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Rose Riadh

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Mensaje por Rose Riadh 01/09/09, 12:23 pm

Nombre: Rose Riadh

Raza: Semielfa

Edad: Unos 25

Apariencia:

Siendo como es una mestiza semielfa, el aspecto de Rose Riadh es de una curiosa y exótica mezcolanza. Es fácil encontrar en ella rasgos de cualquiera de las dos mitades de su sangre, lo cual hace que su aspecto pueda resultar un tanto contradictorio. Es alta, de complexión fuerte, pero suavizada por las delicadas facciones propias de la raza elfa, que se traducen en una belleza suave, de rasgos finos. Su piel es más oscura que la de la mayoría de los elfos, y también es más corpulenta, asemejándose más a una humana en la forma de su cuerpo; sin embargo es más ágil, más fina, más alta que la mayor parte de las mujeres humanas, y también posee orejas apuntadas y un tanto alargadas. En general, es posible que pudiera hacerse pasar por una elfa sin demasiadas dificultades, aunque seguramente no delante de un elfo de pura sangre.

Lo que la hace destacar entre los humanos son, por un lado, el color rojo vivo de sus cabellos, como el de la sangre recién derramada; lo lleva muy largo, cayendo en lisa cascada sobre sus hombros hasta casi la cintura. Por otro lado están sus ojos, grandes, almendrados, expresivos, de un color índigo oscuro y profundo, como el de una amatista: Como si en ellos, alguien hubiese querido imprimir el color del último aliento del cielo de un atardecer de verano, justo antes de que el último rayo de Sol lo vuelva naranja. Son ojos hermosos, que aunque fuertes, despiden un destello de inocencia, de ternura.

Sus movimientos, sin embargo, la delatan: Elegantes y económicos, poseen la gracia felina de alguien que se ha movido entre espadas en un campo de batalla. Se cuida mucho de no mostrarlas, pero algunas cicatrices pueden reforzar éste teoría. Rose es una guerrera, sí, pero en sus ojos no brilla la frialdad de los elfos, ni la sed de sangre de los humanos; no brilla la muerte, ni el gusto por el dolor.

Suele vestir con sencillez, ropas cómodas como túnicas, faldas o pantalones que le permitan movilidad, y toda la armadura que suele llevar es un peto ligero que no le estorbe demasiado. No le tiene un gran apego a los adornos, y normalmente no lleva ninguno, excepto un colgante con forma de rosa, que aunque no sabe de dónde sacó, sabe que es importante para ella.

Descripción psicológica:

Rose Riadh es una persona... extraña.

Hasta hace algunos meses, solía ser una muchacha discreta, callada, paciente. Era crítica consigo misma, muy compasiva, muy responsable a pesar de su juventud. Y no es que haya dejado de serlo... es que no tiene muy claro haberlo sido alguna vez. Por alguna razón que ignora, Rose no tiene ni idea de quién es o de dónde viene desde hace ya algún tiempo. Es cierto que su naturaleza es amable y sigue inclinándola a ser una persona tranquila y amistosa, aunque tal vez algo solitaria, pero una buena persona en resumidas cuentas. No saber nada de sí misma, no tener idea de quien ha sido, ni saber cuales eran los rasgos de su personalidad, es algo que la está matando lentamente. Mantiene la esperanza, y la esperanza la mantiene viva a ella, pero en el fondo de su alma algo empezaba a hacerle pensar que jamás recobraría sus recuerdos.

A veces, actúa de forma un tanto extraña. Se ha vuelto algo retraída, insegura, y suele estar triste, aunque lo disimula. Sigue siendo una persona amable, pero es más difícil llegar hasta ella. Evita hablar de sí misma, y se ha vuelto muy, muy tímida. La gente que le rodea le da algo de miedo, aunque no sabe por qué. Ver a otras personas alegres le provoca una honda sensación de envidia, aunque procura que sus sentimientos nunca soterren la alegría de otros. Se frustra cuando cree que debería poder, debería saber hacer algo pero no es capaz, y se da un poco de miedo a sí misma. A nivel inconsciente aún sabe manejar una espada, y debido a ello cree que ha podido ser algún tipo de asesina en el pasado.

Armas y habilidades:

Sus únicos talentos son el saber escuchar y su don para manejar la espada en lo que más que a un estilo de esgrima, se parece a una danza. Aparte de éso, y aunque no es un talento que Rose tenga muy presente, ni que sepa explotar, se le da bien cantar. Su voz es muy rica, musical, y posee muchos registros. Si poseía otras capacidades, las ha olvidado, o no se manifiestan de forma consciente.

Seguramente, su único objeto preciado es Rose: El arma, que ha acabado por compartir el nombre de su dueña, es un trabajo sublime de herrería, una hoja de unos 105 centímetros de largo, forjada en un metal negro tan duro como la plata elfa, cuyo filo aparece siempre tintado de rojo sangre. El brocal está finamente tallado, con mucho cariño, con la forma de una rosa, la flor haciendo de guardamano, los tallos enrollados en un abrazo eterno con la empuñadura. Las espinas, inevitables, recorren el dorso de los primneros diez centímetros de la hoja, peligrosas como cuchillas, y su pomo lo remata un rubí de pequeño tamaño. El arma emite una cierta aura mágica, pero dado que Rose no sabe usarla, es como si no poseyera magia alguna, salvo la capacidad de ser rápida, ligera, y de emitir un sonido como el latido lejano de la cuerda de un arpa cuando se mueve.

Historia:


Está lloviendo.

Está oscuro, y oigo cómo las gotas se estrellan lentamente contra el suelo. El eco del incesante repiqueteo de la lluvia hace que me martille la cabeza, y empiezo a ver borroso. Me cuesta enfocar la vista, y la boca me sabe a sangre. Hace rato que la nariz no me deja respirar, y me cuesta mucho mantenerme en pie. Veo una sombra, borrosa, que deja a su alrededor una suave estela dorada, pero no consigo enfocarla.

Por un momento la única pregunta que me hago es... ¿Me estoy muriendo?

Al menos es lo que me parece cada vez que intento levantarme. El dolor es punzante, penetrante. Me sobrecarga los sentidos, me afecta hasta en lo más profundo de mi ser. Quiero pensar que sólo es una costilla rota, pero me sangra la boca, y creo que es algo peor. Puede que no lo soporte mucho más tiempo. Puede que no me importe. No se si estoy llorando por el esfuerzo, o por el dolor... o tal vez por la pena.

No puedo ponerme en pie.

La lluvia me lame lentamente las lágrimas de la cara, me saca la sangre de la boca. Me gotea por la barbilla, por el borde de la nariz. Veo borroso, y mis ojos se fijan en el reflejo que un charco sanguinolento me devuelve, burlándose de mí. Mostrándome a una criatura que no reconozco, unos ojos que no puedo dejar de admirar, pero que no se si son los míos. Pero lo se; se que el reflejo, se que el agua no me engaña. Me muestra tal como soy, tal como estoy ahora mismo, sombría y patética, postrada de rodillas en el suelo, con una mano en las frías losas de la calle y la otra sobre el dolorido pecho. Tal vez fuera una visión que haría tambalearse mi orgullo... si pudiese recordar algo de lo que sentirme orgullosa.

Sus pasos retumban como truenos en la lluvia, ecos de relámpagos que no puedo ver. La imagen es borrosa, difusa. Y aunque pudiera abrir los ojos y fijar las pupilas en ella, no me diría nada, no entendería nada. No acabaría mi mundo de dolor, ni el de apatía, ni el de ausencia. Si pudiera reconocer sus ojos azules que juraría que he visto más veces antes, si pudiera identificar la forma en que su nariz se arruga cuando me mira.

Se acerca con lentitud, me rodea de nuevo. Es un gato que mide sus zarpas, que juega antes de matarme... o no. En su voz puedo percibir el dolor, el odio y el miedo, pero no entiendo lo que me dice. No se cuál es el juego. No se por qué me odia. No se por qué me duele. No entiendo por qué el tono en el que me lo dice se me clava como un puñal, haciendo que se me erice el vello de la nuca.

No entiendo.

- Levántate - me ordena.

Pero no puedo hacerlo. Me duele tanto el pecho. Me cuesta respirar. Me tiemblan las rodillas, no tengo fuerzas suficientes para levantar mi cuerpo. Apenas las tengo para mantenerme de rodillas y no desplomarme. Estoy sangrando. Me estoy muriendo. No parece comprenderlo. O tal vez sólo se está riendo de mi. Cierro los ojos, apreto los puños. Lo intento; de verdad que lo intento. Escucho un gemido cuando lo hago, un gruñido de dolor que reconozco como mío, pero que desearía no haber proferido. La cabeza me da vueltas en cuanto aparto la mano del suelo, y me mareo. No veo, ni puedo saber dónde está el suelo, ni cual es el punto horizontal. Me tambaleo un segundo, y siento de nuevo cómo se estrella su bota contra mi cadera, arrancándome un segundo gemido. El dolor me obnubila y me hace volver a caer de rodillas. Me llevo las manos al vientre, apretando los dientes, pero no consigo detener el dolor. Me caigo hacia adelante sin pretenderlo, y mi rostro se hunde en el charco en el que hace un momento contemplaba el reflejo de una desconocida.

Aúllo de dolor, sabiéndome al borde de la muerte, pero no encuentro respuesta. No encuentro compasión ni piedad. Entiendo que mis lágrimas son de dolor, a muchos niveles, de lo mucho que me duele lo que está pasando, a nivel físico, a nivel psíquico. Entiendo que me duele en los recuerdos, que una parte de mí se retuerce de dolor por lo que está pasando, pero no puedo entenderlo. Mi yo soterrado está llorando de angustia, de pena. Yo estoy llorando de dolor, de puro dolor físico. Me va a matar. Lo se, y ella también lo sabe. Pero me hace sufrir primero.

- Mocosa patética y mal nacida - escupe, con rabia. - ¿Por qué no te enfrentas a mí?

El agua amortigua mis lágrimas. La respuesta se dibuja en mi mente, pero no se, no quiero, no soy capaz de pronunciarla. Es mi subconsciente el que lo hace, el que responde por mí. Le maldigo en silencio. En alguna parte de él todo ésto tiene sentido. Ojalá pudiera preguntarle qué está pasando.

- Porque... - las palabras salen de mi boca en un hilo, yo misma casi no puedo escucharlas. - Porque no... puedo...

Siento un escalofrío de miedo cuando su mano se cierra en torno a mi cabeza. Me busca el pelo, agarra un mechón. Cuando tira, es doloroso, muy doloroso, y aprieto los dientes para no gritar. Es fuerte, es más fuerte que yo. No tiene problemas para levantarme, pero yo sí los tengo para sostenerme. Es ella la que me sujeta, me sujeta por el pelo. Y duele. Duele mucho. Duele que me agarre como un desecho, duele que me mire como lo hace, con los azules ojos fulgurantes de odio, de inquina, esos ojos que me dicen algo que no puedo entender. Duele que me escupa, y lo hace. El barro de mi rostro disimula las lágrimas. Me escupe en la cara, y la saliva me quema la mejilla.

- No puedes - gruñe. - Pero sí pudiste traicionarme. A Feiran, a mí, a todos.

No lo se.

Es lo que me ha dicho, ya varias veces, pero no se lo que significa. No se quién es Feiran, no se quien son "todos". No se quien es ella. Pero mi traición le duele, le duele mucho. Lo veo en sus ojos, soterrado en el fondo de sus iris azules. No es el odio que veo brillar en ellos lo que me asusta, sino el amor. Me quiere. De alguna forma, me quiere. Me aprecia. Encuentro a una amiga en sus ojos, encuentro confianza. Confiaba en mí. Yo confio en ella. Dice que la he traicionado, y lo cree sinceramente. Y en sus ojos veo que me quiere, que me aprecia, y que la he apuñalado. Y me duele. Me duele mucho mas que su mano sobre mi cabello, porque realmente me lo creo. No la conozco, y ojala pudiera no haberlo hecho nunca, pero la creo.

Hay algo en mi subconsciente que se dispara. De mis labios salen tres silabas, y no las entiendo hasta que vuelvo a pensar en ellas, pero de pronto significan mucho. Significan...

- ¿Ka... thri... na...?

... significan mucho.

Tengo los ojos en blanco, por un momento pierdo la conciencia. No dura más de un segundo. Kathrina tira de mis cabellos, me hace mirarle a los ojos. Está muy enfadada, lo se. Lo veo. Lo percibo. Está llorando, y se que es de rabia. Lo se, la conozco. La conozco demasiado. Conozco sus ojos, pero no la conozco a ella, no la recuerdo. No se quien es. Siento una angustia indescriptible dentro del pecho; un montón de imágenes se me arremolinan, pero no soy capaz de captar ninguna. Veo alegría, y veo felicidad, pero es algo pasajero. He pasado grandes momentos con ella, pero se esfuman en mis recuerdos. No lo entiendo. No lo entiendo. No soy capaz de retenerlo. Bajo la mirada, cerrando los ojos. No puedo enfrentarme a ella.
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Mensaje por Rose Riadh 01/09/09, 12:24 pm

Intenta decir algo, pero no lo consigue. No puede; boquea, y sus labios buscan palabras, pero no las encuentran. Yo se lo que quiere decirme, pero tampoco lo encuentro. Veo doble, y borroso, y no puedo fijar la vista en sus ojos. Por eso cierro los mios, por eso agacho la mirada. Me sé culpable. Lo que hace, en cierto modo, es justo. Cuando me deja caer, y encuentro la puntera metálica de su bota esperándome al final del recorrido, hincándoseme en el abdomen justo cuando caigo de rodillas, cortándome la respiración y casi haciéndome vomitar, una parte de mí me grita que me lo merezco. De nuevo caigo hacia adelante, incapaz de sostenerme, y hundo el rostro sin quererlo en el barrillo que la lluvia va formando en el suelo.

De pie frente al cuerpo inmóvil de una mendiga pelirroja mugrosa y sucia, manchada de barro y sangre, se alza una dama de verdad, una mujer cuya nobleza se respira cuando estás cerca de ella. Kathrina de Vance, me dicen los sentidos. Condesa de Vance, me dice el corazón, el subconsciente. Una amiga, traicionada por una piojosa. Está en su derecho. Lo se. Necesito todas mis fuerzas para poner las manos en el suelo. Me arde la derecha, creo que tengo rota la muñeca. Apenas puedo apoyarla, y el dolor es atenazador, pero lo soporto. Me alzo, no para ponerme de pie, sino para quedar de rodillas frente a ella. Alzo los ojos, la miro. Se que el dolor me hace bizquear, pero no me importa. Noto como la sangre me resbala por la comisura de los labios. Estoy herida. Mal herida. Me muero. Lo asumo.

Casi me alivia saberlo.

Alzo la cabeza, no se por qué. La miro. Creo que ella lo entiende, porque parece relajarse por un momento. Soy una estampa patética, postrada frente a ella, respirando desacompasadamente. Pero le ofrezco el poco orgullo que me queda.

- Ka... Kathrina - repito. - Te... te juro que no te miento.

Ella lo sabe, lo lee en mis ojos, pero no es una súplica. No le estoy pidiendo que me deje en paz. Solo quiero tranquilizar mi mente antes de morir. Ahora ya es inevitable, lo se. Siento la hoja de su espada sobre el cuello, se lo que significa. Aquí acaba el martirio, aqui acaba el dolor. Aquí acaba la vida. Postrada, patética, desarmada, solo me quedan mis sentimientos. Es lo unico que puedo ofrecerle.

- No recuerdo - gimoteo, sin ser capaz de articular del todo bien las palabras. - No recuerdo nada, Kathrina. Lo juro. Apenas me acuerdo de ti. Algo en mi interior me dice que te conozco, pero no estoy segura. Se como te llamas, igual que como me llamo yo. Tu rostro me evoca ese nombre. Pero no me dice nada.

- Me engañas - dice ella, dolida. Lo noto en su voz. - Me traicionas y me mientes. Judas. Perra.

Busca peores palabras. No las encuentra. No las necesita. Entiendo lo que quiere decirme. No existe nada en el lenguaje para lo que quiere llamarme. Me odia con todo su ser, con todas sus fuerzas. No le guardo rencor por ello. Si lo que dice es cierto, yo tampoco puedo perdonarme. No creo que nadie pueda.

- Kathrina - repito. Mi voz es un susurro. Me arde el pecho. Me duele hablar. - Te ruego... si te he traicionado. Si soy quien ha causado... el dolor que respiras...

Trago saliva.

No se. No entiendo lo que estoy diciendo. Algo en mi me dice que es lo correcto. Pero no lo entiendo. Me dan ganas de llorar.

- Mátame - le indico. - No quiero... tu perdón. No... lo merezco. No se lo que te he... hecho. Pero...

... no puedo vivir con ello.

Siento como su espada presiona ligeramente en mi cuello, y cierro los ojos. Me muerdo la lengua. Ha llegado mi hora, joder. Pero algo en mi interior está gritando, y no lo entiendo. Es todo tan confuso. Algo en mi interior me dice que esté tranquila. Que no he hecho nada. Que he sido una amiga fiel. Me tranquiliza saberlo, pero no se si es mentira. Kathrina me juzga. Veo sus ojos clavados en los mios cuando entreabro los párpados. Me observa. Quiero saber qué es lo que he hecho. Su rostro no muestra la menor compasión. Ha debido ser algo terrible. Veo su dolor. Veo su miedo. Ha perdido algo. ¿Qué he hecho? ¿Qué, en el nombre de los dioses, he hecho?

Levanta su espada, y me castañetean involuntariamente los dientes. Me enfrento a la muerte con cobardía, y no puede ser menos para mí si en vida he sido realmente una traidora. Abandono el orgullo que le he entregado a Kathrina. Hundo la cabeza, cierro los ojos, se me saltan las lágrimas. No quiero morir. Lo merezco, pero no quiero morir. Es mi amiga. No he podido hacerle nada malo. Quiero que sea verdad, quiero que todo sea un juego, una pesadilla. Quiero descubrir que no he hecho nada. Que soy inocente.

Ni siquiera se si lo soy o no. No es justo.

No es justo...

Aguardo en silencio que el golpe ponga fin a mi vida.

Pero no llega.

Abro los ojos lentamente, la lluvia pega los cabellos a mi rostro. Oigo mi propia respiración, desquiciada, saboreo mi propia sangre. La sombra que es Kathrina retrocede un paso, luego dos, veo bajar el destello de su espada. No me concede el don de la muerte. No lo entiendo. Murmuro una disculpa, pero ni siquiera yo misma me oigo. Por un momento pienso que ella sí me ha oido. Vuelve a levantar su espada, vacila. Ya no veo su rostro. Todo es un borrón, los colores me son extraños. Veo rojo, al principio pienso que es mi pelo. Espero que sea mi pelo. Siento una punzada de dolor que va aumentando poco a poco, y entiendo que se me acaban las fuerzas.

Me pregunto si...

Caigo.

Caigo con un quejido, hacia atrás, a merced de una lluvia copiosa e inclemente. Caigo, y sangro, y mis ojos quedan en blanco antes de que los cierre. No se lo que sucede a continuación. Mi mente viaja, se hunde en la inconsciencia, y comienza a gestar una pesadilla que recordaré a medias cuando despierte. Si es que despierto.

Una parte de mí no lo desea.




Transcurre el tiempo, despacio, tomándose con calma cada segundo. Las nubes se vuelven jirones, el cielo se vuelve azul, después cae la noche. El agua se vuelve reflejo de luna llena, después un recuerdo que se evapora lentamente con los primeros rayos de sol. Amanece gris, pero al cielo no le importa. Los rayos se cuelan a través de cada resquicio de las nubes. El sonido de las olas rompiendo contra la costa se vuelve más constante.

Abro con lentitud los ojos, sintiendo cómo un profundo cansancio compite conmigo por mantenerlos cerrados.

Cuando insisto, el despertar me abraza con una punzada de dolor, y obedezco sin quererlo. No reconozco el lugar que mis ojos han captado a medias. No veo el cielo. No consigo enfocar la vista. Cuando trato de volver a abrir los ojos, descubro que estoy mucho peor de lo que creía. Mis sentidos, lentamente, se van recobrando, y un agudo dolor comienza a morderme la piel. No hay una fibra de mi ser que no se resienta, ni un milímetro de mí que no duela. Comienzo a oir las olas, el rumor del mar, pero no recuerdo haber estado cerca del mar. No se donde estoy. Mi mente no quiere pensar en la batalla, pero mi cuerpo la obliga a recordar. La cabeza me martillea. Todo me da vueltas. Creo por un momento que jamás seré capaz de volver a ponerme en pie.

Entonces cierro los ojos un momento, como para pensar con un poco más de claridad, pero me es negada. No se muy bien qué sucede. Cuando vuelvo a abrirlos, veo rayos de sol anaranjados colándose por el resquicio de una ventana que no estaba ahí antes. Atardece. No se cuanto tiempo estoy aqui, cuanto tiempo llevo inconsciente. No me siento como si hubiera descansado en absoluto.

Estoy en lo que parece una casa, tendida en una cama. Agito la mano a tientas, pero no encuentro más que las sábanas. Están húmedas. Me doy cuenta de que estoy sudando, pero algo en mi mente me dice que no es exactamente sudor lo que estoy tocando. Huelo a sangre. Toda yo huelo a sangre, a fango. Creo que estoy algo más limpia que ayer, pero sigo sintiéndome igual de sucia. Estoy desnuda, cubierta por la sábana superior del lecho. Al pie de la cama encuentro una figura que está sentada, y me mira mientras me agito, debatiéndome con la inconsciencia. No se si la reconozco. La luz es escasa, y aún no he conseguido enfocar la vista.

El atardecer brilla en sus ojos. Se que me mira.

No oigo lo que me dice. Los míos se vuelven hacia arriba sin que pueda evitarlo, y quedo inconsciente de nuevo antes de que pueda murmurar o interpretar una sola palabra. Cae la noche, lenta, silenciosa. Pasa el tiempo, despacio, con calma. No se cuántas veces sucede. Pierdo la cuenta. Ni siquiera tengo medios con los que llevarla. Abro los ojos y veo el brillo naranja del atardecer, los cierro y huelo el mar, veo oscuridad, veo la sombra de alguien junto a mi, dejo de verla. Está, deja de estar. Le pongo el rostro de Kathrina, el rostro de Feiran, un hombre al que mi mente me dice que debo conocer, pero no se de que. Mi mente teje pesadillas. Veo rostros. Apenas duermo.

No se que es de mi. No se cuanto tiempo estoy tirada en aquella cama. No se quien es esa sombra. No se nada. Abro los ojos, veo la oscuridad de la noche. Los cierro y pierdo por enesima vez el conocimiento. Por una vez me sumo en un sueño profundo, y veo un lugar lejos, un lugar que mi mente sabe que debo conocer. Hay una montaña, y una pradera, y me subo a la primera para contemplar toda la extensión de la segunda. El viento mece la hierba esmeralda, y alla donde pueda mirar solo hay roca y tierra, un mar de hierba y un cielo azul. Veo a un hombre junto a mi, de largos cabellos negros y barba espesa y prominente. No se quien es, pero mi mente me hace sonreir sin quererlo. ¿Un marido? No. ¿Un padre...? no lo se. Creo que si.

Me vuelvo. Él me dice cosas, y yo las entiendo, pero no hay sonidos y no hay palabras. A lo lejos veo un castillo. El sol lo baña y desde donde yo estoy es magnífico, una fortaleza de piedra gris y altos muros en mitad de aquellas tierras altas. No parece habitado, pero se que lo está. Su imagen es borrosa en mi mente. El hombre, ¿Mi padre?, lo señala con el dedo.

Cierro los ojos cuando el sol me deslumbra. De pronto, al abrirlos, estoy en la puerta del lugar. Veo hombres con armaduras grises que me miran con recelo, y me doy la vuelta, buscando la imagen del hombre. Debe ser mi padre. Me ofrece un objeto. Una espada. Era de mi madre. Lo se cuando la tengo entre las manos, sin necesidad de recordar las palabras del hombre. No, no es mi padre. Cierro los ojos un momento. Dylan. Se llama Dylan. No es mi padre. Pero le recuerdo como si lo fuera. Está con otro hombre. Ni siquiera tengo que esforzarme para recordar su nombre. Aldar. Se llama Aldar. Tampoco es mi padre. Pero a los dos les quiero como si lo fueran. Lo tengo claro.

Apreto el arma contra mi pecho, y abro los ojos. Ahora Dylan no está, y en su lugar están los muros del castillo. Hay fuego. Hay sangre. Hay gente que corre. Hay gente que muere. Los soldados pasan a mi alrededor, pero no me tocan. Debería aterrorizarme, pero observo la escena como si no me afectara en lo más mínimo, simplemente estrechando el arma contra mí. Veo a un hombre, de largos cabellos rubios, que me mira y sonríe en mitad de las tinieblas. Le sigue un hombre de cabellos castaños, es Aldar. Está mayor, más anciano. Yo también he crecido. Era una niña cuando entré en aquel lugar, cuando recibí aquella espada. Ahora la desnudo para mirarla de cerca. Es magnífica. No entiendo las runas de su hoja, pero me tranquiliza mirarlas.

Cierro los ojos. No se cuanto tiempo transcurre. Cuando los abro, no queda nada del sueño.

Me incorporo lentamente sobre la cama. La cabeza me martillea y la habitación me da vueltas. El pelo, aún sucio, me cae enmarañado por la cara, empapado de sudor. El dolor de cabeza es tremendo, pero de alguna forma, ha mitigado. Entiendo, de pronto, que he tenido fiebre. He tenido mucha fiebre, y he delirado. Me pregunto si las personas, si las formas que he visto en mi sueño, eran imaginaciones mías o personas que han existido. Creo que Dylan es real. Mi corazón me lo dice. Aldar... no lo se. Mi corazón me dice algo extraño. Que no existe. Me da tristeza pensarlo. Puede que haya muerto. Tal vez nunca ha existido. Tal vez ninguno de ellos ha existido y deba dejar de hacer caso a mi corazón.

Me sobresalto. La sombra. Había olvidado la sombra. El atardecer se filtra a través de la ventana de la cabaña, ahora veo que es una cabaña. Pero estoy sola. Es un lugar espartano. Un fuego arde lentamente en el hogar. Tiene mucha leña y pienso enseguida que quien lo ha hecho ha querido mantenerlo vivo varios días. Hay comida sobre la mesa. Intento sentarme en la cama. Estoy empercudida, pero eso es lo de menos. Compruebo que hay sangre en las sábanas, y también en la almohada. En uno de los rincones de la casa hay un pedazo de espejo, y no puedo evitar pensar en mirarme. Primero tengo que intentar ponerme de pie. Es mas difícil de lo que parece, y acabo en el suelo. Pero vuelvo a ponerme de pie.

Me sujeto a la cama. Me sujeto a la mesa. El espejo me devuelve esa imagen con la que empiezo a familiarizarme, esa imagen de la chica a la que no conozco de nada. Busco mis ojos instintivamente. ¿Alguna vez has mirado al espejo sin reconocer a quien encuentras al otro lado? Tienes que mirarte a los ojos. Son los ojos de otra persona. Los míos son del color del atardecer. Me fascinan mis propios ojos. Ojalá recordase algo más sobre mí. Tengo varios cortes a lo largo del cuerpo, y unos cuantos moratones, sobre todo bajo el pecho, donde he recibido varias patadas. Tengo vendado el brazo derecho, y la pierna izquierda. Son vendas limpias, pero la piel está algo sucia de sangre. Entiendo que alguien me ha lavado las heridas. Pero no veo a nadie mas en la cabaña.

Encuentro mi ropa doblada en una silla, junto a la mesa. Esta limpia, y también encuentro una muda de ropa. Apoyada contra la pared está mi espada, y junto a ella lo que queda del viejo escudo de madera que empleé para defenderme de Kathrina. Enrollado en la empuñadura de mi espada hay un pergamino. Me siento, despacio. No se si quiero leerlo. Pero lo desenrollo, y con los ojos hinchados y enrojecidos intento enfocar la vista en la elegante y apretada caligrafía.

No pasan cinco minutos antes de que arrugue la carta contra el pecho y se me vuelvan a escapar las lágrimas.
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Mensaje por Hyou 01/09/09, 12:43 pm

Wow... Impresionante historia e impresionante forma de escribir. Me encantan de verdad, tanto el contenido como la forma de expresarlo, muy bueno. Eso si, espero que algún día nos reveles el contenido de la carta Very Happy jejeje.

Espero encontrarme contigo ^^
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Mensaje por Anaïs 01/09/09, 09:40 pm

Me gusta, ya lo había comentado antes pero esta chica tiene potencial y tendré que tener paciencia para verla recorriendo Jaspia y deleitarme con sus mensajes.
Concuerdo con Hyou ojalá nos enteremos que dice el pergamino ^^U
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Mensaje por Delin 02/09/09, 12:55 pm

Me alegra saber que vamos a poder seguir disfrutando de la presencia de Rose por estos lares, estaré encantada de seguir leyendo sus aventuras, y si, siempr eme dió curiosidad saber que narices ponia XD
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Mensaje por Rose Riadh 02/09/09, 02:43 pm

Bueno, muchas gracias por los comentarios tongue. La verdad es que me daba algo de miedo que tanta letra estuviera un poco fuera de lugar, o que el mismo personaje lo estuviera. Me temo que le tengo bastante cariño a la pobre Rose. Es un alivio saber que os sigue gustando. Se intentará hacer lo mejor que se pueda.

Ah, y...

Delin escribió:y si, siempr eme dió curiosidad saber que narices ponia XD

... Euh? xD
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Mensaje por Delin 02/09/09, 03:36 pm

Lo mismo que a los demas, la carta XDD
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Mensaje por Kirill 03/09/09, 02:55 pm

Roooose. Pobrecilla. En menuda situación la pones u_u. Aunque recupere parte de sus recuerdos sigue dudando de ellos, y viéndola en esa situación frente a Kathrina...
También ha estado bien volver a verla a ella, pero Rose me hace mucha más ilusión (y creo que nunca te había visto escribiendo en primera persona). Me encanta que pueda venirse por aquí, ¿supongo que su llegada guarda relación con el contenido de la carta?
Kirill
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