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El vagabundo
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Mar de Jaspia :: DUCADO DE CESSELE :: Nehmen :: Enie
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El vagabundo
Una figura andrajosa camina. Mira al cielo. Los reflejos de la luna golpean su rostro y sus ojos de un gris casi pálido brillan en la oscuridad. Tiene los labios agrietados y amoratados. Busca. Encuentra. Se acerca a una piedra del tamaño apropiado. Saca un vaso de su túnica y lo sujeta con fuerza. Al dejarlo sobre la piedra un resplandor platino se escapa de él. Da unos pasos alejándose del vaso. Se coloca a cuatro patas y vomita. Vuelve al vaso, lo coge entre sus manos y bebe. Repite el proceso dos veces más. Nasgor se para y mira. Hay una ciudad al fondo. Aún no está preparado. Guarda el vaso. Se apoya en la piedra, pero no se duerme. No duerme bien, nunca lo hace. Tras quince minutos de quietud absoluta decide encender un fuego. Alarga los brazos y una llama sale de sus dedos. Se chamusca la manga, pero no le importa. La apaga. Calienta las manos al fuego, lo toca, lo disfruta. Mira al cielo. Sus ojos tienen el color marrón que habitúan. Un resplandor cobrizo ilumina momentáneamente su retina. Parpadea y ya no está. Se vuelve a tumbar. Ahora está tranquilo. Ahora puede descansar.
Re: El vagabundo
Lugar de ladrones, bandidos, piratas, en suma, Nehmen debería haber sido un lugar en el que Zeiss se encontrara a gusto. Sorprendentemente, no lo era.
O quizás no era tan sorprendente, después de todo. Zeiss sabía engañar, mentir, estafar, robar y hacer enfurecer, pero, por una de esas casualidades de la vida, en aquella isla y en aquella ciudad prácticamente todo el mundo sabía hacer esas cosas, y tenían la habilidad extra de manejar espadas o poseer fornidos guardaespaldas, según se diera el caso. Ni siquiera en ganas de incordiar tenía exclusividad Zeiss, y era esto lo que más le molestaba: que se metiera con se metiera, tenía muy altas probabilidades de toparse con alguien que estuviera muy satisfecho de poder iniciar una pelea. Es decir, Zeiss le estaría haciendo un favor.
Y él no estaba allí para hacer favores.
Aunque tampoco es que estuviera allí por otra cosa en concreto. Podrían considerarse "vacaciones". Una pausa del ambiente de Trinacria, aunque contaba con volver a la capital antes de que pasara una semana. De hecho, consideraba la opción de salir por patas del lugar aquel mismo día. No hay como unas buenas vacaciones para apreciar los puntos positivos del hogar dejado atrás. Ennie podría haber sido divertido, pero sólo en la compañía adecuada, y él había viajado solo.
- Es increíble que Trinacria permita la existencia de una isla así en su territorio - comentó para sí alejándose hacia las desordenadas afueras de la ciudad.
Cuando ya había caminado un buen rato a paso lento, le pareció ver un harapo rojizo tumbado junto a una roca. Como no tenía nada mucho mejor que hacer, y viendo que gozaba de forma humana, decidió acercarse para comprobar si se trataba de un cadáver envuelto, o si se podía recuperar algo de aquella tela. Pero en cuanto avanzó un poco más las cosas quedaron claras: se trataba de un mendigo, y de uno muy pobre, porque de no ser porque no tuviera nada más que ponerse nadie llevaría una ropa decorada con tal agravio al buen gusto.
Enternecido por las circunstancias que podían llevar a un buen hombre a tal destino, Zeiss se puso de cuclillas junto a él y le zarandeó levemente para despertarle, al tiempo que rebuscaba en su bolsa algo de comida que ofrecerle. Esperaba que no estuviera muerto.
O quizás no era tan sorprendente, después de todo. Zeiss sabía engañar, mentir, estafar, robar y hacer enfurecer, pero, por una de esas casualidades de la vida, en aquella isla y en aquella ciudad prácticamente todo el mundo sabía hacer esas cosas, y tenían la habilidad extra de manejar espadas o poseer fornidos guardaespaldas, según se diera el caso. Ni siquiera en ganas de incordiar tenía exclusividad Zeiss, y era esto lo que más le molestaba: que se metiera con se metiera, tenía muy altas probabilidades de toparse con alguien que estuviera muy satisfecho de poder iniciar una pelea. Es decir, Zeiss le estaría haciendo un favor.
Y él no estaba allí para hacer favores.
Aunque tampoco es que estuviera allí por otra cosa en concreto. Podrían considerarse "vacaciones". Una pausa del ambiente de Trinacria, aunque contaba con volver a la capital antes de que pasara una semana. De hecho, consideraba la opción de salir por patas del lugar aquel mismo día. No hay como unas buenas vacaciones para apreciar los puntos positivos del hogar dejado atrás. Ennie podría haber sido divertido, pero sólo en la compañía adecuada, y él había viajado solo.
- Es increíble que Trinacria permita la existencia de una isla así en su territorio - comentó para sí alejándose hacia las desordenadas afueras de la ciudad.
Cuando ya había caminado un buen rato a paso lento, le pareció ver un harapo rojizo tumbado junto a una roca. Como no tenía nada mucho mejor que hacer, y viendo que gozaba de forma humana, decidió acercarse para comprobar si se trataba de un cadáver envuelto, o si se podía recuperar algo de aquella tela. Pero en cuanto avanzó un poco más las cosas quedaron claras: se trataba de un mendigo, y de uno muy pobre, porque de no ser porque no tuviera nada más que ponerse nadie llevaría una ropa decorada con tal agravio al buen gusto.
Enternecido por las circunstancias que podían llevar a un buen hombre a tal destino, Zeiss se puso de cuclillas junto a él y le zarandeó levemente para despertarle, al tiempo que rebuscaba en su bolsa algo de comida que ofrecerle. Esperaba que no estuviera muerto.
Zeiss Ethesian- Cantidad de envíos : 174
Re: El vagabundo
Nasgor abre el ojo derecho con pereza. Una figura borrosa lo está zarandeando. Lo cierra. Se relaja y se despereza. Aparta las manos de la figura y abre los dos ojos.
-Algún problema -dice-. ¿Acaso me he sentado en un terreno que fuera de tu propiedad?
Mira al suelo. "Si esto es su propiedad se va a llevar una sorpresa cuando encuentre el vómito" piensa.
-Algún problema -dice-. ¿Acaso me he sentado en un terreno que fuera de tu propiedad?
Mira al suelo. "Si esto es su propiedad se va a llevar una sorpresa cuando encuentre el vómito" piensa.
Re: El vagabundo
Bueno, al menos no estaba muerto, aunque algo desaliñado sí que parecía, por no recurrir a términos más graves. Aquel hombre precisaba de una ducha, un peine, y ante todo ropa nueva.
- Caballero, he de informarle que su estado no era sentado, sino tumbado. Con lo cual estaba usted, siedo precisos, impunemente tumbado en mi propiedad.
Al decir esto, Zeiss adoptó un gesto muy serio, pero no pudo mantenerlo porque estaba de cuclillas, y aquella era una pose muy poco digna como para emplearla al adjudicarse a uno mismo la propiedad de una parcela de tierra de Nehmen. Asintió a sus propios pensamientos, y cambió su actitud:
- Y es habitual regla de hospitalidad dar algo de comer a los invitados en la propiedad de uno - concluyó su frase, en un tono muchísimo más amigable.
Había comprado unas pocas patatas de su reserva a una buena mujer: eran una cosa deforme, pequeñas y de aspecto malsano, pero era comida, había salido barata y aunque estaban frías un par de ellas ya estaban hechas. Sacó una, y se la tendió a aquel hombre con toda la naturalidad del mundo.
- Caballero, he de informarle que su estado no era sentado, sino tumbado. Con lo cual estaba usted, siedo precisos, impunemente tumbado en mi propiedad.
Al decir esto, Zeiss adoptó un gesto muy serio, pero no pudo mantenerlo porque estaba de cuclillas, y aquella era una pose muy poco digna como para emplearla al adjudicarse a uno mismo la propiedad de una parcela de tierra de Nehmen. Asintió a sus propios pensamientos, y cambió su actitud:
- Y es habitual regla de hospitalidad dar algo de comer a los invitados en la propiedad de uno - concluyó su frase, en un tono muchísimo más amigable.
Había comprado unas pocas patatas de su reserva a una buena mujer: eran una cosa deforme, pequeñas y de aspecto malsano, pero era comida, había salido barata y aunque estaban frías un par de ellas ya estaban hechas. Sacó una, y se la tendió a aquel hombre con toda la naturalidad del mundo.
Zeiss Ethesian- Cantidad de envíos : 174
Re: El vagabundo
Las calles andaban tan indecorosas como siempre, por mucho que la oscuridad de la noche se quisiera entrometer en que así lo pareciese. Hacía ya más de un siglo que no volvía por Nehmen y el vampiro denotaba cambios notables en la ciudad. Pero lo que nunca cambiaría era lo denostado del lugar. Olía a moho y podrido por casi cualquier rincón, y muchos puestos se mantenían con cuatro maderas y una tela maltrecha, por decir que aquello era algo. Realmente todo estaba muy andrajoso y sin categoría por aquellos barrios. No eran muy cuidadosos, aunque no necesitaban serlo de todas formas, pues la gran mayoría vivían en la mar, de la pesca y/o la piratería. Los menos condicionados para las aventuras, como los mutilados o personas ya ancianas, eran los que se tenían que quedar ya por tierra para jubilarse de la mejor manera que la suerte les dejara. Otros, vivían de la política “democrática”, algo extraña; pues cualquier decisión que se tomara, podría ser rebatida y abolida por la reina totalitaria de Nehmen. Valeska Rosentolz. Pero dejando de lado aquello, se podía decir que no era un lugar anárquico y sin valores como seguramente pensarán en muchas regiones de las demás islas del archipiélago de Jasperia.
El vampiro, de modales exquisitos y caminar elegante, se mostraba al mismo tiempo sombrío pero no de una manera aterradora, sino más bien de una forma autista o conservadora. Un ser serio, pero educado. No era amante de las bromas, aunque su sonrisa es encantadora, amén de la razón de las damas. Quizás lo único que podría provocar rechazo realmente sería su lengua negra, que podría llegar a parecer denigrante. Por eso precisamente no gusta mucho de abrir la boca en sus sonrisas, y de hablar, lo hará lo justo y necesario para decir todo aquello que desee decir. Es un ser que no gusta de atemorizar a la ciudadanía, siempre respetuoso, a pesar de su condición de “maldito de la noche eterna”. Tampoco se deja amedrantar, y es implacable cuando debe serlo. Un líder, un capitán. Su navío esperando en cada puerto de la isla a la que va. Su clase jamás lo abandona, en sintonía parsimoniosa con su suntuoso porte y garbo caminando siempre va. Señorial, dispone de ayuda para aquel que pueda ofrecer tal vez algo a cambio. Y por esos momentos, su no-vida transcurría con la intención de incorporar marineros “especiales” a su barco el “Espuma Blanca”. Y el primer, y prácticamente único, lugar donde podría encontrar una buen estirpe de piratas que se unan a su causa sería en una propia isla gobernada por la piratería el comercio naval. Por ese motivo volvió a Jasperia, de algún lugar lejano al sur de allí.
Caminaba sin encontrar nada interesante desde que atracó en el puerto, hasta que se le ocurrió entrar a una de las varias tabernas de Enie. Sin embargo, antes incluso de tener que pasar dentro de ésta, ya atisbó un bulto tumbado en el suelo, cerca de una pequeña llama de fuego. El vampiro guardó las distancias, y también llegó luego otro caballero: éste ya menos estropajoso que el primero, y parecía querer ayudarlo ofreciéndole comida. No parecían tener ganas de discutir ni debían ser personas agresoras, de manera indiscriminada al menos. Por lo que Sir Grimpow accedió a mostrarse en público, con su eterna aura de oscuridad, inevitable tras sus décadas en aquel bosque eternamente lúgubre de Gârassëa, en un continente mucho más al sur que los mares de Jaspia.
-Con vuestro permiso, caballeros.-su voz sonaba encantadora e hipnotizante, típico en vampiros. –Me gustaría disponer de vuestra atención.-dijo con tono afable, principalmente mirando al hombre más “decente” de entre aquellos dos, que naturalmente era quien ofrecía la papa al mendigo. Aunque realmente era una conversación para ambas personas. –busco tripulantes para mi barco, el “Espuma Blanca”. Necesito especialmente gente de dones sobrenaturales, y por vuestras esencias presiento que así es en vuestros casos.
Los ademanes del vampiro al explicarles aquello, eran aristocráticos, siempre con su estilo refinado; aunque no pomposo.
El vampiro, de modales exquisitos y caminar elegante, se mostraba al mismo tiempo sombrío pero no de una manera aterradora, sino más bien de una forma autista o conservadora. Un ser serio, pero educado. No era amante de las bromas, aunque su sonrisa es encantadora, amén de la razón de las damas. Quizás lo único que podría provocar rechazo realmente sería su lengua negra, que podría llegar a parecer denigrante. Por eso precisamente no gusta mucho de abrir la boca en sus sonrisas, y de hablar, lo hará lo justo y necesario para decir todo aquello que desee decir. Es un ser que no gusta de atemorizar a la ciudadanía, siempre respetuoso, a pesar de su condición de “maldito de la noche eterna”. Tampoco se deja amedrantar, y es implacable cuando debe serlo. Un líder, un capitán. Su navío esperando en cada puerto de la isla a la que va. Su clase jamás lo abandona, en sintonía parsimoniosa con su suntuoso porte y garbo caminando siempre va. Señorial, dispone de ayuda para aquel que pueda ofrecer tal vez algo a cambio. Y por esos momentos, su no-vida transcurría con la intención de incorporar marineros “especiales” a su barco el “Espuma Blanca”. Y el primer, y prácticamente único, lugar donde podría encontrar una buen estirpe de piratas que se unan a su causa sería en una propia isla gobernada por la piratería el comercio naval. Por ese motivo volvió a Jasperia, de algún lugar lejano al sur de allí.
Caminaba sin encontrar nada interesante desde que atracó en el puerto, hasta que se le ocurrió entrar a una de las varias tabernas de Enie. Sin embargo, antes incluso de tener que pasar dentro de ésta, ya atisbó un bulto tumbado en el suelo, cerca de una pequeña llama de fuego. El vampiro guardó las distancias, y también llegó luego otro caballero: éste ya menos estropajoso que el primero, y parecía querer ayudarlo ofreciéndole comida. No parecían tener ganas de discutir ni debían ser personas agresoras, de manera indiscriminada al menos. Por lo que Sir Grimpow accedió a mostrarse en público, con su eterna aura de oscuridad, inevitable tras sus décadas en aquel bosque eternamente lúgubre de Gârassëa, en un continente mucho más al sur que los mares de Jaspia.
-Con vuestro permiso, caballeros.-su voz sonaba encantadora e hipnotizante, típico en vampiros. –Me gustaría disponer de vuestra atención.-dijo con tono afable, principalmente mirando al hombre más “decente” de entre aquellos dos, que naturalmente era quien ofrecía la papa al mendigo. Aunque realmente era una conversación para ambas personas. –busco tripulantes para mi barco, el “Espuma Blanca”. Necesito especialmente gente de dones sobrenaturales, y por vuestras esencias presiento que así es en vuestros casos.
Los ademanes del vampiro al explicarles aquello, eran aristocráticos, siempre con su estilo refinado; aunque no pomposo.
Grimpow- Cantidad de envíos : 13
Re: El vagabundo
Un impulso recorre todo el cuerpo de Nasgor. No es la presencia lo que le asusta, teme que venga a robarle su apreciado amuleto. No gusta normalmente de compañía (aparte de aquellos que nunca le abandonan, aquellos que residen en "El Fluido" o en su mente). Otro Vampiro. Nasgor los conoce bien, o eso piensa. Chulos y arrogantes, enamorados de si mismos. No le gustan. La verdad es que no le gusta la gente en general.
Recuerda la patata. No tenía intención de aceptarla. Ni que fuera un mendigo. Pero es imposible que el Vampiro haya visto su amuleto. Así que debe de haber venido por la patata, "Y la patata es mía, él me la a regalado" piensa. Alarga la mano con agilidad y la coge.
Mira al Vampiro con desdén. "Si te vieras como te veo yo, se te quitaría esa arrogancia de un plumazo". Entonces una voz angelical suena en sus oídos. Es Amanda que le llama desde su amuleto. Sólo él puede oirla.
[No vas a darle las gracias por la comida] -le dice.
-¿Por qué debería? Es mía. Me la ha dado.
Pero la voz de Nasgor si se escucha. Vuelve a mirarlos. Primero al cara cortada. Luego al prepotente. No espera una velada agradable. Palpa su túnica y comprueba que el amuleto sigue a buen recaudo. Se relaja un poco y le da un mordisco a la patata y es entonces cuando descubre que estaba realmente hambriento.
Recuerda la patata. No tenía intención de aceptarla. Ni que fuera un mendigo. Pero es imposible que el Vampiro haya visto su amuleto. Así que debe de haber venido por la patata, "Y la patata es mía, él me la a regalado" piensa. Alarga la mano con agilidad y la coge.
Mira al Vampiro con desdén. "Si te vieras como te veo yo, se te quitaría esa arrogancia de un plumazo". Entonces una voz angelical suena en sus oídos. Es Amanda que le llama desde su amuleto. Sólo él puede oirla.
[No vas a darle las gracias por la comida] -le dice.
-¿Por qué debería? Es mía. Me la ha dado.
Pero la voz de Nasgor si se escucha. Vuelve a mirarlos. Primero al cara cortada. Luego al prepotente. No espera una velada agradable. Palpa su túnica y comprueba que el amuleto sigue a buen recaudo. Se relaja un poco y le da un mordisco a la patata y es entonces cuando descubre que estaba realmente hambriento.
Re: El vagabundo
Ante aquella aparición inesperada, varios pensamientos pasaron como relámpagos por la mente de Zeiss; el ladrón se los guardó para sí. De todas maneras le dudaron poco, porque fueron interrumpidos cuando notó que la patata, que sostenía en la mano aún tendida hacia el vagabundo, volaba de su palma. Al volver la cabeza comprobó lo obvio: que era el mendigo quien se la había arrebatado con tanta prisa.
"Tranquilo, no iba a retirarla" pensó para si. Pero era un reproche enternecido: empezaba a observar a aquel hombre como un animalillo, y casi tenía ganas de rascarle entre las orejas. Casi.
Sonrió levemente, anotándose en un rincón de su mente el gesto que aquel hombre había hecho como para verificar que no le habían robado: quizás guardaba algo de valor, en cuyo caso no era demasiado importante, pero también podía ser un arma. Eso sí podía ser peligroso.
Una vez resuelto el tema de la patata, el ladrón volvió a girarse hacia el recién llegado (el vagabundo en este punto habló sólo, como justificándose ante otra persona; Zeiss no lo entendió al momento, pero también lo apuntó para preguntar más adelante). Un vampiro. No tenía una opinión concreta sobre vampiros, pero sí sabía que tendían a beber sangre y por tanto a ser peligrosos. También es cierto que un vampiro agresivo ya habría sido asesinado por los lugareños con rápida eficacia, y aquel se había acercado con inusitados buenos modales.
Zeiss se puso en pie y le dedicó una pequeña reverencia, para la cual recogió el borde de su capa con su mano derecha.
- Por favor, después de una petición tan amable no puedo sino prestaros mis oídos. Pero lamento deciros que no estoy seguro de que vuestra detección de auras esté funcionando correctamente - le dedicó una rápida mirada al mendigo. No parecía realmente un ser sobrenatural... aunque, claro, dependía del sentido en el que tomaras aquella palabra -. Yo al menos sólo soy un honrado ciudadano, con las capacidades de cualquier humano corriente.
"Y la sangre" añadio mentalmente.
- Pero si busca tripulantes... Bueno, los negocios son los negocios. ¿Cuánta paga supondría?
"Tranquilo, no iba a retirarla" pensó para si. Pero era un reproche enternecido: empezaba a observar a aquel hombre como un animalillo, y casi tenía ganas de rascarle entre las orejas. Casi.
Sonrió levemente, anotándose en un rincón de su mente el gesto que aquel hombre había hecho como para verificar que no le habían robado: quizás guardaba algo de valor, en cuyo caso no era demasiado importante, pero también podía ser un arma. Eso sí podía ser peligroso.
Una vez resuelto el tema de la patata, el ladrón volvió a girarse hacia el recién llegado (el vagabundo en este punto habló sólo, como justificándose ante otra persona; Zeiss no lo entendió al momento, pero también lo apuntó para preguntar más adelante). Un vampiro. No tenía una opinión concreta sobre vampiros, pero sí sabía que tendían a beber sangre y por tanto a ser peligrosos. También es cierto que un vampiro agresivo ya habría sido asesinado por los lugareños con rápida eficacia, y aquel se había acercado con inusitados buenos modales.
Zeiss se puso en pie y le dedicó una pequeña reverencia, para la cual recogió el borde de su capa con su mano derecha.
- Por favor, después de una petición tan amable no puedo sino prestaros mis oídos. Pero lamento deciros que no estoy seguro de que vuestra detección de auras esté funcionando correctamente - le dedicó una rápida mirada al mendigo. No parecía realmente un ser sobrenatural... aunque, claro, dependía del sentido en el que tomaras aquella palabra -. Yo al menos sólo soy un honrado ciudadano, con las capacidades de cualquier humano corriente.
"Y la sangre" añadio mentalmente.
- Pero si busca tripulantes... Bueno, los negocios son los negocios. ¿Cuánta paga supondría?
Zeiss Ethesian- Cantidad de envíos : 174
Mar de Jaspia :: DUCADO DE CESSELE :: Nehmen :: Enie
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