Descubriendo sus orígenes

Eleazar comenzó a caminar, casi a la carrera, deseando salir de aquella zona. Sólo paró cuando estuvo seguro de encontrarse fuera del alcance de mercaderes y pescado. Miró al ekfo y reanudó la marcha, esta vez con un caminar más pausado.

- Imagino que llevarás preguntándote cómo demonios voy a salir yo de la isla si no es en barco... - el chico se metió por un camino oculto entre la vegetación que daba lugar a una pequeña playa, de apenas diez metros de larga y la mitad de ancha - Bueno, la respuesta es simple - añadió con una sonrisa mientras tiraba su bolsa personal a la grava.

Desde allí se veía perfectamente el puerto, aunque aquella playa no la conocían muchos. Era la que empleaban los pescadores autónomos que iban allí con su caña y se tumbaban a la bartola esperando que algún pez picara, e incluso a la que por la noche acudían parejas jóvenes para intimar. Por suerte ahora no estaba nadie salvo ellos dos.

Sin pudor ninguno Eleazar se quitó la ropa y la dejó junto a su bolsa.
- Cuidado no me quites nada - sonrió y se encaminó a la orilla a grandes zancadas.

Miró hacia el puerto y después hacia el elfo, que parecía confundido y preguntándose qué hacía con un pervertido como aquel. Siguió avanzando, mojando primero sus pies e inmediatamente después sus piernas. Se zambuyó en cuanto empezó a notar la transformación y se alejó de la orilla unos metros. Regresó cinco segundos después y se sentó cuando el agua había descubierto ya su torso. Miró a Eithel y se dio varias palmaditas en su cola mostrando una amplia sonrisa.

- Es muy útil para ir de una isla a otra, ya te lo dije.

Desde pequeño, Eithel siempre había oído que había que tener con cuidado con los hombres raros que te llevaban a un lugar desierto y después se desnudaban, igual que los que te prometían caramelos y cosas así, por lo que no sabía muy bien cómo encajar la conducta de aquel Eleazar.

-Ehm... Creo que no hemos intimado tanto aún... Espérate al menos a la segunda cita... -le dijo, dando unos pasos hacia atrás y moviendo negativamente las manos, cuando quedó claro que se iba a quitar toda la ropa. El otro joven le ignoró completamente y allí se quedó, como los dioses le habían traído al mundo.

Pero bueno, ¿eso qué era? ¿Qué clase de tío te lleva a la playa y se desnuda frente a ti cuando hace una hora que le conoces? Eithel comenzaba ya a arrepentirse de haber ido hasta allí. Iba a decirle que él se marchaba (y a defenderse, si era preciso) cuando Eleazar se dio la vuelta y corrió a meterse en el agua.

La transformación le cogió completamente por sorpresa.

-¡Sí eres un hombre-pez, después de todo! -exclamó, viendo como su cola (la de pez) palmeaba la superficie del agua-. O un sireno, o como te llames. -Todas las reservas parecían haber sido reemplazadas por curiosidad-. ¿Has sido así siempre? ¿Puedes transformarte cuando quieres? ¿Tus padres también eran como tú? ¿Por qué no vives siempre en el agua? ¿Hago demasiadas preguntas?

Eleazar no borró su sonrisa ni siquiera cuando Eithel le preguntó acerca de sus padres. Era la típica curiosidad de niño, haciendo preguntas sin parar.

- Tritón es la palabra adecuada - dijo mientras se arrastraba con la ayuda de los brazos para salir del agua. - Sólo me transformo cuando mi pel toca el agua, ojalá pudiera controlarlo. Mi madre era sirena - añadió tumbándose de espaldas sobre la arena, con las manos bajo su cabeza. Tocaba esperar a que se secase la cola - No haces tantas preguntas... Bueno, quizás un poco, pero no importa.

Se incorporó un poco, apoyando los codos en la arena.

- Me paso temporadas en el mar, días, semanas... Depende, a veces me bajo para sólo una noche. De hecho, anoche me pegué una juerguita con una sirena - añadió soltando una carcajada.