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Mensaje por Shëa 07/07/11, 04:20 pm

El mar está en calma, y no hay luna que alumbre, sólo la luz titilante y remota de millones de estrellas. La única luz en cubierta es el pequeño farol del vigía, arriba en la torreta del mástil. Me gusta, porque nadie se fija en mí. Casi todos duermen, algunos juegan a las cartas, pero la cubierta está desierta. El aire invernal es frío y húmedo, pero me hace sentir viva. Me acerco a la baranda y me asomo al mar y lo observo mientras me quito el sencillo velo que me tapa la cabeza y la cara. Mi pelo ondea al viento. Respiro hondo. Atrás queda el fuego y el humo, con todo lo que quiero olvidar. Sé que no puedo, no ahora, primero tengo que saber. Espero encontrar lo que busco más allá del mar.

No puedo evitar recordar lo que me ha costado llegar hasta aquí. Pero si el lugar donde voy esconde las respuestas que busco, habrá valido la pena.

Mi mente viaja a unos meses atrás. He necesitado mucho tiempo para poder coger este barco. Tiempo y mucha paciencia…

Primero había indagado sobre mi principal problema. No es muy fácil encontrar información sobre lo que soy. No he logrado encontrar información sobre ninguna raza que tenga mis rasgos, así que dejé de investigar esa posibilidad hace tiempo. Pero había encontrado ciertos datos sobre rituales de magia mal llevados a cabo, sobre maldiciones y conjuros que podrían dar un resultado parecido, aunque ninguno podía explicar lo que me pasa con la condenada espada. También había buscado armas encantadas, pero la información que había no me servía de nada. Las únicas pistas que había encontrado remitían a un conjunto de islas al otro lado del mundo: Jasperia. Tenía que llegar allí, pero la perspectiva de subirme a un barco con un montón de gente que pudiera descubrir lo que escondía bajo mi capucha no era muy interesante. Así que tendría que encontrar un barco de otra forma…

Lo primero era ir a la costa. Estaba aún tierra adentro y si quería tomar un barco a Jasperia tendría que pasar por el desierto y las regiones del llamado Dios de los Mil Nombres. Había leído y oído sobre él y sobre los métodos de sus fieles. Siempre había evitado aquella zona del continente porque sabía que si alguien me veía sería carne de sus purificadores, y no me gustan demasiado las hogueras. Tenía que idear algo para evitar sospechas sobre mi rostro cubierto.

Y la respuesta la tenían los nómadas del desierto. Había leído sobre ellas y sus costumbres: eran tribus pequeñas, llevaban ropas amplias y ligeras para soportar el calor… y llevaban turbantes y velos para cubrirse la cara. La única pega era que no solían ir solos a ningún sitio. No había sido fácil, pero me aproveché de las rivalidades entre tribus para conseguir ropa y una escolta. Cuando llegué a la ciudad portuaria, era una princesa de las tribus del desierto que había sido convocada por un noble de Jasperia para contraer matrimonio. Las espadas que llevaba en el caballo eran los presentes para mi futuro marido, y llevaba a dos hombres escoltándome, dos Taleh o guerreros de la arena. Era la mejor tapadera, ya que por costumbres, las novias de las dunas tenían prohibido mostrar su rostro desde el día en que se promete hasta el día de su boda a cualquiera que no sea parte de su familia, sobre todo si va a salir de su tribu.

Gracias a eso, pude pasar desapercibida en la ciudad. No tardamos más que dos días en encontrar un barco que zarpara hacia mi objetivo, y apenas una semana después estábamos embarcando. Llevamos ya casi dos meses de viaje, y la mayor parte de mi tiempo la paso en mi camarote. Cuanto menos salga, menos riesgos y no llamaba la atención porque eran las costumbres de mi pueblo.

Pero ya no aguantaba más. Esa noche, como algunas otras, había dejado a sus escoltas refunfuñando al otro lado de la cubierta, en la puerta que daba a los niveles inferiores del navío. En el momento en el que alguien se me acerque, vendrán de inmediato. Es un riesgo, el único que corro desde que estoy aquí, pero necesitaba sentir el aire en la cara y ver el cielo abierto, no sólo la pequeña porción que me deja el ojo de buey de mi camarote.

Cada vez que salgo fuera del camarote tengo que llevar mis ropas anchas de mangas abombadas y un turbante (algo así) con el velo que me tapa la cara hasta la nariz, sujeto al primero y que apenas me deja espacio para ver. No me importa eso ahora, ya que si yo veo a duras penas, quiere decir que desde fuera tampoco pueden distinguir mis rasgos anormales, pero tengo que admitir que resulta agobiante si lo llevo mucho tiempo. Para colmo no puedo llevar mis armas encima, sino que descansan en un baúl en mi habitación. Se supone que no son mías…

Estoy harta.

Tan harta que he decido ponerme para mi escapada otra prenda para taparme: un velo largo hasta la cintura que me cubre hasta las cejas, sujeto con una tiara de hierro que lo ciñe en mi cabeza y que lleva una pieza sujeta, que me llega hasta el pecho y que me cubre la cara. Tampoco me deja ver mucho. No suelo llevarlo, porque va más pegado a la cara y me da miedo que me vean, pero esta noche no he podido evitar usarlo… y quitármelo cuando nadie me ve.

Me apoyo en la baranda mientras bajo la mirada al mar. El capitán ha dicho que apenas quedan unos días para llegar, mientras no encontremos piratas por el camino.

Suspiro y aparto todos mis pensamientos negativos, y resuelvo disfrutar de esos minutos de libertad, mientras la brisa hace que el pelo se meza delante de mi rostro, como si buscara el mar.

<< Tengo que encontrar respuestas >>

A pesar de mi pose relajada me mantengo alerta. Me parece oír unos pasos y rápidamente me tapo con el velo, y permanezco sin dejar de mirar al mar.

- Espero que no me estéis espiando, mi señor, o mis Taleh se pondrán furiosos.
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Mensaje por Val 08/07/11, 06:18 am

Val, desde que fue informado sobre su siguiente misión, había pasado los días encerrado en su celda. No solo para estudiar sobre esas islas a las que iban a mandarle, por lo que sería, sin lugar a dudas, una buena temporada, ya que tan solo el viaje iba a llevarle un par de meses al menos; también había otras preocupaciones en la mente del joven.
Últimamente Alistar parecía estar encargándole misiones más difíciles y en lugares más alejados que de costumbre... No se podía decir que la relación entre ambos hubiese sido muy buena en algún momento, pero aquello era sospechoso. En un principio pensó que se debía a que por fin empezaba a confiar en él, y que pronto le permitiría seguir avanzando dentro de la orden. Pero ahora temía que su verdadera intención, por algún motivo, era mantenerlo lejos del templo todo el tiempo posible.

Los días pasaron y el barco que debía tomar partió, dando comienzo a su largo viaje...

La verdad es que no estaba demasiado satisfecho con su situación actual. Ni siquiera le habían permitido llevar un símbolo religioso y, por un tiempo al parecer, incluso barajaron la posibilidad de mandarle sin un arma siquiera. Más que un Purificador del Dios de los Mil Nombres, se sentía como un vulgar espía que iba a enterarse de qué tramaban en aquellas islas alejadas de la mano de Dios... Si debía pensar en algo bueno sería que al menos se suponía que le habían conseguido residencia fija en alguno de esos pedruscos.

"Todo esto es por el bien de esa tierra... para que puedan recibir mi abrazo divino..." La voz de su dios le repetía eso una y otra vez, siempre que pensaba que en el trato que le habían dispensado sus hermanos antes de partir, para que su determinación no flaquease. Él estaba bendecido, y por ello debía cumplir su deber... aunque ello significase dedicarse a observar qué hacían esos devotos de la "Dama" y demás cultos que tenían.

Casi dos meses habían pasado. Un largo viaje en barco en el que había tenido tiempo de conocer a los tipos que allí había casi con todo detalle. Después de todo, estando encerrados en un espacio limitado, con mar en todas las direcciones hasta donde la vista alcanza, tampoco había mucho más que hacer. Incluso había aprendido a jugar a las cartas, aunque ya casi nadie se arriesgaba a jugar con él. Su naturaleza observadora le había permitido asimilar la conducta de los demás jugadores y no le era muy difícil saber cuando intentaban soltarle un farol y, tras continuas derrotas, algunos tipos incluso habían llegado a acusarle de tramposo. Aquella noche corrió por casi todo el barco perseguido por dos grandullones enfadados hasta que el capitán consiguió poner orden... Sin duda aquellos fueron los momentos más entretenidos del viaje.

Aquella noche, en vez de optar por quedarse revisando sus notas sobre las islas, había decidido tomar un poco el aire antes de irse a dormir, pensando que no habría mucha compañía en cubierta esa noche. Que disfrutaría de un poco de paz y tranquilidad, sin tener que preocuparse porque otros estuviesen observando.

Era invierno y hacía frío, algo más del que estaba acostumbrado, por lo que iba bien arrebujado en su vieja capa. La fría brisa marina había conseguido enrojecerle la nariz y empezaba a preguntarse si realmente habría sido una buena idea salir a esa hora. Entonces, mientras deambulaba lentamente por la cubierta, una voz femenina captó su atención. Por una vez en años alguien le había pillado con la guardia baja.

-Me temo, mi señora, que no es el caso si me preguntáis a mi -respondió, no muy seguro de si debía darse por aludido o no-. Aunque, en caso de ser así, habría que reconocer que no estaría realizando una gran labor, y, seguramente estaría en un problema ahora mismo. No dudo que sus... ¿Taleh? no se lo tomarían demasiado bien.

Val observó a la mujer que, apoyada en la baranda, le había dirigido la palabra sin darle la cara. Aunque no era muy difícil acertar de quien se trataba: sin duda esa espalda debía ser la de la mujer del desierto. Durante los dos meses había tratado con casi todos los pasajeros del barco, a excepción de los habitantes del desierto. No es que supiese mucho de sus costumbres o tuviese algo en su contra, nada realmente importante, pero no le parecían gente demasiado sociable con esa costumbre de ir tapados hasta arriba.

-Además, ¿qué secretos guardáis tan celosamente que teméis por espías? -preguntó con cierta osadía.- ¿Teméis que quiera descubriros el rostro y enfadar a vuestros guardianes, o es el secreto de por qué habéis cambiado las cálidas arenas del desierto por el frío de las aguas del mar tan importante?

Sabía que no estaba siendo demasiado amable con aquella mujer, pero tampoco había sido muy amable tacharle de espía sin siquiera mirarle al hacerlo.
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Mensaje por Shëa 08/07/11, 11:13 am

Suelto una risa clara, y me giro, manteniendo las distancias con el hombre para que la oscuridad evite que se fijare demasiado en mí. Me he recolocado el velo y apenas se me pueden ver los ojos, pero no quiero correr riesgos, no tan cerca de mi objetivo. Decido comportarse e interpretar mi papel, mientras hago memoria de lo poco que he observado de aquel hombre.

- Sois un hombre noble, mi señor, y os ruego que disculpéis mis malos modales – Hago una ligera reverencia en señal de respeto y arrepentimiento - La noche es oscura y me habían advertido sobre los marineros que llevan mucho tiempo en alta mar, por eso me comporté de manera tan agresiva. – Hago una pausa, y bajo la vista al suelo – Lo cierto es que no me hubiese gustado que mis Taleh me arruinaran la noche, hace demasiado que no puedo sentir el aire en el rostro, y necesitaba respirar, pero son demasiado suspicaces. Hace una noche hermosa… - dejo que una sonrisa tímida se adivine en los pliegues de mi velo y me giro un poco, para apoyar una mano en la baranda y dirigir una momentánea mirada al mar para luego hacerla volver al suelo.

- Si tanto os interesa, el único secreto que guardo es que mi padre quiere casarme con un noble de Jasperia para favorecer sus tratos comerciales. – Le doy a mi voz un ligero tono melancólico - Y el único temor que tengo es deshonrar a mi familia. Por eso escondo mi rostro, como es la costumbre, hasta el día de la boda. Los Duaneh somos fieles a las viejas tradiciones… Aunque creo que a partir de ahora mi mundo va a cambiar por completo.- Hizo una pausa y clavó sus ojos verdes en el hombre un momento, luego bajó la vista al suelo.

Lo cierto es que no es alguien que me haya llamado la atención en mis contados paseos por el barco. No estoy muy segura de si es un marinero más o alguno de los pocos viajeros del barco. No me gustaría alargar el tiempo con él, pero no puedo echar a perder mi tapadera. Por muy mujer de las dunas que se supone que sea, no puedo ser desagradable, y la gente de las arenas no es tan asocial como para no entablar conversación con alguien que se sea educado y cordial. Así que tendría que esperar a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.
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Mensaje por Val 08/07/11, 03:29 pm

¿Un hombre noble? Nunca antes había pensado que alguien pudiera definirle de esa manera, ya que él haría casi cualquier cosa para cumplir su objetivo, así que no podía considerarse un hombre noble. Bueno, tal vez, noble no. Así que ese comentario le hizo sonreír, puede que la joven lo interpretase de otra forma, pero a él le había hecho gracia.

-No tiene por qué disculparse, no me ha ofendido -la disculpó con cortesía.

El chico aprovechó para clavar sus ojos azules en los de ella ahora que la tenía de frente. Tal como había supuesto, la joven tapaba su rostro completamente, así que la única manera que tenía de averiguar algo de ella, era por sus ojos. Por mala suerte bajó la vista casi de inmediato, sin darle oportunidad de saber si su historia era cierta o no... Ahora solo le quedaba observar su lenguaje corporal. Por ese tipo de complicaciones no le gustaba tratar con las gentes del desierto.

-No tiene por qué preocuparse, no soy marinero, ni creo ser el tipo de persona que tendría esas intenciones –dijo con calma, manteniendo la distancia entre ambos. No sabía hasta que punto sería correcto según sus costumbres que se acercara.- Mas tampoco creo que haya personas con esas intenciones en este barco… Los rumores no siempre tienen por qué ser ciertos, aunque en ocasiones sí que oculten algo de verdad.

Era un prejuicio formado por siglos de habladurías y juzgar a un grupo solo por eso le parecía insuficiente… aunque en ocasiones los motivos de ese recelo se cumpliesen. Pero eso podía ocurrir con cualquier persona, no solo con un marinero. Además, personalmente no le gustaba ese tipo de juicios. Seguramente a vista de muchas personas él mismo no sería más que un fanático que mataba a todo el que le contrariase.

-Um… No sé si debo felicitarla por su futuro matrimonio, o darle mi pésame por no ser más que parte de un trato comercial –soltó lo primero que pasó por su mente casi de manera automática al oír la confesión de la joven-. Espero que me disculpéis, no pretendo ser grosero o criticar vuestras costumbres, simplemente me apena que no podáis decidir vuestro propio destino. Aunque me parece muy loable el hecho de que os preocupéis tanto por honrar a vuestra familia y vuestras costumbres.

No sabía cómo se tomaría aquellas palabras la mujer del desierto, pero al menos había intentado sacar algo positivo con lo que halagarla… Tan solo esperaba que aquello fuese suficiente para salvar las diferencias culturales entre ambos.
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Mensaje por Shëa 08/07/11, 08:39 pm

- Teneís razón. Mi señor, me temo que de nuevo tengo que pediros disculpas. He juzgado a la ligera y sin conocer y me avergüenzo de ello. Aunqeu enmi defensa diré que todo esto es nuevo para mí, y me pone nerviosa. Incluido el mar.... - Echo otro vistazo al mar y me estremezco.

Me mantengo escuchándole con la mirada baja, meintras intento averigüar algo de él por lo que comenta. Mantengo una mano en la baranda y otra recatadamente stirada y pegada al cuerpo por delante de mi pierna. de vez en cuando levanto la vista y miro unos instantes al hombre, casi nunca a los ojos, y otra sveces miro al mar pensativa, mientras intento recabar toda la información posible por lo que me dice.

- No tiene que hacer una cosa ni la otra, mi señor. Entiendo que no entienda nuestras costumbres, pero es un gran honor contribuir a la prosperidad de la familia y la tribu.Además mi padre no buscó para mí el primer buen comerciante que se le presentó. Es un hombre bueno y honrado, que actua conforme al honor de su familia. Me cuidará bien. En el Jakka no había sitio para mí, soy la séptima hija de un jefe, y no quedaban sitios de responsabilidad que pudiese ocupar. No podía haber esperado mejor destino que el deservir a mi familia a pesar de las pocas posibilidades que tenía de hacerlo. La vida en el desierto es dura. Si no permanecemos unidos y veelamos por los demás, no sobreviviríamos.

Sin duda tantos meses de encierro han contribuido a detallar mi historia y a creermela tanto que soy capaz de darle tanta verosimilitud como si verdaderamente fuese de mí de quien estoy hablando. de repente veo aquello como un juego: si soy capaz de meterme en mi papel y convencer a este desconocido, podría intentar usar mi tapadera una vez en Jaspia, aunque fuese sólo ocasionalmente, para empezar a indagar.

- Pero, de nuevo le pido disculpas. He roto las normas de educación básicas: llevamos unos minutos hablando y aún no sé vuestro nombre, mi señor. - Comento después de una pausa, con un tono de sorpresa avergonzada. Es la única vez ue le miro a los ojos durante un tiempo más prolongado. - El mío es Arhaane. Princesa Arhaane de los Rahii del Norte del desierto.
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Mensaje por Val 09/07/11, 08:18 am

-No necesita disculparse, en serio. No es como si estuviese reprochándoles sus palabras… Más bien esperaba que se lo tomase como un consejo a la hora de tratar con la gente de más allá del desierto –dijo con la intención de que la joven no se pusiera nerviosa con aquella conversación-. Hay muchas cosas buenas en este mundo y otras tantas malas, simplemente le recomiendo que aprenda a observar y decidir cuál es cual por usted misma.

Val, al contrario que su interlocutora, permanecía prácticamente inmóvil, tan solo cambiando el peso de su cuerpo de una pierna a otra de vez en cuando, observándola fijamente. No apartaba la mirada de ella ni un instante, ni dejaba pasar la oportunidad de mirarla a los ojos cada vez que levantaba la vista hacia él… era algo instintivo para él.

El joven Purificador no respondió de inmediato a las palabras de la chica, simplemente meditó sobre ellas por un momento. Era ciertamente sorprendente como su cultura le hacía anteponer su familia y su honor incluso ante sus propios deseos, seguramente. Era una dedicación parecida a la que él mismo ponía en su Dios… Es más, ahora mismo ambos se marchaban fuera de su hogar simplemente para cumplir con sus obligaciones: ella por su pueblo, él por su Dios.

Tan solo cuando se presentó, el joven pareció abandonar su actitud pensativa.

-Parece que en esta ocasión también debo disculparme, mi señora, pues también he olvidado la cortesía de presentarme. Mi nombre es Valerian, y es un honor conocerla, princesa –terminó con una ligera reverencia como muestra de respeto.

Había dado su nombre y no era uno desconocido en las tierras del Dios de los Mil Nombres, al igual que pasaba con el de la mayoría de los Purificadores, por lo que no sería raro que los presentes en ese barco estuvieses familiarizados con él. Pero no se podía decir que hubiese sido un error o a una tapadera poco trabajada… había un propósito para aquello. Ahora que la princesa por fin le había mirado por más tiempo quería comprobar su reacción. Si había escuchado aunque fuese una de las historias que se contaban sobre los purificadores no esperaba calma.

-Pero, ¿cómo es que vuestro padre decidió entregaros a un mercader extranjero? –preguntó como si no ocurriese nada, sin querer dar muestra de sus verdaderas intenciones al decir su nombre.- Había oído que en el desierto hay matrimonios entre sus tribus para reducir los enfrentamientos… después de todo la vida allí es dura y las peleas por el agua y otros recursos no son extrañas, ¿no? Estaba pensando que una princesa cumpliría mejor ese cometido… Aunque, claro, no estoy cuestionando la decisión de su padre, simplemente siento curiosidad.

Quizás estaba empezando a entrometerse un poco en temas personales, pero la costumbre le podía y, en cuanto veía una oportunidad de hacer hablar a alguien, muchas veces no podía evitarlo. Además, cuanto más preguntase él, menos preguntaría ella, y eso era algo que le venía bien.
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Mensaje por Shëa 09/07/11, 09:42 am

Ante aquel nombre, mi mirada permanece tranquila, e inclino la cabeza como saludo. El nombre me resulta familiar y aprovecho esos momentos para bucear en la información que tengo.

>> Es uno de los Purificadores de los que hablaron en la posada. Ese tan joven que había ascendido muy rápido. Debes tener cuidado con él.<<

El leve siseo de Sish es irreconocible entre el silbido del viento, pero por suerte estoy tan acostumbrada a él que lo distingo sin esfuerzo. Mi primera reacción es mantenerme inmutable, pero luego recuerdo lo que dicen de ellos. Son respetados, pero ante todo, son temidos por los que comparten sus creencias y odiados y evitados por todos los que no lo hacen. Bajo la mirada rápidamente como si me diera un poco de miedo, y me pego un poco a la barandilla. Mis ojos relucen fuera del alcance de su mirada, con desafío: he ido a dar con la peor persona posible, dada mi situación. Ahora más que nunca tengo que mantener mi tapadera, aunque en mi cabeza todo grita que me tengo que ir YA, controlo mi cuerpo a la perfección. Recapacito sobre lo que he estudiado del Dios, lo que sé de las tribus, y lo que tengo que decir. Mi mente funciona rápido y apenas ha pasdo un minuto desde que dijo su nombre hasta que bajo la mirada y contesto.

- Es un placer conocer a uno de los purificadores del Dios de los Mil Nombres - Comento haciendo una reverencia. Luego mis ojos vuelven al suelo en señal de respeto. - Quizá no lo sepais, pero en el desierto, muchas tribus adoran a una de las Mil Caras del Dios, a su Nombre Gaëim, dios del fuego y el desierto. Y como adoradora suya, es un placer conocer a uno de los grandes devotos y siervos de Todas Sus Caras. Lamento profundamente mi falta de educación y reverencia ante una eminencia religiosa como vos, mi señor. Espero que sepáis perdonarme.

Me mantengo sumisa, con la cabeza gacha y escucho sus palabras. No vuelvo a dirigir mi vista al mar, en señal de temor, pero por dentro en realidad mi mente trabajaa toda velocidad, más alerta que temerosa. Tengo que sacarle toda la inforamación que pueda pero no puedo preguntarle demasiado directamente, no tendría sentido dado el papel que interpreto. Asíq eu mantengo el restod e mis sentidos alerta. Pero no dejo que esa tensión se deje ver en mi postura o actitud: si no me muestro únicamente repsetuosa y con ese temor característico de todos los que saben lo que puede ocurrir ante personajes como él, pensará que escondo algo.

- Lo cierto esque mi tribu ya tiene acuerdos así con todas las grandes tribus. Han casado a mis hermanas con grandes guerreros y príncipes de las tribus que más peligro entrañaban para nosotros. - contesto con la seguridad que me da la verdad: esa historia no era inventada, de hecho, es cierto que la princesa de los Rahii se llama Arhaane y que ha sido enviada a casarse fuera del desierto. Es cierto que no es algo que se vea entre las tribus, pero era la verdad. Lo único que había hecho ella había sido "convencer" a la pequeña princesa de que le dejara su sitio, fingir un ataque y conseguir una escolta perteneciente a una tribu amiga a los Rahii que no la conociera. Dentro de poco tiempo la princesa y su escolta despertaría y acabaría poniéndose en camino hacia su verdadero destino: unas islas mucho más al sur de Jasperia.

- Mi padre ha hecho acuerdos con grandes señores de más allá del mar para conseguir armas. Tienen planeado aplastar a las tribus más pequeñas, que además de adorar aún al fuego y ser unos bárbaros, están saqueando el poco agua de los oasis de nuestros territorios. No son tribus con las que se pueda negociar, y aunque mi padre y sus aliados son muchos y poderosos, los Talikki se dispersan rápido y tienen escondites bajo las dunas imposibles de encontrar. Se dice que usan magia para ayudarles... y contra eso mi padre no puede hacer mucho. Así que mi misión es muy importante para preservar la vida de los míos: mi nuevo marido nos enviará armas que podamos usar contra ellos, armas que no están al alcance de ningún hijo de las dunas.

Mientras hablaba he acabado volviendo la vista al mar, de nuevo. Me muestro melancólica, y aunque mis razones sean distintas, dejo entender que es porque hecho de menos mi hogar.

- ¿Puedo preguntaros que os lleva tan lejos de vuestra tierra? - Digo, al cabo de unos minutos de silencio - Aunque supongo que los asuntos del Dios son inentendibles para alguien tan pequeño como yo...
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Mensaje por Val 11/07/11, 06:25 pm

La princesa, en un principio actuó con normalidad, para luego mostrar sumisión, respeto y temor. Una reacción típica y, probablemente, muy ensayada por aquellos con cierta posición social y etiqueta… Pero él había visto muchas interpretaciones perfectas como aquella que podían engañar casi a cualquiera y sabía que lo único real, normalmente, era el temor y que en el fondo los despreciaban. Les tomaban como un grupo de asesinos que se dedicaban a eliminar a todo aquel que contrariase sus credos.

Seguramente, al contrario de lo que cabría esperar, Val mostró algo más que seriedad, perdiendo la compostura y ese porte sereno e inmutable que parecía tener. En un principio simplemente sonrió, pero segundos después se reía con ganas, como si el tema que discutiesen fuese demasiado gracioso como para contener la risa.

-Le ruego que sepa disculparme, princesa –dijo, risueño, aun recuperando el aire-. Creo que esta vez soy yo el que debe disculparse con usted, no solo por esto, sino porque creo que la he llevado a una confusión. No soy ese Valerian que usted piensa… ¿o de verdad cree que tengo pintas de “eminencia religiosa”? –preguntó con cierto sarcasmo.

El joven levantó un poco su vieja capa, dejando ver una vieja chaqueta gris, unos pantalones de cuero y unas botas un tanto gastadas. No portaba ningún símbolo religioso, ni arma alguna, o al menos no visiblemente.

-Yo soy un simple cazador que viaja a las islas por la muerte de un pariente, y que ha tenido que pagarse el pasaje más barato que ha podido encontrar. Nada de temas religiosos –le ofreció su simple, pero no por ello menos válida, coartada-. Así que no tiene nada por lo que preocuparse o temer... No hace falta que sigáis con esa actuación, ambos sabemos lo que todo el mundo opina sobre esos Purificadores. ¿O realmente compartís esas ideas?

Mostró cierta incredulidad ante la posibilidad de que la joven fuese afín a su causa… eso sin duda sí que sería una sorpresa.

-Aunque, realmente hay algo que me sorprende: ¿cómo es que una Princesa viaja en un barco como este? –Preguntó con notable curiosidad.- Creía que en este tipo de barcos viajaban… pues eso, gente como yo que busca algo barato. Nunca habría pensado encontrar a una Princesa del desierto.
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Mensaje por Shëa 12/07/11, 04:40 pm

La reacción de Valerian me extraña. No evito lanzarle una mirada curiosa mientras pienso qué ocurre.

- ¿He dicho algo gracioso, mi señor?

Casi automáticamente me contesta. Cuando me explica quién es, relajo la postura, pero en el fondo no puedo evitar desconfiar. Le observo atentamente, era cierto que no parecía una eminencia religiosa... pero ¿quién ha dicho que necesitara serlo? Desde el momento en que he creído que es un purificador, desconfío de él. Quizá sin motivo, pero no puedo evitarlo. ¿Y si realmente lo es?

- Lo cierto es que no, si he de seros sincera - Comento, soltando una risita. La pregunta sobre los Purificadores me hace desconfiar todavía más, aunque es algo irracional. Por suerte para mí, las costumbres de los Rahii me favorecían en esas circunstancias: no mentiría, sólo mantendría mi papel de princesa del desierto. Decido amagar un poco, no tengo nada que perder.

- De acuerdo, dejaré de actuar. Lamento mucho lo de vuestro familiar, mi más sentido pésame. - Hago un extraño gesto con la mano, un gesto del culto a Gaëim para desear que el alma de los muertos descanse y se purifique en el fuego. - Lo cierto es que los Purificadores no me causan temor, sino fascinación. - me callo unos momentos, para dejar que asimile la idea, mientras calculo su reacción con actitud algo tímida. SI es un purificador, me vendrá bien pensar que estoy de su lado. Si no lo es, quizá me sirva de algo ponerme al amparo de esa gente a la que todos temen. Y después de todo, es cierto que no me dan miedo... Me vuelvo al mar, como si me escondiera por vergüenza.

- Supongo que suena muy raro, y que os habrá sorprendido, pero no puedo evitar admirar a esas personas capaces de darlo todo por lo que creen. En mi tierra, como ya os he dicho, es difícil mantener unas creencias que no sean las de la tribu, la fe en las tradiciones. Incluso nuestra fe en Gaëim viene de la tradición. - hago una pausa de nuevo. - Mi padre dice que también admira a los Purificadores, le gustaría que se atrevieran con el desierto para ayudarle en su cruzada personal - Suelto una risa un tanto áspera. - Mi padre cree que le ayudarían con los Talikki, de ahí viene toda su admiración. En realidad sólo quiere su fuerza y sus hogueras, no es más que un teatro que pone en práctica siempre que algún extranjero pasa por nuestro asentamiento - aquello no dejaba de ser cierto, lo había vivido como extraña en la tierra de arena y fuego. Mi conversación se mueve de forma intencionada a un monólogo, un pensamiento en voz alta, como si no me estuviera dando cuenta de lo que digo.

- Pero las creencias de los Purificadores son fuertes, y nada vale más que su fe. Admiro la fe que les hace actuar en nombre del Dios sin dudarlo. - Bajo la mirada a mis manos, apoyadas en las barandillas y cubiertas con unos finos guantes con agujeros que dejaban mis dedos libres. - Me gustaría tener tanta fe como ellos.

Entonces me giro, sin dejar de mirarme las manos.

- Lo lamento, creo que he hablado de más. Estoy acostumbrada a hablar en voz alta, mis Taleh no tienen mucha conversación... - hago una ligera reverencia a modo de disculpa. Luego me centro en su pregunta, y hago desaparecer la actitud de ensimismamiento en la que me había sumergido.

- ¿La razón de viajar en este barco?- Suelto una risotada poco adecuada al protocolo. -Perdonad por mi reacción. Pero la gente del desierto no tenemos mucho dinero, utilizamos más los intercambios. Yo misma soy la moneda para esa cantidad de armas, yo y unos cuantos materiales que sólo se pueden encontrar bajo el fuego y la arena. Este barco era barato, lo suficiente para que pudiésemos conseguir el importe de los billetes con algunas de las joyas de mi madre. Los adornos de hierro del desierto tienen muy poco valor en la ciudad. - Me encojo de hombros.

- Pero hablemos de cosas más alegres. ¿Habéis estado alguna vez en Jasperia?
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Mensaje por Val 10/12/11, 01:42 pm

Tal como esperaba, su reacción había desconcertado a la joven y a saber lo que cruzaba su mente en esos momentos. Lo que sabía era que, si tenía algo que esconder, no pararía de rondarle por la cabeza la idea de haber podido estar frente a un Purificador… Y si era así, tan solo tendría que tirar un poco de los hilos para que ella misma acabase delatándose. Claro que también existía la posibilidad de que fuese una chica normal del desierto sin nada que ocultar que le fuese de verdadero interés.

-Le agradezco su pésame. Aunque de donde vengo la muerte después de haber tenido una larga vida no es algo trágico, la verdad –le dedicó una amable sonrisa.

Luego Val escuchó con atención las palabras de la princesa. Después de todo era poco frecuente que alguien se sintiera fascinado por los Purificadores y, en tal caso, solían tener motivos codiciosos, como ocurría con su padre por lo que decía. Y aunque debía reconocer que le gustaba la visión de la chica sobre los suyos, también reconocía que tal vez los tenía un poco idealizados. Estaba claro que lo que hacían era por su fe, pero muchos también se dejaban guiar por otros deseos y también había visto flaquear a un par de ellos en los momentos más difíciles… pero era por eso mismo, porque eran personas normales, por lo que consideraba que sus hermanos tenían más mérito que otros.

Pero para la joven princesa del desierto tenía otra historia totalmente diferente, porque incluso entre los suyos a veces ocurrían cosas de las que no se enorgullecía.

-¿Os fascina su fe? No creo que hayáis conocido nunca a Purificador, ¿verdad, mi señora? –preguntó antes de proseguir, como si quisiera sugerir que no sabía de lo que hablaba.- Si vierais a uno nadie os culparía por tener miedo, si no lo hicierais probablemente os tacharían de loca… Pero cuando les veis llegar con ese porte regio, mirándote con superioridad desde sus monturas, con la mirada fría y calculadora; es como si un simple vistazo ya fuese suficiente para juzgaros… Y solo eso es necesario para saber que pronto alguien morirá…

El joven se mostró distante y melancólico por un momento, como si su memoria viajase al pasado. Y, realmente, así lo hacía. Recordaba una de las pocas veces que había trabajado con Alistar, la única vez que se había llegado a cuestionar lo que hacía. Aunque él no había participado directamente, tampoco había hecho nada por evitarlo realmente… aquella había sido gente inocente que simplemente veneraban a una sola faceta de Dios en sus falsas costumbres, y él los había dejado morir. Recordar aquello le producía tristeza al mismo tiempo que le enfurecía… Alistar y él nunca llegarían a entenderse del todo, eso estaba claro.

-Aunque creo que esta no es una historia de las queráis oír, mi señora –terminó diciendo tras un corto silencio, con una sonrisa algo forzada. Quería ver cual era su reacción ante la posibilidad de que fueran realmente crueles y despiadados, como siempre parecían ser en las historias.

-No, nunca he estado antes en las islas –reconoció, cuando la chica decidió cambiar de tema-. Tal vez debería haber venido con mi tío cuando él vino a vivir aquí, pero no pensaba que fuesen a ser el mejor sitio para mí, estoy más acostumbrado a los bosques interminables de mi tierra. Así que lo único que sé de Jasperia es lo que indica el mapa y lo que dicen los marineros… Aunque por lo que dicen hay lugares interesantes, si es lo que queréis saber. Supongo que querréis saber más cosas de la que va a ser vuestra casa, ¿no?

A él mismo le gustaría saber más sobre las islas, aparte de las habladurías y lo que señalaba el viejo mapa con el que se había hecho. Y dudaba que la princesa supiera mucho más que él, después de todo suponía que no habría salido del desierto antes.

-Pero me temo que no tendrá nada que ver con vuestro desierto.
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Mensaje por Shëa 11/12/11, 07:28 pm

- Entiendo, entre mi pueblo la muerte tras una vida larga y dedicada tampoco es una tragedia, sino motivo de felicidad porque por fin puede descansar junto a las llamas de Gaëim. Me habían dicho que fuera del mar de fuego y arena no se veía así, me alegra saber que no es algo totalmente cierto.

Escucho atentamente. Por alguna razón su intento de hacer parcer a los Purificadores como gente a la que temer y a la que evitar me resulta extraño. Quizá sólo sea fruto de mis paranoias, pero si de verdad estoy frente aun Purificador, es más listo de lo que suponía de ellos, pero no voy a caer en su juego. Sea algo real o no, no puedo arriesgarme a que me vea la cara o a que mi tapadera sea descubierta, porque en ese barco no puedo huir a ningún sitio.

- Lo cierto es que no he concido nunca a un Purificador en persona, pero sé que son imponentes y que dan miedo. Es bastante amedrentante el saber que la perrsona que tienes delante puede mandar que te maten y que nadie cuestionará su criterio. No negaré que mi visión es subjetiva y muy idealizada, pero cada cual se fija en según que cosas dependiendo de su situación. De todas formas, quizá tengáis razón. No debería dejarme fascinar por ellos, al menos no hasta conocerlos de verdad.

Hago una pausa, aparentando que pienso en ello, aunque en realidad estoy pensando en mi interlocutor. No puedo mirarlo a los ojos, proque me arriesgo a ser descubierta, pero eso me limita mucho a la hora de intentar entender algo de él. Sus gestos corporales me resultan tan poco claros para ver sus intenciones como los míos. No voy a sacar nada en claro intentando descifrar su lenguaje corporal, así que decido seguir con la conversación, apartándol del tema de los Purificadores. POr alguna razón, no creo que vaya a sacar nada en claro de ella, y tampoco se me ocurre cómo llevarla adelante, ya que tampoco sé mucho de ellos.

- Me gustaría saber más sobre el lugar que se va a convertir en mi hogar. Apenas sé nada del mundo más allá del desierto, tan sólo lo poco que me han enseñado, en su mayor parte fórmulas de educación y cortesía. No sé nada de la gente, o de los lugares. No sé nada de sus leyendas, sus dioses, o sus costumbres más allá de las relaciones formales entre una persona y la familia de su marido...- Suspiro y miro al cielo un momento, melancólica.- No sé que me espera cuando llegue allí. Sé que estoy haciendo lo correcto, pero eso no hace que me sienta un poco triste y desorientada. Me gustaría saber algo más, tener más respuestas...

Recupero la compostura y me giro aunque permanezco mirando al suelo.

- Esperaba que quizá tú me pudieras decir algo, pero parece que vas tan a ciegas como yo. - en los pliegues le velo se pueden distinguir arrugas provocadas por mi sonrisa. - Supongo que tendremos que verlo como una aventura o algo así, ¿no es cierto?


(*fdi: si quieres meter algo aparte de la conversación, adelante! a mi no se me ocurría nada XDD)
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