preguntarle cuántos mañanas quedaban de viaje por temor a ofenderlo aún más. Los humanos que el Nezumi conocía eran muy quisquillosos y se ofendían con frecuencia sin razón aparente, y no quería incomodar a sus hospedadores.

Al menos, la cuarta peculiaridad se había corregido. Ya no era el único pasajero, aunque era el único que estaba en un camarote colgante, el resto dormían en el suelo de la bodega (eso sí, tras una pared de barras de metal), amontonados; muy similar a la usanza Nezumi. Le preocupaba que el amable capitán se preocupara tan poco por su seguridad, después de todas las molestias que se había tomado con Tchik... ¡Pero se trataban de humanos especialmente dormilones! Ni siquiera había podido aún trabar conversación con ellos porque otros marineros que Tchik no conocía y que, por cierto, tampoco tenían interés en hablar con Tchik, los habían traído ya dormidos hacía muchas horas y aún seguían así.

Y así siguieron al menos unas horas más, hasta que los primeros empezaron a despertarse, lo cual causó que Tchik irguiera las orejas alegre e incluso su cola se tensase.

-¡Hola! ¡Saludos! Yo soy-soy Tchik. ¿Sois-sois también pasajeros a Tres-Islas-que-Son-Una? ¿El amable capitán os ha-ha dicho cuántos mañanas quedan-quedan?- dijo en su mejor común, la alegría en su voz innegable por tener alguien con quien hablar.
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Mensaje por Heimdall 18/11/11, 02:41 pm

Le dolía la cabeza como si se la hubieran aplastado contra una roca, y le costaba respirar con normalidad. Abrió lentamente los ojos, intentando darse cuenta de donde se encontraba. Todo era muy confuso. El choque. La batalla, aquellos extraños seres que no eran elfos pero lo parecían, enfrentándose unos a otros, y él en medio. El cuerno, el martillo... ¡El martillo! Se revolvió inquieto a un lado y a otro, buscándolo con la mirada, sin encontrarlo, claro. Ni el martillo, ni el cuerno, ni el arcabuz, ni su casco, ni su cota... nada. Estaba entre barrotes, junto a otros dos de aquellos seres desconocidos, juraría que de los que combatían a su lado, o en su bando, o lo que fuera, pero igualmente desarmados.

Miró alrededor suyo, fuera de su prisión: parecía... una bodega. De hecho, el movimiento del suelo hacía suponer que se encontraban navegando. Cuál fue su sopresa al ver que no eran los únicos prisioneros; delante suyo había un ser... realmente extraño. ¿A qué mundo había ido a parar? Elfos que no eran elfos, y... ratas que no eran ratas. Aquél ser le pareció eso, realmente: si alguien hubiera mezclado uno de aquellos odiosos seres de orejas puntiagudas con las ratas a las que tanto se parecían, pensó, seguramente el resultado sería aquello.

Más extraña era su voz, igual que desconocida era su habla; Se parecía en algún modo a las frases entrecortadas que había oído en la batalla, pero era una lengua completamente desconocida para él.

-¿Qué eres? ¿Hablas enano? Yo soy Heimdall, hijo de Angroshim, el mejor guerrero del Clan Amfist de las montañas de Nidavellir -dijo en buen enano* con voz ronca, golpeándose con el puño el pecho magullado y dolorido intentando adoptar un gesto honorable e imponente a la vez.

*Heimdall sólo habla enano y chapurrea élfico, entiendo que Tchik ha hablado en la lengua que usan los humanos, por eso no lo entiende, y responde en la lengua que se maneja, el enano.
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Mensaje por Lisandot 05/12/11, 01:49 am

Se quejó débilmente antes de abrir los ojos. Sus despertares solían ser amargos desde hacía ya varios meses, cuando pasaba del mundo de sueños en el que su amado siempre estaba al mundo físico vacío con su ausencia, pero esta vez era diferente. Sin embargo, no se trataba de un despertar feliz. Salía de aquella oscuridad sin sueños en la que había estado sumergida, sintiendo su cuerpo aterido por el frío, un agudo dolor de cabeza y la debilidad enquistada en cada uno de sus músculos.

Cuando por fin abrió los ojos y logró enfocarlos, lo que vio fue un techo de madera sobre ella. La certeza de que ya no estaba en la playa sino en una habitación se abrió paso en su cerebro, acompañada casi de inmediato por una clara percepción: la habitación se balanceaba. Un barco, estaban en un barco. Piratas, había piratas en la playa, atacaron, la golpearon… estaba en un barco de piratas… en un barco de piratas…

La sucesión de ideas y la conclusión a la que le llevaron le arrancaron lo que a sus oídos era un alarido de terror, pero que para cualquiera que la escuchara sólo sonaba como un apagado lamento, tan débil estaba. A las consecuencias del naufragio en su organismo y al esfuerzo de atender a los heridos en el naufragio en una ardua jornada de trabajo y de soñar la madera necesaria para encender el fuego, se unía el hecho de que no había probado bocado desde la noche anterior al naufragio, durante una cena en la que apenas sí había comido. El ataque de los piratas había evitado que pudiera comer los alimentos que el caballero Lohengrin había apartado para ella.

El sonido de una voz interrumpió su marasmo. No sonaba amenazadora, sonaba extraña, pero no era por el sonido de la voz en sí mismo sino por la manera en que hablaba. Un lejano recuerdo se removió en su mente, alguna vez había oído hablar así pero, ¿cuándo? ¿dónde? No conseguía precisar el recuerdo y tampoco lograba ver a quien hablaba tendida como estaba, tenía que incorporarse.

Mientras luchaba por sentarse, una segunda voz habló como respondiendo a la anterior pero en un idioma diferente. Era el idioma enano, eso lo podía recordar y también lo podía entender bastante. Por fin consiguió quedar sentada con la espalda apoyada en la pared y pudo observar mejor. Lo primero que notó fueron los barrotes, luego al ser parecido a una rata gigante - ¿cómo se llamaba esa raza? – encadenado en una celda enfrente y luego vio al enano, el enano de la playa.

¿Dónde estaba el caballero? ¿Y los otros pasajeros? Sobresaltada miró en torno suyo buscándolos, mientras hacía un intento de levantarse que sus temblorosas piernas hicieron fracasar.
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Mensaje por Lohengrin 16/12/11, 01:00 pm

Al fin Lohen despertó. La descarga electrica que le había lanzado el mago lo había aturdido durante muchas horas. Cuando abrió los ojos, se vio cerca de un montón de cuerpos amontonados, los mismos heridos a los que había ayudado a sanar con Lis. Lis ! Donde estaba ella? La buscó con la mirada, y al no encontrarla, trató de levantarse, mientras su cabeza dolía como nunca lo había hecho. Algo tiró con fuerza de él mientras se incorporaba, y entonces el caballeró reparó en que estaba cargado con gruesas cadenas de hierro, y firmemente sujeto a una de las paredes. Por supuesto, completamente desarmado.

No distinguió bien al primero de todos los seres que había hablado. Su charla era muy apresurada y no captó todo el significado, pero sin duda estaba utilizando la Lengua Común. Mucho más facil le resultó distinguir al Enano, pero, aturdido como estaba, apenas entendió algo más que su nombre. Y al fin distinguió a Lis, sentada contra las tablas del barco, y con una horrible expresión de cansancio y dolor. Todos los demás pasajeros estaban en un estado similar. Sus poderes habían regresado, una vez más, pero en aquel momento serían de poca utilidad. Calmó su propio dolor, y estudió la situación.

No le cabia ninguna duda de donde estaban, ni de cual sería su destino. Su unica posibilidad residía en librarse de sus jaulas y cadenas, recuperar sus armas y arreos, y luego tomar el barco por sorpresa. Pero desarmados como estaban, parecía una tarea imposible. Se acercó todo lo que pudo a la celda de Heimdall y le habló en la Lengua Común: "Señor Enano. ¿Cree que hay alguna forma de romper estas jaulas y salir de esta bodega, antes de que estos locos piratas nos vendan en cualquier puerto?" Como Heimdall lo miraba sin entenderlo, trató de repetir su pregunta en el idioma de los Enanos, confiando en hacerse entender. Luego de conversar un poco más con el Enano, observó a Lisandot, pero sus cadenas le impedían llegar hasta ella, de manera que centró su atención en el ser que estaba dentro de la jaula.

Parecía uno de esos rátidos de Ur-Shalasti, pero iba... vestido. Y tenía una mirada inquisitiva e inteligente. Y por supuesto, sabía hablar. "¿Quien eres? ¿Un prisionero como nosotros?", preguntó. Justo en ese momento, escuchó crujir la puerta de la bodega, y entró el marinero encargado de vigilar a los prisioneros, con un látigo en la mano. Junto a el venian dos hombres, cargados con algunas hogazas de pan, que repartieron de cualquier manera, sin ocuparse de que todos tuvieran su parte. Pasaron junto a Heimdall y Lohengrin, pero Enano y caballero no recibieron nada, al contrario que Tchik.


FDI: Perdon por el retraso y lo torpe de la respuesta. Estoy de sequía, ya saben...
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Mensaje por Tchik 20/12/11, 08:16 pm

Tchik conocía a los humanos; había dedicado muchos días a aprender su extrañísimas costumbres y confusas tradiciones. Pero aquellos humanos en concreto, en apenas unos instantes, acababan de demostrarle que no estaba siquiera cerca de ser un experto... ¡Cuántos ayeres de estudio desperdiciados!

Estaba comenzando a acostumbrarse a aquellas miradas de sorpresa que le dedicaban al verle por primera vez en todas partes. Sin duda, jamás habían visto antes a un miembro de la Tribu; aquello era un poco triste para Tchik, que si bien ya se sentía muy solo por estar tan lejos de su hogar, aquellos pequeños recordatorios de que no había nezumis cerca no hacían sino acentuarlo.

Estaba tan acostumbrado que comenzaba a formular su "Tchik no es-es rata, es-es Nezumi" cuando aquel humano (sin duda, una cría por su tamaño) le habló en primer lugar... y Tchik no comprendió ni una palabra.

Pero...pero... si el idioma humano nunca se le había olvidado antes; y aún recordaba cuántos ayeres hacía de su última conversación con un humano... La mirada de confusión del rátido se transformó en una de curiosidad cuando comenzó a vislumbrar el nombre de aquella cría.... un Nombre grande y poderoso, impropio de alguien con tan pocos ayeres...

La buena noticia era que los demás humanos dormilones empezaban a despertarse, aún muy soñolientos por lo que parecía costarles levantarse... Incluso alguno aún se quejaba por tener que despertar al Sueño de nuevo. Los humanos de las tierras de Tchik eran mucho más activos, claro que ser muy dormilón cerca de las Tierras Sombrías era correr-hacia-Mañana*... Quizás aquella fuera la razón, sí. Tenía que acordarse de preguntar.

Entonces, sucedió algo que le hizo comprender cuál había sido el problema. Otro de los humanos despertó y habló con la cría; y Tchik entendió perfectamente la pregunta, pero la cría no... sintió un poco de pena, una cría que además de estar sola, no hablaba la misma lengua...

Pero esas cavilaciones se vieron interrumpidas por el mismo humano, que parecía no ser consciente de la realidad de su situación. Sin duda, demasiado dormir. Tal vez por eso era el único que además del rátido llevaba aquellos brazales de seguridad.

- No, no, no. Tchik no está-está en prisión. ¡Tchik es-es buen Nezumi! Tchik viaja-viaja a Tres-Islas-que-son-Una y amable capitán se ofreció-ofreció a llevar a Tchik. Tchik está-está en su camarote.

Su conversación se vio interrumpida por su buen amigo el amable marinero y unos compañeros (sin duda, para ayudarle con la labor de atender a más pasajeros) que traían comida para ellos.

- ¡Amable marinero!¡Amable marinero! ¿Puedes-puedes pedir a capitán que baje-baje? Tchik tiene-tiene que hablar con él.

Puede que aquellos compañeros del marinero amable también fueran alegres, porque se echaron a reír, pero no eran buenos trabajando. Algunos pasajeros se habían quedado sin rancho. ¡Y nada menos que la cría era uno de ellos! Aún así, nadie respondió a Tchik, lo cual le entristecía mucho.

Cuando se marcharon, Tchik decidió tomar cartas en el asunto y le tendió su comida al Enano. Sus ojos brillaron místicamente unos instantes mientras el Nezumi cambiaba levemente su propio Nombre, para comprender y hablar un poco del idioma de la cría.

- Toma-toma, pequeño. Tchik no tiene-tiene hambre. No te entendí-entendí antes. Mi nombre es-es Tchik y soy-soy pasajero a Tres-Islas-que-son-Una. ¿Sabes-sabes cuántos mañanas de viaje quedan-quedan?- dijo en correcto Enano.
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Mensaje por Heimdall 20/12/11, 09:48 pm

Heimdall abrió la boca para responder a aquél ser medio rata, medio elfo, que se le había quedado mirando de manera incómoda, pero una voz a su derecha lo hizo volverse. Era uno de aquellos seres que habían luchado en la batalla de la playa, en su bando. De hecho, aunque desmejorado, pudo reconocer a uno de los que habían plantado cara a los enemigos de mejor modo: no cabía duda de que era un guerrero, eso estaba claro. Aunque poco más lo estaba, por desgracia. Empezando por la lengua en que le había empezado a hablar. Afortunadamente, el rostro de Heimdall debió de reflejar la poca comprensión que tenía de la lengua que parecían hablar tanto la rata como el guerrero, pues lo repitió en enano, o algo parecido.

-...enano... jaula... loco...

Lo poco que entendió de las palabras de aquel horrible individuo le bastó para darse cuenta de que se estaba burlando de él. ¡De él! ¡El más grande guerrero después del legendario Thodran Amfist! Se abalanzó contra los barrotes mirando al ser con odio y rabia, echando fuego por los ojos.

-¡¿Cómo os atrevéis a hablarme así, especie de asquerosa masa de basura con forma de elfo nauseabundo?! ¡A mí! ¡A Heimdall hijo de Angroshim, heredero del gran Thodran y portador del legendario martillo sagrado del clan! ¡He arrollado en solitario a miles de elfos de verdad, no como tú, que no llegas ni siquiera a ésa categoría de escoria! ¡Tú y todos tus congéneres sois iguales, además de que os ayudo en vuestra estúpida batalla que carece de importancia alguna para mí...!

El enano se dejó caer entonces en el suelo de madera, extenuado, gruñendo para sí y mirando a Lohengrin con intenso odio, y también a la hembra que se encontraba cerca suyo y que no había aún articulado palabra. Estaba demasiado extenuado todavía por el reciente combate, y aunque odiara admitirlo, no podía hacerle nada a aquél odioso ser... Maldijo los barrotes metálicos por dentro una vez más, mientras veía como ahora el otro conversaba con la rata... Debían ser de especies conocidas, pensó: la basura se junta con la basura, pues estaba claro que un ser que trataba de manera tan gentil a algo tan similar a un elfo tenía que ser igual de depravado, si no más.

Mientras aquellos dos seres parloteaban, entraron tres piratas, trayendo pan para los prisioneros. Bueno, para algunos prisioneros, comprobó Heimdall, tras ver como el individuo que lo había insultado y él mismo se quedaban sin comida. El rátido entonces cruzó unas palabras con los piratas, que se echaron a reír con ganas.

Tras su marcha, sobrevino otro más de los capítulos de aquello, que ya empezaba a parecer una farsa de lo increíble. ¡¿Pequeño?! ¡¡¿¿Pequeño??!! Por un motivo misterioso, ahora la rata hablaba la lengua enana casi a la perfección, pero eso no suponía ninguna sorpresa al lado de la que supusieron sus palabras. Con un gesto brusco, Heimdall se alzó de nuevo mirando al nezumi y moviendo su puño en el aire amenazadoramente hacia Tchik.

-¡¿Pequeño?! ¡¿Tú sabes con quién estás hablando, rata-elfo?! ¡Escucha, y escucha bien, rata impertinente! ¡Soy Heimdall hijo de Angroshim, el más poderoso de los guerreros del Clan Amfist de los enanos de Nidavellir! ¡El portador del legendario martillo sagrado de Thodran! ¡El vencedor de los elfos! ¡¿Cómo te atreves a llamarme pequeño, rata?! ¡¿Qué eres tú, acaso?! ¿Un cruce entre rata y elfo, tal vez? Es repugnante...
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Mensaje por Lisandot 02/01/12, 02:20 am

Fracasado su intento de levantarse, se quedó sentada con los ojos cerrados y respirando pesadamente ¡Estaba tan cansada! ¡Tenía tantas ganas de dormir! Dormir, soñar, tal vez para siempre… la idea había aparecido más de una vez en su cabeza. Habitar para siempre en el mundo de los sueños, se le antojaba algo tan hermoso, pero sus sueños siempre terminaban abandonándola y siempre acababa volviendo a aquella realidad que apreciaba cada vez menos.

Esta vez fue la voz del caballero la que la hizo regresar ¡Estaba vivo! Abrió los ojos y buscó con la mirada en la dirección de la que había venido aquella voz y al fin logró verlo, estaba encadenado, pero estaba vivo y parecía estar bien y ambos hechos eran reconfortantes para ella.

Los gritos del enano en respuesta al fallido intento de comunicación de Lohengrin le taladraron los oídos y multiplicaron por cien su dolor de cabeza, haciéndola cerrar los ojos y llevarse las manos a la cabeza en un vano intento de protección. No vio que el enano la miraba y apenas logró captar algo de la conversación entre el paladín y el ser con aspecto de rata, apenas una frase: “Tchik es un buen nezumi” ¡Nezumi! Eso era, ahora recordaba, había conocido a una de esas criaturas mucho tiempo atrás, ¿cómo se llamaba?... Abrió los ojos cuando sintió entrar a los marineros, pero miró con indiferencia el pan que le entregaron y dejándolo a un lado, trató de hacer memoria de nuevo.

Una nueva gritería del enano le martilleó la cabeza e interrumpió su intento de recordar y, tal vez por primera vez en su vida, le provocó un vivo deseo de castigar con una pesadilla al imprudente. Pero fue un deseo tan breve como una estrella fugaz, que llegó y se fue sin dejar siquiera la huella de un sentimiento de culpa por haberlo tenido.

No quería que el enano siguiera gritando y eso iba a pasar si el caballero y el nezumi seguían intentando dialogar con él; el uno no entendía bien el idioma y el otro ni siquiera sabía lo que era un enano. Había viajado mucho - más por necesidad que por placer, sin lograr echar raíces en ningún sitio, teniendo siempre que huir cuando ya empezaba a acomodarse – y eso le había permitido conocer gente de distintas razas y culturas y, por razones de sobrevivencia, había tenido que aprender varios idiomas; el enano era uno de ellos. No tenía ganas de hablar, pero debía hacerlo.

- Saludos, maese Heimdall hijo de Angroshim –
dijo, irguiéndose y mirando al enano, con voz tranquila y cuidadosa pronunciación - Agradezco la ayuda de un gran guerrero como vos y ruego disculpéis a mi compañero, él… él no habla bien vuestra lengua y se ha explicado muy mal… y… la criatura… no conoce a vuestra noble raza…

Luego desvío su vista a Tchik y le habló a él, aún en enano para que Heimdall pudiera entender lo que decía.

- ¿Vuestro nombre es Tchik? Conocí a uno de vuestra raza hace mucho. Estáis en un error, maese Heimdall hijo de Angroshim no es un pequeño; él es un gran guerrero que pertenece a la noble raza enana.

Cansada, se apoyó nuevamente en la pared, esperando que su intervención sirviera de algo.
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Mensaje por Lohengrin 05/01/12, 01:19 pm

"¡¿Cómo os atrevéis a hablarme así, especie de asquerosa masa de basura con forma de elfo nauseabundo?! ¡A mí! ¡A Heimdall hijo de Angroshim, heredero del gran Thodran y portador del legendario martillo sagrado del clan! ¡He arrollado en solitario a miles de elfos de verdad, no como tú, que no llegas ni siquiera a ésa categoría de escoria! ¡Tú y todos tus congéneres sois iguales, además de que os ayudo en vuestra estúpida batalla que carece de importancia alguna para mí...!"

Con el rostro del Enano apenas a dos centimetros, Lohengrin retrocedió espantado al ver su expresión y escuchar aquel incomprensible torrente de palabras en Enano. Sabía que no era bueno con el idioma, pero, ¿qué diablos le habría ofendido de esa manera?... o quizás, ¿estaría realmente loco? El Enano soltó improperios durante unos minutos, y Lohengrin esperó pacientemente mientras reordenaba sus pensamientos, y muy agradecido a las barras de acero que mediaban entre el y Angroshim... o era Heimdall?

Luego, trató de entenderse con el rátido, pero el resultado no fue mucho mejor. De sus respuestas decidió que muy probablemente no les sería util, pues ni siquiera era consciente de su condición de prisionero, a pesar de lo evidente de la situación. Se sentó en el suelo a pensar (y porque estaba realmente cansado y dolorido), y no prestó atención a la conversacion entre en Enano y el nezumi, hasta que vio a Lisandot levantarse con muchas vacilaciones, y aún así hablar con voz clara y firme en un muy buen Enano. Confiando en que ella hubiera posido aplacar al testarudo guerrero, solo añadió, con todo el cuidado del mundo: "Disculpas, señor Enano. Debemos escapar. Todos." Sin duda, sería mucho mejor dejarle a Lisandot todo el asunto de la comunicación. La llamó por su nombre, y se interesó por su estado, pero no podía llegar hasta ella. "Necesitamos abrir estos grilletes, y recuperar nuestras armas, y... Sin duda nos llevan a algún mercado de esclavos, y será realmente dificil huír de allí. Lisandot, ¿como están tus habilidades? ¿Podrás soñar las llaves de estos hierros, y tambien a tu grifo?" Sabía que ella estaba agotada, y era consciente de que estaba pidiendo algo casi imposible, pero no se le ocurría otro modo de proceder. También lamentó no poder guardar el secreto sobre los poderes de Lis como ella le había pedido, pero no podía llegar hasta ella ni hablarle en privado. Miró a todos los presentes, incluidos el Enano y el rátido. "¿Alguien tiene alguna idea?"
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Mensaje por Tchik 09/01/12, 02:09 pm

Ciertamente, aquel no era el día de suerte de Tchik. De algún modo, sus palabras habían enfurecido a la cría y no se explicaba la razón. ¿Había sido demasiado el ofrecerle la hogaza de pan? ¿Tal vez estaba mal visto en Una-Tribu-Que-Son-Tres que un adulto hablara a una cría sin la presencia de sus padres?

Eso explicaría que hubiera obtenido su propio camarote, a diferencia del resto de humanos dormilones a su alrededor. Tchik llegó a esa conclusión por sí mismo, pero antes de que comenzara a esbozar esa disculpa, escuchó las palabras de la hembra humana...Por fortuna.

Las orejas del rátido se alzaron alegres al escucharla hablar. ¡Por fin! ¡Alguien que conocía a la Gran Tribu! Hubiera empezado a dar palmas de alegría, pero no quería causar más ofensas molestando a los humanos que seguían protestando por el fin de su sueño.... ¡Qué dormilones!

- ¡Ah, claro! ¡Como los hombres de la tribu del Fénix, adultos pero de corta estatura! Tchik debía-debía haberlo supuesto antes. Portador-del-Martillo-del-Héroe tiene-tiene un Nombre muy poderoso, demasiado para ser cría. Tchik pide-pide disculpas, Tchik es-es Nezumi, como ella dijo. – Se inclinó para acentuar su disculpa.

Pero eso fue todo lo que el Nezumi podía entender. Las palabras del otro humano encerrado solo aumentaron la confusión de Tchik. ¿Es que no eran pasajeros? ¿Eran prisioneros? ¿Qué habían hecho para ello? ¿Retrasaría eso su llegada a Tres-Islas-Que-Son-Una?

Y más importante aún, ¿por qué le miraban de pronto todos tan sorprendidos al ver que se rascaba la cabeza confuso por tantas preguntas? ¿Tal vez porque se había quitado los brazales de seguridad para ello? ¿Tan peligroso era estar sin ellos?
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Mensaje por Heimdall 20/02/12, 01:03 pm

La voz de Lisandot tuvo en Heimdall un efecto calmante, casi terapéutico. No sólo fueron las palabras las que calmaron al enano, que comprendió el malentendido, sino el propio tono de la curandera. Más calmado, aunque aún con cierto recelo (no había que olvidar que estaba tratando con criaturas peligrosamente parecidas a los elfos, aunque más "toscas", por así decirlo, y con una rata gigante), le habló a la mujer, con voz orgullosa pero esforzándose por no sonar hostil.

-No debéis dar las gracias... Por suerte o por desgracia estábamos en el mismo bando... ¡Y por mis ancestros que hubiera aplastado al resto de esa chusma si ese mago apestoso no hubiera sido tan cobarde de atacarme mientras peleaba con su desharrapado compañero! ¡Qué vengan! ¡Qué vengan de uno en uno, y los volveré comida de buitres! -bramó iracundo, exaltándose a él mismo. Hizo una pausa y prosiguió, algo más calmado-. Por desgracia, me temo que ahora somos prisioneros suyos...

Luego escuchó las disculpas del caballero y se volvió hacia él, mirándolo con mala cara pero sin rastro de la fogosa ira que había exhibido antes.

-Disculpas aceptadas. Ahora amigos, si querer salir de aquí. ¿Nombre? Yo Heimdall, hijo de Angroshim, del clan Amfist -dijo, mirándolo y hablando muy lentamente, exagerando la pronuncia para que el otro pudiera entender bien. Finalmente encaró al rátido y habló a su vez, ahora normal ya que había visto que -salvando ciertas peculiaridades- éste hablaba bien la lengua enana-. También acepto vuestras disculpas... Lo importante ahora es salir de aquí y recuperar nuestras armas...

Lo angustiaba realmente el estar alejado del martillo sagrado, y pensar que estaba en manos de aquella chusma. Entonces miró sorprendido al nezumi por lo que acababa de hacer, con los ojos como platos.

-¿Cómo habéis hecho eso?
¡Esta criatura es realmente flexible! -exclamó-. Debéis ayudarnos a salir de esto... ¡Por Moradin, debo recuperar el martillo sagrado, o seré maldecido por toda la eternidad!
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Mensaje por Lisandot 01/03/12, 01:20 am

Un suspiro de alivio se escapó de sus labios cuando comprobó que su intervención sí había tenido efecto y el Enano se había calmado; claro que se exaltó nuevamente al recordar el ataque del mago, pero sólo fue un conato de tormenta y la relativa paz se hizo de nuevo. Lo más importante era que el guerrero comprendía a cabalidad la situación.

Sólo asintió a las palabras de Heimdall. Realmente, no tenía nada que decir y estaba demasiado cansada como para hacer siquiera el esfuerzo de hablar sin haber necesidad. Por lo mismo, tampoco le respondió a Tchik, contentándose con dirigirle una breve sonrisa amistosa.

Con los ojos cerrados nuevamente y recostada contra la pared, escucho la presentación y aceptación de disculpas y sólo volvió a abrirlos cuando oyó al paladín llamarla por su nombre.

- No estoy herida –
contestó, con voz tan alta como pudo, a su interés por su estado.

No tenía sentido ni utilidad alguna inquietar al caballero haciendo la relación de su agotamiento, del dolor que atormentaba su cabeza, del frío que sentía y de su creciente debilidad; nada podía hacer él por ayudarla, sólo sería un desperdicio de sus escasas energías.

La mención del mercado de esclavos la hizo temblar. El comprender la urgencia de escapar de ahí, sumado a lo extenuada que estaba, hizo que no concediera ni un pensamiento, mucho menos algún sentimiento, al hecho de que el caballero no guardara el secreto sobre sus habilidades como ella le había pedido. Lo único que quedó en su mente fue la idea de que ella podría ayudar a que todos salieran de allí… y lo haría, costara lo que costara.

- Podré –
respondió sencillamente a la pregunta de Lohengrin.

Se disponía ya a dormir cuando observó que Tchik se había liberado de sus cadenas. Sin bien la flexibilidad de los Nezumi no le era desconocida - había presenciado pruebas de ella en algún momento del pasado – siempre le resultaba sorprendente, aunque sin duda no tanto como a quienes eran testigos de esa habilidad por primera vez.

Desentendiéndose del impacto que la acción del Nezumi provocaba en sus compañeros, se durmió por fin. Debido a su estado tardó más de lo habitual, pero finalmente logró materializar las llaves de cadenas, celdas y grilletes, cada una en el lugar donde debía ser utilizada y perfecta para su fin porque así ella lo había soñado; durmió varios minutos para asegurarse de que durarían lo suficiente para ser utilizadas y luego abrió los ojos.

No tenía las fuerzas suficientes como para materializar un ser vivo pero, a diferencia de lo que el paladín creía, no necesitaba materializar a Aluunros; debía invocarlo con su sangre. Dispuesta a ello - a sabiendas de que la perdida de sangre podría aumentar peligrosamente su debilidad – buscó en su cuello la garra que debía ayudarla a obrar el prodigio… y no la encontró.

Con indecible sobresalto comprobó que no tenía ya la garra que su Akira le había obsequiado… y tampoco tenía el colgante con la escama de plata élfica que Lohegrin le había regalada. Azarada, buscó en su cuerpo, en sus ropas y en torno suyo, una y otra vez, por si se le habían caído cuando la habían llevado a la bodega, pero no encontró nada; sólo constató que su bolso mágico, con todo su equipo médico, también había desaparecido.

Ajena a lo que pasaba a su alrededor, se quedó mirando al vacío con los ojos negros de espanto.
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Mensaje por Lohengrin 12/03/12, 08:06 am

Lohengrin atendió en silencio la conversación de Tchik y Heimdall (estaba seguro de que esos eran los nombres), comprendiendo más o menos la mitad de todo lo que se dijo. mientras pensaba en la mejor manera de salir con bien de aquel entuerto, y se alegraba de que el rátido hubiera comprendido al fin la situación, pero no creyó que pudiera ser de utilidad al grupo hasta que vio como se quitaba los brazales sin ningún esfuerzo. Finalmente habló con el Enano, y asintió a lo que decía, después de presentarse. Un Enano que no era capaz de hablar el Común? De donde habría salido? "Con nuestras armas, debemos salir y tomar el barco. Hay que vencer al mago.", dijo al Enano.

También se alegró enormemente de escuchar a Lisandot y comprobar que aún estaba con vida. Su tono de voz resultaba preocupante, estaba al límite de sus fuerzas, pero aún así, respondió a su petición soñando las llaves de todos los grilletes. Abrió sin dificultad los suyos, y lanzó el manojo de llaves al Enano mientras acudía al lado de Lisandot, que ahora apenas se movía. Ella estaba agotada, así como el caballero, pero gracias a la Dama había dormido y recuperado sus poderes, así que la abrazó y se ocupó de restablecer el cuerpo de ella lo mejor posible, eliminando dolor y fatiga en la medida de lo posible, y haciendo lo propio consigo mismo. "Esto te ayudará un poco, pero necesitamos descansar de todos modos..." Al verla tan cansada, creyó mejor no insistir en lo del grifo, aunque lamentó no poder contar con él.

Cruce de caminos II Banco_grilletes

En eso el caballero miró por una abertura y se alegró al constatar que ya había caído la noche."Muy bien. Lisandot, Tchik, podeis traducir? Es de noche, asi que posiblemente habrá menos marineros despiertos. La única solución que veo es salir de aqui por sorpresa, y tomar el barco por nuestra cuenta." Miró al rátido. "Tchik, crees que podrías escurrirte sin que te vean y recuperar nuestras armas? Un martillo Enano, y una cota de escamas brillante. Y cualquiera otra que puedas encontrar, tampoco tengo espada. Si logramos eliminar a la mitad de los piratas y al mago, quizá los demás se rindan y puedan conducirnos a un puerto seguro. No deberiamos matar a todos si queremos arribar a algun sitio, señor Enano."

Las posibilidades no eran muchas, pero contaban con la sorpresa, y la desesperación. Junto al Enano, debía abatir a un buen número de enemigos, así que no habría momento para dar cuartel aquella noche. Mientras esperaba alguna respuesta por parte del grupo, preguntó a todos los prisioneros quien estaba en disposición de pelear una vez más.


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Mensaje por Tchik 07/05/12, 12:42 pm

Tchik no entendía realmente nada, y las cosas parecían cada vez más extrañas, pero algunos puntos empezaban a aclararse en su mente. En primer lugar, aquellos humanos dormilones no eran pasajeros. ¡Eran prisioneros! No estaban, como el Nezumi, viajando por que hubieran llegado a un acuerdo con el amable capitán para ir a Tres-Islas-que-Son-Una, sino siendo llevados en contra de su voluntad.

Por un lado, le molestó un poco pensar que aquellos Humanos iban a retrasar su viaje y, además, aparentemente para escapar de la ley de las Tribus Humanas de la región, ¡planeaban salir de los cómodos camarotes que les habían entregado para tomar el control del barco! Aquello iba a ser un retraso inaceptable, que iba a atraer una airada protesta del Nezumi, ya que su misión era terriblemente urgente cuando...

...cuando la Humana que conocía a los Nezumi trajo aquellas llaves del Despertar.

Esta vez fue el turno de Tchik de quedarse con la boca abierta, ¿aquella hembra era alguna clase de Chamán? Sus ojos la examinaron con más detenimiento, brillando sobrenaturalmente mientras examinaba su Nombre con más profundidad que la que su extraño don usualmente otorgaba.... y Tchik comprendió que aquellos Humanos estaban en el lado correcto. Tchik les ayudaría, pero...

- Tchik ayudará-ayudará a Humanos, si Humanos prometen-prometen llevar a Tchik a Tres-Islas-que-son-Una. Tchik es-es pasajero, no prisionero como Humanos, pero Tchik ve-ve que Humanos no tienen-tienen Nombre malvado, así que ayudará-ayudará.

Dicho esto, el Nezumi se liberó de aquellos brazales de seguridad y corrigió el Nombre de la cerradura de su camarote para que estuviera abierta, en lugar de cerrada, antes de salir de él. Tchik olisqueó inconscientemente el aire mentras se esforzaba en recordar dónde había ido el amable marinero con sus pertenencias, antes de irse silencioso como un ratón en pos de la portezuela que comunicaba con la bodega inferior, escabulléndose sin decir nada.
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Mensaje por Heimdall 23/05/12, 11:17 am

El caballero le lanzó la llave, y Heimdall se apresuró a abrir con ella la jaula que lo mantenía prisionero. Estiró sus miembros entumecidos y se volvió hacia Lohengrin, que parecía estar realizando alguna clase de magia curativa sobre la mujer que, realmente, parecía muy debilitada.

Consciente de que la concentración en esos casos es crucial, esperó caminando en círculos por el camarote, mirando de vez en cuando a aquellos elfos con orejas de enano y a aquel curioso ser salido, para él, de un estrambótico cuento creado para asustar a los niños enanos por las noches. Una vez el caballero terminó, escuchó sus palabras y asintió.

-Busca también un tubo metálico de éste tamaño aproximadamente -dijo súbitamente, recordando su mosquetón, que podría haber sido rescatado de los restos del lugar de su accidente-. Con un saquito de cuero lleno de pelotas metálicas y un cuerno hueco repleto de un polvo negro al lado, seguramente. Un arma muy poderosa en buenas manos -concluyó a modo de explicación, pues no era el momento de pararse a aleccionar a aquellos extraños en los matices y sutilidades del mecanismo de un arma de fuego.

Una vez el elfo-rata se hubo ido, reflexionó durante un momento sobre el plan que el caballero había propuesto. El rátido parecía frágil, y la mujer, aunque parecía tener poderes que podrían ser de gran utilidad, estaba demasiado débil. Serían ellos solos, junto con los pocos supervivientes que estuvieran en condiciones de pelear, los que tendrían que tomar el barco. Pero incluso así, pensó con una brava sonrisa, tenían varias cosas a favor.

-Sí -dijo al caballero-. Un ataque sorpresa, zas zas, la mitad muertos y el resto vivos para viajar si lo creéis oporturno -dijo moviendo la mano como si blandiera una espada o un hacha de batalla-. Pero juro por mi ancestro Ingvar Lengua Dorada, que abatió a Khûlmar Fringfett sobre los riscos de Narkûm, que el mago no verá la luz de un nuevo día.
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Mensaje por Lisandot 29/05/12, 03:32 am

Sumida en la angustia de haber perdido la garra – el regalo de su amado ausente y un arma demasiado poderosa si los piratas descubrían su secreto – no prestó atención al uso que se daba a las llaves que había soñado y sólo se percató de que el caballero se había acercado a ella cuando sus brazos la rodearon. El inesperado contacto la hizo sobresaltarse, pero casi al momento reconoció la sensación de suave calor y enorme paz que envolvió su cuerpo, el Beso de la Dama.

Su estado de agotamiento era demasiado profundo como para que incluso el don del caballero pudiera eliminarlo todo, pero al menos sus fuerzas se habían restaurado lo suficiente como para no ser una carga en lo que estaba por venir. Podría sostenerse por sus propios pies y quizás ayudar de alguna manera.

Antes de poder contarle a Lohengrin sobre sus objetos perdidos y el peligro potencial que uno de ellos significaba, éste le pidió que tradujera, lo que hizo de inmediato. Nada tenía que objetar ni, lamentablemente, que aportar al plan expuesto; era lo único que podían intentar.

- Si encontráis una garra –
en pocas palabras describió su aspecto - traedla también – pidió al Nezumi, sumándose al encargo del paladín y el Enano – Con ella invoco a Aluunros, mi grifo.

No pidió por la runa ni por su bolso porque albergaba la esperanza de recobrarlos después, si tenían éxito en su cometido y también porque Tchik llevaba ya muchos encargos. A saber si lograba acordarse de todo; según recordaba, los Nezumi no gozaban de una gran memoria.

Tras traducir la respuesta de Heimdall a Lohengrin, analizó rápidamente las posibilidades que se le presentaban para contribuir a la causa. Materializar algunas armas era una posibilidad, pero quizás era mejor esperar a ver lo que Tchik podía conseguir; la manera en que se había liberado de sus brazales de seguridad y había salido de su celda prometía mucho en ese sentido. Quizás pudiera prestar un mejor servicio explorando el barco; saber cuantos piratas estaban despiertos y como estaban distribuidos – amén de asegurarse de que a los que estaban durmiendo no los despertara el fragor de una pelea – podía ser de utilidad. En breves palabras, le explicó a Lohengrin su propósito.

- Sólo necesito dormir de nuevo para hacer un viaje astral –
concluyó su explicación – Mi cuerpo quedará aquí mientras mi espíritu hace el trabajo.

No le preocupaba ya develar sus restantes poderes ante extraños, la apremiante situación ameritaba el riesgo y además, confiaba en el caballero.
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Mensaje por Lohengrin 28/08/12, 06:35 pm

Aún con Lisandot en sus brazos, Lohengrin prestaba atención a todo lo que ocurría a su alrededor. Respiró aliviado al comprobar cómo el rátido se aprestaba a cumplir el encargo, pero no dejó de preguntarse de qué modo había logrado abrir sus cerraduras.

“Tres islas que son una. Eso debe ser Trinacria. Bien, ni siquiera sabemos donde estamos, pero haremos cuanto esté en nuestra mano por que llegues a tu destino. O bien arribando alli, o bien encontrando para ti un lugar en un verdadero barco de pasajeros. Temo que seas un prisionero como nosotros…”
Sin embargo, no quiso entrar en una discusión sobre si Tchik era o no un prisionero, pues tenía cosas más apremiantes en las que pensar. Tras ver como Tchik desaparecía en completo silencio, incorporó a Lisandot con sumo cuidado, y luego se volvió hacia Heimdall.

Creyó entender la mayor parte del discurso del Enano. La mitad de la tripulacion muerta, el resto viva, y el mago alimentando a los peces. Sonaba razonable, así que extendió la mano hacia el Enano en señal de amistad. Al menos durante el tiempo que durase su travesía juntos. Por lo demás, solo restaba esperar las armas, subir, y golpear primero y fuerte. Pero las palabras de Lisandot le hicieron replantearse su estrategia. “De verdad puedes hacer algo así? Sería de gran ayuda… Pero te ruego que no llegues demasiado pronto hasta el limite de tus fuerzas. Vamos a necesitar de todos tus talentos y habilidades… Sobre todo al grifo…” Esperaba sinceramente no estar pidiendo demasiado. Pero con el barco en poder de todos, ella podría descansar y alimentarse adecuadamente, quizá en el camarote del capitán. Apoyó su mano en el hombro de ella, a modo de gesto de ánimo. "Saldremos de aquí. Todos."

Explicó a Heimdall el plan de la manera más sencilla y clara que pudo, ayudándose con muchos gestos, pero no hizo más comentarios acerca de la batalla. Era un Enano, y eso era más que suficiente. Buscó junto a Lis un lugar en el que ella pudiera recostarse y dormir, y se sentó a su lado. Reparó de nuevo en el estado en que se encontraban todos. De nuevo sucios, agotados y golpeados. Sería un milagro si más de uno o dos de aquellos hombres era capaz de plantar batalla, pero aún así lanzó el manojo de llaves hacía ellos. “¿Quién puede luchar?” , preguntó. Tan solo un hombre fue capaz de levantarse, muy trabajosamente.

Al fin, acarició los cabellos de Lis, preocupado por cómo se encontraba ella. Mientras ella comenzaba a dormirse poco a poco, no podían hacer otra cosa sino esperar. Echó una mirada al Enano. No tenía un gran deseo de charlar, pero preguntó: "Donde te dirigías antes de ser capturado? Por qué no hablas la Lengua Común de las islas como todos los Enanos aquí? Acaso vienes de otra tierra?"



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