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El Vals de los Enmascarados
4 participantes
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El Vals de los Enmascarados
- Spoiler:
- Los ausentes en esta trama deberán notificarlo, o de lo contrario se le pasará el turno tras una semana de ausencia.
Además, hago notar que el personaje, Beck, es el supuesto Billy, que de momento va disfrazado...
El hombre andaba, levemente renqueante, anunciando a voz en grito que vendía su mercancía por un penique. Vestía una ropa ajada y de aspecto mugriento, con varios rotos, uno de los cuales le dejaba entrever parte del hombro por medio del chaleco, y su barba descuidada parecía sucia de por lo menos meses sin el más mínimo cuidado. Tenía las manos sucias de tierra y otras cosas, y quien se hubiese acercado, podría haber percibido que sus uñas estaban tan ennegrecidas que uno podría preguntarse si no sería aquel su color natural. Su rostro estaba lleno de suciedad que se había corrido en churretes fruto de las gotas de sudor que había bajado desde el límite de su frente, donde empezaba su pelo apelmazado y sucio, cubierto bajo un pañuelo que alguna vez debió ser blanco, o quizás beige. Uno de sus ojos quedaba cubierto por un parche demasiado grande y que le tapaba parte del pómulo, y su cuello portaba una venda de aspecto viejo y sucio manchada de porquería a un lado.
Tras de sí llevaba un saco, de aspecto pesado, colgado a su hombro, y del que se asomaban varias sogas, cada una acabada en un firme nudo. El saco estaba manchado con algo de un aspecto rojizo sospechoso en su parte más baja, y en general rivalizaba en manchas y porquería con el aspecto de su dueño.
- Las más sabrosas, te digo.- le anunció solemne a voz en grito a una muchacha que pasaba, que le miró sin disimular su asco, cuando el tipo tiró de una de las cuerdas y sacó una ristra de ratas, todas ellas colgando por el rabo y con las patas abiertas y bien tiesas.- Son gordas y jugosas, algunas hasta comían mejor que vosotros. - lo cierto es que el tipo pronunciaba muy mal, parecía tener un flemón y un fuerte acento, y casi que sonó aquello como "on goda y hugoha".- Y solo cuesta un penique cada una.
Se acercó a un par de hombres que jugaban algún tipo de juego de mesa, con un tablero cuadrado, fichas de madera y dados y les ofreció de nuevo su mercancía. Ambos declinaron sin mucha amabilidad la oferta y cuando el tipo se acercó más para hablarles pudieron sentir el tufo de su aliento.
Finalmente, parece que el tipo se decidió a dejar en paz a los dos jugadores y siguió calle adelante con su cantinela. Un hombre le compró las dos ratas más gordas de su cordel, y se pararon a hacer el intercambio. Tras eso, continuó avanzando calle adelante, con quien sabe qué intención, pregonando su mercancía a voz en grito, hasta que se acercó a un hombre de aspecto algo más cuidado que la media del lugar y le ofreció la mercancía. Sin darle tiempo a responder le miró de arriba a abajo y dijo:
- Para los forasteros también puedo hacer de guía, no hay nada que el viejo Billy no sepa o averigüe por unos pares de peniques.- a esta afirmación difícilmente entendible, por lo mala de la pronuncación, siguió una risa parecida a un jadeo ahogadizo, y luego una tos enferma y seca que atufó el ambiente con su apestoso hedor, para molestia del pobre al que le había tocado que aquel tipejo de mala estofa se le acercase.
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: El Vals de los Enmascarados
Sin querer, había entrado en una ciudad, de la cual desconocía incluso el nombre. Tras la marcha de Alma, había decidido seguir caminando, necesitaba distracciones. Seguía sin comprender cómo había llegado a ese punto, pero empezaba a darse por vencido.
Iba caminando con lentitud, mirando prácticamente sus propios pies con cada paso, hasta que oyó el murmullo cada vez más fuerte de las gentes de esa ciudad en la que se encontraba. Alzó la vista y encontró gente. Se trataba de una plaza al fondo de la calle donde se encontraba, en la cual había casitas pobres y viejas. Alcanzaba a ver en aquella plaza a jovénes, viejos, niños, perros,... Y todos parecían tener algo que hacer. Menos él, claro.
Él estaba allí, por no estar en otra parte, porque sus pies le habían llevado hasta ese lugar.
Contempló, mientras seguia caminando a paso más lento, a aquellas personas. Eran humanos todos, al parecer, lo cual le hizo sentirse aliviado. Además, la mayoría de ellos, por no decir todos, parecían ser de clase baja, lo cual hacía aún más fácil su estancia en aquel lugar. Sí, los humanos eran mucho más simples, más cobardes, más... estúpidos. Esa era la palabra, los humanos eran estúpidos por naturaleza. Aunque eran interesados y envidiosos, mucho, más aún si no tenían donde caerse muertos... como parecía ser el caso en aquel sitio.
Y ellatambién lo fue... Aunque ni mucho menos era tonta, cobarde, ni nada parecido, sí cabezota, pero había aprendido a sobrellevar ese defecto suyo...
Sin embargo, aquellos humanos no tenían nada que ver con ella, su elegancia, hermosura y clase eran opuestos a todos y cada uno de los que allí veía. Incluso muy diferentes de Alma...
Unos gritos lo sacaron de sus pensamientos. Se trataba de un hombre con un aspecto tan horrible que daba asco. Luthys hizo una mueca cuando se acercó a él. Pudo oler su apestoso aliento y pudo fijarse algo mejor en su aspecto, el tipo aparte de lo sucio que estaba, llevaba un parche en uno de sus ojos, lo cual ofrecía una peor imagen de él.
Luthys no pudo reprimir una mueca y separarse, algo bruscamente, de él. El tipo le estaba enseñando un saco, una especie de bolsa de tela en la que había... ¡ratas! ¡Diantres! ¿Por qué ese hombre llevaba ratas y se las mostraba a él? Sí que era pobre el lugar, sí...
- Eh, perdone, pero no gusto de...- El tipo no le dejó responder, volvió a abrir su boca apestosa para ofrecérsele como guia turístico. ¿Un mal nacido como él su guía turístico?- No, no quiero sus servicios, caballero, aléjese.
Resultaba obvio que despreciaba el contacto con aquel hombre, tanto como los de su raza despreciaban a los ángeles. Sin embargo, algo le decía que ese tipo era de esas personas que no se rinden a la primera...
¿Por qué había entrado en una ciudad?
Iba caminando con lentitud, mirando prácticamente sus propios pies con cada paso, hasta que oyó el murmullo cada vez más fuerte de las gentes de esa ciudad en la que se encontraba. Alzó la vista y encontró gente. Se trataba de una plaza al fondo de la calle donde se encontraba, en la cual había casitas pobres y viejas. Alcanzaba a ver en aquella plaza a jovénes, viejos, niños, perros,... Y todos parecían tener algo que hacer. Menos él, claro.
Él estaba allí, por no estar en otra parte, porque sus pies le habían llevado hasta ese lugar.
Contempló, mientras seguia caminando a paso más lento, a aquellas personas. Eran humanos todos, al parecer, lo cual le hizo sentirse aliviado. Además, la mayoría de ellos, por no decir todos, parecían ser de clase baja, lo cual hacía aún más fácil su estancia en aquel lugar. Sí, los humanos eran mucho más simples, más cobardes, más... estúpidos. Esa era la palabra, los humanos eran estúpidos por naturaleza. Aunque eran interesados y envidiosos, mucho, más aún si no tenían donde caerse muertos... como parecía ser el caso en aquel sitio.
Y ellatambién lo fue... Aunque ni mucho menos era tonta, cobarde, ni nada parecido, sí cabezota, pero había aprendido a sobrellevar ese defecto suyo...
Sin embargo, aquellos humanos no tenían nada que ver con ella, su elegancia, hermosura y clase eran opuestos a todos y cada uno de los que allí veía. Incluso muy diferentes de Alma...
Unos gritos lo sacaron de sus pensamientos. Se trataba de un hombre con un aspecto tan horrible que daba asco. Luthys hizo una mueca cuando se acercó a él. Pudo oler su apestoso aliento y pudo fijarse algo mejor en su aspecto, el tipo aparte de lo sucio que estaba, llevaba un parche en uno de sus ojos, lo cual ofrecía una peor imagen de él.
Luthys no pudo reprimir una mueca y separarse, algo bruscamente, de él. El tipo le estaba enseñando un saco, una especie de bolsa de tela en la que había... ¡ratas! ¡Diantres! ¿Por qué ese hombre llevaba ratas y se las mostraba a él? Sí que era pobre el lugar, sí...
- Eh, perdone, pero no gusto de...- El tipo no le dejó responder, volvió a abrir su boca apestosa para ofrecérsele como guia turístico. ¿Un mal nacido como él su guía turístico?- No, no quiero sus servicios, caballero, aléjese.
Resultaba obvio que despreciaba el contacto con aquel hombre, tanto como los de su raza despreciaban a los ángeles. Sin embargo, algo le decía que ese tipo era de esas personas que no se rinden a la primera...
¿Por qué había entrado en una ciudad?
Luthys- Cantidad de envíos : 890
Re: El Vals de los Enmascarados
El hombre envejecido echó un vistazo prolongado y profundo al forastero y luego carraspeó para escupir con sonoridad un enorme gargajo de asqueroso aspecto. Luego dio un par de pasos atrás, apartándose de él, y como le picaba el parche, se rascó debajo de éste. Estaba harto de llevarlo, pero aparentar era importante, así que no se quejó. Se concentró de nuevo en lo que estaba haciendo... ah, sí, debía averiguar si este tipo iba a ir a la fiesta, porque si resulta que iba corría el peligro de que le reconociese (aunque sería difícil, pero no imposible...). No creía que fuese un noble, pero su porte desde luego no era de campesino, y quizás era algún mensajero o siervo que se dirigiese a la casa de alguna familia de alcurnia. ¿Cómo podría sonsacarle?
- Señor, esta ciudad es grande y un poco laberíntica.- hizo esfuerzos de mantener el acento y a la vez hablar de una forma meridianamente comprensible- Y perderse en ella es peligroso. Al menos podría explicarle qué hay si usted me da un penique. Si viene a comprar, conozco los sitios más baratos y también los mejores, y si viene usted por la feria y pretende ir al baile de máscaras, también sé bien como guiarle.
Un par de curiosos se acercaron a observar y los que estaban jugando con su tablero se inclinaron en sus sillas para prestar atención a la conversación y "Billy" empezó a ponerse un poco nervioso. El saco no iba lleno de ratas, y no quería que nadie notase que en realidad lo que había dentro era ropa. Además, tenía que apurarse por llegar a su destino y prepararse para su plan, pero si avanzaba sin pregonar su mercancía la gente empezaría a preguntarse por qué llevaba un saco roñoso y abultado, y lo último que querría es que le acabase parando un guardia. Se giró y pregonó un par de veces al aire:
- ¡¡Ratas, ratas, ratas!! ¡Sabrosas y baratas!.- Se rio por dentro pensando en la rima tan penosa que había inventado, y sintió ganas de decirle a aquel hombre "ve, además de ratero soy poeta", pero se contuvo las ganas de bromear. Volvió a girarse hacia el desconocido para decirle en un tono más bajo.- Conozco todos los tipos de diversión de esta ciudad, ¿seguro que no puede gastar un penique de nada para este buen hombre?
Por dentro, decidió que si no aceptaba, era hora de largarse. Recordó para sí mismo: no olvides renquear un poco, cuidado con el parche, y sobre todo, no mires directamente a ningún guardia. ¡Y carraspea y escupe de vez en cuando!
- Señor, esta ciudad es grande y un poco laberíntica.- hizo esfuerzos de mantener el acento y a la vez hablar de una forma meridianamente comprensible- Y perderse en ella es peligroso. Al menos podría explicarle qué hay si usted me da un penique. Si viene a comprar, conozco los sitios más baratos y también los mejores, y si viene usted por la feria y pretende ir al baile de máscaras, también sé bien como guiarle.
Un par de curiosos se acercaron a observar y los que estaban jugando con su tablero se inclinaron en sus sillas para prestar atención a la conversación y "Billy" empezó a ponerse un poco nervioso. El saco no iba lleno de ratas, y no quería que nadie notase que en realidad lo que había dentro era ropa. Además, tenía que apurarse por llegar a su destino y prepararse para su plan, pero si avanzaba sin pregonar su mercancía la gente empezaría a preguntarse por qué llevaba un saco roñoso y abultado, y lo último que querría es que le acabase parando un guardia. Se giró y pregonó un par de veces al aire:
- ¡¡Ratas, ratas, ratas!! ¡Sabrosas y baratas!.- Se rio por dentro pensando en la rima tan penosa que había inventado, y sintió ganas de decirle a aquel hombre "ve, además de ratero soy poeta", pero se contuvo las ganas de bromear. Volvió a girarse hacia el desconocido para decirle en un tono más bajo.- Conozco todos los tipos de diversión de esta ciudad, ¿seguro que no puede gastar un penique de nada para este buen hombre?
Por dentro, decidió que si no aceptaba, era hora de largarse. Recordó para sí mismo: no olvides renquear un poco, cuidado con el parche, y sobre todo, no mires directamente a ningún guardia. ¡Y carraspea y escupe de vez en cuando!
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: El Vals de los Enmascarados
El intento de zafarse de ese tipo, fue totalmente fallido. Ese apestoso hombre no sólo no le dejó en paz, sino que hizo algo aún más repugnante: escupir. Estaba acostumbrado a ver a los hombres escupir, incluso él lo había hecho alguna vez, pero ese señor era demasiado asqueroso para que el gesto le pareciera normal. Aunque quizá se debiera al hecho de que llevaba demasiado tiempo con mujeres. Sí, en los últimos años prácticamente habían sido su única compañía, Alma había sido la última. Y, debía reconocer, que empezaba a echar en falta a una mujer... de otro forma. Ejem.
- No quiero tener que avisar a los guardias, señor, así que le recomiendo...- susurraba hasta que el tipo comenzó a gritar de nuevo ofreciendo su mercancía. No parecía haberle oído, quizá porque él había pronunciado demasiado bajo las palabras. Pero no quería llamar la atención, ni ahora ni nunca. No estaba en condiciones de que alguien le reconociera o de meterse en algún lío.
Miró al tipo de nuevo. Por el rabillo del ojo pudo comprobar cómo las gentes de alrrededor les miraban. ¡Genial! Ese maldito tipejo había conseguido que se fijaran en él.
- Mire, de acuerdo, le daré el maldito penique - metió la mano en el bolsillo derecho de su pantalón negro. Tocó algunas de las monedas que llevaba, sacó una y se la dió al señor. Por un momento, estuvo a punto de irse sin más y dejar al apestoso caballero con su moneda, pero era un demonio. ¿Iba un ser como él a darle nada a nadie sin algo a cambio? - Está bien, necesitaría algo de ropa y... ¿qué ha dicho de una feria y un baile de máscaras?
No era muy de su agrado mezclarse con el bullicio, pero quería ver cosas interesantes, distraerse, disfrutar de los años de vida que le quedaran... Y aquel señor, a cambio de aquella insignificante moneda y, sobre todo, por haber conseguido que se fijaran en él, iba a ayudarle.
- Y, otra cosa, le advierto de que no voy a permitirle llamar la atención, ¿de acuerdo?- se acercó más a él, susurrándole, y soportando ese maldito hedor que expulsaba de sus ropas y su cuerpo.- No soy ningún tonto, así que más le vale ser lo más discreto posible, ¿queda claro?
Sabía que no era buena idea hablarle así a un desconocido, pero tampoco había podido evitarlo. ¡Era un demonio, diantres! Y aunque ponía en peligro su vida, pues quién sabía qué era o quién era ese hombre, sentía que tenía que hacerlo. No estaba dispuesto a ser observado por todo el mundo en aquel lugar, quién sabe qué seres podía haber rondando por allí.
- No quiero tener que avisar a los guardias, señor, así que le recomiendo...- susurraba hasta que el tipo comenzó a gritar de nuevo ofreciendo su mercancía. No parecía haberle oído, quizá porque él había pronunciado demasiado bajo las palabras. Pero no quería llamar la atención, ni ahora ni nunca. No estaba en condiciones de que alguien le reconociera o de meterse en algún lío.
Miró al tipo de nuevo. Por el rabillo del ojo pudo comprobar cómo las gentes de alrrededor les miraban. ¡Genial! Ese maldito tipejo había conseguido que se fijaran en él.
- Mire, de acuerdo, le daré el maldito penique - metió la mano en el bolsillo derecho de su pantalón negro. Tocó algunas de las monedas que llevaba, sacó una y se la dió al señor. Por un momento, estuvo a punto de irse sin más y dejar al apestoso caballero con su moneda, pero era un demonio. ¿Iba un ser como él a darle nada a nadie sin algo a cambio? - Está bien, necesitaría algo de ropa y... ¿qué ha dicho de una feria y un baile de máscaras?
No era muy de su agrado mezclarse con el bullicio, pero quería ver cosas interesantes, distraerse, disfrutar de los años de vida que le quedaran... Y aquel señor, a cambio de aquella insignificante moneda y, sobre todo, por haber conseguido que se fijaran en él, iba a ayudarle.
- Y, otra cosa, le advierto de que no voy a permitirle llamar la atención, ¿de acuerdo?- se acercó más a él, susurrándole, y soportando ese maldito hedor que expulsaba de sus ropas y su cuerpo.- No soy ningún tonto, así que más le vale ser lo más discreto posible, ¿queda claro?
Sabía que no era buena idea hablarle así a un desconocido, pero tampoco había podido evitarlo. ¡Era un demonio, diantres! Y aunque ponía en peligro su vida, pues quién sabía qué era o quién era ese hombre, sentía que tenía que hacerlo. No estaba dispuesto a ser observado por todo el mundo en aquel lugar, quién sabe qué seres podía haber rondando por allí.
Luthys- Cantidad de envíos : 890
Re: El Vals de los Enmascarados
Alma había fallado en su primer intento de descubrir la magia que le había afectado en el barco pirata. En la sede de la Orden no había conseguido prácticamente ningunaa información lo suficientemente útil como para encontrar un camino que le permitiera volver a verse infuenciada por ella. Así que había dedicado los últimos días a recorrer los bajos fondos de las distintas islas. Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas, como dicen, y la fantasma necesitaba conseguir lo que buscaba, porque sin ello no sería capaz de buscar a Luthys y hablar con él. Cada día que pasaba desde que se había ido sin decirle nada se sentía más culpable por ello.
Llevaba ya un par de días vagando por Moramaile, pero no había conseguido ninguna información útil. Empezaba a darse por vencida y tenía pensado buscar en otro lugar, cuando se encontró con algo que no se esperaba. Cerca de la entrada de la ciudad donde se encontraba había visto a Luthys. Las alas del demonio, que sólo algunos veían, eran inconfundibles incluso a gran distancia, y más teniendo en cuenta la percepción extrasensorial que poseía Alma.
Aunque no hacía mucho tiempo que ella se había marchado, verlo otra vez hizo que le diera un vuelco el corazón. No fue capaz de marcharse, así que le siguió. Desde lejos, escondiéndose tras las esquinas.
Sólo quiero ver qué hace. - pensaba para sí misma - Sólo quiero saber si está bien.
En cierto sentido sabía que estaba utilizando esas afirmaciones como excusa para no irse. No todavía. La fuerza que le había impulsado cuando se marchó, con un propósito, cada vez era más débil. Y ahora... ahora que lo tenía delante otra vez no era capaz de marcharse de nuevo, pero tampoco de mostrarse. Le daba demasiada vergüenza tener que explicarlo todo, se sentía culpable por lo que había hecho, aunque tuviera un buen motivo... que ahora, ciertamente, no le parecía tan bueno.
Lo bueno de ser fantasma es que es fácil seguir a la gente, poruqe no tienes que tenerla dentro de un campo de visión y así resulta más fácil ocultarte a sus ojos. Cuando Luthys se encontró con el extraño hombre que vendía ratas a gritos, Alma se quedó al margen, atenta a lo que pasaba. Sonrió para sí misma cuando el demonio se rindió: sabía que había sido por la atención atraída hacia ellos por el hombre.
Se mantuvo atenta, detrás de una esquina desde donde podía oír, más o menos, la conversación, mientras se preguntaba por qué se comportaba de una forma tan estúpida pero sine ncontrar otra forma que no pasase por salir y dar la cara -cosa que no se veía capaz de hacer.
Llevaba ya un par de días vagando por Moramaile, pero no había conseguido ninguna información útil. Empezaba a darse por vencida y tenía pensado buscar en otro lugar, cuando se encontró con algo que no se esperaba. Cerca de la entrada de la ciudad donde se encontraba había visto a Luthys. Las alas del demonio, que sólo algunos veían, eran inconfundibles incluso a gran distancia, y más teniendo en cuenta la percepción extrasensorial que poseía Alma.
Aunque no hacía mucho tiempo que ella se había marchado, verlo otra vez hizo que le diera un vuelco el corazón. No fue capaz de marcharse, así que le siguió. Desde lejos, escondiéndose tras las esquinas.
Sólo quiero ver qué hace. - pensaba para sí misma - Sólo quiero saber si está bien.
En cierto sentido sabía que estaba utilizando esas afirmaciones como excusa para no irse. No todavía. La fuerza que le había impulsado cuando se marchó, con un propósito, cada vez era más débil. Y ahora... ahora que lo tenía delante otra vez no era capaz de marcharse de nuevo, pero tampoco de mostrarse. Le daba demasiada vergüenza tener que explicarlo todo, se sentía culpable por lo que había hecho, aunque tuviera un buen motivo... que ahora, ciertamente, no le parecía tan bueno.
Lo bueno de ser fantasma es que es fácil seguir a la gente, poruqe no tienes que tenerla dentro de un campo de visión y así resulta más fácil ocultarte a sus ojos. Cuando Luthys se encontró con el extraño hombre que vendía ratas a gritos, Alma se quedó al margen, atenta a lo que pasaba. Sonrió para sí misma cuando el demonio se rindió: sabía que había sido por la atención atraída hacia ellos por el hombre.
Se mantuvo atenta, detrás de una esquina desde donde podía oír, más o menos, la conversación, mientras se preguntaba por qué se comportaba de una forma tan estúpida pero sine ncontrar otra forma que no pasase por salir y dar la cara -cosa que no se veía capaz de hacer.
Alma Swann- Cantidad de envíos : 300
Re: El Vals de los Enmascarados
Beck contuvo a duras penas una arcada, porque las bolas del mejunje que se había metido detrás de las muelas para que su aliento realmente APESTASE eran de lo más asqueroso que había tenido nunca en la boca. Pero aguantó estoicamente como pudo, sin evitar, eso sí, poner una cara bastante rara, que disimuló como pudo tosiendo hacia un lado.
Cogió el penique de manos de su benefactor y se quedó mirándolo fíjamente. Muchos pensarían que de verdad tenía que ser pobre para mirar la moneda con tal ansia, y en parte no se equivocarían, pero la razón real de este escrutinio era ver si la moneda había sido acuñada en la zona. Y no, no era así, de hecho, no reconoció su procedencia, y eso que era un hombre viajero, lo que señalaba ya definitivamente a aquel hombre como un extranjero, quizás hasta de otro continente, o bien de las islas que aún no había visitado.
Escuchó todas las palabras de aquel hombre y al oírle pedir discrección sonrió levemente. No había dudado en amenazarle con llamar a los guardias, con lo cual no debía ser un proscrito, pero algo oscuro se traía entre manos, o bien tenía algún enemigo en la ciudad. El hecho de que no conociese que era la feria, ni que había un baile de máscaras significaba que no era de la ciudad, ni de la isla. ¿Qué le traería allí a aquel muchacho de aspecto de apenas veintipoquísimos años? Quizás fuese más viejo y fuese un semielfo... u otra cosa. Su porte no era el de un joven enérgico que entusiasmado visita mundo, había curiosidad en su mirada, pero... Bah, finalmente, Beck dejó la incógnita a un lado, tampoco le importaba demasiado y quizás la resolvería más tarde, y sino tampoco pasaría nada. Ahora, para hablar, bajó a un tono conspirador aprovechando que estaba cerca el tipo, pero mantuvo ese acento que tantas horas de prácticas le había costado aprender y perfeccionar.
- Amigo, sé por experiencia que la gente se fija muchas veces menos en aquello que parece obvio.- su mirada fue seria, sopesando si aquel tipo sospechaba algo, pero finalmente decidió que no, y le guiñó su único ojo destapado. Luego se dio cuenta de que el gesto era ridículo teniendo un parche, solo parecería que había parpadeado fuertemente... pero ya lo había hecho.- ¿Si no como cree que iba yo a conseguir detalles de una fiesta de gente rica como es el baile de máscaras?
Renqueando, se apartó un par de pasos del desconocido al que había abordado y tosió un par de veces. Echó un vistazo alrededor para ubicarse (al fin y al cabo, era una ciudad relativamente grande y llevaba solo unos meses allí) y sobre todo para ver si había algún guarda, que en las temporadas de fiesta pululaban especialmente, y a veces iban hasta borrachos.
- La ropa no será un problema, ahora mismo me dirijo a una tienda en el extrarradio. Allí no habrá tanta gente, y además no tendremos que pasar por callejones estrechos ni oscuros, para que no desconfíe su merced de una trampa para robarle.- hizo un gesto al aire, con su mano derecha, como quitándole peso a lo que había dicho y luego prosiguió.- Esa tienda la lleva un sastre afamado especialmente por la excelente ropa de campo que hace, perfecta para monteros. A usted le pegaría esa ropa, quizás le guste. Y sino, tiene más tipos de ropa, aunque no tanta y si nada le gustase, por encargo hace cualquier cosa.
El hombre asqueroso dio un par de pasos renqueando levemente y le indicó el camino con el brazo. Indicándole que le acompañase. Calle arriba, en dirección opuesta a la plaza de mercado estaba su destino, donde la ciudad empezaría a clarear en número de casas y se verían pequeños huertos a lo lejos. A Beck le gustaba aquel sitio, donde vivían gentes modestas pero trabajadoras.
- De lo otro podemos hablar mientras caminamos, si no le molesta. ¿Qué le trae a la ciudad señor...?
Cogió el penique de manos de su benefactor y se quedó mirándolo fíjamente. Muchos pensarían que de verdad tenía que ser pobre para mirar la moneda con tal ansia, y en parte no se equivocarían, pero la razón real de este escrutinio era ver si la moneda había sido acuñada en la zona. Y no, no era así, de hecho, no reconoció su procedencia, y eso que era un hombre viajero, lo que señalaba ya definitivamente a aquel hombre como un extranjero, quizás hasta de otro continente, o bien de las islas que aún no había visitado.
Escuchó todas las palabras de aquel hombre y al oírle pedir discrección sonrió levemente. No había dudado en amenazarle con llamar a los guardias, con lo cual no debía ser un proscrito, pero algo oscuro se traía entre manos, o bien tenía algún enemigo en la ciudad. El hecho de que no conociese que era la feria, ni que había un baile de máscaras significaba que no era de la ciudad, ni de la isla. ¿Qué le traería allí a aquel muchacho de aspecto de apenas veintipoquísimos años? Quizás fuese más viejo y fuese un semielfo... u otra cosa. Su porte no era el de un joven enérgico que entusiasmado visita mundo, había curiosidad en su mirada, pero... Bah, finalmente, Beck dejó la incógnita a un lado, tampoco le importaba demasiado y quizás la resolvería más tarde, y sino tampoco pasaría nada. Ahora, para hablar, bajó a un tono conspirador aprovechando que estaba cerca el tipo, pero mantuvo ese acento que tantas horas de prácticas le había costado aprender y perfeccionar.
- Amigo, sé por experiencia que la gente se fija muchas veces menos en aquello que parece obvio.- su mirada fue seria, sopesando si aquel tipo sospechaba algo, pero finalmente decidió que no, y le guiñó su único ojo destapado. Luego se dio cuenta de que el gesto era ridículo teniendo un parche, solo parecería que había parpadeado fuertemente... pero ya lo había hecho.- ¿Si no como cree que iba yo a conseguir detalles de una fiesta de gente rica como es el baile de máscaras?
Renqueando, se apartó un par de pasos del desconocido al que había abordado y tosió un par de veces. Echó un vistazo alrededor para ubicarse (al fin y al cabo, era una ciudad relativamente grande y llevaba solo unos meses allí) y sobre todo para ver si había algún guarda, que en las temporadas de fiesta pululaban especialmente, y a veces iban hasta borrachos.
- La ropa no será un problema, ahora mismo me dirijo a una tienda en el extrarradio. Allí no habrá tanta gente, y además no tendremos que pasar por callejones estrechos ni oscuros, para que no desconfíe su merced de una trampa para robarle.- hizo un gesto al aire, con su mano derecha, como quitándole peso a lo que había dicho y luego prosiguió.- Esa tienda la lleva un sastre afamado especialmente por la excelente ropa de campo que hace, perfecta para monteros. A usted le pegaría esa ropa, quizás le guste. Y sino, tiene más tipos de ropa, aunque no tanta y si nada le gustase, por encargo hace cualquier cosa.
El hombre asqueroso dio un par de pasos renqueando levemente y le indicó el camino con el brazo. Indicándole que le acompañase. Calle arriba, en dirección opuesta a la plaza de mercado estaba su destino, donde la ciudad empezaría a clarear en número de casas y se verían pequeños huertos a lo lejos. A Beck le gustaba aquel sitio, donde vivían gentes modestas pero trabajadoras.
- De lo otro podemos hablar mientras caminamos, si no le molesta. ¿Qué le trae a la ciudad señor...?
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: El Vals de los Enmascarados
El tipo no pareció tomárselo demasiado mal, a pesar del mal tono que había empleado para dirigirse a él. "Estará acotumbrado", pensó Luthys.
Sin embargo, aquello que le dijo acerca de llevarle por lugares no ocultos de la gente, y aquella mención del acto de robar, no le hicieron sentirse más aliviado, sino todo lo contrario. No sabía bien por qué, pero las ciudades le ponían nervioso. Bueno, sí que sabía por qué: tenía miedo de morir. Había vivido mucho para saber que no había que fiarse de nadie, por muy bueno y humilde que pareciese. Él mismo, hacía mucho tiempo, había engañado a tanta gente aparentando ser lo que no era... Lo bueno que tenían los demonios, es que a ellos sí que iba poder identificarlos muy bien, pero, ¿qué había de sus aliados y cómplices? Bien sabía que los demonios siempre tenían un as en la manga, y estaba seguro de que a él quedaba aún mucho que soportar por culpa de los de su raza...
Pero, iba a ser mejor dejar esos pensamientos a un lado. Si había decidido dejarse guíar por ese hombre, iba a hacerlo.
- De momento, solo quiero echar un vistazo al lugar, la ropa iré a comprarla sin su compañía- Aunque hubiera querido evitarlo, el tono de aquella frase no dejaba lugar a dudas de que el trato que quería mantener con ese tipo, era mínimo. - Y, sí, caminemos, caminemos...
Echó a andar dejándose guíar por el hombre. No dejaba de mirar a su alrededor, fijándose en los rostros de cada una de las personas que pasaban a su lado. Buscaba en sus ojos ser lo menos visible y llamativo, y de momento, parecía que lo estaba consiguiendo. Se mantenía lo suficientemente apartado del hombre, para que no resultara demasiado obvio que iban juntos, pero en el momento en el que empezaran a hablar, no podría disimularlo.
Se fijó en los ojos de la gente y, para su tranquilidad, no descubrió ninguno de ellos dirigidos a él. Aquellas gentes estaban ensimismadas con ellos mismos, parecía ser, y no daban cuenta a nada más. O eso creía.
- ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mira ese señor!
Se trataba de una niña de unos tres años, con el pelo de color castaño y rizado que le caía a tirabuzones sobre los hombros. Intentaba llamar la atención de su madre subiéndose a su brazo y saltando para conseguirlo. La madre caminaba junto a otra mujer, charlando animadamente, ignorando a la niña por completo. Ambas señoras eran de una cintura más ancha de lo normal, y sus ropas no parecían demasiado nuevas. Luthys observaba la imagen de reojo mientras caminaba. Hasta que, de pronto, la niña echó a correr. Para su sorpresa, se dirigió hacia él, con un gesto de fascinación, y comenzó a saltar insistentemente delante suya diciendo:
- ¿Por qué tienes los ojos de color rojo, señor?
Luthys no podía creerlo. ¿Cómo podía esa niña ver el color real de sus ojos? La miró unos instantes sin saber qué responderle. La niña seguía dando saltitos delante de él, preguntando sin parar por el color de sus ojos. Lanzó una mirada fugaz a la madre que aún seguía ajena a la situación, y volvió a mirar a la niña. Rápidamente inspeccionó los rasgos de su carita y su pequeño cuerpecito, para comprobar que no se trataba de una humana cualquiera, pero no vió signo alguno de ello. Justo se disponía a contestarle cualquier cosa, cuando alguien ágarró a la niña del brazo y la levantó.
- ¡Isi!- Se trataba de su madre.- ¡Oh! Dísculpeme, señor, no la vi irse. Siento las molestias que haya podido ocasionarle.- La mujer estaba totalmente ruborizada. Luthys se limitó a asentir con la cabeza, con un gesto que aunque pudiera parecer enfado, no era otra cosa que pánico. Aquello no le había pasado nunca con un humano. Asintió de nuevo con la cabeza, lanzando una última ojeada a la niña, y siguió caminando, dejando a la niña, la mujer y sus disculpas donde estaban.
Para su horror, no tardó en darse cuenta de que ahora sí que todo el mundo le miraba. Y maldijo internamente.
- Está bien, sáqueme de aquí, rápido. - le dijo al hombre que le acompañaba, mientras miraba al suelo - E intente hacer las menos preguntas posibles, ¿de acuerdo?
Sin embargo, aquello que le dijo acerca de llevarle por lugares no ocultos de la gente, y aquella mención del acto de robar, no le hicieron sentirse más aliviado, sino todo lo contrario. No sabía bien por qué, pero las ciudades le ponían nervioso. Bueno, sí que sabía por qué: tenía miedo de morir. Había vivido mucho para saber que no había que fiarse de nadie, por muy bueno y humilde que pareciese. Él mismo, hacía mucho tiempo, había engañado a tanta gente aparentando ser lo que no era... Lo bueno que tenían los demonios, es que a ellos sí que iba poder identificarlos muy bien, pero, ¿qué había de sus aliados y cómplices? Bien sabía que los demonios siempre tenían un as en la manga, y estaba seguro de que a él quedaba aún mucho que soportar por culpa de los de su raza...
Pero, iba a ser mejor dejar esos pensamientos a un lado. Si había decidido dejarse guíar por ese hombre, iba a hacerlo.
- De momento, solo quiero echar un vistazo al lugar, la ropa iré a comprarla sin su compañía- Aunque hubiera querido evitarlo, el tono de aquella frase no dejaba lugar a dudas de que el trato que quería mantener con ese tipo, era mínimo. - Y, sí, caminemos, caminemos...
Echó a andar dejándose guíar por el hombre. No dejaba de mirar a su alrededor, fijándose en los rostros de cada una de las personas que pasaban a su lado. Buscaba en sus ojos ser lo menos visible y llamativo, y de momento, parecía que lo estaba consiguiendo. Se mantenía lo suficientemente apartado del hombre, para que no resultara demasiado obvio que iban juntos, pero en el momento en el que empezaran a hablar, no podría disimularlo.
Se fijó en los ojos de la gente y, para su tranquilidad, no descubrió ninguno de ellos dirigidos a él. Aquellas gentes estaban ensimismadas con ellos mismos, parecía ser, y no daban cuenta a nada más. O eso creía.
- ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mira ese señor!
Se trataba de una niña de unos tres años, con el pelo de color castaño y rizado que le caía a tirabuzones sobre los hombros. Intentaba llamar la atención de su madre subiéndose a su brazo y saltando para conseguirlo. La madre caminaba junto a otra mujer, charlando animadamente, ignorando a la niña por completo. Ambas señoras eran de una cintura más ancha de lo normal, y sus ropas no parecían demasiado nuevas. Luthys observaba la imagen de reojo mientras caminaba. Hasta que, de pronto, la niña echó a correr. Para su sorpresa, se dirigió hacia él, con un gesto de fascinación, y comenzó a saltar insistentemente delante suya diciendo:
- ¿Por qué tienes los ojos de color rojo, señor?
Luthys no podía creerlo. ¿Cómo podía esa niña ver el color real de sus ojos? La miró unos instantes sin saber qué responderle. La niña seguía dando saltitos delante de él, preguntando sin parar por el color de sus ojos. Lanzó una mirada fugaz a la madre que aún seguía ajena a la situación, y volvió a mirar a la niña. Rápidamente inspeccionó los rasgos de su carita y su pequeño cuerpecito, para comprobar que no se trataba de una humana cualquiera, pero no vió signo alguno de ello. Justo se disponía a contestarle cualquier cosa, cuando alguien ágarró a la niña del brazo y la levantó.
- ¡Isi!- Se trataba de su madre.- ¡Oh! Dísculpeme, señor, no la vi irse. Siento las molestias que haya podido ocasionarle.- La mujer estaba totalmente ruborizada. Luthys se limitó a asentir con la cabeza, con un gesto que aunque pudiera parecer enfado, no era otra cosa que pánico. Aquello no le había pasado nunca con un humano. Asintió de nuevo con la cabeza, lanzando una última ojeada a la niña, y siguió caminando, dejando a la niña, la mujer y sus disculpas donde estaban.
Para su horror, no tardó en darse cuenta de que ahora sí que todo el mundo le miraba. Y maldijo internamente.
- Está bien, sáqueme de aquí, rápido. - le dijo al hombre que le acompañaba, mientras miraba al suelo - E intente hacer las menos preguntas posibles, ¿de acuerdo?
Luthys- Cantidad de envíos : 890
Re: El Vals de los Enmascarados
Alma siguió a los dos hombres mientras caminaban. Había escuchado su conversación, recreándose en la voz del demonio, dándose cuenta d elo mucho que la había echado de menos.
LE ssiguió de lejos. Andaban por una calle ancha, concurrida. Alma vagaba entre la gente, un poco por encima de ella y cerca de los edificios, para evitar que la viera y tener donde esconderse en caso de que hiciera algún ademán extraño.
Se quedó mirando a la pequeña que se le acercó. Cuando escuchó su pregunta, se quedó helada. ¿Cómo podía aquella niña ver los verdaderos ojos de Luthys?Le extrañó que no viera también sus alas... quizá era una médium, una pequeña medium cuyas capacidades aún no se habían desarrollado del todo. La fantasma se la quedó mirando, intrigada.
La madre había acudido al rescate de Luthys, y éste había podido zafarse de la situación, aunque ahora toda la gente le miraba. Alma sonrió, pues sabía cuanto odiaba el demonio ser el centro de atención. La pequeña se lo quedó mirandole mientras se aljaba y luego decidió volver con su madre, pero al girarse vio a la fantasma. Alma no tuvo tiempo de reaccionar para esconderse. Lo único que acertó fue a llevarse un dedo a los labios mientras miraba a la pequeña con una expresión de súplica. DEsdcendió a nivel del suelo para esconderse más entre la gente, pero la niña no la perdía de vista, aunque no hizo comentario ninguno. Se intentó zafar de su madre, pero ésta no la soltó. Alma reaccionó y se acercó un poco. El demonio y su compañero se alejaban y no podía esperar. Al seguirlos pasó cerca de ellas, y le mandó un pensamiento apenas perceptible a la niña.
<< Gracias pequeña. Te devolveré el favor. >>
Se aljó flotando entre la gente, pero se giró para guiñarle un ojo con una sonrisa, que la medium le devolvió, cómplice. Por alguna razón parecía que alma le había caido bien.
LE ssiguió de lejos. Andaban por una calle ancha, concurrida. Alma vagaba entre la gente, un poco por encima de ella y cerca de los edificios, para evitar que la viera y tener donde esconderse en caso de que hiciera algún ademán extraño.
Se quedó mirando a la pequeña que se le acercó. Cuando escuchó su pregunta, se quedó helada. ¿Cómo podía aquella niña ver los verdaderos ojos de Luthys?Le extrañó que no viera también sus alas... quizá era una médium, una pequeña medium cuyas capacidades aún no se habían desarrollado del todo. La fantasma se la quedó mirando, intrigada.
La madre había acudido al rescate de Luthys, y éste había podido zafarse de la situación, aunque ahora toda la gente le miraba. Alma sonrió, pues sabía cuanto odiaba el demonio ser el centro de atención. La pequeña se lo quedó mirandole mientras se aljaba y luego decidió volver con su madre, pero al girarse vio a la fantasma. Alma no tuvo tiempo de reaccionar para esconderse. Lo único que acertó fue a llevarse un dedo a los labios mientras miraba a la pequeña con una expresión de súplica. DEsdcendió a nivel del suelo para esconderse más entre la gente, pero la niña no la perdía de vista, aunque no hizo comentario ninguno. Se intentó zafar de su madre, pero ésta no la soltó. Alma reaccionó y se acercó un poco. El demonio y su compañero se alejaban y no podía esperar. Al seguirlos pasó cerca de ellas, y le mandó un pensamiento apenas perceptible a la niña.
<< Gracias pequeña. Te devolveré el favor. >>
Se aljó flotando entre la gente, pero se giró para guiñarle un ojo con una sonrisa, que la medium le devolvió, cómplice. Por alguna razón parecía que alma le había caido bien.
Alma Swann- Cantidad de envíos : 300
Re: El Vals de los Enmascarados
Durante un segundo su rostro se ensombreció ante la falta de respeto evidente, por no decirle su nombre cuando claramente se lo había preguntado. Pero inmediatamente, retomó su papel y refunfuñando incoherentemente continuó calle arriba junto al tipo, que parecía estar pensando antes de responderle que sólo visitaba el lugar. Como si fuese un turista o un trovador errante en busca de historias que contar, la idea casi le hizo sonreír. Sólo casi. Porque estaba claro que no era un turista o un juglar, ¿quien buscaría tanta discrección en un lugar donde en principio no conocía a nadie?
Había dos posibilidades: que en efecto conociese a alguien, y que no fuese precisamente su amigo, o que fuese un proscrito que temiese que lo encerrasen en cualquier sitio... pero en ese caso andaba demasiado al descubierto. No, no debía ser eso. Debía de tener algunos enemigos, quizás en la ciudad o quizá no, ya que no parecía conocer la zona.
Beck observó al extraño de reojo, que andaba apartado de él y a veces lanzaba miradas alrededor, casi con recelo. Parecía un joven huraño y mahumorado, de ese tipo que estaría dispuesto a iniciar una pelea en cualquier momento si no fuese porque eso significaría acabar salpicándose de sangre. Sus pensamientos divagaban, mientras mantenía su pose, cuando una niña protagonizó un especial numerito, diciendo que su "amigo" tenía los ojos rojos. Curioso, le echó un vistazo, pero a él le parecieron unos ojos oscuros y normales, aún más cargados de malhumor que antes. Durante un segundo estuvo a punto de intervenir, diciéndole a la niña que eso era porque podía dar mal de ojo, y que se apartase. Pero luego decidió que sería divertido ver la situación.
Se tiró sonriendo toda la escena, a espaldas de su desconocido joven y apuesto acompañante. Y su sonrisa se desvaneció justo en el segundo antes de que éste se girase. Ahora la gente se había fijado en él, el hombre extraño y misterioso. Olvidarían al ratero apestoso que estaba a su lado. Mucho mejor. Ese muchacho que guardaba una hosquedad extraña para alguien de su edad en temporada de feria se giró a él y le pidió que se fuesen discretamente. O bueno, mejor dicho, se lo exigió, pero Beck estaba en su papel y poco le importó, sólo refunfuñó.
- Todo el mundo parece tomar al pobre Billy por una cotorra de tres al cuarto. Ahem, ahem.- El marcado acento del hombre seguía haciendo difícil entenderle, especialmente cuando hablaba en voz baja; aparentemente, el pobre viejo "Billy" no le dio importancia alguna al asunto de la chiquilla y siguió con su guía. Pero Beck se la dio: ¿Habría sido aquello casualidad? ¿O sería su acompañante un enemigo encubierto? Pero entonces, ¿por qué de primeras había denegado su compañía? No... no encajaba. Quizás era una cosa de niños, todo el mundo sabe que son especiales a veces y tienen mucha imaginación. Beck se dijo eso, pero una voz le seguía diciendo: o quizás es otra cosa. Finalmente, apartó aquellas ideas nebulosas y oscuras de su mente para señalar a la izquierda despectivamente.
- Ahí se fuma opio. Gentes de poca valía tiran sus vidas por la borda por unos momentos de diversión- señalaba un callejó estrecho, de donde provenía un extraño olor pegajoso. La última frase había sido especialmente divertida para Beck, le divertía sobremanera el que su "Billy", deshecho humano por excelencia, despreciase la actitud de otros y los considerase aún más bajos. Lo más gracioso es que había gente así de verdad por el mundo.- Un par de calles más adelante hay un herrero formidable. Sabe hacer cualquier apero, pero si lo tuyo son las armas y armaduras aquí solo se hacen cosas mediocres, para algo de más calidad y pompa, tendrás que ir al barrio noble. Y allí, al final de aquella callejuela, y a la derecha, está la Cazuela Humeante. Las camas no son gran cosa, pero la comida es excelente.- como para ilustrar este hecho, Beck se chupó su sucio dedo índice. En otro momento le habría dado asco, pero en ese momento tenía dos bolas de la pasta más asquerosa que pudiese encontrarse, ¿qué más daba un poco de mugre?
Un pedigüeño los saludó con un ademán, y le dio los buenos días a Billy, que respondió de igual manera, y luego le dio una rata como regalo. "Tienes que comer", fue su somero consejo antes de continuar calle adelante, sin apenas pararse.
- Quiere, señor, que le lleve a algún sitio en particular, ¿o quizás que le hable de alguna cosa? ¿Del baile de máscaras quizá? Sí, del baile de máscaras... Es una fiesta que se da en el palacio del alcalde cada año, en la feria de la marca, y bueno, que le puedo decir yo, buen señor, se reúne lo mejorcito- la palabra "mejorcito" resonó tremendamente sarcástica en la voz del mugriento ratero e improvisado guía.- y bailan, beben y brindan para que las cosas sigan igual de bien. Personalmente, me gusta más el baile de los payasos, en la plaza del pueblo.
Había dos posibilidades: que en efecto conociese a alguien, y que no fuese precisamente su amigo, o que fuese un proscrito que temiese que lo encerrasen en cualquier sitio... pero en ese caso andaba demasiado al descubierto. No, no debía ser eso. Debía de tener algunos enemigos, quizás en la ciudad o quizá no, ya que no parecía conocer la zona.
Beck observó al extraño de reojo, que andaba apartado de él y a veces lanzaba miradas alrededor, casi con recelo. Parecía un joven huraño y mahumorado, de ese tipo que estaría dispuesto a iniciar una pelea en cualquier momento si no fuese porque eso significaría acabar salpicándose de sangre. Sus pensamientos divagaban, mientras mantenía su pose, cuando una niña protagonizó un especial numerito, diciendo que su "amigo" tenía los ojos rojos. Curioso, le echó un vistazo, pero a él le parecieron unos ojos oscuros y normales, aún más cargados de malhumor que antes. Durante un segundo estuvo a punto de intervenir, diciéndole a la niña que eso era porque podía dar mal de ojo, y que se apartase. Pero luego decidió que sería divertido ver la situación.
Se tiró sonriendo toda la escena, a espaldas de su desconocido joven y apuesto acompañante. Y su sonrisa se desvaneció justo en el segundo antes de que éste se girase. Ahora la gente se había fijado en él, el hombre extraño y misterioso. Olvidarían al ratero apestoso que estaba a su lado. Mucho mejor. Ese muchacho que guardaba una hosquedad extraña para alguien de su edad en temporada de feria se giró a él y le pidió que se fuesen discretamente. O bueno, mejor dicho, se lo exigió, pero Beck estaba en su papel y poco le importó, sólo refunfuñó.
- Todo el mundo parece tomar al pobre Billy por una cotorra de tres al cuarto. Ahem, ahem.- El marcado acento del hombre seguía haciendo difícil entenderle, especialmente cuando hablaba en voz baja; aparentemente, el pobre viejo "Billy" no le dio importancia alguna al asunto de la chiquilla y siguió con su guía. Pero Beck se la dio: ¿Habría sido aquello casualidad? ¿O sería su acompañante un enemigo encubierto? Pero entonces, ¿por qué de primeras había denegado su compañía? No... no encajaba. Quizás era una cosa de niños, todo el mundo sabe que son especiales a veces y tienen mucha imaginación. Beck se dijo eso, pero una voz le seguía diciendo: o quizás es otra cosa. Finalmente, apartó aquellas ideas nebulosas y oscuras de su mente para señalar a la izquierda despectivamente.
- Ahí se fuma opio. Gentes de poca valía tiran sus vidas por la borda por unos momentos de diversión- señalaba un callejó estrecho, de donde provenía un extraño olor pegajoso. La última frase había sido especialmente divertida para Beck, le divertía sobremanera el que su "Billy", deshecho humano por excelencia, despreciase la actitud de otros y los considerase aún más bajos. Lo más gracioso es que había gente así de verdad por el mundo.- Un par de calles más adelante hay un herrero formidable. Sabe hacer cualquier apero, pero si lo tuyo son las armas y armaduras aquí solo se hacen cosas mediocres, para algo de más calidad y pompa, tendrás que ir al barrio noble. Y allí, al final de aquella callejuela, y a la derecha, está la Cazuela Humeante. Las camas no son gran cosa, pero la comida es excelente.- como para ilustrar este hecho, Beck se chupó su sucio dedo índice. En otro momento le habría dado asco, pero en ese momento tenía dos bolas de la pasta más asquerosa que pudiese encontrarse, ¿qué más daba un poco de mugre?
Un pedigüeño los saludó con un ademán, y le dio los buenos días a Billy, que respondió de igual manera, y luego le dio una rata como regalo. "Tienes que comer", fue su somero consejo antes de continuar calle adelante, sin apenas pararse.
- Quiere, señor, que le lleve a algún sitio en particular, ¿o quizás que le hable de alguna cosa? ¿Del baile de máscaras quizá? Sí, del baile de máscaras... Es una fiesta que se da en el palacio del alcalde cada año, en la feria de la marca, y bueno, que le puedo decir yo, buen señor, se reúne lo mejorcito- la palabra "mejorcito" resonó tremendamente sarcástica en la voz del mugriento ratero e improvisado guía.- y bailan, beben y brindan para que las cosas sigan igual de bien. Personalmente, me gusta más el baile de los payasos, en la plaza del pueblo.
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: El Vals de los Enmascarados
Mientras caminaba junto al señor que iba indicándole de qué trataban los sitios por los que pasaban, Luthys seguía desconcertado con el suceso anterior. Lo cierto era que no había pasado nada al final, claro, pero tampoco había sido una situación a la que se hubiera enfrentado muchas veces. Por una parte, intentaba pensar que había sido una "cosa de niños", pero algo le decía que eso no había sido imaginación de esa niña. Ella había visto sus ojos de color rojo, no tenía duda de ello. Pero, ¿cómo? Eso sí que lo desconocía. Posiblemente, no sería una humana normal, pero tampoco le había dado tiempo a comprobarlo con exactitud... Bah, fuera lo que fuese, ya pasó y, aunque en su interior siguiera preocupado, decidió que lo mejor iba a ser hacer caso omiso de lo que había pasado.
Miró alrededor, intentando saber qué estaba diciendole el tipo que le acompañaba. Fue una suerte dejar de cavilar justo cuando el hombre le preguntaba.
- Eh, bueno, realmente me gustaría ver ese baile de máscaras, los payasos nunca me gustaron...- No había dicho ninguna mentira, era un demonio, ¿cómo podrían gustarle esos seres siempre sonrientes que no sabían hacer más que tonterías? Eso era para niños, no para un demonio de más de quinientos años de vida. - Eh, disculpe, pero no nos hemos presentado - Aunque intentaba disimularlo, no estaba seguro de conseguir que no se notara la especial atención que ponía en la gente que por allí pasaba. Cuando hablabla con ese señor, miraba cada dos por tres a la gente, el lugar. Estaba nervioso. - Mi nombre es Luthys- Tendió su mano derecha al tipo apestoso esperando su saludo cordial. Era algo que le gustaba de los humanos: sus distintos tipos de saludos. Su favorito era el de la reverencia, pero no era un buen caso para usarlo...
Miró alrededor, intentando saber qué estaba diciendole el tipo que le acompañaba. Fue una suerte dejar de cavilar justo cuando el hombre le preguntaba.
- Eh, bueno, realmente me gustaría ver ese baile de máscaras, los payasos nunca me gustaron...- No había dicho ninguna mentira, era un demonio, ¿cómo podrían gustarle esos seres siempre sonrientes que no sabían hacer más que tonterías? Eso era para niños, no para un demonio de más de quinientos años de vida. - Eh, disculpe, pero no nos hemos presentado - Aunque intentaba disimularlo, no estaba seguro de conseguir que no se notara la especial atención que ponía en la gente que por allí pasaba. Cuando hablabla con ese señor, miraba cada dos por tres a la gente, el lugar. Estaba nervioso. - Mi nombre es Luthys- Tendió su mano derecha al tipo apestoso esperando su saludo cordial. Era algo que le gustaba de los humanos: sus distintos tipos de saludos. Su favorito era el de la reverencia, pero no era un buen caso para usarlo...
Luthys- Cantidad de envíos : 890
Re: El Vals de los Enmascarados
Alma seguía aquella conversación atentamente, al mismo tiempo que intentaba escapar de las continuas miradas del demonio a su alrededor. Por suerte conocía esa manía deLuthys, como si le preocupara que alguien supiera quién era realmente, y supongo que el numerito de la niña le ha puesto aún más nervioso.
Agudizó el oído, por decirlo de algún modo -(los sentidos de la fantasma no dependían de cosas triviales como los oidos o los ojos)- cuando escuchó lo del baile de disfraces. REcordaba los bailes de su pueblo. Eran bailes normales, se contrataba a una banda y los mozos del pueblo se reunían bajo la atenta mirada de los mayores. Pero saía de los bailes de máscaras que organizaban lo nobles y ricos. Siempre había fantaseado con ellos. Le gustaba la idea de ponerse una máscara y fingir por una noche que no era la niña solitaria que en realidad era. Cuando había un baile en su pueblo ses entaba en una valla, alejada del bullicio y se imaginaba a la gente con vestidos elegantes y máscaras.
A pesar de ello, nunca había visto uno, aunque ya no le interesaban tant, porque no podía disfrazarse ni hacerse pasar por otra persona... no ahora, siendo un fantasma. NO le acababa de gsutar la idea de ir a uno así, ahora, pero se resistía a dejar de seguir al demonio.
¿Por qué? Se sentía culpable. Le echaba de menos. No tenía la fuerza suficiente como para volver a irse. Y , sobre todo, porque esperaba que él la viese en un descuido. TEnía ese deseo oculto en el fondo, el deseo de hablar con el, de contárselo todo... pero también tenía mucho mucho miedo de hacerlo. Así qeu se aferró a las primeras excusas y se mantuvo vigilante.
Agudizó el oído, por decirlo de algún modo -(los sentidos de la fantasma no dependían de cosas triviales como los oidos o los ojos)- cuando escuchó lo del baile de disfraces. REcordaba los bailes de su pueblo. Eran bailes normales, se contrataba a una banda y los mozos del pueblo se reunían bajo la atenta mirada de los mayores. Pero saía de los bailes de máscaras que organizaban lo nobles y ricos. Siempre había fantaseado con ellos. Le gustaba la idea de ponerse una máscara y fingir por una noche que no era la niña solitaria que en realidad era. Cuando había un baile en su pueblo ses entaba en una valla, alejada del bullicio y se imaginaba a la gente con vestidos elegantes y máscaras.
A pesar de ello, nunca había visto uno, aunque ya no le interesaban tant, porque no podía disfrazarse ni hacerse pasar por otra persona... no ahora, siendo un fantasma. NO le acababa de gsutar la idea de ir a uno así, ahora, pero se resistía a dejar de seguir al demonio.
¿Por qué? Se sentía culpable. Le echaba de menos. No tenía la fuerza suficiente como para volver a irse. Y , sobre todo, porque esperaba que él la viese en un descuido. TEnía ese deseo oculto en el fondo, el deseo de hablar con el, de contárselo todo... pero también tenía mucho mucho miedo de hacerlo. Así qeu se aferró a las primeras excusas y se mantuvo vigilante.
Alma Swann- Cantidad de envíos : 300
Re: El Vals de los Enmascarados
- Señor, no me ha entendido, hay payasos, pero es un baile. Además, las mujeres de... - su frase se cortó en seco cuando el tipo, Luthys, decidió presentarse. No se lo había esperado, y durante un momento se quedó mirando muy fijamente su mano extendida como si fuese algo imposible y repentino (algo así como si un enorme pescado se le hubiese materializado delante) antes de reaccionar y comenzar a extender la mano. Justo antes de ir a encontrarse ambas palmas, se dio cuenta de que la mano de Luthys estaba bastante limpia, y la suya no, así que la retiró, se la restregó rápidamente dos veces en el lateral de su ropa y la volvió a tender. El apretón fue fuerte, moviendo un par de veces la mano de Luthys arriba y abajo mientras balbucía un "Emmm... Bill". Se sintió un poco avergonzado y tras liberar su mano se retiró un par de pasos. Esa repentina deferencia le había dejado un poco descolocado, contando que él se había mantenido alejado de Beck la mayoría del rato.
Mientras tanto, en un nivel más bajo de su mente, pensó que dado que le vendría bien un gancho para su plan para colarse en la fiesta de máscaras, y además prefería mantener a este tipo vigilado, dada su sospecha de que fuese algo más, por el asunto de la niña. A parte, alguien desconocido en la ciudad daría mejor el papel de extranjero. Sí, en teoría debía ser la elección perfecta, pero no iba a contarle su plan así como así. ¿Y si se negaba y se lo contaba a la guardia? Hummm, era una situación peliaguda.
- Eh, bueno, si... el baile de máscaras es un evento cerrado. Hace falta ser invitado por un asistente a la fiesta y eso no es tan fácil.- luego miró a su alrededor, y como estaban ya en las afueras solo vio a dos niños pequeños, que se reían persiguiendo a un gato, que se las apañaba para correr lo suficiente como para que no lo cogiesen, pero no tanto como para no poder permitirse pararse a caminar altivamente ante ellos, como demostrando su superioridad. Un par de mujeres cosían en sillas de madera, charlando mientras miraban de reojo a los niños, que debían ser de alguna de ellas o de ambas. Sintiéndose más seguro de que no le observaban, excepto por una fantasma que era incapaz de ver, le susurró a su acompañante.- Aunque Bill tiene contactos, y podría conocer a alguien que busca a otra persona para meterse en esa fiesta. Sí señor.
Luego, continuó avanzando, por donde los niños se habían retirado en persecución de su gato, que se había subido a una tapia baja y los miraba cómodamente sentado como si los dos niños que daban brinquitos debajo suya no fuesen con él. Bill agitó su ristra de ratas, que llevaba al hombro, hacia las dos mujeres que cosían, y estas negaron con la mano y con gestos de la cabeza, y ninguno pronunció palabra, como un ritual que ya se ha repetido otras veces.
- A penas aquí a la izquierda - dijo señalando un recodo- Está la sastrería del viejo Kencie. Ya le digo que es un buen sitio. Y ahí es quizás donde nos separamos, ¿no señor? Salvo que quiera algo más, claro. Quizás conocer a cierto amigo mío.
Mientras tanto, en un nivel más bajo de su mente, pensó que dado que le vendría bien un gancho para su plan para colarse en la fiesta de máscaras, y además prefería mantener a este tipo vigilado, dada su sospecha de que fuese algo más, por el asunto de la niña. A parte, alguien desconocido en la ciudad daría mejor el papel de extranjero. Sí, en teoría debía ser la elección perfecta, pero no iba a contarle su plan así como así. ¿Y si se negaba y se lo contaba a la guardia? Hummm, era una situación peliaguda.
- Eh, bueno, si... el baile de máscaras es un evento cerrado. Hace falta ser invitado por un asistente a la fiesta y eso no es tan fácil.- luego miró a su alrededor, y como estaban ya en las afueras solo vio a dos niños pequeños, que se reían persiguiendo a un gato, que se las apañaba para correr lo suficiente como para que no lo cogiesen, pero no tanto como para no poder permitirse pararse a caminar altivamente ante ellos, como demostrando su superioridad. Un par de mujeres cosían en sillas de madera, charlando mientras miraban de reojo a los niños, que debían ser de alguna de ellas o de ambas. Sintiéndose más seguro de que no le observaban, excepto por una fantasma que era incapaz de ver, le susurró a su acompañante.- Aunque Bill tiene contactos, y podría conocer a alguien que busca a otra persona para meterse en esa fiesta. Sí señor.
Luego, continuó avanzando, por donde los niños se habían retirado en persecución de su gato, que se había subido a una tapia baja y los miraba cómodamente sentado como si los dos niños que daban brinquitos debajo suya no fuesen con él. Bill agitó su ristra de ratas, que llevaba al hombro, hacia las dos mujeres que cosían, y estas negaron con la mano y con gestos de la cabeza, y ninguno pronunció palabra, como un ritual que ya se ha repetido otras veces.
- A penas aquí a la izquierda - dijo señalando un recodo- Está la sastrería del viejo Kencie. Ya le digo que es un buen sitio. Y ahí es quizás donde nos separamos, ¿no señor? Salvo que quiera algo más, claro. Quizás conocer a cierto amigo mío.
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: El Vals de los Enmascarados
Siguió caminando junto al hombre apestoso que acabó presentándose como Bill. "Encantado, Bill", pensó, aunque no lo pronunció.
El demonio seguía antento a sus pensamientos sobre la niña, tenía la costumbre de darle demasiadas vueltas a las cosas que le preocupaban, le alteraban o le entristecían. Aunque, muchas veces, esa costumbre solucionó algún que otro problema. Sin embargo, no parecía ser una de esas veces. Y lo peor no era eso, sino que niño que veía, niño al que miraba con recelo esperando que mencionara, a voz en grito, el color rojo de sus ojos.
Así le ocurrió con esos niños que perseguían a un pobre gato. Aunque se alegró al comprobar que ni siquiera se percataron de su presencia.
"Ha debido ser cosa de esa niña, diantres, estoy convencido", se dijo a sí mismo.
Mientras tanto, prestó atención a Bill, que iba hablándole sobre el baile de máscaras. Al pobre hombre apenas le estaba prestando atención, aunque era un suerte haber aprendido a captar los temas débilmente con solo escuchar el final de un par de frases (aunque hay que señalar que eran muchas las veces que fallaba esta técnica). Ese pobre tipo asqueroso debía ser ignorado por todo el mundo, se temía, y sintió una mínima punzada de pena por él. Quizá por eso mismo no pudo más que contestar:
- No, Bill, no nos despidamos tan pronto.- Hizo una mueca que parecía ser una leve sonrisa - Le he dicho que quiero ver ese baile de máscaras, y si me explica mejor ese asunto que se trae entre manos de alguien que conoce a alguien... Estoy dispuesto a valorar si merece la pena.
Más que por pena hacia el hombre, Luthys quería atreverse a conocer ese baile debido a sus grandes ganas de matar su tiempo con algo. Aunque no estaba dispuesto a correr riesgos.
El demonio seguía antento a sus pensamientos sobre la niña, tenía la costumbre de darle demasiadas vueltas a las cosas que le preocupaban, le alteraban o le entristecían. Aunque, muchas veces, esa costumbre solucionó algún que otro problema. Sin embargo, no parecía ser una de esas veces. Y lo peor no era eso, sino que niño que veía, niño al que miraba con recelo esperando que mencionara, a voz en grito, el color rojo de sus ojos.
Así le ocurrió con esos niños que perseguían a un pobre gato. Aunque se alegró al comprobar que ni siquiera se percataron de su presencia.
"Ha debido ser cosa de esa niña, diantres, estoy convencido", se dijo a sí mismo.
Mientras tanto, prestó atención a Bill, que iba hablándole sobre el baile de máscaras. Al pobre hombre apenas le estaba prestando atención, aunque era un suerte haber aprendido a captar los temas débilmente con solo escuchar el final de un par de frases (aunque hay que señalar que eran muchas las veces que fallaba esta técnica). Ese pobre tipo asqueroso debía ser ignorado por todo el mundo, se temía, y sintió una mínima punzada de pena por él. Quizá por eso mismo no pudo más que contestar:
- No, Bill, no nos despidamos tan pronto.- Hizo una mueca que parecía ser una leve sonrisa - Le he dicho que quiero ver ese baile de máscaras, y si me explica mejor ese asunto que se trae entre manos de alguien que conoce a alguien... Estoy dispuesto a valorar si merece la pena.
Más que por pena hacia el hombre, Luthys quería atreverse a conocer ese baile debido a sus grandes ganas de matar su tiempo con algo. Aunque no estaba dispuesto a correr riesgos.
Última edición por Luthys el 18/06/10, 07:24 am, editado 1 vez
Luthys- Cantidad de envíos : 890
Re: El Vals de los Enmascarados
fdi: voto porque esta vez me salteis, o si no voy a parecer una grabadora rallada que repite siempre lo mismo xDD PEro sólo este turno eh?? ¬¬ XD
Alma Swann- Cantidad de envíos : 300
Re: El Vals de los Enmascarados
Desde debajo de su frente manchada de sudor y grasa así como otros residuos irreconocibles Billy miró de frente al tal Luthys. Obviamente, el cazador de ratas estaba reflexionando si debía hacer algo o no. Finalmente, con un suspiro tomó una decisión.
- Bueno, señor.- y con un gesto extendió su mano.- Lo haremos así: yo busco a este tipo y le mando a donde usted me diga que le parece bien para que puedan verse. Si a él le gusta usted lo suficiente, le dirá que le acompañe a la mansión. Pero para ello quizás deban hacer cosas poco éticas primero. Nada peligroso, sólo fingir ser una persona que no es. Ya sabe, si no es usted un noble o un rico no entra, ellos son muy exclusivos.- lo miró de arriba a abajo.- Y aunque usted es obviamente más rico que yo, no es precisamente que nade en la abundancia, ¿verdad?
Con una sonrisa ladina, Billy agitó su mano, solicitando su penique. Por dentro, Beck había pasado rápidamente revista a las cualidades de aquel tipo, y bueno, si le venía bien ir con un gancho, ¿por qué no aquel jovencito, que parecía no estar alelado y que también tenía algo que esconder? Si aceptaba, le diría que lo esperase en una taberna justo ahí al lado, él se iría a "llamar" a su contacto, aunque lo que realmente pretendía hacer era cambiarse de ropa, de peinado, afeitarse y arreglarse lo suficiente como para poder parecer un visitante de cierto nivel. Un nivel, desde luego, absolutamente opuesto al de Bill, que discutía por un penique en una calle apestosa.
- Si le hace, yo le recomendaría esperar en la taberna el Buen Amigo. Está un poco más allá - señaló con el brazo.- y es famosa como taberna para visitantes y para gentes discretas, pues tienen camas razonablemente limpias y además disponen de pequeños cuartos privados para quien no gusta de beber con el resto de huéspedes. No se perderá, es fácil de reconocer. Tiene un enorme cartel en rojo en la entrada, con lo que parecen dos amigos borrachos levantando las jarras tallado en él.
Atrás, los niños se habían aburrido de perseguir al gato y discutían sobre quien era el legítimo poseedor de un hormiguero que acababan de encontrar. Ambos afirmaban con sus voces agudas y aflautadas que cada uno lo había encontrado antes que el otro, al parecer, para ellos, saber quien de los dos tenía derecho a ver las hormigas era un tema capital, y cuando el mayor se sentaba a verlas, empujaba al más pequeño para que no las viese, porque eran suyas.
- Bueno, señor.- y con un gesto extendió su mano.- Lo haremos así: yo busco a este tipo y le mando a donde usted me diga que le parece bien para que puedan verse. Si a él le gusta usted lo suficiente, le dirá que le acompañe a la mansión. Pero para ello quizás deban hacer cosas poco éticas primero. Nada peligroso, sólo fingir ser una persona que no es. Ya sabe, si no es usted un noble o un rico no entra, ellos son muy exclusivos.- lo miró de arriba a abajo.- Y aunque usted es obviamente más rico que yo, no es precisamente que nade en la abundancia, ¿verdad?
Con una sonrisa ladina, Billy agitó su mano, solicitando su penique. Por dentro, Beck había pasado rápidamente revista a las cualidades de aquel tipo, y bueno, si le venía bien ir con un gancho, ¿por qué no aquel jovencito, que parecía no estar alelado y que también tenía algo que esconder? Si aceptaba, le diría que lo esperase en una taberna justo ahí al lado, él se iría a "llamar" a su contacto, aunque lo que realmente pretendía hacer era cambiarse de ropa, de peinado, afeitarse y arreglarse lo suficiente como para poder parecer un visitante de cierto nivel. Un nivel, desde luego, absolutamente opuesto al de Bill, que discutía por un penique en una calle apestosa.
- Si le hace, yo le recomendaría esperar en la taberna el Buen Amigo. Está un poco más allá - señaló con el brazo.- y es famosa como taberna para visitantes y para gentes discretas, pues tienen camas razonablemente limpias y además disponen de pequeños cuartos privados para quien no gusta de beber con el resto de huéspedes. No se perderá, es fácil de reconocer. Tiene un enorme cartel en rojo en la entrada, con lo que parecen dos amigos borrachos levantando las jarras tallado en él.
Atrás, los niños se habían aburrido de perseguir al gato y discutían sobre quien era el legítimo poseedor de un hormiguero que acababan de encontrar. Ambos afirmaban con sus voces agudas y aflautadas que cada uno lo había encontrado antes que el otro, al parecer, para ellos, saber quien de los dos tenía derecho a ver las hormigas era un tema capital, y cuando el mayor se sentaba a verlas, empujaba al más pequeño para que no las viese, porque eran suyas.
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: El Vals de los Enmascarados
El demonio escuchó a Bill atentamente. Por un momento, pensó que lo mejor iba a ser negarse a ello. No conocía de nada a ese hombre y tampoco sabía a quién podía conocer él. Sin embargo, estaba casi seguro de que no eran demonios los conocidos de es tipo, precisamente. Por otro lado, encontrarse en una taberna en medio de esa ciudad, apenas presentaba riesgo alguno. No iban a enzarzarse en una pelea o un robo o lo que quiera que fuese en una taberna en mitad de la ciudad, que además estaba de fiesta.
- Está bien, allí me encontraré con su amigo.- Asintió con la cabeza. - Sin embargo, déjeme avisarle de que no fingiré más de ser un noble o algo así, no quiero líos, ¿vale? - Sentía que debía dejarlo bien claro, aunque, pensándolo fríamente, si ese hombre iba a jugársela, lo haría por muchas advertencias que él hiciera.
Además de todo, Luthys quería estar a solas, pensar en la niña y poder tener los cinco sentidos para observar a las gentes de aquella ciudad sin que ningún tipo dándole cháchara le interrumpiera.
- Está bien, pues. Iré a la taberna que me ha recomendado y esperaré a su amigo. Supongo que usted se encargará de hacer que me reconozca, claro. - Casi había echado a andar ya para alejarse de aquel tipo - Vuelvo a repetirle que puede ahorrarse los juegos, ¿de acuerdo, Bill?
Echó a andar en busca de la taberna que Bill le había indicado. Iba mirando bien a cada ser que tenía a la vista, no quería ver nada raro y casi rezaba por ello. El asunto con esa niña había hecho que temiera aún más las ciudades.
- Está bien, allí me encontraré con su amigo.- Asintió con la cabeza. - Sin embargo, déjeme avisarle de que no fingiré más de ser un noble o algo así, no quiero líos, ¿vale? - Sentía que debía dejarlo bien claro, aunque, pensándolo fríamente, si ese hombre iba a jugársela, lo haría por muchas advertencias que él hiciera.
Además de todo, Luthys quería estar a solas, pensar en la niña y poder tener los cinco sentidos para observar a las gentes de aquella ciudad sin que ningún tipo dándole cháchara le interrumpiera.
- Está bien, pues. Iré a la taberna que me ha recomendado y esperaré a su amigo. Supongo que usted se encargará de hacer que me reconozca, claro. - Casi había echado a andar ya para alejarse de aquel tipo - Vuelvo a repetirle que puede ahorrarse los juegos, ¿de acuerdo, Bill?
Echó a andar en busca de la taberna que Bill le había indicado. Iba mirando bien a cada ser que tenía a la vista, no quería ver nada raro y casi rezaba por ello. El asunto con esa niña había hecho que temiera aún más las ciudades.
Luthys- Cantidad de envíos : 890
Re: El Vals de los Enmascarados
Alma desconfió. Aquel hombre se traía algo entre manos, y la fantasma, después de escuchar la conversación, se dio cuenta de que en realidad era como si el tal Bill hubiese convencido a luthys de ir al baile, con tanto hablar de él. Además si seguía a Luthys a la taberna sería mucho más fácil que éste la viera, porque sabía que el demonio le gsutaba mucho observar, y más si se sentía amenazado, cosa que no dudaba que le pasaba a l demonio desde lo de la niña.
ASí que la fantasma tomó camino y siguió a Bill, para ver si estaba intentando aprovecharse de Luthys, con ayuda de ese amigo que iba a ir a buscar.
fdi: perdón por tardar, pero estoy con los putos trabajos. He sacado un ratejo porque ya me parecía feo no contestar >.< sorry
ASí que la fantasma tomó camino y siguió a Bill, para ver si estaba intentando aprovecharse de Luthys, con ayuda de ese amigo que iba a ir a buscar.
fdi: perdón por tardar, pero estoy con los putos trabajos. He sacado un ratejo porque ya me parecía feo no contestar >.< sorry
Alma Swann- Cantidad de envíos : 300
Re: El Vals de los Enmascarados
Bill alzó las manos, en un gesto que pretendía demostrar que no tenía nada que ocultar y dijo:
- Oiga, ¿por quién me toma? Ningún truco.- sonrió de manera obviamente fingida.- Además, mi máxima es la discrección, amigo. Y creo que quizás ves el mundo igual, ¿no? Mi amigo llevará un pañuelo rojo, de aspecto caro, alrededor del cuello.- su difícil acento añadió: "Y no tendrá problema en contarle como irá todo", pero a Luthys tardó en llegarle la idea un par de segundos, el tiempo en procesar los sonidos farfullantes de mitad de la frase.- Hasta luego señor.- Terminó el sucio tipo, y luego echó a andar, con su paso renqueante. Solo dos segundos después empezaba de nuevo su cantinela de pregonero, deseoso de vender su mercancía. ¿Cómo diablos un tipo así iba a conocer a alguien capaz de infiltrarse en una fiesta nobiliaria?
Conforme torció la esquina, el tipo sonrió, este Bill que en realidad era Beck y ni siquiera eso. Con el mismo extraño acento que había desarrollado para su disfraz se dijo a media voz:
- Un golpe de suerte has tenido, Bill, amigo.- Y se palmeó a sí mismo el hombro, con un gesto propio de un borracho o un loco- Sales a vender ratas y vuelves con un socio. Y uno lo bastante listo y apuesto como para hacer mejor que tú tu trabajo.- Y luego, quizás por seguir haciendo su teatrillo, o porque realmente le hizo gracia hablar consigo mismo se rió en mitad de la casi vacía callejuela, con un sonido reseco y farfullante. Siguió caminando, saludó a dos o tres personas, que le devolvían el saludo con ningún entusiasmo, y finalmente llegó a una casucha justo en frente de la tienda de ropa que había descrito a Luthys.
De golpe, el tipo se irguió antes de llegar a la puerta de la casa. Su postura encorvada cambió completamente a una alerta, pues tenía la fuerte sensación de estar siendo observado. Se giró, pero no vio a nadie raro, solo gente en sus quehaceres, algunos que iban a la fiesta y otros que volvían de ella, y algún que otro vecino ocioso. Desde la tienda de enfrente, el sastre le saludó con una sincera sonrisa, pues se llevaban mucho mejor desde que habían hecho tan buenos negocios. No había nada raro, pero la sensación persistía. "Sólo estás nervioso, hoy es el gran día, es normal, ¿no?".
Conforme cruzó la puerta y la cerró a sus espaldas llamó a la oscuridad de la casa, que casi carecía de ventanas y era estrecha, baja y sucia en su vestíbulo. Nadie respondió en la penumbra, así que Bill avanzó aun más dentro de la casa, cruzando un marco que carecía de puerta porque la había perdido por el descuido o el tiempo. Conforme lo hacía su manera de andar, su pose, todo cambiaba paulatinamente. Ya no cojeaba, ya no resoplaba, ya no daba los pasos levemente hacia un lado. Con un gesto grácil, arrojó la bolsa supuestamente cargada de ratas a una esquina, donde cayó como bien pudo, con un sonido más propio de telas que de animales muertos. Sin frenarse, corrió hasta el otro lado de la vivienda donde, bajo un alto ventanuco entreabierto que daba a un patio trasero común a varias casas, le esperaban varias cubetas llenas de refrescante agua. Con un rápido movimiento, Bill , aunque cualquiera que estuviese viendo esto ya dudaría y mucho de su identidad, se metió la mano hasta el fondo de la boca, como si estuviese tratando de provocarse el vómito. Ni mucho menos, precisamente quería evitar vomitar, y para eso tenía que sacarse la asquerosa pasta de detrás de las muelas que le daba el mal aliento característico. Cuando un poco de esa pasta le rozó la lengua y pudo sentir su sabor amargo y fuerte, Beck contuvo una fuerte arcada, escupiendo todos los restos que no había podido sacarse manualmente en la única cubeta vacía. Luego, bebió y enjuagó su boca escupiendo de nuevo en aquella cubeta.
Tras esto, soltó un sonoro suspiro. Y metió la cabeza entera en una cubeta con refrescante agua, mientras se refregaba todo el rostro con las manos primero, y luego con un paño que había dejado allí, listo para tales efectos. Entonces, mientras agitaba su rostro vio algo por el rabillo del ojo. ¡Había una muchacha observándole fijamente en su casa! Durante un segundo se quedó helado, con el agua cayendo a regueros de su pelo, sobre su espalda y su camisa. Acto seguido, se giró y mientras gritaba "¿Qué haces tú aquí?" señaló acusador a la... nada. Su grito de protesta murió en su garganta a medio pronunciar, cuando vio que donde había visto algo por el rabillo del ojo no había nada ni nadie. Parpadeó un par de veces y finalmente cerró su abierta boca, mientras miraba alrededor confuso.
- Yo... - musitó, empezando una excusa al mundo por su extraña acción, una explicación a sí mismo de por qué había reaccionado de tal forma estando solo. Estaba seguro de que había visto a alguien por el rabillo del ojo, alguien con falda. Pero era obvio que no había nadie, ni el mejor mago se habría podido esfumar tan rápidamente. Volvió a callar, y durante unos segundos no hizo nada más que mirar el vacío.
Pero tenía cosas que hacer, así que una vez repuesto de la sorpresa, siguió con su higiene personal, se quitó la camisa, y luego los pantalones, se restregó fuertemente hasta quedar meridianamente limpio y empeñó buena parte de su tiempo en lavarse las manos, especialmente las uñas. Luego tendría que afeitarse y vestirse, y entonces la hija del sastre le adecuaría el pelo, recortándoselo un poco hasta hacérselo parecer medianamente cuidado, solo después iría a encontrarse al tal Luthys.
Y no sabía muy bien si porque se le había metido el miedo en el cuerpo o por qué, pero durante bastante rato tuvo la sensación de que alguien o algo le observaba.
- Oiga, ¿por quién me toma? Ningún truco.- sonrió de manera obviamente fingida.- Además, mi máxima es la discrección, amigo. Y creo que quizás ves el mundo igual, ¿no? Mi amigo llevará un pañuelo rojo, de aspecto caro, alrededor del cuello.- su difícil acento añadió: "Y no tendrá problema en contarle como irá todo", pero a Luthys tardó en llegarle la idea un par de segundos, el tiempo en procesar los sonidos farfullantes de mitad de la frase.- Hasta luego señor.- Terminó el sucio tipo, y luego echó a andar, con su paso renqueante. Solo dos segundos después empezaba de nuevo su cantinela de pregonero, deseoso de vender su mercancía. ¿Cómo diablos un tipo así iba a conocer a alguien capaz de infiltrarse en una fiesta nobiliaria?
Conforme torció la esquina, el tipo sonrió, este Bill que en realidad era Beck y ni siquiera eso. Con el mismo extraño acento que había desarrollado para su disfraz se dijo a media voz:
- Un golpe de suerte has tenido, Bill, amigo.- Y se palmeó a sí mismo el hombro, con un gesto propio de un borracho o un loco- Sales a vender ratas y vuelves con un socio. Y uno lo bastante listo y apuesto como para hacer mejor que tú tu trabajo.- Y luego, quizás por seguir haciendo su teatrillo, o porque realmente le hizo gracia hablar consigo mismo se rió en mitad de la casi vacía callejuela, con un sonido reseco y farfullante. Siguió caminando, saludó a dos o tres personas, que le devolvían el saludo con ningún entusiasmo, y finalmente llegó a una casucha justo en frente de la tienda de ropa que había descrito a Luthys.
De golpe, el tipo se irguió antes de llegar a la puerta de la casa. Su postura encorvada cambió completamente a una alerta, pues tenía la fuerte sensación de estar siendo observado. Se giró, pero no vio a nadie raro, solo gente en sus quehaceres, algunos que iban a la fiesta y otros que volvían de ella, y algún que otro vecino ocioso. Desde la tienda de enfrente, el sastre le saludó con una sincera sonrisa, pues se llevaban mucho mejor desde que habían hecho tan buenos negocios. No había nada raro, pero la sensación persistía. "Sólo estás nervioso, hoy es el gran día, es normal, ¿no?".
Conforme cruzó la puerta y la cerró a sus espaldas llamó a la oscuridad de la casa, que casi carecía de ventanas y era estrecha, baja y sucia en su vestíbulo. Nadie respondió en la penumbra, así que Bill avanzó aun más dentro de la casa, cruzando un marco que carecía de puerta porque la había perdido por el descuido o el tiempo. Conforme lo hacía su manera de andar, su pose, todo cambiaba paulatinamente. Ya no cojeaba, ya no resoplaba, ya no daba los pasos levemente hacia un lado. Con un gesto grácil, arrojó la bolsa supuestamente cargada de ratas a una esquina, donde cayó como bien pudo, con un sonido más propio de telas que de animales muertos. Sin frenarse, corrió hasta el otro lado de la vivienda donde, bajo un alto ventanuco entreabierto que daba a un patio trasero común a varias casas, le esperaban varias cubetas llenas de refrescante agua. Con un rápido movimiento, Bill , aunque cualquiera que estuviese viendo esto ya dudaría y mucho de su identidad, se metió la mano hasta el fondo de la boca, como si estuviese tratando de provocarse el vómito. Ni mucho menos, precisamente quería evitar vomitar, y para eso tenía que sacarse la asquerosa pasta de detrás de las muelas que le daba el mal aliento característico. Cuando un poco de esa pasta le rozó la lengua y pudo sentir su sabor amargo y fuerte, Beck contuvo una fuerte arcada, escupiendo todos los restos que no había podido sacarse manualmente en la única cubeta vacía. Luego, bebió y enjuagó su boca escupiendo de nuevo en aquella cubeta.
Tras esto, soltó un sonoro suspiro. Y metió la cabeza entera en una cubeta con refrescante agua, mientras se refregaba todo el rostro con las manos primero, y luego con un paño que había dejado allí, listo para tales efectos. Entonces, mientras agitaba su rostro vio algo por el rabillo del ojo. ¡Había una muchacha observándole fijamente en su casa! Durante un segundo se quedó helado, con el agua cayendo a regueros de su pelo, sobre su espalda y su camisa. Acto seguido, se giró y mientras gritaba "¿Qué haces tú aquí?" señaló acusador a la... nada. Su grito de protesta murió en su garganta a medio pronunciar, cuando vio que donde había visto algo por el rabillo del ojo no había nada ni nadie. Parpadeó un par de veces y finalmente cerró su abierta boca, mientras miraba alrededor confuso.
- Yo... - musitó, empezando una excusa al mundo por su extraña acción, una explicación a sí mismo de por qué había reaccionado de tal forma estando solo. Estaba seguro de que había visto a alguien por el rabillo del ojo, alguien con falda. Pero era obvio que no había nadie, ni el mejor mago se habría podido esfumar tan rápidamente. Volvió a callar, y durante unos segundos no hizo nada más que mirar el vacío.
Pero tenía cosas que hacer, así que una vez repuesto de la sorpresa, siguió con su higiene personal, se quitó la camisa, y luego los pantalones, se restregó fuertemente hasta quedar meridianamente limpio y empeñó buena parte de su tiempo en lavarse las manos, especialmente las uñas. Luego tendría que afeitarse y vestirse, y entonces la hija del sastre le adecuaría el pelo, recortándoselo un poco hasta hacérselo parecer medianamente cuidado, solo después iría a encontrarse al tal Luthys.
Y no sabía muy bien si porque se le había metido el miedo en el cuerpo o por qué, pero durante bastante rato tuvo la sensación de que alguien o algo le observaba.
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: El Vals de los Enmascarados
El demonio siguió el camino que anteriormente le fue indicado por el tipo que vendía ratas. Conforme más se adentraba en la ciudad, más gente encontraba. Y eso le ponía nervioso. Muy nervioso.
Observó como perros y gatos convivían en supuesta armonía. Supuesta porque se dió cuenta de que cuando había algo de comida disponible para ellos, se peleaban como fieras. Es ley de vida, la lucha por la supervivencia. Suerte que él no necesitaba comer.
Aquellas calles le resultaban acogedoras, eran muy tranquilas, a pesar de las personas que las transitaban. Le gustaban los ambientes como ese, podía ir caminando tranquilamente, ya que era muy fácil observar a la gente así. Sin embargo, no tenía mucho por lo que preocuparse, aquellas gentes parecían totalmente inofensivas. Había niños jugando con piedrecitas en el suelo, señores charlando animadamente con otros hombres, mujeres cuidando de sus hijos, gente joven trabajando, vendedores ambulantes,... Había de todo lo que se suele encontrar en una ciudad normal. No parecía haber problema alguno, ni peligro. Eso le tranquilizaba. Aunque no se olvidaba del incidente con la niña. Se acordó de Alma, con ella podría comentar todo lo que circulaba por su mente. Pero iba a tener que conformarse con darle vueltas en su cabeza, solamente, ya que Alma no estaba con él, ni iba a estarlo más. Así eran las cosas.
Por fin llegó a la taberna que buscaba, entró y descubrió que estaba repleta de hombres, ni una sola mujer, a excepción de la camarera, muy hermosa por cierto. Se acercó a la barra, y esperó a que el tabernero le atendiera. Había unas cinco o seis mesas en la taberna, y todas estaban ocupadas por más de cuatro hombres en cada una. Por suerte, en la barra había más de un hueco libre, o Luthys iba a tener que esperar a ese hombre fuera de la taberna.
Pidió una cerveza al tabernero y este no tardo apenas unos instantes en servile. El demonio sacó unas monedas para pagarle. No iba a consumir nada más, no quería emborracharse, que era algo que los demonios conseguían bastante más rápido que los humanos.
En aquella barra se sentía cómodo, tenía un amplio campo de visión e iba a poder observar a la gente perfectamente. Aunque debía tener cuidado de no llamar demasiado la atención haciéndolo, debía disimular un poco, no quería conseguir el enfado de nadie. Por lo que, sin más, esperó allí, con el brazo derecho apoyado en la barra y bebiendo a cada rato un pequeño sorbo de cerveza.
Observó como perros y gatos convivían en supuesta armonía. Supuesta porque se dió cuenta de que cuando había algo de comida disponible para ellos, se peleaban como fieras. Es ley de vida, la lucha por la supervivencia. Suerte que él no necesitaba comer.
Aquellas calles le resultaban acogedoras, eran muy tranquilas, a pesar de las personas que las transitaban. Le gustaban los ambientes como ese, podía ir caminando tranquilamente, ya que era muy fácil observar a la gente así. Sin embargo, no tenía mucho por lo que preocuparse, aquellas gentes parecían totalmente inofensivas. Había niños jugando con piedrecitas en el suelo, señores charlando animadamente con otros hombres, mujeres cuidando de sus hijos, gente joven trabajando, vendedores ambulantes,... Había de todo lo que se suele encontrar en una ciudad normal. No parecía haber problema alguno, ni peligro. Eso le tranquilizaba. Aunque no se olvidaba del incidente con la niña. Se acordó de Alma, con ella podría comentar todo lo que circulaba por su mente. Pero iba a tener que conformarse con darle vueltas en su cabeza, solamente, ya que Alma no estaba con él, ni iba a estarlo más. Así eran las cosas.
Por fin llegó a la taberna que buscaba, entró y descubrió que estaba repleta de hombres, ni una sola mujer, a excepción de la camarera, muy hermosa por cierto. Se acercó a la barra, y esperó a que el tabernero le atendiera. Había unas cinco o seis mesas en la taberna, y todas estaban ocupadas por más de cuatro hombres en cada una. Por suerte, en la barra había más de un hueco libre, o Luthys iba a tener que esperar a ese hombre fuera de la taberna.
Pidió una cerveza al tabernero y este no tardo apenas unos instantes en servile. El demonio sacó unas monedas para pagarle. No iba a consumir nada más, no quería emborracharse, que era algo que los demonios conseguían bastante más rápido que los humanos.
En aquella barra se sentía cómodo, tenía un amplio campo de visión e iba a poder observar a la gente perfectamente. Aunque debía tener cuidado de no llamar demasiado la atención haciéndolo, debía disimular un poco, no quería conseguir el enfado de nadie. Por lo que, sin más, esperó allí, con el brazo derecho apoyado en la barra y bebiendo a cada rato un pequeño sorbo de cerveza.
Última edición por Luthys el 18/07/10, 06:34 am, editado 1 vez
Luthys- Cantidad de envíos : 890
Re: El Vals de los Enmascarados
Aquel hombre le resultaba cada vez más extraño y sospechoso. Cuando le oyó hablando para sí mismo se alarmó, pues sus sospechas de que qeuría utilizar a Luthys para algo realacionado con ese baile de máscaras.
Debería haber vuelto con Luthys, haberle advertido, pero tenía la sensación de que aquel hombre ocultaba más cosas. Y no se equivocaba. En un momento dado del camino empezó a caminar erguido, sin rastro alguno de la característica forma de andar que había mostrado antes. Le siguió hasta dentrod e una casa bastante oscura, y le observó mientras se sacaba algo extraño de la boca. Empezó a limpiase la mugre en unas cubas de agua y por un momento pareció verla. SE giró sobresaltado, preguntando qué hacía allí, y la fantasma se quedó asombrada. Estuvo a punto de encararse con él cuando notó que su rostro mostraba confusión. Ahora que se había girado parecía no verla. ¿Habría sido una coincidencia? Sabía que aquel "bill" (si es que se llamaba así, pues estaba claro que no era quien decía ser) estaba nervioso, igual se había imaginado cosas...
... o igual sí que la había visto de alguna forma.
En cualquier caso parecía no percatarse de que seguía allí, así que se mantuvo observándole durante todo el proceso, hasta que pareció un hombre completamente distinto.
Seguramente es el hombre que dijo conocer - pensó la fantasma - Él mismo se reunirá con Luthys, en realidad todo ha sido una feria, una representación y un engaño. TEngó que avisar a Luthys...
Pero no fue. Se quedó allí, observando al tal Bill, porque no sabía si podría presentarse ante Luthys así porque sí, después de haberse marchado y sin haber encontrado nada útil... No podía decirle nada aún. No debía haberles seguido, Luthys abía cuidarse solo y... bueno aquello sólo le estaba trayendo problemas, y quitándole tiempo de reanudar su búsqueda.
PEro no podía irse sin más. No hasta que no supiera que el demonio estaba a salvo...
Debería haber vuelto con Luthys, haberle advertido, pero tenía la sensación de que aquel hombre ocultaba más cosas. Y no se equivocaba. En un momento dado del camino empezó a caminar erguido, sin rastro alguno de la característica forma de andar que había mostrado antes. Le siguió hasta dentrod e una casa bastante oscura, y le observó mientras se sacaba algo extraño de la boca. Empezó a limpiase la mugre en unas cubas de agua y por un momento pareció verla. SE giró sobresaltado, preguntando qué hacía allí, y la fantasma se quedó asombrada. Estuvo a punto de encararse con él cuando notó que su rostro mostraba confusión. Ahora que se había girado parecía no verla. ¿Habría sido una coincidencia? Sabía que aquel "bill" (si es que se llamaba así, pues estaba claro que no era quien decía ser) estaba nervioso, igual se había imaginado cosas...
... o igual sí que la había visto de alguna forma.
En cualquier caso parecía no percatarse de que seguía allí, así que se mantuvo observándole durante todo el proceso, hasta que pareció un hombre completamente distinto.
Seguramente es el hombre que dijo conocer - pensó la fantasma - Él mismo se reunirá con Luthys, en realidad todo ha sido una feria, una representación y un engaño. TEngó que avisar a Luthys...
Pero no fue. Se quedó allí, observando al tal Bill, porque no sabía si podría presentarse ante Luthys así porque sí, después de haberse marchado y sin haber encontrado nada útil... No podía decirle nada aún. No debía haberles seguido, Luthys abía cuidarse solo y... bueno aquello sólo le estaba trayendo problemas, y quitándole tiempo de reanudar su búsqueda.
PEro no podía irse sin más. No hasta que no supiera que el demonio estaba a salvo...
Alma Swann- Cantidad de envíos : 300
Re: El Vals de los Enmascarados
La cuchilla se apoyó contra el cuello, y estaba tan afilada que podría haber servido para degollar a un cerdo. Entonces, con un movimiento suave y firme, Beck empujó la hoja continuando con su afeitado. Su barba sucia y repugnante hacía rato, estaba ahora lavada y a medio retirar. Pero a pesar de la aparente tranquilidad con la que se afeitaba, una idea repetitiva y extraña le decía que allí había alguien, observándole. Comenzó a sentirse confuso, y su mente fue a parar sobre Luthys, que le esperaba en la taberna, quizás listo para su pequeño gran golpe; de golpe sentía pocas ganas de ir a verle, pero por otra parte, quería ir a verle. Se sentía, de hecho, nervioso por verle.
Y mientras su cabeza era un torbellino, su mano seguía desplazándose firme y tranquilamente, rasurando la barba con precisión quirúrgica. Finalmente, trató de concentrarse en solo eso, su afeitado, algo que podía comprender y controlar completamente. Sin embargo seguían viniéndoles ideas raras a la cabeza, seguía sintiéndose observado. Finalmente, casi había terminado de arreglarse cuando se dio cuenta que tenía que cambiarse de ropa, porque la que llevaba puesta no le servía, y limpiarse más a fondo.
- Sé que estás ahí- dijo en voz alta, sintiéndose estúpido. Tras unos segundos siguió, hablando con nadie, para su mente, y con quien estuviese escondido, para su corazón.- ¿Sabes? Mi hermano solía decir eso cuando estaba solo. A menudo, "descubría" que le estaba espiando. Un día me contó su secreto: lo hacía aunque no hubiese nadie. Si no había nadie, nadie se enteraba. Y si había alguien se sorprendería y diría: ¿cómo me ha descubierto? - se rió bajo, como quien se ríe y no quiere que nadie se entere, en parte por el recuerdo y en parte porque se sentía ridículo. Tras echar un último vistazo alrededor abrió la bolsa "de las ratas" que había dejado caer, sacó unas ropas de aspecto caro pero de viaje y las dejó sobre la superficie de una mesa destartalada y polvorienta. Se sentía estúpido hablando, pero en parte le quitaba la vergüenza de ir a desvestirse sintiendo que alguien le espiaba.
- Supongo que mi hermano era un poco raro.- de nuevo, una sonrisa ensanchó su rostro, aunque enseguida se la tapó la camisa, mientras se la pasaba por los hombros y se la sacaba por la cabeza.- Aunque debe ser algo de familia, porque mira, aquí estoy yo hablando con nadie, o con quien seas. Hace más de veinte años que no le veo- tras unos segundos para coger un paño y mojarlo, y mientras se frotaba en las axilas y la mugre del pecho y luego de la espalda aclaró-, a mi hermano, digo.- su rostro no era tan jovial ahora. Era curioso, se sentía agusto desahogándose. Hacía casi los mismos años que no hablaba sinceramente con nadie, aunque claro, ahí no había nadie. En fin, ya había comenzado a hablar, y era agradable.
Siguió hablando un poco sobre su hermano. Luego, mientras se cambiaba los pantalones por la otra muda, mucho más correcta, aún con la espalda y el pecho descubiertos miró por encima del hombro, a donde creía haber visto alguien y se vio su propia cicatriz.
- Es una cicatriz especial, me la hizo un felino alpino, y luego me la alargaron como los rituales indican.- Entonces, con movimientos rápidos, se puso la camiseta. Y volvió a sentirse nervioso, ante la idea de que ya no tenía motivos para demorar más su encuentro con Luthys. Debía concluir este curioso monólogo.- En fin, ha sido agradable hablar con... bueno.- miró por última vez el cuarto, y no viendo nada raro, se fue, pero no salió por la puerta delantera. No, no debían relacionarle con Bill. Detrás de la casa, tras un arcón de aspecto robusto que le costó a Beck un buen esfuerzo mover , había un boquete de no muy gran tamaño que daba al jardíncito trasero de un vecino que no estaba vallado. Salió arrastrándose, se sacudió la ropa pues por nada del mundo querría que se le ensuciase y le fastidiase su plan, y se fue andando, muy ufano, con un porte absolutamente distinto al de Bill, un porte que translucía seguridad en uno mismo, y sobre todo, una buena procedencia, si no noble. Aunque aun así, aquel nuevo hombre miraba por encima del hombro a menudo. Hay tics, manías, que Beck era incapaz de perder. Las había adquirido con muchos años de miedo y tensión, y eso no desaparecía porque uno se sintiese relativamente seguro unos días.
Y mientras su cabeza era un torbellino, su mano seguía desplazándose firme y tranquilamente, rasurando la barba con precisión quirúrgica. Finalmente, trató de concentrarse en solo eso, su afeitado, algo que podía comprender y controlar completamente. Sin embargo seguían viniéndoles ideas raras a la cabeza, seguía sintiéndose observado. Finalmente, casi había terminado de arreglarse cuando se dio cuenta que tenía que cambiarse de ropa, porque la que llevaba puesta no le servía, y limpiarse más a fondo.
- Sé que estás ahí- dijo en voz alta, sintiéndose estúpido. Tras unos segundos siguió, hablando con nadie, para su mente, y con quien estuviese escondido, para su corazón.- ¿Sabes? Mi hermano solía decir eso cuando estaba solo. A menudo, "descubría" que le estaba espiando. Un día me contó su secreto: lo hacía aunque no hubiese nadie. Si no había nadie, nadie se enteraba. Y si había alguien se sorprendería y diría: ¿cómo me ha descubierto? - se rió bajo, como quien se ríe y no quiere que nadie se entere, en parte por el recuerdo y en parte porque se sentía ridículo. Tras echar un último vistazo alrededor abrió la bolsa "de las ratas" que había dejado caer, sacó unas ropas de aspecto caro pero de viaje y las dejó sobre la superficie de una mesa destartalada y polvorienta. Se sentía estúpido hablando, pero en parte le quitaba la vergüenza de ir a desvestirse sintiendo que alguien le espiaba.
- Supongo que mi hermano era un poco raro.- de nuevo, una sonrisa ensanchó su rostro, aunque enseguida se la tapó la camisa, mientras se la pasaba por los hombros y se la sacaba por la cabeza.- Aunque debe ser algo de familia, porque mira, aquí estoy yo hablando con nadie, o con quien seas. Hace más de veinte años que no le veo- tras unos segundos para coger un paño y mojarlo, y mientras se frotaba en las axilas y la mugre del pecho y luego de la espalda aclaró-, a mi hermano, digo.- su rostro no era tan jovial ahora. Era curioso, se sentía agusto desahogándose. Hacía casi los mismos años que no hablaba sinceramente con nadie, aunque claro, ahí no había nadie. En fin, ya había comenzado a hablar, y era agradable.
Siguió hablando un poco sobre su hermano. Luego, mientras se cambiaba los pantalones por la otra muda, mucho más correcta, aún con la espalda y el pecho descubiertos miró por encima del hombro, a donde creía haber visto alguien y se vio su propia cicatriz.
- Es una cicatriz especial, me la hizo un felino alpino, y luego me la alargaron como los rituales indican.- Entonces, con movimientos rápidos, se puso la camiseta. Y volvió a sentirse nervioso, ante la idea de que ya no tenía motivos para demorar más su encuentro con Luthys. Debía concluir este curioso monólogo.- En fin, ha sido agradable hablar con... bueno.- miró por última vez el cuarto, y no viendo nada raro, se fue, pero no salió por la puerta delantera. No, no debían relacionarle con Bill. Detrás de la casa, tras un arcón de aspecto robusto que le costó a Beck un buen esfuerzo mover , había un boquete de no muy gran tamaño que daba al jardíncito trasero de un vecino que no estaba vallado. Salió arrastrándose, se sacudió la ropa pues por nada del mundo querría que se le ensuciase y le fastidiase su plan, y se fue andando, muy ufano, con un porte absolutamente distinto al de Bill, un porte que translucía seguridad en uno mismo, y sobre todo, una buena procedencia, si no noble. Aunque aun así, aquel nuevo hombre miraba por encima del hombro a menudo. Hay tics, manías, que Beck era incapaz de perder. Las había adquirido con muchos años de miedo y tensión, y eso no desaparecía porque uno se sintiese relativamente seguro unos días.
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: El Vals de los Enmascarados
FDI: Bueno, dado que a parte de que Luthys se siga comiendo la cabeza por lo de la niña esa u siga observando a la gente, no tiene mucho más que hacer... Por lo que, me paso este turno, y seguid vosotros de nuevo
Luthys- Cantidad de envíos : 890
Re: El Vals de los Enmascarados
Alma observaba el apurado afeitado del hombre, cómo se afanaba en su tarea, mientras se debatía entre irse o quedarse, entre avisar a Luthys o mantenerse al margen. Demasiado cobarde para hacer nada, se mantenía allí, sin siquiera saber si aquel extraño la podía ver o no.
Justo pensaba en eso cuando la voz del hombre la sobresaltó.
- sé que estás ahí.
Eso la hizo flotar un poco hacia atrás, sintiéndose stúpida por haberse quedado ahí, tan a la vista si es que realmente la veía. Iba a componer una disculpa, o un ataque ante el engaño descubierto, cuando continuó hablando. Cosas que no tenían sentido alguno para la fantasma, como si sencillamente, a "Bill" le pusiera nervioso el silencio. Igual sentía su presencia aunque no pudiera verla, y eso era algo que sabía podía desquiciar.
Alma se relajó y escuchó. Escuchó la histoira del hermano de aquel hombre del que desconocía hasta su nombre, escuchó cómo se desahogaba y cómo insistía en que seguramente estaría loco por hablar en voz alta en una habitación vacía. PEro también notó el matiz que había en sus palabras, como si con cada una de ellas se aliviara un poco, como si hubera cargado con ellas mucho tiempo. No tenía mucho sentido, porque no le estaba contando nada del otro mundo ni un secreto inconfesable, pero oercibía quella sensación de alivio. por momentos aquel hombre despertó su curiosidad, ocultando tras ella la nimadversión qeu había sentido al principio por el engaño a Luthys.
de repente le hubiera gustado estar en su lugar, hablar en voz alta pensando que alguien te escucha, aunque sólo sea por el mer hecho de desahogarte. Ella no tenía ese privilegio, porque no podían espiarla como ella estaba haciendo con Bill, porque su percepción fantasmal le detectaría.
Al final, salió detrás de él, sin parar de darle vueltas a la cabeza, a mil cosas distintas, y preguntándose cuál sería la verdadera razón por la que aquel hombre hacía lo que estaba haciendo.
Justo pensaba en eso cuando la voz del hombre la sobresaltó.
- sé que estás ahí.
Eso la hizo flotar un poco hacia atrás, sintiéndose stúpida por haberse quedado ahí, tan a la vista si es que realmente la veía. Iba a componer una disculpa, o un ataque ante el engaño descubierto, cuando continuó hablando. Cosas que no tenían sentido alguno para la fantasma, como si sencillamente, a "Bill" le pusiera nervioso el silencio. Igual sentía su presencia aunque no pudiera verla, y eso era algo que sabía podía desquiciar.
Alma se relajó y escuchó. Escuchó la histoira del hermano de aquel hombre del que desconocía hasta su nombre, escuchó cómo se desahogaba y cómo insistía en que seguramente estaría loco por hablar en voz alta en una habitación vacía. PEro también notó el matiz que había en sus palabras, como si con cada una de ellas se aliviara un poco, como si hubera cargado con ellas mucho tiempo. No tenía mucho sentido, porque no le estaba contando nada del otro mundo ni un secreto inconfesable, pero oercibía quella sensación de alivio. por momentos aquel hombre despertó su curiosidad, ocultando tras ella la nimadversión qeu había sentido al principio por el engaño a Luthys.
de repente le hubiera gustado estar en su lugar, hablar en voz alta pensando que alguien te escucha, aunque sólo sea por el mer hecho de desahogarte. Ella no tenía ese privilegio, porque no podían espiarla como ella estaba haciendo con Bill, porque su percepción fantasmal le detectaría.
Al final, salió detrás de él, sin parar de darle vueltas a la cabeza, a mil cosas distintas, y preguntándose cuál sería la verdadera razón por la que aquel hombre hacía lo que estaba haciendo.
Alma Swann- Cantidad de envíos : 300
Re: El Vals de los Enmascarados
Sí, definitivamente, el hombre que iba por la calle no podía ser el mismo "Bill" de hace apenas media hora. Este andaba entre orgulloso y confundido, y ya un par de veces se había detenido para preguntar "Disculpe, ¿me podría indicar como llegar al Buen Amigo?". Se negaba a que nadie le acompañase, a pesar de que un par de viejos curiosos y aburridos se habían ofrecido. Decía que porque no quería ser molestia, aunque era posible que detrás de su educación se escondiese el hecho de que para él aquellos hombres podrían ser una molestia. Andaba como si todo aquello fuese en parte suyo por derecho y en parte un feudo extraño y fantástico, fuera de lo posible y lo común. En definitiva, como un hombre no habituado a los barrios bajos, que no peligrosos, porque no era el caso, menos en pleno día.
Finalmente, el hombre llegó al Buen Amigo, y justo antes de entrar se ciñó un hermoso pañuelo rojo al cuello, de buena tela de lino. El rojo no era un color abundante: los colorantes del teñido de ese color eran relativamente caros, y le haría destacar suficientemente dentro del garito, que no era especialmente llamativo. Una vez dentro, se cruzó con la camarera, que le echó una mirada entre extrañada y divertida y a la que preguntó rápidamente por donde se accedía a la habitación privada que había reservado.
Una vez se identificó como Guillermo de Maglavar, ella le condujo personalmente hasta unas escaleras al fondo, tras un recodo y le dio indicaciones. Beck se permitió ir a la barra y, colocándose al lado de Luthys, pedir al camarero que le subieran un par de copas de vino (bebida que era en torno a cinco veces más cara que la cerveza), con la verdadera intención de simular que él no conocía a Luthys, y que se estaba dejando ver para que su contacto lo siguiese. El hecho de pedir dos copas y subir sólo a su habitación así lo señalaba: esperaba un invitado y, o bien no había llegado, o bien él ya sabía quien era. Si hubiese llegado y saludado directamente a Luthys, éste podría haberse preguntado cómo podría él conocer su cara con seguridad, si bien, al dejar que Luthys actuase, esperaba levantarle menos recelos.
Ahora, tras pedir las dos copas, echó un vistazo a la concurrencia, como buscando a su interlocutor, y luego se fue, escaleras arriba, repicando sus botas contra los peldaños de buena madera, en dirección a una habitación discreta, con una cama y una mesa con dos sillas. Dejaría la puerta entreabierta, como invitación para Luthys. Todo esto tenía una razón de ser: necesitaba que él fuese un tipo lo bastante curioso como para que aceptase su proposición de colarse al baile de máscaras. Estaba casi seguro de que no se había equivocado con Luthys, pero nunca estaba de más comprobar de nuevo estas cosas.
Finalmente, el hombre llegó al Buen Amigo, y justo antes de entrar se ciñó un hermoso pañuelo rojo al cuello, de buena tela de lino. El rojo no era un color abundante: los colorantes del teñido de ese color eran relativamente caros, y le haría destacar suficientemente dentro del garito, que no era especialmente llamativo. Una vez dentro, se cruzó con la camarera, que le echó una mirada entre extrañada y divertida y a la que preguntó rápidamente por donde se accedía a la habitación privada que había reservado.
Una vez se identificó como Guillermo de Maglavar, ella le condujo personalmente hasta unas escaleras al fondo, tras un recodo y le dio indicaciones. Beck se permitió ir a la barra y, colocándose al lado de Luthys, pedir al camarero que le subieran un par de copas de vino (bebida que era en torno a cinco veces más cara que la cerveza), con la verdadera intención de simular que él no conocía a Luthys, y que se estaba dejando ver para que su contacto lo siguiese. El hecho de pedir dos copas y subir sólo a su habitación así lo señalaba: esperaba un invitado y, o bien no había llegado, o bien él ya sabía quien era. Si hubiese llegado y saludado directamente a Luthys, éste podría haberse preguntado cómo podría él conocer su cara con seguridad, si bien, al dejar que Luthys actuase, esperaba levantarle menos recelos.
Ahora, tras pedir las dos copas, echó un vistazo a la concurrencia, como buscando a su interlocutor, y luego se fue, escaleras arriba, repicando sus botas contra los peldaños de buena madera, en dirección a una habitación discreta, con una cama y una mesa con dos sillas. Dejaría la puerta entreabierta, como invitación para Luthys. Todo esto tenía una razón de ser: necesitaba que él fuese un tipo lo bastante curioso como para que aceptase su proposición de colarse al baile de máscaras. Estaba casi seguro de que no se había equivocado con Luthys, pero nunca estaba de más comprobar de nuevo estas cosas.
Beck- Cantidad de envíos : 694
Re: El Vals de los Enmascarados
El demonio estuvo un largo rato en aquella taberna, cerveza en mano. Al no estar muy lleno el recinto, se pudo permitir pasar todo el rato con una sola consumición en mano. Igual alguien obsrvador vería algo extraño, pero siempre podía alegar que no eran sus horas de beber cerveza y que solo estaba matando el tiempo.
No podía quitarse de la cabeza en qué lío podía estar metiéndose. O igual no se trataba de ningún lío y sería una experiencia entretenida que luego podría contarle a Alma. Aunque eso sería si volvía a verla. ¿Qué sería de ella?
Movió la cabeza a ambos lado, como sacudiéndola para sacar esos pensamientos de su cabeza. Ella se había marchado, él no iba a darle más vueltas. Al fin y al cabo, aún no sabía exactamente por qué había decidido abandonarlo, y no tenía muy claro que pudiera ser por alguna razón lógica. Ya conocía a aquella chica, y no solía ser muy sensata ni pensar demasiado las cosas.
Sin embargo, algo lo sacó de sus pensamientos. Mientras que estuvo esperando en la taberna, atravesaron la puerta de la misma unas cuatro personas, de las cuales ninguna llevaba nada rojo encima. Una de esas personas había sido una señora gorda con un pan en la mano, parecía que no había encontrado a quien buscaba allí, pues salió instantes después. Aun así, cuando el demonio andaba más despistado, un hombre penetró en la taberna. Luthys no se dio cuenta de ello hasta que éste no se colocó muy cerca de él, en la barra. El demonio entonces comenzó a observarlo disimuladamente, y vio cómo pedía dos copas de vino. "Mmm... vino", pensó Luthys, que recordaba el vino como algo muy presente en las reuniones de los de raza. Así, el demonio pudo comprobar que el susodicho iba solo y aun así había pedido dos copas de vino. ¿Podía ser ese el hombe del que el sucio Bill le había hablado? Justo en el momento en el que él se giraba para dirigirse a las escaleras, Luthys se percató de que llevaba un pañuelo rojo atado alrededor del cuello. Al parecer se dirigía a una de las habitaciones de la planta de arriba, y eso no era muy del agrado del demonio.
Mantuvo su vista fija en el hombre hasta que desapareció por las escaleras. Bebió toda la cerveza que le quedaba y echó un vistazo a la taberna. Al parecer nadie parecía haberse dado cuenta de la nueva visita al local. Nadie excepto él. Carraspeó y dirigió una mirada dudosa a las escaleras. No estaba muy convencido de encontrarse con un desconocido a solas, pero tampoco tenía nada mejor que hacer, y ya Alma le había dicho una vez que debía dejar de preocuparse. Aunque, claro, también ella le había prometido que iba a estar cerca para prevenirle de cualquier peligro y ahora no se encontraba allí. Sin embargo, se decidió y, a paso lento, se encaminó a las escaleras y comenzó a subirlas despacio.
Llegó a un pasillo, y comprobó que no eran nada más que cinco o seis habitaciones, por lo que no ocupaba la parte de arriba toda la extensión inferior de la taberna. Echó a andar despacio por el pasillo, y vió que todas las puertas estaban cerradas. Todas excepto una, que se encontraba entreabierta. Miró a alrededor, pensando que igual todo era una trama y allí podía haber alguien siguiéndole, pero las palabras de Alma riñiéndole le volvieron a la cabeza, por lo que intentó dejar de preocuparse y golpeó un par de veces la puerta.
No esperó contestación y la abrió despacio, hasta que estuvo abierta de par en par.
- ¿Es usted el amigo de Bill?- preguntó, aunque aún no había comprobado si se trataba de la habitación que aquel hombre había reservado.
No podía quitarse de la cabeza en qué lío podía estar metiéndose. O igual no se trataba de ningún lío y sería una experiencia entretenida que luego podría contarle a Alma. Aunque eso sería si volvía a verla. ¿Qué sería de ella?
Movió la cabeza a ambos lado, como sacudiéndola para sacar esos pensamientos de su cabeza. Ella se había marchado, él no iba a darle más vueltas. Al fin y al cabo, aún no sabía exactamente por qué había decidido abandonarlo, y no tenía muy claro que pudiera ser por alguna razón lógica. Ya conocía a aquella chica, y no solía ser muy sensata ni pensar demasiado las cosas.
Sin embargo, algo lo sacó de sus pensamientos. Mientras que estuvo esperando en la taberna, atravesaron la puerta de la misma unas cuatro personas, de las cuales ninguna llevaba nada rojo encima. Una de esas personas había sido una señora gorda con un pan en la mano, parecía que no había encontrado a quien buscaba allí, pues salió instantes después. Aun así, cuando el demonio andaba más despistado, un hombre penetró en la taberna. Luthys no se dio cuenta de ello hasta que éste no se colocó muy cerca de él, en la barra. El demonio entonces comenzó a observarlo disimuladamente, y vio cómo pedía dos copas de vino. "Mmm... vino", pensó Luthys, que recordaba el vino como algo muy presente en las reuniones de los de raza. Así, el demonio pudo comprobar que el susodicho iba solo y aun así había pedido dos copas de vino. ¿Podía ser ese el hombe del que el sucio Bill le había hablado? Justo en el momento en el que él se giraba para dirigirse a las escaleras, Luthys se percató de que llevaba un pañuelo rojo atado alrededor del cuello. Al parecer se dirigía a una de las habitaciones de la planta de arriba, y eso no era muy del agrado del demonio.
Mantuvo su vista fija en el hombre hasta que desapareció por las escaleras. Bebió toda la cerveza que le quedaba y echó un vistazo a la taberna. Al parecer nadie parecía haberse dado cuenta de la nueva visita al local. Nadie excepto él. Carraspeó y dirigió una mirada dudosa a las escaleras. No estaba muy convencido de encontrarse con un desconocido a solas, pero tampoco tenía nada mejor que hacer, y ya Alma le había dicho una vez que debía dejar de preocuparse. Aunque, claro, también ella le había prometido que iba a estar cerca para prevenirle de cualquier peligro y ahora no se encontraba allí. Sin embargo, se decidió y, a paso lento, se encaminó a las escaleras y comenzó a subirlas despacio.
Llegó a un pasillo, y comprobó que no eran nada más que cinco o seis habitaciones, por lo que no ocupaba la parte de arriba toda la extensión inferior de la taberna. Echó a andar despacio por el pasillo, y vió que todas las puertas estaban cerradas. Todas excepto una, que se encontraba entreabierta. Miró a alrededor, pensando que igual todo era una trama y allí podía haber alguien siguiéndole, pero las palabras de Alma riñiéndole le volvieron a la cabeza, por lo que intentó dejar de preocuparse y golpeó un par de veces la puerta.
No esperó contestación y la abrió despacio, hasta que estuvo abierta de par en par.
- ¿Es usted el amigo de Bill?- preguntó, aunque aún no había comprobado si se trataba de la habitación que aquel hombre había reservado.
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