Un Regreso y Una Ida

Habían pasado ya unos años desde que partiera en pos de su meta, el camino fue duro, arduo, peligroso, pero su fuerte convicción y su deseo de lograr su objetivo la había mantenido viva, el camino de entrada a su viejo pueblo le estremecía el corazón, mil recuerdos felices y uno demasiado doloroso la asaltaban a cada momento sin piedad en cada rincón donde posaba su mirada, mas no por eso se detuvo, piso fuerte y con la frente en alto, y una hermosa sonrisa en sus labios, se adentro en aquel lugar que un día fue su hogar.

Camino por las calles de shamataw, las casas eran distintas, estaba mas poblada que cuando la había dejado, pero el paisaje seguía siendo completamente hermoso. Si bien estaba maravillada con su regreso, no bastaba para calmar el dolor que sentía en sus pies por culpa de tanto caminar, y sumado al calor del medio día no era precisamente una grata sensación, camino por unos minutos mirando y recordando hasta dar por casualidad con la vieja taberna de la ciudad, una enorme sensación de sed le ataco de golpe, y la idea de beber una fría y refrescante cerveza resultaba consoladora, mas había un problema, había gastado sus ultimas monedas hacia dos días atrás para comprar comida, sin duda debería recurrir una vez mas a sus habilidades.

Se encamino hacia la puerta, se detuvo frente a ella, y dando apenas unos toquecitos a sus rojizos cabellos y desabrochando un botón de su camisa, tomo el picaporte y entro.

La taberna, era muy similar a las muchas a las que había concurrido en sus múltiples viajes, y la gente de ella era similar también, era una sensación graciosa hasta cierto punto, era casi como un deja vu, lo que iba a hacer lo había hecho tantas veces que hasta podía predecir que pasaría, miro a su alrededor dedicándole al lugar y a la multitud de borrachos que la veían anonadados, una mirada seductora. Se acomodo en una pequeña mesa de madera cercana a la puerta de salida, con los años había aprendido que ese era el mejor lugar, pues en caso que algo fuera mal, la salida estaba a una corrida de allí.

No paso demasiado hasta que la primera víctima se acerco, era un hombre alto, fornido, de una barba desaliñada, y mirada perdida.

-bendita sea la dama, por darme la oportunidad de ver a tan hermosa mujer- dijo aquel hombre, utilizando su mejor alago.

Lucero, que ya lo había visto acercarse, fingió sorpresa y agregándole un poco de temblor a su voz dijo – oh, g-gracias mi señor, pero no soy merecedora de tan hermosas palabras-

-JEJEJE por favor señorita, si eres hermosa, puedo sentarme e invitarle un copa?- dijo el sujeto mientras ya se sentaba.

SI!! Pensó para sus adentros lucero -oh! Por favor siéntese, pero no se preocupe por mi, no quiero causarle molestias-

-JEJEJE no es molestia, EH! CANTINERO DOS CERVEZAS Y RAPIDO- el hombre hablaba fuerte, como tratando que toda la taberna lo escuchase.

Mientras esperaban al cantinero y aquel hombre intentaba hablarle lo mas educadamente posible a lucero y llenándola de halagos y cumplidos esta pensaba en como lograría robarle a aquel sujeto, todo dependería de donde guardase sus monedas pero para eso debería aguardar hasta que el pagase, hasta entonces debería soportar sus idioteces dejando escapar sutiles miradas, sonrisas y muy de vez en vez mostrándose sonrojada e interesada en las historias que aquel hombre comenzó a contarle, todas ellas completamente aburridas y en donde él hacia galantería de su bondad y su fuerza.

Ya cuando Lucero, comenzaba a dejar de pensar en el dinero e imaginaba las múltiples formas en que le gustaría golpearlo, el tabernero se acerco con las bebidas.

Tuvo que hacer un gran esfuerzo por no beberse la pinta de cerveza de una sola vez, se veía tan fría, espesa, irresistible, que bien valió la pena el soportar a aquel inútil y fingir interés en él y sus patéticas historias.

-¿De dónde eres, hermosura?- pregunto a Lucero su iluso acompañante.

Entre las tantas habilidades para sobrevivir que había adquirido se encontraba el nunca dar demasiados datos sobre ella, ni de su procedencia ni su destino.

–De tierras lejanas mi señor, tierras donde no se ven hombres como usted- señalo, logrando escapar del interrogatorio.

La charla siguió por al menos media hora, cuando Lucero se percato que habían bebido al menos cinco pintas de cerveza y su acompañante, ahora mareado y convencido que había logrado acercarse lo suficiente a la preciosa muchacha que tenia frente a él, decidió pagar las bebidas, sacando de su bolsillo delantero una bolsa con monedas, pago y comenzó a acercarse lentamente a Lucero hasta tomar su mano, esto le hizo perder un poco la concentración y debió contenerse de no sacar volando por los aires a aquel sujeto.

Sutilmente saco su mano, sin dejar de derretir con su mirada al hombre y tomo su vaso otra vez, bebió un sorbo más e inteligentemente dejo caer un poco de su cerveza sobre el pantalón de su acompañante .

–OH madre mía, por favor discúlpeme mi señor, la bebida debió haberme afectado un poco- tomo una servilleta de la mesa y comenzó a secar/tocar la pierna del hombre, mientras fingía seguir disculpándose, aprovecho que este estaba impactado al sentir las manos suaves de Lucero en su pierna y saco la bolsa de monedas del bolsillo del pantalón, era hora de irse.

-Por favor, espéreme aquí, mi hermano esta cerca el le prestara un pantalón, es lo menos que puedo hacer- dijo Lucero mientras se levantaba.

-Tranquila pequeña, no es más que un poco de cerveza, no hace falta que busques nada, mas porque mejor no te sientas y seguimos hablando, la hemos pasado bien verdad?- sugirió el, en voz baja ,mientras se sonreía y dejaba ver sus amarillentos dientes

–acabo de terminar un trabajito y tengo bastante dinero para…Hey un momento!!! MI DINERO!!!!! TU, MALDITA LADRONA!!!- comenzó a gritar el sujeto completamente indignado, sin dudas era hora de partir, y de prisa.

Lucero, lo miro a los ojos, le sonrió burlona, tomo una silla, la lanzo sobre la mesa, y comenzó a correr con todas sus fuerzas hacia la puerta, la abrió de golpe y comenzó a corre otra vez sin percatarse que alguien estaba entrando, por lo que abriéndose paso a manotazos y si ver bien lo choco.

Sophitia caminaba por las pobladas calles de la Bahía de Shaska, la ciudad ya la tenía cansada con toda su pomposidad, sus ropas caras y sus personas de nariz que apunta al cielo. Por esto mismo iba caminando mientras murmuraba por lo bajo, mirando con mala cara a quien se atreviera a decirle algo, golpeando con el hombro a quien no la dejara pasar.

- Estúpidos que no ven por donde caminan - Un hombre que cargaba algunas cajas la choco lo cual provoco la ira - ¡Fíjate por donde caminas maldito idiota! - El sujeto no dijo nada entre sorprendido y asustado y siguió su camino.

Ethel les había dado unos momentos de libertad luego de haber cumplido con cargos especialmente difíciles, la tripulación necesitaba un descanso. Al menos en ese sentido era una persona accesible, en todo los otros aspectos no la soportaba y en más de una oportunidad se imaginaba matándola por el simple hecho de satisfacer su mal genio.

Sabía bien lo que haría, gastaría cada centavo de su dinero en bebida, tomaría tanto que al día siguiente no recordaría ni como se llamaba, eso estaría bien, también quizás comenzara alguna que otra pelea, tal vez así su furia se apaciguara un poco.

En verdad no le importaba mucho dónde fuera a beber, así que simplemente entraría a la primera que viera, tenía efectivo suficiente gracias a los trabajos. Vio su objetivo a pocos metros y se dispuso a entrar.

Empujo la puerta tranquila, pero no había llegado a dar siquiera dos pasos dentro cuando una muchacha, no, lo más correcto era decir una mujer, ya que parecía muy joven pero viéndola de cerca era obvio que tenia algunos años más que Sophitia, la llevo por delante con tanta fuerza que ambas cayeron al suelo.

Detrás, un hombre de gran espalda gritaba improperios, acusándola de ladrona. Solo un segundo le tomo a la pirata entender lo que sucedía, era de entenderse, una mujer con semejantes características tenía todas las cartas para ganar en esa clase de juegos.

- Buen lió tienes aquí, chica - No tenía mucha motivación para ayudarla, pero había venido buscando una pelea, y la pelirroja se la estaba ofreciendo - Oye, amigo - Dijo mientras se ponía en pie - No molestes a la señorita solo porque no quiso besarte, tienes una cara que solo una madre podría querer.

La pirata se puso en guardia, esperando la violenta respuesta con ansias.

Lucero cayó al suelo luego de tropezar con alguien a la salida de aquel bar, en el suelo sentía detrás suyo los pasos rápidos del hombre que la perseguía, debía levantarse rápido si quería no ser atrapada, era consciente de que si aquel mastodonte que la perseguía lograba cogerla de un brazo pocas opciones le quedaban.

Fue apenas un segundo después de incorporarse que prestó atención a quien la había hecho tropezar, era una muchacha poco más joven que ella, con mirada vivaz, poco arreglada, a decir verdad bastante desprolija, no llevaba maquillaje alguno, su cabello estaba descuidado y seco como quien pasa mucho tiempo cerca del mar.

- Buen lió tienes aquí, chica – dijo la muchacha, la voz de aquella le resulto horrenda, era ronca, casi afónica…sin dudas le recordaba a la suya, y detestaba esa característica propia

–vaya que si, ayúdame- le dijo al tiempo que cogiéndola por la cintura se colocaba detrás de ella como una niña indefensa esperando el reto de un mayor, entonces el robusto y enojado sujeto que gritaba “maldita ladrona” como si la vida le fuera en ello cruzo la puerta y lucero pudo ver los ojos enardecidos de odio de aquel hombre

–Ahí estas maldita embustera, no podrás escapar tan fácil- pero si bien lucero lo contemplaba con sus enormes ojos verdes por detrás del hombro de la muchacha tras la que se escondía, su atención estaba puesta en otra cosa, lucero había quedado perpleja, era la primera vez que se aferraba a una mujer que no fuera su madre, pero a diferencia de esta la muchacha que la escudaba tenía un cuerpo sumamente rígido en comparación, sin llegar a ser el de un hombre, pero sin duda aquella pequeña cintura era enormemente diferente a la suya propia, volvió en si al escuchar la voz de la muchacha

- Oye, amigo- dijo ya completamente de pie -No molestes a la señorita solo porque no quiso besarte, tienes una cara que solo una madre podría querer-

El comentario logro sacarle a lucero un pequeña sonrisa en su máscara de muchacha indefensa, se aferro aun mas fuerte a ella mientras con voz dulce y acongojada decía – Por favor señor no puedo besarle ya no me insista, oh auxilio señorita, este hombre me amenazo con acusarme de ladrona si no lo besaba, pero…pero, oh! mi señora, yo…- y comenzó a sollozar

–Maldito demonio embustero!!! Estas mintiendo!!- dijo ya completamente indignado aquel sujeto al tiempo que avanzaba hacia lucero y la muchacha – y tu, mas te vale que te corras de mi camino o también te las veras con migo, las ladronas y embusteras no merecen perdón- sentencio con seño fruncido, para asombro de aquel hombre la muchacha se puso en guardia, al tiempo que lucero se soltaba y miraba en derredor.

Apenas diciendo un par de palabras la muchacha se escondió detrás de Sophitia, parecía un pequeño ratón desprotegido. La lastima, y la ternura no hacían mella en la caparazón con que la pirata se cubría, su sonrisa torcida no dejo de iluminar su rostro ni por un segundo ante la perspectiva de la pelea que le estaba presentando.

La muchacha seguía tras ella mientras el hombre lanzaba su improperios, la pelirroja la observaba con esa cara de corderito abandonado que seguramente derretía el corazón de cualquier hombre, casi sentía más lastima por ellos.

- Oh, pobresita - Dijo apenas conteniendo la risa, era un teatro muy divertido, y solo por eso estaba dispuesta a ayudarla, adoraba a las personas que sabían manearse solas por la vida - Cierra el pico, maldito deficiente ¿No ves que la has hecho llorar?

Tomo a la chica por los hombros y la aparto de su lado, a una distancia prudencial de lo que iba a pasar.

- Sera cuestión de unos minutos - Le dijo Sophitia mientras hacia sonar sus nudillos - Los borrachos idiotas como tu no merecen perdón. Por el tamaño de tu cabeza lo único de valioso que podrías hacer con tu vida es trabajar de ancla en algún barco - Dijo y agrego - Al menos así la usarías para algo.

El hombre era de un tamaño considerable, la pirata calculo que con golpes directos no lograría hacerle mucho daño, sus manos eran fuertes para ser los de una mujer, pero muy débiles para los cánones de los hombres. Nada de esto la desanimaba, por el contrario, hacían que su sangre hirviera con más fuerza.

- Vamos muchachito, aquí te espero - La adrenalina había tomado control del cuerpo y de la mente, una sonrisa de oreja a oreja, la mirada iluminada por el placer de la pelea.