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Punto de partida
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Punto de partida
Sdenth paró en seco, y soltó de golpe los mangos de la carretilla, dejando que ésta cayera al suelo. Había atravesado casi toda ciudad con ella, pasando de unas a otras afueras, y su cansancio estaba más que justificado. Respiró unos segundos, y observó los alrededores con algo más de detenimiento. La calle estaba algo sucia, pero no llegaba a ser molesta para la vista. Estaba pasando un carromato, cuyo aspecto de riqueza estaba en contraste con la zona. Probablemente el conductor se habría perdido. Había un par de chicos bastante jóvenes sentados en el suelo, reposando sus espaldas sobre una casa. Aunque antes charlaban, el cargamento de Sdenth les llamó la atención, y esperaban a que el otro hiciera el más mínimo gesto de intentar levantarse para ir a mirar más de cerca. Se escuchaban, aunque un poco lejanas, las voces de más personas, pero en aquella calle desde luego que no se encontraban. Finalmente, el joven se decidió a llamar a la puerta. No tardaron en abrirle.
-¡Ah, hola, Sdenth! ¿Llevas ahí trabajos de Drillia?
-Así es, señor Kanstren.
-Gracias chico, no sé qué haríamos sin ti. Pareces bastante cansado,¿quieres quedarte un rato antes de volver?
-Pues... Se lo agradecería mucho.
-¡Venga, pasa! No te cortes.
El señor Kranstren era un tipo alto, calvo, barbudo. De aspecto siempre simpático, no le importaba pasar por la peor de las situaciones, pues siempre respondería con una sonrisa. Llevaba una tienda algo humilde en Lytenberg que no se especializaba en nada concreto; cualquier cosa que llegara a sus manos y pudiera vender la vendería. Alfarería, ropa, cuchillos... Tanto sus proveedores como sus clientes eran de situación tampoco muy positiva. Se trataba de gente de pocos recursos, incapaces por unos u otros motivos de alcanzar un nivel superior de vida. Kranstren y este grupo, del cual formaba parte, tenían una especie de alianza que les permitía subsistir frente a la sobrecogedora influencia de la Orden. Sdenth se encontraba entonces tras el mostrador, junto al tendero, quien le había servido algo de agua, descansando ambos en un par de sillas. El de pelo azul miró con curiosidad a las estanterías, algo más llenas que de costumbre.
-Parece que va bien el negocio.
-Ungh, nada más lejos de la realidad, chico. No consigo vender.
-Vaya,¿y eso?
-Llega poca comida, y como mucha tiene que ser exportada de otras islas, acaba saliendo carísima, y no todos pueden permitírselo. Hasta ahora habíamos podido sobrellevarlo, pero... Era un cubo lleno de agua; bastaba una gota más para que se esbozara, y ha debido ocurrir algo importante. Tal vez hayan aparecido más piratas o en alguna isla la cosecha no haya sido demasiado grande, pero el caso es que desde hace un tiempo nos llega menos comida, así que la poca que hay, está más cara. Y ya sabes, nosotros no la producimos, y apenas exportamos nada de nuestros productos a los demás.
-Oh... Ya veo...
-¡Pero no te preocupes! De un modo a otro saldremos adelante, como siempre, ya lo verás.
Concluyó el tendero, con una sonrisa de oreja a oreja. Hubiera bastante difícil no devolverla.
-¡Ah, hola, Sdenth! ¿Llevas ahí trabajos de Drillia?
-Así es, señor Kanstren.
-Gracias chico, no sé qué haríamos sin ti. Pareces bastante cansado,¿quieres quedarte un rato antes de volver?
-Pues... Se lo agradecería mucho.
-¡Venga, pasa! No te cortes.
El señor Kranstren era un tipo alto, calvo, barbudo. De aspecto siempre simpático, no le importaba pasar por la peor de las situaciones, pues siempre respondería con una sonrisa. Llevaba una tienda algo humilde en Lytenberg que no se especializaba en nada concreto; cualquier cosa que llegara a sus manos y pudiera vender la vendería. Alfarería, ropa, cuchillos... Tanto sus proveedores como sus clientes eran de situación tampoco muy positiva. Se trataba de gente de pocos recursos, incapaces por unos u otros motivos de alcanzar un nivel superior de vida. Kranstren y este grupo, del cual formaba parte, tenían una especie de alianza que les permitía subsistir frente a la sobrecogedora influencia de la Orden. Sdenth se encontraba entonces tras el mostrador, junto al tendero, quien le había servido algo de agua, descansando ambos en un par de sillas. El de pelo azul miró con curiosidad a las estanterías, algo más llenas que de costumbre.
-Parece que va bien el negocio.
-Ungh, nada más lejos de la realidad, chico. No consigo vender.
-Vaya,¿y eso?
-Llega poca comida, y como mucha tiene que ser exportada de otras islas, acaba saliendo carísima, y no todos pueden permitírselo. Hasta ahora habíamos podido sobrellevarlo, pero... Era un cubo lleno de agua; bastaba una gota más para que se esbozara, y ha debido ocurrir algo importante. Tal vez hayan aparecido más piratas o en alguna isla la cosecha no haya sido demasiado grande, pero el caso es que desde hace un tiempo nos llega menos comida, así que la poca que hay, está más cara. Y ya sabes, nosotros no la producimos, y apenas exportamos nada de nuestros productos a los demás.
-Oh... Ya veo...
-¡Pero no te preocupes! De un modo a otro saldremos adelante, como siempre, ya lo verás.
Concluyó el tendero, con una sonrisa de oreja a oreja. Hubiera bastante difícil no devolverla.
Sdenth- Cantidad de envíos : 5
Re: Punto de partida
-Bueno, pues yo debería irme ya-dijo Sdenth, pasado ya un buen rato.
-Espera un momento, llévate esto-respondió Kanstren, frenándole, quien se adentró en una de las habitaciones del edificio. Tras unos segundos, salió con una pequeña bolsa en la mano-. Dáselo a Drillia.
-¿Es el pago?
-Así es. Cuídalo bien.
-Iré directo a entregárselo.
-Muchas gracias, Sdenth.
La marcha por las largas calles de Lytenberg se hacía lenta y aburrida, pero al joven no le importa. Conocía de memoria prácticamente toda la ciudad, algo nada raro para llevar toda su vida en ella, aunque ésto provocó que no supiera apreciar la rica arquitectura de sus templos y otros edificios, o al menos no tanto como los extranjeros. El tiempo era bastante agradable; no hacía frío ni calor, y se divisaban pocas nubes. A Sdenth no le gustaba especialmente la lluvia, más bien le molestaba. Se llevaba la luz, no le permitía ver el cielo, le traía frío... No era la clase de persona que disfrutara con el agua.
En cuanto entregó el pago, se dirigió a una torre en la zona sur de la ciudad. Llevaba abandonada muchos años, en el pasado había servido de prisión, de almacén... Pero siempre acababa siendo relegada a otra tarea por diversos motivos. Muy poca gente sabía aún por qué fue construida. Tenía base circular, y su último piso era un mirador fantástico. A pesar de estar cubierto, la pared tenía amplias ventanas, que si bien no permitían ver toda la ciudad por el hecho de que la irregularidad del terreno ocultase parte de ésta, sí que ofrecía vistas fantásticas. Esto era por lo que encantaba a Sdenth aquel lugar. Era ya bastante tarde, y el cielo se tornaba naranja. Era un completo espectáculo de luces y colores contemplar la ciudad con aquella iluminación.
-¡Aquí estabas! ¡Llevo toda la tarde buscándote!-dijo alguien quien apenas había acabado de subir las escaleras. El joven de pelo azul quedó bastante sorprendido; podían contarse con los dedos de las manos las veces que alguien había ido a buscarle allí.
-¡Varin! ¿Qué ocurre?
-Pues verás... ¡Me voy de Rhylia!
-Ya veo... Espera,¿cómo dices?
-Será un viaje genial,¡y el capitán Glamberg nos guiará a montones de riquezas!
-Un momento,¿de qué estás hablando? No puedes... No tienes ni idea de navegar, si hasta se pueden contar las veces que has salido de Lytenberg.
-Pues aprenderé, no puede ser tan difícil.
-No, veamos... Tiene que ocurrir algo importante, tú detestas trabajar, y jamás has hecho ni un esbozo de algo semenjante en tu vida,¿lo has pensado bien?
-¿De qué hablas? Pero si yo siempre...
-¡Ah, ya lo tengo! ¿Es por tu padre, verdad?
-...Sdenth...
-He oído que estaba enfermo, y que tal vez no saliera de ésta.
-...
-Te preocupan tu madre y tu hermana, crees que no podrán salir adelante ellas solas, y te costaría conseguir un trabajo normal que te permita ayudarlas.
-...
-Es cierto,¿verdad?
-Sí.
-Entonces voy contigo.
-¿Cómo?
-Espera un momento, llévate esto-respondió Kanstren, frenándole, quien se adentró en una de las habitaciones del edificio. Tras unos segundos, salió con una pequeña bolsa en la mano-. Dáselo a Drillia.
-¿Es el pago?
-Así es. Cuídalo bien.
-Iré directo a entregárselo.
-Muchas gracias, Sdenth.
La marcha por las largas calles de Lytenberg se hacía lenta y aburrida, pero al joven no le importa. Conocía de memoria prácticamente toda la ciudad, algo nada raro para llevar toda su vida en ella, aunque ésto provocó que no supiera apreciar la rica arquitectura de sus templos y otros edificios, o al menos no tanto como los extranjeros. El tiempo era bastante agradable; no hacía frío ni calor, y se divisaban pocas nubes. A Sdenth no le gustaba especialmente la lluvia, más bien le molestaba. Se llevaba la luz, no le permitía ver el cielo, le traía frío... No era la clase de persona que disfrutara con el agua.
En cuanto entregó el pago, se dirigió a una torre en la zona sur de la ciudad. Llevaba abandonada muchos años, en el pasado había servido de prisión, de almacén... Pero siempre acababa siendo relegada a otra tarea por diversos motivos. Muy poca gente sabía aún por qué fue construida. Tenía base circular, y su último piso era un mirador fantástico. A pesar de estar cubierto, la pared tenía amplias ventanas, que si bien no permitían ver toda la ciudad por el hecho de que la irregularidad del terreno ocultase parte de ésta, sí que ofrecía vistas fantásticas. Esto era por lo que encantaba a Sdenth aquel lugar. Era ya bastante tarde, y el cielo se tornaba naranja. Era un completo espectáculo de luces y colores contemplar la ciudad con aquella iluminación.
-¡Aquí estabas! ¡Llevo toda la tarde buscándote!-dijo alguien quien apenas había acabado de subir las escaleras. El joven de pelo azul quedó bastante sorprendido; podían contarse con los dedos de las manos las veces que alguien había ido a buscarle allí.
-¡Varin! ¿Qué ocurre?
-Pues verás... ¡Me voy de Rhylia!
-Ya veo... Espera,¿cómo dices?
-Será un viaje genial,¡y el capitán Glamberg nos guiará a montones de riquezas!
-Un momento,¿de qué estás hablando? No puedes... No tienes ni idea de navegar, si hasta se pueden contar las veces que has salido de Lytenberg.
-Pues aprenderé, no puede ser tan difícil.
-No, veamos... Tiene que ocurrir algo importante, tú detestas trabajar, y jamás has hecho ni un esbozo de algo semenjante en tu vida,¿lo has pensado bien?
-¿De qué hablas? Pero si yo siempre...
-¡Ah, ya lo tengo! ¿Es por tu padre, verdad?
-...Sdenth...
-He oído que estaba enfermo, y que tal vez no saliera de ésta.
-...
-Te preocupan tu madre y tu hermana, crees que no podrán salir adelante ellas solas, y te costaría conseguir un trabajo normal que te permita ayudarlas.
-...
-Es cierto,¿verdad?
-Sí.
-Entonces voy contigo.
-¿Cómo?
Sdenth- Cantidad de envíos : 5
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