Conquistador

Alex después de escucharla hablar, volvió a fijar sus ojos al frente; no sin antes bajar la cabeza, con una sonrisa. Siguió caminando hacia adelante, absorto en el sonido de los pasos de la muchacha; intentando descifrarlos por encima del sonido del agua corriendo brava por el bosque, partiendo en dos el silencio de la noche. Caminando unos metros mas, alcanzó a ver aquel cúmulo de agua cristalina bastante escondido por la vegetación.

-Sigue doliendo bastante, pero al menos sigo vivo y con la movilidad practicamente intacta; gracias a ti y al elfo que vino anoche- Dijo con cierta preocupación y aparsimoniando la frase conforme ésta se acercaba mas al final. -¿Los elfos son todos así de distantes?- Dijo, girandose de repente con una ceja enarcada. -Quiero decir... tu se supone que eres medio elfa, medio humana...- "y no te pareces para nada a ellos".

Alex sacudió su cabeza, como intentando agitar sus ideas para expresarlas mejor. -Quiero decir... no se como explicarlo- añadió, para hacer aun mas patente su desconcierto -Por lo que me has contado y lo que he visto en ti, no parece a veces que seas medio elfa...- En ese momento Alex se cayó. Había dicho algo como no lo quería decir, por como podía sonar dicho de una manera tan directa. "Lo que he visto en ti", era una declaración entre esa frase y toda su expresión corporal de lo nervioso que estaba y como no podía dejar de fijarse en ella y analizarla.

-No me se explicar demasiado bien, mejor dejalo- Entonó algo desanimado, adquiriendo una postura mas decaido. Le daba rabia no poder y no saber expresarse bien con ella. -Vamos al rio, a ver si con algo de fresco me expreso mejor.- Ya faltaban solo unos metros para alcanzar la tan preciada agua dulce.

Notaba su nerviosismo e internamente reía por saber que ella se encontraba igual, de por sí no le gustaba hablar demasiado pero en estos instantes agradecía el no trabarse tratando de que las ideas que en su mente se veían tan claras pudieran ser transmitidas de la misma forma a través de sus labios.

Cuando empezó a escuchar la explicación de Alex se detuvo y se giró por completo para verlo enarcando una ceja. Conforme más hablaba su rostro se volvía más serio y cuando al final pareció darse por vencido y cambiar el tema no pudo más que soltar una carcajada. Cerró los ojos y trató de respirar pero la risa inundaba la noche, acallando por unos instantes al río, al agacharse su cabello se acomodó a un lado de su rostro y tuvo que acomodarlo por detrás de la oreja antes de poder hablar. No es que nunca hubiera escuchado algo así pero la forma en la que el hombre lo había expresado le había causado mucha gracia, era como si no se decidiera a darle un porcentaje a su sangre élfica igual que al de su sangre humana. Repasó mentalmente las palabras, aunque con la tercera vez hubo una frase que logró que la risa desapareciera y de inmediato se quedara como pasmada ‘lo que he visto en ti’; ok, era muy probable que estuviera malinterpretando y simplemente lo dijera por cómo había actuado en todo ese lapso y no que la estuviera analizando de forma cuidadosa….aunque ya que lo pensaba quizá preferiría que la segunda opción fuera la adecuada, se dio cuenta que el cambio repentino de carcajada a seriedad podría desconcertar a Alex, así que formando una tímida sonrisa le respondió tratando de buscar en sus ojos la respuesta que esperaba encontrar.

-Perdona, es que la forma en la que lo dijiste fue chistosa.. sonrió un poco más ampliamente y se mordió el labio inferior unos instantes, no sabía si sería correcto preguntar pero el hombre le había dado puerta así que continuó bajando la voz un poco disimulando los nervios que sentía Puedo preguntar qué es lo que has visto en mí que no te cuadra con el comportamiento de Alyan u otros elfos?

Muy bien se había atrevido a decirlo, muchas veces le había pasado lo contrario, la consideraban mucho más elfa que humana y no le había importado. Cuando se daba el caso de que fuera al revés el asunto normalmente acababa en un duelo de espadas y asunto arreglado. No estaba segura si era porque estaba herido, porque se notaba que no tenía mucho contacto con otras razas o porque simplemente era *él* que prefería escuchar su explicación antes de invitarlo a cruzar espadas.
El río estaba lo bastante cerca como para que su sonido inundara el ambiente, pero Anaïs estaba concentrada por completo en Alex, como soldado que era sabía leer las posiciones corporales de su adversario y le preocupaba el hecho de que se le viera decaído, quería decirle que era normal no poder expresarse de vez en cuando y que aunque a ella no se le trabaran tanto las palabras era porque no hablaba demasiado. Continuó sonriendo y de forma inconsciente llevó sus manos al frente, entrelazó los dedos como tratando de controlar el sentido de expectativa (y miedo) que le daba el no saber que podría responderle.

Se sintió bastante sorprendido de que ella mostrara tanto interés. Se imaginaba que a ella ese tema le daría bastante mas igual, que le resultaría indiferente, pero la chica mostró interés en conocer la opinión al respecto de Alex que, ahora mismo, se sentía un poco entre la espada y la pared.

-Por lo que me has contado, y lo que he oido mientras estaba destrozado, los elfos son altivos, orgullosos y reservados. Si no lo entendí mal, el elfo llamado Alyan y tu sois conocidos, no se si más, pero al menos conocidos... y os tratasteis de una manera tan fria y distante... dijo, mientras procuraba mantener el ritmo hacia el agua -sin embargo tu no eres mas altiva, orgullosa y reservada que una soldado, una guerrera que vive por sus principios.- Hizo una pausa en la que inspiró bastante aire, con un olor a tierra mojada que le recordaba terriblemente a su tierra natal.

-No tengo ninguna idea del tema de las razas, pero ahora mismo me siento incapaz de calificarte mas allá de "Anaïs". No se que problemas parece haber con las razas... pero desde luego tu eres la prueba de que tienen solución.- Alex no tenía ni idea de hasta que punto podían ser inconscientes sus palabras. Cuando acabó la frase, se imaginó que seguramente había dicho alguna barbaridad que la pudiera haber hecho enfadar, pero no sabía si disculparse serviría o agravaría mas la situación.

Para cuando Alex se detuvo ya estaba a los pies del rio, y se quitó todo lo que le molestaba en el torso superior. Entonces se agachó para comprobar cual era la fuerza del agua, y aunque esta bajara brava, no tenía fuerza suficiente como para llevarse a un adulto como él por delante. Entonces, comenzó a aflojarse las grebas, con la intención de sumergirse en el agua.

Sonrió ampliamente sintiendo como el orgullo la inundaba, le había dicho soldado y guerrera y aunque en esos momentos quizá hubiera preferido ser únicamente catalogada como ‘mujer’ la pasión que sentía hacia su vocación era demasiado grande como para ignorarla. Lo que le pareció muy curioso era el hecho que considerara el trato de Alyan y ella como distante, para ella era lo más cercano a un elfo distinto de su madre que podría estar pero supuso que el respeto que infundía en ella era tal que hacía que mantuviera una pose más reservada.

-Alyan es pareja de mi madre..

Alcanzó a decir mientras pasaba a su lado Alex y reanudaban el camino hasta el río. Aunque sonara como un gruñido espectacular la verdad es que la corriente no se veía demasiado fuerte aunque; cuando el hombre metió la mano se posicionó a su lado por si perdía el equilibrio, con ese hombro era mejor tomar precauciones. Se mantuvo en silencio, la verdad es que entendía el porqué desconocía el problema de las razas y también le agradaba que la considerara como un punto y aparte pero; eran siglos los que elfos y humanos peleaban por el control de los recursos del bosque: los unos defendiendo la tala y caza desmesurada y los otros tratando de sacar el mayor provecho de todo sin importarles que la naturaleza tardaba en recuperarse.

-Sí, al parecer todo tiene una solución… Comentó con rostro serio pero un deje de esperanza en la voz antes de ponerse de cuclillas al lado de Alex y con un tono de voz más alegre continuar -Permíteme ayudarte, es mejor que no muevas demasiado ese hombro.

Supuso que iba a desear bañarse, y no era tan mala idea, la corriente no supondría un peligro y ella podría tratar de encontrar algo para el desayuno. Aunque no sabía si la capa que le había puesto en el raspón del torso aguantaría pero mirando de reojo alcanzó a distinguir más de las hierbas por si las necesitaba. Las grebas estaba sujetas de una forma curiosa, supuso que era algo típico de Imeria, así que lo hizo con mucho cuidado.

-Gracias por catalogarme solo como Anaïs… Lo dijo casi susurrando y sin atreverse a mirarle a la cara pues sabría que se sonrojaría. Continuó con la mirada gacha enfocada en las grebas aunque su cabello formaba una barrera y al final decidió tratar de enrollarlo como si estuviera en una coleta alzándose solo unos instantes pero tratando de no mirar demasiado el rostro de Alex.

Alex escuchó en silencio la explicación de Anaïs, mientras terminaba de deshacerse del resto de lo que quedaba de armadura. La verdad es que quería zanjar el tema de la forma que fuera, debido a lo impracticable que se le presentaba como simple desconocedor de la materia. Había notado como Anaïs cambiaba ligeramente su manera de expresarse cuando salía el tema racial, y no quería enfadarla, como sabía que lo lograría si seguía preguntando cosas que, de conocer el panorama, muy seguramente él mismo calificaría como impertinencias.

Por fin logró liberar sus pies de aquel yugo húmedo en que se habían convertido sus botas. El traqueteo del viaje les había aflojado los cordones y las distintas hebillas estaban, algunas, destrozadas. No eran precisamente unas botas muy nuevas. Cuando pudo poner los pies en el frio y húmedo suelo, notó un escalofrío agradable. Una vez erguido, se hechó las manos a la hebilla del cinto, comenzando a desabrocharla para, finalmente, quitarse los pantalones dejandolos caer, quedandose tan solo en paños menores. Sus piernas no estaban en mejor estado que el torso, pero le servían para mantenerse en pié.

-Lo siento, pero es que esta herida remojada en agua salada me está matando...- Dijo, mientras se miraba la parte interior del muslo, donde una herida de varias estaba enrojecida a mas no poder. Era un rasguño, pero la sal del agua marina estaba haciendo su parte del trabajo. Cuando terminó de hablar, comenzó a internarse en el agua del rio, mientras que, para sus adentros, destronaba a cada santo del santoral por lo fría que estaba el agua. No pasó mucho tiempo hasta que sus dientes comenzaron a castañear los unos contra los otros con desenfreno.

-¿No quieres meterte conmigo?- Dijo, cuando comenzó a recuperar el control de su mandibula, alzando la mano del brazo sano haciendo señas para que entrara en el agua.

Alex, ante la pregunta y unos pocos segundos, salió del agua en dirección a Anaïs, totalmente empapado, directamente hacia ella. Le agarró la mano, mientras la miraba a los ojos, siendo complice de la pregunta que aquella hermosa mujer le había realizado. Por fin había hablado claro, porque al fin y al cabo, ¿quien demonios gustaría de pescado para desayunar, en caso de poder elegir?

-Esa no es la pregunta...- Respondió Alex, con un tono endulzado, que en conjunto con su mirada de zorro, dejaba claro que tenía algo en mente. -La pregunta es, si hay algo que quieras que no se moje antes de que te lleve al agua conmigo...- Alex se había sorprendido a si mismo. Era como si alguna otra persona estuviera diciendole lo que tenía que decir. Se sentía libre, desenvuelto y sin miedos. No sabía que era, si el agua fria que le había sacado de algún sopor, la confianza de que ella parecía mas dispuesta o si el pasar de las horas con ella, caminando, le habían bastado para comenzar a sentir la confianza suficiente como para permitirse el querer llevarla al agua con ella. No lo sabía y ahora mismo, no le importaba.

Entonces, mientas la mantenía agarrada de la mano, se puso a su altura, haciendo el ademán de cogerla en brazos para llevarla, como fuera, al agua del rio.

No era que Alex no sintiera dolor, era que ahora mismo tenía suficiente valor como para sobreponerse a él. De todas maneras, lo que quería cargar no era demasiado pesado. Cuando Anaïs huvo dejado todas sus cosas en el suelo, se colocó a su lado y, con la mano buena, la hizo trastabillar relajando sus rodillas por donde la junta es débil; cargando el cuerpo de Anaïs sobre sus dos brazos. Dolía mas de lo que pensaba que lo haría, pero no era algo que resultara insoportable, al menos no para la distancia a recorrer. Notaba su calor cerca de la piel, su figura delicada cerca de la suya y sobretodo, poder contemplarla en aquella posición como si fuera un cuadro pintado por el mismisimo creador para darle sentido a la existencia de cualquiera que pudiera mirarla.

Sabía que era ella una mujer dura, que había sufrido las mil y una penurias, sobretodo con lo que le había contado de las razas, pero ahora mismo Alex la veía tan frágil, tan débil, tan pequeña. Mientras caminaba como hipnotizado por la mujer que tenía entre sus brazos, fué internandose en el agua. Cuando el agua ya mojaba el pelo de Anaïs y alcanzaba casi la cadera de Alex, éste pisó una piedra redonda infestada de moho, haciendo resvalar a Alex que, para no caer encima de Anaïs, intentó girar en plena caida sobre su eje vertical. En cuanto pudo, recolocó la pierna en la base y se alzó todo lo rápido que pudo.

Cuando salieron a flote, soltó sus piernas, usando el brazo que sujetaba las piernas para unirlo con el otro brazo, abrazando así a Anaïs. Cuando la tenía abrazada, Alex comenzó a reirse, mientras tomaba un poco de distancia con ella, cogiendola de los hombros, mirandola a los ojos encantado. Con el pelo mojado, dibujando su figura, era un espectáculo único. -¿Quien nos podría robar este momento?- Estaba ahora tan solo sonriente, complacido y, hasta cierto punto, feliz.

Alex esperaba que ese momento no pasara nunca, quería perderse en aquellos ojos, en aquel pelo, dormir en aquel vientre y descansar junto a aquella mujer. Hacia ya tantos años que creía abandonadas esas sensaciones...

Alex sonrió al comentario de Anaïs, mientras casi no notaba el contraste del frio del agua con el calor del cuerpo de Anaïs. Segun corría el tiempo objetivo, de manera subjetiva se había detenido completamente, dejandolo en un eterno instante abrazado a aquella mujer, perdiendose en el oceano de sus ojos y en aquellos brazos. Cuando, de repente, el hechizo se rompió; permitiendole moverse. Puso parte de su mano derecha sobre la mejilla de Anaïs, dejando que se deslizara un poco, mientras él entrecerraba los ojos, haciendose cada vez menos visible el mundo, dejandola tan solo a ella.

Se acercó aun mas a ella, quedando ambas narices a apenas un dedo de chocarse. No sabía porque, pero poder sentir la respiración de la chica en sus labios era como una droga que anestesiaba su cuerpo, podía notar el calor que emanaba de su cuerpo irradiarle en el éxtasi que estaba notando y pudo ver, ahora mas cerca que nunca, aquellos ojos azules, aquel mar de azul esperanza. Su corazón se aceleraba como cuando se acercaba una batalla decisiva, como cuando estaba luchando contra alguien a su altura pero, ¿porque?. Estaba seguro de que Anaïs había notado hace rato que sus pulsaciones estaban aceleradas, ¿como evitarlo?

Intentaba articular alguna frase, incluso abrió la boca para tan solo hechar una bocanada de vaho y quedarse helado, sin palabras. Sentía la irrefrenable necesidad de llevar la otra mano a la otra mejilla, dejando su cara atrapada entre sus dos manos, de piel tan aspera y seca al lado de la piel de aquella chica.

¿Que eran estos impulsos que le obligaban a hacer todo aquello, tan en contra de los principios por los que había vivido?

-Ya no nos queda nada que sentir...-

Cuando dijo esto, fué ladeando su cabeza lentamente, penetrando mas y mas en el terreno de Anaïs. Pudo, sentir los labios de aquella mujer que desataba a un Alex que ni él mismo conocía, pero que; ajeno a las normas de lo desconocido, no temía. Podía notar su respiración, notaba el calor de sus labios y lo cercano de su cara.

El primer contacto fué mas o menos rápido, casi como el chocar de dos espadas que se repelen automaticamente. Tras esto, pudo tomar un poco de distancia para volver a mirarla. Sus ojos saltaban, alternando, entre aquellas dos perlas que Anaïs poseía en la cara, medianamente ofuscados por el pelo que corría por su cara. No importaba demasiado, pues Alex también tenía pelo por toda la cara. Notaba algo que le empujaba a volver a aquellos labios, era como droga que pedía una dosis mayor después de cada dosis, quería besarla hasta que el mundo terminara y el río en el que estaban se secara. Y entonces, con mas fuerza que antes, se avalanzó sobre ella, sobre sus labios, deseando perderse en ellos y en todo lo que había mas allá de ellos.

-Yo no...- Dijo, mientras tomaba un poco de distancia -me puedo ya controlar...- Su respiración era pesada y sus ojos brillaban como para que fueran vistos en los mundos oníricos como dos perlas luminosas marrones.

El primer roce de labios aunque rápido ocasionó que en la vida de Anaïs se marcara un antes y un después. Ni en el más loco de sus sueños habría imaginado que las sensaciones que ahora mismo estaba disfrutando pudieran ser reales y estar tan cercanas a ellas. Cuando Alex se despegó por primera vez, abrió lentamente los ojos como si estuviera entrando a un nuevo mundo, uno que no conocía pero que ahora que había probado de forma momentánea no estaría tan dispuesta a abandonar. Le sonrió, de una forma que sabía solamente él podía provocarle pues era él quien había descubierto en ella todas estas acciones. Sus manos acariciaron sus mejillas unos instantes antes de dirigirse de nueva cuenta a la parte de atrás de su cuello, recorriendo con lentitud cada centímetro deseando memorizar cada poro que se encontraba en el camino y, a la vez, acomodando el cabello que de forma rebelde obstaculizaba su “misión”.

El momento del tan ansiado segundo beso llegó, cerrando sus ojos sintió cómo la intensidad con la que sus labios eran acariciados parecía comparable a la explosión de millones de cañones usados en la guerra. Su mente se encontraba en blanco, asimilando la cantidad de cosas que estaba sintiendo, incluso lo frío del río había pasado a un cuarto plano; todos sus afilados sentidos se encontraban estudiando cada suave movimiento de labios, tratando de controlar una respiración que ocasionaba un aceleramiento de palpitaciones que era ya imposible de disimular. Era casi como si se encontrara en el medio de una gran batalla, la adrenalina fluía por todo su cuerpo acompañado de algo completamente nuevo; no eran solo los deseos de que ese momento no llegara a su fin jamás sino la sensación de haber encontrado algo que no sabía le estaba haciendo falta.

Apenas empezaba a entender el alcance de esa realización cuando Alex se separó de nueva cuenta y abriendo lentamente sus ojos se topó con una mirada que la analizaba, la hacía sentir de una forma especial y que no podía controlar. Las palabras llegaron lentamente a sus oídos, mientras en sus labios se dibujaba una sonrisa. Sentía en su rostro la pesada respiración de Alex y se preguntaba si él notaría la suya; sus mejillas habían alcanzado un rosado color que contrastaba con lo violáceo de su nariz, era casi como si su cuerpo estuviera obteniendo una mente propia pues no podía mantenerse impávida en este momento; pero, tampoco encontraba las palabras adecuadas para transmitir eso que aún no podía identificar y ponerle un adjetivo, solamente podía tratar de comunicarlo a través de sus acciones y miradas.
El control que regía su vida se estaba cayendo a pedazos, ni siquiera en la más furiosa de las batallas habría actuado con una impulsividad (o insensatez) como la que la dominaba ahora. Todas las enseñanzas que durante años habían regido su vida estaban pasando rápidamente a un segundo plano, pero, de todas formas había todavía una tenue voz que la llamaba a la cordura y a actuar con precaución y mesura. No es que no confiara en sus instintos era solo que las sensaciones y emociones la sobrepasaban con facilidad, y después de haber estado “dormidas” el despertar había sido como una muestra de juegos pirotécnicos que la tenían maravillada por su luz.

-Shh… susurró mientras llevaba su mano derecha a los labios de Alex para acallar sus palabras, mientras cruzaba la distancia que los separaba para abrazarlo con fuerza sintiendo como su calor la envolvía poco a poco, y, susurrarle en el oído dejando que sus labios rozasen el lóbulo -Tener control en todo momento haría que instantes así no pudieran ser disfrutados plenamente…

Alejó de nueva cuenta su rostro para poder mirarlo a los ojos, sonriendo y con las mejillas del color de una manzana pues no estaba muy segura de que sus palabras fueran a tener un significado opuesto al que ella deseaba; de lo que sí estaba segura es que el brillo en sus ojos cuando veía a los de Alex podrían ‘decir’ de forma correcta aquello que se encontraba en lo más profundo de su mente. En aquel lugar donde hacía mucho estaban enterradas las esperanzas de vivir algo así, de sentir algo con tanta fuerza y que fuera tan imprevisto como la siguiente lluvia.

Alex dejó escapar una risa inocentona de sus labios cuando la escuchó hablar. Dejó descender sus brazos hasta rodear la cintura de la chica.

-Tienes razón, Anaïs...- Tras decir esto, volvió a fusionarse con la chica, y esta vez parecía que iban a estar mas tiempo en estos menesteres. A veces parecía que uno de los dos quisiese huir, solo para atraer al otro a su terreno y atacar con mas pasión. Alex ya no sabía si era correcto lo que estaban haciendo, pero no podía detenerlo. Era como un objeto mecánico recien acelerado con una fuerza imparable, arrolladora. Ya no sabía ni cuanto tiempo había pasado desde que se metieron en el rio; y tampoco le importaba, pero cuando se hallaban aun desatando su pasión, algo hizo que Alex se detuviese y mirase al cielo.

-¿Está lloviendo?- A Alex entonces le llovió una gota en el ojo, que cerró rapidamente y volvió la cara a Anaïs rapidamente, con un ojo cerrado. El cielo a veces tenía una manera contundente de responder las preguntas, sobretodo sabiendo que bastaba con mirar la superficie del agua para saber si llueve. Realmente a Alex no le importaba si llovía o no: ya estaban en agua. Lo que realmente le preocupaba era el frío que trae la lluvia, que en condiciones normales, le podría reportar solo un resfriado, ahora le preocupaba un poco mas.

-Quizas tendríamos que volver a la ciudad, aqui vamos a coger cuanto menos un resfriado...- Dijo, mientras agarraba por los brazos a Anaïs, susurró: -Pero antes de irnos, quiero recordar mejor este momento- tras lo cual, la volvió a acercar a él hasta que parecían un mismo ente a ojos lejanos, juntando sus labios por última vez con los de aquella maravillosa mujer.

Después del beso deberían salir del agua, secarse lo mejor que puedan, y seguir adelante o refugiarse hasta que pase el frio.

Anaïs solamente podía sonreír mientras sus labios no se encontraban fundidos con los de Alex, de vez en cuando lograba separarse unos milímetros para dejar que un suspiro escapara de ellos. Cuando Alex le habló de nueva cuenta fue como sus sentidos despertaran, o más bien, como si decidieran prestarle atención a algo más que el hombre. Las gotas de lluvia caían en su cabeza y en su rostro, sintiéndose un poco más tibias dada la temperatura tan baja que manejaban por estar metidos en el río.

-Tienes razón… decía mientras acariciaba el rostro de Alex con cuidado y se acercaba para darle un “último” y fugaz beso. No falta mucho para llegar a la aldea, será mejor apurarnos un poco sin que te esfuerces demasiado, no quiero que te lastimes y sería buena idea que te pongas mi gabardina…

Aunque el tono era dulzón, se podía notar que no admitiría un ‘no’ por respuesta, después de todo, su camisa estaba ya inservible y sus pantalones no tardarían también en ser desechados. Le acarició el rostro una vez más, antes de dirigir sus manos hasta las de Alex, tomándolas con cuidado para dirigirse fuera del río. Por fortuna la lluvia que caía podía ser considerada una suave llovizna, lo que significaba que la gabardina aún estaría lo suficientemente seca para servirle de algo al hombre y evitar que después de haber sobrevivido estar perdido en el mar por meses, el ataque de un Bôrg y los besos de una semielfa muriera por un simple resfriado. Cuando giró su rostro para observar el cielo, se dio cuenta que era una nube de un color grisáceo medio oscuro, lo que significaba que o continuaría esa llovizna por horas o de un momento a otro cambiaría a un fuerte chubasco que duraría poco pero los dejaría como fideos en medio de un plato de sopa. No quería soltar la mano de Alex, pero era algo necesario si quería vestirse con rapidez y emprender el camino, cosa curiosa los instintos de protección habían regresado y lo último que quería era arriesgar (más) a que sufriera algún inconveniente el hombre. La ropa se encontraba tal y como la habían dejado, así que de forma renuente soltó la mano del extranjero, dedicándole una sonrisa y empezó a colocarse las botas, la daga y Thenidiel seguían esperando su turno, al tocar la gabardina estaba aún bastante seca, sí eso podría ayudarle a Alex a cubrirse del viento lo suficiente hasta que llegaran a la aldea. Estaba segura que podría conseguir una habitación sin ningún problema igual que un cambio de ropa para ambos, después de todo le “debían” algunos favores, y los humanos no deseaban tener problemas con nadie de la orden.

Alex entendía la preocupación de Anaïs, pero no le parecía la mejor idea. Él, después de salir del agua, también sabía que ella se podría resfriar con facilidad. Si realmente faltaba poco para el pueblo, lo mejor era que ella llevara su gabardina para evitar el resfriado. Al fin y al cabo, después de tener las heridas que tiene lo último que le tendría que preocupar sería un resfriado. Pero algo en la manera de hablar de Anaïs hacía que no le pareciera una gran idea el mencionarlo.

-Si pasas frio, dímelo y te la devolveré, ¿vale?- Dijo en voz baja, esperando una respuesta afirmativa por parte de Anaïs. Ahora que ya había dejado el medio acuático, podía notar verdaderamente un frio que parecía penetrar hasta el hueso. Miró a Anaïs, si él tenía frio que tenía mas masa que ella, ella se tendría que estar congelando viva.

-No te fuerces demasiado, Anaïs, ya has hecho mucho mas de lo que ha hecho nadie por mi; no hay necesidad de que tengas que sufrir por mi- Dijo mientras se quitaba la gabardina que Anaïs le había dado. -Estoy muy acostumbrado a este tipo de medios y tu pareces tener mas frio que yo...- Acto seguido, le pasó la gabardina por encima de los hombros. La miró a los ojos, no como un padre mira a una hija, pero si como alguien que quiere dar a entender que no solo no aceptará un no por respuesta, si no que además lo hace por esa otra persona. Al fin y al cabo Alex estaba muy acostumbrado a sufrir y a pasar todo tipo de penurias; un poco de frio no iba a acabar con él, sobretodo cuando nació en una de las zonas mas frias de Imeria y ha migrado constantemente encontrandose con todo tipo de climas, desde glaciares hasta zonas desérticas.

-Escucha, no quiero que tengas que sufrir por mi, mas de lo que ya lo has hecho, ¿de acuerdo?- Su tono no era para nada de reproche, era mas bien algo... casi paternal. -No después de lo buena que has sido conmigo. Además, yo no soy el tipo de persona al que le pegue ser protegido tanto tiempo!- Dijo, abandonando el tono paternal y abogando por uno mucho mas confiado, a medio camino entre la broma para distensar el ambiente y la seriedad. Podía comenzar a entender como era Anaïs, solo un poco por encima, de modo que no quería que se tomara aquello como que desconfiara de ella o algo asi, todo lo contrario; confiaba mucho en ella después de como se habia ocupado de él. Solamente no quería que se tuviera que preocupar mas por él, ya había hecho demasiado.

Después de recoger todo lo que debía de llevarse en su camino y volverse hacia Anaïs, miró por última vez hacia atrás para ver si se había dejado algo. Todo era tan frio, tan vivo y tranquilo. De alguna manera, no quería volver hacia atrás nunca mas. Solo sentía la necesidad de ir a los chicos que se fueran sin él, que descansaran y se marcharan lejos, de vuelta a casa dejandole atrás, y haciendo que su historia y la de su familia se desgastaran en el tiempo, olvidandose en el mas terrible de los olvidos. No quería ser mas Alex, no estaba seguro de querer seguir siendo quien era en su tierra cuando el lugar donde estaba ahora era un sitio por el que realmente merecía la pena no querer alcanzar el paraiso. Todos los músculos de su cuerpo se relajaban, mientras tornaba su cabeza hacia aquella chica, para después de un nuevo vistazo hacia atrás, dirigirse a ella.

-Vamos, cuanto antes lleguemos antes podremos descansar un poco!- Dijo animado, a paso vivo, mientras reubicaba la posición de sus pertenencias para distribuir mejor el peso que éstas ejercían en él.

Esperó a estar a la altura de Anaïs, para iniciar una conversación acerca de cualquier cosa relacionada con la isla. Estaba tomando la decisión de hacer desaparecer el Alex, que nadie del lugar pudiera, nunca, saber quien era o había sido Alex. Técnicamente, estaba planeando cometer su propio asesinato, a lo largo de la propia historia.

-Cuentame mas de ti, de la orden... del lugar... me interesa mucho, ciertamente...-

Anaïs esperó con una sonrisa a que Alex se pusiera a su altura, después de todo irían rápido y no quería perder ningún instante, al escuchar la pregunta sonrió. Su vida no había sido la más entretenida del mundo pero si tenía muchos años en los cuales había reunido más de alguna experiencia.

-Pues, no sé que contarte de mi vida, no tuve lo que se podría considerar una niñez ni juventud normal, siempre tuve que esforzarme para que respetaran mi lugar los demás elfos, lo poco que pudo darme de entrenamiento mi padre fue perfeccionado tras muchas peleas…

Sonrió, la verdad es que agradecía de sobremanera que en casa tuviera lo mejor de los dos mundos que eran parte de su vida, aunque a veces lamentaba no haber convivido antes con otros humanos.

-Un día mientras estaba cuidando del bosque sentí que me llamaban, si lo sé suena bastante como una locura, .-comentó con una media risa recordando el instante-. Pero en ese momento supe que mi destino estaba lejos de esta Isla y me dirigí a Rhylia que es la isla de la Orden y empecé a entrenarme, pasando de aprendiz a Paladín en un tiempo relativamente corto, aunque claro subir más será difícil.

Se giró para ver a Alex, sentía como al caminar sus brazos rozaban y sentía una gran tentación de tomarle de la mano pero no sabía como hacerlo ver como algo normal, no suponía que el hombre se enojara aunque quizá quería mantener una actitud de “hombre fuerte macho” mientras entraban a la ciudad. El camino era si bien no difícil, tampoco podría considerarse un paseo, había que esquivar muchas ramas en el suelo y la sensación de estar siendo vigilados no los abandonaba desde que se habían adentrado en el bosque. Anaïs no se sentía incómoda, sabía que al estar ella presente Alex no tendría ningún problema, pero de todas formas deseaba llegar lo más rápido posible con los humanos, un cambio de ropa, comida caliente y que pudiera revisarle las heridas al hombre la movían con un poco más de rapidez de la que pretendía.

-Si sientes que voy muy rápido dime, es solo que quiero llegar lo antes posible antes de un chubasco y que te me enfermes.

Sentía la imperiosa necesidad de hacerlo sentir lo más cómodo posible, y tratar de hacerlo sentir como en “casa”, que se sintiera a gusto en este nuevo lugar y quizá con ello evitaría que este sueño acabara. Pensó en cómo seguir quizá sería mejor hablarle de la Orden ya que estuvieran bajo techo, siempre se emocionaba mucho al hablar de su ‘familia’ y no quería que eso los retrasara; poco a poco las gotas de lluvia eran más frecuentes y si a eso le sumaba el baño frío y las heridas, sería mejor concentrarse en avanzar.