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Mar de Jaspia :: DUCADO DE CESSELE :: Nehmen :: Enie
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Tempestad
Estaba amaneciendo.
Dicen las viejas que de noche todos los gatos son pardos. A los piratas les hace más gracia pensar que de noche todas las aguas son negras. No es estrictamente cierto, pero no es necesario que lo sea para hacer reír a un pirata. Y ésta noche, concretamente, había sido negra como el ojete de un toro bravo en una noche sin luna.
En ésas condiciones, perseguir un barco tiene mérito. Hay muchas condiciones en las que perseguir a un barco tiene mérito. Cuando está lejos. Cuando el tuyo está roto. Cuando no ves una mierda. Ésta noche, Tempestad había hecho las tres cosas. El capitán del barco, uno de ésos piratas que cuando les miras a la cara parecía que mascaran hierro, atravesó la cubierta de cuatro zancadas y se colocó en el castillo de proa tan pronto como las primeras luces del día permitieron ver algo.
- Bien, bien, bien - decía, riendo como un halcón que acaba de localizar a una paloma, aunque los halcones no se rían. - Vamos a ver dónde está nuestro amiguito.
El catalejo tenía más años que la abuela del capitán, y había pasado por más manos que teta de puta, pero todavía funcionaba, un tubo de cobre deslustrado, oxidado, que ya ni se podía cerrar de la herrumbre, pero las lentes todavía funcionaban. Podría haber reemplazado también el cuerpo, pero la última vez que vio un catalejo bueno - que ya es dificil, porque eran chismes caros - prefirió dárselo al vigía. El capitán era avaricioso como el que más, pero también era el tipo de persona que sabía cuándo algo es más útil en las manos de otra persona.
- ¡Carrington! - gritó mientras ajustaba el aparato, buscando en el horizonte el rastro de su presa. - Espero que estés ahí arriba como los ángeles, perezoso hijo de puta, porque ahora es cuando vamos a pasárnoslo bien.
Ése era el problema. El vigía se había muerto. En realidad no era el único, pero era el más importante. Ése tío tenía ojos de águila. Carrington era el que mejor veía de los que quedaban, pero le faltaba experiencia. Tendrían que encontrar a otro, pero lo primero era lo primero, y lo primero aquí era la venganza. El mástil de proa todavía crujía cuando el barco coronaba una ola, y se escuchaba sollozar a Malachi, cosa que normalmente habría provocado la carcajada general de toda la tripulación, de no ser porque a Malachi le había arrancado la pierna un disparo de balista. Y todavía había tenido suerte. A Jones otra flecha le había arrancado todo de cintura para arriba. El proyectil todavía estaba tirada en mitad de la cubierta, rezumando sangre.
Había sido una trampa muy hábil, había que reconocerlo. Habían golpeado lo suficiente como para tener la certeza, más o menos, de que el océano haría el resto del trabajo, y luego se habían retirado al amparo de la noche oscura, pensando que sería difícil seguirles. El capitán respetaba lo que habían hecho, y sonreía como un lobo, pero sus hombres reconocían esa sonrisa. Significaba que estaba a punto de pasar algo muy malo.
- ¡No se ve un carajo, mi capitán! - la voz de Carrington.
- ¡Verás menos cuando te meta un ojo por el culo! - respondió el pirata.
La pelea había sido breve, ciertamente, pero la persecución no había sido a ciegas. Un disparo de ballesta en el mástil principal del otro barco había atravesado la vela, y aunque éso es un poco tonto cuando se lo haces a un barco que tiene otras dos, se compensaba un poco por el hecho de que la flecha hubiera estado en llamas. Así que el otro barco había perdido una buena parte de una de las velas, lentificándolo considerablemente, y se había convertido en una antorcha considerable durante gran parte de la noche, aunque ya sabrían los dioses cómo se las habían ingeniado para que el barco entero no hubiera echado a arder. Cuando el incendio se había apagado habían seguido los jirones que podían verse del humo y la sombra que les permitía ver la luz de las estrellas y del faro que brillaba no demasiado lejos, pero hasta que no hubiera amanecido no sabrían si lo seguían teniendo a la vista.
El Sol se disponía a salir por el horizonte. El primer ramalazo de calor del día recordaba al incendio que había batido durante la noche.
- No hay nada como el cálido viento del Infierno en la cara - dijo el capitán.
- ¡Tierra, capitán!
- ¡Claro que hay tierra, pedazo de dodonga! ¡Llevas viendo un puto faro toda la noche! ¡Barco, animal, busca barco!
- ¡Hay varios, mi capitán! ¡Mire a estribor!
Así lo hizo, y en efecto, había varios barcos amarrados. En el resto del mar no parecía haber nada, lo que no tenía por qué significar que lo habían perdido. O lo habían hecho, o su enemigo había atracado en aquel puerto. No sería difícil identificar a un barco medio quemado, y había que ir a puerto a hacer reparaciones de todas formas. El capitán se quitó el catalejo del ojo, y se mesó las barbas.
- ¡Timonel! ¡Vamos a puerto!
Cuando el Sol terminó de abandonar el horizonte, la Tempestad de Robert Ironfist echaba el ancla en la isla pirata.
- ¡Venga! ¡Dispersáos! - gritaba el capitán mientras bajaba la pasarela en dirección al muelle. - ¡No habrá una gota de alcohol hasta que encontremos el maldito barco! - sus hombres hicieron caso inmediatamente, excepto al puñado que le tocaba vigilar el barco, que después de todo traía la barriga llena del último abordaje, un poco magro, pero suficiente como para vivir la vida unos meses. Levantó la mano para cortarle el paso a su segundo de abordo. - Tú no, Malister. Ven conmigo.
- ¿Adónde, capitán?
- A remojar el gaznate - respondió Ironfist. - Y a enterarnos de dónde estamos.
Dicen las viejas que de noche todos los gatos son pardos. A los piratas les hace más gracia pensar que de noche todas las aguas son negras. No es estrictamente cierto, pero no es necesario que lo sea para hacer reír a un pirata. Y ésta noche, concretamente, había sido negra como el ojete de un toro bravo en una noche sin luna.
En ésas condiciones, perseguir un barco tiene mérito. Hay muchas condiciones en las que perseguir a un barco tiene mérito. Cuando está lejos. Cuando el tuyo está roto. Cuando no ves una mierda. Ésta noche, Tempestad había hecho las tres cosas. El capitán del barco, uno de ésos piratas que cuando les miras a la cara parecía que mascaran hierro, atravesó la cubierta de cuatro zancadas y se colocó en el castillo de proa tan pronto como las primeras luces del día permitieron ver algo.
- Bien, bien, bien - decía, riendo como un halcón que acaba de localizar a una paloma, aunque los halcones no se rían. - Vamos a ver dónde está nuestro amiguito.
El catalejo tenía más años que la abuela del capitán, y había pasado por más manos que teta de puta, pero todavía funcionaba, un tubo de cobre deslustrado, oxidado, que ya ni se podía cerrar de la herrumbre, pero las lentes todavía funcionaban. Podría haber reemplazado también el cuerpo, pero la última vez que vio un catalejo bueno - que ya es dificil, porque eran chismes caros - prefirió dárselo al vigía. El capitán era avaricioso como el que más, pero también era el tipo de persona que sabía cuándo algo es más útil en las manos de otra persona.
- ¡Carrington! - gritó mientras ajustaba el aparato, buscando en el horizonte el rastro de su presa. - Espero que estés ahí arriba como los ángeles, perezoso hijo de puta, porque ahora es cuando vamos a pasárnoslo bien.
Ése era el problema. El vigía se había muerto. En realidad no era el único, pero era el más importante. Ése tío tenía ojos de águila. Carrington era el que mejor veía de los que quedaban, pero le faltaba experiencia. Tendrían que encontrar a otro, pero lo primero era lo primero, y lo primero aquí era la venganza. El mástil de proa todavía crujía cuando el barco coronaba una ola, y se escuchaba sollozar a Malachi, cosa que normalmente habría provocado la carcajada general de toda la tripulación, de no ser porque a Malachi le había arrancado la pierna un disparo de balista. Y todavía había tenido suerte. A Jones otra flecha le había arrancado todo de cintura para arriba. El proyectil todavía estaba tirada en mitad de la cubierta, rezumando sangre.
Había sido una trampa muy hábil, había que reconocerlo. Habían golpeado lo suficiente como para tener la certeza, más o menos, de que el océano haría el resto del trabajo, y luego se habían retirado al amparo de la noche oscura, pensando que sería difícil seguirles. El capitán respetaba lo que habían hecho, y sonreía como un lobo, pero sus hombres reconocían esa sonrisa. Significaba que estaba a punto de pasar algo muy malo.
- ¡No se ve un carajo, mi capitán! - la voz de Carrington.
- ¡Verás menos cuando te meta un ojo por el culo! - respondió el pirata.
La pelea había sido breve, ciertamente, pero la persecución no había sido a ciegas. Un disparo de ballesta en el mástil principal del otro barco había atravesado la vela, y aunque éso es un poco tonto cuando se lo haces a un barco que tiene otras dos, se compensaba un poco por el hecho de que la flecha hubiera estado en llamas. Así que el otro barco había perdido una buena parte de una de las velas, lentificándolo considerablemente, y se había convertido en una antorcha considerable durante gran parte de la noche, aunque ya sabrían los dioses cómo se las habían ingeniado para que el barco entero no hubiera echado a arder. Cuando el incendio se había apagado habían seguido los jirones que podían verse del humo y la sombra que les permitía ver la luz de las estrellas y del faro que brillaba no demasiado lejos, pero hasta que no hubiera amanecido no sabrían si lo seguían teniendo a la vista.
El Sol se disponía a salir por el horizonte. El primer ramalazo de calor del día recordaba al incendio que había batido durante la noche.
- No hay nada como el cálido viento del Infierno en la cara - dijo el capitán.
- ¡Tierra, capitán!
- ¡Claro que hay tierra, pedazo de dodonga! ¡Llevas viendo un puto faro toda la noche! ¡Barco, animal, busca barco!
- ¡Hay varios, mi capitán! ¡Mire a estribor!
Así lo hizo, y en efecto, había varios barcos amarrados. En el resto del mar no parecía haber nada, lo que no tenía por qué significar que lo habían perdido. O lo habían hecho, o su enemigo había atracado en aquel puerto. No sería difícil identificar a un barco medio quemado, y había que ir a puerto a hacer reparaciones de todas formas. El capitán se quitó el catalejo del ojo, y se mesó las barbas.
- ¡Timonel! ¡Vamos a puerto!
Cuando el Sol terminó de abandonar el horizonte, la Tempestad de Robert Ironfist echaba el ancla en la isla pirata.
- ¡Venga! ¡Dispersáos! - gritaba el capitán mientras bajaba la pasarela en dirección al muelle. - ¡No habrá una gota de alcohol hasta que encontremos el maldito barco! - sus hombres hicieron caso inmediatamente, excepto al puñado que le tocaba vigilar el barco, que después de todo traía la barriga llena del último abordaje, un poco magro, pero suficiente como para vivir la vida unos meses. Levantó la mano para cortarle el paso a su segundo de abordo. - Tú no, Malister. Ven conmigo.
- ¿Adónde, capitán?
- A remojar el gaznate - respondió Ironfist. - Y a enterarnos de dónde estamos.
Ironfist- Cantidad de envíos : 22
Re: Tempestad
Llevaba varada en la isla hacia ya varias semanas, su ultimo trabajo se había complicado, se suponía que era solo la entrega de un cargamento, “Solo comida y herramientas para los campesinos de Kusueth” Le habían dicho, tendría que haber sospechado desde ese mismo momento que la cosa no era tan sencilla.
En realidad estaban cargados de mercancía de contrabando, y no era que Sophitia tuviera problema alguno con eso, todo lo contrario, pero al parecer habían ofendido a algún señor por que se habían encontrado a medio camino con un hermoso grupo de barcos oficiales y habían tenido que salir huyendo mientras hacían lo posible por no hundirse resultado de los múltiples ataques enemigos.
Como resultado, no había recibido paga alguna, habían sido días enteros de trabajo perdidos. Claro que no se lo había dejado pasar así como así, la pelea con los que estaban al mando del barco había concluido con varios ahorcados.
En resumen, Sophitia estaba de mal humor, su solución era simple, beber, y seguir bebiendo en la taberna más cercana. El lugar era una pocilga, lo esperable en Nehmen, el piso era de tierra, las mesas consistían en general en barriles con tablas medio rotas arriba, las ventanas mas parecían agujeros hechos por alguien con un martillo y muy mal pulso. La mayoría de los presentes estaban parados o sentados en el piso ¡vamos! ¡Que tener asientos es todo un lujo!
Sophitia se había conseguido un cajón de frutas y estaba sentada tomando una cerveza que más le valía tragar y no saborear. Sus “compañeros” de mesa eran dos piratas y un mercenario que estaba de pasada en la isla, no los conocía de mucho, pero cerveza gratis era cerveza gratis, no le iba a decir que no.
Probablemente no iba a ser gratis...
El mercenario la miraba de reojo, estaba ya bastante pasado de tragos, la pirata no entendía como podía embriagarse con esa cosa, si apenas parecía tener alcohol... ¿O era que su paladar estaba ya muy acostumbrado? No importaba mucho, en lo que se equivoco el hombre fue en ponerle una mano en la pierna.
La pirata tenía unos pantalones negros de tela fina, el contacto de la mano la hizo fruncir el ceño, miro al mercenario con desdén. Este le seguía sonriendo con gesto estúpido, mientras subía la mano como si eso fuera a tentarla o convencerla. Sophitia suspiro fastidiada, dejo la jarra de cerveza y lo agarro de la nuca, como si fuera a besarlo, pero en lugar de eso hizo seguir de largo la cabeza hasta que diera contra la mesa, y no una vez, sino varias veces.
- A ver .. – Golpe – Si aprendes... – Golpe – A dejar las manos – Golpe – Quietas!!!
El primer golpe, mas el alcohol ya lo habían dejado mas que atontado, para el tercer y cuarto golpe ya estaba inconsciente. Sophitia estaba parada, con la mano aun en su nuca y la mandíbula apretada producto del enojo.
En realidad estaban cargados de mercancía de contrabando, y no era que Sophitia tuviera problema alguno con eso, todo lo contrario, pero al parecer habían ofendido a algún señor por que se habían encontrado a medio camino con un hermoso grupo de barcos oficiales y habían tenido que salir huyendo mientras hacían lo posible por no hundirse resultado de los múltiples ataques enemigos.
Como resultado, no había recibido paga alguna, habían sido días enteros de trabajo perdidos. Claro que no se lo había dejado pasar así como así, la pelea con los que estaban al mando del barco había concluido con varios ahorcados.
En resumen, Sophitia estaba de mal humor, su solución era simple, beber, y seguir bebiendo en la taberna más cercana. El lugar era una pocilga, lo esperable en Nehmen, el piso era de tierra, las mesas consistían en general en barriles con tablas medio rotas arriba, las ventanas mas parecían agujeros hechos por alguien con un martillo y muy mal pulso. La mayoría de los presentes estaban parados o sentados en el piso ¡vamos! ¡Que tener asientos es todo un lujo!
Sophitia se había conseguido un cajón de frutas y estaba sentada tomando una cerveza que más le valía tragar y no saborear. Sus “compañeros” de mesa eran dos piratas y un mercenario que estaba de pasada en la isla, no los conocía de mucho, pero cerveza gratis era cerveza gratis, no le iba a decir que no.
Probablemente no iba a ser gratis...
El mercenario la miraba de reojo, estaba ya bastante pasado de tragos, la pirata no entendía como podía embriagarse con esa cosa, si apenas parecía tener alcohol... ¿O era que su paladar estaba ya muy acostumbrado? No importaba mucho, en lo que se equivoco el hombre fue en ponerle una mano en la pierna.
La pirata tenía unos pantalones negros de tela fina, el contacto de la mano la hizo fruncir el ceño, miro al mercenario con desdén. Este le seguía sonriendo con gesto estúpido, mientras subía la mano como si eso fuera a tentarla o convencerla. Sophitia suspiro fastidiada, dejo la jarra de cerveza y lo agarro de la nuca, como si fuera a besarlo, pero en lugar de eso hizo seguir de largo la cabeza hasta que diera contra la mesa, y no una vez, sino varias veces.
- A ver .. – Golpe – Si aprendes... – Golpe – A dejar las manos – Golpe – Quietas!!!
El primer golpe, mas el alcohol ya lo habían dejado mas que atontado, para el tercer y cuarto golpe ya estaba inconsciente. Sophitia estaba parada, con la mano aun en su nuca y la mandíbula apretada producto del enojo.
Sophitia- Cantidad de envíos : 955
Re: Tempestad
Una taberna pirata es un pequeño ecosistema, un hábitat, un sustrato natural en el que coexisten distintas especies que no se pueden ver la cara las unas a las otras pero que, está bastante claro, sacan bastante beneficio de joderse la vida las unas a las otras. Algunas especies simplemente se alimentan de otras, como en el caso de los piratas y los mercaderes, mientras que otras especies coexisten en equilibrio, aunque prácticamente todo está en guerra o a un paso de la guerra, como en el caso que nos ocupa puedan ser las manos y los culos.
Por éso a una taberna de piratas se le perdona el aspecto, siempre y cuando sea genuinamente una taberna de piratas, es decir un sitio no sólo sucio sino puerco, no solo peligroso sino de una reputación intachablemente paupérrima, donde se sirva grog como si fuera agua y a las personas que piden agua se les trata como al que pide canciones de Sabina, es decir, a patadas, puñaladas, golpes de remo y demás historias. Ni qué decir tiene, por tanto, que para el capitán Ironfist la taberna citada, que era la primera en la que se habían fijado tanto él como Jack Malister, su segundo de a bordo, era perfecta para lo que necesitaban: Confianza, un trago, información, y ea, por qué no, culos.
Por la mañana temprano los piratas no son muy famosos por trabajar, pero ya había algunas personas allí cuando abrieron la puerta. Ironfist se llevaba a la boca la madera de su pipa mientras contemplaba el espectáculo. Una pelea de buena mañana es la mejor de las peleas; el día es joven para oler a sangre y cada golpe se aprecia en toda su contundencia. La muchacha que estaba allí era una tipa dura, de éso no cabía duda, y éso era algo que todo buen pirata debe apreciar, especialmente si lleva pantalones de tela fina.
- Dale más fuerte - gritó desde la puerta, consiguiendo desviar la atención global durante un rato de la pelea a su entrada en el recinto. - Que no te oye.
Una moneda que brillaba demasiado para ser de plata bailó entre sus dedos, y se la arrojó con puntería intachable al tabernero, un muchacho joven que falló el atrape y recibió un buen golpe de doblón entre ceja y ceja para carcajada general del (poco) público asistente. Una vez la risa se hubo disipado un poco, los piratas estaban sentados frente a la barra, con los brazos apoyados sobre ella dispuestos a inclinarse sobre sendas jarras.
- ¿Qué se bebe en éste puerto, niño? - preguntó Malister. - Sea lo que sea trae dos jarras bien grandes.
- Yo también quiiero dos jarras bien grandes - agregó el capitán, dándole una buena calada a su pipa y luego señalando a la mujer todavía tensa con el caño. - Tres si se anima la chica.
- Fuerte, ¿Eh, niño? ¡Fuerte!
Por éso a una taberna de piratas se le perdona el aspecto, siempre y cuando sea genuinamente una taberna de piratas, es decir un sitio no sólo sucio sino puerco, no solo peligroso sino de una reputación intachablemente paupérrima, donde se sirva grog como si fuera agua y a las personas que piden agua se les trata como al que pide canciones de Sabina, es decir, a patadas, puñaladas, golpes de remo y demás historias. Ni qué decir tiene, por tanto, que para el capitán Ironfist la taberna citada, que era la primera en la que se habían fijado tanto él como Jack Malister, su segundo de a bordo, era perfecta para lo que necesitaban: Confianza, un trago, información, y ea, por qué no, culos.
Por la mañana temprano los piratas no son muy famosos por trabajar, pero ya había algunas personas allí cuando abrieron la puerta. Ironfist se llevaba a la boca la madera de su pipa mientras contemplaba el espectáculo. Una pelea de buena mañana es la mejor de las peleas; el día es joven para oler a sangre y cada golpe se aprecia en toda su contundencia. La muchacha que estaba allí era una tipa dura, de éso no cabía duda, y éso era algo que todo buen pirata debe apreciar, especialmente si lleva pantalones de tela fina.
- Dale más fuerte - gritó desde la puerta, consiguiendo desviar la atención global durante un rato de la pelea a su entrada en el recinto. - Que no te oye.
Una moneda que brillaba demasiado para ser de plata bailó entre sus dedos, y se la arrojó con puntería intachable al tabernero, un muchacho joven que falló el atrape y recibió un buen golpe de doblón entre ceja y ceja para carcajada general del (poco) público asistente. Una vez la risa se hubo disipado un poco, los piratas estaban sentados frente a la barra, con los brazos apoyados sobre ella dispuestos a inclinarse sobre sendas jarras.
- ¿Qué se bebe en éste puerto, niño? - preguntó Malister. - Sea lo que sea trae dos jarras bien grandes.
- Yo también quiiero dos jarras bien grandes - agregó el capitán, dándole una buena calada a su pipa y luego señalando a la mujer todavía tensa con el caño. - Tres si se anima la chica.
- Fuerte, ¿Eh, niño? ¡Fuerte!
Ironfist- Cantidad de envíos : 22
Re: Tempestad
Miro al recién llegado con cierta curiosidad, sin soltar aun al mercenario inconsciente, no parecía que fuera a detenerla, o a continuar la pelea, y además, se notaba que era un capitán. Le dio un último golpe a la cabeza del sujeto contra la mesa antes de dejarlo por fin y sentarse en su cajón de frutas como si nada hubiese pasado.
Los otros dos piratas sentados a la mesa se reían del pobre infeliz mientras le revisaban los bolsillos en busca de algo que robarle, hasta la bebida se le hubiesen tomado los muy carroñeros si no fuera porque Sophitia la había tirado cuando lo golpeo.
Se cruzo de piernas y le dio una buena probada a su cerveza, y es todo lo que obtuvo, porque ya se la había terminado. Maldijo por lo bajo a las jarras pequeñas y los tragos para niñas, uno de los piratas se empezó a reír y Sophitia lo miro de mala manera.
-Deja de reírte estúpido - A lo que el sujeto dejo de reír al instante, y la muchacha se dio vuelta, yendo para la barra a pedir más cuando inesperadamente fue invitada, el comentario la hizo sonreír – ¿Si me animo? Puedo beber más que la mayoría de la lacra que esta en este lugar, y en el muelle entero, eres tu quien tiene que animarse a beber conmigo.
Mientras hablaba su postura era cada vez más arrogante, y su mirada entre altanera y desafiante, vestía como hombre, con camisa blanca, pantalones y un lazo rojo en la cintura para que no se le caigan. Eso no impedía que se notaran sus curvas, pero si le resultaba mucho mas cómodo para pelear que una falda.
Se sentó a la barra junto con los otros dos, tenia de todo menos elegancia, sus maneras eran las de un pirata, lo único que le faltaba era ser hombre. Trajeron las bebidas en tiempo y forma, la pirata agarro la suya con total descaro como si se conocieran de toda la vida y tuvieran la confianza.
-¿Y a que se debe tanta amabilidad, capitán? – Preguntó luego de darle una probada a la bebida – Ya ves lo que le ocurre al que se quiere pasar de listo…
Bebió otro trago, luego siguió mirándolo con un poco de sospecha, pero sin dejar de tener una media sonrisa divertida, el tipo parecía simpático y en ciertas cosas le hacia acordar a su primer capitán....
Los otros dos piratas sentados a la mesa se reían del pobre infeliz mientras le revisaban los bolsillos en busca de algo que robarle, hasta la bebida se le hubiesen tomado los muy carroñeros si no fuera porque Sophitia la había tirado cuando lo golpeo.
Se cruzo de piernas y le dio una buena probada a su cerveza, y es todo lo que obtuvo, porque ya se la había terminado. Maldijo por lo bajo a las jarras pequeñas y los tragos para niñas, uno de los piratas se empezó a reír y Sophitia lo miro de mala manera.
-Deja de reírte estúpido - A lo que el sujeto dejo de reír al instante, y la muchacha se dio vuelta, yendo para la barra a pedir más cuando inesperadamente fue invitada, el comentario la hizo sonreír – ¿Si me animo? Puedo beber más que la mayoría de la lacra que esta en este lugar, y en el muelle entero, eres tu quien tiene que animarse a beber conmigo.
Mientras hablaba su postura era cada vez más arrogante, y su mirada entre altanera y desafiante, vestía como hombre, con camisa blanca, pantalones y un lazo rojo en la cintura para que no se le caigan. Eso no impedía que se notaran sus curvas, pero si le resultaba mucho mas cómodo para pelear que una falda.
Se sentó a la barra junto con los otros dos, tenia de todo menos elegancia, sus maneras eran las de un pirata, lo único que le faltaba era ser hombre. Trajeron las bebidas en tiempo y forma, la pirata agarro la suya con total descaro como si se conocieran de toda la vida y tuvieran la confianza.
-¿Y a que se debe tanta amabilidad, capitán? – Preguntó luego de darle una probada a la bebida – Ya ves lo que le ocurre al que se quiere pasar de listo…
Bebió otro trago, luego siguió mirándolo con un poco de sospecha, pero sin dejar de tener una media sonrisa divertida, el tipo parecía simpático y en ciertas cosas le hacia acordar a su primer capitán....
Sophitia- Cantidad de envíos : 955
Re: Tempestad
//Nota: Perdona la tardanza!//
La hora de la verdad.
Se suele decir que puedes sacar tu primera impresión adecuada de un sitio por las bebidas que sirven en sus tabernas. El capitán Ironfist ni siquiera sabía qué sitio era éste, pero maldita fuera si no pretendía saber todo lo 'sabible' al respecto en los próximos veinte minutos. La confianza con la que la mujer se puso a beber con ellos no hizo más que levantar el ánimo. Las jarras se levantaron y volvieron a bajar, bastante menos llenas que hacía un momento, y Robert juzgó que era un puerto muy interesante. Mallister se limitó a eructar ruidosamente, lo que provocó una carcajada general.
- Muy bien - dijo Ironfist. - Me gusta ésto.
Levantó las manos ante las palabras de la mujer, como queriendo hacerse el inofensivo, aunque parecía bastante obvio que bromeaba. Como todos los piratas, Ironfist tenía un alto concepto de sí mismo. Pensaba que, si hubiera querido, podría simplemente haberse llevado a la muchacha a un cuarto, de la misma manera que la muchacha debía estar pensando que, si quisiera, podía hacer lo mismo con el capitán que con el último marinero que la había tocado. Pero Ironfist tenía más de una razón para no meterse en peleas ni en camas en el próximo puñado de horas, de modo que el respeto parecía destinado a ser mutuo.
- Las manos y los puños quietos - dijo, con una media sonrisa. - Tranquila, querida, no tenemos idea de pasarnos de listos.
- Yo si - dijo Malister, pero las miradas de la pirata y el capitán convergiendo súbitamente en él le hicieron carraspear y volver a su jarra.
- En realidad ahora mismo nos pasamos más bien de necios - dijo el capitán. - Pareces una persona apañada. Y me gustan las personas que saben repartir un buen puñetazo. ¿Eres de por aquí? Y más importante, ¿Quieres ganarte unas monedas?
La hora de la verdad.
Se suele decir que puedes sacar tu primera impresión adecuada de un sitio por las bebidas que sirven en sus tabernas. El capitán Ironfist ni siquiera sabía qué sitio era éste, pero maldita fuera si no pretendía saber todo lo 'sabible' al respecto en los próximos veinte minutos. La confianza con la que la mujer se puso a beber con ellos no hizo más que levantar el ánimo. Las jarras se levantaron y volvieron a bajar, bastante menos llenas que hacía un momento, y Robert juzgó que era un puerto muy interesante. Mallister se limitó a eructar ruidosamente, lo que provocó una carcajada general.
- Muy bien - dijo Ironfist. - Me gusta ésto.
Levantó las manos ante las palabras de la mujer, como queriendo hacerse el inofensivo, aunque parecía bastante obvio que bromeaba. Como todos los piratas, Ironfist tenía un alto concepto de sí mismo. Pensaba que, si hubiera querido, podría simplemente haberse llevado a la muchacha a un cuarto, de la misma manera que la muchacha debía estar pensando que, si quisiera, podía hacer lo mismo con el capitán que con el último marinero que la había tocado. Pero Ironfist tenía más de una razón para no meterse en peleas ni en camas en el próximo puñado de horas, de modo que el respeto parecía destinado a ser mutuo.
- Las manos y los puños quietos - dijo, con una media sonrisa. - Tranquila, querida, no tenemos idea de pasarnos de listos.
- Yo si - dijo Malister, pero las miradas de la pirata y el capitán convergiendo súbitamente en él le hicieron carraspear y volver a su jarra.
- En realidad ahora mismo nos pasamos más bien de necios - dijo el capitán. - Pareces una persona apañada. Y me gustan las personas que saben repartir un buen puñetazo. ¿Eres de por aquí? Y más importante, ¿Quieres ganarte unas monedas?
Ironfist- Cantidad de envíos : 22
Re: Tempestad
La pirata se empezó a reír en cuanto lo vio levantar las manos en gesto de inocente, golpeo la mesa con la jarra, pero como ya se había bebido buena parte de la misma no llegaba a volcarse. Por supuesto que Sophitia creía poder con todos en esa taberna, si le preguntaban diría que podía derrotarlos a todos sin siquiera sacar su arma, y luego sentarse a seguir bebiendo como si nada. Y es que, para hacer que alguien se crea una fachada, lo mejor es creérselo primero uno.
Cuando la pirata miro al otro bocón pensó que para pasarse de listo iba a tener que hacer un esfuerzo sobrehumano, bastante tonto parecía y apenas había abierto la boca. La muchacha le hubiese contestado, pero no sabía bien como venía la mano con ese par, prefería guardarse algunas cosas, y el otro sujeto parecía mucho más inteligente y agradable.
-Soy de ningún lado, nací en un barco y vivo más tiempo en el mar que en tierra – Respondió Sophitia, ya no tenía casi bebida, pidió otras jarra mientras pensaba en la siguiente respuesta - ¿Y quién no? Pero depende de lo que pidas a cambio de ella…
Trajeron una jarra grande de bebida para que se sirvieran, Sophitia la agarro primera y lleno su jarra. Le gustaba hacer negocios, y tenía poca moral en ellos, bien podía ser traficar esclavos, mandar a matar a alguien, o vender mercancía de origen dudoso, le daba lo mismo mientras le pagaran.
-Aunque, si tu primera pregunta es si soy de aquí lo que debes querer es información – Se adelanto la pirata. Si era cuestión de datos, Sophitia era la mujer correcta, sabía rumores de toda la isla, y lo que no sabía lo averiguaba en un santiamén.
Apoyaba el codo en la mesa mientras hablaba, sonreía divertida con la situación, la verdad sea dicha, la cosa prometía, y si era para meterse en problemas, era la primera en anotarse.
Cuando la pirata miro al otro bocón pensó que para pasarse de listo iba a tener que hacer un esfuerzo sobrehumano, bastante tonto parecía y apenas había abierto la boca. La muchacha le hubiese contestado, pero no sabía bien como venía la mano con ese par, prefería guardarse algunas cosas, y el otro sujeto parecía mucho más inteligente y agradable.
-Soy de ningún lado, nací en un barco y vivo más tiempo en el mar que en tierra – Respondió Sophitia, ya no tenía casi bebida, pidió otras jarra mientras pensaba en la siguiente respuesta - ¿Y quién no? Pero depende de lo que pidas a cambio de ella…
Trajeron una jarra grande de bebida para que se sirvieran, Sophitia la agarro primera y lleno su jarra. Le gustaba hacer negocios, y tenía poca moral en ellos, bien podía ser traficar esclavos, mandar a matar a alguien, o vender mercancía de origen dudoso, le daba lo mismo mientras le pagaran.
-Aunque, si tu primera pregunta es si soy de aquí lo que debes querer es información – Se adelanto la pirata. Si era cuestión de datos, Sophitia era la mujer correcta, sabía rumores de toda la isla, y lo que no sabía lo averiguaba en un santiamén.
Apoyaba el codo en la mesa mientras hablaba, sonreía divertida con la situación, la verdad sea dicha, la cosa prometía, y si era para meterse en problemas, era la primera en anotarse.
Sophitia- Cantidad de envíos : 955
Re: Tempestad
Aaahhhh. Sabes que una bebida es buena si un pirata baja la jarra y se relame los bigotes.
Chica lista. Sabía de qué iba la cosa. Bueno, no era precisamente que lo que el capitán requería fuese a necesitar que su tripulación pasase desapercibida. Además, la discreción no es para un hombre de mar. Los barcos se abordan anunciándolo con una bandera, llevando las armas por delante, no ocultándose tras un muro de subterfugio. Ser directo es lo único que tiene un hombre de barco. Directo como una ballesta o como una espada.
- Muy bien - dijo levantando la jarra en dirección a ella, como saludando. - Me gusta cómo piensas.
La jarra grande no iba a durar mucho de todas maneras. Después de que Sophitia se sirviese, Ironfist hizo lo mismo, y mientras el capitán hablaba, un Malister al que ya le pasaba factura el ayuno de la noche y el alcohol del desayuno hizo lo propio. Por todos los dioses del mar que si en aquella taberna hubieran tenido magdalenas los piratas las habrían mojado en cerveza.
- Información - repitió el pirata. - Así es, muchacha. Necesito que alguien me guíe por éste puerto. Me llamo Robert Ironfist y soy el capitán de la Tempestad - dijo señalando con orgullo en dirección al muelle que, de todas maneras, no podía verse desde allí. - Mi niña ha visto días mejores y necesito alguien de confianza que la cuide. Y yo necesito venganza y a alguien que sepa decirme dónde he atracado y si puedo encontrar a unos amigos en éste puerto.
Señaló al pirata caído a causa de los golpes de Sophitia.
- Y luego - añadió - si tienes gusto por la sangre y los tortazos, tal vez podamos negociar algo más que información. ¿Qué dices?
Chica lista. Sabía de qué iba la cosa. Bueno, no era precisamente que lo que el capitán requería fuese a necesitar que su tripulación pasase desapercibida. Además, la discreción no es para un hombre de mar. Los barcos se abordan anunciándolo con una bandera, llevando las armas por delante, no ocultándose tras un muro de subterfugio. Ser directo es lo único que tiene un hombre de barco. Directo como una ballesta o como una espada.
- Muy bien - dijo levantando la jarra en dirección a ella, como saludando. - Me gusta cómo piensas.
La jarra grande no iba a durar mucho de todas maneras. Después de que Sophitia se sirviese, Ironfist hizo lo mismo, y mientras el capitán hablaba, un Malister al que ya le pasaba factura el ayuno de la noche y el alcohol del desayuno hizo lo propio. Por todos los dioses del mar que si en aquella taberna hubieran tenido magdalenas los piratas las habrían mojado en cerveza.
- Información - repitió el pirata. - Así es, muchacha. Necesito que alguien me guíe por éste puerto. Me llamo Robert Ironfist y soy el capitán de la Tempestad - dijo señalando con orgullo en dirección al muelle que, de todas maneras, no podía verse desde allí. - Mi niña ha visto días mejores y necesito alguien de confianza que la cuide. Y yo necesito venganza y a alguien que sepa decirme dónde he atracado y si puedo encontrar a unos amigos en éste puerto.
Señaló al pirata caído a causa de los golpes de Sophitia.
- Y luego - añadió - si tienes gusto por la sangre y los tortazos, tal vez podamos negociar algo más que información. ¿Qué dices?
Ironfist- Cantidad de envíos : 22
Re: Tempestad
Había estado en lo correcto, la pirata sonrió mientras levantaba la jarra y bebía otro largo trago. ¿Por qué otra cosa iba a estar en Nehmen? Seguramente no por sus hermosos paisajes, solo podía ser para comprar, vender o para conseguir información interesante. Bueno, también podías estar escapando de alguien, y al parecer, el Capitán Ironfist tenía un problema parecido.
- Es un placer, Robert Ironfist, yo soy Sophitia, borracha y peleadora de medio tiempo, pirata de tiempo completo – Se le escapo un pequeño eructo producto de la bebida, se empezó a reír y luego continuo – Estas en la isla de Nehmen, mas exactamente en Enie, y puedes tener todos los amigos que puedas pagar, y las lealtades que te sepas ganar.
Conocer capitanes de barcos siempre era buena idea, si lograba que le debiera un favor, mucho mejor y ayudar en una venganza parecía una oportunidad perfecta. Sophitia apoyo la espalda contra el borde de la barra, cruzada de piernas sin soltar la jarra en ningún momento.
- Digo que me gusta la idea – Respondió con una sonrisa de oreja a oreja – La parte de la sangre y los tortazos suena muy bien.
Sophitia no era alguien que le dijera no a los problemas, por el contrario, solía meterse en peleas, conflictos y asuntos de todo tipo, sin importarle mucho si le incumben o no. El aburrimiento era su peor enemigo, y lo combatía a diario del mejor modo posible,
- Entonces cuéntame con un poco mas de detalle como esta la cosa... – Dijo mientras terminaba una vez mas con su bebida.
- Es un placer, Robert Ironfist, yo soy Sophitia, borracha y peleadora de medio tiempo, pirata de tiempo completo – Se le escapo un pequeño eructo producto de la bebida, se empezó a reír y luego continuo – Estas en la isla de Nehmen, mas exactamente en Enie, y puedes tener todos los amigos que puedas pagar, y las lealtades que te sepas ganar.
Conocer capitanes de barcos siempre era buena idea, si lograba que le debiera un favor, mucho mejor y ayudar en una venganza parecía una oportunidad perfecta. Sophitia apoyo la espalda contra el borde de la barra, cruzada de piernas sin soltar la jarra en ningún momento.
- Digo que me gusta la idea – Respondió con una sonrisa de oreja a oreja – La parte de la sangre y los tortazos suena muy bien.
Sophitia no era alguien que le dijera no a los problemas, por el contrario, solía meterse en peleas, conflictos y asuntos de todo tipo, sin importarle mucho si le incumben o no. El aburrimiento era su peor enemigo, y lo combatía a diario del mejor modo posible,
- Entonces cuéntame con un poco mas de detalle como esta la cosa... – Dijo mientras terminaba una vez mas con su bebida.
Sophitia- Cantidad de envíos : 955
Re: Tempestad
El pirata rió ruidosamente y levantó su jarra. Luego le asestó un codazo a su compañero de mesa.
- ¡Muy bien! - rió el pirata. - Sabía que llegaríamos a un acuerdo. ¿Ves, Malister? Te dije que llegaríamos a un acuerdo.
Por supuesto, todavía no habían llegado a un acuerdo, y como era obvio nunca le había dicho a Malister que llegarían a un acuerdo. Pero hay momentos en la vida de un pirata en los que tiene que vaciar media jarra y sonreír. No había motivos para desconfiar de ésta pirata; es decir, no más que para desconfiar de cualquier otro pirata. No más motivos que para confiar en ella. Pero tampoco había nada que perder en contar la historia tal y como era.
- Hemos llegado aquí persiguiendo un barco - explicó brevemente. - No sabemos su nombre, pero su capitán puede (o no) ser Adrian Lannark. Ya sabes, enemistad estándar; no tengo pruebas de que sea él, pero no me sorprendería si es así. Velero de tres mástiles con dos dagas en las velas y estandarte rojo y verde.
Por supuesto, no tenía por qué contar todos los detalles. Sobre todo la parte en la que les habían emboscado de noche y habían estado demasiado muertos o borrachos como para contestar como Dios manda. Cualquier pirata de bien se habría ahorrado éso. Un pirata nunca está en demasiado malas condiciones como para dejar que un barco agresor se escape.
- Es poca información. Pero creo que Malister reconocería el barco si volviese a verlo.
Malister enarcó una ceja, con gesto dubitativo. El capitán le sonrió.
- Por la cuenta que le trae - agregó.
- ¡Muy bien! - rió el pirata. - Sabía que llegaríamos a un acuerdo. ¿Ves, Malister? Te dije que llegaríamos a un acuerdo.
Por supuesto, todavía no habían llegado a un acuerdo, y como era obvio nunca le había dicho a Malister que llegarían a un acuerdo. Pero hay momentos en la vida de un pirata en los que tiene que vaciar media jarra y sonreír. No había motivos para desconfiar de ésta pirata; es decir, no más que para desconfiar de cualquier otro pirata. No más motivos que para confiar en ella. Pero tampoco había nada que perder en contar la historia tal y como era.
- Hemos llegado aquí persiguiendo un barco - explicó brevemente. - No sabemos su nombre, pero su capitán puede (o no) ser Adrian Lannark. Ya sabes, enemistad estándar; no tengo pruebas de que sea él, pero no me sorprendería si es así. Velero de tres mástiles con dos dagas en las velas y estandarte rojo y verde.
Por supuesto, no tenía por qué contar todos los detalles. Sobre todo la parte en la que les habían emboscado de noche y habían estado demasiado muertos o borrachos como para contestar como Dios manda. Cualquier pirata de bien se habría ahorrado éso. Un pirata nunca está en demasiado malas condiciones como para dejar que un barco agresor se escape.
- Es poca información. Pero creo que Malister reconocería el barco si volviese a verlo.
Malister enarcó una ceja, con gesto dubitativo. El capitán le sonrió.
- Por la cuenta que le trae - agregó.
Ironfist- Cantidad de envíos : 22
Re: Tempestad
Entonces la cosa venia por el lado de la venganza, era un sentimiento muy noble sin duda, y era una emoción que Sophi conocía bien. Si dejabas que atacaran tu barco así como así y no tomabas represarías luego te tomaban por estúpido, y ya podías ir olvidándote de que hasta el más infeliz de los piratas te tuviera siquiera un mínimo de respeto.
-Te entiendo, compadre, no puedes dejar que te tomen de zoquete – Dijo bien alto, resaltando así la injusticia por la que estaba pasando Ironfist – Un barco como el que describes no puede ser muy difícil de ubicar, déjame hacer algunas preguntas, si estuvo en este puerto, de seguro alguien lo tuvo que ver.
Dicho eso se puso en pie de un salto, se estiro la ropa que ya estaba manchada en varios lugares producto de las múltiples cervezas, y peleas que había tenido, pero como Sophitia no era una chica coqueta, no iba a cambiarla, era un gasto de dinero innecesario.
-Demos una vuelta, Capitán, vamos a por unas prostitutas – Si el comentario viniera de un hombre de seguro sonaría mucho más normal, de todos modos, Sophitia lo decía con mucha naturalidad – ¿Quien mejor que ellas para informarnos de la llegada de los barcos?
Las furcias de los puertos eran excelentes informantes si uno se tomaba la molestia de llevarse bien con ellas, estaban siempre mirando lo que pasaba, y muy atentas a las llegadas de los barcos, que traían nuevos clientes más que dispuestos a pagar por sus servicios.
La pirata había sabido administrar bien su tiempo en la isla, consiguiéndose conocidos en casi todos lados, asegurándose de que muchos les deban favores, o que le tomaran cariño para que luego pudiera pedirles alguna que otra ayuda.
-Me juego una pierna a que ellas saben – Comento mientras se dirigían a la salida del lugar, el aire del puerto parecía puro y fresco en comparación del que venían respirando dentro de la lúgubre taberna - Creo que Mary debe estar ahora en el “Moza Asturiana” y si la encuentro a ella también debe estar Rose ,y Julieta – Pensaba en voz alta mientras caminaba.
-Te entiendo, compadre, no puedes dejar que te tomen de zoquete – Dijo bien alto, resaltando así la injusticia por la que estaba pasando Ironfist – Un barco como el que describes no puede ser muy difícil de ubicar, déjame hacer algunas preguntas, si estuvo en este puerto, de seguro alguien lo tuvo que ver.
Dicho eso se puso en pie de un salto, se estiro la ropa que ya estaba manchada en varios lugares producto de las múltiples cervezas, y peleas que había tenido, pero como Sophitia no era una chica coqueta, no iba a cambiarla, era un gasto de dinero innecesario.
-Demos una vuelta, Capitán, vamos a por unas prostitutas – Si el comentario viniera de un hombre de seguro sonaría mucho más normal, de todos modos, Sophitia lo decía con mucha naturalidad – ¿Quien mejor que ellas para informarnos de la llegada de los barcos?
Las furcias de los puertos eran excelentes informantes si uno se tomaba la molestia de llevarse bien con ellas, estaban siempre mirando lo que pasaba, y muy atentas a las llegadas de los barcos, que traían nuevos clientes más que dispuestos a pagar por sus servicios.
La pirata había sabido administrar bien su tiempo en la isla, consiguiéndose conocidos en casi todos lados, asegurándose de que muchos les deban favores, o que le tomaran cariño para que luego pudiera pedirles alguna que otra ayuda.
-Me juego una pierna a que ellas saben – Comento mientras se dirigían a la salida del lugar, el aire del puerto parecía puro y fresco en comparación del que venían respirando dentro de la lúgubre taberna - Creo que Mary debe estar ahora en el “Moza Asturiana” y si la encuentro a ella también debe estar Rose ,y Julieta – Pensaba en voz alta mientras caminaba.
Sophitia- Cantidad de envíos : 955
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