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Mensaje por Agatha Harkness 07/08/15, 07:11 pm

Aquel tabaco tenía un sabor que añoraba hace muchos años. Hace mucho perdí la cuenta de las cosas que deseaba probar, más años de los que me gustaba admitir. Pero lo cierto es que la espera hacian valer la pena cada vez que estos cansados pulmones absorbían aquel humo

A los chicos no les importaba el olor de las hojas quemadas. Muchos adultos tenían esa costumbre, podías verlos en sus propios hogares, en las tabernas, algunas veces en los campos mientras el alma descansaba después de un arduo día de trabajo. Padres irresponsables para muchos, pero a los jovenes no les importaba. Solo querían escuchar la historia

Siempre preguntaban por el comienzo. Ansiosos por saber cómo comenzó todo. Crucé de piernas, mientras dejaba que las hojas de tabajo hacían lo suyo dentro de aquella simple pipa de madera. Era cierto, todas las historias tienen un comienzo

Sin embargo, esta inicia desde el final...

Aquel día era uno tranquilo, el suave viento se llevaba las hojas de los árboles y jugaba con ellas como si fuera un niño haciendo travesuras. Era quizás algo más temprano de lo que acostumbraba la gente a levantarse. Lo recuerdo bien, porque lo que interrumpía esos juegos de la naturaleza eran los pasos apresurados de esa mujer

Algunos campesinos comenzaban su jornada apenas el sol cubría con su manto a la isla y alejaba aquellas criaturas demoniacas a sus lugares de apocento. Bueno, según decían los aldeanos. Lo cierto es que nunca ví una de esas criaturas, nunca pude dar fé de que realmente existieran. Y la verdad... todavía no me pica el bicho de la curiosidad tan fuerte como para comprobarlo

Los campesinos, sin embargo, contaban historias alrededor de ellos. Buenos trabajadores, siempre de pie antes que todo el mundo, ya que saben que la tarea será ardua. Pero ese día, alguien más estaba en sus sentidos bien abiertos antes que ellos

Su visión era nublosa. Los objetos se confundían delante de ella. Arbustos se hacían pasar por árboles, las piedras eran invisibles para ella, lo que hacía que sus pies dolieran como si hubiera sido golpeada con una maza por alguien que quería sacarle una confesión. Eso no la detenía. Ni tampoco el no haber dormido toda la noche, después de que todo saliera mal en esa condenada cueva, donde fue llevada para el ritual que terminó fallando. No la culpo, tampoco dormiría si pensara que volverían a buscarla para terminar lo que empezaron. Desgracia para ella. Hubiera dormido algo si se hubiera dado cuenta que todos excepto la pobre bastarda murieron

Con la magia no se juega. Eso se aprende de dos formas, y esos pobres diablos decidieron aprenderla de la forma en que no te olvidas por el resto de la eternidad

Tuvo suerte de encontrar una vieja cueva, lo suficientemente angosta para que pudiera entrar y esconderse. Todavía vestía los arapos que la hicieron vestir para la ceremonia. Parecía una vagabunda borracha que había perdido todo por un amor de mar. No se había dado cuenta siquiera en qué isla estaba, quizás habría estado pendente de mejor forma ante los Ipoqs

Dentro de su cabeza, existió esa advertencia. Creyó estar loca cuando escuchó la advertencia de esos seres cuando las palabras resonaron en su cabeza. Se golpeó con la palma de su mano, pensando en que tenía algo dentro que la hacía escuchar alucionaciones

Lo cierto, es que nada de lo que escuchaba era una alucinación

Desorientada, confundida, con miedo... esos tres elementos eran una horrible combinación cuando estabas lejos de casa. Te hace preguntarte qué más podía salir mal, ¿no?

¿Dije que la historia comenzaba al final? Pues es cierto, aunque quizás no me expresé bien. Comienza al final... de la historia humana de Agatha
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Mensaje por Thäis Einark 07/09/15, 09:02 pm

El horrible y extenuante sol inundaba el cielo cuando uno de los quizás numerosos barcos extranjeros atracaba en el puerto. Rápidamente los marineros se apresuraban a terminar sus faenas para salir a tierra firme, tres meses en el inmenso océano agotan a cualquiera, y más a ella. Cargamentos llenos de provisiones eran arrastrados hasta el almacén, los mozos limpiaban y sacaban barriles llenos de especias y cajas de cuidadas telas.  Demasiado ruido. En silencio una figura de cabellos níveos observaba con gesto serio y escrutador desde la ventana de su camarote esperando una señal para salir. Y la señal entró irrumpiendo en la tranquilidad en forma de un apuesto hombre de ropas elegantes que la tomo por la cintura y depositó un fuerte beso en su cuello provocando una sonrisa en sus labios.

-Tranquila, cariño, ya hemos llegado tal y como te prometí. Esto es lo que llaman Denkenia, situada en el centro de un conjunto de islas llamado Jasperia. Entramos entre Ur Shalasti y Moselec. Tenemos suerte de que no nos hemos encontrado a ningún pirata, no te dije nada para no preocuparte, pero abundan por esa zona  –le susurraba a baja voz acariciando su mejilla. Le llevaba días repitiendo la formación y la historia de la zona mucho antes de que llegaran y ella asentía complaciente una y otra vez. Lo que él no sabía es que llevaba siglos buscando información, estudiando cada archipiélago por las noches y se las conocía mejor que él por muy hijo de reputado comerciante que fuese- Me encanta esta isla llena de verde, tan radiante, tan pura, tan sencilla…bufff…lo que daría por perderme un tiempo por aquí libre de responsabilidades. ¿Qué te parece si más tarde paseamos por  los prados? Pronto zarparemos hacia Moramaile, Tinacria y Adysium, en cuanto cierre los acuerdos, pero tenemos tiempo –Ella deseaba con ansia pisar tierra firme de nuevo, odiaba los vaivenes de alta mar. Asintió mientras, con disimulo, apretaba con una mano su vientre. Por fin las nauseas empezaban a calmarse.
-Muchísimas gracias por hacer esto por mí, amor. Quizás pronto encuentre la cura y pueda volver a ser la que era para que tu madre no ponga tantos impedimentos en nuestra unión. Estoy cansada de que todos me miren como un monstruo…-se giró y agachó la mirada fingiendo el mayor de los remordimientos por ello y, de nuevo, el hombre calló en la trampa estrechándola contra él.
-No eres un monstruo…y si es así eres el más bello que he visto nunca. Thäis…te juro que encontraré a el mago que te hizo esto o si no, al menos, un antídoto que te haga volver a ser humana –el hombre tomó se colocó una capa y, desde el marco de la puerta, le advirtió subiendo el dedo índice- Me tengo que ir, el tiempo apremia. No salgas bajo ningún concepto, no sé qué peligros hay por aquí y sola eres un blanco fácil y exótico. No me perdonaría si te pasase algo.
-Tranquilo…estaré bien…

Media hora después, tras asegurarse de que su prometido estaba en plena reunión en el centro de la isla, la drow cruzaba las praderas cubierta por la hierba. Escondía su rostro bajo su fiel capucha y desaparecía a buen paso hondeando su capa. Detrás un par de escoltas la seguían, intentando en vano llegar a su paso, cargados con un arca antigua. Los hombres trabajaban duramente bajo ese terrible sol y las reses pastaban sin preocupaciones en un día de lo más normal. Tras cambiar varias veces de rumbo, llegaron a la entrada de una cueva escondida. Allí los despidió dándoles un saco de monedas para asegurar su silencio. Podría haberlos matado simplemente por ir tan lentos, eso le había rondado la mente durante todo el camino, pero entonces, ¿quién se encargaría de devolver el equipaje a su sitio y hacer como si no pasase nada? Con tres horas bastarían para poner todo lo necesario para su plan a punto y disfrutar de ser ella misma por un tiempo. Al perderlos de vista se ató la falda del vestido para que no la incomodase, agarró el baúl y ella misma lo introdujo en la cueva, a salvo de miradas indiscretas. Sus ojos relucían mientras sacaba pieza por pieza su armadura, limpiándola con suavidad y mimo y guardándola de nuevo. Después sacó las flechas del carcaj y tensó la cuerda del arco, se encaramó a una roca, se ocultó, apuntó y disparó. “Oh, qué mala suerte, la cabeza de ese humano se cruzó en la trayectoria…qué mala soy” susurró para sí misma mientras su cruel sonrisa le iluminaba el rostro.

De pronto un ruido de pisadas apresuradas la sacó de sus pensamientos obligándola a penetrar en la caverna y esconderse rápido. “¡No puede ser! ¡Imposible!” ¿Tanto tiempo llevaba sin practicar que ya la habían descubierto? Pero no, una joven desaliñada hizo su aparición entre resoplos y quejidos por el agotamiento y se ocultó al igual que ella. Bien, por lo menos el día mejoraba por minutos, la drow tendría ocasión de divertirse. Sus ropajes indicaban que tenía una historia que contar y de ello dependía si le perdonaba la vida o no.

-…deberías tener más cuidado…te has salvado de los ipoqs…pero te aseguro que puede haber cosas peores que ellos… -esperó hasta que se percató de su existencia y se mostró con semblante serio apuntando directamente a su frente- ¿Quién eres y qué haces aquí? ¡Dilo rápido! No tengo todo el día.
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Mensaje por Agatha Harkness 15/10/15, 04:38 pm

Esta era una de esas instancias en donde las historias terminaban. El destino es un ente caprichoso, mis jovenes. Puede despertarte con una ninfa traída de los más reconditos sueños de viajeros y navegantes, y cuando te distraes, resulta que sus dientes se incrustan en tu garganta, devorando toda tu energía y dejandote tan seco como si nunca hubiera existido sangre en tu cuerpo

Todo lo que había pasado aquel día se podía catalogar como parte de una serie de caprichos, uno detrás de otro. ¿Y como no serlo? Muchos de quienes trabajan lo hacen sin alternativa. Probablemente muchos de ustedes jovenes, en vez de estar escuchando los balbuceos de un hombre viejo, y yo podría estar haciendo algo mejor en mi biblioteca. Pero por muy caprichoso que sea el destino, y por mucho que parezca que nos quiere ver enterrados bajo 5 metros de tierra, siempre hay opciones que te da. Ustedes, por ejemplo, escuchando mi historia. Otros, leyendola. Yo, aquí, contandola. Y esos perezosos de allá, creyendo que nadie los ve holgazaneando cuando debieran estar trabajando

Eso aplica a todo en la vida. El tipo que cayó frente a la flecha de la Drow, si lo piensan, pudo no tener ese destino si se hubiera mantenido donde su curiosidad no le hubiera puesto una flecha entre sus ojos. Ahora, la Drow tenía el mismo tipo de decisión en su poder, y en sus manos se encontraba la llave que determinaba si la pequeña Agatha viviría un día más o no

La Drow... ¿que puedo decir de ella? Hay algo en lo exótico que llama la atención de los hombres incluso tan estoicos como los milenarios árboles de las islas del sur. Un sabor que embriaga, del que pocos hombres pueden resistir. Ella lo sabía bien. Todas las mujeres saben cuán apetecidas pueden llegar a ser. Se preparan para ello, tejen una telaraña para engatusar y atrapar a las presas que ellas más desean. Y tal como hay depredadores gustosos de cazar, muchas presas son gustosas de ser cazadas. Eso, hasta que se dan cuenta de que nunca valió la pena

En contraste, la pequeña de cabellos púrpura había perdido el equilibrio por el impacto de ver como su cazadora la apuntaba, con la amenaza latente de quitarle la vida. Cayó de espaldas, pero aún así no soltó lo que ella sentía como su única protección: una vieja vara de un árbol muerto. Ya las hojas habían abandonado la corteza hace muchos otoños atrás. Tal y como los brazos de su portadora, no tenía la suficiente fuerza para hacer daño alguno. Pero sus manos seguían sosteniendo aquella rama, aún cuando se encontraban temblorosas, quizás e frío, quizás de miedo, quizás ambas

- Yo... yo...

Pero más allá de lo que podía notarse con un vistazo, probablemente la Drow lo vió en sus ojos: lágrimas secas que delataban un sufrimiento no muy lejano, eso sumado a sangre que podía verse en sus ropas. Seca como sus lágrimas, parecían haber sido de hace horas. Incluso podía encontrarse entre sus muslos

A simple vista, solo parecía una joven perdida. Sin saber todo lo que había ocurrido la noche anterior, la primera sospecha que podía tenerse era ver a alguien que había sido forzada y abandonada a su suerte, esperando que nadie pudiera reconocerla

Es cierto que el destino era caprichoso, pero también es cierto que disfruta de ver a las personas jugar las cartas que les da
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Mensaje por Thäis Einark 21/11/15, 11:37 pm

Su gesto frío e incorruptible no reflejaba la maraña de pensamientos que rondaba su mente. Llevaba meses esperando pisar la estabilidad que suponía la tierra, añorando el aroma de la hierba, el silencio que la marea y el trote incesante de los marineros rompía y deseaba expulsa el aroma a salitre de su pituitaria. Sin embargo ahí estaba esa despreciable niña, rompiendo su propio remanso de paz. El iris azul intenso de Thäis recorrió cada contorno, cada arañazo, cada detalle pensando si hacerla sufrir o si matarla en el acto. Los hombres estaban trabajando concentrados en su faena, pero un grito desgarrador los alertaría y no podría más que correr abandonando su armadura. No, tampoco estaba en condiciones de ser descubierta. Tenía que llegar a Adysium de la mano de su "prometido" y si alguien la reconociese como asesina en el barco le podría costar un problema. No, no podía dejarla gritar. Tensó la cuerda y apuntó en el centro de su pecho.

Pero…de pronto…una imagen cruzó su mente.

Una mano temblorosa que agarraba un espejo y un rayo de luz que iluminaba una débil figura. La chica, de unos catorce años, se miraba e intentaba limpiar su rostro con un harapo sacado de sus propias ropas, manchándolo de saliva y lágrimas. Raquítica, enclenque, llena de moratones, con el labio sangrando y el rostro consumido. Se hizo presente un olor, el de excremento mezclado con paja húmeda y vino avinagrado; un sonido, las risas graves de un par de hombres tras la puerta; un lugar, los subterráneos de un vendedor de esclavos…Era Thäis… Esa piel cerúlea y el cabello canoso no daban lugar a dudas. Recordó entonces las palizas, los quejidos, las vejaciones y las torturas. Ella no había tenido apenas ayuda de nadie y esa pelimorada estaba igual, a la intemperie, probablemente huyendo de sus captores.

La flecha se clavó justo bajo su axila, hincando la tela en tierra.
-Maldita sea…-Se reprochaba cómo había permitido que el tiempo en el mar y esa voz de la conciencia que tenía tan sometida la debilitara así. Colocó rápidamente otra flecha y continuó apuntándola con el arco-¿Quién eres tú y qué haces aquí? –Su voz no había cambiado, se mantenía firme y directa. Era una de las pocas veces que desviaba su puntería a propósito, si la drow de hace cincuenta años la viera… Pero seguro que tenía una historia que contarle y la drow actual estaba demasiado interesada-…y por tu bien, más vale que hables rápido.

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