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Mensaje por Yshara 16/11/09, 08:00 pm

[F.D.I.: Viene de aquí]


Polvo. Arena... tierra. Lo que sea...

El viento se lo lleva, y lo hace girar vertiginosamente, hasta que forma una cortina... una burbuja. Es un viento cálido, seco, árido, que se limita a empujar los granos de tierra por encima del suelo rocoso, haciéndolos flotar.

Es un lugar desolado. Un erial. El Sol no pasa a través de la cortina de polvo, y sin embargo, su calor abrasa la piel a través de los ardientes granos de arenilla que se remueven en la brisa.

En mitad de la extraña tormenta, con el viento arrastrando la marea de polvo como si pretendiese enterrar en él los vestigios del tiempo a su paso, las sombras se densifican. Algo que no está ahí proyecta una sombra, después otra. Después... desaparece.

Y el polvo comienza a consumir incluso la sombra, en un ominoso silencio roto tan sólo por la cortina de polvo meciéndose al son del cortante y cálido viento que silba entre las espinas de roca gris, erosionada y desnuda.
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Mensaje por Yshara 16/11/09, 08:04 pm

Los ojos le ardían cuando intentó abrirlos. Al gemir, descubrió la garganta tan seca que le producía dolor. Tosió ruidosamente, al sentir cómo algo desagradable se le vertía en el interior de la boca, y después lo escupió con las últimas gotas de saliva que le quedaban.

No era saliva. Era... sangre. Lo había olvidado. Salió de su garganta como un chorro oscuro y denso, mezclado con el polvo que se había tragado, y formó un charco de lodo sanguinolento al mezclarse con la fina capa de arena que cubría el suelo rocoso del erial.

A medida que recuperó los sentidos, también los dolores volvieron a ella.

¿Cuánto tiempo había pasado...? ¿Cuánto tiempo había... estado inconsciente?

La cabeza le ardía. No sólo por el contacto repugnante de la arena polvorienta, mezclada con el desagradable sudor que la cubría, sino también el profundo dolor de la sien, que al pasarse la mano descubrió hinchada, y adivinó oscurecida por un moratón que debía cruzarle el lateral de la cabeza, y también el ojo, sin duda. Soltó un quejido, amarga, y trató de incorporarse sólo para sentir un latigazo proviniente de su vientre y una contracción súbita de los músculos que la enviaron a un infierno oscuro de dolor.

Hundió la cara en el polvo, sin quererlo, vencida por el tremendo pinchazo de dolor, con las manos puestas en el abdomen como si quisiese impedir que se le rompiese el cuerpo, con los dientes apretados para soportar el acceso de sufrimiento abrumador, con los ojos empañados en lágrimas que se tragó el polvo. Tuvo que sollozar. Simplemente tuvo que hacerlo. Las lágrimas le llegaron a las mejillas antes de que pudiese detenerlas, y sólo cuando hubieron pasado unos instantes tuvo la fuerza - no... la voluntad - necesaria para incorporarse.

El dolor la asaltó con fuerza. Pero ésta vez, no le pilló por sorpresa. Se tambaleó al ponerse de pie, y las piernas quisieron fallarle, pero se supo mantener en equilibrio, aunque el mareo le hizo trastabillar. Volvió a escupir, ahora de pie, el lodo negruzco que se formaba con la mezcla de la sangre y el oscuro polvo que la rodeaba, del que tenía la boca y la garganta llenas. Le daba más asco del que podía admitir.

"Dónde estoy" fué la primera pregunta que le surcó la mente.

Se miró a las manos, manchadas de rojo, y descubrió una respuesta en ellas. Tenía sujeto, en la mano derecha, un puñal. Una hoja de color esmeralda, brillante, que casi parecía tallada en gemas en lugar de en metal, puntiaguda y alargada. Una hoja que conocía... bien.

... sabía que la había recuperado.

... y recordó.

- Agh - las palabras no acudieron a su boca. Sólo escupió unas cuantas sílabas, inconexas, con la voz ronca y cascada, doliéndole cada vez que hacía el amago de mover las cuerdas vocales.

¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba... ella?
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Mensaje por Dulfary 18/11/09, 12:38 pm

Cuando la sombra se abrió, como el despojo humano que era la niña en ese momento, tal cual cayó pesadamente al suelo. El golpe fue duro, bastante, pero sumida como estaba en la inconciencia no hubo queja alguna de su parte. En comparación, la salida de Yshara fue mucho más sutil, aunque también había sido expulsada con desagrado, había sido menos agresiva.

Cualquiera de su clan estaría impresionado de la presición con la que se cumplía nuevamente la profesía sobre ella: estar en el momento indicado, lugar equivocado. Caer en una isla donde los asesinos y ladrones dan la i mpresión de aparecer por generación espontanea no era precisamente llegar al lugar indicado. Pero hacerlo en medio de lo que parecía una tormenta de arena y tierra si podía considerarse el momento preciso.

La niña aun perdía mucha sangre por todas sus heridas, en particular las dos últimas. Su respiración cada vez era más lenta y con cada exhalación se le salía un poco de sangre por la naríz que de inmediato se impregnaba de polvo y tierra.

El viento ya empezaba a hacer estragos en ella. Hacía colar por sus heridas abiertas granitos de arena que cuando estuviera conciente de nuevo la harían vivir un pequeño infierno. El calor abrazador además la esta llenando de gotas de sudor, que inmediatamente rodaban despejando un poco la mezcla mugre que tenía en su cara y permitiendo enrojecer en esos puntos su piel clara. Totalmente inerte, apenas respirando, ajena al viento que estaba a su alrededor, la tierra empezaba a cubrirla por pedazos, queriendo desaprecer la evidencia del futuro cadaver.

Bajo ella, el charco de sangre se condensaba la tierra, para con el calor irse secando rápidamente y luego volver a humedecerse, el ciclo, cada vez era más lento, cada vez llegaba menos humedad roja, porque el viento hacía un tapon por los orificios desde los cuales manaba el líquido. Pero aun así seguía fluyendo.

Ese bulto era lo que estaba bucando la asesina. No eran más que unos pasos de donde había caído la elfa, los que las separaban. El brazo desgonzado la terminaba de delatar, y verificaba que el bulto no se movía. El bulto se dejaba ir, sin hacer el menor esfuerzo, esta vez en su mente desconectada no hubo campos verdes o recuerdos felices o una lucha con su sombra en lugares tenebrosos. Esta vez había una gran nada, no había oscuridad, no había luz. Solo una diminuta idea de la cual aferrarse en medio del vacío

- Yato... - era un llamado, pero solo el murmurar en medio de un sueño del que aun no se despierta, lo único que demostraba que más allá de una expresión de, ese estar "conciente" era falso, era que aun no empezaba a quejarse, aun no había dolor, aun estaba la nada absoluta y laserante. Y al abrir la boca, más sangre se escurrió de ella antes que fuera llenada con parte del polvo.

Y si, Yshara ahora podía comprender porque se referían a ella como "la niña", porque el jefe de los bandidos le había dado la descripción que le dio. En el diminuto instante en que estuvieron vagando por la sombra pudo verla tal cual como era. Las sombras, entes engañosos que muchas cosas muestran distorcionadas, le dejaron ver al interior de ellas la forma real de muchas cosas, entre esas, que efectivamente era una niña de más o menos 12 años y ahora, de nuevo en su figura de mujer, estaba cada vez más pálida, casi semejaba un papel entre las manchas de ceniza, sangre y tierra.
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Mensaje por Yshara 23/11/09, 12:27 pm

Sólo cuando fué capaz de enfocar la vista, lo suficiente al menos como para distinguir el pálido color blanco de su piel del color de la arena, distinguió a... la niña. Se la quedó mirando un momento. ¿Era... la misma muchacha que había visto durante el viaje? ¿La misma a la que se había enfrentado ya hacía bastante tiempo, en el valle? ¿Qué... significaba éso?

Estaba pálida, y la sangre se arremolinaba bajo su cuerpo maltrecho. Joder... estaba herida. Mucho. Si no supiera tan bien hasta qué punto estaba mal, habría pensado que Dulfary podía estar peor que ella. La elfa sintió un calambrazo terrible cuando se agachó para recoger su cuerpo de entre la marea de polvo, pero lo supo resistir. Aún tuvo las fuerzas necesarias para alzarla, sostenerla en brazos un momento. Para cargarla. Siempre había sido una mujer resistente.

Miró a su alrededor un momento antes de comenzar a caminar. A través de la cortina de polvo, pudo ver lo que parecía... un muro, una pared. Aunque fuera una de las agujas de piedra que les rodeaban, sería mejor que quedarse ahí... y esperar a que el polvo las sepultase. Cojeaba muy seriamente, y el dolor le hacía sacudirse, y más de una vez creyó que iba a caerse, pero pudo seguir caminando con la chiquilla en brazos.

La suerte quiso que el polvo le dejase ver una pequeña grieta en el muro al que se había aproximado, apenas lo suficientemente alta como para que pudiese entrar de pie. Cargó a la muchacha al interior, con gran esfuerzo. Estaba... oscura. Húmeda. Era más fresca que el exterior, y el polvo no entraba... al menos no tanto. Era muy estrecha, pero cuando hubo recorrido unos cuantos pasos, el corredor de piedra se ensanchó repentinamente, y acabaron en lo que parecía una especie de sala. Había una especie de musgo, un líquen extraño que crecía en las paredes de piedra, que emitía una luz ligeramente fosforescente. Creaba la suficiente luz como para ver.

La elfa siguió cojeando durante unos pasos más. Un pequeño nivel descendente conducía hasta la parte más ancha de la cámara. Bajo un techo de estalactitas que se fundían con las estalagmitas del suelo, era un lugar extraño y... curioso.

El grito resonó por toda la cueva, e hizo despertarse a los murciélagos, que cambiaron bruscamente de lugar entre sonoros aleteos. El crujido del tobillo la hizo caer, definitivamente, y con ella cayó la muchacha. Se golpeó con el suelo, y la elfa fué detrás, a duras penas pudiendo poner las manos para amortiguar el golpe. De inmediato se llevó las manos al tobillo, con un quejido ahogado, y un latigazo en el vientre le hizo volver a extender el cuerpo.
Se quedó tendida un instante, jadeando pesadamente, muerta de cansancio... de extenuación. Estaba al borde de la inconsciencia, y ya no podía llevar más allá a la muchacha. No podía ponerse de pie. Sabía que no podía hacerlo, aunque el tobillo no fuera nada serio, seguramente la reminiscencia del esguince que le hizo Kuranthis. Aun así era demasiado dolor, demasiado. Sólo pudo agarrarse la herida invisible del vientre con las manos, y reprimir un segundo grito mientras un hilo de sangre ennegrecida le caía por entre los labios.

- Joder - se quejó, amargamente, con los ojos al borde de las lágrimas. - Joder. No... puede ser. Tiene... tiene que haber algo que...

Cerró los ojos, vencida por el dolor, y se arrastró con el brazo izquierdo hasta donde se encontraba Dulfary. Se recostó sobre ella un momento, con la oreja puesta en su pálida piel. Perdía demasiada sangre. Y el corazón ya le latía débil. Le preocupaba más el estado de la muchacha que el suyo propio. ¿Por qué...?

No era el fracaso... no era el orgullo... era... maldito fuera el Infierno. ¿La niña... tenía que morir por su culpa? Sería diferente si ella hubiera decidido matarla. Pero...

...

- Que la lleven los diablos - repitió para sí, como una letanía. - No... creí que... tan pronto...

Estiró la mano, y se miró al brazalete que la cubría durante unos tensos instantes, en silencio. La cueva no dejaba pasar la brisa. Sólo el goteo distante del agua, su propia respiración apagada y ronca y el débil hálito de Dulfary rompían la quietud de la caverna. La elfa suspiró pesadamente, y cerró los ojos mientras una de las runas de su brazalete se iluminaba.

- Te lo... imploro...

... Y tardó un instante. El disco surgió de la oscuridad, no más ancho que su muñeca al principio, luego del tamaño de un plato, y después una urna por la que habría podido caber ella. Suspendido en el aire, era un perfecto agujero, oscuro, cargado de energía, una ventana a la que era mejor no mirar. Como si la hubiesen expulsado desde el otro lado, una figura cayó a plomo, pesadamente, a través del portal. Emitió un quejido al alcanzar el suelo, y después alzó la cabeza.

- Ah - gimió. - Maldición. Eliges unos momentos muy inoportunos para agitar ése maldito brazalete tuyo, ¿Sabes, elfita? Yo...

... se quedó sin palabras al observar la escena.

- Señora - murmuró a continuación, con una preocupación casi reverencial, pero sus ojos estaban clavados en Dul. - Y... tú... ¿Qué ha...?

- Haz... un viaje - le ordenó la elfa, con la voz débil. - Ve... a mi refugio. Trae...

El diablillo había desaparecido antes de que la elfa hubiese concluído la orden, con una característica explosión de azufre. ¿Qué otra cosa podía pedirle? Lo comprendió, sin necesidad de que se lo explicara. Ojalá hubiese podido llevarse a la jovencita a un lugar seguro... pero, por desgracia, el diablillo sólo podía viajar solo. O con objetos.

Cuando volvió a aparecer, tenía una cajita metálica entre las manos. La elfa se la arrebató casi con avidez. Si no la conociese tan bien como la conocía, el diablillo casi podría haber jurado que la elfa estaba...

... ¿Sollozando?
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Mensaje por Dulfary 05/01/10, 07:19 pm

El cambio de ambiente fue recibido con mucha gratitud por su cuerpo, por sus heridas. Que fuera fresco fue un alivio no expresado, fue un descanso no percibido.


Con una luz azulada, la nada se estaba desquebrajando. Con una luz azulada, el mundo se tiñó de rojo, de dolor, de ganas de llorar, de ganas de desaparecer, que dejara de doler. Ese último golpe la había traido de regreso. Al menos al nivel de saber que estaba viva. Las palabras de muchos vinieron a su mente extravida aun ligeramente en la inconciencia. Pero tuvieron fuerza en la voz de su hermano.


El dolor que sufrimos, es señal de que vivimos.


Estaba viva, no todo se había perdido. Estaba muy viva, demasiado viva. A sus oídos como ecos lejanos llegaron los sonidos de la cueva, los quejidos de alguien más, los murmullos de algo que bien podía ser una conversación.


Su respiración se hizo errática y eso hizo que el daño interno por cada golpe sacara mas sangre que al no encontrar ahora el medio hostil de la tormenta de arena se deslizó hasta fundirse con el verde del musgo.


Dolía todo, lágrimas salieron con un gemido lastimero, aun ausente e inconciente salió de ella. Lo demás fue quietud. Quietud, silencio y dolor. No silencio, había algo más... ¿sollozos?.


Por fin sus manos se movieron, incluso antes que sus ojos se abrieran, de hecho, no se abrieron. Se sujetó de nuevo la herida. Era su sollozo, era eso lo que había escuchado, o no?. Abrió los ojos a la fuerza y al hacerlo dos lágrimitas más de dolor escaparon, estaban vidriosos y ahogando un quejido insistió en llamar a la primera figura de protección que vino a su mente.


- ... Yato... - la palabra estaba colmada de llanto, de dolor, de angustia. No se tomó el tiempo de reconocer el lugar en el que estaba, no de darse cuenta que nohabía razón por la cualllamar a alquien que jamás llegaría por estar desaparecido hacía demasiado tiempo - ... Yatoo... - esta vez sonó con más fuerza, con mas desesperación, como una suplica, con los ojos cerrados de nuevo, con más lagrimas. Pero notó algo esta vez. Al pie de sus manos, muy cerca de la herida más grave, había algo más. Pelo.


Volvió a abrir los ojos y la vio. El movimiento fue inmediato, fue un impulso mezclado con la reacción de su corazón que dio un vuelco y sobre todo, fue brusco. Trató de alejarse. En sus ojos por un momento se borró el dolor para dar paso al miedo. La imagen de la elfa enfrente suyo, con una cuchilla improvisada, sentada sobre ella fue lo primero que se le vino a la mente, su ojos crueles, su sonrisa sádica y el miedo fue superior por un instante, borró los recuerdos de la biblioteca, de su trabajo en "equipo", la presencia del imp con la caja de metal solo la llevó fuera de contexto en el espacio y en el tiempo y los latidos de su corazón sacaron nuevos hilos de sangre por nariz y boca.


Pero solo por un instante. El dolor podía ser mayor que su miedo, jamás había sido herida de esa forma, se sintió desfallecer de nuevo, sintió como todo se volvía borroso, como todo se hacía negro y poco claro dentro del mareo, sentía que se iba de nuevo.
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Mensaje por Yshara 31/01/10, 12:55 am

Yshara cerró los ojos una vez tuvo la caja entre las manos, y echó la cabeza hacia atrás, volviendo a apoyarse en Dulfary mientras tomaba aire. Respirar se hacía más difícil. No quería pensar en ello. No quería... darse cuenta. Estaba...

Estaba... empeorando. El dolor. El esfuerzo de respirar. El...

Sintió los dedos de la muchacha perdiéndose entre su pelo, y le arrancaron un quejido de sorpresa. Alzó la vista, y sus ojos se perdieron en los de ella... y lo vio reflejado. El miedo. El terror. Se apartó instintivamente de ella, y también instintivamente, la elfa extendió una mano y la sostuvo por la cadera. No tenía fuerzas para escaparse mucho más allá. Tampoco las tenía ella para retenerla.

Se asomó a sus heridas por primera vez, y tuvo tanto miedo como estaba teniendo ella en ése momento. Se le escapó un quejido de frustración. Las puñaladas eran profundas... y el polvo había ensuciado las heridas. Si no la mataba el desangramiento, lo haría la infección.

- Deberías... - comenzó a jadear, diciéndole al diablillo. - Deberías haber... traído...

- ¿Ésto? - preguntó el diablillo, moviendo la cola.

Agarrada a ella, llevaba una especie de botella, un licor. Las runas en la botella lo identificaban rápidamente como aguardiente enano, una bebida bastante fuerte. Y bastante común en el Reino. La elfa extendió una mano hacia la botella, y la observó un instante. Luego miró hacia el diablillo. Incluso estando tumbada, apenas tenía que levantar la vista para mirarle a los ojos.

- Échaselo - musitó, apartándose ligeramente. - No... todo. Chorros... en las heridas... - la mano derecha de la mujer recorrió el cuerpo de la chiquilla a tientas, de forma un tanto indecorosa, hasta que sus dedos se posaron en la barbilla de Dul. - Ésto... te va a doler...

Dicho y hecho.

En cuanto la elfa acabó de advertir a la niña, el diablillo se acuclilló junto a sus heridas, y vertió un generoso chorro del licor enano en cada una de ellas. Si tenían suerte, el alcohol evitaría que la infección llegase a más. Aun así, por supuesto, para Dulfary... no debió ser nada agradable.

- Ayúdame... - le rogó la elfa al diablillo en cuanto hubo terminado. - Tenemos... que...

La voz se le quebró en una tos en ése momento, pero hizo un gesto con la mano, los dedos cerrados sobre algo fino en un movimiento circular. El diablillo la miró con atención un segundo, y lo comprendió al siguiente. "Coser".

Bueno, no es que comprendiese mucho de lo que estaba sucediendo, a decir verdad, pero al menos entendió lo que la elfa quería de él, y apoyó la caja en el suelo para preparar la aguja y el hilo. La pregunta que resonaba más fuerte en su pequeña mente era qué cosa había hecho que la elfa se preocupase por la joven.
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Mensaje por Dulfary 05/02/10, 05:16 pm

Y gritó.

Con el alma. No tenia fuerzas para hacerlo de otra forma. La advrtencia no fue suficiente para prepararla. El primer ardor la tomó al final de la frase y mucho antes que siquiera fuera procesado por su cerebro, por lo que no tuvo suficiente aire para sostener el grito, el cual, sí llevaba todo el dolor reprimido, los gritos que habían sido forzados a convertirse en solo gemidos, todas las emociones encontradas, toda la impotencia de saber que en teoría estaba en la capacidad de evitar que todo eso ocurriera, y todas las ansias de liberarse del sufrimiento.

Y aun así, fue corto, pues se quedó sin aire antes de terminarlo, a mitad de ese chorro de aguardiente, a mitad del grito. Pero eso no implicaba que dejara de doler, no impedía que cerrara los ojos con mas fuerza aun y apretara los dientes para que fuera rematado con lo que era la mezcla de un sollozo y un gemido lastimero, sin atreverse a recuperar el aire.

El alarido recorrió la cueva, retumbando, llenádola nuevamente del sonido del sufrimiento, resintiendo su paz, siendo filtrado por las columnas naturales que se habían formado, hasta perderse en la lejanía donde los murcielagos fueron nuevamente molestados.

Su psique aun inmadura para tal cosa quiso bloquear de nuevo la realidad, dejarala inconciente, en especial cuando hizo acopio de toda su voluntad para no revolverse, para no agredir al imp y a la elfa y huír lejos de lo que le estaban haciendo, con la puños cerrados con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos, así que terminó por golpear la roca sobre la que estaba tendida. No se le otorgó la gracia de la inconciencia.

Cuando el primer chorro terminó volvió a respirar, agitadamente, jadeando y dandose cuenta que de nuevo había llorado. El grito del siguiente chorro fue solo de dolor, ya no llevaba esa angustia, tuvo más preparación, de alguna forma denotaba aguante de la situación, de alguna forma el grito era mucho mas "valiente". Y nuevamente respiraba agitadamente. Sollozó un momento y volvió a abrir los ojos justo a tiempo para ver el gesto de costura de la elfa y los orbes rojos se abrieron un poco más. Negó con la cabeza un poco alarmada. Como si no fuera suficiente lo que iba hasta el momento, eso iba a doler, mucho!

Pero al menos ahora estaba mucho mas despierta, más conciente, con sus pro y sus contra. Lo suficiente para volver a contextualizar el espacio y el tiempo. Era una cueva el lugar donde estaba y la elfa no la estaba torturando, la estaba ayudando y estaba... golpeada, terriblemente golpeada, se veìa mal y aun así la estaba aydando. Movió la lengua en su boca y le supo a oxido, casi sintió ganas de escupir eso que tenía dentro.

- ... si ... - con el dorso de la mano se secó las lágrimas - .... me dolió... - le respondió a la elfa, haciendo notar lo que ya habìa sido obvio. Su animo no llegó tan lejos para rematar una frase con una sonrisa, pero al menos el comentario a ella misma le bajó la tensión que sentía.
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