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Mensaje por Schlachtung 02/12/14, 07:24 pm



Última edición por Schlachtung el 24/12/14, 10:16 am, editado 3 veces
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Diario del Caos Empty Llegada al Bosque Aullante

Mensaje por Schlachtung 02/12/14, 08:48 pm

La expedición a Ur Nagrath, no había sido barata, ni sencilla. Veinticinco ducados me había costado alquilar aquel asqueroso cascarón, cuyo capitán denominaba barco. No tenía intención de volver a aquel lamentable pueblucho de pescadores codiciosos.

Había obtenido cuanto necesitaba de ellos y pagarían con creces cada ducado invertido. Había tenido que recurrir al capitán con peor reputación de toda la zona. La moral de aquel tipejo, era bastante laxa, por decirlo de manera suave. Los tratos con los contrabandistas suelen tener sus complicaciones y esta ocasión no iba a ser distinta.

En cuanto el navío zarpó, los codiciosos truhanes quisieron investigar el fondo de mi bolsa. Y obtuvieron lo que merecían. Braum viajaba de polizón aferrado la quilla, asido con sus manos no muertas. En el momento preciso, en el que los contrabandistas pretendieron tomar lo que no era suyo; yo, tomé lo que era mío.

No fue demasiado convencerles de que debían llevarme al destino acordado, una vez les presenté oficialmente a mi "Obra Maestra" y la máscara de cera dejó de ser necesaria. Se mostraron sorprendentemente colaborativos con las de salvar su desdichado pellejo. Braum sostuvo la garganta del capitán entre las pinzas y apretó ligeramente, hasta que la piel morena y curtida del veterano marino, se tornó ligeramente amoratada.

Pobre mortales, plantearon el juego en mi tablero. Error fatal, confundir al lobo con un cordero. "Pobre torpe y confiado, Creíste tenerlo todo bajo control. Pensaste que el triunfo era tuyo, gran error. No soy la presa, yo soy el cazador... ¿Sabes que tiene el Caos? Que es justo..."

El viaje transcurrió sin incidentes. Una de las múltiples ventajas de mi condición es la total y absoluta carencia de necesidades fisiológicas; debilidades mortales como el sueño... Con la inestimable ayuda de mi lacayo, controlamos a la tripulación de la barcaza.

Una vez fondeamos en Ur Nagrath, la situación se volvió ligeramente más comprometida. Braum, tuvo que imponerse de nuevo, para medrar la voluntad de aquellos estúpidos rufianes. En cuanto el primero de ellos, trató de desenvainar su arma, me vi abocado a la imperiosa necesidad de demostrarle cuan grave había sido su error. Me tomé la libertad de arrancar el alma de aquel desecho y subyugarla a mi voluntad, ante la atónita mirada de sus compañeros.

"¿Temes a la muerte... Capitán? ¿Le tienes miedo al oscuro abismo? Yo te ofrezco una escapatoria..." - de la media docena de hombres, cuatro aceptaron mi proposición y pasaron a engrosar la lista de esbirros a mi cargo. Los otros dos, se convirtieron en... piezas de recambio...

Braum procedió a desfondar el barco. Y a desmantelarlo para evitar posibles tentaciones de mis recién adquiridos esbirros. La siguiente orden, fue la de transportar el desmantelado barco tierra adentro. En dirección al Bosque Aullante.

El idílico paisaje que se mostró ante mis ojos me pareció sublime. Una fuente casi inagotable de recursos a mi disposición...

La mente de Schlachtung viajó, a través del tiempo y el espacio... hacía un pasado lejano y remoto. Aquí


Última edición por Schlachtung el 24/12/14, 10:18 am, editado 2 veces
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Diario del Caos Empty Sombras sobre el devenir

Mensaje por Schlachtung 24/12/14, 09:57 am

La cerilla se deslizó por el brazo de la mecedora hasta inflamarse con un ligero crujido que no podía compararse con el de la chimenea que iluminaba la habitación. A continuación, inició su lento ascenso hasta la pipa de espuma de mar con extrema precaución para que su tenue llama no se extinguiera. El anciano dio un par de profundas caladas bajo la atenta mirada de los dos niños que miraban sin perder detalle.

El hombre se aclaró la voz un par de veces con una tos ronca y afectada mientras volutas de humo escapaban entre sus labios. Alzó la vista hacia los dos pares de ojos que esperaban su historia desde la alfombra a sus pies.

- Hoy debo contaros una historia muy importante – dijo al fin el anciano.

- Abuelo, yo ya soy demasiado mayor para cuentos. – objetó el mayor de los hermanos, aunque siempre escuchaba a escondidas las historias que le contaban a su hermano menor – Entro en La Academia este año.

El viento invernal, azotaba inmisericorde la casa haciendo incesante el repiqueteo de las ventanas. Era Miércoles de Cenizas, y como indicaban las fechas... había poco que celebrar. La ocupación guerra se prolongaba desde hacia 9 años y eran tiempos de carestía.

- Lo sé. Seguro que el Director cuidará de tí. Es amigo mío. Pero esto es algo diferente. No será un cuento, se trata de la Verdad.

Ambos niños compartieron una mirada de asombro. En todos los años que su abuelo había trabajado como miembro de la Cábala de la Torre, nunca había desvelado nada sobre las Verdades que conocía. Sin embargo, llevaba un par de semanas extremadamente comunicativo.

- Ya sabemos lo que es la magia. Mamá la usa a diario.

- Solemos verla, llamarla, usarla… pero no sabemos lo que realmente es.

Un acusado ataque de tos interrumpió el discurso del anciano. Mientras trataba de recuperar el aliento, hizo un gesto para que los pequeños se pusieran cómodos. Iba a comenzar la historia.

- Lo primero que debéis entender es que todas las personas están formadas por tres partes. El cuerpo que es lo que contiene todo el ser. Es el recipiente que llenamos con lo todo lo que somos. El alma, que es lo que nos da nuestra inteligencia, nuestra forma de ser y la que se encarga de llamar a la magia. Y ésa es la tercera parte, la magia misma. Eso es lo que nos da la chispa de vida. Incluso los que son incapaces de usarla poseen magia en su interior pero es mucho más débil y por ello no viven tanto como nosotros. Su alma es incapaz de llamar a tanta magia como para que puedan usarla.

Ambos hermanos miraban con extrañeza a su abuelo sin entender a donde quería llegar. Aquella afirmación parecía totalmente fuera de lugar para un inquisidor como él. Sin embargo, ninguno de los dos se atrevió a interrumpirlo.

-  Cuando una persona muere, todo debe volver al lugar que le corresponde. El cuerpo vuelve al polvo donde pertenece. El alma, bueno, en realidad es todo un misterio a donde va… - una ronca risotada interrumpió el discurso. El hombre siempre reía al usar la palabra “Misterio” – Y la magia vuelve al mundo, lista para continuar con el ciclo de la vida. Pero no siempre funciona así. A veces, el ciclo queda incompleto. Hay almas con una voluntad tan fuerte que se niegan a abandonar el mundo y permanecen como fantasmas. Casi todo el mundo conoce este hecho gracias a los espectros, pero hay algo que nadie conoce. La magia puede hacer algo parecido. A veces, un gran poder extraña tanto su cuerpo que se niega a volver al ciclo y permanece anclado en el mundo, como si de un fantasma se tratase.

La curiosidad del pequeño no pudo contenerse por más tiempo e interrumpió el monólogo con una impulsiva pregunta con la más genuina inocencia.

- Si el alma de ellos, no pueden atraer casi magia, ¿hay almas que no pueden atraer ninguna?

- Sí, las hay. – el rostro del anciano se ensombreció. - Cuando un alma que no tiene la capacidad de atraer magia entra en un cuerpo, se produce una terrible aberración. El cuerpo posee inteligencia y voluntad pero carece de la chispa de la vida. Desde entonces el único objetivo del ente es alimentarse de la vida y la energía de las otras criaturas dejando tan solo frío y desolación. Su mayor ansia en el mundo consiste en robar un alma para poder obtener la magia que tanto anhelan. Así surgieron los Devoradores.

El mayor de ambos, siguiendo la línea de su hermano y dando gracias por la interrupción plateó una segunda hipótesis.

- ¿Y un cuerpo sin alma?

- Sin un alma, el cuerpo nunca tendría magia y por tanto vida. A no ser que un mago le entregara parte de su magia. Entonces tendríamos un inferí. Pero no deberíamos de hablar de temas tan escabrosos antes de comer.

Un ataque de tos más violento incluso que el anterior atenazó el pecho del viejo. Guardó su pañuelo con un gesto rápido y lóbrego. Tardó varios segundos en recuperar el aliento lo suficiente como para poder dirigirles un par de palabras a sus nietos.

- Bajad al sótano y traedme mi agua de fuego. Necesito un trago. Mañana será un día complicado y triste. – concluyó mientras le dirigía una mirada llena de melancolía. Acalló al mayor con un gesto de la mano antes de que articulara palabra alguna. – No más preguntas por hoy. Ninguna más. Acompaña a tu hermano.

Los niños se alejaron en silencio hacia el sótano.

Una vez los niños descendieron las escaleras, el anciano tomó su espada rúnica; con voz ronca y pulso firme, ejecutó su salva de conjuros.

-¡Claustra Porta! ¡Protego Maxima! ¡Scutum Totallus!   -el esfuerzo había dejado al cabalista sin resuello. Otro ataque de tos, le hizo caer postrado de rodillas. Tranquilos pequeños míos, sólo vienen a por mi

El sonido de los hechizos inundó la ciudad y el pánico cundió entre la población, salvo, para la única persona a la que iba dirigida el ataque...


Última edición por Schlachtung el 09/01/15, 05:41 am, editado 1 vez
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Diario del Caos Empty Sombras sobre el devenir (II)

Mensaje por Schlachtung 24/12/14, 10:15 am

Los niños se alejaron en silencio hacia el sótano.

Obedientes, atendieron a la petición de su abuelo y descendieron las escaleras. Antes de que alcanzaran la botella de licor que el anciano había pedido, un sonoro portazo resonó a sus espaldas.

El pequeño se giró asustado mientras su hermano mayor dio un par de pasos más en dirección a la mesa donde reposaba la botella. Había visto algo que atraía su atención. En lugar de la bandeja metálica en la que solía encontrarse la licorera había un grueso tomo de aspecto ajado encuadernado a mano. Sobre él, una nota de pergamino en la que podía leerse la intrincada caligrafía de su abuelo.

El hermano mayor caminó con gesto ausente la corta distancia que le separaba de la botella. En su mente bullían las posibles causas por las que su abuelo estuviera actuando de forma tan extraña. Ninguna de ellas agradó al chiquillo.

El menor de ambos corrió hacia la puerta y comenzó a golpearla con los puños desesperadamente - ¡Abuelo! ¡Abuelo! ¡Ábrenos! –grito gimoteando. Sin embargo la puerta no cedió. Mientras pudo escuchar de fondo, la voz del anciano realizando algunos hechizos --¡Claustra Porta! ¡Protego Maxima! ¡Scutum Totallus!

La voz del mayor comenzó a leer en voz alta el contenido de la nota:

“Para mis pequeños:
Siento haberos encerrado en el sótano. Pero no puedo permitir que nada malo os suceda. Si os hubiera contado antes lo que iba a ocurrir, os habríais negado a hacerme caso.”


-¡Abuelo! ¡Abuelo! ¿¡Por qué haces esto!? ¿Ya no nos quieres? ¡Me da miedo el sótano! – su súplica quedo interrumpida por el sonido de las sirenas antiaéreas. Un profundo e intenso silbido fue el preludio de la tragedia.

“Da igual lo que os cuenten, lo que os digan o lo que intenten haceros creer. Esto no es un accidente; no es un error. Es un acto consciente de venganza y miedo. Ellos desean y temen las Verdades que sólo yo conozco. No podían arriesgarse a que se lo contara a nadie y por eso, quieren silenciarme”

Un gran temblor sacudió la casa por completo y el rugido ensordecedor de la explosión silenció a ambos niños. Las súplicas y gritos del pequeño, se transformaron en un lloriqueo nervioso y aterrado. -¿Abuelo estás ahí? ¿Estas bien? Tengo mucho miedo

“Sin embargo, lo que ellos desconocen es que ya lo he hecho. Mis dos pequeños magos ya han recibido mi legado. A partir de ahora, ocultad vuestro nombre y cambiad vuestro apellido. Nuestra línea familiar debe acabar conmigo. Guardad el libro que os he entregado. Lo entenderéis cuando seáis mayores.”

Dos nuevas explosiones, acompañadas del chisporroteo mágico de las barreras al quebrarse en mil pedazos, se unieron a los gritos de terror del chiquillo. Se giró hacia su hermano, que aún sostenía la nota mientras agarraba el libro. – Braum, Braum, ¿Qué está pasando? Ayúdame – una mancha apareció en la entrepierna de sus pantalones y se lanzó a sus brazos con los ojos encharcados en lágrimas. Siguió suplicando ayuda hasta que su voz se quebró.

“Siempre me he sentido orgulloso de vosotros. Protegeos mutuamente. Sois fuertes y listos, sé que sobreviviréis.

Vuestro abuelo; que os quiere….”


Antes de que Braum pudiera acabar de leer aquella carta, una nueva explosión, mucho más cercana que las anteriores resonó en el sótano. Las vigas del techo cedieron. La luz esfumó y una densa nube de polvo y humo les llenó los pulmones. Tras esto, oscuridad y nada más que oscuridad.

- Braum, no me sueltes, no me dejes sólo – suplicó el pequeño.

Tranquilo, jamás te abandonaré – replicó con un hilo de voz el mayor de los hermanos.

Apenas pudieron escuchar como los hechizos de La Torre devastaron la ciudad. En cuanto el siguiente sortilegio alcanzó las cercanías de la casa, una montaña de escombros se derrumbó sobre los aterrados chicos.




Todo estaba extremadamente oscuro, el sabor a tierra, humo y sangre me inundaba la boca. Los oídos me pitaban y sentía la sangre palpitar con fuerza en mis sienes. Apenas podía respirar y los brazos de Braum aún me abrazan con fuerza. Traté de moverme, pero no podía. Algo se estaba clavando en mi estómago; debía ser el libro del abuelo.

- Braum, ya pasó todo. Suéltame, no puedo respirar – pero mi petición pareció no ser escuchada. Un nuevo crujido en los escombros al desplomarse, permitieron a un leve haz de luz, iluminar el interior del sótano.

A escasos centímetros de mí; se encontraba Braum, con los ojos desmesuradamente abiertos. No respiraba y su cuerpo estaba brutalmente mutilado. Grité, grité como jamás había gritado. Grité lo que para mi fueron años, aunque en realidad, solo fueron horas. Grité incluso cuando mi garganta dejó de emitir sonido alguno. Cada vez me costaba más respirar, pero el miedo me impedía dejar de pedir ayuda.

Escuché voces en el exterior y me esforcé aún más en llamar su atención. Los escombros se apartaron y la luz del atardecer me cegó… cuando tiraron de mí, agarré con mi último esfuerzo el manuscrito de mi abuelo. Por mucho que trataba de tomar un nuevo aliento, el aire se negaba a entrar en mi pecho.

Cuando mis rescatadores me asieron fuera de la “tumba” en la que se había convertido mi hogar; mi cuerpo estaba literalmente destrozado. El hombre asió el cuchillo sobre mi cabeza. Temí la muerte y juré que jamás volvería a hacerlo. Encontraría la forma de burlarla. El tacto del acero atravesando mi garganta, fue la sensación más agradable en horas y el primer aliento que pude tomar, fue el más dulce de mi vida.

En aquel momento entendí que lo que está muerto, no puede morir. Si todo lo vivo muere, es preferible no estar vivo. Al menos, no del todo.
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