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Mensaje por Lerosse Ehamon 06/12/14, 04:24 pm

-Cada vez que vengo a Enie me alegro más de haber nacido rico y poder vivir alejado de la pobreza y la decadencia que hay en este lugar. - dijo Lerosse con un deje de satisfacción en su tono de voz y una sonrisa altanera en su rostro. Movin permanecía en silencio junto a Lerosse, atento a servirle más vino o cualquier otra cosa que su amo necesitara para mantenerle contento.

Se hallaban en un barco privado, propiedad de Lerosse, con el que habían cruzado desde Kuzueht hacia Nehmen. El barco en el que se encontraban era uno de los más pequeños y discretos que Lerosse poseía, tenía un color oscuro, bien cuidado y con lo básico para trasladarse en travesías no demasiado largas. Solamente viajaban diez personas en el barco. Dos empleados para servir a Lerosse, seis encargados del barco y el viaje, Movin y Lerosse.

Hacía unas semanas, había llegado a oídos de Lerosse que en Nehmen habían anclado unos barcos, que provenían de tierras lejanas y desconocidas, con un material nuevo, exquisito y caro. Nadie había resuelto aún de qué material se trataba, pero decían que los barcos estaban a buen recaudo en el puerto a la espera de discernir de qué material se trataba y cómo iba a ser vendido y utilizado. Al parecer, los barcos eran de comerciantes piratas, muy entrenados en los viajes largos en busca de lugares nuevos. Sin embargo, era ésa la única información que Lerosse Ehamon había podido reunir. Aún así, no podía desaprovechar la oportunidad de ser él quien se hiciera con ese material del que se hablaba y, en cuanto comprobó que era casi imposible descubrir nada más sobre el asunto desde Kuzueht, organizó una partida para trasladarse hasta Nehmen.

Desde que empezó a organizar la partida, Lerosse hizo que todo se preparara para una visita discreta a Nehmen, nada extravagante y llamativo. La intención de Lerosse era intentar pasar desapercibido, tampoco creía que en la ciudad de Enie se percataran demasiado de su presencia si trataba de ser discreto. Ordenó disponer el barco con los imprescindible para pasar fuera del hogar un máximo de cinco semanas, nada de objetos valiosos o ropas caras y elegantes. Iba a andar acompañado por Movin en todo momento y con los otros dos empleados como escolta, aunque no lo suficiente cerca como para que alguien se percatara de ello.

- Mi señor, acabamos de entrar en el puerto. Es casi medio día. - dijo uno de los sirvientes, asomándose al camarote en el que se encontraba Lerosse.

- Está bien. Anclaremos el barco en la mejor zona posible del puerto y saldremos a comer algo. - Hizo un ademán con la mano para que el sirviente se retirara y se giró hacia Movin. - Espero que podamos encontrar algun sitio decente donde echarme algo a la boca, a ser posible lejos de pobredumbre.

Salieron del barco, un buen rato más tarde, Lerosse llevaba un pantalón marrón, con un cinturón negro y una camisa clara. Obviamente dejaba claro, a juzgar por su vestimenta, que no era de Enie, pero tampoco es que todo el mundo que llegara a la ciudad fuera de allí, le bastaba con no dejar claro que se trataba de alguien rico y con poder. Dejaron a la tripulación en el barco y echaron a andar en busca de algún lugar, por lo menos mediocre, en el que poder comer.

Se respiraba humedad en el ambiente, acompañado de ese olor característico de las zonas portuarias en las que el olor del salitre del agua del mar se acompañaba de una mezcla de vejez, suciedad, comida y deshechos humanos. Los edificios más cercanos a la zona del puerto se encontraban deteriorados a causa de los males materiales con los que habían sido fabricados y la humedad continúa a la que estaba expuestos. Las calles estaban mojadas, como si acabara de llover, y en muchas de las esquinas se apilaba la basura de las casa, comercios y tabernas de alrededor. Sin embargo, los edificios iban mejorando conforme uno se alejaba del puerto, cabe señalar que no mejoraban en demasía, sino simplemente dejaban de tener esa exagerada apariencia a podrido.

Avanzaron unas cuantas calles más y Movin señaló una taberna, escondida y pequeña, de la puerta de la cual colgaba un letrero en letras doradas y con buena caligrafía (algo no muy común en aquel lugar). Se acercaron hasta la ventana de la taberna y comprobaron el interior. Apenas había tres clientes en el interior y dos bellas y jóvenes taberneras hacían lo propio junto con un hombre que parecía ser el tabernero, también bastante joven. El lugar parecía limpio y tranquilo, y la imagen de los clientes era bastante buena.

- Está bien, Movin, entremos aquí.

Había dicho a los sirvientes que no entraran con ellos cuando fueran a comer, para no levantar sospechas, por lo que en la taberna solamente se adentraron Movin y Lerosse Ehamon.
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Mensaje por Kryslavik 21/12/14, 06:41 pm

Uno de los puntos fuertes que tiene ser un maleante en un puerto pirata es que no tienes que hacer ningún esfuerzo por pasar desapercibido. Vale que, en cierto modo, este punto se contrarresta con el hecho de que hay muchos más maleantes a tu alrededor, por lo cual tus opciones de negocio se ven reducidas, pero con un buen olfato para las cosas que dan dinero, las oportunidades acaban presentándose ellas solas.

La noticia de que alguien había traído algo de valor a una isla pirata había sido acogida con sentimientos mixtos por los habitantes de la isla: Mientras algunos pensaban que tal vez merecía la pena echar un vistazo, una mayoría opinaba que tenía que ser un timo. Por supuesto, todos aquellos que eran de la primera opinión habían desarrollado el sentimiento de que, fuera lo que fuera, les pertenecía, de modo que la interferencia de cualquier otro grupo no era algo que vieran con buenos ojos.

Un educado y razonable intercambio de opiniones al respecto entre dos tripulaciones interesadas en la mercancía había acabado, la tarde anterior, con seis muertos y doce heridos, tras lo cual el interés general parecía haberse apagado un poco; o al menos, el interés de la gente en declarar en voz alta sus intenciones. Las cosas estaban tensas en la isla, y ante la posibilidad de que nuevos y sangrantes debates acabasen de la misma forma que el anteriormente citado, los piratas se dedicaban a tomar cerveza y mirarse mal los unos a los otros hasta que la situación se desarrollase de alguna manera.

El hombre más interesado en que aquel desarrollo se produjese era conocido en la isla como Logan Cavendish, un ex alguacil de la isla de Trinacria que había elegido Nehmen como un fantástico lugar donde retirarse a vivir tranquilamente junto con su joven, atractiva y algo suelta de cascos esposa, Alana Winterhail. El interés del hombre en diseños de barcos y su extraordinaria capacidad para transformar sus conocimientos en un efectivo asesoramiento sobre cómo disminuir el tiempo y coste de reparaciones en navíos habían conseguido que fuese rápidamente apreciado en la isla pirata, donde nadie le molestaba demasiado.

El señor Cavendish era uno de los clientes que se encontraban aquella mañana en la taberna del puerto, que frecuentaba en calidad de taberna algo más limpia que las demás, tal y como requería su papel de ciudadano de ciertos lujos ocultándose en una ciudad que no los tiene. Una copa de vino tinto de cierta calidad y un plato de diminutos peces tostados le acompañaban en la lectura de un voluminoso tomo cuya encuadernación rezaba algo extremadamente aburrido sobre ingeniería naval, a pesar de que el texto, si alguien hubiese sabido leer y hubiese tenido interés por ello, se refería a algo muy diferente. Su joven esposa, una esbelta muchacha rubia con un llamativo vestido rojo, entró en la taberna algunos minutos antes de que los visitantes de Trinacria, cuya existencia ignoraban ambos, lo hicieran.

- Buenos días, querida – dijo Cavendish cuando su mujer y una de las meseras se acercaron, cerrando el libro. - ¿Vino?

- Por favor – contestó ella, dedicándole a la mesera una cálida sonrisa mientras se sentaba.

La mesera asintió con la cabeza y desapareció en dirección a la bodega. De la misma forma, la voz y los gestos del matrimonio Cavendish desaparecieron fugazmente en aquel instante de soledad, dejando entrever la apresurada comunicación apoyada en gestos normalmente asociada a espías y otros agentes a los que Krysengard Slavik gustaba de llamar “ingenieros sociales”.

- Empieza tú – dijo mientras Dawn se ponía cómoda. - ¿Qué has averiguado?


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Mensaje por Lerosse Ehamon 27/12/14, 01:12 pm

La taberna olía a comida, lo que provocó un rugido en el abdomen de Lerosse. Caminaban tranquilos, aparentando normalidad, pero Lerosse miraba el lugar con un leve toque de soberbia en sus ojos. Para él, todo lo que estaban viendo sus ojos era demasiado poco para lo que estaba acostumbrado. Siempre fue una persona muy materialista y le importaba demasiado el lujo y el poder. Aquel lugar, Nehmen, era otro mundo para él. No es que nunca hubiera pisado lugares mucho más pobres que su espléndido hogar, pero le gustaba regodearse en el hecho de que él tenía mucho más.

Se acercó a la barra, con Movin justo a su lado, agarró un taburete de madera y se sentó sobre él. Por el rabo del ojo, veía a Movin hacer exactamente lo mismo, mientras Lerosse contemplaba la taberna. No poseía decoración alguna, ni siquiera alguna triste planta con las hojas secas. Solamente poblaban el lugar tres mesas cuadradas, bajitas y pequeñas, sin un sólo taburete en los que poder sentarse cerca de ellas.

A su derecha, algo más lejos en la barra, se encontraban un hombre y una mujer. No parecían gran cosa, pero al menos no iban con ropas demasiado andrajosas, señal de que, como mínimo, tendrían un techo donde pasar las frías noches. Al otro lado de la barra, una de las jóvenes taberneras limpiaba con un trapo gris una jarra, concentrada en su trabajo, sin levantar la vista del objeto. La otra tabernera que había visto desde fuera de la taberna, no se encontraba ahora a la vista. Sí que lo estaba el tabernero, que se acercó a Movin y Lerosse con algo dibujado en sus labios que tanto podría haber sido una sonrisa como una náusea. Les preguntó qué iban a tomar y Lerosse se quitó la carga de la decisión diciendo:

- Lo que mi amigo pida, lo mismo para mí.

Movin pidió dos jarras de cerveza y dos cuencos de estofado casero. A Lerosse volvieron a rugirle las tripas con solo oír nombrar la comida que iban a servirle. Tenía mucha hambre y esperaba no ser decepcionado con el estofado.

Mientras esperaban a que les sirvieran, Lerosse lanzó una mirada de reojo a los otros clientes que se encontraba a su derecha. Y encontró que dos de esos cuatros ojos, también le miraban a él.
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Mensaje por Kryslavik 07/01/15, 11:04 pm

La información intercambiada entre los maleantes a continuación fue concisa, entre otras cosas porque no había mucho que contar.

Aunque escucharles hablar resultaba instructivo sobre la cantidad de información que otras personas estaban dispuestas a soltar sobre asuntos importantes si se les abordaba de la manera adecuada, ninguna de las cosas que traían era realmente útil. Krysengard había decidido explotar lo mucho que es capaz de contarle un marinero sobre un barco cualquiera a un señor con gafas y un libro sobre ingeniería naval, pero no había obtenido nada más sustancial que las características generales de los barcos. Por otro lado, Dawn había decidido explotar lo mucho que es capaz de contarle un segundo de a bordo borracho a una chica con la que cree tener una oportunidad de acostarse, pero tampoco había averiguado nada que no pudiese haber escuchado en forma de rumor en otro lado.

En resumidas cuentas, seguían ignorando la naturaleza y el valor de la supuesta carga.

- De manera que estamos como al principio - recapituló Krysengard, cruzándose de brazos.

Dawn se encogió de hombros.

Cuando llegó la camarera, intercambiaron sonrisas y paripé con ella, volviendo a meterse muy fugazmente en la piel del matrimonio Cavendish. La insinceridad era una característica importante para la pareja de rufianes. Ni siquiera un observador atento hubiera sido capaz de vislumbrar claves que revelasen el cambio a personalidades inventadas.

- Bueno, yo he encontrado esto - mencionó Dawn al cabo de un rato, sacando un bonito collar de perlas de una bolsita de cuero. - Me lo ha prestado una señora muy simpática. No son de muy buena calidad, pero podría ser divertido venderlas.

- Si no hay más remedio - respondió el abberkin, al parecer aburrido por la perspectiva. - Tal vez en Trinacria. Meternos en joyas en una isla pirata puede no ser muy inteligente. Y me niego a dar por perdido el asunto del nuevo metal tan rápido.

- Tú mismo, pero creo que deberíamos ir pensando en otra cosa. Oye, ¿Has visto a ese?

El hombre al que señalaba Dawn acababa de entrar en la taberna, y su actitud parecía gritar a los cuatro vientos que no pertenecía ni al local ni a la isla, y que si toleraba la inferioridad que tenía a su alrededor era porque luchaba activamente contra su desagrado. De repente, aquella persona se volvió muy interesante para los estafadores. Si no era un noble, sin duda era alguien acostumbrado al dinero.

- Colmillos de Sithrak - maldijo la muchacha. - Ese tipo apesta a dinero desde aquí. Voy a acercarme a su mesa. A lo mejor puedo interesarle en un poco de diversión.

- Espera, espera, espera - le cortó su compañero. - Ten un poco de paciencia, Dawn. En este lugar las cosas no tienen por qué ser tan simples. Vamos a prestarle un poco de atención a lo que está haciendo antes de inmiscuirnos, ¿Vale? Anda, sigue hablando conmigo y haz alguno de tus trucos mágicos.
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Mensaje por Lerosse Ehamon 11/01/15, 09:40 am

A Lerosse, por norma general, le agradaba ser observado. Sin embargo, en esta ocasión no era lo mismo. Quizá se debiera al lugar en el que se encontraban, al por qué de la situación o a que los ojos que lo miraban no tenían pinta de bondadosos. Aún así, dado su enorme orgullo y sus ganas de intentar pasar desapercibido, cambió el punto de su atención.

En ese momento, les pusieron delante dos cuencos de estofado y dos jarras de cerveza. Lerosse decidió que, si quería llamar lo menos posible la atención, iba a tener que comer como nunca había comida. Dejó sus modales a un lado y cogió la jarra de cerveza, empinando bien el codo, dejando caer chorros de cerveza por su barbilla y sus ropas mientras bebía. Movin hizo lo propio con sla suya. La cerveza estaba verdaderamente buena, era otro puntoa favor que tenían en lugares como aquel.

Tras soltar la cerveza en la barra, decidió intentar comer lo menos elegantemente posible, y eso sabía que iba a costarle más trabajo. Mantuvo sus manos sobre el borde de la barra, esperando a que fuera Movin quien comenzara a comer, y seguir un poco su forma de hacerlo. Sin embargo, este compañero suyo era idiota y, en lugar de comenzar a comer, le preguntó a Lerosse:

-Mi señor Lerosse, ¿cuál es nuestro siguiente movimiento?

Lerosse cambió su expresión y miró a Movin con ojos fieros. ¿Cómo se le ocurría hablar de eso en aquel lugar? Definitivamente, Movin era aún más idiota de lo que suponía.

Disimuladamente, Lerosse miró alrededor, deseoso de que nadie hubiera escuchado nada de "siguiente movimiento" o "mi señor Lerosse". A simple vista, cada cual de los que se encontraban en esa taberna parecían estar a lo suyo, sin prestarles demasiada atención a ellos.

-Hablaremos de eso más tarde, Movin. Ahora come. ¡Vamos! - habló en voz baja, pero con apremio en el tono. La frase que había pronunciado su compañero le había puesto nervioso, y cuando uno está nervioso comete estupideces.

Movin obedeció a Lerosse, no sin dejar de preguntarse qué habría hecho mal para que su amo se comportara de aquella forma tan extraña. Estaban en una taberna y apenas había nadie allí, ¿quién iba a estar prestando atención a dos hombres como ellos mientras comían estofado y bebían cerveza?

Lerosse se fijó en la forma de comer de Movin, lo que para su sorpresa no fue tan difícil imitar. Por suerte, los hombres de clase baja no parecían tener unas formas de comer tan malas como pensaba.

Terminaron de comer rápidamente, por las prisas que le habían entrado a Lerosse. Pidieron la cuenta al tabernero y mientras esperaban a ser cobrados, Lerosse dijo en voz baja a Movin:

-Salgamos de aquí y no vuelvas a abrir esa bocaza hasta que yo te lo permita.
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Mensaje por Kryslavik 14/01/15, 02:35 pm

La velada continuaba de forma absolutamente normal en la taberna. Todo el mundo seguía a su aire, pretendiendo que no era nada en especial; los nobles no eran nobles, los estafadores no eran estafadores. Pero Krysengard fue el primero en percatarse de que, de repente, había un cierto aire de urgencia.

- Están comiendo muy rápido. Creo que se han olido el pastel.

No cambió de tono, no perdió la sonrisa. Dawn estaba algo más seria.

- Igual no hemos sido lo suficientemente discretos – aventuró. - Igual alguno de ellos es un elfo. O un mago. Igual puede oír los susurros y ver en la oscuridad. ¿Qué hacemos?

- Pues habrá que dejarlo correr. Ya no vamos a poder abordarles aquí a no ser que improvisemos algo muy rápido, y tampoco sabemos si nos van a reportar algo.

- Tengo una corazonada muy positiva con esto, Krys. ¿Por qué no le seguimos? Si somos discretos no tiene por qué darse cuenta de que-

- Porque será muy cantoso si nos esforzamos por salir a la misma vez que él. Y tampoco podemos salir separados. Mira, me preocupa más que otra gente se de cuenta de que le seguimos. Tenemos personajes, Dawn. Estamos aquí por el cargamento, ¿Recuerdas? El nuevo material. Aunque tengas una corazonada, no podemos romper nuestras coartadas. No podemos permitir que la gente empiece rumores de que el matrimonio Cavendish son espías, o gente rara, o que

- Te preocupas demasiado. ¿Por qué íbamos a abandonar los personajes?

- Porque la gente habla, Dawn. Somos un matrimonio modosito, muy preocupado por las apariencias. Si de repente uno de nosotros, o los dos, sale apresuradamente detrás del recién llegado, la gente dirá cosas. No será consecuente con la imagen que hemos creado.

- No tiene por qué ser tan evidente. Puedo salir primero, y seguirles sin que nadie se de cuenta. Confía un poco en mí, elfo estúpido.

- No me llames elfo, imbécil. Confío en tí, Dawn, pero no podemos salir ahora mismo de la taberna sin una excusa, o llamaremos la atención. ¿Vale? Acuérdate de que--

Krysengard se paró en seco cuando Dawn, con una profunda mueca de disgusto, le arrojó el vino de la copa a la cara. Pillado por sorpresa, perdió por completo el hilo de lo que estaba diciendo, y se limitó a mirarla con estupor mientras se levantaba, extremadamente enfadada, y se arreglaba el provocativo vestido rojo con un gesto mal contenido de ira.

- ¡Está bien! – exclamó, en voz alta, con lágrimas en los ojos y aparentemente al borde del llanto. - ¡Pues vete con ella! ¡Vete con ella, cerdo, putero, desagradecido! ¡Pero no esperes venir esta noche arrastrándote a pedirme perdón y compartir mi cama!

Y desapareció por la puerta con la rapidez y naturalidad de una mujer despechada, mientras Krysengard pestañeaba muy lentamente, entre lo maravillado y lo aturdido. De acuerdo, su cerebro le decía que había sido creíble, y tenía que admitir que había sido genial, especialmente la parte de no decirle nada. No obstante, de repente era el centro de atención de la taberna, aunque las meseras hicieran un esfuerzo por no mirarle. Dawn habría descrito la situación diciendo que a Krysengard se le quedó cara de cipote.

- Ah. Mujeres. – suspiró, recostándose cansinamente en su asiento y haciéndole una seña a la mesera. - Acércate, cariño. Cóbrame todo esto.

Sonrió a la mesera y a quien quiera que le estuviera mirando en aquellos momentos con el inequívoco gesto de un hombre que está intentando minimizar el impacto social de semejante numerito en público. No se le escapó, por la ventana de la taberna, que Dawn estaba fuera, unos metros mas allá, con la cara entre las manos como si sollozara. Convincente, pensó, con expresión de cansancio, mientras empezaba a limpiar cuidadosamente su libro de ingeniería naval, encuadernado en cuero y ahora manchado de vino, con una servilleta.
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Mensaje por Lerosse Ehamon 14/02/15, 02:01 pm

Justo cuando estaban atravesando la puerta de la taberna, se oyeron unas voces que les obligaron a frenar sus pasos y mirar hacia el lugar del que procedía el ruido. Se trataba de la pareja que había estado al lado de Movin y Lerosse en la barra, los que les habían estado mirando. Estaban discutiendo y la mujer parecía estar muy enfadada.

Lerosse y Movin se apartaron para permitirle pasar a la mujer que salió de la taberna como una exhalación. Fue entonces cuando Lerosse dió un golpecito en el hombro a Movin y carraspeó, haciendo que su compañero volviera a echar a andar hacia fuera.

Al salir de la taberna, allí estaba la mujer, a un lado de la puerta. Cubría su rostro con las manos y sollozaba. Por un momento, Lerosse vaciló y se apartó junto a Movin al lado contrario de la puerta de la taberna en el que se encontraba la mujer. Ahora que podía verla bien y desde otro ángulo, no parecía ser de clase baja, no podría decirse que fuera rica, a juzgar por su aspecto, pero tampoco podría fiarse de las apareciencias en un lugar como aquel, allí cualquiera con un poco de inteligencia fingiría ser menos de lo que era para evitar llamar demasiado la atención.

Lerosse se apoyó sobre una pared y sacó un cigarrillo de su bolsillo. Acostumbrado a fumar pipa, no sabía si sería capaz de simular hacerlo con ese material también, pero sentía curiosidad por la historia de la pareja y no se le ocurrió una excusa mejor para permanecer allí un rato más.

Empezaba a oscurecer, aunque Lerosse no sabía si realmente se debía a que estaba anocheciendo o a que la niebla que había mezclada con la porquería del ambiente provocaba ese efecto. Si se limitaba a mirar hacia arriba, Lerosse pensó que era un lugar bonito. Sin embargo, la magia se acababa cuando bajaba la mirada y veía esas calles llenas de suciedad y podredumbre. Se sentía más cómodo allí que en el interior, al menos podría cruzar palabras con Movin con más dificultad para ser oídos gracias al bullicio de las calles.

Movin permanecía en silencio junto a Lerosse, sin entender muy bien qué es lo que hacían allí parados, pero sin atreverse a preguntar para no volver a provocar la ira de su amo. Él también se había fijado en la mujer que lloraba cerca de ellos, pero bien claro tenía que meterse en medio de discusiones de pareja no traía buenas consecuencias.

- Enciéndete un cigarrillo, Movin. - ordenó Lerosse en voz baja. - Fúmatelo tranquilamente aquí mismo. Trata de aparentar que es algo que haces a menudo. Quiero ver qué ocurre con esa mujer y el hombre que la acompañaba. - Dió una calada a su cigarro, expulsó el humo lentamente por la boca, y añadió: - Además, hemos tardado menos de lo previsto en cenar y aún no he decidido cual va a ser nuestro siguiente paso.
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Mensaje por Lerosse Ehamon 24/05/15, 06:14 am

Durante el rato en el que la mujer siguió llorando cerca de ellos dos, Lerosse no dejó de dar caladas a su cigarro, con elegancia y cierta prisa. No sabía muy bien si esas escenas eran habituales en aquel lugar, o estaban siendo testigos de algo insólito. Fuera como fuere, la curiosidad que le provocaba la situación era grande. No entendía cómo una mujer tan bella no tenía ya a cien hombres babeando a su alrededor. Por supuesto, él no iba a ser uno de esos hombres, nunca lo había sido y no iba a empezar ahora. Con él era distinto, él no babeaba, le babeaban. A veces era agradable y otras veces no, pero no le era extraño que las mujeres cayeran rendidas ante su clase, estilo y físico.

Cuando estaba a punto de dar la última calada a su cigarro, la mujer comenzó a dar por terminado el llanto que había mantenido durante un buen rato. Lerosse intentó disimular mirando hacia otro lado cuando la mujer se aproximó hacia donde Movin y él se encontraban. Intentó hacer como que miraba algo al otro lado de la calle, atento a los pasos que daba la mujer. Cuando ella se adentró en la taberna, se colocó un poco más cerca de la puerta y no pudo evitar encontrarse con su mirada cuando giró sobre sí misma y se dirigió a Movin y a él.

- Parecen ustedes hombres de negocios - observó. Levantó la cabeza ligeramente, como para quitarle tono de súplica a lo que iba a decir a continuación. - Ofrézcanme un trabajo. Cualquier trabajo. Ganarán una gran aliada que estará bien remunerada solo con la oportunidad de marcharse de aquí.

A Movin se le cayó el cigarro al suelo, y a Lerosse casi le ocurre lo mismo. ¿Qué estaba diciendo esa mujer? ¿Que le dieran trabajo? ¿Ellos? ¿Ellos que querían pasar desapercibidos y averiguar lo de ese material que había llegado al puerto de la manera más disimulada posible para tratar de hacerse con él y llevarlo a casa? ¿En qué lío se habían metido?

Se dió cuenta de que Movin le miraba con ojos desorbitados y se percató también de que le temblaba la mano derecha. Lerosse miró dentro de la taberna y comprobó que todas las miradas estaban puestas en ellos dos. Se obligó a mantener la calma y la compostura sin dejar de interpretar el papel que se había propuesto para ese viaje. Dió una última calada a su cigarrillo y lo tiró al suelo. Carraspeó antes de hablar:

-Disculpe, señorita, pero antes de nada supongo que tendríamos que conocernos un poco más. Seamos o no hombres de negocios, comprenderá que no vamos a hacer negocios con nadie del que no sepamos ni su nombre.- Se felicitó internamente por el buen tono empleado en sus palabras y miró a Movin de reojo, el cual parecía que fuera a romper a llorar en cualquier momento por los nervios contenidos.

Lerosse comenzó a aproximarse hacia la mujer mientras intentaba decidir cuál sería la mejor manera de presentarse. Se decantó por decir solamente su nombre, no sabía cuáles eran las costumbres de aquel lugar y lo que sí tenía claro es que nada tendrían que ver con las que él conocía desde niño. Justo cuando se disponía a hablar, se dió cuenta de que no podía pronunciar su nombre completo o corría un gran riesgo de ser descubierto y reconocido. Sin embargo, no había pensado en ese detalle cuando planeó toda la historia.

- Mi nombre es Lerosse Hawn. Y mi compañero se llama Movin Trash.- fueron los primeros apellidos que se le vinieron a la mente, apellidos que se correspondían con dos mercaderes que pasaron a dejar una valiosa fortuna en agradecimiento a unos trabajos que Lerosse les había conseguido. - ¿Qué nombre escogieron para alguien con la belleza que le caracteriza, señorita?
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