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Vera Yelena
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Anaïs
Yshara
Vera
7 participantes
Página 1 de 1.
Vera Yelena
Nombre: Vera; ahora su apellido no importa.
Edad: 27 (ver descripción física)
Raza: Humana
Descripción física:
A diferencia de sus hermanos no heredó el cabello níveo y lacio de su madre, pero sí su piel suave y de una palidez levemente más acentuada de lo acostumbrado en su reino, algo exagerado según estándares extranjeros, pero considerado como su principal rasgo de belleza en su reino natal. Tanto el color de sus ojos, ambarinos, como el de su pelo algo ondulado, de un gris más oscuro, le vienen de línea paterna, dándole un aire a la abuela que nunca conoció pero cuyo retrato ha visto mil veces.
Vera es una mujer de poco más de 1m68 (acertadamente baja en comparación al resto de su familia), de rasgos delicados que en ocasiones le dan un aspecto aburrido o cerrado. Su sonrisa, aún así, es cálida, y en muchos casos su gesto es simplemente preocupado o indeciso a pesar de su costumbre de adoptar una seriedad impenetrable cuando teme que la gente se le aproxime demasiado. Sus ropas están adornadas de acuerdo al aspecto visual tradicional de las vestimentas de los miembros de su casa que aún siendo de la línea principal ostentan un rango medio: los hijos no herederos, las mujeres... aunque ahora mismo su casa sea tan pequeña que esto carezca de importancia. Según estas mismas reglas sería adecuado que llevase un vestido, pero lo ha substituido por un traje reservado para actividades al aire libre, más cómodo para la marcha y el movimiento.
Aparenta una juventud mayor de la que le corresponde, la cual ha obtenido por medios mágicos y alimenticios; nada fuera de lo habitual entre las mujeres nobles de Tarazed. Se ha dedicado mucho a ello hasta obtener resultados envidiados por todos, y que junto a su actitud pasiva han hecho de ella el orgullo de su madre… aunque nunca llegó a casarse.
Ver imagen.
Descripción psicológica:
Hasta hace relativamente poco, habría bastado con decir "pasiva". A lo largo de su vida siempre creyó que aprendería observando en silencio y que no debía intervenir, pero se equivocaba. Hay muchas cosas que se arrepiente de no haber hecho, y su experiencia es muy reducida.
A pesar de tener dos hermanos, Vera ha crecido entre mujeres, recibiendo la educación que le correspondía como hija de una casa noble. Ha leído (es su pasatiempo predilecto), versándose en el estudio de varios idiomas que habla con fluidez, aprecia la literatura, la filosofía, la historia, se preocupa por su apariencia externa y procuró siempre vestirse de acuerdo a la moda para evitar que malas lenguas la acusasen de mal gusto. Siempre ha tenido cerca a alguna mujer y se ha acostumbrado a tratar con ellas, aunque con esa cierta distancia respetuosa que la educación le exige con sus iguales en público, y la fría indiferencia que ha de tenerse con los sirvientes. A pesar de ello se ha acostumbrado a ser confidente y observadora testigo; por regla general es cariñosa con otras mujeres, mucho más confiada, substituye su seriedad por una sonrisa comprensiva y se presta para dar apoyo a cualquiera que lo necesite. Normalmente las mujeres la tratan también bien, y a ella le gusta darles consejos de toda índole, reír con ellas, o escuchar sus historias. Le gusta hacer bromas.
Su problema radica en los hombres. Confrontada a ellos es aún más callada y algo evasiva porque desconfía sin quererlo o se queda algo cohibida. Admira a su hermano menor; al resto los considera engañosos, jugadores y manipuladores, o simplemente la intimidan. Cuando decide que tal desconfianza no tiene sentido responde con brusquedad en un intento poco acertado de ser más atrevida y, en el fondo, de caer bien. Recientemente está aprendiendo a responder con más calma, algo que casi raya el aparente desinterés por la persona con la que habla, y esto no quita que se siente muy incómoda. Para ella es mucho más fácil simplemente cerrarse, responder con monosílabos y esperar que la dejen en paz, y esta es la táctica que ha aprendido a usar en su viaje, de forma que se ha evitado problemas pero tampoco ha conocido a nadie.
Suele adoptar una actitud algo sumisa frente al resto y en muchos casos, aunque tenga buena intención y ahora quiera ayudar, actuar de alguna forma, se queda en medio sin saber muy bien qué hacer, con lo que es más un enervante estorbo que otra cosa. Nunca se ha visto confrontada a regañinas o emociones fuertes, y por esto mismo en muchas ocasiones siente ganas de llorar por pequeñas cosas. Su poca experiencia le lleva además a dejarse engañar fácilmente, a no dudar de lo que le dicen de forma automática… A veces ni se da cuenta de cuando la engañan. Otras tiene que controlarse para no ponerse a llorar.
Le importa el qué dirán, pero es más reservada que tímida. Puede además resultar muy indecisa, y según las ocasiones tanto sentir miedo como aparentar ser sorprendentemente valerosa. En lo que es moral, en principio no cree ni en la bondad ni en la maldad del ser humano; sólo en el egoísmo de otros. Pero en el fondo tiene tendencia a adjudicarles la bondad a las mujeres y la maldad a los hombres por pura experiencia: generalmente, al verla desamparada, mujeres la han tratado bien y la han ayudado, y hombres han querido aprovecharse de ella. De forma consciente ella negaría esto.
Se fía mucho de las primeras impresiones que recibe de la gente a la hora de tratar con ellos, pero al mismo tiempo no le gustan los prejuicios. A pesar de esto como siempre ha tratado con humanos, no sabe cómo reaccionar frente a los que no lo son (los fantasmas son la excepción; Tarazed está lleno de ellos, y sean del sexo que sean Vera los aprecia). No cree en el amor, sólo en el deber y la responsabilidad.
Quizás debido a su expresión no es una persona que llame la atención, y en un grupo es fácil pasarla por alto y dedicarse a otros miembros más locuaces. El que sea así olvidada es para ella tanto una ventaja como motivo de una cierta tristeza.
Habilidades:
Ha estudiado magia de luz y de fuego, perfeccionándose en este arte. No parece tener un talento natural para estos elementos como el que presentaba su hermano, pero tras casi tres años de viaje y prácticas ha alcanzado un nivel más que suficiente.
Puede por lo tanto crear y controlar el fuego, siempre en cantidades limitadas. Se trata de una magia puramente ofensiva en su naturaleza, pero ella la utiliza como defensa propia… practicando siempre poderes ofensivos que no pretende utilizar más que para demostrarle a su hermano cuando le encuentre que ha podido progresar.
La magia de luz que utiliza (es decir, la propia de su reino natal) es tambien mayoritariamente ofensiva, aunque su elemento de base debería poder permitirle aplicaciones curativas. Puede usarla tanto en su forma más cruda para crear rápidos y cegadores destellos o una luz mortecina para iluminar el camino, como para causar heridas similares a las que produciría un arma cortante.
Se le da bien localizar y analizar magia externa, y de esta forma podría ser capaz de copiar el proceso mágico que desemboca en un hechizo de otra persona… pero ella no acaba de ser consciente de esto, y de todas formas no domina suficientemente bien su propia magia como para que se trate de algo automático. Por el resto sólo usa la magia para mantenerse más joven, pero lo hace como quien se aplica una crema cada mañana cuando aún está adormilado frente al espejo, en un proceso automático sobre el que no reflexiona.
Físicamente no es fuerte ni destaca por sus reflejos, aunque resiste moderadamente bien el ejercicio físico. Sabe montar a caballo, y practicó el tiro al arco como deporte, pero no sabría herir a nadie con uno.
Historia:
- Fui testigo de todo lo que ocurrió – siseó la Voz de la caverna –. Puedo decirte lo que pasó.
Vera estaba asustada. Aquella atenazadora sensación de pánico que le impedía pensar no remitía, y por un momento sintió que las arcadas volvían a sacudir su garganta. Instintivamente apretó en su mano derecha el emblema de la Mano Dorada, como si aquello fuera a protegerla.
Nunca debió penetrar tanto en la caverna. Debería haber salido corriendo desde el principio, en cuanto sintió aquel escalofrío recorriéndole la espalda, en cuanto el olor la golpeó. Más tarde, cuando había escuchado la voz, cuando había intentado escapar, sólo había conseguido tropezar y caer de bruces contra el suelo teñido de rojo y cubierto de restos que su vista no se atrevía a enfocar.
- Quieres saber lo que pasó, y por eso has venido – repitió la Voz.
Pero ella no escuchaba. Sus ojos muy abiertos se movían frenéticamente, intentando captar el origen de aquella voz sin prestar atención a sus palabras.
Se escuchó una risa, una risa juvenil y cristalina, y Vera casi sintió una mano rozándole la mejilla. Se volvió, asustada, pero allí no había nadie.
- Te lo puedo contar… desde el principio.
Y las imágenes invadieron su mente.
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Edad: 27 (ver descripción física)
Raza: Humana
Descripción física:
A diferencia de sus hermanos no heredó el cabello níveo y lacio de su madre, pero sí su piel suave y de una palidez levemente más acentuada de lo acostumbrado en su reino, algo exagerado según estándares extranjeros, pero considerado como su principal rasgo de belleza en su reino natal. Tanto el color de sus ojos, ambarinos, como el de su pelo algo ondulado, de un gris más oscuro, le vienen de línea paterna, dándole un aire a la abuela que nunca conoció pero cuyo retrato ha visto mil veces.
Vera es una mujer de poco más de 1m68 (acertadamente baja en comparación al resto de su familia), de rasgos delicados que en ocasiones le dan un aspecto aburrido o cerrado. Su sonrisa, aún así, es cálida, y en muchos casos su gesto es simplemente preocupado o indeciso a pesar de su costumbre de adoptar una seriedad impenetrable cuando teme que la gente se le aproxime demasiado. Sus ropas están adornadas de acuerdo al aspecto visual tradicional de las vestimentas de los miembros de su casa que aún siendo de la línea principal ostentan un rango medio: los hijos no herederos, las mujeres... aunque ahora mismo su casa sea tan pequeña que esto carezca de importancia. Según estas mismas reglas sería adecuado que llevase un vestido, pero lo ha substituido por un traje reservado para actividades al aire libre, más cómodo para la marcha y el movimiento.
Aparenta una juventud mayor de la que le corresponde, la cual ha obtenido por medios mágicos y alimenticios; nada fuera de lo habitual entre las mujeres nobles de Tarazed. Se ha dedicado mucho a ello hasta obtener resultados envidiados por todos, y que junto a su actitud pasiva han hecho de ella el orgullo de su madre… aunque nunca llegó a casarse.
Ver imagen.
Descripción psicológica:
Hasta hace relativamente poco, habría bastado con decir "pasiva". A lo largo de su vida siempre creyó que aprendería observando en silencio y que no debía intervenir, pero se equivocaba. Hay muchas cosas que se arrepiente de no haber hecho, y su experiencia es muy reducida.
A pesar de tener dos hermanos, Vera ha crecido entre mujeres, recibiendo la educación que le correspondía como hija de una casa noble. Ha leído (es su pasatiempo predilecto), versándose en el estudio de varios idiomas que habla con fluidez, aprecia la literatura, la filosofía, la historia, se preocupa por su apariencia externa y procuró siempre vestirse de acuerdo a la moda para evitar que malas lenguas la acusasen de mal gusto. Siempre ha tenido cerca a alguna mujer y se ha acostumbrado a tratar con ellas, aunque con esa cierta distancia respetuosa que la educación le exige con sus iguales en público, y la fría indiferencia que ha de tenerse con los sirvientes. A pesar de ello se ha acostumbrado a ser confidente y observadora testigo; por regla general es cariñosa con otras mujeres, mucho más confiada, substituye su seriedad por una sonrisa comprensiva y se presta para dar apoyo a cualquiera que lo necesite. Normalmente las mujeres la tratan también bien, y a ella le gusta darles consejos de toda índole, reír con ellas, o escuchar sus historias. Le gusta hacer bromas.
Su problema radica en los hombres. Confrontada a ellos es aún más callada y algo evasiva porque desconfía sin quererlo o se queda algo cohibida. Admira a su hermano menor; al resto los considera engañosos, jugadores y manipuladores, o simplemente la intimidan. Cuando decide que tal desconfianza no tiene sentido responde con brusquedad en un intento poco acertado de ser más atrevida y, en el fondo, de caer bien. Recientemente está aprendiendo a responder con más calma, algo que casi raya el aparente desinterés por la persona con la que habla, y esto no quita que se siente muy incómoda. Para ella es mucho más fácil simplemente cerrarse, responder con monosílabos y esperar que la dejen en paz, y esta es la táctica que ha aprendido a usar en su viaje, de forma que se ha evitado problemas pero tampoco ha conocido a nadie.
Suele adoptar una actitud algo sumisa frente al resto y en muchos casos, aunque tenga buena intención y ahora quiera ayudar, actuar de alguna forma, se queda en medio sin saber muy bien qué hacer, con lo que es más un enervante estorbo que otra cosa. Nunca se ha visto confrontada a regañinas o emociones fuertes, y por esto mismo en muchas ocasiones siente ganas de llorar por pequeñas cosas. Su poca experiencia le lleva además a dejarse engañar fácilmente, a no dudar de lo que le dicen de forma automática… A veces ni se da cuenta de cuando la engañan. Otras tiene que controlarse para no ponerse a llorar.
Le importa el qué dirán, pero es más reservada que tímida. Puede además resultar muy indecisa, y según las ocasiones tanto sentir miedo como aparentar ser sorprendentemente valerosa. En lo que es moral, en principio no cree ni en la bondad ni en la maldad del ser humano; sólo en el egoísmo de otros. Pero en el fondo tiene tendencia a adjudicarles la bondad a las mujeres y la maldad a los hombres por pura experiencia: generalmente, al verla desamparada, mujeres la han tratado bien y la han ayudado, y hombres han querido aprovecharse de ella. De forma consciente ella negaría esto.
Se fía mucho de las primeras impresiones que recibe de la gente a la hora de tratar con ellos, pero al mismo tiempo no le gustan los prejuicios. A pesar de esto como siempre ha tratado con humanos, no sabe cómo reaccionar frente a los que no lo son (los fantasmas son la excepción; Tarazed está lleno de ellos, y sean del sexo que sean Vera los aprecia). No cree en el amor, sólo en el deber y la responsabilidad.
Quizás debido a su expresión no es una persona que llame la atención, y en un grupo es fácil pasarla por alto y dedicarse a otros miembros más locuaces. El que sea así olvidada es para ella tanto una ventaja como motivo de una cierta tristeza.
Habilidades:
Ha estudiado magia de luz y de fuego, perfeccionándose en este arte. No parece tener un talento natural para estos elementos como el que presentaba su hermano, pero tras casi tres años de viaje y prácticas ha alcanzado un nivel más que suficiente.
Puede por lo tanto crear y controlar el fuego, siempre en cantidades limitadas. Se trata de una magia puramente ofensiva en su naturaleza, pero ella la utiliza como defensa propia… practicando siempre poderes ofensivos que no pretende utilizar más que para demostrarle a su hermano cuando le encuentre que ha podido progresar.
La magia de luz que utiliza (es decir, la propia de su reino natal) es tambien mayoritariamente ofensiva, aunque su elemento de base debería poder permitirle aplicaciones curativas. Puede usarla tanto en su forma más cruda para crear rápidos y cegadores destellos o una luz mortecina para iluminar el camino, como para causar heridas similares a las que produciría un arma cortante.
Se le da bien localizar y analizar magia externa, y de esta forma podría ser capaz de copiar el proceso mágico que desemboca en un hechizo de otra persona… pero ella no acaba de ser consciente de esto, y de todas formas no domina suficientemente bien su propia magia como para que se trate de algo automático. Por el resto sólo usa la magia para mantenerse más joven, pero lo hace como quien se aplica una crema cada mañana cuando aún está adormilado frente al espejo, en un proceso automático sobre el que no reflexiona.
Físicamente no es fuerte ni destaca por sus reflejos, aunque resiste moderadamente bien el ejercicio físico. Sabe montar a caballo, y practicó el tiro al arco como deporte, pero no sabría herir a nadie con uno.
Historia:
- Fui testigo de todo lo que ocurrió – siseó la Voz de la caverna –. Puedo decirte lo que pasó.
Vera estaba asustada. Aquella atenazadora sensación de pánico que le impedía pensar no remitía, y por un momento sintió que las arcadas volvían a sacudir su garganta. Instintivamente apretó en su mano derecha el emblema de la Mano Dorada, como si aquello fuera a protegerla.
Nunca debió penetrar tanto en la caverna. Debería haber salido corriendo desde el principio, en cuanto sintió aquel escalofrío recorriéndole la espalda, en cuanto el olor la golpeó. Más tarde, cuando había escuchado la voz, cuando había intentado escapar, sólo había conseguido tropezar y caer de bruces contra el suelo teñido de rojo y cubierto de restos que su vista no se atrevía a enfocar.
- Quieres saber lo que pasó, y por eso has venido – repitió la Voz.
Pero ella no escuchaba. Sus ojos muy abiertos se movían frenéticamente, intentando captar el origen de aquella voz sin prestar atención a sus palabras.
Se escuchó una risa, una risa juvenil y cristalina, y Vera casi sintió una mano rozándole la mejilla. Se volvió, asustada, pero allí no había nadie.
- Te lo puedo contar… desde el principio.
Y las imágenes invadieron su mente.
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Última edición por Vera el 06/09/09, 01:38 pm, editado 1 vez
Vera- Cantidad de envíos : 44
Re: Vera Yelena
La historia de la última generación de los Skatha era simple, y estaba regida por la rivalidad. Vera Yelena había nacido como segunda hija de la rama principal; tenía dos hermanos, y todos ellos eran portadores del apellido.
Los Skatha, un nombre antaño admirado, pero por entonces olvidado en el Imperio de Tarazed. Se trataba solo de una familia menor que a pesar de conservar aún algunas riquezas había perdido el pasado esplendor, así como la proximidad que tuvo una vez con el Emperador. Y como en el resto de las familias nobles, aunque todos los hijos de la rama principal tenían derecho a conservar el apellido, sólo uno de ellos podía heredar la totalidad de las riquezas y las tierras, en las que se incluía la casa familiar, recibiendo el resto, si la generosidad de su hermano heredero así lo quería, una renta limitada.
Vera lo sabía; se vio a sí misma sabiéndolo, y vio a sus dos hermanos. Vio cómo el mayor miraba al menor en cuanto comenzó a ser consciente de las cuestiones financieras, en cuanto supo que sólo él heredaría. Le vio desconfiando y temiendo algún truco, maquinaciones que sólo su mente habría trazado. Vio cómo a la segunda, a ella, Vera, ya le buscaban un marido, algún rico mercader interesado por el título nobiliario. Ella, por lo tanto, también tenía el futuro resuelto. Ah, ¿pero el tercer hermano? Aquél no tendría nada; probablemente se perdería como tantos otros o se vería obligado a ir al campo, donde caería en una vida pobre si quería conservar su honor, y de trabajo si quería conservar su vida; el mayor no se opondría a eso. Desafortunadamente, Kirill Skatha llevaría una existencia que ninguno se atrevía a adivinar.
Vera lo vio. Les vio crecer enfrentados, y ella en medio sin hacer nada por ellos; le correspondía otra educación. El hermano mayor, Aleksey, y el menor, Kirill, resultaron ser incompatibles, y mientras que el primero crecía en desprecio, desconfianza y burla, el segundo sólo aprendía la irascibilidad y la rabia, fácilmente provocado, haciendo vanos intentos por conseguir una posición en la misma familia en la que había nacido, para su desgracia, demasiado tarde. Vera fue testigo – siempre testigo – de cómo el primero mejoraba con la espada, imponiéndose, y de cómo el segundo reaccionaba despreciando las clases que le hacían tomar, considerando pronto la espada indigna a pesar de que de haberle puesto más atención habría podido ser muy diestro con ella. Vio a Kirill deambulando por la biblioteca, iniciándose en la magia por su propia cuenta. Sólo.
- Todo esto ya lo sé… Ya lo sé…
Aquello había sido su voz. Su voz del presente. La risa resonó, amplificada por el eco.
Una chica de unos catorce años siguió a su hermano en la biblioteca y le pidió que le enseñara aquella magia que practicaba. Él aceptó considerándola una aliada, y comenzó a enseñarle las bases que tan fácilmente había dominado. Pero Aleksey, poco dispuesto a dejar a su hermano en paz, le ridiculizó una y otra vez, Vera no se atrevió a salir en su defensa, y Kirill pronto dejo de tener paciencia como para enseñar a nadie. Desarrolló una vida al margen de los Skatha, y a partir de entonces Vera casi nunca intercambió una palabra con él.
Vio a un Kirill más maduro, endurecido, despreciativo y al que le importaba poco su hermano y su familia. Al que le importaba poco ella. Le vio irse un día, y no volver.
Kirill dejó de existir. Ahora sólo estaba Mano Dorada.
- ¿A quién habéis venido a felicitar? – una risa hiriente, burlona – Suficiente he hecho por vosotros; supongo que la reputación de los Skatha subirá con esto, ahora que soy el Mago Tercero. Pero yo ya no soy un Skatha. Me llamo Mano Dorada, sirvo al Emperador. No tengo nada que ver con vosotros.
Vio varios años pasar, el compromiso de su boda roto por Aleksey, ahora casi cabeza de familia a pesar de que su padre seguía vivo, a la espera de encontrar uno mejor. Se vio inmóvil… como siempre. Y entonces caos. Caos en la capital imperial. Hombres y mujeres alzándose por toda la ciudad, un traidor abriendo pasajes a los rebeldes hasta la sala del trono. En esta, el Emperador, y sus magos Árbol Rojizo, Escudo de Plata… y Mano Dorada.
- Ya está – dijo Escudo de Plata, y sonrió-. ¿No es aquí cuando me toca pagar el haber elegido el bando equivocado? Hemos perdido.
- ¡Mi señor!
Mano Dorada no parecía pensar lo mismo; se zafó de sus oponentes y corrió hacia el Emperador. Pero a pocos pasos del trono pudo comprobar la innegable verdad: su señor estaba muerto, pálido como el mármol mismo. El tercer mago se quedó congelado.
Árbol Rojizo seguía rodeado de enemigos cuando vio el cadáver, y sorprendido no llegó a ver la flecha que le atravesó el corazón. Rugió y luchó hasta el último momento. No sirvió para nada.
- ¡No! ¡No, no, no! ¡NO! - Mano Dorada había recuperado el movimiento; apretó los dientes y dio la espalda al Emperador, dispuesto a retomar su batalla contra el enemigo. El destino de Árbol Rojizo sería también el suyo.
- Quédate quieto. No hagas nada. Está perdido.
Mano Dorada negó con la cabeza.
- El Escudo debía defender. No hay nada que defender – continuó el segundo mago poniéndose de rodillas; una pequeña sonrisa se permitió asomar en su rostro-. Salvo quizás una celda en las mazmorras.
Pero el tercer mago no le escuchaba. Se giró en seco, comenzó a correr, y por un momento pareció que iba a cargar contra el enemigo. Pero entonces se desvió hacia un ventanal y saltó al exterior entre una lluvia de cristales rotos. Concentró todas sus fuerzas en correr, correr hacia un lugar seguro… no, hacia un lugar que rezumaba poder con el que quizás... quizás… ¿Qué haría con aquel poder? ¿Huiría para volver más tarde, plantaría cara? No lo sabía. Se arrancó el amuleto de la Mano Dorada, una palma extendida con los dedos juntos, y la tiró al suelo sin un segundo pensamiento, de donde la recogería más tarde un niño, a quien se lo compraría más tarde Vera… Kirill se refugió en las cavernas. Pero los enemigos llegaron, y eran demasiados.
-Para…
Vera sabía lo que seguía. Había visto a su hermano aquel día, cuando había vuelto, más inconsciente que vivo siquiera, hasta lo que había sido su hogar. Le había sorprendido su palidez casi tanto como la sangre que le cubría, las heridas por todo su cuerpo. Todos habían pensado que habría muerto cuando los rebeldes se alzaron, y entonces Kirill había aparecido a la puerta de la casa amparado por lsa sombras, dejando un rastro de sangre a su paso. La única sirvienta que les quedaba tras la revolución le había visto, y junto con Vera le habían recogido, habían llamado con urgencia a un curandero de confianza. Aleksey no se acercó a él; como todos, dio por sentado que moriría, que no había nada que pudieran hacer por el hermano menor.
Debería haber muerto. Debería haberse desangrado incluso si todos sus órganos vitales hubieran salido indemnes; respiraba por unos pulmones desgarrados. Aún hoy, allá donde hubiera ido con el traje y la espada que su padre le había cedido secretamente –Vera lo sospechaba– el día en que Kirill había vuelto a desaparecer sin advertir a nadie tras meses en cama, debía tener el cuerpo cubierto por cicatrices. Nunca pudo comprender por qué no había muerto.
Por eso estaba allí.
Y ahora no se atrevía a verlo. Sentía que el coste sería demasiado alto, que aquella Voz no le daría nada sin pedir otra cosa a cambio. Tenía miedo de ver lo que le había ocurrido a su hermano, de revivir su agonía, tenía miedo de la Voz. Temía por su cordura, por su propia vida.
- ¡No quiero verlo!
El flujo de imágenes de interrumpió súbitamente. Vera estaba de rodillas sobre el frío suelo de la caverna, gritando. Se interrumpió; le dolía la garganta y estaba jadeante. No había nadie a su alrededor. La Voz había desaparecido. Precipitadamente, se puso en pie y salió corriendo, sin pensar en nada, obedeciendo a un instinto. Había sido un error entrar allí.
Más tarde pensaría que había sido una alucinación causada por el exceso de magia oscura que había sentido en aquel lugar. Que aquello no había sucedido realmente; simplemente era demasiado sensible a la magia, y ésta le afectaba de formas que no habría imaginado. No debía volver a entrar allí; si quería averiguar lo sucedido, lo único que podía hacer era buscar a Kirill.
De todas formas, Tarazed ya no tenía nada para ella.
Otros: Para completar historia, vease ficha de Kirill Skatha.
Los Skatha, un nombre antaño admirado, pero por entonces olvidado en el Imperio de Tarazed. Se trataba solo de una familia menor que a pesar de conservar aún algunas riquezas había perdido el pasado esplendor, así como la proximidad que tuvo una vez con el Emperador. Y como en el resto de las familias nobles, aunque todos los hijos de la rama principal tenían derecho a conservar el apellido, sólo uno de ellos podía heredar la totalidad de las riquezas y las tierras, en las que se incluía la casa familiar, recibiendo el resto, si la generosidad de su hermano heredero así lo quería, una renta limitada.
Vera lo sabía; se vio a sí misma sabiéndolo, y vio a sus dos hermanos. Vio cómo el mayor miraba al menor en cuanto comenzó a ser consciente de las cuestiones financieras, en cuanto supo que sólo él heredaría. Le vio desconfiando y temiendo algún truco, maquinaciones que sólo su mente habría trazado. Vio cómo a la segunda, a ella, Vera, ya le buscaban un marido, algún rico mercader interesado por el título nobiliario. Ella, por lo tanto, también tenía el futuro resuelto. Ah, ¿pero el tercer hermano? Aquél no tendría nada; probablemente se perdería como tantos otros o se vería obligado a ir al campo, donde caería en una vida pobre si quería conservar su honor, y de trabajo si quería conservar su vida; el mayor no se opondría a eso. Desafortunadamente, Kirill Skatha llevaría una existencia que ninguno se atrevía a adivinar.
Vera lo vio. Les vio crecer enfrentados, y ella en medio sin hacer nada por ellos; le correspondía otra educación. El hermano mayor, Aleksey, y el menor, Kirill, resultaron ser incompatibles, y mientras que el primero crecía en desprecio, desconfianza y burla, el segundo sólo aprendía la irascibilidad y la rabia, fácilmente provocado, haciendo vanos intentos por conseguir una posición en la misma familia en la que había nacido, para su desgracia, demasiado tarde. Vera fue testigo – siempre testigo – de cómo el primero mejoraba con la espada, imponiéndose, y de cómo el segundo reaccionaba despreciando las clases que le hacían tomar, considerando pronto la espada indigna a pesar de que de haberle puesto más atención habría podido ser muy diestro con ella. Vio a Kirill deambulando por la biblioteca, iniciándose en la magia por su propia cuenta. Sólo.
- Todo esto ya lo sé… Ya lo sé…
Aquello había sido su voz. Su voz del presente. La risa resonó, amplificada por el eco.
Una chica de unos catorce años siguió a su hermano en la biblioteca y le pidió que le enseñara aquella magia que practicaba. Él aceptó considerándola una aliada, y comenzó a enseñarle las bases que tan fácilmente había dominado. Pero Aleksey, poco dispuesto a dejar a su hermano en paz, le ridiculizó una y otra vez, Vera no se atrevió a salir en su defensa, y Kirill pronto dejo de tener paciencia como para enseñar a nadie. Desarrolló una vida al margen de los Skatha, y a partir de entonces Vera casi nunca intercambió una palabra con él.
Vio a un Kirill más maduro, endurecido, despreciativo y al que le importaba poco su hermano y su familia. Al que le importaba poco ella. Le vio irse un día, y no volver.
Kirill dejó de existir. Ahora sólo estaba Mano Dorada.
- ¿A quién habéis venido a felicitar? – una risa hiriente, burlona – Suficiente he hecho por vosotros; supongo que la reputación de los Skatha subirá con esto, ahora que soy el Mago Tercero. Pero yo ya no soy un Skatha. Me llamo Mano Dorada, sirvo al Emperador. No tengo nada que ver con vosotros.
Vio varios años pasar, el compromiso de su boda roto por Aleksey, ahora casi cabeza de familia a pesar de que su padre seguía vivo, a la espera de encontrar uno mejor. Se vio inmóvil… como siempre. Y entonces caos. Caos en la capital imperial. Hombres y mujeres alzándose por toda la ciudad, un traidor abriendo pasajes a los rebeldes hasta la sala del trono. En esta, el Emperador, y sus magos Árbol Rojizo, Escudo de Plata… y Mano Dorada.
- Ya está – dijo Escudo de Plata, y sonrió-. ¿No es aquí cuando me toca pagar el haber elegido el bando equivocado? Hemos perdido.
- ¡Mi señor!
Mano Dorada no parecía pensar lo mismo; se zafó de sus oponentes y corrió hacia el Emperador. Pero a pocos pasos del trono pudo comprobar la innegable verdad: su señor estaba muerto, pálido como el mármol mismo. El tercer mago se quedó congelado.
Árbol Rojizo seguía rodeado de enemigos cuando vio el cadáver, y sorprendido no llegó a ver la flecha que le atravesó el corazón. Rugió y luchó hasta el último momento. No sirvió para nada.
- ¡No! ¡No, no, no! ¡NO! - Mano Dorada había recuperado el movimiento; apretó los dientes y dio la espalda al Emperador, dispuesto a retomar su batalla contra el enemigo. El destino de Árbol Rojizo sería también el suyo.
- Quédate quieto. No hagas nada. Está perdido.
Mano Dorada negó con la cabeza.
- El Escudo debía defender. No hay nada que defender – continuó el segundo mago poniéndose de rodillas; una pequeña sonrisa se permitió asomar en su rostro-. Salvo quizás una celda en las mazmorras.
Pero el tercer mago no le escuchaba. Se giró en seco, comenzó a correr, y por un momento pareció que iba a cargar contra el enemigo. Pero entonces se desvió hacia un ventanal y saltó al exterior entre una lluvia de cristales rotos. Concentró todas sus fuerzas en correr, correr hacia un lugar seguro… no, hacia un lugar que rezumaba poder con el que quizás... quizás… ¿Qué haría con aquel poder? ¿Huiría para volver más tarde, plantaría cara? No lo sabía. Se arrancó el amuleto de la Mano Dorada, una palma extendida con los dedos juntos, y la tiró al suelo sin un segundo pensamiento, de donde la recogería más tarde un niño, a quien se lo compraría más tarde Vera… Kirill se refugió en las cavernas. Pero los enemigos llegaron, y eran demasiados.
-Para…
Vera sabía lo que seguía. Había visto a su hermano aquel día, cuando había vuelto, más inconsciente que vivo siquiera, hasta lo que había sido su hogar. Le había sorprendido su palidez casi tanto como la sangre que le cubría, las heridas por todo su cuerpo. Todos habían pensado que habría muerto cuando los rebeldes se alzaron, y entonces Kirill había aparecido a la puerta de la casa amparado por lsa sombras, dejando un rastro de sangre a su paso. La única sirvienta que les quedaba tras la revolución le había visto, y junto con Vera le habían recogido, habían llamado con urgencia a un curandero de confianza. Aleksey no se acercó a él; como todos, dio por sentado que moriría, que no había nada que pudieran hacer por el hermano menor.
Debería haber muerto. Debería haberse desangrado incluso si todos sus órganos vitales hubieran salido indemnes; respiraba por unos pulmones desgarrados. Aún hoy, allá donde hubiera ido con el traje y la espada que su padre le había cedido secretamente –Vera lo sospechaba– el día en que Kirill había vuelto a desaparecer sin advertir a nadie tras meses en cama, debía tener el cuerpo cubierto por cicatrices. Nunca pudo comprender por qué no había muerto.
Por eso estaba allí.
Y ahora no se atrevía a verlo. Sentía que el coste sería demasiado alto, que aquella Voz no le daría nada sin pedir otra cosa a cambio. Tenía miedo de ver lo que le había ocurrido a su hermano, de revivir su agonía, tenía miedo de la Voz. Temía por su cordura, por su propia vida.
- ¡No quiero verlo!
El flujo de imágenes de interrumpió súbitamente. Vera estaba de rodillas sobre el frío suelo de la caverna, gritando. Se interrumpió; le dolía la garganta y estaba jadeante. No había nadie a su alrededor. La Voz había desaparecido. Precipitadamente, se puso en pie y salió corriendo, sin pensar en nada, obedeciendo a un instinto. Había sido un error entrar allí.
Más tarde pensaría que había sido una alucinación causada por el exceso de magia oscura que había sentido en aquel lugar. Que aquello no había sucedido realmente; simplemente era demasiado sensible a la magia, y ésta le afectaba de formas que no habría imaginado. No debía volver a entrar allí; si quería averiguar lo sucedido, lo único que podía hacer era buscar a Kirill.
De todas formas, Tarazed ya no tenía nada para ella.
Otros: Para completar historia, vease ficha de Kirill Skatha.
Vera- Cantidad de envíos : 44
Re: Vera Yelena
Siempre me ha encantado cómo escribes, pero debo decir que nunca dejas de sorprenderme. Es un personaje impresionante, muy completo, espectacular. De aquí a unos años espero estar en una cola para que me firmes una novela.
En fin, pocas palabras tengo aparte de, con perdón, cojonuda.
En fin, pocas palabras tengo aparte de, con perdón, cojonuda.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Vera Yelena
Uooooo me encanta!! Puedo encontrarme con ella? puedo puedo? Dí que siii *-*
Me fascina la descripción psicológica que haces y me entran las ganas de verla interactuar con todas las diferentes personas y caracteres que tenemos aquí en el archipiélago y como se desenvuelve con las otras razas (que solo mencionas como se comporta con personas de su clase social e inferiores pero que tal otra raza)
En fin como ha dicho Ysh espero ser la 2da en línea para esa firma de autógrafos
Me fascina la descripción psicológica que haces y me entran las ganas de verla interactuar con todas las diferentes personas y caracteres que tenemos aquí en el archipiélago y como se desenvuelve con las otras razas (que solo mencionas como se comporta con personas de su clase social e inferiores pero que tal otra raza)
En fin como ha dicho Ysh espero ser la 2da en línea para esa firma de autógrafos
Anaïs- Cantidad de envíos : 164
Re: Vera Yelena
La hermana de Kirill! La verdad, si lo encuentra... tengo curiosidad de saber como reaccionara, despues de tanto tiempo...
Me ha encantado la ficha y me ha encantado la historia. Y es que... bueno, es que los demas ya han dicho por que.
Me ha encantado la ficha y me ha encantado la historia. Y es que... bueno, es que los demas ya han dicho por que.
Mayo- Cantidad de envíos : 225
Re: Vera Yelena
En principio voy a esperar un buen rato antes de dejar que se encuentren estos dos, pero tarde o temprano...
Muchas gracias a todos, de verdad. Me alegro de que gusara la ficha ^^... Vera estara encantada de toparse con cualquier integrante del equipo femenino en cuanto comience a interpretar con ella, sea de la raza que sea, y yo estare encantada de que se encuentre con cualquiera en general.
De nuevo gracias por los comentarios.
Muchas gracias a todos, de verdad. Me alegro de que gusara la ficha ^^... Vera estara encantada de toparse con cualquier integrante del equipo femenino en cuanto comience a interpretar con ella, sea de la raza que sea, y yo estare encantada de que se encuentre con cualquiera en general.
De nuevo gracias por los comentarios.
Última edición por Kirill el 14/04/11, 11:42 am, editado 1 vez
Kirill- Cantidad de envíos : 779
Re: Vera Yelena
Me ha encantado de verdad, ha sido una grata sorpresa ver por aqui a la hermana de Kirill y estoy deseando verla en accion. Todo un placer leerte como siempre ^^
Delin- Cantidad de envíos : 622
Re: Vera Yelena
Dios... es un pj increible, no tengo palabras.
Simplemente gracias por compartirlo ^^
Simplemente gracias por compartirlo ^^
Mohl- Cantidad de envíos : 10
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