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Cruce de caminos

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Mensaje por Lisandot 14/07/11, 01:57 am

Como una penitente volvía a Móselec una vez más.

Como cada vez que sus expediciones a cualquiera de las otras islas acababa convertida en un completo fracaso – Adysium no había sido la excepción – volvía otra vez al lugar donde había comenzado todo. Nunca había obtenido algo en sus visitas anteriores, pero obstinada, obsesivamente siempre retornaba, asida a la vana de esperanza de que, esta vez sí, encontraría alguna pista, un leve indicio de lo que había pasado con Akira.

¿Dónde estás, amor, dónde estás? ¿Por qué te marchaste así?

Esta vez a la frustración de no haberse siquiera acercado a lo que buscaba, se unía la desazón por las noticias de la guerra. Apenas se había enterado del ataque a Shamataw había querido ir allí para asegurase de que el semielfo no había estado en medio de la batalla o para estar a su lado sí así había sido, pero no había encontrado ningún barco que se dirigiera a aquella isla. Sus viajes astrales le habían dicho que Akira no estaba ahí y entonces se había embarcado a Móselec.

Había costeado su pasaje ofreciendo sus servicios de sanadora, única manera que había encontrado de hacerlo, debido a lo corto de sus fondos y lo caro del viaje a Cessele. Las horas se desgranaban como notas de una monótona melodía en aquel largo viaje, más largo aún por la falta de vientos favorables, sólo interrumpidas por el mareo de un pasajero aquí o la indigestión de otro allá. Sin ánimo de sumarse a las actividades de a bordo, pasaba las horas en el minúsculo camarote que le había sido asignado, durmiendo apenas y apenas comiendo, sumida en sus recuerdos, en sus temores, en su creciente desesperanza. Sólo salía de su encierro para atender a un eventual paciente o para pasear por cubierta a altas horas de la noche, cuando los demás pasajeros dormían. En la casi total soledad, sólo observada con disimulada curiosidad por algún marinero de guardia.

Aquella noche, madrugada ya, Enki, Aesid y Scathach estaban ocultas por densos nubarrones y el viento batía con fuerza las olas. En otras ocasiones, hubiera vuelto en seguida a su camarote al primer amague de tormenta, pero esta vez su espíritu estaba tan en sintonía con el clima opresivo y turbulento que se quedó allí, impávida, arrebujándose sólo un poco más en la capa que la cubría. Sólo cuando la lluvia empezó a caer impetuosa, un marino consiguió hacerla volver a su camarote.

Fue cosa de minutos que la tormenta se desatara con fuerza. El rugiente viento creaba olas gigantescas que alzaban y luego dejaban caer al barco sin piedad, una y otra vez, zarandeándolo de tal modo que nadie podía mantenerse en pie en los camarotes y los marineros tenían que hacer sobrehumanos esfuerzos para no ser arrojados por la borda. La lluvia cayendo como espeso cortinaje, los rayos y los truenos, completaban el cuadro de una de las tempestades más violentas ocurridas en los mares de Jaspia.

A veces, en medio de la agreste sinfonía producida por el rugir del viento, el fragor del oleaje y el retumbar de los truenos, podían oírse voces aterrorizadas de pasajeros clamando por la protección de la divinidad de su preferencia y las órdenes que el capitán y sus oficiales daban a la marinería para tratar de mantener el navío a flote. De pronto, se oyó un ominoso y potente ruido que logró imponerse a la agreste sinfonía de la tormenta y la nave se sacudió violentamente para luego tumbarse de costado, herida de muerte.


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Mensaje por Lohengrin 14/07/11, 09:27 am

Hubo un ruido que superó con creces el bramar del oleaje, y se impuso a los truenos que retumbaban en el cielo. Pero no era del todo un sonido propio de la tormenta. Bajo la quilla, las tablas del barco crujieron y se astillaron, y comenzó a filtrarse agua en una de las bodegas. Abajo estaba Lohengrin, tranquilizando a Caballo. Si una tormenta ya le parecía antinatural cuando estaba descansando en un establo, en alta mar y a bordo de un barco, Caballo sólo podía sentir pánico.

De no ser por la mano tranquilizadora de Lohengrin acariciándole la cruz y la grupa, hubiera atacado a los otros caballos, y también a los dos marineros que habían bajado rápidamene a reparar las peligrosas filtraciones de agua. Los marineros parecían muy preocupados. Lohengrin habló con ellos mientras trabajaban, pero apenas le prestaban atención. Uno de los dos, que estaba pálido como la muerte, dijo más para sí que para Lohengrin: "Esto no lo ha hecho un golpe de mar".

Y entonces vino el bandazo. El barco se giró violéntamente y se tumbó sobre un costado, para luego volver a su posición. Hombres y caballos rodaron por el suelo, pero gracias a la Dama, no se abrió el cerrojo que mantenía cerrado el establo de Caballo.

Lohegrin corrió a trompicones hacia la primera cubierta. Y allí el espectáculo era desolador. La tormenta había apagado todas las lámparas, los marineros trataban de levantarse, recogían velas, cortaban cabos, todo para mantener el barco a flote. Los marineros conocían su oficio, y el contramaestre daba órdenes aquí y allá. Lohengrin se colocó a su lado, esperando instrucciones. Él lo miró, y señaló a un grupo de hombres, diciendo: "A las hachas", y luego se volvió para seguir con la tripulación.


Lohengrin no comprendió lo que estaban haciendo. Un grupo de marineros con hachas de abordaje, parecían patrullar la banda derecha del barco, mientras que otro hacía lo propio con la izquierda. Y en esa zona no había cabos que cortar. ¿Qué estaba ocurriendo? Entonces se escuchó un nuevo crujido. Lohengrin no alcanzó a ver lo que ocurrió, pero escuchó decir a la tripulación que algo había arrancado el bauprés, y se habían roto varios estays en la proa. ¿Algo? ¿Arrancado?

Entonces la cubierta, y todo el barco, se llenó de gritos de terror. "¡KRAKEN! ¡KRAKEN! ¡KRAKEN!"
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Mensaje por Lisandot 15/07/11, 02:31 am

Al comienzo no le prestó mayor atención a la violenta tormenta, envuelta en su oscura burbuja como estaba, pero aquel estruendo que se impuso al fragor de la tormenta, logró sacarla de su abstracción. Había viajado muchas veces en barco y había estado más de una vez en medio de una tempestad, pero algo la hizo sentir que en ese estruendo había algo inusual.

Sin embargo, no tuvo tiempo de hacerse muchas preguntas acerca de lo que estaba sucediendo; el bandazo del barco la arrojó contra una de las paredes del camarote, sin que pudiera sujetarse de algo y su vuelta a la posición original la envió hacia el lado opuesto, acompañada de todos los objetos que no estaban clavados a la pared, varios de los cuales la golpearon sin piedad.

Durante algunos minutos, yació aturdida zarandeándose a la par del barco, pero no tardó en recuperarse. Por entre los sonidos de la tempestad alcanzaba a oír las voces de mando de los oficiales, los gritos de miedo de los pasajeros y algo más terrorífico aún, el crujir de las maderas del barco rompiéndose. “Naufragio”, fue la primera idea que vino a su mente, “estamos naufragando”

Sabedora de que permanecer en su camarote no la protegería en caso de un naufragio, se levantó con esfuerzo y, a tientas y agarrándose de lo que pudo, logró llegar a la cubierta. Todo estaba a oscuras, ya que el viento había apagado todas las lámparas, pero los destellos de los relámpagos iluminaban fugazmente la silueta de los marinos, que luchaban con denuedo para impedir que la nave se hundiera.

Abrazada a un poste observó desolada la titánica lucha de los hombres contra los elementos sin llegar a comprender del todo las maniobras que observaba intermitentemente. Los tripulantes no sólo se afanaban recogiendo velas y cortando cabos, sino que dos piquetes de hombres armados con hachas patrullaban a babor y a estribor “Como si quisieran defenderse de un abordaje”, pensó confusa, pero ¿quién podría querer abordar una nave en medio de una tormenta como aquella?; no tenía sentido. Un nuevo, siniestro, crujido vino a interrumpir el hilo de sus pensamientos y la intriga se transformó en horror cuando las voces de “¡KRAKEN! ¡KRAKEN! ¡KRAKEN!” se esparcieron por el barco llenando los corazones de espanto.

No supo que había contenido la respiración ante el impacto de la noticia, hasta que soltó el aire en forma de un agudo grito cuando, a la luz de un rayo, pudo ver dos enormes tentáculos aparecer sobre la banda de estribor.
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Mensaje por Lohengrin 15/07/11, 07:11 am

No era facil mantener el equilibrio, y sólo los más expertos marineros lo lograban. Lohengrin cayó dos veces sobre las tablas hasta que pudo reunirse con los hombres que patrullaban las bandas. No tardó el comprenderlo todo al oír los gritos que alertaban del ataque de un Kraken. Si eso era cierto, estaban en verdad condenados.

Entonces, al mismo tiempo que gritaba una mujer, un relámpago encendía el cielo, y dos tentáculos sobresalieron sobre la banda de estribor. Uno de ellos se aferraba a la tapa de la banda, mientras que el otro se extendió hasta enroscarse en la base del palo de mesana. La pasajera que gritó estaba allí al lado.

Más tentáculos subían por el otro lado, y los hacheros se afanaban en golpearlos y cortarlos antes de que hicieran presa en algún lugar. Uno de los marineros gritó mientras uno de los brazos del kraken lo cogía por la cintura y lo levantaba en el aire.

El caballero quedó un momento indeciso, pero cuando vio tensarse el tentáculo que agarraba la mesana, supo que se sobrevenía un nuevo bandazo, así que tomó su espada y corrió en aquella dirección. Apartó de un fuerte empujón a la pasajera que se sujetaba al palo, y atacó varias veces el grueso tentáculo, logrando hendirlo hasta la mitad de su grosor, y deslizando la espada hacia atrás para terminar de seccionarlo. No lo logró del todo, pero, afortunadamente la bestia soltó el palo.

Pero la alegría del caballero no duró mucho. Un nuevo crujido y otra sacudida, esta vez por debajo del barco, en la parte de popa, hicieron caer a la gran mayoría de hombres a bordo. Lohengrin rodó por el suelo, y su cuerpo tropezó con el de la pasajera de la capa, estrellándose ambos con la escalera que subía hacia el castillo de popa. Su espada yacía unos metros más allá, y él se arrastró hacia ella para recuperarla. En ese momento, un tentáculo apresó su tobillo.

Mientras tanto, los gritos seguían, y las noticias que traían no eran buenas.
"¡¡EL TIMÓN, EL TIMÓN!! ¡¡HEMOS PERDIDO EL TIMÓN!!



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Mensaje por Lisandot 15/07/11, 09:09 pm

El terror la dominó cuando vio que uno de los tentáculos se aproximaba al palo al cual se asía y apenas logró reaccionar para apartarse lo suficiente para que el tentáculo no la atrapara a ella cuando envolvió la mesana.

Durante unos instantes quedó paralogizada, sin saber que hacer. La espantaba permanecer al lado de aquel monstruoso tentáculo, que podía capturarla en cualquier momento, pero la perspectiva de soltarse no era más alentadora; estaba segura de que si se soltaba, caería irremisiblemente al agua y ella no era una buena nadadora ni siquiera en aguas calmas. Ver como uno de los brazos del kraken agarraba un desventurado marinero por la cintura y lo elevaba por el aire, terminó por decidirla; era mejor morir ahogada que devorada por un monstruo así.

Apenas se había soltado de la mesana e intentaba mantener el equilibrio en la zarandeante cubierta cuando un violento empujón la hizo caer y rodar por el suelo. Desesperadamente, batió los brazos en busca de algo de lo que agarrarse y sus dedos dieron con un cable del que se asieron espasmódicamente. El fuerte tirón casi le descoyuntó el hombro y el cable se le hincó en la carne, haciendo la sangrar debido a la fuerza con que se había agarrado, pero lo logró mantenerse sujeta.

Lo logró, al menos, hasta que un cuerpo rodante chocó con el suyo y la violencia del impacto la hizo soltarse finalmente, desollándose la palma de la mano en el proceso. El golpe contra las escaleras le arrancó el aire, pero no la hizo perder la conciencia. El cuerpo que presionaba el suyo contra las escaleras pronto se apartó, dejándole espacio para respirar. Vagamente supuso que se trataba de uno de los tripulantes que había perdido el equilibrio, pero la fugitiva luz de un nuevo rayo iluminó la figura de un caballero en el preciso instante en que un brazo del kraken lo atrapaba por el tobillo. El grito de horror de Lis fue ahogado por los gritos, mucho más potentes, de "¡¡EL TIMÓN, EL TIMÓN!! ¡¡HEMOS PERDIDO EL TIMÓN!!

Ella poseía un feroz sentido de autoconservación que la había sacado avante en más de una situación que parecía desesperada. En esos segundos de espanto, el recuerdo de Aluunros acudió a su memoria. Sin vacilar llevó su mano herida y sangrante a la garra que llevaba bajo la ropa y sobre su pecho y la apretó con fuerza, enterrándosela en la palma hasta que su sangre la empapó.

Invocado por su sangre, Aluunros apareció junto a ella, confundida su negra silueta con la oscuridad de la noche, y haciéndose cargo de la situación voló en busca de los ojos del kraken y enterró en ellos con saña su pico y sus garras.
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Mensaje por Lohengrin 16/07/11, 09:18 am

El dolor hacía presa en cada uno de los miembros del caballero. Quedó algo aturdido por el golpe, pero se arrastró casi por instinto, para recoger su arma. Al sentir la presa en su tobillo, Lohengrin estiró el brazo para alcanzar su espada. Tan solo medio metro más... Entonces, sobre la banda derecha, vio emerger una enorme cabeza bulbosa, de un color indeterminado, con dos ojos fijos y grandes como las ruedas de un carro. En ese momento, uno de los hacheros de babor, un hombre calvo, extraordinariamente grande y corpulento, cortó el tentáculo que sostenía a Lohengrin, que recuperó con presteza su espada. No tuvo tiempo de agradecerle su salvación al marino, pues éste se vio atrapado por lo que quedaba del tentáculo que el mismo había cortado, y suspendido en el aire, mientras agitaba rabiosamente su hacha.

Miró a la mujer con que había chocado. Estaba arrodillada, y tenía algo entre sus dos manos, como si estuviera encomendándose a la Dama. "Reza por todos nosotros", le dijo Lohengrin. A su alrededor, casi todos los hombres rodaban por el suelo, y algunos ya se arrojaban por las bordas. El kraken no cejaba en su empeño de abrir la nave en dos. Recordó a los dos marineros intentando reparar la vía de agua en las bodegas, a estas alturas ya debía estar llena de agua. También pensó en Caballo.

Y entonces, un chillido como de águila atronó sus oídos, y vio una figura alada lanzarse sobre el rostro de la bestia. "Un grifo de guerra", pensó. "La Orden de la Dama ha venido" Pero el grifo no traía un jinete, y no formaba parte de ningún escuadrón de caballeros montados. El animal ¿de dónde había salido? voló alrededor del kraken, y la bestia, furiosa, batió sus tentáculos. Barrió la cubierta del barco, llevándose por delante lo que quedaba del último piquete de hacheros, y partió por fin el palo de mesana, que en lugar de derrumbarse sobre la cubierta, se quedó enganchado entre los cabos de la arboladura. El naufragio era inminente, y sólo quedaba asirse a algo que pudiera flotar, y confiar en huir a nado tanto del kraken como del grifo.

El grifo atacó una vez más al kraken. Demasiado rápido para el monstruo, así que éste trató de huir, llevándose su botín. EL BARCO era su botín. El primer tirón hizo oscilar la nave hacia ambos lados, y el segundo casi la voltea, pero la nave se resistía a hundirse, aunque la presión de los brazos hizo ceder las tablas del casco, que se astillaron y se combaron hacia dentro.

Finalmente el kraken soltó su presa, giró un par de veces sobre sí mismo, confundido por los continuos ataques del grifo, y se hundió en las profundidades marinas, en medio de un enorme remolino de agua, a la vez que soltaba un gran chorro de tinta negra y hedionda.



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Mensaje por Lisandot 16/07/11, 09:28 pm

Concentrada en su invocación al grifo, no llegó a ver como el caballero era liberado del tentáculo por uno de los hacheros pero sí escuchó la voz que le pedía rezar por todos. Aunque nunca había profesado fe alguna, de manera casi supersticiosa se encomendaba a toda deidad de la que tuviera noticia cuando se encontraba en una situación de verdadero peligro, pero esta era la excepción. Estaba poniendo toda su fe en aquel grifo que ya la había salvado alguna vez.

Prácticamente no tuvo ocasión de disfrutar de la aparición de Aluunros ni de observar como comenzaba su ataque al kraken. Cuando el chillido le indicó que el grifo había aparecido, se vio obligada a concentrar todos sus esfuerzos en no ser expulsada de la cubierta del barco. Este era sacudido por el kraken como si fuera un barquito de juguete provocando que algunos tripulantes y pasajeros cayeran por la borda.

Completamente empapada, con el cuerpo adolorido y la mano aún sangrante, Lis se abrazó a la escalera con las pocas fuerzas que aún le quedaban. A la intermitente luz que brindaba los rayos podía ver la lucha del grifo contra el kraken como si de una fantasmagoría se tratara. Aluunros atacaba al monstruo marino con saña, eludiendo con su velocidad los tentáculos que intentaban atraparlo, pero éstos barrían la cubierta multiplicando los daños en la averiada embarcación. Asida casi convulsivamente a las barras de la escalera, podía escuchar los gritos de los hombres al caer a las embravecidas aguas y el crujido de las maderas de la nave al quebrarse.

No temía por el leal grifo, sabía que éste no podía morir porque ya estaba muerto, pero con creciente espanto se daba cuenta de que ni su intervención podría salvarlos. El violento zarandeo del barco, que casi la arranca de la escalera y nuevos y ominosos crujidos confirmaron sus peores temores. Iban a hundirse y nada podía hacerse para evitarlo.

Finalmente, el grifo logró que el kraken soltara a su presa y se batiera en retirada sumergiéndose en las profundidades y creando un remolino al hacerlo. El barco hacía agua por todas partes y, para peor, parte de la proa se desprendió del todo y comenzó a ser succionada por el remolino.

Los gritos de terror de pasajeros y tripulantes taladraron los oídos de Lis y luego sobrevino un silencio ominoso, si hasta los ruidos de la tormenta que ya menguaba, parecían haberse acallado.

Pero esa “calma” duró muy poco. Grandes olas se apoderaron de lo que quedaba el barco y sin poder sostener su agarre ante el embate del agua, Lis fue arrastrada sin poder impedirlo. Mientras se hundía, alcanzó a oír el chillido de Aluunros.
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Mensaje por Lohengrin 17/07/11, 01:22 pm

El barco se había roto, pero Lohengrin no lo supo hasta mucho después. Era uno más entre los afortunados que habían caído al agua después de que el Kraken se hundiera de nuevo en las profundidades. Pero era un agua densa y espesa, y tan negra como la misma noche que lo rodeaba todo, pues el monstruo había dejado salir de su cuerpo una gran cantidad de tinta hedionda, antes de huir.

Agarrado a un trozo de madera flotante, se mantenía sobre las aguas. Había perdido su espada, su daga, y sus botas, y lo que era aún peor, a Caballo. Escuchaba voces confundidas a su alrededor, mientras el oleaje los hacía subir y bajar a todos. Algo tocó sus pies, y el caballero se revolvió.

Pero no se trataba de otra cosa que de un cuerpo. Lohengrin se apresuró a agarrarlo, y al comprobar que se movía, lo izó con su mano libre, y lo sostuvo junto a sí. Pesaba poco, y por sus formas era una mujer. Tosía. La colocó lo mejor que pudo sobre el enorme trozo de madera. Varios ganchos de metal se clavaron en su brazo, aunque el caballero apenas sintió dolor.

Ya solo quedaba esperar. La lluvia caía ahora mansamente, y las olas los mecían, mientras la corriente arrastraba todos los restos. Solo quedaba esperar, aunque las opciones no eran muchas. Los tiburones, el hambre y la sed, o… quizá llegaran a una playa. Ojalá estuvieran cerca de alguna playa. ¿Cuántos quedaban vivos? ¿Dónde estaba el grifo? Quizás aún estaba sobrevolándolos, o había atrapado algún pasajero para alejarse con él y devorarlo en su nido. Tantas cosas en las que pensar embotaban su mente.

Acomodó de nuevo a su acompañante, que emitió un leve quejido, y luego él mismo trepó al madero, para tenderse a lo largo. Escuchaba a los demás supervivientes hablar a gritos entre ellos, y una voz más fuerte que las demás, la del contramaestre, creyó recordar Lohengrin. Decía: “¿Lo oís? Son albatros, debe haber una costa cerca!!”



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Mensaje por Lisandot 18/07/11, 01:30 am

El agua era espesa, oscura y hedionda a causa de la tintura que el kraken había arrojado en su huida, pero Lis no fue muy consciente de ello. Todos sus sentidos estaban centrados en el hecho de que se hundía, se hundía y tragaba agua irremediablemente “Me voy a ahogar”, pensó desesperada y comenzó a agitar brazos y piernas en un intento de volver a la superficie. Aunque el oleaje ya no estaba tan embravecido, le resultaba tremendamente difícil mantenerse a flote y se hundía una y otra vez. Sus escasas fuerzas se agotaban rápidamente y luchaba vanamente por emerger una última vez, cuando su cuerpo chocó contra algo e inesperadamente se vio alzada a la superficie.

Inhaló aire a pleno pulmón al salir su cabeza del agua y luego comenzó a toser para expulsar la que había tragado y antes de que tuviera tiempo de comprender lo que estaba pasando, se vio tendida sobre un madero. Semiinsconciente, agotada y adolorida, se quedó muy quieta en su precario refugio, sin fuerzas siquiera para preguntarse que pasaría después ni que había pasado con el resto de los pasajeros y los tripulantes, simplemente agradecida por estar fuera del agua.

La violenta tormenta se había trocado en una lluvia mansa y las olas mecían su improvisada balsa como la mano de una madre mece la cuna. Comenzaba a adormecerse cuando alguien la movió arrancándole un quejido de dolor y luego subió a bordo del madero. Los sobrevivientes, trepados o asidos a las maderas que quedaban de lo que había sido un barco, constituían una trágica flotilla al garete, a merced del viento y de la solas. A los llantos y gemidos de dolor que podían oírse con claridad entre el sonido de la lluvia y el oleaje, se sumaban los gritos con que los náufragos intentaban comunicarse entre sí. Una voz se sobrepuso a todas las demás, anunciando la presencia de los albatros y la cercanía de la costa. Una débil esperanza la animó al oír la noticia, pero luego escuchó algo que hizo que su esperanza creciera aún más: un chillido de Aluunros.

El leal grifo no había acabado aún con su tarea. Ahuyentado el kraken, venía ahora el rescate de su invocadora. Sombra entre la sombras, se cernió sobre la frágil embarcación en la que Lis se encontraba junto al caballero y levantándola cuidadosamente entre sus inmensas garras, voló con ella hacia la costa.

- Aluunros – susurró agradecida, afirmándose como mejor pudo para no caer –Sosteneos bien – añadió enseguida, al recordar que había alguien junto a ella.
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Mensaje por Lohengrin 18/07/11, 07:23 am

Lohengrin esperaba que tarde o temprano su balsa llegaría a una de las costas. También había pensado improvisar alguna clase de remo, o hacer señales a algún barco que pudiera pasr cerca. En lugar de eso, dos enormes garras parecidas a las de un águila se aferraron al madero (se trataba de la verga de trinquete, pero Lohengrin no lo sabía), y lo levantaron en el aire. El grifo. Lohengrin echó la mano al cinto buscó su daga, pero ésta había desaparecido, sin duda alguna devorada por el mar, al igual que su espada.

“Aluunros. Sosteneos bien” murmuró la mujer. ¿Es que esa cosa tenía nombre? En cualquier caso se dirigía hacia la costa. Fue un brevísimo viaje, y en pocos minutos tomaron tierra, una playa de arena oscura, salpicada aquí y allá por grandes rocas de color negro. Pasó un breve espacio de tiempo sin que ninguno de los dos se moviera, y cuando Lohengrin volvió a tomar conciencia de todo lo que había alrededor, vio a su compañera tendida en el suelo.

Se arrastró para comprobar su estado y auxiliarla, pero Aluunros no se lo permitió. Daba vueltas alrededor de su dueña, y finalmente se sentó sobre sus cuartos traseros, chillando amenazadoramente al caballero. No tuvo otra opción que dejarse caer en la arena y descansar, dormir una o dos horas, quizá. Pronto amanecería, y tal vez entonces el animal se mostrara más dispuesto a colaborar. En su duermevela escuchó nuevos quejidos en la misma cala. Otros supervivientes debían haber llegado al mismo lugar que ellos. Pero en ese momento el mundo se apagó alrededor de Lohen, y éste se quedó dormido.

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Mensaje por Lisandot 19/07/11, 02:08 pm

Ni siquiera supo cuando tocaron tierra. Sintiéndose a salvo gracias a Aluunros y extenuada como estaba, se durmió en pleno vuelo. No pudo, por lo tanto, ver como el grifo continuaba custodiándola después de haber llegado a la playa y evitaba que el caballero pudiera acercarse a ella y auxiliarla.

Sin embargo, la presencia de Aluunros en este mundo era obligadamente transitoria. Seca ya la sangre en la garra y no alimentada ésta con un nuevo tributo, el leal grifo se disolvió en la nada con un último chillido y volvió a su eterna prisión, a la espera de un nuevo llamado de la sangre de Lis.

Poco a poco, los supervivientes llegaron a la costa conducidos por corrientes favorables y sus frágiles embarcaciones encallaron en la arena. Agotados todos, casi incrédulos de encontrarse en tierra firme y vivos después del horror que habían vivido, nadie se movió durante largos momentos. El único signo de vida en aquella playa eran quejidos, lamentos y una que otra plegaria de agradecimiento por haber sido salvados de las aguas y del monstruo.

Pero la tripulación de aquella nave era una tripulación aguerrida y fogueada en el combate contra los piratas y el enfrentamiento de tempestades – aunque ninguno de ellos se había enfrentado jamás a un kraken – y, como era de esperarse, los marinos sobrevivientes fueron los primeros en reaccionar.

El contramaestre, el oficial de mayor graduación que continuaba con vida, recorrió la oscura playa intentando ubicar a sus los tripulantes que quedaran y contabilizar a los sobrevivientes, como primera medida antes de decidir qué hacer. Tendida sobre la arena, encontró a la mujer que había desempeñado el rol de médico a bordo durante el viaje. Luego de asegurarse de que estaba viva y sin grandes heridas aparentes, la remeció por el hombro para intentar despertarla.

- ¡Señorita! – llamó - ¡Despierte, señorita!
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Mensaje por Lohengrin 21/07/11, 05:07 pm

Por su parte, Lohengrin también había despertado. Con todos sus miembros doloridos y agarrotados, lleno de golpes, y muy, muy cansado, pese a haber dormido unas horas. Recordaba perfectamente todo lo ocurrido, y escuchó la voz del contramaestre llamando a los hombres que habían sobrevivido. "Ése está muerto", escuchó decir, a su lado.

Al abrir los ojos vio al contramaestre y a dos marineros examinando un cuerpo. Sin duda había un gran número de heridos. Volvió a cerrar los ojos, y elevó una silenciosa plegaria a la Dama pidiendo que las fuerzas volvieran a sus brazos *.Varios minutos después, y con gran dificultad, se incorporó. "Señor!", gritó uno de los marineros. "¿Se encuentra bien? Está herido?"

"Perfectamente", dijo el caballero. No era cierto. Tenía varias heridas, entre ellas, un fuerte golpe en la cabeza, que sangraba abundantemente, varias heridas en un antebrazo, producidas por los ganchos de metal que sujetaban la vela a la verga a la que se había sostenido, un tobillo dañado... ningún hueso roto, afortunadamente. Pero decidió no curarlas por el momento, hasta conocer completamente la situación.

"¿Donde estamos? ¿Cuantos han llegado a la playa?" El marinero respondio, "Apenas una treintena. No sabemos cuántos están muertos. Hemos encontrado el cuerpo del capitán. No sé bien dónde estamos, esto debe ser Kuzueth o Móselec." Lohengrin asintió.

La conversación se vio interrumpida por los gritos del contramaestre. "¡¡Aqui, aquí!!! ¡¡La sanadora está viva !!" Lohengrin y los dos marineros corrieron hacia el lugar. La sanadora. Eso sonaba realmente bien a los oídos del caballero. Cuando llegaron, Lohen vio que se trataba de la mujer que había estado a su lado en la cubierta.

" ¡Señorita!", llamó el contramaestre. " ¡Despierte, señorita!"

Lohen se agachó junto a ella también. La arena estaba cubierta de huellas como de águila, pero aquel no era el momento de preguntar. "¿Cómo se encuentra?", quiso saber el caballero.


Spoiler:
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Mensaje por Lisandot 24/07/11, 07:12 pm

Soñaba con las aguas heladas de un lago en el que había caído por accidente y con Akira rescatándola con esfuerzo para devolverla a la vida y envolviéndola en una piel de oso para abrigarla, cuando la voz del contramaestre hendió las tinieblas en las que se encontraba sumida su mente y la trajo de vuelta lentamente a la realidad. Rápidamente recordó todo, el viaje en barco, el kraken, Aluunros y el naufragio y un profundo sentimiento de desilusión se apoderó de ella ¡Mil veces hubiera preferido que todo lo que estaba viviendo ahora hubiese sido un sueño tenido a las orillas de ese lago congelado bajo aquella cálida piel de oso!

Pero la llegada de la realidad era algo que no podía contrarrestar, aunque cada vez más sentía el fuerte deseo de hundirse para siempre en el mundo de los sueños, en el que siempre podía encontrar a su amado. Apremiada por la voz que la llamaba abrió por fin los ojos y se sentó sobre la arena con penoso esfuerzo mientras una segunda voz le preguntaba como se encontraba.

Miró al caballero que la había salvado del agua sin reconocerlo – en la práctica no había llegado a verlo – mientras se hacía un rápido examen mental. No estaba para nada bien. Le dolía todo el cuerpo debido a los golpes que había recibido en el barco y al caer de él, le ardía el pecho por el agua tragada, tenía frío y estaba tremendamente cansada, pero lo que más le preocupaba era su mano derecha, herida por la fricción del cable al que se había agarrado y por la invocación a Aluunros. La miró por un momento, la palma estaba en carne viva y podía verse en ella una herida profunda y sangrante donde la había atravesado la garra.

- Mi mano – murmuró – debo curar mi mano.

A sus oídos llegaban con claridad las voces de los marinos tratando de identificar a los que aún estaban vivos y los ayes de los heridos y su arraigado instinto de sanadora tomó el control de sus acciones. Debía al menos curar su mano si pretendía atender a los heridos. Buscaba instintivamente su bolso mágico – recuperado al fin de aquella cueva de Valanderiel y restauradas sus propiedades lejos de Beck – cuando alzó los ojos y miró nuevamente al caballero, esta vez con más atención; la sangre que manaba de su cabeza le hizo fruncir el ceño.

- Estáis malherido, señor.
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Mensaje por Lohengrin 26/07/11, 11:20 am

"Estáis malherido, señor."

Ella lo había llamado Señor. Si no fuera por la enorme magnitud de la tragedia, hubiera resultado casi cómico, pues el "señor" y la "señorita" estaban en un estado que distaba mucho de parecer señorial. Descalzos, con la ropa rasgada y sucia por la tinta del kraken, los cabellos alborotados, y la piel cubierta de golpes y heridas. Incluso el caballero había perdido sus pantalones y sus botas, aunque gracias a la Dama, conservaba el calzón, lo que le permitía mantener al menos una pequeña parte de su dignidad. Aunque sin duda lo más extraño de su indumentaria era una reluciente cota de escamas, bellamente ornamentada, que pese a todo lo sucedido, mantenía un estado magnífico, como si acabara de salir del taller de un maestro grabador.

"Estoy bien, señorita. La mayoría de las heridas son solo superficiales, aunque con gusto dejaré que las restañéis luego." Las perforaciones en su antebrazo ardían, pero todo lo demás estaba más o menos en relativo buen estado. "Ha sido casi un milagro que hayamos sobrevivido. La Dama debe tener grandes planes."

Lohengrin estaba a punto de preguntar por la providencial aparición del grifo Aluunros, cuando el contramaestre interrumió la charla. "Señorita, hay muchos heridos en la playa..." El hombre no dijo nada más, pero estaba claro lo que quería decir. Lohengrin se volvió hacia él, y le ordenó: "Identifique a los que están vivos, y reúnalos en el mismo lugar. Si alguno está muy grave, no trate de moverlo. Enseguida acudiremos." El contramaestre dudó un momento, pero la voz de Lohengrin era la de un hombre acostumbrado a mandar, y a ser obedecido. Prontó desapareció con los dos marinos, para examinar con detenimiento cada uno de los cuerpos varados en la playa.

El caballero se arrodilló junto a la sanadora. "Nadie mejor que vos para tomar el mando en esta situación, señora. Os asistiré lo mejor que pueda. Tengo alguna experiencia a la hora de tratar heridas de guerra, así que puedo seros util. Mi nombre es Lohengrin." Luego de escuchar la respuesta de ella, Lohengrin continuó. "Tenemos mucho trabajo por delante, y vuestra mano tiene una fea herida, pero quizá yo pueda arreglarlo. Permitidme tomarla un momento. "
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Mensaje por Lisandot 28/07/11, 01:35 am

Existen costumbres tan profundamente arraigadas en una persona que llevan a un comportamiento totalmente automático. Sin importar su propia condición ni la catadura de la persona con la que interactuara, para Lis un hombre siempre sería “señor” o “caballero” y una mujer, “señorita” o “señora”; la única excepción a esto era que la persona quisiera causarle daño.

En esa playa oscura castigada por la lluvia, con sus plateado cabello pringado por la tinta del kraken, su capa perdida y su ropa desgarrada en varios puntos dejando a la vista su pálida piel, no había nadie que la amenazara lo suficiente como para modificar un hábito tan enraizado.

Concentrada en la sangre que manaba de la cabeza del caballero, no prestó mayor atención a su particular apariencia, descalzo y en calzón y con una espléndida cota de malla y, en caso de haberlo notado, no le hubiera concedido la menor importancia.

- Cómo gustéis – contestó en voz queda, sin energías para insistir.

No contestó a la alusión a los planes de la Dama, tanto porque no creía en ellos como por que la voz del contramaestre irrumpió, urgiéndola a la acción. Tenía un deber que cumplir y no podía tardar más, pese a su cansancio y sus propias lesiones, pero no alcanzó a decirle nada al marino porque, inesperadamente, el caballero asumió el mando. Lo miró sorprendida, pero nada tenía que oponer a las instrucciones que éste había dado; por el contrario, experimentó cierta sensación de alivio al percatarse de que no tendría que apañárselas sola con semejante desastre.

- Os lo agradezco, vuestra ayuda será muy necesaria. Yo me llamo Lisandot Eclath.

Por supuesto, no podía trabajar bien con una mano en semejante estado. Había pensado en curase a sí misma cuando la vista de la sangre en la cabeza del caballero distrajo su atención. Con algo de sorpresa y una pizca de curiosidad, pero sin desconfianza, le tendió la mano lesionada cuando él se la pidió.

- ¿Dónde creéis que estemos, señor?
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Mensaje por Lohengrin 28/07/11, 08:01 am

Este momento tb se merce una banda sonora...

Spoiler:

"NO SE ASUSTE"*, dijo el caballero. Y tomó con gran delicadeza la mano de la sanadora. Luego de asegurarse de que no había nadie observando en los alrededores, apoyó la yema de su dedo índice sobre la muñeca de Lisandot, y cerró los ojos durante largos segundos. Después deslizó lentamente el dedo a lo largo de la mano herida de Lis, y a su paso se fueron cerrando todas las llagas producidas por el cable del barco, mientras que su piel y su carne volvían a su color normal. Pronto no quedó ni rastro de la herida, incluso se habían reparado completamente sus dos uñas partidas. Mientras hacía esto, el pecho de Lohengrin se llenaba también de calor y paz.

"Esto se llama el Beso de la Dama, si sois sanadora quizá hayáis oído hablar de ello. Hasta hace poco pertenecí a la Orden, pero no temáis, no tengo absolutamente nada que ver con la guerra en curso. Os ruego que me guardéis el secreto, quizá mi presencia resulte incómoda a muchos..." Se incorporó y ayudó a la mujer a ponerse en pie. "Es un placer conoceros, Lisandot Eclath. Los marineros creen que estamos en Kuzueth o en Móselec." Por un momento le enterneció su aspecto frágil y debilitado, pero había una chispa en sus ojos que el caballero había visto muchas otras veces. Lohengrin sabía reconocer el valor y la determinación en cuanto los veía.

Algo más lejos, los dos marinos y el contramaestre estaban cumpliendo su tarea, y habían dispuesto una veintena de cuerpos en un rincón de la playa. Algunos estaban sentados, otros se movían algo, e incluso había quien trataba de levantarse y ayudar en la tarea. Había mas cuerpos en la playa, pero algunos de ellos habían de quedar inmóviles para siempre. El caballero terminó su explicación. "La Dama me permite... bueno... Curar las Heridas del Mundo, Castigar al Mal, y Traer la Luz y la Esperanza", dijo casi mecánicamente, recordando los textos sagrados que tantas veces había estudiado en Rhylia. Con la guerra en curso, y después de la invasión de Shamataw, aquellas palabras casi parecían una broma de mal gusto. "Puedo cerrar heridas graves, pero apenas dos o tres veces al día, de manera que serán vuestros conocimientos los que salven a toda esta gente. Así pues, me pongo a vuestras órdenes. Podré curar mis propias heridas mañana, después de haber dormido y cuando todo esto haya terminado" Su antebrazo derecho casi había dejado de sangrar, pero comenzaba a inflamarse de una manera preocupante. "Aunque, tenéis toda la razón, necesitaré al menos un vendaje..."

Los marineros habían terminado ya de montar el improvisado campamento, y hacían señas a la pareja. "Señorita, señorita... Ya hemos terminado aquí..." Sin duda, aquella sería una tarea ardua y complicada.


Cruce de caminos Debtb
"Identifique a los que están vivos, y reúnalos en el mismo lugar.
Si alguno está muy grave, no trate de moverlo. Enseguida acudiremos."

* Jajaja Razz
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Mensaje por Lisandot 10/08/11, 02:33 am

Se quedó quieta y en silencio mientras el caballero sanaba su mano herida. A medida que el dedo índice de Lohengrim trazaba su camino a la largo de su mano, sanando sus heridas, un suave calor envolvía la extremidad y una sensación de paz, como hace mucho tiempo no experimentaba, envolvía su espíritu.

Ella no poseía magia curativa, pero alguna vez había sido sanada a través de ella y conocía otros tipos de magia, como la que ella misma practicaba a veces y esta sanación no se parecía a nada que ella conociera o hubiera experimentado. Con mucho interés escuchó la explicación que el caballero le dio.

- Sí, he oído hablar del Beso de la Dama, pero hasta ahora pensaba que sólo era una leyenda –
contestó – No debéis preocuparos, prometo guardar vuestro secreto.

Lohengrin no tenía necesidad de decir nada que calmara algún posible temor de Lis, su posición respecto a la Orden era prácticamente neutral. Había conocido a algunos creyentes en la Dama, pero nunca a alguno de los Caballeros de la Orden. Y aunque había oído algunos rumores acerca del fanatismo de algunos de sus miembros, al no haber tenido ninguna experiencia directa con la Orden, se abstenía de opinar sobre ella, ya fuera a favor o en contra. La guerra no había cambiado mucho esa disposición de ánimo; todo había estallado mientras ella estaba absorta en su búsqueda de Akira y hacía muy poco que se había enterado de lo que estaba pasando y lo veía como algo muy lejano a ella, un asunto que no era de su incumbencia.

- Gracias, caballero –
respondió ante la ayuda que él le brindó para levantarse – El placer es mío, señor Lohengrim. ¿Kuzuteh o Móslec? - añadió – Ojalá sea Móselec, sería más fácil obtener ayuda.

“Curar las heridas del mundo, Castigar al mal, Traer la luz y la esperanza” Sí, sonaba como un lema aprendido de memoria pero, pese a la repetición casi mecánica de las palabras, la voz del caballero transmitía convicción y ella había visto en si misma lo que él era capaz de hacer. Pero cuando Lohengrin habló de curar sus heridas mañana, ella miró con preocupación el brazo herido de éste; su entrenado ojos de sanadora le indicaba que si esa herida no era debidamente tratada, el caabllero muy pronto tendría dificultades para ayudarle en la tarea que les aguardaba.

- Necesitaréis más que un vendaje, señor. Permitidme curaros en primer lugar, si enfermáis a causa de vuestra herida no podréis ayudarme. No tardaré.


Mientras hablaba, buscaba en su bolso mágico las pociones y vendas que necesitaba para su labor, olvidada en esos momentos del cansancio, del frío y, misericordiosamente, de su angustia por Akira. Con sus elementos de curación en la mano, miró a Lohengrim esperando que él cooperara en el proceso, para poder trabajar con la debida rapidez.

- Enseguida estoy con vosotros, contramaestre.

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Mensaje por Lohengrin 20/08/11, 12:48 pm

Lohengrin conocía la verdad en las palabras de Lisandot, de manera que rindió su brazo a la sanadora. Ésta comenzó a curarle, y Lohengrin se admiró de la habilidad de la señorita Eclath. Mientras lo curba, Lohengrin dijo: "Va a ser una tarea larga, quizá nos tome todo el día. Creo que deberíamos envíar a alguno de los marineros sanos a buscar un poblado o algo parecido, donde puedan ofrecernos ayuda. Y también necesitaremos agua y comida para toda esta gente."

Lisandot terminó su cura, y Lohengrin escuchó atentamente sus explicaciones. Finalmente, llegó el momento deatender a todos los heridos. Mientras caminaban hacia el improvisado hospital de campaña, el caballero preguntó a Lisandot: "La noche del naufragio, un grifo nos trajo a tierra, y estuvo toda la noche custodiándote... Supongo que debe ser tuyo..."

Una vez llegaron al pequeño campamento, el panorama era desolador. Había una treintena de supervivientes, y todos ellos presentaban diferentes tipos de heridas, contusiones y cortes. Algunos estaban a las puertas de la muerte, y otros tenían apenas unas cuantas heridas leves. Lohengrin miró a Lisandot. "Creo que la mayoría vivirán, si actuamos pronto... "


FDI: Perdon por el gran retraso, y por lo poco inspirado de la respuesta...
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Mensaje por Lisandot 26/08/11, 02:03 am

La lluvia había dejado ya de caer, por lo que no tuvo que tener ningún cuidado especial para evitar que las vendas que pensaba utilizar se mojara. Con manos suaves y firmes limpió las heridas del brazo del caballero, para luego cubrirlas con un ungüento preparado con sábila, milenerana y hamamamelis, que ayudaría a desinfectar, cicatrizar y calmar el dolor. Hecho esto, vendó el brazo con habilidad.

- Estoy de acuerdo con vos, necesitamos enviar a alguien en busca de ayuda. Aquí tenemos muy pocas cosas que nos puedan servir –
confiaba en que los elementos curativos que portaba en su bolso mágico serían suficientes para atender a los heridos, pero todos necesitaba agua, alimento y abrigo – Creo que vos debéis hablar con el contramaestre del tema, en eso os hará más caso que a mi. Vuestro brazo está listo – añadió – mañana revisaré la curación.

Terminada la que sería la primera de muchas curaciones, se dirigió al lugar donde habían reunido a los heridos, acompañada por su futuro ayudante. Sólo cuando el caballero mencionó al grifo, comprendió que era quien la había salvado, sacándola del agua, y se quedó mirándolo con cierta sorpresa.

- Entonces fuisteis vos quien me salvó del agua, os los agradezco, señor. Sí – añadió - ese grifo, Aluunros, es mío... - la última frase fue casi un susurro.

La llegada al improvisado hospital interrumpió la charla y le brindó un modo natural para no seguir hablando de un tema en el cual no quería profundizar, no en ese momento; el grifo había sido un regalo de Akira, una muestra de amor... Ver a todos esos heridos, en distintos grados de gravedad, tan desamparados en esa playa oscura y fría, selló el camino a los recuerdos que intentaban hacerse paso y toda su atención se centró en la tarea que tenía por delante.

- Sí, debemos empezar a trabajar ya – contestó, acercándose a uno de los cuerpos tendidos y arrodillándose a su lado para examinarlo - ¿Creéis que haya alguna manera de conseguir fuego? - preguntó a Lohengrin – Ayudaría mucho brindarle calor a la gente.

Luego de oír la respuesta del caballero se concentró en curar al hombre junto al que estaba. Una fea herida a la altura del pecho parecía reclamar algo más que un vendaje, quizás tendría que suturar. Mientras trabajaba, las primeras luces del alba se encendieron en el horizonte.

FDI: Perdonado... por esta vez ^^
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Mensaje por Lohengrin 27/08/11, 07:03 am

"Entonces fuisteis vos quien me salvó del agua, os los agradezco, señor. Sí" añadió " Ese grifo, Aluunros, es mío..." - la última frase fue casi un susurro.

Lohengrin respondió. "Entonces vos habeis salvado mi vida. Ese animal puso en fuga al kraken, y nos trajo a los dos a la costa. Yo también os lo agradezco. Hace algunos años la Dama tenía una veintena de grifos de guerra, con sus jinetes. Pero ahora quedan apenas uno o dos, es imposible criarlos en cautividad, y no queda nadie en la Orden capaz de domesticarlos.. Ahora son casi una reliquia del pasado." Luego sonrió. "Sabeis una cosa? Cuando vuestro cuerpo tocó mis piernas, después del naufragio, durante un momento pensé que erais alguna especie de escualo. Me alegro de que no fuera así."

Llegaron al pequeño claro entre los árboles donde yacían casi todos los cuerpos. Después de un rápido vistazo a la situación, tanto la sanadora como el caballero se concentraron en los heridos más graves. Ignorando a los que se quejaban a gritos, el caballero se fijó en un hombre con un feísimo y profundo corte en el muslo, que casi había seccionado la arteria principal. Con esa herida, un vendaje no lo salvaría de desangrarse. Se quitó su camisa hecha jirones y cubrió con ella las piernas del hombre.

Así, pudo usar sobre él sus poderes curativos sin que nadie pudiera verlo. Apenas hubo cerrado el corte en la arteria, detuvo la curación. Lisandot lo vendaría. Eran muchos heridos y apenas tenía unos pocos usos de su poder. Luego, curó de la misma manera a otro hombre con el cráneo abierto por un gran golpe.

Mientras tanto, el contramaestre se movía de un lado a otro sin saber muy bien cómo ayudar, y quedó enormemente aliviado cuando Lohengrin le encargó a él y a sus dos hombres que buscaran ayuda en algún pueblo, además de agua potable y comida.

Volvió con Lis. De pie junto a ella, observó con admiración su trabajo. Sus dedos, largos y finos, se movían con gran precisión sobre el pecho herido del hombre, limpiando y cosiendo su herida. Era una gran suerte que ella estuviera allí. Una vez agotados sus poderes, los limitados conocimientos de Lohengrin no servirían de mucho.

"Yo mismo podría encender un fuego en unos minutos. Pero con la tormenta y con toda la lluvia, será imposible encontrar madera seca en ningún lugar, hasta dentro de uno o dos días. Me temo que no habrá fuego."


Pero al menos, salía el sol. Como se había quitado la camisa, todo el mundo podía ver su cota de escamas. Brillaba como si acabara de salir del taller de su creador, y los rayos del sol bailaban y brillaban sobre cada una de sus escamas, creando juegos de luces y reflejos. Espero que nadie empiece a hacer preguntas incómodas, pensó. Lohengrin dirigió entre susurros una brevísima oración a la Dama, y trató de buscar otro herido que estuviera realmente grave.


FDI: Eres demasiado buena conmigo...
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Mensaje por Lisandot 28/08/11, 09:28 pm

Lis no carecía de sentido del humor y, en otras circunstancias, le hubiera hecho franca gracia la idea de haber sido tomada por un escualo y hubiera contestado con alguna broma al comentario del caballero, pero ahora su ánimo estaba en sintonía con el desapacible clima y sólo respondió con una cortés y distraída sonrisa, olvidándolo luego al llegar al campo donde estaban los heridos.

Su primera labor de sutura fue tan rápida y eficiente como acostumbraba, los quebrantos de su espíritu no habían mermado su habilidad como sanadora, no aún. Apenas hubo terminado se levantó dispuesta a examinar a la próxima persona herida y escuchó con pero preocupación la respuesta de Lohengrin sobre el fuego. Que no pudiera haberlo era una noticia desalentadora; tal vez porque ella misma se sentía helada, había añorado una respuesta positiva aunque entendía por qué no podía ser...

- Quizás pueda hacer algo luego – murmuró, como pensando en voz alta

No podía soñar una fogata, porque no podría mantenerla sin dormir todo el tiempo pero si podría soñar madera seca con la que el caballero pudiera encender el fuego; él había confiado en ella para mostrarle su poder, no temería en mostrarle el suyo. Pero eso debería esperar, la atención de los heridos era primero.

Los primeros rayos del sol reflejándose en la armadura del caballero, atrajeron por un momento su atención y lo observó sin decir nada por un momento. No se planteó preguntas acerca de la naturaleza de la armadura ni del prodigio que implicaba que estuviera en ese magnífico estado luego de todo lo acontecido. Simplemente pareció que el hermoso juego de luces la hipnotizaba, hasta que un gemido la arrancó de su ensoñación.

De manera casi automática, se acercó a la persona que gemía, una jovencita, y se arrodilló a su lado.

- Tranquila, ya estoy aquí – la consoló con voz suave, mientras la examinaba.

La pobre chica tenía una fractura expuesta en el brazo, una lesión de mal aspecto, que tenía que ser tratada de inmediato. Cada movimiento que Lis intentó hacer para limpiar y tratar la herida arrancaba en la muchacha ayes lastimeros, por lo que finalmente la hizo beber una poción narcótica, así la chica sufriría menso y ella podría trabajar mejor. Aseada la herida, tenía que entablillarla y para eso necesitaba la ayuda del caballero; levantando la cabeza, lo buscó con la mirada.

- Señor Lohengrin, ¿podéis ayudarme? - pidió.
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Mensaje por Lohengrin 29/08/11, 08:44 am

Lohengrin sólo pudo utilizar sus poderes un par de veces más. Había tenido buen cuidado en emplearlos solamente con aquellos que estaban a las puertas de la muerte, pero ya no había más poder en él, y sus escasos conocimientos no ayudarían. Vendó una serie de cortes en la cara interna del antebrazo de un hombre que había tenido la suerte de salir bastante ileso, pero que no paraba de quejarse. Resultaba molesto y descorazonador para todos escucharlo, y Lohengrin lo reprendió con suavidad. Cuando vio cómo regresaban el contramaestre y sus dos hombres, por sus caras comprendió que no habían encontrado ningún poblado. Ni agua. Pero entre los tres traían una enorme tortuga marina, así que el caballero ordenó al herido que los ayudara. Mejor tenerlo ocupado.

Luego de acudir a la llamada de Lis, Lohen vio la fractura de la chica, torció el gesto. Se agachó para examinarla, y decidió que se parecía mucho al daño que hubiera causado el golpe de una maza de armas. Sabía por su propia experiencia hasta qué punto era doloroso aquello. Lohen era un experto en heridas de guerra, aunque no precísamente a la hora de curarlas. Era una fractura horrible. "No podré volver a usar el Beso hasta mañana al alba". Y eso serían más de veinte horas. Miró a la joven. Otra pasajera. Apenas tenía unos quince años, y recordaba haberla visto cogida del brazo de un amable anciano. Que no estaba por ninguna parte.

Atendió las explicaciones de Lis, y sujeto fírmemente el brazo de la chica, totalmente narcotizada. "¿Qué has utilizado con ella? ¿Láudano?" Vio una vez más la premura con que trabajaban las manos de Lis, y varias veces sus dedos rozaron los suyos mientras terminaba la cura. Estaban fríos. "Nunca había visto nada igual", dijo. "Estoy seguro de que os ganáis la vida holgadamente con esto". Conversaron un rato mientras ella trabajaba, y respondió a sus preguntas. Viendo la delicadeza y el mimo con el que Lisandot atendía la herida, y el temple con que manejaba la situación, supo que se encontraba ante una mujer excepcional. Y se hubiera fijado en su belleza, de no ser por la terrible situaciación en la que se encontraban.

Al terminar, el caballero se levantó y miró a su alrededor. "Ya van quedando muy pocos", dijo Lohengrin. Pero aún quedaba una dura prueba. Mientras los marineros recorrían la playa buscando otra tortuga, habían encontrado algo. Entre los dos venían arrastrando en enorme cuerpo.

Spoiler:

Se trataba de Toro, otro de los tripulantes del barco. Era mucho más alto y ancho que cualquiera a bordo, y hasta Lohengrin tenía que dar un paso atrás y mirar hacia arriba para hablar con él. Su calva y su espesa barba le daban un aspecto amenazador, y a veces hasta sus propios compañeros lo evitaban. Toro podía hacer él solo el trabjo de cuatro hombres. Sin embargo, Toro tenía un enorme trozo de madera incrustado en el centro del pecho, era la parte de abajo del timón. Lohengrin corrió hacia él. Parecía murmurar incoherencias y delirios que nadie era capaz de entender. Lohengrin se arrodilló junto a él y escuchó. Aquel desgraciado estaba rezando. O intentándolo, al menos, pues apenas le salían las palabras de su boca.

Lohengrin tomó las manos del hombre con las suyas, y rezó por él. Rezó con él, mientras todo el mundo los miraba en silencio. Lohengrin recordaba haberlo visto cortando con su hacha el tentáculo que le había apresado el tobillo en la cubierta del barco, y además, cargando él solo contra el Kraken. Allá en los Salones de la Dama, ningún Paladín, ningún Patriarca o ningún Maestre de la Orden se atrevería a mirar por encima del hombro a Toro cuando se abriese camino entre ellos, de la mano de la Blanca Señora.


"Y por oscura que sea la noche
y el miedo beba en tu piel,
más allá del Reino Muerto
vida eterna hallarás."

Terminada así la oración, nadie se atrevía a hablar, y todos contenían la respiración. Muchos tenían los ojos húmedos, y otros miraban el madero clavado en el pecho del hombre, que aún así, ahora sonreía. Pero Toro no moriría enseguida, pues había demasiada vida dentro de él, aunque nada ni nadie pudiera impedir el desenlace. Lohengrin rompió el silencio. "Lis, por favor. Trae el narcótico."


Spoiler:
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Mensaje por Lisandot 31/08/11, 03:13 am

- Sí, utilicé láudano. Necesitaba narcotizarla para poder trabajar.

El manejo del láudano era delicado y nunca lo usaba como primera opción, prefería los compuestos de mandrágora o beleño, pero la naturaleza de la lesión requería medidas especiales; había visto a curtidos guerreros desfallecer ante el dolor que una fractura como esa provocaba. Luego de dar las indicaciones al caballero, entablilló y vendó el brazo de la chica, procurando situar los huesos en su lugar, con una fuerza insospechada en sus delicadas manos, mientras procuraba no dejarse abatir por la idea de que ahora que el caballero estaba privado temporalmente de su poder, todo estaba en sus manos

- Así es, milord. Cuando la gente no puede pagarme con monedas, lo hace con gallinas, coles, manzanas o retazos de tela, así que la comida y la ropa nunca me faltan. ¿No habíais visto trabajar a otros sanadores?

Pese a que no desmerecía el valor de sus habilidades y conocimientos, estaba lejos de considerarse única en ese campo, había conocido hombre y mujeres notables de los que había aprendido mucho y no le cabía duda que debía haber muchas personas con habilidades similares a las suyas.

Al terminar su labor con la muchacha, acomodó el brazo con cuidado y se levantó para ir en busca de otro herido. Lohengrin tenía razón, faltaba poco para terminar esa parte de la tarea,pero ella sabía que luego tendría que velar por cada uno de los heridos, vigilando que no hubiera fiebre ni infecciones, que las heridas no se abrieran por un mal movimiento, que no se enfriaran al estar sobre esa arena mojada y fría y contrajeran otras enfermedades, cambiando los vendajes...

Ajena a lo que hacían los marineros, fue auxiliando a los heridos que quedaban, ninguno ya de gravedad. Limpió y vendó heridas, dio palabras de consuelo y administró pociones sedantes a los que estaban al borde del pánico, hasta que oyó la voz de Lohengrin llamándola y pidiéndole que llevara el narcótico; algo en su tono le oprimió el corazón.

En cuanto vio a aquel formidable marinero con aquel madero clavado en su pecho, el poco color que quedaba en su rostro desapareció por completo y sus ojos se oscurecieron hasta tornarse azabaches. No hizo preguntas, sabía reconocer una herida fatal cuando la veía; nada había que pudiera hacer para evitar la muerte de ese hombre y eso le provocaba la angustia y la impotencia que un sanador suele sentir ante la imposibilidad de salvar una vida.

Con todo su rostro permanecía sereno y sólo quien la conociera podía adivinar en la oscuridad de sus ojos el pesar de su corazón. Si no podía salvar la vida de ese hombre, sí podía mitigar el dolor de sus últimos momentos. Con presteza se acercó a Toro y se arrodilló a su lado.

- Bebed- dijo con dulzura, acercando el frasquito con el láudano a sus labios – Calmará vuestro dolor.

Cuando hubo administrado la dosis necesaria, tomó la cabeza del marino y la acomodó en su regazo, acunándolo como una madre a su hijo que está a punto de dormir.
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Mensaje por Lohengrin 09/09/11, 10:13 am

Pasados unos largos minutos, Toro terminó por dormirse, con la cabeza apoyada en el regazo de Lisandot. Lohengrin, arrodillado junto a ambos, contemplaba la expresión de Lis. No supo bien cómo interpretarla, pero apoyó la mano en su hombro. "Has hecho un trabajo increíble, Lis, y has salvado a muchos hombres y mujeres hoy. De no ser por tu intervención, se hubieran perdido muchisimas vidas." Lohengrin se permitió tutear a Lis, y apretó un poco su mano. "Tan solo... fíjate en como te está mirando toda esta gente..." Hizo mirar a Lis a su alrededor.

Ya casi estaba empezando a anochecer, y el aspecto del campamento había cambiado mucho a lo largo de las horas. Los heridos graves ocupaban una zona algo alejada, mientras los demás terminaban de reponerse. Alguno incluso se había levantado y trataba de ayudar de alguna manera. Pero aún quedaban tareas por realizar. Los dos marineros habían obtenido un gran número de filetes de la desafortunada tortuga, pero aún no tenían fuego. Hacía frío, y aún debían conseguir agua, encontrar un poblado, enterrar a los muertos...

Lis caminaba de un lado a otro, atenta a cualquier necesidad que pudieran tener su pacientes, y Lohengrin retomó su conversación anterior. "He visto trabajar a grandes sanadores en la enfermería de la Orden. Pero ninguno tan delicado y eficiente como vos. Allí están acostumbrados a tratar otra clase de heridas, casi todas como las que hemos visto hoy. Por suerte, yo no he tenido que acudir a menudo, ya sabes lo que quiero decir..." Lohengrin miró sus manos durante un momento. "El Beso es un don raro, incluso entre los caballeros de..." Lohengrin se interrumpió, levantó de pronto la cabeza, y escuchó.

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Nuevamente, llegó a sus oídos un relincho familiar. Dejando a medias su última frase, y sin siquiera despedirse de Lisandot, el caballero corrió en la dirección de la que venía el sonido. Había algo allí en el borde de la playa. Tirado entre las rocas, estaba Caballo, resoplando lastimeramente, y con las patas delanteras dobladas en un ángulo que resultaba doloroso mirarlo. Tenía varias llagas a lo largo del cuello y el lomo producidas por el violento choque contra las rocas, y no dejaba de escupir agua y sangre. Cuando Lohengrin llegó a su lado, se agachó junto a él y abrazó su enorme cuerpo. "Tranquilo, tranquilo... Estoy aquí. Tranquilo." Palpó su enorme cuerpo tanteando las heridas mientras el animal se quejaba. Parecían profundas.

Uno de los marineros pasaba junto a él, quizá buscando otra tortuga. Contempló la escena con curiosidad y se acercó para dar su opinión. "Creo que no sobrevivirá. señor, y aunque lo hiciera, tiene las patas delanteras rotas, probablemente no pueda volver a correr ni a llevar carga. Lo mejor que podemos hacer es darle muerte, y comer su carne..." La mirada furiosa que le dirigió Lohengrin lo hizo enmudecer y volverse lívido, y aún retroceder un par de pasos, asustado. El marinero juzgó prudente darse la vuelta y abandonar la escena. Lohengrin volvió a prestar atención a Caballo. Arrodillado junto a él, acarició el belfo, los ollares y la estrella blanca en la frente de la bestia, ahora sucia y manchada de sangre. "Nadie va a comerte, nadie va a comerte..." Por primera vez en mucho tiempo, Lohengrin no sabía qué hacer y se sentía nervioso. Aunque estuviera en disposición de utilizar todos sus poderes, el Beso dela Dama no funcionaba en animales. Miró a los ojos a su compañero, y éste volvió a quejarse suavemente. "Tranquilo, amigo mío...".

Lohengrin apretó los dientes y cerró los puños . Estuvo a punto de golpear las rocas de la playa, pero al fin respiró hondo y trató de dominarse para no perder el control. "Tiene que haber algo que se pueda hacer...", murmuró, sin dejar de acariciar a Caballo. Finalmente, buscó con la mirada a Lisandot. No sabía donde estaba, y durante aquellos momentos, incluso se había olvidado de ella, y también de los demás heridos.


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Mensaje por Lisandot 17/09/11, 02:04 am

Estaba abstraída esperando a que Toro se durmiera y cuando Lohengrin tocó su hombro no pudo evitar un ligero sobresalto, pero sus palabras y el posterior apretón en su mano le resultaron reconfortantes. Paseó la mirada en torno suyo, como el caballero le indicaba y una tenue sonrisa se dibujó en sus labios, la gratitud y el afecto que se leía en las miradas de las personas que había asistido, ayudaban a calmar la impotencia de ese único fracaso.

- Gracias- susurró aún sonriendo.

Dejando al dormido Toro bajo el cuidado de un marino, fue caminando de un lado a otro verificando el estado de sus pacientes, sin dejar de escuchar las palabras del caballero. El improvisado campamento tenía un aspecto mucho más organizado, pese a lo mucho que faltaba por hacer. Comida no les faltaría gracias a la tortuga que los marinos habían capturado, ella podía proveer el fuego más tarde; el mayor problema era la falta de agua. Claro que podía soñarla también, pero no podrían almacenarla y no estaba en condiciones físicas ni anímicas como para materializarla todas las veces que fuera necesario.

Tampoco estaba en condiciones de disfrutar a plenitud de los elogios de Lohengrin a sus habilidades. No era cuestión de falsa modestia, le agradaba que le hicieran cumplidos cuando sabía, como ahora, que eran merecidos; era que su mente y su espíritu estaban envueltos en una especie de niebla de la que sólo lograba salir para ocuparse de sus deberes profesionales, lo que para ella era casi tan instintivo como respirar.

Se quedó mirando con curiosidad cuando el caballero se marchó de pronto, dejando inconclusa una frase, como si hubiese escuchado algo que ella no, pero su atención fue atraída, casi de inmediato, por gritos provenientes de la orilla del mar, en dirección opuesta a la que Lohengrin había tomado. Alarmada, se apresuró a ir a ver que pasaba, pero aquella vez el mar les deparaba una buena noticia. Las mismas corrientes que habían arrastrado a la flotilla de náufragos a esas costas, traían ahora otros restos del barco, maderos, trozos de vela... y también unas pocas cajas y toneles, milagrosamente intactos. El corazón le latió de prisa cuando el contramaestre dio orden de abrirlos y a los ojos de todos apareció su invaluable tesoro: carne y frutos secos y agua, agua, agua. Suficiente agua para un día o dos si eran cuidadosos.

Buscó con la mirada al caballero para comprobar si se había enterado del venturoso hallazgo, pero no lo encontró en las cercanías. Luego de un momento, le pareció verlo en un extremo de la playa, parecía estar inclinado sobre algo. Rogando que no se tratara de otro herido como Toro, se encaminó hacia allá por si se precisaba su ayuda para algo. Al acercarse se dio cuenta de lo que se trataba, un caballo herido, muy mal herido. Su mirada se encontró con la del caballero, que parecía buscar algo y su corazón se oprimió al notar el dolor y la angustia en los ojos de aquel que había mostrado tanta entereza en esa jornada tan aciaga.

- Permitidme, tal vez pueda ayudar.

Observó con atención el cuerpo del maltrecho animal. Tenía varias heridas profundas en el lomo y en el cuello, pero ninguna era mortal en si misma, como tampoco lo eran las fracturas de sus patas delanteras; lo más preocupante era que escupiera sangre, podía haber una herida interna y eso era muy difícil de tratar. Terminado su examen, miró con gravedad a Lohengrin.

- Creo que puedo tratar sus heridas del lomo y del cuello y sus fracturas, caballero, pero rogadle a vuestra Dama que sólo sea una contusión interna lo que lo hace escupir sangre. Permaneced junto a él, acariciándolo y calmándolo, pero estad atento a no estorbar mis movimientos.

Que su dueño estuviera cerca ayudaría, pero necesitaba algo más para poder trabajar en el animal. Sabía que el proceso sería doloroso y necesitaba que el equino estuviera inmóvil para realizar su labor. No acostumbraba usar narcóticos o sedantes con los animales, porque era muy difícil calcular la dosis correcta. En su lugar, usaba una técnica que mucho años atrás le enseñara una chaman.

Con voz muy dulce y en un tono muy grave, comenzó a tararear una melodía sin palabras. Era una armonía de ritmo pausado, sedante, con una cadencia hipnótica, que gradualmente fue sumiendo al animal en un profundo trance. Sin dejar de tararear, comenzó su tarea de limpiar, desinfectar y suturar cada una de aquellas heridas, cosiendo capas de músculo y piel, sin sentir el paso del tiempo. De baja estatura y cuerpo menudo, se veía diminuta junto al enorme animal, pero eso no era obstáculo para su concienzuda labor.

Cuando hubo terminado con cada una de aquellas heridas, requirió la ayuda del caballero para reducir las fracturas, alinear los huesos y entablillar las patas. Pequeñas perlas de sudor bañaban su frente, cuando acabada la labor, miró al caballero.

- He hecho cuanto he podido y, con la ayuda de vuestra dama, vivirá, pero no podrá correr ni cargar pesos como antes – explicó con voz que temblaba de fatiga.
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