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Mensaje por Chelsie 01/08/10, 05:13 am

Como supongo ya sabreis, cualquier tierra que se precie necesita un gran libro de leyendas, cuentos, historietas y rumores que enriquezcan su historia y turben los sueños de sus habitantes tanto para bien como para mal.

Y es por eso que se abre hoy este tema =)

Ahora cualquiera de vosotros puede hacer un aporte al foro escribiendo una leyenda sobre Jaspia. ¿Qué hay que tener en cuenta para participar? Es muy sencillo;

- La leyenda debe ser de una de las zonas de Jasperia, la que elijais. Podeis serviros de las descripciones de los subforos para tener más información y darle un toque más real.

- Podeis utilizar a los pnjs del foro como protagonistas de vuestras historias, pero tener en cuenta que si escribis una leyenda es bastante problable que ésta lleve circulando años o incluso siglos y que estos pnjs ni si quiera existían. (Por cosas de las tramas que tenemos pensadas, es posible que algunas historias no se aprueben, por eso es preferible inventarse a los pjs).

- Hay que recordar que son leyendas, es decir, que la gran mayoría de las cosas que se cuentan son irreales. Como todo, tendrán una pequeña base de realidad, la suficiente como para que otros pjs se animen a buscar un tesoro, encontrar el templo de un dios o un cetro que les de el poder supremo, pero nadie sabra que es cierto y que no.

- No deben ser historias demasiado largas y tampoco muy cortas. Pongámosle de extensión un máximo de 2 ó 3 hojas del word a un tamaño de letra normal (11). ¡Mucho ojo con la ortografía!

- Podeis colgar las historias en este mismo post y hacer los comentarios pertinentes también en él. Una vez estén revisadas y aprobadas se colgarán en otro tema situado en la Biblioteca. No hay límite de tiempo para participar =)
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Mensaje por Kirill 01/08/10, 06:12 pm

¡Me encanta la idea Very Happy! Y como me encanta he escrito algo (aunque no me gusta tanto, pero al menos iniciamos esto). Me tomaría al menos un día más para revisarla, pero no estoy segura de si a partir de mañana tendré conexión =S. Así que os lo dejo.

Ambientado en Nehmen.


El traicionado de Vientobravo

Nehmen ha sido siempre patria de piratas, pero sólo unos pocos de ellos a lo largo de la historia han sabido destacar indudablemente sobre el resto. Es el caso de dos osados piratas que llegaron a Nehmen hace cientos de años.

Esta es la historia de dos hermanos, algunos aseguran que gemelos, capitanes del mismo navío y de una fiel tripulación a la lideraban desde incontables años. Su nombre, aunque ahora olvidado, era en su momento temido en todo el mar de Jaspia por las múltiples hazañas que habían logrado, y se encontraba asociado a las múltiples virtudes que poseían: eran justos en el reparto del botín y respetados por aquellos que los conocían, de buen parecer, rápida espada y elegante movimiento. Estando ellos aún en vida ya se cantaban en las tabernas canciones en su honor, y aquél que alguna ver se hubiera enrolado en su equipo gozaba de una indisputable fama; sus aventuras eran por todos conocidas, y nadie dudaba de su fortuna en el amor como en la guerra. Así, si uno de ellos tenía numerosas amantes, el otro contaba con un amor tan puro que de por sí habría sido leyenda; un amor que se encontraba esperándolo siempre en Nehmen, así como todas las riquezas que los hermanos habían reunido a lo largo de sus múltiples periplos, escondidas en una cueva cuya entrada cubría la marea, y a la que sólo ellos sabían acceder.

Su éxito causó pronto la envidia de un enemigo celoso y rastrero que quiso las riquezas de los hermanos piratas para sí. Con una astucia que sólo el diablo podría haber inspirado, decidió separar a los dos hermanos haciendo uso de la esposa del primero y, recurriendo a una sirvienta de la dama, envenenó sus comidas hasta que enfermó. Aun a pesar de sentirse al borde de la muerte ella no habría hecho llamar a su amado, sabiendo que interrumpiría la que hasta entonces era la más gloriosa de sus campañas, pero sus amigos y vecinos lo hicieron por ella y sin su consentimiento. Cuando su amado llegó y se postró junto a ella, solo y con la guardia baja por la preocupación que sentía, una espada cayó sobre él, abriéndole en canal, y el hermano quedó desangrándose en el suelo.

Pero el golpe no fue fatal, y el hermano moribundo pudo despertar; un hombre le había salvado, un hombre que aseguraba haber escuchado el grito de advertencia de una mujer al pasar junto a la casa, que decía haber entrado en ella y haber corrido al piso superior… en el que había encontrado al pirata desangrándose en el suelo y a su mujer con el corazón atravesado por una espada.

Al saber de la muerte de su esposa el pirata estuvo al borde de la locura, pero el hombre que le había salvado, Serder, volvió a hacerlo al prometerle que tendría venganza, que él le ayudaría a obtenerla. A partir de este día este hombre se convirtió en el principal apoyo del pirata, y la venganza en su único objetivo; las palabras de Serder le prometían una satisfacción sin fin cuando al fin matara al que le había quitado lo que más quería en el mundo, y le daban motivos para seguir viviendo a pesar del dolor que sentía. Hizo llamar a su hermano, y recibió con suma rapidez una respuesta: juntos vengarían la muerte de su esposa, pero para hacerlo debían atrapar primero al asesino, del cual había tenido noticias. El asesino, según le transmitió Serder al pirata el mensaje de su hermano, había huido al norte, donde por el momento descansaba creyendo poder quedar impune. El plan del hermano consistía en llevar dos barcos, con los que rodearían al asesino, lo atraparían con vida, y le harían pagar; para ello le pedía que fuera a su escondite, recuperara parte del tesoro, y con él comprara un barco y enrolara una tripulación.

Cegado y enloquecido por la sed de venganza, el hermano decidió ir inmediatamente a la cueva. Sus heridas aun no se habían curado del todo, y por más que quiso hacerlo no podía llegar hasta allí solo. Por ello optó por llevar con él a Serder como único acompañante y esta fue su perdición; una vez le hubo guiado a la bahía de Vientobravo, a la que sólo puede accederse por mar, y hubo descendido al interior de la roca, desactivando numerosas trampas y marcando para Serder el camino a seguir, una vez abierto el escondite en el que guardaban las riquezas, el hermano descubrió que la espada de un traidor que se había hecho pasar por su amigo le apuntaba. Serder tomó las riquezas para sí y dejó al pirata encerrado en su propia cueva, sin posibilidad de abrirla desde dentro. Lo último que hizo antes de desaparecer fue lanzarle un bulto envuelto en tela, grande y de forma ovalada. Tanteando en la oscuridad consiguió encontrar y encender una lámpara de aceite, y al apuntarla al bulto descubrió horrorizado la cabeza de su hermano.

El grito que profirió entonces pudo escucharse en toda la isla, y heló la sangre de todo hombre y mujer, valientes y cobardes.

Se dice que por las noches el espíritu del traicionado vuelve a vagar por la bahía, arrastrando la cabeza de su hermano y dejando con ella un rastro de sangre a su paso. Su desgarrador gemido puede escucharse desde la lejanía hasta que, al acariciar la orilla el primer rayo de sol, el traicionado vuelve a las profundidades en las que rodeado de riquezas aún aguarda el momento en el que sea liberado, el momento en el que pueda hacer justicia.

Se dice que aquel que siga el rastro de sangre sabrá llegar hasta el cuerpo del traicionado, pero esta sangre desaparece al rozarla el primer rayo de sol. Algunos dicen que aquel que pueda seguirle y encontrarle recibirá su ayuda, sus riquezas y su gratitud por siempre si le ayuda a encontrar al descendiente de Serder. Otros dicen que el espíritu, loco de venganza, desatará su furia sobre el que lo encuentre, que le atacara, que lo poseerá, o que devorará sus entrañas. Bravos marineros que se atrevieron a poner pie en la bahía aseguran que bajo la luna llena puede distinguirse el rastro, pero al escuchar el desgarrador aullido del traicionado dieron media vuelta hacia la seguridad de sus hogares… Aquel que siga adelante cuando lo oiga deberá hacerlo bajo su propio riesgo.

¿Innumerables riquezas, fama y poder, o una muerte horrible en las manos de un ser enloquecido? ¿Qué espera en las profundidades de la cueva del traicionado de Vientobravo?


Última edición por Kirill el 09/08/10, 02:17 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Chelsie 02/08/10, 03:51 am

No te preocupes Kirill, tú cuando estés 100% segura del relato nos lo dices y se publica en el otro tema =)

A mí me ha gustado mucho! Lástima que tenga unos personajes que ni hartos de vino fueran capaces de seguir el rastro de sangre xDD
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Mensaje por Kirill 09/08/10, 02:18 pm

Lo he editado un poco, así me gusta más =). Por mi lo podeis colgar.

Y estoy esperando que alguien mas se anime a escribir algo para el repertorio de cuentos y leyendas de Jaspia... ^^
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Mensaje por Tammare 31/08/10, 09:09 pm

Me parece genial lo de escribir leyendas ^^ Aunque no sé me da muy bien escribir tipo leyenda pero bueno, yo pongo una de mi parte, estoy bastante al limite de las tres páginas, no puedo evitarlo xD Y pues, como no se como ha ido, cualquier cosa que tuviera que cambiar o algo, decidmelo.

¡Me encanta tu leyenda! También me da mucha pena, es cruel u_u



Cuenta la leyenda que en las profundidades del bosque de Valanderiel existió una vez, hace tanto tiempo que ya nadie recuerda su aspecto, una poderosa tribu de seres que eran conocidos por su belleza y su frío corazón. No eran un pueblo grande y cada vez quedaban menos cuando nació entre ellos una princesa, de una belleza que quitaba el aire, y de la que se decía que había sido apadrinada por una estrella, y esta siempre brillaría en sus ojos oscuros.

Se extendió entonces por toda la isla el rumor de que la mujer más bella del mundo se escondía en el bosque y uno tras otro, todos los caballeros lo suficientemente valientes para adentrarse en esas peligrosas tierras, partieron en su búsqueda, sin parar o comer o dormir, alimentados, llamados por la luz de una estrella que los guiaba hacia la princesa.

No todos llegaban a su destino, pues el camino estaba lleno de peligros, pero todo había sido poco cuando sus ojos encontraban la estrella escondida en los ojos de la princesa, la sonrisa aguardando a ser descubierta. Pero esa sonrisa era fugitiva y los caballeros, elfos, humanos, enanos, y todo aquel que pudiera llegar hasta allí enloquecían persiguiéndola. Era inútil lo que hicieran, cuantos juegos inventaran o cuantas batallas y duelos le ofrecieran nada parecía suficiente. Y en aquel palacio de árboles y finas telarañas empezaban a haber demasiados enamorados insatisfechos, y por muchos que murieran, envenenados por sus contrincantes, apuñalados por la espada, el número de los que llegaban siempre superaba al de los muertos, que se amontonaban a los pies del trono de la princesa, donde ella se nutría de su sangre, de su dolor, de su corazón deshecho y sus sueños rotos.

En su palacio, ya no había habitaciones libres, pasillos sin manchas de sangre, lugares seguros donde descansar. Y aun tenían que acampar a las puertas decenas de ellos para poder ver, cuando la luna estaba alta, el brillo de sus ojos añorando el cielo, el ondular de su cabello, vibrante como telarañas bajo las gotas del rocío. Sin dirigir nunca su distante mirada a sus invitados, aun así hipnotizados, adorando su figura, atesorando esos breves momentos, para seguir aguantando allí por ella.

Pero por mucho que desde su mirador de cristal disfrutara de la tensión, la adoración, la sangre, también para ella se hizo evidente que aquel lugar no estaba hecho para tanta gente y con una peligrosa sonrisa, decidió por primera vez en cuanto tiempo llevaba viva, a dirigirse a sus adoradores, cuando la luna llena brillaba, iluminando su pálida piel.

"Existe una flor, hermosa como el atardecer reflejado en la nieve de las montañas que mis pobres ojos no podrían admirar. Amaría tanto a aquel que trajera a mis manos ese pedazo del sol que no me es posible disfrutar... Príncipe de mi corazón y mi reino sería quien tan gran hazaña alcanzara. Pero ¡Oh! me entristecería tanto perder alguno de vuestros corazones en el camino, ¿no descansaran mejor vuestras puras almas a mi lado? Agradecería tanto que como buenos hermanos ayudarais a los caídos a volver a mí... Os esperaré, amados míos"

Ninguno fue capaz de retener su voz, recordar sus palabras pero todos partieron con el siguiente amanecer, sin destino, buscando lo imposible, persiguiendo un sueño irrealizable, deshaciéndose de aquellos que siguieran sus mismos caminos y llevándose consigo sus cabezas, sus pieles, su dinero.

Al palacio seguían llegando jóvenes, y otros no tan jóvenes, enamorados, que pronto recibían su misión y de nuevo partirían sin saber que no buscaban más que un espejismo, hipnotizados por una voz, una imagen.

Y muy pocos volvieron. Y aquellos que consiguieron hacer su camino de vuelta, se habían convertido en príncipes de sangre y huesos, sin flores ni cordura. Nada más en su cabeza que las ofrendas que traían a su reina. Y de ellas se construyó un nuevo trono. Uno de sangre y hueso y de oro. De grandes vidas desperdiciadas que alimentaban su sonrisa y su juego, su diversión, su crueldad.

Desde las alturas la estrella vio su crueldad y esperó hasta que se presentó aquel capaz de ablandar su corazón de hielo, para castigarla. Una espera eterna, imposible en principio, pero que la estrella sabía que acabaría, tarde para muchos, pero cada vez menos, pues parecía que su belleza había acabado con casi todos los hombre valientes de las islas cercanas, y aquellos pocos que aun llegaban procedían cada día de lugares más lejanos.

Tan lejano que nadie podía pronunciar su nombre, llegó un joven. No el más apuesto, sin sangre real o noble, pero valiente como cualquiera de los que allí había llegado. Ni tan siquiera entendía el idioma que allí se hablaba. Un sueño le había guiado por el día, una estrella por la noche, y la hermosa voz de la princesa le era incomprensible, aunque no su belleza. Así, cuando todos partían al salir el sol, el se quedaba mirando el balcón de cristal donde aparecía ella por las noches preguntándose que movía a todos a irse cuando seguía allí el motivo por el que tanta distancia habían recorrido. Esa estrella, esos ojos.

Y pasando los días, pasando las semanas, no pudo ella fijarse, en que había alguien que no sucumbía a sus encantos, que no seguía sus directrices ni se movía de su puerta. Y en un acto sin precedentes, en una noche en la se habían ido ya todos, en la que no llegó nadie nuevo, desde su balcón, se dirigió a aquel extraño que no tenía más misión en ese lugar que mirarla, sin atender a su llamada para buscar la flor.

Pero por más que él disfrutaba con su voz, no era capaz de entenderla, y con su sonrisa embelesada la miraba continuamente disfrutando de aquel momento en que podía ver con tal claridad sus ojos, la hermosa joya escondida en ellos. Sorprendida ante la incomprensión del recién llegado, la princesa se quedó allí toda la noche, encantada con la novedad, buscando un lenguaje en el que poder comunicarse.

Y cuando despuntaban ya los primeros rayos del sol y ambos se fueron a dormir encontró el modo de hacerlo, sorprendida de no haberlo pensado antes. Sueños. Nada había más global que los sueños. En sueños pues, se volvieron a encontrar y moviendo los propios recuerdos del joven extranjero le mostró lo que deseaba. Una flor, un atardecer, confusos, mezclándose en las manos del joven a cambio de ella, una imagen de sí misma, sus brillantes ojos de estrella. Y el joven lo comprendió, la razón por la que todos desaparecían por la mañana, y así partió también él, ante el regocijo, y también la tristeza de la princesa que por primera vez en años quedó sola en su palacio con sus cráneos y sus pieles.

Y todo continuó su normalidad en aquel lugar. Llegaba gente, y seguidamente de iban en busca de aquella inexistente flor, tras las vidas de otros buscadores sin saberlo, alimentos para su dama, su princesa sangrienta. Algunos volvían, y ella tenía entonces más almas para su trono, pero ninguno llevaba esa flor.

Hasta que el extraño de tierras lejanas volvió, vivo y sin cráneo alguno, sin que nadie se explicara como había sobrevivido a la caza, a esa guerra entre pretendientes que ni parecía haberle afectado. Y con él traía una flor de cristal, creada en 100 atardeceres, y en ella estaban atrapados los últimos rayos de sol de cien días que destellaban en su prisión de cristal ante la maravillada mirada de la princesa. De la propia estrella, ante una flor que iluminaba los más oscuros lugares, las noches más profundas sin luna, los corazones más siniestros. Y la princesa de repente sintió un golpe en su pecho, un latido, algo en lo que nunca había reparado y que la mirar de nuevo a su amado trono le dolió inexplicablemente mientras sostenía entre sus manos tan hermosa creación. Y cuando miró al extraño los golpes fueron más rápidos. Pero no tuvo tiempo para indagar que pasaba pues no era necesario entender al extraño para saber que estaba reclamando su premio.

La joya de la estrella.

Sus ojos.

Él marchó. Salió del bosque con su ansiado premio, dejando atrás un corazón nacido y destrozado en el mismo día, iluminado con la gracia de una estrella. Y a aquellos agraciados por una estrella todo les va bien. Los negocios florecen, se encuentra el amor, o los amores depende como se quiera. Si se empieza una pelea se es el único en salir perfecto de ella. Si se tropieza en la calle, se encuentra unas monedas de oro en el suelo. Todo es hermoso cuando se lleva consigo la gracia de una estrella.

Pero aquella gracia estaba maldita. Dependía de una princesa sangrienta que toda su vida se había alimentado de almas, y ahora, ya no había estrella que guiara almas valientes a su morada, y la princesa ciega sufría de hambre y rabia, desapareciendo su bendición con sus fuerzas. La gracia de la estrella se perdía. Y todos los problemas antes evitados hacían cola por alcanzarle.

Jamás su suerte había sido tan terrible y desesperado volvió al lugar donde todo había empezado, a la que antes fuera una bella y despiadada princesa. Ya sólo un corazón furioso y ciego, un rostro envejecido desmesuradamente envuelto en un cabello ralo y sin vida, sobre un oscuro trono de calaveras manchadas en sangre y carne podrida. Pero no necesitaba ojos para reconocer a su visitante, pues ya nadie más conocía el camino a su palacio de miseria. Reía al oír sus pasos, de hambre, de soledad y amargura.

Ya había aprendido él a hablar su idioma, y preguntaba con desesperación, ¿por qué ya no había gracia alguna? ¿por qué todo se transformaba en desgracia? Pero, ¿que gracia podían tener los ojos de una princesa muerta de hambre? Esa debilidad era la que se entrometía en la gracia del cielo. Y si lo que la princesa necesitaba era alimento, él se lo conseguiría, haría que volviera su gracia, pues la suerte es una droga adictiva y ahora dependía del brillo de unos ojos para seguir sobreviviendo, llevando su vida de fortuna y dicha.

Y así volvió a partir con una farol en mano y una falsa promesa de calor y comida para los viajeros incautos que se hubieran perdido en el bosque de Valanderiel, o merodearan por sus lindes, indecisos. También extendió una leyenda, que de nuevo atrajo valientes. La leyenda de dos poderosos y míticos objetos que guardaban una pareja de poderosos brujos.
Los Ojos de la Estrella que guiaban y agraciaban a todo aquel que los poseía, fortuna y felicidad era lo único que esperaba para quien los poseyese.
La Flor del Atardecer que despertaba sentimiento en las mismísimas rocas, concedía el amor de cualquiera a quien el fuera regalada, y nublaba la mente de cualquiera que viera su brillo. Una flor de luz que todo era capaz de iluminarlo.

Y la estrella vio cumplido su castigo, la princesa languidecería eternamente entre remordimientos y furia, ningún rastro de la belleza que antes la caracterizara, como no lo había de los ojos que alguna vez la agraciaran. Y él vagaría buscando almas para su princesa, intentando mantener una gracia destinada a extinguirse, alimentada de almas y sangre. Él, simple humano, murió. Murió de mano de otro hombre codicioso que vio marcado su destino en el momento que le robó los ojos de la estrella a un cadáver aún caliente. Una y otra vez, volviendo todos ante la princesa ciega y su desesperada risa, cuando se esfumaba la suerte y solo quedaban los problemas.

Ella sin embargo, cuenta la leyenda que aún vive, sentada sobre su astillado trono de hueso, pues si no quedaba nada de su belleza, su voz era suficiente para embelesar a los valientes caballeros que buscaban la flor del atardecer y pocos recordaban a sus amadas, ante tan hermosa voz.

Cuenta la leyenda que aquellos dispuestos a arriesgar su vida por amor, por unos años de fortuna, tendrían su prueba en las profundidades del bosque, siguiendo una luz huidiza de mano de un hombre condenado. Se dice que solo los más valiente volvieron. ¿Cuántos los dispuestos a intentarlo?
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Mensaje por Kirill 04/09/10, 04:52 pm

No quiero acaparar, pero... errr... voy a hacerlo como no escribais mas porque esto de las leyendas/cuentos me puede.

Ambientada en Shamataw traigo hoy una "cortita" (pagina al word). Doy por sentado que en Shamataw hay algun bosque, aunque no quede dicho explicitamente en ningun sitio.
(Y ya le he comentado a Nav: los roleros de Mar de Jaspia tenemos una fijacion concreta un poco sangrienta...)


Karos y Naska

Una mañana al alba, Karos el cazador se adentró en el bosque para poner trampas. Una bestia enorme le atacó, y aunque él consiguió abatirla sufrió graves heridas. Intentó volver hacia su hogar pero, herido como estaba, tropezó y cayó al suelo sin poder volver a ponerse en pie; a su alrededor se extendió la propia sangre que manaba de sus heridas a medida que escapaba su vida.
Un espíritu del bosque le vio en este estado y se acercó a él; le dio agua, algo de comida, y lo reconfortó. El espíritu del bosque le susurró:

"Tu corazón es ardiente; te aferras a la vida. Dime qué es lo que más deseas, y te ayudaré."

Pero Karos sólo tenía un deseo: ver a su esposa Naska, y esto se encontraba por encima de su propia integridad. El espíritu, conmovido por el amor que el cazador sentía, recolectó resina de los árboles y formó un espejo con el que pudiera observar lo que ocurría fuera del bosque. Karos recogió el Espejo de Resina y miró en su interior, y pudo ver a su esposa como lo había deseado.

"Cazador," le dijo el espíritu "tu esposa no llora tu desaparición".
- Es fuerte, espíritu - respondió él -, y reserva sus lágrimas para cuando se encuentre sola en su habitación.

El espíritu calló, y Karos continuó observando. Observó sin cesar, y pasaron las horas, y su esposa no lloró. Pasó un día sin que despegase los ojos del espejo, y su esposa no lloró. Pasaron seis días con sus seis noches, y ni una lágrima derramó Naska; ni por un segundo observó el horizonte, ni una plegaria elevó al cielo en nombre de su esposo.
Karos al fin se levantó, recuperado gracias a las atenciones del espíritu, y tras darle las gracias salió del bosque rumbo a su hogar. Al verle, Naska salió a recibirle, pero no celebró su vuelta; Karos, gélido, se acercó hasta ella.

- He vuelto, Naska, ¿lloraste mi desaparición cuando me diste por muerto?
- Lloré, Karos - respondió ella, y le besó en la frente para darle la bienvenida.

Al escuchar esto, la última esperanza de Karos se evaporó.

- No vertiste una lágrima por mí, ni lamentaste mi desaparición, y además me lo escondes. Nada te hace llorar; permaneces inmutable. No eres mujer. Dado que eres incapaz de verter lágrimas de sal - sentenció -, las verterás de hierro.

Y en aquel mismo momento con su daga reventó los ojos de Naska, para que llorara sangre. La abandonó entonces en el bosque, donde ella, ciega, deambuló, con lágrimas de sabor metálico escurriéndose por su rostro. Finalmente cayó al suelo; el espíritu del bosque la vio en este estado y se acercó a ella. Le dio agua, algo de comida, y la reconfortó:

“Dime qué es lo que más deseas, y te ayudaré”.
- Desearía convertirme en este mismo instante en un oso, para poder oler lo que ahora no veo - respondió ella-. Con mis propias zarpas abatiré a Karos cuando venga a cazar, y me alimentaré de sus entrañas latientes estando él aún en vida.
“Tu corazón es frío como la piedra;” respondió el espíritu “sólo deseas traer la muerte. Cambiaré tu forma como me pides, pero de tal manera que cualquier al verte sepa cuál es tu naturaleza”.

Y al decir esto transformó a Naska en piedra en aquel mismo lugar, en el que ella aún permanece, y donde una vez al año, en el aniversario de este día, lágrimas de sangre resbalan por sus mejillas.


--------------
PD. (... una fijacion concreta relacionada con los ojos. Auch)
PPD. Podeis comentar, malditos, aunque sea para decir lo horribles que son las leyendas/cuentos, que si no Tammare y yo lloramos porque creemos que nadie nos lee Sad )
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Mensaje por Dulfary 06/09/10, 10:30 pm

Bueno, veamos si logro romper el patrón y los ojos en mi leyenda no terminan por fuera Razz Aunque está hecha un poco a la carrera.

La llorona -Tricarnia.

- Aaaaayyyyyyy miii niiiñooooooo!!!! - se escuchó el gritó recorrer por las calles solitarias en las madrugadas de Tricarnia. Yo sé que lo escuché, que no fue una alucinación, que no fue el viento y que... no es la primera que lo oigo. Aunque la primera vez fue cuando aun era un niño.

En cada lugar que pregunte me darán una versión diferente, cada uno tiene su propia idea de su origen. Pero todos los niños y los borrachos que lo han oído, están de acuerdo en la versión más sencilla y menos decorada... Nadie te dirá quien fue, pero cualquiera te contará su trágica historia.

Ella fue una mujer de la clase media de Tricarnia, o al menos eso se dice. Audaz y decida. Estuvo casada con quien fue el amor de su vida, la clásica historia de amor en donde todo termina en un final feliz, en el que ella llega de blanco a los ritos de la Dama para unir su vida con la de aquel que siempre sería su héroe. De la unión nacieron dos hermosos niños, con varios años de diferencia entre ellos. Todo era armonía y felicidad. Él, era mercader para la predecesora de una de las cofradías y viajaba constantemente, por lo que su casita, con vista al mar, esa misma que dicen ahora que esta embrujada, mantenía una de sus ventanas siempre abierta a la espera de él.

El felices por siempre se extendió por muchos años, el tiempo que había entre un hijo y otro, seis ocho, diez, yo digo que fueron siete. El mayor de sus hijos, un muchacho muy travieso, no quería aceptar que su padre viajaba por tanto tiempo y casi todas las noches, se escapaba por la ventana de su casa en busca de su padre hasta el muelle de la ciudad, lo que ocasionaba que su madre, después de verificar que estuviera en su camita, moviéndole los pies, fuera tras él al no encontrarlo durmiendo. Lo buscaba en las oscuras calles de la ciudad y lo llevaba de regreso a la casa jugando siempre el mismo juego: le tapaba los ojos y le susurraba canciones de cuna, lo dejaba en su cama y varias veces en la noche le movía los pies para asegurarse que seguía ahí, así todas las noches hasta que volvía a escapar o hasta que su padre regresaba a casa y todo volvía a la normalidad.

Pero todas las historias con finales felices, tienen un final más allá de su primer final, y todas las tragedias llegan juntas. Un día, una tormenta se dejó caer sobre los mares de Jaspia, una tormenta como la que nunca antes se había visto, un cielo que gemía y lloraba con fuerza y descargaba su furia contra las aguas jaspeadas. De esa tormenta pocos barcos volvieron y los pocos que regresaron, traían consigo a los náufragos de los otros. Muchos se salvaron de esta forma, otros quedaron en problemas económicos y otros, como el esposo de la mujer… no volvieron.

Ella lo esperó, en el muelle, en su casa, en el templo de la Dama, algún día tendría que regresar. Ella esperaría y mientras cuidaría de sus hijos, pues en la ausencia de él ya había nacido el menor. Pero los meses pasaban y aquellos que fueron arrojados a las islas más lejanas por la tormenta, volvieron, incluso compañeros de viaje de su esposo volvieron, pero él no… y fueron sus compañeros quien le dieron a trágica noticia.

Dicen que la mujer lloró, tristemente, lloraba y lloraba, si la veías en la calle tenía los ojos hinchados de tanto llorar y si le dirigías la palabra, ella te hablaba pero volvía a llorar, retomaba la calma y luego se encerraba a llorar en su habitación durante varios días antes de descubrir que de nuevo su hijo había huido en busca de su padre. Tendría que explicarle de nuevo y fue tras él, pero esa noche, no había ninguna ayudante en su casa y tuvo que ir en su busca con su pequeño bebé en brazos. Esta vez no le encontró en las calles cercanas, ni en los lugares habituales. Asustada, iba por las calles gritando su nombre, el cual se lo llevaba el viento convirtiendo su llamado en un aullido que se perdía en la noche.

Lo encontró en el puerto, en la parte más distante del muelle, de pie, solito, mirando al mar, esperando a su padre en un barco que no se veía ni siquiera en el horizonte. La mujer corrió llamando a su hijo. Este al verla se asustó y creyó que lo castigaría, dio un paso atrás y cayó al mar. Ella gritó corrió a él. No había caído al mar, estaba sujeto de un madero, el cual no podía alcanzar la mujer. Desesperada por ayudarlo, le quitó la manta a su bebé la extendió hacia el niño, pero ella no podía subirlo. Necesitaba ayuda. Lo dejó ahí y corrió por las calles clamando por su hijo

- Ayyyy mi niiño – pero nadie la ayudó, nadie le puso cuidado porque quienes estaban a esas horas en las calles no eran mas que borrachos y apostadores ebrios, que dentro o fuera de los bares no le eran de ayuda. Chillaba por las calles apretando contra sí a su bebé, cuando encontró a un hombre. El sujeto estaba tan borracho, que cuando la vio corriendo tambaleándose hacía él, repitiendo siempre “mi niño” se asustó y la confundió con un atacante y se defendió atravesándola con su espada, a ella y el bultito que traía frente sí.

El borracho y muchos ebrios más dicen que es mentira, que ella no esta muerta, que deambula llorando por las calles buscando a su hijo y que si te encuentras con ella te llevara lejos muy lejos como venganza por haberla matado dejando que su hijo cayera del muelle por no recibir ayuda; pero… La Llorona no solo persigue a los borrachos y apostadores y perversos y hombres infieles que se quedan en las calles, también busca a su hijo, llora por un lado y por otro hasta que encuentra a su hijo y lo lleva a la casa en donde le hala los pies, con sus manos huesudas y frías, todas las noches por ser travieso y escapar de casa… aunque no sea su verdadero hijo. Yo la vi, cuando era niño, la vi que se llevó a mi amigo, envuelta en harapos y cargando a su bebe, llorando y silbando una nana escalofriante y desde entonces jamás volvía a escapar de casa ni dejo que mis hijos lo hagan… y tampoco volví a beber hasta la ebriedad si tengo que caminar por la ciudad.

Cuídate de no verla y pórtate bien.
Dulfary
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Mensaje por Yshara 23/09/10, 11:04 am

El muro de calaveras

Cuando Trinacria todavía no había sido fundada como ciudad, y quienes habitaban entonces el Triskel eran pequeñas comunas de ganaderos, pastores y pescadores que vivían cada uno a un lado del agua, usando ésta para apedrearse de balsa en balsa, había una ciudad en la isla que entonces no se llamaba Moramaile.

Llamarla ciudad quizás sea un poco pretencioso, tenía más de aldea que de urbe, pero en aquellos tiempos se era ciudad con menos, especialmente si comparamos aquella con los tristes asentamientos en los que vivían los pescadores del centro de las islas; cobertizos a la orilla del mar interior en lo que todavía hoy son los barrios bajos de Trinacria, con pequeñas granjas de labranza a las afueras donde se quemaba la tierra y se sembraba sobre las cenizas, sin que todavía se supiera cómo funcionaba éso de convivir con la tierra, que no basta con que le digamos hambre para que nos de fruto, y recordemos que los antiguos, más que intercambiar sus cuidados por alimento, parecían con sus métodos pretender que amenazaban a la tierra y la coaccionaban a darles lo que de ella pretendían.

Eran asentamientos que surgían poco a poco, a medida que los hombres se daban cuenta de que aquella tierra virgen era rica y sería productivo que vivieran de ella. Un cobertizo un día, una cabaña al siguiente, un pueblo una generación después, una vez definitivo que los colonos se convertirían en habitantes, y reunido el coraje para armarse de hachas y enfrentarse a las serpientes, insectos y fieras de la jungla para conseguir madera, y de paso, ganarle terreno a la foresta.

No sabían entonces que al otro lado crecía Enasha, una flor de piedra en mitad del verdor de la jungla, una ciudad próspera por sus propios medios, que había hecho su vida de la comunión con la jungla. Hemos dicho que ciudad es un término que le quedaba grande, realmente a los ojos de quienes la visitan hoy no cabe la menor duda de que lo era, y para sus habitantes de entonces no había habido nunca una ciudad más magnífica, tal vez porque no conocían otra. Veneraban a dioses que aún hoy desconocemos, y sus chozas estaban distribuidas en torno a la gran edificación que era el templo, que todavía hoy se preguntan los ingenieros de Trinacria, cómo pudo aquella gente que vivía en chozas de lona y palos edificar algo como aquello, un monumento de piedra gris cuyas profundidades nunca han sido exploradas del todo.

Enasha era una ciudad pacífica, ignorante, es cierto, de todo cuanto no era la vida de la aldea y la profesión de su culto, una aldea de salvajes que la podríamos llamar ahora, cazadores, pescadores, recolectores de frutos, gente que no conocía la moneda ni el comercio, aborígenes en definitiva. La primera vez que un cazador enaí y un leñador trisqueño se cruzaron, la sorpresa fue mayúscula, al leñador ni sus padres ni sus abuelos les habían hablado de gente en la jungla, imagínense ver de pronto a un hombre armado con lanza de hueso emerger de las inhóspitas profundidades boscosas, igual que para el nativo ver a un animal que no era ni un mono ni un hombre lagarto, que podía reconocer como de su especie, aunque fuera verdad que la piel era distinta, pero caminaba, llevaba un arma, vestía prendas ridículas y se sorprendía, en definitiva, todas ésas tonterías que nos identifican como humanos, nos dirán que es el fuego lo que nos separa de los animales, quien mire atentamente se dará cuenta de que eso es mentira, lo que nos separa de las bestias es que a ellas el instinto les dice lo que buscan y nosotros en cambio no sabemos lo que queremos, somos las únicas bestias que dan tumbos.

Ni el leñador quiso internarse en la selva persiguiendo al nativo, que bastante mala fama tenía ya con sus serpientes de mil colores y mil venenos, ni quiso el nativo quedarse al alcance de un hombre del que no le habían hablado ancestros ni sacerdotes, figúrense, si tenemos en cuenta que para nosotros el hombre es el centro de la creación, y sabemos que hay más hombres en más lugares, para una civilización que durante generaciones enteras se creyó que estaba sola en el mundo descubrir un día que no, que hay más gente, y encima vienen talando la selva de la que vive tu ciudad. Pero fue uno a ver a su rey - que ya tenía -, otro a su sacerdote, y ocurrió lo que estaba claro que pasaría en cuanto uno puso los ojos sobre el otro, el contacto, y después, más inevitable todavía, la escaramuza.

Si bien les unía que eran todos humanos, eso nunca ha sido algo que evite que nos matemos los unos a los otros. Unos querían que los nativos pagasen un tributo a los dueños de la isla, otros decían que qué ridículo, que nativos y dueños de la isla son una sola cosa. Luego unos dijeron que lanza, otros que espada, y aunque a los hombres de Trinacria les costara atravesar la jungla, se acabaron por presentar a las puertas de la ciudad templo.

Vivía entonces en Enasha un joven al que llamaban Auhí, que en su lengua significaba ratón, porque nunca había sido lo bastante valiente como para enfrentarse al jaguar, ni a la balsa de pesca, las dos cosas que para los enaíes decían cuándo era hombre un niño. Ahuí seguía siendo, pues, un niño para los suyos, pese a que tenía suficiente edad para ello. No protestaba por la exclusión, se dedicaba a tejer redes para los pescadores, que también hace falta mucha pericia para dedicarse a trenzar fibras, aunque no se considere ésta una señal de hombría, y vivía con sus padres, enfermo él, anciana ella. En la aldea había miedo, se sabía que los Otros Hombres venían hacia la ciudad templo, pero no lo que querían, no cabía la menor duda de que el dios de la isla protegería a sus hijos originales, pero sin embargo aquellos hombres habían atravesado la jungla y eran más numerosos, en especial cuando en la misma jungla habían perdido la vida muchos hombres de la edad de Auhí.

"Madre, qué será lo que nos pase ahora", le preguntó Ahuí a la anciana una noche en la que, desde lo alto del templo, donde a menudo subían para contemplar las estrellas - incluso la anciana, con paciencia y tardando mucho - se veía el resplandor anaranjado de las hogueras, se adivinaba que al día siguiente habría hombres que no pertenecían al dios de las islas hollando el divino templo. "Ahora no lo se, hijo mío, nunca he sabido de nadie que odiara a su hermano, a los que mataron a un semejante nosotros los sacrificamos al dios de la isla, pero éstos matan y queman y rompen y el dios no parece que se atreva a detenerlos". "No digas eso, madre, que el dios bajará y nos protegerá de ellos, no hollarán tu morada, no profanarán tu templo, si no es el dios el que lo evita, seré yo mismo", "No puedo creerme éso, tú que no sabes levantar una lanza", "Aprenderé a levantarla", "Tú que no has vertido una gota de sangre", "Y seguiría siendo así si de mí dependiera", "Prométeme que serás hombre antes de que yo me muera", "Madre, que mi alma se pierda en el laberinto del templo si no honro lo que me pides".

Se quedaron los dos callados, la promesa estaba hecha y no había nada más que decir, es cierto, pero además hubieran jurado que habían escuchado un grito. Pidió Ahuí a la madre que se quedara donde estaba y bajó a la aldea a la carrera, que no estaba más que a unos cientos de metros del templo, y se encontró con que los Otros Hombres habían entrado en el poblado de noche; ellos no eran ni soldados ni asesinos, eran cazadores, no había nada que hacer, nunca se les hubiera ocurrido que un hombre pudiera matar a otro mientras descansa, que pudiera atravesar con la misma pica al hombre y a la mujer que yacen juntos en su casa, ni siquiera los niños habían sobrevivido. Volvió Ahuí al templo horrorizado, nada había que pudiera hacer, todo el mundo estaba muerto en silencio, la única que sabía que vivía todavía era la madre, quiso creer que los asesinos no podrían hollar el templo, pero la inteligencia le dijo que hoy no era el momento de confiar en la cólera del dios, y si no se daba prisa, ni siquiera en su misericordia.

No encontró a la madre al volver donde la había dejado. Al pie de la escalera encontró a un hombre con el cuello torcido, los brazos doblados en posición grotesca, se había caído escaleras abajo, o lo habían empujado. La madre no estaba, no creyó que hubiese mueto, porque no habían movido ningún cadáver en el poblado y no tenía sentido que, habiéndola matado, se la hubieran llevado a ella y no al Otro Hombre que murió de forma tan fea al pie de la escalera. Pero sí la habían encontrado, y si no estaba ahí, eso era que se había introducido en el templo. Lo pensó esto muy horrorizado, porque el templo solo lo conocían cuatro personas por dentro, que era un laberinto tremendo, terrible y retorcido y se les tenía dicho que no podían entrar más que el gran sacerdote y sus tres validos, que eran tres niños que lo aprenderían con él para que, muerto el sacerdote, se lo pudieran enseñar al siguiente, que a la vez se lo enseñaría a otros tres validos, tres porque antiguamente solo era uno, y así pasó que una vez murió el valido antes que el sacerdote, y se perdió el conocimiento de una gran parte del templo que ahora era desconocida incluso para sus legítimos habitantes.

El problema era que había visto en el poblado, al registrarlo en silencio, huyendo de los atacantes, el cadáver del sacerdote y de al menos uno de los validos, y pensó con horror que su madre debía estar ahí dentro, esperando a que la buscaran, a que volviera su hijo acompañado del sacerdote y recorrieran poco a poco los túneles en su busca. Aquella noche Ahuí no durmió, se hizo con una lanza de cazador y se quedó en pie, frente a la única entrada del laberinto, esperando que su madre encontrara el camino de vuelta, o que llegara alguien a quien impedirle el paso, un atacante, o que viniera uno de los validos supervivientes a esconderse en las cavernas, y pudiera decirle, voy contigo.

No pasó ninguna de las tres cosas, y al amanecer fue Ahuí hasta el poblado en una rápida carrera, viendo que sus esperanzas estaban rotas, ya que encontró al sacerdote y a sus tres validos, pero ninguno de ellos respiraba. La matanza había sido completa, ninguno de ellos había sobrevivido, ni lo habrían hecho él ni la madre de haber estado en el sitio. Pero la madre, pensó, la madre estaba condenada igualmente, porque se había adentrado en el maldito laberinto de aquel dios ingrato que no les había protegido.

Mientras esperaba, entonces, a que fuese la madre quien regresaba, Ahuí comenzó a arrastrar los cadáveres hasta el templo, como era costumbre en el poblado, incluso él que no conocía el laberinto sabía llegar hasta la sala de las calaveras, la fúnebre cámara mortuoria donde los cuerpos se dejaban pudrir en cajas de piedra hasta que sólo quedaban los huesos, que se enterraban, y las calaveras, que se guardaban en el propio templo, como recuerdo de la persona a la que habían pertenecido. Nunca pensó nadie que se necesitaran un día tantas cajas, y a menudo tenía que dejar los cadáveres de dos en dos, o de tres en tres, cuando estaba agotado se adentraba unos metros en las cámaras siniestras del laberinto, gritando, madre, madre, por favor, madre, contéstame, me oyes, pero nunca obtenía respuesta. Tardó dos días en transportar los cadáveres, no había ni rastro de los atacantes, no sabía por qué, tampoco lo pensó. El último fue el de su padre, muerto en el sueño, con la extraña expresión plácida de quien no sabe lo que sucede a su alrededor.

Tan pronto hubo dejado su cuerpo en la caja que había reservado para él, porque no lo consideró egoísmo, sino respeto, guardar una caja para el padre exclusivamente, después del trabajo que había hecho en llevar a todos allí se lo había ganado, ojalá su premio fuera no tener que echar también a la madre a que le hiciera compañía, tomó las redes de pesca que había hilado toda su vida y, atando un extremo alrededor del tobillo del padre, comenzó a desenrollarlas, a anudarlas unas con otras, y al tiempo que lo hacía se iba metiendo en los pasajes oscuros del laberinto, no porque se le hubiera ocurrido hacerlo así, sino porque el sacerdote le había contado una vez que así se recuperó parte del conocimiento sobre el templo, cuando fue perdido. Madre, gritaba, madre, pero no había respuesta, gritó en la oscuridad durante horas, hasta que se le acabó la cuerda de la red.

Se quedó en silencio durante un buen rato, antes de decidir que volvería a enrollarlo, volvería a la cámara de los sepulcros, y después volvería a intentarlo tomando otro camino hasta que se le volviera a acabar el hilo. Así lo hizo, efectivamente, pero cuando la red le devolvió a la cámara de los sepulcros, escuchó voces. Se hizo con la lanza que había abandonado en la oscuridad, la primera vez que intentase internarse, aún sin hilo, aún sin atreverse a llegar mas allá, y salió del laberinto a la extraña luz verdosa que daban las piedras mortuorias, donde encontró a tres hombres que no conocía, y que se sorprendieron al verle. No estaban armados, pero Ahuí mató a dos de ellos sin piedad, no por cólera ni por odio, sino porque también ellos habían matado dormidos a los habitantes de su aldea. Al tercero le hirió en las piernas, sin pretenderlo, pero luego le hirió en los brazos, ésta vez queriendo.

"Vuelve a tu tierra", le dijo, serio, sereno, "Arrástrate por la selva y regresa al lugar del que has venido, y diles que la sangre de mi pueblo ha despertado la cólera del dios de la selva. Todas sus criaturas os odiarán ahora y para siempre, y jamás hollaréis éste templo". El explorador, que eso era, no entendió una sola palabra de lo que Ahuí le dijo, pero sintió la seriedad en su mirada y el dolor en su voz, y siendo una advertencia salida de la boca de alguien que había emergido de las sombras del templo y había matado y herido sin vacilar, lo consideró un portento de un dios maligno. Entendió que se le perdonaba la vida, y aunque nunca volvería a usar una pierna ni ninguna de sus dos manos, salió de allí arrastrándose como pudo y agradecido, pues ésa es la naturaleza de los hombres, que los animales cuando se saben inútiles se sientan a morir, pero los hombres a veces tienen bastante con vivir para lamentarse.

Se quedó a solas Ahuí con sus pensamientos, y volvió a pensar y a decir en voz alta lo que le había dicho al hombre herido, y se rió pensando, mi dios, el dios de la selva, el dios al que pertenezco, ya no nos quiere. Entonces odió a los Otros Hombres, odió a su dios, y se odió a sí mismo, por haber derramado aquella sangre ahora, con su madre perdida, que era lo mismo que haber fallado a su promesa. Con lágrimas en los ojos, buscó entre las ropas de su padre el cuchillo de cortar las redes, y se abrió las venas de los brazos.

"Si el dios ya no quiere a su gente, su gente ya no quiere al dios", dijo mientras caminaba por la sala, vertiendo su sangre sobre los fríos cuerpos de las cajas d epiedra; "Y si voy a morir que se cumpla lo que le dije a mi madre, que vague mi alma eternamente por el laberinto, y que si los Otros Hombres no te temen a tí, dios de la selva, me teman a mí, que soy Ahuí, el dios de los hombres muertos. Este templo es ahora de mi madre, y ya no te velará a tí, me velará a mí, y la velará a ella."

No se sabe a ciencia cierta qué efecto tuvo éste trágico juramento en el agonizante Ahuí. Se dice que, en aquel momento, las calaveras de la sala se levantaron, llorando por sus cuencas vacías y polvorientas, y aceptando su sangre y sus palabras, formaron un muro amarillento que impedía el paso al laberinto.

También se dice que, cuando uno visita las ruinas de Enasha, tiene que tener cuidado, ya no solo por las extrañas criaturas que la habitan, sino porque, mientras nada debe temer el que simplemente camina, el que robe o profane algo de las ruinas se verá maldito y morirá atrapado en una cárcel hecha de calaveras, una muerte lenta y enloquecedora, y que quien se adentre en el templo no volverá nunca, porque se encontrará con Ahuí, el dios de los hombres muertos, y se convertirá en una calavera más en el muro.

¿Es cierto? No lo se. Lo que si se es que no conozco, ni se de nadie que conozca, a alguien que haya vuelto del templo.
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Mensaje por Lohengrin 21/02/11, 01:20 pm

LA VARA DE DALATAR


Era ya noche cerrada, y la taberna de La Sirena Varada había cerrado ya sus puertas. Los pocos huespedes ya dormían en sus habitaciones. Dalatar estaba terminando de contar y anotar los gastos y los ingresos del día, y Karis colocaba todos los taburetes en su lugar. Mientras hacía esto, conversaba alegremente con Katy, que aún estaba sentada en una de las mesas. No quedaba nadie más en la sala común.

"Claro que te lo puedo contar", dijo Karis. "Paso hará mas o menos un año, además lo recuerdo perfectamente, porque era mi primer día de trabajo aqui. Todo el mundo sabe que a Dalatar no le gusta ni un pelo todo lo que huela a magia. Desconfía de los magos desde el día en que le colaron una pieza de oro falsa, que se deshizo en el aire a los veinte minutos de irse el hechicero que se la dio.

"Si", dijo Katy. "El hechizo se llama Oro de los Tontos, aunque sirve para conjurar cualquier tipo de metal, aunque el oro es muy dificil, yo aún no puedo hacerlo. Debía ser un mago poderoso. Y un cabrón, por cierto."

Karis asintió. "El caso es que se mismo dia, garabateó ese cartel que ves allí. "PROIBIDO HAZER MAJIA". Y dijo que si veía a alguien haciendo cualquier clase de truco en su local, le daría más palos que a una estera, y luego lo echaría del local a puntapiés. Nadie se tomó en serio sus palabras, porque aquí todos temen a los magos."

"Si, tienen miedo de lo que no conocen", comentó Katy.

"Tienen miedo de alguien que si quiere, puede convertirlos en rana con un parpadeó", corrigió la camarera. "El caso es que hace una estación, ocuparon esa mesa grande tres hombres y una mujer, muy ancianos, y vestidos con túnicas. Llevaban largos bastones, con un nudo en la punta. Hablaban en voz muy baja, y estudiaban una especie de documento extraño. Nunca vienen tantos magos por aqui, así que creo que estaban ocultandose de alguien. Aunque parecía que gritaban mucho, nadie en la sala podía oírles."

"El bastón de un mago tiene un nudo en la punta..." canturreó Katy para sí... "Oh, perdona, es una vieja canción. Luego te la enseñaré." Katy sonrió con picardía."Eso era un globo de silencio, y me apuesto lo que quieras a que también tenían un Campo Antiescudriñamiento. Debían ser realmente poderosos. Oh, algún día podré hacer todas esas cosas..."

"Bien. Entonces, uno de los magos debió pensar que había poca luz, y conjuró tres globos luminosos que se colocaron sobre la mesa. Dalatar se puso hecho una furia, agarró la pata rota de un taburete, y se dirigió hacia ellos, y estuvo mucho rato gritando a los magos cosas que podrían hacer con sus bastones, que harían sonrojarse como una colegiala al marinero más curtido. Y al que había conjurado los globos le dijo que lo iba a varear como si fuera un olivo, hasta que no le quedara ni una sola costilla sana. Te prometo que los magos estaban alucinando."

"No me extraña nada. Si eran tan poderosos, nadie les habría hablado así jamás hasta ese día. Y que pasó después?"


"El que había conjurado las luces se quitó la capucha y miró fíjamente a Dalatar, taladrándolo con su mirada. Y le dijo: "Sabe quién soy, buen hombre?" Pero Dalatar no se acobardó ni un poco, y dijo:. "Pues claro que lo sé. Usted es Nosequién van Kuntz, uno de los mandamases de la isla esa los magos. Pues déjeme que le diga una cosa, señor mío. Usted y sus amigos pueden hacer toda la magia que quieran en su casa. Pero en mi taberna NO. Como vuelva a ver un sólo hechizo de esos aqui, los voy a coger a todos ustedes y los voy a..."

"VAN KUNTZ...? O_O Dalatar le dijo todo eso a Van Kuntz? Dicen que es uno de los mayores Poderes del archipiélago. No sabes lo que podría haber hecho conesta taberna! Bueno, y con la isla entera!!! Y qué hacía aqui?"

"No lo se", respondió Karis. "El caso es que el mago ese se disculpó con muchísima humildad, y le aseguró que no volvería a ocurrir nada parecido. Pidió permiso para terminar su reunión, y Dalatar frunció el ceño, pero se lo permitió. Debió gustarle el tono de la disculpa el mago. Y hasta me dijo que les llevara a todos una ronda de cerveza de parte de la casa. No veas cómo me temblaban las piernas cuando les servía. Ellos se estaban riendo, pero yo pasé mucho miedo."

"No me extraña nada..."
, dijo Katy. "Y que pasó al final?"

"Ahora viene lo mejor. Los magos terminaron de hablar, pagaron, y se marcharon sin decir nada. A los dos días, llegó un muchacho con un paquete alargado. De parte del señor Van Kuntz, con sus disculpas, dijo. Solo puede abrirlo usted, y nadie más. Dalatar abrió el paqute, y sacó esa Vara que lleva siempre. Era muy bonita, de madera oscura, y tallada con símbolos muy bonitos, que no se lo que quieren decir. Cuando Dalatar la tocó hubo una especie de relámpago a lo largo de la Vara, pero no pasó nada más. Me la dio a mi para que la sostuviera mientras le daba una propina al chino, y no creerás lo que pasó!!! "

"NO, QUE??? O_O "

"No pude levantarla, creí que pesaba una tonelada y media. Se me cayó al suelo, y por poco me parte un tobillo, si no llego a apartarlo. Era como si estuviera pegada al suelo... Pero cuando Dalatar la recogió, casi parecía una pluma. Para probarla, Dalatar golpeó una de las mesas más grandes, y quieres creer que hubo un enorme estruendo, y la mesa se partió en dos? Las astillas volaron por toda la taberna. Los clientes casi se mueren del susto. Dalatar estaba muy satisfecho, y siempre la lleva a la cintura. Nadie ha vuelto a hacer magia en esta taberna nunca más. Y desde entonces, a él lo conocen como Dalatar, el Terror de los Magos"


"O_O" Katy no podía salir de su asombro, mientras Karis no dejaba de reírse.

"Oye,,, querrás enseñarme ahora era canción?"


"Eh... claro... verás... El bastón de un mago tiene un nudo en la punta..."
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Mensaje por Daliny 08/07/11, 04:25 am

El Fantasma de Pulau–Sihir


Cuenta la leyenda que, hace muchos, muchos años, Shenzu, un habitante de Rhylia como cualquier otro, fue enviado a Denkenia junto a una tripulación para llevar un paquete del que no conocía el contenido. Dicen que, en el camino, la embarcación enfrentó una feroz tormenta, y todos sus tripulantes fueron tragados por las aguas. Casi todos, de hecho, pues Shenzu pudo despertar en una isla que no conocía para nada. Al despertar, conoció a una mujer llamada Marin, de quien se enamoró perdidamente. Esa isla no era otra que Pulau–Sihir. Shenzu se adaptó rápidamente a las costumbres de la isla, y vivió allí durante casi un año. Gustaba de tocar la ocarina, instrumento del que podía sacar cualquier melodía que deseara, e incluso decían que podía despertar los sentimientos que deseara. Si bien su amor por Marin siempre existió y nunca disminuyó, él nunca se atrevió a expresarle los sentimientos que ella le despertaba.

Todo marchaba perfectamente bien, hasta una tarde en que Shenzu se internó más allá de los terrenos que conocía, y llegó ante la presencia de Kraneia. Su presencia significó un inmenso insulto para la hamdríade, quien exigió su muerte inmediata, hasta que Marin apareció para revelar la identidad del joven. Al ver que Marin amaba a ese intruso, decidió perdonar la vida de Shenzu, pero ordenó su exilio de la isla, y advirtiéndole que si volvía a pisarla sería condenado a habitar por el resto de la eternidad la más profunda de las cuevas subterráneas que se encontraban en Pulau-Sihir.

Siendo consciente de su falta, Shenzu partió de allí. Su último instante en ese lugar fue marcado por un beso de Marin, un beso que dejó su corazón en Pulau-Sihir para siempre, como si esos labios se lo hubiesen robado, seguido de un “Nunca me olvides”. Por este suceso, al reinstalarse Shenzu en su Rhylia natal, nunca pudo dejar de pensar en Marin. Su amor por ella llegó al punto de la obsesión, y dedicó su vida a buscar la isla navegante. A sus cuarenta años de edad, tras quince años de ardua e infinita búsqueda, divisó la isla en el mar y la persiguió de manera incansable durante dos años. Finalmente, logró pisar su suelo, y un rostro conocido, que conservó su belleza por más que el tiempo pasó, se dejó ver ante él.

-¿Shenzu? ¿Por qué volviste?

-Por ti, Marin. Volví para verte de nuevo. No soporto mi vida sin ti.

-¿Quién es él, mami? –Un niño cuya existencia no había sido notada por el extranjero, apareció de repente. Shenzu no quería creer lo que acababa de escuchar. “¿Mami?” Miró a Marin a los ojos, sin aceptar que eso fuese cierto.

-Es el amigo del que te habló mamá. Shenzu. Por ti le puse ese nombre –me dijo luego-. Ve con papá –pidió al pequeño, quien saludó a Shenzu tímidamente con la mano y se alejó para llegar junto a un hombre que estaba a lo lejos-. Lo siento, Shenzu.

-Déjalo así. Sólo he venido para verte de nuevo.

El hombre se alejó, caminó hacia la más profunda de las cuevas de Pulau-Sihir y se internó en ella. Dicen que aún hoy, si te acercas a esa cueva entre la medianoche y el alba, puedes oír una ocarina reproduciendo el más triste de los sonidos. Segundos antes de que esta melodía empiece a sonar, se oye un sonido muy parecido al del mar, y parece decir una palabra, que se distingue perfectamente: “Marin”.
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Mensaje por Arzhel de Loïc 13/09/11, 08:52 pm

A petición popular, la ya famosa anécdota del caballero con más afición a las jarras de vino que jamás vieron las Triskel.

De como el caballero Arzhel de Loïc inventó el corsé de ballenas, y con ello salvó la vida del embajador de Adysium


Arzhel se encontraba en la taberna de Darbash. La atmósfera era pesada: era una fría noche de invierno y el vino caliente y especiado había corrido como agua (o mejor dicho, en mayores proporciones), mientras los parroquianos apuraban los platos del espeso potaje que hervía en un puchero dentro de la chimenea, llenando toda la estancia de humo.

-Y entonces, hip, agarré al villano y, hip, le dije: "Podéis iros, ya que hoy estoy de talante generoso, pero aseguraos de que no vuelvo a veros nunca más." Lo tiré al suelo, y me volví a la hip, damisela. "Ya estáis a salvo, milady", le dije, cuando gritó, hip, horrorizada. Pero su, hip, sorpresa no era tal en mi, hip, persona, pues me, hip, volví y lo ensarte en mi, hip, espada como si fuera un, hip, pollo. ¡El muy, hip, canalla se había atrevido a atacarme por la, hip, espalda! Pero entonces...

Una voz fuerte y burlona resonó en la taberna, proveniente de un rincón. Era un caballero que venía de paso por el pueblo, y se hospedaba allí. Un tal Parsifal.

-Decid, anciano: ¿cuántas botellas habéis vaciado para decir semejante cuento chino*?
-¿Cuento, hip, chino? ¡No sólo es, hip, verídico, sino que además es, hip, cierto!
-¡Ah! Claro, por supuesto... Y además inventásteis el corsé de ballenas para... salvar a un embajador de Adysium, ¿no es así? -respondió sarcásticamente el tal Parsifal
-¡Pues, hip, sí, caballero! Y os voy a contar, hip, cómo.

"Ocurrió durante mis años de, hip, soldado. Era cabo en una galera de los ejércitos del, hip, rey de Trinacria, y nos habían mandado, hip, escoltar a un embajador proveniente de, hip, Adysium. Tenía que llegar a, hip, Trinacria para firmar un, hip, tratado con el rey, un tratado que, hip, disminuiría la exportación de madera desde las, hip, Triskel a Adysium, debido a que, hip, los hechiceros habían encontrado un, hip, modo de fabricar un, hip, sucedáneo de la, hip, madera, más hip, barato. A, hip, cambio, los hechiceros convenían a reconocer cierta, hip, autoridad del rey en, hip, no sé qué asuntos de su, hip, isla. No soy, hip, diplomático, así que no pienso, hip, ahondar en éso.

Bien, hip, pues. Empezamos nuestro, hip, trayecto en Adysium, dónde el, hip, embajador subió a nuestro, hip, barco, y pusimos rumbo a, hip, Trinacria. Pero claro, hip, en los viajes de mar, hip, ya se sabe. Hay que hacer, hip, escalas. Y en nuestro, hip, caso, tuvimos que hacer un, hip, alto en la costa, hip, noroeste de Valanderiel. ¿Y qué diran, hip, vuestras mercedes, hip, que ocurrió allí? Pues que, hip, la nobleza local estaba esperando al, hip, dignatario para hacerle una recepción como es, hip, mandado.

O esa, hip, era la excusa. La razón, hip, real era que la nobleza de Valanderiel perdería, hip, poder y dinero a raíz de la, hip, reducción de exportaciones, hip, madereras, y ya se sabe, hip, las puñaladas que más, hip, duelen, son las que van a la, hip, bolsa. El caso, hip, es que decidieron que, hip, decidieron que, hip, el embajador no debía, hip, llegar a Trinacria. Y para ello, hip, recurrieron al punto débil de un hombre, hip, o de la muchos, hip, hombres, y del, hip, embajador en, hip, concreto: las, hip, faldas. O, hip, mejor dicho, lo que, hip, esconden.

Contrataron a la más, hip, bella mujer de la zona, para, hip, ofrecérsela tras un, hip, suculento banquete y que lo, hip, asesinara mientras, hip, dormía, tras, hip... Bueno, ucedes ya se, hip, imaginan. Nosotros, hip, sus escoltas, nos hip, enteramos de, hip, el complot, y evidentemente estábamos, hip, obligados a, hip, evitarlo. ¿Pero, hip, cómo? No podíamos, hip, desvelarle al, hip, embajador que, hip, la nobleza de Valanderiel quería, hip, verle muerto. Hubieramos demostrado que, hip, el poder del rey era, hip, débil, y que tenía opositores en sus propias, hip, tierras. No, teníamos que, hip, evitar su muerte sin que, hip, se diera cuenta.

Entonces caímos en la, hip, cuenta de que corrían los, hip, rumores que al embajador le volvían, hip, loco las, hip, pelirrojas. La concubina de los, hip, nobles era, hip, rubia... Pero muy, hip, bella. De todos, hip, modos, no había ninguna pelirroja en las cercanías para, hip, ofrecérsela como una, hip, alternativa al embajador para que, hip, eligiera. Evidente-hip-mente, el embajador escogería a la, hip, pelirroja, y evitaría así, hip, su muerte... Sin darse, hip, cuenta, lo más importante. Pero, hip, antes teníamos que, hip, encontrar a una, hip, pelirroja. Y no había, hip, ninguna en muchas, hip, millas a la, hip, redonda. Nuestra única, hip, opción, era un soldado llamado, hip, O'Granwald, pelirrojo y un poco, hip, bajito. No perdíamos, hip, nada por, hip, probar. Lo afeitamos y lo, hip, vestimos de, hip, mujer, pero su, hip, envergadura, hip, corporal era demasiado, hip, evidente. Necesitábamos reducirla como, hip, fuera. ¿Pero, hip, cómo?

Entonces, pensé en los, hip, corsés. Cojimos un trozo de tela, hip, fuerte, pero no lográbamos que se, hip, mantuviera. No había nada lo suficiente, hip, fuerte como para, hip, retener toda la carne de, hip, O'Granwald en su, hip, sitio para que pareciera una, hip, princesa. Pero tuve una idea, hip, milagrosa: ¡barbas de, hip, ballena! Resistentes, hip, y lo suficientemente, hip, flexibles. Probamos de, hip, apretar y reforzar con ellas el, hip, corsé, ¡y, hip, funcionaba, mil diablos! ¡Con el, hip, corsé, y afeitado, hip, maquillado y con, hip, el pelo largo, hip, pelirrojo lavado y, hip, peinado, parecía una auténtica, hip, doncella!

Llegó el, hip, momento de, hip, hacer, hip, escoger al embajador entre nuestro, hip, soldado y la pu..., hip, digo, hip, cortesana. Yo, hip, por ser el único de noble, hip, cuna de la, hip, escuadra, me hice, hip, pasar por un miembro de la, hip, nobleza, que irrumpió en el, hip, banquete con el soldado, hip, O'Granwald vestido de, hip, mujer y con el, hip, corsé.

Hay que, hip, aclarar que al tal, hip, soldado le dimos, hip, un fuerte narcótico para que lo vertiera en la copa del, hip, diplomático una vez en su, hip, habitación, pues era, hip, evidente que no podía, hip, suplantar a la cortesana en todas sus, hip, funciones. Evidentemente, el embajador, hip, escogió a la, hip, "pelirroja", y los nobles de Valanderiel se quedaron con un, hip, palmo de narices. Una vez el embajador, hip, sucumbió a los efectos del, hip, somnífero, O'Granwald se quitó, el hip, atavío de, hip, mujer y volvió, hip, furtivamente al, hip, navío, mientras yo y, hip, otro soldado, mi amigo Florént el Cara Cortada, cuya, hip, historia contaré en otra, hip, ocasión, montábamos guardia en la puerta y la, hip, ventana del, hip, diplomático. Y al día, hip, siguiente, el diplomático volvió al, hip, barco, algo aturdido aún por la, hip, droga, pero vivo, y, hip, pusimos rumbo a, hip, Trinacria, dónde se realizaron las, hip, negociaciones y la firma del, hip, tratado.

Así que ésta es la, hip, historia de cómo inventé el corsé de, hip, ballena y salvé, con, hip, ello, la vida del embajador de, hip, Adyssium."


*chino: relativo a China, un país muy, muy, muy lejano en otro plano muy, muy, muy lejano cuyos habitantes son aficionados a explicar cuentos inverosímiles (?)
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Mensaje por Cyrian 03/05/12, 02:22 pm

El Martillo de Guerra de la Sala de Blasones

Junto a la Catedral, uno de sus edificios anexos era un espectáculo digno de ser contemplado.

Se trataba de una construcción que casi parecía hecha de una sola pieza con un molde, de planta circular cubierta por una cúpula. Se conocía como la Sala de Blasones. En su interior, incontables pendones y estandartes colgaban de picas, de las paredes, colgaban del techo, o estaban grabados en las losas de mármol de las paredes y del suelo. Y en cada uno, un número aún mayor de nombres; el nombre de todo miembro de la Orden que alcanzó el rango de paladín, fuera tocado o no por el Beso de la Dama.

Bien era cierto que algunos nombres habían sido tapados por bordados, o simplemente deshilachados de banderolas o picados de los muros; aquellos nombres condenados al olvido de quienes no habían sido dignos del honor que recibieron con su rango, pero la visión colorida y francamente abrumadora de la Sala no quedaba deslucida por esos pocos signos.

Sin embargo, sí había un lugar en la Sala que destacaba sobre los demás, un lugar que tenía su propia leyenda. Hacia la zona más oriental de la pared circular, justo bajo una lista particular de nombres, había una losa hecha pedazos. Y sobre ella, un martillo de guerra de aspecto peculiar, hundido por el golpe que debió romper la losa. Se trataba de un mango de madera envuelto en cuero y fieltro negro, unido a una cabeza con forma de prisma rectangular, que parecía hecha de cristal de roca rojo oscuro veteado de blanco, translúcido.

A su alrededor, se había puesto un cordón de terciopelo, rodeándola como un santuario, con una plaquita que rezaba la siguiente frase, grabada con la reverencia con la que se escriben las profecías "Hasta que la oscuridad sea purgada o su dueño la reclame".

La historia que rodeaba el suceso que había puesto la maza allí tenía muchas versiones, pero la más ampliamente aceptada por la Orden era así: un paladín sin nombre, bendecido por la Dama, había regresado de un viaje al mismísimo corazón de los Infiernos y en el camino, había perdido a sus mejores compañeros, uno de los cuales era el dueño original de la maza. Al regresar a Rhylia, y visitar la Sala, frente a varios miembros superiores de la Orden, dejó caer la maza sobre su nombre, borrándose así de los anales de la Orden mientras pronunciaba aquellas palabras, imbuido por el poder de la Dama en forma de profecía, antes de marcharse con destino desconocido para no volver a ser visto. Desde entonces, y pese a que muchos lo habían intentado, la maza no se había movido ni un ápice de como había caído en su lugar, como recordatorio constante del deber de la Orden de purgar la oscuridad del mundo. Al menos era la versión que la Orden respaldaba.

Otros, entre susurros, contaban una versión menos idílica, en la que el paladín había sido enviado a una misión casi suicida y la profecía estaba cortada, para ocultar el hecho de que se trataba de una crítica abierta a la Orden que los altos cargos habían manipulado para sus propios intereses, pero había tantas "versiones reales" de la profecía como personas que susurraban.
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Mensaje por Arxibald Arcanius 12/10/15, 10:09 am

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La Seda Lunar Élfica, o Seda de Valanderiel

¡¡Crea una leyenda de Jaspia!! 598_ertaiwizardadept

"Ah, la ciudad de Cessele. Hay un dicho que dice que Móselec es buena si la bolsa suena, queridos míos, y no puedo sino estar de acuerdo. ¡Qué fuentes! ¡Qué navíos! ¡Qué mujeres! ¡Qué... Qué queréis que os diga, es que en Adysium ya me tenían calado! Mi ciudad favorita siempre ha sido aquella en la que no me conocen los guardias."

El mago era (o parecía, que con magos nunca se sabe) joven, y parecía esforzarse en cumplir todos los estereotipos del archipiélago sobre los magos: peinado extravagante, ojos vivos, túnica de colores estrafalarios, mil cachivaches colgados de su bastón y fumaba una pipa humeante sentado cómodamente a la cabeza de la mesa más distinguida del lugar. Solamente le faltaba una barba larga y gris, porque en su lugar lucía recortada perilla.

"No os quedéis tan apartados, esta noche invito yo. ¿Sorprendida, señorita Dragda? Ya puede traernos unas jarras de su mejor cerveza, y no de esa cosa espesa a la que poco le falta para poderse masticar. ¿Eh? Sí, en serio, en una posada a las afueras de Lytenberg. ¿Usted es de allí? Cómo le compadezco, amigo... Mi teoría es que lo hacen para que los paladines no caigan en la tentación de una buena cerveza fresca, pero ¡por el bastón del maestro Gladstone, no hay que exagerar! Y unos cacahuetes para Forneus, este fruto exótico lo tiene extasiado, allá a dónde viaja parece que no tienen de eso... Gracias."


¡¡Crea una leyenda de Jaspia!! Ertaisfamiliar

Con un suave "¡puf!" el quimérico familiar apareció sobre su hombro, llevando entre sus manos una moneda de oro que el hechicero tomó e hizo rodar de canto desde un extremo de la mesa al otro, hasta que cayó en las manos de la apuesta camarera.

"¿Eh? ¡No se sorprenda tanto! ¿No ve la cara de Su Majestad en el dorso? ¡Pensaba que en esta isla estaban acostumbrados al oro! Por cierto, mis facinerosos amigos, controlen su avaricia. No quieren viajar al lugar de dónde saca mi Forneus las monedas, a no ser que sientan curiosidad por existir en doce dimensiones al mismo tiempo. ¿Qué cómo funciona eso? Por el Sombrero de Ridcully, ¿cree que no tenía cosas mejores que hacer en la Universidad Arcana que ir a clase de Metamagia Interdimensional? Ah, que cómo funciona lo de tener coronas en la bolsa. Eso es más sencillo."

El mago rebuscó en el interior de una de sus mangas y sacó una pequeña tira de tela plateada que lanzó al aire. Fue cayendo lentamente, más ligera que una pluma, y brillaba con luz propia hasta que cayó encima de la mesa, donde el familiar la cogió rápidamente para devolvérsela a su amo.

"Gracias... Toma, otro cacahuete. ¿Eh? Por favor, no me sean vulgares. Pueden tratar de adivinar durante toda la noche de qué se trata y no acertarían nunca. De hecho, podría apostar con ustedes una cuantiosa suma y quedarme con todo su dinero, pero tengo tanto últimamente que ni siquiera me excita la idea. Pero como esta cerveza es deliciosa, la compañía agradable y la noche larga, se lo voy a contar.

Conocen Valanderiel, espero. Sí, esa isla llena de bosques... ¿Dice que estuvo allí por negocios? Bueno, entonces sabrá que contiene el bosque más frondoso del archipiélago. ¿Kuzueth? Bueno, si tuviera que ponerle un apelativo a Kuzueth, más que frondoso sería 'morífero'. ¿Se han preguntado alguna vez de dónde vienen los elfos? ¡Jajajaja! Buena ésa, ¡por supuesto que de las elfas! Pero no sé si saben que la mayor comunidad élfica de las islas se encuentra allí. ¡Ciudades enteras, entre y sobre los árboles! De ahí los problemas con los leñadores, y... Ah, ¿que comercia importando madera a Móselec? Qué le voy a contar entonces."


El mago hizo una pausa teatral, pidió otra ronda de cervezas y prosiguió.

"Veamos, justamente sobre las elfas va esta historia... Esto podría contárnolos usted, ¿señor...? Señor Bründen, encantado. Así es, es muy poco recomendable que los leñadores se aventuren al interior del bosque a comienzos de primavera. Por eso el precio de la madera sube tanto durante los primeros meses después del invierno. Los elfos son más celosos y agresivos de sus bosques en esa época. ¿Por qué? Bueno, es lo que les voy a explicar. Los elfos tienen en gran estima los poderes místicos de nuestras tres lunas. Las lunas llenas son de gran importancia. Y el primer plenilunio de Enki en primavera tiene un simbolismo muy especial. 

¿Algún elfo en la sala? ¿No? No sé si saben que en esas comunidades más silvanas, los elfos no celebran su edad como lo hacemos otras razas. Bueno, a mi me parece normal, caballero, tenga en cuenta que ellos pueden vivir siglos... Un año... Bueno, es lo que es. Todos cuentan un año más al inicio del año, no exactamente el día de su nacimiento; para una raza tan longeva, contar los días tal vez sea un hecho vulgar, si lo piensa bien... En cualquier caso, hay una excepción que no lo celebra al comienzo del mero año sino al comienzo de la primavera, y son las jóvenes elfas pertenecientes a la nobleza que van a pasar a formar parte de la cultura élfica por pleno derecho. Imagínense: eso ya es importante para nosotros, pero ellos van a estar en la edad adulta... Bueno, mucho más tiempo que el que gozamos nosotros... Bueno, aunque nosotros lo aprovechemos más, sí. ¡Brindo por eso! 

Sea como fuere, es una ceremonia importante. Nade ajeno a su pueblo ha asistido a ella, que yo sepa, y los elfos silvanos que conozco no han querido soltar prenda así que no les puedo dar muchos detalles, más allá de que se trata de un rito iniciático. Pueden consultar el tratado sobre la cultura de Valanderiel de Augústulo Magno,
'Sobre los Elphos Sylvanos et sus hecstragnas costumbres et haphisionez', pero sinceramente, harán mejor utilizándolo para apañar una mesa coja.

Perdón, ¿que ésto iba de cómo conseguir coronas de oro...? No me sea bruto, buen hombre. ¿Conocen a algún elfo? ¿No? Me lo imaginaba... Tan seca, Móselec, tan poco fértil, tanta mina, tanto enano... Hay muchos tópicos sobre elfos; muchos falsos, pero les aseguro que unos cuantos son ciertos y nos interesan para esta historia: son buenos magos, son presumidos... y sus mujeres son bellas. Así que imagínense a las jóvenes elfas nobles de las que estamos hablando, todas juntas en un claro del bosque... ¡Eh, que les estoy hablando! No se me distraigan. Precisamente tengo que puntualizar un detalle, para que no se me desmadren: van vestidas. Con algo que el resto de los mortales no podemos ni soñar siquiera... Los mismísmos rayos de luz del primer plenilunio de primavera.

Se trata de un ritual antiquísimo, de marcado simbolismo: la primera luz lunar de la primavera simboliza el volver a nacer, la pureza, el arcaico poder que todas ellas tienen en su interior. Este material, que se conoce como seda lunar élfica o simplemente seda de Valanderiel, es más ligero que una pluma pero extremadamente resistente, y brilla con la luz hermosa y fantasmal de la luna Enki. El tejido es elaborado durante el plenilunio, y durante un mes se trabaja para que a la siguiente luna llena las elfas lo puedan llevar en el ritual iniciático. Según algunos alquimistas también tiene propiedades mágicas, pero la hechicería de los elfos es sutil, y aún investigando mucho sus secretos siguen en la oscuridad. Además, se preguntan cómo debe ser la seda tejida cada doscientos cincuenta y dos años, cuando nuestras tres lunas coinciden en plenilunio; según algunos es la que visten las hijas del rey de los elfos, si es que tan perfecto material existe siquiera...

Conseguir uno de ellos es una empresa de grandísima dificultad, pero hay mucha gente en el archipiélago que estaría dispuesta a pagar grandísimas sumas no ya por un vestido, sino por un simple jirón de esta tela."


El hechicero volvió a hacer una pausa para fumar su pipa mientras se acomodaba en su silla, para que todos los presentes sacaran las conclusiones que quisieran. El familiar rompió el pesado silencio con un sonido que no era ni maullido ni chillido ni graznido, sino todo a la vez.

"¡Gracias por asistir a las 'Noches de Fábula' de la Calabaza Dorada, que inauguramos esta noche con el hechicero ambulante Arxibald Arcanius de Adysium! Los hechos y/o personajes de la pasada historia son absolutamente ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. El coste de sus bebidas deberán abonarlo en la barra, y son libres de dejar la voluntad a este humilde cuentacuentos si les ha gustado la historia. Si han disfrutado esta velada, ¡no dejen de avisar a sus amigos! ¡La Calabaza Dorada: de lo bueno lo mejor, y de lo mejor lo superior!"

Mientras el familiar se paseaba a lo largo de la mesa con un saquito de cuero abierto al cuello para que los sorprendidos parroquianos depositaran las propinas, el mago sonreía y le guiñaba el ojo a la camarera, riéndose interiormente al pensar en la pequeña fortuna que tenía a tan buen recaudo.

"Coincidencia"
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