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Mensaje por Vera 01/04/12, 06:31 pm

El lugar de por sí le resultaba bastante intimidante, porque que Vera hubiera estado trabajando como camarera, muy a su vergüenza, no significaba que se hubiera habituado al trato rudo de algunos hombres ni al ambiente de las tabernas. Y aquella en particular era de las más sucias y oscuras que la muchacha había pisado nunca. El aire olía a podredumbre, a sudor y a alguna clase de resignada desesperación. No era un lugar rico ni bien decorado, pero era el único en aquel pequeño pueblo costero al que Vera había ido a parar.

Miró a su alrededor al entrar, buscando con la mirada alguna ayuda a lo que aferrarse. No encontró nada más que la barra, en la que el tabernero atendía a una mujer demasiado ruidosa y a un hombre babeante.

- Perdone – intentó llamar su atención, pero con su vocecilla no consiguió imponerse al murmullo de fondo. Volvió a intentarlo más fuerte: - ¡Perdone!

El hombre la miró como debía mirar a cada uno de los clientes del local. Pero para Vera era una mirada despreciativa, lanzada sin cuidado por encima del hombro.

- ¿Qué vas a tomar?
- Buscaba a alguien. ¿Héctor... Matagoblins? - sonaba ridículo preguntar por alguien así. Inconscientemente bajo el tono al decirlo, por vergüenza, y como resultado tuvo que repetirlo más alto para que el tabernero la oyera.

Él le indicó una mesa y se desentendió. Vera se giró hacia allá, más nerviosa que nunca... el “Matagoblins” no estaba solo, sino rodeado de hombres con cicatrices, grandes y con aspecto bestial en el peor sentido de la palabra. Se escondió detrás de una pared e intentó reunir fuerza para afrontar la presencia de aquellos hombres, repitiéndose interiormente que era necesario...

¿Cómo iba a encontrar a su hermano si no? ¿Cómo iba a ser tan tonta de llegar hasta Ur, aun sabiendo cómo era aquella isla, y no llegar más allá de la costa? ¿Podía quedarse tan cerca, habiendo visto en Adysium, desde el puerto, a Kirill en la borda de un barco que estaba zarpando? ¿Tirar todo el esfuerzo de averiguar hacia dónde había ido aquel barco, de buscar un pasaje, de pagarlo con practicamente todo lo que tenía, de preguntar en el muelle al llegar, de averiguar que Kirill había ido hacia Ur Nagrath, que no era una imaginación suya, que en efecto su hermano estaba allí? ¡Cerca, en algún sitio! No podía quedarse tan cerca del reencuentro y tener demasiado miedo como para hablar con un hombre.

- ¿Héctor Matagoblins?

Tuvo que acercarse y preguntar antes de que la oleada de valentía desapareciera. El hombre al escucharla abandonó su conversación y sonrió, mostrando una hilera de dientes torcidos.

- El mismo, bonita.

Era un mal inicio para Vera que le dijera eso. Enrojeció y tuvo el impulso de bajar la mirada, pero no se dejaría amilanar tan rápido.

- Dicen que usted conoce la isla. Que... puede acompañarme y escoltarme a Ur Nagrath.
- Como la palma de mi mano. Somos los que más paseos hemos dado hasta el volcán y vivido para contarlo. Somos buenos, pero no baratos. Treinta ducados, y si los tienes seguiremos hablando.

Vera se quedó congelada, abriendo los ojos desmesuradamente frente a aquel precio abusivo.

- ¡Treinta ducados!

Sólo tenía cuatro y calderilla, y aquello ya era el fruto de un esfuerzo ahorrador enorme.

- ¡Es exagerado, no puedo pagar eso! - lo dijo alto, dispuesta a combatir aquello - Escuche, es necesario, les daré todo lo que tengo y...
- ¿Te crees que la isla es fácil, niña? - el hombre se rió de ella, hablando más alto para cortarla - Te he ofrecido la tarifa mínima. Y te falta un poco de relleno para pagar de otra forma; si no tienes treinta ducados, viento.

Vera sintió un escozor en los ojos. Héctor le dio la espalda y rió con sus amigos, dándola por olvidada. ¿Qué le importaba a él haberle arrebatado todos sus esfuerzos con un par de palabras?

FDI. Tema semi-privado. Si alguien quiere participar, contacte con sus participantes.
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Mensaje por Satsuki 03/04/12, 05:10 pm

Parte de captar clientes es saber cuándo es uno de ellos. Se visten de manera muy peculiar y se comportan de la misma forma, saltando a la palestra por "descuadrar" de un ambiente tan poco natural para ellos; un ambiente tosco y sin modales. Es por eso que Vera sobresalía en ese lugar. Esa era la razón de por qué los ojos verdes de la Celestia miraban discretamente a la joven.

Había llegado hace no mucho rato. Casi como rutina cada vez que llegaba a una nueva taberna, iba a la barra, solicitaba una copa de vino y se sentaba en una mesa, a veces alejada de todo el tumulto. Generalmente, pegada a una pared para tener una visión amplia del lugar, sin perder de vista a personas potencialmente considerables como clientela y por razones de privacidad. No te animas a contar tu historia en medio del tumulto de gente, en donde puede existir un oído indeseado al que podían llegar tus palabras. Eso era una regla general, por lo que no pudo evitar sorprenderse levemente cuando Vera hacía caso omiso de aquella secreta "regla".

Mantenía su mirada en un libro, mientras bebía lentamente su copa de vino, aunque se mantenía al tanto de lo que ocurría de forma general. Se podía notar algunos que parecían sospechosos en relación a lo que conversaba, pero Satsuki no prestaba atención a ello. Entonces, junto con otras miradas, sus ojos se desviaron hacia Vera, quién increpaba a la persona con la que estaba conversando. No tardó mucho en que Héctor Matagoblins la increpara de vuelta, sin posibilidad de respuesta en la joven.

Normalmente, cuando eras una nueva persona y buscas trabajo en una taberna, la discreción y el bajo perfil son tus mejores aliados para, eventualmente, que otra persona se interese en ti, a excepción de casos como el sujeto, cuya fama parecía antecederlo. Sin embargo, la joven Celestia pronto dejó su papel en la discreción y se levantó de su lugar, dejando el libro encima de la mesa y el vino a medio atender.

Caminando a paso lento pero firme, erguida y de apariencia seria, se colocó al lado de Vera. No la miró directamente, ya que sus ojos estaban depositados en la persona quien le había dado la espalda a la joven hace poco rato.

- Aún cuando su fama lo anteceda, y aún cuando pueda ser el mejor en su oficio, una persona debe ser educada ante todo frente a sus potenciales clientes - la voz de la Celestia era firme, aunque tranquila y sin un tono de voz alto.

Con esto, daba a entender que solicitaba una disculpa a la dama presente, anteriormente dejada de lado por Héctor.
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Mensaje por Vera 07/04/12, 08:10 am

Héctor le dedicó una mirada a la muchacha. De arriba abajo, considerándola probablemente más como mujer que como guerrera.

- Mira quién ha venido a darnos lecciones. ¿Sois amiguitas?

El Matagoblins miró a la Celestia a los ojos y de soslayo a Vera, lo cual hizo que ésta se intimidara un poco. Se llevó un mondadientes a la boca, dando a entender de esta forma, aunque quizás no conscientemente, que le importaba poco la educación que le exigían y que no les iba a acordar la menor importancia.

- Creo que no eres quién para venir aquí a decirme tonterías.

Vera se encogió sobre sí misma. Había tenido un momento de valor y mira lo que había ocurrido... Se avergonzaba de su intento y deseaba no haberse acercado jamás a aquel grupo de hombres, o al menos no haber intentado combatir sus precios. Debería haber bajado la cabeza desde el principio y haberse retirado en silencio. Antes de que nadie pudiera añadir nada más y pasara su momento, intervino en la conversación, juntando las manos sobre el pecho e inclinándose ante Héctor.

- Lo lamento - intentaba sonar al menos sincera pero segura, pero no lo conseguía -. No soy quién para criticar sus precios. Siento haberle hecho perder su tiempo.

Héctor, mondadientes en la boca, se rió del gesto de Vera y la pasó sencillamente por alto, lo cual hizo que volver a erguirse tras la inclinación fuera vergonzoso para la joven.

- Bueno, señorita - miraba a la Celestia -, si te vas a quedar allí plantada, al menos alégranos la vista y quítate algo de ropa. Y si no -hizo una pausa dramática, sacándose el mondadientes de la boca y haciendo un gesto de barrido con la mano -, viento; y mira a ver si tú harías lo que pide esta cliente irrespetuosa por... ¿cuánto estás dispuesta a pagar? Por cómo te has escandalizado, diría que menos de diez ducados - rió -. No, aún menos, por tu cara. ¿Siete? Menos de siete ya es una grave falta de respeto al oficio. Ni un muerto de hambre lo haría por menos de siete.

Vera volvió a encogerse sobre sí, más roja de lo que había estado en mucho tiempo.
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Mensaje por Satsuki 03/05/12, 04:59 pm

En todo momento, se quedó tranquila frente al pavoneo del sujeto frente a Satsuki y Vera. Entendía su comportamiento: se trataba de un mercenario que gustaba hacerse notar, y entre más alto gritaba, más era escuchado. También tenía a sus compañeros frente a él, así que había que ridiculizar a otros para, además de hacerse el importante frente a ellos, seguir con el "buen rollo", aún a expensas de otros. Para el infortunio de Vera, solo era parte de este engranaje, el lado más afectado al final de cuentas.

Y aún así, la joven permaneció en silencio, aún después de escuchar al sujeto expresarse sobre lo ridícula que era la suma que quizás iba a solicitar la joven contratista, o sobre la forma en que él insinuaba que su cuerpo no servía siquiera como "medio de pago", aún cuando ello era muy insultante. No, prefirió mantenerse en silencio hasta que terminara de hablar. ¿Acaso presentaba un riesgo? ¿Alguna amenaza? La joven Celestia siquiera lo sentía de esa manera, por muy fuerte que podría verse. Lo único que había hecho, desde que Vera se acercó a él, fue pavonearse de una habilidad incontenible y desagradable de hablar, de hacerse notar innecesariamente y de burlarse de otros. ¿Acaso en el reino animal, el pavo real, por las habilidades parecidas, estaba arriba de la cadena alimenticia?

- ¿Y qué vas a hacer cuando me quite la ropa? - le contesta al fin, después de toda la interminable verborrea que él consideraba hablar - ¿Acaso eres lo suficientemente hombre como para hacer algo frente a una mujer que se desnuda? ¿O acaso la real razón de por qué cobras lo que cobras es para pedirle a las prostitutas que finjan los orgasmos?

La posición de Satsuki, en esos momentos, era la de desafiante. Con una mano en su cadera, lo mira a los ojos de manera tranquila y serena. Su brazo y su mano parecieran estar en posición de tomar una espada y desenvainar apenas los problemas se hicieran presentes, aunque en el estricto rigor, ella no poseía una espada con ella en esos momentos ni nada que se le pareciera a un arma. Aún así, estaba tranquila, como si confiara en que, al final de cuentas, todo estaría bien.

Antes de que el sujeto pudiera esbozar una palabra, continúa increpándolo:

- Ni siquiera siento una amenaza cuando te veo. ¿Acaso la dama presente debiera sentirse más segura de viajar contigo? Lo único que has hecho es hacerte notar innecesariamente, y has presentado una verborrea de palabras que apenas pueden clasificarse como oraciones. ¿Acaso piensas aburrir a los maleantes, monstruos o demonios que ataquen con tus monólogos y pidiéndoles que se quiten la ropa?

Sonríe tranquila, sin parecer sarcástica, molesta o algo parecido. Más bien aliviada, mientras desvía su mirada, no así su rostro, hacia Vera.

- La dama presente debe cuidar mejor su dinero. Al menos, por ti - vuelve a mirarlo -, ni una moneda de bronce gastaría.
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Mensaje por Vera 18/06/12, 10:32 am

El Matagoblins se rió de lo que la Celestia decía... al menos al principio.

- ¿Es eso una proposición? ¿Quieres comprobar si soy lo suficientemente hombre?

Volvió a recorrer a la muchacha de arriba abajo, apreciativo, pero lo de las prostitutas fingiendo orgasmos le pareció - pudo verse en su cara al momento - mucho menos divertido. Un pequeño fruncimiento de enfado, disimulado al lado de su nariz, asomó por su rostro sin que él pudiera evitarlo, por mucho que intentara pretender y se esforzara en pensar una contestación inteligente.

Pero ella hablaba demasiado rápido como para darle tiempo a pensar. Se quedó muy quieto escuchándola, el enfado bullendo a fuego lento en su interior. Vera notaba la tensión del hombre por mucho que estuviera mirando al suelo; la recorrió un escalofrío. Satsuki terminó de hablar y la tensión se hizo aún más palpable cuando Héctor siguió en silencio, y aún más cuando se escuchó el chirrido de la silla al desplazarse cuando el Matagoblins se levantó. En aquel momento el escalofrío de Vera se transformó en un inquietante serpenteo de pánico.

- Si no fueras una mujer te enviaría de vuelta a tu familia cortada en pedazos.

La mano del hombre descansaba algo forzada sobre el pomo de su espada. Vera se atrevió a mirarlo y al verlo miró a la pelirroja, alarmada. Tenía que intervenir, de alguna forma. Aquello estaba sucediendo por su culpa. ¿Pero qué se suponía que podía decir para arreglarlo cuando todo lo que había dicho hasta entonces sólo había empeorado las cosas?

- Menuda mierda estás soltando. ¿Va a ser más seguro viajar contigo que conmigo, mocosa? Ni siquiera estás armada.
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Mensaje por Satsuki 14/12/12, 01:50 pm

Satsuki era una Celestia que siempre mantenía la compostura en momentos críticos o que los requerían. Desde el momento que decidió levantarse de su silla para acudir ante Vera y el Matagoblins, sabía que debía ir con inteligencia a solucionar el dilema. Pero también sentía la necesidad de reivindicar la dignidad de Vera, pisoteada por el sujeto que la miraba por encima. Esto consiguió que el conflicto escalara quizás a una tensión no originalmente pensada, pero aún así no esquivada, ni con señales de arrepentimiento.

Por el porte de Sat, aunque debido a la altura del Matagoblins era mayor se veía levemente mermada, la joven no se notaba ni sentía amenazada. Mantenía su postura, su tono de voz tranquilo y, por sobre todo, parecía mirar constantemente a Vera, con el objetivo de tranquilizarla un poco más. Cuando volvió la mirada al sujeto, siguió la conversación.

- Ya que sientes que está dentro de tus capacidades, hagamos lo siguiente - seguía tranquila, mirandolo a los ojos cuando le hablaba - Uno a uno, sin armas. Las apuestas van, por supuesto

Cuando dijo esto último, algunos que siquiera estaban interesados en saber lo que iba a pasar comenzaron a notar la escena con mayor interés. Algunos ya comentaban al respecto, y en secreto comenzaban a darse las posibilidades de victoria de cada uno. Tardaban en decidirse si pagaban más por la victoria del Matagoblins o de la pelirroja.

- Si sientes la necesidad de respaldar tus palabras, te doy la oportunidad... a menos que no quieras

El caso es que, debido al interés en las apuestas, muchos comenzaron a comentar a los posibles ganadores. Echarse para atrás, para cualquiera de los dos, podía traducirse en algo perjudicial, en los efectos propios de popularidad. Algunos ya decían que si el sujeto se negaba a pelear, la victoria era para Sat, por lo que, quienes apoyaban a la Celestia, ya deseaban que este conflicto no se diera por parte de él.
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Mensaje por Vera 24/02/13, 06:55 pm

- No gano nada dándole una paliza a una mocosa que habla demasiado.

El desafío de la Celestia había sido como una jarra de agua fría para el Matagoblins. Sus compañeros de oficio se reían a sus espaldas, pero él se había vuelto, de golpe, levemente consciente de sus casi olvidados rastros de lejana nobleza. Podía ser un machista, pero justamente por eso no tenía ganas de pegar a una chica que, a sus ojos, tenía todas las de perder. Se había acercado más a la muchacha pelirroja intentando intimidarla; era obvio que él era mucho más grande y mucho más fuerte, pero por algún motivo ella no se retiraba. Se quedó en silencio un momento mientras se preguntaba qué hacer, sintiéndose enfadado por un lado - muy enfadado - al recordar lo que ella le había dicho, pero pareciéndole que era rebajarse más pegar a una mujer.

Por desgracia para él, llegó a escuchar los murmullos a sus espaldas que le adjudicaban la victoria a la Celestia si él no luchaba, y Héctor no era lo suficientemente listo ni lo suficientemente noble como para saber que algunos murmullos no deben importar. Torció su gesto en una mueca desagradable.

- Olvidadlo - intentó debatirse con los murmullos que escuchaba -; no... - Suspiró, y ya volvía a abrir la boca para aceptar el desafío de la muchacha cuando Vera interrumpió.

- ¡No es necesario llegar a las manos! He pedido perdón, no es mi intención que...

Era difícil escucharla en el local con el ruido de las apuestas corriendo de fondo, pero su vocecilla llegó al Matagoblins y él se la quedó mirando, pensativo y a la espera. Vera intentó pensar en una solución al conflicto que dejara a todos contentos, pero fue difícil; el tiempo corría y a ella no se le ocurría nada. Héctor volvió a suspirar, pero a pesar de su indecisión sabía que sólo le quedaba una opción. Se giró hacia Satsuki, aunque parecía que el enfado se había pasado y que actuaba sin gana alguna.

- Está bien, pequeña, juguemos un rato.

Hubo un aplauso en la taberna, y gritos de ánimo para ambos bandos. La gente corría para pedir una jarra con la que disfrutar la pelea y para intercambiar apuestas. En medio del griterio, el Matagoblins se deshizo metódicamente de todas sus armas: se soltó el cinto en el que llevaba la espada, sacó un cuchillo de la bota, y desabrochó el tahalí cruzado sobre el otro hombro en el que guardaba otra arma blanca. Vera volvió a acercarse a él para decirle que lo dejara, que no pagara con aquella muchacha la descortesía que ella había tenido al preguntar sin saber, pero Héctor la interrumpió con un gesto.

- No le haré nada a tu amiguita. Sólo faltaba.

Vera se quedó muda. El Matagoblins, en efecto, no parecía sediento de sangre ni de pelea, y era junto con Vera una de las personas menos divertidas del local a la vista de los recientes acontecimientos. Sintió simpatía por él y deseó de nuevo haber podido detenerlo, pero sólo pudo observar cómo el hombre, enorme e imponente, avanzaba con grandes zancadas hacia la Celestia. Cuando ambos se encontraron cara a cara, los ojos de Vera saltaron a la muchacha que había avanzado para defenderla, buscando captar su mirada. Al conseguirlo unió ambas manos sobre el pecho en una expresión de gratitud, apoyo, y ruego para que todo saliera bien. Aquella muchacha pelirroja que ni siquiera la conocía estaba dispuesta a pelearse en su defensa, y esto a Vera le conmovía profundamente al mismo tiempo que le preocupaba: ya había hecho bastante y no deseaba que corriera riesgos por ella. Todo esto se transmitió en su expresión a pesar de los metros que la separaban de su protectora.

- Salgamos fuera - propuso el Matagoblins.
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