Allá a lo lejos...

La noche estaba estrellada, luminosa. Cientos de astros vagaban por el firmamento en una danza pausada pero sublime; el fuego del único campamento de toda la playa estaba lejos, y el rumor de la playa acallaba sus voces. Le encantaba sentir el agua acariciando sus pies, haciendo flotar ligeramente sus tobilleras y los picos más largos de la falda desigual. Le encantaba el olor a salitre, y sentirse amada por algo tan infinito. El mar no era impersonal, ni frío: Era la inmensidad, lo desconocido y misterioso, que precisamente por no saber si te aborrece, puedes imaginar que te quiere y vela por ti. Ella era la gitana mestiza, pero también la gitana del océano. Aquella era su última noche en Nehmen, pues a la mañana siguiente partiría un navío a recorrer los mares, y estaría en él. Iría de polizón, si era necesario; sabía que las mujeres no solían ser muy bienvenidas en un viaje de hombres. Tal vez la dejaran en cualquier isla desierta... ¿Qué importaba? Llevaba sus castañuelas, su gato y sus piernas. O tal vez quisieran divertirse con ella, pero eso ya no lo conseguirían mientras le quedase un hálito de vida. Necesitaba embarcarse; sentir más de cerca ese elemento que curiosamente tanto amaba.

Una brisa algo más intensa removió su cabello, y las extremidades de su blusa de media manga. En ese momento dirigió la vista al pequeño campamento a lo lejos, y con Djalí siguiéndola a una distancia prudencial, avanzó hacia el lugar por la orilla. No creía que le negasen el calor de un buen fuego, y si no tuviesen nada que llevarse a la boca, Indara ya llevaba consigo unos cuántos mendrugos de pan. Podría repartirlo; parecían unas tres personas, aproximadamente, y nunca fue problema compartir. Supuso que pasaría la noche en la playa, y mientras meditaba acerca de lo frías que estaban sus manos, caminó hacia el pequeño asentamiento.




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FDR: Aventura libre.

Sin duda era una hermosa noche, una de esas noches que no hay que dejar pasar. El fuego estaba en su punto justo, las nubes eran casi inexistentes, lo cual dejaba a una enorme luna que iluminaba toda la playa y entre las muchas cosas que mostraba con su suave luz estaban un minúsculo grupo de piratas.

Sophitia estaba sentada junto a dos conocidos casuales con los que se había encontrado en un bar, y así había pasado toda la ultima semana. Siempre le pasaba lo mismo cuando visitaba Nehmen, era la tierra idónea para los piratas de todo el mundo y era inevitable que no se encontrara siempre con al menos un par de amigos. Por lo tanto, se la pasaba haciendo sus cosas favoritas, aparte de navegar... Beber, comer y pelear! Esa era la única ley pirata! Pasarla bien!

El escándalo del bar los había agobiado, luego de 3 días de casi no salir de ahí, uno llegaba a cansarse. Así que habían agarrado varias botellas de ron, algunos panes y se habían ido a la playa a pasar la noche. Cantaron canciones de piratas hasta altas horas, mientras bebían felices de no tener preocupaciones por el momento. Siempre era así, siempre era por el momento, al día siguiente de seguro deberían irse de la isla, a conseguir mas dinero de algún modo, y eso significaba peleas, o incluso la muerte. Pero en ese momento exactamente, todos esos problemas estaban muy lejos y allí se quedarían.

Uno de sus compañeros había caído ya a causa del alcohol, yacía boca arriba con la boca abierta y uno de los pies peligrosamente cerca del fuego, sus bolsillos ya estaban vacíos gracias a la increíble habilidad de Sophitia para las apuestas. Y el que aun estaba en pie le quedaba poco, referido tanto al efectivo como a como aguantaba el alcohol.

Había optado por el estilo de apuesta mas conveniente para ganarle a una persona que había bebido de mas, la pulseada.

- Ríndete ya, Sophitia... No me ganaras... – Decía el alcohólico sujeto mientras se bamboleaba levemente.

- Eso se vera! – La sonrisa de triunfo estaba fija en la cara de la pirata, y si bien se notaba que había bebido mucho, no estaba ni la mitad de mareada que su contrincante.

Forcejearon un tiempo, en realidad solo era para que el dramatismo le diera un poco mas de diversión a la apuesta. Por fin la chica se canso del juego, decidió terminar con estilo y aplico una técnica que su padre le había enseñado. La mano del pirata comenzó a avanzar, y siguió acercándose de a poco a la victoria, cuando ya parecía que la tenia ganada, Sophitia saco fuerzas de no sabia donde y le tironeo el brazo de un solo golpe contra el lado opuesto, directo contra la roca. El pirata sintió como el hombro se salía de lugar y con dolor se tiro al piso.

- Victoria! – Aprender ese truco le había costado mucho dolor de hombros a la pirata, pero era muy efectivo. Se levanto de un salto y comenzó a bailar toscamente festejando su victoria. Luego se acerco a ayudar al perdedor.

Iba a acomodarle el brazo cuando le pareció ver que alguien se acercaba por la playa, parecía una mujer. Le soltó el brazo al caído, ya fuera por el efecto del alcohol o por el dolor, se había quedado dormido, le arreglaría el brazo por la mañana.