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Mensaje por Chelsie 02/08/14, 04:23 am

Se dice en los mentideros que el Rey Rothien XIV se dispone a realizar un viaje a la ciudad de Adysium y sus alrededores. Seguido de un enorme séquito, formado por nobles menores y criados, se dispondrá a visitar en unos días estas tierras que aún hoy forman parte de su reino. Entre ellos se encuentran Sir Everett H. Eidallah (Conde de Moramaile y Tesorero real), el Conde de Tinaraith (Primo-hermano del Rey) y al que todos llaman simplemente El Conde y Garan Laurich (Marqués de Coloria  y amigo íntimo del Rey).

Algunas malas lenguas no tienen reparo en afirmar que esta visita del Rey y, sobre todo, de la presencia de Sir Everett solo se debe a una razón, clavarle un par de cargas tributarias adicionales a la ciudad para poder financiar la guerra. Impuestos que, como la mayoría sabe, agravarían mucho la situación de Adysium que, hasta ahora, era capaz de solventar los problemas que para su ciudad había traído la guerra. Sea como sea, verdad o mentira, esto ha creado entre algunos miembros de la alta sociedad Adysiana el pensamiento de que el Rey y sus consejeros quieren matar dos pájaros de un tiro; por un lado conseguir más dinero para financiar la guerra ahora que las rutas comerciales se encuentran cortadas por los barcos de la Orden y, por otro, dar un golpe maestro al gobierno de archimagos que administran estas tierras y ver si son capaces de defenderse ante un pueblo excitado por la carga de impuestos.

Y, obviamente, esto es algo que algunos no están dispuestos a permitir...



Adysium, 21º día del 3º mes de Enki. Año 4993, II ERA.  

- ¡Abrid paso a vuestro Rey!-.

La comitiva avanzaba veloz por las engalanadas calles de la ciudad. Los vítores y aplausos acompañaban la procesión de caballos y carruajes entre los cuales el Rey Rothien, ataviado con una majestuosa pero ligera armadura, saludaba al populacho con una falsa sonrisa. A su alrededor y seguidos por Sir Everett, sus soldados de confianza miraban con ojo crítico en busca de cualquier señal de peligro.

Siendo la primera vez que muchos veían en persona al monarca, la excitación era considerable y casi todo eran sonrisas, pero lo cierto es que pequeños círculos comentaban algunos rumores que se habían propagado por la ciudad.

- Ha estado de cacería por los bosques… pero ahora prepara otra cacería por la ciudad, dicen que quiere probar la juerga de nuestras calles-.
- Una correría nocturna… pagada con nuestros impuestos. No me extraña que algunos estén dispuestos a perder la vida con tal de impedírselo-.
- ¡Paparruchas!, el monarca no se arriesgaría a ir solo por la ciudad y menos adentrarse en según qué barrios. Pero ese estirado, Sir Everett, seguro que sí sale a probar los placeres de nuestras mujeres… tiene cara de necesitarlo-.

Nuestros protagonistas, como el resto de ciudadanos, se habían acercado a contemplar la exagerada comitiva que atravesaba las calles. Y, como ellos,  también habían escuchado los mismos rumores que, cual veneno, se habían extendido por cada rincón de Adysium. Pasada la comitiva y disperso el pueblo, siguieron paseando por las calles disfrutando de las fiestas que llenaban de movimiento y color la ciudad.

Ya bien entrada la tarde, un mensajero se acercó a cada uno de ellos con un papel lacrado en el que se leía:

“Por orden del Asistente de Adysium, sus servicios han sido requeridos. El pago será cuantioso. Preséntese a primera hora de la mañana en la Torre de Marfil para que le sea comunicado su encargo”.

NOTAS:


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Mensaje por Lohengrin 03/08/14, 08:10 pm

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Los extraños azares del destino habían llevado a Lo'hen a Adysium. O quizá fuera más acertado decir que lo que llevó a Lo'hen a Adysium fue la vergonzosa equivocacion que cometió al subirse al barco equivocado. En lugar de arribar a su Ur-Shalasti natal, de regreso con su tribu, se encontró en las populosas calles de Adysium, Ciudad de Magos. El avispado bárbaro no tardó en darse cuenta de ello. Como quiera que el escaso dinero de su bolsa no daba para un nuevo pasaje, hizo lo que cualquier otro bárbaro haría en su lugar. Emborracharse y meterse en una pelea de taberna.

Y a la mañana siguiente, allí estaba. Razonablemente resacoso, aún con un molesto zumbido en los oídos, y en medio de una plaza abarrotada de personas esperando algo. Aguzando el oído al máximo, logró entender parte de las conversciones. El Rey Rothien, junto con su séquito, visitaba la ciudad. Lo'hen no sabía lo que era un séquito. Como quiera que no tenía nada mejor que hacer, se decidió a ver pasar la comitiva. Sería interesante contemplar al lider de los hombres de las Tres Islas. Imaginaba una especie de poderoso gigante completamente armado, y su imagen le decepcionó un poco. Contempló las interminables filas de cortesanos y cortesanas (especialmente las de cortesanas), las carrozas, los heraldos, y finalmente al Rey, anciano y envuelto en una armadura que parecía de juguete. Cuando terminó el desfile y gran parte del gentío se hubo dispersado, Lo'hen sintió rugir sus tripas.

El bárbaro tanteó las pocas monedas que le quedaban (aún no llegaba a entenderlas del todo), y calculó que algunas de las pequeñas le pagarian algo de comida en alguno de los carros que pregonaban empanadas y otras viandas. Apenas había acabado de zamparse una de ellas, y cuando ya estaba pensando en la siguiente, un raro y pomposo hombrezuelo que lo miró fijamente un rato, y luego le entregó un sobre sellado. Justo después desapareció sin más explicaciones.  Sin duda lo habia confundido con alguien. Aquel extraño papel no podía tener ninguna relación con Lo´hen. ¿O si? Buscó con la mirada al mensajero, trató de seguirlo para exigirle explicaciones, a puñetazo limpio si era preciso, pero el hombrezuelo se había esfumado sin dejar ni un solo rastro.

Cautelosamente, abrió el sobre. Y sacó de el otro papel. Lo miró por ambos lados, prestando especial atencion a las pequeñas manchas negras que lo salpicaban. En las Tres Islas, los hombres dibujaban palabras en papel. Y de alguna manera, esas palabras dibujadas tenían poder. Lo'hen incluso había aprendido a dibujar su nombre toscamente, pues la joven Léa le había enseñado a hacerlo durante su estancia en Valanderiel. Pero ahora, la inscripción del papel era todo un misterio para él. Perplejo, siguió de pie en medio de la plaza, mirando el papel durante un rato, sin saber muy bien lo que esperar. ¿Debía quizás, detener a algún viandante y preguntarle lo que querían decirle las manchas negras? Qué extrañas eran para él las Tres Islas...


Spoiler:

...
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Mensaje por Loth Adelain 11/08/14, 11:20 am

Post "eliminado":
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Mensaje por Firavandrei 13/08/14, 02:33 pm

La silueta del Rey en las monedas de oro de Trinacria era un perfil agraciado y solemne, algo que, en la experiencia personal de Firavandrei, no solía corresponderse con la realidad.

Si la mestiza se había acercado a ver la comitiva real era porque no había mucho más que hacer en la isla. Es una cosa que hacen los reyes; cuando pasean por un lugar por el que no suelen hacerlo, todo el mundo se acerca a verlo; la mayor parte de las veces, con la sensación inconsciente de que la vida mejorará algo. La monarquía lleva consigo mucha superstición, y mucho aburrimiento.

Fuera por superstición o fuera por aburrimiento, mucha otra gente se había acercado a ver la comitiva real. Firavandrei no era de las que esperaban obtener algo de ello, pero Noel Carson, de profesión mercenario, sí; y se había visto recompensado ya bien entrada la tarde por una misiva lacrada entregada por un mensajero con pinta bastante seria. La seriedad y el papel lacrado suelen tener un efecto magnético en la gente.

Además de ser mercenario, Noel Carson era un bandido. Cortabolsas en el mercado, atracador de aquellas caravanas que no le pagaban por defender, ladrón ocasional, pirata durante al menos un año - una historia que no se cansaba de repetir - y estafador de poca monta; un currículum ciertamente impresionante que, en gran medida, se había labrado gracias a una notable habilidad para elegir con quién compartir sus correrías: Un reducido pero variopinto grupo de maleantes, bandidos, cazarrecompensas y ladrones, y con los que ahora celebraba en una sórdida taberna del puerto la perspectiva de hacerse notar por Su Majestad.

La celebración, por supuesto, incluía una cantidad respetable de cerveza, una sustancia que no siempre se mezcla bien con el éxito. La celebración derivó en borrachera, la borrachera en canciones, las canciones en una partida de póker y el póker había derivado en el cambio de manos de numerossas monedas y diversos bienes, que en el momento en el que Carson comenzó a quedarse sin dinero, incluyeron la misiva lacrada, así como el derecho intrínseco de reemplazar a Carson en los 'servicios requeridos'.

Firavandrei, que formaba parte del reducido pero variopinto grupo de maleantes anteriormente mencionado, tenía la teoría - aunque no la compartía con nadie - de que jugar a las cartas haciendo trampas es mucho más difícil y divertido que hacerlo de manera normal. "En esencia", había confesado una única vez, ante un público diferente, tras una borrachera de particular intensidad, "el póker es un ecosistema darwiniano: Los jugadores que pierden normalmente dejan de hacerlo, con lo que los que quedan son siempre los mejores. Y hacer trampas en una mesa llena de buenos jugadores es bastante mas difícil que jugar limpio, con el peligro añadido de que si juegas limpio y pierdes te quedas sin dinero, mientras que si te pillan con las mencionadas trampas, te quedas sin piernas. El secreto, pues, está en perder lo justo como para salir ganando sin levantar las sospechas de nadie". Firavandrei no solía emborracharse, entre otras cosas porque era consciente de lo bocazas que podía llegar a ser.

Aquella noche no era una excepción, de modo que la medio elfa, más lúcida que sus compañeros de mesa, no tuvo demasiados problemas en hacerse con la misiva lacrada, quince monedas de plata y un anillo no demasiado valioso, pero cuya pérdida hizo llorar a alguien. Y, dado que al parecer iba a tener que madrugar a la mañana siguiente para llegar a tiempo a su "nuevo trabajo", la mestiza se retiró cortésmente de la mesa, llevándose su dinero, su anillo, su misiva lacrada y un par de 'cartas extra' cuya ausencia nadie notaría demasiado.
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Mensaje por Brünne 20/08/14, 03:56 am

El vikingo arremetió con un puñetazo, el cual conectó parcialmente con la mandibula del asesino, apenas desviandolo, haciendo que retroceda unos pasos. Los dos seguían con sus medias sonrisas, disfrutando de la pelea y en tensión constante, dispuestos a lanzarse el uno contra el otro en cualquier momento.

Brünne se enfrentaba a un pelirrojo de cabello relativamente largo, una barba no muy larga y recojida en dos trenzas y una gran cicatriz en su frente. Mas ancho y mas alto resultaba un oponente formidable, dado que lo que no tenía en velocidad, lo tenía en fuerza bruta y esto era algo que Brünne tenía muy conciente.

Se lanzó nuevamente contra él, lanzando dos golpes horizontales los cuales el joven asesino apenas pudo bloquear. Aprovechando que la guardia de su oponente estaba baja, contratacó violentamente con un gancho ascendente directo a la mandibula, descargando un poderoso puñetazo con toda su fuerza, haciendo que el nórdico pierda un poco la estabilidad, pero igualmente intente arremeter por tercera vez.

Ya anticipando ese movimiento, el pelinegro retrocedió velozmente hacia atrás, para luego volver con su puño derecho y gran impulso a golpearlo en el rostro, mas exactamente, en la nariz y luego, con su brazo izquierdo un golpe en la mandíbula para finalmente rematar levantando los dos brazos, entrelazando sus dedos e impactando sobre la cabeza del pelirrojo, haciendo que caiga con una rodilla al suelo. Este, muy lejos de querer rendirse, arremete con una carga hacia el cansado asesino, el cual no puedo esquivar completamente y es enviado por el mismo envión del golpe a una de las mesas masizas de la taberna y levantandose lo más rapido posible, aturdido por el gran impacto.

El gigante retoma su carrera hacia él, gritando como un poseido y listo para dar el golpe de gracia al asesino, pero este se recupera mas rápido, gira alrededor de su oponente, esquivando por poco y descarga una serie de golpes sobre el ahora desprotegido vikingo, todos apuntando a su rostro y todos impactando de manera brutal, haciendo que este finalmente pierda el equilibrio y caiga al suelo.

Se hace un silencio y finalmente todos empiezan a gritar, algunos de alegría porque apostaron a Brünne, otros enojados, dado que apostaron al otro. El pelinegro, luego de recuperar el aliento, se acerca al derrotado pelirrojo y le tiende la mano, sonriendo cansadamente. Este otro, aún sacudido por los golpes, se deja ayudar y se levanta para luego separarse de él e irse a una mesa con otros hombres que parecen venir del mismo lugar.

Acercandose a la barra, Brünne se dejó descanzar en una de las sillas y le pidió una cerveza al tabernero. De vez en cuando le gustaba pelearse a puño limpio con alguien, le gustaba la adrenalina y la descarga que le ofrecía esto.
Un hombre que no parecía encajar completamente en aquella taberna se acercó a él.
- Hiciste un gran espectaculo ahí. - Dice este sonriendo,- Tienes habilidad y bastantes agallas para enfrentarte a un gigante como ese... -
El joven, luego de tomar un poco de su cerveza, se ríe y responde sonriente, mientras se limpia un poco de sangre de su rostro. - Jajaja, ¿Te parece? -
El otro hombre asiente. - Claro que si. Parece que también eres humilde y por lo que veo, afortunado. - El asesino lo mira con curiosidad y este prosigue. - Aquel mastodonte ya había sido elegido para recibir esta carta, mas que nada por ser un tipo realmente duro. Demostraste tu superioridad y por eso sos mejor partido.- Y con esto dicho, le deja la carta, se levanta y se retira.

Brünne frunció el seño realmente confundido. Le habían pasado cosas fuera de lo común desde que había llegado a estas tierras, pero esto ya era algo completamente nuevo. Al terminarse la bebida, decidió abrir la carta y leer su contenido.

“Por orden del Asistente de Adysium, sus servicios han sido requeridos. El pago será cuantioso. Preséntese a primera hora de la mañana en la Torre de Marfil para que le sea comunicado su encargo”.

- Ya veo... parece importante. Supongo que un poco de dinero de sobra nunca viene mal. - Dice finalmente el asesino, para luego pedir otra cerveza y reir de las tonterías que algunos borrachos gritaban.

Pasaría la noche allí y al día siguiente se dirigiría a aquella Torre de Marfil.
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Mensaje por Chelsie 21/08/14, 04:55 am

Adysium, 22º día del 3º mes de Enki. Año 4993, II ERA. Mañana.

La Torre de Marfil se alza majestuosa en el centro de Adysium. Llamada así no por ser de marfil si no por ser un enorme colmillo blanco que sobresale en la altura general de la ciudad, está construida con una exquisitez que demuestra que la arquitectura y la magia se han mezclado en su hechura. Así asciende hacia los cielos imponente, convirtiéndola en un faro cuando el sol da de lleno sobre sus lisas paredes decoradas con una exquisita filigrana de plata. Imposible pasar desapercibida.

En su interior, el Asistente de la ciudad, camina silencioso y pensativo por su pequeño despacho, en lo alto de la sala de audiencias. Cubre su cuerpo una túnica negra, ceñida con un austero cinturón de cuero y recogida sobre el hombro con una fíbula de plata con forma de cuerno exenta de las decoraciones propias de los magos pues él, a pesar de trabajar en el gobierno de la ciudad, no lo era. Cómo y por qué había llegado a aquel puesto eran cosas que solo a él incumbían, pero se sentía orgulloso de su posición e intentaba hacer su trabajo lo mejor posible. Aquel día, sin embargo, se sentía nervioso. Sabía que, en aquellas circunstancias, cualquier cosa podía salir mal. Había demasiado en juego y perder la cabeza era su mínima preocupación. Recordó los gritos y aullidos que salían en ocasiones de los calabozos y se estremeció; los magos podían ser muy crueles si se lo proponían.

- Señor, ya están aquí-.

Interrumpidos sus pensamientos, sacudió la cabeza dispuesto a alejar aquellas macabras reflexiones y suspiró. Debía centrarse en su trabajo.

Los mercenarios fueron conducidos por pasillos secundarios, aunque ricamente decorados, hasta una pequeñísima sala de audiencias. Allí una tribuna acogía un sillón de terciopelo y una mesa de madera labrada. Por debajo de estos y a ambos lados de la sala, se disponían una serie de simples sillas de madera en las que fueron invitados a sentarse. El Asistente de la ciudad esperaría a que estuvieran todos para hacer acto de presencia.

Disculpas varias:
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Mensaje por Lohengrin 21/08/14, 08:48 pm

Unos nobles acompañantes.  2cpvx50

Lo'hen había sido, sorprendentemente, el primero en llegar,  y apenas se quedó solo en la habitación, se había sentado en el lujoso sillón de terciopelo, y había dejado sobre la mesa la carta, Ahora, daba vueltas nerviosamente a un carísimo jarrón que tenía en las manos. Aquel hombrecillo los había conducido tan rápido por los pasillos que no le había dado tiempo a dejar aquel objeto en su sitio cuando lo tomó para examinarlo.  Era de color blanco, y tenía dibujadas unas siluetas negras de mujeres desnudas que parecían estar bailando en un corro, y había un raro animal acostado a los pies de cada una de ellas. Pero era demasiado pequeño para ser un ánfora y demasiado incómodo para beber de él, no le veía utilidad alguna. En cambió, sí parecía gustarle el mullido y cómodo sillón donde se había sentado.

Solo tenía clara una cosa, había dinero en el asunto, y tendría que romper cabezas para conseguirlo. Sonaba bien. Dedujo, por el resto de las sillas, que vendrían otros "invitados", así que no sería el único allí. Bien. Le gustaba trabajar en grupo, siempre que hubiera gente amigable que le diera conversacion y no le tocaran demasiado los...

Ah, aquí llegaban... Un hombre y una mujer, parecían tipos bastante duros y conocedores de su oficio. Observó sin recato las caderas de la mujer durante un rato, y luego al otro hombre. Era más alto de lo normal y tenía la piel más oscura que el resto de los hombres de las Tres Islas, así que debía ser un extranjero. Pero había otro personaje aun más extraño. Un pequeño hombrecillo de cabellos rubios con una máscara blanca cubriendole el rostro. No le gustó su aspecto, y frunció el ceño. El hecho de que fuera desarmado le hacía sospechar. ¿Sería uno de esos magos?

Como quiera que fuese, aquellos tipos serían compañeros suyos en el trabajo, así que más valía empezar con buen pie. Quitó los pies de la bella mesa de madera, y se incorporó en toda su estatura. Miró a los desconocidos y saludó con seriedad, pero aun con el jarrón en las manos.

"Kotkaa... Soy Lo'hen"
Recorsó que a las gentes de las Tres Islas solía gustarle acompañar sus nombres pomposos títulos como "señor de esto o lo otro", o cualquier otra cosa. Así que pensó rápidamente y añadió solemnemente a su nombre: "Guerrero del Clan Utka". Como título tal vez no fuera gran cosa, pero a Lo'hen le parecía bastante lógico y apropiado.


Notas:
La ficha de Lo´hen aún no está publicada en el debido lugar, pero pueden consultarla aquí.
https://mardejaspia.forosactivos.net/t661-juego-personajes-alternativos

Y sí, se ha sentado en el sillón de terciopelo...  ¿Que esperaban ustedes?  :\
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Mensaje por Firavandrei 16/11/14, 09:19 pm

Las primeras luces del día encontraron a Firavandrei en las inmediaciones de la mencionada Torre de Marfil, dejando las riendas de un recio caballo negro en manos de un mozo de aspecto espabilado, al que había dado unas monedas para que se hiciese cargo del animal.

Debía faltar poco para el amanecer, pero todavía no había ni rastro de él en el cielo. La mañana es traicionera en el mar, había oído decir alguna vez. Es difícil adelantarse a ella. La mestiza tenía opiniones encontradas sobre la puntualidad, y bastante adversas en el caso del madrugar, pero practicaba ambas cosas cuando su trabajo lo requería, con independencia de sus opiniones.

Y en lo que respectaba al trabajo, no teniendo claro exactamente a qué venía, Firavandrei había optado por llevar un peto ligero de cuero, armas ligeras (la mayor parte de ellas escondidas) y, en general, equipo adecuado para un robo, un asalto simple, espionaje o allanamiento. En las bolsas de su caballo quedaban un par de espadas y algunos avíos adicionales que podía ser que requisiera; a mano, cerca, sin tener que cargarlos consigo.

El lado negativo, por supuesto, era que la muchacha tenía una pinta inconfundible de maleante, algo que cuando se sumaba a su condición mestiza y a su aspecto gitanesco, de piel bronceada y pelo castaño rojizo salpicado de tiras de cuero con cuentas de colores trenzadas en él, explicaba que la poca gente que se encontró en el camino desde el establo hasta la torre se apartase muy discreta, pero muy urgentemente, de ella. Bueno, a lo mejor el búho también tenía algo que ver con eso, pero la mayor parte del tiempo volaba a una distancia prudencial de la medio elfa, posándose en su hombrera de cuero solo muy de vez en cuando. Para cuando le abrieron la puerta a lo que parecía ser su destino, no había rastro del animal en sus inmediaciones.

La condujeron sin ceremonia - lo cual era de agradecer - hasta una  especie de sala de audiencias, en la que lo que parecía a todas luces un bárbaro de las islas con fuerte apego por una vasija extendió sus saludos a ella y al resto de presentes. No le pillaba por sorpresa que no fuese un trabajo para una persona, pero el tamaño reducido del grupo le animó a pensar que no se había equivocado al elegir su equipo.

- Saludos, Lo'hen del Clan del Jarrón - dijo, completamente seria, mientras se sentaba en una de las butacas. - Me llamo Noa Drake; asumo que estamos aquí por lo mismo.


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Mensaje por Brünne 21/11/14, 10:22 pm

Las calles de Adysium eran radiantes y blancas y en las zonas principales, increiblemente ordenadas y cuidadas. El asesino no hizo mucho trabajo en disimular su asombro al llegar a los pies de aquella magnifica estructura blanca con aquellos trabajos de lo que parecía plata, por la manera que brillaba con la luz del sol.

Mientras entraba a aquella obra de arte arquitectonica, Brünne se frotaba los ojos para terminar de quitarse el velo del sueño de encima suyo. Anoche se había quedado hasta tarde hablando con un hombre lo suficientemente borracho y feliz que la mayoría de sus frases tenían que ver con que los quería a todos. Y el borracho de al lado, en cambio, estaba bastante deprimido y hablaba sobre su mujer y repetía que ella no lo comprendía.

Luego de caminar un poco por allí, escuchó a un hombre hablar con una mujer de rasgos bastante bonitos y orejas puntiagudas sobre el tema del trabajo y comenzó a seguirlos por pasillos secundarios hasta una sala con algunas sillas y un gigante de taparrabos, tatuajes en todo el cuerpo y un jarrón en las manos sentado en el sillón, el cual parecía realmente cómodo.

Aquel imponente guerrero se puso en pié y se presentó seriamente ante el pequeño grupo que formaban. La joven le siguió, bromeando sobre el detalle de la vasija. Brünne sonrío y se unió a las presentaciones. - Salâm, Lo'hen, guerrero del clan Utka. Salâm, Firavandrei. Mi nombre es Brünne, mucho gusto en conocerlos. - Inclinó ligeramente la cabeza hacia ellos respetuosamente y luego respondió al comentario de Firavandrei. - Estimo que usted está en lo correcto, bonita señorita. -
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Mensaje por Chelsie 09/01/15, 09:29 am

El Asistente de la ciudad obsevaba con ojo crítico a los recien llegados, analizando sus aparentes cualidades y aquellas que sus consejeros le habían descrito.

- Los hemos estudiado a consciencia; quizás fueran capaces de matar a su madre por un buen fajo de monedas-.
- No quiero escuchar un "quizás". Necesito la seguridad de saber que si descubren lo que realmente ocurre mantendrán la boca cerrada y continuarán con la tarea hasta su término-.
- Son los mejores candidatos, señor-.
- Eso espero, sino las consecuencias podrían ser... catastróficas y, por desgracia, bastante dolorosas para ambos. Tenlo presente si algo falla-.


Ahora que los observaba no tenía tan claro que sus consejeros hubieran acertado. Aquel grupo variopinto formado entre otras cosas por una mujer (¡¿Una mujer?! Santa Dama, a lo que hemos tenido que llegar...) cumplía con los requisitos propuestos para llevar a cabo la tarea; fuertes guerreros, imponentes y con cara de no querer hacer muchos amigos. Pero... Tenía dudas. ¿Y si se descubría algo?

Sacudió la cabeza. Ya era tarde para echarse atrás.

Planchándose con las manos la túnica y adecentando el cinturón y la fíbula, bajó las escaleras que conducían a la estancia donde esperaban los mercenarios. Antes de entrar, carraspeó y se aclaró la garganta. No muestres debilidad, mantente firme y seguro.

- Buenos días, señores- Abrió los brazos en señal de bienvenida y arqueó una ceja al ver a aquel musculoso guerrero sentado en su sillón. Decidió ignorarlo y se dirigió a un pequeño armario de donde sacó unas copas de plata y una labrada botella de vino-. ¿Una copa de vino?-.

Sin esperar respuesta sirvió las copas y las dejó sobre la mesa. Viendo que su plan de parecer poderoso sentado en aquel sillón, con los mercenarios un poco más abajo sentados a sus pies, había fracasado, decidió quedarse de pie mientras miraba a cada uno de los presentes. Sin más preámbulos, se dispuso a contarles cuál era el trabajo que se les había encomendado.

- Como ya sabrán, si no han estado bajo una piedra durante las últimas semanas, el Rey de todo el Mar de Jaspia, Rothien XIV, y su gran séquito se encuentra de visita por nuestra noble y humilde ciudad. El motivo por el que les he hecho llamar, es que uno de los acompañantes del Rey, Garan Laurich, Marqués de Coloria y amigo íntimo del Rey, desea conocer las bellezas de la noche adysiana. Pero para no llamar la atención, no desea ser escoltado por miembros de la Guardia Real, prefiere que sean gentes de la ciudad, los que le guíen allá por donde desee y así evitar llamar la atención. Además del marqués, les acompañará su criado, Alonso. Su misión será escoltarles y evitar que sufran daño alguno. Si cumplen con la labor encomendada, se les entregará un total de 50 ducados. ¿Puedo contar con Vuestras Mercedes para este asunto? -.
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Mensaje por Lohengrin 07/04/15, 12:06 pm

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"Kotkaa... No Jarrón. Ut'ka. Ut'ka. Quiere decir...  uh...  Ut'ka"
Lo'hen luchó sin éxito por encontrar las palabras adecuadas, pero finalmente desistió, por fortuna, al mismo tiempo que otro joven era conducido al interior de la sala.

Después de saludar muy formalmente al pequeño y musculoso hombrecillo con pinta de guerrero (reconocía a un buen combatiente en cuanto lo veía), volvió a sentarse en el cómodo y mullido sillón, y con un gesto indolente, volvió a juguetear con su jarrón. Dejó a sus acompañantes hablar entre ellos durante un rato, desentendiéndose de la conversación. Su escaso dominio del idioma no le permitia captar más que algunas frases o ideas sueltas, pero en todo caso nada de gran importancia.

Y al final, el hombre al que habían venido a ver hizo su entrada en la sala. Lo'hen lo estudió de arriba a abajo sin disimulo, y no le pareció gran cosa. Pequeño y con voz aflautada, no se parecía a lo que él esperaba. Tampoco sabía exactamente qué esperar. Por suerte hablaba despacio, como declamando para una audiencia, y eso ayudó al bárbaro a comprender la mayor parte de su discurso.

"Vino" Lo'hen se levantó, dejando el jarrón sobre la mesa con un fuerte golpe, con tan mala suerte que quedó hecho añicos, y tomó una de las copas que había sobre la mesa. Según la costumbre de su pueblo, apuró la bebida de un solo trago, y expresó con un fuerte asentimiento su aprobación. Demasiado dulce, quizás. Diablos, no le importaría tomarse otras dos copas de lo mismo. Pero se contuvo al ver que sus acompañantes se tomaban con mucha mas calma el contenido de sus copas.


- Como ya sabrán, si no han estado bajo una piedra durante las últimas semanas, el Rey de todo el Mar de Jaspia, Rothien XIV, y su gran séquito se encuentra de visita por nuestra noble y humilde ciudad. El motivo por el que les he hecho llamar, es que uno de los acompañantes del Rey, Garan Laurich, Marqués de Coloria y amigo íntimo del Rey, desea conocer las bellezas de la noche adysiana. Pero para no llamar la atención, no desea ser escoltado por miembros de la Guardia Real, prefiere que sean gentes de la ciudad, los que le guíen allá por donde desee y así evitar llamar la atención. Además del marqués, les acompañará su criado, Alonso. Su misión será escoltarles y evitar que sufran daño alguno. Si cumplen con la labor encomendada, se les entregará un total de 50 ducados. ¿Puedo contar con Vuestras Mercedes para este asunto? -.


Lo'hen sí había estado bajo una piedra durante las últimas semanas. O casi. Se perdió un poco entre el mar de nombres y títulos, pero creyó entender lo básico. ¿Debían irse de farra con algun pisaverde de palacio y su criado, y cobrar 50 oros a cambio de asegurarse de que nadie le ponía la cara demasiado morada? A repartir entre todos, claro... Caray... Aquello sonaba de muerte. Demasiado bueno.

Quiso abrir la boca y preguntar "¿Putas?", pero se contuvo, recordando un vergonzoso incidente con una mujer contratada símplemente como guía en una expedición previa. Mejor callar y ver por dónde venían los tajos. Que no seria todo tan bueno, y llegaría más de uno aquella noche, de eso estaba seguro.

Así que se limitó a asentir vívamente, luego de mirar a sus compañeros de juerga. Decidió dejar la pesada tarea de ejercer el liderazgo en manos de la mujer (total, ya de perdidos...), que parecía tener un pico de oro, al contrario que el joven guerrero, que también parecia más dado a los hechos que a las palabras, así que se encogió de hombros y la miró. Luego, se sirvió de nuevo otra copa de vino, llenándola hasta el borde, tratando de beber con algo más de moderación esta vez.


Spoiler:


Última edición por Lohengrin el 13/09/15, 09:17 am, editado 2 veces
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Unos nobles acompañantes.  Empty Re: Unos nobles acompañantes.

Mensaje por Firavandrei 10/04/15, 02:17 pm

La mestiza escuchó la explicación de Lo'hen sin traicionar su gesto con una sonrisa. Pretendía burlarse de él, no ofenderle; por eso mismo lo dejó correr y no siguió bromeando sobre el jarrón cuando llegó el tercer integrante del pintoresco grupo. Este era, al igual que Lo'hen, un hombre fornido con cuerpo de mercenario, aunque sus modales no iban a juego. Para empezar, los tenía. Incluso se permitió llamarla "bonita señorita", algo que le dio a la mestiza la idea de que el recién llegado era uno de esos hombres que creía en cosas como la caballerosidad y - tal vez - el honor. Sonrió un poco como respuesta, aceptando el cumplido, y decidió por el momento que le tocaba ser la oveja negra del grupo. La perspectiva era muy divertida.

Pronto su anfitrión hizo acto de presencia, y reveló el motivo que les había traído al interior de aquel lugar con tanto secretismo. Mezclarse con la realeza es algo que debe hacerse con precaución: Los nobles siempre traen problemas. Pero el dinero es el dinero. Las personas que se dedican a los negocios pueden elegir de dónde sacar su dinero; las personas que se dedican a las espadas no. Después de escuchar la explicación, que había sido dicha en el idioma de los nobles, esa lengua florida y rimbombante a la que le sobran cinco palabras de cada siete, el bárbaro abrió la boca y volvió a cerrarla; Firavandrei, por su parte, no pudo contener una risotada irónica entre dientes, como si le hubiesen contado algo muy divertido.

- Es decir - tradujo. - Cincuenta ducados por llevarnos discretamente de putas a un amigo del Rey. ¿Correcto?

Removió un poco el vino en la copa, primero - porque se dedicaba a lo que se dedicaba - preguntándose si habría algo raro en el líquido, y luego decidiendo que hay mejores formas de matar a tres desconocidos que el veneno. Tomó un sorbo.

- A mí me suena bien. Estoy dentro.

Cincuenta ducados, pensó. O la Corona es muy generosa, o el veneno no está en el vino.
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