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Mensaje por Dulfary 26/10/09, 02:14 pm

Todo el caos que había fuera la oscuridad de los parpados cerrados era una tentanción casi imposible de rechazar. El cañon de nuevo, las espadas, las ordenes impartidas por el tuerto, sirvieron para que no pensara en donde tener que poner los pies para no caer y más bien continuar corriendo.

La orden de traerlas vivas dejaba abierta la posibilidad de volver a intentar algo en caso de caer con ellos. Pero también traía la opción de quién sabe qué cosas les o le pasarían antes, o durante su intento.

Como un saco de papas y de la forma mas torpe cayó donde la metió la elfa. También respiraba agitadamente y cada inspiración y exhalación era una punzada de dolor, que se extendía por todo su torso hasta quedarse en la cabeza. Con la mano, de forma poco delicada por la velocidad con lo que lo hizo se descubrió el rostro para que le entrara más aire, pero dolía como pocas cosas había dolido. Pero tampoco iba a dejar de respirar

- Lo voy matar - gruño lo más bajo que pudo, le dirigió una mirada por el rabillo del ojo a la elfa - no en sentido literal – aclaró. Se recostó a la pared calmando la respiración y en un movimiento apenas perceptible, extrajo tres kunais y volvió a cubrirse el rostro.

Con una mano en el piso, se alistó para el siguiente movimiento, mirando ahora si fijamente a Yshara, su expresión se iba relajando, pero se tornaba confundida.

- Por qué?... - preguntó siendo menos que un susurro audible, pero sin que fuera un reclamo.

Los de afuera se estaban moviendo rápidamente, a su parecer aun sin acostumbrarse al nuevo cambio de luz, pero se movían. Ella había contado cuatro... no, cinco, más los otros dos, pero le daba la impresión que había una tercera sombra. Si era así esa no había estado en el momento del destello, lo que era malo, muy malo.

- Creo que faltaba alguien - lo dijo en el mismo tono anterior a modo de advertencia. Su respiración era más calma a la fuerza, haciendo que se ahogara un poco, pero doliera menos.
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Mensaje por Yshara 26/10/09, 11:15 pm

Se produjo un leve momento de silencio, mientras el oscuro e intenso color del cielo regresaba a su tono normal, y los distantes luceros que eran las nítidas estrellas volvían a apreciarse. Era un cielo brillante, hermoso, sin una sola nube, en el que las constelaciones se dibujaban como una red.

La elfa agachó el cuerpo, para asomar el rostro apenas unos centímetros, casi tímidamente, por la esquina del muro. Podía ver el despliegue que los mercenarios estaban haciendo. Se dividieron rápidamente en parejas de a dos: Los dos hombres que habían aparecido por su espalda se marcharon en una dirección, la hechicera y el negro en otra, y la arquera... ¿Se fué sola? Al menos, en el mismo lugar sólo quedaron el joven mensajero y el líder de aquella pandilla. Yshara chasqueó la lengua con desaprobación antes de volverse de nuevo hacia la muchacha. "Le voy a matar", decía. "No literalmente".

- Por mí no te reprimas - le susurró, en un tono que casi sonaba divertido.

Pero sus miradas se quedaron entrelazadas, y la elfa perdió la sonrisa cuando llegó la pregunta. ¿Por qué? Tal vez podría haber fingido que no había oído la pregunta, o haberle contestado la primera idiotez que se le ocurriese. O simplemente no contestarle, algo que habría hecho con bastante gente, de hecho. Pero en realidad, ella también se lo estaba preguntando. Suspiró.

- No preguntes - comentó, lacónica pero no bruscamente, incorporándose hasta quedarse en cuclillas para luego volver a apoyar la espalda en la pared. - Oye, ésto no es asunto tuyo. Me buscan a mí. Puedes largarte, procuraré que no te sigan.

No le había hecho mucho caso a las últimas palabras de la muchacha. Sin embargo, cuando volvió a asomar la cabeza, algo hizo conexión en su mente, y tenía que ver con ellas. Sólo veía al tuerto y al joven mensajero, mientras que la arquera, que supuestamente también estaba sola, había desaparecido. Éso hacían... ¿Siete?

- ¿Qué has...?

El gruñido que salió de entre las sombras, justo encima del muro en el que estaban apoyadas, hizo levantar la cabeza a la elfa hasta que sus ojos se cruzaron con los dos resplandores rojizos que provocaban los de una criatura no identificada, recortados contra la oscuridad.
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Mensaje por Dulfary 27/10/09, 01:49 pm

La oferta que le hacía era todo lo que necesitaba para irse de ahí. Pero a diferencia de la elfa, ella si tenía un motivo egoista, dejarla a su merced era perder aun mas su brujula. Solo que al pensarlo, esa fue la razón que llegó en último lugar, como justificándose a si misma el tratar de rechazar la oferta.

Estaba tan loca como para quedarse a ayudar, solo porque lo consideraba correcto e injusto que fueran tantos contra la elfa que tan cruelmente practicamente la había torturado no solo en el pasado sino hacía un instante? Aun así no le respondió, la situacion de sigilo se lo impidió. Y responderse a si misma era establecer un dilema más allá de lo que por si ya eran sus acciones.

- Son ocho p… - no terminó la frase cuando la cosa esa salió de la nada. Levantó la vista. Dijo que no hiciera movimientos bruscos, pero esta vez tendría que desobedecer.

Su movimento alejándose de la pared apesar de haber sido abrupto, fue cuidadoso y medido, tanto tiempo de entrenamiento daba como resultado llegar a interiorizar movimientos que aun conservaban la gracilidad de los gatos.

El bote que dio en el piso fue antecedido por el lanzamiento de los kunais de la mano izquierda contra la enorme sombra que, ahora que estaba alejada de la pared, se veía imponente, su rodar por el piso terminó en quedar contra la pared del otro lado, cubierta por una sombra no tan profunda como en la que estaban, pero que aun servía para camuflarse.

En su vida no había fallado sino una vez al lanzar sus armas, el primero iba al mal llamado bulto (al torso), el segundo calculando su trayectoria al esquivar el primero y el ultimo especulando una segunda alternativa para el escape, pero apuntando a la parte alta.

Ahogó un respingo cuando lo vio desde donde estaba y volvió a armarse.

Si el bicho no delataba su posición, lo haría cualquiera de los dos kunai que siguiera derecho en su lanzamiento. Por tanto, era hora de volver a correr.
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Mensaje por Yshara 27/10/09, 10:21 pm

La elfa, por su parte, reaccionó a su modo.

Saltó hacia el muro contrario, de la misma forma que Dul, y con las manos por delante para dar una voltereta tan pronto alcanzase el suelo, su forma preferida de darse impulso adicional. Sólo levantó algo de polvo al girar sobre la tierra cenicienta, y se volvió hacia el lugar en el que estaban antes, con el arco que hace un segundo pendía de su espalda ahora en la mano izquierda, una flecha cargada, un movimiento tan rápido que casi parecía imposible.

Los ojos de la bestia sólo se desviaron un instante hacia Dul cuando un kunai le hizo impacto. No hizo absolutamente nada por evitarlo, y el arma se hundió limpiamente en su carne; la criatura simplemente se la apartó con una de sus enormes... ¿Garras?, y la tiró al suelo, en su dirección. Estaba manchada de sangre, pero la criatura pareció estar herida sólo un momento. Parecía más un animal que una persona, como una grotesca mezcla de ambos. No era lo suficientemente robusto como para ser considerado un hombre lobo; era más bien delgado, aunque sus brazos eran muy fuertes, y las garras de sus manos muy afiladas. La elfa le apuntó entre los ojos con una precisión fuera de lo común, y la bestia le gruñó un instante antes de que soltase la cuerda...

... y fallase.

La flecha golpeó la parte más alta del muro, casi a un metro de donde había apuntado, arrancando chispas de los vetustos ladrillos; la elfa dejó escapar un gemido cuando la otra flecha le arrancó a su brazalete un chispazo tras hacerle apartar la mano. Yshara no volvió la vista hacia la tiradora porque sabía que había sido ella. No había visto más arqueros en el grupo, y no era un buen momento para dejarse llevar por la sorpresa. Alcanzó a agarrar la flecha con los dedos mientras descendía, y retrocedió un paso mientras la cargaba en el arco.

- ¡Están aquí! - gritó Aelia, aunque aún tenía la garganta maltrecha gracias a la "caricia" de la elfa, y probablemente nadie que no estuviese a unos metros la escuchó.

La mujer maldijo en silencio mientras se acercaba, pero no pudo evitar que la elfa volviese a disparar, ésta vez con su flecha... como las demás, enjugada de veneno. Tanto ella, como la elfa, como la bestia, comprendieron las implicaciones de su jugada. Ella reaccionó dando un chillido; la elfa, apuntando cuidadosamente a la bestia. El animal, dando un tremendo salto, que no impidió que la flecha se le clavase entre las costillas...

... pero aterrizando dolorosamente encima de Yshara, inmovilizándola contra el suelo y clavándole las garras en el brazo derecho, arrancándole un gemido de dolor. Abrió las fauces, repletas de afilados colmillos, y sin dudarlo ni un instante lanzó una feroz dentellada destinada a cercenar de un golpe el frágil cuello desprotegido de la asesina, a la que tan sólo se le ocurrió interponer el brazo izquierdo, a la desesperada.
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Mensaje por Dulfary 27/10/09, 10:56 pm

Vaya, jamas se imaginó que la elfa fallase un tiro tan sencillo. Esto se ponía pesado, si la otra arquera era tan buena, eso era un problema y que siguiera gritando para llamar a sus compañeros no era lo mejor que les podía pasar. Al contrario


La niña, solo viendolo después, estaba un poco asombrada de la coordinación entre ambas, cual equipo no improvisado cuando por su lado Yshara le disparaba al hombre lobo y ella atacaba desde la distancia a la arquera.

El primer kunai se movió por debajo de la flecha con gran presición de modo que el segundo chillido llegó terciado por el corte profundo del arma, el golpe no fue hecho para cercenar el brazo, pero la herida que le acababa de hacer era bastante seria y vistoza, lo suficientemente profunda, para afectarle el tendón y con esto entorpecer futuros tiros. El segundo kunai, no alcanzó a cruzarse con la flecha en ningún momento y a diferencia del primero no iba destinado a solo herir, si no a asustarla y con eso callarla, pero sin querer había apuntado a la garganta, solo que por el primer corte, la arquera se quitó desviando el punto de impato y dandole en el hombro. Nada incapacitante como lo que estaba acostumbrada a hacer, pero de algo serviría.


Para ese momento la bestia ya había caido sobre la elfa. Nunca en su vida se había enfrentado a un hombre lobo, ni los había visto tan de cerca, pero si no hacía nada, la siguiente en el menú sería ella.


Corrió desde su posición, pasando por detrás de la bestia, valiendose que la garra que podía usar en su contra estaba ocupada reteniendo la mano de Yshara, clavó con fuerza una sola de sus armas en un costado, llegando tan profudno que lograba sentir los pelos del animal rozando con su puño fuertemente cerrado y continuó con su carrera sin desclavarla, pero sin soltarla, llevandola consigo haciendole una raja que le cruzaba buena parte de la espalda, hacerlo le costó trabajo y al menos dos jadeos, pero estaba hecho, el filo de su cuchillo fue cortando.


Al igual que la herida del pecho, esta se empezó a cerrar.

~ La diferencia entre un hombre lobo y un vampiro, es que un hombre lobo requiere más kunais ~ pero, yo tengo muchos lo ultimo lo susurró.


Ambas heridas no habían terminado su cicatrización de la regeneración sobrenatural que tenían los hombres lobo quedandose a la mitad de camino, no por nada, eran armas consagradas. De momento no bastaría para matarlo, pero al menos le daría más opciones a la elfa.
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Mensaje por Yshara 29/10/09, 09:34 pm

El grito de ayuda de la arquera se vió truncado en un desesperado chillido de dolor. La voz se le quebró, y le asomaron gruesas lágrimas a los ojos, cuando el kunai le entró limpiamente en el antebrazo, en el hueco entre el cúbito y el radio, haciéndole sangrar profusamente y alcanzando el tendón. La chica soltó el arco, y se agarró el brazo con la otra mano, cayendo de rodillas al suelo con un gemido angustiado, dolorido, y cargado de odio y desesperación; los dedos le respondían tan lentamente, cuando intentaba moverlos, que se dió cuenta de que era probablemente el final de su carrera como mercenaria.

Yshara no tenía demasiado tiempo como para fijarse en éso (Aunque seguramente lo habría encontrado delicioso). Cerró los ojos con fuerza; el brazalete estaba encantado, por supuesto, y se suponía que el metal que lo componía era mucho más duro de lo que debía ser, cada hebra de plata élfica equivalente en resistencia al mítril de los enanos, pero nunca lo había sometido a un castigo como el que estaba a punto de recibir. Si estaba a punto de perder el brazo, no quería verlo. El crujido fué terrible, y la elfa gimió temiéndose lo peor; se revolvió bajo la terrible presión que ejercían las mandíbulas de la bestia, intentando soltarse. El brazo se le entumeció de inmediato, pero afortunadamente el brazalete no cedió lo más mínimo. Al abrir los ojos tímidamente, comprendió que lo que había crujido habían sido los dientes del hombre bestia, al quebrarse sobre el metal.

Respirando pesadamente, Yshara pudo ver a la muchacha que se deslizaba por detrás de la bestia y le producía un corte terrible en plena espalda, lo que sumado al dolor en las maltrechas mandíbulas hizo que la bestia abriese la boca, liberando el brazo agarrotado de la elfa - y de paso sangrándole abundantemente sobre la capa y el rostro, que la chica apartó, asqueada - y la alzase para proferir un atronador gemido de protesta, un alarido de dolor como el de los lobos cuando aúllan a la muerte.

Efectivamente, los cortes que le propinaba Dulfary comenzaban a cerrarse, pero lo hacían más lentamente de lo que había hecho el del pecho; la sangre del hombre lobo estaba muy ocupada en aquellos momentos, intentando contrarrestar los efectos del potente veneno de araña de embudo que la flecha de la arquera, redirigida por Yshara, le había inyectado peligrosamente cerca del corazón. La criatura montó en cólera, y soltó el brazo derecho de la asesina, que ya sangraba profusamente por un par de cortes. Agitó las afiladas garras hacia atrás, con un rugido de rabia, golpeando a Dulfary con el puño para apartarla de él; después se volvió hacia la elfa con un rugido, mostrándole los dientes medio rotos y los pocos que le quedaban intactos.

La reacción de la asesina fué más instintiva que lógica; intentó escabullirse, arrastrándose hacia atrás para conseguir el suficiente espacio como para ponerse en pie. Una manaza gigantesca se cernió sobre ella antes de que lo lograra, y en un movimiento tan rápido como cruel la agarró por la cabeza y la alzó por encima de sus hombros, haciéndole un corte en la mejilla con una de sus garras; la elfa protestó y emitió un chillido ahogado, pero aún tuvo la suficiente presencia de ánimo como para agarrarse al antebrazo del lobo con ambas manos, la derecha armada con un puñal que le clavó en la muñeca y la izquierda con su garra, con la que recogió un puñado de carne como si fuese arena de playa. Entrelazó las piernas para agarrarse también con ellas, cerca de su codo, y forcejeó tanto como le fue posible, causando todos los daños que pudo aun a pesar de que el animal, con su prodigiosa fuerza, la manejaba como si fuese una muñeca.

Al final, dolorida, la bestia agarró a la elfa con la otra mano por los cabellos, sacudiéndosela violentamente de la mano herida hasta que se soltó, y quedó sujeta sólamente por el pelo, lo que le hizo dar un grito. El hombre lobo lo atajó dándole un feroz puñetazo en el vientre, y después hizo el amago de ir a lanzarla contra el muro cercano...

Amenaza ante la cual, todo fuera dicho, Yshara reaccionó volviéndose a agarrar a él con el puñal y las garras, de nuevo actuando a la desesperada.
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Mensaje por Dulfary 29/10/09, 09:51 pm

Creyó que estaba mas entretenido con la elfa como para alcanzarle con las garras, una de las cuales alcanzó a cortarla en un brazo sin que fuera muy grave por el mal calculo del bicharajo, pero corte al fin y al cabo, mucho menos lanzarle un puño, no logró evitarlo y lo recibió casi que de lleno, directo a la cabeza abarcando oreja y parte de la sien y el pómulo.

Al caer rodó varios metros más allá, se apoyó de mala forma sobre sus manos, aun sin soltar su arma, totalmente aturdida, el mundo dio vueltas bajo ella, para luego balancearse de un lado a otro. De inmediato, sin dar tregua, su cabeza empezó a doler de forma interna aparte del dolor normal del golpe. Con la vista en el suelo, vio el kunai que le había devuelto el lobo, movió la mano torpemente, sin focalizar muy bien, hasta que dejó por debajo de su mano. De nuevo se tomó un poco de su tiempo para que el mundo se estabilizara.

Desde su posición veía como zarandeaba a la elfa. Aun sin estar del todo bien pasó a ayudarla. Esta vez haría algo aun más arriesgado, si todo salía mal. Si solo salía mal la mitad, también sería malo, pero no quiso detenerse a contemplar las pequeñeces.

Apoyó con fuerza las manos en el piso, para darse impulso y terminar de levantarse. Si había que hacer caer a esa cosa, lo más fácil era pasar a las articulaciones que lo mantenía de pie. En una mano el kunai lleno de sangre, en la otra, el que le había lanzado inicialmente. Estaba algo “desajustada” por el golpe e iniciar su carrerita para lo que quería hacer, le costó lo suyo. Dos pasos lentos y luego tuvo el impulso que requería para barrerse exitosamente entre las patas de la bestia. Con los brazos cruzados pero lo suficientemente extendidos para lograr su primer cometido, cortar la parte de atrás de ambas rodillas (fdi: que no recuerdo como se llama) de afuera hacia adentro de forma simultanea, incluso antes de obtener ambas sangres por la velocidad con la que se movió, ahora, después de girar ambas armas en sus manos, cortó por encima del empeine del pie, sin dejar de barrerse aun.

Y daba gracias por eso, porque lo siguiente era terminar de alejarse antes que la llegara a pisar. Aun rodando, se giró sobre si misma deteniendo su arrastre con el pie y poniéndose casi que a cuatro patas para preparándose para el contra ataque.
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Mensaje por Yshara 30/10/09, 06:43 pm

La elfa cerró los ojos cuando la manaza de la criatura tomó impulso hacia atrás. Con todas sus fuerzas, hundió el puñal hasta la empuñadura, trasversal al movimiento que - calculaba - realizaría la bestia, para tener un asidero. Con la mano izquierda, se aferró a un mechón de cabello, notando que las garras traspasaban la piel. "Mejor", pensó; se agarró a la carne. Si tenía que lanzarla, se llevaría un buen pedazo de él. Alzó las piernas para aferrarse a su brazo, con los pies cerca del hombro, y abrazó con fuerza los precarios agarres.

La extraordinaria fuerza centrífuga del movimiento le causó una sensación de vacío en el estómago, que reconoció como un arranque de pánico sordo. La criatura abrió la mano, y le soltó el pelo; sintió como la fuerza que llevaba impresa, para lanzarla contra la pared y aplastarla contra ella, tiraba de todo su ser. Se le desclavó la garra del antebrazo y le dolieron las piernas como si se le fueran a romper, pero afortunadamente pudo aguantar el envite sin salir despedida. Principalmente, porque a mitad del movimiento, la bestia aulló y cayó sobre sus rodillas... gracias a la acción de la muchacha.

La asesina se descolgó del brazo de la bestia tan pronto éste se movió más despacio. Estaba mareada a causa del "viaje", pero prefirió no detenerse a recuperar el equilibrio; trastabilló al acercarse a la criatura, que se retorcía de dolor con las manos apoyadas en los músculos maltrechos tras el ataque de Dul, y se agarró al pelaje de su cuello con la mano de las garras. La mirada que le dirigió estaba cargada de odio; y si la bestia no alzó las garras hacia ella fue porque su reacción natural era intentar pisar a la joven kazekage. Por supuesto, consiguió que le flaqueasen las piernas, y caerse de espaldas; arrastrando a la elfa, que se agarró a su cuello con las garras, haciéndole una seria herida cerca de la clavícula, y peor aún, quedándose encima de él.

Antes de que la gravedad hubiese terminado de hacer su trabajo, le había asestado tres puñaladas en el hocico. La primera por encima de la nariz, la segunda dentro de la boca, en la parte superior, y la tercera en la parte inferior, clavándola en la mandíbula a través de la lengua, cortando sin dificultad la carne tierna de los músculos desprotegidos y causando un dolor atroz, una herida difícil de regenerar. Cuando las garras de la bestia se movieron para agarrarla y apartarla de ella, se agazapó por encima de su cabeza, dejando el primer puñal clavado fuertemente en la lengua, tan profundamente que la punta de la hoja verdosa empapada en sangre asomaba por la barbilla del monstruo. Las garras se cruzaron sobre el pecho del monstruo, donde ella se encontraba un instante antes; la elfa aprovechó éste desliz para, antes de apartarse, abrir la mano izquierda y hundir sus propias y afiladas garras en el rostro de la bestia, agarrando el globo ocular, y dando un tirón tan fuerte de éste que consiguió arrancárselo.

El lobo agitó violentamente las garras, en todas direcciones, loco de dolor; la elfa tuvo el tiempo justo de salir de su alcance, llevándose sólo un corte que arrancó chispas del ligero peto que le cubría el pecho y un hilo de sangre de su abdomen desprotegido. Vencida por el mareo, la pirueta le salió mal y acabó en el suelo, cerca de donde Dul se encontraba. Expulsó todo el aliento que había contenido, con la mirada perdida en dirección a la muchacha, un mudo agradecimiento dibujado en lo profundo de sus ojos carmesíes mientras se incorporaba trabajosamente...

...y se daba cuenta de un pequeño detalle: ¿Qué había sido de la arquera?
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Mensaje por Dulfary 30/10/09, 08:03 pm

Cuando la mole de pelos le dirigió una mirada a ella, de inmediato y antes que el miedo por el odio que le estaba profesando se apoderara de sus reacciones saltó a otro punto más allá. Sin embargo tal cosa no había sido necesaria, pues la elfa se le tiró encima.

Lo siguiente, si bien ocurrió muy rápido, la niña lo vio en cámara lenta, en lo sus ojos se abrían de par en par no con asombro, si no presa de la impresión. Lo primero que se le ocurrió fue pensar que efectivamente había tenido mucha suerte de no tentar hasta el extremo el humor de Yshara aquellas vez pero luego de eso, todo fue uido blanco en su cabeza, solo la imagen de como le aparecía un corte detrás del otro al hombre lobo hasta que todo quedó estatico en el momento en que la daga le cruzaba el hocico de lado a lado y el ojo era desprendido de su cavidad.


La estaba mirando, pero casi no se da cuenta de eso. Aun en su posición de alerta presta a moverse, simplemente estaba inmovil, con la atención fija en donde no debía, la cuenca vacía. Por fin reaccionó. Claro que si reacción se le puede llamar a mover la cabeza en dirección de su compañera. La mirada que le devolvío fue la de una persona impactada y no precisamente de la buena forma.


Su movimento fue contrario al de la elfa. Mientras una se levantaba, la otra se dejabba caer del todo de rodillas. Sintió la arcada lo suficentemente a tiempo para destaparse la cara y apoyarse en una de sus manos antes de devolver al menos dos de las tres comidas que ya había hecho. Fueron dos sacudidas una detrás de la otra. Le había pasado lo mismo cuando había sacado el kunai del ojo del bandido el día que conocío a Dante. Se echó hacia atrás alejandose rápidamente, a rastras, del charco de su vomito, mientras se limpiaba con el dorso de la otra mano. Cada vez más atrás, hasta que se dio la vuelta y se puso de pie.
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Mensaje por Yshara 30/10/09, 08:38 pm

¿Pero qué...?

Ah. La elfa lo recordó de repente; la chica... no estaba acostumbrada a éso, por irónico que resultase. No mataba, se le revolvía el estómago con la sangre... y aun así, se suponía que era, ¿Qué? ¿Una aprendiz... de ninja? La asesina sintió un cruel impulso de arrojarle el ojo de la bestia, que todavía tenía en la mano, pero fue capaz de reprimirse. Cuando se puso en pie, lo miró. Tenía el brazalete cubierto de sangre casi hasta el codo, y las garras aún clavadas en el globo ocular, ya opaco. También le corría sangre por el brazo derecho, de igual forma, casi hasta el codo; pero ésa era diferente. Era suya.

Dejó que Dulfary se las arreglase con su estómago. De todas maneras, iba a necesitar que la chica estuviese relajada de ahí a un minuto, si la arquera había dado la voz de alarma. Lo más urgente era lo que tenía frente a ella; el lobo, de rodillas en el suelo, con las heridas regenerándose lentamente a causa del veneno, la de la espalda ya apenas un fino corte. Sus garras eran demasiado grandes y torpes como para alcanzar el puñal de manufactura élfica de entre sus fauces, pero sólo había intentado arrancárselo unos segundos, antes de que el profundo dolor de la nariz, de las rodillas, de la espalda, de la boca y del ojo... le volviesen literalmente loco.

La criatura emitió un aullido ensordecedor mientras miraba hacia el cielo, hacia la estrecha rendija de luna, y después intentaba en vano levantarse para alcanzarlas. Tuvo que apoyarse sobre sus poderosas manos, después de trastabillar, pero las heridas no le durarían toda la vida, y se movería pronto. Exhaló un potente rugido de rabia, con la sangre chorreando por el borde de la boca, y su ahora único ojo miró a la elfa con un desprecio que casi le hizo sentir un escalofrío. Si volvía a poder andar... dioses, prefería no pensar lo que haría con ella.

Si le daba la oportunidad.

La mujer apuntó cuidadosamente hacia él, con una serenidad que desmentía el pánico que le causaba la situación. Se había descolgado el arco de la espalda, al ver lo difícil que le sería volver a acercarse a la bestia hasta estar en "rango cuerpo a cuerpo", y lo había cargado con tres flechas. Le hizo gracia pensar que la pequeña no conocía aquel hechizo, mientras que su compañero, el asesino, sí. Para cuando la locura de la bestia se hizo patente, y comenzó a arrastrarse con los brazos hacia las dos mujeres, dejando tras de sí un espeso rastro de sangre mezclada con la arena cenicienta del suelo, ya había terminado de murmurar el ensalmo. Una luz rojiza, del mismo color que la sangre que dejaba el lobo, rodeó las puntas de las flechas...

Esperó hasta que casi pareció imprudente, hasta que la criatura estuvo tan cerca de ella que su aliento cálido le movió los cabellos y le salpicó con la sangre que escupía con cada jadeo. Hasta que levantó un brazo, con todas sus fuerzas, y estuvo bastante claro que en el segundo siguiente la elfa sería un pedazo de carne sanguinolenta...

... y disparó.

El hechizo tenía dos propiedades. La primera de ellas, y no la menos importante, era que hacía que las tres flechas se comportasen como una sola. Salían disparadas del arco como una espiral, fuertemente propulsadas por el segundo efecto del arco: Cada uno de los tres proyectiles estaba empujado por una fuerza más de tres veces superior a la que hacía falta para dispararlo. En resumen, era como si le hubiese lanzado un misil. Los astiles se le clavaron en el pecho, en la clavícula y en la boca con tanta fuerza que no sólo penetraron su dura piel hasta salir por el otro lado, sino que además frenaron su ciega embestida en seco y le empujaron varios metros hacia atrás, hasta hacerle rodar de vuelta al lugar en el que la había comenzado. De haber sido más ligera, seguramente la criatura habría acabado ensartada en la pared que tenía tras él.

La elfa soltó el arco, y desenvainó un segundo puñal. En su carrera hacia el cuerpo maltrecho y ensangrentado de la bestia, de la que se elevaba un quejido agudo y lastimoso, pisoteó sin darse cuenta el ojo que había lanzado al suelo antes de cargar el arco, convirtiéndolo en una masa desagradable y blancuzca.
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Mensaje por Dulfary 31/10/09, 04:35 pm

Aun estaba aturdida por el golpe en la cabeza y que su estomago se rebeldizara no ayudó, pero ya estaba de pie de nuevo, aunque no lista. La bestia se acercaba a ella en estado de frenesi por las heridas y su propia rabia.

Eso atentaba contra lo que había dicho el líder, así que no se fiaría más de eso. La elfa no se veía bien y ahora que estaba lado a lado, bueno la niña un poco más atrás, era hora de volverse a coordinar.

Aunque ni tanto, el aullido que soltó el lobo la estremeció de pies a cabeza, obligándola a apretar ambos kunai con fuerza, mala señal de su ansiedad, pero poniendose en guardia con su ultimo rugido. Esa cosa podría acabar con ambas si se recuperaba más rápido y su fe no alcanzó para creer en que la efectividad de las flechas si acabara o retrazara la situación. menos cuando vio que tardaba tanto en dispararle.

El corazón se le aceleró aun más de lo que ya lo tenía, sus ojos se fueron de la criatura a la elfa varias veces, ¿por qué tardaba tanto? Su boca se abrió para apurarla, pero su orgullo, el saber que si salían de esta le echaría en cara que le dijo "dispara!" impidió que hablara. Ella misma no esperó más, antes de terminar el cantico, el kunai con menos sangre salió contra el pobre animal, lo que le haría sería el equivalente a matarlo, no por el acto en sí, si no por sobrevivencia al medio y adaptación.

Antes que la primera flecha le impactara, para que al menos retrazara su ataque y no le atinara a la primera, el kunai se clavó en su ojo sano. Pero al darse el conjuro le faltó poco para volver a abrir la boca, se había presipitado y la bestia que ahora parecía mas un alfiletero, tirado en el piso se lo confirmaba. Por eso no participaría en lo que vendría a continuación.

En dos movimientos, un pie contra la pared mas proxima y una mano haciendo de punto de apoyo para equilibrarse, se subió en la paredilla más próxima que le permitiera seguir los movimientos y el mismo camino que la elfa desde la altura. Él la había herido, estaba en su derecho, era su presa, no haría nada por evitar el fin de la bestia, en cambio, si ella estaba atenta a matarlo, Dul, aunque fuera extraño, haría guardía para que no las agarraran por sopresa de nuevo.

Ya en primera fila del espectaculo, en cuclillas y aun en las sombras, vigilaba lo que vendría después y de hecho ahí venían tres más. Le echó una mirada a la labor de la elfa, rogando porque se las pudiera arreglar sola. Ella también podía jugar al juego del ataque a traición. Que no le gustara no quería decir que no tuviera la capacidad. Dio dos pasos atrás y se dejó caer en una rafaga de viento.
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Mensaje por Yshara 31/10/09, 10:20 pm

No hubo piedad.

Como la silueta de un demonio recortado contra el cielo estrellado de la noche, la sombra de la elfa se elevó sobre la del licántropo cuando cayó sobre él, sentada a horcajadas sobre su pecho, junto a la herida sangrante de la flecha que supuraba y le empapaba la capa de sangre oscura y sucia. Su puñal brilló con la luz de la luna cuando lo levantó, y lo descargó violentamente contra el ojo derecho, clavándolo junto al kunai que Dul había dejado allí. La criatura gruñó de dolor, y agitó las garras...

Pero no había mucho que pudiese hacer. Las heridas eran muchas, profundas y dolorosas. Perdía mucha más sangre de la que su cuerpo podía regenerar; éste hecho colapsaba su factor regenerativo, y hacía que las fuerzas le abandonasen. La sangre burbujeaba en las heridas abiertas y maltrechas, el dolor le nublaba la razón, la rabia que se apoderaba de su alma le llamaba a partir a aquella mujer en dos y regar la Biblioteca con su sangre, pero su cuerpo se negaba a responder a sus emociones y a sus comandos, y las garras apenas le respondían.

Ciego, lanzó un alarido de dolor, mostrando los dientes destrozados, la profunda herida de flecha en el fondo de la garganta, la sangre acumulada del resto de las heridas de su cuerpo, brotando junto con su respiración, manchándole de sangre el aliento. Alzó ligeramente la cabeza, como para morder a la elfa, y todo lo que consiguió fué impregnarle la cara de sangre. La mujer... ni siquiera se inmutó. Se limitó a cerrar los ojos, y a escupir la sangre que le había entrado en la boca, mientras llevaba ambas manos al puñal que se le había quedado clavado dentro, a través de la lengua, asomando su punta ensangrentada por la parte inferior de su mandíbula.

Tiró con violencia de ella, arrancándole un gorjeo a la criatura, pero tuvo que detenerse cuando la hoja golpeó el hueso de la barbilla, incapaz de romperlo por más que lo intentó, dando tirones que sacudían la cabeza del licántropo; hasta que finalmente tuvo que rendirse, y sacarla. No importaba, siempre había más de una forma de hacer las cosas.

La asesina trepó dificultosamente hasta el pecho de la criatura, donde afianzó las rodillas, separando las piernas para hincar los pies en sus caderas con saña. Sus ojos refulgieron de pura malicia durante un instante, enmarcados por su cara, su sonrisa del impío placer que sentía al provocar el intenso dolor que sentía el lobo, las gruesas vetas de sangre chorreándole por las mejillas y el pelo.

Quien hubiese mirado a su rostro, a sus ojos en aquel momento, se habría dado cuenta de que la elfa daba casi más miedo que el hombre lobo.




La corazonada de Dul había sido buena. Efectivamente, había tres mercenarios que se dirigían sigilosamente hacia la posición que ahora ocupaban ellas. A dos no les había visto antes; uno de ellos era un tipo grande, de músculos fuertes, ojos marrones, pelo negro y piel clara, cubierta de cicatrices. Llevaba en la mano una tosca hacha de dos manos, mal afilada - a Dul quizás le recordó al sucio filo metálico con el que la elfa le había amenazado varios días antes - y, colgado de la espalda, el lanzarredes con el que antes la había aprisionado. El otro era más pequeño, un tipo flaco, de ojos tan oscuros como su piel, que acariciaba el gatillo de una ballesta de tejo y tenía dos espadas cortas envainadas en el cinto. Mientras se acercaba dando grandes zancadas, su pelo rizado cubría una mirada cruel.

A la otra sí que la había visto. Avanzaba varios pasos detrás de los otros, con mucha más precaución que ellos, aunque era de lejos la que más desconcertante resultaba de los tres; no por la mirada a duras penas determinada de sus grandes ojos azules, que la hacían parecer más una presa que un cazador; sino por el báculo que brillaba feroz en su mano. La hechicería siempre es un arte muy a tener en cuenta.

El más pequeño de los dos hombres se detuvo cuando el ruido de la batalla convirtió en evidente que se encontraban detrás del siguiente muro. Levantó una mano, pidiendo a sus compañeros que se detuviesen; después señaló con un dedo en la otra dirección, para pedirle al grandote que rodease el obstáculo. La hechicera dio un paso atrás, y tardó unos instantes dubitativos en recurrir al libro de conjuros que sostenía con la mano izquierda, que llevaba vendada, para comenzar a preparar un hechizo. Resultaba evidente que estaba nerviosa.

No era para menos. Al moverse hasta que pudo ser testigo de la escena, el rostro se le quedó lívido; sus compañeros, ligeramente asomados por detrás del muro, guardaban un silencio asombrado e incómodo. Había una elfa, y un hombre lobo, y los mercenarios no estaban seguros de a cuál de los dos llamar 'bestia'.

La elfa estaba inclinada sobre el hombre lobo, con las rodillas clavadas en su pecho y la mano izquierda metida en su boca, y el licántropo se revolvía débilmente, protestando con bufidos, pero irónicamente no le mordía. La expresión de su cara, los ojos ciegos y ensangrentados, el pelaje manchado de sangre, la boca llena de dientes quebrados, eran del más absoluto dolor. Sus reacciones, las pequeñas convulsiones, los jadeos ahogados y los sollozos, hacían parecer como si los dedos de la elfa, mientras le hurgaba en el interior, fuesen... cuchillas.

Tenía las manos sobre los hombros de ella, como si la sujetase, pero no tenía fuerzas para forcejear. La elfa sangraba por varios cortes profundos en el brazo derecho, y tenía la capa empapada por completo en sangre, aunque no era suya. Tenía el rostro manchado de tiznajos de sangre oscura, lo que convertía el brillo diabólico de sus rojizos ojos en una verdadera oda al terror. Aun pese a la superioridad física del hombre lobo, parecía que le resultaba imposible frenarla; gemía roncamente y pataleaba, pero nada más.

Y ella hurgaba, y arrastraba, con una expresión de sórdido triunfo en los ojos mientras sus dedos rodeados de plata mágica se abrían paso con fríos cortes. Hurgaba y buscaba, y le arrancaba quejidos y pequeños crujidos, y tenía el brazo metido en su boca casi hasta el codo mientras hurgaba, y hurgaba, y hurgaba, mas allá de la garganta, y le provocaba un sufrimiento mas allá del dolor, hasta que encontró lo que buscaba.

De repente, las manos del lobo cayeron lívidas hasta golpear el suelo, y la criatura pareció apagarse y quedar definitivamente... ¿Muerta? No, imposible. Cuando la elfa, casi literalmente regada en sangre, se apartó trabajosamente de él llevando sus dos puñales asidos en la mano derecha, el lobo casi pareció gorjear y levantar el hocico, pero fue un movimiento muy débil. La muchacha se bajó de su torso, y se tambaleó de forma que tuvo que apoyarse en el muro que ellos tenían más lejos - no parecía herida, al menos no de gravedad, sino sólo mareada -, pero no pareció verles.

Amethyst fue la primera en darse cuenta de lo que había sucedido, pero ni ella ni sus compañeros pudieron - supieron - reaccionar inmediatamente. Habían visto una batalla en la que había una bestia, pero sin duda ésta no era el hombre lobo. A la maga le faltó el aliento cuando se dió cuenta de lo que la elfa llevaba en la mano.

El brazalete de la elfa chorreaba, literalmente, sangre. Espesa, oscura, como una cascada roja que le cubría casi todo el brazalete hasta el codo, como si lo hubiese lavado en ella... y el brazalete casi parecía más natural así que con su color plateado de siempre. Las cuchillas estaban decoradas de jirones de piel y carne, pegadas a la espesa sangre, trozos de víscera... En el puño cerrado, tenía algo alargado, como un puñado de carne arrancada de su garganta. No, de mas allá de su garganta; no se había detenido en la laringe.

Le había sacado un pedazo de la columna vertebral.

- Dioses - se santiguó el hombre de la ballesta, en un susurro que partió el silencio de la noche como un vaso de cristal rompiéndose en una catedral. - Matadla. No me importa lo que diga el tuerto.
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Mensaje por Dulfary 02/11/09, 06:13 pm

La suerte, de alguna forma siempre le sonreía a Dulfary. Y esta vez, no era la excepción. No por la situación en si, sino porque se haber cruzado al menos una vez más la mirada con la elfa, habría caido presa del pánico. Eso sin mencionar que su estomago tampoco habría resistido el final del pobre lobo.

Esta vez la suerte había hecho que funcionaran sus instintos lo suficiemente a tiempo para tratar de darle un poco mas de tiempo a Yshara. Con la ragafa se logró cambiar de lugar de tal forma que ahora estaba detrás de los tres. De nuevo sobre un muro, solo que algo mas incomoda por ser un destruido de forma mas irregular.

Por como estaban situados les sería mas facil rodearla y mientras aun no la echaran a ella de menos debía moverse. En su cabecita rápidamente se formaban los planes de acción, ¿tomar un rehen atrasado? sus ojos se fijaron en la que parecía una maga. No, eso ya había demostrado no tener resultado ¿un kunai a cada uno por la espalda? Cuando diera el primero revelaría su posición, pero era una opción. Contra el del hacha tenía pocas posibilidades, con el de la ballesta, mientras no sacara la espada, podría ir en igualdad de condiciones si es que pensaba de forma modesta, pues podría sacarlo del camino con relativa facilidad.

Pero aquello que estaba subestimando era tal vez el mayor peligro, la maga. Sus ojos rojos se posaron en ella por un segundo más largo que el que se tomó para los otros. Iría a por ella. Con la decisión tomada de nuevo volvió el nudo en el estomago. Si en algun momento el que sus armas fueran consagradas debía servir de algo para una acción que podía ser un poco trivial, debía ser ahora. Tomó aire tres veces, le dolió, pero tampoco había tiempo.

Con todo el sigilo que le daba su entranamiento, sacó cuatro kunai, el sonido coincidió con el comentario a medias de la maga siendo acallado el poco ruido que acaso generó. Y nuevamente la suerte le sonreía a la niña, por estar consentrada en su acción, no vio lo que los otros tres, pero la sentencia de "Matadla" fue su señal para ponerse en movimiento

Se movió tan rápido como se esperaba de un kazekage, haciendo algo que se esperaba como mínimo de un Sheikah. Se dejó caer del muro y aun estando en el aire, antes que el primer pie tocara el piso, lanzó con presición dos de los kunai, uno contra cada uno de los guerreros, ambos por la espalda dirigidos directamente a sus riñones, nada letal si se sabía tratar después (suponiendo que había un después para ellos), pero si doloroso y de momento incomodo en especial por la fuerza con la que iban, porque se enterrarían profundo.

Aun no habían llegado los kunai lanzados cuando, en lo que pareció dos pasos, se ubicó justo detrás de la maga, era hora de devolverle al mundo lo que siempre le hacían a ella, la apercolló ubicando un arma en su cuello con la cual hizo presión hasta hacerla sangrar solo para que ambas, Amethyst y Dulfary, creyeran que lo estaba haciendo en serio y el otro cuchillo kunai se clavó con excesiva fuerza en el libro tirando hacia un lado para rasgar los hechizos rompiendo las hojas

- No te muevas - le susurró logrando aun que el tono fuera firme pese a sus propios nervios, ya sin el libro de por medio apuntó la otra arma directo al diafragma, huntandola de sangre, al ser la que ya antes había cortado al hombre lobo, nuevamente hizo presión y esperó que fueran los otros dos quienes al recibir su ataque por la espalda, pusieran sobre aviso a Yshara.

No tomaba un rehén, solo evitaba que la maga hiciera hechizos.
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Mensaje por Yshara 03/11/09, 12:48 am

La aparición de Dul causó conmoción entre los mercenarios. El ataque de la muchacha fue tan sorpresivo que ninguno de los dos guerreros fue capaz de reaccionar antes de tener un Kunai profundamente hundido en el riñón; dos alaridos sorprendidos y doloridos rasgaron la noche en lo que una furtiva sombra inmovilizaba a la hechicera. Al repentino zumbido de una cuerda le siguió un golpetazo de metal contra piedra, y un gemido de sorpresa mal disimulado.

La reacción fue bien distinta en cada uno de los mercenarios. Mientras que el grandote aceptó la herida con un leve grito, refugiándose tras el muro de inmediato y llevándose la manaza al costado para localizar el arma, el hombre enjuto que llevaba la ballesta y que ya apuntaba a la elfa con ella soltó un alarido, presionó sin querer el gatillo del arma y estrelló su proyectil ruidosamente a casi un metro de la cabeza de la elfa, sobre el muro en el que la mujer estaba apoyada.

Amethyst se limitó a gruñir cuando sintió el arma presionando su cuello. La gota de sangre le descendió por la garganta hasta perderse en el interior de su túnica, y un escalofrío palpable incluso para Dul le recorrió la espalda, haciendo que su situación empeorase. Se quedó muy quieta, con la cabeza echada hacia atrás y los hombros profundamente tensos. No rechistó cuando la muchacha le lanzó el libro, pero por alguna razón no soltó su cayado. Incluso intentó aguantar la respiración.

- De... de acuerdo - casi murmuró.

De repente, Dul y la maga eran el centro de atención. El gigantón sólo las observaba desde detrás del muro; el hombre de ojos oscuros que sostenía la ballesta le dirigía a la niña una mirada de odio mientras tiraba el arma al suelo y desenfundaba los dos puñales curvos que llevaba al cinto.

- Pequeña puta miserable - bramó. - Mata a ésa llorica, si te atreves, y te juro que te arrancaré el...

... corazón.

El brazalete de plata se cerró en torno a su cuello en un segundo, y el puñal le entró por el abdomen justo al siguiente. La elfa no se tomó tiempo para recrearse en su sadismo; fué como destripar un pescado. Le clavó el puñal de hoja verdosa por debajo del ombligo, lo levantó hasta el esternón, y lo sacó con violencia. El hombre se quedó mirando a Dul mientras vomitaba un cuajarón de sangre; las hojas tintinearon cuando cayeron al suelo, y después fue su turno de hincar las rodillas, con las manos en el estómago, intentando en vano que las tripas se quedasen dentro de su cuerpo.

Vio sólo como el mundo se oscurecía de repente, y le fallaban las fuerzas, y la voz, y la vista. Y el aliento... y la vida. Cayó de bruces al suelo, manchándolo de sangre, y la bota de la elfa le pisó el cráneo deliberadamente cuando la mujer avanzó y se quedó mirando a Dul.

Aún estaba desorientada y algo mareada por la pelea con el hombre lobo, y las heridas del brazo derecho todavía le sangraban hasta mas allá del codo. El izquierdo... lo tenía cubierto de sangre casi por completo, desde la mano hasta el codo. Aunque comenzaba a secarse, chorreaba con abundancia, dejando un rastro fácil de seguir.

- Hijo de... - murmuró, con rabia, dirigiéndole una fugaz mirada antes de clavar sus ojos en los de la atemorizada hechicera, y después en los de Dul. Recordaba la conversación que habían tenido antes... aquella muchacha no mataría a la maga, aunque la tuviese completamente a su merced. Una lástima, porque parecía la más peligrosa del grupo, con diferencia.

Sólo para darse un poco de tiempo, la elfa frunció el ceño. La mirada que le dirigió a la joven Kazekage, con el rostro empapado de sangre, era bastante elocuente. Sabía lo que iba a pasar, pero aun asó tenía que hacerlo, aunque sólo fuera para acercarse lo suficientemente a ella.

- No la mates todavía - le ordenó, en un tono que sugería que Dul era más que capaz de hacer lo que ella acababa de hacer. - Nos podría... ser útil.

Comenzó a avanzar hacia ellas, pasando por encima del cuerpo del hombre tendido, que aún gemía lastimosamente mientras la vida se le escapaba. Tenía la cara llena de sangre, y de arena; la sangre que se le escapaba por la boca, proviniente de sus vísceras destrozadas, se mezclaba con la tierrecilla cenicienta que cubría el suelo, y cuando intentaba moverse, se le quedaba pegada a la cara y a los rizos del pelo. Tenía los ojos en blanco, y una espesa espuma clara le asomaba a la comisura de los labios. Era la viva imagen del dolor.

La elfa se desabrochó la capa empapada de sangre y la dejó caer al suelo sin demasiado cuidado. El cabello rojizo, pulcramente recogido en una larga trenza, le cayó a la espalda cuando se despojó de la capucha. Vestía una especie de traje corporal, de color negro, adornado con un pequeño peto de obsidiana que le cubría la parte superior del tórax; una muñequera de cuero en el brazo derecho, y su sempiterna garra y hombrera en el izquierdo, y las botas remachadas de metal que le cubrían los pies hasta por debajo de la rodilla, prolongadas con una especie de tela que le cubría las piernas hasta medio muslo, sujetas a cada pierna con una correa de la que pendía un puñal.

Jugueteaba con el puñal ensangrentado mientras se acercaba a ellas, sopesando lo que tendría que hacer y cómo, pero no dio cuatro pasos antes de que el gigantón, con una agilidad sorprendente, emergiera desde detrás del muro, la apuntase con el enorme lanzarredes...

... y el sonido, como una explosión - el disparo del arma - resonase a través de la noche.
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Mensaje por Dulfary 03/11/09, 06:11 pm

Que el de la ballesta lograra disparar fue algo que en cierta medida alcanzó a sorprender a Dul, por fortuna no había atinado ni de cerca su objetivo.

Aun así desde su posicón le era mas sencillo tenerlos vigilados. Lo que era bueno y malo a la vez. Bueno porque sabía exactamente donde estaba cada uno. Malo porque no se perdió esta vez de estar en segunda fila para la carnicería de la elfa y porque tenía totalmente descuidada su espalda.

Sintió el temblar de la maga casi como propio, eso le dio un poco más de seguridad, con una de las dos que estuviera nerviosa hasta el límite sería suficiente y mejor ella que Dul. Su pulso se mantuvo firme cuando todos posaron su mirada sobre ella, teniendo el rostro descubierto como lo dejó después de trasbocar le dirigió una de las sonrisas cautivadoras que se sabía a aquel que la miraba con más odio.

- Ahora, si fueras tan amable de soltar el palo - si, ante todo aparentar la ignorancia sobre los objetos mágicos y sus nombres. De nuevo le había susurrado estableciendo en su mentecita el siguiente movimento en su inexistente plan de acción. La vista alternaba entre el de la ballesta y el del hacha. Su amenaza solo tuvo por respuesta una sonrisa burlona que buscaba provocarlo, pero esta se fue borrando con todo el espectaculo que siguió.

Las miradas entre ambos se mantuvieron, mientras dentro de ella todo empezaba a fallar, el sonido del metal contra el el suelo solo fue un eco lejano, todo a su alrededor se volvió negro quedando en la perspectiva visual solo el hombre de los ojos negros, con su sangre y nada más. La competencia por ver cual de las dos muchachas ponía la mejor cara de espanto no se hizo esperar, solo que la de Dul tardó más tiempo, se estaba poniendo lívida en lo que sus ojos regresaban del suelo en donde estaba el hombre subiendo por las botas de la elfa, pasando por sus rodillas, torso, cara y por ultimo sus ojos, un recorrido no solo por partes del cuerpo y ropa si no cantidades de sangre que se desbordaban en gotas constantes dejando su marca en el suelo. Yshara estaba algo desorientada pero Dulfary al borde de entar en shock.

~ esta mujer esta loca... ~

La hechicera tembló y con eso ayudó a disimular el escalofrío de la niña que hizo que el pulso en el arma sangrante fallara por muy poco, lo que nuevamente coincidió con la solicitud de mantenerla con vida.

Ahora que tenía la vista sobre ella, con la imposibilidad de hablar por lo mismo impresionada que estaba, sus ojos se fueron al punto en donde se ocultaba el hombre más grande. Estaba en un punto en que realmente no sabía que hacía con la maga bajo su control, si evitar que hiciera magia o usarla como escudo humano, en cuyo caso era para defenderse de quién? del mercenario o de la elfa? Como fuera era, mientras sus ojos bailaban de forma nerviosa entre la elfa y el mercenario que aun estaba ahí, se daba cuenta que esta era otra vida que no podría salvar, no sin poner la propia en riesgo,

- ten cuidado con... - tarde para la advertencia, el disparo había sido hecho, no se preocuparía más por la maga, hizo presión en diferentes puntos en su cuerpo empezando por la parte trasera de su cuello para dejarla inconsiente, la dejó caer y moviendo uno de los kunai para quedar a la ofensiva, sacó otros tres para ser lanzados y por lo menos cortar los pesos, sin embargo tenía dudas de lograrlo
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Mensaje por Yshara 03/11/09, 07:10 pm

"Ten cuidado con..."

Con. Idiota, inútil, estúpida. La elfa se maldijo a sí misma de mil maneras mientras leía en el nerviosismo de los ojos de Dul lo que estaba pasando. Tenía a alguien detrás. Estúpida, imbécil, te has dejado sorprender.

La explosión sacudió el silencio de la noche, y la elfa se volvió tan rápidamente como sus reflejos le permitieron, dando un golpe seco al aire con la garra metálica que le cubría la mano izquierda. Vio cómo algunos de los kunai de la chica se precipitaban hacia la red y cortaban uno o dos de los pesos que llevaba en los extremos, mientras los dedos envueltos en cuchillas le hacían un corte ancho en la parte horizontal, pero ninguno de los dos ataques rompió la red. Los cables se tensaron contra su piel, y la arrastraron dolorosamente, aprisionándola en el suelo, con suficiente fuerza como para hacerla retroceder un par de metros.

Cayó de mala manera, haciéndose daño en el costado, y su primera reacción fué patalear para escaparse de su encierro, algo que enseguida mostró ser bastante inútil. De forma que comenzó a pelearse con las ataduras, clavando sin piedad las garras en la cuerda. La rompían con facilidad, pero había tantos nudos y se entrelazaban tanto entre sí, que le resultaría difícil escapar. La única palabra que podía definir su estado en ésos momentos era "frenética"; por alguna razón, el estar aprisionada en el interior de la red la había puesto algo más que sólamente "nerviosa". Al sonido de las cuchilladas que le asestaba a las cuerdas se unía el de su respiración agitada, mientras se revolvía en el interior de su encierro.

Por supuesto, el mercenario no había perdido el tiempo necesario ni para recargar el lanzarredes, ni para comprobar si la hechicera había muerto - como sugerían las palabras de la elfa - ni para evaluar cuánto tardaría ésta en liberarse de la red: Desenvainó su hacha y comenzó a correr contra Dul, la hoja en ristre, esperando sin duda deshacerse de ella de un sólo golpe para poder descargar su ira contra la que consideraba más peligrosa - o mejor dicho, más monstruosa - de las dos.
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Mensaje por Dulfary 03/11/09, 07:48 pm

- Pero que torpe eres!! - fue dicho con toda la desaprobación que lleva el caer en una trampa demasiado obvia incluso agregándole tintes de exasperación. Tales palabras fueron dichas a Yshara en lo que su primer impulso fue interponerse entre ella y un posible ataque del mercenario, sin embargo al notar que su primer blanco era ella misma no fue necesario desviarse por mucho.

- Oye!! te dijeron Vivas - le advirtió, desde su posición, su tono había sido divertido, burlándose de él, llevándolo a cometer los errores propios del enfado y antes de ver los resultados nulos de su intento, sin perder más tiempo le lanzó el kunai sin veneno en un movimiento bastante predecible, el hacha se movió apartando sin dificultad el proyectil pero entonces, al tener el camino libre, fue tarde para que el gigante se diera cuenta de su error, el pie de la adolescente impactó con fuerza en su pecho para acto seguido girar sobre si misma usando de apoyo el cuerpo del hombre y la otra pierna le diera justo en la cabeza con mayor o igual fuerza gracias al impulso. El hombre salió disparado a caer contra el suelo.

Dul terminaba de dar el giro en el aire para tocar la tierra de la misma forma en que el hombre rodaba sobre si mismo levantándose en ese movimiento al detenerse apoyando con fuerza el pie entre los escombros, movimiento que le permitió retomar su ataque blandiendo su hacha contra la niña que apenas volvía a estar en tierra firme y no estaba lista para reaccionar, por la altura del arma no alcanzaría a esquivarla de forma satisfactoria, por la velocidad que traía no podría retroceder a tiempo, por la fuerza del sujeto interponer el arma que le quedaba en la mano era suicida.

Se echó para atrás tanto como pudo, sin quitar los pies del piso, pero con tanta fuerza que terminó por caer, llegando incluso a acelerar su caída al apoyar su mano contra la parte plana de la hoja. No importaba, no le había hecho ni un rasguño el filo del arma, aun, y desde donde estaba podía hacerle un barrido, barrido que fue evitado con un simple salto por parte de su contrincante.

Por la posición en que estaba ella, faltó muy poco para que la pisara al caer, pero lo que ella veía era la opción de cortarlo en la parte baja de la pierna. Sin embargo experiencia volvió a ganarle a habilidad, el movimiento del mercenario, no solo hizo que un pie la pateara en el hombro, sino que la otra pierna atinó a pisarle la muñeca en la que llevaba el arma, en lo que el hacha caía pesadamente contra ella.

Los ojos rojos de la niña se abrieron de par en par, teniendo que rodar hacía él por tener su mano prisionera. Esta vez el impacto fue doble, el filo cayó contra el suelo clavándose un poco pero aun mirando hacía ella, para hacerle un corte que solo la hirió en el brazo si no también en el costado al retirarlo, cuando el hombre la pateó de regreso hacía el arma. Un quejido ahogado detrás del otro, lo que lo hizo sonar mas prolongado.

Desclavó su hacha al tiempo que su otra mano le rapaba a la niña su kunai. Con un movimiento muy bonito que buscaba proteger su espalda de un posible ataque a traición de la elfa a quien por instantes perdía de vista, aunque no lo suficiente, giró su arma para acabar de una buena vez con la niña.

- Vivas!! – volvió a advertirle, fue casi un gritito, el cual fue ahogado al hacerle más presión a su muñeca, y al parecer funcionó porque se detuvo. Solo para mirarla a los ojos en una expresión que se iba relajando para mostrar una sonrisa perversa

- Pero no ilesas – sin detener su ataque, pero dejando deslizar el mango del hacha entre sus manos, la volteo y golpeó a la niña en abdomen sacándole todo el aire y girando de nuevo para terminar con la mayor amenaza, para ella, si debía actuar en serio.
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Mensaje por Yshara 03/11/09, 08:22 pm

Una, dos, veinte. Una, quince, cincuenta... ¿Cuántas estúpidas cuerdas tenía que cortar para salir de ahí? Odiaba estar aprisionada, lo odiaba más de lo que nadie se podía imaginar. Sencillamente... perdió el control.

No se enteró de la mitad de la batalla, ni del insulto de Dul - que, en cualquier otra circunstancia, seguramente le habría valido a la chiquilla un buen golpe en el sitio de siempre -, ni siquiera fue consciente de que la red se convirtió en un borujo de movimiento que ni los pesos podían mantener en su sitio. Se revolvió, como un gato encerrado en un saco, frenética por completo; las garras y el puñal cortaban las cuerdas a toda la velocidad que le permitían las manos, hasta que las muñecas le dolieron.

Al cabo de un rato pudo sacar la mano izquierda. No es que pudiese pensar con mucha claridad, pero se lanzó sin dudarlo hacia las cuerdas que sostenían los pesos en su lugar, impidiéndole que se levantase del suelo, o que se quitase la red de encima. Se agitó, gruñendo como un animal encerrado - como un animal peligroso - y casi desató toda su furia contra el que ahora era su nuevo objetivo.

Mientras tanto, Dul estaba en apuros, pero la elfa no tenía forma de saber éso. Y las redes no le duraron mucho tiempo más, una vez pudo acceder a las cuerdas que sujetaban los pesos; pero no podía hacer mucho para evitarlo.

Se levantó del suelo como una exhalación, con el pelo aplanado y húmedo de sudor, y se desembarazó de las cuerdas tirando de ellas en todas direcciones, desmadejando la red ahora desprovista de pesos y tirando cada cabo hacia un lado, hasta que estuvo libre... y furiosa. Lo suficiente como para perder el control, lo suficiente como para atacar de inmediato al hombre, como una bestia herida. Se acercó por la espalda, con la mano recubierta de metal abierta como si pretendiese sacarle el corazón de un golpe y la otra sosteniendo el puñal con tal fuerza que tenía los nudillos blancos. Saltó, con un gruñido, buscando su cuello...

... y el hombre hizo una jerigonza que hizo que el lado trasero del hacha le alcanzase de pleno.

La golpeó en el aire, en mitad de su salto, y le hizo recuperar todos los sentidos al mismo tiempo, mientras se deslizaba dolorosamente fuera del trance asesino. El lado trasero del hacha era plano, gracias a todos los habitantes del Inframundo; al bambolear el hacha hacia atrás, en un movimiento que casi parecía pretender librarse de cualquier cosa que tuviese a la espalda, el hombre le hundió el arma en el abdomen, a la altura de donde termina el esternón; la dobló en el aire, haciéndole juntar las piernas, y le arrancó un gemido horrible, junto con el aire de los pulmones. Le salió por la boca, acompañado de un abundante cuajarón de sangre, que le salpicó el brazo.

El tintineo del puñal cuando cayó al suelo fué seguido del golpetazo que la propia elfa dió al caer a continuación, perdiendo el equilibrio al tener las piernas juntas. Llevaba la mano derecha en el lugar del impacto, y tuvo que apoyar la izquierda en el suelo. Le fallaron las piernas, y se quedó de rodillas, intentando recuperar el aliento. La sangre le goteó por la barbilla, y tuvo que apretar los dientes para no gritar a causa del dolor.

- Pero no ilesas - fue el comentario que realizó el hombre después de realizar el movimiento, después de golpear a Dul... después de volverse y descargar el hacha que, finalmente, después de casi un milenio, estuvo a punto de acabar con la dilatada vida de la elfa.

- Uhhh - el gemido le salió de los pulmones en lugar de cualquier cosa que hubiese pensado, que hubiese intentado decir, mientras hacía un esfuerzo colosal por adelantar una pierna. Pensó en levantar el brazalete, pero no tenía fuerzas para detener el golpe. Le cortaría la mano. Su única posibilidad...

En un instante que le pareció una hora, con la respiración entrecortada y los ojos surcados de gruesas lágrimas de dolor, se lanzó hacia adelante, moviendo una pierna, y después separó ambas todo lo que fué capaz. El hachazo se estrelló entre ambas, levantando una capa de polvo al hundirse varios centímetros en el suelo. Se agarró adonde pudo para darse impulso. Quiso la suerte que las piernas del hombre estuviesen justo delante de ella... para bien o para mal.

Le clavó la garra en la parte posterior de la rodilla, tanto como fué capaz, y le arrancó un grito terrible de dolor. La sangre comenzó a manar de inmediato por entre los dedos acorazados de su brazalete, y el hombre comenzó a perder pie; pero se mantuvo erguido gracias a la otra pierna. Se revolvió y movió la que la elfa le había aprisionado, pero no consiguió despegársela.

La elfa estiró la mano, buscando a tientas el puñal caído, y cerró los largos dedos de la mano derecha en torno al polvo del suelo y a la empuñadura del arma, apretando los dientes para ignorar el dolor, intentando no pensar en el hilo de sangre que se le escapaba a través de ellos y le recorría los labios. Tiró de la mano con la garra, alzándose ligeramente, y...

Fué simple acción y reacción. El campanazo que produjo el golpe de la rodilla del hombre contra su sien le sacó los sentidos; la oreja comenzó a zumbarle, y la vista se le desenfocó. Se le escapó otro gemido de dolor, a pesar de que afortunadamente el hombre había perdido el equilibrio al golpearla y por eso no le había hecho tanto daño como debería. La reacción fué igual de sencilla y considerablemente más brutal; la elfa, dolorida como nunca lo había estado, se tragó un sollozo, cerró los dedos en torno al puñal, y lo descargó con toda la rabia que tenía acumulada, hundiéndolo hasta la empuñadura, contra...

... los testículos del hombre.

Si el estremecedor aullido de dolor no resonó por todo el Reino de las Cascadas, le faltó poco.
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Mensaje por Dulfary 03/11/09, 08:27 pm

El movimiento involuntario por llevarse ambas manos a lo que bien podía ser su diafragma, solo generó que se hiciera daño ella misma al halar su brazo antes que él retirara su pie.


El aire salió y con el cualquier cosa que pudiera ser un sonido como un grito, gemido, jadeo, quejido o lo que fuera. El golpe fue lo suficientemente contundente para nublarle todo, no solo la vista si no la existencia en si. De esas estrellitas blancas que se hacen cada vez más grandes a grandes lamparones en los que los rebordes era simplemente motas negras en los que practicamente no veía nada más que dolor. Eso, en la fracción de segundo que le tomó cerrar los ojos con fuerza, para facilitarles el llenarse de líquido, que con toda su tibieza, al punto de llegar a quemar, se resbaló por su sien, por ambas, dejado un solo hilo húmedo que se perdió entre las cenizas creadas por quien sabe quien.


Se estaba ahogando y no solo eso, cualquier intento que hacía por recuperar el aire fallaba y generaba la sensación de tener algo extra entre la garganta, algo líquido y viscosa, que buscaba por donde huír para no ser partícipe de ese dolor. No sabía que era peor, si la asfixia o sentir que el golpe había llegado hasta el alma. La mano quedó libre y de inmediato fue a auxiliar a la que no solo sangraba sino que empezaba dejar un charquito se sangre que manaba desde la herida en el brazo.


Al girarse buena parte de su cara quedó tiznada, le daba la espalda a la propia lucha de Yshara, solo boqueaba cual pez fuera del agua, hasta que optó por la alternativa de tratar de calmarse y notar de forma conciente que era lo que requería, tomar aliento de forma lenta.


Ambas manos sujetaban con fuerza el lugar del golpe y por su posición aquello que quería huir de ella, encontró su salida, por la boca se rodó con el mismo hilo fino de sus lágrimas, otro carmesí, sangre, propia, interna. ~ ... ~ su mente no daba aun para siquiera dirigirle un pensamiento despectivo al sujeto.


Tres heridas en menos de cuanto? Y golpe de siempre en el lugar de siempre. Qué más podía sumar? Como fuera, en lo que se daba el tiempo para hacer algo que nunca antes, autocompadecerse, el aire circuló normalmente de nuevo.


Un aullido detras del otro, un quejido de su parte detrás de otro al levantarse. El último grito coincidió con que estuviera en sus pies y un escalofrío la recorrió de punta a punta. Mantenerse sobre sus pies fue de verdad dificil, de nuevo la vista se llenaba de estrellitas de luz y establecer el foco sobre su objetivo era simplemente imposible. La imagen, solo la del hombre por detrás atacando en el piso a Ysha sin estar segura qué le había hecho el uno al otro, ya que su campo visual no le permitía llegar más allá, se movía de un lado a otro y cuando se quedó quieta, estaba superpuesta y borrosa. Se miró el costado, la forma en que manchaba de sangre su ropa, solo le incremento su rabia. Con el dorso de la mano se limpió la boca que de inmediato se llenó se sangre nuevamente.


Con lentitud que rayaba en la calma sacó otro kunai que sostuvo en la mano que no fue pisada. Era hora de terminar con esto y la posición del hombre le permitía hacer algo que finalizara el asunto de una buena vez, no solo el dolor de ellas, sino el de él mismo.


Se ubicó a su espalda, giró su arma y se dirigía hacer su corte cuando dudó, no podría hacerlo, por más dolor que ella misma sintiera no podía hacerlo. Simplemente no estaba en ella, eso que hacpia falta para dar ese paso. Tomó el impulso para clavarlo por la espalda en lugar de cortarle el cuello como fue su primer pensamiento, lo noquearía igual que a la maga.


Qué más podía sumar? esa pregunta se repitió en su cabeza, pensado en una posible respuesta por parte del hombresote antes que lograra su cometido. Pero la respuesta llegó en forma de mano, que no era de quien tenía en frente, y que se posó en su boca y la haló hacia atrás, en lo que otra mano le sujetaba la que ella llevaba armada antes que la clavara donde tenía previsto, alejandola de ese cruce de dolores que no eran de ella.


- shhh - el hombre que la sujetó, le quitó la mano y al verla llena de sangre la limpió con el cuerpo de la niña y la puso en su hombro con fuerza, una advertencia muda, una amenaza que se afirmó al doblarle el otro brazo y ponerlo a su espalda para que no intentara nada.
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Mensaje por Yshara 03/11/09, 09:12 pm

Podía parecer increíble que, estando la elfa y la joven kazekage la una prácticamente al lado de la otra, fuesen tan ajenas cada una a lo que le estaba pasando a la otra. Pero, realmente, cada una de las dos en ésos momentos tenía sus propios problemas.

La elfa no se esperó, no se quiso esperar a que el hombre se recuperase del golpe... incluso si llegaba a hacerlo. El hacha cayó al suelo con un violento "clank" incluso antes de que el tipo se diese cuenta de que la había soltado, y se llevó las manos inevitablemente al lugar de los hechos, donde la hoja verdosa de Yshara todavía estaba hundida. La elfa jadeaba débilmente, todavía tirando de la pierna de él como para trepar, para encaramarse.

El dolor debía ser encarnizado. Los dedos revestidos de metal afilado ya rasgaban el hueso. Cuando las manos del hombre se cruzaron con el brazo de Yshara, que todavía sostenía la hoja clavada entre sus testículos, lo agarraron con bastante fuerza, presionándole la muñeca como si quisiese rompérsela.

Probablemente quería.

La asesina forcejeó débilmente mientras el hombre le echaba dolorosamente la mano hacia atrás, apretando los dientes mientras reprimía los quejidos de dolor que se le dibujaban en la boca. Apretaba, hacía fuerzas para resistirse, y movía las piernas. Tiraba de la garra, y hacía fuerzas, y...

Justo cuando sintió que la muñeca le crujía peligrosamente, desclavó la garra de su pierna, arrancándole al hombre un alarido de sorpresa. Al mismo tiempo, y sin habérselo propuesto, consiguió que rebajase la presión que le ejercía en el brazo... dándole una oportunidad, una sóla. Se sintió desplomar, la garra era lo único que la había mantenido erguida. Estaba en una situación delicada, y había sido por su culpa, por su propia culpa. Lo tenía que... solucionar.

Agarró con toda la firmeza que fue capaz el puñal, y retorció el filo en el interior de la herida que había causado... agrandándola. Enviando punzadas de un dolor horrible, frío, letal, a las terminaciones nerviosas del hombre. Volvió a gritar, volvió a apartar las manos; el dolor era abrumador, enloquecedor. La asesina levantó la mano para clavar los afilados dedos del guantelete en la cadera del hombre, y...

... le desplomó sin querer.

Estaba tan débil, herido en la pierna y en el abdomen, y sobre todo en la entrepierna; y debilitado por la fuerte hemorragia que le caía de entre las piernas, que la asesina no pudo depositar su peso en él sin que el hombre se desplomara. Cayó hacia atrás... haciendo que la asesina también cayese. Perdió el equilibrio, y cuando las enormes espaldas del hombre golpearon el suelo, y el hombre tan sólo se removió fruto de una convulsión, echando espuma por la boca, la mujer aunó todas las fuerzas que le quedaban para la titánica tarea de volver a ponerse de rodillas.

No supo que había nadie más allí. No miró hacia Dul, sólo asumió que seguía ahí, que seguía sola. Apoyó las manos y las rodillas en el suelo, y agachó la cabeza, jadeando con dificultad entre quejidos de dolor mal disimulados. Algunas gotitas de sangre todavía se asomaban por entre sus dientes, lentamente cayendo al suelo.

- Joder - murmuró entre dientes, sin mover la cabeza, los ojos cerrados por el intenso dolor. - O... oye...

No podía saber que el hombre estaba ahí. No podía saber que Dul no podía responder. Interpretó su silencio como... el desprecio, el supino desprecio que sabía que la muchacha le profesaba.

- Van a venir - siguió musitando, con un hilo de voz. - Ma... márchate. Sólo... me quieren a mí. No tiene sentido que...
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Mensaje por Dulfary 08/11/09, 06:10 pm

Ahora que estaba dando pasitos torpes hacía atrás, la escena que tenía en frente se abría mucho mejor a sus ojos, veía como eran las cosas para la elfa. Estaba totalmente tensa, quieta a más no poder al no saber a quien tenía detrás. Respiraba super agitada en parte por los golpes, en parte por la adrenalina, en parte por la incomodidad de su postura.

El sujeto que estaba frente a ella cayó de espaldas mostrando ser otro horrible espectaculo de mutilación y sangre. Por la mente de la niña pasó la peor de las ideas, pero conociendo a su compañera provisional de golpes recibidos, no se le antojaba descabellada: lo había castrado. Se sintió mareada. Y antes que le liberara la boca escuchó su llamado incluso trató de decirle algo, de advertirle. En vano

La miraba moverse por el suelo siendo la mitad de lo que mostró ser cuando se encontraron por primera vez. En su corazoncito algo se movió, pero no era el momento, no hasta que estuviera segura que saldrían de ahí, entonces convertiría su conmosión (de conmovida), en frases de burla y todo sería normal, pero eso sería en un futuro, su optimismo se aferraba a que sería cercano. Las dos, estaban a cual más de mal.

Con la boca libre, con la amenaza que era el tener al otro reteniéndola, sin ser conciente que sus cometarios deben ser acllados en algun momento las palabras salieron una por una, lenta, con calma, como si aun estuvieran solas.

- Solo porque es divertido llevarte la contraaaria - el hombre había hecho fuerza en su brazo para que se callara, desde su primera palabra lo había hecho, solo que había resistido lo máximo. Ahogó su frase con una inhalación profunda que hizo que todos los puntos en donde había sido golpeada dolieran - es un poco tarde para eso, así que te aguantas - si, contrario a la precaria situación de ambas, ese "aguantas" sonó alegre, caprichoso y voluntarioso, tratando de meter animos y fue la clave de partida para darse algo de espacio.

Sin importarle el dolor se movió contrarrestando la llave a la que estaba siendo sometida, un paso atrás, un movimiento presiso del hombro, girar la muñeca, hacer girar la de él, moverse por debajo de su brazo, sentir una lagrimita de dolor correr mejilla exterior abajo, darle el frente y golpear en... No hubo golpe.

Toparse de frente con la cara del mensajero fue otro golpe, solo que diferente. Fue emocional. Lo miró a los ojos, él por un momento desvió la vista y luego se la mantuvo. Había vergüenza en ella, pero tambien había decisión.

~ no lo habían obligado ~ su frase interna, reflejada en sus ojos recibió por respuesta el silencio de él.

Silencio roto por un seco y contundente Plaaaf!!!

- RATA!!!! - le gritó la niña, pero la palabra no sonó tan larga como el impulso que llevaba. Si, efectivamente, con la mano libre lo había abofeteado con todas sus fuerzas, esta vez las lágrimas rodaron por la rabia (y también por tener un resentida la muñeca), él no hizo nada por evitar el golpe, pero su mano libre tampoco se quedó ociosa y le sujetó la cara a la niña por la barbilla, con firmeza pero sin hacerle más daño, para que lo encarara. Los ojos de ambos se cruzaron el tiempo suficiente donde el reloj se detiene. De un tirón, que a pesar de todo fue hecho con cuidado, la acercó hacia si, interponiendo ella la mano, golpeandolo con el puño en el pecho, para alejarlo.

La sonrisa de él, que horas atrás le había parecido encantadora, se mostró otra vez, solo que esta vez se completó con un nombre:

- Cior!!!! - llamó a su líder.
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Mensaje por Yshara 09/11/09, 06:51 pm

Después de sus palabras, y de la categórica respuesta de Dul, la elfa cayó en el silencio. La atención de la muchacha no estaba con ella, mientras que la suya se había perdido en el sonido lejano de las gotas de sangre que golpeaban la tierra cenicienta, en el zumbido que le recorría como un calambre la oreja derecha.

La mujer levantó la vista poco a poco, apretando los dientes, hasta que posó los ojos sobre los pies de la muchacha... y de él. Después los alzó un poco más, hasta encontrarse con el cuerpo delgado, la barbilla prominente, la nariz aguileña y los ojillos brillantes y arteros que se desviaron de los de Dul sólamente un segundo para deleitarse con el dolor de la elfa.

Conocía esos ojos.

- Tú - masculló simplemente, la voz un hilo, al reconocerle. - Hijo de...

Fue el odio el que le hizo reaccionar de la manera en que lo hizo. Fue el odio el que puso su adrenalina otra vez a bullir en su sangre, el que le hizo cerrar los dedos en torno al polvo que cubría el suelo, el que le hizo adelantar la pierna y comenzar a levantarse. Fue trabajoso y difícil, y sólo fue el odio el que lo hizo posible.

- No te esfuerces demasiado - le dijo él, en tono burlón, sabiendo de sobras que en el estado en el que se encontraba la elfa, no sería un rival difícil. - Tienes otras cosas de las que preocuparte.

Estaban ahí como lo habían hecho al principio: Como si hubieran salido de la nada.

Aparecieron en lugares distintos, el rubio tuerto del pelo rizado, enarbolando una espada bastarda; el alto y fuerte guerrero de piel negra blandiendo su lanza de dos hojas, e incluso la joven de pelo negro, con el brazo ensangrentado, el arco envainado a la espalda y una pequeña espada de hoja triangular en la mano que tenía sana. Estaban todos allí, a apenas una carrera de distancia.

El hombre se rió y miró hacia Dul.

- Me lo he pasado muy bien contigo - confesó. - Siento mucho que el juego tenga que acabar así. Nunca pensé que pudieras aliarte con...

- Ya es suficiente - le cortó el pelirrubio. - ¿Están Amethyst y Sürik vivos?

- Sí - respondió el traidor. - Aunque Sürik está... herido. Grave.

- Trae a Amethyst aquí - le ordenó a la mujer de pelo negro. - En cuanto a tí...

Sonrió levemente. La elfa acababa de terminar el pesado trabajo de levantarse, y apenas fue capaz de dar un paso atrás. El golpetazo en el abdomen le ardía. Respirar le resultaba muy difícil, tanto que jadeaba pesadamente, igual que mantenerse erguida le provocaba un dolor punzante que no podía soportar durante demasiado rato. La sangre que se le escapaba de la boca ya le bajaba por el cuello, dejando un rastro carmesí a su paso. Vio cómo la mujer morena llegaba hasta donde estaba la otra, la maga, mirando hacia ella con bastante recelo, y cómo la despertaba con cuidado dándole unas palmadas en la cara. La chica emitió un quejido de sorpresa, y abrió los ojos súbitamente.

Yshara guardó silencio un instante. Trató de recuperar la compostura, algo que era bastante difícil en su estado, y... no llegó a acabar de creerse lo que estaba a punto de decir.

- Me rindo - murmuró, con gran dificultad. No porque le costase hablar... sino porque le costaba decirlo. Mucho más de lo que nadie, nadie, se habría podido imaginar. - Soltad a la chica... y me entregaré pacíficamente.

El rubio se adelantó un paso o dos, con una sonrisa hienesca dibujada en el rostro, haciendo que la elfa reculara levemente.

- No - respondió secamente. - No, yo creo que éso no va a pasar. Has jugado tu carta, y has perdido. Os llevaremos a las dos ante el Duque, y él... decidirá lo que hacer con vosotras.

Se rió con desagrado. Era una risa... oscura, extraña. No era una risa de triunfo, aunque era la risa de alguien que se sabía vencedor. Era la risa de alguien que sabe lo que va a sufrir la otra persona y está dispuesta a disfrutarlo.

- Estará encantado de conocerte, mi querida señora elfa - le dijo suavemente a Yshara, acercándose un paso más a ella. - Y seguro que alberga un lugar especial en su corazón para tu amiga, también. Cuando lleve dos horas con vosotras suplicaréis la muerte. Os miraréis a los ojos y no os podréis reconocer la una a la otra. Tú - le dijo al negro - quítale el lanzarredes a ése malnacido y atrápalas a las dos.
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Mensaje por Dulfary 09/11/09, 08:12 pm

Con su llamado se habían hecho presente los demás. Como si todo el tiempo estuvieran ahí, como si miraran el espectaculo de las muertes horrendas de sus compañeros sin ningún tipo de remordimiento o conmiseración. 

Con las palabras del traidor la niña miró en redondo, topándose no solo con la elfa ya casi en pie, cosa que la tomó por sorpresa, si no con que además estaban nuevamente rodeadas. 

- rata traicionera... - masculló entre dientes mirandolo de nuevo, ahora con más rencor

- La que me llama rata y la que me recuerda a mi madre.. vaya, estoy hecho - dijo en voz baja, socarronamente, no estaba seguro de si los demás le habían oido pero al menos Dulfary si, lo que hizo que apretara ambos puños para agredirlo de nuevo, pero él cerró con más fuerza la mano que sujetaba la del kunai, haciendola desistir, de momento. 

Ahora, la maga también estaba despierta y de seguro no estaría muy feliz por lo que le pasó a su libro. Pero entonces toda la atención cayó sobre la elfa y sus palabras. La expresión que Dul le dirigía al traidor se perdió cuando sus ojos rojos se abrieron de par en par.

- No...- ambos "no" sonaron en simultáneo, siendo el de la niña muchisimo más bajo y a diferencia del Tuerto, una suplica porque no hiciera semejante cosa, se giró despacio a verla, mirarla a los ojos, negar con la cabeza y con angustia a su oferta. Por que? por qué se preocupaba por la suerte de la elfa? Si la detestaba no debería estarlo haciendo. Por qué?

Todos tenían la atención puesta en Yshara y en su jefe, todos menos uno, al que nadie notó moverse entre ellos, la arquera. Después de hacer reaccionar a la maga se acercó a revisar al otrora hombre del hacha, si, estaba vivo, pero muy mal, y vio algo que la hizo sonreir un momento. Una de las armas de la niña, con sangre, la agarró y se retiró dejando que las palabras del tuerto hicieran mella en ambas, moviendose nuevamente con gracia entre ellos camino a la joven kazekage

La risa del tuerto llenó el aire, tapando otros sonidos, su discurso evitó que alguien sospechara o si lo hizo, evitó que le importara. Pero de todas formas fue la niña quien casi arruina sus pequeños planes antes de lograrlos al atraer la atención hacia ella. 

- Tú juras que podrás movernos por el Reino sin que alguien lo note, Ja! - se burló. Ambas estaban en mal estado pero debía intentar una ultima cosa, aprovechar las cercanías que tenían. Volvió a girar hacia el traidor con el impulso suficiente para patearlo en el abdomen con tanta fuerza que por poco también se la lleva a ella al suelo por no soltarle la mano tan pronto como ella había pensado, le lanzó el kuani que aun tenía en mano al tuerto clavandolo en su armadura de cuero. El arma quedó colgando, pero no sacó sangre alguna. Sabía que todos los demás reaccionarían, así que antes de eso, debía volver a armarse.

Pero fue la arquera la que la hizo estrellarse contra la pared cargando contra ella en un intento exitoso por neutralizarla y al tenerla arrinconada apretó su garganta con el antebrazo herido, un movimiento que terminó en enterrarle su propio kunai en el costo opuesto al que ya tenía herido. El  mismo kunai que acaba de rocojer del suelo, el mismo que ya antes tenía sangre de hombre lobo, el mismo que por ese detalle tenía veneno.

- que se siente que claven uno de tus juegutes, ah? - preguntó con una sonrisa sádica, movió el arma aun teniendola clavada, solo un poco, acallando el gemido con la presión de su antebrazo en su garganta. Dos lágrimas no se hicieron esperar. Lo desenterró y lo volvió a clavar con rabia, con saña, un poco más abajo, para volverlo a sacar. De la boca de la niña, por su esfuerzo de respirar y por las heridas recibidas salió un poco más de sangre. De nuevo, las estrellitas se hicieron presentes, pero esta vez cantaban, contaban con un pitido que más parecía un zumbido que terminaba de nublarlo todo a su alrededor, que era lo que seguiría para ella. Y eran grandes narradoras 

- te vas a morir ... - susurró - y te a va doler... y... lo va a disfrutar ... y ... no será la elfa .... - salió mas sangre por boca, solo que a la Arquera poco o nada le intersaban sus ingennuas amenazas y la soltó. Sus manos no alcanzaron a llegar a la herida antes de desplomarse por el dolor, solo que no tocó tierra por la pronta reacción de aquel al que había llamado Rata varias veces. La arquera aun con su sonrisa dejó caer el kunai a la tierra. Los ojos de la niña siguieron su lento recorrido en el vacio

~ cae en la sombra, cae en la sombra, cae en la sombr...~ rogó en silencio, en brazos de la Rata, solo para ver, como la sombra que recibiría el arma y haría su llamado, literalmente se quitaba del camino cortando la comunicación. 

- Aelia... - se atrevió a decir el muchacho mirandola con algo de antipatía 

- Qué? - preguntó con cinismo la arquera antes que le hicieran algun reclamo.  
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Mensaje por Yshara 09/11/09, 08:36 pm

El mundo se volvió a poner en marcha alrededor de la elfa. Un mundo que iba casi demasiado rápido para ella. El costado le dió una punzada fría y horrible, que la hizo volver a doblarse, con los ojos empañados de lágrimas contenidas mientras daba un segundo paso atrás, más o menos al tiempo que el rubio daba un paso adelante.

"Venga, inútil", se dijo a sí misma.

Volvió a apretar los dientes, intentando sobreponerse al dolor, ahogando el gemido que se moría por salir de entre sus labios, convirtiéndolo en un gorjeo mientras se erguía sólo a medias, lo suficiente como para levantar los ojos hacia el rubio, aún inclinada. El dolor... le tenía entumecido el cuerpo. Luchaba con ella para intentar que se desplomase, y sentía un cansancio que la llamaba a que lo hiciese, a que simplemente se abandonase, y... se dejase pudrir.

A que se rindiese. No sólo de palabra... sino también de acto.

¿Habría consentido en capitular si el hombre le hubiese aceptado la rendición...? ¿Habría cambiado algo si no se hubiese rendido? Bueno, no se sentiría tan... sucia. Por irónico que resultase que ella de entre todos los seres del mundo tuviera que apelar a la justicia, no era justo. No para la muchacha, arrastrada a aquella situación. Por más que la despreciara, al fin y al cabo, no tenía que hundirse con ella. Pero...

- Todas las historias tienen su punto gracioso... - comenzó a decir Cior, el líder rubio y tuerto de los mercenarios, mientras daba el último paso que le separaba de la maltrecha elfa, y su mano izquierda se disparaba rápidamente para sujetarle el pelo, tirando de él hasta que la mujer estuvo a su altura. Tras él, el hombre de piel negra se adelantaba hacia el cuerpo desplomado del tipo grandote. - ¿Quién me iba a decir a mí que la zorra que me sacó el ojo y que mató a mi señor y a su hija... me iba a pedir por la vida de una muchacha? ¿Cuándo te has vuelto caballerosa?

La zarandeó sólo un momento, y movió la mano izquierda como para propinarle una bofetada que la elfa no hizo absolutamente ningún amago de resistir, pero el sonido del bofetón no llegó a resonar. El negro contemplaba la oscuridad frente a sí, extrañado.

- El lanzarredes no está - musitó. - Lo ha debido...
- Búscalo, idiota - contestó el rubio, moviendo la mano hacia el otro lado de la zona, como para indicarle que lo buscase por allí.

Con éso perdió el impulso que le habría permitido abofetear a Yshara. En cambio, se vio libre para ponerle los dedos sobre la barbilla, mientras la miraba con... odio. Nada más que odio, aun a pesar de que la elfa a duras penas le devolvía la mirada. La vista se le iba. El dolor del costado le enviaba punzadas al cerebro.

- Arrodíllate - dijo.

La mirada de la elfa se enfocó de repente. Había captado su atención, al parecer. Los ojos de Yshara estaban bañados en puro odio, la llama ardiente de la cólera como una estrella en el fondo de sus pupilas.

- Te ofrezco ésto, al menos. Arrodíllate, bésame los pies y suplica por su vida. Entonces... la dejaré marchar.

Le soltó los cabellos de pronto, y la elfa de hecho estuvo a punto de caer de rodillas aunque fuera meramente por causa de la gravedad. Una chispa de orgullo la mantuvo en pie. Quería verla derrotada, aún más derrotada. Quería que se humillase, romperle el espíritu. Y ante aquello... no tenía por qué ceder.

... un gemido la hizo volverse, hasta que sus ojos se encontraron con los de Dul un instante... mientras la mujer de los cabellos negros la apuñalaba. Una... dos veces. Lo vió como a cámara lenta. Aquella mujer... aquella mujer. Sus dientes se apretaron con rabia, y...

- ¡Arrodíllate! - de repente, montando en cólera, el hombre tuerto le tiró violentamente del pelo. Le hizo bastante daño, y la elfa gimió sin poder evitarlo; clavó la mirada en su único ojo, con rabia, con dolor, con odio, con vacía desesperación. - ¡Arrodíllate, zorra!

El escupitajo iba dirigido hacia la cara de la elfa. Era... su expresión del más supino de los odios, del desprecio arrebatador. No quería verla muerta... quería verla vencida, derrumbada, rota. Quería torturarla de cualquier forma posible, quemar su orgullo. Escupirla era el mayor de los insultos que podía proferirle, y lo saboreó como un triunfo cuando ella apartó la cara, con la repugnancia dibujada en los ojos, y cuando...

¿... se revolvió?

Yshara no supo si el detonante fué el escupitajo, o el fino cuchillo penetrando en Dul. ¿Le importaba que la muchacha no sobreviviera...? Tal vez. No la apreciaba, pero merecía algo más que morir por su culpa, arrastrada a su batalla, acuchillada como un animal. Su gemido fue de dolor, sí, pero también de odio. Un odio que hizo renacer un miedo oscuro y cerval en su corazón.

La elfa tan sólo... le dio un puñetazo, como respuesta.

Un puñetazo tremendo, con todas las fuerzas que aun le restaban, que se clavó en su garganta como el golpe de un martillo. Sintió los protuberantes nudillos del maldito brazalete de la mujer arañarle la tráquea como las patas de un gato, y gorjeó atragantado con su propia saliva, demasiado maltrecho el cuello como para respirar o hablar, ahogándose simplemente con un sonido grotesco mientras caía de rodillas al suelo, desesperado. Para cuando tocó el suelo, la elfa no estaba allí.

El dolor, el dolor, el dolor. La elfa podía pensar en muy pocas cosas mas allá del dolor, y descubrió la pesadilla que era intentar sobreponerse a él lo suficiente como para... caminar - cojear más bien. Como para atacar... Y aun así...

- Suéltala - su voz era como el último suspiro de un monstruo mientras realiza su último acto de destrucción, mientras la garra se cerraba dolorosamente en torno a los cabellos y a la cabeza de la mujer de pelo negro, haciéndola gritar de dolor mientras soltaba el cuchillo y alzaba el brazo sano hacia su mano para intentar soltársela.

Todos los mercenarios se volvieron hacia ella a punto para ver cómo soltaba el puñal. El puñal largo, verdoso, ligeramente curvo y manchado de sangre, que todavía tenía asido en la mano derecha. Llegó mas atrás de donde se encontraba Dul y se hundió casi hasta la empuñadura en el hombro de la rata, lanzándola hacia atrás con cierta fuerza, suficiente para hacerle soltar a la kazekage...

... y ahora que era el centro de atención...
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Mensaje por Dulfary 09/11/09, 09:11 pm

El muchacho, se esforzaba por mantenerla no solo de pie, si no conciente. Lo que su primer impulso le pedía, cargarla en brazos y sacarla de esa locura, era lo último que podía hacer. Si, ella le estaba ayudando a la elfa, la primera impresión que tuvo sobre ella, que no le simpatiza aquella asesina, había sido erronea, pero si de nuevo se equivocaba, si solo eran las circunstancias? Si se había quedado ayudarla solo porque... No importaba, aunque así fuera no podría ayudarla sin poner su propia vida en riesgo, él mismo no tenía tanto valor.

La mano que le apartó el cabello cuando notó que cada vez estaba más pálida, fue lo último que movió antes de recibir el cuchillo. Por estar inmerso en su pensamiento no escuchó a la elfa, solo la ultima vez y eso fue tarde. Él salió disparado hacía atrás soltandola apesar de no querer.  

Lo que siguió fue la caida al vacio. Las sombras se la habían vuelto a hacer. Mientras la Rata se debatía en un ataque de moral, la niña, por un momento, pensó que se había orinado, que su propio miedo y dolor habían llegado al limite haciendole cometer ese error al controlar esfinteres. Pero el líquido que se filtraba por su ropa y que corría por su piel clara hacia abajo, siempre abajo, era su sangre que brotaba de los dos nuevos agujeron que tenía. 

Sin tener el apoyo del traidor simplemete su cuerpo cayó con todo su peso hasta toparse con el suelo con dureza, en donde a sus ojos, fijos aun en el kunai que debió caer en la sombra, todo cada vez era más negro, mas oscuro, más frío. Era un poco tarde para adimitir que debió hacerle caso a la elfa y salir de ahí. 

No, no caería aquí. En lo más recondito de su mente, algo hizo chispa, las palabras de cualquiera de sus maestros. La vista estaba perdida, con los ojos a medio cerrar estaba más inconciente que despierta, pero eso no evitaba que doliera, que sintiera el cosquilleo del líquido corriendo, manchando las cenizas de las ruinas. Siempre la habían tildado de caprichosa, por qué no ver como un capricho el aferrarse a la vida?

Simple, porque dolía demasiado. Ella era experta en puntos letales, sabía que la herida no la terminaría matando, al menos no si la trataba rápido, pero dolía tanto, esta y todas las demás, pero sobre todo esta, que también lastimó su orgullo. Por fin sus manos y sus ojos se movieron, ambos fueron a las recién adquiridas heridas, las sujetó con fuerza y dos lágrimas más salieron de sus ojos. Aun estando en el piso sentía el mundo moverse, se sentía tan mareada. 

~ vamos dulfary, solo.. Solo levantante… no te puedes quedar mucho tiempo donde estas.. Son demasiados… ~ se lo repitió varias veces. 

- arriba... - fue un susurro que apenas si alcanzó a escuchar ella misma. Con la boca reseca a pesar de la sangre, terminó de girar sobre si misma y apoyó una de las manos solo para desear morirse o desmayarse y no seguir sintiendo, como era su costumbre retuvo la respiración para aguantar el dolor, cuando quiso volver a su inspiración normal le costó demasiado.

- Ahh -tuvo que hacerlo con fuerza, sonoro, para que entrara, se estaba ahogando y el miedo se reflejó claro en sus ojos, con el pensamiento que se había equivocado y que la arquera le había atravezado el pulmón. ~ Pero eso queda más arriba ~ solo lo pensó justo para notar como rápidamente volvía a salivar, ella conocía la sensación, sabía lo que venía despues y vino...

Con una sola aracada termino de vomitar eso que no salió cuando la elfa le arrancó el ojo al hombrelobo, pero venía con sangre, otra arcada otro vómito, este solo con algo de bilis. Se dejó caer hacia el otro lado, un poco más lejos de aquello que había tenido dentro. El escalofrío fue inmediato y se sujetó la herida de inmediato nuevamente sin entender lo que le estaba pasando. 

~así no puedo ayudarla... vamos Dulfary, levantate... por favor... ~
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