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Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
3 participantes
Mar de Jaspia :: DUCADO DE CESSELE :: Kuzueth :: Daosh
Página 1 de 1.
Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
-¡¿Cómo lo haces?! ¡Esto debe ser alguna clase de truco barato!
El muchacho reaccionó gritando esas palabras, no fueron exactamente las que Wheatley esperaba.
-Te digo que es verdad, mira, con las manos en alto puedo hacer que gire. ¿Ves que es verdad?
La moneda a la cual se refería Ted comenzó a girar rápidamente, el joven espectador empezó a convencerse.
-¿Re-Realmente lo estás haciendo con la mente? ¿Entonces sí eres un mago?
-Pues si, algo así. ¿Entiendes porqué no debes intentar robarle a cada viajante que pasa por este camino? Imagina si en vez de mi te tocaba un loco desquiciado, ¿Qué harías?
-Yo, yo lo... Disculpe.
Wheatley sonrió, sabía que el muchacho era alguien inocente.
-Escucha, toma. Sé que no fue la mejor forma para pedírmela, pero te la obsequio, después de todo la necesitas más que yo.
Wheatley terminó por darle la moneda de acero, el muchacho parecía más que feliz, su rostro sonriente le delataba.
-¡No se que decir! ¡Muchas gracias! ¡En serio!
-Solamente ten cuidado con lo que haces, si robar es lo que lamentablemente te da de comer, entonces fíjate bien a quien le robarás.
El muchacho se alejó corriendo, volviendo por el camino que Teddy había recorrido. Era un día hermoso, demasiado como para lastimar a un pobre ladronzuelo que sólo robaba para sobrevivir. Wheatley ya casi llegaba a Daosh. Mantenía en él la esperanza de conseguir algo de dinero, o de encontrar a un compañero de viajes, se estaba sintiendo muy sólo últimamente.
Su enorme y graciosa galera, con la ayuda de sus cabellos evitaban que el sol penetrara en su piel, y denotaba una sombra leve en su rostro. Continuó caminando hasta llegar a las primeras casas que se veían en el terroso camino. Eran casas pobres, algunas parecían apunto de desplomarse en el medio del pasto.
Wheatley no pudo evitar sentir un poco de desesperanza al ver que las pocas personas que poco a poco iban aumentando a su paso eran muy carentes. Pensó que quizás, si encontraba algún trabajo para realizar, sería algo simple que tan sólo le brindaría dinero suficiente como para permanecer dos días sin hambre.
Definitivamente había llegado a Daosh, la entrada enorme con el letrero del nombre de la ciudad y la diferencia de cantidad de personas eran evidente, ya estaba allí. Se apoyó contra una pared para descansar un poco, había caminado durante tres días sin parar después de haberse separado de una tripulación que se dirigía desde Denke hasta Vashnak.
-Fue un viaje molesto, pero divertido. Ahora solo quiero encontrar algún lugar donde pueda comer algo y...
Wheatley exploró los bolsillos de su saco por debajo de su larga capa, estaban vacíos.
-El... el muchacho... quizás yo también necesitaba de esa moneda al final. ¿Qué se supone que haga ahora? Muero de hambre...
En su incertidumbre, Ted se entretuvo contemplando el pueblo y su gente. Era la primera vez que estaba en un lugar como ése, una sensación extraña le rozó los hombros.
-Mejor comienzo a caminar, a ver que sucede.
Y así lo hizo. Al pasar algunos negocios y establecimientos encontró una taberna, una de las famosas tabernas de Daosh. El nombre le pareció gracioso, "El descansadero". Le pareció un lugar simpático y entró. Quería probar suerte con algo que tenía en mente.
Dentro del lugar había poca gente, algunos tipos bastante extraños, pero nada fuera de lo que normalmente se encontraría en una taberna. Wheatley se sintió como en casa por unos momentos, le recordaba a la taberna en la que estuvo trabajando tanto tiempo. Observó a dos personas sentadas en una mesa del fondo, un muchacho bastante joven y una chica bastante bonita, casi de la misma edad que el joven.
Wheatley se acercó a ellos con una sonrisa peculiar, el joven y la chica le miraron extrañados.
-¿Quieren divertirse un rato? ¡Puedo mostrarles algo bastante interesante!
El joven se exaltó.
-¿Algo extraño? ¿Nos tratas de estúpidos? ¡No queremos ver tus partes!
La chica parecía estar de acuerdo con el joven, su mirada concordaba con las palabras de éste. La gente del lugar movió sus miradas a la escena. Wheatley no sabía como reaccionar a tal exclamación.
-¿Partes? ¡No! ¡Tranquilo! Tan sólo quiero mostrarles una danza. Miren.
El muchacho se quedó con la misma cara que mantuvo mientras gritaba. La chica lo miró extrañada.
-No soy un tipo cualquiera, soy un entretenedor, ¡Miren como bailan estos dos peluches!
Dicho esto, Wheatley abrió la mitad de su capa, dejando ver parte del interior de ella y su elegante saco. En la capa estaban colgados tres peluches, dos ositos y un conejo.
Ted desabrochó al conejo y a uno de los ositos, y los puso en la mesa.
-No se asuten con lo que van a ver, es magia. Tan sólo disfrutenló.
Los muchachos se miraron incógnitos, luego miraron a los peluches.
Como si tuvieran vida, el oso y el conejo se levantaron y se tomaron de los brazos. Los muchachos no pudieron evitar asustarse y se movieron un poco hacia atras.
Tranquilos, les dije que era magia, no se asusten.
Luego los peluches comenzaron a bailar al son de una música que tarareaba Wheatley, era un lindo espectáculo. Los chicos comenzaron a reír, y la gente empezó a acercarse a la mesa.
El muchacho reaccionó gritando esas palabras, no fueron exactamente las que Wheatley esperaba.
-Te digo que es verdad, mira, con las manos en alto puedo hacer que gire. ¿Ves que es verdad?
La moneda a la cual se refería Ted comenzó a girar rápidamente, el joven espectador empezó a convencerse.
-¿Re-Realmente lo estás haciendo con la mente? ¿Entonces sí eres un mago?
-Pues si, algo así. ¿Entiendes porqué no debes intentar robarle a cada viajante que pasa por este camino? Imagina si en vez de mi te tocaba un loco desquiciado, ¿Qué harías?
-Yo, yo lo... Disculpe.
Wheatley sonrió, sabía que el muchacho era alguien inocente.
-Escucha, toma. Sé que no fue la mejor forma para pedírmela, pero te la obsequio, después de todo la necesitas más que yo.
Wheatley terminó por darle la moneda de acero, el muchacho parecía más que feliz, su rostro sonriente le delataba.
-¡No se que decir! ¡Muchas gracias! ¡En serio!
-Solamente ten cuidado con lo que haces, si robar es lo que lamentablemente te da de comer, entonces fíjate bien a quien le robarás.
El muchacho se alejó corriendo, volviendo por el camino que Teddy había recorrido. Era un día hermoso, demasiado como para lastimar a un pobre ladronzuelo que sólo robaba para sobrevivir. Wheatley ya casi llegaba a Daosh. Mantenía en él la esperanza de conseguir algo de dinero, o de encontrar a un compañero de viajes, se estaba sintiendo muy sólo últimamente.
Su enorme y graciosa galera, con la ayuda de sus cabellos evitaban que el sol penetrara en su piel, y denotaba una sombra leve en su rostro. Continuó caminando hasta llegar a las primeras casas que se veían en el terroso camino. Eran casas pobres, algunas parecían apunto de desplomarse en el medio del pasto.
Wheatley no pudo evitar sentir un poco de desesperanza al ver que las pocas personas que poco a poco iban aumentando a su paso eran muy carentes. Pensó que quizás, si encontraba algún trabajo para realizar, sería algo simple que tan sólo le brindaría dinero suficiente como para permanecer dos días sin hambre.
Definitivamente había llegado a Daosh, la entrada enorme con el letrero del nombre de la ciudad y la diferencia de cantidad de personas eran evidente, ya estaba allí. Se apoyó contra una pared para descansar un poco, había caminado durante tres días sin parar después de haberse separado de una tripulación que se dirigía desde Denke hasta Vashnak.
-Fue un viaje molesto, pero divertido. Ahora solo quiero encontrar algún lugar donde pueda comer algo y...
Wheatley exploró los bolsillos de su saco por debajo de su larga capa, estaban vacíos.
-El... el muchacho... quizás yo también necesitaba de esa moneda al final. ¿Qué se supone que haga ahora? Muero de hambre...
En su incertidumbre, Ted se entretuvo contemplando el pueblo y su gente. Era la primera vez que estaba en un lugar como ése, una sensación extraña le rozó los hombros.
-Mejor comienzo a caminar, a ver que sucede.
Y así lo hizo. Al pasar algunos negocios y establecimientos encontró una taberna, una de las famosas tabernas de Daosh. El nombre le pareció gracioso, "El descansadero". Le pareció un lugar simpático y entró. Quería probar suerte con algo que tenía en mente.
Dentro del lugar había poca gente, algunos tipos bastante extraños, pero nada fuera de lo que normalmente se encontraría en una taberna. Wheatley se sintió como en casa por unos momentos, le recordaba a la taberna en la que estuvo trabajando tanto tiempo. Observó a dos personas sentadas en una mesa del fondo, un muchacho bastante joven y una chica bastante bonita, casi de la misma edad que el joven.
Wheatley se acercó a ellos con una sonrisa peculiar, el joven y la chica le miraron extrañados.
-¿Quieren divertirse un rato? ¡Puedo mostrarles algo bastante interesante!
El joven se exaltó.
-¿Algo extraño? ¿Nos tratas de estúpidos? ¡No queremos ver tus partes!
La chica parecía estar de acuerdo con el joven, su mirada concordaba con las palabras de éste. La gente del lugar movió sus miradas a la escena. Wheatley no sabía como reaccionar a tal exclamación.
-¿Partes? ¡No! ¡Tranquilo! Tan sólo quiero mostrarles una danza. Miren.
El muchacho se quedó con la misma cara que mantuvo mientras gritaba. La chica lo miró extrañada.
-No soy un tipo cualquiera, soy un entretenedor, ¡Miren como bailan estos dos peluches!
Dicho esto, Wheatley abrió la mitad de su capa, dejando ver parte del interior de ella y su elegante saco. En la capa estaban colgados tres peluches, dos ositos y un conejo.
Ted desabrochó al conejo y a uno de los ositos, y los puso en la mesa.
-No se asuten con lo que van a ver, es magia. Tan sólo disfrutenló.
Los muchachos se miraron incógnitos, luego miraron a los peluches.
Como si tuvieran vida, el oso y el conejo se levantaron y se tomaron de los brazos. Los muchachos no pudieron evitar asustarse y se movieron un poco hacia atras.
Tranquilos, les dije que era magia, no se asusten.
Luego los peluches comenzaron a bailar al son de una música que tarareaba Wheatley, era un lindo espectáculo. Los chicos comenzaron a reír, y la gente empezó a acercarse a la mesa.
Wheatley Teddy Ted- Cantidad de envíos : 28
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
Luego del trabajo, la diversión; esa había sido siempre la filosofía de Léa. Había llegado el día anterior a Daosh y luego de entregar loe mensajes y encomiendas que portaba, lo que muchas veces involucraba leer las misivas a sus destinatarios, había decidido regalarse con una mañana de playa antes de entregarse a la segunda parte de su tarea: escribir las cartas que los aldeanos querían enviar a sus familiares y parientes y recibir las encomiendas que deseaban mandarles, las que en ese lugar no eran muchas.
Bendecida por un radiante sol, había pasado una mañana espléndida en una de las muchas playas que tenía la isla. Su playa, una lo suficientemente alejada como para permitirse el lujo de nadar desnuda sin ojos intrusos que contemplaran lo que ella no quería mostrar. Había nadado, había tomado sol y había galopado entre las olas a lomos de su fiel Silfo, hasta que su caballo había campeado por sus respetos, exigiendo agua y pastura y había marcado el momento de volver.
- Ya, ya, deja de reclamar, falta poco. ¡Si parece que vinieras del desierto!
Un relincho del caballo fue la respuesta a las palabras de Léa. Muchacha y cabalgadura solían tener este tipo de diálogos y los aldeanos, que conocían a la mensajera hace ya algunos años, miraban este comportamiento con total naturalidad, luego que la experiencia les había mostrado que la joven estaba tan cuerda como cualquiera. Sonrisas y saludos acompañaban a la pareja a su paso, los que eran correspondidos con alegría.
- Te diré lo que haremos, voy a dejarte en la pesebrera para que te den buen heno, agua fresquita y te cepillen hasta dejarte brillante y yo me iré a la posada a darme un buen baño y a comer algo.
Un nuevo relincho y un movimiento de cabeza fueron interpretados por Léa como una señal afirmativa por parte del caballo, (después de todo, ¿por qué iba a oponerse a un plan así?), y sonrío satisfecha. Silfo era el mejor compañero de viaje que uno pudiera desear. El caballo para ella era mucho más que un medio de transporte, era su camarada de aventuras, el más discreto de los confidentes y, en más de una ocasión, su defensor. Aunque en estricto rigor no lo necesitaba cuando viajaba a Kuzueth ya que toda su clientela vivía en la aldea, no se resignaba a separarse de él y a Silfo le encantaba viajar con su ama.
Luego de dejar a Silfo bien acomodado en el establo de la posada donde se alojaba y de haberse sacado la sal de la piel con un rápido baño, se dirigió a “El decansadero” para comer algo. Cierto que en la posada donde paraba servían comida, pero le aburría comer siempre en el mismo sitio y ya lo había hecho ahí el día anterior.
Nada más entrar notó lo animada que estaba la gente en el lugar y, como no podía ser de otra manera, eso despertó de inmediato su curiosidad. El espectáculo de los peluches bailarines la dejó fascinada; había visto espectáculos de magia antes, pero nada que se pareciera a esto.
- ¡Bravo, bravo, bravo! - gritó y aplaudió con entusiasmo cuando terminó la danza - ¿Sabes hacer otros trucos, mago?
Bendecida por un radiante sol, había pasado una mañana espléndida en una de las muchas playas que tenía la isla. Su playa, una lo suficientemente alejada como para permitirse el lujo de nadar desnuda sin ojos intrusos que contemplaran lo que ella no quería mostrar. Había nadado, había tomado sol y había galopado entre las olas a lomos de su fiel Silfo, hasta que su caballo había campeado por sus respetos, exigiendo agua y pastura y había marcado el momento de volver.
- Ya, ya, deja de reclamar, falta poco. ¡Si parece que vinieras del desierto!
Un relincho del caballo fue la respuesta a las palabras de Léa. Muchacha y cabalgadura solían tener este tipo de diálogos y los aldeanos, que conocían a la mensajera hace ya algunos años, miraban este comportamiento con total naturalidad, luego que la experiencia les había mostrado que la joven estaba tan cuerda como cualquiera. Sonrisas y saludos acompañaban a la pareja a su paso, los que eran correspondidos con alegría.
- Te diré lo que haremos, voy a dejarte en la pesebrera para que te den buen heno, agua fresquita y te cepillen hasta dejarte brillante y yo me iré a la posada a darme un buen baño y a comer algo.
Un nuevo relincho y un movimiento de cabeza fueron interpretados por Léa como una señal afirmativa por parte del caballo, (después de todo, ¿por qué iba a oponerse a un plan así?), y sonrío satisfecha. Silfo era el mejor compañero de viaje que uno pudiera desear. El caballo para ella era mucho más que un medio de transporte, era su camarada de aventuras, el más discreto de los confidentes y, en más de una ocasión, su defensor. Aunque en estricto rigor no lo necesitaba cuando viajaba a Kuzueth ya que toda su clientela vivía en la aldea, no se resignaba a separarse de él y a Silfo le encantaba viajar con su ama.
Luego de dejar a Silfo bien acomodado en el establo de la posada donde se alojaba y de haberse sacado la sal de la piel con un rápido baño, se dirigió a “El decansadero” para comer algo. Cierto que en la posada donde paraba servían comida, pero le aburría comer siempre en el mismo sitio y ya lo había hecho ahí el día anterior.
Nada más entrar notó lo animada que estaba la gente en el lugar y, como no podía ser de otra manera, eso despertó de inmediato su curiosidad. El espectáculo de los peluches bailarines la dejó fascinada; había visto espectáculos de magia antes, pero nada que se pareciera a esto.
- ¡Bravo, bravo, bravo! - gritó y aplaudió con entusiasmo cuando terminó la danza - ¿Sabes hacer otros trucos, mago?
Léa- Cantidad de envíos : 40
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
FDI: Seee! =D! Mi primera compañera de interpretación! =DD
Perdona por poner de distinto color tus mensajes, no encontraba el que usas, si quieres dime cuál es y edito el mensaje =)
La gente parecía muy animada, era evidente que no veían un espectáculo como tal todos los días. Muchos seguían riendo. Wheatley comenzó a ruborizarse, no esperaba tal respuesta, pero lo mejor de todo fue el hecho de que su plan diera resultado: llamar la atención de buena forma. Hasta el dueño del lugar se había acercado a contemplar.
Entre toda la gente alborotada se abrió la puerta de la taberna, se trataba de una muchacha muy bonita. Al entrar, vio lo que estaba ocurriendo, así que se dispuso a verificar que era lo que hacía que la gente se acumulase.
Al terminar el baile, Wheatley abrió su capa y los peluches "flotaron" hasta acomodarse en sus respectivos lugares dentro de ella, luego de abrocharlos volvió a cerrar su capa.
Se quitó la enorme galera frente a sus espectadores en forma de agradecimiento, y mientras lo hacía oyó las exclamaciones de la muchacha que había llegado mas recientemente.
- ¡Bravo, bravo, bravo! - Había dicho ella entre aplausos, y no le habría llamado tanto la atención a Wheatley si no hubiera visto que se trataba de una mujer que llevaba atuendos distintos a los del resto de la gente. Lo que más le llamó la atención fue su piel, parecía bronceada por el sol. Wheatley sonrió, sintió que algo en ella podría ayudarle.
-¡Gracias, muchas gracias! ¡Realmente no se que decir!
Los ojos de Ted brillaban, nuevamente se habían perdido en el resto de la gente, las sonrisas de aquellas personas le trajeron un poco de felicidad.
Entre las personas, la muchacha de la armadura volvió a hablar:
-¿Sabes hacer otros trucos, mago? -
-Pues, sí. No tengo muchos más diferentes al que acabo de realizar recién, pero puedo mostrarles algo de ilusionismo. - Respondió Wheatley.
Perdona por poner de distinto color tus mensajes, no encontraba el que usas, si quieres dime cuál es y edito el mensaje =)
La gente parecía muy animada, era evidente que no veían un espectáculo como tal todos los días. Muchos seguían riendo. Wheatley comenzó a ruborizarse, no esperaba tal respuesta, pero lo mejor de todo fue el hecho de que su plan diera resultado: llamar la atención de buena forma. Hasta el dueño del lugar se había acercado a contemplar.
Entre toda la gente alborotada se abrió la puerta de la taberna, se trataba de una muchacha muy bonita. Al entrar, vio lo que estaba ocurriendo, así que se dispuso a verificar que era lo que hacía que la gente se acumulase.
Al terminar el baile, Wheatley abrió su capa y los peluches "flotaron" hasta acomodarse en sus respectivos lugares dentro de ella, luego de abrocharlos volvió a cerrar su capa.
Se quitó la enorme galera frente a sus espectadores en forma de agradecimiento, y mientras lo hacía oyó las exclamaciones de la muchacha que había llegado mas recientemente.
- ¡Bravo, bravo, bravo! - Había dicho ella entre aplausos, y no le habría llamado tanto la atención a Wheatley si no hubiera visto que se trataba de una mujer que llevaba atuendos distintos a los del resto de la gente. Lo que más le llamó la atención fue su piel, parecía bronceada por el sol. Wheatley sonrió, sintió que algo en ella podría ayudarle.
-¡Gracias, muchas gracias! ¡Realmente no se que decir!
Los ojos de Ted brillaban, nuevamente se habían perdido en el resto de la gente, las sonrisas de aquellas personas le trajeron un poco de felicidad.
Entre las personas, la muchacha de la armadura volvió a hablar:
-¿Sabes hacer otros trucos, mago? -
-Pues, sí. No tengo muchos más diferentes al que acabo de realizar recién, pero puedo mostrarles algo de ilusionismo. - Respondió Wheatley.
Wheatley Teddy Ted- Cantidad de envíos : 28
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
Tan divertida como la danza fue la manera como terminó el número con los peluches volando hasta acomodarse en la capa de su dueño, todo un espectáculo, si señor. La mensajera estaba realmente contenta, un divertido espectáculo, luego de una linda mañana de playa y antes de una buena comida, era más de lo que había esperado. Era una buena cosa que, pese a los turbulentos tiempos que se vivían en el archipiélago luego de la invasión a Shamataw, todavía pudieran disfrutarse de cosas como esa, a saber por cuanto tiempo podrían hacerlo.
El mago, que tenía una pinta bastante especial, parecía estar feliz con la recepción de su número y Leá empatizó de inmediato con él, de la misma manera como empatizaba con cuanto artista y saltimbanqui se le cruzara en el camino: todos le recordaban su breve vida en el circo, su primer amor, el inicio de su libertad. Por supuesto, sabía que nadie vivía sólo de los aplausos y que alguna moneda sería tan bien recibida como aquellos, pero quería esperar a ver todo lo que el mago podía ofrecer antes dar la retribución.
- Ilusionismo, eso estaría muy bien, a ver que tal lo haces.
Si los trucos de ilusionismo que el flacucho podía hacer era tan bueno como el baile de los muñecos, se haría merecedor de algunas monedas de acero y, quizás hasta de una de plata. No es que la gente que se apiñaba a su alrededor para ver el espectáculo, pescadores o mineros explotados por el noble lugareño, pudieran ser muy generosos a la hora de dar una propina, pero Léa sí podía permitirse ese lujo. Aunque los vientos de guerra que soplaban en Jasperia habían dificultado sus desplazamientos con toda esa tontera de visados, salvoconductos y falta de barcos en algunas rutas, por otro lado habían hecho prosperar su negocio . En tiempos difíciles la gente sentía mayor necesidad de establecer contacto con sus cercanos, que se encontraban lejanos, y estaban dispuestos a pagar más para obtener un buen servicio. Ser una mensajera reconocida y confiable era algo muy rentable por aquellos días.
Agarrando una silla que alguien había desocupado gentilmente para ella, se sentó a esperar el espectáculo con ojos brillantes.
El mago, que tenía una pinta bastante especial, parecía estar feliz con la recepción de su número y Leá empatizó de inmediato con él, de la misma manera como empatizaba con cuanto artista y saltimbanqui se le cruzara en el camino: todos le recordaban su breve vida en el circo, su primer amor, el inicio de su libertad. Por supuesto, sabía que nadie vivía sólo de los aplausos y que alguna moneda sería tan bien recibida como aquellos, pero quería esperar a ver todo lo que el mago podía ofrecer antes dar la retribución.
- Ilusionismo, eso estaría muy bien, a ver que tal lo haces.
Si los trucos de ilusionismo que el flacucho podía hacer era tan bueno como el baile de los muñecos, se haría merecedor de algunas monedas de acero y, quizás hasta de una de plata. No es que la gente que se apiñaba a su alrededor para ver el espectáculo, pescadores o mineros explotados por el noble lugareño, pudieran ser muy generosos a la hora de dar una propina, pero Léa sí podía permitirse ese lujo. Aunque los vientos de guerra que soplaban en Jasperia habían dificultado sus desplazamientos con toda esa tontera de visados, salvoconductos y falta de barcos en algunas rutas, por otro lado habían hecho prosperar su negocio . En tiempos difíciles la gente sentía mayor necesidad de establecer contacto con sus cercanos, que se encontraban lejanos, y estaban dispuestos a pagar más para obtener un buen servicio. Ser una mensajera reconocida y confiable era algo muy rentable por aquellos días.
Agarrando una silla que alguien había desocupado gentilmente para ella, se sentó a esperar el espectáculo con ojos brillantes.
Léa- Cantidad de envíos : 40
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
Algunas personas fueron a acomodarse a sus mesas, otras tomaron sillas para observar el nuevo acto. La mujer de armadura también tomó una silla.
- Ilusionismo, eso estaría muy bien, a ver que tal lo haces.
Wheatley espero unos segundos y luego se presentó, ahora debía hacerlo, eran varios los que lo estaban observando.
Mi nombre es Wheatley Teddy Ted, soy un mago entretenedor. El truco que haré ahora solía hacerlo en una antigua taberna en la que trabajaba, me lo enseñó un gran amigo mío, espero que les guste.
Ted tomó un vaso de una mesa y lo levantó para que todo el mundo pueda ver.
-Observen, está vacío.
Luego lo puso en el medio de la mesa, ésta tenía encima dos platos sucios y los cubiertos de los dos chicos que estaban allí, y una botella de agua vacía.
-Mírenlo detenidamente.
Luego, el vaso mismo comenzó a llenarse de agua por si sólo, pero ésto no era todo: el agua empezó a hervir, y luego a cambiar de colores.
La gente no podía creerlo. La demostración duro alrededor de unos 20 segundos y luego Wheatley chasqueó los dedos, luego el vaso permanecía vacío nuevamente.
Todos estaban entusiasmados, y Wheatley también, hacía un tiempo ya que no realizaba ese truco. Por un momento recordó a su difunto amigo Marion.
Algunos se pararon entre aplausos, otros aún permanecían estáticos en sus lugares, sin entender bien que era lo que había pasado.
-Todo lo que vieron recién fue una ilusión. A que parecía muy real ¿Eh?
Algunas personas se acercaron y le ofrecieron a Wheatley unas pequeñas monedas de acero. Las suficientes como para comer bien dos o tres días.
- Ilusionismo, eso estaría muy bien, a ver que tal lo haces.
Wheatley espero unos segundos y luego se presentó, ahora debía hacerlo, eran varios los que lo estaban observando.
Mi nombre es Wheatley Teddy Ted, soy un mago entretenedor. El truco que haré ahora solía hacerlo en una antigua taberna en la que trabajaba, me lo enseñó un gran amigo mío, espero que les guste.
Ted tomó un vaso de una mesa y lo levantó para que todo el mundo pueda ver.
-Observen, está vacío.
Luego lo puso en el medio de la mesa, ésta tenía encima dos platos sucios y los cubiertos de los dos chicos que estaban allí, y una botella de agua vacía.
-Mírenlo detenidamente.
Luego, el vaso mismo comenzó a llenarse de agua por si sólo, pero ésto no era todo: el agua empezó a hervir, y luego a cambiar de colores.
La gente no podía creerlo. La demostración duro alrededor de unos 20 segundos y luego Wheatley chasqueó los dedos, luego el vaso permanecía vacío nuevamente.
Todos estaban entusiasmados, y Wheatley también, hacía un tiempo ya que no realizaba ese truco. Por un momento recordó a su difunto amigo Marion.
Algunos se pararon entre aplausos, otros aún permanecían estáticos en sus lugares, sin entender bien que era lo que había pasado.
-Todo lo que vieron recién fue una ilusión. A que parecía muy real ¿Eh?
Algunas personas se acercaron y le ofrecieron a Wheatley unas pequeñas monedas de acero. Las suficientes como para comer bien dos o tres días.
Wheatley Teddy Ted- Cantidad de envíos : 28
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
Gerrard hacía su ronda acostumbrada por Daosh, acompañado de sus cuatro subordinados. Hacía apenas unos días que el alcalde Gunnar lo había hecho capitán de la Guardia de la Ciudad (pomposo nombre para apenas un centenar de rompepiernas mal armados y peor pagados), y aún no conocía a la mayoría de sus hombres, por lo que había optado por dejar en manos de su segundo las tareas de mando y organización de la Guardia, y se había dedicado a patrullar el pueblo para conocerlo a fondo, a él, a sus gentes, y a sus propios guardias.
Entró en el Descansadero, pues las tabernas y posadas de aquella zona solían ser foco de problemas. Sus hombres se apresuraron a lanzarse hacia el tabernero para exigir su bebida (invitaba la casa), y Gerrard decidió echar un vistazo a sus alrededores.
Vio un pequeño corro de personas en torno a una mesa, y se acercó para comprobar lo que ocurría. Todos quedaron en silencio y se echaron a un lado para permitirle el paso. Entonces Gerrard observó al mago, su pequeño espectáculo, y el montón de piezas de acero en la mesa. Se mesó su cuidada barba, y habló."Nunca lo había visto por aquí a usted. ¿Cual es su nombre y razón? Ya veo que es usted una especie de... mago ambulante, quizás? Supongo que tiene su visado y su salvoconducto en regla, me permite echarle un vistazo? Espero que tenga la licencia municipal para representar esta clase de espectáculos."
Conocía de vista a la mayor parte clientes de la taberna, así que pronto se percató de la presencia de Lea. Tenía un porte digno, casi aristocrático, y destacaba entre la multitud, que empezaba a dispersarse, mirando de reojo el unifome y la insignia de capitán de Gerrard, así como sus armas, bien visibles. "También me gustaría ver sus papeles, señorita."
Entró en el Descansadero, pues las tabernas y posadas de aquella zona solían ser foco de problemas. Sus hombres se apresuraron a lanzarse hacia el tabernero para exigir su bebida (invitaba la casa), y Gerrard decidió echar un vistazo a sus alrededores.
Vio un pequeño corro de personas en torno a una mesa, y se acercó para comprobar lo que ocurría. Todos quedaron en silencio y se echaron a un lado para permitirle el paso. Entonces Gerrard observó al mago, su pequeño espectáculo, y el montón de piezas de acero en la mesa. Se mesó su cuidada barba, y habló."Nunca lo había visto por aquí a usted. ¿Cual es su nombre y razón? Ya veo que es usted una especie de... mago ambulante, quizás? Supongo que tiene su visado y su salvoconducto en regla, me permite echarle un vistazo? Espero que tenga la licencia municipal para representar esta clase de espectáculos."
Conocía de vista a la mayor parte clientes de la taberna, así que pronto se percató de la presencia de Lea. Tenía un porte digno, casi aristocrático, y destacaba entre la multitud, que empezaba a dispersarse, mirando de reojo el unifome y la insignia de capitán de Gerrard, así como sus armas, bien visibles. "También me gustaría ver sus papeles, señorita."
Narrador- Cantidad de envíos : 157
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
Léa se acomodó bien en la silla y observó con atención su acto, tratando de pillar el truco, como solía hacerlo cuando se encontraba con ilusionistas y prestidigitadores y, como era costumbre, no lo logró, lo cual le encantaba; la hubiera desilusionado mucho descubrir el truco de un mago aunque le divertía intentarlo.
- Sí que parecía real – confirmó mientras aplaudía
La demostración le había gustado mucho, pero le había parecido demasiado corta. Tenía ganas de más y pensaba pedirle al mago otro número en cuanto se apartara un poco la gente que se había acercado a dejarle una moneda. No tenía remilgos en hacerlo, pensaba recompensarlo bien y mientras más números tuviera, la recompensa sería mejor; la llegada de los guardias arruinó sus planes.
Léa frunció el entrecejo al verlos llegar. No tenía personal contra los guardias, pero en aquellos tiempos su presencia solía estar asociada a problemas. La taberna no podía estar más tranquila, no había riñas y los borrachos se estaban portando la mar de bien, nada tenía que hacer la guardia ahí... en tiempos normales. Pero estos no lo eran y todo el que pareciera forastero tenía que ser controlado, eso la mensajera lo sabía bien.
De un momento a otro el jovial clima de la taberna se enfrió, los parroquianos se apartaron para dejar pasar a la guardia y algunos empezaron a considerar la retirada. Léa observó con cierta preocupación como el capitán de la guardia se acercaba a interrogar al mago, si el flacucho no tenía los papeles en regla, estaría en serios problemas.
¿Qué habría sido de Ivor, el anterior capitán de la guardia? Ojalá no se le hubiese ocurrido enrolarse en alguno de los ejércitos, con lo arrebatado que era. Un tipo simpático con el que era posible tratar, al de ahora no lo había visto en su vida y la mensajera le encontró un aire de presumido que no le gustó nada.
No le sorprendió que le pidiera sus papeles y, a decir verdad, tampoco le molestó demasiado. Ese control ya se había vuelto habitual en los últimos tiempos y estaba preparada para eso.
- Mi nombre es Léa, soy mensajera y estoy aquí por razones de trabajo – declaró con voz tranquila – y aquí están mis papeles, capitán.
De un bolsillo de su pantalón extrajo un sobre de cuero en el que portaba todos sus visados, permisos y salvoconductos y se lo extendió al oficial.
FDI: Ted, te envíe un mp.
- Sí que parecía real – confirmó mientras aplaudía
La demostración le había gustado mucho, pero le había parecido demasiado corta. Tenía ganas de más y pensaba pedirle al mago otro número en cuanto se apartara un poco la gente que se había acercado a dejarle una moneda. No tenía remilgos en hacerlo, pensaba recompensarlo bien y mientras más números tuviera, la recompensa sería mejor; la llegada de los guardias arruinó sus planes.
Léa frunció el entrecejo al verlos llegar. No tenía personal contra los guardias, pero en aquellos tiempos su presencia solía estar asociada a problemas. La taberna no podía estar más tranquila, no había riñas y los borrachos se estaban portando la mar de bien, nada tenía que hacer la guardia ahí... en tiempos normales. Pero estos no lo eran y todo el que pareciera forastero tenía que ser controlado, eso la mensajera lo sabía bien.
De un momento a otro el jovial clima de la taberna se enfrió, los parroquianos se apartaron para dejar pasar a la guardia y algunos empezaron a considerar la retirada. Léa observó con cierta preocupación como el capitán de la guardia se acercaba a interrogar al mago, si el flacucho no tenía los papeles en regla, estaría en serios problemas.
¿Qué habría sido de Ivor, el anterior capitán de la guardia? Ojalá no se le hubiese ocurrido enrolarse en alguno de los ejércitos, con lo arrebatado que era. Un tipo simpático con el que era posible tratar, al de ahora no lo había visto en su vida y la mensajera le encontró un aire de presumido que no le gustó nada.
No le sorprendió que le pidiera sus papeles y, a decir verdad, tampoco le molestó demasiado. Ese control ya se había vuelto habitual en los últimos tiempos y estaba preparada para eso.
- Mi nombre es Léa, soy mensajera y estoy aquí por razones de trabajo – declaró con voz tranquila – y aquí están mis papeles, capitán.
De un bolsillo de su pantalón extrajo un sobre de cuero en el que portaba todos sus visados, permisos y salvoconductos y se lo extendió al oficial.
FDI: Ted, te envíe un mp.
Léa- Cantidad de envíos : 40
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
Momentos antes de terminar su demostración, un hombre de cuidada barba se acercó a ver el espectaculo que estaba montando Wheatley, venía acompañado de otros cuatro hombres, todos tenían pinta de guardias. Sus ropas "aburridas y lineales" delataban ya más de lo que Ted hubiera querido ver. Eran legítimos oficiales, y el de barba era sin duda el capitán, que, para sorpresa del mago telequinético, se acercó para decir unas palabras.
-Nunca lo había visto por aquí a usted. ¿Cual es su nombre y razón? Ya veo que es usted una especie de... mago ambulante, quizás? Supongo que tiene su visado y su salvoconducto en regla, me permite echarle un vistazo? Espero que tenga la licencia municipal para representar esta clase de espectáculos.
Wheatley pensó un momento., ¿Licencia municipal para representar espectáculos? Nunca había escuchado sobre esa licencia, o por lo menos era la primera vez que alguien se la pedía. ¿Era acaso esta ciudad tan rígida que hasta para un pequeño espectáculo era necesario tener un permiso?
-Sí, tengo todos los papeles, aquí los tiene...
Wheatley poseía los papeles que certificaban su acta como mago, pero no tenía la licencia para realizar lo que estaba haciendo, si es que allí se necesitaba una licencia.
Entregó todos sus papeles, incluida una pequeña licencia, que resultaba ser otra ilusión. Constaba de un papel medio arrugado que tenía unos muy pocos renglones, y la firma que lo autorizaba era la misma firma que tenían sus otros papeles, así que intentó construir lo mejor que pudo rapidamente para no meterse en problemas.
FDI: Perdonen por la tardanza, el colegio me mantenía ocupado xD
ya vi tu mensaje, Léa. A partir de ahora usaré tus textos como debe ser =)
-Nunca lo había visto por aquí a usted. ¿Cual es su nombre y razón? Ya veo que es usted una especie de... mago ambulante, quizás? Supongo que tiene su visado y su salvoconducto en regla, me permite echarle un vistazo? Espero que tenga la licencia municipal para representar esta clase de espectáculos.
Wheatley pensó un momento., ¿Licencia municipal para representar espectáculos? Nunca había escuchado sobre esa licencia, o por lo menos era la primera vez que alguien se la pedía. ¿Era acaso esta ciudad tan rígida que hasta para un pequeño espectáculo era necesario tener un permiso?
-Sí, tengo todos los papeles, aquí los tiene...
Wheatley poseía los papeles que certificaban su acta como mago, pero no tenía la licencia para realizar lo que estaba haciendo, si es que allí se necesitaba una licencia.
Entregó todos sus papeles, incluida una pequeña licencia, que resultaba ser otra ilusión. Constaba de un papel medio arrugado que tenía unos muy pocos renglones, y la firma que lo autorizaba era la misma firma que tenían sus otros papeles, así que intentó construir lo mejor que pudo rapidamente para no meterse en problemas.
FDI: Perdonen por la tardanza, el colegio me mantenía ocupado xD
ya vi tu mensaje, Léa. A partir de ahora usaré tus textos como debe ser =)
Wheatley Teddy Ted- Cantidad de envíos : 28
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
"Mi nombre es Léa, soy mensajera y estoy aquí por razones de trabajo", declaró con voz tranquila, "y aquí están mis papeles, capitán."
La joven puso mala cara duante un momento, pero enseguida compuso un gesto neutral. Buscó un momento en sus ropas, y extrajo un sobre de cuero con una pluma y un tintero grabadas a fuego junto a una de sus esquinas. "Una mensajera", pensó. Abrió con cuidado el sobre y miró su contenido, leyendo rápidamente cada uno de los papeles, y contrastando las firmas y los sellos. Todo era absolutamente auténtico, era una mensajera, y todas las naciones del archipiélago, incluidas Rhylia y Adysium la reconocían como tal.
Gerrard saludó respetuosamente a Léa mientras le devolvía el sobre. "Tal vez tenga un pequeño recado para usted. Si está interesada, véame en la oficina de la Guardia al caer la noche. Supongo... que no será decoroso preguntaros quien envía y recibe mensajes en Kuzueth." Miró con atención a la mensajera. Era demasiado joven y muy menuda. Gerrard se planteó si alguna vez la había visto antes.
Luego, centró su atención en el amasijo de papeles arrugados y doblados que le tendía Ted. "Sí, tengo todos los papeles, aquí los tiene..."
Sus papeles como mago y su visado estaban en regla, si bien sucios y descuidados. Examinó la licencia, que estaba impresa en un papel levemente distinto. "Los visados están bien, pero su licencia para espectáculos no se ha expedido aquí. Pero NO SE ASUSTE, sólo tiene que ir a la oficina de registros y pedir una licencia temporal, no se le cobrará nada. Es solo que queremos saber quién actúa en nuestras calles, por si hay algún... problema." Gerrard le indicó las direcciones y los procesos a seguir. "Solo me queda recomendarles una cosa, aunque usted ya lo sabrá, Léa. No entren en la jungla a menos que estén perfectamente preparados para ello."
Finalmente, Gerrard sacó un par de piezas de acero de su bolsillo y las puso encima de la mesa, antes de hablar.
La joven puso mala cara duante un momento, pero enseguida compuso un gesto neutral. Buscó un momento en sus ropas, y extrajo un sobre de cuero con una pluma y un tintero grabadas a fuego junto a una de sus esquinas. "Una mensajera", pensó. Abrió con cuidado el sobre y miró su contenido, leyendo rápidamente cada uno de los papeles, y contrastando las firmas y los sellos. Todo era absolutamente auténtico, era una mensajera, y todas las naciones del archipiélago, incluidas Rhylia y Adysium la reconocían como tal.
Gerrard saludó respetuosamente a Léa mientras le devolvía el sobre. "Tal vez tenga un pequeño recado para usted. Si está interesada, véame en la oficina de la Guardia al caer la noche. Supongo... que no será decoroso preguntaros quien envía y recibe mensajes en Kuzueth." Miró con atención a la mensajera. Era demasiado joven y muy menuda. Gerrard se planteó si alguna vez la había visto antes.
Luego, centró su atención en el amasijo de papeles arrugados y doblados que le tendía Ted. "Sí, tengo todos los papeles, aquí los tiene..."
Sus papeles como mago y su visado estaban en regla, si bien sucios y descuidados. Examinó la licencia, que estaba impresa en un papel levemente distinto. "Los visados están bien, pero su licencia para espectáculos no se ha expedido aquí. Pero NO SE ASUSTE, sólo tiene que ir a la oficina de registros y pedir una licencia temporal, no se le cobrará nada. Es solo que queremos saber quién actúa en nuestras calles, por si hay algún... problema." Gerrard le indicó las direcciones y los procesos a seguir. "Solo me queda recomendarles una cosa, aunque usted ya lo sabrá, Léa. No entren en la jungla a menos que estén perfectamente preparados para ello."
Finalmente, Gerrard sacó un par de piezas de acero de su bolsillo y las puso encima de la mesa, antes de hablar.
"Mago, tejed una ilusión para mí."
Narrador- Cantidad de envíos : 157
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
Léa esperó que el capitán revisará sus papeles con calma; estaba absolutamente segura de que toda su documentación estaba en regla, era parte de sus obligaciones asegurarse de que así fuera. Escucho con atención cuando el guardia mencionó lo de un recado – siempre estaba dispuesta a aceptar trabajo – pero su expresión se nubló cuando éste mencionó lo de preguntar sobre quien enviaba y recibía mensajes.
- Sería muy poco decoroso que lo preguntara, capitán, así que espero que no lo haga. Me interesa su recado, pero no podría trabajar para un hombre poco honorable.
Había intentado que su tono sonara ligero, pero mientras el capitán revisaba los papeles del mago, no podía evitar que la preocupación se hiciera presente en su ánimo. Pese a lo complicado que se estaba haciendo viajar por el archipiélago debido al clima de guerra y la molestia de tener que presentar visados y permisos cada dos por tres, nunca se le había ocurrido que alguien pudiera querer saber quien enviaba o recibía los mensajes que ella transportaba.
Que Gerrard hubiera hablado casi como tanteando terreno, no aminoraba en nada esa recién aparecida preocupación. Por el contrario cada segundo que pasaba se robustecía, porque se daba cuenta que otros guardias, en otras islas, podían querer disponer de esa información. No sólo eso, también podían querer saber el contenido de los mensajes; la perspectiva le daba escalofríos.
El capitán la sacó de sus cavilaciones al hablarle de nuevo.
- Sí, capitán, ya sabía que la jungla de esta isla no se puede tomar a la ligera.
Conocía la fama de la selva de Kuzueth, pero eso le importaba un comino en esos momentos, no pensaba entrar en ella ya que no tenía clientes ahí. Era otra cosa en la que tenía que pensar ahora. Mientras observaba con aire abstraído como el mago respondía a la petición del capitán, una pregunta daba vueltas en su mente: ¿cómo diablos voy a hacer para proteger mis clientes y mis mensajes de ojos intrusos?
- Sería muy poco decoroso que lo preguntara, capitán, así que espero que no lo haga. Me interesa su recado, pero no podría trabajar para un hombre poco honorable.
Había intentado que su tono sonara ligero, pero mientras el capitán revisaba los papeles del mago, no podía evitar que la preocupación se hiciera presente en su ánimo. Pese a lo complicado que se estaba haciendo viajar por el archipiélago debido al clima de guerra y la molestia de tener que presentar visados y permisos cada dos por tres, nunca se le había ocurrido que alguien pudiera querer saber quien enviaba o recibía los mensajes que ella transportaba.
Que Gerrard hubiera hablado casi como tanteando terreno, no aminoraba en nada esa recién aparecida preocupación. Por el contrario cada segundo que pasaba se robustecía, porque se daba cuenta que otros guardias, en otras islas, podían querer disponer de esa información. No sólo eso, también podían querer saber el contenido de los mensajes; la perspectiva le daba escalofríos.
El capitán la sacó de sus cavilaciones al hablarle de nuevo.
- Sí, capitán, ya sabía que la jungla de esta isla no se puede tomar a la ligera.
Conocía la fama de la selva de Kuzueth, pero eso le importaba un comino en esos momentos, no pensaba entrar en ella ya que no tenía clientes ahí. Era otra cosa en la que tenía que pensar ahora. Mientras observaba con aire abstraído como el mago respondía a la petición del capitán, una pregunta daba vueltas en su mente: ¿cómo diablos voy a hacer para proteger mis clientes y mis mensajes de ojos intrusos?
Léa- Cantidad de envíos : 40
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
La mujer parecía algo extrañada por lo que le había dicho el capitán, y tenía derecho en realidad, era la primera vez que Wheatley escuchaba que un funcionario buscaba los nombres de los emisores y receptores de las cartas. "Así que se trata de una mensajera" pensó al momento de oír lo que hablaban.
Luego el capitán volvió a dirigirse a él, y le explicó que sus papeles de mago estaban bien, pero su licencia no estaba expedida. Ted no pudo evitar avergonzarse al pensar que su ilusión había fallado y que seguramente el capitán la había notado como tal, no era un hombre tonto, o al menos no lo parecía.
-NO SE ASUSTE, sólo tiene que ir a la oficina de registros y pedir una licencia temporal, no se le cobrará nada. Es solo que queremos saber quién actúa en nuestras calles, por si hay algún... problema.
Al menos no era un gran problema, luego iría a la oficina de registros, el hecho sólo le causaba un poco de molestia, pero después de todo, ¿Qué otra cosa iba a hacer?
Wheatley podía jurar que cuando el guardia mencionó que podría haber algún problema, lo hizo de forma entrecortada, como inseguro de lo que iba a decir. Eso le llamó la atención.
El capitan habló luego sobre la jungla, y después puso unas monedas de acero en la mesa.
-Mago, tejed una ilusión para mí.
Wheatley perdió todos los pensamientos que tenía hasta el momento, reaccionó con rapidez y se propuso a realizar una buena ilusión para el hombre. Pensó en algún truco divertido, y se decidió por uno que no hacía normalmente:
-Sus ropas son muy interesantes, señor, permítame que me las pruebe. Siempre quise saber como me quedaría el atuendo de un capitán.
Dicho esto, Wheatley se quitó la capa, y para sorpresa de los presentes, llevaba exactamente las mismas ropas que tenía encima el capitan. Algunos en el fondo tardaron en notar lo que había sucedido, y cuando lo hicieron comenzaron a aplaudir y festejar.
El mago pensó en un momento que la ilusión que acababa de hacer podría al final de cuentas meterlo en problemas, ya que los guardias podrían tomar dicho hechizo como algo amenazador para ellos, despues de todo con ese atuendo Ted podría hacer de las suyas y nadie le diría nada, ya que parecería un capitan. Rapidamente desapareció la ilusión y las ropas de Wheatley aparecieron nuevamente.
-¡Me quedan bastante bien! Lástima que no puedo dejarlas ahí por mucho tiempo, siendo una ilusión cuesta bastante vestirse de otra forma, ¿Saben?
Más allá de lo que pensó antes de quitar la ilusión, realmente era costoso hacer un hechizo como ese por mucho tiempo.
Volvió a quitarse la galera para agradecer los aplausos, y luego se dirigió nuevamente al capitán.
-Luego iré a las oficinas que me había dicho señor, pero antes quisiera saber una cosa, espero que no sea de su desagrado que le pregunte: ¿Porqué debemos estar preparados para entrar en la jungla?
Luego el capitán volvió a dirigirse a él, y le explicó que sus papeles de mago estaban bien, pero su licencia no estaba expedida. Ted no pudo evitar avergonzarse al pensar que su ilusión había fallado y que seguramente el capitán la había notado como tal, no era un hombre tonto, o al menos no lo parecía.
-NO SE ASUSTE, sólo tiene que ir a la oficina de registros y pedir una licencia temporal, no se le cobrará nada. Es solo que queremos saber quién actúa en nuestras calles, por si hay algún... problema.
Al menos no era un gran problema, luego iría a la oficina de registros, el hecho sólo le causaba un poco de molestia, pero después de todo, ¿Qué otra cosa iba a hacer?
Wheatley podía jurar que cuando el guardia mencionó que podría haber algún problema, lo hizo de forma entrecortada, como inseguro de lo que iba a decir. Eso le llamó la atención.
El capitan habló luego sobre la jungla, y después puso unas monedas de acero en la mesa.
-Mago, tejed una ilusión para mí.
Wheatley perdió todos los pensamientos que tenía hasta el momento, reaccionó con rapidez y se propuso a realizar una buena ilusión para el hombre. Pensó en algún truco divertido, y se decidió por uno que no hacía normalmente:
-Sus ropas son muy interesantes, señor, permítame que me las pruebe. Siempre quise saber como me quedaría el atuendo de un capitán.
Dicho esto, Wheatley se quitó la capa, y para sorpresa de los presentes, llevaba exactamente las mismas ropas que tenía encima el capitan. Algunos en el fondo tardaron en notar lo que había sucedido, y cuando lo hicieron comenzaron a aplaudir y festejar.
El mago pensó en un momento que la ilusión que acababa de hacer podría al final de cuentas meterlo en problemas, ya que los guardias podrían tomar dicho hechizo como algo amenazador para ellos, despues de todo con ese atuendo Ted podría hacer de las suyas y nadie le diría nada, ya que parecería un capitan. Rapidamente desapareció la ilusión y las ropas de Wheatley aparecieron nuevamente.
-¡Me quedan bastante bien! Lástima que no puedo dejarlas ahí por mucho tiempo, siendo una ilusión cuesta bastante vestirse de otra forma, ¿Saben?
Más allá de lo que pensó antes de quitar la ilusión, realmente era costoso hacer un hechizo como ese por mucho tiempo.
Volvió a quitarse la galera para agradecer los aplausos, y luego se dirigió nuevamente al capitán.
-Luego iré a las oficinas que me había dicho señor, pero antes quisiera saber una cosa, espero que no sea de su desagrado que le pregunte: ¿Porqué debemos estar preparados para entrar en la jungla?
Wheatley Teddy Ted- Cantidad de envíos : 28
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
Gerrard no pudo evitar sonreírse al escuchar como Lea lo tildaba de "poco honorable". Revisó sus papeles, y al encontrarlos todos en orden, devolvió el sobre con su contenido. "Son tiempos de guerra, sed prudente con los encargos que aceptais... En un momento como este, nada es lo que parece..." Luego, bajó la voz. "Oíd mi encargo, y decidireis sobre él. Estoy buscando a un joven llamado Mizik Ponjater, es el sobrino de un buen amigo que ha escapado de su casa... Si en alguno de vuestros viajes o cruzais con él, me gustaría que me lo hicierais saber de alguna forma. Pagaré vuestro precio ahora mismo, y sin regatear."
Mientras la mensajera meditaba su respuesta, Gerrard habló con el mago. Luego de indicarle cómo debía obtener su licencia temporal, le pidió una ilusión que lo entretuviera. "Además", pensó, "esto me servirá para calibrar el poder del mago." El ilusionista realizó un interesante truco consistente en copiar las vestiduras del capitán durante poco más de un minuto. Gerrard rió con ganas ante la cómica apariencia de Ted con el uniforme de la Guardia. Los parroquianos aplaudían con ganas, y los cuatro soldados que acompañaban a Gerrard parecían confusos. "Tened cuidado, suplantar a un miembro de la Guardia es un delito grave" Le alargó las dos piezas de acero prometidas, y le felicitó por sus habilidades, aunque se guardó de decir que había visto tejer ilusiones mucho más terribles en un pasado bastante cercano. También le recomendó no causar problemas y no mezclarse en peleas.
"Luego iré a las oficinas que me había dicho señor, pero antes quisiera saber una cosa, espero que no sea de su desagrado que le pregunte: ¿Porqué debemos estar preparados para entrar en la jungla?", preguntó el mago.
Gerrard torció el gesto. "La jungla de Kuzueth es uno de los lugares más inseguros del archipiélago, sólo puedo recomendarles que no entren allí bajo ningún concepto. Además de las tribus de salvajes, habitan toda clase de monstruos y animales peligrosos. Sabandijas gigantes, grandes felinos que cazan en manadas, criaturas vegetales, monos con tres cabezas... Pocos son los aventureros que entran, y aún menos los que logran salir." Gerrard parecía conocer de primera mano los horrores de la jungla.
Finalmente, luego de responder a las últimas preguntas de Lea y Ted, el capitán se despidió e ambos, llamó a sus hombres, y salió por la puerta para continuar la patrulla.
Mientras la mensajera meditaba su respuesta, Gerrard habló con el mago. Luego de indicarle cómo debía obtener su licencia temporal, le pidió una ilusión que lo entretuviera. "Además", pensó, "esto me servirá para calibrar el poder del mago." El ilusionista realizó un interesante truco consistente en copiar las vestiduras del capitán durante poco más de un minuto. Gerrard rió con ganas ante la cómica apariencia de Ted con el uniforme de la Guardia. Los parroquianos aplaudían con ganas, y los cuatro soldados que acompañaban a Gerrard parecían confusos. "Tened cuidado, suplantar a un miembro de la Guardia es un delito grave" Le alargó las dos piezas de acero prometidas, y le felicitó por sus habilidades, aunque se guardó de decir que había visto tejer ilusiones mucho más terribles en un pasado bastante cercano. También le recomendó no causar problemas y no mezclarse en peleas.
"Luego iré a las oficinas que me había dicho señor, pero antes quisiera saber una cosa, espero que no sea de su desagrado que le pregunte: ¿Porqué debemos estar preparados para entrar en la jungla?", preguntó el mago.
Gerrard torció el gesto. "La jungla de Kuzueth es uno de los lugares más inseguros del archipiélago, sólo puedo recomendarles que no entren allí bajo ningún concepto. Además de las tribus de salvajes, habitan toda clase de monstruos y animales peligrosos. Sabandijas gigantes, grandes felinos que cazan en manadas, criaturas vegetales, monos con tres cabezas... Pocos son los aventureros que entran, y aún menos los que logran salir." Gerrard parecía conocer de primera mano los horrores de la jungla.
Finalmente, luego de responder a las últimas preguntas de Lea y Ted, el capitán se despidió e ambos, llamó a sus hombres, y salió por la puerta para continuar la patrulla.
Narrador- Cantidad de envíos : 157
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
Léa guardó el sobre con su documentación mientras escuchaba atentamente lo que Gerrard le decía y la verdad es que el encargo no le gustó más que aquella idea de preguntar sobre quienes enviaban o recibían mensajes en la isla, cosa que se reflejó en su ceño fruncido cuando el hombre terminó de hablar.
- Aunque encuentre a ese joven, no os daré información sobre él si no estoy segura de que eso no lo pone en peligro, capitán, así que no me paguéis ahora, no quiero quedar comprometida con vos.
Pese a la preocupación que rondaba su mente, Léa se quedó con la boca abierta cuando vio el número del mago y no sólo por la impresión de haber visto un truco sorprendente, si no también porque se di cuenta al punto del riesgo que entrañaba para el ejecutante “¿Sabrá este flacucho los tiempo que corren?”, se preguntó mientras le lanzaba una ojeada recelosa al capitán. Quizás se trataba de un extranjero despistado, tendría que ponerlo al corriente de algunos asuntos en cuanto tuviera oportunidad. Sería una lástima que un mago tan interesante acabara en un calabozo, o peor.
Al parecer el mago acabó por darse cuenta de que su acto era riesgoso, por la forma en que decía que era difícil hacerlo y, para su sorpresa, el capitán se lo tomó con bastante humor. A decir verdad, las risas de Gerrard borraron un poco la mala impresión que la insinuación acerca de quienes eran sus clientes le había causado, tenía la idea de que una persona con auténtico sentido del humor no podía ser realmente mala.
La mensajera nada tenía que agregar a la vívida descripción que el capitán dio sobre la jungla de Kuzueth ante la pregunta del mago. Se consideraba afortunada por no tener mensajes para entregar en esa zona, pero sabía bien que si alguna vez le encomendaban llevar uno y no había más mensajeros, lo llevaría sin importar los riesgos. Lo suyo no era un mero trabajo, era toda una vocación.
Se quedó mirando un instante, pensativa, la puerta por la que habían desaparecido el capitán y sus guardias luego de las despedidas y luego se volvió a mirar al mago. Había ido a ese lugar a comer y todavía no había cumplido ese objetivo y ahora se le ocurría que no tenía por qué comer sola; el flacucho podía ser una interesante compañía.
- Me han divertido tus trucos, mago – le sonrió - ¿Aceptarías comer conmigo?
- Aunque encuentre a ese joven, no os daré información sobre él si no estoy segura de que eso no lo pone en peligro, capitán, así que no me paguéis ahora, no quiero quedar comprometida con vos.
Pese a la preocupación que rondaba su mente, Léa se quedó con la boca abierta cuando vio el número del mago y no sólo por la impresión de haber visto un truco sorprendente, si no también porque se di cuenta al punto del riesgo que entrañaba para el ejecutante “¿Sabrá este flacucho los tiempo que corren?”, se preguntó mientras le lanzaba una ojeada recelosa al capitán. Quizás se trataba de un extranjero despistado, tendría que ponerlo al corriente de algunos asuntos en cuanto tuviera oportunidad. Sería una lástima que un mago tan interesante acabara en un calabozo, o peor.
Al parecer el mago acabó por darse cuenta de que su acto era riesgoso, por la forma en que decía que era difícil hacerlo y, para su sorpresa, el capitán se lo tomó con bastante humor. A decir verdad, las risas de Gerrard borraron un poco la mala impresión que la insinuación acerca de quienes eran sus clientes le había causado, tenía la idea de que una persona con auténtico sentido del humor no podía ser realmente mala.
La mensajera nada tenía que agregar a la vívida descripción que el capitán dio sobre la jungla de Kuzueth ante la pregunta del mago. Se consideraba afortunada por no tener mensajes para entregar en esa zona, pero sabía bien que si alguna vez le encomendaban llevar uno y no había más mensajeros, lo llevaría sin importar los riesgos. Lo suyo no era un mero trabajo, era toda una vocación.
Se quedó mirando un instante, pensativa, la puerta por la que habían desaparecido el capitán y sus guardias luego de las despedidas y luego se volvió a mirar al mago. Había ido a ese lugar a comer y todavía no había cumplido ese objetivo y ahora se le ocurría que no tenía por qué comer sola; el flacucho podía ser una interesante compañía.
- Me han divertido tus trucos, mago – le sonrió - ¿Aceptarías comer conmigo?
Léa- Cantidad de envíos : 40
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
- Me han divertido tus trucos, mago. ¿Aceptarías comer conmigo?
Wheatley se sorprendió, hacía ya mucho tiempo que no le invitaban a comer, recordó que la última vez había sido ya hace algunos años, con un viejo aventurero muy sociable. Observó a la muchacha con una mirada brillante y respondió:
-¿Si lo aceptaría? ¡No podría negarme! ¡Sería todo un placer!
Wheatley tomo asiento en una mesa cercana a la que había sido utilizada como escenario de trucos, los chicos que en ella estaban ya se habían retirado junto a los guardias y otras personas.
El mago se quitó la galera y la puso a un costado de la mesa, luego pidió algo para tomar. Si bien estaba siendo invitado, Wheatley no se permitía pedir algo de mucho precio, no estaba acostumbrado a esta situación. Se le cruzó por la cabeza el pagar por sí mismo, pero realmente no estaba en condiciones, y, lo que le parecía aún más importante, sería un insulto a la joven mensajera que lo invitaba tan amablemente.
Su situación le beneficiaría, necesitaba información sobre su paradero, y la mensajera parecía una buena persona, sin contar que siendo mensajera estaría enterada de algunos asuntos más serios, aunque quizá no era lo más conveniente meterse en hilos gordos por ahora.
-Parece que están ocurriendo cosas extrañas por estos lares, y realmente no son nada parecidos a los lugares por los que he andado. Aunque realmente no entiendo a qué se debe la fama de la jungla, yo vine por el camino que la rodeaba y no me ha ocurrido nada, más que un niño que quiso robarme. Pero eso fue más cerca de aquí.
Wheatley se sorprendió, hacía ya mucho tiempo que no le invitaban a comer, recordó que la última vez había sido ya hace algunos años, con un viejo aventurero muy sociable. Observó a la muchacha con una mirada brillante y respondió:
-¿Si lo aceptaría? ¡No podría negarme! ¡Sería todo un placer!
Wheatley tomo asiento en una mesa cercana a la que había sido utilizada como escenario de trucos, los chicos que en ella estaban ya se habían retirado junto a los guardias y otras personas.
El mago se quitó la galera y la puso a un costado de la mesa, luego pidió algo para tomar. Si bien estaba siendo invitado, Wheatley no se permitía pedir algo de mucho precio, no estaba acostumbrado a esta situación. Se le cruzó por la cabeza el pagar por sí mismo, pero realmente no estaba en condiciones, y, lo que le parecía aún más importante, sería un insulto a la joven mensajera que lo invitaba tan amablemente.
Su situación le beneficiaría, necesitaba información sobre su paradero, y la mensajera parecía una buena persona, sin contar que siendo mensajera estaría enterada de algunos asuntos más serios, aunque quizá no era lo más conveniente meterse en hilos gordos por ahora.
-Parece que están ocurriendo cosas extrañas por estos lares, y realmente no son nada parecidos a los lugares por los que he andado. Aunque realmente no entiendo a qué se debe la fama de la jungla, yo vine por el camino que la rodeaba y no me ha ocurrido nada, más que un niño que quiso robarme. Pero eso fue más cerca de aquí.
Wheatley Teddy Ted- Cantidad de envíos : 28
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
El entusiasmo del mago al aceptar su invitación le arrancó una sonrisa complacida a Léa. Le encantaba que aceptaran sus invitaciones así, la gente melindrosa o mojigata la aburría y le colmaba la paciencia con rapidez.
- Hecho, entonces. Busquemos una mesa.
Mientras el mago se acomodaba, la mensajera le hizo una señal a una camarera, la que se acercó rápidamente y comenzó a ordenar la mesa con presteza.
- ¿Qué hay de bueno para comer hoy?
- Tenemos pierna de jabalí asada, sopa de pescado y tortilla de papas, señorita.
Léa observó que el mago pedía para beber una cerveza barata y anotó mentalmente el detalle de no querer hacerla gastar de más, pero cuando comía le gustaba beber al mismo nivel y no le hubiera parecido bien servirse algo de mejor calidad que su invitado, así que iba a remediar eso.
- Yo quiero jabalí, no faltaba más, ¿y tú, Ted? - no tenía sentido seguir llamándolo mago, si ya conocía su nombre, aunque no hubiesen habido presentaciones formales - ¿Te gusta el vino? Porque yo pienso pedir una botella del mejor que tengan aquí.
Mientras esperaban que les trajeran el pedido, se acomodó en su silla y escuchó atenta al mago. Al oírlo, se reforzó su impresión de que el flacucho era forastero en esas tierras.
- Si te llegas a meter de lleno en la jungla, entenderás su fama, poca gente ha vuelto de ahí; hay caníbales y toda clase de bichos raros y malos ¿De dónde eres, Ted?
- Hecho, entonces. Busquemos una mesa.
Mientras el mago se acomodaba, la mensajera le hizo una señal a una camarera, la que se acercó rápidamente y comenzó a ordenar la mesa con presteza.
- ¿Qué hay de bueno para comer hoy?
- Tenemos pierna de jabalí asada, sopa de pescado y tortilla de papas, señorita.
Léa observó que el mago pedía para beber una cerveza barata y anotó mentalmente el detalle de no querer hacerla gastar de más, pero cuando comía le gustaba beber al mismo nivel y no le hubiera parecido bien servirse algo de mejor calidad que su invitado, así que iba a remediar eso.
- Yo quiero jabalí, no faltaba más, ¿y tú, Ted? - no tenía sentido seguir llamándolo mago, si ya conocía su nombre, aunque no hubiesen habido presentaciones formales - ¿Te gusta el vino? Porque yo pienso pedir una botella del mejor que tengan aquí.
Mientras esperaban que les trajeran el pedido, se acomodó en su silla y escuchó atenta al mago. Al oírlo, se reforzó su impresión de que el flacucho era forastero en esas tierras.
- Si te llegas a meter de lleno en la jungla, entenderás su fama, poca gente ha vuelto de ahí; hay caníbales y toda clase de bichos raros y malos ¿De dónde eres, Ted?
Léa- Cantidad de envíos : 40
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
FDI: Mil disculpas por la tardanza, estuve ocupado con mis deberes y con mis problemas personales xD
En fin, I'm finally back.
Parecía que la muchacha se había percatado de que Wheatley realmente no quería hacerla gastar dinero, pero las palabras que ella usó rápidamente le hicieron sentir como si, despues de tanto tiempo, volviera a su hogar.
- Yo quiero jabalí, no faltaba más, ¿y tú, Ted? -
"Ted", le gustó como sonó el "Ted" que la muchacha exclamó. Se vio deseoso de pedir algo.
-¿Ha dicho usted tortilla de papa? Me pediré una de esas entonces.
Y no era para menos, Wheatley adoraba las tortillas de papa que solía comer en el bar donde trabajaba.
La siguiente pregunta que le hizo la mensajera le asustó un poco:
-¿Te gusta el vino? Porque yo pienso pedir una botella del mejor que tengan aquí.
A Wheatley si le gustaba el vino, pero su gran problema era que nunca tuvo mucha resistencia a esa bebida.
-Sí me gusta, pero no tomaré mucho, no estoy muy acostumbrado al vino. Ted soltó unas risas de vergüenza.
Luego, le hizo a la mensajera una pregunta algo esperada y necesaria:
-Y dime, tu nombre es Léa. ¿Estoy en lo cierto?
Después de las presentaciones ella le explicó que la jungla tenía toda clase de amenazas. Ted comenzó a agradecerle a su suerte, ahora se daba cuenta que ésta lo acompañaba aún antes de entrar Daosh.
Luego Léa le preguntó de donde venía.
-Solía vivir en Trinacria. Me fui de allí con un objetivo, luego pasé por algunos problemas en Rhylia, y luego llegué aquí gracias a una embarcación que me dejó a unos kilómetros. Léa, ¿Tu de donde vienes?
En fin, I'm finally back.
Parecía que la muchacha se había percatado de que Wheatley realmente no quería hacerla gastar dinero, pero las palabras que ella usó rápidamente le hicieron sentir como si, despues de tanto tiempo, volviera a su hogar.
- Yo quiero jabalí, no faltaba más, ¿y tú, Ted? -
"Ted", le gustó como sonó el "Ted" que la muchacha exclamó. Se vio deseoso de pedir algo.
-¿Ha dicho usted tortilla de papa? Me pediré una de esas entonces.
Y no era para menos, Wheatley adoraba las tortillas de papa que solía comer en el bar donde trabajaba.
La siguiente pregunta que le hizo la mensajera le asustó un poco:
-¿Te gusta el vino? Porque yo pienso pedir una botella del mejor que tengan aquí.
A Wheatley si le gustaba el vino, pero su gran problema era que nunca tuvo mucha resistencia a esa bebida.
-Sí me gusta, pero no tomaré mucho, no estoy muy acostumbrado al vino. Ted soltó unas risas de vergüenza.
Luego, le hizo a la mensajera una pregunta algo esperada y necesaria:
-Y dime, tu nombre es Léa. ¿Estoy en lo cierto?
Después de las presentaciones ella le explicó que la jungla tenía toda clase de amenazas. Ted comenzó a agradecerle a su suerte, ahora se daba cuenta que ésta lo acompañaba aún antes de entrar Daosh.
Luego Léa le preguntó de donde venía.
-Solía vivir en Trinacria. Me fui de allí con un objetivo, luego pasé por algunos problemas en Rhylia, y luego llegué aquí gracias a una embarcación que me dejó a unos kilómetros. Léa, ¿Tu de donde vienes?
Wheatley Teddy Ted- Cantidad de envíos : 28
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
FDI: No te preocupes. Espero que deberes y problemas personales se hayan resuelto ya.
- ¿No? ¿Y qué te pasas cuando bebes? ¿Te pones llorón, pendenciero o bailas arriba de las mesas? – preguntó con picardía cuando el mago dijo que no estaba acostumbrado al vino - ¿O te duermes nada más?
La mensajera solía beber con moderación; aunque le había parecido divertido las pocas veces que se había embriagado, las resacas del día siguiente no tenían nada de gracioso y los remedios para pasarla, menos, así que finalmente había optado por la templanza (¡cuánto le gustaba a doña Berenguela esa palabreja!) en lo que a bebidas espirituosas se refería.
- ¡Claro que sí, Léa es mi nombre! – exclamó, poniéndose de pie vivazmente y haciendo una reverencia que hubiera enorgullecido a su madre adoptiva – Encantada, maese Ted- agregó, extendiendo una mano para que el flacucho la besara.
Bromeaba; aunque se sabía de memoria todas las fórmulas de cortesía y urbanidad, adecuadas para todas las ocasiones posibles, solía pasar de ellas, a menos que quisiera impresionar a alguien para conseguir un fin determinado: un favor, un contacto, alguna información…
Así que el flacucho era de Jasperia, después de todo; Léa enarcó una ceja cuando lo oyó decir que había tenido algunos problemas en Rhylia. Rhylia era equivalente a la Orden de la Dama, más aún que Thialir ¿Habría tenido algún problema con la Orden? Eso nunca era algo bueno, menos ahora.
- Ahora mismo vengo de Móselec, esa fue mi escala anterior – contestó literalmente a la pregunta que le habían hecho - ¿Qué problemas tuviste en Rhylia, Ted? – preguntó sin ambages.
- ¿No? ¿Y qué te pasas cuando bebes? ¿Te pones llorón, pendenciero o bailas arriba de las mesas? – preguntó con picardía cuando el mago dijo que no estaba acostumbrado al vino - ¿O te duermes nada más?
La mensajera solía beber con moderación; aunque le había parecido divertido las pocas veces que se había embriagado, las resacas del día siguiente no tenían nada de gracioso y los remedios para pasarla, menos, así que finalmente había optado por la templanza (¡cuánto le gustaba a doña Berenguela esa palabreja!) en lo que a bebidas espirituosas se refería.
- ¡Claro que sí, Léa es mi nombre! – exclamó, poniéndose de pie vivazmente y haciendo una reverencia que hubiera enorgullecido a su madre adoptiva – Encantada, maese Ted- agregó, extendiendo una mano para que el flacucho la besara.
Bromeaba; aunque se sabía de memoria todas las fórmulas de cortesía y urbanidad, adecuadas para todas las ocasiones posibles, solía pasar de ellas, a menos que quisiera impresionar a alguien para conseguir un fin determinado: un favor, un contacto, alguna información…
Así que el flacucho era de Jasperia, después de todo; Léa enarcó una ceja cuando lo oyó decir que había tenido algunos problemas en Rhylia. Rhylia era equivalente a la Orden de la Dama, más aún que Thialir ¿Habría tenido algún problema con la Orden? Eso nunca era algo bueno, menos ahora.
- Ahora mismo vengo de Móselec, esa fue mi escala anterior – contestó literalmente a la pregunta que le habían hecho - ¿Qué problemas tuviste en Rhylia, Ted? – preguntó sin ambages.
Léa- Cantidad de envíos : 40
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
-Hubo pocas veces que me embriagué. Y fueron divertidas, muy divertidas, por lo que me contaron. Pero ése es el problema, me lo contaron, y no recuerdo nada, tan solo imágenes.
El mago echó a reír y se tapó el rostro de la vergüenza que le traía recordar esos episodios borrosos.
-Hago demasiadas estupideces cuando bebo, demasiadas.
A Ted le agradaba la mensajera, parecía tener una forma de ser muy radiante. Se quitó la galera y le besó la mano cuando ella se la estiró, entendió el juego y quiso seguirlo. -Igualmente encantado, señorita. Agradezco tenerla aquí en la mesa, acompañándome en la espera de mi tortilla de papa.
Wheatley echó unas risas por el chiste, la imagen que crearon entre los dos era bastante cómica. "Que muchacha tan interesante" pensaba a sus adentros mientras los platos y cubiertos llenaban la mesa desde la mano de la camarera.
Notó algo raro en la expresión que Léa puso cuando le preguntó que había ocurrido en Rhylia.
-Ningun problema serio, en verdad. Allí no tenía nada de valor como para quedarme una sola noche en algun lugar, por lo que estuve lidiando con algunos personajes nocturnos del pueblo. Me ha costado mucho llegar allí, pero luego de juntar algo de dinero pude retirarme en la embarcación.
Aunque no pude llegar Lytenberg, los guardias me hablaron sobre algunos problemas que pasaban por la ciudad y me negaron la entrada. Lugar raro, Rhylia.
Wheatley tomo un trago de vino y miró a la muchacha.
-No fue mi mejor comienzo, pero aquí estoy, y creo que en este lugar puedo encontrar lo que busco.
El mago comenzó a sonreír, sabía que aunque dijera eso, no sería tan fácil encontrar lo que buscaba.
-Y tú, Léa ¿has ido hasta Móselec a entregar correspondencia? ¿Hay muchas montañas por allí verdad?
El mago echó a reír y se tapó el rostro de la vergüenza que le traía recordar esos episodios borrosos.
-Hago demasiadas estupideces cuando bebo, demasiadas.
A Ted le agradaba la mensajera, parecía tener una forma de ser muy radiante. Se quitó la galera y le besó la mano cuando ella se la estiró, entendió el juego y quiso seguirlo. -Igualmente encantado, señorita. Agradezco tenerla aquí en la mesa, acompañándome en la espera de mi tortilla de papa.
Wheatley echó unas risas por el chiste, la imagen que crearon entre los dos era bastante cómica. "Que muchacha tan interesante" pensaba a sus adentros mientras los platos y cubiertos llenaban la mesa desde la mano de la camarera.
Notó algo raro en la expresión que Léa puso cuando le preguntó que había ocurrido en Rhylia.
-Ningun problema serio, en verdad. Allí no tenía nada de valor como para quedarme una sola noche en algun lugar, por lo que estuve lidiando con algunos personajes nocturnos del pueblo. Me ha costado mucho llegar allí, pero luego de juntar algo de dinero pude retirarme en la embarcación.
Aunque no pude llegar Lytenberg, los guardias me hablaron sobre algunos problemas que pasaban por la ciudad y me negaron la entrada. Lugar raro, Rhylia.
Wheatley tomo un trago de vino y miró a la muchacha.
-No fue mi mejor comienzo, pero aquí estoy, y creo que en este lugar puedo encontrar lo que busco.
El mago comenzó a sonreír, sabía que aunque dijera eso, no sería tan fácil encontrar lo que buscaba.
-Y tú, Léa ¿has ido hasta Móselec a entregar correspondencia? ¿Hay muchas montañas por allí verdad?
Wheatley Teddy Ted- Cantidad de envíos : 28
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
- Y de mi pierna de jabalí, es una situación de lo más romántica y elegante – complementó, coreando la risa del mago.
Estaba resultando un día muy entretenido, pensó con satisfacción. Había disfrutado enormemente de su baño en el mar acompañada de Silfo, había visto un bonito espectáculo de magia y ahora gozaría de una rica comida en agradable acompañada. La única nubecilla en ese cielo radiante había sido la insinuación de Gerrard de saber los nombres de quienes enviaban y recibían mensajes en la isla, pero la mensajera decidió que no iba a arruinar un grato momento preocupándose por eso. Cruzaría el puente cuando llegara a él.
- Sí, es un lugar raro… y complicado.
Le alivió saber que el mago había tenido, por así decir, problemas de tipo doméstico y que no se relacionaban para nada con la Orden. Aclarado ese punto, Léa saboreo con fruición un primer bocado de jabalí y un primer sorbo de su copa de vino; la carne estaba en su punto y el vino, aunque no era el mejor que había probado, estaba bastante bien, una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro ante esa comprobación.
- A entregar y a recoger correspondencia – especificó – Lo más que hay en Móselec son montañas y minas, minas de oro y plata y unos pájaros muy ricos para comer.
Móselec le gustaba mucho, como le gustaban todas las islas del archipiélago, Rhylia incluida. Cada una de ellas tenía un carácter especial, sus encantos y sus secretos y nunca una visita era exactamente igual a la otra; siempre se podía encontrar algo nuevo. Esa era una de las cosas que más le gustaba de su trabajo.
- ¿Y qué buscas, Ted? – preguntó, apurando un sorbo de vino - ¿Y por qué crees que vas a encontrarlo precisamente aquí?
Estaba resultando un día muy entretenido, pensó con satisfacción. Había disfrutado enormemente de su baño en el mar acompañada de Silfo, había visto un bonito espectáculo de magia y ahora gozaría de una rica comida en agradable acompañada. La única nubecilla en ese cielo radiante había sido la insinuación de Gerrard de saber los nombres de quienes enviaban y recibían mensajes en la isla, pero la mensajera decidió que no iba a arruinar un grato momento preocupándose por eso. Cruzaría el puente cuando llegara a él.
- Sí, es un lugar raro… y complicado.
Le alivió saber que el mago había tenido, por así decir, problemas de tipo doméstico y que no se relacionaban para nada con la Orden. Aclarado ese punto, Léa saboreo con fruición un primer bocado de jabalí y un primer sorbo de su copa de vino; la carne estaba en su punto y el vino, aunque no era el mejor que había probado, estaba bastante bien, una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro ante esa comprobación.
- A entregar y a recoger correspondencia – especificó – Lo más que hay en Móselec son montañas y minas, minas de oro y plata y unos pájaros muy ricos para comer.
Móselec le gustaba mucho, como le gustaban todas las islas del archipiélago, Rhylia incluida. Cada una de ellas tenía un carácter especial, sus encantos y sus secretos y nunca una visita era exactamente igual a la otra; siempre se podía encontrar algo nuevo. Esa era una de las cosas que más le gustaba de su trabajo.
- ¿Y qué buscas, Ted? – preguntó, apurando un sorbo de vino - ¿Y por qué crees que vas a encontrarlo precisamente aquí?
Léa- Cantidad de envíos : 40
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
-Quizá suene algo estúpido, pero estoy buscando un aprendiz. Quiero tener la oportunidad de enseñar lo que sé, aunque no es mucho. Creo que de todas formas soy demasiado joven para ser un mentor, pero quién sabe...
La tortilla ya había llegado, y Wheatley la había dejado por la mitad. Continuó:
-Las buenas cosas tienen que perdurar, y si consigo hacer que mi magia le haga bien a las personas sería muy feliz. Hizo una pequeña pausa.
-De todas formas, ahora me conformaría con un compañero de viajes, caminar sólo la mayoría del tiempo es muy aburrido..
En un momento vio el vaso de su compañera vacío.
-Deja que te sirva.
Dicho esto, la botella comenzó a flotar y lentamente fue inclinándose para soltar el vino dentro del vaso de Léa.
-Esto les encantaba a los forasteros cuando lo hacía en los bares de Trinacria, la gente puede llegar a ser muy interesante.
El mago poco a poco se armonizaba más con la situación, disfrutaba tanto como lo hacía tiempo atrás, recordaba las largas charlas que mantenía con los que elegían pasar la noche en la taberna.
-No estoy tan seguro de encontrarlo aquí, quizas la gente me tome por un loco, o algo peor...
Wheatley rió de nuevo.
-Pero la gente aquí tiene algo, tiene un potencial, es una lástima que la mayoría no lo sepa. Por eso mantengo una pequeña esperanza. Y tú Léa ¿Cómo te defiendes si tienes problemas en el camino de tus entregas?
La tortilla ya había llegado, y Wheatley la había dejado por la mitad. Continuó:
-Las buenas cosas tienen que perdurar, y si consigo hacer que mi magia le haga bien a las personas sería muy feliz. Hizo una pequeña pausa.
-De todas formas, ahora me conformaría con un compañero de viajes, caminar sólo la mayoría del tiempo es muy aburrido..
En un momento vio el vaso de su compañera vacío.
-Deja que te sirva.
Dicho esto, la botella comenzó a flotar y lentamente fue inclinándose para soltar el vino dentro del vaso de Léa.
-Esto les encantaba a los forasteros cuando lo hacía en los bares de Trinacria, la gente puede llegar a ser muy interesante.
El mago poco a poco se armonizaba más con la situación, disfrutaba tanto como lo hacía tiempo atrás, recordaba las largas charlas que mantenía con los que elegían pasar la noche en la taberna.
-No estoy tan seguro de encontrarlo aquí, quizas la gente me tome por un loco, o algo peor...
Wheatley rió de nuevo.
-Pero la gente aquí tiene algo, tiene un potencial, es una lástima que la mayoría no lo sepa. Por eso mantengo una pequeña esperanza. Y tú Léa ¿Cómo te defiendes si tienes problemas en el camino de tus entregas?
Wheatley Teddy Ted- Cantidad de envíos : 28
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
- Se requiere mucha paciencia para enseñarle a un aprendiz, creo que yo no sería capaz.
Léa masticaba con calma disfrutando al máximo cada bocado; comer a la rápida no se había hecho para ella, incluso cuando estaba acampando en un bosque y todo lo que tenía para comer eran bayas y frutos silvestres, se daba el tiempo para saborearlas. Sin embargo, no dejaba de prestar atención a lo que su acompañante le decía porque aún le resultaban interesantes sus palabras.
- Pues, tener un compañero de viaje permanente puede resultar todo un fastidio. Que si uno quiere ir para allá y el otro para acá, que si acampamos ahora o más tarde, que si esta posada me gusta a mi, pero a ti no.
La mensajera apreciaba su libertad más que cualquier otra cosa, por eso había elegido un trabajo que le permitía ser su propio jefe; ella y nadie más decidía que mensajes llevar y adonde ir y cuanto cobrar. Para ella, un compañero de viaje con el cual ponerse de acuerdo y transar era una pérdida de libertad, que sólo toleraba en pequeñas dosis y con poca frecuencia,
- ¡Hey! ¡Qué bonito! – exclamó encantada cuando vio que la botella parecía cobrar vida propia y llenaba su copa de vino – Seguro que haz conquistado a muchas chicas con este truco, pillín – añadió traviesa.
La muchacha había supuesto que Ted podía utilizar su magia en más cosas que sólo hacer bailar muñecos de peluche y el truco de la botella lo mostraba, era una habilidad muy interesante y sumamente útil. Por un momento se imaginó a si misma, sentada cómodamente y haciendo que sus alforjas viajaran por sí solas llevando la correspondencia; una sonrisa divertida se dibujó en su rostro.
- Vivir en este lugar no es nada de fácil, se requiere de mucho temple, tal vez por eso te parece que a gente de aquí tiene algo especial – comentó - ¿Qué como me defiendo? Con la ayuda de este amigo – contestó, mostrándole el látigo que normalmente llevaba a la cintura.
Léa masticaba con calma disfrutando al máximo cada bocado; comer a la rápida no se había hecho para ella, incluso cuando estaba acampando en un bosque y todo lo que tenía para comer eran bayas y frutos silvestres, se daba el tiempo para saborearlas. Sin embargo, no dejaba de prestar atención a lo que su acompañante le decía porque aún le resultaban interesantes sus palabras.
- Pues, tener un compañero de viaje permanente puede resultar todo un fastidio. Que si uno quiere ir para allá y el otro para acá, que si acampamos ahora o más tarde, que si esta posada me gusta a mi, pero a ti no.
La mensajera apreciaba su libertad más que cualquier otra cosa, por eso había elegido un trabajo que le permitía ser su propio jefe; ella y nadie más decidía que mensajes llevar y adonde ir y cuanto cobrar. Para ella, un compañero de viaje con el cual ponerse de acuerdo y transar era una pérdida de libertad, que sólo toleraba en pequeñas dosis y con poca frecuencia,
- ¡Hey! ¡Qué bonito! – exclamó encantada cuando vio que la botella parecía cobrar vida propia y llenaba su copa de vino – Seguro que haz conquistado a muchas chicas con este truco, pillín – añadió traviesa.
La muchacha había supuesto que Ted podía utilizar su magia en más cosas que sólo hacer bailar muñecos de peluche y el truco de la botella lo mostraba, era una habilidad muy interesante y sumamente útil. Por un momento se imaginó a si misma, sentada cómodamente y haciendo que sus alforjas viajaran por sí solas llevando la correspondencia; una sonrisa divertida se dibujó en su rostro.
- Vivir en este lugar no es nada de fácil, se requiere de mucho temple, tal vez por eso te parece que a gente de aquí tiene algo especial – comentó - ¿Qué como me defiendo? Con la ayuda de este amigo – contestó, mostrándole el látigo que normalmente llevaba a la cintura.
Léa- Cantidad de envíos : 40
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
- Se requiere mucha paciencia para enseñarle a un aprendiz, creo que yo no sería capaz.
-Pues, yo creo que la paciencia se va ganando poco a poco. Igualmente tengo que estar seguro de que sé bastante como para enseñarle a un alumno.
Al flacucho mago eso siempre le sonaba en la cabeza, tenía miedo de no estar capacitado aún para ser un mentor, y lo más seguro es que era así, pero quería al menos probar. Siempre pensó que era mejor vivir fracasando que vivir sin intentar.
Léa continuó hablando:
- Pues, tener un compañero de viaje permanente puede resultar todo un fastidio. Que si uno quiere ir para allá y el otro para acá, que si acampamos ahora o más tarde, que si esta posada me gusta a mi, pero a ti no.
Wheatley la miró sonriente.
-Tienes razón, pero a la hora de problemas siempre es bueno tener a alguien que ayude.
Al mago le pareció gracioso el gesto que Léa puso al mencionar a las mujeres.
-Chicas, nunca tuve mucha suerte con ellas.
Wheatley echó a reír. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que tuvo algo con alguien.
Léa le mostró el látigo cuando el mago le preguntó por su defensa.
-Eso tiene pinta de ser bastante doloroso. ¿No es medio peligroso entrenar con un látigo? Estoy seguro de que si lo haría saldría bastante lastimado.
Apunto de terminar su comida, Wheatley miró a Léa y tuvo una idea:
-Oye Léa, ¿Quieres acompañarme hasta la dichosa oficina de registros? No conozco muy bien el pueblo, y me vendría bien algo de compañía para moverme.
Tener a un acompañante, aunque sea por unos pocos minutos. El pueblo no parecía muy amigable con los forasteros, y Wheatley estaba cansado de los problemas. Intentaría obtener ese registro para conseguir algo más de dinero y luego se ocuparía de lo que realmente buscaba: un aprendiz.
Wheatley Teddy Ted- Cantidad de envíos : 28
Re: Si las cosas pasan, es porque tienen que pasar...
Ted no dejaba de tener razón cuando decía que a la hora de problemas era bueno tener a alguien que ayudara pero esa certeza no era suficiente para hacer cambiar de idea a Léa en cuanto a tener un compañero de viaje permanente. Hasta el momento, había encontrado quien la auxiliara sin tener que atarse a nadie, a cambio de una recompensa o un sincero “gracias”. Tampoco era que la mensajera viajara siempre sola; a veces su ruta había coincidido con la de alguien más y entonces había disfrutado de la libre camaradería que proporciona saber que la persona con la que vas sólo te acompañará en una parte del viaje y luego seguirá su propio camino.
- El secreto para no lastimarse es permanecer del lado del mango – dijo con una carcajada cuando Ted le preguntó si no era peligroso entrenar con un látigo – Lo demás es cuestión de práctica, como todo.
Sí había sufrido algunos golpes con el látigo mientras aprendía a manejarlo y sí eran muy dolorosos, pero Léa no veía razón alguna para confesarle aquello al mago. Después de todo dudaba que al flacucho, con aquella habilidad que poseía, le diera por aprender a manejar aquella arma.
La comida había sido tan agradable como había supuesto que sería y había sido un perfecto remate para una mañana muy placentera. Léa se sentía como en una especie de burbuja viviendo momentos así cuando una guerra acababa de iniciarse en torno a ellos y se preguntó, con cierta tristeza, cuanto tiempo tardaría el conflicto en destrozar toda posibilidad de vivir mañanas como aquellas. La voz del mago evitó que la mente de la mensajera siguiera por ese rumbo.
- Claro, te acompañaré, la oficina queda en el camino hacia la posada donde paro. Creo que pediré alguna habitación vacía donde escribir las cartas que me pidan. Luego de hablar con Gerrard no tengo ganas de hacerlo en la plaza.
Al ver que los comensales ya habían terminado y no parecía que fueran a pedir algo más, la camarera apareció junto a ellos con la cuenta, la que Léa se apresuró a pagar con discreción, añadiéndole una buena propina para la muchacha, el medio más efectivo para asegurarse un buen servicio.
- ¿Nos vamos ya? – dijo, levantándose y dirigiéndole una sonrisa al mago.
- El secreto para no lastimarse es permanecer del lado del mango – dijo con una carcajada cuando Ted le preguntó si no era peligroso entrenar con un látigo – Lo demás es cuestión de práctica, como todo.
Sí había sufrido algunos golpes con el látigo mientras aprendía a manejarlo y sí eran muy dolorosos, pero Léa no veía razón alguna para confesarle aquello al mago. Después de todo dudaba que al flacucho, con aquella habilidad que poseía, le diera por aprender a manejar aquella arma.
La comida había sido tan agradable como había supuesto que sería y había sido un perfecto remate para una mañana muy placentera. Léa se sentía como en una especie de burbuja viviendo momentos así cuando una guerra acababa de iniciarse en torno a ellos y se preguntó, con cierta tristeza, cuanto tiempo tardaría el conflicto en destrozar toda posibilidad de vivir mañanas como aquellas. La voz del mago evitó que la mente de la mensajera siguiera por ese rumbo.
- Claro, te acompañaré, la oficina queda en el camino hacia la posada donde paro. Creo que pediré alguna habitación vacía donde escribir las cartas que me pidan. Luego de hablar con Gerrard no tengo ganas de hacerlo en la plaza.
Al ver que los comensales ya habían terminado y no parecía que fueran a pedir algo más, la camarera apareció junto a ellos con la cuenta, la que Léa se apresuró a pagar con discreción, añadiéndole una buena propina para la muchacha, el medio más efectivo para asegurarse un buen servicio.
- ¿Nos vamos ya? – dijo, levantándose y dirigiéndole una sonrisa al mago.
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