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Kithe

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Mensaje por Kithe 30/11/14, 10:04 pm

Nombre del personaje: Kithe

Raza: Fey’ri, una raza descendiente de elfos que intentaron fortalecer su linaje reproduciéndose con demonios, súcubos e íncubos en particular.

Edad: 65 años. Según los estándares élficos debiera ser poco más que un niño, si bien su madurez corporal y la ordalía que ha sido su vida hacen que su madurez deba medirse con una vara más cercana a la humana que a la élfica.

Profesión: Bardo, cantor de elegías y endechas. Capitán del “Lamento de la Banshee”

Descripción Física:  Su forma natural es la de un humanoide alto, de piel de un vibrante rojo y ojos que parecen brillar como esmeraldas talladas, dado lo intenso de su color. Su cabello negro se alza corto, cuidado y siempre bien peinado, con mechones rebeldes que añaden encanto, lejos de perjudicar al conjunto. Sus facciones afiladas y orejas puntiagudas delatan su ascendencia élfica, y las alas semejantes a las de un murciélago que brotan de su espalda, delatan la sangre de demonio que corre por sus venas.

Sin embargo, uno de los dones de su ascendencia infernal le permite ocultar ese aspecto tan llamativo. La forma más común en que Kithe es visto es muy similar a la natural, salvo que su color de piel es claro, incluso pálido y carece de alas, haciéndose pasar por un elfo solar de hermosos ojos verdes.

En cualquiera de sus aspectos, viste ropas de excelente manufactura que no le estorban los movimientos, ya sea para salir a bailar como para combatir. Acostumbra a llevar un sombrero de ala ancha, con una llamativa pluma de ave exótica prendida en él.
Imagen:
Descripción Psicológica: Para él, la vida es una canción; una composición efímera que danza veleidosa entre los distintos compases y estrofas que conforman las experiencias vitales. Una composición entre una melodía de canciones, y sin embargo cada una única, bella, incompleta....

Una canción que sólo alcanza la perfección cuando su creador toca la eternidad, cuando suena su último compás. Momento en el que trágicamente la melodía se pierde... A menos que haya alguien para recordarla y reproducirla. Nadie recordará al rey muerto dentro de un par de generaciones, pero su elegía podría ser verdaderamente inmortal, mientras haya gente que toque canciones y oídos que las escuchen.

Sólo valora las canciones por la belleza que ve en ellas, sin importar su contenido. Y sin importar tampoco qué es lo que deba hacer para lograr que alcancen la perfección. A fin de cuentas, él ofrece la inmortalidad como regalo a cambio...

Armas: Consciente de los peligros que acechan en cada estrofa de una canción, Kithe viaja preparado.

Lleva un sable de preciosa manufactura, de acero damasquino que utiliza con más gracia que fuerza, prefiriendo utilizarlo para desviar ataques antes que para golpear a sus enemigos. Cuando lo desenvaina, su hoja parece estar al rojo vivo, con un sonido crepitante de fuego, aunque realmente no está caliente al tacto; este efecto mágico le permite crear paredes de ceniza y humo que utiliza para confundir a sus enemigos y complementar sus maniobras evasivas. Además, lleva una pequeña ballesta de mano de repetición, hecha de un material transparente conocido como cristacero, que le permite disparar dardos de tres en tres. Suele utilizarla como último recurso.

Pero quizás sus armas más poderosas sean la lira que normalmente lleva sujeta a su cintura por un gancho especial, diseñado para sujetarla ahí de modo que sólo necesite una mano para interpretar música con ella y su expresiva voz de barítono.

Habilidades:

Como se ha dicho antes, su herencia de demonio le concede algunos dones; le permite disfrazar su verdadera apariencia alternando libremente entre las dos formas ya descritas, también le hace resistente al fuego y al calor y sus alas son capaces de vuelo. Su herencia élfica le otorga una aguda visión y oído, y su vida como bardo errante le ha convertido en un músico verdaderamente excepcional, capaz de embelesar al público más exigente, y en alguien capaz de adaptarse a cualquier eventualidad, un hombre para todo.

Sin embargo, su verdadero poder proviene de la magia que sus canciones son capaces de evocar, un poder ligado a la peculiar visión de Kithe de que todo forma parte de una gran composición, y que como toda gran composición, permite al artista dejar su huella. Sus canciones pueden dividirse en tres tipos: antífonas, endechas e himnos. Esta división no nace tanto de las capacidades de cada una, como del tiempo que pueda dedicar a ellas.

Cabe señalar que imbuir de poder a sus interpretaciones es un acto consciente y que requiere una gran concentración mental además de la maestría de sus dedos, por lo que no siempre que interprete sucederán y el agotamiento mental podría impedir que sus intentos reunieran poder suficiente.

Las antífonas son composiciones muy breves, cuya magia empieza a notarse casi al momento de que comience a tocar, pero su efecto es el más tenue. Es raro que Kithe llegue al punto de no poder imbuir de poder sus antífonas.

Las endechas son más largas y sutiles; la música tiene que llevar un breve tiempo ya sonando antes de que la magia se adhiera a las notas con fuerza suficiente, dando lugar a efectos más notorios y poderosos. Kithe puede usarlas con una cierta libertad, pero un día que exija más de una decena de endechas entre periodos de descanso, acostumbra a dejarle agotado.

Los himnos son las composiciones de Kithe más poderosas, capaces de proezas mágicas que asombrarían a más de un mago experto, pero también son las que requieren más concentración del bardo y más tiempo para que su efecto se libere. Por esto mismo, Kithe rara vez es capaz de recurrir a estos poderosos efectos más de dos veces entre descansos.

- de los elementos: Esta canción permite a Kithe influir en las energías elementales que componen el mundo. Como antífona, alivia las incomodidades derivadas del clima (mitiga el calor o el frío, reduce el mareo por movimiento, etc); como endecha, reduce el poder que los elementos tienen en el entorno del bardo, sólo pudiendo negarlo si no era muy intenso (reduciendo la rabia de un intenso fuego al de una hoguera, calmando ráfagas de viento huracanado a vientos fuertes, transformando una ventisca en una lluvia de aguanieve, etc); como himno, la furia de los elementos se enrosca con la música y proyectiles de pura energía elemental empiezan a bombardear a los enemigos que estén cerca del músico mientras éste actúe.

- del renacer de la agonía: Esta composición toca las emociones negativas de quienes le escuchan, evocando seres queridos perdidos, fracasos pasados o simplemente episodios dolorosos, siempre con una belleza inenarrable que hace difícil no seguir las sendas horrendas por las que las notas les guían. Como antífona, desconcentrará y distraerá haciendo rememorar algún suceso pasado, siempre horrible al menos subjetivamente, durante unos segundos. Como endecha, los recuerdos se hacen presentes con mayor nitidez e intensidad, distrayendo y dificultando enfocar la mente en el presente a quienes se vean afectados por la música, abrumados por las tragedias de su vida, mientras sigan bajo el influjo de la música. Como himno, quienes se dejen arrastrar por la música a sus más oscuras profundidades, se verán superados por las horrendas visiones que allí encontrarán, encontrándose rodeados de fantasmas y demonios que se burlan de cada suceso traumático de su vida mientras no escapen de la influencia de la música (sea porque escapan o porque la música cesara unos momentos atrás), haciendo que o bien se queden paralizados, haciéndose un ovillo en un intento de alejarse de sus monstruos, o bien se lancen con rabia ciega, atacando criaturas que no están allí o a quienes tengan cerca, confundiéndolos con horrores.

- del silencio discordante: Con esta música, Kithe utiliza el sonido para interferir, dificultando la concentración, atrayendo a la audiencia hacia sí, si así lo desea. Como antífona, la música de Kithe eclipsa cualquier otro sonido que recorra el lugar, salvo que sea especialmente intenso, convirtiéndole de facto en el centro de atención (un truco muy útil a la hora de desplazar a la competencia). Como endecha, sus arpegios discordantes aunque extrañamente melódicos envuelven la mente de su audiencia, obligando a quienes sucumben a su influjo a que cualquier concentración sea un acto consciente, ya que la pegadiza melodía parece ahogar sus pensamientos con vida propia, y que lleve más tiempo del habitual (un truco muy útil cuando quieres que la audiencia te recuerde bien, o quieres que un mago enfadado pierda tiempo entre conjuros). Como himno, la música invade las mentes de quienes le escuchan, haciendo poco menos que imposible concentrarse en nada complejo a quienes sucumben; o al menos más complejo que tararear la canción, cosa que quienes andan bajo su influjo hacen a menudo y sin percatarse. (Y añadir un “tra-la-rá” a destiempo en la pronunciación de un conjuro, acostumbra a desbaratarlo).

- del apacible descanso: Esta música parece acariciar a quienes la escuchan, extrayendo el dolor y el cansancio de sus músculos y mentes. Como antífona, el regalo de esta canción es eliminar la fatiga de quienes le escuchan, como si hubieran tenido la oportunidad de descansar, de tomar asiento y un tentempié reparador, aunque si se dejan engatusar por la melodía, podrían sentirse adormilados. Como endecha, el efecto es similar, pero más notorio; quienes escuchan se sienten como si hubieran disfrutado de una larga noche de reparador sueño, amén de paliar la fiebre si la hubiera; también es más difícil no sentirse amodorrado al escucharla. Como himno, el efecto es más notorio. Los enfermos mejoran, no sólo sintomáticamente; incluso el veneno parece retroceder en su avance, y las heridas se cierran de forma acelerada, mágicamente en segundos excepto las más graves. Por alguna extraña razón, esta canción afecta también a las tripulantes del Lamento de la Banshee

- Réquiem: Es una canción indeciblemente bella, la verdadera obra maestra de Kithe, que no deja a nadie indiferente y que quienes la escuchan, tienen un hermoso recuerdo que atesorar durante el resto de sus vidas, sin importar cuánto tiempo pueda ser eso. Es el toque de la eternidad que el bardo sabe aplicar, el regalo de inmortalidad que ofrece a quienes de veras considera que tienen canciones excepcionales por vidas y cuyo tránsito a la eternidad desea traer a la efímera vida como regalo reconfortante a quienes temen la muerte... Y para quienes Kithe elige que escuchen la estrofa final, la fortuna de poder disfrutar de sentir la canción de su vida. Esta canción es un poco distinta a las demás, en el sentido que sus efectos no se dividen según cuánto tiempo dedique a la melodía Kithe. Es tan compleja y requiere tanta concentración, que si la interpreta, terminará tan agotado que tendrá suerte si consigue infundir de poder una antífona hasta que pueda tener un reparador descanso.

Todos quienes escuchen el réquiem dedicado a alguien, se sentirán transportados por la música, visualizando de forma instintiva cada emoción que transmita la canción, cada suceso; aunque carezca de letra, incluso la mente más obtusa es capaz de sentirlo. Sentirán cada momento de gloria, de felicidad, de tristeza, de dolor... tal y como el honrado lo hizo en vida. Vivirán partes de su canción y sentirán que su paso a la otra vida no fue traumático, sino algo imprescindible para completar la bella obra que escuchan. Pero la canción tiene un lado oscuro; tan conectada está con la muerte y su aceptación, que los no muertos, incluso aquellos sin mente, se sienten atraídos por la bella melodía, su conexión con el otro lado del velo fortalecida por la canción, observando fascinados al bardo, por lo que podría resultar una invitación al desastre para su audiencia viva (si la hay) cuando la música al fin cese.

El verdadero poder del Réquiem, sin embargo, se encuentra en su estrofa final. Si la canción se ajusta lo suficiente a su inspiración y es ejecutada con la suficiente maestría, el toque de la eternidad se vuelve algo literal. El alma regresa al cuerpo, alzándola como una criatura no muerta con el mismo aspecto que tuviera en vida, que jamás pronunciará una palabra ni emitirá sonido alguno, ciegamente leal a Kithe. Un eterno tripulante más para el Lamento de la Banshee, un eterno oyente más para el bardo.

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Ni que decir tiene, la estrofa final no es algo que Kithe haga frente a una audiencia; y el curioso origen de su tripulación es una de las razones por las que rara vez permanece demasiado en un mismo lugar.

Atributos:

1- Carisma
2- Habilidad
3- Voluntad
4- Astucia
5- Inteligencia
6- Constitución física

Historia:

Sólo hay una cosa tan mutable como la vida, y es el mar. Ese era el pensamiento que circulaba por la mente del capitán Lamarr mientras rememoraba los sucesos que habían conducido a la situación en la que se encontraba en aquel momento.

Lamarr nunca había sido un buen hombre, al menos no por los estándares que se tenían en tierra y en los barcos que podían permitirse navegar bajo pabellón de alguna corona o de alguna nación; claro que ¿qué sabían aquellos sobre lo que era ser un buen hombre, pagando peonadas miserables a sus marinos mientras los capitanes y sus patrones se llevaban porcentajes desproporcionados de los beneficios de la carga? ¿O los que daban grandes mordiscos a los frutos del honrado trabajo de los aldeanos bajo el disfraz de los impuestos?

En cualquier caso, no tenía mucha importancia. Lamarr no iba a ser un hipócrita. Había llegado donde había llegado por su propia ambición y deseo de una vida menos sufrida y más beneficiosa. Por eso había comandado aquel motín tantos años atrás, y se había hecho con el mando de la fragata “Melodía de los mares”, lo había renombrado “La raspa de Sirena” (En retrospectiva, pensó, quizás todo era una venganza largo tiempo planeada por el espíritu del navío por el cambio de nombre...)y lo había dedicado desde entonces a la piratería. Honrada piratería, repartiendo el botín a partes iguales, y sin derramar más sangre de la necesaria si el barco asaltado se rendía.

Sí, era todo lo buen hombre que podía ser alguien como él, al menos para sus ojos. Había piratas mucho peores que él, ¿no era así? ¿Por qué todo había tenido que acabar así, por la Dama?

Todo había comenzado cuando Zachary, uno de los últimos miembros que se habían unido a su tripulación, un muchacho barbilampiño de ojos agudos que ejercía de vigía a menudo, había avistado un pequeño navío, una pinaza, navegando a favor del viento en dirección al Mar de Jaspia. (No pudo reprimir un estremecimiento al pensar en él, la última imagen suya que tenía era con el rostro ensangrentado, intentando arrancarse sus propios ojos con sus manos desnudas mientras gritaba como un demente que no quería ver más, antes de arrojarse por la borda a las aguas ya sanguinolentas.... Pobre Zachary)

Normalmente, no se habría desviado de su rumbo por un barco tan pequeño, y menos uno que podía ser tan correoso de cazar por su velocidad como una pinaza, pero llevaban tiempo sin apresar una nave y sus tripulantes empezaban a andar inquietos y aburridos, una muy mala combinación en alta mar. (Debió haberlo dejado estar... debió haber pasado de largo...) De modo que ordenó desplegar las velas y comenzar la persecución del pequeño navío, entre vítores de sus hombres.

Sin embargo, su percibida presa no varió un ápice ni su rumbo ni su velocidad, como si no se sintieran amenazados por el impresionante navío que reducía brazas de distancia a ojos vista; tan cerca que empezaba a distinguir las tranquilas figuras embozadas en armaduras de cuero negro, con una capa roja sobre sus hombros y el nombre del navío, “Lamento de la Banshee”. (Una señal, el nombre era una señal... Su ceguera le había llevado allí...)

Sí lo hizo cuando ya estaban lo suficientemente cerca como para ver las máscaras de color blanco, ricamente decoradas que llevaban todas y cada una de las tripulantes, pues aquel barco estaba tripulado aparentemente por mujeres, y un hombre muy bien vestido, aunque de forma muy llamativa para su gusto. Estaban recogiendo las velas, se detenían. Si sus hombres estaban esperando un combate se iban a ver decepcionados. Entendía la inteligencia de la maniobra del capitán; una pinaza, si no iba a dejar atrás a la “Raspa” lo único que podía hacer era rendirse y esperar que se conformaran con su carga... Aunque viendo la curiosa naturaleza de su tripulación, y escuchando los comentarios maliciosos que recorrían ya la cubierta mientras se preparaban para abordar el pequeño navío...

El barco parecía tener no más que una decena de tripulantes y su capitán, un hombre alto, elfo a juzgar por sus rasgos, que parecía esperar a que tendieran las pasarelas. Efectivamente, todas eran mujeres, vestidas con aquel extraño uniforme y con esa máscara, guardando silencio absoluto incluso mientras llevaban a cabo las tareas de la nave con perfecta coordinación. Todo aquello era ciertamente inusual, pero la “Raspa” contaba con cuarenta marinos, veteranos la mayoría de ellos, y todos sabían lo que era combatir... Todo aquello debía tratarse de un teatro perfectamente orquestado para jugar con las mentes de marinos más supersticiosos que ellos.

- ¡Tended las planchas! – ordenó el capitán Lamarr. (¿Cómo podía saber yo lo que iba a desencadenar? Por favor, Dama, ten misericordia de mí...) Y para su sorpresa, no sólo les ayudaron del otro lado, sino que quienes comenzaron a cruzar fueron aquel extraño elfo con una lira en su cinto, y su tripulación.

- Bienhallados, hermanos del mar que navegáis bajo pabellón negro. Regocijaos, pues hoy la fortuna os ha sonreído como nunca antes. El Lamento de la Banshee posee tesoros que superan la más salvaje de vuestras expectativas. – comenzó a decir de forma teatral el capitán, haciendo un saludo quitándose el sombrero, bajándolo hasta acariciar la cubierta de la “Raspa”. La sorpresa se mezcló con la avaricia en los ojos de sus piratas, si bien una fría y desapasionada mirada de una de las extrañas mujeres había sido suficiente para acabar con la lujuria del joven Stynol, al menos por el momento. (Lágrimas acudieron a sus ojos al recordar como un par de esas manos enguantadas en cuero negro agarraron la mandíbula del pobre chiquillo, tirando con fuerza para abrirla hasta que la arrancaron)

- Permitidme presentarme. – continuó, volviendo a colocarse el sombrero en la cabeza.- Mi nombre es Kithe, soy un bardo errante que ha seguido la melodía del mundo, recorriéndolo de un lado al otro. Mis canciones han regalado los oídos de sencillas tabernas y se han dejado sentir en elegantes salones. He cantado a mendigos y a princesas. Mi voz ha comprado la amistad de un diablo y el respeto de un demonio. Mis canciones han resonado entre las paredes de antiguos templos en alabanza a deidades cuyo paso por este mundo efímero apenas se recuerda tras el toque de la eternidad. – empezó a acompañar sus palabras con suaves acordes, de una belleza tan innegable que parecía respaldar sus palabras, o simplemente regalar sus oídos, no importaba...- Pero lamento deciros... la riqueza que porta mi barco no es una que podáis transportar, pues no es una riqueza en oro y gemas, ni en papel y lienzo, ni en objetos de poder arcano; la riqueza que transporto en mi barco es la inmortalidad, el sobrevivir al paso del tiempo y la memoria, el ser recordado cuando cada fragmento de uno mismo se disolvió en polvo mucho tiempo atrás...

Lamarr gruñó molesto, interrumpiendo al bardo, lo cual hizo que le mirara entre irritado y divertido. - Creí que habías dicho que portabas la inmortalidad, Kithe, ¿qué es eso de convertirse en polvo? ¡Si lo que pretendes es que no saqueemos tus bodegas, elfito, intenta al menos no contradecirte! – Intentaba sonar más seguro de lo que se sentía. Por el Oscuro; eran once y uno de ellos un charlatán, frente a cuarenta marinos curtidos. ¿Qué era lo que le preocupaba tanto?

- Por favor, os invito a recorrer mis bodegas si así lo queréis, pero no habrá nada de valor que podáis portar de ellas. – incluso se hizo a un lado, sin dejar de tocar, aunque aquella melodía... Sus marinas haciendo un pasillo despejando el paso hacia la pinaza. - La riqueza efímera no es la que llevo conmigo, pues llevo la belleza de la eternidad a mi lado.

El capitán se frotó los ojos. Aquella melodía empezaba a jugarle malas pasadas a su mente, ¿por qué estaba rememorando cómo murió el capitán de la “Melodía del Mar”, pasado por la quilla pese a sus propios deseos? (Debió ordenar la huida ahí.... Nunca debieron quedarse junto a aquel navío...) Uno de sus hombres intervino desde un costado. Loucnos, si sus oídos aún le funcionaban mejor que sus ojos. (Un buen pirata, como todos los demás...) – Ya vemos con que belleza viajas, bardo. – Un coro de risas, si bien algunas sonaban tan confusas como lo estaba su capitán, corearon las palabras de Loucnos. – Sólo necesitas la mitad de ellas para llevar esa barquichuela. Déjanos un puñado, y date por satisfecho. Pero puedes llevarte la ropa y esas máscaras. – De nuevo, el coro de risas, pero algo no iba bien....

Las marineras pasaron de formar un pasillo a un perímetro defensor entorno a Kithe y las risas... De pronto algunas de ellas se volvieron llantos, mientras otras eran risas histéricas. Los marineros que aún no estaban bajo el influjo de la música miraron a sus compañeros sin entender que sucedía, y los gritos.... Los gritos comenzaron cuando uno de los que sí estaban afectados sacó su cuchillo y se arrojó sobre el que tenía más cerca...

La cubierta se llenó de sangre, mientras con armas, uñas y dientes unos marinos se volvían contra otros, incluyendo al propio Lamarr, que arrancó de un mordisco el ojo de un diablillo que no paraba de reír sobre cómo habían ignorado sus órdenes y habían matado al anterior capitán... Diablillo que entre delirios se dio cuenta que era Loucnos, que se unió al coro de voces que se burlaban de él.

Igual que entre delirios vio que las tripulantes de Kithe se unían a la matanza con una crueldad sobrehumana...

Cuando todo terminó, sobre la cubierta de la “Raspa” sólo quedaban trozos de carne desgarrada y sanguinolenta que una vez fueron parte de miembros de su tripulación, las diez marineras ataviadas de cuero negro, con capucha roja y enmascaradas, algunas de las cuales lucían marcas de haber sido apuñaladas repetidas veces, pero ni una gota de sangre manchaba sus ropas; Kithe, con su elegante espada desenvainada reposando a un costado suyo, exhalando humo y ceniza... y Lamarr, ensangrentado, con trozos de carne aún entre sus uñas y dientes, que rezaba porque fueran de los muchos arañazos y mordiscos que se había autoinflingido mientras cazaba diminutos demonios por su piel y no la alternativa.

- Este es el regalo de la eternidad para tu navío, capitán, mucho más digno de ser rememorado que los rufianes que se hacían llamar piratas a tu servicio. Tu canción aún no ha terminado, pero sus últimos compases se acercan... – dijo el extraño bardo, de pronto dejando atrás su aspecto de elfo, y tomando el del demonio que Lamarr estaba convencido que era. ¿Qué otra criatura podría causar una locura así? Sin añadir más, él, y sus siempre silenciosas compañeras, cortaron las ligaduras que mantenían a ambas naves unidas.

Todo aquello había sucedido horas atrás, horas incluso desde que el Lamento se perdiera en el horizonte, pero Lamarr aún no había podido sino rememorar lo ocurrido, llorar y vomitar.

Finalmente, se puso en pie, con la última frase que le había dedicado Kithe aún retumbando en su mente y el rostro anegado de lágrimas; su cordura hecha pedazos le decía que tenía razón. Su canción estaba terminando, pero su barco... Su barco merecía una recompensa por su servicio. Su barco debía convertirse en eterno, sin importar lo despreciable de su tripulación.

Tomó cuanta sangre pudo de la cubierta, incluso exprimiendo la pulpa sanguinolenta que quedaba de sus antiguos camaradas, y usando un par de sogas, se colgó de la borda del barco, por la proa, donde lucía orgulloso, como una burla a sus ojos, el nombre indigno y pirata que le había dado a su barco. Cuando terminó, regresó a la cubierta. Cargó la balista que tantas veces había dado el golpe de gracia a los navíos que había atacado, atándose al proyectil.

El último acto consciente de Lamarr fue disparar.

Semanas más tarde, otro navío encontraría una fragata a la deriva sacudida por los elementos, sin nadie a bordo. Un barco fantasma, con un nombre escrito en sangre que ocultaba el que una vez había pertenecido al barco, renombrándolo “Melodía de los Mares”

Pronto, las especulaciones sobre lo sucedido allí se convirtieron en leyenda, y las leyendas corrieron de taberna en taberna. El “Melodía de los Mares” no tardó en ser un nombre conocido por todos aquellos marinos que escuchaban leyendas e historias. Un nombre que jamás sería olvidado, aunque el verdadero navío se hubiera hundido mucho tiempo atrás.

Había encontrado la inmortalidad, en alas de una historia.

Otros:

- Posee un barco, una pinaza, el Lamento de la Banshee, tripulado por diez mujeres, alzadas mediante la estrofa final del Réquiem. Todas visten del mismo modo, con una armadura de cuero tachonado negro, una capucha y capa cortas de color rojo sanguino y una máscara que cubre su rostro. Su existencia está ligada de alguna forma a Kithe y a su navío. Mientras ambos existan, si son destruidas, al cabo de unos días regresarán a su no-vida en la bodega del barco. Si Kithe deja de existir, desaparecerán en polvo. Si pierde su barco, hasta que el bardo no reclame otro como propio, sólo serán máscaras.
Kithe Kalmarnyckel
El navío tiene la capacidad de desaparecer bajo el mar, pero sólamente cuando está detenido; así Kithe puede "desaparecer" si llegara el momento en que su vela es perseguida.... Algo así
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Kithe
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Mensaje por Luthys 01/12/14, 08:03 am

Eh eh eh, un momento, ¿otro demonio para compartir Jaspia? ¡Cuidadín, que tú eres mestizo y yo auténtico!
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Mensaje por Sophitia 01/12/14, 11:30 am

Yo doy por sentado que le lleva un buen tiempo (en lo Narrativo) el hacer los efectos 2º y 3º de sus ataques, que al igual que en otros juegos de rol se puede interrumpir, y la resistencia mágica (o similar) hace mas difícil el control de otros personajes y, claro, que no vas a hacer un uso indebido =P

Si es así, entonces no tengo objeciones.
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Mensaje por Cyrian 01/12/14, 12:35 pm

Un buen tiempo serían unos 20 segundos y 40 segundos aprox., respectivamente; en circunstancias normales, no sería un tiempo demasiado inalcanzable, por ejemplo tocando relajadamente en una taberna o algo así; en una situación de combate ambos son tiempos prohibitivos (los que jugamos MMO sabemos que 8 segundos de CD pueden ser demasiado en situación tensa) que requieren ayuda y/o una preparación como de emboscada para que puedan usarse
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Mensaje por Lisandot 17/12/14, 08:11 pm

Cuando dijiste que estabas trabajando en la ficha de un bardo, debí suponer que no sería un bardo humano corriente y moliente Very Happy Tiene mi visto bueno.
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Mensaje por Sophitia 17/12/14, 08:19 pm

Y el mío, así que sal de aquí y empieza a rolear!!! Razz
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