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La conejo que deseaba ir a la luna
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La conejo que deseaba ir a la luna
Esta es una de esas historias anormales que ocurren en los reinos. Es de aquellas que te preguntas en qué tiempo fue, de si de verdad ocurrió, o que es demasiado fantástica, como los cuentos que salen de la imaginación de poetas, escritos e inmortalizados en libros, donde las narraciones pasan generaciones. Quizás sea ficticia, quizás no. Probablemente quienes hayan escuchado historias más locas sea algo fácil de creer. Científicos y matemáticos dirán que es imposible y que salió de una imaginación vivaz.
Sin embargo, quienes la han leído no han quedado indiferentes.
Esta historia está situada en la antigua Jasperia, un continente rodeado de seres mágicos y singulares. Encontrabas desde los míticos dragones hasta Enanos que llegaban con ansias de aventuras. Pero probablemente la criatura más singular y única es una pequeña humana de 7 años, llamada Minuki...
Los bosques son peligrosos de noche. Nunca sabes con qué tipo de criaturas puedes toparte mientras das brincos. Están desde las que se comen tu alma hasta las que registran tu propiedad. Pero Minuki era uno de esos seres que, con el tiempo, los demás llegaban a temerle. Leyendas cuentan que ya había domado un ejercito de Ipoq, aunque nadie nunca la vio con estas criaturas. Otras leyendas dicen que los lobos que iban a dejarle comida a sus abuelas se topaban con la pequeña, y nunca debían hablarle, por muy bondadosa que se viera.
Minu nunca desmentía o confirmaba esos rumores. Era divertido para ella que rondaran.
Era una de estas noches en que daba saltitos, dirigiendose hacia ningún lugar en especial. Era un simple paseo que daba, mientras iba contenta comentando y hablando para si misma sobre cosas intranscendentes:
- Qué genial es la noche, dan ganas de estudiar un montón esas hermosas estrellas
Aunque lo dijera, daba esos saltitos con sus ojos cerrados, esquivando sorprendentemente baches y pequeños obstáculos que aparecían de la nada.
- Nah, eso lo puedo hacer cualquier día. Me siento de buenos ánimos, creo que es buena noche para agasajarse y disfrutarse a si misma
Mientras daba saltitos, se abrazó a si misma y se sonrojó bastante, como una adolescente enamorada.
- "Te quiero mucho, Minu" - dijo con una voz un poco grave - "Yo también te amo, Minu. Eres la chica más linda y virtuosa que he conocido, la mejor persona, la--"
Debido al amor propio que profesaba, no notó la trampa en que cayó. De hecho, era una trampa muy buena, así que tampoco pudo haberla notado. Era un agujero oculto con un poco de tierra y pasto, para hacer caer a cualquier persona incauta que pasara por el lugar. Afortunadamente, Minuki cayó con su trasero, así que el dolor solo se concentró ahí. Miró a su alrededor, y vio que la trampa al menos tenía tres metros de profundidad.
- Agh - se quejó - ¿Que demonios? ¿Quien fue el chistosito que se le ocurre poner trampas en mitad del bosque?
Cuando consultó eso, una chica se asomó por parte del agujero. Miraba divertida en su posición, viendo cómo Minu se quejaba por la caída. Era una chica de apariencia normal de cabellos castaños y ojos muy rojos, con un vestido rosado muy precioso, que le llegaba hasta las rodillas. Un colgante con forma de una pequeña zanahoria tenía colgada en su cuello, mientras que estaba descalza. Desde su posición, se notaba que usaba calzones muy antiguos, de aquellos que llegaban hasta un poco más arriba de la rodilla.
Pero lo que más destacaba de ella era el hecho de que tenía dos orejas de conejo, proporcionales a su altura, y un rabo muy blanco.
- En esta noche, los más incautos caen más fácilmente en las trampas. Al igual que los estúpidos - rió mientras dijo esto, de manera burlona.
Minu se enojó bastante con ese último comentario.
- ¿Así que eres una maldita bromista que viene a dudar de mi inteligencia? - alzó su puño - ¡Baja y veremos quién es la estúpida después de la paliza que te de!
- ¡Ja! - espetó burlona - No tengo tiempo para desperdiciar con niñitas tontas. Hoy es la noche en que Enki se asoma en solitaria en el cielo.
Al decir esto, levantó su mirada y apuntó al cielo con su dedo índice de su mano derecha.
- ¡Hoy es la noche en que esta Usagi irá a la luna de un solo salto!
Al decir estas palabras, dejó el lugar, corriendo en una dirección desconocida, adentrandose en el bosque.
Hoy era la noche en que, de las tres lunas, una sola se asoma en el cielo nocturno. Un fenómeno que ocurre cada tres mil años, un privilegio para quienes nacieron en esta generación. Pero para los hombres conejos, o Usagis, esta era la época en que el lider de la tribu daba un salto tan potente e intenso, que le permitía llegar a la luna (Enki).
Hoy era la noche, por lo que la Usagi corría y corría por entre los árboles del bosque, mirando a la luna como su guía en esta noche. Se notaba emocionada, llena de deseos en llegar a la luna. No por cumplir una tradición, sino por un deseo de hace tres mil años que se cumplía hoy.
Esta es la historia de la Usagi que deseaba ir a la luna... y de la niña que deseaba cumplir ese deseo.
Sin embargo, quienes la han leído no han quedado indiferentes.
Esta historia está situada en la antigua Jasperia, un continente rodeado de seres mágicos y singulares. Encontrabas desde los míticos dragones hasta Enanos que llegaban con ansias de aventuras. Pero probablemente la criatura más singular y única es una pequeña humana de 7 años, llamada Minuki...
La conejo que deseaba ir a la luna
Los bosques son peligrosos de noche. Nunca sabes con qué tipo de criaturas puedes toparte mientras das brincos. Están desde las que se comen tu alma hasta las que registran tu propiedad. Pero Minuki era uno de esos seres que, con el tiempo, los demás llegaban a temerle. Leyendas cuentan que ya había domado un ejercito de Ipoq, aunque nadie nunca la vio con estas criaturas. Otras leyendas dicen que los lobos que iban a dejarle comida a sus abuelas se topaban con la pequeña, y nunca debían hablarle, por muy bondadosa que se viera.
Minu nunca desmentía o confirmaba esos rumores. Era divertido para ella que rondaran.
Era una de estas noches en que daba saltitos, dirigiendose hacia ningún lugar en especial. Era un simple paseo que daba, mientras iba contenta comentando y hablando para si misma sobre cosas intranscendentes:
- Qué genial es la noche, dan ganas de estudiar un montón esas hermosas estrellas
Aunque lo dijera, daba esos saltitos con sus ojos cerrados, esquivando sorprendentemente baches y pequeños obstáculos que aparecían de la nada.
- Nah, eso lo puedo hacer cualquier día. Me siento de buenos ánimos, creo que es buena noche para agasajarse y disfrutarse a si misma
Mientras daba saltitos, se abrazó a si misma y se sonrojó bastante, como una adolescente enamorada.
- "Te quiero mucho, Minu" - dijo con una voz un poco grave - "Yo también te amo, Minu. Eres la chica más linda y virtuosa que he conocido, la mejor persona, la--"
Debido al amor propio que profesaba, no notó la trampa en que cayó. De hecho, era una trampa muy buena, así que tampoco pudo haberla notado. Era un agujero oculto con un poco de tierra y pasto, para hacer caer a cualquier persona incauta que pasara por el lugar. Afortunadamente, Minuki cayó con su trasero, así que el dolor solo se concentró ahí. Miró a su alrededor, y vio que la trampa al menos tenía tres metros de profundidad.
- Agh - se quejó - ¿Que demonios? ¿Quien fue el chistosito que se le ocurre poner trampas en mitad del bosque?
Cuando consultó eso, una chica se asomó por parte del agujero. Miraba divertida en su posición, viendo cómo Minu se quejaba por la caída. Era una chica de apariencia normal de cabellos castaños y ojos muy rojos, con un vestido rosado muy precioso, que le llegaba hasta las rodillas. Un colgante con forma de una pequeña zanahoria tenía colgada en su cuello, mientras que estaba descalza. Desde su posición, se notaba que usaba calzones muy antiguos, de aquellos que llegaban hasta un poco más arriba de la rodilla.
Pero lo que más destacaba de ella era el hecho de que tenía dos orejas de conejo, proporcionales a su altura, y un rabo muy blanco.
- En esta noche, los más incautos caen más fácilmente en las trampas. Al igual que los estúpidos - rió mientras dijo esto, de manera burlona.
Minu se enojó bastante con ese último comentario.
- ¿Así que eres una maldita bromista que viene a dudar de mi inteligencia? - alzó su puño - ¡Baja y veremos quién es la estúpida después de la paliza que te de!
- ¡Ja! - espetó burlona - No tengo tiempo para desperdiciar con niñitas tontas. Hoy es la noche en que Enki se asoma en solitaria en el cielo.
Al decir esto, levantó su mirada y apuntó al cielo con su dedo índice de su mano derecha.
- ¡Hoy es la noche en que esta Usagi irá a la luna de un solo salto!
Al decir estas palabras, dejó el lugar, corriendo en una dirección desconocida, adentrandose en el bosque.
Hoy era la noche en que, de las tres lunas, una sola se asoma en el cielo nocturno. Un fenómeno que ocurre cada tres mil años, un privilegio para quienes nacieron en esta generación. Pero para los hombres conejos, o Usagis, esta era la época en que el lider de la tribu daba un salto tan potente e intenso, que le permitía llegar a la luna (Enki).
Hoy era la noche, por lo que la Usagi corría y corría por entre los árboles del bosque, mirando a la luna como su guía en esta noche. Se notaba emocionada, llena de deseos en llegar a la luna. No por cumplir una tradición, sino por un deseo de hace tres mil años que se cumplía hoy.
Esta es la historia de la Usagi que deseaba ir a la luna... y de la niña que deseaba cumplir ese deseo.
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