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Cruce de caminos
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Re: Cruce de caminos
Como siempre, tienen uds una estupenda banda sonora...
Durante los primeros minutos, apenas prestó atención a Lis. Todos sus sentidos estaban concentrados en Caballo, y estaba atento a todas y cada una de las expresiones de sus ojos, a sus quejidos, a sus movimientos. Lo acariciaba continuamente, y no dejaba de hablarle. “Hemos salido de situaciones mucho peores... Resiste, amigo.” El nerviosismo del animal era palpable, pero hacía lo posible por mantenerse quieto. “No te muevas ahora… Tranquilo… No quiero perderte también a ti…” Caballo era muchísimo más que una montura. Era un compañero de armas, y un amigo. En aquel momento no quería enfrentarse a la idea de su muerte.
“Creo que puedo tratar sus heridas del lomo y del cuello y sus fracturas, caballero, pero rogadle a vuestra Dama que sólo sea una contusión interna lo que lo hace escupir sangre.”
Y entonces ella comenzó a entonar una melodía. Caballo había cerrado los ojos y Lohengrin sentía en las palmas de sus manos el pulso de su montura, que había bajado hasta casi no poder sentirlo. Por un momento creyó que era el fin del animal, pero Lisandot siguió con su melodía, y ésta tenía algo que también cautivó al caballero. Una vez más, sus pequeñas manos trabajaban con gran precisión cosiendo las heridas. Cuando terminó de entablillar las rodillas, Caballo escupió un gran volumen de agua rojiza, y estornudó. Terminada la canción, el pulso del animal volvió a acelerarse.
Lohengrin supo que Caballo viviría cuando vio asomarse una levísima sonrisa en el rostro de Lis. Pero también veía lágrimas en sus mejillas, sudor perlando su frente, y un gran cansancio reflejado en sus ojos. La operación había sido larga, y ya estaba empezando a anochecer.
“He hecho cuanto he podido y, con la ayuda de vuestra dama, vivirá, pero no podrá correr ni cargar pesos como antes” explicó ella, con voz que temblaba de fatiga. El caballero se incorporó, y ayudó a Lis a levantarse, y temiendo que se desmayara en cualquier momento, la sostenía con sus brazos, mientras veía como Caballo trataba de levantarse con gran dificultad. Lohengrin estaba absolutamente conmovido, abrazó fuertemente a Lis y la besó en la frente y en las mejillas. “Lo que has hecho es…” No supo seguir su frase.Y entonces ocurrió algo.
Lohengrin sintió caer algo pequeño junto a sus pies, y se agachó para recoger una de las escamas de su cota de plata élfica, que se había desprendido de su borde inferior. Era la primera vez, en todos sus años de luchas y batallas, que su armadura sufría el más mínimo daño.
Lohengrin miró el pequeño y brillante trozo de metal, confundido. “Esto es… Nunca hasta ahora había visto una Señal tan clara… ¿Veis el dibujo que tiene inscrita esta escama? Es una runa élfica que representa… es Laitalë, el Altruísmo.” El caballero se paró a pensar un momento. ¿Habría sido una casualidad? “Sin duda”, pensó, “los Caminos de la Dama son inescrutables”.
Las bridas de Caballo tenían adornos en forma de delgadas tiras de cuero, así que arrancó una, y con ella y la escama, improvisó un tosco colgante, que colocó con delicadeza alrededor del cuello de Lisandot. “Creo que acabamos de ser testigos de un milagro. Acepta, junto con nuestra eterna gratitud, este humilde regalo, mío, de Caballo, y de la Dama. Es plata élfica, ¿sabes lo que es? Si alguna vez te ves en la necesidad, con esto podrás comprar un barco entero, incluso con su tripulación. Pero algo me dice que lo conservarás.”
El metal relumbró con mil colores sobre el cuello de Lisandot Eclaith, mientras el sol terminaba de ocultarse, y sus últimos rayos bañaban con tonos rojizos y anaranjados el cielo, la playa, el vestido de Lis, y la armadura de Lohengrin. Caballo se tambaleó un momento, tosió dos veces, y levantó su cuello, vacilante. El caballero besó una vez más la frente de Lisandot, y la miró a los ojos durante largos segundos. Sin dejar de sostenerla, le dijo: “Tenemos que volver al campamento. Allí todavía nos necesitan. Y además, debemos dormir.”
FDI: *Lohengrin besa a Lisandot
- Spoiler:
- Pulsen aquí, aquí...
Durante los primeros minutos, apenas prestó atención a Lis. Todos sus sentidos estaban concentrados en Caballo, y estaba atento a todas y cada una de las expresiones de sus ojos, a sus quejidos, a sus movimientos. Lo acariciaba continuamente, y no dejaba de hablarle. “Hemos salido de situaciones mucho peores... Resiste, amigo.” El nerviosismo del animal era palpable, pero hacía lo posible por mantenerse quieto. “No te muevas ahora… Tranquilo… No quiero perderte también a ti…” Caballo era muchísimo más que una montura. Era un compañero de armas, y un amigo. En aquel momento no quería enfrentarse a la idea de su muerte.
“Creo que puedo tratar sus heridas del lomo y del cuello y sus fracturas, caballero, pero rogadle a vuestra Dama que sólo sea una contusión interna lo que lo hace escupir sangre.”
Y entonces ella comenzó a entonar una melodía. Caballo había cerrado los ojos y Lohengrin sentía en las palmas de sus manos el pulso de su montura, que había bajado hasta casi no poder sentirlo. Por un momento creyó que era el fin del animal, pero Lisandot siguió con su melodía, y ésta tenía algo que también cautivó al caballero. Una vez más, sus pequeñas manos trabajaban con gran precisión cosiendo las heridas. Cuando terminó de entablillar las rodillas, Caballo escupió un gran volumen de agua rojiza, y estornudó. Terminada la canción, el pulso del animal volvió a acelerarse.
Lohengrin supo que Caballo viviría cuando vio asomarse una levísima sonrisa en el rostro de Lis. Pero también veía lágrimas en sus mejillas, sudor perlando su frente, y un gran cansancio reflejado en sus ojos. La operación había sido larga, y ya estaba empezando a anochecer.
“He hecho cuanto he podido y, con la ayuda de vuestra dama, vivirá, pero no podrá correr ni cargar pesos como antes” explicó ella, con voz que temblaba de fatiga. El caballero se incorporó, y ayudó a Lis a levantarse, y temiendo que se desmayara en cualquier momento, la sostenía con sus brazos, mientras veía como Caballo trataba de levantarse con gran dificultad. Lohengrin estaba absolutamente conmovido, abrazó fuertemente a Lis y la besó en la frente y en las mejillas. “Lo que has hecho es…” No supo seguir su frase.Y entonces ocurrió algo.
Lohengrin sintió caer algo pequeño junto a sus pies, y se agachó para recoger una de las escamas de su cota de plata élfica, que se había desprendido de su borde inferior. Era la primera vez, en todos sus años de luchas y batallas, que su armadura sufría el más mínimo daño.
Lohengrin miró el pequeño y brillante trozo de metal, confundido. “Esto es… Nunca hasta ahora había visto una Señal tan clara… ¿Veis el dibujo que tiene inscrita esta escama? Es una runa élfica que representa… es Laitalë, el Altruísmo.” El caballero se paró a pensar un momento. ¿Habría sido una casualidad? “Sin duda”, pensó, “los Caminos de la Dama son inescrutables”.
Las bridas de Caballo tenían adornos en forma de delgadas tiras de cuero, así que arrancó una, y con ella y la escama, improvisó un tosco colgante, que colocó con delicadeza alrededor del cuello de Lisandot. “Creo que acabamos de ser testigos de un milagro. Acepta, junto con nuestra eterna gratitud, este humilde regalo, mío, de Caballo, y de la Dama. Es plata élfica, ¿sabes lo que es? Si alguna vez te ves en la necesidad, con esto podrás comprar un barco entero, incluso con su tripulación. Pero algo me dice que lo conservarás.”
El metal relumbró con mil colores sobre el cuello de Lisandot Eclaith, mientras el sol terminaba de ocultarse, y sus últimos rayos bañaban con tonos rojizos y anaranjados el cielo, la playa, el vestido de Lis, y la armadura de Lohengrin. Caballo se tambaleó un momento, tosió dos veces, y levantó su cuello, vacilante. El caballero besó una vez más la frente de Lisandot, y la miró a los ojos durante largos segundos. Sin dejar de sostenerla, le dijo: “Tenemos que volver al campamento. Allí todavía nos necesitan. Y además, debemos dormir.”
FDI: *Lohengrin besa a Lisandot
Lohengrin- Cantidad de envíos : 1179
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