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Tras una nueva luna de ensueño
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Tras una nueva luna de ensueño
Akira se sentó sobre la baranda de madera, de espaldas al mar. Claro que darle la espalda al mar es poco más que un eufemismo cuando uno esta en la cubierta de un barco…
Y es por eso que el semielfo tenía la vista clavada en el suelo. Uno tiempo atrás, estar rodeado de agua le hubiera dado una inigualable sensación de seguridad… le bastaría con extender su conciencia para sentir prácticamente todo a su alrededor, y un ligero esfuerzo convertiría el mismo terreno en sus brazos y piernas. Sus armas.
Pero ya no. No desde aquella noche en que el cielo se tiñera de sangre, no desde que la luz de la luna roja hiciera que su blanca hakama pareciera cubierta de sangre…
“Eso no pasó así, fueron solo pesadillas”
“¿Cuál es la diferencia? ¿…Importa?”
No, no importaba. La realidad era que la Luna ahora lo perturbaba, y que el agua… bueno, su manejo seguía ahí, pero se sentía incómodo haciendo uso de ese don. Era como si de repente, se diera cuenta de lo antinatural que era mover agua con la mente.
Suspiró, se restregó los ojos y se puso de pie. Era temprano en la mañana, había dormido poco y mal, y había dejado a Lis en la cama para que descansara un poco. Era normal sentirse negativo, más considerando que no había desayunado nada.
Dejando tras de sí una baranda cubierta de escarcha, se recordó a si mismo que la excusa oficial que se había dicho para salirse de la cama temprano era que le iría a buscar el desayuno a Lis. Su amada había pasado unas semanas muy difíciles luego de perder su hogar compartido, y Akira quería asegurarse de que todo saliera bien de ahora en adelante.
Un nuevo comienzo, una nueva vida…
Sus pies, que lo estaban llevando de manera automática hacia su habitación, se detuvieron en seco. Suspiró de nuevo, en un vano intento de calmar la angustia que sentía desde que había subido al barco. Volvió sobre sus pasos y giró hacia la cocina, intentando con todas sus fuerzas no pensar en el Reino de las Cascadas.
En las cosas que había vivido, y aprendido.
En la gente que allí había conocido.
En Dulfary, la sesión de entrenamiento y el viaje que habían hecho por la Gran Cascada, en el casual encuentro que se había dado en el árbol de Blöen… ¿Qué sería de ella? ¿Habría entregado el mensaje su hermano? A saber…
¿Y Mayo? Su compañera en la Resistencia… por simple asociación, recordó también a Andrzej. ¿Qué estarían haciendo ellos? Quizá vivían juntos en el huerto ahora… imposible saberlo, su contacto con Mayo era más bien indirecto, y el que tenía con Andrzej era prácticamente nulo.
…Excepto cuando resultaba herido, como la vez que la espada de fuego del demonio lo alcanzó en el pecho, durante esa pelea en el Bosque Oscuro junto con Kirill y Argus. Su amigo, el semidemonio, también estaba involucrado en la resistencia… ¿qué le habría sucedido?
De pasada, sus pensamientos volaron a Kalyantar, la semielfa que lo había recibido en el reino y que le había hablado acerca de la Resistencia en primer lugar. Había sido grato encontrarla de nuevo en la Posada de Hielo, más allá de que Delin haya estado respirándoles en el cuello durante toda la merienda para que revisaran los túneles que corrían bajo la posada.
¡Delin! Se le escapó una pequeña sonrisa al recordarlo. Era una persona tan, pero tan difícil de tratar… pero valía la pena el esfuerzo. Ser un agente doble no era sencillo, había que entender los grados de estrés que debía manejar el capitán. Pasado eso, era una persona hasta simpática.
¿Alguna vez volvería a verlos?
Le dio un ligero golpe a la pared más cercana, como quien mata una mosca. Se había quedado parado frente a la puerta de la cocina durante unos diez minutos, hundido en sus recuerdos y su nostalgia. Después de todo, Cascadas era el único hogar que conocía… o que recordaba…
“Es lo mismo”
Golpeó la puerta y esperó a que le abrieran. Luego de los buenos días, se limitó a pedirle pan, hebras de té y algo de miel a la amable señora que manejaba la cocina, una mujer bajita y regordeta que parecía ser capaz de estar en varios lugares a la vez. Ya calentaría agua en su camarote, aun era capaz de hacer esa clase de cosas simples.
La cocinera debió de apiadarse de la imagen cansada y desalineada del semielfo, pues añadió al pedido una generosa cantidad de galletas de manteca, un frasco de mermelada y por extraño que pueda sonar, bombones de menta.
Considerablemente más alegre, y deseando que los bombones no fueran una insinuación sobre su aliento, se encaminó de nuevo a la pequeña habitación que compartía con Lis.
Esperaba poder preparar el té y algunos panes antes de que despertara, quería sorprenderla.
Y es por eso que el semielfo tenía la vista clavada en el suelo. Uno tiempo atrás, estar rodeado de agua le hubiera dado una inigualable sensación de seguridad… le bastaría con extender su conciencia para sentir prácticamente todo a su alrededor, y un ligero esfuerzo convertiría el mismo terreno en sus brazos y piernas. Sus armas.
Pero ya no. No desde aquella noche en que el cielo se tiñera de sangre, no desde que la luz de la luna roja hiciera que su blanca hakama pareciera cubierta de sangre…
“Eso no pasó así, fueron solo pesadillas”
“¿Cuál es la diferencia? ¿…Importa?”
No, no importaba. La realidad era que la Luna ahora lo perturbaba, y que el agua… bueno, su manejo seguía ahí, pero se sentía incómodo haciendo uso de ese don. Era como si de repente, se diera cuenta de lo antinatural que era mover agua con la mente.
Suspiró, se restregó los ojos y se puso de pie. Era temprano en la mañana, había dormido poco y mal, y había dejado a Lis en la cama para que descansara un poco. Era normal sentirse negativo, más considerando que no había desayunado nada.
Dejando tras de sí una baranda cubierta de escarcha, se recordó a si mismo que la excusa oficial que se había dicho para salirse de la cama temprano era que le iría a buscar el desayuno a Lis. Su amada había pasado unas semanas muy difíciles luego de perder su hogar compartido, y Akira quería asegurarse de que todo saliera bien de ahora en adelante.
Un nuevo comienzo, una nueva vida…
Sus pies, que lo estaban llevando de manera automática hacia su habitación, se detuvieron en seco. Suspiró de nuevo, en un vano intento de calmar la angustia que sentía desde que había subido al barco. Volvió sobre sus pasos y giró hacia la cocina, intentando con todas sus fuerzas no pensar en el Reino de las Cascadas.
En las cosas que había vivido, y aprendido.
En la gente que allí había conocido.
En Dulfary, la sesión de entrenamiento y el viaje que habían hecho por la Gran Cascada, en el casual encuentro que se había dado en el árbol de Blöen… ¿Qué sería de ella? ¿Habría entregado el mensaje su hermano? A saber…
¿Y Mayo? Su compañera en la Resistencia… por simple asociación, recordó también a Andrzej. ¿Qué estarían haciendo ellos? Quizá vivían juntos en el huerto ahora… imposible saberlo, su contacto con Mayo era más bien indirecto, y el que tenía con Andrzej era prácticamente nulo.
…Excepto cuando resultaba herido, como la vez que la espada de fuego del demonio lo alcanzó en el pecho, durante esa pelea en el Bosque Oscuro junto con Kirill y Argus. Su amigo, el semidemonio, también estaba involucrado en la resistencia… ¿qué le habría sucedido?
De pasada, sus pensamientos volaron a Kalyantar, la semielfa que lo había recibido en el reino y que le había hablado acerca de la Resistencia en primer lugar. Había sido grato encontrarla de nuevo en la Posada de Hielo, más allá de que Delin haya estado respirándoles en el cuello durante toda la merienda para que revisaran los túneles que corrían bajo la posada.
¡Delin! Se le escapó una pequeña sonrisa al recordarlo. Era una persona tan, pero tan difícil de tratar… pero valía la pena el esfuerzo. Ser un agente doble no era sencillo, había que entender los grados de estrés que debía manejar el capitán. Pasado eso, era una persona hasta simpática.
¿Alguna vez volvería a verlos?
Le dio un ligero golpe a la pared más cercana, como quien mata una mosca. Se había quedado parado frente a la puerta de la cocina durante unos diez minutos, hundido en sus recuerdos y su nostalgia. Después de todo, Cascadas era el único hogar que conocía… o que recordaba…
“Es lo mismo”
Golpeó la puerta y esperó a que le abrieran. Luego de los buenos días, se limitó a pedirle pan, hebras de té y algo de miel a la amable señora que manejaba la cocina, una mujer bajita y regordeta que parecía ser capaz de estar en varios lugares a la vez. Ya calentaría agua en su camarote, aun era capaz de hacer esa clase de cosas simples.
La cocinera debió de apiadarse de la imagen cansada y desalineada del semielfo, pues añadió al pedido una generosa cantidad de galletas de manteca, un frasco de mermelada y por extraño que pueda sonar, bombones de menta.
Considerablemente más alegre, y deseando que los bombones no fueran una insinuación sobre su aliento, se encaminó de nuevo a la pequeña habitación que compartía con Lis.
Esperaba poder preparar el té y algunos panes antes de que despertara, quería sorprenderla.
Miterian- Cantidad de envíos : 128
Re: Tras una nueva luna de ensueño
Se agitó en medio de su sueño y extendió un brazo instintivamente, buscando el cuerpo del semielfo… pero sólo encontró vacío. Sobresaltada, se incorporó de golpe, con un nudo en la boca del estómago y el corazón latiendo desbocado… ¿Dónde estaba Akira? ¿qué le había pasado?
El miedo, que desde hace tanto tiempo se había pegado a ella como una segunda piel, la atenazó con fuerza, ahogándola, hasta que el sonido de las olas golpeando contra el casco y el bamboleo del barco la hicieron despertar por completo y recordar donde estaba. En el barco… lejos de Cascadas.
Con un suspiro, se tendió nuevamente y cerró los ojos, envolviéndose en las cobijas. Todo estaba bien; estaban a salvo y Akira no tardaría en volver. Pero… no se sentía bien. No era sólo el miedo que, pertinaz, se negaba a abandonarla. Era también el dolor de dejar el que había creído un hogar definitivo para buscar, una vez más, un nuevo comienzo en otra parte. Y era también el sentimiento de culpa que derivaba de la certeza del sacrificio que su amado había hecho por ella. Abandonando el hogar que había encontrado, los amigos que había hecho y la causa en que creía por seguirla en su huída. Porque, como la cobarde que era, huía una vez más.
Día a día luchaba contra sus remordimientos, su temor y su desánimo para mostrar un semblante animado y alegre frente a él. Era lo menos que podía hacer. No podía recompensar su renuncia con ojos oscuros, lágrimas y temblores de miedo. Y lograba éxito en su cometido, pero las tribulaciones de su espíritu y el esfuerzo por mantenerlas ocultas iban minando lentamente su organismo.
Permaneció con los ojos cerrados, sin dormir, intentando cobrar ánimo y fuerzas para enfrentar el nuevo día. Lo sintió entrar al camarote y moverse de un lado a otro, con una ternura que crecía y sepultaba los sentimientos negativos y los pensamientos amargos, hasta que se sintió preparada para abrir los ojos y saludarlo.
- Hola, mi amor – le sonrió con dulzura - ¿Cómo amaneciste?
El miedo, que desde hace tanto tiempo se había pegado a ella como una segunda piel, la atenazó con fuerza, ahogándola, hasta que el sonido de las olas golpeando contra el casco y el bamboleo del barco la hicieron despertar por completo y recordar donde estaba. En el barco… lejos de Cascadas.
Con un suspiro, se tendió nuevamente y cerró los ojos, envolviéndose en las cobijas. Todo estaba bien; estaban a salvo y Akira no tardaría en volver. Pero… no se sentía bien. No era sólo el miedo que, pertinaz, se negaba a abandonarla. Era también el dolor de dejar el que había creído un hogar definitivo para buscar, una vez más, un nuevo comienzo en otra parte. Y era también el sentimiento de culpa que derivaba de la certeza del sacrificio que su amado había hecho por ella. Abandonando el hogar que había encontrado, los amigos que había hecho y la causa en que creía por seguirla en su huída. Porque, como la cobarde que era, huía una vez más.
Día a día luchaba contra sus remordimientos, su temor y su desánimo para mostrar un semblante animado y alegre frente a él. Era lo menos que podía hacer. No podía recompensar su renuncia con ojos oscuros, lágrimas y temblores de miedo. Y lograba éxito en su cometido, pero las tribulaciones de su espíritu y el esfuerzo por mantenerlas ocultas iban minando lentamente su organismo.
Permaneció con los ojos cerrados, sin dormir, intentando cobrar ánimo y fuerzas para enfrentar el nuevo día. Lo sintió entrar al camarote y moverse de un lado a otro, con una ternura que crecía y sepultaba los sentimientos negativos y los pensamientos amargos, hasta que se sintió preparada para abrir los ojos y saludarlo.
- Hola, mi amor – le sonrió con dulzura - ¿Cómo amaneciste?
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Tras una nueva luna de ensueño
Quizá si no hubiera tenido tanto sueño, o si no hubiera estado tan perdido en su propia añoranza, Akira se habría dado cuenta de que Lis sólo fingía dormir.
O que fingía ser feliz.
Pero su atención estaba totalmente dispersa, sus pensamientos volaban y rebotaban de aquí para allá. Dos veces preparó el té con agua fría antes de recordar que calentar agua no le era ajeno, y pasó un buen rato intentando cortar el pan con una cuchara.
Y no es que se diera verdadera cuenta de los errores que cometía, más bien su “piloto automático” se encendía de vez en vez, cuando su subconsciente se hartaba de esperar a que el semielfo hiciera bien las cosas de manera consciente.
Sin embargo, todo esto no eran más que ideas sueltas (y algo exageradas) en su cabeza. Si, el semielfo pensaba en lo errático de su modo de pensar.Era relativamente más sano que añorar el hogar, y era lo máximo que podía o quería exigirse estando sólo, con sueño y sin apuro.
Más allá de haber dejado el hogar y los amigos, lo cierto es que era que la situación era relajante. Adiós a la (a falta de mejor palabra) misión que le había tocado. Ya no más mirar por encima del hombro, ya no más encargos suicidas encomendadas por el estúpido cuervo ilusorio.
Sólo paz, tranquilidad. Y una hermosa dama de cabello plateado.
Mientras acomodaba el desayuno en la bandeja, su cerebro despertó (al fin) por completo. Sus pensamientos se hicieron más claros, y significativamente más alegres. Después de todo, estaba en un barco con su amada Lis, sin obligaciones, sin presiones, sin miedos.
Cuando Lis “despertó”, Akira no respondió a su pregunta. Tan solo se le acercó, dejó la bandeja a sobre la cama a un lado de ella y se sentó al otro. Con una sonrisa, completa por primera vez en días, la abrazó con cariño, atrayéndola hacia él y besándola muy suavemente en los labios.
Que bueno que a su piloto automático se le hubiera antojado un bombón de menta.
O que fingía ser feliz.
Pero su atención estaba totalmente dispersa, sus pensamientos volaban y rebotaban de aquí para allá. Dos veces preparó el té con agua fría antes de recordar que calentar agua no le era ajeno, y pasó un buen rato intentando cortar el pan con una cuchara.
Y no es que se diera verdadera cuenta de los errores que cometía, más bien su “piloto automático” se encendía de vez en vez, cuando su subconsciente se hartaba de esperar a que el semielfo hiciera bien las cosas de manera consciente.
Sin embargo, todo esto no eran más que ideas sueltas (y algo exageradas) en su cabeza. Si, el semielfo pensaba en lo errático de su modo de pensar.Era relativamente más sano que añorar el hogar, y era lo máximo que podía o quería exigirse estando sólo, con sueño y sin apuro.
Más allá de haber dejado el hogar y los amigos, lo cierto es que era que la situación era relajante. Adiós a la (a falta de mejor palabra) misión que le había tocado. Ya no más mirar por encima del hombro, ya no más encargos suicidas encomendadas por el estúpido cuervo ilusorio.
Sólo paz, tranquilidad. Y una hermosa dama de cabello plateado.
Mientras acomodaba el desayuno en la bandeja, su cerebro despertó (al fin) por completo. Sus pensamientos se hicieron más claros, y significativamente más alegres. Después de todo, estaba en un barco con su amada Lis, sin obligaciones, sin presiones, sin miedos.
Cuando Lis “despertó”, Akira no respondió a su pregunta. Tan solo se le acercó, dejó la bandeja a sobre la cama a un lado de ella y se sentó al otro. Con una sonrisa, completa por primera vez en días, la abrazó con cariño, atrayéndola hacia él y besándola muy suavemente en los labios.
Que bueno que a su piloto automático se le hubiera antojado un bombón de menta.
Miterian- Cantidad de envíos : 128
Re: Tras una nueva luna de ensueño
Entre el miedo, el dolor de la partida, y el sentimiento de culpa, finalmente lo que más la atormentaba era la culpabilidad por haber provocado la infelicidad de Akira.
El miedo era un antiguo compañero de viaje para ella. Fuera adonde fuera e hiciera lo que hiciera siempre había estado presente, en segundo plano, como un indeseado telón de fondo de su vida. En Cascadas, ese miedo sempiterno había llegado a ser muy superior a lo que podía manejar, pero en otro lugar confiaba en que todo volvería a su lugar.
Decir adiós tampoco le resultaba nuevo. En el itinerario de su vida había partido muchas, demasiadas veces, dejando atrás esperanzas, recuerdos, afectos. Siempre en busca del hogar definitivo. Siempre sola... hasta ahora. Por una vez en su vida, no partiría desde cero en el lugar al que llegara. Y en sus sueños, Jasperia aparecía como un hermoso lugar para vivir.
Pero que el semielfo sufriera por su causa... eso no podía perdonárselo a sí misma.
Por eso, mientras él se acercaba, su mirada alerta registraba cada gesto, cada expresión, cada movimiento que él hacía. El desayuno en la bandeja era un hermoso detalle, sin duda alguna. Pero eso no era lo más importante para ella.
Lo más importante era lo que leía en la postura de sus hombros y su cabeza, en el brillo de esos desiguales ojos azules que tanto la fascinaban, en aquella amplia sonrisa que le brindaba al sentarse a su lado. Serenidad y genuina alegría.
Percibir que su amado superaba el dolor y la nostalgia era un bálsamo para su alma atormentada. Si él podía ser feliz en ese exilio que se habían impuesto, que ella le había impuesto, entonces ella podía permitirse intentar ser feliz a su vez.
La sonrisa que iluminaba el rostro de su amado bañó de luz su corazón y la suavidad de su beso ahuyentó el temor, la culpa y la pena. Correspondió con ternura y, al separarse, le sonrió acariciando su rostro y sus cabellos.
- Ese desayuno se ve delicioso, amor. Soy una mujer afortunada. Ninguna otra en el barco tiene un acompañante tan guapo y tan gentil como yo.
Había hablado con tono ligero y risueño, pero por un momento su expresión se volvió grave, pensativa.
- Te amo, Akira - dijo, mirándolo a los ojos - No lo olvides nunca. Te amo, aunque a veces sufras por mi causa.
El miedo era un antiguo compañero de viaje para ella. Fuera adonde fuera e hiciera lo que hiciera siempre había estado presente, en segundo plano, como un indeseado telón de fondo de su vida. En Cascadas, ese miedo sempiterno había llegado a ser muy superior a lo que podía manejar, pero en otro lugar confiaba en que todo volvería a su lugar.
Decir adiós tampoco le resultaba nuevo. En el itinerario de su vida había partido muchas, demasiadas veces, dejando atrás esperanzas, recuerdos, afectos. Siempre en busca del hogar definitivo. Siempre sola... hasta ahora. Por una vez en su vida, no partiría desde cero en el lugar al que llegara. Y en sus sueños, Jasperia aparecía como un hermoso lugar para vivir.
Pero que el semielfo sufriera por su causa... eso no podía perdonárselo a sí misma.
Por eso, mientras él se acercaba, su mirada alerta registraba cada gesto, cada expresión, cada movimiento que él hacía. El desayuno en la bandeja era un hermoso detalle, sin duda alguna. Pero eso no era lo más importante para ella.
Lo más importante era lo que leía en la postura de sus hombros y su cabeza, en el brillo de esos desiguales ojos azules que tanto la fascinaban, en aquella amplia sonrisa que le brindaba al sentarse a su lado. Serenidad y genuina alegría.
Percibir que su amado superaba el dolor y la nostalgia era un bálsamo para su alma atormentada. Si él podía ser feliz en ese exilio que se habían impuesto, que ella le había impuesto, entonces ella podía permitirse intentar ser feliz a su vez.
La sonrisa que iluminaba el rostro de su amado bañó de luz su corazón y la suavidad de su beso ahuyentó el temor, la culpa y la pena. Correspondió con ternura y, al separarse, le sonrió acariciando su rostro y sus cabellos.
- Ese desayuno se ve delicioso, amor. Soy una mujer afortunada. Ninguna otra en el barco tiene un acompañante tan guapo y tan gentil como yo.
Había hablado con tono ligero y risueño, pero por un momento su expresión se volvió grave, pensativa.
- Te amo, Akira - dijo, mirándolo a los ojos - No lo olvides nunca. Te amo, aunque a veces sufras por mi causa.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Tras una nueva luna de ensueño
Que Akira se sonrojara cada vez que Lis le decía cosas de ese tipo era costumbre. Prácticamente tradición.
Como que raramente se levantara primero de la cama, nunca si ambos estaban despiertos, pues le encantaba ver a su amada prepararse para el resto del día. O luchar cada noche contra el cansancio, sólo para ver cómo se quedaba dormida entre sus brazos… como si con eso pudiera velar sus sueños durante el resto de la noche.
Dormir del lado derecho de la cama, jugar con su trenza cuando quería pedirle algo, recibirla con una flor de hielo cada vez que volvía de algún sitio, proponerse que no se derritiera mientras hacían el amor, y luego dejarla caer en el más absoluto olvido cuando lo hacían…
Desayunar juntos cada mañana, sin importar qué.
Pequeños detalles que se habían convertido en rutina, pero que no por eso habían perdido su significado, su motivo.
-Una mujer hermosa, eso es lo que eres. -Le dijo mientras inclinaba la cabeza, correspondiendo a sus caricias.
“Sufrir por tu causa… ¿tan mal actor fui?”
Miró a un costado, hacia alguna parte cercana a la bandeja de desayuno, con una sonrisa pensativa en el rostro. No es que hubiera sufrido propiamente dicho…
“Bueno, algo”
…pero tampoco era tan importante. La añoranza es inevitable, y Cascadas era el único hogar que había conocido…
“Y allí viven tus únicos amigos”
…pero había cosas más importantes, o al menos había cosas que a él le importaban más.
“Si no fuera así, me habría quedado”
Podía decirle muchas cosas. Y mientras levantaba la vista desde ese punto perdido por entre las sábanas de vuelta a su rostro, se le pasaron varias por la cabeza. No que no le importaba, que el hogar era allí donde estuviera ella, que la seguridad y la tranquilidad eran puntos a favor, que siempre podían hacer nuevos amigos…
“¿Qué estarán haciendo?”
…que quizá la última vez que los habían visto no fuera la última, que el destino podía cruzarlos de nuevo.
Que nada de eso le importaba, porque estaba con ella.
Pero… ¿para qué ahondar en un tema tan doloroso?
-No… seas… tonta -le dijo con una sonrisa pícara, acompañando cada palabra con un golpecito del índice en la nariz de la semihada.
Y dando el tema por olvidado, tomó una de las galletas y se la ofreció a Lis.
-Di “ah” -le pidió en tono juguetón, acercando la galleta a su boca.
Como que raramente se levantara primero de la cama, nunca si ambos estaban despiertos, pues le encantaba ver a su amada prepararse para el resto del día. O luchar cada noche contra el cansancio, sólo para ver cómo se quedaba dormida entre sus brazos… como si con eso pudiera velar sus sueños durante el resto de la noche.
Dormir del lado derecho de la cama, jugar con su trenza cuando quería pedirle algo, recibirla con una flor de hielo cada vez que volvía de algún sitio, proponerse que no se derritiera mientras hacían el amor, y luego dejarla caer en el más absoluto olvido cuando lo hacían…
Desayunar juntos cada mañana, sin importar qué.
Pequeños detalles que se habían convertido en rutina, pero que no por eso habían perdido su significado, su motivo.
-Una mujer hermosa, eso es lo que eres. -Le dijo mientras inclinaba la cabeza, correspondiendo a sus caricias.
“Sufrir por tu causa… ¿tan mal actor fui?”
Miró a un costado, hacia alguna parte cercana a la bandeja de desayuno, con una sonrisa pensativa en el rostro. No es que hubiera sufrido propiamente dicho…
“Bueno, algo”
…pero tampoco era tan importante. La añoranza es inevitable, y Cascadas era el único hogar que había conocido…
“Y allí viven tus únicos amigos”
…pero había cosas más importantes, o al menos había cosas que a él le importaban más.
“Si no fuera así, me habría quedado”
Podía decirle muchas cosas. Y mientras levantaba la vista desde ese punto perdido por entre las sábanas de vuelta a su rostro, se le pasaron varias por la cabeza. No que no le importaba, que el hogar era allí donde estuviera ella, que la seguridad y la tranquilidad eran puntos a favor, que siempre podían hacer nuevos amigos…
“¿Qué estarán haciendo?”
…que quizá la última vez que los habían visto no fuera la última, que el destino podía cruzarlos de nuevo.
Que nada de eso le importaba, porque estaba con ella.
Pero… ¿para qué ahondar en un tema tan doloroso?
-No… seas… tonta -le dijo con una sonrisa pícara, acompañando cada palabra con un golpecito del índice en la nariz de la semihada.
Y dando el tema por olvidado, tomó una de las galletas y se la ofreció a Lis.
-Di “ah” -le pidió en tono juguetón, acercando la galleta a su boca.
Miterian- Cantidad de envíos : 128
Re: Tras una nueva luna de ensueño
Cuando él apartó la mirada, su corazón dio un vuelco. Ilógicamente, había esperado que él negara lo que ella sabía tan bien que era cierto: el dolor que había sentido al dejar su hogar, la añoranza por sus amigos. Pero esa cabeza vuelta, esos ojos clavados en algún punto de las sábanas, eran la confirmación de su culpa.
El tiempo que Akira permaneció así se le hizo infinito. Esperaba, y temía, que el mudo reproche que para ella significaba que hubiera dejado de mirarla se convirtiera en un reproche hablado. Nunca antes le había hecho alguno, pero nunca antes le había causado tanto daño.
¡Qué tonta había sido! ¡Qué cobarde! Por no ser capaz de superar sus temores, tal vez iba a perder al hombre que amaba. Quizás no fuera tarde aún; no estaban obligados a ir a Jasperia. Podían desembarcar en el próximo puerto y regresar a Cascadas.
Un ligero escalofrío recorrió su cuerpo al pensar en eso, pero se esforzó por dominarlo. Como se esforzaría cada día en dominar sus miedos cuando hubieran vuelto. Akira merecía que ella hiciera ese esfuerzo.
Sumergida en tales pensamientos, la reacción del semielfo la tomó completamente por sorpresa. "¿No seas tonta?" Entonces, ¿no había sufrido realmente? ¿O no le importaba ese sufrimiento? ¿O sólo quería tranquilizarla y hacer que se sintiera bien? Si, debía ser lo último; no podía engañarse.
- Ah- de forma automática, abrió la boca ante su pedido y mordió la galleta que había acercado a su boca.
Era un hombre maravilloso; encontrarlo era mejor que le había pasado en la vida. Mirando su pícara sonrisa, oyendo su tono juguetón, anheló dejarse llevar por el juego... pero todavía sentía demasiada culpa. Aunque él no se lo reprochara, sabía que le había hecho daño y tenía que repararlo; no estaría tranquila hasta que le dijera lo que había pensado..
Tras comer la galleta, le sonrió y tomó su rostro entre sus manos, para evitar que apartara la vista de nuevo.
- Mi amor, si tú no quieres, no tenemos que ir a Jasperia. Podemos volver a Cascadas; estaré bien si estoy contigo.
El tiempo que Akira permaneció así se le hizo infinito. Esperaba, y temía, que el mudo reproche que para ella significaba que hubiera dejado de mirarla se convirtiera en un reproche hablado. Nunca antes le había hecho alguno, pero nunca antes le había causado tanto daño.
¡Qué tonta había sido! ¡Qué cobarde! Por no ser capaz de superar sus temores, tal vez iba a perder al hombre que amaba. Quizás no fuera tarde aún; no estaban obligados a ir a Jasperia. Podían desembarcar en el próximo puerto y regresar a Cascadas.
Un ligero escalofrío recorrió su cuerpo al pensar en eso, pero se esforzó por dominarlo. Como se esforzaría cada día en dominar sus miedos cuando hubieran vuelto. Akira merecía que ella hiciera ese esfuerzo.
Sumergida en tales pensamientos, la reacción del semielfo la tomó completamente por sorpresa. "¿No seas tonta?" Entonces, ¿no había sufrido realmente? ¿O no le importaba ese sufrimiento? ¿O sólo quería tranquilizarla y hacer que se sintiera bien? Si, debía ser lo último; no podía engañarse.
- Ah- de forma automática, abrió la boca ante su pedido y mordió la galleta que había acercado a su boca.
Era un hombre maravilloso; encontrarlo era mejor que le había pasado en la vida. Mirando su pícara sonrisa, oyendo su tono juguetón, anheló dejarse llevar por el juego... pero todavía sentía demasiada culpa. Aunque él no se lo reprochara, sabía que le había hecho daño y tenía que repararlo; no estaría tranquila hasta que le dijera lo que había pensado..
Tras comer la galleta, le sonrió y tomó su rostro entre sus manos, para evitar que apartara la vista de nuevo.
- Mi amor, si tú no quieres, no tenemos que ir a Jasperia. Podemos volver a Cascadas; estaré bien si estoy contigo.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Tras una nueva luna de ensueño
Sonrió con naturalidad cuando Lis aceptó su galleta, sencillamente feliz de que su amada le siguiera el juego. Que tierna era ella, tan dulce y juguetona… a veces. En otros momentos, como cuando preparaba sus…
“¿…brebajes? ¿Pociones? Nunca me quedó claro…”
…su rostro se quedaba serio, totalmente concentrada en lo que hacía. Igual que cuando cuidaba a sus pacientes. Se veía tan bonita así… parecía ser dos personas, tan distintas como hermosas. Lis tenía un rostro muy expresivo, y eso la hacía muy cambiante…
“Supongo que cuando entreno no tengo esta cara, debe ser normal. Pero aun así…”
Llevó una mano al rostro de la semihada, como si quisiera comprobar que realmente fuera la misma mujer que cuidaba tan concentradamente de su pequeño jardín de hierbas, justo cuando Lis hacía lo mismo con él.
“¿Volver?”
La mano que había levantado se detuvo un instante y cambió de dirección, ahora hacia la de ella. Hizo lo mismo con la mano libre, tomando las de Lis entre las suyas y retirándolas un poco de su rostro. Le sonrió con sencillez, y le dedicó un beso a cada una de las manos de su amada antes de hablar.
-Mi cielo… -le sonrió un poco más, conmovido por la propuesta de Lis, conmovido por el sacrificio que ella estaba dispuesta a hacer por él -No me interesa vivir en un lugar en el cual no podamos salir a la calle sin saber si vamos a volver con vida, donde algo tan simple como ir a buscar una flor al bosque implique una lucha a muerte contra un demonio, donde salir al mercado signifique ver dragones peleando con vampiros que caminan libremente en pleno mediodía… -Soltó una queda risita, pero siguió mirándola a los ojos como si deseara dejar en claro que lo que decía era verdad. -Quiero paz, tranquilidad, seguridad… para ambos.
Bajó las manos de Lis hasta su regazo, se inclinó un poco y le dio un fugaz beso en los labios, antes de soltarla y acercarle una taza de té.
-No te preocupes más por Cascadas. Es hora de empezar de nuevo… -le guiñó el ojo y levantó su taza. -¿De qué podré trabajar en Jasperia?
“¿…brebajes? ¿Pociones? Nunca me quedó claro…”
…su rostro se quedaba serio, totalmente concentrada en lo que hacía. Igual que cuando cuidaba a sus pacientes. Se veía tan bonita así… parecía ser dos personas, tan distintas como hermosas. Lis tenía un rostro muy expresivo, y eso la hacía muy cambiante…
“Supongo que cuando entreno no tengo esta cara, debe ser normal. Pero aun así…”
Llevó una mano al rostro de la semihada, como si quisiera comprobar que realmente fuera la misma mujer que cuidaba tan concentradamente de su pequeño jardín de hierbas, justo cuando Lis hacía lo mismo con él.
“¿Volver?”
La mano que había levantado se detuvo un instante y cambió de dirección, ahora hacia la de ella. Hizo lo mismo con la mano libre, tomando las de Lis entre las suyas y retirándolas un poco de su rostro. Le sonrió con sencillez, y le dedicó un beso a cada una de las manos de su amada antes de hablar.
-Mi cielo… -le sonrió un poco más, conmovido por la propuesta de Lis, conmovido por el sacrificio que ella estaba dispuesta a hacer por él -No me interesa vivir en un lugar en el cual no podamos salir a la calle sin saber si vamos a volver con vida, donde algo tan simple como ir a buscar una flor al bosque implique una lucha a muerte contra un demonio, donde salir al mercado signifique ver dragones peleando con vampiros que caminan libremente en pleno mediodía… -Soltó una queda risita, pero siguió mirándola a los ojos como si deseara dejar en claro que lo que decía era verdad. -Quiero paz, tranquilidad, seguridad… para ambos.
Bajó las manos de Lis hasta su regazo, se inclinó un poco y le dio un fugaz beso en los labios, antes de soltarla y acercarle una taza de té.
-No te preocupes más por Cascadas. Es hora de empezar de nuevo… -le guiñó el ojo y levantó su taza. -¿De qué podré trabajar en Jasperia?
Miterian- Cantidad de envíos : 128
Re: Tras una nueva luna de ensueño
Cada beso en sus manos entibió su corazón; cada palabra fue un bálsamo que mitigó el tormento de su alma.
Se había sentido culpable casi desde el momento en que habían dejado Cascadas. Los remordimientos la habían acosado día y noche, impidiéndola disfrutar del viaje, evitando que pudiera siquiera pensar en la nueva vida que les aguardaba, socavando su cuerpo y espíritu. Y ahora…
… ahora, perdida en los desiguales ojos azules del semielfo, se sentía inesperadamente liberada de una agobiante carga. Él sí quería ir a Jasperia… no era un sacrificio… no tendrían que volver para que fuera feliz…
Sentía ganas de llorar y reír al mismo tiempo, pero no hizo nada de eso. Sólo se quedó mirándolo con sus ojos, más claros que nunca, brillando como estrellas. No se movió cuando él depositó un breve beso en sus labios ni dijo nada cuando tomó la taza de té que él le acercaba. Sumida en una suerte de trance, parecía que ni siquiera había escuchado lo que le decía.
Cuando él levantó su taza, ella dejó a un lado la suya y, colándose entre sus brazos, cubrió con una lluvia de besos su rostro.
- Te amo, te amo, te amo, te amo… - salmodió con voz tan dulce como apasionada.
Nunca serían demasiadas las veces que se lo dijera, jamás podría demostrárselo lo suficiente.
Pasado el amoroso arrebato, se apartó recatadamente y, volviendo a tomar su taza, lo miró con aire travieso.
- ¿En qué podrías trabajar en Jasperia? Seguro que muchas encopetadas damas morirían por tener un escolta tan apuesto y galante como tú… pero eso sería sobre mi cadáver.
Bromeaba, pero la idea de hacer planes para una nueva vida, vida que no comenzaría sola, la llenaba de una dulce emoción. Ella seguiría trabajando en lo suyo, sanando enfermos, como siempre había hecho; amaba esa labor. Pero, ¿en qué podría trabajar Akira? Seguramente en Jasperia habría viveros; era un trabajo digno y honrado, pero de alguna manera siempre había sentido que no era bastante para él.
Agitó el té con la cucharita, pensando y de pronto, la idea vino a su cabeza.
- ¡Mi amor! – exclamó con voz vibrante – Podrías abrir una escuela de karate. Imagina, podríamos buscar una casa en la que tú tuvieras la escuela (se llama, dojo, ¿verdad?) y yo un lugar para atender a mis pacientes. Una casa con un jardín donde yo pudiera cultivar mis hierbas y flores, muchas flores.
Su voz se había vuelto soñadora. Desde que dejara el hogar paterno nunca había vivido en una verdadera casa.
Se había sentido culpable casi desde el momento en que habían dejado Cascadas. Los remordimientos la habían acosado día y noche, impidiéndola disfrutar del viaje, evitando que pudiera siquiera pensar en la nueva vida que les aguardaba, socavando su cuerpo y espíritu. Y ahora…
… ahora, perdida en los desiguales ojos azules del semielfo, se sentía inesperadamente liberada de una agobiante carga. Él sí quería ir a Jasperia… no era un sacrificio… no tendrían que volver para que fuera feliz…
Sentía ganas de llorar y reír al mismo tiempo, pero no hizo nada de eso. Sólo se quedó mirándolo con sus ojos, más claros que nunca, brillando como estrellas. No se movió cuando él depositó un breve beso en sus labios ni dijo nada cuando tomó la taza de té que él le acercaba. Sumida en una suerte de trance, parecía que ni siquiera había escuchado lo que le decía.
Cuando él levantó su taza, ella dejó a un lado la suya y, colándose entre sus brazos, cubrió con una lluvia de besos su rostro.
- Te amo, te amo, te amo, te amo… - salmodió con voz tan dulce como apasionada.
Nunca serían demasiadas las veces que se lo dijera, jamás podría demostrárselo lo suficiente.
Pasado el amoroso arrebato, se apartó recatadamente y, volviendo a tomar su taza, lo miró con aire travieso.
- ¿En qué podrías trabajar en Jasperia? Seguro que muchas encopetadas damas morirían por tener un escolta tan apuesto y galante como tú… pero eso sería sobre mi cadáver.
Bromeaba, pero la idea de hacer planes para una nueva vida, vida que no comenzaría sola, la llenaba de una dulce emoción. Ella seguiría trabajando en lo suyo, sanando enfermos, como siempre había hecho; amaba esa labor. Pero, ¿en qué podría trabajar Akira? Seguramente en Jasperia habría viveros; era un trabajo digno y honrado, pero de alguna manera siempre había sentido que no era bastante para él.
Agitó el té con la cucharita, pensando y de pronto, la idea vino a su cabeza.
- ¡Mi amor! – exclamó con voz vibrante – Podrías abrir una escuela de karate. Imagina, podríamos buscar una casa en la que tú tuvieras la escuela (se llama, dojo, ¿verdad?) y yo un lugar para atender a mis pacientes. Una casa con un jardín donde yo pudiera cultivar mis hierbas y flores, muchas flores.
Su voz se había vuelto soñadora. Desde que dejara el hogar paterno nunca había vivido en una verdadera casa.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Tras una nueva luna de ensueño
Cuando Lis se arrojó sobre él, el poco control que le quedaba sobre el agua apenas le alcanzó para evitar que su té se volcara. Se sonrojó hasta sus puntiagudas orejas, como si de nuevo estuvieran en el lago congelado donde se conocieron… por más tiempo que pasara, no creía que pudiera dejar de sonrojarse nunca ante los arrebatos de su amada.
-Vaya, ¿qué vas a hacer cuando te…
“…pida que te cases conmigo?”
“¡Cállate, cállate, CÁLLATE!”
-…prepare una cena romántica? -la voz se le quebró un poco, el sueño casi le hace decir algo antes de tiempo. Pero la postura en la que Lis lo había dejado, medio inclinado hacia atrás con las piernas cruzadas, un brazo en torno a la cintura de la semihada y el otro retorcido en una maniobra apuntada a mantener el té dentro de la taza, ayudaban a que el desliz se viera como algo lógico.
No, había tiempo para aquello. Había algo que tenía que hacer antes…
“Hay varias cosas que tienes que hacer antes”
Se enderezó aun sonrojado, en parte extrañando la cercanía de Lis, en parte aliviado de dejar aquella incómoda (y francamente ridícula) postura. El té seguía en su taza, pero de alguna forma se las había ingeniado para congelarlo… mientras sonreía divertido por lo tenaz de los celos de su amada, se concentró en volverlo a calentar.
-¿Guardaespaldas de hombres acaudalados, entonces? -preguntó en tono sumiso, siguiendo la broma mientras hacía que su té volviera a ser bebible.
No se planteó en ningún momento lo que Lis haría al llegar a Jasperia. Asumió que seguiría trabajando de curandera, ella amaba ese trabajo y se le daba excepcionalmente bien… y aunque en su antiguo hogar hubiera tenido que usar sus talentos en situaciones complicadas (Por no decir “mortalmente peligrosas” ), Akira sabía que la gente enfermaba y se lastimaba en todas partes.
-¡Dime! -respondió en el mismo tono, fingiendo un exagerado sobresalto.
…
“…”
-¿Una… -“Escuela de karate?”
Él… ¿enseñando? Buena parte de lo que dijo Lis después de eso se le perdió. Asintió levemente a la pregunta de la semihada, con sus desiguales ojos perdidos en algún punto detrás de los de ella.
Recordó la sensación de… ¿plenitud? que lo invadiera cuando tuvo el sueño sobre su pasado, allí en el jardín de hielo. En su momento lo asoció a descubrir una parte de su vida olvidada, pero ahora…
Él era el maestro. Sabía lo que hacía, y disfrutaba compartiendo su experiencia con sus alumnos. Se sentía… correcto. Encajaba.
Pero por otro lado, no era precisamente él quien estaba al frente de la clase…
“…sino el maestro Nakaari”
¿Cuánto de él había en su actual yo? La emoción que sentía en su pecho, la ansiedad de estar frente a una clase tan amplia como la que soñara, le decía que bastante.
¿Podría estar Akira a la altura de Miterian Nakaari? Tocaría averiguarlo…
-Sí, se llama “dojo”. -Despegó la vista de ese punto perdido en la nada detrás de Lis, y volvió a centrarla en sus ojos de hielo y plata. -Creo… que me gustaría. -Su té vibraba en la taza, aunque el pulso del semielfo era firme como el hielo. -De hecho, me encantaría…
Sonrió ampliamente, su mirada ahora soñadora. Sabía cómo llevar una clase, sabía cuáles eran las formalidades dentro de un dojo, cómo tomar exámenes… no lo recordaba, sencillamente lo sabía. Del mismo modo que sabía caminar, hablar y pelear.
-¿Me ves llevando una clase, cielo? ¿Tu participarías? -Sonrió un poco más, y se inclinó para besarla con emoción. Sabía la respuesta a la segunda pregunta, y tenía una idea de lo que diría sobre la primera… pero no pudo evitar ninguna de las dos. -Nunca se me hubiese ocurrido… gracias por eso, mi cielo…
-Vaya, ¿qué vas a hacer cuando te…
“…pida que te cases conmigo?”
“¡Cállate, cállate, CÁLLATE!”
-…prepare una cena romántica? -la voz se le quebró un poco, el sueño casi le hace decir algo antes de tiempo. Pero la postura en la que Lis lo había dejado, medio inclinado hacia atrás con las piernas cruzadas, un brazo en torno a la cintura de la semihada y el otro retorcido en una maniobra apuntada a mantener el té dentro de la taza, ayudaban a que el desliz se viera como algo lógico.
No, había tiempo para aquello. Había algo que tenía que hacer antes…
“Hay varias cosas que tienes que hacer antes”
Se enderezó aun sonrojado, en parte extrañando la cercanía de Lis, en parte aliviado de dejar aquella incómoda (y francamente ridícula) postura. El té seguía en su taza, pero de alguna forma se las había ingeniado para congelarlo… mientras sonreía divertido por lo tenaz de los celos de su amada, se concentró en volverlo a calentar.
-¿Guardaespaldas de hombres acaudalados, entonces? -preguntó en tono sumiso, siguiendo la broma mientras hacía que su té volviera a ser bebible.
No se planteó en ningún momento lo que Lis haría al llegar a Jasperia. Asumió que seguiría trabajando de curandera, ella amaba ese trabajo y se le daba excepcionalmente bien… y aunque en su antiguo hogar hubiera tenido que usar sus talentos en situaciones complicadas (Por no decir “mortalmente peligrosas” ), Akira sabía que la gente enfermaba y se lastimaba en todas partes.
-¡Dime! -respondió en el mismo tono, fingiendo un exagerado sobresalto.
…
“…”
-¿Una… -“Escuela de karate?”
Él… ¿enseñando? Buena parte de lo que dijo Lis después de eso se le perdió. Asintió levemente a la pregunta de la semihada, con sus desiguales ojos perdidos en algún punto detrás de los de ella.
Recordó la sensación de… ¿plenitud? que lo invadiera cuando tuvo el sueño sobre su pasado, allí en el jardín de hielo. En su momento lo asoció a descubrir una parte de su vida olvidada, pero ahora…
Él era el maestro. Sabía lo que hacía, y disfrutaba compartiendo su experiencia con sus alumnos. Se sentía… correcto. Encajaba.
Pero por otro lado, no era precisamente él quien estaba al frente de la clase…
“…sino el maestro Nakaari”
¿Cuánto de él había en su actual yo? La emoción que sentía en su pecho, la ansiedad de estar frente a una clase tan amplia como la que soñara, le decía que bastante.
¿Podría estar Akira a la altura de Miterian Nakaari? Tocaría averiguarlo…
-Sí, se llama “dojo”. -Despegó la vista de ese punto perdido en la nada detrás de Lis, y volvió a centrarla en sus ojos de hielo y plata. -Creo… que me gustaría. -Su té vibraba en la taza, aunque el pulso del semielfo era firme como el hielo. -De hecho, me encantaría…
Sonrió ampliamente, su mirada ahora soñadora. Sabía cómo llevar una clase, sabía cuáles eran las formalidades dentro de un dojo, cómo tomar exámenes… no lo recordaba, sencillamente lo sabía. Del mismo modo que sabía caminar, hablar y pelear.
-¿Me ves llevando una clase, cielo? ¿Tu participarías? -Sonrió un poco más, y se inclinó para besarla con emoción. Sabía la respuesta a la segunda pregunta, y tenía una idea de lo que diría sobre la primera… pero no pudo evitar ninguna de las dos. -Nunca se me hubiese ocurrido… gracias por eso, mi cielo…
Miterian- Cantidad de envíos : 128
Re: Tras una nueva luna de ensueño
No dijo nada mientras él reflexionaba/ soñaba antes de contestar a su sugerencia. Se limitó a contemplarlo a su gusto, como hacía demasiado tiempo que no lo hacía, recreando su vista en las vigorosas y elegantes líneas de su cuerpo, en su cabellera azabache, en sus disímiles ojos azules, en sus puntiagudas orejas. Sonrió con ternura y picardía al recodar lo ruborizado que se había puesto ante sus elogios y ante su arrebato. Le encantaba que continuara siendo tan tímido pese a la intimidad que compartían, que fuera tan dulce a pesar de su innegable fuerza. Lo amaba, lo deseaba, lo admiraba. No quería siquiera imaginar una vida de la cual él no formara parte.
Sacudió la cabeza, exasperada consigo misma. No debía dejarse llevar por pensamientos agoreros. Cascadas y la oscuridad, habían quedado atrás muy lejos; ahora sólo cabía pensar en el futuro, hacer planes, soñar…
Soñar… dormir. Ahogó un bostezo, estaba muy cansada. Se sentía como si hubiera llevado una pesadísima carga a cuestas, de la cual alguien la hubiera aligerado de pronto, dejándola libre, pero exhausta. Sin embargo, no quería hacerle caso a su cuerpo, que reclamaba descanso. Hacía mucho que no se sentía tan animada y, además no quería dejar de compartir ni un momento con Akira, ahora que sus temores y su culpa se habían disipado. Ya descansaría luego, el día era muy joven aún.
La voz de Akira regresando desde su nebulosa la sacó del ensimismamiento en que se había sumergido y sus palabras le confirmaron lo acertado de su propuesta.
¿Qué si lo veía llevando una clase? Por supuesto, ¡claro que sí! De hecho, lo había visto ya, en aquel sueño compartido que tuvieran el jardín de hielo que él creara para ella. Él había nacido para eso, no cabía duda. Recordaba con claridad su aplomo, su prestancia, la serena autoridad que emanaba de él al dictar su lección. ¿Si participaría de ella? ¿Por qué no? No le gustaba pelear, nunca había querido aprender a usar armas, pero aprender no tenía porque convertirla en una combatiente y sería otra manera de formar parte de su vida.
Apenas alcanzó a hacer un gesto de asentimiento con la cabeza antes de que él la besara. Correspondió al beso con la misma emoción con que se lo habían dado y sonrió ante su agradecimiento.
- Tú estás hecho para ser maestro, mi amor. En ese sueño que tuvimos yo era tu alumno y me sentía honrado y orgulloso de serlo. Y volveré a estarlo de ser tu alumna como yo misma.
Sería una experiencia novedosa, jamás se había interesado particularmente por los deportes y las actividades físicas, pero nunca era tarde para empezar y menos teniéndolo a él como guía. Lo miró con una chispita traviesa bailando en sus ojos.
- ¡Hagamos un trato! Tú me enseñas a golpear apropiadamente a las personas y yo te enseño a suturarlas, ¿qué te parece? – le sonrió con coquetería - ¿Crees que la ropa de entrenamiento me siente bien?.
Sacudió la cabeza, exasperada consigo misma. No debía dejarse llevar por pensamientos agoreros. Cascadas y la oscuridad, habían quedado atrás muy lejos; ahora sólo cabía pensar en el futuro, hacer planes, soñar…
Soñar… dormir. Ahogó un bostezo, estaba muy cansada. Se sentía como si hubiera llevado una pesadísima carga a cuestas, de la cual alguien la hubiera aligerado de pronto, dejándola libre, pero exhausta. Sin embargo, no quería hacerle caso a su cuerpo, que reclamaba descanso. Hacía mucho que no se sentía tan animada y, además no quería dejar de compartir ni un momento con Akira, ahora que sus temores y su culpa se habían disipado. Ya descansaría luego, el día era muy joven aún.
La voz de Akira regresando desde su nebulosa la sacó del ensimismamiento en que se había sumergido y sus palabras le confirmaron lo acertado de su propuesta.
¿Qué si lo veía llevando una clase? Por supuesto, ¡claro que sí! De hecho, lo había visto ya, en aquel sueño compartido que tuvieran el jardín de hielo que él creara para ella. Él había nacido para eso, no cabía duda. Recordaba con claridad su aplomo, su prestancia, la serena autoridad que emanaba de él al dictar su lección. ¿Si participaría de ella? ¿Por qué no? No le gustaba pelear, nunca había querido aprender a usar armas, pero aprender no tenía porque convertirla en una combatiente y sería otra manera de formar parte de su vida.
Apenas alcanzó a hacer un gesto de asentimiento con la cabeza antes de que él la besara. Correspondió al beso con la misma emoción con que se lo habían dado y sonrió ante su agradecimiento.
- Tú estás hecho para ser maestro, mi amor. En ese sueño que tuvimos yo era tu alumno y me sentía honrado y orgulloso de serlo. Y volveré a estarlo de ser tu alumna como yo misma.
Sería una experiencia novedosa, jamás se había interesado particularmente por los deportes y las actividades físicas, pero nunca era tarde para empezar y menos teniéndolo a él como guía. Lo miró con una chispita traviesa bailando en sus ojos.
- ¡Hagamos un trato! Tú me enseñas a golpear apropiadamente a las personas y yo te enseño a suturarlas, ¿qué te parece? – le sonrió con coquetería - ¿Crees que la ropa de entrenamiento me siente bien?.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Tras una nueva luna de ensueño
El semielfo sintió un ligero escalofrío bajándole por la espalda al escuchar a Lis referirse a sí misma en masculino. El sueño compartido había sido extraño en muchos sentidos, pero Akira nunca se había detenido a pensar en ese aspecto en particular, el de la semihada personificando un hombre.
“¿Había mujeres en aquel entrenamiento?”
No, pero tampoco habían soñado un entrenamiento normal. Y además, ¿qué importaba? Ahora las habría, su amada participaría de las clases…
Lis… en su clase…
“Pero… ¿no lo dijiste en broma?”
“No… bueno, si… algo así…”
Lo había dicho esperando recibir un no como respuesta, pero no por eso deseándolo. Simplemente no se esperaba que a ella pudiera interesarle, era… inesperado.
-Tu… ¿vestida con karategi?
Se sonrojó, como tantas otras veces en el pasado, al escuchar esas palabras… Pero esta vez lo hizo por etapas. Primero, cuando la imaginó llevando el típico uniforme marcial mientras practicaba entre los demás alumnos, un leve tinte rosado cubrió sus mejillas.
Luego recordó que ni él ni ninguno de sus alumnos (de nuevo, se recordó a sí mismo que no había mujeres entre ellos) llevaban nada debajo de la camisa. El tono rosado ahora se movió a sus orejas, cediéndole a su rostro un avergonzado tono carmesí.
Y por último, al mirarla a los ojos, la imaginó con esa ropa tan sencilla en la intimidad…
Su té, después de haberse enfriado, calentado, congelado y calentado de nuevo, hirvió en la taza, volviéndose definitivamente intomable. Lo dejó con algo de torpeza en la bandeja, desviando la mirada totalmente avergonzado por aquella imagen mental tan…
“Tan…”
-Yo… ehh… si, suturar -tartamudeó con la vista clavada en la pequeña ventana del cuarto, intentando calmar los acelerados latidos de su corazón que parecía querer mandar toda la sangre de su cuerpo hacia su rostro. -S-si, es un buen trato…¿q-quieres que subamos a cubierta?
Mejor salir a tomar aire. Si a Lis se le ocurría soñar para sí misma aquella ropa…
“Si, no hay duda, de seguro te desmayarías”
“¿Había mujeres en aquel entrenamiento?”
No, pero tampoco habían soñado un entrenamiento normal. Y además, ¿qué importaba? Ahora las habría, su amada participaría de las clases…
Lis… en su clase…
“Pero… ¿no lo dijiste en broma?”
“No… bueno, si… algo así…”
Lo había dicho esperando recibir un no como respuesta, pero no por eso deseándolo. Simplemente no se esperaba que a ella pudiera interesarle, era… inesperado.
-Tu… ¿vestida con karategi?
Se sonrojó, como tantas otras veces en el pasado, al escuchar esas palabras… Pero esta vez lo hizo por etapas. Primero, cuando la imaginó llevando el típico uniforme marcial mientras practicaba entre los demás alumnos, un leve tinte rosado cubrió sus mejillas.
Luego recordó que ni él ni ninguno de sus alumnos (de nuevo, se recordó a sí mismo que no había mujeres entre ellos) llevaban nada debajo de la camisa. El tono rosado ahora se movió a sus orejas, cediéndole a su rostro un avergonzado tono carmesí.
Y por último, al mirarla a los ojos, la imaginó con esa ropa tan sencilla en la intimidad…
Su té, después de haberse enfriado, calentado, congelado y calentado de nuevo, hirvió en la taza, volviéndose definitivamente intomable. Lo dejó con algo de torpeza en la bandeja, desviando la mirada totalmente avergonzado por aquella imagen mental tan…
“Tan…”
-Yo… ehh… si, suturar -tartamudeó con la vista clavada en la pequeña ventana del cuarto, intentando calmar los acelerados latidos de su corazón que parecía querer mandar toda la sangre de su cuerpo hacia su rostro. -S-si, es un buen trato…¿q-quieres que subamos a cubierta?
Mejor salir a tomar aire. Si a Lis se le ocurría soñar para sí misma aquella ropa…
“Si, no hay duda, de seguro te desmayarías”
Miterian- Cantidad de envíos : 128
Re: Tras una nueva luna de ensueño
Observó con sorpresa el gradual enrojecimiento del rostro de su amado y la ebullición del té en la taza que tenía en su mano sin comprender qué había provocado dicha reacción. Bueno, ella si sabía que lo hacía reaccionar así cuando estaban juntos, pero en los últimos ¿10? minutos no había hecho nada que pudiera producir dicho efecto… sólo le había preguntado como se vería en ropa de entrenamiento.
Entonces recordó cómo llevaba el karategi el alumno que había encarnado en aquel sueño compartido y comprendió el curso de los pensamientos, y de la imaginación, del semielfo. De haberse sentido mejor, hubiera prolongado el juego soñando karategis para ambos y pidiéndole una primera demostración; estaba segura de que hubiera sido algo inolvidable. Pero estaba tan cansada… A ratos sentía que una extraña lasitud comenzaba a apoderarse de su cuerpo y sólo su determinación de disfrutar al máximo aquel día le permitía superarla.
La tartamudeante invitación a subir a cubierta le vino de maravillas; tomar aire le sentaría bien y la fortalecería.
- Será un placer subir a cubierta con un acompañante tan guapo, todas me envidiaran – contestó, besándolo ligeramente en los labios y tomándose de su brazo a continuación. Seguramente el rubor de Akira tardaría un poco más en pasar después de ese halago, pero se veía tan adorable así…
Una vez en cubierta, bien agarrada del brazo del semielfo ya que sentía las piernas algo débiles, respiró a pleno pulmón el vivificante aire marino. En lo que llevaban de viaje había dejado su camarote sólo en contadas oportunidades y en ninguna de ellas su tormento interior le había permitido disfrutar del paseo.
Pero ahora era distinto, se sentía serena y su ánimo superaba con mucho el cansancio que embargaba su cuerpo. Era ya la media mañana de un día verdaderamente espléndido. Un suave oleaje turquesa, que la brisa adornaba con ribetes de encaje blanco, mecía el barco y en el cielo, de un inmaculado color azul, el sol brillaba alegremente. Tanto, que la deslumbró haciéndola parpadear repetidamente.
- Espera un momento, amor – le pidió a Akira, soltándose de su brazo para sacar un sombrero de anchas alas de su pequeño bolso, el que se colocó acto seguido – Así está mejor.
Terminaba de sujetarlo para que no se lo llevara el viento cuando un repentino alboroto hacia la zona de la proa llamó su atención. Varias personas se habían congregado en ese sector y hacían ademanes indicando el agua, al tiempo que se oían sus voces llenas de excitación, si bien no se podían distinguir las palabras.
- ¿Qué pasará ahí? – se preguntó con curiosidad, volviendo a tomarse del brazo del semielfo y tirándolo suavemente en dirección al bullicio.
Entonces recordó cómo llevaba el karategi el alumno que había encarnado en aquel sueño compartido y comprendió el curso de los pensamientos, y de la imaginación, del semielfo. De haberse sentido mejor, hubiera prolongado el juego soñando karategis para ambos y pidiéndole una primera demostración; estaba segura de que hubiera sido algo inolvidable. Pero estaba tan cansada… A ratos sentía que una extraña lasitud comenzaba a apoderarse de su cuerpo y sólo su determinación de disfrutar al máximo aquel día le permitía superarla.
La tartamudeante invitación a subir a cubierta le vino de maravillas; tomar aire le sentaría bien y la fortalecería.
- Será un placer subir a cubierta con un acompañante tan guapo, todas me envidiaran – contestó, besándolo ligeramente en los labios y tomándose de su brazo a continuación. Seguramente el rubor de Akira tardaría un poco más en pasar después de ese halago, pero se veía tan adorable así…
Una vez en cubierta, bien agarrada del brazo del semielfo ya que sentía las piernas algo débiles, respiró a pleno pulmón el vivificante aire marino. En lo que llevaban de viaje había dejado su camarote sólo en contadas oportunidades y en ninguna de ellas su tormento interior le había permitido disfrutar del paseo.
Pero ahora era distinto, se sentía serena y su ánimo superaba con mucho el cansancio que embargaba su cuerpo. Era ya la media mañana de un día verdaderamente espléndido. Un suave oleaje turquesa, que la brisa adornaba con ribetes de encaje blanco, mecía el barco y en el cielo, de un inmaculado color azul, el sol brillaba alegremente. Tanto, que la deslumbró haciéndola parpadear repetidamente.
- Espera un momento, amor – le pidió a Akira, soltándose de su brazo para sacar un sombrero de anchas alas de su pequeño bolso, el que se colocó acto seguido – Así está mejor.
Terminaba de sujetarlo para que no se lo llevara el viento cuando un repentino alboroto hacia la zona de la proa llamó su atención. Varias personas se habían congregado en ese sector y hacían ademanes indicando el agua, al tiempo que se oían sus voces llenas de excitación, si bien no se podían distinguir las palabras.
- ¿Qué pasará ahí? – se preguntó con curiosidad, volviendo a tomarse del brazo del semielfo y tirándolo suavemente en dirección al bullicio.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Tras una nueva luna de ensueño
Aun sonrojado (harían falta varios minutos y bastante aire fresco para que recuperara su pálido habitual) le devolvió el beso a la semihada y le sonrió por el cumplido.
-No es a mí a quien van a estar mirando, cielo… -“Ni a ti, si saben lo que les conviene”
Un solo marinero había cometido el error de ver con ojos lascivos a su amada. Fue durante uno de los primeros días de viaje, y la pareja había salido de paseo por la cubierta. Un típico paseo de media tarde para matar el tiempo entre el almuerzo y la hora del té, nada del otro mundo… pero un marinero aburrido e imprudente cometió el error de “seguir” con la mirada a Lis luego de que hubieran pasado. Y hasta casi le silba.
Casi. Una mirada de los desiguales ojos de Akira, el iridiscente de un peligroso rojo sangre, alcanzó para silenciarlo. Y sólo por si acaso, aquella noche el marinero tuvo el dudoso placer de ver una ventisca… en su camarote.
Desde el ala de enfermos, un muy resfriado lobo de mar hizo correr la voz entre sus compañeros. A veces, es mejor ser diplomático.
Abochornado o no, pudo notar el cansancio de Lis. En principio no fue algo que le preocupara… se habían levantado temprano, él mismo aun no estaba del todo despierto. Pero luego se puso a pensar que, ya fuera por la habilidad de su amada de dormirse a voluntad…
“…no es que yo duerma mucho, pero no deja de ser algo envidiable…”
…o por su mala memoria…
“…no cualquiera olvida toda una vida…”
…lo cierto es que no recordaba haberla visto así nunca. Quizá el aire fresco le sentara bien, y si no buscaría la forma de acostarla.
“¿Acostarla?”
“¡No, así no!”
Aun quedaban varios días de viaje, no quería que enfermara allí. La cuidaría, lo quisiera ella o no… por algo dicen que los médicos son los peores pacientes.
Aprovechó que Lis tenía las manos ocupadas con su sombrero para darle un rápido beso en la nariz tras lo cual, al igual que ella, notó el movimiento de proa llamaron su atención.
-No lo sé -respondió a media voz, dejándose llevar por la semihada.
Sintió el típico pinchazo de adrenalina ante la posibilidad de que hubiera problemas… tuvo que recordarse de nuevo, como tantas otras veces, que ya no estaban en Cascadas y que no tenía que estar tan a la defensiva todo el tiempo. ¿Alguna vez superaría la paranoia que trabajar para la Resistencia le había inculcado?
Suspiró suavemente para limpiarse el pecho, y aceleró el paso.
-No es a mí a quien van a estar mirando, cielo… -“Ni a ti, si saben lo que les conviene”
Un solo marinero había cometido el error de ver con ojos lascivos a su amada. Fue durante uno de los primeros días de viaje, y la pareja había salido de paseo por la cubierta. Un típico paseo de media tarde para matar el tiempo entre el almuerzo y la hora del té, nada del otro mundo… pero un marinero aburrido e imprudente cometió el error de “seguir” con la mirada a Lis luego de que hubieran pasado. Y hasta casi le silba.
Casi. Una mirada de los desiguales ojos de Akira, el iridiscente de un peligroso rojo sangre, alcanzó para silenciarlo. Y sólo por si acaso, aquella noche el marinero tuvo el dudoso placer de ver una ventisca… en su camarote.
Desde el ala de enfermos, un muy resfriado lobo de mar hizo correr la voz entre sus compañeros. A veces, es mejor ser diplomático.
Abochornado o no, pudo notar el cansancio de Lis. En principio no fue algo que le preocupara… se habían levantado temprano, él mismo aun no estaba del todo despierto. Pero luego se puso a pensar que, ya fuera por la habilidad de su amada de dormirse a voluntad…
“…no es que yo duerma mucho, pero no deja de ser algo envidiable…”
…o por su mala memoria…
“…no cualquiera olvida toda una vida…”
…lo cierto es que no recordaba haberla visto así nunca. Quizá el aire fresco le sentara bien, y si no buscaría la forma de acostarla.
“¿Acostarla?”
“¡No, así no!”
Aun quedaban varios días de viaje, no quería que enfermara allí. La cuidaría, lo quisiera ella o no… por algo dicen que los médicos son los peores pacientes.
Aprovechó que Lis tenía las manos ocupadas con su sombrero para darle un rápido beso en la nariz tras lo cual, al igual que ella, notó el movimiento de proa llamaron su atención.
-No lo sé -respondió a media voz, dejándose llevar por la semihada.
Sintió el típico pinchazo de adrenalina ante la posibilidad de que hubiera problemas… tuvo que recordarse de nuevo, como tantas otras veces, que ya no estaban en Cascadas y que no tenía que estar tan a la defensiva todo el tiempo. ¿Alguna vez superaría la paranoia que trabajar para la Resistencia le había inculcado?
Suspiró suavemente para limpiarse el pecho, y aceleró el paso.
Miterian- Cantidad de envíos : 128
Re: Tras una nueva luna de ensueño
La proa se iba llenando de gente que, como ellos, había sido atraída por la algazara de quienes se encontraban en ese lugar en primera instancia. No había temor en las voces de quienes se habían reunido ahí, lo que había era sorpresa, maravilla, regocijo. Escuchando por doquier exclamaciones como ¡Mira, mira! ¡Qué maravilla! ¡Es fantástico!, lograron abrirse paso hasta la barandilla para ver que era lo que había suscitado tanta emoción.
Eran delfines.
Un gritito de sorpresa y alegría escapó de sus labios al verlos. Una manada de más de cien individuos, viajaba en esos momentos siguiendo la misma trayectoria que llevaba el barco, saltando rítmicamente y silbando. Ella había visto antes delfines, pero nunca tantos y jamás acompañando un barco como parecían hacerlo estos. Era algo prodigioso. Sonriente, con los ojos brillantes, se acomodó en la barandilla para observarlos a placer, olvidada de todo cansancio y de todo malestar, interrumpiendo su contemplación sólo para hacerle algún comentario al semielfo o señalarle algo.
Cuando por fin los imprevistos acompañantes se separaron de la nave para seguir su propia ruta en alta mar le pareció que sólo habían transcurrido unos minutos, pero lo cierto es que el sol ya hacía rato que había alcanzado su cenit e iniciado el camino de descenso por el firmamento. Suspirando, se volvió a mirar a Akira.
- Dicen que los delfines son símbolos de buena suerte – comentó – Siendo tantos los que vimos, tal vez indique que la buena suerte abundará para todos nosotros.
El grupo se disolvía rápidamente. La marcha de los delfines los había vuelto a la realidad y los estómagos de todos campeaban por sus respetos, dirigiendo sus pasos hacia el comedor de a bordo. Sin pensarlo mucho, se unieron a la corriente.
- ¿Qué crees que haya en el menú hoy día?
La cocina de a bordo había resultado ser sorprendentemente buena, pese a la persistente falta de apetito que experimentaba desde la salida de Cascadas había podido notarlo, lo cual no era muy común cuando se viajaba en un barco. En la mayoría de los casos, la comida era sólo aceptable.
La tranquilidad que le había proporcionado saber que Akira no sufría por su causa, el fresco aire marino y la emoción de ver a los delfines, se habían conjugado para hacer que su apetito renaciera. Por primera vez en mucho tiempo, sentía hambre. No se trataba de un hambre voraz y arrolladora; era un hambre pequeña, casi tímida, pero que le permitiría esta vez disfrutar de los alimentos y no obligarse a comer sólo para no preocupar a su amado.
Del brazo del semielfo llegó al comedor y buscó con la vista su mesa favorita, esperando que estuviera vacía.
Eran delfines.
Un gritito de sorpresa y alegría escapó de sus labios al verlos. Una manada de más de cien individuos, viajaba en esos momentos siguiendo la misma trayectoria que llevaba el barco, saltando rítmicamente y silbando. Ella había visto antes delfines, pero nunca tantos y jamás acompañando un barco como parecían hacerlo estos. Era algo prodigioso. Sonriente, con los ojos brillantes, se acomodó en la barandilla para observarlos a placer, olvidada de todo cansancio y de todo malestar, interrumpiendo su contemplación sólo para hacerle algún comentario al semielfo o señalarle algo.
Cuando por fin los imprevistos acompañantes se separaron de la nave para seguir su propia ruta en alta mar le pareció que sólo habían transcurrido unos minutos, pero lo cierto es que el sol ya hacía rato que había alcanzado su cenit e iniciado el camino de descenso por el firmamento. Suspirando, se volvió a mirar a Akira.
- Dicen que los delfines son símbolos de buena suerte – comentó – Siendo tantos los que vimos, tal vez indique que la buena suerte abundará para todos nosotros.
El grupo se disolvía rápidamente. La marcha de los delfines los había vuelto a la realidad y los estómagos de todos campeaban por sus respetos, dirigiendo sus pasos hacia el comedor de a bordo. Sin pensarlo mucho, se unieron a la corriente.
- ¿Qué crees que haya en el menú hoy día?
La cocina de a bordo había resultado ser sorprendentemente buena, pese a la persistente falta de apetito que experimentaba desde la salida de Cascadas había podido notarlo, lo cual no era muy común cuando se viajaba en un barco. En la mayoría de los casos, la comida era sólo aceptable.
La tranquilidad que le había proporcionado saber que Akira no sufría por su causa, el fresco aire marino y la emoción de ver a los delfines, se habían conjugado para hacer que su apetito renaciera. Por primera vez en mucho tiempo, sentía hambre. No se trataba de un hambre voraz y arrolladora; era un hambre pequeña, casi tímida, pero que le permitiría esta vez disfrutar de los alimentos y no obligarse a comer sólo para no preocupar a su amado.
Del brazo del semielfo llegó al comedor y buscó con la vista su mesa favorita, esperando que estuviera vacía.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Tras una nueva luna de ensueño
¡Delfines! Veinte… cuarenta y… setenta… muchos. Los suficientes como para rodear el barco y llevárselo a donde quisieran, quizá una pequeña isla perdida en algún lugar, muy lejos de… bueno, de todo.
No muy distinto al lugar a donde iban, asique no hacía tanta diferencia…
"Creo que necesito dormir"
-Para amuleto estás tú, cielo…
Él también había escuchado eso. Delfines guiando marineros perdidos y ayudando a los náufragos a llegar a la orilla más cercana. ¿Un delfín de plata no significaba lealtad, también?
"¿O era fidelidad?"
Podría conseguirle una cadena de plata a Lis con un dije en forma de delfín, para conmemorar el viaje… a ver si no se olvidaba al llegar a tierra firme. Aunque otro colgante alrededor de su cuello sería demasiado ostentoso, quizá se quitara la garra que le había dado hacía tanto, esa con la que se invocaba a Alunnros…
Quizá en el nuevo continente, ya no fuera necesario traerlo. Tal vez podría encontrar la forma de liberarlo de la garra y de su necesidad de exigir sangre para ser invocado. Podría ser libre…
"Estás divagando, ¿lo sabes?"
"No tanto"
"¿Qué acaba de decir Lis?"
-Ehh… ¿Menú? -noche, comida, cena -¡Ah! No lo sé, cuando pasé por la cocina aun era temprano… -"muy, muy temprano" -Es lo bueno de tener a una maga como cocinera, ¿no crees? Puede haber cualquier cosa en el menú.
La mesa de siempre, en el centro del salón y justo en frente de la pista de baile que separaba a los comensales del escenario donde la banda ambientaba las comidas con música suave, estaba libre y limpia.
Aun era temprano, el comedor apenas se iba llenando y la banda apenas se estaba preparando… como era una de las últimas noches del viaje, se estaban organizando bailes y fiestas todas las noches. Todo apuntaba a una velada tranquila, perfecta, de esas que le hacen dudar a uno que las cosas puedan ir tan bien.
Pero a veces, la suerte sonríe.
No muy distinto al lugar a donde iban, asique no hacía tanta diferencia…
"Creo que necesito dormir"
-Para amuleto estás tú, cielo…
Él también había escuchado eso. Delfines guiando marineros perdidos y ayudando a los náufragos a llegar a la orilla más cercana. ¿Un delfín de plata no significaba lealtad, también?
"¿O era fidelidad?"
Podría conseguirle una cadena de plata a Lis con un dije en forma de delfín, para conmemorar el viaje… a ver si no se olvidaba al llegar a tierra firme. Aunque otro colgante alrededor de su cuello sería demasiado ostentoso, quizá se quitara la garra que le había dado hacía tanto, esa con la que se invocaba a Alunnros…
Quizá en el nuevo continente, ya no fuera necesario traerlo. Tal vez podría encontrar la forma de liberarlo de la garra y de su necesidad de exigir sangre para ser invocado. Podría ser libre…
"Estás divagando, ¿lo sabes?"
"No tanto"
"¿Qué acaba de decir Lis?"
-Ehh… ¿Menú? -noche, comida, cena -¡Ah! No lo sé, cuando pasé por la cocina aun era temprano… -"muy, muy temprano" -Es lo bueno de tener a una maga como cocinera, ¿no crees? Puede haber cualquier cosa en el menú.
La mesa de siempre, en el centro del salón y justo en frente de la pista de baile que separaba a los comensales del escenario donde la banda ambientaba las comidas con música suave, estaba libre y limpia.
Aun era temprano, el comedor apenas se iba llenando y la banda apenas se estaba preparando… como era una de las últimas noches del viaje, se estaban organizando bailes y fiestas todas las noches. Todo apuntaba a una velada tranquila, perfecta, de esas que le hacen dudar a uno que las cosas puedan ir tan bien.
Pero a veces, la suerte sonríe.
Miterian- Cantidad de envíos : 128
Re: Tras una nueva luna de ensueño
Complacida, observó que su mesa estaba vacía y se dirigió a ella con paso vivo, para evitar que alguien se les adelantara. Le gustaba que estuviera en el centro del salón y pudiera ver desde ahí todo lo que sucedía alrededor; había gente muy interesante entre los pasajeros y verlos interactuar e imaginar desde donde venían, hacía donde iban y por qué, se había convertido en una fuente de distracción para ella, a la que recurría cuando los pensamientos tristes amenazaban con desbordarla.
Estaba, por ejemplo, aquella familia enana, quince individuos desde el abuelo de barbas blancas al nene que aún no andaba, que ocupaba siempre tres mesas y que atronaba el aire con el ruido de sus risas y conversaciones. Y aquella chica de cabellos negros y rizados, vestida con velos, que viajaba junto a ese hombre de piel negra y rojo turbante. Una anciana, alta e imponente, acompañada siempre por una iguana atada con una cadena de plata, ocupaba siempre la misma mesa del rincón, en las mañanas y al mediodía, mientras que por las noches, su ocupante era siempre un elfo oscuro, que viajaba solo y no se relacionaba con los demás pasajeros. Por cierto, también estaba aquel joven de rasgados ojos ambarinos, extraños lunares en la piel y movimientos felinos, que más de una vez le había hecho preguntarse si se trataría de un cambiaformas.
En conjunto, era un grupo heterogéneo y agradable, que variaba ligeramente en cada escala, con el cual no habían tenido más relación que saludos corteses y formales. Quizás eso pudiera cambiar en lo que quedaba del viaje, ahora que ya estaba libre de cu carga de culpa y remordimientos, cuando hubiera descansado un poco. Sería interesante poder conocer más al clan enano, a la chica de los rizos, a la dama de la iguana, al presunto cambiaformas… bueno, quizás a Akira no le hiciera mucha gracia que se interesara por este último… Al elfo oscuro no lo consideraba, no parecía para nada sociable.
Mientras esperaban la comida, la banda empezó a desgranar aquellas suaves melodías con que solían amenizar almuerzos y cenas; eso era un detalle que le había encantado desde el comienzo y era la otra razón para que aquella mesa fuera su preferido; no sólo le gustaba oír la música, también disfrutaba viendo los movimientos y las actitudes de los ejecutantes.
Esa noche habría un baile, el primero de una serie de festejos organizados para la última etapa del viaje; el último sería un baile de máscaras, la noche anterior al desembarco en Jasperia ¡Hacía tanto que no bailaba! Nunca había tenido ocasión de hacerlo en el Reino de las Cascadas y, por lo tanto, nunca había bailado con el semielfo ¿Sabría bailar Akira? Nunca le había preguntado.
Mientras les servían la comida - sopa de almejas, onigiri de pescado y tarta de fresas y miel – divagaba sobre el próximo baile. Se sentía muy cansada, es cierto, pero el baile no empezaría hasta bien entrada la noche y podría dormir hasta entonces y soñaría un espléndido traje de fiesta para ella, con el que Akira la encontrara muy bella y para él… Él no necesitaba nada, con su blanca e inmaculada yukata se veía muy guapo y gallardo, pero si lo deseaba, soñaría para el semielfo el atuendo que él quisiera.
La comida estaba realmente deliciosa; aunque con la sopa ella tenía más que suficiente, se animó a probar el onigiri. Entre bocado y bocado, con una nostálgica canción de amor como fondo, le preguntó al semielfo con una mirada soñadora.
- ¿Bailarías conmigo esta noche?
Estaba, por ejemplo, aquella familia enana, quince individuos desde el abuelo de barbas blancas al nene que aún no andaba, que ocupaba siempre tres mesas y que atronaba el aire con el ruido de sus risas y conversaciones. Y aquella chica de cabellos negros y rizados, vestida con velos, que viajaba junto a ese hombre de piel negra y rojo turbante. Una anciana, alta e imponente, acompañada siempre por una iguana atada con una cadena de plata, ocupaba siempre la misma mesa del rincón, en las mañanas y al mediodía, mientras que por las noches, su ocupante era siempre un elfo oscuro, que viajaba solo y no se relacionaba con los demás pasajeros. Por cierto, también estaba aquel joven de rasgados ojos ambarinos, extraños lunares en la piel y movimientos felinos, que más de una vez le había hecho preguntarse si se trataría de un cambiaformas.
En conjunto, era un grupo heterogéneo y agradable, que variaba ligeramente en cada escala, con el cual no habían tenido más relación que saludos corteses y formales. Quizás eso pudiera cambiar en lo que quedaba del viaje, ahora que ya estaba libre de cu carga de culpa y remordimientos, cuando hubiera descansado un poco. Sería interesante poder conocer más al clan enano, a la chica de los rizos, a la dama de la iguana, al presunto cambiaformas… bueno, quizás a Akira no le hiciera mucha gracia que se interesara por este último… Al elfo oscuro no lo consideraba, no parecía para nada sociable.
Mientras esperaban la comida, la banda empezó a desgranar aquellas suaves melodías con que solían amenizar almuerzos y cenas; eso era un detalle que le había encantado desde el comienzo y era la otra razón para que aquella mesa fuera su preferido; no sólo le gustaba oír la música, también disfrutaba viendo los movimientos y las actitudes de los ejecutantes.
Esa noche habría un baile, el primero de una serie de festejos organizados para la última etapa del viaje; el último sería un baile de máscaras, la noche anterior al desembarco en Jasperia ¡Hacía tanto que no bailaba! Nunca había tenido ocasión de hacerlo en el Reino de las Cascadas y, por lo tanto, nunca había bailado con el semielfo ¿Sabría bailar Akira? Nunca le había preguntado.
Mientras les servían la comida - sopa de almejas, onigiri de pescado y tarta de fresas y miel – divagaba sobre el próximo baile. Se sentía muy cansada, es cierto, pero el baile no empezaría hasta bien entrada la noche y podría dormir hasta entonces y soñaría un espléndido traje de fiesta para ella, con el que Akira la encontrara muy bella y para él… Él no necesitaba nada, con su blanca e inmaculada yukata se veía muy guapo y gallardo, pero si lo deseaba, soñaría para el semielfo el atuendo que él quisiera.
La comida estaba realmente deliciosa; aunque con la sopa ella tenía más que suficiente, se animó a probar el onigiri. Entre bocado y bocado, con una nostálgica canción de amor como fondo, le preguntó al semielfo con una mirada soñadora.
- ¿Bailarías conmigo esta noche?
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Tras una nueva luna de ensueño
Akira sonreía, divertido, con la mirada perdida entre la multitud que iba llegando. Sabía lo que pasaría mientras la banda afinaba y preparaba los instrumentos, pasaba siempre que se juntaban más de cinco miembros de la familia enana… casi siempre, o sea.
"Tres… dos… uno…"
-AL VIENTO CANTARÉ LA HISTORIA DEL REY QUE REINÓ CON PAZ Y AMOR!!
Ahí iban. Una de las tres canciones de taberna favoritas de aquella familia enana en particular. Pegadiza y simple, como buena canción de taberna, no había que confundirla con una sencilla "canción de borrachos". De esas también tenían.
-LA HISTORIA DE AQUEL CUYO CAMINO CRUCÉ EN EL ANTIGUO BOSQUE DE LOS ELFOS!!
La banda se limitó a mirarlos de reojo, pues sabían a qué atenerse si les pedían que guardaran silencio. No, habían aprendido hacía varios días que lo mejor era aprovechar esa tradición enana para probar acordes, terminar de afinar y, en caso del arpista, fumar su pipa.
-ANTIGUAS TIERRAS Y ROJOS DRAGONES ALEGRARON SUS OJOS ABIERTOS!!
"Dragones… me pregunto si habrá de eso en Jasperia"
"En todas partes hay dragones "
"¿Cómo podría precisamente yo saber semejante cosa?
"…"
-¿Bailar? -Claro, cierto, la pista de baile no estaba de adorno.
Un leve rubor cubrió su rostro, aun ligeramente sonriente en parte por la canción y en parte por la idea de bailar con una mujer tan hermosa. Pero había un pequeño problema: No, no es que no supiera bailar… era que no sabía si sabía bailar.
Pero había quedado atrás el Akira que se avergonzaría del asunto, el que se pondría rojo hasta la punta de sus orejas y comenzaría a balbucear disculpas mientras trataba a Lis de usted. El Akira de ahora se puso nervioso, sí, pero también encontró el experimento de lo más interesante.
-Por supuesto, cielo… ¿podrás soñarme ropa más… acorde?
La última pregunta sí se le atragantó un poco, pero algo le decía que su querida y cómoda ropa de combate no era la indicada para un baile de gala.
"Tres… dos… uno…"
-AL VIENTO CANTARÉ LA HISTORIA DEL REY QUE REINÓ CON PAZ Y AMOR!!
Ahí iban. Una de las tres canciones de taberna favoritas de aquella familia enana en particular. Pegadiza y simple, como buena canción de taberna, no había que confundirla con una sencilla "canción de borrachos". De esas también tenían.
-LA HISTORIA DE AQUEL CUYO CAMINO CRUCÉ EN EL ANTIGUO BOSQUE DE LOS ELFOS!!
La banda se limitó a mirarlos de reojo, pues sabían a qué atenerse si les pedían que guardaran silencio. No, habían aprendido hacía varios días que lo mejor era aprovechar esa tradición enana para probar acordes, terminar de afinar y, en caso del arpista, fumar su pipa.
-ANTIGUAS TIERRAS Y ROJOS DRAGONES ALEGRARON SUS OJOS ABIERTOS!!
"Dragones… me pregunto si habrá de eso en Jasperia"
"En todas partes hay dragones "
"¿Cómo podría precisamente yo saber semejante cosa?
"…"
-¿Bailar? -Claro, cierto, la pista de baile no estaba de adorno.
Un leve rubor cubrió su rostro, aun ligeramente sonriente en parte por la canción y en parte por la idea de bailar con una mujer tan hermosa. Pero había un pequeño problema: No, no es que no supiera bailar… era que no sabía si sabía bailar.
Pero había quedado atrás el Akira que se avergonzaría del asunto, el que se pondría rojo hasta la punta de sus orejas y comenzaría a balbucear disculpas mientras trataba a Lis de usted. El Akira de ahora se puso nervioso, sí, pero también encontró el experimento de lo más interesante.
-Por supuesto, cielo… ¿podrás soñarme ropa más… acorde?
La última pregunta sí se le atragantó un poco, pero algo le decía que su querida y cómoda ropa de combate no era la indicada para un baile de gala.
Miterian- Cantidad de envíos : 128
Re: Tras una nueva luna de ensueño
En cierto modo, no esperaba realmente que Akira aceptara su propuesta de bailar. El leve sonrojo que había cubierto sus mejillas ante la pregunta que le había formulado, le indicaba que aún subsistía en él parte de su antigua timidez, pese al tiempo que llevaban juntos. Así que cuando el semielfo aceptó, poco faltó que se le echara al cuello lanzando un grito de alegría.
Lo único que la contuvo fue la certeza de que semejante efusión en público abochornaría por completo a su amado. Aunque no se cortaba de hacerlo ruborizar en privado, lo amaba demasiado como para hacerlo avergonzar ante los demás, al menos intencionalmente. Así que en lugar de un apasionado abrazo, lo obsequió con una mirada radiante y una sonrisa esplendorosa.
- Te soñaré lo que quieras, mi amor, aunque para mi estás muy guapo así.
La idea de bailar la ilusionaba mucho más de lo que ella misma se hubiera imaginado. Se sentía realmente contenta, tanto que hasta canturreaba sin darse cuenta entre un bocado aquí y un comentario allá. Y casi sin darse cuenta, calmadamente, se comió todo lo que le sirvieron.
- ¡Oh! ¡Me estoy volviendo una glotona! – exclamó sorprendida, observando las últimas migajas de la tarta en el plato – Tengo que controlarme o me volveré obesa y ya no te gustaré.
La alegría y la comida – que tomaba completa por primera vez desde el comienzo del viaje – le habían infundido nueva energía pero, pese a ello, el cansancio de los días previos no dejaba de hacerse notar. Eso, sumado a la modorra que suele provocar un buen almuerzo, tuvo como resultado que sus párpados se volvieran cada vez más pesados, al punto de que se cerraban solos.
- Parece que necesito una siesta – murmuró avergonzada, luego de que sus ojos se cerraran un segundo más de lo habitual en un parpadeo - ¿Me acompañas?
Lo único que la contuvo fue la certeza de que semejante efusión en público abochornaría por completo a su amado. Aunque no se cortaba de hacerlo ruborizar en privado, lo amaba demasiado como para hacerlo avergonzar ante los demás, al menos intencionalmente. Así que en lugar de un apasionado abrazo, lo obsequió con una mirada radiante y una sonrisa esplendorosa.
- Te soñaré lo que quieras, mi amor, aunque para mi estás muy guapo así.
La idea de bailar la ilusionaba mucho más de lo que ella misma se hubiera imaginado. Se sentía realmente contenta, tanto que hasta canturreaba sin darse cuenta entre un bocado aquí y un comentario allá. Y casi sin darse cuenta, calmadamente, se comió todo lo que le sirvieron.
- ¡Oh! ¡Me estoy volviendo una glotona! – exclamó sorprendida, observando las últimas migajas de la tarta en el plato – Tengo que controlarme o me volveré obesa y ya no te gustaré.
La alegría y la comida – que tomaba completa por primera vez desde el comienzo del viaje – le habían infundido nueva energía pero, pese a ello, el cansancio de los días previos no dejaba de hacerse notar. Eso, sumado a la modorra que suele provocar un buen almuerzo, tuvo como resultado que sus párpados se volvieran cada vez más pesados, al punto de que se cerraban solos.
- Parece que necesito una siesta – murmuró avergonzada, luego de que sus ojos se cerraran un segundo más de lo habitual en un parpadeo - ¿Me acompañas?
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Tras una nueva luna de ensueño
MENSAJE DE LA MODERACIÓN:
Tema cerrado por inactividad. Se traslada al Limbo de Temas.
Para recuperarlo mandar un mp a un moderador, gracias.
Tema cerrado por inactividad. Se traslada al Limbo de Temas.
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Chelsie- Cantidad de envíos : 1022
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