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Mensaje por Dulfary 20/02/10, 02:08 am

Cronología General:

A donde nos lleve el viento - Cerrado (sin terminar)
Fantasmas del pasado - Sin terminar
Se busca héroe - Cerrado (Terminado)
En busca del cuerpo perdido - Sin terminar
La hora del té - ¿En curso?
A paso de tortuga (a veces de caracol) - Sin terminar
[Sin título aun] - Sin terminar
El nuevo recluta - Sin terminar
Señoras y señores, ¡el circo! - En curso
Inventor - Cerrado
Patito Nadador - En curso


DENTRO DE LA ORDEN
Un encuentro inesperado y feliz - En curso
Liberando la mente - Cerrado (Terminado)
Segundo puerto - En curso
Juego de luces y sombras - Cerrado (Terminado)
Cuando un árbol se mueve - Cerrado (Terminado)
Crisol... los dos lados del crisol - Cerrado (Terminado)
Sombras Nocturnas - En curso
Había una vez - En curso
Prepárense para el abordaje - En curso
Diversos problemas con el concepto de "propiedad ajena" - En curso
El sueño de Dul

La sucesión de imágenes fue tan caótica y estereotípica de cualquier otro sueño que no es digna de mención, aunque la mayoría estuvieron relacionadas con cosas del pasado, con anhelos del futuro, sueños neutros si acaso hermosos, tranquilos, de los que caen al olvido con facilidad al no dejar un marca emotiva lo suficientemente fuerte para surgir la necesidad de postergarlos.

Pero típicos o no, habían conducido las imágenes en su mente al punto en donde si recordaría haber soñado, al menos durante los siguientes meses, un punto al que no había llegado al azar o de forma abrupta cambiando el panorama, estaba conectado con la secuencia de visiones, solo que no podría decirse exactamente como llegó hasta ahí y tampoco lo recordaría ella.

Como fuera, el agua salió dirigida en todas las direcciones cuando sus pies, uno tras otro, una y otra vez, chocaron contra los charcos que se habían formado debido a la lluvia torrencial que se cernía sobre esa enorme sabana en la que ya no había mas nada si no algunas colinas sobre las que la luz de la luna encontraba no solo un reflejo sino sacaba mas destellos debido a la llovizna.  

A pesar de los potentes relámpagos sin truenos que surcaban el cielo, como profetas de una tormenta que duraría mucho mas de lo que ella quisiera, a pesar de la lluvia cayendo inclemente sobre ella  mojándola por completo, emparamándola y calando hasta los huesos por lo bajo de su temperatura, en el sitio se respiraba una extraña paz, el viento ululando a su alrededor aun le hablaba de libertad, de regocijo y pronto olvidó cómo o por qué había llegado hasta ahí.

Sus ojos rojos se habían detenido en una de las colinas, tal vez la más baja, en la que se alzaban las ruinas de alguna clase de edificación. Las grandes gotas de lluvia, cada vez caían con mayor fuerza, no solo traían más humedad, si no que la estaban golpeando, recordándole cada vez que se deslizaban sobre su piel lo frías que eran, el frío que podrían ocasionarle, el frío que ya sentía y que ni siquiera el estar en constante movimiento hacía remitir. Sus pasos cautelosos cada vez tomaron más velocidad hasta que empezó a trotar cuando la tierra se inclinó dando inicio a la colina, haciendo que las ruinas se alzaran imponentes sobre su cabeza… tétricas.

Ya no se le antojó una buena idea el seguir avanzado, más bien debía buscar otro lugar en el cual refugiarse, pero no había nada mas en varios metros, kilómetros a la redonda era una gran planicie con las ya mentadas colinas ocasionales y lo más curioso era que sus pies no habían dejado de moverse. Pronto sintió que algo se le enterraba en el pie, una piedra irregular, desprendida de unos escalones que se hallaban un poco mas adelante. Una nueva mirada en rededor y empezó a encontrar muchas piedras, talladas en su mayoría, grandes, de color blanco, que con la caída de agua sobre ellas parecían llorar. Para ser ruinas, se veían muy pulcras, forzando a la imaginación de la niña a crear hipótesis de lo que podía haber pasado con el lugar para hallarse en ruinas, pero sin que se le cruzara el cómo había llegado hasta ahí, ni la estructura, ni ella.

La escalinata que llevaba hasta el lugar, que ahora que estaba mas cerca se le antojaba un templo, era una serie de rectángulos perfectamente lisos, a excepción del primero que tenía uno de sus ángulos desportillado, distanciados unos centímetros el uno del otro, haciendo una sutil curva hacía la cima de la colina, donde intuía estaba la entrada; entre los espacio crecía un poco de ese pasto verde y fresco que se extendía por toda la sabana por la que había caminado para llegar hasta ahí.  

Con cuidado para no resbalar por la humedad, se paró sobre el primer escalón y un relámpago le regaló una imagen de si misma, en versión sombra, a un costado y luego rotando hasta que la luz desapareció y solo dejó la monótona canción de la lluvia. No hubo trueno subsecuente, pero se sobresaltó excesivamente. Conforme iba subiendo, contemplaba las figuras, las estatuas, las columnas que yacían a los lados del camino, lejos de este, distribuidos en toda la colina, acompañándola en silencio. Debió ser un sitio hermoso en sus mejores tiempos

Cuando por fin llegó a la cima, el lugar, aunque pequeño, se levantó majestuoso ante ella. Algunos de los pilares de la entrada se encontraban caídos, partidos a la mitad,  otros totalmente destruidos, regados sobre el piso de loza blanca de la “terraza” del lugar. Pero esos detalles de alguna forma le daban belleza. El techo llegaba más alto de lo que sus ojos podían contemplar estando tan cerca y con la interferencia de la lluvia que no dejaba de caer, pero mientras avanzaba había visto que la parte superior de la fachada era triangular, con sus ángulos romos. La fachada estaba tallada, figuras que se le antojaron  inverosímiles, salidas de la mente de alguien que ya no coordinaba muy bien con la realidad, con un poco de imaginación, tal vez con mucha,  se verían figuras humanas. Si se hubiera detenido por más tiempo a detallarlas habría notado una secuencia entre ellas, la forma en que contaban una historia con la elocuencia de los glifos de otras culturas. Una historia que la habría aterrado a tal punto que alejarse del lugar mucho rápido de lo que se había acercado a él.

Pero no fue así. En lugar de eso, se metió bajo la cornisa resguardándose de la tormenta, cuyas gotas de agua ya tenían tal tamaño que su caída resultaba hasta cierto punto dolorosa. Y agradeció el instante de paz que implicó el estar a salvo de la precipitación, aun cuando fuera entre las sombras que se proyectaban desde el techo. Inhaló con fuerza tres veces para soltar el aire lentamente en una sola exhalación por la boca y retomó su contemplación juiciosa  y “profesional” del lugar,  aun cuando sabía, o al menos sospechaba, que estaba totalmente sola.

La estructura estaba distribuida de forma inteligente, tal vez pensada para protegerse a sí misma o a sus ocupantes de un posible ataque.

~ Aunque de alguna forma no tuvo éxito del todo, no? ~ se lo preguntaba por la destrucción y el simple hecho de estar en ruinas. Sin embargo tenía razón en algo, la forma en que le daba la luz de luna, incluso la ocasional de los relámpagos, hacía bailar las sombras de tal forma que se creaban espacios perfectos para emboscar, para defender. Sacudió la cabeza, no era eso lo que estaba pensando. Era en la forma en que la entrada al extraño templo se hacía evidente, marcándose como un camino delimitado en su forma y finito en su alcance. Camino que recorrió con pasos lentos, perturbando el corte perfecto de la luz contra las lozas del suelo con la intrusión de su propia sombra, hasta quedar justo debajo del dintel.

Se pasó la mano por la cara quitándose un poco del agua que el cielo le había regalado, viendo en el rectángulo de luz que creaba la luna al colar su luz por la entrada, esa nubecita de vapor que surgía de su boca al respirar por esta y no por la nariz. Tenía frío, mucho, y casi tiritaba.

Estaba descalza? La pregunta se le vino de repente. Se había pinchado el pie con una piedra, porque estaba descalza. Tenía sentido.  Por qué no tenía puestos los zapatos? Bajó la vista extrañada, como si por ver sus pies desnudos ellos le respondieran a sus preguntas.

Pero lo que vio mucho antes de llegar a sus pies, cosa que al final no miró siquiera, fue la razón por la que la ropa mojada no le molestaba, ni le pesaba, la razón por la que tenía tanto frío, el por qué la lluvia le había hecho tantas cosquillas al caer sobre ella y luego deslizarse como miles y miles de caricias ininterrumpidas. No era que estuviera descalza, estaba totalmente desnuda.  

Pasó saliva dando un paso atrás y como un acto reflejo se trató de cubrir, aflorando en ella un pudor impropio para alguien de su edad. Se frotó los brazos simultáneamente, cubriéndose el pecho. No era el cuerpo de una niña de su edad, era el del alguien mucho mayor ~por qué siempre lo olvido…? Porque solo tengo una razón para no quererlo recordar ~ subió un pie sobre el otro, frotándolos, con gran equilibrio, hasta el tobillo.  Cómo era que estaba desnuda. Donde había quedado su ropa. Por qué estaba desnuda. Las preguntas se agolparon una tras otra en su cabeza, en lo que cerraba los ojos con fuerza para no darle la cara aun público inexistente, sonrojándose por lo bochornoso de la situación.

~estoy soñando~ razonó, ahogando dentro de ella una risita ~estoy soñando, solo es un sueño~ trató de convencerse a sí misma mientras su cuerpo se volvía a estremecer ¿contraer? helándose con la temperatura del ambiente, con el tímido viento que medio la acariciaba ~entonces por qué tengo tanto frío?~

Las preguntas parecían ser cada vez más complejas de responder. Si era un sueño no tenía nada de qué preocuparse y eso incluía su primer y principal temor: pescar un resfriado. Después de todo estaba sola, no? Después de todo era un sueño, no? Entonces no había porque sentir miedo por el lugar, ni vergüenza por su escasez de ropa.

Incluso podía darse el lujo de explorar el lugar. Por qué no? Se frotó de nuevo los brazos y relajó un poco el cuerpo, soltó los pies y retomó su  marcha al interior, aunque eso último le costó mucho mas trabajo. Borrando su sonrisa picara, después de todo no había testigos  que la contradijeran cuando negara que el primer paso la obligó a darlo el sobresalto que le produjo un relámpago al recortarse contra la piedra clara de la edificación.  

Así pues, sus pasos lentos e insonoros empezaron a dejar pequeños charcos ahí donde pisaban en lo que se iba adentrando en el “templo”. Mas allá del rectángulo de luz que había en la entrada, lo demás era tinieblas. No eran densas, impenetrables a la vista, pero el lugar, no tenía una sola ventana que permitiera la entrada de la luz de luna o la eventual de los relámpagos, y aun así tenía cierta claridad extraña, la suficiente para distinguir formas sólidas a una cierta distancia. Si por fuera se veía un poco tétrico, por dentro era mucho mas sombrío, atenazaba el corazón, invitaba a regresar sobre los pasos.

Y lo habría hecho de no ser porque vio una figura hacia el fondo, en línea recta de donde estaba ella. Una sombra sólida, pero no rígida como las estatuas caídas y rotas de la colina o los pilares de la entrada. La observó con curiosidad, le daba la espalda, se retiró el cabello mojado de la cara y sin estar segura de lo que hacía dio un paso al frente, deteniendo el segundo cuando la figura se movió.

Dejó de respirar y el corazón se le quiso salir por la garganta, fuera lo que fuera, estaba vivo, aunque solo parecía estar redistribuyendo su peso ya que no la encaró. Había invadido su espacio, entrado a su lugar sagrado (figurada y literalmente, según lo veía ella), razones mas que suficientes para entrar en pánico, al menos por un momento. Estaba tiempo para dar la vuelta y salir sin ser vista y desaparecer en la lluvia, pero no lo hizo. La figura era grande, desproporcionada, demasiado extraña. Llamativa, un anzuelo dificil de rechazar.

La curiosidad tiraba de ella. No quería que se quedara en su recuerdo solo como algo informe que la sacó corriendo por ser políticamente correcta y jugara con su imaginación para darle sentido quien sabe por cuanto tiempo. Además, cabía la posibilidad, remota, remotísima, de no estar siendo impertinente. A la distancia que estaba no podía ver que era lo que hacia, así que sus siguientes pasos la alejaron de la luz que aun la bañaba y entró en la oscuridad del lugar, deteniéndose de nuevo para adaptarse al cambio de luz.

Ahora que estaba adentro, se convenció que eso debería ser un templo. Se encontraba en un pasillo formado por cientos de butacas de madera, ahora destruidas por el tiempo o quizá por algo más; algunas aun conservaban su posición dentro del arreglo y guardaban parte de ese aire solmene que les infunde el lugar santo, otras estaban apeñuscadas contra las paredes y era la madera descompuesta la que cargaba el ambiente de humedad y moho. Volvió la vista al frente. La figura permanecía ahí, inconsciente de su presencia o ignorándola a propósito. No se había vuelto a mover; de nuevo se hacía una con las sombras del fondo del recinto. Retomó su camino.

La figura volvió a moverse, su creatividad la traicionó al atribuirle no solo alas, sino un movimiento desapasionado de… se estaba desperezando? No, más familiar que eso, era un movimiento reactivo al aburrimiento. Reflejo. Inconsciente. La forma en que parpadeó hacía juego con los latidos anhelantes  del corazón.

Si era? No era?

Se había detenido al moverse la figura, parte precaución, parte respeto por la invasión a su privacidad (suponiendo que ella conociera el concepto), pero con el fin de pasar desapercibida, ser invisible hasta nueva orden.

Pero tenía que moverse.  Hacia algún lado, avanzar o retroceder, no podía simplemente quedarse ahí. El cuerpo volvió a temblar cuando el viento pasó entre el pasillo rumbo hacia la figura, colándose por cada poro de su piel, empujándola con sutiliza para que avanzara.

Pero no lo hizo, al menos no por mucho; fueron otros seis pasos con el puño puesto sobre el corazón y luego un eterno momento en el que nada al interior del extraño templo se movió se volvió a hacer perceptible el golpeteó de la lluvia contra la loza del techo del lugar, lejano, constante, monótono, fácil de ignorar, somnífero.  Después de todo ese lapso de inactividad, le preocupaba que sus articulaciones sonaran, delatándola ya que parecía que el extraño ser no daba muestras de sentirla, mas bien parecía demasiado entretenido con lo que tenía entre manos.

¿Qué es lo que hace?

La pregunta no requirió de mayores especulaciones, ya que por fin algo se movió. De nuevo el ala, de nuevo ese gesto, y luego su cabeza, mirándola por encima del hombro, directo a los ojos. La niña pasó saliva, alistando la sarta de mentiras que diría para justificar su presencia, iniciando por la verdad, refugiarse de la lluvia, pero aun a la distancia y sin verlo, para ella fue clara la forma en que enarcó la ceja, con ironía, al verla ahí parada, como si lo sorprendiera pero no lo perturbara de forma alguna.

Dulfary dio un paso al frente y la figura se giró un poco mas sin quitarle la vista de encima, mirándola aun por encima del hombro, lo que hizo que ella se detuviera. Pasó la lengua por los labios, mientras abría la boca para empezar a hablar, en lo que la sombra se daba la vuelta hasta darle el frente del todo, en silencio, tal vez esperando una explicación de su parte. Explicación que no llegó.

Al igual que ella, empezó a avanzar hacia un encuentro de lo más extraño y su silueta se hacía cada vez más nítida. Entonces se dio cuenta que no tenía estructurado su argumento, ni la secuencia de ideas. Si era un ala lo que tenía, era grande y era masculino. Entonces se dio cuenta, o más bien recordó que estaba desnuda y sus pasos, llenos de firmeza y decisión, se fueron  deteniendo, sin ser capaz de apartar la vista, hasta que volvió a quedarse quieta, azorada, aun lejos de ese él pero mas intrigada aun.

Con la mirada fija en la silueta recortada contra la oscuridad, encarándola sin ápice de temor o desafío, en parte por la distancia que aun había entre ellos , a pesar de lo incomoda que era su situación, trató de hacer encajar la escena en algo que pudiera procesar, que la imagen tuviera sentido.  Y por un momento lo tuvo, por un momento sus ojos brillaron con felicidad, con ilusión renovada. Entreabrió la boca para pronunciar el único nombre que se le vino a la cabeza y la hacía reaccionar así, en ese momento tan largo desde que dejó el abrigo de la luz de luna a la entrada del templo. Entonces recayó en algo tan obvio que la obligó a cerrar los labios y a que el brillo en sus ojos menguara sin llegar a desaparecer.

La silueta se movía hacía ella, con paso relajado, sin aparente emoción alguna, solo avanzaba hacia ella con la misma curiosidad con la que lo había hecho Dul, y ahora lo veía mejor. No era un ala, era dos, un ángel (o demonio) completo.

No era un kamael, ni el suyo (¿///?) ni ningún otro. El descubrimiento de alguna forma la decepcionó, le agradaba, ilusionaba la idea que fuera Kelisay, aun pasando por el insignificante detalle que estaba desnuda y que tal cosa la avergonzaría sobre manera de estar frente él; pero solo afianzó su expresión de desconcierto y curiosidad infantil con la que lo miraba, hasta pasar al recelo no hostil, al notar que no dejaba acercarse. Aunque no cayó en cuenta de un detalle insignificante al respecto: si estaba desnuda, no cargaba armas.

Justo cuando iba a mover la pierna para dar un preventivo paso atrás, la silueta se detuvo, a dos metros de ella, con ambos brazos a los lados y sintió la fuerza y, de alguna modo, la superioridad de su mirada sobre sus ojos rojos. Una mirada pesada, a la que no huyó sino que se la mantuvo con interés, una mirada que la evaluaba desde la cercanía, mientras que la de ella lo traspasaba hasta lo más profundo, fingiendo que no le importaba estar desnuda, que era un detalle insignificante para ella por tener el control de la situación, que ella estaba por encima de eso. Una fachada fácil de traspasar y que dejó, por el momento, que creyera que él se la había tragado.  

De no mirarlo con la inocencia de siempre y sin mala intención, se podría tratar de una lucha por quien le resistía más al otro la mirada. Aunque ese choque entre los dos iba más allá. Que la niña, por su perplejidad ante lo encontrado, no fuera consciente de eso, no quería decir que un buen maestro de catequesis de cualquier religión o secta no pudiera tomar ese largo lapso de tiempo para ejemplarizar como se contraponían las virtudes teologales a los grandes pecados. Porque,  en efecto,  eso fue lo que leyó la niña en sus ojos. No había sentimientos o emociones negativas, nada que dijera que se trataba de un ser “maligno” per se, tal vez alguien extraviado, solo (solo!! Vaya forma de verlo aun para ser un sueño) solo un aura de ira envolviéndolo como una nube invisible, profunda, arraigada a él y a su corazón, tan grande que ya no le cabía en el cuerpo y en sus ojos un conglomerado de orgullo, codicia, ansias, envidia, la opción de hacer las cosas por la vía fácil y… él apartó los ojos de los de ella para pasarlos por su cuerpo con demasiado detenimiento, a medida que una sonrisa, que no supo interpretar, se dibujaba en sus labios.  Ella frunció el ceño ladeando un poco la cara y él irguió la cabeza con aprobación.

Un nuevo periodo de tiempo en el que nadie dijo nada, en que no se movió nada, solo los ojos de uno sobre los del otro, hasta que ella entrecerró los suyos. Le había costado bastante no ceder al sonrojo, no amedrentarse por estar expuesta frente a un extraño, en un lugar cerrado y algo oscuro, pero lo había logrado y no solo eso, había mantenido sus emociones a raya mostrando una frialdad que no le era propia y que no hacía juego con ella, casi desafiante.  Su visión periférica había captado detalles que requerían de mayor atención, así que era su turno de estudiarlo

Cada vez le gustaba más lo que veía, porque la intrigaba, pero cada vez le gustaba menos como se sentía. Las cosas empezaban a ir más allá de la curiosidad. Ejercía sobre ella una atracción hipnótica.

Su vista saltaba de un lado a otro en él, haciendo lo mismo con la diferencia que ella no lo detallaba para recrearse la vista, sino que buscaba rasgos de inminente amenaza. A parte de tener su fornido torso desnudo (no se atrevía a mirar más abajo) no parecía haber nada mas. O bueno, tal vez aquello que parecía tener filo y que estaba adherido a su antebrazo derecho; sin embargo estaba casi segura de haberle visto garras cuando  se estaba acercando, solo que ya no las tenía, sus manos, al menos en apariencia, se veían normales, inofensivas, se veían… paró el pensamiento en seco antes que produjera alguna reacción en ella. Claro que no tenía garras; no por un error de percepción de ella, si no por conveniencia, las había ocultado para no darle motivos de más para aprobar por unanimidad una prudente retirada.

La distancia entre ambos no era nada. Cualquiera de los dos la podría cubrir rápidamente en caso de ser necesario. Y todavía con esta de por medio le ofreció la mano galantemente, extendiéndola desde su posición, invitando a tomarla, con una sonrisa que se le antojó encantadora, sarcástica, pero encantadora.

Pero Dul no reaccionó como ella misma hubiera esperado. En lugar de eso volvió a posar sus ojos en los de él, relajando cada vez más la expresión, relegando los detalles que la hacían estar un poco tensa, intensificándose el deseo de permanecer donde estaba, de saciar su curiosidad, ¿de pasar mas tiempo con él?

Le resultaba difícil resistirse a ese encanto. Resistirse a la mano que se le ofrecía desde lejos.

- Hola – dijo él con un tono de voz tan meloso y sutil que se le antojó aun mas encantador que su sonrisa – Bienvenida a ninguna parte – no hizo ningún ademan con su cabeza o sus manos para referirse al lugar al recibirla con cortesía con la que no contaba dada su intromisión.

Era una amabilidad extraña. No era una amabilidad natural, aunque tampoco lo fuera fingida. Solo era forzada. Como si el tono, la pauta normal en sus palabras fuera otra, como si tuviera la costumbre de utilizar cualquier otra modulación y no esa, le fuera totalmente ajeno y le costara. Había esfuerzo y también había ganas. Le costaba pero lo quería hacer. No era habitual pero aun así lo hacía con ella, para ella y por ella, por tranquilizarla, por romper el hielo, sin hipocresía, solo con el deseo de agradarla, como si eso fuera algo importante para él, no le era propio, pero le nacía utilizarlo, como si creyera que era lo mínimo que se merecía; además lo necesitaba, por si la imagen de sí mismo era demasiado perturbadora. Y si que lo era.

Su voz embotaba sus sentidos. Estaba cohibida por el contraste que había entre su tono y lo que veía en sus ojos.

Intimidada, ese era el termino, no por sentir miedo, cosa que le pareció curiosa por saber que de alguna forma debería sentirlo  aunque sus pensamientos y emociones estuvieran entumecidos en un letargo que no podía entender ni analizar por lo mismo, sino por sentirse objeto de deseo. De su deseo. Algo se estremeció con esa mirada cargada de apetito y que por estar en el lugar equivocado, tal vez incluso en el momento equivocado, era por ella. La intimidaba porque el deseo en sus ojos aunque tuviera emociones era carente de sentimientos, era visceral, hambriento a un nivel que ella no comprendía por no conocer, malintencionado.

Pero no era la única en notarlo. Él lo sabe, lo intuye. Se lo decía a sí misma una y otra vez, un mantra que retumbaba en su mente a modo de advertencia para no dejar ver por mas tiempo como se sentía. Se veía intranquila, como esa involuntaria intimidación que ejercía sobre ella hacía efecto y trataba de alejarse, aun con esa sonrisa de niña desubicada, con esa expresión de ser consciente de estar en el lugar equivocado, con la persona equivocada y no tener vergüenza alguna en reconocer que huir es una gran opción, la primera que tiene en mente antes que enfrentarse a algo que la supere.

Ella se sentía desnuda, no solo el cuerpo, sino el alma; él sabía que ahora tenía que superar la posible barrera que pudiera crear haber dejado ver ese deseo inicial. Ambos reconocían que podía lograrlo, que era un blanco relativamente fácil, eso lo hizo ladear la cabeza a él con ternura que supo contrarrestar la vibración de nervios en el espíritu de ella.

Cayó en cuenta de algo más, tenía un cuerno... eso quería decir acaso que no era un ángel... ni un ser celestial? Entonces... Volvió a poner los ojos en los suyos, con dudas en los propios. Y aun así le transmitía confianza, un pulso a que se relajara, a que dejara sus temores de lado, que no había por qué preocuparse,  a que se acercara.

- Ven linda – pidió con esa misma amabilidad descontextualizada y su cuerpo parecía querer aceptar la invitación en lo que su mente se negaba y lo forzaba a seguir con la retirada - ven – abrió sus brazos para recibirla, pero ella negó con la cabeza, a modo de declino, a modo de disculpa y empezó a dase la vuelta.

Las grandes manos de él la sujetaron por los hombros, a su espalda, dando muestras de una velocidad increíble. No le permitió dar la vuelta, la detuvo con firmeza, de forma tan abrupta que la tomó por sorpresa, pero sin violencia. La mano de ella de forma inmediata se dirigió a donde debía estar la muñeca de él para defenderse con una llave, pero, le soltó el hombro y resultó ser su muñeca la agarrada a medio camino de su maniobra, neutralizándola con el mismo vigor carente de brutalidad.

El contraste entre ellos, fue inmediatamente obvio. Él estaba muy cerca, solo la tocaba en el hombro y la muñeca, pero estaba lo suficientemente cerca para sentir su piel caliente en comparación a la fría y húmeda de Dulfary, por la lluvia. Él mantuvo la calma en lo que hacía, en lo que ella dejaba fluir los movimientos, por lo general medidos y precisos, con algo de desespero mientras se aseguraba de inmovilizarla.

-Shh, tranquila – la sujetó con firmeza, pero su voz era suave, melodiosa, seductora, una caricia para el oído, una invitación a relajarse muy difícil de rechazar tras la cual le soltó lentamente la muñeca y volvió a poner la mano en el hombro libre – por qué siempre huyes? – le hablaba muy cerca de la oreja, no solo escuchaba sus palabras si no la forma en que el aire entraba y salía a través de sus labios, muy cerca de su piel – por qué siempre intentas huir cuando en realidad quieres quedarte? - le siguió hablando al oído, y mucho más cerca, rozando su pecho contra la espalda de la joven kazekage cada vez que respiraba, tras un paso insonoro que dio hacía ella y una nueva descarga eléctrica le recorrió el cuerpo al sentir el contacto de sus labios contra su piel húmeda por la lluvia, en su hombro. Pese a todo fue pudoroso, moderado, cuando ella creyó que avanzaría, solo se quedó estático, evaluando si la había asustado más o si podía continuar, dejando que sus palabras y su tono empezaran a hacer mella en ella nuevamente.

Y lo hacían. No podía responder a esas preguntas, no desde lo honesto, tal vez desde el orgullo podía refutar, pero su mente se estaba entumeciendo a medida que analizaba sus palabras, que trataba de ordenar una idea para replicar, que el sonido de su voz se clavaba como un delicado pero poderoso alfiler en su mente. Sabía que tenía toda la razón al cuestionarla, por qué siempre huía? Pero huir no era malo. No era tan malo.

- No es malo huir, no lo es – dijo él como si siguiera su línea de pensamiento – pero no lo hagas – su voz la envolvía, la inmovilizaba con más fuerza que lo que lo hacían sus manos, podía quitarse donde estaba, alejarse de su toque, pero era consciente que no podría evadir su voz. Por qué? Cómo podía… y sin embargo, se estaba embriagando a un nivel casi toxico con su tono, casi viendo como se diluía su voluntad ante él.

~no, no te dejes, es como si te estuviera seduciendo ~suplicó la parte mas racional de ella. No, eso no podía ser cierto. Esa era otra forma de huir.  Estaba convencida, se sentía desnuda. En mente. En cuerpo. Era una agonía sentirlo tan cerca. Tenía razón. Ambos tenían razón. Basta.

Dulfary soltó el aire retenido lentamente. Entonces, él retomó. No le daría el tiempo que necesitaba para reponerse, de su toque, de su voz.

- No temas, yo no te voy a hacer nada – decía él y en su mente la niña, dejándose llevar por la paranoia y el miedo, completo  ~nada muy malo ~ lo decía con burla, con sarcasmo, tratando de hacer reaccionar a esa parte que se dejaba arrullar y seducir por su voz, por su tacto al mover las manos entre los hombros y el cuello. No… por qué? Por qué pensar mal de él? Por qué no creer en sus palabras sin leer entre líneas? Se estaba  confundiendo, su voz le adormecía la mente. – nada que tú no quieras – por alguna razón ese quieras sonó como una amenaza velada, como una promesa  a la que tendría que ceder. Se estremeció al escucharlo, al comprenderlo, mientras acariciaba el contorno de su silueta, sin llegar a ser del todo irrespetuoso. Una suave caricia, con la delicadeza de un amante dedicado… sin saber lo cerca que estuvo, más que sus miedos y su cautela, ese pensamiento casi rompe todo el momento porque… qué sabía ella de amantes? Nada!!. Entonces de donde sacaba eso? La incongruencia era muy grande y golpeó con más fuerza que su voluntad. No importaba la incongruencia, así era como lo hacía y la forma en que se sentía, la calidez que le despertaba apaciguo el viento que se alcanzó a manifestar.

Mientras una mano recorría el contorno de su silueta, el otro brazo la abrazaba a la altura de la clavícula, caminando con la yema de los dedos sobre su piel, haciendo correr las gotas incipientes hacia donde la gravedad las llamaba y posando con cuidado el antebrazo sobre ella; si, su piel estaba muy tibia y la de ella muy fría aun.

La otra mano se deslizó con mucha más confianza al llegar a su cintura, delineándola, atrayéndola solo poco mas hacía él, arrancándole un respingo cuando su cuerpo menudo no puso la menor resistencia. El descenso de la mano se detuvo al rozar su cadera y con sutiles movimientos exploratorios regresó a reconocer la parte más externa de su vientre, empezó a acariciarla delante del mismo altar de quien fuera el propietario de ese templo y en donde tenía ahora puesta la vista ella. La de él, analizaba las reacciones físicas a sus atenciones

Deslizaba la mano suavemente hacia la derecha cada vez más al centro.  Blasfemia!!! Anunció alarmada una parte de ella que guardaba respeto por las creencias y tradiciones de otros más religiosos que ella. Blasfemia!!! Se expresó regocijada la parte que comprendía el dolor y la ira de Kelisay por los seguidores religiosos.

Kelisay… era la primera vez que pensaba en él de forma abierta y explicita, evocando no solo su nombre si no su rostro, mientras la mano del ser alado seguía moviéndose, de forma pausada e incitante, sobre su piel desnuda y aun con algunas gotitas de lluvia, secándolas a su paso, dejando marcado un camino con su roce.

La sensación inicial de que era cálido ~como cuando Keli se me acerca ~ empezó a disminuir, a desaparecer, no por antagonismo, sino por exageración; no era cálido, era caliente, quemaba, ardía, lastimaba de una forma extraña, porque no hacía daño y por ende, no la incitaba a alejarse. Además era delicado y tierno. Sus dedos llegaron a jugar con su ombligo, hacían circunferencias a su alrededor, su tacto notaba su vientre contraído, la piel erizada y tensa con cada movimiento suyo, enviando pequeñas descargas dentro de ella.

Mientras dentro de ella todo se volvía un mar de contradicciones por lo que sentía pensada y hacia (mejor aun, no hacia), él sonreía complacido.  

~Por favor… ~ quiso pedir ella, rogar ~ por favor detente, no te quise interrumpir, solo déjame...~ quiso decirlo pero no podía articular palabra y él pareció adelantarse a su pensamiento arrullándola, instándola a que no interrumpiera el momento con ¿palabras vanas? y lo peor era que en su rostro no se reflejaba la mas mínima queja para que el intuyera su deseo, como tampoco había aprobación por lo que hacía.  Cada vez la sensación de no ser dueña de nada, ni de si misma y de alguna forma tener el control final de la situación era muy grande y aun así, tampoco podía hacer nada con ella, con la sensación. Solo tenerla, dejarla pasar y contra eso era que trataba de luchar parte de ella.

Al no tener respuesta por parte de ella, lo tomó como invitación a continuar, y ya que se había mostrado tan gentil, no la dejaría esperando. Dejó su ombligo pero no su piel y pronto encontró algo mucho más interesante con lo cual entretenerse. Dos líneas casi paralelas, dos cicatrices del pasado, esas que habían quedado como recordatorio de las heridas que le hiciera su propia arma tanto tiempo atrás, como muestra que sus errores siempre podrían resultar mas caros como para solucionarlos con pedir disculpas, una muestra de lo que era el dolor, físico y en el orgullo, lo que era sangrar. Volvió a dar un respingo y esta vez se quedó con el aire contenido. Inicialmente las palpo, luego las siguió, solo sobre una con varios dedos para abarcar su ancho, aunque no era mucho, después las dos separando los dedos, haciéndole cosquillas, que contrajera el vientre, nerviosa, incomoda.

- no te avergüences de ellas – sus palabras la turbaron de una forma diferente, lo que decía no tenia mucho sentido – son hermosas – su tono le decía que no era ese el adjetivo que quería usar. Por otro lado, ella no se avergonzaba de sus cicatrices, pero la ponía nerviosa por lo que implicaban, por la fuerte  impresión que representaban de su vulnerabilidad

- son solo – pasó saliva al retomar él su recorrido – cicatrices – su propia voz sonó muy ausente, pero era suyas, parte de su intimidad no tenía ningún derecho – déjalas – una petición desde lo mas profundo de su subconsciente. Una orden obviamente desoída.  

Las recorrió por completo e incluso un poco mas abajo; entonces regresó sobre ellas, hacia abajo a su lado, hacia arriba del lado contrario, despacio siempre, memorizándolas, abrumándola con las sensaciones, haciendo que soltara un gemido cuando sus dedos se posicionaron en varios de los que otrora fueran puntos de sutura; sonrió de nuevo, con triunfo, sucumbiendo la tentación de recorrerlas ahora con el filo de sus garras. Tenia garras, como no lo había notado? Las hundió lo suficiente para que creyera, de forma errónea, que trataba de abrirlas.  

Sintió un poco de miedo, a pesar que la respiración pausada junto a ella la tranquilizaba un poco. Pero ese poco de miedo bastó para despertar aquello que no caía tan fácilmente como ella, que no se dejaba seducir a base de engaños y distorsiones. Las sombras cobraron conciencia y se materializaron alrededor de ellos como grandes y peligrosos tentáculos  dispuestos a atacar y acabar con el ser alado que la abrazaba.

- Shhh… - el sonido ya no vino de atrás de ella, sino de arriba justo sobre su cabeza y la mano se deslizó por su brazo calmándola, en lo que él miraba a sus sombras con expresión maligna. Mientras volutas de oscuridad envolvían a los tentáculos de sombra, la mirada de Dulfary se perdía más y más en el vacío, ajena a todo  lo que no fuera la voz del alado, a sus manos, a su cercanía, al influjo y el poder que parecía ejercer sobre ella. Las volutas de oscuridad fueron tomando cuerpo mientras separaban los tentáculos, haciéndolos adquirir forma femenina, todos en pareja, rodeando a la pareja de carne y hueso, dominando a sus sombras adquiriendo posiciones y movimientos que harían abochornar al mas morboso y pervertido, cada una más obscena que la anterior, extrayendo gemidos que no llegaban a los oídos de la kazekage en una danza de excesiva carga erótica, mientras la yema del dedo del Ser volvía a delinear la cicatriz más larga, esa vez sin hacer sentir la uña, solo marcando  la caricia, estremeciéndola de nuevo, desconectándola del entorno, teniéndola solamente para él.  

Otra vez volvió a relajarse,   sus músculos caían en el letargo en el que estaba mas de la mitad de su mente, con mimos adormecedores hasta que la mano apretó con fuerza y Dul emitió un gemido ronco, nerviosa de nuevo pero embelesada. Eso por supuesto no lo detuvo, al contrario, ahora le hizo sentir las largas y filosas uñas sobre su delicada piel, sin mirar el camino, cada vez haciendo más presión, abajo, despacio, deleitándose, arriba, sin prisa, estudiando, acelerando aun más latidos de su alterado corazón, iba a hacerle daño, lo sabía, en cualquier momento, lo estaba haciendo. Abajo, una sola uña trazó un línea en perfecto paralelo con la cicatriz más grande, escocía como si la hubiera cortado, sabía que no había sangre, sin embargo volvió a gemir, por dolor, pero aun ausente, hipnotizada.

- Te preocupas por cosas por las cuales no deberías... preocuparte – susurró, como siempre, a su oído, y puso la mano por completo abierta, cubriendo la mayor parte de ambas cicatrices –qué te trajo hasta aquí? No importa, solo importa que estamos tu y yo, no crees? – no hubo respuesta – aun quieres irte? – era una pregunta retorica, daba igual que dijera, pero lo que no daba igual era la repetición de la imagen del Alado con la mano extendida hacia una imagen de ella, invitándola a aceptarla, a acercarse

Se veía a sí misma. Como una escena de teatro. La sensación de irrealidad la asustó acercándola más a él que sin reparos la estrechó. Solo la sensación porque lo que veía era llamativo, atrayente y poco a poco fue perdiendo la conciencia de sí misma como observadora, pasando del público a la tarima, a ser protagonista nuevamente. Pero era un proceso lento, durante el cual veía a la Dulfary que interactuaba con el mundo exterior.


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Mensaje por Dulfary 20/02/10, 02:37 am

Esa Dulfary en particular, que la niña miraba desde sus ojos atontados, ya no tenía el cabello enmarañado y húmedo por la lluvia, sino que lo llevaba peinado, y por tanto más sedoso, y sujeto en un bollito que se mantenía gracias a un palillo metálico; el flequillo no le caía sobre los ojos con la rebeldía acostumbrada, sino que lo hacia con orden, con las puntas distribuidas en alguna dirección, despejándole la mirada. Por supuesto ya no estaba como el viento la había recibido en el mundo, vestía un kimono, que si bien no era el mas elegante, se ajustaba a ella con gracia, naturalidad y cierta distinción; el color era de la misma intensidad de sus ojos rojos, con flores del tono rojizo de las alas del “ángel”, con el obi negro al igual que el palillo con el que estaba peinada.

Parpadeó despacio. Tratando de entender. No era ella quien estaba al frente y aun así, si lo era. Una joven adulta, delgada, hasta bonita, sin mucho que envidiarle a las mujeres que ella había admirado alguna vez y las que esperaba parecerse cuando creciera… cuando creciera… ya había crecido. Los movimientos de sus brazos, de sus piernas, de su cuerpo en general distaban mucho de los que ella percibía como torpes imitaciones de niña jugando a parecer mayor. Por primera vez cayó en cuenta que la imagen que tenía de si misma no se parecía a la que tenían los demás.

Y de alguna forma, el mundo fue más claro, aunque el descubrimiento hizo que algo doliera por dentro. Como un vacío al dejarse caer en el viento desde gran altura, era así como se sentía, o como se habría sentido si el sentido de sí misma como espectadora no se hubiera desvanecido para entonces, si lo que observaba ahora no fuera al ser alado, sus ojos profundos, su invitación a acercarse, si su mano no se hubiera posado en la que él le ofrecía, si la perspectiva del universo circundante no hubiese vuelto a cambiar, sumergida del todo en su hechizo de romanticismo.

Por un instante todo cambió. Cuando sus manos hicieron contacto, fue la de él la que cerró un poco al estremecerse por su toque, dejando que asomara una sonrisa trémula que la desconcertó a ella, pero que supo conmoverla de forma mas profunda que la retahíla sentimental mejor estudiada. Contra todo lo que pareciera inicialmente, él no hizo mas que sostenerle la mano, porque fue ella quien se acercó, aunque sin abandonar del todo su prevención, su… timidez.

Después de todo, él si se mantenía desnudo, al menos de la cintura para arriba, que como ya se mencionó, ella no se atrevía a mirar más abajo. Él también estaba confundido, algo había pasado, algo fuera de su control, él no debía haberse estremecido como lo hizo, qué estaba mal? Se recompuso rápidamente, aunque esa inquietud permaneció dentro él

Sus ojos rojos abandonaron las manos unidas y se fijaron con fruición en sus labios que incitaban a ser besados. Bajo el influjo de fascinación en el que estaba, sus pasos la llevaron hasta él, acortando tanto la distancia que solo tuvo que levantar su otra mano para tomarla por la barbilla aunque ya tuviera el rostro levantado, dada la diferencia de estatura. No soltaron sus manos, de hecho quedaron en medio de ellos, solo el tiempo que tomó a él dejarla para ponerla en su cintura justo por debajo del obi. De no haber estaba tan perdida en sus ojos y luego en sus labios, habría caído en cuenta de lo familiar que le era la sensación.

Sus rostros se acercaban. Ansiaba su boca, sus labios. Era una fruta tentadora, apetitosa, servida en bandeja para ella… prohibida. Pero la quería. No podía resistiré a tomarla y la tomaría. Cada vez estaba mas cerca, él se inclinaba, ella empezaba a pararse en puntitas, cada latido de su corazón marcaba un segundo, un centímetro mas que se acercaba, que se sabía mas cerca a la gloria. Era eso lo que había hecho que se quedara por mas tiempo del que quería inicialmente, no era solo la curiosidad, era la perspectiva que llegara a estar así de cerca con él, era eso lo que iba a pasar si no se hubiera dado la vuelta cuando la dio y por eso la había dado, era eso lo que la había intimidado, el poder y el deseo sobre ella, no había podido evitar el momento y ahora incluso se movía a por él.

Tenía que besarlo.

Iba a besarlo

Y lo besaría gustosa.


~si lo beso no habrá vuelta atrás, será el fin y… no me importa! No me importa que sea el fin, no importa que si lo beso este perdida!!! No quiero besarlo porque no quiero ~ si, muy elocuente ella, pero si le sorprendió la forma en que su voz interior se quebró en un sollozo de convicción sensible al verse impotente ~ no quiero besarlo si no es Kelisay, yo no quiero, no quiero, no quiero… Keli… no quiero… no a él… no a otro… ~ pesadas lágrimas corrieron por sus mejillas, sin poder evitar físicamente que la siguiera acercando a él, sin poder evitar que sus ojos se cerraran suavemente anticipándose al beso, ~Keli…. ~ se lamentó por dentro y más lágrimas cedieron al sentir la cercanía de su rostro, el calor de su piel rozando sutilmente la de ella ,preámbulo a un beso que prometía muchas más cosas que simple ternura, la forma infame en que su cuerpo la traicionaba, participando activamente de la tortura a la que la estaba sometiendo y se abocaba a por esa fruta prohibida pero especialmente servida para ella y que su corazón rechazaba, y se estremeció cuando fue su lengua y no sus labios, la que hizo contacto con ella.

La quemó por dentro. La caricia de su lengua ardía sin producir daño físico tanto como sus manos, cuando lamió sus lágrimas. No hubo beso y la mayor parte de la niña se relajó al percatarse de haberse salvado de ese espantoso hecho, llegando a odiar a esa mínima porción que, de no estar exhalando lentamente aire, habría protestado por lo mismo. La ilusión de ternura, de cariño conveniente, se rompió dejando ver intenciones más crueles, menos pudorosas, más pasionales, tremendamente más lascivas.

Tan lento como había cerrado los ojos, los abrió. Confundida. Se encontró con una lengua bífida que aun se relamía sus lágrimas, su sufrimiento y emociones encontradas, atrapada en una sonrisa sarcástica que trajo con más fuerza el recuerdo de Kelisay. Si se hubiera detenido a pensar, tal vez no le habría parecido una jugada tan sucia, tal vez el hechizo de seducción bajo el que la tenía habría dado un giro mucho más drástico. Pero no. No le dio tiempo a terminar de procesar ninguna idea.


- No llores – siseó la voz directamente al fondo de su cabeza, la voz de nuevo la arrullaba. Se lo pedía conmovido. De nuevo la enviaba a ese letargo en que su cuerpo y la primera capa de su mente no eran capaces de reaccionar sino en la forma más básica y conforme a los deseos del otro. La imagen y la sensación de estar frente a frente de nuevo se deshizo y sintió sus labios rozándole la piel a su espalda, dándole un suave y delicado beso en la base del cuello, mientras aun la tenía (o retenía) abrazada desde atrás. En algún punto de su mente, sabía que de alguna manera nunca había dejado de hacerlo, de abrazarla, y que siempre había estado jugueteando con sus dedos sobre ese par de cicatrices. Nunca había dejado de estar desnuda.

- yo solo quiero salir – hipnotizada de nuevo, cerró los ojos por un instante, dejándose llevar una vez más por su voz, por la sutileza con la que sus dedos se movían sobre su vientre expuesto – cruzar el cielo, tocar lo que tú siempre has tenido, el viento – cambió de posición la cabeza, pasándola al otro lado de la niña, haciendo, con la punta de la nariz, que ella ladeara la suya, le ofreciera su oído, y la cabeza de Dul, obedeció sumisa – lo compartes conmigo? –pidió susurrándole apasionadamente al oído.

La niña no respondió, pero tembló por completo cuando la beso nuevamente en el cuello y volvió a presionar el filo de sus uñas de forma paralela a la marca que dejó esa vieja herida. Esperó un momento, que sus emociones se repusieran un poco, a que el llanto en su corazón cesara y comprendería de lejos sus palabras, la mimaba con la niña que era, consolándola, tratando de explicarle qué era lo que quería, alejando su mente de la idea que era a ella lo que quería, lo que deseaba. De alguna forma ella lo intuía, esa parte de sí aun le negaba el beneficio de la duda, pero también estaba interesada en que dejara de llorar, en que ese fuera un primer paso para volver al control de sus emociones.

- Libera a la bestia –

- bestia… - repitió ella, tratando de descifrar el mensaje. Acarició la oreja con la nariz incitándola a caer al erotismo ya que ni el beso, que no le pudo dar, ni las caricias que no se detenían, lo habían logrado todavía. Y cada uno, a su forma, se decía que todavía era la palabra clave.

- suéltala – siseó, haciendo sentir levemente sus uñas en el hombro con un mimo circular. El corazón estaba totalmente desbocado.

- Me hará daño… - susurró ella en ese mismo tono de hipnosis, totalmente convencida. El ser sonrió con perversión que se perdió al enterrar de nuevo la nariz entre su cabello y la base del cuello.

- Desearas que lo haga – respondió con los labios puestos en su oreja nuevamente. Por dentro se removió alarmada, por fuera su expresión seguían siendo la del trance, la mirada ida, sus facciones serenas, con su voz melodiosa, usando con sensualidad cada palabra la mantenía controlada, sedada – y lo vas a disfrutar - volvió a apretar el abrazo de la mano en su vientre, atrayéndola otro poco contra él, sus pieles, con su diferencia de temperatura, fundiéndose en una sola.

~Keli… ~ en su mente cerró los ojos con desesperación, llamándolo con toda su fuerza.

El silencio solo era roto por la fricción de sus manos contra su piel.

-deja que fluya… ayúdame a liberarme – fue una orden, dicha a su oído, como un secreto, su voz sonaba ardiente, apasionada, sugestiva

- no… no creo… - su cercanía la turbaba, algo detro de ella la empujaba a ayudarlo, o no? – no quiero… - fue una suplica con ese tono ausente del trance, cortada por la respiración en su oído.

-No tengo que verificarlo para saber que lo quieres… déjalo salir- en efecto no tenía que verificarlo con sus palabras, la forma en que la piel estaba erizada y no precisamente por el frío, le confirmaba que bien podía faltar muy poco para que toda ella sucumbiera al deseo, aunque tal vez todavía tenía que darle un empujoncito.

~Keli!!!!!!!!! ~ en su interior se dio como un grito desgarrado, mientras en su exterior, parpadeaba despacio y su cuerpo por fin se movía un poco para darse un mínimo de espacio, buscando acomodarse mejor para encararlo, ida, hipnotizada… drogada.

-Qué tendría que hacer? – él sonrió con lasciva ante la inocencia de pregunta, ante la relativa facilidad con la que había caído y todo lo que le faltaba por caer.

- Déjate llevar, libera las sensaciones de tu cuerpo, permítele responder - la expresión de ella dejó ese aire ausente, para tornarse extrañada – solo… - se acercó a ella demasiado, elevando con su mano un poco mas la carita de Dul, quedando a distancia de un beso, sus labios a milímetros rozándose de nuevo y entonces se detuvo pero sin apartar el rostro, ella no había cerrado sus ojos siquiera; inclinándola ligeramente hacia él, hacia su pecho, buscó su oído – cae, déjate llevar – le susurró tan íntimamente como lo propiciaba su cercanía.

Pero ella no escuchó eso, oyó algo que le pareció mucho más maravilloso, lo suficiente para acallar esa voz interna que gritaba por auxilio y para crear una diferencia en sus facciones. Los latidos del corazón del ser alado. Era un sonido hermoso, rítmico, acelerado, tan vivo, tan real, tan emotivo, tan conmovedor que la hizo sonreír enternecida, liberó parte de su tensión haciendo que apoyara la cabeza en su pecho. Él se habría defendido diciendo que se trataba del efecto de la lujuria apenas contenida, del deseo, de la emoción de estar tan cerca a hacerse a su presa, triunfador.

Pero no.

Nadie habló de lo que ello significaba, ni como lo había interpretado cada quien, cada uno lo veía como quería, verdad, mentira o engaño para si mismo en el caso del alado.

- Entiendo – susurró ella con cierta alegría y alivio. Ella hablaba de su corazón, él asumió que era su forma de aceptar y ceder. Ambas manos volvieron a estar en sus hombros, girándola despacio. Por más que lo intentó, no fue capaz de dejar sus ojos puestos en los de ella, sino que volvió a recrearse la vista con lo poco que alcanzaba a ver desde su posición, la detalló con morbo, sin disimular su sonrisa. Ella retrocedió un paso y él lo avanzó hacia ella al unísono, como una danza. Otro paso atrás, esta vez dirigido por él, que colocaba su mano en su espalda, deslizándola hasta la base, impidiendo que se revolviera con la otra mano y dando otro par de pasos adelante que la hacían retroceder a ella.

- es como bailar – observó ella con una sonrisa y fue él quien se dejó llevar por el atractivo de la idea y los hizo girar, siempre avanzando hacía el fondo, un par de veces como si bailaran. Giros rápidos pero graciosos, que los acercaron hasta el punto de partida del Ser.

Le daba la espalda al altar, tal y como quería el alado eso le impidió ver qué era lo que manipulaba cuando ella entró en el extraño templo. Valiéndose del brazo, y sin hacerla a ella a un lado, lo arrojó toda al suelo; sonó metal contra la loza de mármol, cerámica quebrándose al estrellarse en el piso, tela quejándose en el aire.

La curiosidad infantil de ella, la llevó a tratar de mirar, sin llegar a ver nada cuando la mano de él se cerró alrededor de su cuello, amenazante, con firmeza, sin hacerle daño, aun… aun… lo que tardó su cabeza y luego sus ojos en volver al frente lo poco que se había girado, lejos del estropicio de utensilios, fue lo que tardó en disminuir la presión que ejercía en su garganta. Soltó su cuello pero no alejó la mano, en lugar de esto, ascendió por su mejilla, acariciándola con ternura, atrayendo su mirada hacia sus ojos.

Por supuesto, Dul, rehuyó a su mirada, contrariada, muy cerca a salir del hechizo de fascinación, los latidos desbocados de su corazón eran casi dolorosos. De verdad la había tomado del cuello de la forma en que lo hizo? Se trataba de la misma persona?. Por supuesto, presintiendo sus dudas, ninguna de las tres cosas pasó desapercibida para él. La mano del brazo que había limpiado el altar le sostuvo la cara para que lo mirara, abarcando desde la mandíbula hasta su oreja.

- Curiosa – la amonestó como una sonrisa y ese tono melodioso que restaba importancia a su brusca reacción inicial. La caricia en su mejilla ya no tenía esa carga de ternura sino que era mucho mas erótica cuando la niña subió la vista hasta sus ojos, azorada, perdiéndose nuevamente en ellos – qué te he dicho sobre sonrojarte? – preguntó con una sonrisa de sarcástica complicidad que incrementó el color en sus mejillas, o tal vez fue la forma en que su pulgar recorrió los labios de ella sin apartar el resto de la mano de su cara.

- no lo…. – trató de justificarse Dul, nunca lo hacía apropósito.

- Lo sé – dijo él, empujándola con su cuerpo hacia el altar.

La depositó con mucho cuidado sobre la laja, cuidando que no se fuera a golpear la cabeza, la nueva ofrenda a lo que fuera que hacía antes, que arqueaba incomoda la espalda por el frío molesto de la piedra contra su piel.

Se miraron mutuamente una vez más, extasiados con lo que contemplaban sus ojos. Un ángel perfecto, imponente, altivo, con una sonrisa de satisfacción por su logro, unos ojos escudriñándola, recortado contra la oscuridad apenas turbada por la luz que se metía a través de la puerta de entrada a pesar de lo lejos que esta se encontraba; una mujer, hermosa a su manera, expuesta para él, lista para saciar su apetito, con la voluntad engatusada para que él pudiera alimentar sus ojos con su desnudez, su sencillez, con los ojos rojos de un demonio en un rostro celestial que solo lo provocaban mas sin proponérselo.

Rápidamente se sintió cohibida, pero antes que fuera a cubrirse, con una sola de sus manos le agarró ambas muñecas sujetándolas por encima de su cabeza, contra el altar impío; no lo privaría de su visión. Se veía tan indefensa, tan pequeña, tan ajena a lo que se le avecinaba como para resistirse, tan… para él… exacerbando su deseo. Apretó con más fuerza sus muñecas cuando ella tomó aire, preguntándose quien estaba más nervioso.

Dulfary respiraba de forma profunda, haciendo subir y bajar el pecho en una invitación que no era tal, involuntaria, a que siguiera. No tenía la intención de quitarse, tenía buena parte de la voluntad sometida y la parte que aun estaba despierta todavía no se reponía de la turbación que trajeron sus latidos, por lo tanto, la firmeza con la que sujetaba sus muñecas, como si quisiera forzarla y evitara que se resistiera, no era necesaria.

Él tenía razón en algo, no tenía idea de lo que se le venía. Como le había sugerido, se dejaba llevar, era su cuerpo, que no su mente del todo, el que empezaba a reaccionar a sus atenciones, al roce de su mano deslizándose desde la rodilla hacia arriba por la parte interna de su pierna para hacerse espacio, tensionándose, a la caricia de sus labios y su lengua en el cuello, relajándose, al tratar de mover las manos él volvió a impedírselo al imprimirle mas fuerza con lo que abrió los ojos para volverlos a cerrar de inmediato, echando la cabeza hacia atrás, sus besos descendían encontrando zonas cada vez más sensibles, su mano seguía moviéndose, las sensaciones que le provocaban la estaban enloqueciendo, eran placenteras, la hacían poner nerviosa, le agradaban, mucho, pero también la asustaban, se sentía diferente, le aceleraban la respiración. Su mano ascendía despacio haciéndole cosquillas, cada vez más arriba hasta que le arrancó un respingo de sorpresa con el que se removió inquieta y al tratar de alejarse volvió a ejercer presión en sus manos para que no huyera aunque de hecho ya no pudiera hacerlo.

A pesar de sus impulsos, de las ansias que cada vez le costaba más controlar, la trataba con la misma suavidad con la que se encontraba en su piel, respetando la timidez de sus reacciones, ya que deshonraría todo lo demás, tomándose su tiempo, qué mejor ofrenda para sí mismo? Saciaría su hambre, entonces por qué ese pequeño asomo de arrepentimiento? Era una delicia, ella misma se sentía flotar, que algo bullía dentro de ella sin control, el sonrió con perversión al escucharla gemir, quedo, reprimido; soltó sus manos y recorrió una vez mas su silueta hacia abajo, desde la muñeca, palpando todo aquello que abarcada su mano, besándola con deleite, disfrutando del juego que le suponía que se le acercaba un poco más con cada respiración así no fuera esa su intención, no podía evitarlo, se aseguraba que así fuera y él se divertía, por qué se reprimía? Acaso no había dicho que si?

Se detuvo en sus caricias, ella jadeó, separó su boca de su piel cremosa, al tiempo que ella había puesto sus manos frías en la espalda. Se fijó en su expresión de placer, en la ausencia de protesta por el receso, su belleza sutil, las había visto mucho más llamativas, mas hermosas que ella, incluso más provocativas, por que ella? Porque había llegado cuando se le necesitaba? No, no tenía que ver con es. Qué era lo que estaba mal? Qué era lo que lo detenía? Que era lo que lo obligaba a tener su permiso, su consentimiento? Esto no tenía por que ser de dos... o sí?

Con los ojos entreabiertos por la inactividad, lo vio recorrer con la mirada sus curvas, como si acaso necesitara inspirarse de nuevo para seguir adelante, hasta que sus ojos se encontraron. En sus ojos había miedo, el llamado silencioso a alguien mas, en los de él había dudas. La mano en su cadera volvió a moverse, acercó la cara buscando algo que llevarse la boca, su otra mano le arrancó un quejido que terminó de excitarlo; con dudas o sin ellas se acercó otro poco a la mesa, entre sus piernas, pero cuando sus caricias le hicieron arquear de nuevo la espalda a Dul, aprovechó para atraerla hacía él, sentándola, ella contuvo la respiración como anticipación a… nada, solo la abrazó contra él, con ambas manos.

- Por qué no puedo? – una pregunta al aire, no creía que ella, en el estado de embotamiento de sentidos en el que estaba, entendiera. En efecto la niña no entendía lo que sucedía, ni un instante antes, ni en ese momento, así que reaccionó de la única forma en que le nacía: le devolvió el abrazo.

Lo rodeó con sus brazos, por los hombros, con cariño hasta que se removió incomodo, siendo ahora él quien huía de la sensación esperanzadora que le transmitía ella, a lo que Dul le acarició el cabello de forma casi maternal.

- Siéntelo… tal vez eso te responda – no tenía idea, ninguno de los dos, de lo que le estaba diciendo ni que significaba.

El silencio que les siguió fue muy corto. Las manos de él bajaron por su espalda, con delicadeza pero con marcada lujuria, estimulando de nuevo su libido. Quién huía ahora?

- No… - dijo ella bajito – basta… - el siguió descendiendo, surcando el centro de su espalda con la yema de los dedos.

- Segura? – preguntó al oído antes de morderle el lóbulo, estremeciéndola –qué te dice el deseo? - mordió el cuello con cuidado; el deseo le decía... – das ganas de… - sus manos estaban de nuevo en la parte baja de su espalda y sin dejar de tocarla puso una mano en su cadera y la otra en la pierna.

- … si… - pidió ella ~Keli…~ su ruego no sería oído, pero qué importaba, funcionaba como un amuleto, poderoso, sabía lo que quería, como lo quería y no era eso, no era el lugar ni la persona por muy fascinante y atrayente que fuera.

Que estaba haciéndole? Y no se refería a los besos que iban por su clavícula o sus manos recorriéndola en ese momento. Qué le había estado haciendo?

- Basta – esta vez fue categórica, o al menos sonó con más confianza, más como ella misma. Pero él no respondió, en su lugar empezó a reclinarla sobre el altar – dijiste que no podías…. – se estaba asustando, pero aun estaba demasiado ausente y esta vez las sombras no fueron en su auxilio.

- yo siempre puedo – su sonrisa lasciva le trajo un nuevo estremecimiento o fueron sus dientes cerca del corazón? No, eso fue después.

- no quiero… - sus manos se apoyaron en los hombros para alejarlo

- no importa…- los ojos de ella se abrieron de par en par. No podría contra él, no podría detenerlo, encima su cuerpo respondía con placer al tacto de terciopelo de sus manos, y si se tensionaba era porque sentía su calor demasiado cerca, empezando a presionar.

~no!! Reacciona!! No es como el beso... si lo es... solo muévete… no lo permitas…no podré ~ sintió las lagrimas agolparse en sus ojos, la sonrisa de anticipación al placer contra su piel. No!. Lo empujó con fuerza y apoyando el pie en la loza del altar tomó el suficiente impulso para alejarse hacia atrás, su despertarlo había tomado por sorpresa y cuando quiso retenerla, fue su otro pie el que le dio la fuerza para dar un bote hacia atrás, rodando hasta que la mesa se terminó y cayó al suelo con cierta torpeza.

Se puso de pie rápidamente pero antes de posicionarse, él ya estaba frente a ella de nuevo, sujetándola por la cintura. Frunció el ceño con esa determinación que tantos problemas le había traído.

- No vas a ser libre – soltó con desafío que encontró como respuesta una sonrisa de burla.

- No podrás evitarlo – la atrajo con violencia hacía él y la besó con fiereza, liberándola casi en el acto cuando la rodilla de ella impactó sin piedad alguna contra su parte sensible y con en antebrazo golpeó el brazo de él apartándola de ella. La mirada de odio absorbió toda esa aura de ira que lo circundaba y recayó de forma pesada sobre Dul quien le regresó una de desafío , en lo que el sujeto retomaba el aire, sujetándose el sitio del golpe inicial – desde adentro… - la mirada de Dul fue cambiando a una más prevenida – lo voy… - a una más nerviosa – a destruir! – al miedo.

Abrió los ojos sobre saltada y casi se ahoga con el respingo que dio. Miraba a un punto indeterminado, en sus ojos había algo más que miedo, había pánico. Estaba aterrada. El corazón le latía muy rápido, pronto sintió que se estaba ahogando, no estaba respirando, pero tampoco encontraba la secuencia para recuperar el aliento. Nada de lo que había ocurrido y visto la había asustado tanto como su sentencia. Se sentó cerrando los ojos con fuerza y llevando la mano a la boca, respirando, por fin, agitada. Se miró la mano y se limpió la boca con asco con el dorso de la mano, la cara por ahí donde había pasado la lengua. El solo recuerdo le trajo sensaciones encontradas, pero le revolvió el estomago. Las imágenes, los olores, las sensaciones todo volvía a velocidad de vértigo en forma desordenada, con ferocidad, respiraba cada vez mas agitada, hiperventilando y con violencia se echó a un lado, quedando apoyada por sus rodillas y manos y vomitó, una arcada, tres arcadas, seis arcadas y con cada una trasbocó. El sabor amargo en la boca, sabía al acido normal del vomito, pero, otra arcada, volvió a trasbocar, el sabor a oxido y dulce de la sangre. No quiso mirar el charco que estaba creando y por fortuna no lo hizo.

Nada ahí era de un color normal, había grumos bastantes desagradables, pero todo era negruzco y gris, a excepción de los coágulos y restos de sangre. Enormes lágrimas corrían sobre las que había derramado en sueños y se llevó las manos al vientre, adolorida por el
esfuerzo, mientras una sola pregunta rondaba su cabeza: destruir a quién?
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Mensaje por Dulfary 16/10/11, 08:37 pm

Maldiciones y Cambios

Otro Reino, Torre de Adivinación

A pesar de su mejor actuación disimulando, la cara de Dulfay no tenía precio. Había perdido al hombre lobo. Sabía que podía localizarlo, que solo debía calmarse y recuperar control de la situación. La excusa de que hasta el momento se hubiera mostrado normal, como un lobo común, no le valdría a Sheik cuando se encontraran.

No tenía justificación alguna. Fue la brújula la que la llevó hasta la torre. No le gustaba ese lugar como ningún otro en el reino. Pero si marcaba que por ahí había pasado el hombre lobo no tenia más opción que seguir para conseguir pistas. Sería más sencillo pedirle ayuda al asesino que en aquel momento le acompañaba y se decía su protector pero la niña tenía su orgullo y no daría explicaciones.

Así que ahí estaban, después de tanto tiempo juntos, frete a la intimidante Torre de Adivinación, ese lugar que muy pocos frecuentaban, menos aun desde la toma del poder y todo el asunto del rey derrocado. Y en ese momento frente a la torre él no le ponía atención y eso era mejor. Mientras él estaba a la sombra de la edificación, recostado contra la piedra fría, ella había buscado la luz aunque fuera insoportable el calor

- No me gusta este sitio - admitió después de mucho pensarlo y revisar su brújula, sobre la mano extendida frente a ella. Sacó un kunai, sujeto a un fino hilo estirándolo bajo la brújula apuntando a su Sombra; tenía el ceño fruncido, estaba concentrada. En cuanto las sombras se igualaron, la suya y la del kunai oscilante, lo dejó caer, por lo profundo que se clavó parecía que lo hubiera lanzado sin ser así. Las sombras empezaron a tener vida propia, la que proyectaba el kunai era muy débil, pero empezó a alargarse cada vez más a pesar de la fuerte luz, primero se dirigió a la entrada de la torre y luego empezó a rotar dividiéndose en muchas otras sombras que giraron hasta unirse con la que estaba a los pies de la niña. De nuevo había fallado y la sombra había hecho lo que quería. Lanzó un juramento con ganas y se dejó caer al suelo.

- me va a matar... - murmuró muy bajito, resignada y frustrada, con la cabeza gacha, el cabello le tapó los ojos. Se levantó de inmediato guardando sus cosas - bien, si primero señaló la Torre entonces vamos a la torre - hablaba consigo misma en lo que tomaba rumbo a la puerta - miremos que hay adentro - le sugirió al asesino y sin esperar respuesta, entró. Tampoco es que le hubiese dicho gran cosa, había escuchado su gruñido y sabía que iría tras ella.

Estaba tensa y el cambio de aire no era que ayudara mucho, si bien no más entraron el ambiente se hizo más fresco conforme daban pasos se hacía más frío.

- No te - tuvo que callar, la acústica del lugar hacía que la voz no solo retumbara si no que producía ecos. Bajó la voz para seguir hablando - no te preocupes, no creo que pase nada malo – dijo intuyendo su pensamiento de la facilidad de una emboscada si entraban en la Torre, pero sus ojos sonrieron con la calidez de siempre aunque estuviera tensa.

El lugar era un poco mas grande de lo que en realidad imaginaba. No sabía exactamente a donde dirigirse. Era complicado tomar una decisión.

- Qué te parece si jugamos a las escondidas? - no lo decía en serio, solo quería ver la reacción de él, que cómo siempre, fue una ceja enarcada

- Es mejor que busquemos si hay de comer y donde descansar. Sería mejor dividirnos para buscar. Si tienes problema, ya sabes como…

- ahm.. grito? - pregunto como si no estuviera muy segura dela respuesta, pero de inmediato soltó la risa que entre el sepulcral silencio de la torre viajo a muchas partes. Debía retomar su búsqueda. En un lugar tan tétrico y particular, qué tanto tenía que hacer un hombre lobo?

Empezó a caminar, pasando de un pensamiento a otro, acallando su propia voz cuando se dio cuenta que empezaba a tararear, hasta dar con una escalera. Estaba acostumbrada a dar pasos suaves pero la escalera después de los escalones de piedra resintió su peso chillando un poco.

Al llegar al segundo piso sacó su brújula par asegurarse de ir al menos por buen camino. Esta parecía enloquecida, todas sus agujas daban vueltas de forma frenetica, señalaban en cualquier idirecciòn y luego cambiaban, como una eneorme advertencia sobre el lugar. Eso no ayudaba, ni a su tensión ni a su taera, asì que la dejó de mirar, tendría que guiarse sola.

Ya estando de nuevo sobre piedra solida sus pasos dejaron de sonar.

Primera puerta.

Giró el picaporte y este cedió de inmediato, a pesar de lo antiguo de la puerta esta se abrió sigilosamente. En la habitación habían estanterías en todas las paredes a excepción de la ventana que dejaba filtrar la luz del día. El cambio le lastimó un poco los ojos pero no impidió que entrara. Su fuera más aplicada babearía con los volúmenes que veía ahí. De todas formas recorrió la habitación con calma. El sitio estaba limpio, sin duda habían entrado en la propiedad de alguien más, pero aquello que buscaba no estaba ahí.

Dejó la pequeña biblioteca y sus pasos la llevaron al siguiente cuarto.

Las siguientes dos habitaciones tampoco tenían nada en especial. Al ser tan amplias, decidió continuar al tercer piso. Este se veía un poco más dejado, pero no tanto. Había menos puertas y todas serían revisadas.

Cuando llegó a la última, esta sí chirrió al ser abierta. Estaba muy envejecida y a diferencia de cualquier otra habitación, esta parecía llena de polvo, como si en muchos años nadie pasara por ahí. En interior, casi todos los muebles estaban cubiertos con sabanas que estaban grises por el paso del tiempo y la polvareda.

Curioso, en suelo, había pequeñas huellas de lobo. Las huellas entraban, pero no salían. El cuarto de por si era aterrador, de no ser por las huellas jamás habría entrado, pero ahí estaba, un pie delante del otro evitando dañar el rastro que había dejado el animal. La luz en el lugar era mucho mas tenue, había una cortina, un velo, amarillento y un poco roído en sus puntas que impedía el paso normal del sol. El viento al soplar la movía. Agradecía por el viento pues de ser necesario la sacaría de ahí.

Sus pasos eran lentos, la respiración controlada. Las huellas que seguía cada vez eran menos nítidas y se detenían frente a un mueble sin cubrir. Al pasar el dedo sobre este notó que de eso había pasado muy poco, pues aun estaba algo limpio. Era un hermosísimo tocador, con un espejo de medio cuerpo, ribetes en plata y la madera era de caoba. Tenía muchos cajoncitos, todos cerrados, lo había revisado como quien no quiere la cosa. A un lado había una botella de vino, con su corcho puesto y a un lado de esta una copa servida a la que solo le faltaba la etiqueta de "TOMAME". Su vista se detuvo en el espejo. Su reflejo le devolvió una mirada interrogante, café con el hechizo de ilusión del gnomo sobre ella, antes de descubrirse el rostro.

Continuó andando, pero al primer movimiento vio algo que pasó por alto. En una caja abierta justo en frente de ella había un anillo. Estaba expuesto de la misma forma en que lo hacen cuando se pide la mano de la mujer amada. Sonrió. Sin poder evitarlo miro al suelo, como si con eso estuviera mirando al asesino. Era bonito, seguramente era de plata pero no podía estar segura y sus ojos brillaron en simultáneo con la joya. No tenía gema pero no dejaba ser llamativo y hermoso.

Debía seguir, y no tocaría nada de no ser necesario, estrictamente necesario. Retiró la vista del anillo y dio un paso siguiendo las huellas del lobo antes de detenerse de nuevo. Cerró los ojos, negó con la cabeza y antes de seguir volvió a mirar el anillo, dio otro paso con una sonrisa.

Ya no estaba pensado en su objetivo, solo en el anillo. Regresó sus pasos, su reflejo primero le reprochó con la mirada y luego le aprobó con una sonrisa

- Nadie va a notarlo - dijo en voz baja y lo tomó.

Con delicadeza y elegancia deslizó el anillo en su dedo anular derecho. Le quedaba grande, pero eso no impidió que lo viera con ojo crítico alejando un poco su mano.

- Que lindo - dijo mirando al espejo, fue entonces que se sintió extraña.

Retiró la mano con la que sostenía el anillo y este al contrario de lo que esperaba no cayó. Se fijó con detenimiento en él. Era más pequeño, se había ajustado a su dedo. Asumió, correctamente, a medias, que era mágico. Sonrió y procedió a quitárselo, pero no salía. De hecho, el solo intento por quitarlo resultó un poco doloroso. - bueno, tal vez se ajustó mucho - pensó en voz alta. De nuevo lo intentó para soltarlo por no lograrlo. Nadie notaría la ausencia de un anillo que estaba en una habitación que nadie visita, pero de todas formas no lo llevaría, mas bien buscaría un poco de aceite para quitárselo y devolverlo.

Pero entonces el dedo empezó a dolerle, como si el anillo le quemara, una razón mas para quitárselo cuanto antes. Ahogó una expresión de dolor insistiendo con fuerza para liberarse de él, con ambas manos casi entre las piernas de la fuerza y presión que hacía con desesperación, en lo que el ardor empezaba a expandirse por todo el cuerpo desde su brazo. El dolor que la quemaba era cada vez mas insoportable, sus piernas no pudieron sosternla más dejándola caer sentada en el suelo donde siguió luchando por quitarse aquella cosa y cuando estuvo a punto de gritar se mordió la lengua, sabía que hacerlo era atraer al asesino y la situación era un poco bochornosa.

Pero tampoco lo estaba resistiendo, la estaba quemando por dentro y ya le lengua le dolía de tanto aguantar, sendas lágrimas se escurrieron de sus ojos una tras otras, haciendo que el cabello se le pegara un poco al rostro, cosa que le pareció rara porque no lo tenía tan largo, pero no era en eso en lo que pensaba si no en el dolor que se hacía mas profundo cada vez que forzaba el anillo a salir. Soltó su lengua para tomar aire respirando de forma ahogada, eso era lo que le faltaba, ahora no podía respirar bien, se estaba ahogando, entre el calor interno y aquello que le aprisionaba el pecho y la garganta, mas lagrimas salieron y tuvo que volver a ensañarse con su lengua. No gritaría aunque ganas no le faltaran.

Haciendo uso de toda la voluntad que le quedaba y de la poca fuerza aun tenía tras esos agónicos minutos haló el anillo sintiéndose morir y este cedió dejándola libre y con eso las sensaciones iban normalizándose. Saltó la prenda que empezó a rodar por la habitación sin un rumbo fijo.

Se dejó caer de espaldas de forma brusca, tratando de recuperar el aire, aun se estaba ahogando, pero al caer, por no tener cuidado hizo tambalear uno de los muebles largos que como era de esperarse cayó, y tras este otro y otro como efecto dominó haciendo un gran estruendo. El espejo del tocador se giró un poco dejando que la niña se viera. Al abrir los ojos, levantó la vista despacio y sus ojos se abrieron poco a poco con una expresión de terror, haciéndola incorporar de uevo hasta quedar de nuevo sentada para observarse bien.

Las lágrimas derramadas ya se estaban secando, pero al ver comprendió porque el cabello le había empezado a molestar, lo tenía muy muy largo. Contuvo el aire, sabía que estaba sola en la habitación, que ese reflejo, de piel blanca, cabello rubio claro y ojos rojos, por más que fuera la viva imagen de su madre, era el de ella. Tenía el cabello, mas abajo de la cintura, esto podía deberse en parte a su posición en el suelo, le caía por la cara, su cara si bien seguía siendo algo angelical ya no era la de una niña, era mucho mas madura y el resto de su cuerpo confirmaba eso, en especial por toda su ropa hecha girones, estaba rasgada en diferentes partes en particular ahí donde había necesitado espacio para que el cuerpo continuara creciendo, por eso se estaba ahogando.

Un cuadro algo erótico pues aunque aun dejaba algo a la imaginación de lo que era la figura de la niña, ya no tan niña pues parecía de unos 20, tampoco había que esforzarse mucho. Pero ahora que se miraba, se dio cuenta que no estaba respirando, aunque el darse cuenta no ayudo a que empezara a hacerlo.

El asesino parecía no haberse dado cuenta de nada en lo absoluto, al menos hasta ese momento, había estado recorriendo habitaciones hallando una cocina, cuartos y salas antes de empezar a buscarla. Dulfary había tenido tiempo para sufrir, para observarse, para aterrarse consigo misma y para tratar de ver las cosas desde la escasa frialdad que puede ofrecer el estar el shock por lo sucedido

Con un kunai había cortado aquello que mas presión le hacía en la garganta para respirar bien, su mascara de tela. Le había costado levantarse, debía acostumbrarse a sus nuevas dimensiones y a tener un nuevo equilibrio pero eso no le costó mucho, el principal obstáculo estuvo en el mareo. En menos de nada podía moverse con normalidad.

El espejo no le mentía y por más que estuviera aterrada debía asumir lo que le estaba pasando. En su cabeza iba ideando el como se presentaría delante del asesino... eso sería un problema, pero esperaba que no, en su optimismo esperaba que no. Por parte de los demás, bueno, todos habían conocido a su mamá y podían llegar a sus propias conclusiones sin problemas. O eso creyó.

Pero el espejo también le confirmaba que no podía andar por el mundo tal cual como estaba por eso había sacado su capa de viaje, pero no se la había puesto, solo la tenía en la mano, de esta forma, ambas manos estaban ocupadas y su mirada de profunda desazón la observaba desde el otro lado del espejo. Debía moverse, debía salir de ahí, antes que alguna otra cosa terrible ocurriera.

Mientras salía de la habitación se dio cuenta que las huellas de lobo no estaba por ninguna parte, solo las propias. Miraba al piso tratando de rastrearlas cuando estuvo del todo fuera del cuarto, el cabello aun en la cara. Sólo levantó un poco la cabeza mirando hacia el fondo del pasillo, por lo que uno de sus ojos quedaba cubierto, pero el otro se fijó en la figura que tapaba la salida, el asesino.

La mujer, a la mitad del pasillo lo miraba de forma penetrante, era difícil adivinar la intención exacta de su mirada pero ese ojo rojo no podía ser nada bueno. Solo que la niña que habitaba dentro de ella, no se había dado cuenta de eso.

Pero para el asesino fue como ver un fantasma lo que no impidió que, con su espada en mano, la mirara fríamente y preguntara

- Quien eres?

El kunai de Dulfary se balanceó en su mano. Estaba nerviosa, se sentía incomoda pero no lo demostró en lo más mínimo. Le mantuvo la vista para luego desviarla despacio. Era la primera desde ese primer campamento que le retiraba la vista.

- Qué haces con esa espada?- preguntó con tranquilidad. El sonido de su propia voz le agradó lo que hizo que sonriera, de nuevo sin tener en cuenta que esto podía ser mal interpretado. Volvió a dirigirle una mirada fugaz

Por supuesto, el asesino se extraño. Esa voz aterciopelada... le era familiar... Se parecía Dulfary, llegando a preguntarse si acaso serían parientes? Aún así no bajo su arma ni hizo caso de la extraña pregunta de la joven, aunque no pudo dejar de notar la forma que estaba vestida... o seria mejor decir casi vestida?

- Quien eres?

Con la capa en una mano, el kunai en la otra se giró hacia donde estaba él. El largo cabello cedió un poco cubriéndola un poco más, pero dejando ver ahora sí los dos ojos. Rojos, parejos, brillantes, como alguna vez le dijeron de más niña, ventanas de un demonio.

Dio dos pasos hacia él antes de detenerse. Aun con esa sonrisa, controlando los nervios y la ansiedad de tener que contarle algo tan complicado, pero traicionándola su impertinencia

- No tienes otra pregunta? - lo señaló con el arma como si en su vida hubiera sostenido una de esas - por qué no guardas eso de una buena vez ? - en su interior, de forma ingenua, pensaba que tampoco se veía tan diferente como para que él estuviera en esos juegos... bastante lejos de la verdad estaba

El asesino comenzaba molestarse. Parecía que esa persona no la estaba tomando en serio. Y peor aún, esa ropa...parecía la de Dulfary.

Con fuerza sujeto su espada, y cortando el aire, realizo una brisa lo suficientemente fuerte para agrietar las piedras que estaban por encima de la mujer.

Levantó la mano de tal forma que la ráfaga de viento no le hizo nada a ella. No puedes intentar agredir con viento a un kazekage. Al observar el techo y sus efectos, agradeció que nada de eso le pasara, habría quedado en una situación muy vergonzosa.

- Que rayos es lo que intentas?? - preguntó confundida pero aun sin estar molesta. Bajó la mano despacio.

-Quien eres y que has hecho con Dulfary?

- Dulfary? aja! Dulfary... bueno digamos que... – su voz se cortó, cómo decirlo - sufrió un pequeño accidente... bueno, mas bien percance – agregó incomoda, perdiéndolo de vista en ese instante.

De pronto la punta de la katana que portaba el asesino estaba apoyada en la parte trasera del cuello de la mujer y al igual que su dueño.

- Quien eres y que le paso a Dulfary?-

En su forma normal sabría que consecuencias tendría cada movimiento que hiciera, pero con las dimensiones propias modificadas no estaba del todo segura. De todas formas, sin poderlo evitar, una risita nerviosa se le escapó

- Ya, en serio, a que juegas? - el giro fue mucho más rápido y preciso de lo que en realidad ella misma había imaginado, no solo le daba el frente sino que estaba varios pasos lejos de él aunque no lo suficiente, pues sabía de lo que era capaz él.

- Supongo que algo malo, porque esto no puede ser normal - dejó caer la capa pero no parecía hacer nada con su arma y toda su voluntad estaba en tratar de no llorar.

Sin embargo, al asesino le parecía una burla, y se estaba impacientando porque estaba casi seguro que algo le había sucedido a la niña y esa… aparición no le daba las respuestas que pedía

Llevado por la urgencia de la situación, el asesino hizo algo insólito: con un veloz movimiento de pies, barrió a su oponente, lo vio venir, pero no alcanzó a evitar el barrido cayendo pesadamente al suelo; sabía como caer, pero esta vez no fue el caso. De pie encima de ella y apuntándole a la garganta, repitió su pregunta, solo seguida con una amenaza

-Y si no me respondes, os juro que lo lamentaras.

Sus ojos lucían más demoniacos que nunca, incluso más que aquellos orbes carmesí de la mujer, quien lo llamó débilmente por su nombre.

Lo miró a los ojos, ella ya no se intimidaba por los suyos, pero esta vez fue la excepción, vería como su expresión era correspondida por una mirada de pánico, no tenía como explicarle lo que le había pasado y así, sus ojos se fueron llenando de lágrimas hasta dejarlas caer

- ...no... - tuvo que parar para que su voz no fuera un sollozo. El asunto era serio en especial por la forma en que lo estaba tomando él. Como ya en el pasado había hecho llevó una mano hasta la parte plana de la espada que amenazaba su cuello, pero no la quitó ni hizo algún movimiento que delatara eso

- no sé que fue lo que pasó... - sin poder soportar la forma en que la miraba apartó la vista cerrando los ojos con fuerza - no sé que fue lo que hice, soy yo Dulfary... – anonadado, quizás por primera vez en su vida, retrocedió cautelosamente, y miro nuevamente el cuerpo de la mujer. Cualquiera creería que era una patraña, pero había dos cosas muy importante que no dejaba lugar a dudas: a)conocía su nombre b) ella vestía ropa que había pertenecido a Dulfary y que sería imposible vestir en su cuerpo. Apenas abrió un poco los ojos cuando lo sintió más lejos.

Le tendió la mano, luego de reponerse un poco. Recién ahora notaba bien la nueva belleza que había adquirido su compañera... y lo expuesta que estaba y como era de esperarse, dudó mucho en darle la mano, de hecho aun lo miraba con miedo.

-Dulfary? quiso cerciorarse

Movió afirmativamente la cabeza para responder a su pregunta, entonces tomó su mano y quedó sentada, dejado que nuevamente el cabello le cayera sobre los ojos. A tientas buscó su capa en el suelo y tímidamente trató de cubrirse con ella.

- deja de mirarme como si fuera un bicho raro... - susurró

- Lo siento, yo...-así de distraído estaba que realizo el milagro de disculparse, más entonces noto algo, algo que ya antes vio en ella- Tus ojos están rojos...-

Dulfary Pasó saliva en lo que se arrecostaba a la pared.

- Es que... mis ojos son rojos... - dijo sin mirarlo pero sin sentir vergüenza - es de familia - se acomodó un poco mejor la capa. Ya sintiéndose mejor "cubierta" recogió las piernas abrazándolas y poniendo su cabeza en ellas. - si, te mentí, perdón - admitió, sintiendo como se le quebraba la voz al tiempo que lo que quedaba de ropa se resentía rasgándose otro poco por el movimiento - lo que paso en el campamento fue un... "Manejo Inadecuado de las Emociones" - al decirlo claramente estaba arremedando a alguien más - pero aun estaba bastante lejos de... perder el hechizo - ahora esperaba el discurso, que tratándose de él se reduciría tres palabras, no vuelvas a mentirme.

Sin embargo no dijo nada, en su lugar le ofreció su camisa, como alternativa al uso de la capa

-Ponte esto, mientras buscamos ropa en este sitio - Con delicadeza sujetó la remera, esta vez si se vio obligada a levantar la vista, fue un segundo muy largo, una situación que podía haber sido incomoda para ella, pero que supo cerrar con una sonrisa de esas adorables de ella.

- Puedes girarte? - pidió antes de ponérsela, estaba tibia en comparación con el ambiente general de la torre. Sonrió, ese había sido el gesto más cariñoso que tal vez había tenido con ella. Por fin se apartó el pelo de la cara.

- Pocas personas son abiertas a lo que el mundo da y se toman el trabajo de entender sin ser pre juiciosas y a diferencia de mi hermano yo no me cierro a la gente y ya me había cansado de... - dejó la frase a la mitad, a lo mejor ni le importaba. Recogió el cabello y empezó a trenzarlo.

- Unos ojos rojos no importan. Ni lo que piense la gente. Eres tonta si depende de los demás para saber quien eres.

- Cuanto tiempo te tomó llegar a esa frase? - no era el tono habitual en ella al hacer preguntas. Lo estaba llevando al debate, pero solo obtuvo silencio, ella no podía a esas frases, su vida había sido muy corta hasta ese momento.

Se puso de pie despacio dejando que la camisate cayera sobre ella. Se puso su capa y en cierta forma ya estaba lista para buscar algo más adecuado para ponerse.

- Listo ya puedes mirar. Yo no necesito de otros para saber quien soy, por más que quienes me acompañan me confundan con un fantasma. Pero a veces para forjar tu propio camino se necesita alejarse de la marca de la familia y de los prejuicios que en otros marca esto. -

Abrió un poco los brazos, solicitando una segunda opinión

- Y? que tal? - No era mucho, pero mil veces mejor a como estaba, de nuevo, no obtuvo respuesta, pero esta vez dolió, bajó los brazos y no supo disimular cierta decepción

Antes de empezar a bajar se giró para verlo

- No me puedo quedar así... – de nuevo su voz se cortó y no encontró respaldo en él, solo se movían por la Torre en busca de una habitación en donde pudiera conseguir ropa, según había expresado él. Frunció el seño mirándolo claramente dolida. Sin decir palabra entró a la habitación cerrado duro la puerta tras de si.

Se recostó a la pared más cercana y dejó de contenerse largándose a llorar. Ni siquiera había mirado lo que había en la habitación, solo después de un rato largo, muy muy muy largo optó por levantarse.

Encontró algo cómodo que ponerse, un pantalón a su medida, ropa de mujer que no era de señorita en vestido. Con cuidado dobló su ropa y se tomó aun más tiempo antes de siquiera acercarse a la puerta, para asegurarse que los ojos ya no estuvieran hinchados. Y aun así no salió, ahora decidía que hacer con su cabello, si dejarlo así, o cortarlo.

Su maestría en el manejo de su arma le permitió que cada corte en su cabello fuera parejo, sacado del mejor estilista. Las puntas ahora estaban parejas, y el tono del cabello era uniforme.

Aun lo llevaba largo, pero ya era algo más manejable. Buscó papel y dejó una nota en la que se disculpaba por las molestias de la ropa que había tomado.

Salió de la habitación e increíblemente, no dijo nada, pero le regresó su camiseta, al pasar junto aèl para dirigirse a la cocina que había visto.

- Qué quieres comer? - preguntó sin mirarlo mientras esculcaba cada rincón y gaveta de la cocina hasta da con lo que buscaba. Una olleta. Sirvió agua en ella y la puso a hervir. Se giró despacio. No parecía la de siempre, estaba un poco decaída, y además, preocupada, haciendo un esfuerzo por ignorar que él simplemente se había sentado a la mesa a esperar.

Consiguió otra olleta, que llenó de agua, le agregó sal alguna que otra especia por ahí. Sin decir palabra cortó vegetales y solo dejó de mover las manos cuando el agua en la primera olla hirvió. Por su cabeza pasaba la forma en que le haría frente a la situación. Alguno de los suyos que se encontraba en el Reino debía conocer una cura... Su hermano iba a poner el grito en el cielo

Buscó una taza y de su bolsa sacó varias hierbas que dejó caer en esta. Con la taza en la mano era más fácil notar como a veces le temblaba el pulso. Pero necesitaba calmarse y para eso eran las hierbas.

- Tu crees que sea muy malo si me quedo así como estoy por mucho tiempo ? - y ahí estaba, no pudiendo resistirlo le soltó su mayor temor en ese momento.

- No creo. No estas enferma ni es mortal.

- Seguro que no es mortal? Pero y si sigo envejeciendo? - preguntó con seriedad para luego agregar con teatro - si muero sola y arrugada?, nadie me querrá!! abandonada como un perro - se llevó la mano a la frente para hacer énfasis en su teatro. Pero había algo de cierto en sus palabras, por mucha tiza que quisiera quitarle, estaba realmente preocupada, qué pasaba si los cambios no se detenían ahí? si continuaba creciendo.

- Cierto que tú me seguirás queriendo aunque parezca una uva pasa? - preguntó con preocupación aun en su teatro y siguió bebiendo.

- Como terminaste asi?-dijo mientras comia con tranquilidad

- Creo que es un castigo por tomar lo que no debía. Con esto no estoy diciendo que estaba robando - lo que era cierto, eso nunca pasó - en el último cuarto que estaba encontré las huellas que estaba buscando pero también me encontré un anillo y por curiosidad me lo probé, luego cambio de tamaño y luego.... -omitió todo lo que pasó después, tal vez evitando una pregunta como "porque no me no avisaste?" Así que suspiró - luego... no me lo podía quitar y cuando lo logré había crecido -

El asesino asimilo la información. Era obvio entonces que era una maldición. Ahora, había que buscar la forma de revertirla, o al menos saber que efectos tendría a largo plazo

- Donde esta el anillo?

La pregunta la tomó por sorpresa. Se lo quedó mirando, callada, dándose cuenta de su error al actuar de forma impulsiva.

- No... sé... - sabía exactamente que había hecho, pero no donde había quedado - lo dejé caer y sé que rodó, debe estar en la habitación, en el suelo -

-Lo necesitamos para saber que maldición tienes. Así que debes recuperarlo.

Se humedeció los labios sin dejar de mirarlo. Estaba claramente preocupada y el que lo llamara maldición no dejó que eso mejorara, al contrario. El corazón le latía con ansiedad. Se levanto y a sus pies el mundo bailó haciendo que se sentara de nuevo. Se agarró la cabeza cerrando lo ojos en lo que de nuevo se levantaba. Si algo tenía era que no se quedaba con el primer intento. Sin mediar palabra salió de la cocina y se perdió en el viento, para llegar más rápido a esa habitación.

Tres horas después regresó, estaba pálida. Demasiado pálida. Con la vista perdida. Llena de polvo. Parada en el dintel de la cocina.

- En casa siempre dijeron que las sombras estaban en mi contra. Yo siempre quise creer que era falta de práctica y empeño. Pero al parecer no se equivocaron, no soy yo, son ellas, me odian... por la razón que sea, que importa....- hablaba despacio y respiraba de forma irregular.

- No sé que voy a hacer - tomó aire de forma profunda - No sé a donde va a parar esto o si se pondrá peor - estaba empezando a hiperventilar

- Necesito ayuda con esto, se me sale de las manos y de nada me sirve el orgullo - continuaba sin mirar a ningún sitio pero cada vez hablaba más rápido - No encontré el anillo, ni su caja, ni nada, como si solo hubiera desaparecido. Y lo mejor es que me apoye en los míos, antes que tomen las cosas por donde no deben y me den caza, debo darle solución para que tú puedas cumplir tu promesa, lo siento pero no me puedes acompañar - ahora si lo miró, el miedo le salía por esos ojos rojos, sin esperar respuesta se dio la vuelta lista para irse

El asesino se acercó a ella, por detrás, sigilosamente, con esa andar silencios que ya era un habito inconsciente. Podía oler el temor y desconcierto que emanaba de ella, la igual que lo hace un predador ante su presa. E hizo algo con sus brazos que hacía tiempo no hacía: la abrazo.

Sus pasos se detuvieron al contacto con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa. Jamás se hubiera esperado algo así. No de él. Retuvo la respiración por un momento

No era realmente un abrazo: hacía tanto tiempo que no daba uno, que había perdido la práctica. Simplemente, la rodeo con sus brazos, apoyando su pecho contra la espalda de ella. No habló: no sabría que decirle. Simplemente se quedo ahí, quieto, esperando reconfortarla.

Después de su sobre salto inicial se quedó quieta. Un momento inmortalizado. Una onda de calor que la recorrió, toda la sensación cálida y de ligero alivio que le decía que no estaba sola, que las cosas no era tan mecánicas para él. Cerró los ojos a la espera de unas lágrimas que nunca salieron. Aunque se moría de ganas no lloró. Ahora que la tenía cerca se daba cuenta que estaba temblando, pero que lentamente iba pasando. Aun con los ojos cerrados dio un paso atrás recostando la cabeza en su hombro. Su mano fría se posó sobre la de él, con fuerza, apoyándose en él, dándole las gracias por el gesto.

Espero tranquilamente que ella se calmara. Cuando dejo de temblar, le hablo suavemente por primera vez:

-Yo te ayudare a solucionar esto.


Su mente le había jugado sucio, no fueron las sombras, ni los sueños del don de sus ojos rojos. Su mente se había ido al pasado, a recordar ese momento. Mirando la oscuridad de su pequeña celda de “paladín” se sintió fría, agotada y sus lágrimas más cálidas que se costumbre.

Intentó ayudarla pero nunca lo solucionaron. Las cosas fueron cada vez más complejas y luego… luego Nassem trajo la orden de partir. La tristeza se instalaba pesadamente en la pequeña habitación. Se sintió sola, no por el asesino… pensaba con fuerza e insistencia en Kelisay, en cuanto lo extrañaba, en cuanto añoraba un abrazo de su parte, sentirlo, su calidez… sin más espacio en su pequeño catre o un almohada que le sirviera de consuelo, las lágrimas siguieron cayendo en la sabana, mientras en silencio trataba de reconfortarse, de costado, abrazándose a sí misma.


Solo nos tenemos a nosotros, por eso somos un clan..., pero en toda cesta, siempre hay alguna fruta podrida, no lo olvides.
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Mensaje por Dulfary 04/12/11, 03:53 pm

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