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Y una botella de ron

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Mensaje por Kirill 12/02/11, 09:06 pm

Había buscado a Nadyssra. Si hubiera algún espíritu libre que le hubiera estado espiando, pensó Kirill, alguno de esos entes con demasiado tiempo libre, o demasiado rencor, que en su momento pudieron ser Dioses pero ya habían sido olvidados, podría juzgar y sabría que la había estado buscando. Pero no la había encontrado.

¿Dónde estaría? No tenía ni la más remota pista para contestar aquella pregunta. Ni siquiera sabía dónde estaba Ethel en aquel momento o a qué se dedicaba. En lo más profundo de su ser tenía la intuición de que ella, al menos, estaba viva en algún lugar, y aunque no había razones para pensar lo contrario tampoco habría podido explicar esta certeza tan absoluta.

De haber tenido un mayor dominio de su magia, un conocimiento más amplio del espíritu y las auras, habría sabido la razón y habría podido incluso seguir el casi insensible hilo de  poder que le seguía uniendo a la bruja. Pero no era siquiera consciente de que éste existía, y en ningún caso se vería capaz de aprovecharlo. ¿Estaría viva Nadyssra? En momentos como aquel incluso llegaba a dudarlo.

Apuró de un trago el vaso de ron, un sabor al que no estaba acostumbrado y que en realidad le sabía a alcohol barato en comparación a los aromáticos tintos de Tarazed, y se quedó pensativo.

No había sido fácil seguir una vez llegó a Jaspia; había vuelto a descubrir que el oro es necesario, y que para obtenerlo debía trabajar. Esta vez se descubrió reacio a sentarse detrás del mostrador de una tienda y comenzó a viajar como bien pudo, a la búsqueda de algún lugar en el que asentarse mientras se ofrecía como mercenario y pulía sus artes.
En uno de sus viajes su barco fue atacado por piratas. Entre las lenguas de fuego invocadas por los magos, la fiereza de los mares y las astillas que hendían el aire, Kirill se descubrió impotente, pero no temeroso. Mientras la tripulación gritaba organizándose a su alrededor, el mago se mantuvo en la parte más alta de la cubierta, en la proa, desde donde observó cómo el imponente navío pirata se acercaba. Se trataba de un balandro de dos velas, con magos a bordo que les lanzaban sus conjuros aun a distancia; un barco rápido que les sorprendió cuando fondeaban en aguas poco profundas. Kirill observó con calma su forma de maniobrar mientras se acercaba con rapidez, y le pareció obvio que no tardarían en abordarles. Por alguna razón aquel pensamiento no le desagradaba en absoluto. Cuando ya faltaba poco para que les alcanzara el barco pirata, sacó su espada y desde la espalda atravesó al capitán de su navío, demasiado ocupado ultimando los preparativos para rechazar el abordaje - la posibilidad de rendirse no había cruzado la mente del capitán; ¿eran tan conocidos por su crueldad los piratas de aquellos mares?

Los piratas no tardaron en unirse a la refriega que Kirill había iniciado, y la escaramuza concluyó con rapidez.  En aquel momento fue difícil discernir quién se encontraba más sorprendido por el bando que el mago había tomado en la refriega: los tripulantes prisioneros le miraban con incredulidad, y los piratas con divertida sorpresa. El mago guardó su espada con actitud segura y los observó con cierto desafío mientras ellos le observaban.

- Busco pasaje para Nehmen - les dijo entonces -, pero no hay ningún barco hasta el momento que haya querido llevarme.

A pesar de que se planteó entre los piratas en este punto la posibilidad de matarlo, el capitán pirata, en cambio, se mostró divertido y optó por llevarle hasta Nehmen. Kirill trabajó como marinero en aquel balandro mientras duró la travesía, y descubrió que se trataba de un duro empleo; una vez llegados a la isla pirata, no tuvo ningún reparo en descender rápidamente a tierra, donde el capitán lo dejó entre ahogadas risas. El mago no había considerado hasta aquel momento que salir de aquella isla podía ser más difícil que entrar en ella.

De alguna forma, acabó asentándose en Nehmen donde, contra todo pronóstico y sin saber muy bien cómo, comenzó a ayudar a un viejo pescador en sus tareas diarias. Él mismo habría pensado que desplegar las velas antes de la salida del sol y echarse a la mar para lanzar las redes, y volver a recogerlas cargadas de pescado, manejar el timón, tirar de la escota, mantener un ojo en la botavara y controlar los cambios del viento, preocuparse por la orza allí donde las algas se alargan y sentir la salitre en el viento que ataca el rostro... sí, él mismo habría pensado que si algún día acababa así sería por alguna mala broma ideada por alguien que, sin duda, estaría riendo descaradamente en algún lugar. Pero lo cierto es que de aquella forma los días pasaban sin demasiado problema, y él se acostumbraba al mar y al trato de los piratas. En aquella isla estaba más cómodo que en cualquier otro lugar de aquel archipiélago.

Pero no olvidaba a Nadyssra ni a Ethel.

Observó con el ceño fruncido el vaso vacío en su mano, y advirtió entonces lo sucio que estaba. Aquello habría sido impensable en cualquier local decente, pero en la taberna en la que se encontraba los vasos sucios y la mala bebida estaban a la orden del día. Kirill, repentinamente de muy mal humor, cogió el vaso y lo lanzó a la otra punta del local, donde se hizo añicos.

Ante esto el dueño de la taberna pestañeó varias veces, por lo que el mago se vio en la necesidad de explicarse:

- Ese vaso estaba tan sucio que por mucho que se lavara no iba a remediarse.
- Creo que tú no has venido aquí buscando bebida - respondió el otro, despacio -. Creo que has venido buscando problemas.

El dueño ni siquiera tuvo que hacer un gesto de la cabeza para que un joven muy bien armado se levantara y comenzara a inspeccionar distraídamente su cuchillo.

FDI. Tema libre.
(No puedo evitar añadir en este momento este link).


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Mensaje por Florangél 20/02/11, 12:58 am

Florángel solía ser una persona alegre, vibrante de entusiasmo y de amor por la vida, pero ese día nadie que la mirara hubiese podido adivinarlo.

Estaba varada en Nehmen, como pez sorprendido por la baja marea, y cada día que había pasado en esa isla había sido un golpe a su orgullo, a su confianza en si misma y a su optimismo, pese a los esfuerzos de Sophitia por animarla. Por primera vez en su vida se sentía inútil y fracasada, un lastre para su amiga.

No servía para pirata, eso estaba claro, ni siquiera para simple grumete. Su tendencia a marearse no remitía y sólo podía estar a bordo de un barco merced a grandes cantidades de infusión de jengibre y el uso de sus burbujas mágicas. Descartada la carrera de mar, se había entregado a la búsqueda de otro tipo de empleo, pero lo único que había conseguido eran frustraciones.

El mercado laboral para jovencitas como ella parecía ser bastante limitado en la isla pirata. Tenía demasiados escrúpulos para intentar ciertos trabajos que a una muchacha bonita como ella no le hubiera costado nada obtener – la voz de su madre lanzando admoniciones retumbaba en sus oídos de sólo pensarlo – así que ese camino le estaba vedado. Fuera de eso sólo se ofrecían ocupaciones como mesera o sirvienta.

Lo había intentado, pero no tenía dedos para tocar esos pianos. Era demasiado indisciplinada como para recibir ordenes y demasiado orgullosa como para dejarse pasar a llevar. Platos de sopa y jarras de cerveza derramados intencionalmente en clientes impertinentes y manilargos y una patrona al borde de un infarto luego de que un león se le abalanzara en la cocina, eran pruebas de que esas tareas tampoco eran lo suyo. Había tardado menos en conseguir esos trabajos que en perderlos.

Pero si no podía trabajar como pirata, marinero, chica de la noche, sirvienta ni mesera, ¿qué le quedaba en esa isla? No parecía haber señoras encopetadas que necesitaran damas de compañía- y a saber si ella hubiera tenido la paciencia necesaria para serlo – y todas las tiendas parecían tener el personal suficiente. No había nada para ella

Había salido a la calle una vez más aquella mañana, con un aspecto que era claro reflejo de su desánimo y su malhumor, con el doble propósito de seguir buscando empleo y de hacer unas pocas compras para Sophitia. Había insistido ante su amiga para que le dejara hacerlas por ella, ayudarla en esas cosas hacía que se aliviara su sentimiento de ser una carga, y luego de varias horas en que sólo había encontrado variados “No” y portazos, se había dirigido al Mercado de la ciudad.

Marchaba visible – el mimetismo no ayudaba a encontrar trabajo – entre la multitud que colmaba las callejuelas, empujando y siendo empujada, dando y recibiendo codazos e insultos, hasta que estuvo cerca del puesto que buscaba. Y entonces, un mal día se convirtió en un desastre.

Un empujón más fuerte que los demás, un violento tirón en su costado… y su bolso, en el que llevaba su dinero, avanzaba entre la multitud en manos de alguien más. Pasado el primer momento de sobresalto, se lanzó en frenética persecución del ratero, arrollando a todo el que se le pusiera por delante.

Tanto su carrera como la fuga del ladrón se veían obstaculizados por toda esa gente que transitaba por ahí, pero a poco andar el caco se metió en un callejón lateral, mucho menos transitado y, sabiéndose perseguido, redobló su velocidad. Corrieron así varias cuadras en las que Flor no conseguía acortar la distancia con su perseguido, aunque tampoco permitía que aumentara, cuando la muchacha decidió cambiar de táctica y al ver que su presa doblaba una esquina, volvió a mimetizarse sin prestar atención a la sorpresa de los ppcos transeúntes que presenciaron su desaparición.

El ratero continuó corriendo un tiempo más pero, en un momento dado, al volver la vista atrás vio que no lo perseguía nadie. Creyendo que había perdido a su perseguidora, se relajó y dejó que su carrera se convirtiera en un paseo.

Florangél, por su parte, había dejado también de correr. No era una muchacha debilucha, pero tampoco estaba acostumbrada a un esfuerzo físico tan sostenido. Luego de detenerse un momento para tomar aire, prosiguió su persecución con paso vivo. Alcanzó a su presa cuando esta acababa de entrar en una taberna de mala muerte.

Ciega de ira, mimetizada aún, sin pensar en nada ni en nadie, saltó sobre el ratero emitiendo un agudo alarido de triunfo y lo derribó sobre una mesa, que también cayó ante el impacto, y empezó a descargar sobre él, con golpes de pies y puños, toda la rabia y la frustración de aquellos días.
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Mensaje por Kuranthis 22/02/11, 07:27 pm

Nunca llueve a gusto de todos.

Si bien es verdad que para la mayoría de la gente honrada – palabra que tenía un significado distinto en Enie que en el resto del archipiélago – la subsistencia en la ciudad pirata no era nada fácil, para alguien como un norsvart difícilmente podría haber sido una mejor oportunidad.

Si le preguntabas a Kuranthis, la mayoría de los piratas no eran – o al menos, no eran siempre – los ladinos hijos de perra que en el resto de sitios se empeñaban en hacer que parecieran. Los piratas eran gente de bien de mal gente, como otra cualquiera, a la que le gustaba el mar y los barcos – especialmente los ajenos – y que tenían su corazoncito. Incluso los había que tenían el corazoncito de otra gente. En tarritos.

Después de su estancia, o quizás sería más correcto decir, su itinerancia por Ur Shalasti, Enie parecía un sitio curioso como otro cualquiera para recibir al norteño. En realidad, no es que el norsvart hubiera elegido específicamente Enie como el siguiente destino de su viaje; simplemente, no conocía el archipiélago. Al término de lo que, creía él, habían sido aproximadamente dos años de reclusión en la isla de Ur, donde había aprendido, las cosas como son, mucho sobre la supervivencia - como era su objetivo - se había encontrado con ganas de tomarse una temporada. De visitar el resto del mundo, al menos el que estaba a su alcance. Seguía considerándose un habitante de Ur Shalasti, desde luego, pero a veces viene bien recordar cómo es la interacción con los humanos. El primer barco que tomó, a semejanza del périplo de Kirill, fue abordado por el navío que más tarde le dejara en Enie, pero como quiera que los piratas no siempre están buscando pelea - Kuranthis había descubierto que muchos piratas dejaban de querer pelea cuando estaban cerca de un hacha más grande que ellos, un fenómeno muy curioso que había estudiado durante las dos o tres semanas que llevaba en la ciudad - acabó acomodándose como pasajero ocasional.

Había descubierto que los piratas, algunos, sentían cierto aprecio por las personas de más de dos metros que saben blandir un hacha de las dimensiones antes citadas. Y a diferencia de Florangél y de Kirill, no le había faltado trabajo. Y de ahí que la lluvia no cayera al mismo amor para todos.

El caso es que, cuando Kuranthis se adentró en la taberna, no pudo evitar atraer un puñado de miradas. Las noticias viajan rápido en una ciudad de piratas, donde la información es un bien de consumo, y donde no suelen encontrarse personas que destaquen tanto y tan abiertamente como el tuerto. Un vistazo en derredor, mientras se apartaba del camino del tipo que entraba en la tasca detrás de él, le permitió darse cuenta de que el ambiente estaba tenso, como si hubiera problemas en el aire. Se acercó distraídamente a la barra.

- ¿Interrumpo algo? - preguntó al mesero.

Casi inmediatamente escuchó cómo una mesa caía justo detrás de él, y se volvió para mirar a un joven, el que había entrado en último lugar, forcejeando. Consigo mismo, aparentemente. Kuranthis frunció el ceño, curioso.

- ¿Es una fiesta local?
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Mensaje por Kirill 23/02/11, 12:48 pm

- Ese vaso era una mierda - insistió Kirill, cruzándose de brazos en su asiento sin dedicarle una mirada al joven que se acababa de levantar.

Hasta aquel momento este proseguía la inspección de su cuchillo, pero el comentario del mago le arrancó una risa. Bajó el arma, aún sostenida con alarmante indiferencia en su mano derecha, y se acercó a Kirill mientras hablaba.

- Oh, asi que eres un extranjero refinado - hizo una pausa y sacudió la cabeza -. Una mota en el vaso y ya no puedes beberlo. Pareces una señorita; sólo hay que ver cómo vas vestido. Ni siquiera eres capaz de aguantar la bebida de piratas. Probablemente ya estés como una cuba, o no reunirías el valor como para alzar la voz.

Cualquiera habría sabido aguantar unas palabras tan evidentemente cargadas de intención ofensiva al mismo tiempo que de falta de originalidad, pero Kirill jamás destacó por su paciencia ni su brillantez. Nada más escuchar esto se puso en pie, con las manos apoyadas fuertemente sobre la mesa y la boca abierta para  decirle una cosa o dos a aquel desgraciado, y se encontró al segundo con un cuchillo en la garganta.

- Ahora pagas lo que has roto y te vas tranquilamente.

“O te matamos y te quitamos el dinero sin más” pareció añadir un significativo gesto de cabeza del joven.
Más o menos fue en aquel momento cuando entró Kuranthis. Kirill, demasiado ocupado con la daga que sentía al cuello como para girar la cabeza, no llegó a verle. Tampoco llegó a prestar atención a lo que decía, al concentrar toda su atención en el malnacido que tenía delante, pensando en romperle unos cuantos huesos antes de matarle.

- No tengo intención de...

Pero el mago no pudo acabar su frase. Se escuchó un alarido, un grito sorprendido, y un hombre se derrumbó sobre una mesa. Al instante media docena de personas estaban en pie, con los ojos muy abiertos sin comprender nada, y el joven que había estado amenazando de muerte a Kirill no pudo evitar sorprenderse él también con el estruendo. Cuando apartó la mirada, el mago aprovechó para cogerle por la muñeca de la mano que sujetaba la daga y darle un fuerte puñetazo en la boca del estómago que siguió de un fuerte empujón y una patada.

Al instante se escuchó por todo el local el sonido cortante del acero al desenvainarse, pero menos de la mitad tenían relación directa con lo que Kirill acababa de hacer. Algunos se preparaban por precaución, otros por rutina, y los que menos por verdadero enfado."¿Qué demonios estás haciendo?" se escuchó gritar enfurecido a un pirata cuya bebida había acabado repartida por todo el suelo después de que el desconocido cayera inexplicablemente, forcejeando, sobre su mesa. Ahora que se había recuperado de la sorpresa, alargó la mano con malhumor para coger al hombre de la pechera, pero para su sorpresa chocó con algo antes de lo esperado. Poco dispuesto a pararse a comprender lo que ocurría, decidió que lo más rápido era acabar directamente con el problema y alzó su sable.


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Mensaje por Florangél 26/02/11, 11:40 pm

Por algunos instantes Florángel gozó de la dicha del triunfo total; pero sólo por algunos instantes. Su presa, aunque sorprendida y asustada, estaba viva y luego del primer momento de desconcierto comenzó a debatirse contra su invisible atacante. No era para nada un alfeñique y el temor redoblaba sus fuerzas, así que muy pronto la muchacha ya no pudo repartir puñetes y patadas – y alguno que otro mordisco – a placer sino que tuvo que luchar para que su presa no escapara y comenzó a recibir casi tantos golpes como daba.

Enfrascada en la pelea, era completamente ajena a la expectación que reinaba en la taberna, la que de todos modos le hubiera importado muy poco en caso de haberlo notado. Sólo contaban para ella las dos ideas que estaban fijas en su mente: darle su merecido al villano y recobrar la bolsa que este le había arrebatado. Tan determinada estaba que prácticamente no sentía los golpes que estaba recibiendo, pero aún así no pudo dejar de darse cuenta cuando la mano del pirata enojado chocó con su espalda.

Instintivamente, dejó de pelear un momento y volvió la cabeza para mirar… y lo que vio fue la hoja de un sable cayendo sobre ella. La azarosa vida que había llevado desde que abandonara accidentalmente su tierra natal la había entrenado estupendamente para reaccionar ante una emergencia y sus artes mágicas, aunque escasas, eran las suficientes como para protegerse en un trance así. Haciéndose a un lado de manera casi automática, el ratero había aprovechado su momentánea distracción para atacar con más fuerza, conjuró velozmente un escudo que la protegió tanto a ella como al bribón que estaba en el piso a su lado, quien lanzó un grito de terror al ver el sable abatiéndose sobre él.

¡¡¡Clanggggg!!!

La vibración del arma al chocar con el escudo mágico casi hace que su dueño la suelte. En lugar de eso, se quedó mirando estupefacto la que fuera una hoja perfectamente afilada y ahora era una hoja perfectamente mellada. Mientras tanto, el ladronzuelo comprobaba boquiabierto que, pese a todo, aún continuaba con vida y que la fuerza invisible que lo había atacado parecía haber dejado de actuar.

La fuerza invisible, por su parte, estaba demasiado cansada por la carrera previa y el combate posterior como para poder mantener por mucho tiempo el escudo protector. Así que aprovechando el pasmo del pirata del sable y del ladrón, únicos concurrentes de la taberna de los que tenía conciencia, recuperó la bolsa que el caco le había quitado y corrió ágilmente hacia la salida.

Sólo que, completamente desorientada debido a la pelea, en lugar de salir se dirigió al fondo de la taberna.
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Mensaje por Kirill 30/03/11, 05:51 pm

Kirill miró con muy mal humor a los piratas que le rodeaban, sable en mano. Una opción ante aquella situación poco ventajosa podía ser levantar los brazos y pedir calma; una opción que él estaba muy lejos de considerar. En su lugar, viendo que le rodeaban personas armadas, él mismo retiró su espada de su funda. A este gesto siguieron más espadas desenvainándose.

En medio de aquel tenso no-silencio (un bullicio caótico había comenzado a alzarse, centrado primeramente donde un comensal se había levantado de su mesa para intentar abatir con su sable al forastero que había desparramado su bebida) el joven que antes había amenazado a Kirill se retorció en el suelo, intentando reponerse del puñetazo bien encajado que había recibido. Su intención era ponerse en pie y plantar pelea, pero el mago no se lo quiso permitir: centrado en él más que en cualquier otra persona, le dio otra patada y le empujó con la bota de nuevo contra el suelo.

Mal momento para distraerse. Un pirata se abalanzó entonces contra él por su espalda y le agarró fuertemente del pelo como primer movimiento para inmovilizarle. El mago soltó un quejido, consiguió agarrar la muñeca del contrario y retorciéndola le hizo soltar su daga, pero el pirata no se despegó de él y ambos comenzaron a debatirse en un frenético amasijo: el pirata a la espalda de Kirill, desarmado, y este último con su espada inútil dado que no podía alcanzar al otro. En aquel momento fue fácil olvidarse de aquellos que les rodeaban, aunque el mago llegó a escuchar alguna risa que avivó su malhumor: debían de resultar un espectáculo bastante ridículo; después, el sonido de una mesa al caer y unos cristales al romperse. Entre el movimiento, el desconocido adversario consiguió empujar a Kirill al hueco entre dos mesas, sobre las cuales había varias botellas; el mago se liberó de una mano como pudo, asió una, y sin apenas ver qué hacía se la lanzó a la cabeza.

Para terminar de liberarse, le empujó con fuerza, y retrocedio dando tumbos un par de pasos... hasta chocarse contra algo. Se dio la vuelta de golpe, en guardia, temiendo haber ido a parar junto a otro pirata que fuera a atacarle. Pero frente a él no había nadie... ni nada. ¿Qué había sido eso?

Mientras Kirill alzaba el ceño sin comprender e inspeccionaba lo que tenía delante - nada -, el caos seguía creciendo en la taberna como un ser con vida propia. Varias peleas se habían iniciado, muchas de ellas sin causa, pero aún había algunos que recordaban que el primer causante de aquello era Kirill. El primero de todos, el hombre que acababa de recibir un golpe en la cabeza a base de botella de ron. El pirata se había recuperado con gran rapidez, hastiado por la adrenalina de la pelea y el dolor, y había asido otra botella. Más espabilado que el mago, la había partido contra una mesa, y ahora se lanzaba a por él.
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Mensaje por Florangél 02/04/11, 10:00 pm

La barra de la taberna, interponiéndose con violencia en su camino, le mostró a las claras que había equivocado la ruta. Detenida contra su voluntad con un quejido que prácticamente nadie oyó en medio del pandemonium que se había armado en el lugar - así como nadie parecía haber reparado en la bolsa que avanzaba por su propia cuenta en el aire – se vio obligada a dedicar un momento a considerar sus opciones.

Lo que ella quería era salir de ahí, con su dinero, hacer las compras para Sophitia y luego buscar un hoyo donde meterse - quizás un período de hibernación le vendría bien – pero el camino hacia la salida estaba plagado de obstáculos en la forma de piratas armados deseosos de ver correr sangre. La taberna se había convertido en un caos, con focos de peleas en cualquier punto en que se mirara. En todo caso, eso no la arredraba. No tenía miedo de recibir daños si se animaba a cruzar aquella jungla. Lo que realmente le importaba era no perder su preciada bolsa de dinero, así que procedió a ocultarla bajo sus ropas, aprovechando que no podía ofender el pudor de nadie – si es que alguien podía sentir pudor en ese sitio – ya que nadie podía verla.

Estaba ocupada en esa tarea cuando recibió el primer empujón. Lo devolvió con una patada mientras terminaba de arreglarse la ropa – mientras el pirata pateado cargaba contra un colega próximo que hasta ese momento se había mantenido relativamente al margen de la reyerta – pero no tardó en recibir nuevos empujones y también pisotones y codazos. Devolvía todo lo que recibía, sin importarle que los receptores de sus golpes fueran quienes se los habían dado – la cosa era pegarle a alguien – pero su furia crecía a con cada segundo que pasaba.

Bueno, más que furia lo que experimentaba era un feroz sentimiento de estar siendo ultrajada. Cada empujón era un menoscabo; cada pisotón, una humillación; cada codazo, un agravio. Eran, por así decirlo, los efectos colaterales de que la gente no pudiera verla. Y ya no lo toleraba.

Que un tipo – que de todos modos no hubiera podido verla porque estaba retrocediendo – chocara con ella fue la gota que rebalsó el vaso.

- ¡¡¡Ya basta!!!

Decidida a detener tantas afrentas se hizo visible para que todos supieran que estaba allí y cuando un pirata - que no alcanzó a o no quiso esquivarla - le dio un empujón, tomó una silla que estaba cerca y se la descargó con todas sus fuerzas en la espalda.
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Mensaje por Kirill 03/04/11, 04:32 pm

FDI. Kuranthis, si quieres meterte hazlo cuando quieras =).

Kirill estuvo a punto de caerse de espaldas cuando una joven apareció gritando justo delante de sus narices, cogió una silla cercana y la descargó con todas sus fuerzas sobre la espalda de un pirata. Fue una imagen impactante, y uno de los recuerdos principales que el mago se llevaría de Nehmen: por un lado quedarían los amaneceres y el viento en la cara, y por el otro aquella muchacha saliendo de la nada y pegando un sillazo. Pocas veces en su vida le habían cruzado tantos pensamientos por su cabeza al mismo tiempo: principalmente estaba ocupado en sorprenderse, pero una parte muy tonta de él admiró la elección de la silla como arma, y otra se paró a sorprenderse por la fuerza poco común a su género que mostraba la mujer.

El efecto general de todo esto no fue que cayera hacia atrás, pero la sorpresa sí que le llevó a cruzar su espada ante si en actitud defensiva. La velocidad con la que reaccionó demostraba que había hecho muy importantes avances en sus reflejos: al segundo ya estaba en guardia y preparado. Retrocedió un paso para afianzar su posición y poder resistir cualquier golpe que le llegara... por delante.

Hasta el momento en el que sintió aquel dolor punzante se le había olvidado completamente su espalda.

El cristal rasgó la tela y se hundió en la carne. Kirill abrió los ojos desmesuradamente y se dobló sobre sí mismo en un reflejo estúpido; sin haber recibido contraataque su enemigo volvió a pegarse a él, sujetándolo con un brazo alrededor del cuello mientras el otro pretendía asegurar el daño. Afianzó su agarre en el cuello de la botella y giró la muñeca, forzando que el cristal roto rasgara más carne. Kirill gritó de dolor y reaccionó de una vez; con saña le pegó un codazo al pirata, consiguió encararse a él en su momento de debilidad y le pegó un puñetazo con toda la fuerza que tenía en la siniestra - le dolía demasiado mover el brazo derecho como para usarlo, y no le daba tiempo a cambiar de mano la espada o le habría cortado la cabeza allí mismo. Repitió el puñetazo antes de que el otro tuviera tiempo para reaccionar, y esperó con ello dejarle aturdido por un rato.

Se deshizo de él como pudo y mientras se sostenía la herida con la mano izquierda intentó retroceder fuera del alcance de la pelea - algo imposible, se dio cuenta. No había sido un corte tan grave, pero la sangre salía con aquella inusitada fluidez con la que siempre sangraba Kirill, como si se encontrara a presión en su cuerpo y no esperara más que una oportunidad para salir. No pudo evitarlo: soltó un gruñido y cerró un momento los ojos, concentrándose para reunir la energía mágica que le permitiría parar la hemorragia.

Cuando retiró la mano se vieron sus ropas manchadas con sangre, y la mancha ya no se extendía. Pero el dolor seguía allí, y ya era suficientemente difícil mantener el hechizo con aquello; le sería imposible seguir peleándose con nadie. Sudando y con la respiración acelerada por el dolor, levantó la vista para ubicarse en aquel antro y buscar la entrada.

"Tengo que salir de aquí"

FDI2. Florangel, mala persona... ¡me distraes a Kirill! ¡Mira lo que pasa! xD =P
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Mensaje por Florangél 09/04/11, 11:51 pm

Se peleaba en todos los rincones de la taberna y cada cual estaba ocupado en dar y no recibir, por lo que sólo los que estaban muy cerca repararon en la súbita aparición de Florangél. Hubo un primer momento de sorpresa, que paralizó a algunos y benefició a otros que, más espabilados, supieron aprovechar la distracción de sus contendores. El pirata que la muchacha había golpeado se derrumbó sobre el piso, pero no llegó a perder la conciencia. Fuerte como un toro, muy pronto estuvo en pie buscando quien lo había golpeado a mansalva.

Como quiera que Flor no había soltado la silla, en guardia por si alguien quería vengar al agredido, no le fue muy difícil darse cuenta que ella era la autora del golpe. Que se tratara de una chica le importaba menos que nada; lo que él quería era cobrar venganza. Con un resoplido, se abalanzó sobre la muchacha, dispuesto a agarrarla. Pero no fue a él al único que se le ocurrió atraparla; a un par más se le ocurrió que una chica como esa sería un excelente botín – podrían divertirse un poco con ella antes de venderla a algún prostíbulo que ellos conocían bien – y se lanzaron a por ella.

Cuando Flor vio que se había convertido en el foco de interés de alguno de los combatientes, decidió que después de todo estar visible no era una buena idea y procedió a mimetizarse de nuevo con el ambiente, al mismo tiempo que arrojaba la silla que podía delatarla. Rápida, se desplazó alejándose del lugar donde había estado, mientras tres sorprendidos piratas chocaban en el punto donde antes ella estuviera y donde ahora no había nadie, enfrascándose al punto en una batahola.

El soberbio golpe que le había dado al pirata, había sido un excelente desahogo para su rabia y su frustración, pero ya estaba cansada, los golpes recibidos comenzaban a dolerle y ya no quería seguir peleando; quería irse de ahí. Aprovechando su camuflaje se coló detrás de la barra - único sitio relativamente tranquilo en aquel barullo – para descansar un poco y examinar el lugar en busca de la mejor ruta de salida.

Entonces vio al sangrante hombre de cabellos blancos, quien parecía perdido en medio de aquel caos. Flor no lo conocía a él ni a ninguno de los que se encontraban ahí, pero su aspecto indicaba a las claras que, como ella, era un extraño en aquel lugar. No sabía si ese hombre era sólo victima o también había sido victimario, pero que estuviera solo en medio de todos aquellos piratas de tan mala catadura, le hizo sentir que estaba indefenso… y su solidaridad estuvo con él.

Saliendo de detrás de la barra, completamente camuflada, se acercó al peliblanco y, tirándolo de la manga en dirección a la entrada, le indicó en voz baja:

- Por aquí…

FDI: No es culpa de Flor que Kirill tenga problemas de concentración ^^
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Mensaje por Kuranthis 17/04/11, 08:54 pm

[F.D.I.: Y ustedes siéntanse libres de ignorarme, ya saben lo que pasa con mi tiempo libre. De todas formas se lo pongo fácil para que no me esperen, ya verán.]

La pelea, sucia y caótica, se desarrolló rápido.

No estando seguro de quién era quién, Kuranthis decidió no intervenir. El tipo al otro lado de la barra, que no estaba seguro de que éso significase que fuera el tabernero, le miró de forma extraña, sin comprender sus bromas, y pensando que debía tratarse de algún tipo de gigantón estúpido procedió a explicarle qué era lo que estaba pasando, ante la mirada atónita del norsvart.

Pero, como quiera que, en algún momento de la conversación hubo una cerveza de por medio, Kuranthis sonrió y asintió con la cabeza dos o tres veces mientras contemplaba la reyerta. No fue limpia, pero éso ya se lo esperaba. A alguien le hirieron con una botella rota. Una mujer apareció de repente, desapareció de nuevo, y los implicados de uno de los lados hicieron un amago de retirarse.

En aquel momento la cerveza de Kuranthis ya estaba medio vacía, por lo que el norteño miró la jarra con aburrimiento y volvió la cabeza hacia el tipo que le hablaba. Parecía querer sonar amenazador acerca de lo que le sucedía a las personas que provocaban una pelea así en la ciudad, y...

- ¿Qué les pasa? - preguntó el tuerto, de repente.

- Euh... - el tipo pareció vacilar, como si buscase las palabras para explicárselo a un niño. - Pues, que les matan. Esta ciudad es peligrosa, y quien va por ahí empezando peleas en un bar como éste se está buscando...

- Curioso - contestó él.

En aquel momento la taberna era un verdadero caos. Tan pronto como los dos hechiceros (Aunque, qué sabía Kuranthis si eran o no hechiceros) salieron por la puerta, la atención de unos se volvió hacia los heridos, la de otros hacia los fugitivos, y la de nadie en particular hacia el tabernero que sangraba profusamente después de que el gigantón le estampase la jarra de cerveza en la coronilla.

- Bueno, gracias por todo - murmuró mientras se dirigía tranquilamente hacia la salida, encendiéndose lenta, muy lentamente una pipa, para escarnio de los piratas que en ése momento querían salir en busca de... ¿El hechicero?

La chica había desaparecido, aparentemente, pero el tuerto se aseguró de ver bien adónde se dirigía el peliblanco. Después de todo, pensaba seguirles.
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Mensaje por Kirill 18/04/11, 05:23 pm

FDI. Wiiiiiiiiiiiiii, Kuranthis! :D

Salir de aquel lugar se antojó casi imposible en aquel caos, y más aún por la urgencia de la situación. Kirill no estaba seguro de hacia dónde estaba orientado, ni de encontrarse en aquel momento fuera del alcance de un puñetazo o de un espadazo, ya fuera dirigido a él o a cualquier otro cliente del local. Miraba de vez en cuando a su espalda con el miedo de que alguien fuera a abalanzarse contra él, pero aunque hubiera sido así no habría sido muy capaz de defenderse: sujetaba sin fuerzas la espada en su mano derecha, y alzarla habría supuesto un esfuerzo demasiado retardado como para llegar a hacerlo a tiempo.

Sintió en aquel momento un pequeño tirón en su manga, que por poco le pasó desapercibido de no ser por la voz que le acompañó. Y no era aquel momento para cuestionar nada, así que Kirill obedeció aquella guía invisible y se dejó llevar, más concentrado en el dolor que en el trayecto. Odiaba el dolor de todo tipo y jamás se acostumbraría a él; su capacidad para resistirlo estoicamente era sencillamente nula.

Salir al frío aire exterior fue una bendición después del viciado ambiente del local. Con aquello se zanjaba la porción de la escapada que Kirill había llegado a planear; en aquel momento no tenía mucha idea de hacia dónde dirigirse, porque no había llegado a pensar tan lejos. Aceptaría cualquier indicación de aquella fuerza invisible, y sólo si desaparecía de golpe se molestaría en reorganizar sus pensamientos lo suficiente como para determinar un destino. Probablemente las afueras; sí, la selva: no tenía ningún lugar mejor al que ir. Esperaba que la fuerza tuviera una idea mejor, porque lo que estaba claro era que no era buena idea quedarse allí quieto como un pasmarote. Y, no, aun no se planteaba la naturaleza de su guía, sino que se limitaba a aceptar su intervención.

FDI. Y cuánta razón, Flor, cuánta razón.
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Mensaje por Florangél 22/04/11, 06:56 pm

Para complacencia de Flor – que estaba demasiado cansada para remolcar a alguien contra su voluntad- el peliblanco resultó bastante más sumiso de lo esperado y se dejó llevar sin oposición y sin siquiera una pizca de curiosidad. Llevándolo prácticamente de la mano, como madre amorosa que conduce a su hijito, fue buscando el camino de salida entre mesas, sillas y combatientes, atenta a no tropezar con nada ni nadie y a eludir golpes de puños y espada. Dos o tres veces se vio obligada a conjurar su escudo mágico por algunos instantes y en otras tantas ocasiones tuvo que dar empujones o patear canillas para abrirse paso, pero finalmente logró salir a la calle con su protegido, sin que ninguno de los dos recibiera nuevos golpes o heridas.

El contacto con el aire frío de la calle hubiera sido como una vivificante caricia para ella en otras circunstancias, pero el elevado nivel de adrenalina generado por la persecución, la pelea y el escape, descendía ahora rápidamente dejándola tan agotada que hasta le costaba mantener los ojos abiertos; además, todos los golpes que había recibido en la refriega se habían puesto de acuerdo para dolerle al mismo tiempo. No quería más guerra, todo lo que ambicionaba en ese momento era su cálida y confortable cama.

Se apoyó en la pared respirando profundamente, esperando recuperar las energías suficientes como para seguir su camino. No se sentía apremiada porque no se le había ocurrido que alguien pudiera ir tras ellos y tampoco sospechó que su rescatado no supiera que hacer. Fue con cierta sorpresa que notó que él se había quedado parado, con aspecto indeciso, como si esperara que alguien le diera una indicación.

- ¡Sí que tienes mala pinta! –
exclamó, sin recordar que seguía mimetizada - ¿Dónde vives?

Si quedaba por su camino, quizás pudiera escoltarlo un rato; así se aseguraría de que no quedara tirado en un callejón.


Última edición por Florangél el 04/06/11, 01:57 am, editado 1 vez
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Mensaje por Kirill 28/05/11, 03:46 pm

Su guía hablaba con voz de mujer. La mente de Kirill hizo un vago intento por descubrir qué significaba aquello, pero el mago estaba más centrado en su dolor y en mantener el conjuro que impedía que la sangre fluyera que en sacar verdaderas conclusiones sobre su salvadora.

Apretaba los dientes, y aunque oyó la voz en un principio no escuchó las palabras. E incluso cuando las repasó en su mente y comprendió el significado responder era difícil: si habría la boca estaba muchísimo más inclinado a soltar una cascada de injurias e insultos que a proporcionar una contestación útil. De hecho, el que la voz le preguntara dónde vivía le llevaba a pensar que su magnífico plan era llevarle a su "casa". La verdad es que no lo había considerado, y en aquel momento no sabía si aquella era una buena o mala idea... pero habría preferido que aquel espíritu (o lo que fuera) le guiara a la mejor opción posible. Para conocer la mejor opción posible debía ser omnisapiente, pero si lo fuera no le estaría preguntando dónde vivía.

Kirill volvió a la realidad al darse cuenta de que estaba siendo guiado por una humana, o como poco una mortal. Lo que no sabía es por qué no la veía, pero no le importaba.

- Vivo en... - comenzó a responder, pero se interrumpió con una expresión de dolor casi asqueada.

Cerró el puño izquierdo y le dio un puñetazo a la pared más cercana, conteniendo primero la respiración y respirando agitadamente justo después. Soltó entonces alguno de los insultos que había estado acumulando en su mente y volvió a apretar los dientes.
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Mensaje por Florangél 04/06/11, 02:43 am

Flor dio una patadita de impaciencia ante la tardanza del peliblanco en responder a su pregunta ¡Vaya! ¿Es que acaso ese tipo era mudo o había quedado tonto con los golpes? Y ni siquiera la miraba, el maleducado.

La explosión de dolor del hombre, que interrumpió la respuesta recién iniciada, la hizo fruncir el ceño, alarmada y contrariada. La lluvia de improperios que él soltó no la inmutaron, no era una chica remilgada y se daba cuenta de que no iban dirigidos a ella. Lo que la preocupaba y molestaba era advertir que el tipo se encontraba en muy malas condiciones, mucho peor que ella misma, y que no parecía capaz de valerse por si mismo.

¡Joder! ¿Qué iba a hacer ahora? No podía irse y dejarlo ahí sin más; se conocía lo suficiente como para saber que la imagen del peliblanco muerto desangrado en la calle la perseguiría sin tregua. Tenía que hacer algo, pero ¿qué? Si siquiera hubiera aprendido algún hechizo de sanación, uno sencillito al menos, pero nones, no sabía ninguno. Tendría que llevarlo a un médico, curandero o lo que fuera. Recordaba vagamente haber visto un dispensario cerca del mercado, tendría que ir allí, pero llevarlo sí que iba a ser un lío gordo; él no parecía capaz de caminar y ella no podía cargarlo; si hubiera podido convertirse en un animal grande como un gorila, llevarlo hubiera sido cosa de nada, pero estaba demasiado cansada para eso; estaba tan agotada que convertirse en un hormiga ya le hubiera supuesto un enorme esfuerzo.

Nada, tendría que servirle de bastón y ver si conseguía caminar apoyado en ella y rogar que a ella no le fallaran las piernas. A ver si un poco de agua conseguía animarlo un poco, a veces un poco de agua obraba maravillas. Fue sólo cuando miró sus manos, ahuecadas para contener el agua que iba a conjurar, que notó que seguía mimetizada, distracción que reparó en el acto.

- Anda, bebe un poco, te hará bien –
ordenó, haciéndose visible ante el peliblanco y ofreciéndole agua en sus manos que improvisaban un cuenco – Luego te llevo al médico.
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Mensaje por Kirill 05/06/11, 09:31 am

Pasado aquel pequeño ataque, consiguió levantar un poco el brazo derecho para mirarse la herida. En absoluto ponía su vida en peligro, pero a través de la ropa rasgada y empapada de sangre se veía que tampoco era despreciable. Aquello le había pasado por salir sin ningún tipo de protección: el fino peto que su padre le legara había quedado abandonado en su habitación... obviamente porque no necesitaba armadura para defenderse de los peces, y hasta el momento no se había buscado peleas. El mago palpó delicadamente con la mano izquierda y en seguida se dio cuenta de que se le había quedado clavado un trozo de cristal.

Y cuando Kirill levantó la vista se encontró cara a cara con una mujer.

- ¡Joder! - se exclamó sorprendido al reconocerla inmediatamente como "la joven del sillazo".

Tuvo el reflejo de retroceder e incluso de protegerse la cara con el brazo izquierdo por si de repente alzaba su arma contra él; el efecto general de todo este movimiento fue una punzada de dolor en su herida que le llevó a encorvarse.

Pero lo que la chica tenía en las manos era agua, no una silla. Aun así, Kirill no estaba dispuesto a relajarse ahora que la voz se había materializado frente a él, e hizo un esfuerzo por recuperar la compostura rápidamente. Su orgullo había vuelto ahora que tenía un ser físico con el que interactuar.

- No... ¡No necesito un médico! - mintió vilmente. - ¡Y no quiero beber! ¿Quién demonios eres tú?
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Mensaje por Florangél 08/06/11, 01:44 am

Las reacciones de sorpresa cuando se hacía visible eran habituales – este no era un proceso gradual, siempre aparecía de repente – así que ya estaba acostumbrada a ellas, pero para nada estaba habituada a las reacciones de miedo. El gesto defensivo del peliblanco cuando la vio la dejó completamente descolocada, con las manos extendidas y un gesto de “¿Y a este que bicho lo picó?” dibujado en el rostro.

La reacción hostil que vino después fue tan inesperada como la primera. Su experiencia dictaba que la gente herida se dejaba ayudar sino agradecida, al menos dócilmente y que este herido en particular fuera la excepción no le hizo la menor gracia. El tono arrogante con que el mago respondió su intento de auxilio la picó vivamente. Estaba cansada, adolorida, frustrada, había tenido que hacer un gran esfuerzo para quedarse y tratar de ayudar a ese desconocido ¿y él reaccionaba rechazando su desinteresada ayuda con cajas destempladas?

¡Ah, no! Ella no estaba para soportar las groserías de nadie, por malherido que estuviera. Era genuinamente generosa y solidaria y podía ser muy dulce si se lo proponía, pero no destacaba ni por su paciencia ni su docilidad. Aún antes de que el mago terminara de hablar, había arrojado el agua lejos y lo miraba con ojos centelleantes.

- ¡Si no quieres nada, arréglatelas solo entonces, grosero! –
le espetó furiosa y, sin contestar a la pregunta de quien era, se dio media vuelta y comenzó a alejarse a paso vivo.
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Mensaje por Kirill 08/06/11, 10:45 am

Kirill observó con los ojos abiertos de par en par cómo la joven se alejaba tan repentinamente.

"Mierda, lo sabía", fue todo el pensamiento explícito que se manifestó en su mente. Se le había ocurrido mientras rechazaba la ayuda que quizás estuviera siendo demasiado orgulloso, y había tenido la intuición de que con aquella forma de actuar sólo conseguiría que le dejaran tirado. Debería haberse quedado callado, pero no había podido evitarlo.

- ¡Espera, espera! - se escuchó decir, y se lanzó hacia delante para atraparla. En aquel momento no tuvo claro qué le dolía más: si su herida o el orgullo, que sentía atascado en la garganta mientras intentaba tragarlo. Sentía el sudor resbalarle por la cara y volvió a apretar los dientes. Aún más le dolió seguir, y tuvo que hacer un esfuerzo para reunir la voluntad que le permitiera dar el brazo a torcer: - Sí que necesito ayuda, ¿vale? Gracias... por... sacarme... de allí.

Sentía como si tuviera que enfrentarse a sí mismo para sacarse cada palabra, como si el aliento para decirlas de repente no estuviera allí. Lo único que le faltaba era ponerse de rodillas y suplicar. O mejor aún: que después de todo eso la mujer se alzara de hombros y se fuera tranquilamente. Y su herida parecía palpitar y arder al mismo tiempo; ahora que la había mirado la sentía el doble.
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Mensaje por Florangél 13/06/11, 01:16 am

Todo lo que Flor quería en esos momentos era irse de ahí, hacer las dichosas compras y llegar a su alojamiento para descansar. Sin embargo, no pudo evitar detenerse al escuchar aquel “¡espera!, ¡espera!” dicho con tanto apremio; volviéndose, observó con el ceño fruncido como el peliblanco se aproximaba y le hablaba con mucha dificultad. Si hubiese siquiera sospechado el combate que el hombre sostenía con su orgullo, más que probablemente hubiera jugado un poco con él – como un gato juega con un ratón – antes de ayudarlo, pero para fortuna del mago, no se percató de ese matiz del asunto. Sólo vio a un hombre sudoroso, sangrante y adolorido, que admitía su necesidad de ayuda y agradecía la que ya le había dado y eso la ablandó, lo cual tampoco era muy difícil de lograr, sus enojos, aunque intensos, solían ser muy breves.

- De nada –
contestó automáticamente – Sacarte de ahí fue la parte fácil.

Lo difícil venía ahora, llevar a ese hombre a un médico. Su proyecto de servirle de apoyo para que caminara le parecía ahora bastante irrealizable, el tipo se veía muy mal y ella se sentía cada vez más cansada. Si pudiera conseguir un medio de transporte, hasta un sencillo asno le vendría bien.

Dentro de la taberna, en tanto, la batalla campal había llegado a su apogeo e iniciaba su declive dejando a casi todos los parroquianos con heridas de diferentes grados. Algunos de ellos, sin embargo, no tenían la menor intención de disfrutar de un momento de paz. Querían castigar al que había iniciado la pelea y, aleonados por el dueño de la taberna, el joven del cuchillo, el pirata de la botella y un par más, salieron en busca del peliblanco poco después que este cruzara la puerta de salida.

- ¡Ahí está! – gritó una voz

- ¡Y está esa chica también! –
añadió otra.

Florangél miró al sorprendida al grupo que se les acercaba, entre el que se contaba el pirata al que le había dado el sillazo y no le cupo duda que la situación se había pasado de castaño oscuro. Ante la inminencia del peligro, la adrenalina fluyó por su organismo borrando el cansancio y el dolor; por reflejo, se mimetizó y tomando el brazo izquierdo del peliblanco, lo pasó por encima de sus hombros para sostenerlo, al tiempo que le rodeaba la cintura con su brazo derecho.

- Anda, vámonos ya –
lo conminó, intentando echar a andar lo más aprisa posible.
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Mensaje por Kirill 15/06/11, 01:47 pm

¿Huir? Kirill miró a la muchacha (o hacia el lugar en el que ella había estado visible) bastante sorprendido por su evidente intención. Su reacción al escuchar las voces había sido buscar la empuñadura de su espada, pensando que si ya les habían encontrado enfrentarse era la única alternativa. Pero antes de poder hacer nada, algo invisible le cogió del brazo y lo colocó flotando en el aire, al tiempo que sentía la presión de un brazo en la cintura.

Cuando frente a sí tuvo su propio brazo levitando no se le ocurrió una situación más extraña e incómoda que aquella.

Se notó sonrojar un poco cuando echó a andar de aquella forma, de nuevo impulsado por la fuerza invisible... Sostenido, si lo pensaba, por una mujer cansada... Pero estaba decidido a apartar cualquier idea orgullosa de su mente mientras no estuviera lejos del alcance de los piratas. Les haría pagar la herida que le habían infligido y la huida a la que le forzaban; se arrepentirían de haberle buscado cuando lo encontraran listo para hacerlos callar.

Pero aunque la posibilidad de saldar la cuenta en el futuro le daba fuerzas, de momento debía concentrarse en la situación actual, mucho más desesperante e incluso peligrosa. No sabía si la muchacha conocía mejor que él la caótica ciudad de Enie, pero él al menos no sabía dónde esconderse ni dónde encontrar un médico. La única alternativa que tenía en mente era la que ya se le había ocurrido nada más salir del local.

- La selva no está lejos. Si llegamos allí seguro que nos pierden la pista - aportó, aunque no sabía si ella le haría caso.
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Mensaje por Sophitia 17/06/11, 09:58 am

Las cosas en Nehmen no eran de lo mejor, aunque la pirata ya sabia que iba a ser así, conocía la isla como la palma de su mano, tenia múltiples contactos gracias a su personalidad alegre y competitiva que a los piratas parecía encantarles, no tuvo problemas para conseguir trabajos.

Y ahí terminaban las buenas noticias, mas allá de eso estaban varadas en la isla hasta recibir nuevas noticias, y lo más preocupante de todo, Florangél parecía cada día mas frustrada. Por supuesto que esto ultimo es lo que más preocupaba a Sophitia, la llenaba de angustia el verla tan desanimada.

Ambas habían tenido varios trabajos, la diferencia era que la pirata los había terminado satisfactoriamente, en cambia la maga... En varias oportunidades había sido un milagro que saliera ilesa, a veces el orgullo le podía jugar en contra, su paso como mesera en los diferentes bares habían resultado memorables, no todos los días se veían animales sueltos por el lugar persiguiendo a los clientes.

A Sophitia no le importaba si su amiga trabajaba o no, estaba segura que podían vivir dignamente con los trabajos esporádicos que conseguía, pero si eso daba como resultado que Florangel se sintiera un estorbo, entonces si se volvía algo relevante. Con todo esto en mente dejo que su amiga saliera a hacer las compras, seguramente también miraría aquí y allá en busca de un nuevo empleo, la esperaría en el cuarto que estaban alquilando.

Ese era el plan original, el problema era que la hechicera nunca volvió, la espera se hizo eterna y ni señales había de la muchacha, sin contar con que la pirata no era la persona mas paciente del mundo. Cuando vio que se cumplió el tiempo que ella consideraba adecuado y no pasaba nada, tomo sus cosas y salió del cuarto hecha un remolino de enojo, si algún desgraciado le había causado problemas a su amiga se arrepentiría.

Primero se dirigió al mercado, donde se suponía que tenía que estar desde un principio, pero en los puestos donde vendían lo que le había pedido no había ni rastros de ella. Paso también por las cantinas que estaban cerca, pero nadie sabía decirle nada sobre una mujer con las características de Flor, también estaba la posibilidad de que estuviera mimetizada, era como buscar una aguja en un pajar.

Ya sin esperanzas de encontrarla pronto siguió caminando, paraba en alguna taberna de vez en vez, pero solo tomaba un trago mientras preguntaba por su amiga y si nadie le respondía seguía camino. En un lugar llamado “La morsa” no le dieron un dato muy concreto, pero si le comentaron que en la cantina de en frente se había escuchado un gran alboroto hacia un instante. Sophitia escucho como si le interesada, resultaba obvio que en frente había problemas, el escándalo era importante, pero resultaba tan normal en esa isla que... ya iba a saludar para irse del lugar cuando vio salir a un extraño grupo.

Un hombre obviamente herido que se movía de modo extraño y ¿Discutía con la nada? ¿Algo que no se veía? ¡Florangel! No sabía como pero estaba segura de que era ella, quizás pasar tanto tiempo juntas las volvía más unidas en varios sentidos. Salió de “La morsa” apurada, pudo ver a su amiga por unos instante, seguía hablando con el hombre de cabellos blancos ¿Quién era él? Pero volvió a desaparecer en cuanto tres enojados hombres salieron del mismo lugar de donde provenían los ruidos de pelea.

Parecían furiosos, y algo golpeados ¿Florangel les había dado una paliza? Se sentía orgullosa de su amiga si así había sido. Tan entretenidos estaban pensando en perseguir al hombre herido y la maga que no vieron llegar a Sophitia por detrás, ni tampoco como levantaba un jarrón que acababa de agarrar de un puesto cercano, para estrellarlo finalmente en la cabeza del que tenía mas cerca, dejándolo fuera de combate.

- ¡Ups! Se me resbalo – Dijo sonriendo maliciosamente – Y tu, Florangel ¿No te puedo dejar ni un maldito minuto sola? – Aun reía y tenia los brazos en posición de regaño, con los restos de la jarra aun en la mano - ¿Quieren pelear? Aquí estoy cucarachas apestosas – Se burlo mientras se tronaba los puños.
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Mensaje por Florangél 18/06/11, 12:45 am

Aunque Flor no tenía ni entrenamiento ni práctica de combatiente, quizás no hubiera pensado en rehuir la pelea en otras condiciones. Pero estando cansada, desarmada y teniendo a un pobrecito inválido a su cargo, la huída fue la primera opción que se vino a su cabeza, por más que no tuviera muy claro adonde ir. Su instinto era sólo alejarse, sin una dirección definida, con la vaga esperanza de encontrar un médico en alguna parte.

¿La selva? La idea aportada por el peliblanco le pareció no sólo factible sino hasta lógica. En la selva habría muchos sitios para esconderse y descansar y sabía como llegar a ella, no estaba más lejos que el mercado, si caminaban en línea recta, luego que doblaran ¿el siguiente callejón?

Procuraba orientarse mientras caminaba cuando una bien conocida voz llegó a sus oídos, hablándole directamente ¿Sophitia? Sorprendida, giró tan bruscamente que estuvo a un tris de caerse con todo y peliblanco y vio a su amiga enfrentándose a los dos piratas que quedaban en pie. La visión borró de inmediato toda idea de fuga de su mente, no dejaría que su hermana se enfrentara sola a aquellos bárbaros. Tan rápidamente como había pasado el brazo del peliblanco sobre sus hombros, lo quitó y dejó de abrazarlo por la cintura, quitándole el soporte que le había dado.

- Apóyate en la pared – le indicó – ya vuelvo.

Al rodearlo por la cintura con su brazo había notado que el mago llevaba una espada y, sin decir “permiso” ni “gracias”, se la birló. Vibrante de adrenalina, levantó la espada sobre su cabeza con ambas manos y se lanzó a la carrera sobre los piratas enfrentados por Sophitia.

- ¡¡¡Aquí voy, Sophi!!! –
se oyó decir a una espada que volaba por los aires.
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Mensaje por Kirill 21/06/11, 08:53 am

Para Kirill la situación fue mucho más incomprensible. Para comenzar, fue una sorpresa el característico ruido de la cerámica al hacerse añicos, a su espalda justo después de que se diera la vuelta; no sabía quién era la mujer que se encontró en pose entre burlona y amenazante cuando giró la cabeza; no pudo comprender al vuelo quién era "Florangel". Le pasó inadvertido que el brazo de su joven guía se retirara, pero sus palabras cortaron a través de la niebla de su mente y llegó a extrañarse por aquella orden de apoyarse en la pared... hasta que todo lo anterior fue interrumpido por la sensación de retirada de peso en su cadera.

No oyó la espada al desenvainarse, pero cuando la vio volar por los aires sin nadie que pareciera sostenerla la situación se aclaró parcialmente para él. Abrió la boca para decir algo, para gritar algo, pero extrañamente el malhumor habitual no se encontraba allí. Volvió a cerrarla y gruñó por lo bajo, desentendiéndose de la situación y decidiendo hacer caso a la que con el siguiente tiempo de reflexión que tuvo pudo identificar como Florangel.

Que le hubieran robado su espada era lo único que le fastidiaba un poco. Por el momento se controlaba, pero si no se la devolvían pronto no se haría responsable de sus actos. Apoyado contra una pared, intentando mantenerse muy quieto, observó cómo se las apañaban los dos hombres y las dos mujeres que tenía delante.

Durante los pocos segundos que Sophitia se tomó para saludar, los dos piratas restantes tuvieron tiempo para recuperarse de su sorpresa. El que en su momento recibiera el sillazo no tardó en reaccionar y, aún dolido por el golpe que una mujer ya le había infligido antes, se aferró a su orgullo y no quiso tolerar ninguna tontería más. Fue cuestión de un instante que desenvainara un sable y se lanzara a por aquella desconocida que les había atacado por la espalda y que hablaba con tanto desparpajo, directo, cargado de rencor, sin fintas ni segundos pensamientos. Escuchó a Florangel gritar, en absoluto sorprendido por haber visto su habilidad mimética en acción anteriormente, pero quiso primero encargarse de Sophitia.

Su compañero no mostró tanta sangre fría. Era un hombre joven, con sólo una incipiente pelusilla por barba, y era la primera vez que veía una espada volando directamente hacia él, ¡sin duda impulsada por el Diablo! Sus ojos se abrieron de par en par e intentó apartarse de ella para comprender antes de hacer frente. Pero aquello no le impidió dar la voz de alarma mientras tomaba una pose defensiva.

- ¡¡Están aquí!! - volvió a gritar con todo el aire de sus pulmones - ¡¡Ahora son tres!!
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Mensaje por Sophitia 21/06/11, 01:56 pm

El ver la espada volando hacia los pobres piratas (pobres porque no tenían idea con que par de locas se habían metido) no pudo menos que admirar lo mucho que había aprendido, al menos agarraba la espada correctamente, si bien el modo de cargar era algo torpe, seguramente producto de la emoción, las clases habían rendido sus frutos.

Apenas logro ver que el otro sujeto se apoyaba contra la pared, sosteniéndose la herida, Sophitia no tenia idea de quien era, o porque estaba lastimado, pero su amiga estaba tratando de defenderlo y eso era suficiente para que ella misma lo defendiera. Para su decepción el que había recibido el primer golpe no había caído, no era problema, se encargaría del él en seguida.

Lo bueno de que el sujeto estuviera tan enojado, era que su estilo de pelea terminaba volviendo bastante rudimentario, y eso era una enorme ventaja, por eso la pirata solía comenzar las peleas con insultos. No había sacado su espada corta, así los primeros tres ataques se dedico a a esquivar, evitando que el filo la alcanzara siempre por un pelo. Al final del ultimo intento de golpe Sophitia pateo con fuerza la mano del pirata, obligándolo a soltar el sable, el cual salió volando. El pobre infeliz no tuvo mejor idea que mirar al sable volador mientras se sujetaba la muñeca herida, a lo que la pirata aprovecho para darle un profundo codazo en pleno rostro.

- Me equivoque, hasta una cucaracha pelea mejor – Cayó el sable cerca de donde estaba, lo tomo para continuar con el siguiente, escuchando los gritos del otro muchacho.

Estaba llamando a los demás, Sophitia no tenia idea de cuantos eran, podía ser que nadie atendiera al llamado, como podía ser que saliera todo el bar a su encuentro, y eso ultimo no era buena idea, no si con eso ponía en riesgo el bien estar de su hermana. Se lanzo sobre el tercer sujeto con todas sus fuerzas derribándolo y golpeándolo en la mandíbula con el pomo del sable, un horrible ruido de quiebre se escucho, y el sujeto quedo inconciente.

- ¡Flor, vámonos de aquí, pero ya! – Grito mientras se levantaba – No quiero enfrentar a todo el bar – Agrego y se acerco rápidamente al hombre de blancos cabellos para llevarlo – seas quien seas, no voy a llevarte en hombros, así que... – Paso un brazo por la cintura del sujeto y lo obligo a que pase uno de los suyos por arriba de sus hombros, en la postura que anteriormente había adoptado Florangel – Agárrate bien fuerte, y corre como si nos siguiera el demonio.

Comenzó a caminar todo lo rápido que podía, con poca consideración hacia las heridas del hombre por cierto, es que si de algo sabía Sophitia es de heridas de armas blancas, y si no se había muerto aun, era por que podía aguantar un poco mas... O al menos eso esperaba...
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Mensaje por Florangél 25/06/11, 11:38 pm

Producto del cansancio que la embargaba, su veloz carrera resultó ser bastante menos veloz de lo que ella creía y para cuando llegó junto a Sophitia y los piratas, su amiga ya había tomado el control de la situación. Desconcertada por encontrarse sin nada que hacer, bajó la espada que llevaba aún en alto y se apoyó en ella, permaneciendo de pie junto al cuerpo del muchacho que había gritado.

No respondió de inmediato al llamado de Sophitia para marcharse de allí. Necesitaba recuperar el aire antes de seguir la marcha, pero además de eso, se sentía frustrada por haberse lanzado a la pelea y no haber encontrado a nadie con quien pelear. Claro que este sentimiento se desvaneció cuando sintió voces detrás suyo. Un par de piratas acudía al llamado de auxilio.

Instintivamente, ocultó la espada tras su cuerpo y esperó que se acercaran un poco más. Los hombres avanzaron con rapidez al ver a sus camaradas caídos y al peliblanco alejándose abrazado a una mujer, sin recelar peligro alguno. Como araña que aguarda en la tela la caída de su presa – obrando con cautela por cansancio más que por estrategia – Flor esperó su momento. Cuando los sujetos estuvieron a la distancia apropiada, extendió una pierna y le hizo una zancadilla al hombre que tenía más próximo. Aún antes de que el pirata tocara el suelo, alzó nuevamente la espada y le dio un feroz golpe de plano en la cabeza, dejándolo tumbado.

El segundo pirata se había detenido, sorprendido, al ver caer tan inopinadamente a su compañero y su sorpresa se transformó en terror cuando vio aquella espada que surgía de la nada y lo abatía sin que la manejara mano humana. Era un hombre supersticioso y todas las historias de espectros y demonios que había escuchado y contado durante sus años embarcado aparecieron en su memoria de pronto dejándolo sin capacidad de reacción hasta que un golpe en el estómago, dado con el plano de la espada, le arrancó un quejido. Otro golpe, esta vez en la cabeza, lo dejó durmiendo en el suelo.

Nadie más pareció acudir a la llamada de auxilio y Flor, a quien le corrían gotitas de sudor por el rostro debido al esfuerzo, decidió emprender la retirada antes de que despertara alguno de los caídos o aparecieran refuerzos. Cada paso le costaba un esfuerzo y la espada parecía pesar una tonelada, pero avanzó decidida a no soltarla, tratando de disimularla entre sus ropas para lograr un camuflaje perfecto.

Con un vago sentimiento de piedad hacia el herido vio como Sophitia lo llevaba a toda marcha, mientras ella se iba quedando inevitablemente rezagada.
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Mensaje por Kirill 26/06/11, 08:14 am

No tenía idea de quién era ese par, pero "Sophi" sin duda peleaba bien, y aunque no parecía la persona más fuerte del mundo lo compensaba con agilidad y certeza al descargar sus golpes. Con todo aquello el enfrentamiento duró bastante menos de lo esperado y lo deseado por Kirill, a quien el descanso estaba sirviendo para asegurar su magia al mismo tiempo que intentaba ignorar el dolor. Se quedaba, además, con las ganas de ver a Florangél actuar.

- Espera, mi espada - comenzó a decir cuando Sophi se acercó, pero ella iba tan acelerada que Kirill sintió que no le había escuchado en absoluto.

Le pasó el brazo por la cintura con una falta de delicadeza total, y que comparada con las atenciones de Flor era como si buscara la herida intencionadamente para meter la mano. Los esfuerzos que hasta el momento había estado haciendo Kirill se fueron al garete y no pudo evitar gritar en voz alta un "¡Joder!" a todo pulmón.

Aquella mujer decidió con total crueldad no disminuir el ritmo de la carrera, y aunque estuvo tentado de parar, desasirse y continuar por su cuenta, reunió su voluntad y se dejó llevar un poco más. A su espalda escuchó un leve ruido de pelea, pero girar la cabeza habría requerrido tanto esfuerzo en aquel momento que no llegó a hacerlo. Quería hablar para proponer un plan de ruta o preguntar a dónde demonios estaban yendo, pero cada paso era un tormento que acumulaba más dolor y siempre que estaba a punto de abrir la boca tenía que volver a cerrarla para reprimir un grito. En aquel momento le importaban poco las consideraciones relacionadas con revelar su posición; lo hacía instintivamente, quizás con la intención de conservar algo de su hombría.

Con todo aquel esfuerzo, sintió que una hebra de magia se escapaba de su control. Un hilo en tensión que se escurría y quedaba a la merced del viento. Kirill intentó atraparlo, pero el hilo se retiró, agarrado por su otro extremo por la realidad que intentaba recuperarlo ferozmente. El mago sintió una sensación cálida en su costado derecho, un líquido que se escurría y empapaba sus ropas, y no necesitó mirar al suelo para saber que estaba dejando un rastro de sangre.

Una sensación de pánico comenzó a adueñarse de Kirill. Mientras seguía andando impulsado por Sophi intentó reconstruir el hechizo y parar la sangre, pero su concentración era insuficiente y su pánico no hacía más que aumentar.
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