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Muireall
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Muireall
- Nombre: Muireall
- Raza: Selkie (hada foca)
- Edad: 20 años
- Descripción física:
Es una joven muy hermosa. Tiene una larga y sedosa cabellera castaña; ojos azul oscuro, de largas y rizadas pestañas, con reflejos plateados; tez clara y rasgos finos y armoniosos. Se le forman hoyuelos en las mejillas al sonreír.
Es de mediana estatura y esbelta, con un cuerpo perfecto.
Acostumbra usar un sencillo vestido que le llega hasta los tobillos, de mangas largas y escote discreto, generalmente en tonos pastel y ceñido con un cinturón.
- Descripción psicológica:
Es una persona gentil, amable y tímida. Muy callada y observadora. Cortés, pero distante con quienes no conoce. Cálida y afectuosa con quienes conquistan su confianza y su cariño. Una profunda melancolía impregna toda su personalidad. Casi siempre latente, pero en ocasiones manifestada en períodos de honda depresión.
- Alguna habilidad o característica especial:
• Muireall es, en su origen, una foca que al quitarse la piel, adopta forma humana.
• En su forma de foca, posee todas las habilidades acuáticas que estos animales poseen.
Como humana es una excelente nadadora y buceadora, no al nivel de una foca, pero si superior a un humano corriente.
• Tiene una profunda empatía con los animales, lo que le permite entenderse muy bien con ellos. Puede amansar animales salvajes, tranquilizar a aquellos asustados o furiosos, confortar a los enfermos o heridos.
• Puede ver las emociones y los sentimientos de los demás a través de sus auras.
- Historia:
Como lo había hecho cada tarde en los últimos meses, Malcolm caminó hacia la pequeña y escondida playa donde esperaría a su novia del mar.
Durante semanas la había observado en silencio, oculto entre los requeríos que circundaban la playita. Viéndola aparecer entre el oleaje, quitarse su piel como si fuera un ajustado ropaje y emergiendo como la más bella muchacha que hubiera visto. Enamorándose más y más cada día.
La primera vez que se acercó, ella tomó su piel y huyó despavorida. Pero al día siguiente volvió. Y tardó un instante más en huir. Pasaron muchos días antes que ella se quedara lo suficiente para poder hablarle.
Y muchos otros antes que pudiera besarla por primera vez. Había sido una larga, paciente espera. Pero el amor que había conquistado era el más dulce, el más valioso premio que hubiese podido soñar.
Cada tarde, después de la faena, la esperaba para vivir con ella los goces de su amor. Entre rocas y arena, con la música del mar como fondo. La mayoría de las tardes, ella acudía a su cita secreta.
Pero, a veces, el sortilegio del mar era más fuerte y ella no se decidía a abandonarlo. Él hubiera podido retenerla para siempre a su lado, apresarla en tierra firme, impedirle volver al mar. Convertir aquellas pocas horas en días y noches completos. Pero la amaba demasiado para eso. Y la amaba libre.
Atesoraba con avaricia cada minuto, cada segundo compartido para entibiar las frías horas que vivía cuando ella estaba en lo profundo del océano. Y cada vez que terminaba su labor, acudía al lugar de su cita con el corazón lleno de esperanzas.
Como esta vez, en que sentado en una roca, oteaba el horizonte con ansiedad. ¿Vendría hoy?
Muireall nadaba con vigor entre el violento oleaje, acercándose a la costa. Desoyendo el consejo de sus mayores, desechando toda prudencia, se había enamorado de un humano. Lenta, pero inexorablemente. Conocía bien el peligro. Si Malcolm se apoderaba de su piel de foca, podía obligarla a ser su esposa e impedirle regresar al mar. Pero confiaba en él. Sabía que nunca le quitaría su libertad. Por eso lo amaba tanto.
Al llegar a la orilla, se quitó su piel marrón y la dejó sobre una roca. Con los ojos brillantes y los brazos extendidos, se acercó a su amante. Uno en brazos del otro, el mundo exterior fue olvidado y sólo hubo lugar para la ternura y la pasión.
Pero en un lugar pequeño es difícil guardar un secreto. Y ser feliz despierta la envidia de los corazones mezquinos.
El secreto de Malcolm había sido descubierto y su felicidad era envidiada. Aquella tarde, y no era la primera, no estaban solos.
Angus lo había seguido muchas veces, desde que sus solitarios paseos despertaran su curiosidad. Lo había espiado. Había oído, había visto. Y también se había enamorado de la selkie.
Resuelto a tenerla a como diera lugar, se deslizó sigiloso, aprovechando la distracción de los enamorados y se apoderó de la piel de Muireall.
Grande fue la desesperación de ella cuando buscó su piel para volver al océano y no la encontró. Con todo, fue pequeña frente al horror que sintió cuando Angus se presentó con ella en la mano para obligarla a ir con él.
Desesperado y enfurecido, Malcolm se abalanzó sobre él para quitársela. Pero la amenaza de destruirla lo obligó a contenerse. Si su piel era destruida, Muireall jamás podría volver a su forma de foca para habitar en el mar. Para ella, un destino peor que la muerte.
Ni súplicas ni amenazas. Nada sirvió. La selkie se vio obligada a convertirse en la esposa de su captor. Alejada del mar y de su amor.
Buscó desesperadamente en cada rincón de la casa su piel. Malcolm buscó en el pueblo y en sus alrededores. Nada encontraron. La condena era irrevocable.
El único consuelo de Muireall era pasar largas horas mirando el mar. Consuelo que era, al mismo tiempo, una tortura. Malcolm sólo podía observarla de lejos. Y notaba, con desesperación, como la angustia y la tristeza, la consumían cada día más.
Hasta que no pudo soportarlo más. Una tarde en que la muchacha se encontraba en la playa, Malcolm fue hasta la casa de Angus en busca de una respuesta. Y la obtuvo. Pero sus manos se mancharon de sangre.
Ambos enamorados emprendieron esa noche un viaje que era fuga y búsqueda a la vez. Pero el escape no duró mucho. Partidas fueron detrás del asesino. Y en el recodo de un camino, resistiéndose al arresto, Malcolm fue abatido. A ella la dejaron marchar. ¿Qué prisión puede ser peor para una selkie que la imposibilidad de volver al mar?
Desde entonces, dolor y nostalgia son sus compañeros de viaje. Dolor por su amado muerto. Nostalgia por su mundo marino al que nunca podrá regresar.
A menos que encuentre su piel, escondida como aguja en un pajar en un reino lejano.
- Raza: Selkie (hada foca)
- Edad: 20 años
- Descripción física:
Es una joven muy hermosa. Tiene una larga y sedosa cabellera castaña; ojos azul oscuro, de largas y rizadas pestañas, con reflejos plateados; tez clara y rasgos finos y armoniosos. Se le forman hoyuelos en las mejillas al sonreír.
Es de mediana estatura y esbelta, con un cuerpo perfecto.
Acostumbra usar un sencillo vestido que le llega hasta los tobillos, de mangas largas y escote discreto, generalmente en tonos pastel y ceñido con un cinturón.
- Descripción psicológica:
Es una persona gentil, amable y tímida. Muy callada y observadora. Cortés, pero distante con quienes no conoce. Cálida y afectuosa con quienes conquistan su confianza y su cariño. Una profunda melancolía impregna toda su personalidad. Casi siempre latente, pero en ocasiones manifestada en períodos de honda depresión.
- Alguna habilidad o característica especial:
• Muireall es, en su origen, una foca que al quitarse la piel, adopta forma humana.
• En su forma de foca, posee todas las habilidades acuáticas que estos animales poseen.
Como humana es una excelente nadadora y buceadora, no al nivel de una foca, pero si superior a un humano corriente.
• Tiene una profunda empatía con los animales, lo que le permite entenderse muy bien con ellos. Puede amansar animales salvajes, tranquilizar a aquellos asustados o furiosos, confortar a los enfermos o heridos.
• Puede ver las emociones y los sentimientos de los demás a través de sus auras.
- Historia:
Como lo había hecho cada tarde en los últimos meses, Malcolm caminó hacia la pequeña y escondida playa donde esperaría a su novia del mar.
Durante semanas la había observado en silencio, oculto entre los requeríos que circundaban la playita. Viéndola aparecer entre el oleaje, quitarse su piel como si fuera un ajustado ropaje y emergiendo como la más bella muchacha que hubiera visto. Enamorándose más y más cada día.
La primera vez que se acercó, ella tomó su piel y huyó despavorida. Pero al día siguiente volvió. Y tardó un instante más en huir. Pasaron muchos días antes que ella se quedara lo suficiente para poder hablarle.
Y muchos otros antes que pudiera besarla por primera vez. Había sido una larga, paciente espera. Pero el amor que había conquistado era el más dulce, el más valioso premio que hubiese podido soñar.
Cada tarde, después de la faena, la esperaba para vivir con ella los goces de su amor. Entre rocas y arena, con la música del mar como fondo. La mayoría de las tardes, ella acudía a su cita secreta.
Pero, a veces, el sortilegio del mar era más fuerte y ella no se decidía a abandonarlo. Él hubiera podido retenerla para siempre a su lado, apresarla en tierra firme, impedirle volver al mar. Convertir aquellas pocas horas en días y noches completos. Pero la amaba demasiado para eso. Y la amaba libre.
Atesoraba con avaricia cada minuto, cada segundo compartido para entibiar las frías horas que vivía cuando ella estaba en lo profundo del océano. Y cada vez que terminaba su labor, acudía al lugar de su cita con el corazón lleno de esperanzas.
Como esta vez, en que sentado en una roca, oteaba el horizonte con ansiedad. ¿Vendría hoy?
Muireall nadaba con vigor entre el violento oleaje, acercándose a la costa. Desoyendo el consejo de sus mayores, desechando toda prudencia, se había enamorado de un humano. Lenta, pero inexorablemente. Conocía bien el peligro. Si Malcolm se apoderaba de su piel de foca, podía obligarla a ser su esposa e impedirle regresar al mar. Pero confiaba en él. Sabía que nunca le quitaría su libertad. Por eso lo amaba tanto.
Al llegar a la orilla, se quitó su piel marrón y la dejó sobre una roca. Con los ojos brillantes y los brazos extendidos, se acercó a su amante. Uno en brazos del otro, el mundo exterior fue olvidado y sólo hubo lugar para la ternura y la pasión.
Pero en un lugar pequeño es difícil guardar un secreto. Y ser feliz despierta la envidia de los corazones mezquinos.
El secreto de Malcolm había sido descubierto y su felicidad era envidiada. Aquella tarde, y no era la primera, no estaban solos.
Angus lo había seguido muchas veces, desde que sus solitarios paseos despertaran su curiosidad. Lo había espiado. Había oído, había visto. Y también se había enamorado de la selkie.
Resuelto a tenerla a como diera lugar, se deslizó sigiloso, aprovechando la distracción de los enamorados y se apoderó de la piel de Muireall.
Grande fue la desesperación de ella cuando buscó su piel para volver al océano y no la encontró. Con todo, fue pequeña frente al horror que sintió cuando Angus se presentó con ella en la mano para obligarla a ir con él.
Desesperado y enfurecido, Malcolm se abalanzó sobre él para quitársela. Pero la amenaza de destruirla lo obligó a contenerse. Si su piel era destruida, Muireall jamás podría volver a su forma de foca para habitar en el mar. Para ella, un destino peor que la muerte.
Ni súplicas ni amenazas. Nada sirvió. La selkie se vio obligada a convertirse en la esposa de su captor. Alejada del mar y de su amor.
Buscó desesperadamente en cada rincón de la casa su piel. Malcolm buscó en el pueblo y en sus alrededores. Nada encontraron. La condena era irrevocable.
El único consuelo de Muireall era pasar largas horas mirando el mar. Consuelo que era, al mismo tiempo, una tortura. Malcolm sólo podía observarla de lejos. Y notaba, con desesperación, como la angustia y la tristeza, la consumían cada día más.
Hasta que no pudo soportarlo más. Una tarde en que la muchacha se encontraba en la playa, Malcolm fue hasta la casa de Angus en busca de una respuesta. Y la obtuvo. Pero sus manos se mancharon de sangre.
Ambos enamorados emprendieron esa noche un viaje que era fuga y búsqueda a la vez. Pero el escape no duró mucho. Partidas fueron detrás del asesino. Y en el recodo de un camino, resistiéndose al arresto, Malcolm fue abatido. A ella la dejaron marchar. ¿Qué prisión puede ser peor para una selkie que la imposibilidad de volver al mar?
Desde entonces, dolor y nostalgia son sus compañeros de viaje. Dolor por su amado muerto. Nostalgia por su mundo marino al que nunca podrá regresar.
A menos que encuentre su piel, escondida como aguja en un pajar en un reino lejano.
Muireall- Cantidad de envíos : 99
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