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Dulce recibimiento en los muelles
3 participantes
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Re: Dulce recibimiento en los muelles
“¿Así que eres como un camaleón o algo así?” La pregunta no la molestó en absoluto, más bien le provocó nostalgia. Algo muy similar le había dicho Arneín el día que se conocieron. Arneín… ¿qué sería de ella?
El relato que Sophitia hizo de sus problemas de infancia, le sorprendió y le dolió al mismo tiempo. Su propia experiencia no había sido tan dura; no había sido víctima de insultos ni, mucho menos, de golpes. El prestigio de su familia la protegía. Lo que ella había vivido era más bien aislamiento, dificultad de encontrar pares con los que pudiera congeniar y sentirse a sus anchas. De todos modos, nunca había dejado que la afectara demasiado o eso creía. De tanto ser marcada como rara, había terminado por sentirse una persona especial y había acabado por tener una vida muy distinta a la de los jóvenes de su pueblo.
Sintió una gran admiración por su amiga al constatar que las amargas experiencias de su infancia no habían envenenado su corazón. Era una pirata y robaba, de acuerdo, pero también era una persona buena y generosa, que no vivía alimentando rencores ni tramando venganzas; se alegraba de haber aparecido cerca de ella.
Sus padres siempre habían intentado mantener en secreto su capacidad de transformación, temerosos de que eso acabara convirtiéndola en una paria o una suerte de fenómeno para su pueblo. Fuera de su familia, sobraban los dedos de una mano para contar a quienes conocían de ese don en el Lago Nacossed. Pero fuera de su ciudad, le había mostrado su don a algunas personas, personas con las que había trabado amistad y en las que confiaba. Sophitia no iba a ser la excepción, aunque de momento no podría hacerle una demostración de su habilidad.
- Bueno, como te dije, la capacidad de mimetizarse es propia de todo mi pueblo, nacemos con ella. Pero ninguno de nosotros puede hacerse visible a voluntad ante los foráneos. Yo puedo hacerlo porque una bruja me concedió ese don cuando yo era una niña. Y también me concedió la capacidad de convertirme en el ser viviente que yo quiera; puedo convertirme en un canario o un elefante o un bacalao o muchas otras cosas, lo que yo quiera, hasta por una hora. A mis padres siempre les preocupó que yo tuviera esa habilidad y trataron de guardar el secreto para que la gente de la ciudad no me rechazara por completo.
Guardó silencio, observando atenta la reacción de la pirata. ¿Le creería? Hasta ahora, más que hablar de esa habilidad, la había mostrado en la práctica, transformándose delante de las personas involucradas.
El relato que Sophitia hizo de sus problemas de infancia, le sorprendió y le dolió al mismo tiempo. Su propia experiencia no había sido tan dura; no había sido víctima de insultos ni, mucho menos, de golpes. El prestigio de su familia la protegía. Lo que ella había vivido era más bien aislamiento, dificultad de encontrar pares con los que pudiera congeniar y sentirse a sus anchas. De todos modos, nunca había dejado que la afectara demasiado o eso creía. De tanto ser marcada como rara, había terminado por sentirse una persona especial y había acabado por tener una vida muy distinta a la de los jóvenes de su pueblo.
Sintió una gran admiración por su amiga al constatar que las amargas experiencias de su infancia no habían envenenado su corazón. Era una pirata y robaba, de acuerdo, pero también era una persona buena y generosa, que no vivía alimentando rencores ni tramando venganzas; se alegraba de haber aparecido cerca de ella.
Sus padres siempre habían intentado mantener en secreto su capacidad de transformación, temerosos de que eso acabara convirtiéndola en una paria o una suerte de fenómeno para su pueblo. Fuera de su familia, sobraban los dedos de una mano para contar a quienes conocían de ese don en el Lago Nacossed. Pero fuera de su ciudad, le había mostrado su don a algunas personas, personas con las que había trabado amistad y en las que confiaba. Sophitia no iba a ser la excepción, aunque de momento no podría hacerle una demostración de su habilidad.
- Bueno, como te dije, la capacidad de mimetizarse es propia de todo mi pueblo, nacemos con ella. Pero ninguno de nosotros puede hacerse visible a voluntad ante los foráneos. Yo puedo hacerlo porque una bruja me concedió ese don cuando yo era una niña. Y también me concedió la capacidad de convertirme en el ser viviente que yo quiera; puedo convertirme en un canario o un elefante o un bacalao o muchas otras cosas, lo que yo quiera, hasta por una hora. A mis padres siempre les preocupó que yo tuviera esa habilidad y trataron de guardar el secreto para que la gente de la ciudad no me rechazara por completo.
Guardó silencio, observando atenta la reacción de la pirata. ¿Le creería? Hasta ahora, más que hablar de esa habilidad, la había mostrado en la práctica, transformándose delante de las personas involucradas.
Florangél- Cantidad de envíos : 216
Re: Dulce recibimiento en los muelles
Sophitia no pretendía causar lastima ni mucho menos, muchas veces la habían castigado con justa razón, otra tantas no, y varias más había sido ella la que castigara a terceros. Pero confiaba lo suficiente en Florangel como para poder dejarse llevar y decir las cosas como las veía, sin preocuparse por los detalles.
El secreto de su compañera la dejo asombrada, se quedo mirándola mientras hablaba, como esperando que se convirtiera en algún animal en ese mismo momento. Por supuesto que eso no sucedió, no sabría decir como habría reaccionado ante semejante acto de magia.
- Pero... ¿En cualquier animal? ¡Increíble! - Lo siguiente no lo entendía - ¿Porque te molestarían por poder hacer algo así? Si todos eran raros al final....
Los magos podían hacer lo que fuera, eso estaba comenzando a pensar Sophitia. Quería conocer más y más sobre el tema, de seguro que si seguía cerca Florangel podría entender mejor ese extraño mundo. Pero no entendía qué motivos podían tener las personas para maltratar a la chica, si era por ser extraña, todos en ese lugar lo eran a sobre manera.
Se puso de costado por el simple echo de cambiar de postura y continuo con la charla.
- De tus padres no me has contado mucho - Trato de recordar qué había dicho ella del suyo - Mi padre era el mejor, siempre fue muy bueno y justo conmigo.
Siempre había guardado un excelente recuerdo de él, el cariño creció aun más cuando se hizo grande y se percato de todos los sacrificios que tuvo que hacer para darle una educación que consideraba adecuada, para que nunca le pasara nada grave, y para que se convirtiera en una verdadera pirata.
- también me gustaría oír de tus amigos - Pensó que eso había sonado como una orden - Si tu quiere, claro - Se apuro a aclarar.
El secreto de su compañera la dejo asombrada, se quedo mirándola mientras hablaba, como esperando que se convirtiera en algún animal en ese mismo momento. Por supuesto que eso no sucedió, no sabría decir como habría reaccionado ante semejante acto de magia.
- Pero... ¿En cualquier animal? ¡Increíble! - Lo siguiente no lo entendía - ¿Porque te molestarían por poder hacer algo así? Si todos eran raros al final....
Los magos podían hacer lo que fuera, eso estaba comenzando a pensar Sophitia. Quería conocer más y más sobre el tema, de seguro que si seguía cerca Florangel podría entender mejor ese extraño mundo. Pero no entendía qué motivos podían tener las personas para maltratar a la chica, si era por ser extraña, todos en ese lugar lo eran a sobre manera.
Se puso de costado por el simple echo de cambiar de postura y continuo con la charla.
- De tus padres no me has contado mucho - Trato de recordar qué había dicho ella del suyo - Mi padre era el mejor, siempre fue muy bueno y justo conmigo.
Siempre había guardado un excelente recuerdo de él, el cariño creció aun más cuando se hizo grande y se percato de todos los sacrificios que tuvo que hacer para darle una educación que consideraba adecuada, para que nunca le pasara nada grave, y para que se convirtiera en una verdadera pirata.
- también me gustaría oír de tus amigos - Pensó que eso había sonado como una orden - Si tu quiere, claro - Se apuro a aclarar.
Sophitia- Cantidad de envíos : 955
Re: Dulce recibimiento en los muelles
- En cualquier animal que yo conozca; cuando pase la tormenta te haré una demostración, si lo hago ahora sería un animal mareado – río – No lo entiendes, la gente de mi pueblo no se considera a sí misma rara, para ellos es normal ser así. Yo era exactamente igual a ellos hasta que cumplí nueve años.
Para su gente, los extraños eran los demás, los que no podían mimetizarse y no podían verlos sin necesidad de beber agua del lago, algo que no lograban comprender. Probablemente para toda comunidad que compartía una característica que los singularizaba era así. En su corta experiencia había visto más de un caso así; los hechiceros de la Academia de Magos, por ejemplo, consideraban raras a las personas que no tenían aptitudes para la magia. De todos modos, ella no se consideraba a sí misma una hechicera y casi, casi no se consideraba ya una nacossedina. Como alguna vez le había dicho a alguien, se consideraba, y a mucha honra, un bicho raro. No tenía conflicto alguno ni con su naturaleza ni con sus habilidades y estaba contenta y orgullosa de ser quien era. El único drama de su vida era no poder volver a casa cuando lo deseara.
Sonrió al oír lo que Sophitia decía sobre su padre, era exactamente lo mismo que ella pensaba sobre el suyo.
- No, no, no, mi padre es el mejor – dijo con tono de falso regaño – A mi padre le gusta viajar, ¿sabes?, aunque a los foráneos les costara verlo. Por eso suele desempeñar funciones de embajador, correo, jefe de caravanas y todo lo que significara tomar contacto con el mundo fuera del lago y acostumbraba llevarme consigo, decía que yo era su oficial de enlace – sonrió nostálgica – Mamá es una mujer muy buena, pero ella es más como la mayoría de los nacossedinos, recelosa del mundo de afuera, aunque le encanta recibir visitas; siempre se ha preocupado mucho de mi y de educarme como a una chic anormal. Y luego está mi hermano menor… hubo ocasiones en que deseé que no hubiera nacido y ahora… ahora lo echo tanto de menos…
Sus ojos se humedecieron y se mordió los labios para reprimir un suspiro. Movió negativamente la cabeza cuando la pirata mencionó a sus amigos. Recordar se estaba volviendo peligroso, no quería acabar llorando como una bebita.
- No – dijo decidida – Ya he hablado mucho de mí. Ahora es tu turno.
Para su gente, los extraños eran los demás, los que no podían mimetizarse y no podían verlos sin necesidad de beber agua del lago, algo que no lograban comprender. Probablemente para toda comunidad que compartía una característica que los singularizaba era así. En su corta experiencia había visto más de un caso así; los hechiceros de la Academia de Magos, por ejemplo, consideraban raras a las personas que no tenían aptitudes para la magia. De todos modos, ella no se consideraba a sí misma una hechicera y casi, casi no se consideraba ya una nacossedina. Como alguna vez le había dicho a alguien, se consideraba, y a mucha honra, un bicho raro. No tenía conflicto alguno ni con su naturaleza ni con sus habilidades y estaba contenta y orgullosa de ser quien era. El único drama de su vida era no poder volver a casa cuando lo deseara.
Sonrió al oír lo que Sophitia decía sobre su padre, era exactamente lo mismo que ella pensaba sobre el suyo.
- No, no, no, mi padre es el mejor – dijo con tono de falso regaño – A mi padre le gusta viajar, ¿sabes?, aunque a los foráneos les costara verlo. Por eso suele desempeñar funciones de embajador, correo, jefe de caravanas y todo lo que significara tomar contacto con el mundo fuera del lago y acostumbraba llevarme consigo, decía que yo era su oficial de enlace – sonrió nostálgica – Mamá es una mujer muy buena, pero ella es más como la mayoría de los nacossedinos, recelosa del mundo de afuera, aunque le encanta recibir visitas; siempre se ha preocupado mucho de mi y de educarme como a una chic anormal. Y luego está mi hermano menor… hubo ocasiones en que deseé que no hubiera nacido y ahora… ahora lo echo tanto de menos…
Sus ojos se humedecieron y se mordió los labios para reprimir un suspiro. Movió negativamente la cabeza cuando la pirata mencionó a sus amigos. Recordar se estaba volviendo peligroso, no quería acabar llorando como una bebita.
- No – dijo decidida – Ya he hablado mucho de mí. Ahora es tu turno.
Florangél- Cantidad de envíos : 216
Re: Dulce recibimiento en los muelles
Rió al escuchar lo del "animal mareado", no pudo evitar imaginarla como múltiples animales caminando a los tropezones por el cuarto.
Las palabras de Florangel tenían mucho sentido, era muy lógico que siendo todos iguales no les parezca extraño. Por lo que su amiga le decía, parecía que venia de un pueblo de lo más cerrado mental y físicamente hablando, debía ser algo difícil vivir entre ellos.
Algo similar había vivido ella, entre su vida pirata y la vida cotidiana de las personas comunes había un abismo de distancia, y ninguno de los grupos lograba entender al otro, ni intentaban entenderse para ser francos. Simplemente el pueblo tildaba de ladrones, borrachos perdidos a los piratas, y estos veían al pueblo como rebaño al cual robarle. Ambas cosas eran muy ciertas.
Sonrió al escuchar como defendía Florangel a su padre, eso diferenciaba a un buen padre de uno malo, que sus hijos pudieran hablar bien de él, y defenderlo con cuerpo y alma. Ella hubiera estado dispuesta a cuidar a su padre aunque le costara la vida... Pero el destino no lo había querido así, no había forma de cambiarlo.
Sintió una pequeña punzada de dolor al escuchar a su amiga hablar de su padre en tiempo presente, le recordaba que ella no podía hacer eso. Se reprocho luego lo tonta que era al pensar así, siempre pensaba que el dolor se había quedado atrás, que ya lo había superado.... Y siempre se terminaba equivocando.
- Es cierto, me toca a mi - Dijo Sophitia olvidando los malos pensamientos - Mmm, yo siempre quise tener un hermano, para enseñarle a pelear y a hacer trampa en las cartas - echo una carcajada al imaginar eso - Pero lamentablemente no pudo ser.
Medito qué seria adecuado contar para no hacer de la situación un melodrama.
- Bueno, amigos lo que se dice amigos no tuve muchos que digamos. Es difícil confiar en alguien entre los piratas, y si buscas a alguien que no lo sea, es casi imposible que confíe en ti.... Eres un pirata, eres malvado, le robas a la gente, raptas a las mujeres y te haces a la mar, jajaja! - La idea siempre le resultaba chistosa, había muchos mitos y mucho de verdad en todo eso - ¡Fíjate! te rapte a ti, mi habilidad no tiene fin.
Le sonrió a su amiga, estaba muy feliz de que la hubiese acompañado y sus bromas eran un modo de demostrárselo, ya que decirlo de modo directo la hubiese echo sonrojar hasta las orejas.
- No hay tanto más para contar, de mi madre nunca tuve noticias, así que me crío mi padre enteramente. Me la pase casi siempre en el barco yendo de aquí para allá, aprendiendo el oficio de ser marinera. Era una vida relativamente tranquila hasta que murió mi padre.
Fue en ese momento que su vida se empezó a complicar, todo se había ido al carajo a una velocidad vertiginosa. Por eso prefería ver hacia adelante...
- Y ahora tengo entre ceja y ceja conseguirme un barco, ese es mi único plana futuro por el momento - No era mucho, pero era mejor que nada.
Las palabras de Florangel tenían mucho sentido, era muy lógico que siendo todos iguales no les parezca extraño. Por lo que su amiga le decía, parecía que venia de un pueblo de lo más cerrado mental y físicamente hablando, debía ser algo difícil vivir entre ellos.
Algo similar había vivido ella, entre su vida pirata y la vida cotidiana de las personas comunes había un abismo de distancia, y ninguno de los grupos lograba entender al otro, ni intentaban entenderse para ser francos. Simplemente el pueblo tildaba de ladrones, borrachos perdidos a los piratas, y estos veían al pueblo como rebaño al cual robarle. Ambas cosas eran muy ciertas.
Sonrió al escuchar como defendía Florangel a su padre, eso diferenciaba a un buen padre de uno malo, que sus hijos pudieran hablar bien de él, y defenderlo con cuerpo y alma. Ella hubiera estado dispuesta a cuidar a su padre aunque le costara la vida... Pero el destino no lo había querido así, no había forma de cambiarlo.
Sintió una pequeña punzada de dolor al escuchar a su amiga hablar de su padre en tiempo presente, le recordaba que ella no podía hacer eso. Se reprocho luego lo tonta que era al pensar así, siempre pensaba que el dolor se había quedado atrás, que ya lo había superado.... Y siempre se terminaba equivocando.
- Es cierto, me toca a mi - Dijo Sophitia olvidando los malos pensamientos - Mmm, yo siempre quise tener un hermano, para enseñarle a pelear y a hacer trampa en las cartas - echo una carcajada al imaginar eso - Pero lamentablemente no pudo ser.
Medito qué seria adecuado contar para no hacer de la situación un melodrama.
- Bueno, amigos lo que se dice amigos no tuve muchos que digamos. Es difícil confiar en alguien entre los piratas, y si buscas a alguien que no lo sea, es casi imposible que confíe en ti.... Eres un pirata, eres malvado, le robas a la gente, raptas a las mujeres y te haces a la mar, jajaja! - La idea siempre le resultaba chistosa, había muchos mitos y mucho de verdad en todo eso - ¡Fíjate! te rapte a ti, mi habilidad no tiene fin.
Le sonrió a su amiga, estaba muy feliz de que la hubiese acompañado y sus bromas eran un modo de demostrárselo, ya que decirlo de modo directo la hubiese echo sonrojar hasta las orejas.
- No hay tanto más para contar, de mi madre nunca tuve noticias, así que me crío mi padre enteramente. Me la pase casi siempre en el barco yendo de aquí para allá, aprendiendo el oficio de ser marinera. Era una vida relativamente tranquila hasta que murió mi padre.
Fue en ese momento que su vida se empezó a complicar, todo se había ido al carajo a una velocidad vertiginosa. Por eso prefería ver hacia adelante...
- Y ahora tengo entre ceja y ceja conseguirme un barco, ese es mi único plana futuro por el momento - No era mucho, pero era mejor que nada.
Sophitia- Cantidad de envíos : 955
Re: Dulce recibimiento en los muelles
Envuelta en la nostalgia que le habían provocado los recuerdos, no notó el aguijonazo de dolor que había experimentado su amiga. La muerte no le era ajena. Había visto morir gente por vejez y enfermedad y también por mano de otros, y se había horrorizado cada vez, pero nunca había vivido la experiencia de ver morir a alguien cercano y querido y ni siquiera se lo planteaba como posibilidad, por más que supiera que era algo inevitable. De hecho, normalmente no pensaba en la muerte, ni en la suya ni en la de nadie; vivir a plenitud, sacándole el mayor provecho posible a cada momento, ocupaba todas sus energías.
Sonrió cuando Sophitia dijo que siempre había querido tener un hermano. En otra época, le hubiera regalado al suyo gustosa, pero ahora volver a verlo y poder pelear con él era una de las cosas que más deseaba en el mundo.
Así que la pirata tampoco había tenido muchos amigos, ni entre los suyos ni entre los de afuera. Tal parecía que ambas tenían más cosas en común que el ser mujeres y jóvenes. Ambas pertenecían a comunidades especiales, por así decirlo, y les costaba tener amistades. Sus historias eran muy diferentes, sin embargo. Trató de imaginar lo que sería haber crecido sin una madre y no lo consiguió. La suya siempre había estado en una especie de segundo plano para ella, en relación a su padre, pero igualmente siempre presente, orientándola y enseñándole las cosas que una chica debe saber. ¿Cómo había aprendido Sophitia las cosas de las mujeres, a ser una chica, criada por un hombre entre hombres? Porque pese a su atuendo, sus modales y su rudeza, la joven pirata era innegablemente femenina.
- Tu padre debe haber sido un hombre estupendo, hizo un buen trabajo contigo – comentó con admiración.
Si el único plan a futuro de Sophitia era conseguir su barco, el suyo era ayudarle a hacerlo para tener un medio de volver a su casa.
- Pues mi único plan es ayudarte en el tuyo.
La tormenta rugía con fuerza afuera y zarandeaba al barco con violencia. Aunque el flotar en su burbuja la ponía a salvo de los bandazos, el violento bamboleo era evidente en el movimiento de la litera en que reposaba Sophitia. Le maravillaba realmente que la muchacha no se mareara con semejante zamarreo y más de una vez temió que se cayera de la cama.
- ¿Cuánto crees que durará esta tormenta?
No era la primera tormenta que vivía en su vida, pero si la primera en el mar e imaginaba que sería diferente a las de tierra firme, más intensa, más larga. Si iba a durar, era mejor seguir la charla. No creía que su amiga pudiera dormir en semejantes condiciones, por curtida que estuviera en las tormentas y ella no iba a dormirse dejándola sola. Además, ahora que estaba tranquila y sin mareos, una serie de preguntas habían surgido en su mente.
- Oye, esas islas Triskel donde está Trinacria, ¿qué tipo de país es? ¿Y dónde vamos ahora? Es decir, ¿dónde queda el reino de Valeska? ¿Está muy lejos?
Sonrió cuando Sophitia dijo que siempre había querido tener un hermano. En otra época, le hubiera regalado al suyo gustosa, pero ahora volver a verlo y poder pelear con él era una de las cosas que más deseaba en el mundo.
Así que la pirata tampoco había tenido muchos amigos, ni entre los suyos ni entre los de afuera. Tal parecía que ambas tenían más cosas en común que el ser mujeres y jóvenes. Ambas pertenecían a comunidades especiales, por así decirlo, y les costaba tener amistades. Sus historias eran muy diferentes, sin embargo. Trató de imaginar lo que sería haber crecido sin una madre y no lo consiguió. La suya siempre había estado en una especie de segundo plano para ella, en relación a su padre, pero igualmente siempre presente, orientándola y enseñándole las cosas que una chica debe saber. ¿Cómo había aprendido Sophitia las cosas de las mujeres, a ser una chica, criada por un hombre entre hombres? Porque pese a su atuendo, sus modales y su rudeza, la joven pirata era innegablemente femenina.
- Tu padre debe haber sido un hombre estupendo, hizo un buen trabajo contigo – comentó con admiración.
Si el único plan a futuro de Sophitia era conseguir su barco, el suyo era ayudarle a hacerlo para tener un medio de volver a su casa.
- Pues mi único plan es ayudarte en el tuyo.
La tormenta rugía con fuerza afuera y zarandeaba al barco con violencia. Aunque el flotar en su burbuja la ponía a salvo de los bandazos, el violento bamboleo era evidente en el movimiento de la litera en que reposaba Sophitia. Le maravillaba realmente que la muchacha no se mareara con semejante zamarreo y más de una vez temió que se cayera de la cama.
- ¿Cuánto crees que durará esta tormenta?
No era la primera tormenta que vivía en su vida, pero si la primera en el mar e imaginaba que sería diferente a las de tierra firme, más intensa, más larga. Si iba a durar, era mejor seguir la charla. No creía que su amiga pudiera dormir en semejantes condiciones, por curtida que estuviera en las tormentas y ella no iba a dormirse dejándola sola. Además, ahora que estaba tranquila y sin mareos, una serie de preguntas habían surgido en su mente.
- Oye, esas islas Triskel donde está Trinacria, ¿qué tipo de país es? ¿Y dónde vamos ahora? Es decir, ¿dónde queda el reino de Valeska? ¿Está muy lejos?
Florangél- Cantidad de envíos : 216
Re: Dulce recibimiento en los muelles
Cuando Sophitia pensaba en la clase de mujer que se había convertido pensaba que era verdad, que su padre había echo lo correcto. Podría no haber sido el ejemplo perfecto de virtudes, podría decirse que no era lo más normal, ni lo más recomendable. Sin embargo ella siempre sonreía cuando pensaba en esto y se decía que aun así no lo hubiese cambiado por ninguno.
- Gracias - Fue todo lo que dijo en respuesta del cumplido.
Que su amiga se mostrara tan sincera en verdad la conmovía, alguien mal intencionado podría decir que la chica solo quería regresar a su casa, he ahí el porque de su curiosidad repentino por la marinería. Pero la pirata sabia que no era así, que no se trataba de un simple interés por conveniencia, que la muchacha en verdad se preocupaba por ella y la ayudaría a recuperar su barco. Unos deseos enormes de abrazarla surgieron de muy dentro suyo, pero tuvo que refrenarse ya que la situación no era la adecuada.
Ante la pregunta de su amiga se levanto de un salto de la cama y se acerco a la puerta. El barco se mecía como si estuviera subiendo y bajando montañas, Sophitia sonrió y pensó que se sentía como cuando estaba ebria, tal vez por eso le salia tan bien caminar así. Abrió la entrada y atisbo un poco fuera, un viento de los mil demonios amenazo con llevarse la puerta con marco y todo de un segundo al otro y la lluvia torrencial empapo la cara y los brazos de Sophitia en cuestión de segundos. Ayudándose con el pie cerro la puerta de nuevo y le puso tranca para evitar que se abriera sola.
- Yo diría que el resto de la noche - Dijo escurriéndose las mangas y riendo por lo gracioso de su aspecto mojado.
Sin mas se tiro de nuevo en el colchón y se acomodo, quedaría algo mojado, pero en realidad no le importaba mucho, seguramente apenas y si dormiría algo.
- Pues, Trinacria es una ciudad como cualquier otra, diría que es la capital, aunque muchas razas que no viven allí no estarían de a cuerdo. Son una ciudad con todas las letras, allí podrás ver desde los más adinerados hasta los más pobres, todos unidos y orgullosos de decir que pertenecen a la capital, por mas que a varios se los coman los piojos.
Si bien no tenia nada personal contra la ciudad de Trinacria, no era su favorita, la pasaba bien, si, pero las personas eran otro tema aparte.
- Con respecto al reino de la querida Valeska Rosentolz, bueno, para simplificarlo es una isla pirata, las únicas leyes regentes son la de los piratas y ella fue la más fuerte de todos, por eso logro dominarnos.
De la reina solo conocía leyendas, para inventar historias todos eran muy buenos, pero las historias son así, pasan de boca en boca y cada uno la modifica a gusto. Al final uno ya no sabe qué es verdad y qué no.
Sophitia dio un suspiro y comenzó de a poco a contarle mas o menos como eran las cosas en Nehmen, la ciudad portuaria principal, le contó de los montones de piratas que vivían allí, de cómo era el comercio, de las leyes que tenia que tener en cuenta antes de desembarcar. Una cosa lleva a la otra, cuando se quiso dar cuenta las horas habían pasado, y se encontraba narrando una de las tantas historias que se contaban sobre Valeska.
- Y se dice que al llegar al templo de los dioses antiguos se encontró con el mismísimo demonio - Sin darse cuenta se había sentado en el borde de la cama, dejándose llevar por la emoción de la historia - Allí le juro fidelidad eterna, y le vendió parte de su alma a cambio de que le diera toda clase de poderes increíbles y entre ellos la inmortalidad misma... - Hizo un silencio dramático dándole más ambiente al cuento - cuando volvió de las ruinas ya no era un ser humano, ¿Qué es ahora? Nadie lo sabe, ¿Cuales son sus poderes? Es un misterio, lo que es obvio es que la inmortalidad la consiguió, porque ya no existe nadie vivo hoy en día que recuerde cuando fue exactamente que la reina tomo el poder....
Miro la rendija de la puerta y le pareció que estaba más claro fuera, el amanecer había llegado...
- Gracias - Fue todo lo que dijo en respuesta del cumplido.
Que su amiga se mostrara tan sincera en verdad la conmovía, alguien mal intencionado podría decir que la chica solo quería regresar a su casa, he ahí el porque de su curiosidad repentino por la marinería. Pero la pirata sabia que no era así, que no se trataba de un simple interés por conveniencia, que la muchacha en verdad se preocupaba por ella y la ayudaría a recuperar su barco. Unos deseos enormes de abrazarla surgieron de muy dentro suyo, pero tuvo que refrenarse ya que la situación no era la adecuada.
Ante la pregunta de su amiga se levanto de un salto de la cama y se acerco a la puerta. El barco se mecía como si estuviera subiendo y bajando montañas, Sophitia sonrió y pensó que se sentía como cuando estaba ebria, tal vez por eso le salia tan bien caminar así. Abrió la entrada y atisbo un poco fuera, un viento de los mil demonios amenazo con llevarse la puerta con marco y todo de un segundo al otro y la lluvia torrencial empapo la cara y los brazos de Sophitia en cuestión de segundos. Ayudándose con el pie cerro la puerta de nuevo y le puso tranca para evitar que se abriera sola.
- Yo diría que el resto de la noche - Dijo escurriéndose las mangas y riendo por lo gracioso de su aspecto mojado.
Sin mas se tiro de nuevo en el colchón y se acomodo, quedaría algo mojado, pero en realidad no le importaba mucho, seguramente apenas y si dormiría algo.
- Pues, Trinacria es una ciudad como cualquier otra, diría que es la capital, aunque muchas razas que no viven allí no estarían de a cuerdo. Son una ciudad con todas las letras, allí podrás ver desde los más adinerados hasta los más pobres, todos unidos y orgullosos de decir que pertenecen a la capital, por mas que a varios se los coman los piojos.
Si bien no tenia nada personal contra la ciudad de Trinacria, no era su favorita, la pasaba bien, si, pero las personas eran otro tema aparte.
- Con respecto al reino de la querida Valeska Rosentolz, bueno, para simplificarlo es una isla pirata, las únicas leyes regentes son la de los piratas y ella fue la más fuerte de todos, por eso logro dominarnos.
De la reina solo conocía leyendas, para inventar historias todos eran muy buenos, pero las historias son así, pasan de boca en boca y cada uno la modifica a gusto. Al final uno ya no sabe qué es verdad y qué no.
Sophitia dio un suspiro y comenzó de a poco a contarle mas o menos como eran las cosas en Nehmen, la ciudad portuaria principal, le contó de los montones de piratas que vivían allí, de cómo era el comercio, de las leyes que tenia que tener en cuenta antes de desembarcar. Una cosa lleva a la otra, cuando se quiso dar cuenta las horas habían pasado, y se encontraba narrando una de las tantas historias que se contaban sobre Valeska.
- Y se dice que al llegar al templo de los dioses antiguos se encontró con el mismísimo demonio - Sin darse cuenta se había sentado en el borde de la cama, dejándose llevar por la emoción de la historia - Allí le juro fidelidad eterna, y le vendió parte de su alma a cambio de que le diera toda clase de poderes increíbles y entre ellos la inmortalidad misma... - Hizo un silencio dramático dándole más ambiente al cuento - cuando volvió de las ruinas ya no era un ser humano, ¿Qué es ahora? Nadie lo sabe, ¿Cuales son sus poderes? Es un misterio, lo que es obvio es que la inmortalidad la consiguió, porque ya no existe nadie vivo hoy en día que recuerde cuando fue exactamente que la reina tomo el poder....
Miro la rendija de la puerta y le pareció que estaba más claro fuera, el amanecer había llegado...
Sophitia- Cantidad de envíos : 955
Re: Dulce recibimiento en los muelles
Naturalmente, ayudarle a Sophitia a recuperar su barco para que luego ella la llevara a su casa, no era la única opción que tenía para conseguir regresar a su hogar, probablemente ni siquiera era la mejor. Hubiese sido harto más sencillo, luego de haberse informado bien de donde estaba y de donde quedaba su reino natal, haber comprado un pasaje en un barco que partiera hacia allá – que seguramente los había – o, en caso de no alcanzarle el dinero, haberse colado de polizón en uno, lo cual hubiese sido muy simple dadas sus particulares capacidades. Pero la joven pirata le agradaba, había solidarizado inmediatamente con su desgracia y el genuino deseo de ayudarla unido, ¿para que negarlo?, a la emocionante perspectiva de una aventura, habían hecho que ninguna otra posibilidad acudiera a su mente.
- ¡Cuidado!
El grito se le escapó espontáneo cuando la ráfaga de viento entró con furia en la habitación al abrir Sophitia la puerta. Por un momento temió que su amiga fuera arrastrada fuera de la habitación y se irguió, con su burbuja rodeándola, para acudir en su ayuda si era necesario, pero la pirata dominó la situación sin más inconvenientes que empaparse la cara y los brazos, así que se tranquilizó y volvió a tenderse.
- ¿El resto de la noche? ¡Qué larga!
Muy larga y muy intensa. No recordaba haber estado en otra tormenta así y, desde luego, nunca en alta mar. Por primera vez se le ocurrió que el barco pudiera hundirse producto de los embates de la tempestad. La idea no la asustó, sin embargo. Confiaba en que la burbuja la mantuviera a flote por grandes que fueran las olas y, además, podía transformarse en la clase de animal más apropiada para salir airosa de una situación semejante pero, ¿qué pasaría con Sophitia? ¿y con los otros marinos? A su amiga podría ayudarla, de alguna manera, pero no a los demás. Ojalá la nave lograra mantenerse a flote.
La voz de Sophitia respondiendo a sus preguntas la sacó de sus cavilaciones. La descripción que hizo de Trinacria no le dijo mucho y la desilusionó un poco, para ella ninguna ciudad era exactamente igual a otra por más que se parecieran mucho y, de todos modos, si Trinacria era una capital, ¿de qué lo era?
- ¿De qué es capital Trinacria? – su voz tenía un dejo de impaciencia.
Lo de Valeska y la isla pirata le resultó mucho más interesante. Por lo que sabía venían de un lugar situado en la unión entre tres islas y ahora se dirigían a otra. ¿Sería que en ese lugar había sólo islas? No formuló la pregunta, sin embargo. Sophitia estaba contándole los usos y costumbres de Nehmen y el relato atrajo toda su atención. Lo escuchó en completo silencio y con los ojos muy abiertos, como un niño que escucha un cuento apasionante, fascinada por ese mundo tan diferente al suyo, del que sólo percibía, en su inexperiencia, lo que podía llamarse su lado más glamoroso y nada de la sordidez que involucraba.
La figura de Valeska, de acuerdo a como la dibujaban los relatos de su amiga que escuchaba conteniendo la respiración debido a la emoción que le provocaban, cobraba en su imaginación dimensiones épicas. ¿Qué había pactado con el demonio? ¿Qué ya no era humana? ¿Qué era inmortal? ¿Qué tenía poderes sobrenaturales? Pensar en todo eso le provocaba una extraña sensación, una especie de vértigo, que era una mezcla de horror, deslumbramiento y devoradora curiosidad y la impulsaba a querer hacer precisamente lo contrario de lo que sus padres le hubiesen recomendado. ¡Tenía que conocer a esa mujer!
La claridad que se filtraba por una rendija de la puerta indicaba que la noche había llegado ya a su fin y, a juzgar por el más calmado movimiento del barco, la tormenta había pasado. Se irguió y deshizo su burbuja, quedando de pie sobre el piso que, por supuesto, se movía, aunque le pareció que lo hacía de una manera mucho más amable; seguramente terminaría por acostumbrarse, tenía que hacerlo si quería acompañar a Sophitia.
- ¿Crees que podamos conseguir algo para desayunar? – le preguntó a su amiga con una sonrisa.
- ¡Cuidado!
El grito se le escapó espontáneo cuando la ráfaga de viento entró con furia en la habitación al abrir Sophitia la puerta. Por un momento temió que su amiga fuera arrastrada fuera de la habitación y se irguió, con su burbuja rodeándola, para acudir en su ayuda si era necesario, pero la pirata dominó la situación sin más inconvenientes que empaparse la cara y los brazos, así que se tranquilizó y volvió a tenderse.
- ¿El resto de la noche? ¡Qué larga!
Muy larga y muy intensa. No recordaba haber estado en otra tormenta así y, desde luego, nunca en alta mar. Por primera vez se le ocurrió que el barco pudiera hundirse producto de los embates de la tempestad. La idea no la asustó, sin embargo. Confiaba en que la burbuja la mantuviera a flote por grandes que fueran las olas y, además, podía transformarse en la clase de animal más apropiada para salir airosa de una situación semejante pero, ¿qué pasaría con Sophitia? ¿y con los otros marinos? A su amiga podría ayudarla, de alguna manera, pero no a los demás. Ojalá la nave lograra mantenerse a flote.
La voz de Sophitia respondiendo a sus preguntas la sacó de sus cavilaciones. La descripción que hizo de Trinacria no le dijo mucho y la desilusionó un poco, para ella ninguna ciudad era exactamente igual a otra por más que se parecieran mucho y, de todos modos, si Trinacria era una capital, ¿de qué lo era?
- ¿De qué es capital Trinacria? – su voz tenía un dejo de impaciencia.
Lo de Valeska y la isla pirata le resultó mucho más interesante. Por lo que sabía venían de un lugar situado en la unión entre tres islas y ahora se dirigían a otra. ¿Sería que en ese lugar había sólo islas? No formuló la pregunta, sin embargo. Sophitia estaba contándole los usos y costumbres de Nehmen y el relato atrajo toda su atención. Lo escuchó en completo silencio y con los ojos muy abiertos, como un niño que escucha un cuento apasionante, fascinada por ese mundo tan diferente al suyo, del que sólo percibía, en su inexperiencia, lo que podía llamarse su lado más glamoroso y nada de la sordidez que involucraba.
La figura de Valeska, de acuerdo a como la dibujaban los relatos de su amiga que escuchaba conteniendo la respiración debido a la emoción que le provocaban, cobraba en su imaginación dimensiones épicas. ¿Qué había pactado con el demonio? ¿Qué ya no era humana? ¿Qué era inmortal? ¿Qué tenía poderes sobrenaturales? Pensar en todo eso le provocaba una extraña sensación, una especie de vértigo, que era una mezcla de horror, deslumbramiento y devoradora curiosidad y la impulsaba a querer hacer precisamente lo contrario de lo que sus padres le hubiesen recomendado. ¡Tenía que conocer a esa mujer!
La claridad que se filtraba por una rendija de la puerta indicaba que la noche había llegado ya a su fin y, a juzgar por el más calmado movimiento del barco, la tormenta había pasado. Se irguió y deshizo su burbuja, quedando de pie sobre el piso que, por supuesto, se movía, aunque le pareció que lo hacía de una manera mucho más amable; seguramente terminaría por acostumbrarse, tenía que hacerlo si quería acompañar a Sophitia.
- ¿Crees que podamos conseguir algo para desayunar? – le preguntó a su amiga con una sonrisa.
Florangél- Cantidad de envíos : 216
Re: Dulce recibimiento en los muelles
Si la muchacha preguntaba de qué era capital entonces su hogar probablemente se encontrara mucho más lejos de lo que ambas imaginaban. Que no conociera Trinacria era una cosa, si su población era tan cerrada como decía, podía suceder que nunca hubiese ido. Pero de ahí a no saber sobre su existencia en lo absoluto, ni saber la capital de qué era...
- Bueno, es como la capital de Jaspia... Pero te repito, es una de las ciudades más antiguas y más adineradas, tambien se supone que la más civilizada... De todos modos, las razas de otras islas podrían no estar de acuerdo con esto...
Perdida en su mundo de cuentos, ni se había percatado de lo rápido que pasaba el tiempo, fue toda una sorpresa ver el resplandor bajo la puerta.
Contar cuentos era algo que se le daba muy bien, ya fuera que eran totalmente inventados, que fueran leyendas o cosas que en verdad habían sucedido, ella los contaba con la misma fascinación, con la misma magia en los ojos.
Ante la propuesta de su amiga sonrió, si estaba pensando en comida significaba que ya no se sentía tan mal del estomago.
- ¡Por supuesto que si! Me alegra ver que te sientes mejor - Se levanto sin mas y mientras estiraba los músculos de su entumecido cuerpo pregunto - ¿Deseas salir o prefieres que vaya a buscar algo y lo traiga aquí?
Quizás se sentía bien, pero no lo suficiente como para andar paseando, o quería comer pero no con un montón de marineros medio sucios, groseros y seguramente borrachos.
- La mayoría de la tripulación seguramente estará durmiendo, deben estar agotados por la tormenta de ayer... Pero bueno, desayunar al lado de ellos, aunque sean minoría, no es de lo más agradable que hay...
Cuando pensó en borrachos recordó un detalle importante, fue a mirar dentro de el gran baúl de donde anterior mente había sacado la ropa. Revolvió un poco hasta llegar al fondo del mismo y encontró una botella de ron que se veía muy bien, lo destapo y le dio un buen trago, era como tomarse un café por la mañana para ella.
- Disculpa mis falta de modales, ¿quieres un poco? - Dijo ofreciéndole la botella - Ayuda a despertarse - Una sonrisa iluminaba su rostro, y no parecía siquiera pensar por un momento que el desayunar con licores tal vez no fuera lo más normal
- Bueno, es como la capital de Jaspia... Pero te repito, es una de las ciudades más antiguas y más adineradas, tambien se supone que la más civilizada... De todos modos, las razas de otras islas podrían no estar de acuerdo con esto...
Perdida en su mundo de cuentos, ni se había percatado de lo rápido que pasaba el tiempo, fue toda una sorpresa ver el resplandor bajo la puerta.
Contar cuentos era algo que se le daba muy bien, ya fuera que eran totalmente inventados, que fueran leyendas o cosas que en verdad habían sucedido, ella los contaba con la misma fascinación, con la misma magia en los ojos.
Ante la propuesta de su amiga sonrió, si estaba pensando en comida significaba que ya no se sentía tan mal del estomago.
- ¡Por supuesto que si! Me alegra ver que te sientes mejor - Se levanto sin mas y mientras estiraba los músculos de su entumecido cuerpo pregunto - ¿Deseas salir o prefieres que vaya a buscar algo y lo traiga aquí?
Quizás se sentía bien, pero no lo suficiente como para andar paseando, o quería comer pero no con un montón de marineros medio sucios, groseros y seguramente borrachos.
- La mayoría de la tripulación seguramente estará durmiendo, deben estar agotados por la tormenta de ayer... Pero bueno, desayunar al lado de ellos, aunque sean minoría, no es de lo más agradable que hay...
Cuando pensó en borrachos recordó un detalle importante, fue a mirar dentro de el gran baúl de donde anterior mente había sacado la ropa. Revolvió un poco hasta llegar al fondo del mismo y encontró una botella de ron que se veía muy bien, lo destapo y le dio un buen trago, era como tomarse un café por la mañana para ella.
- Disculpa mis falta de modales, ¿quieres un poco? - Dijo ofreciéndole la botella - Ayuda a despertarse - Una sonrisa iluminaba su rostro, y no parecía siquiera pensar por un momento que el desayunar con licores tal vez no fuera lo más normal
Sophitia- Cantidad de envíos : 955
Re: Dulce recibimiento en los muelles
Saber que Trinacria era la capital de Jaspia no le ayudó en nada para poder determinar donde estaba y, a partir de ahí, donde quedaba su reino natal. Nunca había oído sobre Jaspia . Lo cual tampoco era tan raro. En la educación que había recibido, la geografía no había ocupado un lugar fundamental. Lo que sabía sobre la geografía de su propio país lo había aprendido por experiencia directa, viajando, no en textos y nunca había viajado fuera del reino donde había nacido. No voluntariamente, al menos. Tendría mucho que averiguar si quería regresar a su hogar, pero tendría que empezar después de alimentarse, se moría de hambre.
La propuesta de Sophitia de traerle algo de comer la hizo sonreír; era muy dulce, pero ella ya se sentía perfectamente y no quería que la trataran como una muñequita. Además, necesitaba aire, luz, espacio, movimiento. Había permanecido demasiado quieta durante demasiado tiempo.
- Gracias, pero prefiero salir. Hemos estado mucho rato encerradas, quiero aire.
Quizás no fuera lo más agradable del mundo desayunar junto a la tripulación, pero la idea no la arredraba; si iba a ser una pirata, aunque fuera sólo por una temporada, tendría que acostumbrarse a ello.
- Si tú puedes aguantarlo, yo también- contestó riendo; estaba completamente segura de eso.
Mientras su amiga revolvía el baúl, buscando quien sabe qué, ella aprovechó para ir a abrir la puerta y echar un vistazo afuera. Ya había amanecido por completo y corría una brisa muy tenue que respiró a pleno pulmón; hasta donde podía ver el cielo estaba completamente despejado y la cubierta del barco, también.
- Parece que hoy será un día muy bonito – comentó, volteándose a mirar a su amiga – Es raro pensar que acaba de terminar una tormenta tan grande, yo nunca antes había estado en una así.
Ver a Sophitia bebiendo de una botella no la sorprendió, ya se había dado cuenta de que formaba parte de sus costumbres, y no trepidó en aceptar su invitación, olvidada ya del efecto que le había causado beber de la botella de la pirata en la posada. Ella no acostumbraba beber ni al desayuno ni nunca pero, después del mareo y de la tormenta, un trago ¿qué mal podía hacerle?
- Si, gracias – respondió, tomando la botella que su amiga le ofrecía.
De buena gana, tomó un largo sorbo. Algo ardiente, muy ardiente, inundó su boca y comenzó a deslizarse por su garganta. El acceso de tos que la sacudió casi la hace soltar la botella.
La propuesta de Sophitia de traerle algo de comer la hizo sonreír; era muy dulce, pero ella ya se sentía perfectamente y no quería que la trataran como una muñequita. Además, necesitaba aire, luz, espacio, movimiento. Había permanecido demasiado quieta durante demasiado tiempo.
- Gracias, pero prefiero salir. Hemos estado mucho rato encerradas, quiero aire.
Quizás no fuera lo más agradable del mundo desayunar junto a la tripulación, pero la idea no la arredraba; si iba a ser una pirata, aunque fuera sólo por una temporada, tendría que acostumbrarse a ello.
- Si tú puedes aguantarlo, yo también- contestó riendo; estaba completamente segura de eso.
Mientras su amiga revolvía el baúl, buscando quien sabe qué, ella aprovechó para ir a abrir la puerta y echar un vistazo afuera. Ya había amanecido por completo y corría una brisa muy tenue que respiró a pleno pulmón; hasta donde podía ver el cielo estaba completamente despejado y la cubierta del barco, también.
- Parece que hoy será un día muy bonito – comentó, volteándose a mirar a su amiga – Es raro pensar que acaba de terminar una tormenta tan grande, yo nunca antes había estado en una así.
Ver a Sophitia bebiendo de una botella no la sorprendió, ya se había dado cuenta de que formaba parte de sus costumbres, y no trepidó en aceptar su invitación, olvidada ya del efecto que le había causado beber de la botella de la pirata en la posada. Ella no acostumbraba beber ni al desayuno ni nunca pero, después del mareo y de la tormenta, un trago ¿qué mal podía hacerle?
- Si, gracias – respondió, tomando la botella que su amiga le ofrecía.
De buena gana, tomó un largo sorbo. Algo ardiente, muy ardiente, inundó su boca y comenzó a deslizarse por su garganta. El acceso de tos que la sacudió casi la hace soltar la botella.
Florangél- Cantidad de envíos : 216
Re: Dulce recibimiento en los muelles
Se sentía orgullosa del coraje que demostraba su amiga, una sonrisa de aprobación ilumino su rostro al instante, no se había equivocado al decirle de venir, estaría más que a la altura de las circunstancias. La muchacha no solo era bella e inteligente, tambien tenia valor y determinación, cosas que no abundaban en el promedio de las personas, algún día debería animarse a decirselo.
- Entonces tomaremos aire fresco - Le respondió mientras le pasaba la botella - La brisa que hay luego de una tormenta en el mar es de las más frescas y puras que halla respirado jamas - Uno sentía como si los pulmones revivieran de repente, como el primer respiro luego de tener que aguantar las respiración durante mucho tiempo.
Miro contenta como su amiga bajaba el trago, ¡como toda una pirata! Que feliz la hacia verla así, sabia que era tonto de su parte ponerse de ese modo por algo tan simple, pero no podía evitarlo. Al ver el ataque de tos que le agarro luego, no pudo hacer mas que reírse sin parar.
- El "arte" de beber no es algo que se aprenda de la noche a la mañana, jajaja! - Declaro mientras volvía a agarrar la botella para evitar penosos accidentes - Pero he de admitir que ese fue un gran trago, ¡Salud por eso! - Dijo y bebió otro poco - Ahora si estoy lista,¡en marcha!
La puerta ya estaba abierta, pero aun así se adelanto y se puso aun costado, dejándole el paso en primer lugar a su compañera
- Las damas primero - Dijo riéndose.
Era una mañana hermosa, hacia mucho que no veía una así, el cielo estaba despejado y solo se notaba el azul claro del cielo, y el color añil profundo del mar. Ambos se juntaba en el horizonte, si bien eran opuestos, al final no les quedaba más remedio que unirse.
Sophitia camino feliz por el camino que llevaba a la cocina, casi se podría decir que iba dando brincos como una niña. Asomo la cabeza para ver al ya conocido cocinero que no parecía haberse movido del lugar donde estaba el día anterior.
- ¿Algo para desayunar, buen hombre? - El sujeto la contemplo entre irritado y desconcertado por su buen humor matutino y sin decirle nada le alcanzo algunos panes, queso y agua - ¡Se agradece!
Luego de pasarle la mitad a su amiga se le ocurrió ir a algún lugar bonito para desayunar.
- ¿Te gustaría comer en la proa? - El aire y el olor a agua salada serian hermosos en esa parte, sin contar que la vista seria magnifica, la idea le agradaba a sobre manera.
- Entonces tomaremos aire fresco - Le respondió mientras le pasaba la botella - La brisa que hay luego de una tormenta en el mar es de las más frescas y puras que halla respirado jamas - Uno sentía como si los pulmones revivieran de repente, como el primer respiro luego de tener que aguantar las respiración durante mucho tiempo.
Miro contenta como su amiga bajaba el trago, ¡como toda una pirata! Que feliz la hacia verla así, sabia que era tonto de su parte ponerse de ese modo por algo tan simple, pero no podía evitarlo. Al ver el ataque de tos que le agarro luego, no pudo hacer mas que reírse sin parar.
- El "arte" de beber no es algo que se aprenda de la noche a la mañana, jajaja! - Declaro mientras volvía a agarrar la botella para evitar penosos accidentes - Pero he de admitir que ese fue un gran trago, ¡Salud por eso! - Dijo y bebió otro poco - Ahora si estoy lista,¡en marcha!
La puerta ya estaba abierta, pero aun así se adelanto y se puso aun costado, dejándole el paso en primer lugar a su compañera
- Las damas primero - Dijo riéndose.
Era una mañana hermosa, hacia mucho que no veía una así, el cielo estaba despejado y solo se notaba el azul claro del cielo, y el color añil profundo del mar. Ambos se juntaba en el horizonte, si bien eran opuestos, al final no les quedaba más remedio que unirse.
Sophitia camino feliz por el camino que llevaba a la cocina, casi se podría decir que iba dando brincos como una niña. Asomo la cabeza para ver al ya conocido cocinero que no parecía haberse movido del lugar donde estaba el día anterior.
- ¿Algo para desayunar, buen hombre? - El sujeto la contemplo entre irritado y desconcertado por su buen humor matutino y sin decirle nada le alcanzo algunos panes, queso y agua - ¡Se agradece!
Luego de pasarle la mitad a su amiga se le ocurrió ir a algún lugar bonito para desayunar.
- ¿Te gustaría comer en la proa? - El aire y el olor a agua salada serian hermosos en esa parte, sin contar que la vista seria magnifica, la idea le agradaba a sobre manera.
Sophitia- Cantidad de envíos : 955
Re: Dulce recibimiento en los muelles
Por un instante, miró con ira a Sophitia cuando comenzó a reírse, pero la risa de su amiga era tan franca y tan alegre que borró ese destello de furia de un plumazo y acabó por contagiarla. Tosía y se reía al mismo tiempo, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
- Tendré… que… practicar… más – consiguió articular apenas.
Salió del camarote enjugándose las lágrimas con las manos y respirando profundo para serenarse. No se había engañado respecto al clima, la mañana era realmente espléndida. Caminó junto a Sophitia prácticamente sin notar el balanceo del barco, sintiéndose llena de vitalidad y alegría. Libre del mareo, al menos de momento, podía disfrutar con fruición, prácticamente paladeándolos, del aire y del sol y de los sonidos, aromas y colores del barco, del mar y del cielo. A despecho de su involuntario exilio y de las peripecias que había vivido, en ese particular instante para ella la vida era simplemente perfecta.
La idea de ir a comer a la proa le pareció magnífica ¿Para qué encerrarse a comer en una pequeña cocina después de haber estado encerradas por horas en el pequeño camarote cuando disponían de espacio al aire libre y el día estaba maravilloso?
- Es una idea espléndida – aprobó con entusiasmo.
Camino hacía la proa, junto a su amiga y con la comida en la mano, seguía experimentando esa sensación de perfección de la vida. Luego de los malos momentos vividos por culpa del mareo, la sensación de bienestar actual se acrecentaba cada vez más, tanto que súbitamente rompió a cantar a voz en cuello. Estaba exultante y necesitaba manifestar su alegría de alguna manera; sólo el bamboleo del barco la frenaba de ponerse a bailar.
Llegadas a la proa y acomodadas en ella, di cuenta de su desayuno con rapidez. Tenía mucha hambre, pero también tenía mucha necesidad de moverse y hacer cosas. Una idea bullía en su mente; quería divertirse, jugar un rato.
Engullida la última migaja se levantó y miró a la pirata con ojos brillantes.
- Oye, ¿te gustaría volar un rato? – preguntó, para indicar a continuación – Sólo tienes que montarte y afirmarte bien.
Sin esperar el asentimiento de su amiga, se alejó unos pasos y se transformó en un hermoso pegaso de color azabache.
- Tendré… que… practicar… más – consiguió articular apenas.
Salió del camarote enjugándose las lágrimas con las manos y respirando profundo para serenarse. No se había engañado respecto al clima, la mañana era realmente espléndida. Caminó junto a Sophitia prácticamente sin notar el balanceo del barco, sintiéndose llena de vitalidad y alegría. Libre del mareo, al menos de momento, podía disfrutar con fruición, prácticamente paladeándolos, del aire y del sol y de los sonidos, aromas y colores del barco, del mar y del cielo. A despecho de su involuntario exilio y de las peripecias que había vivido, en ese particular instante para ella la vida era simplemente perfecta.
La idea de ir a comer a la proa le pareció magnífica ¿Para qué encerrarse a comer en una pequeña cocina después de haber estado encerradas por horas en el pequeño camarote cuando disponían de espacio al aire libre y el día estaba maravilloso?
- Es una idea espléndida – aprobó con entusiasmo.
Camino hacía la proa, junto a su amiga y con la comida en la mano, seguía experimentando esa sensación de perfección de la vida. Luego de los malos momentos vividos por culpa del mareo, la sensación de bienestar actual se acrecentaba cada vez más, tanto que súbitamente rompió a cantar a voz en cuello. Estaba exultante y necesitaba manifestar su alegría de alguna manera; sólo el bamboleo del barco la frenaba de ponerse a bailar.
Llegadas a la proa y acomodadas en ella, di cuenta de su desayuno con rapidez. Tenía mucha hambre, pero también tenía mucha necesidad de moverse y hacer cosas. Una idea bullía en su mente; quería divertirse, jugar un rato.
Engullida la última migaja se levantó y miró a la pirata con ojos brillantes.
- Oye, ¿te gustaría volar un rato? – preguntó, para indicar a continuación – Sólo tienes que montarte y afirmarte bien.
Sin esperar el asentimiento de su amiga, se alejó unos pasos y se transformó en un hermoso pegaso de color azabache.
Florangél- Cantidad de envíos : 216
Re: Dulce recibimiento en los muelles
Su amiga parecía haberse acostumbrado por completo a la vida en el barco, ya podía caminar con normalidad por el mismo y no había rastro alguno de mareo en su rostro. La felicidad se pinto en el rostro de la pirata, se sentía sumamente satisfecha de como habían resultado las cosas. Se encontraba por fin en un barco, camino a conocer a la reina de los piratas, con una amiga inigualable. ¿Quién pensaría que hace algunos días estaba tirada en un callejón, herida y abandonada a su suerte?
Al escuchar cantar a su amiga no pudo mas que sonreír, no conocía la canción, lo cual era lo más normal considerando que venían de lugares diferentes del mundo, pero intento acompañarla siguiendo la tonada y dando unos pequeños pasos de baile mientras caminaban.
- Debo admitir que canta muy bien, Señorita - Dijo haciendo una reverencia cuando el tema había terminado. Le encantaba jugar así, en realidad, le encantaba tener la confianza suficiente como para poder hacer bromas de ese estilo.
Miro con algo de diversión como Florangel devoraba su desayuno con un sincero apetito reflejado en el rostro, por fin había recuperado el hambre. Tardo solo unos minutos más que su amiga en terminar su parte, y no porque su necesidad fuera menos, sino por entretenerse mirando por la proa el hermoso paisaje. Pero por fin su estomago se hizo notar, quejándose por la falta de atención con múltiples sonidos. Sophitia decidió no hacerlo esperar mas y engullo su comida con rapidez.
Mientras terminaba escuchaba a su amiga aun sentada en el piso de la proa, no entendía bien de que estaba hablando, pero todo quedo bien claro al verla transformarse en un increíble pegaso del color del azabache. El susto por la transformación tan repentina la hizo dar un salto, agarrándose de la baranda con fuerza.
- In-in-increíble... - Se acerco y toco las alas que ahora tenia su amiga, por decirlo de algún modo - No he montado mucho en mi vida, pero confió en ti.
Sin decir más, se subió al lomo del pegaso, y se agarro de las crines con fuerza. Cuando se sintió segura le dio la señal a su compañera para que comience, lo que siguió fue indescriptible.
Subieron alto en el cielo, en un principio la pirata no pudo evitar sentir algo de vértigo, y se agarro aun más fuerte del cuello del pegaso aterrada. Pero una vez que la subida termino, y el viaje se estabilizo, pudo mirar al rededor con algo de confianza.
Podía ver el mar, en todo su esplendor, le pareció que era mucho más enorme desde allí arriba, tantos años surcándolo y no lo había notado, es que desde abajo no lo parecía. La alegría la inundaba, y ella no hacia nada para detenerlo, dejo escapar un grito de jubilo y se atrevió a levantar una de las manos.
- ¡Esto es increíble! ¡En verdad maravilloso, Florangel! - La abrazo por el cuello, pero esta vez no con miedo, sino a modo de agradecimiento.
Volvió a abrir los ojos, sentía que se perdía de mucho si los cerraba, y por mas que el viento le lastimaba levemente el rostro, no iba a dejar de mirar, fue entonces cuando advirtió algo.
- ¡Tierra a la vista! - Grito a todo pulmón.
Al escuchar cantar a su amiga no pudo mas que sonreír, no conocía la canción, lo cual era lo más normal considerando que venían de lugares diferentes del mundo, pero intento acompañarla siguiendo la tonada y dando unos pequeños pasos de baile mientras caminaban.
- Debo admitir que canta muy bien, Señorita - Dijo haciendo una reverencia cuando el tema había terminado. Le encantaba jugar así, en realidad, le encantaba tener la confianza suficiente como para poder hacer bromas de ese estilo.
Miro con algo de diversión como Florangel devoraba su desayuno con un sincero apetito reflejado en el rostro, por fin había recuperado el hambre. Tardo solo unos minutos más que su amiga en terminar su parte, y no porque su necesidad fuera menos, sino por entretenerse mirando por la proa el hermoso paisaje. Pero por fin su estomago se hizo notar, quejándose por la falta de atención con múltiples sonidos. Sophitia decidió no hacerlo esperar mas y engullo su comida con rapidez.
Mientras terminaba escuchaba a su amiga aun sentada en el piso de la proa, no entendía bien de que estaba hablando, pero todo quedo bien claro al verla transformarse en un increíble pegaso del color del azabache. El susto por la transformación tan repentina la hizo dar un salto, agarrándose de la baranda con fuerza.
- In-in-increíble... - Se acerco y toco las alas que ahora tenia su amiga, por decirlo de algún modo - No he montado mucho en mi vida, pero confió en ti.
Sin decir más, se subió al lomo del pegaso, y se agarro de las crines con fuerza. Cuando se sintió segura le dio la señal a su compañera para que comience, lo que siguió fue indescriptible.
Subieron alto en el cielo, en un principio la pirata no pudo evitar sentir algo de vértigo, y se agarro aun más fuerte del cuello del pegaso aterrada. Pero una vez que la subida termino, y el viaje se estabilizo, pudo mirar al rededor con algo de confianza.
Podía ver el mar, en todo su esplendor, le pareció que era mucho más enorme desde allí arriba, tantos años surcándolo y no lo había notado, es que desde abajo no lo parecía. La alegría la inundaba, y ella no hacia nada para detenerlo, dejo escapar un grito de jubilo y se atrevió a levantar una de las manos.
- ¡Esto es increíble! ¡En verdad maravilloso, Florangel! - La abrazo por el cuello, pero esta vez no con miedo, sino a modo de agradecimiento.
Volvió a abrir los ojos, sentía que se perdía de mucho si los cerraba, y por mas que el viento le lastimaba levemente el rostro, no iba a dejar de mirar, fue entonces cuando advirtió algo.
- ¡Tierra a la vista! - Grito a todo pulmón.
Sophitia- Cantidad de envíos : 955
Re: Dulce recibimiento en los muelles
Amaba transformarse porque le permitía hacer cosas que con su cuerpo humano jamás hubiera podido, como volar. No todas sus experiencias de vuelo habían tenido un final feliz, en una ocasión la habían asaeteado estando transformada en un halcón y la caída e había costado varias fracturas pero, aún así, aprovechaba toda ocasión disponible para volver a intentarlo.
Surcar los aires, poder ir dónde quisiera, ver el mundo tan pequeño ahí abajo, todo aquello constituía una sensación maravillosa que difícilmente hubiera podido describir con palabras. Por eso había invitado a Sophitia a volar, para que ella pudiera sentir lo que ella sentía y embriagarse de aire, belleza y libertad.
Este vuelo era algo especial porque era el primero que compartía con alguien sin apuros, sin peligros, solamente para divertirse. Siempre había deseado poder llevar en un vuelo a su padre, a su madre e incluso a su hermano, pero ellos le temían a su poder demasiado como para poder tomarlo como un juego. Incluso su padre, que siempre era tan comprensivo con ella, se lo tomaba demasiado en serio. ¿De que servía tener un don, un don cualquiera, si uno no podía disfrutar de él?
Cuando Sophitia se acercó, aceptando su invitación, relinchó suavemente mostrando su contento y dobló las rodillas para que pudiera subir fácilmente. Cuando sintió que estaba sobre su lomo, agarrándose fuerte a sus crines, volvió a erguirse. Corrió un breve tramo sobre la cubierta, agitando las alas y emprendió el vuelo. Ascendió rápida pero cuidadosamente. Era tanto Florángel llevando a su amiga Sophitia como una noble cabalgadura transportando a su jinete, jamás correría el riesgo de dejarla caer. Percibiendo el miedo de la muchacha durante la subida, emitió un amistoso relicnho para calmarla, el ascenso ya terminaba y el vuelo sería ahora horizontal.
El mar bajo ellas era algo simplemente espectacular. Nunca había visto algo así, una inmensidad semejante; hasta ahora, todos sus vuelos habían sido en tierra firme. ¿Qué habría bajo aquellas aguas? Sin duda, sería interesante averiguarlo, más adelante.
Volaba a favor del viento, avanzando casi sin esfuerzo, notando como el temor inicial de Sophitia era reemplazado por una alegría tan grande como la que ella sentía. Coreó su grito de júbilo con un sonoro relincho y emitió otro, muy quedo, cuando la abrazó.
Habían avanzado mucho, el barco ya no se veía, todo cuanto había a la vista era agua y, de pronto, un particular instinto, asociado a su don de transformación, se activó. Estando en buenas condiciones físicas, sólo podía mantener una transformación durante una hora y, aunque no dispusiera de reloj alguno, siempre sabía cuanto tiempo faltaba para que su transformación acabase… y ahora faltaban sólo algunos minutos. Sintió que las crines se le erizaban al comprender que no alcanzarían a volver al barco.
Se apretaba a amarizar – si no se aturdía cayendo de golpe al agua, podría volver a transformarse en cuánto se terminara la presente transformación - cuando escuchó el grito de Sophitia. ¿Tierra a la vista? Si, allí estaba, dibujándose en el horizonte y haciéndose más visible a medida que se acercaba. Soltó un resoplido de alivio. Al parecer era una isla. Era estupendo, aterrizar en ella era mucho mejor que descender en el medio del mar y, luego, usando otra transformación podrían regresar al barco. A menos que fuera la isla a la que se dirigían y Sophitia prefiriera quedarse ahí.
No le prestó mayor atención a las características generales de la isla, concentrada en buscar un lugar adecuado para bajar lo más pronto posible. Finalmente lo hizo en una desierta playita, circundada por roqueríos y se inclinó para que la pirata pudiera bajar sin dificultad.
- ¿Esta es la isla a la que veníamos? – preguntó luego de haber recuperado su forma humana.
Surcar los aires, poder ir dónde quisiera, ver el mundo tan pequeño ahí abajo, todo aquello constituía una sensación maravillosa que difícilmente hubiera podido describir con palabras. Por eso había invitado a Sophitia a volar, para que ella pudiera sentir lo que ella sentía y embriagarse de aire, belleza y libertad.
Este vuelo era algo especial porque era el primero que compartía con alguien sin apuros, sin peligros, solamente para divertirse. Siempre había deseado poder llevar en un vuelo a su padre, a su madre e incluso a su hermano, pero ellos le temían a su poder demasiado como para poder tomarlo como un juego. Incluso su padre, que siempre era tan comprensivo con ella, se lo tomaba demasiado en serio. ¿De que servía tener un don, un don cualquiera, si uno no podía disfrutar de él?
Cuando Sophitia se acercó, aceptando su invitación, relinchó suavemente mostrando su contento y dobló las rodillas para que pudiera subir fácilmente. Cuando sintió que estaba sobre su lomo, agarrándose fuerte a sus crines, volvió a erguirse. Corrió un breve tramo sobre la cubierta, agitando las alas y emprendió el vuelo. Ascendió rápida pero cuidadosamente. Era tanto Florángel llevando a su amiga Sophitia como una noble cabalgadura transportando a su jinete, jamás correría el riesgo de dejarla caer. Percibiendo el miedo de la muchacha durante la subida, emitió un amistoso relicnho para calmarla, el ascenso ya terminaba y el vuelo sería ahora horizontal.
El mar bajo ellas era algo simplemente espectacular. Nunca había visto algo así, una inmensidad semejante; hasta ahora, todos sus vuelos habían sido en tierra firme. ¿Qué habría bajo aquellas aguas? Sin duda, sería interesante averiguarlo, más adelante.
Volaba a favor del viento, avanzando casi sin esfuerzo, notando como el temor inicial de Sophitia era reemplazado por una alegría tan grande como la que ella sentía. Coreó su grito de júbilo con un sonoro relincho y emitió otro, muy quedo, cuando la abrazó.
Habían avanzado mucho, el barco ya no se veía, todo cuanto había a la vista era agua y, de pronto, un particular instinto, asociado a su don de transformación, se activó. Estando en buenas condiciones físicas, sólo podía mantener una transformación durante una hora y, aunque no dispusiera de reloj alguno, siempre sabía cuanto tiempo faltaba para que su transformación acabase… y ahora faltaban sólo algunos minutos. Sintió que las crines se le erizaban al comprender que no alcanzarían a volver al barco.
Se apretaba a amarizar – si no se aturdía cayendo de golpe al agua, podría volver a transformarse en cuánto se terminara la presente transformación - cuando escuchó el grito de Sophitia. ¿Tierra a la vista? Si, allí estaba, dibujándose en el horizonte y haciéndose más visible a medida que se acercaba. Soltó un resoplido de alivio. Al parecer era una isla. Era estupendo, aterrizar en ella era mucho mejor que descender en el medio del mar y, luego, usando otra transformación podrían regresar al barco. A menos que fuera la isla a la que se dirigían y Sophitia prefiriera quedarse ahí.
No le prestó mayor atención a las características generales de la isla, concentrada en buscar un lugar adecuado para bajar lo más pronto posible. Finalmente lo hizo en una desierta playita, circundada por roqueríos y se inclinó para que la pirata pudiera bajar sin dificultad.
- ¿Esta es la isla a la que veníamos? – preguntó luego de haber recuperado su forma humana.
Florangél- Cantidad de envíos : 216
Re: Dulce recibimiento en los muelles
Desde que la tormenta había aflojado, algo sobrevolaba los cielos cerca del barco, parecía casi como si estuviera vigilando. Era la misma ave que tan poco gustaba a Redi. Se movía de forma casi invisible, ocultándose entre las nubes, nadie se percataba de su presencia. Pero llevaba toda la mañana sobrevolando el barco, algo maltrecho por la tormenta.
Cuando Sophitia y la extraña acompañante que se transformaba en un pegaso, despegaron y se alejaron del barco, el águila las siguió durante un rato. Viendo el rumbo que tomaban, se alejó de ellas para tomar otro rumbo.
Redi había salido justo a tiempo para ver como Sophitia, montada en un caballo con alas, emprendía el vuelo, trató de gritar, pero las palabras se atascaron en su garganta y para cuando reaccionó era demasiado tarde para que le oyeran, estaban demasiado lejos del barco y seguían alejándose. Miró al cielo en un acto reflejo para comprobar si aquel animal se encontraba sobre él, le daba mala espina que estuviera, siempre.
Respiró tranquilo al comprobar que no se encontraba en aquella ocasión. Se quedó toda la mañana en la cubierta observando el cielo y rezando para que aquella mujer volviera, no quería que Valeska descargara su ira y su frustración sobre él. Aun quedaban un día para llegar a puerto, no era prudente alejarse tanto, o había cambiado de opinión o era una inconsciente.
El barco seguía flotando rumbo a Nehmen sin detenerse ni notar, excepto por Redi, que faltaban dos pasajeros. Poco a poco la tripulación se fue desperezando y a medida que cada uno se colocaba en su puesto y arreglaba los pequeños desperfectos el navío fue cogiendo velocidad rumbo a su destino.
La isla sobre la que habían aterrizado la pirata y Florangel no era Nehmen, era Denkenia, isla que se encontraba a medio camino entre Trinacria y la isla pirata. Por suerte para la pareja, habían aterrizado en una playa de día…
Cuando Sophitia y la extraña acompañante que se transformaba en un pegaso, despegaron y se alejaron del barco, el águila las siguió durante un rato. Viendo el rumbo que tomaban, se alejó de ellas para tomar otro rumbo.
Redi había salido justo a tiempo para ver como Sophitia, montada en un caballo con alas, emprendía el vuelo, trató de gritar, pero las palabras se atascaron en su garganta y para cuando reaccionó era demasiado tarde para que le oyeran, estaban demasiado lejos del barco y seguían alejándose. Miró al cielo en un acto reflejo para comprobar si aquel animal se encontraba sobre él, le daba mala espina que estuviera, siempre.
Respiró tranquilo al comprobar que no se encontraba en aquella ocasión. Se quedó toda la mañana en la cubierta observando el cielo y rezando para que aquella mujer volviera, no quería que Valeska descargara su ira y su frustración sobre él. Aun quedaban un día para llegar a puerto, no era prudente alejarse tanto, o había cambiado de opinión o era una inconsciente.
El barco seguía flotando rumbo a Nehmen sin detenerse ni notar, excepto por Redi, que faltaban dos pasajeros. Poco a poco la tripulación se fue desperezando y a medida que cada uno se colocaba en su puesto y arreglaba los pequeños desperfectos el navío fue cogiendo velocidad rumbo a su destino.
La isla sobre la que habían aterrizado la pirata y Florangel no era Nehmen, era Denkenia, isla que se encontraba a medio camino entre Trinacria y la isla pirata. Por suerte para la pareja, habían aterrizado en una playa de día…
Narrador- Cantidad de envíos : 157
Re: Dulce recibimiento en los muelles
Si les parece la seguimos por aquí ^^"
https://mardejaspia.forosactivos.net/denkenia-f22/aterrizaje-imprevisto-t259.htm#3576
Gracias por la paciencia >.<
https://mardejaspia.forosactivos.net/denkenia-f22/aterrizaje-imprevisto-t259.htm#3576
Gracias por la paciencia >.<
Sophitia- Cantidad de envíos : 955
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