Censo
Últimos temas
Noticias
Afiliados normales
Mar de Jaspia es un foro basado en un mundo original con líneas argumentales que pertenecen a sus administradores y participantes. Tanto los escritos como el diseño están protegidos por una licencia Creative Commons. Algunos códigos fueron desarrollados por el equipo web de Protorol. La mayoría de nuestras imágenes son sacadas de DeviantArt y retocadas, si quieres créditos propios o te interesa alguna imagen en concreto, haznoslo saber.
KirillAdmin ♒ MP!
ChelsieAdmin ♒ MP!
LisandotMod ♒ MP!
DelinMod ♒ MP!
SophitiaColab ♒ MP!
CyrianColab ♒ MP!
Años Activos
Secretos revelados
2 participantes
Página 1 de 2.
Página 1 de 2. • 1, 2
Secretos revelados
Habían pasado unos meses desde el nacimiento de Álainn y, durante ese tiempo, Delin había seguido vigilando en silencio y a espaldas de la selkie. No dormía fuera de la casa, pero tampoco solía dormir mucho. El se quedaba siempre en la salita hasta altas horas de la noche mirando a través de la ventana hasta que notaba el agotamiento de un par de noches sin dormir y dormía unas cuantas horas.
No vivía tranquilo, los remordimientos de su pasado lo acechaban y sufría frecuentes dolores de cabeza. Además, vivía atormentado por unos sentimientos que no comprendía, y cada vez que veía a la muchacha se sentía tan extraño y aturdido, que prefería evitarla siempre que podía.
Por la mañana se levantaba muy temprano y se marchaba de casa hasta casi medio día. Había encontrado un trabajo que, aunque no estaba del todo bien pagado, le mantenía en forma, le distraía y les daba suficiente dinero para mantenerse. Se pasaba toda la mañana trabajando en los campos cercanos y, los días que había menos trabajo, se acercaba al puerto y ayudaba a descargar los barcos ganándose unas monedas.
Podía haber encontrado un trabajo más acorde a sus cualidades de guerrero o brujo, pero se daba cuenta de que si se mantenía cerca de cualquier tipo de violencia, las voces de sus víctimas se levantaban para recriminarlo. Y, por otro lado, no se atrevía a usar su magia por temor a que pudieran localizarle de alguna manera.
Después de comer, procuraba buscarse alguna ocupación y, últimamente, había decidido arar las tierras de detrás de la casa con el fin de tener su propio huerto. Con el calor, finalmente había empezado a trabajar tan solo con los pantalones y las botas puestas y su cuerpo había empezado a tomar un color tostado. No le entusiasmaba la idea de dejar su cuerpo al desnudo, pues este se encontraba lleno de cicatrices de su infancia, pero el calor era excesivo y sabía que si trabajaba con su ropa habitual moriría deshidratado o con un golpe de calor. Esta “afición” por la tierra le dejaba agotado, pero le daba cierta sensación de castigo y redención que calmaba su interior.
Casi siempre, mientras Muireall descansaba o no le veían, se acercaba sigilosamente a la cuna y contemplaba a la pequeña Álainn durante horas, últimamente, incluso alargaba sus manos y tocaba sus pequeños deditos. Le parecía algo fascinante y, al mismo tiempo, maravillosamente extraño que una criatura tan pequeña e inocente pudiera salir del vientre de una mujer. Estar con la pequeña, además, le producía paz y tranquilidad a su atormentada alma.
Los momentos que Hannah venía a la casa para enseñar a la selkie a leer y escribir, Delin aprovechaba para dar largos paseos alrededor de la casa, investigar cualquier señal de peligro y pensar en formas de proteger a ambas mujeres en caso de que lo necesitara.
Esa noche, entró en la casa especialmente cansado, la noche anterior no había dormido, el trabajo había sido duro y la tarde larga labrando en su propio campo, aunque creía que la tierra empezaba a dar sus frutos. Entró en la casa y se sentó en una silla silencioso, mientras esperaba a la selkie y la pequeña para cenar.
No vivía tranquilo, los remordimientos de su pasado lo acechaban y sufría frecuentes dolores de cabeza. Además, vivía atormentado por unos sentimientos que no comprendía, y cada vez que veía a la muchacha se sentía tan extraño y aturdido, que prefería evitarla siempre que podía.
Por la mañana se levantaba muy temprano y se marchaba de casa hasta casi medio día. Había encontrado un trabajo que, aunque no estaba del todo bien pagado, le mantenía en forma, le distraía y les daba suficiente dinero para mantenerse. Se pasaba toda la mañana trabajando en los campos cercanos y, los días que había menos trabajo, se acercaba al puerto y ayudaba a descargar los barcos ganándose unas monedas.
Podía haber encontrado un trabajo más acorde a sus cualidades de guerrero o brujo, pero se daba cuenta de que si se mantenía cerca de cualquier tipo de violencia, las voces de sus víctimas se levantaban para recriminarlo. Y, por otro lado, no se atrevía a usar su magia por temor a que pudieran localizarle de alguna manera.
Después de comer, procuraba buscarse alguna ocupación y, últimamente, había decidido arar las tierras de detrás de la casa con el fin de tener su propio huerto. Con el calor, finalmente había empezado a trabajar tan solo con los pantalones y las botas puestas y su cuerpo había empezado a tomar un color tostado. No le entusiasmaba la idea de dejar su cuerpo al desnudo, pues este se encontraba lleno de cicatrices de su infancia, pero el calor era excesivo y sabía que si trabajaba con su ropa habitual moriría deshidratado o con un golpe de calor. Esta “afición” por la tierra le dejaba agotado, pero le daba cierta sensación de castigo y redención que calmaba su interior.
Casi siempre, mientras Muireall descansaba o no le veían, se acercaba sigilosamente a la cuna y contemplaba a la pequeña Álainn durante horas, últimamente, incluso alargaba sus manos y tocaba sus pequeños deditos. Le parecía algo fascinante y, al mismo tiempo, maravillosamente extraño que una criatura tan pequeña e inocente pudiera salir del vientre de una mujer. Estar con la pequeña, además, le producía paz y tranquilidad a su atormentada alma.
Los momentos que Hannah venía a la casa para enseñar a la selkie a leer y escribir, Delin aprovechaba para dar largos paseos alrededor de la casa, investigar cualquier señal de peligro y pensar en formas de proteger a ambas mujeres en caso de que lo necesitara.
Esa noche, entró en la casa especialmente cansado, la noche anterior no había dormido, el trabajo había sido duro y la tarde larga labrando en su propio campo, aunque creía que la tierra empezaba a dar sus frutos. Entró en la casa y se sentó en una silla silencioso, mientras esperaba a la selkie y la pequeña para cenar.
Delin- Cantidad de envíos : 622
Re: Secretos revelados
Tan cerca pero tan lejos...
Así podía resumirse la situación que vivía con Delin. Respetando su palabra, él no había vuelto a marcharse pero, en la práctica, casi era como si lo hubiera hecho ya que la evitaba tanto como podía. Ella sabía por qué, su don le permitía entender los sentimientos del ex capitán mejor que él mismo, pero eso no le ayudaba en nada. Jamás se hubiera atrevido a ser ella quien le abriera los ojos y, además, le dolía profundamente causarle tormento.
En esos días de dulce y agraz su mayor alegría, la fuente de su serenidad y fuerza, era su pequeña Álainn. Ver crecer a su niña, que contaba ya seis meses, la maravillaba siempre. Alimentarla, cambiarla, oír su risa y sus balbuceos, ver como estiraba sus bracitos cuando se aprestaba a tomarla o podía sentarse sola por breves momentos eran preciados regalos que ayudaban en parte a calmar su eterna nostalgia por el mar y su angustia por la distancia que Delin mantenía con ella.
Al comienzo le había bastado con saber que él estaba cerca, pero conforme avanzaba el tiempo eso dejó de ser suficiente. Su amor no era un amor platónico, como muy bien se lo demostró a ella misma la turbación que la embargó, cuando al llevarle un jarro de agua mientras él labraba los campos de detrás de la casa, lo vio trabajando con el torso desnudo.
Necesitaba mucho más que una presencia lejana y la atormentaba pensar que jamás tendría una verdadera relación con él. A veces pensaba que tal vez hubiera sido mejor que él no hubiera vuelto, que así estaría más tranquila, pero la idea le causaba tal sensación de pérdida que la rechazaba enseguida. Al menos verlo durante las comidas y preocuparse de su bienestar le brindaba algún consuelo. No era mucho, pero era todo lo que tenía.
Era un ama de casa dedicada y con trabajo y esmero había convertido la casa en un verdadero hogar. En cuanto hubo recuperado las fuerzas limpió a conciencia hasta el último rincón y pulió los muebles, algo gastados pero en buenas condiciones. También había pintado adentro y afuera con colores suaves y confeccionado cortinas para las ventanas y almohadones para el sofá; un pequeño jardín obsequiaba colores en el frente de la casa.
Había adoptado una rutina tranquila. Se levantaba muy temprano para atender a su pequeña y alcanzar a preparar el desayuno para Delin, por más que él, siempre frugal, a veces sólo comiera una manzana. Pasaba las mañanas dedicada a las tareas domésticas y, al cuidado de su hija.
Por las tardes, después del almuerzo, estudiaba. La amable Hannah venía dos o tres tardes por semana, según se lo permitían sus deberes, a enseñarle a leer y escribir y también algo de aritmética. Cuando ella no venía se dedicaba a hacer los deberes que ella le dejaba. Y por supuesto, estaban sus paseos junto al mar. Cargando a su bebé en la espalda, partía en cualquier momento a la playita al pie del acantilado y se quedaba horas mirando el ir y venir de las olas. Otras veces, daba largas caminatas por otros sectores de la costa, algo más alejados de su casa. Lo único que no hacía era nadar, hubiera tenido que dejar a Álainn sola en la playa para hacerlo y no estaba dispuesta a eso.
Aquella tarde había sido una tarde de caminatas junto al mar. Como siempre, se le había pasado la hora sin darse cuenta y Delin ya estaba dentro de la casa cuando regresó.
- No tardaré en preparar la cena – anunció - ¿Quieres vigilar a Álainn mientras?
Había sido una pregunta retórica, sabía que él no se negaría. Bajando a la niña con destreza la colocó en la pequeña cuna que usaba durante el día y desapareció en la cocina. No tardó demasiado; veinte minutos después, reapareció, puso la mesa y sirvió la cena.
Apenas estuvieron sentados le dio la noticia al ex capitán.
- Delin, encontré un empleo.
Así podía resumirse la situación que vivía con Delin. Respetando su palabra, él no había vuelto a marcharse pero, en la práctica, casi era como si lo hubiera hecho ya que la evitaba tanto como podía. Ella sabía por qué, su don le permitía entender los sentimientos del ex capitán mejor que él mismo, pero eso no le ayudaba en nada. Jamás se hubiera atrevido a ser ella quien le abriera los ojos y, además, le dolía profundamente causarle tormento.
En esos días de dulce y agraz su mayor alegría, la fuente de su serenidad y fuerza, era su pequeña Álainn. Ver crecer a su niña, que contaba ya seis meses, la maravillaba siempre. Alimentarla, cambiarla, oír su risa y sus balbuceos, ver como estiraba sus bracitos cuando se aprestaba a tomarla o podía sentarse sola por breves momentos eran preciados regalos que ayudaban en parte a calmar su eterna nostalgia por el mar y su angustia por la distancia que Delin mantenía con ella.
Al comienzo le había bastado con saber que él estaba cerca, pero conforme avanzaba el tiempo eso dejó de ser suficiente. Su amor no era un amor platónico, como muy bien se lo demostró a ella misma la turbación que la embargó, cuando al llevarle un jarro de agua mientras él labraba los campos de detrás de la casa, lo vio trabajando con el torso desnudo.
Necesitaba mucho más que una presencia lejana y la atormentaba pensar que jamás tendría una verdadera relación con él. A veces pensaba que tal vez hubiera sido mejor que él no hubiera vuelto, que así estaría más tranquila, pero la idea le causaba tal sensación de pérdida que la rechazaba enseguida. Al menos verlo durante las comidas y preocuparse de su bienestar le brindaba algún consuelo. No era mucho, pero era todo lo que tenía.
Era un ama de casa dedicada y con trabajo y esmero había convertido la casa en un verdadero hogar. En cuanto hubo recuperado las fuerzas limpió a conciencia hasta el último rincón y pulió los muebles, algo gastados pero en buenas condiciones. También había pintado adentro y afuera con colores suaves y confeccionado cortinas para las ventanas y almohadones para el sofá; un pequeño jardín obsequiaba colores en el frente de la casa.
Había adoptado una rutina tranquila. Se levantaba muy temprano para atender a su pequeña y alcanzar a preparar el desayuno para Delin, por más que él, siempre frugal, a veces sólo comiera una manzana. Pasaba las mañanas dedicada a las tareas domésticas y, al cuidado de su hija.
Por las tardes, después del almuerzo, estudiaba. La amable Hannah venía dos o tres tardes por semana, según se lo permitían sus deberes, a enseñarle a leer y escribir y también algo de aritmética. Cuando ella no venía se dedicaba a hacer los deberes que ella le dejaba. Y por supuesto, estaban sus paseos junto al mar. Cargando a su bebé en la espalda, partía en cualquier momento a la playita al pie del acantilado y se quedaba horas mirando el ir y venir de las olas. Otras veces, daba largas caminatas por otros sectores de la costa, algo más alejados de su casa. Lo único que no hacía era nadar, hubiera tenido que dejar a Álainn sola en la playa para hacerlo y no estaba dispuesta a eso.
Aquella tarde había sido una tarde de caminatas junto al mar. Como siempre, se le había pasado la hora sin darse cuenta y Delin ya estaba dentro de la casa cuando regresó.
- No tardaré en preparar la cena – anunció - ¿Quieres vigilar a Álainn mientras?
Había sido una pregunta retórica, sabía que él no se negaría. Bajando a la niña con destreza la colocó en la pequeña cuna que usaba durante el día y desapareció en la cocina. No tardó demasiado; veinte minutos después, reapareció, puso la mesa y sirvió la cena.
Apenas estuvieron sentados le dio la noticia al ex capitán.
- Delin, encontré un empleo.
Muireall- Cantidad de envíos : 99
Re: Secretos revelados
Delin acababa prácticamente de sentarse cuando Muireall entró en la casa, no le importaba esperar a la cena y le agradaba la idea de cuidar de la pequeña. En cuanto la selkie desapareció en la cocina, se acercó a la cuna y se quedó contemplando a la pequeña. Cuando ella volvió con la cena se levantó de un brinco y se sentó a la mesa, aun silencioso.
La noticia que ella le dio lejos de alegrarle le perturbó enormemente. Que ella se pasara horas lejos de la casa, le impediría poder protegerla. Además, si de momento podían vivir con su sueldo ¿por qué necesitaba encontrar un trabajo?
Enseguida se dio cuenta de su propia estupidez, a pesar de que hubiera tratado de “no-ver”, se daba cuenta de que la mujer ya pasaba largas horas alejada de lo que él consideraba la seguridad del hogar. Sabía que se acercaba al mar siempre que podía, pero incapaz de pedirla que se alejara del peligro, sabiendo lo mucho que ella añoraba su hogar, había tratado de “hacerse el tonto” y no ver lo que pasaba.
Además, Muireall tenía derecho a tener más amigos, a vivir la vida como ella quisiera, y el no era quién para decirla como vivir su vida. Ni para mantenerla alejada de todos. Quizá necesitara tener amigos, tal vez ella encontrara a alguien que cuidara de ambas y no supusiera un peligro… como él. O quizá simplemente ella se estaba preparando para pedirle que se marchara sabiendo que la vida de ambas estaba en peligro… saber que ella podía irse para siempre lo dejó terriblemente abatido.
- De acuerdo
Sin entender lo que pasaba en su interior, respondió tan solo esas palabras, retiro el plato de su lado y se sentó de nuevo junto a la pequeña Álainn. Estaba tan confundido, que no siquiera reparó en el hecho de que la selkie lo observara. Acercó su enorme mano a la de la pequeña y empezó a jugar con sus pequeños deditos.
Cuando al cabo del rato se dio cuenta de que ella lo estaba mirando, que estaba presente, se sintió avergonzado y, pensó que, tal vez, a ella no le gustaba que estuviera con su hija. Se disculpó se alejó de la silla y sintiéndose algo acorralado, le dijo, mientras salía apresuradamente, que iba a dar una vuelta. Cerró la puerta detrás de él y se alejó de la casa.
Sus pasos errantes y confundidos, le condujeron a la playa donde, hacía ya varios meses, ella le había conducido y le había contado que era ella y el por qué de sus cicatrices. Sorprendido de haber acabado allí, se sentó sobre la arena con la vista perdida en el horizonte.
La noticia que ella le dio lejos de alegrarle le perturbó enormemente. Que ella se pasara horas lejos de la casa, le impediría poder protegerla. Además, si de momento podían vivir con su sueldo ¿por qué necesitaba encontrar un trabajo?
Enseguida se dio cuenta de su propia estupidez, a pesar de que hubiera tratado de “no-ver”, se daba cuenta de que la mujer ya pasaba largas horas alejada de lo que él consideraba la seguridad del hogar. Sabía que se acercaba al mar siempre que podía, pero incapaz de pedirla que se alejara del peligro, sabiendo lo mucho que ella añoraba su hogar, había tratado de “hacerse el tonto” y no ver lo que pasaba.
Además, Muireall tenía derecho a tener más amigos, a vivir la vida como ella quisiera, y el no era quién para decirla como vivir su vida. Ni para mantenerla alejada de todos. Quizá necesitara tener amigos, tal vez ella encontrara a alguien que cuidara de ambas y no supusiera un peligro… como él. O quizá simplemente ella se estaba preparando para pedirle que se marchara sabiendo que la vida de ambas estaba en peligro… saber que ella podía irse para siempre lo dejó terriblemente abatido.
- De acuerdo
Sin entender lo que pasaba en su interior, respondió tan solo esas palabras, retiro el plato de su lado y se sentó de nuevo junto a la pequeña Álainn. Estaba tan confundido, que no siquiera reparó en el hecho de que la selkie lo observara. Acercó su enorme mano a la de la pequeña y empezó a jugar con sus pequeños deditos.
Cuando al cabo del rato se dio cuenta de que ella lo estaba mirando, que estaba presente, se sintió avergonzado y, pensó que, tal vez, a ella no le gustaba que estuviera con su hija. Se disculpó se alejó de la silla y sintiéndose algo acorralado, le dijo, mientras salía apresuradamente, que iba a dar una vuelta. Cerró la puerta detrás de él y se alejó de la casa.
Sus pasos errantes y confundidos, le condujeron a la playa donde, hacía ya varios meses, ella le había conducido y le había contado que era ella y el por qué de sus cicatrices. Sorprendido de haber acabado allí, se sentó sobre la arena con la vista perdida en el horizonte.
Delin- Cantidad de envíos : 622
Re: Secretos revelados
No quería tener más amigos y buscar un “alguien” que cuidara de ella y Álainn era una idea que ni siquiera había cruzado por su mente; no era eso lo que necesitaba. Y el peligro que para Delin era tan omnipresente, para ella resultaba tan remoto, que hacía mucho que había dejado de pensar en eso; por lo mismo, nunca había pensado en pedirle que se marchara. Cierto era que estar con Delin, tal como estaban las cosas, tenía mucho de tormento, pero prefería sufrir a su lado que sin él.
Había buscado un trabajo simplemente porque no quería que ni su hija ni ella fueran una carga para él. Era algo que se había propuesto en el mismo instante en que había aceptado estar bajo su protección en la Posada de Hielo y, pese a todo lo que había pasado, no había cambiado de idea; sólo se habían retrasado sus planes. Quería que Delin se quedara con ellas libremente, por que así lo deseaba, no por deber o compasión. Quería que fuera así aunque siguieran viviendo casi sin verse pese a estar bajo el mismo techo.
Por supuesto, captó la perturbación que le producía su noticia y, aunque no leía el pensamiento, pudo adivinar que le suponía intenciones muy distintas a las que realmente tenía, pero Delin no le dio ninguna oportunidad de explicarle; con un “de acuerdo” se levantó de la mesa y se sentó junto a Álainn. La experiencia le había enseñado que era mejor no presionarlo, así que sólo se quedó observándolo en silencio.
Era maravillosa la ternura con la que ese hombre rudo y arisco trataba a la pequeña, la manera en que la miraba y jugaba con sus deditos. Otro Delin afloraba en esos momentos, uno que podía experimentar la paz y la tranquilidad. Lo había descubierto casualmente una vez en que él, absorto en la niña, no se había dado cuenta de su presencia. Desde entonces, procuraba que él tuviera muchas ocasiones de estar a solas con la pequeña, aunque en más de una ocasión había cedido ante la tentación de compartir, desde lejos, esos invalorables momentos en que los demonios del ex capitán eran abatidos por la inocencia y dulzura de una bebé.
Pero aquella noche ese particular hechizo se rompió luego y los fantasmas de Delin acabaron ganado la partida. Con un suspiro de desaliento, leyó en su aira su vergüenza, oyó su disculpa y lo vio marcharse casi como si huyera ¿Por qué siempre tenía que malinterpretarlo todo? ¿Por qué tenía que tomar las cosas de la forma más desfavorable para él mismo? ¿Por qué no podía entender y aceptar que era apreciado, valorado, amado?
Aunque podía leer los sentimientos de Delin y había aprendido a conocer sus reacciones, no podía entender que a él le fuera tan difícil comprender sus sentimientos y los de los demás.
Tras lavar la loza y limpiar la cocina, alimentó y cambió a Álainn y la acostó en su cunita dentro de la habitación, pero ella no se acostó. Sólo se tendió en la cama, escuchando el lejano murmullo del mar a través de la ventana abierta y preguntándose si Delin regresaría o si se había marchado otra vez.
Había buscado un trabajo simplemente porque no quería que ni su hija ni ella fueran una carga para él. Era algo que se había propuesto en el mismo instante en que había aceptado estar bajo su protección en la Posada de Hielo y, pese a todo lo que había pasado, no había cambiado de idea; sólo se habían retrasado sus planes. Quería que Delin se quedara con ellas libremente, por que así lo deseaba, no por deber o compasión. Quería que fuera así aunque siguieran viviendo casi sin verse pese a estar bajo el mismo techo.
Por supuesto, captó la perturbación que le producía su noticia y, aunque no leía el pensamiento, pudo adivinar que le suponía intenciones muy distintas a las que realmente tenía, pero Delin no le dio ninguna oportunidad de explicarle; con un “de acuerdo” se levantó de la mesa y se sentó junto a Álainn. La experiencia le había enseñado que era mejor no presionarlo, así que sólo se quedó observándolo en silencio.
Era maravillosa la ternura con la que ese hombre rudo y arisco trataba a la pequeña, la manera en que la miraba y jugaba con sus deditos. Otro Delin afloraba en esos momentos, uno que podía experimentar la paz y la tranquilidad. Lo había descubierto casualmente una vez en que él, absorto en la niña, no se había dado cuenta de su presencia. Desde entonces, procuraba que él tuviera muchas ocasiones de estar a solas con la pequeña, aunque en más de una ocasión había cedido ante la tentación de compartir, desde lejos, esos invalorables momentos en que los demonios del ex capitán eran abatidos por la inocencia y dulzura de una bebé.
Pero aquella noche ese particular hechizo se rompió luego y los fantasmas de Delin acabaron ganado la partida. Con un suspiro de desaliento, leyó en su aira su vergüenza, oyó su disculpa y lo vio marcharse casi como si huyera ¿Por qué siempre tenía que malinterpretarlo todo? ¿Por qué tenía que tomar las cosas de la forma más desfavorable para él mismo? ¿Por qué no podía entender y aceptar que era apreciado, valorado, amado?
Aunque podía leer los sentimientos de Delin y había aprendido a conocer sus reacciones, no podía entender que a él le fuera tan difícil comprender sus sentimientos y los de los demás.
Tras lavar la loza y limpiar la cocina, alimentó y cambió a Álainn y la acostó en su cunita dentro de la habitación, pero ella no se acostó. Sólo se tendió en la cama, escuchando el lejano murmullo del mar a través de la ventana abierta y preguntándose si Delin regresaría o si se había marchado otra vez.
Muireall- Cantidad de envíos : 99
Re: Secretos revelados
Tardó bastante tiempo en levantarse de la arena. Llegó a plantearse incluso el alejarse para siempre de allí, ella ya no lo necesitaba y se creía más un estorbo que una compañía, o tan solo una ayuda, pero desechó la idea, no iba a romper una promesa, no mientras ella no se lo dijera. Tal vez era solo una escusa para no alejarse, por algún motivo que no entendía, no quería marchase del lado de Muireall y Álainn.
No comprendía porque alguien iba a querer estar a su lado sin más, no entendía que ella no le juzgara, no entendía porque a ella parecía no preocuparla el peligro que acechaba, no comprendía lo que era el cariño, ni mucho menos el amor, no sabía lo que era la amistad, jamás nadie se lo había explicado, ni enseñado, ni demostrado, nadie le había querido, nadie le había dicho jamás que no importaba, que no había condiciones… la palabra incondicional no entraba en su vocabulario.
Si sus padres habían hecho algo por él, o lo había querido cuando era pequeño, antes de morir, ya no lo recordaba. Lo único que podía recordar era el dolor, el odio, la lucha por la supervivencia, los castigos, más dolor, la rabia, el hambre… dolor, dolor, dolor… y ahora se sumaba a todo eso la carga de la culpa por los crímenes cometidos, por la sangre que manchaba sus manos, por las veces que había torturado y matado… ya no solo cuando estaba en la academia, entonces era matar o morir, si no después, cuando había tenido la elección de matar… pero entonces también había sido una lucha por la supervivencia, se sentía constantemente vigilado y sabía que tarde o temprano le encontrarían y entonces… Álainn y Muireall vinieron a su mente, horribles imágenes de ellas muertas, o peor, torturadas, por las manos que le torturaron a el mismo. La idea le puso tan furioso y alerta que volvió a sentir la necesidad de alejarse de ellas… si no hubiera prometido quedarse…
Se pasó varias horas mirando el ir y venir de las olas, confuso, muy confuso, a ratos enfadado, a ratos abatido… no entendía nada, no comprendía que pasaba en su interior, no sabía qué hacer o decir, se sentía torpe al lado de la selkie, se sentía un impedimento en su vida, uno que ella estaba solucionando… quizá dentro de poco ya no tendría que preocuparse de que sus maestros aparecieran, porque si ella lo echaba de su lado, cosa que comprendería totalmente, iría en busca de su propio destino, la vida no tenía ningún sentido, no dejaba nada atrás y por lo menos el dolor terminaría tarde o temprano.
El cansancio empezaba a hacer mella y se estaba quedado dormido sobre la arena mecido por el ruido de las olas… una ola… remordimientos… otra… dolor… otra… Álainn… una nueva ola… Muireall… otra más… ella era una criatura del mar… otra… ¿por qué no era simplemente un asesino sin sentimientos?... otra… ¿por qué no una persona normal?... Muireall… el mar… dolor… la pequeña Álainn… criaturas del mar… las olas… abrió los ojos de golpe, se sentía igualmente confuso, incluso más que al principio, adormecido por el cansancio y el sonido relajante de las olas, se levantó de la arena y se encaminó a la orilla… tal vez si entendía la afinidad de ella por el mar podría entender un poco mejor como se sentía… empezó a caminar hacia el mar… cada vez más adentro… la marea subía y, aunque no se había dado cuenta el cielo empezaba a cerrarse, una fuerte tormenta se desató cuando estaba demasiado lejos de la orilla, el mar empezó a revolverse, era un buen nadador, pero no tanto como para volver nadando a la orilla, estaba cansado, las olas empezaron a cerrarse sobre su cabeza… empezaba a pensar que no iba a ser posible llegar a la orilla… empezaba a hundirse en el océano… Álainn y Muireall… era lo único que pasaba por su mente mientras trataba de combatir, sin éxito, el fuerte oleaje, mientras el agua se colaba en sus pulmones y las fuerzas empezaban a fallarle…
No comprendía porque alguien iba a querer estar a su lado sin más, no entendía que ella no le juzgara, no entendía porque a ella parecía no preocuparla el peligro que acechaba, no comprendía lo que era el cariño, ni mucho menos el amor, no sabía lo que era la amistad, jamás nadie se lo había explicado, ni enseñado, ni demostrado, nadie le había querido, nadie le había dicho jamás que no importaba, que no había condiciones… la palabra incondicional no entraba en su vocabulario.
Si sus padres habían hecho algo por él, o lo había querido cuando era pequeño, antes de morir, ya no lo recordaba. Lo único que podía recordar era el dolor, el odio, la lucha por la supervivencia, los castigos, más dolor, la rabia, el hambre… dolor, dolor, dolor… y ahora se sumaba a todo eso la carga de la culpa por los crímenes cometidos, por la sangre que manchaba sus manos, por las veces que había torturado y matado… ya no solo cuando estaba en la academia, entonces era matar o morir, si no después, cuando había tenido la elección de matar… pero entonces también había sido una lucha por la supervivencia, se sentía constantemente vigilado y sabía que tarde o temprano le encontrarían y entonces… Álainn y Muireall vinieron a su mente, horribles imágenes de ellas muertas, o peor, torturadas, por las manos que le torturaron a el mismo. La idea le puso tan furioso y alerta que volvió a sentir la necesidad de alejarse de ellas… si no hubiera prometido quedarse…
Se pasó varias horas mirando el ir y venir de las olas, confuso, muy confuso, a ratos enfadado, a ratos abatido… no entendía nada, no comprendía que pasaba en su interior, no sabía qué hacer o decir, se sentía torpe al lado de la selkie, se sentía un impedimento en su vida, uno que ella estaba solucionando… quizá dentro de poco ya no tendría que preocuparse de que sus maestros aparecieran, porque si ella lo echaba de su lado, cosa que comprendería totalmente, iría en busca de su propio destino, la vida no tenía ningún sentido, no dejaba nada atrás y por lo menos el dolor terminaría tarde o temprano.
El cansancio empezaba a hacer mella y se estaba quedado dormido sobre la arena mecido por el ruido de las olas… una ola… remordimientos… otra… dolor… otra… Álainn… una nueva ola… Muireall… otra más… ella era una criatura del mar… otra… ¿por qué no era simplemente un asesino sin sentimientos?... otra… ¿por qué no una persona normal?... Muireall… el mar… dolor… la pequeña Álainn… criaturas del mar… las olas… abrió los ojos de golpe, se sentía igualmente confuso, incluso más que al principio, adormecido por el cansancio y el sonido relajante de las olas, se levantó de la arena y se encaminó a la orilla… tal vez si entendía la afinidad de ella por el mar podría entender un poco mejor como se sentía… empezó a caminar hacia el mar… cada vez más adentro… la marea subía y, aunque no se había dado cuenta el cielo empezaba a cerrarse, una fuerte tormenta se desató cuando estaba demasiado lejos de la orilla, el mar empezó a revolverse, era un buen nadador, pero no tanto como para volver nadando a la orilla, estaba cansado, las olas empezaron a cerrarse sobre su cabeza… empezaba a pensar que no iba a ser posible llegar a la orilla… empezaba a hundirse en el océano… Álainn y Muireall… era lo único que pasaba por su mente mientras trataba de combatir, sin éxito, el fuerte oleaje, mientras el agua se colaba en sus pulmones y las fuerzas empezaban a fallarle…
Delin- Cantidad de envíos : 622
Re: Secretos revelados
Con cada segundo que pasaba, su desasosiego se acrecentaba. El distante murmurar de las olas se convertía paulatinamente en una voz que la llamaba con urgencia y le era cada vez más difícil desoír su llamada. Desde el día en que les presentara a Álainn a las criaturas y los dioses marinos no había vuelto a entrar en el agua. Siempre acudía sólo acompañada por su pequeña a la playa y, siendo ella demasiado pequeña para nadar, la idea de dejarla sola era un poderoso impedimento para entregarse al abrazo del océano.
Ahora la necesidad de regresar, aunque fuera sólo por algunos minutos, a su mundo natal se estaba volviendo cada vez más irresistible. Pero no era sólo eso, un oscuro instinto le gritaba que debía ir junto al océano, que debía ir ya, no sólo para calmar su ansia de sumergirse en las aguas.
Como un animal enjaulado se daba vueltas por la cabaña. Si sólo estuviera Delin… ¿dónde estaba él?... ¿por qué tardaba tanto?... ¿se habría marchado después de todo?... ¿y si le había pasado algo?.... Iba de la cuna a la ventana, de la ventana a la puerta de la habitación, la abría, iba hasta la puerta de la casa, regresaba a la habitación y de vuelta a la cuna, a la ventana, a la puerta, una y otra y otra y otra vez, en una danza enloquecedora, mientras las voces combinadas del mar y de su intuición clamaban con más fuerza cada vez…
…. hasta que no pudo resistirse más….
Dominada completamente por el impulso de ir al mar, sacó a Álainn de la cuna y abrigándola cuidadosamente salió con ella de la casa. Con pie ligero enfiló hacia el pueblo y buscó la casa de Hannah. Indiferente a la hora y los inconvenientes que pudiera causar, la habitualmente tímida selkie llamó a la puerta de la partera con decisión.
- Por favor, Hannah, cuidad de Álainn – suplicó cuando la buena mujer abrió la puerta – Yo… yo… volveré pronto por ella… no puedo llevarla ahora…
- S-sí, claro, querida – alcanzó a balbucear la desconcertada comadrona, recibiendo a la pequeña, pero no alcanzó a decir nada más, porque la muchacha desapareció en la noche, repitiendo su súplica.
- Cuidad... cuidad a mi niña… pronto volveré.
Aún atónita, sin comprender nada de lo que había pasado, Hannah arropó a la pequeña y se metió en la casa, mientras Muireall corría alejándose de ellas.
Sabiendo a su hijita segura con la partera, la selkie se sintió libre para ir hacia donde su instinto la llevara. Nada obstaculizo su alocada carrera y llegó a la altura del acantilado, donde se encontraba la pequeña caleta a la que fuera con Delin la noche de su llegada, cuando el cielo ya se había cerrado por completo y las primeras gotas de lluvia caían sobre su cabeza.
Para cuando hubo bajado hasta la playa, la lluvia había tomado fuerza y el viento soplaba con vigor, pero eso no la hizo cambiar de propósito. Sin vacilar se dirigió a la playa, pero se detuvo desconcertada cuando notó una figura entre las olas. Más que sus ojos, fue su corazón el que identificó a quien se alejaba mar adentro, indiferente a la tormenta que arreciaba. Delin.
No había tiempo para formularse preguntas ni hacer conjeturas. El mar bajo la tormenta era peligroso para un humano; aún a sus propias criaturas les inspiraba respeto. Sin recordar su forma humana, sin pensar en nada más que en el peligro que corría el hombre que amaba, se zambulló en las turbulentas olas.
No podía verlo ni oírlo, pero su aura en la cual podía leer sus sentimientos – confusión, abatimiento, desesperanza – fue el radar que la guió hasta él. No le habló cuando estuvo cerca, no la hubiera oído en el fragor de la tormenta, pero se las arregló para poder verlo a la cara y clavar su hipnótica mirada en él, irradiando un mensaje de calma. Luego lo rodeó con un brazo y comenzó a nadar hacia la playa.
Era una nadadora muy superior a cualquier humano en habilidad y resistencia, pero no era fácil nadar en medio de la tormenta llevando a una persona consigo. Cada brazada era un esfuerzo y cada palmo que avanzaba, un triunfo. Su forma humana la limitaba, pero la imagen de su cría, su confianza en los dioses del mar y la fuerza nacida de su amor la sostenían en su empeño de llegar a salvo con Delin a la playa.
Ahora la necesidad de regresar, aunque fuera sólo por algunos minutos, a su mundo natal se estaba volviendo cada vez más irresistible. Pero no era sólo eso, un oscuro instinto le gritaba que debía ir junto al océano, que debía ir ya, no sólo para calmar su ansia de sumergirse en las aguas.
Como un animal enjaulado se daba vueltas por la cabaña. Si sólo estuviera Delin… ¿dónde estaba él?... ¿por qué tardaba tanto?... ¿se habría marchado después de todo?... ¿y si le había pasado algo?.... Iba de la cuna a la ventana, de la ventana a la puerta de la habitación, la abría, iba hasta la puerta de la casa, regresaba a la habitación y de vuelta a la cuna, a la ventana, a la puerta, una y otra y otra y otra vez, en una danza enloquecedora, mientras las voces combinadas del mar y de su intuición clamaban con más fuerza cada vez…
…. hasta que no pudo resistirse más….
Dominada completamente por el impulso de ir al mar, sacó a Álainn de la cuna y abrigándola cuidadosamente salió con ella de la casa. Con pie ligero enfiló hacia el pueblo y buscó la casa de Hannah. Indiferente a la hora y los inconvenientes que pudiera causar, la habitualmente tímida selkie llamó a la puerta de la partera con decisión.
- Por favor, Hannah, cuidad de Álainn – suplicó cuando la buena mujer abrió la puerta – Yo… yo… volveré pronto por ella… no puedo llevarla ahora…
- S-sí, claro, querida – alcanzó a balbucear la desconcertada comadrona, recibiendo a la pequeña, pero no alcanzó a decir nada más, porque la muchacha desapareció en la noche, repitiendo su súplica.
- Cuidad... cuidad a mi niña… pronto volveré.
Aún atónita, sin comprender nada de lo que había pasado, Hannah arropó a la pequeña y se metió en la casa, mientras Muireall corría alejándose de ellas.
Sabiendo a su hijita segura con la partera, la selkie se sintió libre para ir hacia donde su instinto la llevara. Nada obstaculizo su alocada carrera y llegó a la altura del acantilado, donde se encontraba la pequeña caleta a la que fuera con Delin la noche de su llegada, cuando el cielo ya se había cerrado por completo y las primeras gotas de lluvia caían sobre su cabeza.
Para cuando hubo bajado hasta la playa, la lluvia había tomado fuerza y el viento soplaba con vigor, pero eso no la hizo cambiar de propósito. Sin vacilar se dirigió a la playa, pero se detuvo desconcertada cuando notó una figura entre las olas. Más que sus ojos, fue su corazón el que identificó a quien se alejaba mar adentro, indiferente a la tormenta que arreciaba. Delin.
No había tiempo para formularse preguntas ni hacer conjeturas. El mar bajo la tormenta era peligroso para un humano; aún a sus propias criaturas les inspiraba respeto. Sin recordar su forma humana, sin pensar en nada más que en el peligro que corría el hombre que amaba, se zambulló en las turbulentas olas.
No podía verlo ni oírlo, pero su aura en la cual podía leer sus sentimientos – confusión, abatimiento, desesperanza – fue el radar que la guió hasta él. No le habló cuando estuvo cerca, no la hubiera oído en el fragor de la tormenta, pero se las arregló para poder verlo a la cara y clavar su hipnótica mirada en él, irradiando un mensaje de calma. Luego lo rodeó con un brazo y comenzó a nadar hacia la playa.
Era una nadadora muy superior a cualquier humano en habilidad y resistencia, pero no era fácil nadar en medio de la tormenta llevando a una persona consigo. Cada brazada era un esfuerzo y cada palmo que avanzaba, un triunfo. Su forma humana la limitaba, pero la imagen de su cría, su confianza en los dioses del mar y la fuerza nacida de su amor la sostenían en su empeño de llegar a salvo con Delin a la playa.
Muireall- Cantidad de envíos : 99
Re: Secretos revelados
Estaba a punto de rendirse y dejar que las olas lo arrastraran cuando sintió el contacto de alguien sobre él. En un primer momento pensó que por fin le habían encontrado y que todo acabaría en breve. Pero la suavidad. Aunque firmeza, con que aquellos brazos lo agarraban le hizo comprender que se trataba de otra persona. Sus sospechas se vieron confirmadas cuando ella se las apañó para mirarlo a la cara.
Durante unos instantes sintió pánico, ¿por qué ella se había metido en el agua con aquella tormenta? ¿Y si le pasaba algo? ¿Dónde estaba la pequeña? Pero todo se disipó en pocos momentos, se sintió hechizado por su mirada, y se dejó llevar. Aún así, muy dentro de él, por debajo de esa extraña calma que lo había atrapado, sentía el miedo de que algo malo le pasara.
Tratando de vencer su cansancio, nado con las fuerzas que le quedaban para facilitarle la tarea a la selkie, ella era una gran nadadora, eso no se podía negar, era mucho mejor que él y, posiblemente, gracias a eso consiguieron llegar a la playa. Cuando empezó a sentir la que hacía pie, dejó de apoyarse tanto en ella y salió como pudo del agua. Cuando por fin consiguió salir del todo del agua, se dejó caer sobre la arena tosiendo por el agua que había tragado.
Y entonces la calma se disipó y volvió la confusión, el temor, y, ahora también, la preocupación. Se giró sobre la arena y se sentó sobre ella, respirando aún demasiado rápido. Miró a Muireall y el temor creció en su interior. Se acercó a ella sujetándola por los brazos, pero sin apretar
- ¿Do… dónde está Álainn?- y entonces no pudo evitar que preguntas que no hubiera formulado de otra manera salieran de sus labios como un torrente sin control- ¿Por qué has venido? ¿Estás loca? ¡Podías haber muerto! ¿Por qué me has sacado del agua? ¿Por qué sigues aquí? ¿por qué me dijiste que me quedara?
Cuando por fin se dio cuenta de las preguntas que había hecho en voz alta, cuando pudo detener el torrente de palabras, se sintió tan avergonzado que se alejó unos pasos arrastrándose por la arena y se sentó de espaldas a la selkie. De haber estado en plena forma lo más seguro es que hubiera salido corriendo, lo más probable es que ni siquiera hubiera dicho nada de eso.
Durante unos instantes sintió pánico, ¿por qué ella se había metido en el agua con aquella tormenta? ¿Y si le pasaba algo? ¿Dónde estaba la pequeña? Pero todo se disipó en pocos momentos, se sintió hechizado por su mirada, y se dejó llevar. Aún así, muy dentro de él, por debajo de esa extraña calma que lo había atrapado, sentía el miedo de que algo malo le pasara.
Tratando de vencer su cansancio, nado con las fuerzas que le quedaban para facilitarle la tarea a la selkie, ella era una gran nadadora, eso no se podía negar, era mucho mejor que él y, posiblemente, gracias a eso consiguieron llegar a la playa. Cuando empezó a sentir la que hacía pie, dejó de apoyarse tanto en ella y salió como pudo del agua. Cuando por fin consiguió salir del todo del agua, se dejó caer sobre la arena tosiendo por el agua que había tragado.
Y entonces la calma se disipó y volvió la confusión, el temor, y, ahora también, la preocupación. Se giró sobre la arena y se sentó sobre ella, respirando aún demasiado rápido. Miró a Muireall y el temor creció en su interior. Se acercó a ella sujetándola por los brazos, pero sin apretar
- ¿Do… dónde está Álainn?- y entonces no pudo evitar que preguntas que no hubiera formulado de otra manera salieran de sus labios como un torrente sin control- ¿Por qué has venido? ¿Estás loca? ¡Podías haber muerto! ¿Por qué me has sacado del agua? ¿Por qué sigues aquí? ¿por qué me dijiste que me quedara?
Cuando por fin se dio cuenta de las preguntas que había hecho en voz alta, cuando pudo detener el torrente de palabras, se sintió tan avergonzado que se alejó unos pasos arrastrándose por la arena y se sentó de espaldas a la selkie. De haber estado en plena forma lo más seguro es que hubiera salido corriendo, lo más probable es que ni siquiera hubiera dicho nada de eso.
Delin- Cantidad de envíos : 622
Re: Secretos revelados
En un par de ocasiones se sintió desfallecer y el imprevisto terror de no lograrlo, de morir abrazada por el mar, empezó a apoderarse de ella. Sin embargo, no temía por sí misma - había deseado tantas veces morir - y ni siquiera por Delin, quien tampoco mostraba gran apego por la vida; tal vez morir juntos no hubiese sido tan malo. Temía, por encima de todo, dejar sola a su pequeña. La imagen de su niñita, abandonada e indefensa, le daba fuerzas para seguir luchando.
Su esfuerzo, aunado al de Delin, dio por fin sus frutos cuando, finalmente, una gran ola – tal vez las deidades marinas se habían apiadado de su hija brevemente retornada - los llevó hasta la playa. Mientras esta se retiraba intentó hacer pie sobre el mojado fondo, sintiendo como él ex capitán hacía lo propio y dejaba de apoyarse en ella ¡Lo habían logrado! ¡Ambos estaba a salvo!
Se dejó caer sobre la arena jadeante, mientras Delin tosía no muy lejos de ella, demasiado cansada para sentirse jubilosa, demasiado cansada para hacerse las preguntas que bullían en el fondo de su mente. Fue un momento de extraña calma en medio de la tormenta que rugía en torno de ellos, como si el tiempo se hubiera paralizado sólo para los dos. Y entonces el aura de Delin vibró de confusión, temor y preocupación y la efímera calma se rompió. Casi con resignación, se sentó en la arena y aguardó…
- Está con Hannah – alcanzó a explicar, pero luego no pudo decir más.
La explosión del ex capitán la dejó sin palabras. Nunca, en todo el tiempo en que lo conocía, había mostrado éste sus dudas y preocupaciones más íntimas y personales de una manera tan abierta, nunca las había expresado de ninguna manera. Que él hubiera roto sus propios límites así la anonadó y la desoló comprobar que realmente él no había visto ni entendido nada.
Permaneció en silencio mientras él se alejaba tan avergonzado como un niño que hubiera cometido una falta, debatiendo en su interior. Su timidez, el temor de lastimarlo, de provocar que se fuera de nuevo, la impulsaban a quedarse callada. Pero una pequeña voz en su interior le decía que no hablar era peor, que él necesitaba una respuesta a sus dudas, que se marcharía de todos modos si así lo quería, que quizás por eso se había metido al mar, que tenía que ser valiente…
Ella también rompió sus barreras…
Armándose de valor, se levantó algo tambaleante y se dirigió hacia donde estaba Delin, rodeándolo para arrodillarse frente a él. Vaciló algunos segundos y luego, tiritando en su interior, pero con una apariencia tan serena como le fue posible, puso una mano bajo su mentón para obligarlo a mirarlo.
- ¿Quieres saber… por qué hice todo… eso? – preguntó con voz temblorosa, apenas audible entre el fragor del oleaje y el ulular del viento – Lo hice… porque… te amo.
Entonces, todo su valor se esfumó. Retiró la mano del mentón de él y ruborizada hasta la raíz del cabello, se volvió ligeramente, ocultando la cara entre las manos.
Su esfuerzo, aunado al de Delin, dio por fin sus frutos cuando, finalmente, una gran ola – tal vez las deidades marinas se habían apiadado de su hija brevemente retornada - los llevó hasta la playa. Mientras esta se retiraba intentó hacer pie sobre el mojado fondo, sintiendo como él ex capitán hacía lo propio y dejaba de apoyarse en ella ¡Lo habían logrado! ¡Ambos estaba a salvo!
Se dejó caer sobre la arena jadeante, mientras Delin tosía no muy lejos de ella, demasiado cansada para sentirse jubilosa, demasiado cansada para hacerse las preguntas que bullían en el fondo de su mente. Fue un momento de extraña calma en medio de la tormenta que rugía en torno de ellos, como si el tiempo se hubiera paralizado sólo para los dos. Y entonces el aura de Delin vibró de confusión, temor y preocupación y la efímera calma se rompió. Casi con resignación, se sentó en la arena y aguardó…
- Está con Hannah – alcanzó a explicar, pero luego no pudo decir más.
La explosión del ex capitán la dejó sin palabras. Nunca, en todo el tiempo en que lo conocía, había mostrado éste sus dudas y preocupaciones más íntimas y personales de una manera tan abierta, nunca las había expresado de ninguna manera. Que él hubiera roto sus propios límites así la anonadó y la desoló comprobar que realmente él no había visto ni entendido nada.
Permaneció en silencio mientras él se alejaba tan avergonzado como un niño que hubiera cometido una falta, debatiendo en su interior. Su timidez, el temor de lastimarlo, de provocar que se fuera de nuevo, la impulsaban a quedarse callada. Pero una pequeña voz en su interior le decía que no hablar era peor, que él necesitaba una respuesta a sus dudas, que se marcharía de todos modos si así lo quería, que quizás por eso se había metido al mar, que tenía que ser valiente…
Ella también rompió sus barreras…
Armándose de valor, se levantó algo tambaleante y se dirigió hacia donde estaba Delin, rodeándolo para arrodillarse frente a él. Vaciló algunos segundos y luego, tiritando en su interior, pero con una apariencia tan serena como le fue posible, puso una mano bajo su mentón para obligarlo a mirarlo.
- ¿Quieres saber… por qué hice todo… eso? – preguntó con voz temblorosa, apenas audible entre el fragor del oleaje y el ulular del viento – Lo hice… porque… te amo.
Entonces, todo su valor se esfumó. Retiró la mano del mentón de él y ruborizada hasta la raíz del cabello, se volvió ligeramente, ocultando la cara entre las manos.
Muireall- Cantidad de envíos : 99
Re: Secretos revelados
No se resistió cuando Muireall le sujetó para que levantara la cabeza, estaba cansado, confuso y avergonzado, hubiera deseado salir corriendo y acabar con todo. Pero se quedó allí, cumpliendo una promesa, aunque en el fondo y a pesar de que no se daba cuenta se trataba nada más que de una escusa porque no quería marcharse, algo inexplicable, que no entendía y la única explicación que se le ocurría era la promesa que le había hecho a la selkie.
Las palabras de Muireall, le dejaron petrificado… ¿amor? Pero… ¿por qué? ¿Cómo era posible que alguien se interesara por un asesino? Ella no debía de haber entendido quien era él, se trataba de eso, estaba confundida por alguna extraña razón y no entendía que él era en realidad un asesino, un torturador, un mercenario que había matado sin piedad… era… un ser terrible.
- No, estas equivocada…
Debía de ser el cansancio, o tal vez que había llegado el momento, o quizá era una conjunción de todo, la falta de sueño, la confusión creciente, el agotamiento por la tormenta en el mar… tal vez se estaba volviendo loco… el caso es que, como nunca antes había hecho, las palabras más profundamente guardadas en su interior salieron a la luz en un interminable torrente.
- No lo entiendes, yo soy un asesino, me criaron para eso, yo no debería sentir, he matado a miles de personas, incluidas mujeres y niños, los he torturado, he acabado con ellos dolorosamente, al fin y al cabo me educaron para eso… solo tenía un año cuando me recogieron y empezó el entrenamiento, aunque el verdadero entrenamiento empezó cuando tenía 5 años, viví allí, me educaron allí, me enseñaron a solo sentir odio, a ser el mejor, a sobrevivir, experimentaron conmigo, me cambiaron, ni siquiera se me puede considerar humano… tú no puedes amara a alguien como yo… solo estas… confundida.
Se había ido acercando a ella, hasta agarrarla nuevamente de los brazos y elevaba la voz, hasta que finalmente se sintió nuevamente confuso y avergonzado, su voz se fue apagando, la solto y comenzó a levantarse. Se dio cuenta de que había sacado a la luz algo que no quería recordar, se sintió terriblemente culpable y en ese momento, toda la carga de culpabilidad, esas voces internas que siempre lo atacaban se desplegaron con fuerza, cuando trataba de alejarse, cayó de nuevo de rodillas, con el peso del remordimiento sobre su cabeza, latiendo con intensidad, gritando con fuerza, hasta que perdió el conocimiento sobre la arena.
Las palabras de Muireall, le dejaron petrificado… ¿amor? Pero… ¿por qué? ¿Cómo era posible que alguien se interesara por un asesino? Ella no debía de haber entendido quien era él, se trataba de eso, estaba confundida por alguna extraña razón y no entendía que él era en realidad un asesino, un torturador, un mercenario que había matado sin piedad… era… un ser terrible.
- No, estas equivocada…
Debía de ser el cansancio, o tal vez que había llegado el momento, o quizá era una conjunción de todo, la falta de sueño, la confusión creciente, el agotamiento por la tormenta en el mar… tal vez se estaba volviendo loco… el caso es que, como nunca antes había hecho, las palabras más profundamente guardadas en su interior salieron a la luz en un interminable torrente.
- No lo entiendes, yo soy un asesino, me criaron para eso, yo no debería sentir, he matado a miles de personas, incluidas mujeres y niños, los he torturado, he acabado con ellos dolorosamente, al fin y al cabo me educaron para eso… solo tenía un año cuando me recogieron y empezó el entrenamiento, aunque el verdadero entrenamiento empezó cuando tenía 5 años, viví allí, me educaron allí, me enseñaron a solo sentir odio, a ser el mejor, a sobrevivir, experimentaron conmigo, me cambiaron, ni siquiera se me puede considerar humano… tú no puedes amara a alguien como yo… solo estas… confundida.
Se había ido acercando a ella, hasta agarrarla nuevamente de los brazos y elevaba la voz, hasta que finalmente se sintió nuevamente confuso y avergonzado, su voz se fue apagando, la solto y comenzó a levantarse. Se dio cuenta de que había sacado a la luz algo que no quería recordar, se sintió terriblemente culpable y en ese momento, toda la carga de culpabilidad, esas voces internas que siempre lo atacaban se desplegaron con fuerza, cuando trataba de alejarse, cayó de nuevo de rodillas, con el peso del remordimiento sobre su cabeza, latiendo con intensidad, gritando con fuerza, hasta que perdió el conocimiento sobre la arena.
Delin- Cantidad de envíos : 622
Re: Secretos revelados
El aura de Delin vibraba con la violencia de los sentimientos largamente contenidos y bruscamente liberados y ella se estremecía a la par, traspasada por ellos, sintiendo al mismo tiempo que él su confusión, su vergüenza, su culpa y su dolor. Permaneció muda ante el torrente desatado de palabras, pero una parte de su mente retenía la claridad suficiente como para entender lo que estaba oyendo.
Y entendía ahora tantas cosas, cosas como su rechazo ante toda muestra de cariño y gratitud, por ejemplo. Muchas veces Delin le había recordado a un animalito maltratado y ahora sabía que no se había equivocado, el capitán había sido maltratado de la peor manera posible.
Ella sabía de matar para sobrevivir. Era un ser del mar que cazaba su alimento y que mataría sin pensarlo dos veces para defender a su cría y a su propia vida, pero no entendía el matar por matar, haciendo sufrir tanto como fuera posible a la víctima. Y menos entendía que un cachorro fuera criado y entrenado sólo para eso, para odiar, para matar, para causar dolor.
Y pese a eso, pese a que no conocía otra forma de vida que eso, él había cambiado por sí solo y había roto con todo eso. Había dejado de matar y torturar, se había dedicado a proteger a los débiles, a los que estaban indefensos – ella misma era la prueba de eso - , aun a riesgo de su propia vida y vivía acosado por la culpa y los remordimientos, sin creerse merecedor de nada bueno, sin un segundo de paz. Un hombre así no era un asesino por naturaleza, aunque hubiera matado y por mucho que hubieran intentado transformarlo en eso.
Los pensamientos se sucedían veloces en su cabeza mientras su espíritu era agitado por la turbulencia de los sentimientos de Delin, que parecían hacerse eco de la tormenta desencadenada en torno a ellos, la que parecía haber su llegado a su climax. Cuando él finalmente la soltó, se quedó callada y quieta, agobiada por la avalancha de sentimientos percibidos, con el corazón oprimido y las lágrimas, ocultas por la lluvia, resbalando por sus mejillas.
Sólo salió de su parálisis cuando lo vio caer. Dejando escapar un lamento, se acercó a él arrastrándose sobre la arena. Con alivio comprobó que sólo estaba desmayado y, sentándose a su lado, le levantó la cabeza con sumo cuidado, apoyándola luego en su regazo. Le acarició con ternura los cabellos y el rostro, esperando que despertara.
- No estoy confundida ni equivocada… te amo a ti… amo al hombre que eres ahora.
Repetía esas frases como una letanía esperando que, aunque Delin pareciera no oírlas, encontraran un lugar en su corazón.
Y entendía ahora tantas cosas, cosas como su rechazo ante toda muestra de cariño y gratitud, por ejemplo. Muchas veces Delin le había recordado a un animalito maltratado y ahora sabía que no se había equivocado, el capitán había sido maltratado de la peor manera posible.
Ella sabía de matar para sobrevivir. Era un ser del mar que cazaba su alimento y que mataría sin pensarlo dos veces para defender a su cría y a su propia vida, pero no entendía el matar por matar, haciendo sufrir tanto como fuera posible a la víctima. Y menos entendía que un cachorro fuera criado y entrenado sólo para eso, para odiar, para matar, para causar dolor.
Y pese a eso, pese a que no conocía otra forma de vida que eso, él había cambiado por sí solo y había roto con todo eso. Había dejado de matar y torturar, se había dedicado a proteger a los débiles, a los que estaban indefensos – ella misma era la prueba de eso - , aun a riesgo de su propia vida y vivía acosado por la culpa y los remordimientos, sin creerse merecedor de nada bueno, sin un segundo de paz. Un hombre así no era un asesino por naturaleza, aunque hubiera matado y por mucho que hubieran intentado transformarlo en eso.
Los pensamientos se sucedían veloces en su cabeza mientras su espíritu era agitado por la turbulencia de los sentimientos de Delin, que parecían hacerse eco de la tormenta desencadenada en torno a ellos, la que parecía haber su llegado a su climax. Cuando él finalmente la soltó, se quedó callada y quieta, agobiada por la avalancha de sentimientos percibidos, con el corazón oprimido y las lágrimas, ocultas por la lluvia, resbalando por sus mejillas.
Sólo salió de su parálisis cuando lo vio caer. Dejando escapar un lamento, se acercó a él arrastrándose sobre la arena. Con alivio comprobó que sólo estaba desmayado y, sentándose a su lado, le levantó la cabeza con sumo cuidado, apoyándola luego en su regazo. Le acarició con ternura los cabellos y el rostro, esperando que despertara.
- No estoy confundida ni equivocada… te amo a ti… amo al hombre que eres ahora.
Repetía esas frases como una letanía esperando que, aunque Delin pareciera no oírlas, encontraran un lugar en su corazón.
Muireall- Cantidad de envíos : 99
Re: Secretos revelados
Delin se despertó nada más sentir las manos de ella acariciando su rostro, pero algo le impulsó a quedarse quieto, algo, además del dolor que sentía. Al escuchar sus palabras, se sintió aún más confundido, era incapaz de entenderla, de entenderlo, de entender que era lo que era lo que había en su interior.
Finalmente se incorporó y se sentó sobre la arena, dándole la espalda a la selkie. Ella seguía sin entender que sus manos estaban manchadas de sangre, que además, la sangre que había derramado había estado acompañada de dolor y sufrimiento. Jamás podría cambiar el hecho de que él fuera lo que era, un asesino.
Se sintió abatido, confuso y preocupado, pero extrañamente, ya no sentía la necesidad de permanecer callado a su lado, de hecho, nacía en él la necesidad de explicarla qué era él, con detalle, para que ella entendiera realmente lo que pasaba, para… ni siquiera lo sabía, pero necesitaba decirle a Muireall, qué y cómo había acabado siendo lo que era, lo que no podía cambiar.
Y empezó a hablar, como nunca antes recordaba haberlo hecho, con calma, explicando todo con detalle, sin ocultar nada, sin temor, esperando que ella comprendiera de una vez que estaba equivocada… o al menos esa era la única explicación que Delin era capaz de dar a su actitud.
- Tenía un año cuando mis padres murieron en un accidente. Alguien me recogió y me llevó a su casa, y allí viví durante 4 años, sin conocer a nadie más, sin hablar con nadie más. Él me enseño lo básico de la vida…
Delin no entendía que lo que realmente había hecho el brujo que lo acogió en su casa, fue enseñarle lo básico para sobrevivir, como alimentarse y vestirse, sí, pero a cambio de su esclavitud, el pequeño limpiaba, fregaba y, en cuanto pudo, empezó a cargar con tareas más pesadas como cortar y traer la leña. Para él, sin conocer otra vez y con un recuerdo muy confuso y difuso de lo que era el amor que le daban sus padres, pensaba que esa persona hacía lo correcto y le enseñaba que la vida era solo eso.
- … yo hacía para el algunas tareas y el a cambio me daba de comer, y cuando tuve 5 años me mandó a la academia. Allí te enseñan que solo los fuertes sobreviven, que solo los astutos triunfan, que solo los que siguen las órdenes progresan y que el amor es solo una ficción, lo único real en el mundo es el odio…
Le contó todo, siempre desde su recuerdo de no haber conocido otra vida, contando el dolor como un proceso que se debe de pasar, explicando que cuando algo hacía mal merecía el castigo, explicando los castigos tan crueles de ese lugar… le contó cómo era sentir el látigo sobre su piel, o las quemaduras de la magia, el ardor de sentir como un nuevo elixir te quemaba por dentro. Le explicó el por qué de sus mechones blancos, el porqué era más fuerte y ágil que la media de los humanos. Como muchos no lo había logrado…
Incluso le contó el después, algunos de los asesinatos más crueles y sangrientos, como había acabado con la vida incluso de una mujer embarazada, de niños, de mayores, de hombres, mujeres… sin importar qué habían hecho o por qué, sacando la información que necesitaba de la forma más horrorosa y acabando con sus vidas después, a veces incluso durante el proceso.
Siempre, durante el tiempo que paso hablando, sin moverse de su posición, de espaldas a ella, sin saber si ella estaba allí o se había marchado, con la mirada perdida en el horizonte, esperando que ella por fin entendiera quién era el ¿hombre?, no el monstruo que tenía ante sus ojos y lo equivocada que estaba. Puede que ahora hubiera decidido tratar de pagar por sus pecados, pero no creía ser merecedor del perdón, ni nunca lo iba a ser.
Cuando terminó de hablar, aun caía una ligera lluvia pero el grueso de la tormenta se había trasladado lejos de la isla, era completamente de noche, noche cerrada, una noche sin luna que hacía que las sombras crecieran.
Cuando por fin terminó de hablar, y sin entender del todo que había pasado, se sintió levemente más tranquilo, pero era un cambio tan leve y apenas perceptible, el ex-capitán, ahora agricultor, llevaba una carga tan pesada sobre sus hombros y su conciencia que era incapaz de reconocer el cambio que se producía en su interior.
Finalmente se incorporó y se sentó sobre la arena, dándole la espalda a la selkie. Ella seguía sin entender que sus manos estaban manchadas de sangre, que además, la sangre que había derramado había estado acompañada de dolor y sufrimiento. Jamás podría cambiar el hecho de que él fuera lo que era, un asesino.
Se sintió abatido, confuso y preocupado, pero extrañamente, ya no sentía la necesidad de permanecer callado a su lado, de hecho, nacía en él la necesidad de explicarla qué era él, con detalle, para que ella entendiera realmente lo que pasaba, para… ni siquiera lo sabía, pero necesitaba decirle a Muireall, qué y cómo había acabado siendo lo que era, lo que no podía cambiar.
Y empezó a hablar, como nunca antes recordaba haberlo hecho, con calma, explicando todo con detalle, sin ocultar nada, sin temor, esperando que ella comprendiera de una vez que estaba equivocada… o al menos esa era la única explicación que Delin era capaz de dar a su actitud.
- Tenía un año cuando mis padres murieron en un accidente. Alguien me recogió y me llevó a su casa, y allí viví durante 4 años, sin conocer a nadie más, sin hablar con nadie más. Él me enseño lo básico de la vida…
Delin no entendía que lo que realmente había hecho el brujo que lo acogió en su casa, fue enseñarle lo básico para sobrevivir, como alimentarse y vestirse, sí, pero a cambio de su esclavitud, el pequeño limpiaba, fregaba y, en cuanto pudo, empezó a cargar con tareas más pesadas como cortar y traer la leña. Para él, sin conocer otra vez y con un recuerdo muy confuso y difuso de lo que era el amor que le daban sus padres, pensaba que esa persona hacía lo correcto y le enseñaba que la vida era solo eso.
- … yo hacía para el algunas tareas y el a cambio me daba de comer, y cuando tuve 5 años me mandó a la academia. Allí te enseñan que solo los fuertes sobreviven, que solo los astutos triunfan, que solo los que siguen las órdenes progresan y que el amor es solo una ficción, lo único real en el mundo es el odio…
Le contó todo, siempre desde su recuerdo de no haber conocido otra vida, contando el dolor como un proceso que se debe de pasar, explicando que cuando algo hacía mal merecía el castigo, explicando los castigos tan crueles de ese lugar… le contó cómo era sentir el látigo sobre su piel, o las quemaduras de la magia, el ardor de sentir como un nuevo elixir te quemaba por dentro. Le explicó el por qué de sus mechones blancos, el porqué era más fuerte y ágil que la media de los humanos. Como muchos no lo había logrado…
Incluso le contó el después, algunos de los asesinatos más crueles y sangrientos, como había acabado con la vida incluso de una mujer embarazada, de niños, de mayores, de hombres, mujeres… sin importar qué habían hecho o por qué, sacando la información que necesitaba de la forma más horrorosa y acabando con sus vidas después, a veces incluso durante el proceso.
Siempre, durante el tiempo que paso hablando, sin moverse de su posición, de espaldas a ella, sin saber si ella estaba allí o se había marchado, con la mirada perdida en el horizonte, esperando que ella por fin entendiera quién era el ¿hombre?, no el monstruo que tenía ante sus ojos y lo equivocada que estaba. Puede que ahora hubiera decidido tratar de pagar por sus pecados, pero no creía ser merecedor del perdón, ni nunca lo iba a ser.
Cuando terminó de hablar, aun caía una ligera lluvia pero el grueso de la tormenta se había trasladado lejos de la isla, era completamente de noche, noche cerrada, una noche sin luna que hacía que las sombras crecieran.
Cuando por fin terminó de hablar, y sin entender del todo que había pasado, se sintió levemente más tranquilo, pero era un cambio tan leve y apenas perceptible, el ex-capitán, ahora agricultor, llevaba una carga tan pesada sobre sus hombros y su conciencia que era incapaz de reconocer el cambio que se producía en su interior.
Delin- Cantidad de envíos : 622
Re: Secretos revelados
No le sorprendió que Delin se alejara de ella, dándole la espalda, apenas recuperó la conciencia. Era su actitud habitual ante cualquier muestra de afecto o amabilidad por parte de ella. Sí se sorprendió, y mucho, cuando él comenzó a hablar libremente, contándole lo que tanto ella había ansiado conocer: su historia.
Se quedó tan inmóvil mientras escuchaba que parecía haberse convertido en una estatua, inmersa en el relato que él hacía, vivenciando, más que oyendo, cada detalle que salía de los labios del ex capitán.
Su corazón se desgarró de dolor y compasión por aquel pequeño niño, criado en medio de la dureza, la exigencia y el odio; torturado, más que entrenado, para ser una máquina de matar. Y tembló de horror y lloró en silencio por cada una de las víctimas que habían caído en sus manos. Por que la narración que oía era una historia de espanto y crueldad, desde la llegada de aquel niñito, poco más que un bebé, a la casa de su mentor hasta el último crimen cometido por aquel mismo niño, convertido ya en hombre.
Cuando él terminó de hablar, permaneció callada y quieta, transida de dolor y frío, reflexionando, asimilando el relato oído. No estaba preparada para la enormidad de lo que había escuchado y las notas del horror resonaron largo tiempo en su alma.
Pero al final de ese viaje a la crueldad, al horror y la muerte, algo crecía en su interior. Algo que le impedía juzgarlo y condenarlo, algo que hacía que de ninguna manera pudiera verlo como el monstruo que Delin creía ser. Él, a quien le habían inculcado que el odio y la violencia eran la norma de la vida, a quien nadie le había mostrado lo que eran el amor y la compasión, había sido capaz de escuchar el lamento de sus víctimas y romper con todo lo que le habían enseñado e impuesto. Para ella, eso era la prueba de la bondad esencial del corazón de Delin, una bondad que no habían podido extinguir ni los castigos, ni las torturas ni los experimentos.
El relato del ex capitán había estremecido cada fibra de su alma, pero no había menoscabado su amor por él. Ella no hubiera podido amar al mercenario que iba torturando y matando a diestra y siniestra, pero amaba al soldado arrepentido y redimido, que cargaba con el peso de sus culpas y se había consagrada a purgarlas defendiendo a débiles e inocentes, a riesgo de su propia vida. Y a ese amor se unían la compasión por el niño maltratado que aún vivía en su interior y una enorme admiración por el hombre que había sido capaz de cambiar su destino.
Si Delin pudiera entenderlo. Si tan sólo pudiera verse a través de sus propios ojos o de los ojos de sus amigos, como Mayo o Elyon. Ningún juez sería tan severo con el ex capitán como él lo era consigo mismo, incapaz de perdonarse, sintiéndose indigno de ser amado o, incluso, de ser tratado con amabilidad. Si tan sólo Delin pudiera verse a sí mismo como ella lo veía…
No supo cuanto tiempo estuvo así, mientras la tormenta en su interior se aplacaba al mismo tiempo que la tempestad que rugía en torno a ellos, hasta que finalmente recuperó habla y movimiento. Con cierta dificultad - sus músculos estaban entumecidos por la larga inmovilidad - se levantó y se acercó a él, rodeándolo para enfrentarlo.
Una vez más se arrodilló frente a Delin, pero esta vez no lo tocó, se limitó a quedarse muy cerca de él mientras le hablaba.
- Yo no estoy equivocada… yo conozco tu corazón… no eres el monstruo que ellos intentaron hacer de ti… tú cambiaste eso… porque eres un hombre bueno…
Su voz era dulce y suave, pero al mismo tiempo, clara y firme. Tenía la fuerza de su profunda convicción en lo que estaba diciendo.
Se quedó tan inmóvil mientras escuchaba que parecía haberse convertido en una estatua, inmersa en el relato que él hacía, vivenciando, más que oyendo, cada detalle que salía de los labios del ex capitán.
Su corazón se desgarró de dolor y compasión por aquel pequeño niño, criado en medio de la dureza, la exigencia y el odio; torturado, más que entrenado, para ser una máquina de matar. Y tembló de horror y lloró en silencio por cada una de las víctimas que habían caído en sus manos. Por que la narración que oía era una historia de espanto y crueldad, desde la llegada de aquel niñito, poco más que un bebé, a la casa de su mentor hasta el último crimen cometido por aquel mismo niño, convertido ya en hombre.
Cuando él terminó de hablar, permaneció callada y quieta, transida de dolor y frío, reflexionando, asimilando el relato oído. No estaba preparada para la enormidad de lo que había escuchado y las notas del horror resonaron largo tiempo en su alma.
Pero al final de ese viaje a la crueldad, al horror y la muerte, algo crecía en su interior. Algo que le impedía juzgarlo y condenarlo, algo que hacía que de ninguna manera pudiera verlo como el monstruo que Delin creía ser. Él, a quien le habían inculcado que el odio y la violencia eran la norma de la vida, a quien nadie le había mostrado lo que eran el amor y la compasión, había sido capaz de escuchar el lamento de sus víctimas y romper con todo lo que le habían enseñado e impuesto. Para ella, eso era la prueba de la bondad esencial del corazón de Delin, una bondad que no habían podido extinguir ni los castigos, ni las torturas ni los experimentos.
El relato del ex capitán había estremecido cada fibra de su alma, pero no había menoscabado su amor por él. Ella no hubiera podido amar al mercenario que iba torturando y matando a diestra y siniestra, pero amaba al soldado arrepentido y redimido, que cargaba con el peso de sus culpas y se había consagrada a purgarlas defendiendo a débiles e inocentes, a riesgo de su propia vida. Y a ese amor se unían la compasión por el niño maltratado que aún vivía en su interior y una enorme admiración por el hombre que había sido capaz de cambiar su destino.
Si Delin pudiera entenderlo. Si tan sólo pudiera verse a través de sus propios ojos o de los ojos de sus amigos, como Mayo o Elyon. Ningún juez sería tan severo con el ex capitán como él lo era consigo mismo, incapaz de perdonarse, sintiéndose indigno de ser amado o, incluso, de ser tratado con amabilidad. Si tan sólo Delin pudiera verse a sí mismo como ella lo veía…
No supo cuanto tiempo estuvo así, mientras la tormenta en su interior se aplacaba al mismo tiempo que la tempestad que rugía en torno a ellos, hasta que finalmente recuperó habla y movimiento. Con cierta dificultad - sus músculos estaban entumecidos por la larga inmovilidad - se levantó y se acercó a él, rodeándolo para enfrentarlo.
Una vez más se arrodilló frente a Delin, pero esta vez no lo tocó, se limitó a quedarse muy cerca de él mientras le hablaba.
- Yo no estoy equivocada… yo conozco tu corazón… no eres el monstruo que ellos intentaron hacer de ti… tú cambiaste eso… porque eres un hombre bueno…
Su voz era dulce y suave, pero al mismo tiempo, clara y firme. Tenía la fuerza de su profunda convicción en lo que estaba diciendo.
Muireall- Cantidad de envíos : 99
Re: Secretos revelados
Pensó que se había marchado, que en algún momento ella por fin había comprendido la verdad y se había marchado, escapando de él, por eso el silencio en medio de la tormenta. Se sintió solo y abandonado, se sintió profundamente triste, pero entendía perfectamente que ella se hubiera marchado.
Permaneció en la misma posición que había estado todo el rato, mirando en la lejanía, por lo que cuando escuchó un ruido a su espalda se sintió sorprendido, fuera quien fuera, aunque estaba casi seguro que era Muireall, no tenía intención de moverse.
Al escuchar sus palabras, se quedó totalmente mudo por la sorpresa, aun no conseguía entenderlo… o ¿tal vez era él quien no entendía nada? ¿por qué era incapaz de entender los misterios de los sentimientos? Quizá era su castigo por ser quien era, era algo que le estaba vetado.
La miró fijamente y se dio cuenta entonces de la situación, llevaban horas allí y había estado lloviendo, estaba empapada y, seguramente helada, no llevaba ropa de abrigo… y sin embargo estaba allí con él. Seguía sin entender nada.
Se levantó sin decir nada, se quitó su gabardina, la tapó con ella y la cogió en brazos, encaminándose de nuevo hacia la casa. Una vez dentro la bajó al suelo, sin embargo, no fue capaz de separarse de ella, quedándose con las manos sobre sus hombros, seguía estando muy confuso, pero algo en su interior le decía cosas que no llegaba a entender.
Y por una vez en su vida, el instinto se impuso sobre la razón, impulsado por algo que no comprendía se acercó aún más a ella y… la besó. Fue un beso torpe y rápido, en realidad era su primer beso. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, se separó con brusquedad de ella y salió nuevamente por la puerta, aunque esta vez, diciendo algo.
- Voy a buscar a Álainn
Cerró la puerta deprisa, evitando oír alguna palabra y corrió hacia la casa de Hannah. Cuando ya se acercaba, detuvo el paso, deteniéndose justo antes de llegar a su destino.
¿Qué había hecho? Ahora puede que la selkie definitivamente lo odiara. Además ¿por qué lo había hecho? Y sin embargo, le había gustado… pero ¿por qué? ¿Cómo? Se sentía avergonzado y los remordimientos afloraban nuevamente. Su conciencia bullía de actividad, diciéndolo que no debía hacer lo que hacía, que no merecía eso, que estaba mal… Estaba confuso, muy confuso.
Finalmente, cuando ya amanecía y las primeras personas empezaban a salir de su casa, se puso en marcha. Llamó a la puerta de la partera y le pidió a Álainn, no se molestó en saludos, ni cortesías, además, Hannah ya le conocía y sabía que era parco en palabras y que jamás daba explicaciones, ardía en curiosidad, pero era mejor esperar a que Muireall le contara que había pasado.
Con el bebé en brazos, volvió sobre sus pasos. No lo había pensado, pero tal vez a la selkie no le gustaba que transportara a su hija un asesino, además, en sus prisas tampoco lo había meditado, pero jamás se había permitido el cogerla en brazos, sin embargo ahora no tenía más opción. No le disgustaba la sensación de transportarla y estar con Álainn, como era habitual, le producía cierta sensación de paz.
Una vez de vuelta a la casa entró, depositó a la pequeña en su cuna y se dispuso a salir de nuevo a la calle. Ya llegaba tarde a su trabajo, y estaba tan avergonzado que no deseaba quedarse mucho rato al lado de Muireall.
Permaneció en la misma posición que había estado todo el rato, mirando en la lejanía, por lo que cuando escuchó un ruido a su espalda se sintió sorprendido, fuera quien fuera, aunque estaba casi seguro que era Muireall, no tenía intención de moverse.
Al escuchar sus palabras, se quedó totalmente mudo por la sorpresa, aun no conseguía entenderlo… o ¿tal vez era él quien no entendía nada? ¿por qué era incapaz de entender los misterios de los sentimientos? Quizá era su castigo por ser quien era, era algo que le estaba vetado.
La miró fijamente y se dio cuenta entonces de la situación, llevaban horas allí y había estado lloviendo, estaba empapada y, seguramente helada, no llevaba ropa de abrigo… y sin embargo estaba allí con él. Seguía sin entender nada.
Se levantó sin decir nada, se quitó su gabardina, la tapó con ella y la cogió en brazos, encaminándose de nuevo hacia la casa. Una vez dentro la bajó al suelo, sin embargo, no fue capaz de separarse de ella, quedándose con las manos sobre sus hombros, seguía estando muy confuso, pero algo en su interior le decía cosas que no llegaba a entender.
Y por una vez en su vida, el instinto se impuso sobre la razón, impulsado por algo que no comprendía se acercó aún más a ella y… la besó. Fue un beso torpe y rápido, en realidad era su primer beso. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, se separó con brusquedad de ella y salió nuevamente por la puerta, aunque esta vez, diciendo algo.
- Voy a buscar a Álainn
Cerró la puerta deprisa, evitando oír alguna palabra y corrió hacia la casa de Hannah. Cuando ya se acercaba, detuvo el paso, deteniéndose justo antes de llegar a su destino.
¿Qué había hecho? Ahora puede que la selkie definitivamente lo odiara. Además ¿por qué lo había hecho? Y sin embargo, le había gustado… pero ¿por qué? ¿Cómo? Se sentía avergonzado y los remordimientos afloraban nuevamente. Su conciencia bullía de actividad, diciéndolo que no debía hacer lo que hacía, que no merecía eso, que estaba mal… Estaba confuso, muy confuso.
Finalmente, cuando ya amanecía y las primeras personas empezaban a salir de su casa, se puso en marcha. Llamó a la puerta de la partera y le pidió a Álainn, no se molestó en saludos, ni cortesías, además, Hannah ya le conocía y sabía que era parco en palabras y que jamás daba explicaciones, ardía en curiosidad, pero era mejor esperar a que Muireall le contara que había pasado.
Con el bebé en brazos, volvió sobre sus pasos. No lo había pensado, pero tal vez a la selkie no le gustaba que transportara a su hija un asesino, además, en sus prisas tampoco lo había meditado, pero jamás se había permitido el cogerla en brazos, sin embargo ahora no tenía más opción. No le disgustaba la sensación de transportarla y estar con Álainn, como era habitual, le producía cierta sensación de paz.
Una vez de vuelta a la casa entró, depositó a la pequeña en su cuna y se dispuso a salir de nuevo a la calle. Ya llegaba tarde a su trabajo, y estaba tan avergonzado que no deseaba quedarse mucho rato al lado de Muireall.
Última edición por Delin el 10/10/10, 05:50 am, editado 1 vez (Razón : corregir faltas de ortografia y esas cosas)
Delin- Cantidad de envíos : 622
Re: Secretos revelados
Que cada vez que la creía cansada y enferma Delin la levantara en brazos, sin decir agua va, para llevarla a un lugar seguro, era ya una costumbre, de modo que se limitó a acurrucarse en sus brazos y dejarse llevar.
Que el joven brujo la besara tras dejarla en el suelo, fue algo totalmente inesperado. Tanto, que no alcanzó a reaccionar antes de que él emprendiera la fuga. Se quedó tocándose los labios, con los ojos muy abiertos y las mejillas ruborizadas, mientras él desaparecía de su vista.
Había sido un beso fugaz e inexperto, el beso de un principiante, que la había llenado de ternura y confusión. ¿Qué significaba eso? ¿Era que Delin había entendido y aceptado su amor? ¿O sólo era el impulso de un momento que, en el fondo, no cambiaba nada? ¿Era por eso que se había marchado tan rápido? ¿Cómo podía alguien haber crecido sin saber nada sobre el amor, sin haber conocido el cariño, la ternura y la amistad? Y ahora que se aproximaba a ellos, no creía merecerlos…
Tembló de pena, cansancio y frío; había sido una noche física y emocionalmente agotadora y aún no terminaba. Como si se moviera en sueños, fue a su habitación en busca de ropa seca y luego de tomar un baño, se cambió. Pese a su cansancio, no se acostó. No podría descansar realmente hasta que Delin y su pequeña estuvieran en casa. No le preocupó la tardanza del joven; adivinaba lo confuso que debía estar y se daba cuenta que necesitaría tiempo para ordenar sus ideas. Por lo demás, confiaba completamente en él; sabía que no rompería su promesa de quedarse y que se dejaría matar antes de permitir que Álainn sufriera algún daño.
Pasó el resto de la noche en vela, sentada en su habitación, escuchando el lejano rumor de las olas. Pensaba en los días venideros - no sabía lo que pasaría en adelante, pero nada sería ya igual para ella – y recordaba también días pasados, los primeros días de su amor con Malcolm. Era tan joven y tímida, tan inexperta, y aquel fornido y sensible pescador la había guiado con tanta delicadeza, sin apurarla nunca, sin presionarla, respetando siempre su libertad… Una oleada de tristeza la sacudió al recordar la muerte de su primer amor, el padre de su hija – nuestra niña tiene los cabellos rubios como los tuyos, ¿sabes, Malcolm? – y, por algunos minutos, las lágrimas corrieron por sus mejillas, pero al recobrar la serenidad tenía una especie de guía para lo que estaba por venir.
En aquellos temas, Delin era mucho más joven e inexperto que ella y, además, era tan esquivo como un cachorro maltratado. Le tocaba a ella ahora guiarlo y esperarlo, con paciencia y ternura. Las barreras que el ex capitán había levantado se habían ya resquebrajado, era cosa de tiempo para que cayeran por completo. Esa era su esperanza.
Poco antes del amanecer se dirigió a la cocina, una buena comida caliente les vendría muy bien a ella y a Delin,; la leche que llenaba sus senos sería el desayuno de Álainn. Terminaba ya de preparar todo cuando lo sintió entrar. Al ir hacia la habitación y verlo, preparado ya para salir, se sintió turbada y no pudo evitar ruborizarse, pero un gorjeo de su pequeña, feliz de ver a su madre. Le ayudó a controlarse. Pasando junto a él, se acercó a la cuna y tomó a la niña en brazos.
- El desayuno… está listo – anunció – yo… te acompañaré…. luego… cuando alimente a Álainn – había permanecido con los ojos fijos en su pequeña, pero entonces miró a Delin y le sonrío – Gracias por traerla.
Que el joven brujo la besara tras dejarla en el suelo, fue algo totalmente inesperado. Tanto, que no alcanzó a reaccionar antes de que él emprendiera la fuga. Se quedó tocándose los labios, con los ojos muy abiertos y las mejillas ruborizadas, mientras él desaparecía de su vista.
Había sido un beso fugaz e inexperto, el beso de un principiante, que la había llenado de ternura y confusión. ¿Qué significaba eso? ¿Era que Delin había entendido y aceptado su amor? ¿O sólo era el impulso de un momento que, en el fondo, no cambiaba nada? ¿Era por eso que se había marchado tan rápido? ¿Cómo podía alguien haber crecido sin saber nada sobre el amor, sin haber conocido el cariño, la ternura y la amistad? Y ahora que se aproximaba a ellos, no creía merecerlos…
Tembló de pena, cansancio y frío; había sido una noche física y emocionalmente agotadora y aún no terminaba. Como si se moviera en sueños, fue a su habitación en busca de ropa seca y luego de tomar un baño, se cambió. Pese a su cansancio, no se acostó. No podría descansar realmente hasta que Delin y su pequeña estuvieran en casa. No le preocupó la tardanza del joven; adivinaba lo confuso que debía estar y se daba cuenta que necesitaría tiempo para ordenar sus ideas. Por lo demás, confiaba completamente en él; sabía que no rompería su promesa de quedarse y que se dejaría matar antes de permitir que Álainn sufriera algún daño.
Pasó el resto de la noche en vela, sentada en su habitación, escuchando el lejano rumor de las olas. Pensaba en los días venideros - no sabía lo que pasaría en adelante, pero nada sería ya igual para ella – y recordaba también días pasados, los primeros días de su amor con Malcolm. Era tan joven y tímida, tan inexperta, y aquel fornido y sensible pescador la había guiado con tanta delicadeza, sin apurarla nunca, sin presionarla, respetando siempre su libertad… Una oleada de tristeza la sacudió al recordar la muerte de su primer amor, el padre de su hija – nuestra niña tiene los cabellos rubios como los tuyos, ¿sabes, Malcolm? – y, por algunos minutos, las lágrimas corrieron por sus mejillas, pero al recobrar la serenidad tenía una especie de guía para lo que estaba por venir.
En aquellos temas, Delin era mucho más joven e inexperto que ella y, además, era tan esquivo como un cachorro maltratado. Le tocaba a ella ahora guiarlo y esperarlo, con paciencia y ternura. Las barreras que el ex capitán había levantado se habían ya resquebrajado, era cosa de tiempo para que cayeran por completo. Esa era su esperanza.
Poco antes del amanecer se dirigió a la cocina, una buena comida caliente les vendría muy bien a ella y a Delin,; la leche que llenaba sus senos sería el desayuno de Álainn. Terminaba ya de preparar todo cuando lo sintió entrar. Al ir hacia la habitación y verlo, preparado ya para salir, se sintió turbada y no pudo evitar ruborizarse, pero un gorjeo de su pequeña, feliz de ver a su madre. Le ayudó a controlarse. Pasando junto a él, se acercó a la cuna y tomó a la niña en brazos.
- El desayuno… está listo – anunció – yo… te acompañaré…. luego… cuando alimente a Álainn – había permanecido con los ojos fijos en su pequeña, pero entonces miró a Delin y le sonrío – Gracias por traerla.
Muireall- Cantidad de envíos : 99
Re: Secretos revelados
Delin no esperaba encontrar a la selkie despierta, después de la pasada noche, después de la tormenta y las horas sin dormir, creía que la encontraría en su cuarto, dormida, y que podría huir sin ser visto.
Sin embargo ella lo esperaba, como de costumbre, con el desayuno en la mesa. Aun sintiéndose profundamente avergonzado, recogió una manzana de la mesa y salió por la puerta como si su vida dependiera de ello, mascullando un llego tarde, justo antes de cerrar la puerta.
Pasó todo el día trabajando más duro que de costumbre, tratando que su mente no volviera una y otra vez a Muireall, tratando de evitar la confusión, de evitar que ese primer beso no volviera a su mente… y cada vez que algo de eso volvía a su mente, golpeaba con más fuerza la tierra, o quitaba las malas hierbas con más furia.
Finalmente, a la hora de volver a la casa, se entretuvo todo lo que pudo por el camino, estaba confuso, aun más que de costumbre, y además se encontraba agotado, las dos noches sin dormir, sumada a la tormenta, su “aventura” en el mar, Muireall… agitó la cabeza confuso y algo enfurecido y empezó de nuevo a caminar hasta la casa.
Se detuvo unas cuantas veces más por el camino, retrasando lo inevitable, y sintiendo una extraña mezcla de anhelo y enfado cada vez que la selkie se colaba en sus pensamientos.
Cuando por fin entró en la casa, entró evitando mirarla, masculló que no tenía hambre y se tumbó de espaldas en su cama. Era una excusa tan buena como cualquier otra para evitar estar con ella, o mejor dicho, de evitar hablar con ella.
A pesar del agotamiento, apenas consiguió dormir unos minutos seguidos, entre los remordimientos, la culpabilidad, la vergüenza, la selkie… tenía pesadillas, empezaban como un sueño en el que estaba con Muireall, pero siempre ocurría algo, o sus “jefes” les encontraban, o sus víctimas se levantaban de la tumba para vengarse…
A pesar de todo, no se levantó de la cama, enfrentarse a sus pesadillas, era algo para lo que estaba preparado, enfrentarse a su confusión, a las voces de sus víctimas, era algo que tenía asumido, pero enfrentarse a su mirada, a su voz, a su sonrisa… seguía muy confuso…
En algún momento le pareció que se quedaba solo en la casa, o al menos que solo se encontraba la pequeña Álainn en su cuna. Así que se levantó y se acercó a la pequeña, estiró su mano y tocó los dedos de la pequeña, tratando de evadirse de la realidad. Pero ni siquiera estar con la pequeña era capaz de calmarlo aquel día, de evitar que sus pensamientos volvieran a la selkie, a sus víctimas…
Desesperado, alargó los brazos hacia la pequeña y la tomó en brazos, algo torpemente, no estaba acostumbrado a tener un bebé en brazos, pero jamás se atrevería a hacer daño a la pequeña, la cogía con extrema delicadeza. Con ella en brazos se sentó de nuevo en su cama, agotado, se tumbó de nuevo sobre la cama colocando a la pequeña entre él y la almohada para evitar que la pequeña pudiera caerse y, mecido por los gorjeos de Álainn, finalmente consiguió dormirse.
(FDI: Si algo no te parece bien dimelo y lo cambio)
Sin embargo ella lo esperaba, como de costumbre, con el desayuno en la mesa. Aun sintiéndose profundamente avergonzado, recogió una manzana de la mesa y salió por la puerta como si su vida dependiera de ello, mascullando un llego tarde, justo antes de cerrar la puerta.
Pasó todo el día trabajando más duro que de costumbre, tratando que su mente no volviera una y otra vez a Muireall, tratando de evitar la confusión, de evitar que ese primer beso no volviera a su mente… y cada vez que algo de eso volvía a su mente, golpeaba con más fuerza la tierra, o quitaba las malas hierbas con más furia.
Finalmente, a la hora de volver a la casa, se entretuvo todo lo que pudo por el camino, estaba confuso, aun más que de costumbre, y además se encontraba agotado, las dos noches sin dormir, sumada a la tormenta, su “aventura” en el mar, Muireall… agitó la cabeza confuso y algo enfurecido y empezó de nuevo a caminar hasta la casa.
Se detuvo unas cuantas veces más por el camino, retrasando lo inevitable, y sintiendo una extraña mezcla de anhelo y enfado cada vez que la selkie se colaba en sus pensamientos.
Cuando por fin entró en la casa, entró evitando mirarla, masculló que no tenía hambre y se tumbó de espaldas en su cama. Era una excusa tan buena como cualquier otra para evitar estar con ella, o mejor dicho, de evitar hablar con ella.
A pesar del agotamiento, apenas consiguió dormir unos minutos seguidos, entre los remordimientos, la culpabilidad, la vergüenza, la selkie… tenía pesadillas, empezaban como un sueño en el que estaba con Muireall, pero siempre ocurría algo, o sus “jefes” les encontraban, o sus víctimas se levantaban de la tumba para vengarse…
A pesar de todo, no se levantó de la cama, enfrentarse a sus pesadillas, era algo para lo que estaba preparado, enfrentarse a su confusión, a las voces de sus víctimas, era algo que tenía asumido, pero enfrentarse a su mirada, a su voz, a su sonrisa… seguía muy confuso…
En algún momento le pareció que se quedaba solo en la casa, o al menos que solo se encontraba la pequeña Álainn en su cuna. Así que se levantó y se acercó a la pequeña, estiró su mano y tocó los dedos de la pequeña, tratando de evadirse de la realidad. Pero ni siquiera estar con la pequeña era capaz de calmarlo aquel día, de evitar que sus pensamientos volvieran a la selkie, a sus víctimas…
Desesperado, alargó los brazos hacia la pequeña y la tomó en brazos, algo torpemente, no estaba acostumbrado a tener un bebé en brazos, pero jamás se atrevería a hacer daño a la pequeña, la cogía con extrema delicadeza. Con ella en brazos se sentó de nuevo en su cama, agotado, se tumbó de nuevo sobre la cama colocando a la pequeña entre él y la almohada para evitar que la pequeña pudiera caerse y, mecido por los gorjeos de Álainn, finalmente consiguió dormirse.
(FDI: Si algo no te parece bien dimelo y lo cambio)
Delin- Cantidad de envíos : 622
Re: Secretos revelados
(FDI: Tu post me parece muy bien, no hay nada que cambiar. Respecto al mío, digo lo mismo que tú: si algo no te parece bien, me dices y edito)
Un suspiro, mezcla de resignación y frustración, se escapó de sus labios cuando vio que Delin tomaba la manzana y salía aprisa de la casa; iba a ser todo muy difícil.
Tras amamantar a Álainn y cambiarla, se alimentó también y luego se tendió en la cama, durmiéndose de inmediato; fue el suyo un sueño profundo, sin sobresaltos. Despertó pasado el mediodía. Habitualmente era un ama de casa hacendosa, pero aquel día hizo poco más que tender las camas, bañar y alimentar a la bebé y prepararse un refrigerio; aquel día tenía muchas cosas que hace fuera de casa.
Cargando a su niña en la espalda, tomó el rumbo de la casa de Hannah. Necesitaba agradecerle a la partera por cuidar a su pequeña, disculparse por su irrupción en su casa a esas horas de la noche y explicarle lo que había sucedido. No tuvo ninguna dificultad con las dos primeras cosas, pero con la tercera fue algo muy diferente ¿Cómo explicar lo que había sucedido cuando era algo tan íntimo y ni siquiera ella mismo lo comprendía bien?
Como tampoco era capaz de inventar una excusa que explicara su actuación, se enredó en un mar de balbuceos y frases sueltas, en las que apenas podían distinguirse las palabras “mar”, “tormenta” y “Delin”. Su suplicio sólo acabó cuando Hannah, que finalmente no había podido enterarse de nada, le dijo que estaba bien, que ya no se preocupara.
Agradecida y aliviada, se dirigió al lugar donde había encontrado trabajo. Era una pequeña granja dedicada a la apicultura, relativamente cerca de la playa. La había encontrado un día en que, al volver a casa luego de su habitual vagabundeo por la costa, había tomado un camino diferente al habitual. Un panal roto y un enjambre de abejas furiosos abalanzándose sobre la selkie y su hija, para luego ser calmado sólo con la voz y la mirada de la muchacha, fueron suficientes para convencer a los ancianos dueños de las colmenas de que habían encontrado a la persona idónea para ayudarlos en las tareas de apicultura.
Se pasó la tarde entre las colmenas, protegidas ella y Álainn con sendos sombreros proporcionados por la gentil dueña de casa. Necesitaba protegerse del sol, pero no de las abejas; había trabado pronta amistad con ellas, haciéndolas comprender que atendería a sus necesidades y las protegería a cambio de parte de su miel y no temía que la atacaran ni a ella ni a su hija. Trabajaba con ahínco, procurando no pensar en nada más que las abejas y la miel, pero cuando se detenía a descansar unos momentos bajo la sombra, para hidratarse y atender a Álainn, no podía evitar que sus pensamientos volaran hacia Delin.
¿Cómo estaría pasando su día? ¿Estaría aún confuso y avergonzado? ¿Sus fantasmas habían vuelto a torturarle? ¿Se liberaría alguna vez de ellos? ¿Cómo hacerle entender lo feliz que se había sentido cuando la había besado? Ya le era difícil de por sí, debido a su timidez, hablar libremente de esas cosas y que él la evitara lo hacía todo mucho más complicado ¿Cómo podría llegar a él, hacerle entender?
Terminó sus labores poco antes de atardecer y emprendió el regreso a casa. Preparó la cena luego de acostar a la pequeña en su cuna y se dispuso a esperar a Delin. Confiaba en compartir con él aquellos breves momentos, como todos los días, y la decepción nubló su alma cuando él entró sin mirarla y murmurando que no tenía hambre, se fue a la cama. Las cosas habían empeorado en lugar de mejorar, ahora había perdido incluso ese breve tiempo compartido. Tristemente, comió por deber más que por hambre – era una madre que amamantaba y, por su cría, debía alimentarse adecuadamente – y luego de dejar a Álainn alimentada y limpia, se acostó a su vez.
Llorando casi sin darse cuenta de que lo hacía se hundió en un sueño en que las imágenes de Delin y Malcolm se superponían e intercambiaban continuamente. El leve sonido que hiciera el joven brujo al acercarse a la cuna de la niña la despertó. Abriendo los ojos, se incorporó rápidamente para encontrarse con la sorpresa de ver a Delin cerca de la pequeña. No se asustó ni se preocupó, lo que sintió fue una mezcla de ternura, al ver como él tocaba los dedos de Álainn, y de extrañeza, al notar que él no parecía advertir su presencia ahí.
Esa última impresión fue confirmada cuando Delin sacó de la cuna a la niña con delicadeza, el jamás se había permitido eso antes y la sacó de la habitación. Cautelosamente, lo siguió y vio como él se tumbaba en su cama, colocando cuidadosamente entre él y la almohada y luego se quedaba dormido.
Se quedó un momento sin saber qué hacer. Lo lógico hubiera sido tomar a la niña y llevarla de vuelta a la cama, pero… Álainn estaba contenta, como sus gorjeos lo demostraban y Delin parecía dormir tan tranquilamente… No tuvo corazón para acabar con eso. Espero que la bebé se durmiera antes de acostarse nuevamente. Pasó la noche levantándose a intervalos para ver que la niña no necesitara nada y el amanecer la encontró contemplando a los dos seres que más amaba en el mundo, durmiendo plácidamente uno junto al otro.
Un suspiro, mezcla de resignación y frustración, se escapó de sus labios cuando vio que Delin tomaba la manzana y salía aprisa de la casa; iba a ser todo muy difícil.
Tras amamantar a Álainn y cambiarla, se alimentó también y luego se tendió en la cama, durmiéndose de inmediato; fue el suyo un sueño profundo, sin sobresaltos. Despertó pasado el mediodía. Habitualmente era un ama de casa hacendosa, pero aquel día hizo poco más que tender las camas, bañar y alimentar a la bebé y prepararse un refrigerio; aquel día tenía muchas cosas que hace fuera de casa.
Cargando a su niña en la espalda, tomó el rumbo de la casa de Hannah. Necesitaba agradecerle a la partera por cuidar a su pequeña, disculparse por su irrupción en su casa a esas horas de la noche y explicarle lo que había sucedido. No tuvo ninguna dificultad con las dos primeras cosas, pero con la tercera fue algo muy diferente ¿Cómo explicar lo que había sucedido cuando era algo tan íntimo y ni siquiera ella mismo lo comprendía bien?
Como tampoco era capaz de inventar una excusa que explicara su actuación, se enredó en un mar de balbuceos y frases sueltas, en las que apenas podían distinguirse las palabras “mar”, “tormenta” y “Delin”. Su suplicio sólo acabó cuando Hannah, que finalmente no había podido enterarse de nada, le dijo que estaba bien, que ya no se preocupara.
Agradecida y aliviada, se dirigió al lugar donde había encontrado trabajo. Era una pequeña granja dedicada a la apicultura, relativamente cerca de la playa. La había encontrado un día en que, al volver a casa luego de su habitual vagabundeo por la costa, había tomado un camino diferente al habitual. Un panal roto y un enjambre de abejas furiosos abalanzándose sobre la selkie y su hija, para luego ser calmado sólo con la voz y la mirada de la muchacha, fueron suficientes para convencer a los ancianos dueños de las colmenas de que habían encontrado a la persona idónea para ayudarlos en las tareas de apicultura.
Se pasó la tarde entre las colmenas, protegidas ella y Álainn con sendos sombreros proporcionados por la gentil dueña de casa. Necesitaba protegerse del sol, pero no de las abejas; había trabado pronta amistad con ellas, haciéndolas comprender que atendería a sus necesidades y las protegería a cambio de parte de su miel y no temía que la atacaran ni a ella ni a su hija. Trabajaba con ahínco, procurando no pensar en nada más que las abejas y la miel, pero cuando se detenía a descansar unos momentos bajo la sombra, para hidratarse y atender a Álainn, no podía evitar que sus pensamientos volaran hacia Delin.
¿Cómo estaría pasando su día? ¿Estaría aún confuso y avergonzado? ¿Sus fantasmas habían vuelto a torturarle? ¿Se liberaría alguna vez de ellos? ¿Cómo hacerle entender lo feliz que se había sentido cuando la había besado? Ya le era difícil de por sí, debido a su timidez, hablar libremente de esas cosas y que él la evitara lo hacía todo mucho más complicado ¿Cómo podría llegar a él, hacerle entender?
Terminó sus labores poco antes de atardecer y emprendió el regreso a casa. Preparó la cena luego de acostar a la pequeña en su cuna y se dispuso a esperar a Delin. Confiaba en compartir con él aquellos breves momentos, como todos los días, y la decepción nubló su alma cuando él entró sin mirarla y murmurando que no tenía hambre, se fue a la cama. Las cosas habían empeorado en lugar de mejorar, ahora había perdido incluso ese breve tiempo compartido. Tristemente, comió por deber más que por hambre – era una madre que amamantaba y, por su cría, debía alimentarse adecuadamente – y luego de dejar a Álainn alimentada y limpia, se acostó a su vez.
Llorando casi sin darse cuenta de que lo hacía se hundió en un sueño en que las imágenes de Delin y Malcolm se superponían e intercambiaban continuamente. El leve sonido que hiciera el joven brujo al acercarse a la cuna de la niña la despertó. Abriendo los ojos, se incorporó rápidamente para encontrarse con la sorpresa de ver a Delin cerca de la pequeña. No se asustó ni se preocupó, lo que sintió fue una mezcla de ternura, al ver como él tocaba los dedos de Álainn, y de extrañeza, al notar que él no parecía advertir su presencia ahí.
Esa última impresión fue confirmada cuando Delin sacó de la cuna a la niña con delicadeza, el jamás se había permitido eso antes y la sacó de la habitación. Cautelosamente, lo siguió y vio como él se tumbaba en su cama, colocando cuidadosamente entre él y la almohada y luego se quedaba dormido.
Se quedó un momento sin saber qué hacer. Lo lógico hubiera sido tomar a la niña y llevarla de vuelta a la cama, pero… Álainn estaba contenta, como sus gorjeos lo demostraban y Delin parecía dormir tan tranquilamente… No tuvo corazón para acabar con eso. Espero que la bebé se durmiera antes de acostarse nuevamente. Pasó la noche levantándose a intervalos para ver que la niña no necesitara nada y el amanecer la encontró contemplando a los dos seres que más amaba en el mundo, durmiendo plácidamente uno junto al otro.
Muireall- Cantidad de envíos : 99
Re: Secretos revelados
Esa noche, acompañado de la pequeña, durmió por fin, descansando, como llevaba varios meses sin hacerlo. Por costumbre, siempre dormía alerta, por lo que a la menor señal de que a Álainn le pasara algo se despertaría de golpe, sin embargo durmió tranquilo.
Al amanecer se despertó de golpe al sentirse observado. Abrió los ojos y los clavó sobre los de la selkie, sobresaltado, pero solo durante un instante, justo después, recordó todo, incluso que se había llevado a la pequeña a su cama y se sintió de nuevo avergonzado.
Se levantó de golpe, cogió a la pequeña y se la dio su madre.
- Lo… siento
No se atrevía a mirarla a la cara, asique recogió una pieza de fruta y salió a la calle, solo para darse cuenta de que hoy era su día libre. Sin atreverse a volver a entrar por si ella le reprochaba algo, se encaminó a su propio huerto y se puso a trabajar con ahínco.
Pensaba pasar allí el día, el trabajo le dejaba lo suficientemente cansado como para que su mente dejara de funcionar aunque fuera durante unos instantes. Pero últimamente ni siquiera su trabajo conseguí hacerle olvidar el rostro de la selkie, mucho menos desde la noche anterior, cuando lo había rescatado del mar embravecido, y él la había besado.
Incapaz de dejar de pensar en ella, se sentó sobre una roca a descansar, aunque realmente no estaba cansado, llevaba poco tiempo trabajando, y comerse la fruta que había cogido antes de salir.
Al amanecer se despertó de golpe al sentirse observado. Abrió los ojos y los clavó sobre los de la selkie, sobresaltado, pero solo durante un instante, justo después, recordó todo, incluso que se había llevado a la pequeña a su cama y se sintió de nuevo avergonzado.
Se levantó de golpe, cogió a la pequeña y se la dio su madre.
- Lo… siento
No se atrevía a mirarla a la cara, asique recogió una pieza de fruta y salió a la calle, solo para darse cuenta de que hoy era su día libre. Sin atreverse a volver a entrar por si ella le reprochaba algo, se encaminó a su propio huerto y se puso a trabajar con ahínco.
Pensaba pasar allí el día, el trabajo le dejaba lo suficientemente cansado como para que su mente dejara de funcionar aunque fuera durante unos instantes. Pero últimamente ni siquiera su trabajo conseguí hacerle olvidar el rostro de la selkie, mucho menos desde la noche anterior, cuando lo había rescatado del mar embravecido, y él la había besado.
Incapaz de dejar de pensar en ella, se sentó sobre una roca a descansar, aunque realmente no estaba cansado, llevaba poco tiempo trabajando, y comerse la fruta que había cogido antes de salir.
Delin- Cantidad de envíos : 622
Re: Secretos revelados
La reacción de Delin, culposa y avergonzada, no la sorprendió; pero no por previsible dejó de ser menos frustrante y dolorosa para ella. Como siempre el joven huyó de su presencia, como si hubiera cometido un grave delito, sin darle ocasión de explicarle que no estaba molesta y que no iba a reprocharle nada.
Tratando de resignarse, desayunó y se abocó a alimentar y bañar a Álainn para luego abocarse a las labores domesticas. Tenía mucho que hacer antes de partir a su trabajo al comienzo de la tarde. El día anterior había sido negligente y había dejado muchas tareas pendientes y también tenía que cumplir con los deberes de lectura y escritura que le había dejad Hannah, a quien no le había avisado aún que iba a trabajar por las tardes; tendría que pasar por su casa para advertirle.
Sólo en el cuidado de su niña logró concentrarse por completo. Mientras se afanaba por cumplir con el resto de sus labores, no podía evitar que su pensamiento volviera una y otra vez hacia Delin. La situación que estaban viviendo se asemejaba mucho a la que habían vivido los primeros días de su estancia en esa casa; incluso tenía casi la certeza de que se hubiera ido a pasar las noches al tejado como aquella vez si no le hubiera prometido que no lo haría.
Pero que durmiera dentro de la casa no mejoraba las cosas, si rehuía hasta mirarla, si apenas la hablaba. Comprender por qué él se comportaba así no lo hacía menos doloroso para ella, cuánto más que sabía que Delin también sufría. Vivir así era un suplicio que se le hacía más intolerable cada vez. Tenía que hacer algo para cambiar eso, para conseguir que al menos tuvieran un poco de paz, para que él la tuviera.
Recordando que ese era el día libre del joven brujo, tomó a Álainn en brazos y se dirigió hacia el huerto, esperaba que estuviera ahí y no se le hubiera ocurrido ir hasta el puerto. Lo encontró sentado en el huerto, comiendo la fruta que había llevado consigo. A verlo, su resolución de enfrentar la situación flaqueó un poco, pero logró darse valor recordando lo penoso que le resultaba vivir así. Tomando aire, apretó un poco más a la niña contra sí – casi como si buscara aferrarse de ella- y se le acercó con paso decidido, mientras Álainn gorjeaba contenta al ver al ex capitán y tendía los bracitos hacia él.
- Delin, yo… - comenzó con voz temblorosa – yo… yo no estoy enojada contigo, ni porque me hayas besado ni porque hayas dormido junto a la bebé… no has hecho nada malo… pero… yo no soporto que me eludas… que no me mires… que no hables conmigo… no puedo más… me duele mucho… quiero que te quedes con nosotras… lo quiero mucho… pero no así… no así… si yo te hago daño… si sufres por mi causa… si no quieres estar conmigo… yo… yo… yo… te libero de tu promesa de quedarte…
Había hablado entrecortadamente, con la vista fija en Delin, pero cuando su voz se quebró en la última frase, bajó la vista y ocultó su rostro en el hombro de su pequeña. Temblaba mientras esperaba su respuesta.
Tratando de resignarse, desayunó y se abocó a alimentar y bañar a Álainn para luego abocarse a las labores domesticas. Tenía mucho que hacer antes de partir a su trabajo al comienzo de la tarde. El día anterior había sido negligente y había dejado muchas tareas pendientes y también tenía que cumplir con los deberes de lectura y escritura que le había dejad Hannah, a quien no le había avisado aún que iba a trabajar por las tardes; tendría que pasar por su casa para advertirle.
Sólo en el cuidado de su niña logró concentrarse por completo. Mientras se afanaba por cumplir con el resto de sus labores, no podía evitar que su pensamiento volviera una y otra vez hacia Delin. La situación que estaban viviendo se asemejaba mucho a la que habían vivido los primeros días de su estancia en esa casa; incluso tenía casi la certeza de que se hubiera ido a pasar las noches al tejado como aquella vez si no le hubiera prometido que no lo haría.
Pero que durmiera dentro de la casa no mejoraba las cosas, si rehuía hasta mirarla, si apenas la hablaba. Comprender por qué él se comportaba así no lo hacía menos doloroso para ella, cuánto más que sabía que Delin también sufría. Vivir así era un suplicio que se le hacía más intolerable cada vez. Tenía que hacer algo para cambiar eso, para conseguir que al menos tuvieran un poco de paz, para que él la tuviera.
Recordando que ese era el día libre del joven brujo, tomó a Álainn en brazos y se dirigió hacia el huerto, esperaba que estuviera ahí y no se le hubiera ocurrido ir hasta el puerto. Lo encontró sentado en el huerto, comiendo la fruta que había llevado consigo. A verlo, su resolución de enfrentar la situación flaqueó un poco, pero logró darse valor recordando lo penoso que le resultaba vivir así. Tomando aire, apretó un poco más a la niña contra sí – casi como si buscara aferrarse de ella- y se le acercó con paso decidido, mientras Álainn gorjeaba contenta al ver al ex capitán y tendía los bracitos hacia él.
- Delin, yo… - comenzó con voz temblorosa – yo… yo no estoy enojada contigo, ni porque me hayas besado ni porque hayas dormido junto a la bebé… no has hecho nada malo… pero… yo no soporto que me eludas… que no me mires… que no hables conmigo… no puedo más… me duele mucho… quiero que te quedes con nosotras… lo quiero mucho… pero no así… no así… si yo te hago daño… si sufres por mi causa… si no quieres estar conmigo… yo… yo… yo… te libero de tu promesa de quedarte…
Había hablado entrecortadamente, con la vista fija en Delin, pero cuando su voz se quebró en la última frase, bajó la vista y ocultó su rostro en el hombro de su pequeña. Temblaba mientras esperaba su respuesta.
Muireall- Cantidad de envíos : 99
Re: Secretos revelados
Estaba tan sumido en su dolor y tratando de concentrarse en no pensar en Muireall, que ni siquiera se dio cuenta que ella se acercaba hasta que estaba casi a su lado. Se puso en pie nervioso, sin darse cuenta de que la pequeña extendía los brazos hacia él, puesto que no se atrevía a levantar la mirada.
Hubiera salido corriendo de haber podido, y al darse cuenta de ese pensamiento se dio cuenta de lo extraño que resultaba que alguien como él, un supuesto asesino entrenado, saliera corriendo ante una situación así… los sentimientos eran de lo más extraño e incomprensible…
Cuando ella empezó a hablar se quedó petrificado, no lo entendía, ella ni siquiera estaba molesta ¿por qué? ¿Cómo?... sin embargo ella por fin decía algo que entendía… no lo soportaba, lo que no entendía era el qué no soportaba ¿qué no la mirara? Pero se sentía tan avergonzado y culpable que no creía que pudiera volver a hacerlo… ¿qué no la hablara? Pero sobre qué, si él nunca hablaba…
Sus palabras le dolían, pero no entendía ni cómo ni por qué y que ella lo liberara de su promesa de quedarse lejos de alegrarle, le dejó totalmente hundido… ¿cómo era posible que hubiera tanto poder en unas simples palabras? ¿Cómo era posible que “sentir” fuera tan doloroso? Era infinitamente más doloroso que cualquiera de las heridas que había sufrido a lo largo de su vida.
Se quedó largo rato en silencio, más confuso que nunca, sin atreverse ni siquiera a moverse, sin atreverse a levantar la mirada, sin atreverse a decir nada… su mente funcionaba a toda pastilla, pasando de su dolorosa infancia, a su vida de asesino, y entre medias, siempre aparecía la cara de la selkie, y la de la pequeña Álainn, su mente imagino un futuro en el que se marchaba de allí en ese mismo momento, sin volver la vista atrás liberando a Muireall de su presencia, permitiendo que ella rehiciera su vida como merecía pero se sintió tan solo y asustado de tan solo pensarlo que se dio cuenta de que no podía marcharse de su lado…
… pero entonces… entonces ¿qué? Él no sabía que esperaba de él, no sabía cómo debía comportarse, no entendía lo que pasaba por su mente, mucho menos lo que pasaba por su corazón, estaba confuso… pero si se quedaba ¿no estaría condenando a la muchacha a una vida de sufrimiento? Ella no merecía eso… pero se lo había pedido, le había dicho que ella deseaba que se quedara, pero no podía, no sabía hacerlo…
Por fin levantó la mirada, aun sin saber que decir o hacer, pero al ver a la pequeña, su sonrisa ajena a todos los problemas, sus pequeños bracitos agitándose alegremente, las palabras salieron solas, sin ni siquiera pararse a pensar en las consecuencias
- Yo… no quiero… marcharme… pero yo no sé… no se ¡nada!
Se sentía frustrado, que él recordara era posiblemente la primera vez que expresaba un deseo, pero las palabras no eran lo suyo, definitivamente no, estaba frustrado, y posiblemente las cosas acabaran como debía ser, ella lo echaría de su lado, el se iría a un lugar solitario para evitar que alguien saliera herido cuando le encontraran y todo acabaría así…
Hubiera salido corriendo de haber podido, y al darse cuenta de ese pensamiento se dio cuenta de lo extraño que resultaba que alguien como él, un supuesto asesino entrenado, saliera corriendo ante una situación así… los sentimientos eran de lo más extraño e incomprensible…
Cuando ella empezó a hablar se quedó petrificado, no lo entendía, ella ni siquiera estaba molesta ¿por qué? ¿Cómo?... sin embargo ella por fin decía algo que entendía… no lo soportaba, lo que no entendía era el qué no soportaba ¿qué no la mirara? Pero se sentía tan avergonzado y culpable que no creía que pudiera volver a hacerlo… ¿qué no la hablara? Pero sobre qué, si él nunca hablaba…
Sus palabras le dolían, pero no entendía ni cómo ni por qué y que ella lo liberara de su promesa de quedarse lejos de alegrarle, le dejó totalmente hundido… ¿cómo era posible que hubiera tanto poder en unas simples palabras? ¿Cómo era posible que “sentir” fuera tan doloroso? Era infinitamente más doloroso que cualquiera de las heridas que había sufrido a lo largo de su vida.
Se quedó largo rato en silencio, más confuso que nunca, sin atreverse ni siquiera a moverse, sin atreverse a levantar la mirada, sin atreverse a decir nada… su mente funcionaba a toda pastilla, pasando de su dolorosa infancia, a su vida de asesino, y entre medias, siempre aparecía la cara de la selkie, y la de la pequeña Álainn, su mente imagino un futuro en el que se marchaba de allí en ese mismo momento, sin volver la vista atrás liberando a Muireall de su presencia, permitiendo que ella rehiciera su vida como merecía pero se sintió tan solo y asustado de tan solo pensarlo que se dio cuenta de que no podía marcharse de su lado…
… pero entonces… entonces ¿qué? Él no sabía que esperaba de él, no sabía cómo debía comportarse, no entendía lo que pasaba por su mente, mucho menos lo que pasaba por su corazón, estaba confuso… pero si se quedaba ¿no estaría condenando a la muchacha a una vida de sufrimiento? Ella no merecía eso… pero se lo había pedido, le había dicho que ella deseaba que se quedara, pero no podía, no sabía hacerlo…
Por fin levantó la mirada, aun sin saber que decir o hacer, pero al ver a la pequeña, su sonrisa ajena a todos los problemas, sus pequeños bracitos agitándose alegremente, las palabras salieron solas, sin ni siquiera pararse a pensar en las consecuencias
- Yo… no quiero… marcharme… pero yo no sé… no se ¡nada!
Se sentía frustrado, que él recordara era posiblemente la primera vez que expresaba un deseo, pero las palabras no eran lo suyo, definitivamente no, estaba frustrado, y posiblemente las cosas acabaran como debía ser, ella lo echaría de su lado, el se iría a un lugar solitario para evitar que alguien saliera herido cuando le encontraran y todo acabaría así…
Delin- Cantidad de envíos : 622
Re: Secretos revelados
Abrazada a su niña, percibía con absoluta claridad las emociones que sacudían a Delin y su temor aumentaba con cada segundo que pasaba. Pese a que la situación en que vivían le resultaba insoportable, la idea de que el decidiera alejarse definitivamente la aterraba. No podía ni quería volver a vivir la perdida de una persona amada, y si Delin se marchaba lo haría para siempre y sería casi como si hubiera muerto.
El tiempo en que el joven permaneció en silencio, meditando, se le hizo eterno y le dio espacio suficiente para arrepentirse de haber hablado. ¿Por qué lo había hecho? ¿Para qué? Cierto que la situación le resultaba dura, pero sería peor si él se iba y, de todas maneras, prefería sufrir a su lado que sin él.
Cuando por fin Delin habló, la angustia y el miedo que sentía desaparecieron como por encanto ¡Él quería quedarse! Su rostro resplandecía cuando lo levantó para mirarlo.
- No es necesario que sepas nada, sólo quédate con nosotras, déjate llevar, no pienses…
Ansiaba poder transmitirle que sentir no era malo, que no todo era dolor, confusión o culpa. También estaban el amor, la alegría, la esperanza, la paz; esa paz que ella sabía que él sentía cerca de su pequeña. Quería transmitírselo pero intuía que no era cosa sólo de palabras, tenía que encontrar la manera de hacérselo vivir.
De pronto, experimentó la fuerte necesidad de acercarse a él, de establecer un contacto más cercano y, dominando su timidez, hizo lo que le había sugerido a él y se dejó llevar,
Acomodando a Álainn sobre su hombro para sostenerla con un solo brazo, se acercó un par de pasos al muchacho con la mano extendida y acarició con suavidad su rostro. Luego se acercó un poco más y pasándole la mano por la nuca, atrajo su rostro hacia el de ella y, con las mejillas ardiendo debido a su osadía, lo besó suavemente en los labios.
El tiempo en que el joven permaneció en silencio, meditando, se le hizo eterno y le dio espacio suficiente para arrepentirse de haber hablado. ¿Por qué lo había hecho? ¿Para qué? Cierto que la situación le resultaba dura, pero sería peor si él se iba y, de todas maneras, prefería sufrir a su lado que sin él.
Cuando por fin Delin habló, la angustia y el miedo que sentía desaparecieron como por encanto ¡Él quería quedarse! Su rostro resplandecía cuando lo levantó para mirarlo.
- No es necesario que sepas nada, sólo quédate con nosotras, déjate llevar, no pienses…
Ansiaba poder transmitirle que sentir no era malo, que no todo era dolor, confusión o culpa. También estaban el amor, la alegría, la esperanza, la paz; esa paz que ella sabía que él sentía cerca de su pequeña. Quería transmitírselo pero intuía que no era cosa sólo de palabras, tenía que encontrar la manera de hacérselo vivir.
De pronto, experimentó la fuerte necesidad de acercarse a él, de establecer un contacto más cercano y, dominando su timidez, hizo lo que le había sugerido a él y se dejó llevar,
Acomodando a Álainn sobre su hombro para sostenerla con un solo brazo, se acercó un par de pasos al muchacho con la mano extendida y acarició con suavidad su rostro. Luego se acercó un poco más y pasándole la mano por la nuca, atrajo su rostro hacia el de ella y, con las mejillas ardiendo debido a su osadía, lo besó suavemente en los labios.
Muireall- Cantidad de envíos : 99
Re: Secretos revelados
Cuando Muireall acarició su rostro con la misma suavidad con la que ella trataba a la pequeña, sintió algo en su interior indescriptible, pero al mismo tiempo placentero, aunque su corazón se aceleró de tal manera que pensó que se iba a salir de su sitio…
No tuvo tiempo de pensar en porque estaba tan nervioso, o en pensar en huir de su lado, además sentía los pies atados al suelo… pero simplemente, antes de que cualquiera de estos pensamientos pasara por su mente, ella se acercó un poco más, haciendo que su corazón se acelerara todavía más, y lo besó.
Fue un beso dulce y suave, sorprendente y fascinante. Tras los segundos iniciales de sorpresa, las palabras de la selkie resonaron en su mente entre el fuerte sonido de su corazón “…déjate llevar, no pienses…” y así, sin pensar, sin poder tampoco intentar pensar, se dejó llevar por el momento y rodeó a la muchacha con sus brazos, uno sobre su cintura, atrayéndola hacia él mismo, el otro rodeando con suavidad a Álainn y la misma Muireall.
Y dejándose llevar aun más pasó del suave beso de ella a uno más profundo, que trasmitía tanto la inexperiencia y rudeza del excapitán, como su inocencia en cuestiones sentimentales y los sentimientos de amor por la muchacha que, a pesar de no saber definir ni identificar, se encontraban en su interior.
No tuvo tiempo de pensar en porque estaba tan nervioso, o en pensar en huir de su lado, además sentía los pies atados al suelo… pero simplemente, antes de que cualquiera de estos pensamientos pasara por su mente, ella se acercó un poco más, haciendo que su corazón se acelerara todavía más, y lo besó.
Fue un beso dulce y suave, sorprendente y fascinante. Tras los segundos iniciales de sorpresa, las palabras de la selkie resonaron en su mente entre el fuerte sonido de su corazón “…déjate llevar, no pienses…” y así, sin pensar, sin poder tampoco intentar pensar, se dejó llevar por el momento y rodeó a la muchacha con sus brazos, uno sobre su cintura, atrayéndola hacia él mismo, el otro rodeando con suavidad a Álainn y la misma Muireall.
Y dejándose llevar aun más pasó del suave beso de ella a uno más profundo, que trasmitía tanto la inexperiencia y rudeza del excapitán, como su inocencia en cuestiones sentimentales y los sentimientos de amor por la muchacha que, a pesar de no saber definir ni identificar, se encontraban en su interior.
Delin- Cantidad de envíos : 622
Re: Secretos revelados
Tomar la iniciativa de besarlo había sido tanto un acto de valor como de amor. No sólo porque había tenido que vencer su natural timidez, sino también porque corría el riesgo de que él la rechazara y huyera de nuevo, quizás para no volver. Pero la reacción del capitán no había sido la temida, había sido la anhelada.
No fueron sólo los brazos de Delin los que la rodearon; también su aura, vibrante de amor, la envolvió como una delicada y cálida cobija. Y aquella respuesta a su beso, ruda, inexperta, inocente, la hizo vibrar; su corazón pareció enloquecer dentro de su pecho y el rubor de sus mejillas no se debió ya a la timidez.
Un murmullo de Álainn, incómoda ya en la posición en que estaba, rompió el encantamiento. Se separó con suavidad, casi con renuencia, no sin antes darle otro breve y suave beso y acomodó a la niña en sus brazos. Por un momento, evitó mirar a Delin; la timidez había hecho presa de ella de nuevo y no sabía qué hacer ni qué decir. Se sentía feliz y temerosa al mismo tiempo, no quería equivocarse y echarlo todo a perder.
Pero, pasado un instante, se obligó a tener valor y levantar la cabeza. Sus ojos y su sonrisa eran luminosos cuando lo miró y le habló.
- ¿Quieres venir a la casa y comer con nosotras? Yo… voy a cocinar para los tres… Álainn tomará su primera comida hoy… ¿Quieres cargarla?
Acompañando la última frase de su madre, la pequeña extendió los bracitos hacia Delin, gorjeando.
No fueron sólo los brazos de Delin los que la rodearon; también su aura, vibrante de amor, la envolvió como una delicada y cálida cobija. Y aquella respuesta a su beso, ruda, inexperta, inocente, la hizo vibrar; su corazón pareció enloquecer dentro de su pecho y el rubor de sus mejillas no se debió ya a la timidez.
Un murmullo de Álainn, incómoda ya en la posición en que estaba, rompió el encantamiento. Se separó con suavidad, casi con renuencia, no sin antes darle otro breve y suave beso y acomodó a la niña en sus brazos. Por un momento, evitó mirar a Delin; la timidez había hecho presa de ella de nuevo y no sabía qué hacer ni qué decir. Se sentía feliz y temerosa al mismo tiempo, no quería equivocarse y echarlo todo a perder.
Pero, pasado un instante, se obligó a tener valor y levantar la cabeza. Sus ojos y su sonrisa eran luminosos cuando lo miró y le habló.
- ¿Quieres venir a la casa y comer con nosotras? Yo… voy a cocinar para los tres… Álainn tomará su primera comida hoy… ¿Quieres cargarla?
Acompañando la última frase de su madre, la pequeña extendió los bracitos hacia Delin, gorjeando.
Muireall- Cantidad de envíos : 99
Re: Secretos revelados
Muy a su pesar, y aunque no entendía por qué era así, soltó a la selkie en el mismo momento que oyó el murmullo de la pequeña y notó que ella empezaba a separarse. Le sorprendió el último beso que ella le dio justo antes de separarse y se quedó un momento aturdido.
Una vez separados, se dio verdadera cuenta de lo que acaba de pasar y, sintiéndose torpe, ignorante y asustado por que ella pudiera estar enfadada, agachó la cabeza sin saber muy bien que hacer o decir.
Al oír la voz de Muireall y notar que en su voz no había rastro de ningún tipo de enfado, levantó la mirada justo para vez como Álainn alargaba los brazos hacia él. Extrañado y asustado se quedó mirando a la selkie. Que el supiera, solo en una ocasión le había visto con ella en brazos y creía que a ella no le gustaba que lo hiciera, sin embargo ella misma se lo ofrecía y la pequeña, que parecía leer el pensamiento de su madre, alargaba los brazos hacia él.
Sin poderse resistir al reclamo de la pequeña y sintiéndose como hechizado, cogió a Álainn en brazos y asintió a la pregunta de Muireall. En aquel momento sintió por primera vez desde que podía recordar, lo que era la felicidad, fue consciente de ello y se sintió contento… pero asustado… ¿realmente merecía aquello?
Siguió a la muchacha al interior de la casa, de manera autómata, no miraba por donde iba su cuerpo funcionaba solo, su mente se perdía en infinitas preguntas sobre su derecho a ser feliz, y se preparaba para contener el estallido de las voces de sus víctimas. Sin embargo, este no llegó, se sentía en paz con la pequeña en brazos.
Durante el breve trayecto hasta la casa, su mano libre, jugueteaba con las pequeñas manitas de Álainn y esta reía y seguía el juego, pero igual que sus pies se movían de manera automática, sus manos también, era raro, muy raro, y tenía tantas preguntas, tantas dudas, tanto miedo…
Una vez separados, se dio verdadera cuenta de lo que acaba de pasar y, sintiéndose torpe, ignorante y asustado por que ella pudiera estar enfadada, agachó la cabeza sin saber muy bien que hacer o decir.
Al oír la voz de Muireall y notar que en su voz no había rastro de ningún tipo de enfado, levantó la mirada justo para vez como Álainn alargaba los brazos hacia él. Extrañado y asustado se quedó mirando a la selkie. Que el supiera, solo en una ocasión le había visto con ella en brazos y creía que a ella no le gustaba que lo hiciera, sin embargo ella misma se lo ofrecía y la pequeña, que parecía leer el pensamiento de su madre, alargaba los brazos hacia él.
Sin poderse resistir al reclamo de la pequeña y sintiéndose como hechizado, cogió a Álainn en brazos y asintió a la pregunta de Muireall. En aquel momento sintió por primera vez desde que podía recordar, lo que era la felicidad, fue consciente de ello y se sintió contento… pero asustado… ¿realmente merecía aquello?
Siguió a la muchacha al interior de la casa, de manera autómata, no miraba por donde iba su cuerpo funcionaba solo, su mente se perdía en infinitas preguntas sobre su derecho a ser feliz, y se preparaba para contener el estallido de las voces de sus víctimas. Sin embargo, este no llegó, se sentía en paz con la pequeña en brazos.
Durante el breve trayecto hasta la casa, su mano libre, jugueteaba con las pequeñas manitas de Álainn y esta reía y seguía el juego, pero igual que sus pies se movían de manera automática, sus manos también, era raro, muy raro, y tenía tantas preguntas, tantas dudas, tanto miedo…
Delin- Cantidad de envíos : 622
Re: Secretos revelados
Muireall no ignoraba la amalgama de sentimientos que ocupaban el corazón de Delin. No dejaba de sentir angustia ante sus miedos y sus dudas, pero la paz que su pequeña le transmitía al joven y, por sobre todo, ese inédito sentimiento de felicidad que leía en él, que era como un rayo de resplandeciente luz en medio de una densa penumbra, la tranquilizaban y la colmaban de esperanza.
Por eso, aunque sabía que él jugaba con los dedos de su hijita de una manera automática –lo que de todos modos la llenaba de ternura - porque era visible que su mente se encontraba muy lejos, no se descorazonaba ni se llenaba de ansiedad. Sabía que tenía que ser paciente, que todo esto era demasiado nuevo, demasiado extraño para él y que no sabía como manejarlo.
Debía controlar sus deseos de abrazarlo, besarlo y acariciarlo y de ser correspondida por él de la misma manera. Tenía que saber esperarlo como Malcolm la había esperado a ella cuando se conocieron. Si él la hubiera apresurado, ella hubiera escapado de vuelta al mar para no volver. No quería que su Delin volviera a huir. Sabía que él la amaba, sabía que su hija le daba paz, sabía que su beso lo había hecho feliz. Tenía tiempo, podía esperar. Debía esperar.
Entró en la casa contenta como hacía mucho tiempo no lo estaba. En esos momentos mágicos, benditos, su perenne nostalgia y su constante dolor fueron relegados a un rincón muy escondido de su alma. Por ahora, en su corazón sólo había lugar para disfrutar de la sencilla pero enorme dicha de encontrarse en su hogar, con su familia.
- ¿Quieres cargar a Álainn aún unos momentos más? - le preguntó con una sonrisa a Delin - Voy a preparar su comida antes que la nuestra, hoy es un día importante, es el primer día en que comerá algo que no sea mi leche
Canturreando se afanó en la cocina preparando la comida de su pequeña, un sencillo puré de verduras, y no tardó en volver junto a su amor y su hija, portando un plato y una cuchara.
- ¿Me ayudas a darle de comer? - preguntó con naturalidad
Por eso, aunque sabía que él jugaba con los dedos de su hijita de una manera automática –lo que de todos modos la llenaba de ternura - porque era visible que su mente se encontraba muy lejos, no se descorazonaba ni se llenaba de ansiedad. Sabía que tenía que ser paciente, que todo esto era demasiado nuevo, demasiado extraño para él y que no sabía como manejarlo.
Debía controlar sus deseos de abrazarlo, besarlo y acariciarlo y de ser correspondida por él de la misma manera. Tenía que saber esperarlo como Malcolm la había esperado a ella cuando se conocieron. Si él la hubiera apresurado, ella hubiera escapado de vuelta al mar para no volver. No quería que su Delin volviera a huir. Sabía que él la amaba, sabía que su hija le daba paz, sabía que su beso lo había hecho feliz. Tenía tiempo, podía esperar. Debía esperar.
Entró en la casa contenta como hacía mucho tiempo no lo estaba. En esos momentos mágicos, benditos, su perenne nostalgia y su constante dolor fueron relegados a un rincón muy escondido de su alma. Por ahora, en su corazón sólo había lugar para disfrutar de la sencilla pero enorme dicha de encontrarse en su hogar, con su familia.
- ¿Quieres cargar a Álainn aún unos momentos más? - le preguntó con una sonrisa a Delin - Voy a preparar su comida antes que la nuestra, hoy es un día importante, es el primer día en que comerá algo que no sea mi leche
Canturreando se afanó en la cocina preparando la comida de su pequeña, un sencillo puré de verduras, y no tardó en volver junto a su amor y su hija, portando un plato y una cuchara.
- ¿Me ayudas a darle de comer? - preguntó con naturalidad
Muireall- Cantidad de envíos : 99
Re: Secretos revelados
Una vez dentro de la casa se quedó paralizado por unos instantes, no sabía qué hacer, ni que decir, ni cómo actuar, ni si se esperaba de él que soltara a la pequeña y volviera a su trabajo o se quedará allí con ella… en definitiva no sabía ni qué hacer ni cómo actuar.
Por suerte solo fue durante un momento porque Muireall, tan atenta como siempre, le había ofrecido quedarse y además llevar a la pequeña un rato más. Asintió y se encaminó a una silla para esperar que terminara.
Aun confundido, jugaba con la pequeña como si fuera lo más natural del mundo, parecía que estar con aquella criatura tan inocente y tan pura, que no tenía, aún, la capacidad de juzgar ni condenar, era un remanso de paz para su alma. Realmente parecía ser la única criatura con la que se sentía capaz de actuar más naturalmente.
Cuando escuchó la siguiente pregunta de la selkie, se quedó paralizado, sintió la necesidad imperiosa de negarse, no sabía cómo hacer lo que le pedían y no quería que en el proceso, por su inexperiencia, algo saliera mal. Sin embargo, recordando lo que habían hablado con la muchacha unos instantes antes, decidió quedarse.
Lo único que dijo a continuación, fue una pregunta, la que más le había costado pronunciar desde que tenía memoria. Posiblemente porque era una pregunta “para él”, para “aprender” y había constatado a base de castigos que no se debía demostrar ni ignorancia ni la debilidad que esta conllevaba, había que aprender por tus propios medios primero y luego actuar. Ahora tenía que preguntar cómo hacer algo cuando todos sus instintos aprendidos le gritaban que no lo hiciera.
- ¿Cómo?
Por suerte solo fue durante un momento porque Muireall, tan atenta como siempre, le había ofrecido quedarse y además llevar a la pequeña un rato más. Asintió y se encaminó a una silla para esperar que terminara.
Aun confundido, jugaba con la pequeña como si fuera lo más natural del mundo, parecía que estar con aquella criatura tan inocente y tan pura, que no tenía, aún, la capacidad de juzgar ni condenar, era un remanso de paz para su alma. Realmente parecía ser la única criatura con la que se sentía capaz de actuar más naturalmente.
Cuando escuchó la siguiente pregunta de la selkie, se quedó paralizado, sintió la necesidad imperiosa de negarse, no sabía cómo hacer lo que le pedían y no quería que en el proceso, por su inexperiencia, algo saliera mal. Sin embargo, recordando lo que habían hablado con la muchacha unos instantes antes, decidió quedarse.
Lo único que dijo a continuación, fue una pregunta, la que más le había costado pronunciar desde que tenía memoria. Posiblemente porque era una pregunta “para él”, para “aprender” y había constatado a base de castigos que no se debía demostrar ni ignorancia ni la debilidad que esta conllevaba, había que aprender por tus propios medios primero y luego actuar. Ahora tenía que preguntar cómo hacer algo cuando todos sus instintos aprendidos le gritaban que no lo hiciera.
- ¿Cómo?
Delin- Cantidad de envíos : 622
Página 1 de 2. • 1, 2
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
14/11/24, 09:56 pm por Alma Swann
» El Vals de los Enmascarados
11/11/24, 09:24 am por Luthys
» Adonde me lleven los sueños
04/04/18, 08:55 pm por Lisandot
» Sentimientos encontrados
22/02/18, 10:03 pm por Songèrie
» El fin de un viaje y el comienzo de otro.
04/02/18, 03:16 pm por Florangél
» Vini, saquei, marchi
30/01/18, 06:23 pm por Narrador
» Rumbo a Moselec (Trama 3)
30/01/18, 06:01 pm por Narrador
» Trama 3 . Se reclutan piratas y maleantes varios
30/01/18, 05:58 pm por Narrador
» Vestigios del pasado
30/08/17, 06:51 pm por Auria