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Elyon
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Elyon
- Nombre: Elyon
- Edad: 100, pero aparenta 25
- Raza: Elfo.
- Descripción física: De estatura normal, no es su rasgo más destacable, no es ni alto ni bajo solo uno más del montón. Es bastante delgado, pero no escuchimizado ni débil. Dado su entrenamiento, es ágil y rápido, su mayor ventaja a la hora de un combate. Su pelo castaño y largo, cae alrededor de su rostro sin peinar, a veces emitiendo destellos verdes o azulados. Su rasgos, en general, son armónicos y bellos, siendo su detalle más destacable un tatuaje en la frente y otro en una mejilla, herencia del clan de su madre. Sus ojos color miel claro denotan la tristeza y la furia de los últimos momentos vividos.
- Descripción psicológica: Su juventud le da un carácter impulsivo que a veces le lleva a meterse en muchos problemas. No es que sea una persona excesivamente paciente, pero está aprendiendo a serlo. Tiene un corazón muy grande, pero la muerte de sus padres lo ha llenado de odio y desconfianza y su único deseo es vengarse del mago albino, es bastante radical en cuanto a eso, o estas con el soberano o en su contra.
- Armas: Antes tenía un arco que le regaló su padre, pero se lo quitó Zergould.
- Habilidades: Sus habilidades son limitadas, no tiene grandes conocimientos pero absorbe la información como si fuera una esponja, se podría decir que es su mayor don. Tiene bastantes conocimientos sobre el combate ya que su padre le instruyó para convertirse en un soldado del ejercito de Eskalibur, sabe manejar las espadas con bastante agilidad, pero lo que maneja con maestría son los arcos.
- Historia: Su vida fue tranquila y feliz hasta que apareció Zergould en ella. Fue criado en un hogar lleno de amor y dicha, fue criado para amar y ser amado, para ser honorable, para ser honrado y para ser soldado, pero todo cambio de pronto.
Vivía con sus progenitores en la fortaleza de Elithird, su padre era un renombrado teniente al que le faltaba poco para ascender a Capitán, no le faltaba el dinero y mantenía bien a su familia, además de ser un buen padre.
Elyon tenía un buen amigo, uno en quien siempre se apoyaba, con quien se había criado como si fuera un hermano mayor, uno que siempre le había ayudado, apoyado y defendido. Recordaba con cariño cada uno de los momentos vividos junto a Terien, recordaba que fue su padre quien le enseño como coger y usar un arco, pero fue Terien quién le enseño como usarlo con maestría. Recordaba sus travesuras fuera de la fortaleza, sus escapadas en plena noche y como una de esas noches, por culpa de Elyon se perdieron en el bosque. Cuando por fin llegaron a casa Terien cargó con las culpas, pero jamás se lo reprochó o le pidió nada a cambio.
Y estaba orgulloso de él., Terien había entrado en el ejército y era de los mejores. Se sentía orgulloso de poder decir que aquel elfo era su amigo, casi su hermano.
Terien y su padre se sentían orgullosos de servir a tan magnánimo soberano y deseaban que Elyon, entrara en la milicia cuando estuviera preparado. En los ratos libres le instruían. Todo se volvió triste y gris el día que el maldito mago albino hizo desaparecer a Eskalibur. Y poco tiempo después toco el asedio.
Por suerte, o más bien por desgracia, el asedio apenas duró unas horas, un traidor entre sus filas, una decepción muy profunda al saber el nombre del traidor, Terien, su amigo su hermano y lo había hecho. Todo su mundo se vino abajo. Su padre murió de los últimos, resistió todo lo que pudo para dar tiempo a unos pocos refugiados en su huida.
Su madre, trató de protegerle hasta el final, le escondió demasiado bien, no fueron capaces de encontrarle, pero fue mudo testigo de las vejaciones sufridas a manos de los soldados del otro bando. Violada, apaleada y, finalmente, lapidada, murió rezando una plegaria por su único hijo.
De noche, mientras todos dormían la borrachera del triunfo, escapó de los muros de la fortaleza para nunca regresar. Enfurecido y cegado por la rabia se presentó ante el mismísimo mago albino para acabar con él.
La derrota fue humillante, apenas tenía experiencia, y la ira que enceguecía sus acciones le hizo cometer muchas imprudencias. Una elfa extrañamente tatuada le detuvo en su camino y le golpeó con saña, solo el mandato del soberano de no acabar con su vida fue lo que la detuvo. El primer castigo fue público. Latigazos hasta que cayó derrotado y medio muerto en un charco de su propia sangre, latigazos propinados por la misma elfa, de la que descubrió el nombre tiempo después, Nadyssra. Después llegó Söel y sus aborrecibles mazmorras.
Meses entre aquellas paredes, oyendo los enloquecedores lamentos de los condenados, sufriendo los maltratos y castigos de los soldados, trabajando sin descanso y apenas comiendo unos trozos de pan duro y bebiendo un único vaso de agua al día. La vida era muy dura en esas paredes, los mantenían exhaustos y medio muertos para que no pudieran escapar. su odio solo aumentaba.
El alimento de Elyon era el odio, cada vez mayor, que sentía por el soberano y todos los que colaboraban con él. El odio le dio las fuerzas para intentar varias fugas, el odio le valió varias palizas. Finalmente, cuando creyeron que habían doblegado su espíritu, decidieron que era una pena no vender a un joven con tanta vida por delante.
El rayo de esperanza llegó el día que su cuerpo fue expuesto en un escenario con una vulgar mercancía sin vida. Ese día algo llamó su atención en el mercado, una extraña mujer alada que clavaba sus ojos en él con lo que parecía… ¿pena? Furioso por provocar aquellos sentimientos se reveló contra sus captores tratando de huir, pero de nuevo volvieron a golpearle hasta la inconsciencia.
Días después cuando por fin despertó, atado de pies a cabeza, volvieron a llevarle al mercado. Dolorido, sin fuerzas y sin haber probado bocado en varios días, se dejó arrastrar sin ningún ápice de voluntad. Cuando un capitán de Zergould pujó por él, lágrimas de rabia surcaron sus ojos, su vida se convertiría en un infierno, había oído rumores en la prisión…
Nadie se atrevió a contradecirle ni a decir un precio más alto, los altos cargos del ejercito tenían ciertas ventajas en esos asuntos. Desconsolado y sin fuerzas, se sintió arrastrado a una vida de servidumbre en manos de alguien que adoraba a aquel a quién el odiaba con toda su alma.
Juró vengarse de él y de todos los que eran como él, que su vida no sería en vano, que al menos acabaría con uno de ellos… y entonces sintió como las cadenas caía a sus pies, como aquel capitán, aquel tal Delin, le contaba su historia, le decía quién era, lo que hacía y que a partir de ahora él tenía poder para acabar con su vida, pero que si lo hacía perdería la oportunidad de ayudar a otros como él.
Sorprendido, agradecido y exhausto, cayó de rodillas ante aquel capitán, quién negó ser el responsable de su ayuda, le dijo que si alguna vez se encontraba con una mujer alada llamada Mayo, debía darle las gracias a ella.
Le llevó a una posada de hielo donde pasó varias semanas delirando con fiebre, recuperándose de la falta de alimento y los maltratos. Finalmente le dejó a cargo de una enana llamada Mabrylla, la posadera, quién le contó algunos de los secretos de la resistencia y le confió algunas tareas para ganarse el pan. Agradeció mantener la mente ocupada ayudando en las tareas de la posada, y sobre todo la nueva oportunidad de venganza que se le brindaba. Entrenaría, ayudaría y finalmente acabaría con aquel tirano.
- Ocupación: Ayudante en la posada del hielo.
- Edad: 100, pero aparenta 25
- Raza: Elfo.
- Descripción física: De estatura normal, no es su rasgo más destacable, no es ni alto ni bajo solo uno más del montón. Es bastante delgado, pero no escuchimizado ni débil. Dado su entrenamiento, es ágil y rápido, su mayor ventaja a la hora de un combate. Su pelo castaño y largo, cae alrededor de su rostro sin peinar, a veces emitiendo destellos verdes o azulados. Su rasgos, en general, son armónicos y bellos, siendo su detalle más destacable un tatuaje en la frente y otro en una mejilla, herencia del clan de su madre. Sus ojos color miel claro denotan la tristeza y la furia de los últimos momentos vividos.
- Descripción psicológica: Su juventud le da un carácter impulsivo que a veces le lleva a meterse en muchos problemas. No es que sea una persona excesivamente paciente, pero está aprendiendo a serlo. Tiene un corazón muy grande, pero la muerte de sus padres lo ha llenado de odio y desconfianza y su único deseo es vengarse del mago albino, es bastante radical en cuanto a eso, o estas con el soberano o en su contra.
- Armas: Antes tenía un arco que le regaló su padre, pero se lo quitó Zergould.
- Habilidades: Sus habilidades son limitadas, no tiene grandes conocimientos pero absorbe la información como si fuera una esponja, se podría decir que es su mayor don. Tiene bastantes conocimientos sobre el combate ya que su padre le instruyó para convertirse en un soldado del ejercito de Eskalibur, sabe manejar las espadas con bastante agilidad, pero lo que maneja con maestría son los arcos.
- Historia: Su vida fue tranquila y feliz hasta que apareció Zergould en ella. Fue criado en un hogar lleno de amor y dicha, fue criado para amar y ser amado, para ser honorable, para ser honrado y para ser soldado, pero todo cambio de pronto.
Vivía con sus progenitores en la fortaleza de Elithird, su padre era un renombrado teniente al que le faltaba poco para ascender a Capitán, no le faltaba el dinero y mantenía bien a su familia, además de ser un buen padre.
Elyon tenía un buen amigo, uno en quien siempre se apoyaba, con quien se había criado como si fuera un hermano mayor, uno que siempre le había ayudado, apoyado y defendido. Recordaba con cariño cada uno de los momentos vividos junto a Terien, recordaba que fue su padre quien le enseño como coger y usar un arco, pero fue Terien quién le enseño como usarlo con maestría. Recordaba sus travesuras fuera de la fortaleza, sus escapadas en plena noche y como una de esas noches, por culpa de Elyon se perdieron en el bosque. Cuando por fin llegaron a casa Terien cargó con las culpas, pero jamás se lo reprochó o le pidió nada a cambio.
Y estaba orgulloso de él., Terien había entrado en el ejército y era de los mejores. Se sentía orgulloso de poder decir que aquel elfo era su amigo, casi su hermano.
Terien y su padre se sentían orgullosos de servir a tan magnánimo soberano y deseaban que Elyon, entrara en la milicia cuando estuviera preparado. En los ratos libres le instruían. Todo se volvió triste y gris el día que el maldito mago albino hizo desaparecer a Eskalibur. Y poco tiempo después toco el asedio.
Por suerte, o más bien por desgracia, el asedio apenas duró unas horas, un traidor entre sus filas, una decepción muy profunda al saber el nombre del traidor, Terien, su amigo su hermano y lo había hecho. Todo su mundo se vino abajo. Su padre murió de los últimos, resistió todo lo que pudo para dar tiempo a unos pocos refugiados en su huida.
Su madre, trató de protegerle hasta el final, le escondió demasiado bien, no fueron capaces de encontrarle, pero fue mudo testigo de las vejaciones sufridas a manos de los soldados del otro bando. Violada, apaleada y, finalmente, lapidada, murió rezando una plegaria por su único hijo.
De noche, mientras todos dormían la borrachera del triunfo, escapó de los muros de la fortaleza para nunca regresar. Enfurecido y cegado por la rabia se presentó ante el mismísimo mago albino para acabar con él.
La derrota fue humillante, apenas tenía experiencia, y la ira que enceguecía sus acciones le hizo cometer muchas imprudencias. Una elfa extrañamente tatuada le detuvo en su camino y le golpeó con saña, solo el mandato del soberano de no acabar con su vida fue lo que la detuvo. El primer castigo fue público. Latigazos hasta que cayó derrotado y medio muerto en un charco de su propia sangre, latigazos propinados por la misma elfa, de la que descubrió el nombre tiempo después, Nadyssra. Después llegó Söel y sus aborrecibles mazmorras.
Meses entre aquellas paredes, oyendo los enloquecedores lamentos de los condenados, sufriendo los maltratos y castigos de los soldados, trabajando sin descanso y apenas comiendo unos trozos de pan duro y bebiendo un único vaso de agua al día. La vida era muy dura en esas paredes, los mantenían exhaustos y medio muertos para que no pudieran escapar. su odio solo aumentaba.
El alimento de Elyon era el odio, cada vez mayor, que sentía por el soberano y todos los que colaboraban con él. El odio le dio las fuerzas para intentar varias fugas, el odio le valió varias palizas. Finalmente, cuando creyeron que habían doblegado su espíritu, decidieron que era una pena no vender a un joven con tanta vida por delante.
El rayo de esperanza llegó el día que su cuerpo fue expuesto en un escenario con una vulgar mercancía sin vida. Ese día algo llamó su atención en el mercado, una extraña mujer alada que clavaba sus ojos en él con lo que parecía… ¿pena? Furioso por provocar aquellos sentimientos se reveló contra sus captores tratando de huir, pero de nuevo volvieron a golpearle hasta la inconsciencia.
Días después cuando por fin despertó, atado de pies a cabeza, volvieron a llevarle al mercado. Dolorido, sin fuerzas y sin haber probado bocado en varios días, se dejó arrastrar sin ningún ápice de voluntad. Cuando un capitán de Zergould pujó por él, lágrimas de rabia surcaron sus ojos, su vida se convertiría en un infierno, había oído rumores en la prisión…
Nadie se atrevió a contradecirle ni a decir un precio más alto, los altos cargos del ejercito tenían ciertas ventajas en esos asuntos. Desconsolado y sin fuerzas, se sintió arrastrado a una vida de servidumbre en manos de alguien que adoraba a aquel a quién el odiaba con toda su alma.
Juró vengarse de él y de todos los que eran como él, que su vida no sería en vano, que al menos acabaría con uno de ellos… y entonces sintió como las cadenas caía a sus pies, como aquel capitán, aquel tal Delin, le contaba su historia, le decía quién era, lo que hacía y que a partir de ahora él tenía poder para acabar con su vida, pero que si lo hacía perdería la oportunidad de ayudar a otros como él.
Sorprendido, agradecido y exhausto, cayó de rodillas ante aquel capitán, quién negó ser el responsable de su ayuda, le dijo que si alguna vez se encontraba con una mujer alada llamada Mayo, debía darle las gracias a ella.
Le llevó a una posada de hielo donde pasó varias semanas delirando con fiebre, recuperándose de la falta de alimento y los maltratos. Finalmente le dejó a cargo de una enana llamada Mabrylla, la posadera, quién le contó algunos de los secretos de la resistencia y le confió algunas tareas para ganarse el pan. Agradeció mantener la mente ocupada ayudando en las tareas de la posada, y sobre todo la nueva oportunidad de venganza que se le brindaba. Entrenaría, ayudaría y finalmente acabaría con aquel tirano.
- Ocupación: Ayudante en la posada del hielo.
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