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Mensaje por Alandre d´Arthur 26/07/15, 01:30 pm

El son de los cascos del caballo marcaban un desenfrenado galopar por la selva. La capucha celeste se contraía y ondulaba al ritmo con el que el caballo resoplaba. Exóticos pájaros gritaban al pasar en un idioma que estaba empezando a comprender. Hermoso y antiguo, sus voces se mezclaban con las de la propia selva, creándose un ser vivo de miles de yardas. Un ser capaz de enloquecer al más sabio, de hacer ver a un ciego, de crear y destruir a su antojo todo a su paso. Sí, libre y salvaje, todo lo que ella había soñado ser en la vida. Y que algún día conseguiría alcanzar, estaba segura.

Ese pensamiento hizo que espoleara al caballo con más fuerza. Un grito que salió de lo más hondo de su corazón dejó salir toda su rabia. Odiaba su situación actual, tan cohibida, tan obligada a escuchar, ordenar y decidir sin poder retractarse. Le gustaban los retos como la que a más, y el peligro hacía que su alma recordara lo que una vez fue. Pero no era estúpida y el no contar con una vía de escape si algo salía mal la tensaba por encima de todo el placer que pudiera ocasionarle. Soltó las riendas de un cuero fino y blanco para con rapidez agarrarse a las crines oscuras de aquel pura raza. Sus botas dieron unos golpes al caballo, que ya casi rezumaba espuma por el esfuerzo: su meta estaba cerca.

Su carrera rompía el sosiego y el ir y venir de las miles de especies de aquel  paraíso vegetal. Como semininfa apreciaba cada palmera de casi cientos de metros de altura, helecho espinoso y flor exótica con su inconfundible y peligroso perfume. Sí, se sentía más que identificada con la tierra húmeda y casi rojiza que ahora maltrataba el valioso acero, forjado y labrado por manos artesanas, que había regalado al animal con el que cabalgaba. Un caballo fiel, entregado y que nunca se quejaba. Lo cuidaba mejor incluso que a su difunto esposo en vida. Sin embargo también le exigía en momentos cruciales como aquel. Y por supuesto, el animal le respondía gustoso de ayudarla. A veces Alandre pensaba que todo sería más fácil si los humanos fueran tan nobles como los animales.

Con esos pensamientos llegó a una pequeña cabaña a las afueras de la ciudad de Nehmen, donde paró su incesante carrera. Con un gran resoplido el animal agradeció el haber llegado a su destino. Alandre acarició el lomo del animal y se bajó. Sus botas estaban cubiertas por barro y sus ropas manchadas de sabia y polvo por el viaje. Sus labios eran de un color rosado profundo que comenzaban a estar tirantes así que asió la cantimplora y sació su sed, mojando también sus labios, que volvieron a ser carnosos y de un color algo más pálido. Después abrazó al cuello del caballo y le susurró algo que le hizo calmarse y respirar más lentamente. Sin necesidad de tirar de las riendas el animal la siguió hasta el establo, bien guarecido de mosquitos y demás insectos mortales para el caballo y allí llenó su abrevadero con agua fresca.

De lejos cualquiera diría que era una vieja cabaña en una colina que nadie prestaba atención donde solo apiñaban la leña que se extraía de la selva para más tarde comerciar con ella. Pero eso era solo una ilusión creada con 5 gemas colocadas estratégicamente en torno a la cabaña, cargadas de magia de ilusión y hechas con piedras semipreciosas unidas entre sí por un ungüento especial para ese tipo de magia. Así nadie detectaría la procedencia de la fuente y nunca se acabaría la magia si no se rompía el hechizo. Si bien era cierto que una vez dentro de la cúpula que creaba el hechizo la cabaña no estaba recubierta de lujos, gozaba de un establo con capacidad de 3 o 4 caballos con mosquitera incluida, un gran jardín donde tenía plantadas varias hierbas típicas de la región. Por dentro, un baño con agua corriente gracias a que un río pasaba muy cerca y cuyo cauce aprovechaba, una cama y una pequeña cocina dominaban al completo la estancia. Pero, debajo de una alfombra, una trampilla daba a un sótano bien iluminado gracias a pequeñas ventanas casi imperceptibles que agujereaban la colina. En él, plantas más extrañas que necesitaban ese clima crecían cerca de un bien equipado laboratorio de alquimia.

La pregunta que cualquiera que supiera de este lugar sería ¿por qué? Lejos de ser una respuesta complicada, Alandre era una semininfa que estaba aprendiendo la alquimia. O mejor dicho, mejorando sus técnicas y descubriendo nuevas pociones y venenos en su grimorio. Y eso le exigía contar con muchas de las plantas que solo crecían en esa zona, así que tenía esa casita para cuando iba a sus escapadas al centro de la selva. De mientras la nobleza pensaba que estaba en un retiro en la isla Shamataw. Y no, no temía que la descubrieran ya que sus empleados y guardias la adoraban, y comprendían que a veces tenía que volver a su “lugar de origen” como retiro. Aunque por supuesto, no sabían los motivos reales.

Con sumo cuidado, guardó las semillas y los componentes que había conseguido en distintos compartimentos de su mochila y se dirigió al pueblo. Una de las razones de la urgencia de volver, obviando por supuesto la capacidad de regeneración extremadamente alta de la selva. Se fue sin arreglar, con la capucha azulada húmeda, sus botas embarradas y el polvo en el vestido que guardaba en un baúl de la cabaña, al que nunca le quita el polvo que acumulaba. Así llamaría menos la atención en un lugar como ese, y más teniendo en cuenta de que se estaba volviendo bastante famosa últimamente.

Al entrar a la primera calle sintió la fresca brisa marina. No pudo evitar aspirar profundamente y dejar escapar un casi imperceptible –Ah…- como suspiro. Le encantaba esa sensación, y más aún si no estaba con los guardias como si fueran su sombra. Era lo más cerca de la libertad que podía sentir en esa situación. Sin embargo rápidamente se puso a trabajar. Tenía que reunir la información de lo que ocurría por allí y comprar unos cuantos materiales que resultarían sospechosos comprar en “persona”. Hábilmente comenzó a andar con confianza por aquellas calles que tanto conocía. Primero, el pago por información: se acercó a un chico que mendigaba para vivir a los transeúntes. Se agachó y con una sonrisa le dijo- Que sea el billete a algo mejor- y le dio un papel bordado con las fibras de una hoja especial e impregnado de un perfume diseñado. Entonces, le abrazó. En ese mismo instante el chico guardó una carta en el bolsillo del vestido, que Alandre leería más adelante.  Ese billete le serviría como cambio de bastante dinero en la taberna, lugar al que ahora se dirigía la de cabellos rosados. Allí pidió un vaso de vino dulce, y se lo bebió mientras observaba a todos los alborotadores de aquel habitáculo de madera remojada en cerveza. Y digo remojada porque hasta el taburete donde estaba sentada desprendía un olor fuerte a alcohol y cebada. Pagó el vino y le dio una propina desorbitada al tabernero, junto con unas monedas a parte como verdadera propina. La de mayor peso era el pago por la información al grupo de jóvenes ladronesy espías liderados por un antiguo pirata que no podía volver a la mar. Le faltaba un brazo y una pierna, aunque por suerte la mano con la que escribía no la había perdido. Y quién sabe, quizás se tratara de una de las muchas fuerzas de la reina Valeska.

Aún así, el estar en la taberna también le indicaba si había mucho movimiento por la isla o si por el contrario la mayoría estaba saqueando. Satisfecha se fue al mercado donde se dispuso a comprar las pipetas del menor calibre posible, insecticidas y mata-ratas entre otros. Pero algo la interrumpió, un alboroto parecía estar ocurriendo no muy lejos de allí. Terminó de comprar con rapidez y se acercó con curiosidad. Las disputas amistosas allí eran corrientes, pero ya que estaba allí echaría un vistazo rápido. Y algo le decía que quizás no fuera tan amistosa.

OFF:
Lo que lleva puesto (hay que imaginarselo con la capucha celeste y algo sucio):
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Mensaje por Miyuki 27/07/15, 11:49 am

Las peleas en Nehmen eran como aire para respirar, tan normales como que las estaciones se suceden unas a otras y que la lluvia cae de arriba para abajo, así de normales eran. Y es que el poner a un montón de personas con libre albedrío y mucho alcohol no puede terminar de otra manera, no era que los piratas fueran más o menos agresivos que el resto de las personas, sino la simple naturaleza humana.

Así lo entendía Miyuki, cada día que pasaba entre esa especie sus curiosas costumbres y reacciones la seguían sorprendiendo, a veces la asqueaban, pero en líneas generales eran una novedad de lo más interesante. Ese día no fue distinto, estaba en Nehmen solo de pasada, y había decidido que una imagen algo mas adulta sería lo adecuado para una isla tan conflictiva, por lo que había ajustado sus ilusiones para aparentar unos diecisiete años, en teoría, para no llamar tanto la atención. Lo único que había logrado era atraer aun más las miradas…

Había imaginado en ese día para vestir su cuerpo unos ajustados pantalones marrón oscuro, con unas delicadas botas negras de cuero, una camisa blanca de mangas muy amplias y un chaleco haciendo juego que hacia evidente su encantadora figura. A su modo de entender esa era una ropa algo más agreste pero a la vez tenia detalles encantadores que la hacían el querer pasarse la tarde frente al espejo.

Miyuki caminaba por las calles embarradas de Nehmen como si se tratara de un paseo por el campo, delicada y adorable con cada paso que daba, pero su elegancia pasaba desapercibida para aquellas personas que tenían cosas más importantes que hacer con su tiempo como trabajar y ganarse así la comida diaria, por lo que cuando un grupo de fornidos hombres necesito pasar por donde estaba en ese momento la kitsune no se lo pensaron dos veces y le dieron un empujón que la tiro a un lado, haciendo que se golpee contra la pared de una vivienda con toda su vestimenta, encanto y glamour.

La joven se los quedó mirando, por fuera su rostro seguía igual de sonriente y adorable que siempre dado que era solo una ilusión, pero por debajo de eso, sus rasgados ojos de zorro se fijaba en los corpulentos sujetos que se habían atrevido a hacerla a un lado como si de basura se tratara. No es como si se los fuera a dejar pasar tan fácilmente, con un sutil movimiento de su cabeza proyecto un imaginario comentario en voz alta de parte de uno de los hombres a otro, según había escuchado los humanos eran sensibles a cosas como que les insulten a sus esposas y madres.

La discusión no tardo en ir subiendo de tono hasta concluir directamente en una pelea manifiesta en medio de la calle, a lo que la gente alrededor en lugar de separarlos se puso a tirarles botellas y a vitorear mientras apostaban por quien sería el ganador. Miyuki solo estaba a un lado observando cómo se desarrollaban los acontecimientos, en su forma de zorro asomaba una sonrisa divertida, era en cierto modo una niña caprichosa que miraba satisfecha como su voluntad se había cumplido.

Por sus poderes, nadie de entre el público debería poder ver en la kitsune más que una muchacha que contemplaba el espectáculo, tal vez algo más limpia y delicada que el promedio de las personas, pero no mucho más. Sin embargo, lo que ella no sabía era que había entre la gente una muchacha de rosado cabello que podía ver a través de sus ilusiones, esta chica la podría percibir tal como era en realidad, una pequeño zorro de tres colas que se reía divertida del caos que había generado.
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