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En el ojo del huracán
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Mizik Ponjater
Songèrie
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En el ojo del huracán
FDI: Viene de aqui El comienzo de la guerra
Yo nunca había sido quejumbrosa, en el circo no vale serlo, así que no me quejé cuando la doctora gato me movió la rodilla y eso que me dolió; menos iba a quejarme por un simple escozor. Aguanté calladita hasta que terminó de curarme, ¡que manos tan suaves tenía!, y luego le di un abrazo a la señora.
- ¡Gracias!
Mientras ella curaba a Gonzalvus, me senté junto a Elaine y Chevalier, para descansar un rato, porque era seguro que tendríamos que seguir corriendo. Malhaya mi suerte, ¡qué frío hacía! Me envolví en mi capa para sentirme más abrigada, pensando en donde pasaríamos la noche. Alguna vez había pasado la noche al raso, estando en el circo a veces lo hacíamos por diversión, pero nunca en invierno, nunca con tantos soldados dando vueltas por todas partes, nunca después de haber visto morir personas…
¿Habrían muerto mi mamá, mi padrastro y todos los demás de circo y por eso no había llegado nadie a buscarme después de tanto tiempo? Sentí como si una mano me oprimiera el corazón cuando pensé eso y trate de alejar la idea de mi cabeza. ¿Qué íbamos a hacer ahora, donde iríamos?
Por lo menos Mizik, Gonzalvus, Elaine y yo ya no estábamos solos. Los que habíamos creído soldados y prisioneros, además de la doctora gato, estaban con nosotros, ¡y Mizik hasta había encontrado un conocido! Sí el mundo es un pañuelo, como decía la tía Mimí. Nuestros nuevos compañeros eran personas adultas y eso era muy bueno. Me tranquilizaba un poco que hubiera personas adultas cerca en una Situación Difícil como la que estábamos, los adultos siempre saber que hacer.
Y lo que había que hacer era moverse, eso fue lo que la doctora gato - luego de curar a Gonzalvus – y el hombre con la cicatriz en la cara dijeron que teníamos que hacer y eso fue lo que hicimos. Me paré, agarré a Chevalier y empecé a caminar; la rodilla me dolía un poco menos y ahora no corríamos, sólo caminábamos rápido, así que esta vez no iba a retrasar a nadie.
Nadie había dicho donde íbamos, sólo habíamos seguido adelante, como si todos supiéramos nuestro destino, pero yo no lo sabía y eso me preocupaba.
- ¿Iremos al bosque? – quise saber. Esa había sido mi idea original y pensaba que seguía siendo buena. Seguro que en el bosque no habría soldados.
Yo nunca había sido quejumbrosa, en el circo no vale serlo, así que no me quejé cuando la doctora gato me movió la rodilla y eso que me dolió; menos iba a quejarme por un simple escozor. Aguanté calladita hasta que terminó de curarme, ¡que manos tan suaves tenía!, y luego le di un abrazo a la señora.
- ¡Gracias!
Mientras ella curaba a Gonzalvus, me senté junto a Elaine y Chevalier, para descansar un rato, porque era seguro que tendríamos que seguir corriendo. Malhaya mi suerte, ¡qué frío hacía! Me envolví en mi capa para sentirme más abrigada, pensando en donde pasaríamos la noche. Alguna vez había pasado la noche al raso, estando en el circo a veces lo hacíamos por diversión, pero nunca en invierno, nunca con tantos soldados dando vueltas por todas partes, nunca después de haber visto morir personas…
¿Habrían muerto mi mamá, mi padrastro y todos los demás de circo y por eso no había llegado nadie a buscarme después de tanto tiempo? Sentí como si una mano me oprimiera el corazón cuando pensé eso y trate de alejar la idea de mi cabeza. ¿Qué íbamos a hacer ahora, donde iríamos?
Por lo menos Mizik, Gonzalvus, Elaine y yo ya no estábamos solos. Los que habíamos creído soldados y prisioneros, además de la doctora gato, estaban con nosotros, ¡y Mizik hasta había encontrado un conocido! Sí el mundo es un pañuelo, como decía la tía Mimí. Nuestros nuevos compañeros eran personas adultas y eso era muy bueno. Me tranquilizaba un poco que hubiera personas adultas cerca en una Situación Difícil como la que estábamos, los adultos siempre saber que hacer.
Y lo que había que hacer era moverse, eso fue lo que la doctora gato - luego de curar a Gonzalvus – y el hombre con la cicatriz en la cara dijeron que teníamos que hacer y eso fue lo que hicimos. Me paré, agarré a Chevalier y empecé a caminar; la rodilla me dolía un poco menos y ahora no corríamos, sólo caminábamos rápido, así que esta vez no iba a retrasar a nadie.
Nadie había dicho donde íbamos, sólo habíamos seguido adelante, como si todos supiéramos nuestro destino, pero yo no lo sabía y eso me preocupaba.
- ¿Iremos al bosque? – quise saber. Esa había sido mi idea original y pensaba que seguía siendo buena. Seguro que en el bosque no habría soldados.
Songèrie- Cantidad de envíos : 61
Re: En el ojo del huracán
Mizik escuchó con atención la respuesta del coloso de cabellos azules y suspiró para aliviar la tensión y deshacer un poco el nudo que tenía en el estómago.
-Pues me temo, señor, que tal como hizo el cortés héroe del segundo canto de Zátace las naves serán quemadas; con la salvedad que no hundirán las suyas propias, sino las del señor de Cessele, las que pudieran ser usadas por nos para salir de aquí.
Se volvió a Songèrie y le sonrió, mientras la médico le examinaba y aplicaba unas hojas de curioso aspecto en la rodilla. Iba a acercarse para transmitirle ánimo -aunque tampoco demostrara mucho la chica que le hiciera falta-, pero una voz conocida lo interrumpió a sus espaldas. Se giró para encontrarse de nuevo con aquél rostro que le resultaba familiar, sólo que esta vez si pudo ubicarlo en el tiempo.
-Sí, yo soy, mas... ¿Otto? ¿Otto Hoenheim? ¿Es posible?
Su respuesta se vio interrumpida por el otro de los supuestos "soldados", que los conminaba no sin razón a hablar más tarde, pues había otras cosas más urgentes que hacer en ese momento. Mizik asintió con un simple "Tenéis razón", y tras sonreír al pecoso joven se fue a sentar con la muchacha de cabellos de fuego, pensativo. No es que él y Otto fueran exactamente amigos, pero el mero hecho de encontrarse con alguien conocido en una situación tal era algo insólito y grato.
Aguardó a que la mujer-gato terminara de atender a los heridos y se puso en marcha con el resto, al lado de la malabarista.
-No sé, Songèrie...Si no podemos dirigirnos hacia el mar, tal vez debiéramos adentrarnos en la isla... Dicen que la jungla de Shamataw, aunque espesa, no esconde grandes peligros, y tal vez podamos ocultarnos allí -mencionó con aplomo, dirigiéndose al gigante peliazul y al hombre de la cicatriz en la cara, que parecían ser los más veteranos del grupo.
-Pues me temo, señor, que tal como hizo el cortés héroe del segundo canto de Zátace las naves serán quemadas; con la salvedad que no hundirán las suyas propias, sino las del señor de Cessele, las que pudieran ser usadas por nos para salir de aquí.
Se volvió a Songèrie y le sonrió, mientras la médico le examinaba y aplicaba unas hojas de curioso aspecto en la rodilla. Iba a acercarse para transmitirle ánimo -aunque tampoco demostrara mucho la chica que le hiciera falta-, pero una voz conocida lo interrumpió a sus espaldas. Se giró para encontrarse de nuevo con aquél rostro que le resultaba familiar, sólo que esta vez si pudo ubicarlo en el tiempo.
-Sí, yo soy, mas... ¿Otto? ¿Otto Hoenheim? ¿Es posible?
Su respuesta se vio interrumpida por el otro de los supuestos "soldados", que los conminaba no sin razón a hablar más tarde, pues había otras cosas más urgentes que hacer en ese momento. Mizik asintió con un simple "Tenéis razón", y tras sonreír al pecoso joven se fue a sentar con la muchacha de cabellos de fuego, pensativo. No es que él y Otto fueran exactamente amigos, pero el mero hecho de encontrarse con alguien conocido en una situación tal era algo insólito y grato.
Aguardó a que la mujer-gato terminara de atender a los heridos y se puso en marcha con el resto, al lado de la malabarista.
-No sé, Songèrie...Si no podemos dirigirnos hacia el mar, tal vez debiéramos adentrarnos en la isla... Dicen que la jungla de Shamataw, aunque espesa, no esconde grandes peligros, y tal vez podamos ocultarnos allí -mencionó con aplomo, dirigiéndose al gigante peliazul y al hombre de la cicatriz en la cara, que parecían ser los más veteranos del grupo.
Mizik Ponjater- Cantidad de envíos : 31
Re: En el ojo del huracán
Todo se había transformado en una tragedia. Parecía ser una cruel burla del destino, y por esos misterios de la vida, los acontecimientos demostraban que Raznet estaba en lo cierto. Si hubiese buscado un barco desde el primer momento en que pisé la isla, quizás ahora estaría a salvo, tranquilo, rumbo a Werth. Pero también era cierto que probablemente casi todo el grupo que nos acompañaba ahora estaría muerto, si no todo. Seguramente el grupo que se nos unió al final hubiese hallado la muerte al toparse con ese soldado que privé de vida. Quizás Otto y Manos Mágicas no hubiesen hallado un refugio duradero. Siempre habría otro día para regresar a Werth, pero no hubiese existido otro día para respirar.
No había mucho que hacer, excepto sobrevivir. Esa era la prioridad en ese momento. De nada habría servido sobrevivir a la invasión si pasaríamos hambre esa noche. Era imposible saber, desde nuestra ubicación, si todos los invasores se habrían marchado, o si todos los que se quedasen estarían en la ciudad. Debíamos tener energías, y por esa razón el juicio de Manos Mágicas me pareció bastante acertado.
-Primero, debemos asegurarnos de ver el amanecer, luego tendremos tiempo de pensar cómo salir de aquí todos y en una pieza.
Me parecía evidente que debíamos salir a cazar para poder alimentarnos, pero a primera vista había un problema. Alguien debía ir a conseguir alimento, pero alguien debería quedarse a proteger el grupo. Otto había demostrado ser altamente eficaz para ocuparse de tal protección, pero me daba la impresión de que si debía hacerlo, le supondría una carga demasiado pesada. Manos Mágicas no parecía caracterizarse por su velocidad al aniquilar el peligro. Estaba convencido de que podría aniquilar a uno o dos, pero el problema se presentaría si aparecían más. No conocía a los otros dos chicos, pero uno de ellos mantenía una expresión de absoluta calma. Supuse, que si era un guardaespaldas, debía ser claro a la hora de actuar. El otro muchacho, estaba seguro, se armaría de valor para proteger a la malabarista. Me puse de pie cuando tuve una idea más o menos clara de lo que podríamos hacer.
-Puedo buscar algún animal para cazar y asegurarnos alimento, pero necesito saber si podrán establecer una guardia mientras estoy con esa tarea. Vamos a necesitar alimento, eso es evidente, pero también es probable que algún grupo hostil aparezca por aquí. Me las puedo arreglar solo para cazar algo...
No había mucho que hacer, excepto sobrevivir. Esa era la prioridad en ese momento. De nada habría servido sobrevivir a la invasión si pasaríamos hambre esa noche. Era imposible saber, desde nuestra ubicación, si todos los invasores se habrían marchado, o si todos los que se quedasen estarían en la ciudad. Debíamos tener energías, y por esa razón el juicio de Manos Mágicas me pareció bastante acertado.
-Primero, debemos asegurarnos de ver el amanecer, luego tendremos tiempo de pensar cómo salir de aquí todos y en una pieza.
Me parecía evidente que debíamos salir a cazar para poder alimentarnos, pero a primera vista había un problema. Alguien debía ir a conseguir alimento, pero alguien debería quedarse a proteger el grupo. Otto había demostrado ser altamente eficaz para ocuparse de tal protección, pero me daba la impresión de que si debía hacerlo, le supondría una carga demasiado pesada. Manos Mágicas no parecía caracterizarse por su velocidad al aniquilar el peligro. Estaba convencido de que podría aniquilar a uno o dos, pero el problema se presentaría si aparecían más. No conocía a los otros dos chicos, pero uno de ellos mantenía una expresión de absoluta calma. Supuse, que si era un guardaespaldas, debía ser claro a la hora de actuar. El otro muchacho, estaba seguro, se armaría de valor para proteger a la malabarista. Me puse de pie cuando tuve una idea más o menos clara de lo que podríamos hacer.
-Puedo buscar algún animal para cazar y asegurarnos alimento, pero necesito saber si podrán establecer una guardia mientras estoy con esa tarea. Vamos a necesitar alimento, eso es evidente, pero también es probable que algún grupo hostil aparezca por aquí. Me las puedo arreglar solo para cazar algo...
Talinthraxus- Cantidad de envíos : 44
Re: En el ojo del huracán
- ¿Qué vamos a hacer ahora? - Preguntó Elaine la cual estaba sobre los hombres de Gonzalvus mientras este caminaba con el grupo.
No estaba realmente seguro, supuso que esperar a que los refuerzos llegasen... si es que habían refuerzos. Nunca había estado en una situación tan complicada como aquella y desde que había llegado a Mar de Jaspia era normal este tipo de cosas.
- Hamin al'ân debemos adentrarnos al bosque, no podemos bar gaštan a la ciudad. - Respondió el asesino, el cual luego se acercó a Otto. - Parece ser que Mar de Jaspia es muy kučak, ¿Ki haces... hacías por aquí? - Preguntó luego.
Aún estaba sorprendido de haberlo encontrado nuevamente, seguro que su magia será de mucha ayuda en este gran problema en el que se metieron, pero aún así no podía evitar hablar bajo, casi en un susurro, como si sintiese que algo estaba cerca y podía descubrirlos.
- ¡Tengo hambre! - Dijo Elaine al escuchar la idea de Talinthraxus mientras le tapaba los ojos a Gonzalvus. Éste no pudo evitar suspirar y tomar las manitos de la pequeña para luego apartarlas suavemente de su rostro.
- Es una xub idea... bebaxshid pero... ¿Četowr se llama? - Hablo Gonzalvus al gigante de ojos azules y cabello manchado.
No estaba realmente seguro, supuso que esperar a que los refuerzos llegasen... si es que habían refuerzos. Nunca había estado en una situación tan complicada como aquella y desde que había llegado a Mar de Jaspia era normal este tipo de cosas.
- Hamin al'ân debemos adentrarnos al bosque, no podemos bar gaštan a la ciudad. - Respondió el asesino, el cual luego se acercó a Otto. - Parece ser que Mar de Jaspia es muy kučak, ¿Ki haces... hacías por aquí? - Preguntó luego.
Aún estaba sorprendido de haberlo encontrado nuevamente, seguro que su magia será de mucha ayuda en este gran problema en el que se metieron, pero aún así no podía evitar hablar bajo, casi en un susurro, como si sintiese que algo estaba cerca y podía descubrirlos.
- ¡Tengo hambre! - Dijo Elaine al escuchar la idea de Talinthraxus mientras le tapaba los ojos a Gonzalvus. Éste no pudo evitar suspirar y tomar las manitos de la pequeña para luego apartarlas suavemente de su rostro.
- Es una xub idea... bebaxshid pero... ¿Četowr se llama? - Hablo Gonzalvus al gigante de ojos azules y cabello manchado.
Gonzalvus- Cantidad de envíos : 80
Re: En el ojo del huracán
FDI: Ah, como pasa el tiempo.... ¡¡¡SORRY!!!
DDI:
En verdad, dentro de toda la demencia que le había traído ese día, aquel par de caras conocidas eran un más que bienvenido soplo de aire fresco y, en cierto modo le quitaba un peso de los hombros.
En el caso de Mizik, le recordaba la sencilleza del mundo más allá de aquella demencial isla en la que se veía atrapado, un recordatorio de que podía volver a la normalidad, olvidar el horror de la ciudad asediada y la sangre que empapaba el empedrado de todas y cada una de las calles por las que se movían. Shama había caído en manos del invasor, pero nadie podía reprocharle a los habitantes el no haber vendido cara su derrota...
Por otro lado, Gonzalvus; el fiable, tranquilo y seguro Gonzalvus, al que conocía en su aventura en Kuzueth. Era un valor seguro; de pronto, no parecía tan desamparado el grupo que habían incorporado. Quizás entre Manos Mágicas, Hombre-Tormenta y Gonzalvus, encontraran e modo de mantenerlos a todos a salvo...
- Tan posible como puede serlo algo en un día como hoy...- dijo al primero, poco animado. - Me alegra ver que estás bien, Mizik. Sabía que ibas a dejar el pueblo, pero nunca pensé ue te encontraría en un lugar como éste.
- Sin duda, Jaspia es un lugar diminuto.- Sonrió al guardaespaldas.- Pues, buscaba conseguir algunas platas vendiendo artilugios en el festival. Ni que decir tiene que no salió nada bien...- Suspirando resignado, llevándose una mano a la cabeza.- Lo que daría por estar en mi casa en Trinacria ahora mismo....
Salir de la ciudad y refugiarse en los bosques. Sí, sonaba bien, al menos por el momento era lo máximo que podían aspirar...
Comer...
- De momento asegurémonos de dejar la ciudad de una pieza, luego tendremos tiempo de buscar comida para todos.- dijo con tono serio, intentando disimular que sus rodillas seguían temblando de miedo
DDI:
En verdad, dentro de toda la demencia que le había traído ese día, aquel par de caras conocidas eran un más que bienvenido soplo de aire fresco y, en cierto modo le quitaba un peso de los hombros.
En el caso de Mizik, le recordaba la sencilleza del mundo más allá de aquella demencial isla en la que se veía atrapado, un recordatorio de que podía volver a la normalidad, olvidar el horror de la ciudad asediada y la sangre que empapaba el empedrado de todas y cada una de las calles por las que se movían. Shama había caído en manos del invasor, pero nadie podía reprocharle a los habitantes el no haber vendido cara su derrota...
Por otro lado, Gonzalvus; el fiable, tranquilo y seguro Gonzalvus, al que conocía en su aventura en Kuzueth. Era un valor seguro; de pronto, no parecía tan desamparado el grupo que habían incorporado. Quizás entre Manos Mágicas, Hombre-Tormenta y Gonzalvus, encontraran e modo de mantenerlos a todos a salvo...
- Tan posible como puede serlo algo en un día como hoy...- dijo al primero, poco animado. - Me alegra ver que estás bien, Mizik. Sabía que ibas a dejar el pueblo, pero nunca pensé ue te encontraría en un lugar como éste.
- Sin duda, Jaspia es un lugar diminuto.- Sonrió al guardaespaldas.- Pues, buscaba conseguir algunas platas vendiendo artilugios en el festival. Ni que decir tiene que no salió nada bien...- Suspirando resignado, llevándose una mano a la cabeza.- Lo que daría por estar en mi casa en Trinacria ahora mismo....
Salir de la ciudad y refugiarse en los bosques. Sí, sonaba bien, al menos por el momento era lo máximo que podían aspirar...
Comer...
- De momento asegurémonos de dejar la ciudad de una pieza, luego tendremos tiempo de buscar comida para todos.- dijo con tono serio, intentando disimular que sus rodillas seguían temblando de miedo
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: En el ojo del huracán
Si hubiese estado él solo habría cometido la temeridad de desviarse para entrar en alguna casa vacía y robar comida... pero no parecía tan evidente cargar comida a cuestas para tantos. Recorriendo con la mirada el maltrecho grupo se alegró de haber comido bastante durante la fiesta de los baños, porque probablemente pasaría un tiempo hasta que volviera a disfrutar de un ágape similar.
Odiaba que le hubieran metido en una guerra. O si al menos le hubieran metido como espía, ladrón, infiltrado; algo con clase... pero le había tocado de fugitivo en las peores condiciones posibles. Además: estar con aquel grupo, lo intuía, haría su supervivencia más difícil, pero tampoco tenía ganas de marcharse. Por la composición de la banda se le ocurría meterse en una casa vacía y pretender que era un orfanato, regentado por sí mismo y ayudado por Tormenta... con tantos niños hasta podría ser verdad. Pero no tenía ni idea de lo que harían los soldados a los habitantes del pueblo, viendo cómo habían parecido también dispuestos a matar a los niños. Y las probabilidades de que les reconocieran a Otto, Tormenta o a él mismo si se quedaban comenzaban a ser altas, por mucho que se disfrazaran.
- Créeme que lo pienso, bonita, pero el bosque sí parece la única opción - respondió a la malabarista, aquella niña con tanto talento. ¡Ah, tan cerca de una artista pero en tales circunstancias!
Lo que decía Mizik sobre la jungla parecía todo positivo a juicio del ladrón, y por haber seguido andando ya no quedaba nada lejos el adentrarse en la espesura. Ladeó la cabeza en tácita aprobación a sus palabras.
- Estarán ocupados arrasando el pueblo y el puerto; no creo que entren hoy en la espesura - le respondió a Tormenta-. Es nuestro mejor momento para buscar un sitio escondido y seguro y conseguir algo para comer antes de que caiga la noche. Y también mucha madera o vamos a pasar frío.
Miró de nuevo las últimas casas pasar. Un par de mantas le vendrían muy bien al grupo.
Odiaba que le hubieran metido en una guerra. O si al menos le hubieran metido como espía, ladrón, infiltrado; algo con clase... pero le había tocado de fugitivo en las peores condiciones posibles. Además: estar con aquel grupo, lo intuía, haría su supervivencia más difícil, pero tampoco tenía ganas de marcharse. Por la composición de la banda se le ocurría meterse en una casa vacía y pretender que era un orfanato, regentado por sí mismo y ayudado por Tormenta... con tantos niños hasta podría ser verdad. Pero no tenía ni idea de lo que harían los soldados a los habitantes del pueblo, viendo cómo habían parecido también dispuestos a matar a los niños. Y las probabilidades de que les reconocieran a Otto, Tormenta o a él mismo si se quedaban comenzaban a ser altas, por mucho que se disfrazaran.
- Créeme que lo pienso, bonita, pero el bosque sí parece la única opción - respondió a la malabarista, aquella niña con tanto talento. ¡Ah, tan cerca de una artista pero en tales circunstancias!
Lo que decía Mizik sobre la jungla parecía todo positivo a juicio del ladrón, y por haber seguido andando ya no quedaba nada lejos el adentrarse en la espesura. Ladeó la cabeza en tácita aprobación a sus palabras.
- Estarán ocupados arrasando el pueblo y el puerto; no creo que entren hoy en la espesura - le respondió a Tormenta-. Es nuestro mejor momento para buscar un sitio escondido y seguro y conseguir algo para comer antes de que caiga la noche. Y también mucha madera o vamos a pasar frío.
Miró de nuevo las últimas casas pasar. Un par de mantas le vendrían muy bien al grupo.
Zeiss Ethesian- Cantidad de envíos : 174
Re: En el ojo del huracán
¡Qué bonito hablaba Mizik! Creo que era la persona que hablaba más bonito de todas las que había conocido, incluso más que aquel juglar que le había hecho la corte a la tía Mimí hasta que Pilu, el hombre fuerte, había tenido una “charla amistosa” con él, que enojada que había estado la tía Mimí cuando supo… Haciendo malabares no se necesita hablar mucho, sólo para saludar al público, pero sería bonito poder hablar tan bien…
Me había distraído un poco al escuchar hablar a Mizik, pero aquella era una Situación Difícil y Apremiante y no valía estar mucho tiempo con la cabeza en las nubes, había cosas importantes que hacer, como buscar un lugar adonde ir. Me gustó que Mizik aprobara mi idea y que se la comentara al señor del pelo azul y al de la cicatriz en la cara con tanto aplomo, sí hasta parecía más grande… y yo me sentí un poquito importante que a ellos también les pareciera bien.
Ya sabíamos adonde ir, un problema menos… bueno, no tanto… era un problema menos ahora… pero luego… ¿adónde iríamos? No teníamos barco, ni siquiera un botecito… ¿cómo íbamos a salir de la isla? No podíamos ir nadando, no había ninguna tan cerca y tampoco yo nadaba tan bien, nadaba como perrito, decía mi padrastro… El corazón se me encogió cuando entendí que ¡nunca! íbamos a poder salir de la isla si los soldados no se iban antes… iba a volverme tan vieja como el Abuelo Leo ahí y si el circo volvía por fin no iban a poder encontrarme…
No los vería más, nunca, ¡malhaya mi suerte!... Los ojos empezaban a llenárseme de lágrimas cuando los demás empezaron a hablar de comida y Elaine dijo que tenía hambre… Mizik y yo habíamos recogido comida en la casa… no era mucha para tantas personas y seguramente los hombres que habíamos encontrado comerían más – los hombres grandes suelen comer mucho – pero de algo serviría.
- Nosotros tenemos algo de comida – dije, mostrando mi zurrón – Pan, queso y embutidos… tal vez alcance para una cena…
Me había distraído un poco al escuchar hablar a Mizik, pero aquella era una Situación Difícil y Apremiante y no valía estar mucho tiempo con la cabeza en las nubes, había cosas importantes que hacer, como buscar un lugar adonde ir. Me gustó que Mizik aprobara mi idea y que se la comentara al señor del pelo azul y al de la cicatriz en la cara con tanto aplomo, sí hasta parecía más grande… y yo me sentí un poquito importante que a ellos también les pareciera bien.
Ya sabíamos adonde ir, un problema menos… bueno, no tanto… era un problema menos ahora… pero luego… ¿adónde iríamos? No teníamos barco, ni siquiera un botecito… ¿cómo íbamos a salir de la isla? No podíamos ir nadando, no había ninguna tan cerca y tampoco yo nadaba tan bien, nadaba como perrito, decía mi padrastro… El corazón se me encogió cuando entendí que ¡nunca! íbamos a poder salir de la isla si los soldados no se iban antes… iba a volverme tan vieja como el Abuelo Leo ahí y si el circo volvía por fin no iban a poder encontrarme…
No los vería más, nunca, ¡malhaya mi suerte!... Los ojos empezaban a llenárseme de lágrimas cuando los demás empezaron a hablar de comida y Elaine dijo que tenía hambre… Mizik y yo habíamos recogido comida en la casa… no era mucha para tantas personas y seguramente los hombres que habíamos encontrado comerían más – los hombres grandes suelen comer mucho – pero de algo serviría.
- Nosotros tenemos algo de comida – dije, mostrando mi zurrón – Pan, queso y embutidos… tal vez alcance para una cena…
Songèrie- Cantidad de envíos : 61
Re: En el ojo del huracán
El joven bardo asistió a la discusión como si se hallara en el más grave de los concilios de los que hablaban aquellos interminables romances de autores ya olvidados. Normalmente allí se exponían los avances del frente del norte, o se solucionaba el entuerto entre dos caballeros que se disputaban la mano de la misma dama. Sin embargo, en el aquí y el ahora lo que tocaba resolver era algo mucho más primario, y desesperado. Habían cogido algo de comida (que tampoco era gran cosa), y tenían unas posibilidades razonables de llegar a la selva, pero... ¿Después? Tenían que amanecer, pero eso implicaba pasar una noche en el bosque oscuro, y el tener un sol sobre sus cabezas no les daba más opciones de solucionar las cosas; no al menos para la cabeza de Mizik, que por primera vez durante aquellos intensos momentos comenzó a sentir miedo de verdad en lo más hondo.
Advirtió, durante la conversa, que los ojos de la pequeña pelirroja comenzaban a enturbiarse y a poco a poco llenarse de lágrimas; se acercó y se inclinó un poco para quedar a su altura mientras los otros dos mayores terminaban de hablar del bosque, pues él creía haber dicho ya sus palabras al respecto.
-No te preocupes, todo estará bien, de verdad... Saldremos de esta isla sanos y salvos, ya lo verás... -dijo con una sonrisa algo fingida, intentándose dar ánimos a él mismo a la par que a la niña. Y entonces volvió a salir el asunto de la comida, y enseñó también su bolsa-. Me figuro que, para pasar la noche, o a lo sumo unos días como fugitivos, tendremos alimento... Pero en cualquier caso, deberíamos salir de aquí antes de que vuelvan; Cuánto antes estemos fuera de este lugar y nos adentremos en la verdor de la selva, mejor... -Dijo, con todo el aplomo que le quedaba, antes de hacer ademán de caminar hacia la jungla.
Advirtió, durante la conversa, que los ojos de la pequeña pelirroja comenzaban a enturbiarse y a poco a poco llenarse de lágrimas; se acercó y se inclinó un poco para quedar a su altura mientras los otros dos mayores terminaban de hablar del bosque, pues él creía haber dicho ya sus palabras al respecto.
-No te preocupes, todo estará bien, de verdad... Saldremos de esta isla sanos y salvos, ya lo verás... -dijo con una sonrisa algo fingida, intentándose dar ánimos a él mismo a la par que a la niña. Y entonces volvió a salir el asunto de la comida, y enseñó también su bolsa-. Me figuro que, para pasar la noche, o a lo sumo unos días como fugitivos, tendremos alimento... Pero en cualquier caso, deberíamos salir de aquí antes de que vuelvan; Cuánto antes estemos fuera de este lugar y nos adentremos en la verdor de la selva, mejor... -Dijo, con todo el aplomo que le quedaba, antes de hacer ademán de caminar hacia la jungla.
Mizik Ponjater- Cantidad de envíos : 31
Re: En el ojo del huracán
Era evidente que el grupo necesitaría de mucha comida. Repasé con la mirada el panorama, mientras seguíamos avanzando. Con algo de suerte, los invasores se marcharían de la isla apenas terminaran de destrozar la ciudad. Pero claro, había que permanecer alerta por si decidían rastrillar los alrededores en busca se sobrevivientes. No entendía qué motivaba a los humanos a invadir así. Era la segunda vez que me veía envuelto en un ataque similar, y empezaba a pensar que era algo común en la especie. Aunque el hecho de que mis acompañantes se mostraran sorprendidos me hacía dudar de esa hipótesis. No parecía que fuese algo normal, pero era más común de lo que podrían pensar esas personas. Al menos, era esa la impresión que me estaba llevando.
-Sí, puede que alcance para hoy. Dale un poco a la pequeña, por favor -le pedí a la malabarista de cabellos de fuego. La niña había manifestado estar hambrienta, y los seres más jóvenes eran los que mayor prioridad tenían para cualquiera como yo-. Mi nombre es Talinthraxus -respondí luego al hombre que acompañaba a la niña-. Pero puedes decirme Talin.
No estaba seguro de lo que significaba "Četowr", pero deduje que estaba preguntando mi nombre. Además, si bien algunos parecían conocerse, consideré oportuno conocer los nombres de todos. Al fin y al cabo, éramos un equipo, al menos hasta que pudiésemos estar a salvo.
-¿Ustedes cómo se llaman? -pregunté hablando en general, mientras miraba alrededor cada varios segundos, para asegurarme de que seguíamos solos. -Creo que pasaremos algunos días juntos.
-Sí, puede que alcance para hoy. Dale un poco a la pequeña, por favor -le pedí a la malabarista de cabellos de fuego. La niña había manifestado estar hambrienta, y los seres más jóvenes eran los que mayor prioridad tenían para cualquiera como yo-. Mi nombre es Talinthraxus -respondí luego al hombre que acompañaba a la niña-. Pero puedes decirme Talin.
No estaba seguro de lo que significaba "Četowr", pero deduje que estaba preguntando mi nombre. Además, si bien algunos parecían conocerse, consideré oportuno conocer los nombres de todos. Al fin y al cabo, éramos un equipo, al menos hasta que pudiésemos estar a salvo.
-¿Ustedes cómo se llaman? -pregunté hablando en general, mientras miraba alrededor cada varios segundos, para asegurarme de que seguíamos solos. -Creo que pasaremos algunos días juntos.
Talinthraxus- Cantidad de envíos : 44
Re: En el ojo del huracán
El asesino suspiró y dejó a la pequeña niña que estaba sobre sus hombros en el suelo. Esta se acercó a Songèrie y la miró con sus ojitos especiales de cachorro.
- Mi nâm es Gonzalvus y ella es Elaine, mi... protegida. - Dijo esto último visiblemente agotado, lo cual no era solo por el cansancio que le producía la niña, sino por toda la situación extraña que estaban pasando.
Entendía a Otto, el también daría lo que ufera para llegar a su hogar. Desde que había llegado a Jaspia, todo lo que había vivido era situación extrañas tras otra. En Uriod todo parecía mucho mas simple y lógico para el asesino. Hasta que había llegado allí, su vida había sido relativamente sencilla, en parámetros que solo éste podría comprender.
Le daban uno o dos encargos por semana y él los cumplía de la manera mas limpia y rápida. Luego seguía su vida en el gremio, o paseaba por la ciudad, o cualquier otra cosa.
Ahora mismo estaban escapando por un bosque de una guerra que Gonzalvus no terminaba de comprender y que, realmente, no le interesaba. Solo quería poner a salvo a la pequeña Netherlight en su mansión y cobrar la recompensa.
- Xub, man comeré ba'd, cuando estemos čizi digar seguros. - Dijo el joven y contempló al grupo en silencio, esperando algo, dado que no estaba ni en su elemento, ni en su continente y no estaba seguro realmente en dónde podrían refugiarse en un bosque. - Va lo de las mantas, ¿Cheh se te ocurre? - Preguntó dirigiéndose al hombre que había tenido aquella idea. - Puedo ayudarte, ammâ deberíamos volver sari', tengo que morâqabat kardan a Elaine. -
- Mi nâm es Gonzalvus y ella es Elaine, mi... protegida. - Dijo esto último visiblemente agotado, lo cual no era solo por el cansancio que le producía la niña, sino por toda la situación extraña que estaban pasando.
Entendía a Otto, el también daría lo que ufera para llegar a su hogar. Desde que había llegado a Jaspia, todo lo que había vivido era situación extrañas tras otra. En Uriod todo parecía mucho mas simple y lógico para el asesino. Hasta que había llegado allí, su vida había sido relativamente sencilla, en parámetros que solo éste podría comprender.
Le daban uno o dos encargos por semana y él los cumplía de la manera mas limpia y rápida. Luego seguía su vida en el gremio, o paseaba por la ciudad, o cualquier otra cosa.
Ahora mismo estaban escapando por un bosque de una guerra que Gonzalvus no terminaba de comprender y que, realmente, no le interesaba. Solo quería poner a salvo a la pequeña Netherlight en su mansión y cobrar la recompensa.
- Xub, man comeré ba'd, cuando estemos čizi digar seguros. - Dijo el joven y contempló al grupo en silencio, esperando algo, dado que no estaba ni en su elemento, ni en su continente y no estaba seguro realmente en dónde podrían refugiarse en un bosque. - Va lo de las mantas, ¿Cheh se te ocurre? - Preguntó dirigiéndose al hombre que había tenido aquella idea. - Puedo ayudarte, ammâ deberíamos volver sari', tengo que morâqabat kardan a Elaine. -
Gonzalvus- Cantidad de envíos : 80
Re: En el ojo del huracán
Seguían hablando de comida.
Si bien Otto entendía que era una preocupación seria, pensando a largo plazo, pero su estómago aún estaba revuelto después de la pelea en el callejón. Y hablar de comida no estaba ayudando precisamente a aliviar ese malestar. Pero dado que, en realidad, no se le ocurría otro tema de conversación que fuera a hacerlo, no dijo nada.
En cuanto Mizik hizo el gesto de andar hacia la jungla, él lo imitó, decidieran lo que decidieran o hablaran lo que hablaran era imprescindible salir cuanto antes de la ciudad; ya no eran un grupo tan pequeño y no tardarían en encontrarlos.
Se alegró de tener por fin otro modo de dirigirse a Tormenta que no fuera por el apodo que le había asignado en la urgencia de antes. Talinthraxus... ¡Qué nombre tan extraño! Nunca había oído ninguno similar.
- Mi nombre es Otto Hoenheim. - se presentó mientras empezaban a caminar.- Soy... algo así como un mago. - Decir que era poco más que un aprendiz no iba a tranquilizar a nadie... Por otro lado, tampoco se sentiría honesto diciendo que ya era un mago totalmente dueño de su Arte. - En cuanto a mantas, en lo que queda de mis cosas, - no pudo evitar mirar a Manos Mágicas, aunque no era una mirada acusadora, era más bien casi.... casi divertida. El relativamente inofensivo caos que el intento de robo había desatado se le antojaba ahora algo mucho menos importante que lo que había sucedido a continuación, algo casi equiparable a una travesura infantil. Por fortuna no todo iba en aquel saco...- llevo un par de objetos que si encontramos un sitio resguardado, evitarán que nos quedemos helados. Además, puedo conjurar un hechizo de Oscuridad sobre la fogata para asegurarnos de que no nos vean.
Si bien Otto entendía que era una preocupación seria, pensando a largo plazo, pero su estómago aún estaba revuelto después de la pelea en el callejón. Y hablar de comida no estaba ayudando precisamente a aliviar ese malestar. Pero dado que, en realidad, no se le ocurría otro tema de conversación que fuera a hacerlo, no dijo nada.
En cuanto Mizik hizo el gesto de andar hacia la jungla, él lo imitó, decidieran lo que decidieran o hablaran lo que hablaran era imprescindible salir cuanto antes de la ciudad; ya no eran un grupo tan pequeño y no tardarían en encontrarlos.
Se alegró de tener por fin otro modo de dirigirse a Tormenta que no fuera por el apodo que le había asignado en la urgencia de antes. Talinthraxus... ¡Qué nombre tan extraño! Nunca había oído ninguno similar.
- Mi nombre es Otto Hoenheim. - se presentó mientras empezaban a caminar.- Soy... algo así como un mago. - Decir que era poco más que un aprendiz no iba a tranquilizar a nadie... Por otro lado, tampoco se sentiría honesto diciendo que ya era un mago totalmente dueño de su Arte. - En cuanto a mantas, en lo que queda de mis cosas, - no pudo evitar mirar a Manos Mágicas, aunque no era una mirada acusadora, era más bien casi.... casi divertida. El relativamente inofensivo caos que el intento de robo había desatado se le antojaba ahora algo mucho menos importante que lo que había sucedido a continuación, algo casi equiparable a una travesura infantil. Por fortuna no todo iba en aquel saco...- llevo un par de objetos que si encontramos un sitio resguardado, evitarán que nos quedemos helados. Además, puedo conjurar un hechizo de Oscuridad sobre la fogata para asegurarnos de que no nos vean.
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: En el ojo del huracán
- ¿Tenemos comida? Es importante que Tormenta coma bien, diga lo que diga él - apuntó Zeiss -: el guerrero del grupo, ¡nuestra esperanza de salvación! Yo estaré bien, y nuestro Chico Alto Otto parece que lleve un tiempo sin comer de todas formas.
El ladrón medio bromeaba, pero no era fácil advertirlo por el simple hecho de que tampoco parecía una buena ocasión para hablar sin franqueza y con chanzas, ni de buen gusto el hacerlo. Estaba cansado, sí, pero era preferible tomárselo con ligereza: no era peor que aquella vez, con Sam, arrastrando a Auria por los tejados de Trinacria; o en Cascadas, cuando le hirieron y, de no ser por la ayuda de un misterioso extranjero, habría muerto. Y estaba dispuesto a granjearse enemistades con comentarios de mal gusto si aquello iba a distraer a alguien de su miedo y lástima para convertirlo en algún sentimiento más productivo.
- Mi única preocupación es que quemen todas las casas de la isla y no haya más comida ni mantas a por las que volver. Pero insisto: hoy no se adentrarán en la espesura, y si nos alejamos lo suficiente no darán con nosotros. Soy Zeiss Ethesian, apodado recientemente Manos Mágicas - y sin detenerse hizo una reverencia de medio cuerpo, que repitió las veces que fue necesario hasta que todos sus interlocutores hubieron recibido una -. Con fogata o sin ella, creo que sería mejor contar con mantas, dado que parece que nuestras mejores probabilidades de supervivencia pasan por escondernos en la espesura durante tiempo indefinido; pero como detenerse ahora parece mala idea, propongo seguir adelante, encontrar un refugio que sirva como punto de encuentro, y entonces dividirnos. Tormenta propone cazar; yo y Gonzalvus, ya que se ofrece, podríamos volver atrás a buscar algo con lo que entrar en calor; Otto haría esa hoguera oculta, y si los niños pueden, mientras tanto, distraerse buscando sin alejarse bayas de invierno y raíces, tendríamos a todos ocupados en una buena causa.
El pelo corto y desigualado no protegía ahora la nuca del ladrón, con lo que una leve corriente de aire frío le hizo estremecerse e intentar proteger el cuello del aire invernal. Pensar en la pérdida de sus cabellos le hacía llorar internamente. Al mismo tiempo sentía un leve ardor en la frente, que frotó distraídamente con la mano derecha mientras hablaba; pero suponiendo que se trataba de mero cansancio, y no dispuesto a dejarse superar por él, sonrió sosegadamente y miró a Gonzalvus, preguntándole con la mirada si él estaba dispuesto a volver atrás.
- ¡Es sólo mi propuesta! - añadió en voz alta -. Después de todo no soy más que un humilde amante de las artes.
El ladrón medio bromeaba, pero no era fácil advertirlo por el simple hecho de que tampoco parecía una buena ocasión para hablar sin franqueza y con chanzas, ni de buen gusto el hacerlo. Estaba cansado, sí, pero era preferible tomárselo con ligereza: no era peor que aquella vez, con Sam, arrastrando a Auria por los tejados de Trinacria; o en Cascadas, cuando le hirieron y, de no ser por la ayuda de un misterioso extranjero, habría muerto. Y estaba dispuesto a granjearse enemistades con comentarios de mal gusto si aquello iba a distraer a alguien de su miedo y lástima para convertirlo en algún sentimiento más productivo.
- Mi única preocupación es que quemen todas las casas de la isla y no haya más comida ni mantas a por las que volver. Pero insisto: hoy no se adentrarán en la espesura, y si nos alejamos lo suficiente no darán con nosotros. Soy Zeiss Ethesian, apodado recientemente Manos Mágicas - y sin detenerse hizo una reverencia de medio cuerpo, que repitió las veces que fue necesario hasta que todos sus interlocutores hubieron recibido una -. Con fogata o sin ella, creo que sería mejor contar con mantas, dado que parece que nuestras mejores probabilidades de supervivencia pasan por escondernos en la espesura durante tiempo indefinido; pero como detenerse ahora parece mala idea, propongo seguir adelante, encontrar un refugio que sirva como punto de encuentro, y entonces dividirnos. Tormenta propone cazar; yo y Gonzalvus, ya que se ofrece, podríamos volver atrás a buscar algo con lo que entrar en calor; Otto haría esa hoguera oculta, y si los niños pueden, mientras tanto, distraerse buscando sin alejarse bayas de invierno y raíces, tendríamos a todos ocupados en una buena causa.
El pelo corto y desigualado no protegía ahora la nuca del ladrón, con lo que una leve corriente de aire frío le hizo estremecerse e intentar proteger el cuello del aire invernal. Pensar en la pérdida de sus cabellos le hacía llorar internamente. Al mismo tiempo sentía un leve ardor en la frente, que frotó distraídamente con la mano derecha mientras hablaba; pero suponiendo que se trataba de mero cansancio, y no dispuesto a dejarse superar por él, sonrió sosegadamente y miró a Gonzalvus, preguntándole con la mirada si él estaba dispuesto a volver atrás.
- ¡Es sólo mi propuesta! - añadió en voz alta -. Después de todo no soy más que un humilde amante de las artes.
Zeiss Ethesian- Cantidad de envíos : 174
Re: En el ojo del huracán
Me sequé una lágrima que me había resbalado por la mejilla mientras asentía a las palabras de Mizik y le devolvía la sonrisa… Todo iba a estar bien, íbamos a salir de la isla, yo iba a encontrarme con mi familia y el circo… Eso no lo había dicho él, pero yo necesitaba creerlo para no ponerme a llorar llamando a mi mamá, como si fuera más pequeña que Elaine.
Chevalier también tenía hambre, como demostró claramente cuando al abrir mi zurrón saltó dentro de él dispuesto a darse un atracón, pero el muy bandido iba a tener que esperar; lo atrapé rápidamente – el gatito maúllo ofendido por mi acción – y se le entregué a Mizik para que no me estorbara mientras le daba de comer a Elaine y los demás.
- Luego le daré algo a él y a tu cachorrito
Tratando de no pensar en mis balones perdidos par hacerle sitio a la comida, comencé a distribuir pan, queso y embutidos entre todos los presentes, la pequeña en primer lugar junto con un mimo en su cabecita rubia. Al señor de pelo azul le di una porción mayor; era tan grande como Pilu – bueno, Pilu no era tan alto, pero sí era más ancho, así que yo creo que quedaban empatados – y él comía como un oso, así que me imaginé que el señor Ta-lin-thra-xus – qué nombre tan difícil, Talin quedaba mejor, aunque me hacía pensar en una campana – debía tener muy buen apetito también.
- Yo me llamo Songèrie Perlèe, soy malabarista – me presenté cuando me tocó el turno, haciendo una reverencia como las que usaba para saludar al público, aunque con el zurrón en una mano y un pan en la otra no creo que me saliera muy garbosa - ¿Es un mago de verdad, hace hechizos y conjuros y todo eso y no como los del circo que sólo hacen trucos? – pregunté muy impresionada al señor Otto. La idea de que un mago de verdad estuviera con nosotros me daba mucho ánimo, seguro que con él podríamos salir de la isla, quizás hasta podía hacer que nos fuéramos volando todos.
Luego de aprovisionar a la niña y todos los varones del grupo, alimenté a los animalitos y sólo entonces, preparé una porción para mí; mi mamá siempre decía que la que cocinaba tenía que servirse al final y yo casi, casi había cocinado.
- Lo bueno es que podemos comer mientras caminamos - dije, dándole un buen mordisco al pan que me había preparado y echando a andar hacia el bosque.
El señor Zeiss hablaba mucho, pero su idea de todos ocupados en una buena causa parecía buena, aunque tenía una falla: no había niños ahí, sólo una niña.
- Elaine es muy pequeña para recoger bayas ella sola, señor Zeiss – argüí – y no dijo que deberíamos hacer Mizik y yo. Quizás podamos ayudarle, aunque no seamos niños.
Chevalier también tenía hambre, como demostró claramente cuando al abrir mi zurrón saltó dentro de él dispuesto a darse un atracón, pero el muy bandido iba a tener que esperar; lo atrapé rápidamente – el gatito maúllo ofendido por mi acción – y se le entregué a Mizik para que no me estorbara mientras le daba de comer a Elaine y los demás.
- Luego le daré algo a él y a tu cachorrito
Tratando de no pensar en mis balones perdidos par hacerle sitio a la comida, comencé a distribuir pan, queso y embutidos entre todos los presentes, la pequeña en primer lugar junto con un mimo en su cabecita rubia. Al señor de pelo azul le di una porción mayor; era tan grande como Pilu – bueno, Pilu no era tan alto, pero sí era más ancho, así que yo creo que quedaban empatados – y él comía como un oso, así que me imaginé que el señor Ta-lin-thra-xus – qué nombre tan difícil, Talin quedaba mejor, aunque me hacía pensar en una campana – debía tener muy buen apetito también.
- Yo me llamo Songèrie Perlèe, soy malabarista – me presenté cuando me tocó el turno, haciendo una reverencia como las que usaba para saludar al público, aunque con el zurrón en una mano y un pan en la otra no creo que me saliera muy garbosa - ¿Es un mago de verdad, hace hechizos y conjuros y todo eso y no como los del circo que sólo hacen trucos? – pregunté muy impresionada al señor Otto. La idea de que un mago de verdad estuviera con nosotros me daba mucho ánimo, seguro que con él podríamos salir de la isla, quizás hasta podía hacer que nos fuéramos volando todos.
Luego de aprovisionar a la niña y todos los varones del grupo, alimenté a los animalitos y sólo entonces, preparé una porción para mí; mi mamá siempre decía que la que cocinaba tenía que servirse al final y yo casi, casi había cocinado.
- Lo bueno es que podemos comer mientras caminamos - dije, dándole un buen mordisco al pan que me había preparado y echando a andar hacia el bosque.
El señor Zeiss hablaba mucho, pero su idea de todos ocupados en una buena causa parecía buena, aunque tenía una falla: no había niños ahí, sólo una niña.
- Elaine es muy pequeña para recoger bayas ella sola, señor Zeiss – argüí – y no dijo que deberíamos hacer Mizik y yo. Quizás podamos ayudarle, aunque no seamos niños.
Songèrie- Cantidad de envíos : 61
Re: En el ojo del huracán
-Sí, por ahora van a tener que esperar; lo principal ahora es que todos nosotros podamos estar con la cabeza centrada, sin los terrenales aguijoneos del hambre que distraen mente y sentidos -dijo gravemente, cual si se tratara de un asunto de estado aunque, a pesar de lo material, no carecía de importancia. Mizik tomó al gato intentando que no se inquietara demasiado entre sus manos, aunque el nerviosismo era patente en el animal. Por su mente pasó que más de una vez un animal nervioso se había tranquilizado con el sonido de su arpa, pero desde luego no parecía la situación más adecuada para ello.
-Yo soy Mizik Ponjater de Darbash, el bardo -dijo inclinándose con solemnidad, que chocaba de forma bastante pintoresca con su estampa: sudoroso y despeinado, sujetando un gato con las manos evitanto como podía que se le escurriera y con la cabeza de un cachorro saliendo por el maltrecho zurrón-. Hijo de Nford Ponjater de Valanderiel, valeroso soldado de las navíos del Rey -concluyó, mientras se adentraban en la espesura, tras comer la ración que le tocaba de la comida.
Mizik, por supuesto, no se dio por aludido tampoco en cuanto el llamado "Manos mágicas", o Zeiss Ethesian, o como fuera, habló de "niños" en plural. Él no era ningún niño, después de todo.
-Sí, no podríamos quedarnos de brazos cruzados mientras sus mercedes lo hacen todo. Por otro lado, no sé cuánto tiempo podríamos quedarnos en esta isla... El único modo de salir de aquí es por barco, y los únicos barcos son los invasores... Apropiarnos de uno por la fuerza ha fallado, de modo que deberemos hacerlo por las buenas -dijo, intentando que al hablar en voz alta una idea brillante acudiera a su cabeza.- ¿Qué haría el señor alguacil...? Tal vez si conseguimos hacernos pasar por gente principal de Ashper pudiéramos... No, es estúpido... Otto, ¿no tenéis más aparatos de ésos? Tal vez si, una vez más calmadas las aguas, las removemos con más fuerza, y hacemos brotar el desorden sibilinamente entre los invasores, lo justo para... ¡Voto a todo! -exclamó, profiriendo un "terrible" improperio-. En los libros es todo mucho más sencillo.
-Yo soy Mizik Ponjater de Darbash, el bardo -dijo inclinándose con solemnidad, que chocaba de forma bastante pintoresca con su estampa: sudoroso y despeinado, sujetando un gato con las manos evitanto como podía que se le escurriera y con la cabeza de un cachorro saliendo por el maltrecho zurrón-. Hijo de Nford Ponjater de Valanderiel, valeroso soldado de las navíos del Rey -concluyó, mientras se adentraban en la espesura, tras comer la ración que le tocaba de la comida.
Mizik, por supuesto, no se dio por aludido tampoco en cuanto el llamado "Manos mágicas", o Zeiss Ethesian, o como fuera, habló de "niños" en plural. Él no era ningún niño, después de todo.
-Sí, no podríamos quedarnos de brazos cruzados mientras sus mercedes lo hacen todo. Por otro lado, no sé cuánto tiempo podríamos quedarnos en esta isla... El único modo de salir de aquí es por barco, y los únicos barcos son los invasores... Apropiarnos de uno por la fuerza ha fallado, de modo que deberemos hacerlo por las buenas -dijo, intentando que al hablar en voz alta una idea brillante acudiera a su cabeza.- ¿Qué haría el señor alguacil...? Tal vez si conseguimos hacernos pasar por gente principal de Ashper pudiéramos... No, es estúpido... Otto, ¿no tenéis más aparatos de ésos? Tal vez si, una vez más calmadas las aguas, las removemos con más fuerza, y hacemos brotar el desorden sibilinamente entre los invasores, lo justo para... ¡Voto a todo! -exclamó, profiriendo un "terrible" improperio-. En los libros es todo mucho más sencillo.
Mizik Ponjater- Cantidad de envíos : 31
Re: En el ojo del huracán
FDI: MIL PERDONES!!!!! u_u les juro que no sabía que era mi turno D:
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DDI:
-Gracias. -Acepté la comida que Songèrie me ofreció con una sonrisa, aunque no pude evitar notar, cuando terminó de repartir, que me dio la porción más grande. Sabía que probablemente yo fuese el que más energía necesitaría en el grupo, por eso no dije nada al respecto, pero si podía donar parte de mi porción a alguien más, lo haría. Comí con lentitud mientras avanzábamos buscando algo que nos sirviera de refugio y escuché a los compañeros de grupo.
Estábamos en una situación realmente complicada. Mizik tenía razón, en los libros es todo mucho más sencillo. Lo único en lo que creía que estaríamos todos de acuerdo, en cuanto a plan final, era en que debíamos conseguir un barco. El gran problema surgía en el cómo.
-¿Alguna idea? -susurré a mi guardián. En situaciones difíciles, por lo general él solía ser mi última esperanza.
-Una reconquista -hice aquella mirada pensativa clavada en un punto fijo aunque impreciso, que a los humanos les parecería de concentración, pero Raznet sabía que le estaba pidiendo que se explayase más-. Tú lo dijiste, esta invasión probablemente desencadene una guerra. La mejor esperanza para salir de aquí es que lleguen tropas a recuperar la isla, y lo logren. Y claro, que acepten su historia.
-Creo que tengo una idea en cuanto a cómo salir de la isla -comenté en voz alta, y les relaté "mi plan", que no era realmente mío, y además básicamente consistía en sobrevivir hasta que Shamataw fuese reconquistada.
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DDI:
-Gracias. -Acepté la comida que Songèrie me ofreció con una sonrisa, aunque no pude evitar notar, cuando terminó de repartir, que me dio la porción más grande. Sabía que probablemente yo fuese el que más energía necesitaría en el grupo, por eso no dije nada al respecto, pero si podía donar parte de mi porción a alguien más, lo haría. Comí con lentitud mientras avanzábamos buscando algo que nos sirviera de refugio y escuché a los compañeros de grupo.
Estábamos en una situación realmente complicada. Mizik tenía razón, en los libros es todo mucho más sencillo. Lo único en lo que creía que estaríamos todos de acuerdo, en cuanto a plan final, era en que debíamos conseguir un barco. El gran problema surgía en el cómo.
-¿Alguna idea? -susurré a mi guardián. En situaciones difíciles, por lo general él solía ser mi última esperanza.
-Una reconquista -hice aquella mirada pensativa clavada en un punto fijo aunque impreciso, que a los humanos les parecería de concentración, pero Raznet sabía que le estaba pidiendo que se explayase más-. Tú lo dijiste, esta invasión probablemente desencadene una guerra. La mejor esperanza para salir de aquí es que lleguen tropas a recuperar la isla, y lo logren. Y claro, que acepten su historia.
-Creo que tengo una idea en cuanto a cómo salir de la isla -comenté en voz alta, y les relaté "mi plan", que no era realmente mío, y además básicamente consistía en sobrevivir hasta que Shamataw fuese reconquistada.
Talinthraxus- Cantidad de envíos : 44
Re: En el ojo del huracán
La atención de Gonzalvus se dirigió inmediatamente a su viejo compañero de aventuras Otto.
- Bebaxshid Otto, ¿Ammâ cheh son esas "cosas" que podrían mantener mâ del sard? - Pregunta el asesino con curiosidad. Tal vez no sería necesario volver a la ciudad como "Yaatukih Dast U" Zeiss Ethôsin había dicho, lo cual si era posible evitar, sería mejor para cuidar a Elaine.
Miró expectante al mago, esperando una respuesta. Elaine mientras, comía sonriente, siempre al lado de Songèrie. El encapuchado en un principio se preguntó si le caía bien o si simplemente era un pretexto para alejarse de él. También era posible que fuesen las dos, lo cual realmente no le molestaría, mientras la pelirroja no se alejase mucho.
Luego escuchó el plan de Talinthraxus, el cual consistía simplemente en rezar a xodâ que reconquisten la isla los que se suponían que eran los buenos. Gonzalvus suspiró con aire de decepción. Aún cuando era el mejor plan hasta ahora, seguirlo significaba ocultarse en el bosque y evitar por todos los medios posibles que las tropas de los invasores los encuentren y los maten. También suponía, si el plan tardaba demasiado, intentar mantener alimentados a un grupo bastante grande de personas.
Elaine mira de reojo a la mascota de la malabarista mientras come, y luego de un rato de pensarlo, le da un pedazo de su comida al gato y le sonríe.
- Bebaxshid Otto, ¿Ammâ cheh son esas "cosas" que podrían mantener mâ del sard? - Pregunta el asesino con curiosidad. Tal vez no sería necesario volver a la ciudad como "Yaatukih Dast U" Zeiss Ethôsin había dicho, lo cual si era posible evitar, sería mejor para cuidar a Elaine.
Miró expectante al mago, esperando una respuesta. Elaine mientras, comía sonriente, siempre al lado de Songèrie. El encapuchado en un principio se preguntó si le caía bien o si simplemente era un pretexto para alejarse de él. También era posible que fuesen las dos, lo cual realmente no le molestaría, mientras la pelirroja no se alejase mucho.
Luego escuchó el plan de Talinthraxus, el cual consistía simplemente en rezar a xodâ que reconquisten la isla los que se suponían que eran los buenos. Gonzalvus suspiró con aire de decepción. Aún cuando era el mejor plan hasta ahora, seguirlo significaba ocultarse en el bosque y evitar por todos los medios posibles que las tropas de los invasores los encuentren y los maten. También suponía, si el plan tardaba demasiado, intentar mantener alimentados a un grupo bastante grande de personas.
Elaine mira de reojo a la mascota de la malabarista mientras come, y luego de un rato de pensarlo, le da un pedazo de su comida al gato y le sonríe.
Gonzalvus- Cantidad de envíos : 80
Re: En el ojo del huracán
FDI. Salto a Otto... una pena porque muchos PJs estaban atentos a su reaccion ahora mismo.
Le gustaba el modo de pensar de Mizik. De todo lo que acababa de oír era su favorito: soltar cosas absurdas hasta que alguien se atreviera a decir que aquello no era tan absurdo después de todo era una forma de proceder común en Zeiss. Y Mizik había dado unas cuantas ideas que agradaban al ladrón.
- O procedemos a algo o no procedemos a nada - asintió Zeiss como si estuviera diciendo palabras cargadas de sabiduría -. Podemos esperar a que lleguen refuerzos, para lo cual UNAS MAAANTAS serían buena idea porque, después de todo, estamos en invierno y no queremos morir de frío.
Él confiaba en sobrevivir sin ningún problema, como ya había hecho más de una vez en situaciones similares. Cuestión de encontrar un lugar más o menos cubierto y abrigarse con malezas si era necesario. Pero lo cierto es que mirando a los niños (por mucho que ellos no se consideraran niños no cambiarían la forma de ver del ladrón) dudaba que ellos fueran a pasar tan cómodamente el mal trago.
- Pero he de conceder que si mi Chico Alto puede encargarse mágicamente de que nadie pase frío, riesgo que nos ahorramos.
Lo cierto es que volviendo a Shama confiaba encontrar algo de comida con la que alimentar a toda aquella gente la primera noche. Lo de las raices y bayas estaba bien para distraer a los pequeños, pero no iban a encontrar fácilmente suficiente que llevar a la boca como para dar de comer a todos. Y si tenían que concentrarse en esconderse, al menos los primeros días habría preferido no tener que enviar a los pocos guerreros que tenían a buscar presas. Si les encontraban era mejor que no lo hicieran indefensos.
Lo peor es que sentía que no terminaba de pertenecer al grupo. Su forma de pensar era diferente y si bien quería ayudarles sentía que no iba a poder hacerlo. Si hubiese estado solo, sí, se habría escondido. Pero con tal cohorte no estaba seguro de que esconderse fuera tan fácil. Y la idea de Mizik sí le gustaba; alguien con suficiente aplomo conseguiría hacerse pasar por ciudadano de Ashper y devoto creyente. Zeiss mismo se sentía capaz de hacerlo si ponía suficiente teatro, pero lamentablemente su cara y la de Tormenta eran ya demasiado conocidas como para poder hacer algo así y salir indemnes. Quizá en unos días habrían olvidado sus rasgos, sí, pero para entonces sería demasiado tarde como para montar aquella treta y que no fuera sospechosa.
- Me habría gustado hacernos pasar por ciudadanos de Ashper atrapados aquí, y salir hacia Rhylia o Thialir junto al primer barco que regrese -admitió -, pero ahora mismo parece imposible. A no ser que alguno sea realmente ciudadano de Ashper o tenga algo que pudiera hacernos pasar por ciudadanos.
Zeiss suspiró y mostró ambas palmas en un gesto de impotencia.
- Haré lo que mandéis, caballeros. Si las mantas no son necesarias, puedo esperar un par de días antes de volver a Shama a otear el ambiente. Haceos a la idea de que los refuerzos tardarán al menos unos cuantos días, quizás una semana.
Por no decir más. Si es que alguna vez llegaban.
Le gustaba el modo de pensar de Mizik. De todo lo que acababa de oír era su favorito: soltar cosas absurdas hasta que alguien se atreviera a decir que aquello no era tan absurdo después de todo era una forma de proceder común en Zeiss. Y Mizik había dado unas cuantas ideas que agradaban al ladrón.
- O procedemos a algo o no procedemos a nada - asintió Zeiss como si estuviera diciendo palabras cargadas de sabiduría -. Podemos esperar a que lleguen refuerzos, para lo cual UNAS MAAANTAS serían buena idea porque, después de todo, estamos en invierno y no queremos morir de frío.
Él confiaba en sobrevivir sin ningún problema, como ya había hecho más de una vez en situaciones similares. Cuestión de encontrar un lugar más o menos cubierto y abrigarse con malezas si era necesario. Pero lo cierto es que mirando a los niños (por mucho que ellos no se consideraran niños no cambiarían la forma de ver del ladrón) dudaba que ellos fueran a pasar tan cómodamente el mal trago.
- Pero he de conceder que si mi Chico Alto puede encargarse mágicamente de que nadie pase frío, riesgo que nos ahorramos.
Lo cierto es que volviendo a Shama confiaba encontrar algo de comida con la que alimentar a toda aquella gente la primera noche. Lo de las raices y bayas estaba bien para distraer a los pequeños, pero no iban a encontrar fácilmente suficiente que llevar a la boca como para dar de comer a todos. Y si tenían que concentrarse en esconderse, al menos los primeros días habría preferido no tener que enviar a los pocos guerreros que tenían a buscar presas. Si les encontraban era mejor que no lo hicieran indefensos.
Lo peor es que sentía que no terminaba de pertenecer al grupo. Su forma de pensar era diferente y si bien quería ayudarles sentía que no iba a poder hacerlo. Si hubiese estado solo, sí, se habría escondido. Pero con tal cohorte no estaba seguro de que esconderse fuera tan fácil. Y la idea de Mizik sí le gustaba; alguien con suficiente aplomo conseguiría hacerse pasar por ciudadano de Ashper y devoto creyente. Zeiss mismo se sentía capaz de hacerlo si ponía suficiente teatro, pero lamentablemente su cara y la de Tormenta eran ya demasiado conocidas como para poder hacer algo así y salir indemnes. Quizá en unos días habrían olvidado sus rasgos, sí, pero para entonces sería demasiado tarde como para montar aquella treta y que no fuera sospechosa.
- Me habría gustado hacernos pasar por ciudadanos de Ashper atrapados aquí, y salir hacia Rhylia o Thialir junto al primer barco que regrese -admitió -, pero ahora mismo parece imposible. A no ser que alguno sea realmente ciudadano de Ashper o tenga algo que pudiera hacernos pasar por ciudadanos.
Zeiss suspiró y mostró ambas palmas en un gesto de impotencia.
- Haré lo que mandéis, caballeros. Si las mantas no son necesarias, puedo esperar un par de días antes de volver a Shama a otear el ambiente. Haceos a la idea de que los refuerzos tardarán al menos unos cuantos días, quizás una semana.
Por no decir más. Si es que alguna vez llegaban.
Zeiss Ethesian- Cantidad de envíos : 174
Re: En el ojo del huracán
FDI: Perdón por intermeterme, cuenta como que recupero turno.
DDI:
Se puso muy pálido. De repente, se había convertido en el centro de atención y a juzgar por las miradas más esperanzadas de los más jóvenes, (Curioso pensamiento, no es que él fuera precisamente un adulto a sus 17 años, pese a su estatura) también en la que consideraban su mejor baza. Pasó saliva, conteniendo su primer impulso de soltar de forma pesimista el verdadero alcance de lo que su poder arcano podía conseguir, pensando en su querido maestro Wolfgang. De haber estado él allí, sí que hubieran podido marcharse volando, o desaparecer en forma de niebla hasta un lugar seguro, o simplemente entrar en un círculo y aparecer en otra isla.... Pero sólo le tenían a él, de modo que eso no era posible.
Respiró profundo de nuevo. Su maestro siempre decía que la magia no era tanto una cuestión de poder bruto como de inteligencia, refinamiento y eficacia a la hora de aplicarlo. "No utilices un conjuro de Volar cuando lo único que necesites es Levitar" era un ejemplo que le gustaba usar. Una sonrisa se dibujó en su rostro, por muy leve que fuera. Siempre le habían dicho que era muy inteligente, quizás era el momento de demostrarlo.
- Hago ambas cosas, Songérie. - dijo al fin tomando aliento de forma tranquila, aún pálido, pero mejor pasada aquella pequeña crisis de pánico. - No soy del tipo de magos que habitan las leyendas aún, pero Man.... Zeiss - se corrigió a media frase. - y Talinthraxus - pronunció el nombre despacio para no trabarse. Lo último que quería era ofender al Chico Tormenta...- pueden atestiguar que tengo algunos ases bajo la manga. Mágicos y no.
- No, me temo que la mayoría de mis inventos quedaron abandonados y destrozados en la plaza de Shama, Mizik. - suspiró negando con la cabeza. - Puedo improvisar algunas cosas con los materiales que me quedan, pero dudo que, salvo idea luminosa de último momento, pueda organizar un caos semejante al de entonces. Sin embargo...- sacó las esferas metálicas del bolsillo de su abultada toga...- Tengo aún algunas AtrapaRatas y AturdeBrutos. Podrían sernos de utilidad.
- Primero, encontremos un lugar donde refugiarnos. Si es lo suficientemente pequeño, del tamaño de una habitación más o menos, podría quedar caldeado, de forma que sólo necesitemos el fuego para cocinar...- de nuevo el pensamiento de comida. El recuerdo del callejón. La comida que Songérie le ofrecía....
Una arcada le sacudió de pies a cabeza, negando con una mano rechazando la comida mientras con la otra se cubría la boca.
- N...no tengo hambre...- luchando contra el impulso de su estómago de vaciarse por completo. - Primero, refugio, después... todo lo demás...
DDI:
Se puso muy pálido. De repente, se había convertido en el centro de atención y a juzgar por las miradas más esperanzadas de los más jóvenes, (Curioso pensamiento, no es que él fuera precisamente un adulto a sus 17 años, pese a su estatura) también en la que consideraban su mejor baza. Pasó saliva, conteniendo su primer impulso de soltar de forma pesimista el verdadero alcance de lo que su poder arcano podía conseguir, pensando en su querido maestro Wolfgang. De haber estado él allí, sí que hubieran podido marcharse volando, o desaparecer en forma de niebla hasta un lugar seguro, o simplemente entrar en un círculo y aparecer en otra isla.... Pero sólo le tenían a él, de modo que eso no era posible.
Respiró profundo de nuevo. Su maestro siempre decía que la magia no era tanto una cuestión de poder bruto como de inteligencia, refinamiento y eficacia a la hora de aplicarlo. "No utilices un conjuro de Volar cuando lo único que necesites es Levitar" era un ejemplo que le gustaba usar. Una sonrisa se dibujó en su rostro, por muy leve que fuera. Siempre le habían dicho que era muy inteligente, quizás era el momento de demostrarlo.
- Hago ambas cosas, Songérie. - dijo al fin tomando aliento de forma tranquila, aún pálido, pero mejor pasada aquella pequeña crisis de pánico. - No soy del tipo de magos que habitan las leyendas aún, pero Man.... Zeiss - se corrigió a media frase. - y Talinthraxus - pronunció el nombre despacio para no trabarse. Lo último que quería era ofender al Chico Tormenta...- pueden atestiguar que tengo algunos ases bajo la manga. Mágicos y no.
- No, me temo que la mayoría de mis inventos quedaron abandonados y destrozados en la plaza de Shama, Mizik. - suspiró negando con la cabeza. - Puedo improvisar algunas cosas con los materiales que me quedan, pero dudo que, salvo idea luminosa de último momento, pueda organizar un caos semejante al de entonces. Sin embargo...- sacó las esferas metálicas del bolsillo de su abultada toga...- Tengo aún algunas AtrapaRatas y AturdeBrutos. Podrían sernos de utilidad.
- Primero, encontremos un lugar donde refugiarnos. Si es lo suficientemente pequeño, del tamaño de una habitación más o menos, podría quedar caldeado, de forma que sólo necesitemos el fuego para cocinar...- de nuevo el pensamiento de comida. El recuerdo del callejón. La comida que Songérie le ofrecía....
Una arcada le sacudió de pies a cabeza, negando con una mano rechazando la comida mientras con la otra se cubría la boca.
- N...no tengo hambre...- luchando contra el impulso de su estómago de vaciarse por completo. - Primero, refugio, después... todo lo demás...
Otto Hoenheim- Cantidad de envíos : 193
Re: En el ojo del huracán
Era bueno, muy bueno tener un mago que supiera hacer trucos de circo y magia de verdad; era como un super mago que podría protegernos y todo saldría bien. Eso pensé cuando escuché al señor Otto, pero cuando casi vomita al ofrecerle yo comida, me preocupé ¿Qué pasaba si se enfermaba, podría hacer magia? Aunque siendo tan buen mago seguro que podría sanarse él solito, con algún conjuro, pócima o cualquier cosa de esas que usan los magos, en realidad no tenía que preocuparme por eso.
Sobrevivir parecía lo único que podíamos hacer hasta que los soldados se fueran o los echaran, ya que ninguna de nosotros parecía ser de Ashper – mi estrella había querido que el circo estuviera en Moramaille cuando nací y no en Denkenia, Thialir o Rhylia – y nadie podía tampoco aparentarlo y tampoco podíamos robarnos un barco, así que traté de concentrarme en la tarea de ayudar a Elaine a encontrar bayas y raíces de invierno, conseguir comida era muy importante.
Lo de recoger bayas y raíces podía parecer algo muy fácil pero nop, no lo era. Quizás hubiese sido más fácil a la luz del día, pero ya era de noche y la luz de Enki era lo único que alumbraba, porque Aesid nunca daba luz y Scathach estaba en la fase de luna nueva. La falta de luz ya era un problema pero el problema mayor era que yo no sabía distinguir entre las bayas y raíces que se comían y las que no. Sí había moras por ahí, podría reconocerlas ya que había llenado la panza con ellas muchas veces cuando jugaba con los otros niños del circo en los campos en los que parábamos, pero si no las había estaba frita.
- ¿Tú sabes cuáles son las bayas y raíces que se comen? - le pregunté en voz baja a Mizik, mientras recuperaba a Chevalier de sus brazos. Elaine me parecía muy pequeña para saber esas cosas.
Hacía cada vez más frío y traté de envolverme en mi capa un poco más, abarcando también a la niña rubia con ella. Quizás caminar nos hiciera entrar en calor, pero un lugar más abrigado me parecía ahora más importante que la comida. Ya habíamos comido algo, seguro que podíamos aguantar hasta la mañana y de día sería más fácil encontrar que comer – si encontrábamos un río o un lago o llegábamos al mar, podría pescar, eso sí sabía hacerlo, el abuelo Leo me había enseñado – pero si nos moríamos de frío o nos enfermábamos todos, no podríamos hacer nada.
- ¿Crees que haya cuevas en el bosque para ocultarnos o algún árbol con un tronco hueco muy grande en que quepamos todos? - interrogué de nuevo al bardo, recordando un cuento que mi mamá me contaba cuando era pequeña.
Sobrevivir parecía lo único que podíamos hacer hasta que los soldados se fueran o los echaran, ya que ninguna de nosotros parecía ser de Ashper – mi estrella había querido que el circo estuviera en Moramaille cuando nací y no en Denkenia, Thialir o Rhylia – y nadie podía tampoco aparentarlo y tampoco podíamos robarnos un barco, así que traté de concentrarme en la tarea de ayudar a Elaine a encontrar bayas y raíces de invierno, conseguir comida era muy importante.
Lo de recoger bayas y raíces podía parecer algo muy fácil pero nop, no lo era. Quizás hubiese sido más fácil a la luz del día, pero ya era de noche y la luz de Enki era lo único que alumbraba, porque Aesid nunca daba luz y Scathach estaba en la fase de luna nueva. La falta de luz ya era un problema pero el problema mayor era que yo no sabía distinguir entre las bayas y raíces que se comían y las que no. Sí había moras por ahí, podría reconocerlas ya que había llenado la panza con ellas muchas veces cuando jugaba con los otros niños del circo en los campos en los que parábamos, pero si no las había estaba frita.
- ¿Tú sabes cuáles son las bayas y raíces que se comen? - le pregunté en voz baja a Mizik, mientras recuperaba a Chevalier de sus brazos. Elaine me parecía muy pequeña para saber esas cosas.
Hacía cada vez más frío y traté de envolverme en mi capa un poco más, abarcando también a la niña rubia con ella. Quizás caminar nos hiciera entrar en calor, pero un lugar más abrigado me parecía ahora más importante que la comida. Ya habíamos comido algo, seguro que podíamos aguantar hasta la mañana y de día sería más fácil encontrar que comer – si encontrábamos un río o un lago o llegábamos al mar, podría pescar, eso sí sabía hacerlo, el abuelo Leo me había enseñado – pero si nos moríamos de frío o nos enfermábamos todos, no podríamos hacer nada.
- ¿Crees que haya cuevas en el bosque para ocultarnos o algún árbol con un tronco hueco muy grande en que quepamos todos? - interrogué de nuevo al bardo, recordando un cuento que mi mamá me contaba cuando era pequeña.
Songèrie- Cantidad de envíos : 61
Re: En el ojo del huracán
Mizik sintió como si una pequeña lumbre se le encendiera entre pecho y vientre llena de orgullo cuando ese señor que parecía tener tantos recursos manifestó que su idea le gustaba. Si hubiera sido un globo, habría salido volando hacia la estratosfera. Pero era un muchacho, y además por buena que fuera la idea, utilidad práctica no tenía mucha. Parecían condenados a esperar la llegada de refuerzos.
-Si encontramos un lugar a resguardo, como apunta Otto, y lo llenamos del calor de una buena lumbre, quizá podamos pasar las noches frías con nuestros tabardos y capotes respectivos.
Estuvo pensando, mientras caminaban en busca de bayas, en algo que pudiera hacerle pasar por alguien de Ashper -cara dura tenía un rato, si era necesario para un buen fin como aquél-, pero sin éxito. Por no tener no tenía ni siquiera una buena base de religión y teología - pensó que a la que pudiera conseguiría un libro sobre tan esotéricos asuntos. Su padre era un hombre bueno, pero demasiado sencillo para aquellas cosas, y el único hombre ilustrado de Darbash, el alguacil, tenía con demasiada frecuencia blasfemias en la boca, de diferente gravedad. Siendo sincero, lo único que había aprendido es que, en opinión del tal caballero, la Dama no acostumbraba a lavar sus enaguas.
-Algo sé, aunque por desgracia no estoy muy versado por estas sendas... Alguna vez he comido frutos de estos arbolitos -dijo, recordando sus tiempos de pastor, y de chico criado en el campo. No eran más que algo parecido a madroños, pero a falta de pan buenas son tortas. No podían arriesgarse a recolectar cualquier fruto desconocido por tentador que fuera, en un lugar desconocido y medio selvático como Shamataw.
-Huecos... Huecos seguro que los hay, aunque los tamaños de los árboles son engañosos... Cuenta un gran narrador del pasado que los árboles no son sino portales a otras dimensiones, de infinito tamaño inconcebible para nosotros, que los vemos limitados y finitos por fuera -dijo, yéndose tal como era su costumbre, y nunca mejor dicho, por las ramas, mientras daba dos golpecitos a la corteza de un árbol-. También en sus narraciones los hay que hablan, e incluso se habla de que tienen religión... ¿Será por eso que ha invadido Ashper Shamataw, para purgar una herejía arborícola? -comentó, en tono de misterio jocoso.
Quizá no era el mejor momento para bromas, pero los últimos momentos habían sido duros para él, pues no se podía imaginar como habría sido para las dos niñas.
-Si encontramos un lugar a resguardo, como apunta Otto, y lo llenamos del calor de una buena lumbre, quizá podamos pasar las noches frías con nuestros tabardos y capotes respectivos.
Estuvo pensando, mientras caminaban en busca de bayas, en algo que pudiera hacerle pasar por alguien de Ashper -cara dura tenía un rato, si era necesario para un buen fin como aquél-, pero sin éxito. Por no tener no tenía ni siquiera una buena base de religión y teología - pensó que a la que pudiera conseguiría un libro sobre tan esotéricos asuntos. Su padre era un hombre bueno, pero demasiado sencillo para aquellas cosas, y el único hombre ilustrado de Darbash, el alguacil, tenía con demasiada frecuencia blasfemias en la boca, de diferente gravedad. Siendo sincero, lo único que había aprendido es que, en opinión del tal caballero, la Dama no acostumbraba a lavar sus enaguas.
-Algo sé, aunque por desgracia no estoy muy versado por estas sendas... Alguna vez he comido frutos de estos arbolitos -dijo, recordando sus tiempos de pastor, y de chico criado en el campo. No eran más que algo parecido a madroños, pero a falta de pan buenas son tortas. No podían arriesgarse a recolectar cualquier fruto desconocido por tentador que fuera, en un lugar desconocido y medio selvático como Shamataw.
-Huecos... Huecos seguro que los hay, aunque los tamaños de los árboles son engañosos... Cuenta un gran narrador del pasado que los árboles no son sino portales a otras dimensiones, de infinito tamaño inconcebible para nosotros, que los vemos limitados y finitos por fuera -dijo, yéndose tal como era su costumbre, y nunca mejor dicho, por las ramas, mientras daba dos golpecitos a la corteza de un árbol-. También en sus narraciones los hay que hablan, e incluso se habla de que tienen religión... ¿Será por eso que ha invadido Ashper Shamataw, para purgar una herejía arborícola? -comentó, en tono de misterio jocoso.
Quizá no era el mejor momento para bromas, pero los últimos momentos habían sido duros para él, pues no se podía imaginar como habría sido para las dos niñas.
Mizik Ponjater- Cantidad de envíos : 31
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