Fantasmas del pasado

Era un día soleado, no se veía una sola nube en el cielo y una alegre brisa, proveniente del mar refrescaba el ambiente. El lich, salió de su laboratorio para desentumecer la mente. LLevaba ya varios dias enfrascado en la traducción de un tomo sobre transmutación. Si bien conocia multitud de lenguas, esa se le estaba resistiendo sobremanera. Se obligó a si mismo a salir y refrescarse, aunque siempre era reacio a salir durante el día. Para evitar llamar la atención, utilizó la ilusión para hacerse pasar por un anciano y como siempre estaba rodeado por el olor a bayas del bosque para camuflar su aroma real.

Decidió sentarse en un banco, observando el paso de la gente en su actividad. Sentía cierta nostalgia al recordar su propio pasado, corriendo siempre de un lado a otro. Pero pronto le entró la risa, al ver como todo el mundo andaba frenético, al igual que las hormigas recolectando comida para su colonia.

- Pobres ingenuos, gastando toda su energía mientras intentan conseguir todo tipo de bienes materiales. Siempre inquietos y temerosos poque la muerte les acecha en cada comida y tras cada esquina.- Habló para si mismo en voz alta. Era una costumbre que tenía al estar casi todo el tiempo a solas.

Tras un rato de meditación, decidió dar un pequeño paseo por la plaza. Hacía mucho que no pasaba por allí, recuerdos muy lejanos volvieron hacia su mente. Lejanos, aunque quién decidia lo que es lejano. Ahora su concepto del tiempo era muy diferente. Un par de años ya no parecian tanto tiempo como antes. Se pecató que varias personas, sentadas en la calle, pedían dinero y comida para sobevivir. Sacó de su bolsillo unas monedas y se las entregó al mendigo más cercano. Éste, al ver lo que le entrgaban musitó:

- Gracias generoso caballero.- Esas palabras resonaron en su cabeza. Si el desdichado supiese que ser le había entregado unas monedas, probablemente habría salido corriendo y gritando llamandole monstruos o demonio.

- ¿Por qué los humanos odian lo que no conocen? Si bien he conocido gente que me ha aceptado, ninguno de ellos era humano. ¿Tanto les cuesta entender que todo lo desconocido no es malo ni oscuro?

Con estas reflexiones decidió tomarse otro descanso y se sentó en uno de los banco en lateral de la plaza, esos que estan pegados a las fachadas de las casas. Alzando la cabeza volvió a observar el cielo.

[FDI: Todo el que quiera unirse puede hacerlo.]

Era un día despejado, no había nubes en el cielo y el sol brillaba con fuerza. Un soplo de viento, que corría desde el norte, refrescaba el ambiente. Por las calles se podía ver a multitud de gente que se dirigía en todas direcciones: mercaderes camino de sus megocios, trabajadores que marchaban a ganarse el salario para su familia, mujeres en dirección al mercado... Entre aquella multitud de gente, había alguien que paseaba sin ningún objetivo específico. No iba al trabajo, ni acomprar comida, ni a ver a su amada, simplemente daba un paseo. Para cualquier observador ajeno, simplemente se trataría de un anciano algo excéntrico: llevaba un montón de libros colgados del cinto en los que no paraba de anotar cosas y desprendía un fuerte olor a bayas del bosque. Sin embargo la realidad era bien distinta.

Bitriz, descendiente de la familia Gralth, no era ni de lejos lo que cuaquiera podía pensar: desde hacia tiempo ya no pertenecía al mundo de los vivos, se había convertido en un lich. A pesar de esto, le gustaba dar paseos por las calles, por que le gustaba observar el comportamiento humano en el día a día, solo por interes científico, como se repetía así mismo muchas veces. La verdad era un poco mas perversa: le divertía ver como todos se afanaban en conseguir sus objetivos, aunque fuesen estupidos desde su punto de vista.

- Siempre con prisas, preocupandose por su casa, por tener dinero y comida para vivir. Todo eso para acabar al final bajo tierra, o en el fondo del mar en una caja. Menos deberían preocuparse por cosas vanas y deberían disfrutar más de su tiempo. Pero no se atreven, ya que siempre viven temerosos de la muerte y prefiern no arriesgarse.- Pensaba Bitriz en voz alta, ya que era una costumbre creada por su total soledad.

De pronto un hombre, que no tendría más de 30 años se le acercó y le pidió unas monedas. Bitriz se quedó sorprendido y se quedó unos instantes pensativo pensativo.

- ¡No puede ser! Este hombre... no es posible, es totalmente imposible... sin embargo, se parece tanto a él.- Casi de manera involuntaria metió las mano en su bolsillo izquierdo y sacó un par de monedas y se las entregó. Al hombre al cogerlas, se le iluminó la cara y con una voz llena de sinceridad le dijo - Gracias.

Una vez se hubo marchado, Bitriz decidió sentarse en un banco para reflexionar.

- Vaya, parece que viejos fantasmas del pasado han decidido hacerme una visita. Esperaré aquí un rato para ver que más me depara el día de hoy.- Dicho estó cogió uno de sus libros y siguió apuntando en él.

[F.D.I: Cualquiera que lo desee es libre de participar. Si nadie se anima lo continuaré como un relato autoconclusivo.]

La gran sombra que se proyectaba en el suelo, como si una nube pasara eclipsando los rayos del sol, pero que no provenía de ninguna parte, empezaba a ganar no solo consistencia sino nitidez y forma.

Un instante antes que esa sombra se uniera a aquello que la generaba, el viento se arremolinó al rededor de la sombra informe que cada vez era más pequeña, levantando el polvo ahí donde se dibujaba esa masa cada vez más negra, más real.

Sin embargo, en el cielo no había nada más que creara esto, no había nubes, lo que creaba la sombra era la muchacha que se acababa de dejar caer desde uno de los edificios cercanos a donde estaba Bitriz .

La sombra y sus pies se unieron de forma casi felina, cuando esta tocó el suelo, a unos pocos metros de distancia frente a la silla en la que descansaba el lich, flexionando las rodillas para amortiguar la caída, además de la corriente de aire que le sirvió de colchón. Había caído con gracia, con una expresión de fría serenidad por su acción de saltar desde el techo de ese edificio, que si bien no era muy alto, implicaba un riesgo.

Al caer lo hizo con la cabeza gacha, apoyando la mano en el suelo después que sus piernas se flexionaron todo lo que debían hacerlo. Levantó la vista de forma brusca, sus ojos rojos como un demonio, miraron en todas las direcciones reconociendo en donde cayó y, posó la mirada en Bitriz por un instante, tomando impulso con pies y manos, se levanto tan rápido como cayó.

Sin embargo, al pasar junto al anciano, ésta giró ligeramente la cabeza mirándolo fijamente, a donde deberían estar sus ojos por detrás de la ilusión. Esa mirada penetrante que daba a entender que tal vez estaba viendo algo que lo evidente, tan al interior que no solo pasaba la ilusión sino que escudriñaba en lo que bien podría quedarle de alma .

En realidad no le vio más que los ojos, no los reales si no los que tenía la ilusión, aunque por la expresión de sorpresa que hizo casi daba a entender que si lo hizo. Sintió un escalofrío recorrer la espalda. Ese tipo tenía algo... algo en su aura que le decía que tuviera cuidado. Pero que tampoco se adelantara

El cruce duró fracciones de segundo, la muchacha sabía que no podía dejar de correr, pero fue como si dejara de hacerlo por un momento, como si el mundo se detuviera el tiempo necesario para asimilar la sorpresa.

Alguien gritó desde el techo en donde había estado ella. Gritaba lo que grita cualquiera en la posición de quien lo hacía: Deténganlos!!

Hacia el final de la calle, estaba quien debía darle alcance, un muchacho que no llegaría a mas de 15 años, que venía saltando de techo en techo y de ahí a las paredillas hasta llegar a una distancia mucho prudente, y menos suicida, desde la cual alcanzar el piso de la ciudad.

- Corre!!! - gritó él, pero ella estaba aun ese segundo en donde, entendía que ese de ahí era clase de persona con la que no quería cruzarse cuando huía por la ciudad. Y por supuesto, como era su mala costumbre, tenía el rostro descubierto y la mascara de tela con la que debería cubrirlo estaba ineficientemente medio enrollada, medio desgonzada en su cuello.

Y como de costumbre, llevaba el vestuario a la usanza de su gente: ropa ajustada, casi toda en un material muy parecido a la licra pero mas cercano al dril, que le permitía moverse con mucha mas facilidad; un pantalón que venía desde su cadera hasta casi los tobillos por debajo de los botines y la trusa mallada que llevaba bajo de todo eso no se veía siquiera, más que en sus brazos y eso porque sobresalía después de las mangas de su camiseta atada con un fajon a la cintura y que también le llegaba un poco mas abajo de la cadera dando la idea de una pequeñísima faldita.

En un momento determinado, algo raro sucedió. Alli, en medio de la calle por unos momentos apareció una sombra alli en medio. Preguntandose a que se debía, elevó sus ojos hacia arriba y entonces lo comprendió .En el aire se encontraba alguien que iba a caer allí mismo.

Ese hecho le pilló totalmente por sorpresa. No se esperaba que una joven se lanzase desde una de los tejados que tenía en frente. Desde luego no era una forma muy ortodoxa de pasearse por la ciudad. Tenía una gran agilidad, ya fuese natural o a causa de un entrenamiento intensivo. La cosa es que a pesar de la altura desde la que había caido, cayó flexionando las rodillas para amortiguar la caída y aterrizó en perfecta posición. Había caído con gracia, con una expresión de fría serenidad por su acción de saltar desde el techo de ese edificio, que si bien no era muy alto, implicaba un riesgo para ella. Podía haber caido mal y como mínimo hacerse alguna herida, aunque también podía haberse roto un brazo y una pierna si hubiera tenido mala suerte. Pero ese no fue el caso. Parecía tener experiencia en este tipo de acciones, ya que no perdiendo u nsegundo se puso a analizar la situación a la que había llegado

Lanzó un vistazo rápido en todas las direcciones. Analizando el lugar y probablemente intentando ubicar el lugar de la ciudad donde había aterrizado. Rápidamente, se levantó del suelo y prosiguió su camino a la carrera. Cuando pasaba justo a su lado, está le lanzó una mirada. Esa mirada realmente lo inquietó, parecía como si fuese capaz de ver a través de ilusión que formaba su cara. De hecho parecía inspeccionar todavía más profundo, como si fuese capaz de ver su alma dentro del filacterio que la unía a este mundo.

Vió la sorpresa en su cara. ¿Realmente había visto quién o mejor dicho qué era? Ese hecho podía crearle multitud de problemas. Si se corría la noticia, probablemente en unos pocos día toda la ciudad eestría busacndole para poder eliminarlo. Desde luego, eso no podía permitirlo. Pero tampoco podía eliminarla allí, a la vista de todos, ya que entonces también podrían descubrirlo. Se encontraba ante un dilema sobre qué hacer. Aunque tampoco estaba seguro de que realmente esa joven hubiera descubierto su disfraz.

Mientras se debatía sobre la decisión que tomar oyó la voz de alguien que gritaba desde el tejado de donde la joven había descendido momentos antes. Miró hacia arriba y vió a alguien que señalaba a la muchacha y a otro joven que parecía esperara al fianl de la calle.

-Detenganlos!!- había gritado el personaje del tejado. Se planteó hacerlo, pero no lo hizo, ya que la chica, que llevaba la cara descubierta, le acababa de recordar a una persona que le fue muy querida. A pesar de que era imposible de que fuera ella, por eso la idea no abando no su mente. El chico que la estaba esperando le gritó para apremiarla a continuar corriendo para poder escapar. Probablemente se trataria de unos ladronzuelos, pero esa cara que había llenado de recuerdos su cabeza le impedía quedarse quieto. Le había provocado un leve escalofrío ese cruce de miradas y decidió actuar. Mientras escapaba de sus persecutores corriendo por la calle, Bitriz tomó finalmente una decisión, tendría que asegurarse de que no era ella. Se levantó del banco donde se encontraba sentado y decidió seguirla.

~ él lo sabe, él me vio, sabe la verdad ~sintió que el escalofrío que se había formado pasó a ser un estremecimiento. Le había devuelto la mirada y por la forma en que a vio, como si la reconociera, asumió que él sabía de la maldición.

Un motivo más para correr, para salir de ahí, para evitar todo tipo de problemas. Aun más si era con él. Las personas en la placita en la que estaban no hizo el mayor esfuerzo por detenerlos, lo que le facilitó la huida a la muchacha, que solo se tropezó con una señora a la cual empujó, sin que esa fuera realmente su intención y se perdió en el siguiente callejón.

El muchachito que le estaba esperando, le pasó una bolsa y empezó a correr en el callejón. No tenían mucho tiempo, debían salir de la zona. ¿A qué horas había terminado metida en semejante lio? Se quedó con la bolsa y separaron sus caminos.

No quiso mirar atrás, pero su paso se iba haciendo cada vez más relajado, según se acercaba a una calle con más personas. No conocía muy bien la ciudad, esperaba no perderse y poder encontrar el punto de encuentro con su nuevo amigo, mientras, echaba un vistazo sobre el hombro, solo para ver si no la estaban siguiendo.

Ese momento, cuando sus miradas se cruzaron, había sido extraño. Pensaba en eso ahora que podía caminar con más calma. Qué era lo que había sentido exactamente? Era como si algo estuviera mal ahí, pero qué? Por qué la había mirado así? sería algún tipo de ente especial?

- Es ridículo - masculló por lo bajo, al pensar en si de verás había visto a través de la maldición. Pero entonces se le ocurrió algo diferente... se veía como su madre, tal vez había conocido a su mamá en el pasado y fue a ella a quien vio y no a sí misma - es tonto, tengo los ojos de mi padre - negó con la cabeza, ocultando la mirada de quienes se cruzaban con ella.

Personas buscando activamente la hicieron torcer, muy casualmente, claro esta, por otra calle. Un callejón sin salida, la parte trasera de varios establecimientos con portones mas vistosos.

Se recostó a la pared y se llevó la mano a los ojos. Debía concentrarse, si seguía pensando en el sujeto del banco, cometería algún error de los que estaba tan acostumbrada a cometer. Por ejemplo, no darse cuanta que precisamente esa persona, la había estado siguiendo.

Mientras la seguía, pudo observar como la joven se chocaba con una señora mientras huía. Tenía que reconocer que era bastante rápida, sin embargo el lich tenía una ventaja importante sobre ella, él no podía cansarse y ella sí. Cuando llegó a lla altura del muchacho que la estaba esperando pudo observar que se pasaban algo entre ellos par después continuar con la carrera. No podía permitir que se escapara sin comprobar quién era aquella muchacha. Se obligó a sí mismo a acelerar el paso. Dió la orden a sus viejos huesos y a sus músculos de que necesitaba alcanzarla. No podía perderla de vista.

Mientras continuaba, volvió a verse atacado mentalmente. No podía quitarse de la cabeza aquellos recuerdos de un tiempo tal lejano. En aquel tiempo que en que una vez su corazón todavía bombeaba su sangre, y podía sentir emociones que lo embriagaban. Cuando estuvo enamorado de una mujer, que extrañamente se parecía a aquella chica a la que seguía. Su mente le decía claramente que no podía ser ella, que se marchó hace mucho tiempo y que era imposible que siguiera con vida. Sin embargo, algo le decía que quizas había cierta conexión entre ambas. Su parte emocional, que pensaba que estaba extinguida, se agarraba a ese motivo como a un clavo rdiendo. Sabía que probablemente no sirviese de nada el esfurzo, que se estaba exponiendo de manera estúpida a ser descubierto, pero no podía abandonar la idea.

Mientras salía de sus ensoñaciones, vió como primero ella iba disminuyendo el paso. Decidió hacer lo mismo para no llamar su atención. De todas formas, parecía ser muy descuidada, estaba escapando de alguien que la estaba persiguiendo hsata hace poco, pero en ningún momento se giró para aber si todavía la podían atrapar. En un momento, cambió dedierecicón y se internó en una calle bastante pequeña, y que si recordaba bien, no tenía salida. Esa era su oprtunidad, ahora podría estar a solas con ella. Sin embargo, no sabía que decirle ni como empezar. con paso seguro decidió entrar en el callejón, y habría tomado aire ara tranquilicarse si no fuera por que sus pulmones hacía años que no lo necesitaban.

Torció en la misma esquina que lo había hecho ella anteriormente y se quedó allí parado ocupando la salida, sin saber qué decir o como empezar una conversación con ella, se sentiá bloqueado. Se cruzó de brazos y esperó que ella dijese algo primero.

Su buen estado físico le permitía recuperar el aliento con un poco mas de rapidez que lo que ella misma había pensado, pero aun así necesitaba detenerse. Había corrido durante casi toda la mañana; por lo general las personas que la seguían solían darse por vencida tras unos momentos, pero esta vez no, fue la excepción.

Hora de volver a moverse. Pero antes de tomar del todo la decisión e incluso antes de bajar la mano de sus ojos, sintió como se le erizaba el vello en la nuca. Algo estaba mal, algo estaba muy mal. Levantó la vista rápidamente, al frente, algo nerviosa; era la clase de sensación que tenía cuando un ser que llevaba al desequilibrio se inclinaba hacia la oscuridad.

Volvió la vista y frunció el ceño al fijarse en Bitriz, en la entrada al callejón. Se veía como una persona normal... no es que se viera como un demonio o un asesino peligroso y lo más extraño era que el don de sus ojos rojos, ver el corazón de las personas, no le decía nada sobre él, ni bueno ni malo, como si...

~ No tiene sentido... todos tienen corazón ~ su mirada se suavizó un poco, para dejar paso a la curiosidad y sorpresa con la que lo miraba. Era el hombre del banco... la había seguido, eso no lo entendí, menos aun que le diera alcance donde otros no lo habían hecho.

Tan sutilmente somo pudo, trató de guardar el kunai que había sacado en cuanto se vio sorprendida. No quería parecer hostil, mucho menos grosera, con el extraño.

- Me asustó - reconoció, más con timidez que con humildad. Solo entonces se separó de la pared, llevando aun en la mano visible, el paquete había intercambiado con el muchacho.

Le tomó su tiempo percatarse que tenía los brazos cruzados y que podría representar un problema. Él, de alguna forma, la había reconocido. La pregunta era de donde la conocía, porque ella no le recordaba. Sin embargo se armó de valor y sonrió con todo el encanto del que era capaz, dando un paso al frente, en su dirección.

- Le puedo ayudar en algo? - era eso o preguntarle de forma directa, franca y poco cordial qué quería. Le agradó más la alternativa, ya que de momento no tenía porqué preocuparse, o si?

Allí estaba ella, de pie en el callejón. De improvisto, se giró hacia donde estaba Bitriz, como si huviera sido capaz de sentir su presencia en el lugar. Cuando Dulfary se giró y le vió, en la mente del lich se produjo una tormenta de recuerdos que creía largo tiempo olvidados o puede que escondidos en su cabeza. No podía evitar ver en la joven a aquella persona de la que una ez estuvo enamorado. Su cabeza le decía qu no era ella, que era imposible que fuese la misma. Sin embargo, sus sentimientos se negaban a creerlo, e insistian en su parecido.

Este, comenzó a acercarse hacia ella, mientras observaba como guardaba una especie de cuchillo que había sacado en cuanto e dió la vuelta hacia Bitriz. Fe una sorpresa para él, no se esperaba que fuese a hablar con él. Parecía más tranquila que hace un momento y eso hizo que Bitriz también se relajase un poco.

-Pido perdón por ello, no era mi intención.- Realizó una reverencia para darle más enfasis a sus palabras, ya que por sí mismas carecían de emoción o verdadero significado. Hablaba con voz monótona, y no quería que se asustase por su presencia y saliese huyendo. Cuando le preguntó que quería, tuvo quepensar su respuesta, ya que no le iba a decir así, a la primera sus intenciones. Era muy celoso en lo referente a sus planes e intenciones, y no se los solía revelar a nadie.

- Pues para empezar, estaría bien saber por qué una chica como tú estaba siendo perseguida por un grupo de gente. Me imagino que será porqe eres una ladronzuela, pero me gustaría oir tu historia antes, para ver si estoy e lo cierto.- Siguió acercandose a ella hasta que se encontró a un par de metros, siempre sin apartarse de la salida del callejón, para evitar que se plantease la huída del lugar.

No era necesario que le contesara, porque en realidad poco le importaba lo que hubiera hecho. No set rataba más que de una forma para entablar conversación con ella y conocer más, para contestar a las preguntas que él mismo se estaba hacieno con respecto a Dulfary. Tenía que saber si tenía algo en común con su amada o era solo una mala jugada que le estaba gastando su mente.

Trataba de no ser paranoica, de ver como casuales los movimientos del hombre al acercase al callejón. Peo también trataba de no parecer nerviosa.

- Tranquilo, esas cosas pasan - sonrió con su dulzura y encanto natural. Un susto se lo llevaba cualquiera y ahora que él le pedía disculpas, aun cuando no era eso lo que buscaba de él al decirlo, se iba relajando más respecto a su presencia, casi al punto de bajar la guardia pese a que le bloqueaba la salida.

Al conocer sus intenciones, la inicial al menos, de saber por qué corría, se tranquilizó del todo. Eso era todo. Estaba segura que lo que había estado haciendo no tendría que afectar necesariamente al hombre... pero... pero. Su sonrisa se borró, sus ojos lo miraron con dureza y llegó a a fruncir el ceño.

La expresión de Dulfary adquirió tal nivel de furia, que era fácil predecir que estallaría de forma violente y soltando una sarta de improperios contra el anciano.

- Pues!!! - se contuvo, después de esa airada expresión inicial. Apretó los labios y tomó aire tratando de ser respetuosa con quien tenía en frente - Pues se imagina usted muy mal. No, no soy una ladrona, me esta ofendiendo - dio un par de pasos al frente, acortando la distancia entre los dos, pasos resueltos que luego se desviaron para sobrepasarlo por el lado y salir del callejón.

~ Cómo se atreve?????? ~ Solo lo pensó por la forma en que respiraba, la ira, con un toque infantil bastante obvio, lo dejaba claro.

- No me robé nada, si es su pregunta. Si huía es porque no vi mas remedio y no quería un altercado, y mis acciones no creo que nada tengan que ver con usted o le hayan afectado, permiso! - dijo al pasar junto a él, con claras intenciones de irse. Si bien estaba molesta por la insinuación, también era cierto que la pregunta, el saber que la seguían y que él si llegara hasta ella, la ponía sobre aviso para salir de su desventajosa posición en el callejón.


fdi: oye, yo estoy asumiendo que se ve como un ancianito en su ilusión,.. me lo invente?

[fdi: No te equivocas, ese es el aspecto que aparenta. Siento haber tardado tanto en contestar]

En un momento, la cara de la chica cambió radicalmente. Había pasado de una amable sonrisa a una cara de ira en un momento. Bitriz sonrió ante esa transformación tan radical de emociones. Era tan típico de los humanos dejarse llevar por ese tipo de acciones. Se sentía ofendida ante su acusación de ladrona y se había enfadado por ello. Realmente no tenía pruevas de que lo hubiera hecho, pero se lo imaginaba. ¿Por que razón se iba a enfadar de esa manera si no? Era como cierta frase que escucho tiempo atrás: "Las verdades ofenden." Sin embargo, era mejor no alterarla más con sus insinuaciones, ya que lo que buscaba era hablar con ella.

- Está bien, si tu lo dices tendré que creerte, pero no suele ser lo normal que persigan a alguien por los tejados si no ha hecho nada malo...- Ella estaba tan furiosa que se dirigió hacia la salida del callejón para marcharse. No podía permitirselo, por lo que tendría que persuadirla de que no se marchara. Podía haberla obligado por la fuerza, pero no era la mejor forma para que puiesen hablar. Tendría que retractarse de sus plabras para pder mantener un diálogo.

- Entonces, si no has robado nada, creo que te debo una disculpa. Ya soy muy mayor para estas cosas y no suelo fiarme de la gente a la primera.- La cogió del brazo, sin ejercer mucha fuerza, para evitar que se marchase. Era para que se tranquilizase mientras escuchaba sus palabras.- Si damos un pequeño paseo para que me cuentes por que te perseguían, yo te ayudaré con esos hombres. ¿Te parece correcto? De esta forma no tendras que seguir corriendo ni escondiendote.

Le parecía un trato justo, él evitaba que la siguiesen persiguiendo, y ella a cambio le contaba su historia. Era la mejor forma que se ocurría para poder averiguar cosas sobre ella y si tenía alguna relación con su amada... Tal vez fuese una descendiente, ya que le recordaba tanto a ella en su juventud. Aunque también podía tratarse de que su mente le estuviese jugando una mala pasada. Todo era posible.

En el mometo en que la tomó del brazo, un escalofrío le reocorrió la espalda. Había algo raro con el sujeto, algo que se le estaba escapando con la sentidos normales, pero por mas que intenbaba mirar en el fondo de su corazón no encotraba nada, como si su don estuviera fallando.

Para el enojo que tenía lo normal habría sido que quitara el brzo, pero se detuvo, mirandolo a los ojos, confundida, (aun molesta).

- Yo no he hecho nada malo, tampoco contra la ley - sonaba convencida, pero ella misma no estaba segura - por evitar hacer daño fue que corrí pero no parecieron conformes con eso. Aun así no iba a iniciar un altarcado y que alguien saliera herido por tratar de regresqar algo que le pertenecía a alguien mas - ahí si estaba diciendo la verdad. Los rasgos, en su carita anglical, se suavizaron al explicarle y al no tener el ceño fruncido, sus ojos rojos como los de un demonio, dejaban la ingenuidad de Dulfary.

Si Bitriz había conocido a algun antepasado de Dulfary, tendría que ser por la rama de su mamá. La niña, que parecía una mujer por culpa de una maldición, era la viva imagen de Samia Abidilsamad, a expeción por el color de los ojos, que eran rojos, mientras los de su madre habían sido pardos. Tenía el cabello rubio claro, facciones delicadas y una sonrisa fácil, adorable; su cuello delgado, cubierto por la mascara de tela enrollada la ayudaba a ladear la cabeza en un gesto que de alguna forma había pasado de generacón en generación por las mujeres de la rama materna.

- Se acuerdo, demos un paseo. Pero no se lo puedo contar todo, espero que entienda que hay cosas que se deben guardar - suspiró y se guardó su enojo muy dentro, pero al asecho para saltar al sentirse de nuevo ofendida; aun así, tras suspirar sonrió con su ecanto habitual - soy Dulfary - se presentó.

fdi: yo me sentía abandonadita