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Cargamento peligroso

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Mensaje por Yshara 28/12/09, 04:28 pm

[F.D.I.: El tema es completamente libre para que cualquiera participe, por supuesto, pero me gustaría empezarlo con un relato que me va a llevar, a lo sumo, dos o tres posts. Gracias.]

La noche caía apaciblemente sobre la ciudad de Trinacria.

Una agradable brisa mecía los escasos jirones de nube que se deslizaban a través de un cielo, extrañamente despejado, de color índigo; como algodones empapados del rojo intenso del anochecer, que dibujaba líneas azules y amarillas en el horizonte a medida que un macilento sol del color de la sangre se hundía mas allá de las tranquilas aguas, reflejándose en las suaves olas que venían a romper mansamente en la costa, dejando tras de sí los diminutos luceros de las pocas estrellas que se habían atrevido a encenderse.

La estampa que se dibujaba en el cielo era digna de un poema, de un lienzo tal vez, pero en el distrito del Puerto de la concurrida ciudad no había muchos ojos que se alzasen hacia la majestuosa escena. En su lugar, el barrio se preparaba rápida y minuciosamente, con la experiencia de toda una vida, para la llegada de la noche. Las calles se vaciaban paulatinamente, y el bullicio que por lo general rodeaba la zona de los muelles se extinguía hasta quedar reducido al canto de los grillos, y el maullido del ejército de gatos que peleaban por los restos de pescado no vendido, abandonado al cerrar la lonja, antes de que el Sol se hubiese hundido por completo en su cuna mas allá de los dominios del Señor de las Profundidades.

Las tabernas y posadas de la zona, que no eran pocas, comenzaban a cerrar sus puertas, hasta que sólo un puñado de ellas quedaban abiertas, lugares de reunión para marineros que no habían tenido suficiente alcohol a lo largo de la tarde y que, como era de esperar, solían acabando en aquellas tascas mugrientas e inmundas, de donde todas las madrugadas salían discretamente uno o dos cadáveres que eran puntualmente arrojados al mar.

Pero eran una minoría; los marineros que eran decentes y valoraban su vida, como Angus y Thadeus, preferían no arriesgar sus gaznates por una jarra de cerveza, de modo que enfilaban prudentemente el camino de vuelta a El Titán en cuanto la última posada que no olía a sangre cuajada cerraba sus puertas. Sólo la prudencia en tierra y la experiencia en el mar pueden convertir a un hombre en un viejo lobo marino como era Angus, y como no dentro de mucho sería el joven Thadeus si seguía compartiendo la amplia experiencia del primero con la misma atención con la que lo hacía.

- Te lo digo muy en serio, muchacho - le increpaba el barbudo y canoso marino de ojos pardos en ésos momentos. - Cuando hayas visto la mitad de los mares del mundo, dejarán de sorprenderte éstas historias de barcos fantasma y de terrores que viven más allá de las aguas. ¡Qué sabrán ellos!

Por supuesto, que fuesen marinos decentes y que valorasen su vida no implicaba que no tuviesen en ésos momentos, tanto uno como otro, una curda de campeonato. Pero tenían el suficiente juicio como para volver al barco directamente, sin arriesgar la cabeza a cambio de un trago más. El más joven de los dos hombres, con el pelo castaño claro moviéndose al son del viento, se bamboleaba de lado a lado mientras intentaba seguir - en el paso y la conversación - a su amigo y mentor a través del pavimento empedrado que les separaba del esbelto velero de tres mástiles al que habían aprendido a llamar hogar más que a sus propias casas.

- Intenta que el capitán sepa sólo la mitad de la mierda que llevas encima - le aconsejó Angus a su joven amigo. - Mañana tendrás que fregar mucho, pero si la descubre completa, no encontrarás una maldita fregona en toda la cubierta, te lo digo yo.
- ¿Por qué voy a fregar el maldito suelo... cubierta? - preguntó Thadeus, molesto. - ¿Acaso no estás lleno tú también del mismo vino barato que yo, sucio ánfora barbuda?

El intento de golpearle con un codo acabó en un tambaleo peligroso que colocó al muchacho al otro lado del barbudo, lo que no impidió que éste siguiese mirando en la misma dirección mientras le respondía:

- Eres un jodido grumete hasta que el Capitán diga lo contrario, muchacho - siguió diciendo Angus. - Aunque le guste una buena borrachera como a tí y como a mí, no puede dejar que los muchachos piensen que todo ésto es puro cachondeo, ¿Me entiendes? Así que hoy te castigará, y la próxima vez que lleguemos a puerto beberá contigo, y conmigo, y vomitaremos como lémures por la borda mientras abrazamos un tonel de cerveza. Así funcionan las cosas en el mar.

Los hombres estallaron en risas casi al mismo tiempo mientras enfilaban peligrosamente la pasarela del carguero recién atracado, sobre la cubierta del cual todavía había bullicio. Los hombres del puerto apuraban su trabajo, subiendo y bajando mientras cargaban aquellas enormes cajas de madera dentro y fuera de la bodega, sacando las que iban destinadas al almacén de Lord Everett y dejando en su lugar los cajones que, en cuanto amaneciera, el barco tendría que llevar a otra ciudad...

... junto con el resto de las mercancías que llegarían durante la noche. Lord Everett, como todos los hombres de negocios, tenía asuntos que prefería que las autoridades no supiesen, y el capitán Samuel Trawen era un hombre tenido por discreto y diligente a la hora de encargarse de todos ésos asuntos delicados que tienen los hombres de negocios, siempre a cambio de un buen puñado de chucherías extra para él y para su tripulación, por supuesto.

Bajo cubierta, a medida que Angus y Thadeus avanzaban por la bodega rumbo a los estrechos camarotes de la tripulación, habitaciones practicadas en la parte más externa del interior del casco, entre la zona de carga y las gruesas paredes de madera de éste, resultaba difícil no hacer caso de la creciente montaña de paquetes y cajones que se apilaban hasta casi llenar el compartimento, probablemente listos para sufrir una pertinente inspección antes de que anocheciese del todo, que con un pequeño soborno de por medio, alguien se ocuparía de no repetir cuando llegase la mañana. ¿Qué importaba si durante la noche brotaban unos cuantos cajones adicionales en la concurrida bodega de aquel velero?

Frente a la última de aquellas cajas, apilada contra la pared del fondo del compartimento, entre las puertas que conducían a las estrechas habitaciones donde se hacinaban de cuatro en cuatro los marineros, el viejo Angus le dió a Thadeus unas palmadas en la espalda, satisfecho con la marcha tanto del día como de la noche.

- Mañana será otro día, muchacho - le dijo. - Cuando lleguemos a comosellame, verás hasta dónde es rentable ésto. Tendrás más dinero en los bolsillos del que te atreverás a gastar. ¡Duerme la mona, que mañana te dolerá la cabeza cuando te grite el Capitán!

De nuevo entre risas, los dos tripulantes alcoholizados se retiraron con un amistoso apretón de manos, lleno de camaradería, y cada uno de ellos enfiló la habitación en la que se encontraba su piltra. No eran los primeros marineros que se retiraban a dormir aquella noche; más bien, seguramente, serían los últimos. La gente de los Eidallah se ocupaba de aquellos cajones puntualmente y con bastante diligencia, sin necesidad de que ningún tripulante se encargase de ellas. Los marinos que no estaban allí en ésos momentos, seguramente pasarían la noche en brazos de alguna moza del puerto, o demasiado borrachos como para recordar nada de lo que pasase entre la puesta y la salida del Sol.

Transcurrieron los diez minutos más lentos de la historia de la navegación, hasta que un par de sonoros y rítmicos ronquidos comenzaron a combinarse en una especie de extraña melodía de fondo. Al estar en tierra, los marineros son difíciles de controlar. De hecho, era extraño que aquellos dos hubiesen decidido pasar la noche en el barco. Posiblemente serían los únicos, junto con el par de muchachos jóvenes que habían llegado hacía apenas un rato, y que no tenían pinta de necesitar mozas del puerto para encontar brazos en los que pasar la noche.

La delgada punta del puñal asomó por entre la tapa y las paredes del cajón apoyado contra el muro, y sólo hizo palanca levemente durante unos instantes antes de que la madera se levantase unos centímetros, empujada por una cabeza cubierta por una capucha de color negro profundo que sólo dejaba ver dos ojillos atentos, de un color extraño entre el marrón de la corteza de los árboles y el carmesí profundo de la sangre recién derramada. Barrieron la bodega de arriba a abajo en apenas unos segundos.

Al cabo, un cuerpo ágil y delgado, cubierto por una capa negra que se confundía con las sombras que dibujaba el pequeño farol de aceite que daba una ténue luz anaranjada a toda la bodega, se escapó silenciosamente de la caja para perderse en el laberinto de cajones y fardos, quedando atras sólo el brillo momentáneo de sus atentos ojos y el destello mortecino y fugaz de la hoja de una daga mientras una mano la aferraba con fuerza, ocultándola bajo una capa del color de la noche profunda.

Desapareció como había aparecido, y no hizo ningún sonido. Los ronquidos llenaban la bodega como lo habían hecho un instante antes, disimulando el golpeteo de unos pies que no se escuchaban más que los suaves crujidos de la madera del barco.
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Mensaje por Yshara 28/12/09, 04:57 pm

Sombras largas, oscuras, que se confundían con la negrura de la noche mientras bailaban a la ténue luz de las velas, tímidas, que apenas se atrevían a dibujar su perfil contra la madera. Se confundían las unas con las otras, y se retorcían y tintineaban cuando lo hacía la luz suave y anaranjada que le arrancaba suaves destellos a una moneda de oro, a los ojos altivos de un hombre, a los ojos serenos de su interlocutor.

La iluminación apenas daba para más.

Los gastados picheles de cerámica estaban aún intactos, con la densa espuma disipándose lentamente sobre la agria cerveza negra. Ni uno ni otro hombre habían tocado el brebaje, ni tenían pinta de ir a hacerlo; sentados cada uno en un extremo de la pequeña mesa cuadrada de madera que se ubicaba en el centro del oscuro camarote, asegurada con un par de pernos al suelo para que el balanceo del barco no la derribase, cada uno de ellos tenía los ojos puestos en cosas muy diferentes.

La mirada del hombre de menor edad, cuyos rizos morenos le caían sobre la cara evadiendo el confinamiento de la capucha marrón oscura que le cubría la cabeza, estaba puesta en los ojos del otro, el hombre de tez oscura y barba canosa pulcramente recortada que no ocultaba la cicatriz que le atravesaba la parte inferior derecha del cuello. Sus ojos castaños no le devolvían la mirada al muchacho, sino que estaban perdidos en el objeto que recorría sus dedos gruesos y curtidos.

Un ducado de oro.

Había un silencio extraño en la sala, un silencio pesado y sombrío que sólo hacía más evidente que el Capitán estaba intentando deliberadamente evadir la mirada del hombre más joven. Había contemplado largamente aquella moneda, grabada con el perfil de un rostro que no conocía. Probablemente el monarca, o su padre, o quien quiera que fuese lo suficientemente altanero como para hacer grabar su cara en el oro. Al Capitán nunca le habían importado las familias reales, y esperaba no importarle nunca a ellas.

Una ráfaga de aire hizo titilar la luz de las cuatro velas que estaban dispuestas en círculo en el interior de un cuenco de barro, en el centro de la mesa, y la moneda dejó de deslizarse entre los curtidos dedos del marino para caer en el interior de su puño, que se cerró en torno a ella como una caja fuerte, apagando su brillo.

- No estoy seguro de querer volver a aparecer por allí - murmuró, sin levantar la vista todavía hacia su interlocutor.

Éste asintió con la cabeza, incluso si el Capitán no le estaba viendo. Su voz, cuando habló, era juvenil y suave, la voz de un diplomático, de un intendente, de un hombre de la tierra firme que posiblemente no había levantado en su vida una espada, pero al que sin duda protegían un montón de plumas afiladas, teniendo en cuenta quién era el que tiraba de su corta correa.

- Podéis estar seguro de que Lord Everett hará uso de sus considerables recursos para evitar que se produzcan... eventualidades.

No le gustaba el tono que aquel muchacho conseguía imprimirle a algunas de las palabras que decía. No sabía si le estaba tomando por tonto, o era perfectamente consciente de que lo sabía, pero no era precisamente un ofrecimiento, sino que tenía más cáriz de amenaza que de otra cosa. Por supuesto; los recursos del señor de Eidallah eran considerables. Contactos, favores, aliados. Lord Everett era un hombre mucho más que capaz de proteger sus mercancías hasta que llegasen a puerto. El problema era...

- ¿Y cuando ya no nos encontremos bajo la protección del Conde? - preguntó.

Prefirió obviar el significado de "eventualidades". La insinuación era más que evidente; los recursos de Lord Everett no estarían ahí sólo para evitar un ataque que pudiera dañar a la tripulación, sino también una fuga, un intento de no entregar la carga, o cualquier otra... bien, él lo había expresado muy bien: Eventualidad.

- Entiendo vuestra preocupación, Capitán Trawen - murmuró el muchacho, asintiendo de nuevo con la cabeza. - No obstante, creo que el nombre del Lord de Eidallah es lo suficientemente disuasorio como para...

- Como para que nadie se meta con su carga, sí - le cortó el Capitán, alzando los ojos hacia él, el ceño fruncido. - ¿Y cuando ya no tengamos su carga con nosotros?

El hombre se encogió de hombros.

- Creo que vuestra bonificación es lo suficientemente generosa como para que os arriesguéis a ello, Capitán.

- No me estás dejando elegir - respondió Trawen, aún más enfadado. - ¿Crees que quiero tu sucio oro? Me puedes pagar cuatro, o diez veces si te da la gana lo que vale éste trabajo. No puedo volver a mi tierra. Si atracamos allí, estaremos muertos antes de que podamos descargar las cajas.

- Es muy urgente para Lord Everett que éstas mercancías partan ya mismo y estén allí antes de doce días - recalcó el joven. - Capitán, me temo que como vos mismo decís, no puedo dejaros elegir. La voz ya se ha corrido, y mi señor no encontrará a otro marino de su confianza hasta al menos dentro de tres días. Lord Everett me ha dado permiso para ser muy razonable con vuestro precio, pero debéis llevar vuestro barco al lugar convenido en cuanto vuestra tripulación se haya reunido.

- ¿Qué me importa a mí el precio bajo éstas circunstancias, muchacho? - las palmas de las manos de Trawen golpearon repentinamente la madera de la mesa, haciendo que parte de las jarras de cerveza se derramasen por encima de la ajada superficie de ésta. - Tu jefe es muy listo. Id ahí, entregad mis cajas. Si sobrevivís, os pagaré el resto. Ni siquiera se va a tener que gastar ése dinero...

La bolsa golpeó la mesa, con un tintineo metálico, antes de que el Capitán hubiese terminado de quejarse. Una gota de sudor le perló la frente. Nunca le había disgustado tanto tener oro en su camarote. Se asomó tímidamente al interior del recipiente de lino, y contó a ojo. Debía haber dos o tres veces lo que valía su precio. Si hubiese tenido la más mínima seguridad de que iba a vivir para disfrutarlo, aquello le habría hecho sonreír, pero...

Siguió mirando al oro, hasta que su vista se volvió hacia el emisario de Eidallah. Aquello no era un pago, era una sentencia.

- ¿Y si me niego? - preguntó.

La sonrisa fría y maquiavélica del muchacho le causó un escalofrío en la columna incluso antes de que pronunciase unas palabras que ya sabía que iba a pronunciar.

- Podéis estar seguro de que Lord Everett hará uso de sus considerables recursos para evitar que se produzcan eventualidades - repitió.

El Capitán le miró largamente, mientras la habitación caía en un silencio pesado y sombrío, tan tenso como incómodo. Apretó los dientes, y agachó la mirada. Ahora la amenaza no era nada sutil, incluso si la contenían las mismas palabras que hacía unos instantes la habían convertido en una amenaza velada. El Capitán tenía claro lo que debía hacer, pero no estaba seguro de cómo se las ingeniaría para sobrevivir a ello.

- Que el Señor de las Profundidades te proteja si no sales de éste barco ahora mismo - musitó casi sin separar los labios. - Dile al Conde que se busque a otro pelele que muera por él.

- A Lord de Eidallah no le gustará ésa respuesta - contestó el chico, sin perder aquella sonrisa fría y perturbadora que le asomaba a los labios. - ¿Estáis convencido de que...?

- Coge tu oro y sal de mi barco.

Por una vez, la respuesta de Trawen fué lo suficientemente categórica como para hacer morir la sonrisa del agente del Conde. El muchacho alzó las cejas, y sus miradas estuvieron entrelazadas durante unos largos y tediosos instantes.

- No estáis ponderando la situación en toda su profundidad - comentó el muchacho. - Coged éste oro, y tendréis una posibilidad de sobornar a vuestros compatriotas para que olviden vuestro pequeño escarceo. Traicionad a la Casa Eidallah, y vuestra vida habrá terminado.

- ¿Me estás amenazando? - preguntó el capitán.

- Sí.
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Mensaje por Yshara 28/12/09, 05:08 pm

No esperaba aquella contestación. Tan directa. Por supuesto, el muchacho tenía el poder suficiente como para respaldarlo. Para Everett y gentuza adinerada como él, las vidas de gente como Trawen eran una cuestión de conveniencia. Podían deshacerse de ellos, y estaban seguros de que nunca tendrían una justicia detrás para echárselo en cara. Podían permitirse ser insolentes, y ser despectivos, y poner a un hombre entre la espada y la pared. Todas sus opciones, en ése momento, llevaban a una muerte segura, y el Capitán sólo podía dudar entre si escoger la rápida y segura o la lenta que, con suerte, tendrían una posibilidad de esquivar.

También podía jugar una carta más. Frunció el ceño.

- Hagámoslo de ésta manera - contestó al cabo de un rato, como si las anteriores palabras del muchacho no hubiesen sido pronunciadas. - Cuando mi tripulación se reúna, lo discutiremos. De todas formas, hasta entonces no podremos zarpar, ¿No?

- ¿Lo "discutiréis", Capitán? No me hace gracia que...

- Tendrá que hacértela. Si mis hombres no quieren volver a Aduria, no volveremos. Os enviaremos un mensaje a la casa de Eidallah con la decisión que tomemos antes de levar anclas.

- No - dijo el agente. - ¿Qué os impediría marcharos con su cargamento y su oro?

- Bueno - dijo el capitán con una sonrisa que hizo fruncir el ceño al agente, y provocó que Trawen de repente se sintiese satisfecho con aquella conversación al invertir las tornas. - Puedo estar seguro de que Lord Everett empleará sus considerables recursos para evitar que se produzcan eventualidades.

Casi pudo escuchar cómo la garganta del muchacho trabajaba duro para reprimir un gruñido. Por supuesto, ése argumento trabajaba en su contra. Pero también cortaba de raíz la charla, que sin duda - conocía el "tacto" de los mensajeros de Eidallah - habría derivado rápidamente hacia la pregunta de rigor: Si entendía los riesgos de lo que estaba haciendo.

Oh, claro que los entendía. Posiblemente tendrían que quemar el barco en cuanto saliesen de aquel archipiélago, y seguir el camino por tierra hasta perderse en algún sitio donde nunca hubiesen oído hablar ni de Trinacria, ni de Eidallah ni de sus mercancías envenenadas. Lo cual sería difícil, pero no imposible.

- Espero que decidáis sabiamente - dijo el agente mientras se ponía en pie. - Sería una lástima que tuviésemos que entregaros a los adurianos.

Aquello dolió, pero el Capitán no permitió que le afectase. Su sonrisa de desafío, curtida después de cientos de partidas de cartas en largas tardes y noches pasadas en alta mar, no se movió un ápice. El muchacho acababa de plantarse, con su póker de reyes, y sólo sospechaba la pareja de cincos que llevaba el Capitán... y aun así, el dinero se quedaba en la mesa de éste.

- Buenas noches - le dijo el Capitán, displicente. - Cierra la puerta al salir. En unas horas tendrás tu respuesta.

De hecho, el muchacho dió un portazo más que considerable cuando abandonó la sala, un sonido que aunque hizo crujir peligrosamente las bisagras de la puerta, resultó como música a oídos del Capitán, que sólamente por sana precaución, esperó un par de minutos antes de liberar las emociones contenidas en su interior en la forma de un sonoro puñetazo en la mesa.

Apenas había tiempo. No le cabía la menor duda de que no iba a ser tan sencillo, aunque le alegraba pensar que probablemente el mozo que acababa de marcharse acabaría suplicándole al Conde que le diese otra oportunidad, o que acabase piadosamente con su vida. Tenía que reunir a su tripulación y zarpar de inmediato. Cuando ya estuviesen a una buena distancia de la ciudad, podrían plantearse tranquilamente si preferían morir en Adurnia o en cualquier otra ciudad. Se puso en pie, decidido, y se volvió hacia la parte de atrás de su camarote, una especie de sala aparte en la que estaban su escritorio y su cama, ténuemente iluminada por la luz de un candelabro que ardía mortecinamente entre el escritorio y la pared, junto a la puerta que conducía al pequeño mirador de popa desde el que veía atardecer cuando estaban en alta mar.

Sobrepasó la puerta, nervioso, y se inclinó sobre el escritorio en busca de un pergamino sobre el que escribir la carta que tendría que enviarle a Everett, aunque sólo fuese para darse el tiempo necesario como para permitirle a su barco salir de Jasperia. Levantaría sospechas, éso por supuesto, pero era sólo cuestión de...

El pergamino cayó al suelo cuando el capitán se volvió a erguir repentinamente, como un resorte.

Apenas le dolía. El delgado brazo ataviado con una especie de brazalete metálico que le aprisionaba el cuello, obligándole a arquear la espalda hacia atrás, era considerablemente más molesto que la daga clavada entre sus vértebras. Éso no significaba que no sintiese el acero, ni la sangre derramándose lentamente a través de la herida. Era sólo... que no dolía.

- Agh - gruñó, tratando de levantar los brazos hacia su agresor, sintiéndose débil. - ¿Qué...?

La única respuesta que obtuvo fué la sensación de que la presa en torno a su cuello se recrudecía, hasta cortarle la respiración, y que la hoja de la daga se hundía hasta la empuñadura. Mortífera y precisa, la herida estaba hecha justo en la columna vertebral, atravesándola y cortándola. El Capitán había dejado de sentir las piernas. En realidad, había dejado de sentir todo desde la mitad de la espalda hacia abajo. El estómago, los riñones. Quizás sólo fué piadoso que nunca supiese que tampoco sentía los esfínteres.

Incluso si no fué doloroso, sí que fué angustioso.

La posición del arma en su espalda no le permitió hacer prácticamente nada por defenderse. Sólo se agitó brevemente, intentando golpear a su agresor, pero ya estaba débil por la pérdida de sangre. Además, era más bajo y más delgado que él, lo que hacía muy difícil que pudiese alcanzarle. E incluso si lo hubiese hecho, ¿Qué... habría podido hacer? El primer y único golpe había sido letal de necesidad. Poco a poco, Trawen fué perdiendo la noción de la realidad, sumiéndose en la oscuridad de los sentidos a medida que sus ojos se cerraban, lentamente, casi de forma placentera.

Murió sin emitir un sonido, y ni siquiera entonces aflojó la mujer la presa que le rodeaba el cuello.

En su lugar, le sacó la daga larga y puntiaguda de la herida, lo que hizo que sangrara abundantemente por ella durante unos segundos, manchándole la negra capa de restos oscuros de sangre recién vertida. Le limpió el arma en la camisa, en la parte delantera de la camisa, aún limpia, para ser más exactos. Luego, se la llevó al cinto, y la enfundó. Agarró un objeto pequeño y punzante, que tenía enfundado justo al lado de ella, y se lo llevó al hombre un momento a la frente. El pequeño escalpelo dibujó un símbolo sobre ella, rápido y preciso, antes de que la chica lo limpiase también y volviese a guardarlo. Por último, extrajo una segunda daga de su bota, diferente de la que había usado, y la dejó hundida en la ya profunda herida del Capitán. Sus órdenes incluían dejar un mensaje, pero éso no incluía una de sus dagas.

Finalmente, la mujer hizo girar el cuerpo para hacerlo caer boca abajo, quedándose ella con un pie a cada lado del torso inmóvil del Capitán. La capa negra, ligeramente manchada de sangre, la hacía confundirse con las sombras del camarote. Bajo el cuerpo del hombre, la sangre comenzaba a formar un charco carmesí, en el que se reflejó la luz del candelabro durante un momento. La muchacha lo contempló con interés durante unos instantes. Luego, sus fríos ojos de color marrón rojizo se volvieron hacia la mesa.

...

No se lo pensó demasiado.

Sus pasos casi la condujeron a lo evidente, y sopesó el peso de la bolsa tan solo un momento antes de hacerla desaparecer en el zurrón, bajo su capa. No intentó disuadirse a sí misma; no se consideraba una ladrona, pero aquel oro no acabaría en ningún sitio de todas formas. Según su cliente, ahora sólo quedaba que las autoridades portuarias examinasen el barco, aunque sólo fuera un examen de rigor sobre el asesinato. El muerto en sí daba igual, aunque al ser precisamente el capitán era una garantía de que el barco no zarparía. Nadie le había dicho nada de dinero, así que nadie lo tendría en cuenta si desaparecía.

Lo que era importante era que el barco sería registrado. Éso a ella le daba igual, pero su cliente pensaba - al parecer - que bastaría una inspección de aquellas mercancías para meter en problemas a la casa Eidallah. Pero, como decía, éso a ella no le importaba. Ahora sólo quedaba salir de ahí.

... y, como si algo hubiese leído sus pensamientos, justo entonces escuchó el golpe contra la puerta.

- ¿Capitán? - dijo una voz desde el exterior de la puerta.

Se hizo el silencio. El tintineo de las monedas, en el interior de su bolsa, fué lo suficientemente leve como para que apenas se escuchase por el repiqueteo del puño cerrado contra la madera de la puerta, y lo suficientemente alto como para que a la chica se le escapase una mueca de disgusto al escucharlo. Una segunda retahíla de golpes se dejó oír a través de la sala, casi como para ahogar su preocupación.

- ¿Capitán? ¿Señor? - repitió la voz. - Hemos oído ruido, Capitán. ¿Está bien?

Silencio, de nuevo.

Y de nuevo, fué el sonido del metal el que lo rompió. Ésta vez, el sonido de las espadas al salir de sus vainas, y el de los murmullos de varios hombres justo al otro lado de la puerta. Ésta vez no hubo llamadas, ni preguntas. Alguien dió unos pasos hacia atrás, y se escuchó cómo otras dos personas se apartaban del batiente de la puerta.

- Vamos a entrar, señor - dijo la voz, ahora más distante.

Justo a continuación, la cerradura saltó en pedazos y el batiente se abrió de par en par hasta golpear la pared interna del camarote, con gran estruendo. Los hombres, acostumbrados al combate aunque el aspecto pacífico del barco sugiriese lo contrario - era un barco contrabandista, después de todo - entraron rápidamente en la sala, dispersándose por ella de forma que un intruso lo habría tenido muy difícil tanto para esconderse como para tener una oportunidad de defenderse.

Eran tres hombres. Estaban armados con alfanjes pesados, de acero, y uno de ellos llevaba una pequeña rodela de madera que tenía la marca de flechas a lo largo de su superficie. No eran armas de adorno; las tres tenían pequeños restos de sangre seca a lo largo de su hoja. Pero no era éso lo que hablaba de su uso, sino la forma en que los hombres las blandían. Las agitaban de forma rápida, mortífera. Examinaron la sala rápidamente, como un relámpago, y el silencio que siguió al estruendo de su entrada sólo se rompió cuando la mirada de uno de ellos hizo contacto con aquello que levantó su alarma.

- ¡¡Capitán!! - casi gimió, al ver el cadáver de éste. - ¡Capitán!

Fue instantáneo; los tres hombres volvieron la cabeza hacia donde el primero de ellos señalaba, y los tres se quedaron boquiabiertos ante el espectáculo que ninguno de ellos había esperado. El que había descubierto el cadáver se adelantó hacia el cuerpo, enfundando su alfanje en la vaina, y se agachó junto a él. Los otros lo miraban, incrédulos, y ninguno de ellos se volvió a tiempo para ver cómo la puerta se entrecerraba momentáneamente, y luego volvía a abrirse cuidadosamente hasta quedar en la misma posición en la que estaba.

- ¡Capitán! - repitió, mientras le ponía los dedos en el cuello. - Maldita sea... está...

Ella no escuchó la palabra. Sus pasos, rápidos pero tenues, apenas resonaron sobre la madera de la cubierta del barco desierto. No tuvo ningún contratiempo para llegar a la pasarela, ni para atravesarla. La oscuridad de la noche la arropó como una manta cuando por fin se apartó de las luces del puerto, perdiéndose entre las callejuelas, y el sencillo pero útil efecto menor de invisibilidad se desvaneció, devolviendo a la figura encapuchada a su forma.

Suspiró pesadamente. Había sido un momento peliagudo, y odiaba admitirlo, pero estaba nerviosa.

En cualquier caso, tenía el resto de la noche libre. Y debería utilizar las primeras dos o tres horas para apartarse de aquel barco, y perderse de vista. Se planteó salir de la ciudad, pero lo cierto es que no habría una manera mejor de llamar la atención. Y por el escenario que la rodeaba, adivinó que la alternativa era una de ésas tabernas bulliciosas y sombrías de la noche portuaria. Con un poco de suerte, no le ofrecerían una cama en la que tuviera que degollar a un borracho para dormir tranquila. Maldita sea, ya había tenido suficiente olor a humano por una noche.

Echó a andar, pero lo hizo sin un rumbo concreto.


[F.D.I.: Listo, si se quiere meter alguien.]
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Cargamento peligroso Empty Re: Cargamento peligroso

Mensaje por Sophitia 29/12/09, 09:36 am

[FDI: Aquí digo presente]

La noche había llegado por fin, el silencio, la oscuridad y el aire frío eran un aliciente para salir a dar una vuelta. Ya todas las casas estaban con puertas y ventanas cerradas, la gente decente ya estaba durmiendo, los mal llamados inocente soñaban cómodos y felices en sus camas.

No era la misma historia en lo que respecta a los mal vivientes, los asesinos, los borrachos, ladrones, piratas, las prostitutas, y los perdidos en el juego. En si, todo lo que era rechazado por la sociedad, todo lo que era considerado insano y no correcto, todos ellos comenzaban a vivir recién en estas horas.

Sophitia poseía varias de estas cualidades, aunque no todas por supuesto, lo que si era cierto era que se codeaba con todos ellos, los conocía bien y tenia varios amigos que cumplían con estos requisitos. Por esto mismo se encontraba en tan hermosa noche paseando por las callejuelas de la ciudad, camino a una de sus tabernas de mala muerte favorita.

Salio de un pequeño callejón para luego entrar a otro, solo era una sombra despreocupada mas, una feliz sombra que la madre luna protegía de malos momentos.

Satisfecha de como le iban saliendo las cosas no pudo evitar canturrear un poco, comenzó a silbar no demasiado alto, salto por encima de un borracho tirado en un montón de basura. Miro para otro lado al notar a una pareja algo mas fogosa de lo que el pudor recomienda e ignoro a un par de sujetos que al parecer querían comenzar una pelea, claro que primero tenían que lograr que el piso dejara de moverse.

Todos estos signos solo demostraban que se estaba acercando a destino, el caos iría en un hermoso aumento hasta que el libertinaje, la fiesta y el alcohol se volvieran absolutos. Y eso era precisamente lo que buscaba la alegre pirata, olvidarse de todos sus problemas, ignorar el detalle de que iba a gastar sus ultimas monedas en algunos tragos, que probablemente pelearía y terminaría herida en algún rincón de la taberna. Y al día siguiente se despertaría dolorida, mareada y con hambre cuando el tabernero quisiera cerrar el lugar.

Nada de eso importaba ahora, vería luego como arreglárselas. Ya podía ver su destino, se escuchaba un gran alboroto, jarras que se rompían, alguna mujerzuela gritando, y un borracho colgando de una ventana adornaban la escena... ¡Era perfecto!

Sophitia apuro el paso, golpeando sin querer con una muchacha al pasar, murmuro unas disculpas apuradas y siguió su camino, con las manos apoyadas tras la cabeza y canturreando una famosa canción pirata.

Dio una patada a la puerta, a esa clase de lugares había que entrar con estilo si uno quería asegurarse una buena noche. Todo estaba tal y como lo imaginaba, tal y como sabia que iba a estar, tenia el punto justo de gente, habían dos o tres mesas disponibles.

Varios de los más alborotadores ya habían agarrado a alguna de las muchachas y se encontraban de seguro ahora en algún cuarto barato, o en el patio trasero del lugar. Varios de los borrachos ya estaba inconscientes y no molestaban... En síntesis, lo mas tranquila pero alegre que podía estar un lugar así...

Se sentó en la mesa más alejada del alboroto, por el momento quería registrar a la concurrencia para tener una idea general, luego entraría en acción sus múltiples habilidades.
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Mensaje por Yshara 31/12/09, 11:12 am

La elfa suspiró.

Aunque pudiera parecer lo contrario, no resulta tan fácil perderse en una ciudad que te es relativamente desconocida. No, por la sencilla razón de que no sabes dónde puedes hacerlo. "Perderse", para las personas como Yshara, significaba esfumarse, una necesidad incuestionable para alguien que acaba de cometer un crimen. Y si no conoces el trazado general de la ciudad, no tienes claro dónde debes ir o llevas una trayectoria demasiado errática, acabas por atraer atención indebida.

Necesitaba estar lejos de la escena del crimen, lejos de la calle, lejos de cualquier lugar donde alguien pudiera verla y sumar dos y dos. Normalmente no le importaba tener problemas con la ley, pero maldita fuera, era nueva en aquella ciudad. Necesitaba una reputación si quería que aquel no fuera su único trabajo, y una reputación, en el trabajo de Yshara, se consigue siendo impecable.

Atravesaba en aquellos momentos una calleja estrecha y oscura de los barrios adyacentes al puerto, desde cuyas sombras brillaban los ojos de un gato que la miraba con atención. La elfa buscó las sombras adrede, confundiéndose con ellas en instantes gracias a la negrura de su manto, y se detuvo. Miró atrás, y adelante, y guardó silencio un momento, pero no oyó nada.

Se arrebujó en la capa. Hacía frío, pero el cielo no amenazaba con lluvia. Y por un momento, la elfa pensó seriamente en sentarse en aquel callejón, apoyar la espalda contra el muro y hacerse pasar por una mendiga. Era un plan bastante pobre, pero mejor que dar vueltas y atraer atenciones indebidas.

Por un momento.

En mitad del silencio, ése silencio turbio de la noche de ciudad, cargado de sonidos, escuchó una voz que cantaba. Las orejas de la elfa vibraron casi imperceptiblemente, intentando localizar el origen del sonido. Reconocía la tonadilla; era una canción pirata. Piratas, ¿Eh? Yshara dejó escapar un gruñido ahogado. Parecía una voz femenina, y sobria. Y la elfa dedujo primero que ninguna mujer cantaría una canción como aquella en semejante barriada a no ser que fuera de verdad una pirata, y segundo, que sólo había tres cosas que una pirata sobria podría querer hacer en un lugar como aquel y a aquellas horas de la noche: Beber, follar o embarcarse.

Hubiera jurado que el puerto no estaba en aquella dirección, así que descartó la tercera opción. Y, si aquella mujer estaba buscando una tabernucha, aquello le interesaba. Sería un buen sitio donde apartarse de las calles un rato. De modo que, con toda la discreción que siglos de su profesión le habían dado, la asesina se dispuso a seguir a la mujer. Y no tardó mucho en encontrar lo que buscaba. Había visto alguna que otra taberna pirata, así que el espectáculo no era tan sorprendente. Las peleas son una constante en un lugar así, igual que otras actividades. Yshara no podía evitar mirarlo todo con un cierto deje de asco. Humanos. Su única entretención en ésta vida era beber hasta olvidar quienes eran. A Yshara siempre le habían parecido poco más que... animales. En contrapartida, sabía muy bien que en un lugar como aquel nadie sentiría demasiado aprecio por una elfa.

Se echó la capucha de su manto por encima, de forma que le cubría el rostro. No le gustaba colmar el estereotipo de persona encapuchada, porque al fin y al cabo, es la mejor manera de llamar la atención (Aunque quieras parecer discreto). Pero entre llamar la atención por aparecer como un personaje sombrío, y llamarla por aparecer como una elfa, prefirió lo primero. No hubo demasiados ojos que se posaran en ella, y supo deslizarse hacia las sombras con rapidez tan pronto como estuvo dentro del local. Había una mesa lejos del alboroto, pero estaba ocupada, precisamente por la persona a la que había seguido. Eligió una mesa que estaba relativamente cerca, cuya iluminación era lo suficientemente deficiente como para que se sintiera "cómoda".
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Mensaje por Sophitia 04/01/10, 09:17 am

Sophitia entro al lugar como si de su casa se tratara, se acomodo en su silla y puso los pies sobre la mesa, no había posición más cómoda que esa para esperar. Estaba conforme con su entrada, con su imagen y con todo lo que pensaba hacer esa hermosa noche.

Saco de su bolsillo una moneda y se la mostró a la muchacha que en ese momento estaba sirviendo unos tragos en la mesa de al lado. La chica entendió de inmediato, no eran muchos las cosas que servían en ese lugar, y mucho menos a esa hora de la noche. Asintió sin mas y fue tras la barra a buscar una jarra de cerveza.

Pero su entrada triunfal había sido opacada, ¿Porqué? ¿quién? Precisamente por quien menos quería llamar la atención, al parecer. Tal vez los demás no la habían notado, pero la pirata no pudo evitar ver a una silueta encapuchada que le quitaba su lugar como estereotipo del bar. Por la altura y lo delgada, estaba casi segura de que era una mujer, aunque no podría decir nada mas, porque la capa cubría todo el resto, inclusive el rostro.

La mesera volvió con lo pedido, se lo dejo de mala gana sobre la mesa, derramando un poco del contenido en el proceso. Sophitia agarro la jarra y se la bebió casi por completo en el primer sorbo. Su idea era revisar el movimiento del bar, pero su vista volvía una y otra vez a la figura encapuchada, se había sentado también en una mesa apartada, y no se movía de su lugar.

Al final decidió que era mejor dejarla por el momento, ya no tenia caso, si quería ser la figura principal, que lo fuera... Pensó eso un poco mas y maldijo para si: !Demonios! !Eso si que no!

Se levanto en un solo movimiento de su silla, ya había bebido cuatro jarras, pero seguía como si de leche se tratara. Se acerco a la mesa de unos apostadores sin remedio y se les unió a la ronda. Tenia que conseguir dinero para poder pagar los tragos que bebería de ahora en mas y ganándoles algunas manos de seguro tendría suficiente.

Las partidas fueron transcurriendo, y como esperaba, su bolsillo se lleno de variadas monedas, era un juego de niños. Pero lo más importante en los juegos de azar era saber cuando retirarse. La pirata saludo alegremente y se despidió de la mesa, retirando en el proceso todo lo que había ganado. Con eso tendría para toda la noche.

Entonces se lo pensó mejor, las sutilezas no eran lo suyo. Y prefería quitarse las dudas con respecto a algo que la venia molestando, aprobecharía el renovado humor. Se dio vuelta y se sentó de modo directo y sincero en la mesa de la misteriosa figura.

- ¿Bebes algo? -
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Mensaje por Yshara 05/01/10, 11:39 am

La elfa estaba acostumbrada a estar en lugares así.

Después de todo, cuando uno se dedica a lo mismo que Yshara, es algo hasta cierto punto normal. Los asesinos no se anuncian en ningún sitio, y no en todas las ciudades existen 'colectivos' a través de los que entrar en contacto con ellos. En general, una parte importante del trabajo de un asesino consiste, pues, en saber buscar una oferta de empleo. Y éso, a menudo, incluye pasar algún tiempo en lugares como aquel.

Yshara era vieja. A lo largo del tiempo, había probado muchas cosas. Aquella profesión no tenía secretos para la elfa. Había formado parte de grupos, había fundado grupos. Había puesto sus servicios encima de la mesa de un cliente, y había esperado pacientemente a que le llegase una oferta delante de una copa de vino elfo.

Pero no estaba buscando trabajo en aquel lugar, y dudaba seriamente que pudiera encontrar vino elfo en una tabernucha como aquella. Su objetivo era pasar desapercibida. Por supuesto, no iba a rechazar una oferta de empleo si le llegaba, pero parecía improbable. Aquella taberna no era un lugar adecuado. Yshara se resignó a la idea de aburrirse.

Y entonces, sorpresa.

Reconoció a la mujer al alzar la cabeza. No la conocía de nada, pero era la mujer a la que había seguido. Yshara supuso que tal vez no había sido demasiado discreta, y la chica podía pensar que quería algo de ella. La elfa se encogió de hombros mentalmente, asumiendo que lo más probable es que aquella conversación acabase con una puñalada en un callejón. Pero nada le impedía tomar algo con ella antes, claro.

- Eso depende - dijo, mirándole a los ojos. - ¿Hay algo que merezca la pena beber aquí?
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Mensaje por Sophitia 05/01/10, 01:59 pm

La extraña figura no parecía del todo sorprendida por su presencia, la pirata pensó que, después de todo, todo esto podía resultar de lo mas entretenido.

Ante semejante perspectiva, la imaginaria competencia se esfumo de su mente. Había acertado con respecto a que era una mujer, y no solo eso, tampoco le pareció del todo humana. Pero mientras tuviera la capucha puesta seguía en la duda.

- Pues, depende de lo que para ti valga la pena - Dijo riendo levemente por el comentario - Pero no creo que encuentres mucho.

Le quedaba media jarra de cerveza de la ronda anterior con los borrachos, lo termino de una sola vez y lo dejo a un lado.

- Pero lo que sea que quieras beber, yo pago - Dijo alegre, había encontrado alguien con quien hablar

La mujer la miraba directamente a los ojos cuando le hablaba, no podía terminar de decidir si eso la ponía nerviosa o no. Su padre siempre le decía que había que desconfiar de las personas que no miran a la cara cuando hablan. Pero cuando contemplaba sus ojos... Sophitia sentía que estaba mirando dentro de un gran agujero negro. A simple vista parecía de no mas de 20 años, pero su mirada reflejaba muchos mas. La inquietaba esa dualidad...

Por un momento pensó que tal vez no sabia en que se estaba metiendo. Pero la curiosidad podía más que la precaución, siempre era así en ella.

Se quedo entonces mirando fijamente esos ojos mientras le hablaba, como intentando penetrar en una fortaleza.

- Por cierto, mi nombre es Sophitia... ¿Puedo saber cual es el tuyo? - Distraída como estaba con estos pensamientos, se había olvidado de presentarse.

Levanto una mano llamando a la mesera mientras decía esto ultimo, la misma estaba algo ocupada con algunos caballeros. La pirata le echo una mirada molesta para que se apurara, y pensó una vez mas que deberían contratar a mujeres entradas en años para que se concentraran más en sus trabajos.
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Mensaje por Yshara 09/01/10, 12:27 am

Extraño. Tuvo la sensación de que la mujer se relajaba, pero no supo por qué. Quizás había percibido una amenaza en ella. En cualquier caso, la elfa sonrió a medias, encogiéndose ligeramente de hombros.

- La cerveza de los humanos suele saber como si alguien se meara en una jarra - murmuró como respuesta, sin perder la sonrisa. - Me arriesgaré con el vino.

Asintió con la cabeza. Ah, la invitaba. Aquello no le era extraño a la elfa, pero sí sirvió para que se plantease una posibilidad: Que aquella mujer estuviese interesada en sus servicios. A menudo, la invitación era el principio de uno de aquellos intercambios que le gustaban a la pelirroja, el de oro por sangre.

- Muy amable.

Practicó una leve inclinación de cabeza. La naturaleza de Yshara no la llevaba a desconfiar particularmente de ella. Ya era suspicaz de sobra como para serlo de forma especialmente pronunciada.

- Mi nombre es Yshara - se presentó, volviendo los ojos hacia la camarera un instante, justo cuando la chica se acercaba. - Tomaré vino, pues. ¿Y tú?
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Mensaje por Sophitia 11/01/10, 08:56 am

La tonta mesera se digno a aparecer por fin, su gesto por supuesto era de desgano, la habían interrumpido, pero ese era su trabajo, no tenia opción.

- Pues, que sea vino entonces! Yo quiero más cerveza - La mujer se fue rápidamente a buscar el pedido - Ya sabes, el meo de los humanos me resulta delicioso.

Rió sin mas luego de decir eso, no era la primer persona que se cruzaba a la cual no le gustaba la cerveza, pero a su paladar era lo mejor. Las había más buenas y menos buenas, con más o menos sabor, pero al final todas eran deliciosas.

- No quiero ser entrometida - Dijo la pirata tanteando camino - Pero este no es la clase de lugar donde una mujer como usted andaría porque si, y mucho menos a esta hora - Se estiro hacia atrás, descansando su espalda contra el respaldo de la silla - ¿Esta esperando a alguien o algo así?

Si bien no tenia miedo, no quería pasar por irrespetuosa, y la mujer podía tener muchos motivos privados que no quisiera comentar a una extraña. Muchas veces veía a mujeres de la alta sociedad apareciendo por esa clase de cantinas, pensando que nadie las iba a reconocer ahí, y poder así encontrarse con sus amantes a solas. Aunque Yshara no parecía ser esa clase de mujer, sin duda era muchísimo más misteriosa, y no necesitaba de la capa para aparentarlo.

Lo pedido llego a la mesa y Sophitia no hizo esperar a su garganta, agarro la jarra y le dio un solo trago. Sin duda era deliciosa...
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Mensaje por Yshara 24/01/10, 01:34 am

[F.D.I.: Bueno, valiente estafa de post para lo que te he hecho esperar. Disculpa tongue ]

La sonrisa de la elfa no se alteró.

Por un momento, se planteó jugar un rato. No sería la primera vez que lo hacía. Responder con algo diferente de la realidad, y ver si la mujer mordía el anzuelo. Pero aquella noche no tenía demasiadas ganas de jugar. Sus dedos se cerraron en torno al vino que la mesera le puso, y tomó un sorbo, no tanto para mojarse los labios como para paladearlo.

No esperaba nada particularmente bueno, pero tenía que admitir que no estaba mal.

- Algo así - murmuró.

Levantó la copa, como para saludar a su compañera, y ahora sí, tomó un trago de ella. La cerveza siempre le había parecido demasiado amarga, pero hay gustos para todo, por supuesto. La sonrisa no se había desvanecido de sus labios, sino que se había hecho más pronunciada, más felina.

A veces decir la verdad puede ser un juego más divertido que cualquier mentira.

- Soy asesina de profesión - dijo. - Si espero algo, es que alguien requiera de mis servicios, pero es cierto que estoy fuera de mi hábitat. ¿Qué quiere decir "una mujer como usted"?
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Mensaje por Sophitia 25/01/10, 09:20 am

[F.D.I: Vamos, ni que yo fueran la reencarnación de Tolkien Razz ]

Tenia la sensación de que la mujer le sonreía bajo la capucha todo el tiempo, pero no exactamente de modo amistoso. ¿Porque le producía una especie de escalofrío? Sophitia intento quitarse estas ideas de la cabeza, no quería verse perturbada, más sin tener motivos validos.

Quito su mirada de aquella engatusan te sonrisa y se concentro en beber su vaso unos minutos. Le pareció escuchar que murmuraba, pero su oído no era más sensible que el de cualquier humano común, supuso que había sido su imaginación.

Al escuchar la sincera declaración de la mujer Sophitia casi se atraganta con lo que quedaba de su bebida. Que existían los asesino a sueldo no le era ajeno, eso era obvio. Pero que vinieran a decirlo así sin más si le resultaba extraño, y no se lo esperaba en verdad.

Al ser continuado por un a pregunta en apariencia normal la confundió un poco más aún, por lo tanto tardo unos segundos en contestar.

- Bueno... Pues... Es que se la ve muy refinada y delicada, uno pensaría mas bien que es una mujer de la alta sociedad con algún objetivo concreto... No como el resto de los borrachos que estamos aquí - Una vez que había logrado coordinar sus ideas, las palabras salieron con facilidad, y logro recomponer la sonrisa.

¿Qué clase de personas van a un bar de mala muerte a tan altas horas? Los borrachos, las prostitutas, los ladrones y claro, los asesinos! Se le había olvidado esa posibilidad, debía ser porque no conocía a muchos, solían pensar que pertenecían a una raza superior de estafadores, el resto de los ladrones eramos la chusma para ellos.


- Admito que nunca hubiese adivinado su profesión, me sorprendió. No quiero interrumpir sus negocios, si prefiere esperar sola... -
No le tenia miedo a los asesinos, mucho menos después de beber, y quería seguir hablando con Yshara, pero no tenia ganas de molestar, ni de terminar en una pelea, así que era mejor prevenirse - La noche es joven aún, si pudiera seguir hablando con una mujer tan extraña seria maravilloso - Dijo mientras levantaba la jarra, pero no para brindar, ya que estaba vacía, sino para pedirle otra a la mesera.
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Mensaje por Yshara 31/01/10, 12:14 am

No era una reacción extraña.

De hecho, se podía decir que Sophitia había tenido mucha más compostura que otras personas con quienes se había cruzado. Se la veía una mujer fuerte. No le hubiera dicho aquello si hubiera pensado que podía salir corriendo de miedo, o a alertar a la guardia, o a lo que fuera. Pero, como era obvio, tampoco había podido medir su aplomo.

La elfa rió suavemente ante su respuesta.

- ¿Delicada? - repitió, divertida.

Tenía gracia. Yshara... podía ser descrita de muchas formas, pero ella misma jamás habría empleado la palabra "delicadeza". Quizás como forma de reafirmarse, la asesina se retiró la capucha de la cabeza, dejando que sus facciones quedaran al descubierto. Su tez estaba morena por la intemperie, sus rasgos eran afilados, y su piel estaba surcada de tatuajes que le dibujaban símbolos en torno a los ojos y a través de la frente, entremezclándose con algunas cicatrices que quedaban disimuladas por el dibujo. Su pelo, pulcramente recogido en una larga trenza que le caía a la espalda, era de un color rojo sangre ligeramente apagado, que se asemejaba al del vino que había en su copa.

Igual que sus ojos. Tal vez éso pudiera resultar inquietante. Sus ojos eran de un color que parecía el resultado de mezclar el rojo sangre de su pelo y el marrón oscuro de la tierra. Aunque reflejaban la diversión de la mujer, también había en ellos algo agresivo, algo violento, felino, tal vez acentuado por sus orejas, alargadas y puntiagudas, revelando a todas luces que se trataba de una elfa.

- ¿De veras parezco... una dama de alta sociedad? - preguntó. Sus ojos delataban que no había tomado ofensa alguna por el comentario; sólo le intrigaba. Era la primera vez que la confundían con algo así.

De todas maneras, la elfa tampoco tenía ganas de hacer... nada en particular. En aquel sitio no se estaba tan mal, y no tenía trabajo, ni lo estaba buscando, en contra de lo que había hecho creer a su interlocutora. Tomó un nuevo sorbo de su copa de vino, y se reclinó sobre su asiento, mirando a Sophitia.

- No hay nada que interrumpir - confesó. - Ya he tenido trabajo por ésta noche. Si no tienes ningún inconveniente en seguir hablando, tampoco lo tengo yo.
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Mensaje por Sophitia 01/02/10, 08:50 am

La misteriosa mujer por fin dejaba ver su rostro, y lo que Sophitia vio la sorprendió aun más, no tenia los rasgos que había imaginado en lo absoluto, tampoco significaba que fuera fea, por decirlo mal y pronto. Más allá de las cicatrices, y los tatuajes, seguía conservando muchos de los rasgos de los elfos, por lo tanto, nunca podría ser una fea mujer.

Recorrió con disimulo la linea de los dibujos en su cara, ¿tendrían algún sentido? Conocía a muchos piratas que se lo hacían porque si, sin mas simbolismos que el capricho, ella misma lo había pensado en más de una oportunidad pero... Bueno...

- Interesantes tatuajes - Dijo de modo directo, obviamente eran una de las cosas más destacables, no haría como si no los viera - Pensé en hacerme algunos varias veces pero... - Se levanto levemente la remera para mostrar la gran cantidad de cicatrices que le surcaban el cuerpo - Siempre pensé que entre las cicatrices y los tatuajes parecería un fenómeno, ja! - La risa fue rondando la ironía, siempre se había sentido algo rara, particular más bien.

- Así y todo no me retracto, eres muy delicada al caminar y al moverte, si no fuera por los dibujos, podrías pasar por alguna dama de algún país extranjero - Dijo y se le escapo una risa, pero esta vez sincera - De aquellas islas tropicales tal vez - La mesera le trajo otra jarra por fin - Debe ser por tu sangre de elfa, sin animos de ofender, pero se ven todos muy delicados, no importa lo que hagan...

En su tono no había intención alguna de ofender, era cierto. Sabia del desprecio que tenían en general las personas por los elfos, y estos últimos por los humanos, por supuesto. A Sophitia no le podía importar menos una cosa así, había viajado bastante y se había codeado con toda clase de personas y razas, al final había llegado a la conclusión de que eran todas iguales, encontrabas a héroes y bastardos por igual en todas.

- Pues entonces será una noche de lo más interesante, ya que como imaginaras no tengo absolutamente nada para hacer... - Reafirmo sus palabras dando un trago a la jarra que abría hecho toser a más de un hombre de gran constitución.

Ahora podía ver claramente los ojos de su acompañante, y como había imaginado tenían un toque extraño, la miraba entre entretenida y malhumorada, una mezcla exótica de impaciencia con aburrimiento y divertida. Que mujer tan compleja...Aunque de seguro no seria lo más raro que encontraría en ella en la larga noche.
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Mensaje por Yshara 04/02/10, 02:46 am

De hecho, la elfa observó las cicatrices de su interlocutora con curiosidad, en el escaso margen de tiempo que tuvo para hacerlo.

El caso de Yshara era algo diferente. La elfa tenía sus cicatrices, por supuesto; teniendo en cuenta su profesión, hubiera sido cuanto menos preocupante que no las tuviera. Sin embargo, la mayoría de ellas estaban debajo de los tatuajes. Se había convertido, para ella, en un pequeño ritual, aunque había cicatrices que nunca había cubierto.

Inclinó la cabeza ligeramente, en señal de agradecimiento. Aun y así, la mujer seguía pensando que era 'delicada', si bien matizaba que en movimientos, no en su aspecto, de modo que se sintió halagada. Había algo curioso en aquella mujer, en la forma en que se dirigía a ella.

- Una dama de un país extranjero - repitió, en voz muy baja y para sí misma, bajando los ojos hacia la mesa con una leve sonrisa.

A veces, a la elfa le gustaba fingirse algo que no era. Procurarse un disfraz, transformarse un poco. Le ayudaba a practicar sus dotes de interpretación, porque, aunque no fuese una actriz, Yshara era bastante buena en el arte de ocultar lo que pensaba; y también le servía para distraerse, aunque el sistema, por supuesto, tenía sus limitaciones. Bien, aquello de la dama de un país extranjero le daba una idea. Pero por ahora, la puso en el tintero, interesándose por aquella chica a la que tenía delante, y que no parecía haber visto muchos elfos antes.

- Bueno - observó, divertida. - No te preocupes por éso; seguro que encontramos algo que hacer.

Yshara apoyó los antebrazos sobre la mesa, inclinándose ligeramente hacia ella con curiosidad. La capa le cubría los brazos, de modo que no dejaban ver sus manos, pero casi se podría haber jurado que una de ellas produjo un sonido metálico al entrar en contacto con la mesa.

- Pero, cuéntame - se interesó. - ¿A qué te dedicas tú? Pareces una mujer que no le rinde cuentas a nadie.

Había deducido que era pirata por la canción de antes, pero prefirió sonsacárselo de forma natural. No era muy frecuente que entablara una relación amistosa con una humana, y no quería estropearla dejando caer que la había seguido. O quizás no le apetecía dar explicaciones. Qué importaba, era un matiz poco importante.
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Mensaje por Sophitia 04/02/10, 08:01 am

Al parecer la idea de "ser una dama" le había interesado a su interlocutora, ¿seria que nadie se lo había dicho antes? En cualquier caso, Sophitia estaba contenta con los resultados de la charla hasta el momento, hablaban calmadamente, de temas interesantes pero no más que eso, y no había tenido que pelear con nadie. Seguramente no pasaría la noche sin que alguna cosa como esa sucediera, pero era en parte por lo que venia a las tabernas, esperaba no meter la pata y terminar luchando con la elfa, solo para empezar, porque sabia que llevaba las de perder, y en segundo lugar, por que le caía bien.

Yshara le hacia recordar demasiado a un felino, y no hablaba ya de sus movimientos, sino tambien de sus actitud. Uno nunca sabe cuando un gato quiere que lo acaricies y cuando te va a saltar a la cara para rasguñarte, pensaba Sophitia. Apenas y si puedes darte cuenta por el vaivén de su cola, pero tenia un grave problema ¡y era que la asesina no tenia cola que la alertara! Pero por el momento supondría que estaba todo bien, que fuera lo que el destino quisiera.

- Bueno, me dedico al pillaje, las peleas y el beber... es decir, soy pirata - Dijo guiñandole un ojo y riendo - Es la vocación de mi familia, se podría decir, mi padre me enseño todo lo que sé - Recordarlo siempre le traía amargos recuerdos, por lo tanto prefirió no decir más de eso - Actualmente estoy solucionando el pequeño inconveniente de no tener un barco.

Si, pequeño inconveniente, era como un herrero sin herrería, o un cantinero sin cantina, le faltaba su herramienta de trabajo principal. Maldijo y escupió sobre los nombres de aquellos bastardos que le habían quitado su motivo de vivir, su herencia por derecho. ¿Pero de que le servía? Seguía sin su barco, y ellos felices en alta mar, robando y festejando a sus anchas.

- No le rindo cuentas a nadie porque no tengo a quien rendirselas de todos modos - Dijo levantando los hombros en gesto de indiferencia - ¿Y tu? Tengo entendido que tu profesión suele ser solitaria.

No le servía mucho a un asesino el tener familia he hijos de los cuales preocuparse, ni a ella tampoco, tal vez resultara que tenían más en común de lo que imaginaba en un principio.
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Mensaje por Yshara 07/02/10, 04:40 am

Lo cierto es que, a lo largo de los muchos años que Yshara llevaba con vida y dedicándose a lo que se dedicaba, la habían confundido con muchas cosas; pero cierto que nunca antes con una dama. Al menos, no que ella pudiera recordar. Para ser francos, Yshara no llenaba muy bien el estereotipo de mujer de la corte. Incluso en las escasas ocasiones en las que había representado el papel de dama de la corte, por "exigencias del guión", había encontrado difícil hacerlo de forma creíble.

No importaba, no le estaba dando tanta importancia como parecía. Era sólo el impacto de la sorpresa, una situación que encontraba particular y divertida. Sonrió de nuevo, desterrando finalmente el pensamiento y centrándose en lo que ahora decía su interlocutora, que, como esperaba, le revelaba su condición de pirata.

Curioso, Yshara siempre había pensado que había tres tipos de pirata; el que no tiene ni idea de nada ni lugar en el mundo mas allá de la espada que blande (sin saber muy bien por qué), el que sabe gobernar un barco y mantener un cierto respeto, y el que tiene la inteligencia suficiente como para dirigir a una cuadrilla de indeseables del primer tipo y pagar religiosamente a uno del segundo. Escuchando a Sophitia, se le ocurrió que podía haber una cuarta categoría: La de la gente que de hecho tiene motivos para dedicarse a aquel oficio.

Sin embargo, por duras que fueran, no hay que creer que las ideas de Yshara fueran despectivas en modo alguno. También pensaba que había tres tipos de asesinos: La gentuza que partía piernas por una moneda de cobre, los que disfrutaban de su oficio o habían sido criados para ejercerlo, y ella.

- Los piratas y los asesinos no son tan diferentes - dijo casi para sí misma, de forma reflexiva. - ¿De modo que no tienes un barco?

Se mordió el labio, pensando en el barco de Trawen. No conocía bien la ciudad ni la forma de trabajo de su gobierno, pero si era como la mitad de las ciudades humanas que había conocido, lo registrarían, lo vaciarían y pasaría a engrosar la flota personal de algún noble, quien, si no tenía demasiado interés, podía subastarlo a un precio razonable. No lo dijo en voz alta, pero sintió un ramalazo de curiosidad. Se dijo a sí misma que le seguiría la pista a la suerte de aquel barco.

- No te engañas - comentó, apurando la copa de vino, con un deje pensativo en la voz. - El asesinato es un oficio... interesante. Pero es solitario, sí; no tiene mucho que envidiarle a las travesías en barco. Admito que nunca he pasado demasiado tiempo en un barco.

De hecho, es muy solitario.

Incluso a alguien como Yshara, al final, tanta soledad podía acabar afectándole. Pero la elfa no se permitió a sí misma dedicarle demasiado tiempo al pensamiento; a menudo, la clave para no sentir la soledad es no apreciarla. Levantó la mano, llamando a la camarera, que se encontraba cerca, y pidió un poco más de lo que cada una estaba tomando. Cuando iba a irse, la tomó repentinamente por la mano, haciéndole dar un respingo. Pero no había nada malo en su toque; simplemente, una moneda cambió de manos.

No es de extrañar que la camarera la mirase con extrañeza. La moneda que le había dado bien podía pagar lo que tomaran durante la noche.

- ¿Te apetece cenar? - preguntó, reclinándose de nuevo sobre la silla, mientras se hurgaba bajo la capa, en busca de una pequeña bolsa de cuero.
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Mensaje por Sophitia 08/02/10, 08:12 am

Detestaba recordar que no tenía barco, lo odiaba profundamente. Pero tambien sabia que negarlo no solucionaba nada, ni iba a lograr que apareciera uno de la nada llorando por los rincones.

- Si, no tengo barco - Desvió su enojada mirada hacia otro lado, no fuera a ser que Yshara pensara que estaba enojada con ella - Mi tripulación me traiciono, se llevaron mi barco y me dejaron en tierra - Era como si la palabra "tierra" la escupiera en lugar de decirla - Los muy malditos me la pagaran.


Le hervía la sangre de solo pensar en esos desgraciados, no podía evitarlo, el barco no les pertenecía, había sido de su padre, se lo había dejado a ella. Si pudiera los degollaría en ese mismo lugar, malditos desgraciados cobardes!
Intento calmarse y continuar la charla con normalidad, su ira debía ser descargada sobre los que la habían traicionado, no sobre una casi por completo desconocida.

La pirata ya se lo había imaginado, seguramente Yshara no gozaría de muchos amigos, tal vez algunos conocidos a lo mucho. Era lo más normal, le resultaba difícil imaginarla terminando uno de sus trabajos para luego ir a casa a preparar la cena para sus hijos, la idea casi le resultaba graciosa.

Por un momento le dio curiosidad saber cuantos años tendría la mujer, siendo elfa eso podía ser tan variable como 30 o 300 años, eran la raza más longeva que conocía. ¿Porque se habría dedicado a ser asesina?, los de su raza solían ser mas bien "pacíficos", siempre y cuando uno no se metiera en su territorio ni dañara a ninguno de los suyos, claro está. Era una mujer muy extraña, mirara por donde la mirara.

- Cierto es - Dijo al ver la coincidencia entre sus pensamientos - Aunque el trabajo de los de tu clase parece ser algo más delicado que el de un pirata, aunque ambos deben ser interesantes, puedo asegurar que el mio lo es - Le costaba imaginar lo que sería no haber pasado mucho tiempo arriba de un barco - Pues, no sabes de lo que te pierdes, es lo más cercano a la libertad que puedas conocer jamas.


Miro acercarse a la camarera al notar el llamado de su compañera de mesa. Otra ronda de tragos era lo ideal, hablar con la garganta seca era por demás desagradable, lo que no se esperaba era la invitación a comer.

- Pues, claro, me encantaría - Comía bastante poco, por un motivo u otro siempre se le pasaban las comidas - Elije lo que quieras, no soy quisquillosa con la comida.


Su padre siempre le decía que había que comer de todo, uno nunca sabía cuando iba a haber comida y cuando no, así que, no había que mal acostumbrarse. Por eso mismo podía comer lo que fuera, exceptuando tal vez unas pocas cosas que le resultaba demasiado desagradables.


- ¿Crees que pueda saber algo más de ti si te pregunto? -
Quería saber concretamente si la mujer estaba dispuesta a responder, o si prefería mantenerse reservada, resultaba importante para saber como continuar.
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Mensaje por Yshara 19/02/10, 12:25 am

Vaya.

La elfa lo sintió por la pirata. Entre las gentes fuera de la ley, la traición era un elemento demasiado común. En cierto modo, los piratas eran como los asesinos; en cierto modo, daba igual. ¿Eran proscritos de la sociedad o gente que no la necesitaba...?

Había una gran diferencia entre el primer tipo y el segundo. Pero en cualquier caso, eran forajidos, voluntarios o no. Para el orgullo de Yshara, Sophitia estaba en lo cierto al pensar que el trabajo de los asesinos era más delicado que el de los piratas. Ella lo encontraba sumamente satisfactorio. Pero claro, a Yshara ni siquiera se le pasó por la cabeza la idea de que ella no tenía ni la menor idea de cómo se gobernaba un barco, cosa que le hubiera hecho apreciar de otro modo la sutileza que requiere la profesión de su interlocutora.

- Se a lo que te refieres - susurró, apartando un instante los ojos de ella para ponerlos sobre la bolsita de cuero. - Nadie te pide cuentas, nadie puede exigírtelas, y eres lo suficientemente fuerte como para no aceptar a nadie por encima de tí. Si, es parte de lo que me gusta de éste trabajo. Es justo lo que nos hace... - la palabra volvio a brillar en su mente - proscritas.

Volvió a mirarla, con la sonrisa de nuevo en los labios. Sus ojos no podían engañar lo que su cuerpo de elfa no revelaba. Eran ojos determinados, firmes, de persona con una gran experiencia, mucha más de la que podría haber atesorado un humano. Había viajado, y mucho, aunque no lo hubiera hecho sobre un barco. Sus ojos se posaron sobre la camarera, solícita.

Buena pregunta, la de la pirata. Lo cierto es que Yshara se mantuvo unos instantes en silencio. Nunca había sido demasiado delicada para la comida, y por un instante no supo qué pedir. Finalmente, se encogió de hombros, y pidió a la chica un par de platos del estofado de la casa. Olía a ciervo. A Yshara le gustaba la carne de caza.

No era lo único que le gustaba. Era curioso. Estaba cómoda. Normalmente no compartía sus vicios. Al abrir la bolsita de cuero, se dejó sentir un aroma intenso, agradable, muy penetrante. La elfa extrajo dos cazoletillas pequeñas del interior de su capa, y le ofreció una a la pirata, con una media sonrisa.

- Supongo que depende de lo que preguntes - contestó, cautelosa, no porque albergara grandes secretos, sino porque no estaba acostumbrada a hablar de sí misma. - ¿Fumas?
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Mensaje por Sophitia 19/02/10, 08:23 am

Al parecer se entendían bastante bien con la asesina. Ni ella misma podría haberlo dicho mejor, la vida de un buen pirata era así, pura libertad. La ley que preponderaba era la del más fuerte y ninguna otra, en cierto modo había sido su culpa lo que había pasado con el barco, si hubiese sido más fuerte, nadie la habría traicionado por miedo a que su cabeza rodara.

- Linda palabra "proscritas" - La paladeo un poco, como si probara un vino - Hace tiempo que no la escuchaba...

Por un momento se quedo contemplándola, tratando de discernir qué pensaba, pero resultaba imposible, era como intentar sacarle información a un ente... O a un muerto. Tampoco estaba segura de qué tanto podía ver Yshara en ella, pero, en cualquier caso, las charlas de ese estilo resultaban más entretenidas, era como un juego de estrategia.

Antes de que la camarera se marchara con el pedido hecho, Sophitia le pidió más cerveza, que la charla no podía seguir si no tenía su trago en la mano bien lleno.

- Claro - Dijo en respuesta a la pregunta y tomo una con alegría - Hace ya mucho tiempo que no veía uno de estos - Hasta su nariz de humana sentía el fuerte olor.

Se recosto sobre el respaldo de la silla mientras esperaba el regreso de la mesera y puso los pies sobre la mesa, hasta que comieran al menos no había porque preocuparse.

- Bien, entonces preguntaré y me daré cuenta si era una mala pregunta cuando tenga una daga apoyada en el cuello, jajaja - Lo mejor era bromear con cosas así, prácticamente no había tema con el cual no bromeara, era su modo de relajar el ambiente, de crear camarería.

- ¿Qué hace una elfa dedicándose a una profesión tan turbia? -

aaaah, sin duda las sutilezas eran lo suyo, siempre empezando por los temas más mundanos y simples. La cuestión es que la historia podía ser por demás interesante, y no quería perdérsela. Quizás hasta podría agregarla a su lista de historias increíbles, ya vería.

Mientras preguntaba la mesera les traía las cosas, el plato tenía buen olor y, lo más importante, era que la cerveza estaba fresca. Sophitia bajo los pies de la mesa y se preparó para saborear el guiso de carne.
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Mensaje por Yshara 24/02/10, 02:31 am

Un viejo sabio dijo una vez que, de las traiciones, tiene la culpa el que no prevee y el que las perdona. Seguramente tenía razón, pero Yshara no era quien para juzgar a la pirata por ello. Por muy pocas veces que la elfa depositara su confinaza en otros seres, incluso ella conocía bien el sabor de la traición.

Yshara pellizcó el interior de la bolsita con los dedos pulgar e índice de la mano derecha. Sacó un puñado de fino polvo entremezclado con hebras, algo que parecía azafrán, pero que olía mucho más fuerte. Lo vertió en la primera pipeta, y esperó a que Sophitia hiciera lo propio antes de prender una fina varilla de madera en la vela que había sobre la mesa. Encendió el tabaco, y se la pasó a Sophitia.

- Daga en el cuello - rió. - Me gusta tu estilo.

Había sonreído durante practicamente todo el encuentro, pero fue al decir estas palabras cuando sus ojos, por primera vez, acompañaron la sonrisa de sus labios. El resto del tiempo parecía más una sonrisa de gato al acecho, de animal cazador.

- Dicen que solo hay dos cosas que puedan llevar a alguien a convertirse en un asesino - respondió la elfa, mirando hacia una de las vigas del techo distraídamente, durante un instante, antes de volver a mirar a Sophitia. - La necesidad y el placer.

Y no hacía falta decir con cuál se identificaba la elfa. Volvió los ojos hacia la camarera, un instante, pero no la vio entre el gentío.

- El cómo, es una historia compleja - siguió diciendo. - Tiene mucho que ver con... elfos. Y con cómo no me gustan. Supongo que no soy lo más parecido a una elfa que tengas en mente.

Ahora su sonrisa resultó, aunque solo fuera por un instante fugaz, un poco triste. Pero si lo fue, se repuso enseguida.

- Tú no te pareces demasiado a los piratas que conozco - observó. - ¿Qué hace a una mujer como tú convertirse en una?
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Mensaje por Sophitia 24/02/10, 08:14 am

Por fin algo de sinceridad asomaba en los profundos ojos de la elfa, resultaba un gran alivio ver que la mujer no estaba completamente muerta por dentro. Las personas así eran de las que más uno debía temer, no tenían motivos para vivir, ni para morir, pero si para matar, eran en extremo peligrosas.

La elfa hablaba con mucha ligereza con respecto a la muerte, lo cual demostraba que era en verdad una profesional, y la cantidad de muertos que de seguro cargaba sobre la espalda hubiesen echo doblarse a muchos. Era una asesina en el pleno sentido de la palabra, y eso era de respetar.

- Bueno, no me intentare parecer más de lo que en verdad soy - Dijo Sophitia sincerándose - Solo he matado por el primer motivo, y varias por accidente - Intento recordar alguna situación - Cuando estas borracha no te das cuenta que tan fuerte golpeas - Hizo un ademán como si tuviera un palo en las manos y golpeara algo para ejemplificar la afirmación.

Habían entrado una interesante cantidad de piratas a la taberna, ya era entrada la noche, pero para esta clase de personas los horarios normales no eran aplicables. Sophitia los miro unos instantes, asegurándose de que no hubiese ningun conocido. Ya fuera para bien o para mal, no tenia ganas de cruzarse con nadie, estaba muy satisfecha con la charla actual. Lo único que lamentaba era que de seguro la mesera estaría ocupada casi lo que quedaba de la noche atendiéndolos a ellos y desatendiéndolas a ellas.

- Si tienes algunas de sus características, como por ejemplo la lengua para enrollar las cosas y no decir nada - Dijo guiñando un ojo y riendo de la broma - Pero no me molesta, jajaja!

No se le ocurrió que tal vez la historia podía ser muy triste, ni se lo imaginaba en verdad. Paso por alto la sonrisa con pena de la elfa, su fugacidad la volvió invisible para la humana.

- Bueno, pues. La cuestión es bien simple, mi madre no era una persona muy cariñosa que digamos... - Hizo una pausa como pensando el mejor modo de seguir sin parecer que se ponía en el papel de víctima - Y decidió que era mejor dejarme con mi padre ni bien nací... Ella era una prostituta, ¿sabes? No le habría servido de nada tener una bebe encima todo el día - Tiro la cabeza hacia atrás y soltó un poco del humo en forma de arandelas - Así que me dejo en el barco de mi padre y se fue lo más rápido que podía.

Ya no estaba segura de si la culpaba o no por lo que había echo, en lineas generales, ella sentía que no había tenido madre, aunque muy adentro suyo percibiera su presencia. Pero en su corta vida ya había visto muchas cosas. Las mujeres que no querían al niño se desasían de él lo más rápido posible, si tenían corazón lo dejaban en alguna casa o capilla, de lo contrario dejaban que murieran o los mataban ellas mismas. Si lo pensaba de ese modo, su madre había sido bastante compasiva...

- Mi padre solo conocía la vida pirata, así que fue eso lo que me enseño - No era una historia increíble, ni fantástica, pero era su realidad.

- Supongo que hace mucho que no te ves con tu raza, ¿Verdad? - La pirata tenía entendido que los elfos tenían reglas muy exigentes con eso de matar - Y... sé que esta clase de cosas no se le pregunta a una dama, pero al parecer ninguna de las dos tiene mucho de señorita así que... ¿Cuantos años tienes? - La pregunta surgía de la pura curiosidad.
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Mensaje por Yshara 26/02/10, 05:10 pm

Yshara escuchó cuidadosamente. Lo primero que dijo la pirata le pareció curioso; la pelirroja quiso hacer memoria, pero no estaba segura de si no recordaba haber matado a nadie por accidente o si su mente no había clasificado nunca algo como "accidente".

Seguramente sí que lo había hecho. Era solo que no le daba importancia. Su mirada, como la de Sophitia, siguió la concurrencia de la taberna; como había imaginado, era un bar de piratas. La mujer parecía sentirse a gusto allí, pero a la elfa le sorprendía no haber tenido que enseñarle un puñal a ningún marinero borracho todavía. Sus ojos se posaron sobre un tipo que, desde la puerta, ojeaba el interior como si buscase a alguien, pero enseguida volvieron a Sophitia.

- Ya veo - dijo, aún escuchando.

Era curioso, Sophitia no tenía tapujos a la hora de hablar de sí misma. Yshara había llegado a asombrarse de cómo el pasado puede ser un tema de conversación... "tabú". Y bueno, seguramente ella misma podía reprochárselo. Pero, en su defensa, habría que decir que el caso concreto de Yshara era uno sobre el que guardaba silencio no porque fuera especialmente triste (En realidad, lo triste era en lo que había desembocado), sino porque era una historia que decía sobre la elfa mucho más de lo que a ella le habría agradado que nadie supiese.

Pero se sintió en desventaja oyendo hablar a Sophitia; estaba siendo franca. Yshara, en contra de lo que pueda pensarse de alguien que hace su vida de asesinar a gente, tenía por norma ser honesta, al menos cuando lo eran con ella. Contempló el reflejo de la luz en el vino con curiosidad, pensando en lo que oía. Seguramente a otra persona le habría parecido triste la historia de Sophitia; sin embargo, ella... tampoco había tenido nada parecido a una familia de pequeña.

- No - asintió la elfa, pronunciando de nuevo su sonrisa mientras volvía a levantar la mirada hacia Sophitia. - Y me alegro. Las señoritas no son tan interesantes.

Pero Sophitia había vuelto a dar en el clavo con la pregunta: Su edad. Yshara se quedó pensativa un momento, frunciendo el ceño mientras trataba de retomar las cuentas de su vida, que había abandonado en algún momento. Pero tardó unos instantes en negar con la cabeza, aunque se quedó con la duda.

- No lo se con exactitud - comentó. - Alrededor de ocho siglos.

Era mucho tiempo, en cualquier caso. Aunque la elfa conocía a otros de su especie que habían llegado al milenio, e incluso más allá. No creía que su vida se prolongase tanto. Le gustaba demasiado vivir peligrosamente. Su especie; he ahí otro asunto que era escabroso. Pero esta vez, sonrió.

- No, hace mucho que no - confesó, señalando uno de los tatuajes que le marcaban la cabeza. - No le gusto demasiado a los elfos. Aunque es algo mutuo, supongo. Soy una especie de... proscrita. Na'kari, nos llaman. Técnicamente, un elfo que mata a otro deja de ser elfo.

Dejó escapar una risilla casi siniestra.

- O eso dicen.
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Mensaje por Sophitia 01/03/10, 09:54 am

Sin duda Sophitia se sentía cómoda en ese lugar, lo visitaba de vez en vez cuando estaba en la ciudad por varios motivos, uno por que obviamente era un bar pirata, otro motivo era por los buenos precios, y por ultimo, siempre había algo de acción antes de terminar la noche.

Su compañera de mesa no se mostraba triste ni mucho menos por su historia, en cierto sentido era un alivio. Si hablaba de modo tan ligero sobre eso era porque así lo enfrentaba, era su modo de no dejarse llevar por la depresión, de que la tristeza con su dulce agonía no la arrastrara. Cada uno tenía su modo de hacerle frente a su pasado, el de la pirata era darse de a cabezazos contra él, tal vez fuera parte de su carácter brusco.

Cuando escucho la edad de Yshara no pudo mas que quedarse con la boca abierta, ¡En verdad era mucho tiempo! Ni siquiera sabia contar hasta ese numero, ahora entendía porque apreciaba tanto de una compañía que pudiera entretenerla más de unos minutos, luego de tantos años, todo debía ser repetitivo.

- ¿Como haces para no aburrirte? Luego de tanto tiempo.... Todo debe ser bastante... fastidioso... - No se le ocurrió una palabra que lo describiera mejor, hasta matar se debía volver rutina luego de tanto tiempo.

No pudo evitar pensar que al menos tenía una raza/gente/pueblo que la odiara, desde que había perdido su barco Sophitia tenía la profunda sensación de que no pertenecía a ningun lado, fuera a donde fuera sería una extraña. Podía soportarlo, ignorarlo mas bien, pero en realidad sabía que no podría ser por siempre.

- Nunca había escuchado ese termino... Na'kari... - Intento burdamente imitar el acento elfo - Eso me deja dos opciones, o los elfos son muy exigentes con sus reglas... O en verdad hiciste algo muy malo- Sophitia no podía evitar pensar en términos humanos, si echaran a cada humano que mataba a otro de la sociedad, en seguida el lugar quedaría vacío.

La risa de Yshara hizo que le recorriera un leve escalofrío por la columna, pero rápidamente se recupero de eso, ya estaba empezando a tener una idea de con quien hablaba y no pensaba echarse atrás, sonrió sin mas y dijo.

- Pues entonces no hay ni una elfa, ni una humana sentada en esta mesa. ¡Salud por eso! - Iba a brindar, pero su jarra ya estaba vacía de nuevo, era de mala suerte. Corrió la silla un poco hacia atrás y tomo la jarra de la mesa de al lado, la bebió de un solo sorbo para terminar así con el brindis.

Los tres sujetos que estaban sentado a la mesa se quedaron mirándola con asombro, no podían creer tanta desfachatez, siquiera sabían quien era o de donde había salido. Enojados, se levantaron para arreglar el asunto, no importaba ya si eran mujeres o no, los tragos no se regalan, tendrían que pagarlo como pudieran.
La pirata no se inmuto ante la actitud de los sujetos, se puso de pie en un solo movimiento y con una sonrisa de oreja a oreja le rompió el vaso en la cabeza al más grande de los tres.

- ¡Que empiece la fiesta pues! ¡Averigüemos qué maldita cosa somos! - Nadie mas que Yshara podía entender esto ultimo, y en cierto modo, el descontrol que vino luego era su modo de pagarle por la buena compañera de mesa que había resultado ser, luego tendrían tiempo de ir a otro bar a seguir hablando.
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Mensaje por Yshara 01/03/10, 04:18 pm

Sophitia tenía razón.

Los humanos tienen una ventaja sobre el resto de las razas, la cual, al mismo tiempo, es el peor de sus defectos: La mortalidad. No en el sentido de que sean la única raza mortal, sino de que sus vidas duran exactamente lo suficiente como para que sus vidas sean cortas, y lo suficiente para que les parezcan largas.

Esta paradoja se da, también, porque los humanos tienen dos etapas en su vida: Una en la que se consideran inmortales, y se arriesgan pensando que la suerte o el destino les va a proteger, y otra en la que comprenden que todo puede acabar en un instante. La vida puede extinguirse, si no la de uno, la de los seres que le rodean. Los humanos van perdiendo gradualmente sus lazos con la vida, hasta que quedan en un estado de ancianidad en el que la vejez y el dolor se convierten en la única realidad palpable. Pero, ¿Qué pasaría si pese a todo siguieses con vida?

Yshara era una Na'kari desde muy pequeña. Nunca había oído que los elfos fueran inmortales. No lo descubrió hasta que tenía 50 o 60 años (No era más que una niña), y para entonces, ya había aprendido a vivir como los humanos. Esa idea nunca cambió en ella. En cierto modo, Yshara se creía mortal. El problema era que podía permitirse actuar como si fuera inmortal.

- La vida puede ser emocionante - sentenció la elfa.

Para ella lo era. Yshara nunca había sido capaz de anclarse demasiado tiempo a un sitio, y de hecho creía que éso era lo que hacía que los humanos se aburriesen de sus vidas. Se arraigaban demasiado. La elfa viajaba tanto como podía, conocía el mundo, a veces se quedaba a vivir en un sitio, pero nunca demasiado tiempo. Jamás se habría detenido a arraigarse. Cuando se sentía aburrida, era el momento de cambiar.

La muerte era la única constante. Yshara no era solo una asesina. A lo largo de los siglos, la siniestra demencia de la elfa había ido en crescendo, y a la elfa le apasionaba su... arte. Sí, arte; para Yshara, era un arte. Y aunque un artista viviera mil años, si cree en el arte que hace, ¿Cómo podría aburrirse?

La elfa miró a su vaso, pensativa, con aquella siniestra sonrisa brillando en sus labios. La suposición de Sophitia no le cogió por sorpresa, pero le divirtió. Había dado en el clavo. Más de lo que otros humanos lo habían hecho. Los elfos eran muy estrictos. Y además...

"O en verdad hiciste algo muy malo", dijo Sophitia.

Yshara alzó los ojos hacia ella. Su sonrisa, por un momento, dejó entrever la verdadera personalidad de aquella mujer; la de la psicópata, la de la vagabunda tan, tan alejada de los conceptos morales de la humanidad. Fue como la sonrisa de un ser que no pertenecía a este mundo. Como ver sonreír a la muerte.

- Oh, sí - confesó.

Luego rió, de forma más desenfadada, algo más alegre, dejando que la musicalidad de la risa elfa borrase las sombras de su rostro.

- En realidad es un poco de las dos cosas - siguió. - Los elfos son estrictos. Y yo... transgredí muchas de sus normas.

Quedó pensativa.

Había estado a punto de bromear con algo, pero lo consideró excesivo. Después de todo, puede que Sophitia estuviese empezando a considerarla un monstruo, aunque, por un lado, a la pirata no parecía que le hubiera importado si lo fuera - y por otro, era exactamente lo que era. Lo cierto es que Yshara tenía un dudoso honor: No solo había transgredido muchas de las normas establecidas por los elfos. También había conseguido que muchas de sus transgresiones se convirtiesen en normas.

... y cuando se quiso dar cuenta, Sophitia bebía de la mesa de al lado. Por supuesto, los hombres que la ocupaban no estuvieron contentos con ello. No es que importase. Yshara vaciló un momento; no quería llamar la atención. Por otro lado, su lado salvaje, su lado animal, le estaba gritando lo mucho que necesitaba desahogarse.

- Dioses - susurró. - Me encantas, muchacha.

Cuando Sophitia se puso en pie, después de dar el primer golpe, Yshara también lo hizo. Lentamente, apoyando las manos en la mesa, apurando el vino mientras una sonrisa afloraba a sus labios. El corazón le latía más deprisa a medida que la pelea comenzaba a tomar forma. Yshara no era tan indiscreta como para haber comenzado algo así por sí misma; pero, ya que estaba metida en ella...

Quizás debió estar más atenta, eso sí.
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