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Liberando la mente
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Liberando la mente
Tras volar unos cuantos días, el barco logró dejarme en la porción de tierra más cercana a Werth. Observé el panorama mientras aún estaba en el cielo, decidiendo cuál sería el mejor lugar para descender. Una de las islas que había tenía demasiados barcos cerca, cosa que llamó mi atención pero no por eso me hizo tener deseos de pisarla. No quería que me preguntaran por el barco volador.
-¿Qué opinas, Phab? Tú eres el que razona, elige una.
-Esa -me dijo señalando una isla algo más pequeña que la que tenía los barcos cerca, e incluso estaba un poco al este.
-Entonces iremos allí. Sólo espero que no sea una pérdida de tiempo.
Solté el búho y lo envié a la isla de los barcos y una soga cayó de mi nave, me deslicé a través de ella y llegué a tierra firme. Acomodé mi chaleco y mi sombrero y comencé a caminar. El barco se desvaneció mientras me internaba en la isla. Luego de algunos minutos, llegué a una ciudad que se veía bastante agitada. Mientras paseaba tranquilamente, observando cada detalle a mi alrededor, vi un bar. Sí, necesitaba de un buen trago. Entré allí y me dispuse a tomar una cerveza. Me senté en una mesa que estaba vacía y escuché a algunas personas hablar de "guerra".
-Parece que hemos llegado en un mal momento, Phab.
-¿Tendrán algo que ver los barcos que vimos en la otra isla?
-Es posible. Espero que el búho de Sast haya llegado.
Me tapé el ojo izquierdo y pude ver unas calles repletas de soldados que entraban a las casas, destruían todo a su paso, e incluso vi algunos puestos comerciales en las calles. Se me escapó una pequeña risa mientras destapaba mi ojo izquierdo para recuperar mi visión.
-Pareciera que no les agradaron los precios de la feria. Soldados asediando una ciudad que tiene puestos comerciales en las calles.
-¿Sabes lo que significa? Invasión.
-Nuestro pasado nos persigue, viejo amigo -dije mientras me recostaba en la silla-. Talin defendería esa isla, estoy seguro. Y Daliny, ella no soportaría esa situación.
-¿Crees que estén ahí?
-No. Salket acabaría con esa escoria rápidamente. Aunque Talin... -Me incliné hacia adelante y apoyé ambos codos en la mesa. El antebrazo izquierdo estaba apoyado en la madera mientras el derecho estaba levantado, ya que sostenía la bebida. Tomé un trago, realizando un movimiento que parecía propio de una persona ebria, apoyé la copa en la mesa bruscamente, como si mi brazo se hubiese quedado sin fuerzas, y levanté la vista al tiempo que entrecerraba los ojos para intentar imaginar cómo estaría Talin en caso de estar presente en la invasión. -Es imposible saber lo de Talin. Raznet lucharía sólo un poco y se marcharía. Talin se quedaría hasta que sea imposible sobrevivir.
-Si no están juntos, será más difícil encontrarlos. Aunque deberían estar por aquí.
-Sí. Daliny se hubiese acercado a la primera porción de tierra que encuentre. No soportaría un viaje demasiado extenso. Doy por hecho que ella está por alguna de estas islas, bañándose, probablemente.
Tomé un largo trago y luego me dispuse a pedir otro, levantando mi jarra vacía y señalándola con la otra mano.
-Espero que sean capaces de entender este gesto -le comenté a Phab.
-¿Qué opinas, Phab? Tú eres el que razona, elige una.
-Esa -me dijo señalando una isla algo más pequeña que la que tenía los barcos cerca, e incluso estaba un poco al este.
-Entonces iremos allí. Sólo espero que no sea una pérdida de tiempo.
Solté el búho y lo envié a la isla de los barcos y una soga cayó de mi nave, me deslicé a través de ella y llegué a tierra firme. Acomodé mi chaleco y mi sombrero y comencé a caminar. El barco se desvaneció mientras me internaba en la isla. Luego de algunos minutos, llegué a una ciudad que se veía bastante agitada. Mientras paseaba tranquilamente, observando cada detalle a mi alrededor, vi un bar. Sí, necesitaba de un buen trago. Entré allí y me dispuse a tomar una cerveza. Me senté en una mesa que estaba vacía y escuché a algunas personas hablar de "guerra".
-Parece que hemos llegado en un mal momento, Phab.
-¿Tendrán algo que ver los barcos que vimos en la otra isla?
-Es posible. Espero que el búho de Sast haya llegado.
Me tapé el ojo izquierdo y pude ver unas calles repletas de soldados que entraban a las casas, destruían todo a su paso, e incluso vi algunos puestos comerciales en las calles. Se me escapó una pequeña risa mientras destapaba mi ojo izquierdo para recuperar mi visión.
-Pareciera que no les agradaron los precios de la feria. Soldados asediando una ciudad que tiene puestos comerciales en las calles.
-¿Sabes lo que significa? Invasión.
-Nuestro pasado nos persigue, viejo amigo -dije mientras me recostaba en la silla-. Talin defendería esa isla, estoy seguro. Y Daliny, ella no soportaría esa situación.
-¿Crees que estén ahí?
-No. Salket acabaría con esa escoria rápidamente. Aunque Talin... -Me incliné hacia adelante y apoyé ambos codos en la mesa. El antebrazo izquierdo estaba apoyado en la madera mientras el derecho estaba levantado, ya que sostenía la bebida. Tomé un trago, realizando un movimiento que parecía propio de una persona ebria, apoyé la copa en la mesa bruscamente, como si mi brazo se hubiese quedado sin fuerzas, y levanté la vista al tiempo que entrecerraba los ojos para intentar imaginar cómo estaría Talin en caso de estar presente en la invasión. -Es imposible saber lo de Talin. Raznet lucharía sólo un poco y se marcharía. Talin se quedaría hasta que sea imposible sobrevivir.
-Si no están juntos, será más difícil encontrarlos. Aunque deberían estar por aquí.
-Sí. Daliny se hubiese acercado a la primera porción de tierra que encuentre. No soportaría un viaje demasiado extenso. Doy por hecho que ella está por alguna de estas islas, bañándose, probablemente.
Tomé un largo trago y luego me dispuse a pedir otro, levantando mi jarra vacía y señalándola con la otra mano.
-Espero que sean capaces de entender este gesto -le comenté a Phab.
Breigal- Cantidad de envíos : 135
Re: Liberando la mente
Bonito viaje. Muy, muy, muy bonito y placentero. En mala hora se le ocurrió tomar el primer navío que partiera de Trinacria, rumbo a cualquier parte. Claro, el muchacho no estaba en Trinacria, no estaba en Moramaile, luego podía estar en cualquier sitio del archipiélago. Pero, ¿quién diablos le mandaba meterse de lleno en la tormenta política que ya se había desatado en las islas?
Mientras caminaba, mojado y aún cubierto de algas no podía dejar de sentirse estúpido. Cargaba con un saco que contenía sus pertenencias, igualmente empapadas, mientras repasaba la larga noche y larga jornada.
Debía ser el mediodía anterior cuando divisaron la vela enemiga en el horizonte frente a las costas de Rhylia, su destino. El navío enemigo, sin enseña que lo identificara, pronto se aprestó a cortarles el rumbo, y aprovechando el viento del sur viraron hacia el norte, hacia la cercana isla de Thialir. Era un barco civil, de transporte, y no tenían nada que hacer contra piratas o soldados, fueran lo que fueran.
A pesar de la maniobra, la mayor velocidad del bajel enemigo se hizo notar, y al anochecer el patrón tenía pocas esperanzas de eludir el abordaje.
-¿Cuántos de ustedes saben combatir? -dijo
Sólo unos pocos alzaron la mano, Arzhel de Loïc entre ellos y el primero, por supuesto.
-Yo, señor, he sido capitán de los ejércitos del rey y del duque de Triskel.
-Os encomiendo la defensa de la nave, maese... -respondió el capitán, dispuesto a cogerse a un clavo ardiente
-Caballero, por favor. Caballero Arzhel de Loïc.
Preparó pues, Arzhel, las defensas, aunque sin confiar mucho en ellas. Hizo amontonar sacos, cuerdas y velas en las dos bordas para protegerse de los proyectiles enemigos, y ordenó repartir armas entre los pasajeros, supieran combatir o no, que eran los más de los casos. Ojalá estuviera allí Lohengrin, pensó. O no, mejor que esté bien lejos, porque aquí nos dejaremos el pellejo, recapacitó observando a su improvisada tropa.
-Cogen esto -les decía a los pasajeros, señalando un hacha de abordaje-, y seguidamente intentan darle tantos golpes como puedan al cabr... que se les acerque primero. Antes de que les de él a ustedes con lo suyo. Como ven, es simple.
Cerca de la media noche, cuando ya se divisaban las costas de Thialir más cerca que lejos, y tras varias andanadas de flechas incendiarias, ambos barcos chocaron y se produjo el abordaje. Una marabunta de soldados enemigos se abalanzó sobre la cubierta del pacífico transporte. Los tripulantes y pasajeros caían como moscas, y a pesar de los gritos de ánimo de Arzhel, era evidente que la batalla estaba perdida. Pero tampoco ganada para los atacantes: los muy estúpidos, como pensó Arzhel, han incendiado nuestro barco y al abordarnos el fuego se ha propagado también a su nave. Imbéciles.
De ese modo, pronto ambas naves se vieron en llamas, y, luego, empezaron a hacer aguas las dos juntas. Ambos, atacados y atacantes, dudaban si tirarse al agua y morir ahogados o quedarse en el barco y morir abrasados. Con enormes crujidos y salpicaduras, las tablas del navío de transporte iban cayendo al agua, donde se apagaban. "No es honroso huir, pero quedarse aquí hasta que el barco se hunda es de estúpidos". Considerando que el combate contra los soldados había terminado (y en tablas), y ahora la verdadera lucha era contra el fuego, Arzhel gritó un "Ahí os pudráis", y se tiró por la borda, saco de viaje (que no había soltado en toda la refriega, incluido).
En el agua se agarró a un tablón y empezó a remar con las manos, intentando ganar la costa mientras los barcos incendiados le iluminaban el camino a sus espaldas.
Tras toda una noche de remo, llegó, mojado y exhausto, a una playa solitaria en la que se desplomó hasta el mediodía. Y entonces, sin tener ni idea de donde estaba -en Thialir, pero sin ningún dato más-, empezó a andar a través de campos y prados.
Y en eso estaba. Con alguna que otra alga todavía en el vestido, y cubierto con la peluda capa obsequio del caballero Lohengrin, intentando protegerse del frío. Llegó tras la larga caminata a una ciudad, y el humo de las chimeneas le trajo a la mente vinos especiados y calientes y deliciosos estofados de carne. Impaciente, preguntó al primer individuo por una taberna cercana, y señaló una de las casas de la calle.
-Muy buena comido, ecónomico y barato -le dijo el tipo, mientras extendía la mano con la palma hacia arriba
-Gracias amigo -le respondió el caballero, dándole la mano con descaro. Ya sólo faltaba que tuviera uno que dar la voluntad hasta por una indicación en la calle.
Entró en la taberna abriendo la puerta de par en par, como una tromba.
-¡Salud! ¡Tabernero, una jarra de vuestro mejor vino y un plato de vuestro mejor estofado! -gritó con voz ronca- Vengo sediento y hambriento, y traigo noticias de primera mano sobre la guerra
Luego, observando el efecto de las últimas palabras sobre los parroquianos se fue a sentar, despacio, en una de las mesas centrales de la estancia, mientras se quitaba la gruesa capa de piel y dejaba la bolsa en el suelo.
Mientras caminaba, mojado y aún cubierto de algas no podía dejar de sentirse estúpido. Cargaba con un saco que contenía sus pertenencias, igualmente empapadas, mientras repasaba la larga noche y larga jornada.
Debía ser el mediodía anterior cuando divisaron la vela enemiga en el horizonte frente a las costas de Rhylia, su destino. El navío enemigo, sin enseña que lo identificara, pronto se aprestó a cortarles el rumbo, y aprovechando el viento del sur viraron hacia el norte, hacia la cercana isla de Thialir. Era un barco civil, de transporte, y no tenían nada que hacer contra piratas o soldados, fueran lo que fueran.
A pesar de la maniobra, la mayor velocidad del bajel enemigo se hizo notar, y al anochecer el patrón tenía pocas esperanzas de eludir el abordaje.
-¿Cuántos de ustedes saben combatir? -dijo
Sólo unos pocos alzaron la mano, Arzhel de Loïc entre ellos y el primero, por supuesto.
-Yo, señor, he sido capitán de los ejércitos del rey y del duque de Triskel.
-Os encomiendo la defensa de la nave, maese... -respondió el capitán, dispuesto a cogerse a un clavo ardiente
-Caballero, por favor. Caballero Arzhel de Loïc.
Preparó pues, Arzhel, las defensas, aunque sin confiar mucho en ellas. Hizo amontonar sacos, cuerdas y velas en las dos bordas para protegerse de los proyectiles enemigos, y ordenó repartir armas entre los pasajeros, supieran combatir o no, que eran los más de los casos. Ojalá estuviera allí Lohengrin, pensó. O no, mejor que esté bien lejos, porque aquí nos dejaremos el pellejo, recapacitó observando a su improvisada tropa.
-Cogen esto -les decía a los pasajeros, señalando un hacha de abordaje-, y seguidamente intentan darle tantos golpes como puedan al cabr... que se les acerque primero. Antes de que les de él a ustedes con lo suyo. Como ven, es simple.
Cerca de la media noche, cuando ya se divisaban las costas de Thialir más cerca que lejos, y tras varias andanadas de flechas incendiarias, ambos barcos chocaron y se produjo el abordaje. Una marabunta de soldados enemigos se abalanzó sobre la cubierta del pacífico transporte. Los tripulantes y pasajeros caían como moscas, y a pesar de los gritos de ánimo de Arzhel, era evidente que la batalla estaba perdida. Pero tampoco ganada para los atacantes: los muy estúpidos, como pensó Arzhel, han incendiado nuestro barco y al abordarnos el fuego se ha propagado también a su nave. Imbéciles.
De ese modo, pronto ambas naves se vieron en llamas, y, luego, empezaron a hacer aguas las dos juntas. Ambos, atacados y atacantes, dudaban si tirarse al agua y morir ahogados o quedarse en el barco y morir abrasados. Con enormes crujidos y salpicaduras, las tablas del navío de transporte iban cayendo al agua, donde se apagaban. "No es honroso huir, pero quedarse aquí hasta que el barco se hunda es de estúpidos". Considerando que el combate contra los soldados había terminado (y en tablas), y ahora la verdadera lucha era contra el fuego, Arzhel gritó un "Ahí os pudráis", y se tiró por la borda, saco de viaje (que no había soltado en toda la refriega, incluido).
En el agua se agarró a un tablón y empezó a remar con las manos, intentando ganar la costa mientras los barcos incendiados le iluminaban el camino a sus espaldas.
Tras toda una noche de remo, llegó, mojado y exhausto, a una playa solitaria en la que se desplomó hasta el mediodía. Y entonces, sin tener ni idea de donde estaba -en Thialir, pero sin ningún dato más-, empezó a andar a través de campos y prados.
Y en eso estaba. Con alguna que otra alga todavía en el vestido, y cubierto con la peluda capa obsequio del caballero Lohengrin, intentando protegerse del frío. Llegó tras la larga caminata a una ciudad, y el humo de las chimeneas le trajo a la mente vinos especiados y calientes y deliciosos estofados de carne. Impaciente, preguntó al primer individuo por una taberna cercana, y señaló una de las casas de la calle.
-Muy buena comido, ecónomico y barato -le dijo el tipo, mientras extendía la mano con la palma hacia arriba
-Gracias amigo -le respondió el caballero, dándole la mano con descaro. Ya sólo faltaba que tuviera uno que dar la voluntad hasta por una indicación en la calle.
Entró en la taberna abriendo la puerta de par en par, como una tromba.
-¡Salud! ¡Tabernero, una jarra de vuestro mejor vino y un plato de vuestro mejor estofado! -gritó con voz ronca- Vengo sediento y hambriento, y traigo noticias de primera mano sobre la guerra
Luego, observando el efecto de las últimas palabras sobre los parroquianos se fue a sentar, despacio, en una de las mesas centrales de la estancia, mientras se quitaba la gruesa capa de piel y dejaba la bolsa en el suelo.
Arzhel de Loïc- Cantidad de envíos : 175
Re: Liberando la mente
Un joven se acercaba a mí para llenar nuevamente mi gran jarra con cerveza fresca, cuando un estrépito se dejó oír en el lugar.
-¿Qué demonios...? -Mi pregunta a Phab se vio respondida antes de terminar de formularse. Un hombre viejo (que, seguramente, era mucho más joven que yo) decía que estaba sediento y hambriento, y que tenía noticias de primera mano sobre la guerra.
-Parece que viene de muy lejos.
-Está completamente arruinado. ¿De qué guerra hablará?
-Los humanos suelen comenzar las guerras con una invasión.
-Oh... cierto... Debe ser la isla donde están los barcos.
-Bueno... Los humanos se salvan como pueden.
Observé al anciano detenidamente. No parecía haber estado en la invasión, pero tampoco parecía ajeno a lo que significaba un combate. Me levanté y me dispuse a preguntarle acerca de la guerra. Me interesaba la posibilidad de que los invasores de esa isla tuviesen alguna relación con los invasores de Werth.
Cuando comencé a caminar, con ese andar que me había significado la popularidad como el "ebrio que no cae", noté que mi jarra estaba demasiado llena, lo que significó que algunas cuantas gotas cayeran al suelo, en el mejor de los casos, o sobre algunas comidas o comensales que se encontraban cerca de mí. Como era lógico que suceda, algunos reaccionaron violentamente.
-No soy alguien que quieras tener como enemigo, así que cierra tu maldita boca y ponte a comer -le dije con un tono increíblemente tranquilo a uno de los nuevos oponentes que parecía haberme ganado con esos dos o tres pasos-. Parece ser que tendré que vaciar esta cosa.
-Este lugar no está adaptado a ti, joven compañero.
-Por supuesto que no lo está. Sólo piensan en sí mismos...
Tomé un largo trago y me incliné tanto hacia atrás que parecía que caería de espaldas al suelo, pero, lejos de eso, recuperé mi postura al terminar el contenido de la jarra y luego me incliné bruscamente hacia adelante para comenzar a caminar. Podía ver que la gente se corría a mi paso, creyendo que los golpearía, como si yo fuese un ebrio de esos que no pueden controlar sus propios pasos. Ese trato realmente me indignaba, eso no pasaba con mis amigos. Caminé a paso rápido hacia la mesa donde se encontraba ese viejo de miserable aspecto. Al parecer su huida no le había sido para nada fácil. Di media vuelta para caer sentado en la silla frente al viejo, al sentarme, por el mismo impulso, dejé mi jarra vacía sobre la mesa y la silla se fue hacia un costado, de manera que mis piernas quedaron en el aire apuntando al lugar del que yo venía. Tomé un ligero envión y me acomodé, luego de lo cual me incliné hacia el centro de la mesa, como quien cuenta una confidencia.
-¿Tú hablas de esa guerra? -le pregunté al viejo señalando el lugar en el que se encontraban los barcos que vi al llegar. -¿Has estado allí?
Si el viejo estuvo en ese lugar, su testimonio podría resultarme útil. Era posible que, de haber estado allí, hubiese visto a alguno de mis dos amigos. En caso de no haber estado, podría haber visto a alguno de los dos en algún lugar. De no haberlos visto, ese hombre no me servía.
-¿Qué demonios...? -Mi pregunta a Phab se vio respondida antes de terminar de formularse. Un hombre viejo (que, seguramente, era mucho más joven que yo) decía que estaba sediento y hambriento, y que tenía noticias de primera mano sobre la guerra.
-Parece que viene de muy lejos.
-Está completamente arruinado. ¿De qué guerra hablará?
-Los humanos suelen comenzar las guerras con una invasión.
-Oh... cierto... Debe ser la isla donde están los barcos.
-Bueno... Los humanos se salvan como pueden.
Observé al anciano detenidamente. No parecía haber estado en la invasión, pero tampoco parecía ajeno a lo que significaba un combate. Me levanté y me dispuse a preguntarle acerca de la guerra. Me interesaba la posibilidad de que los invasores de esa isla tuviesen alguna relación con los invasores de Werth.
Cuando comencé a caminar, con ese andar que me había significado la popularidad como el "ebrio que no cae", noté que mi jarra estaba demasiado llena, lo que significó que algunas cuantas gotas cayeran al suelo, en el mejor de los casos, o sobre algunas comidas o comensales que se encontraban cerca de mí. Como era lógico que suceda, algunos reaccionaron violentamente.
-No soy alguien que quieras tener como enemigo, así que cierra tu maldita boca y ponte a comer -le dije con un tono increíblemente tranquilo a uno de los nuevos oponentes que parecía haberme ganado con esos dos o tres pasos-. Parece ser que tendré que vaciar esta cosa.
-Este lugar no está adaptado a ti, joven compañero.
-Por supuesto que no lo está. Sólo piensan en sí mismos...
Tomé un largo trago y me incliné tanto hacia atrás que parecía que caería de espaldas al suelo, pero, lejos de eso, recuperé mi postura al terminar el contenido de la jarra y luego me incliné bruscamente hacia adelante para comenzar a caminar. Podía ver que la gente se corría a mi paso, creyendo que los golpearía, como si yo fuese un ebrio de esos que no pueden controlar sus propios pasos. Ese trato realmente me indignaba, eso no pasaba con mis amigos. Caminé a paso rápido hacia la mesa donde se encontraba ese viejo de miserable aspecto. Al parecer su huida no le había sido para nada fácil. Di media vuelta para caer sentado en la silla frente al viejo, al sentarme, por el mismo impulso, dejé mi jarra vacía sobre la mesa y la silla se fue hacia un costado, de manera que mis piernas quedaron en el aire apuntando al lugar del que yo venía. Tomé un ligero envión y me acomodé, luego de lo cual me incliné hacia el centro de la mesa, como quien cuenta una confidencia.
-¿Tú hablas de esa guerra? -le pregunté al viejo señalando el lugar en el que se encontraban los barcos que vi al llegar. -¿Has estado allí?
Si el viejo estuvo en ese lugar, su testimonio podría resultarme útil. Era posible que, de haber estado allí, hubiese visto a alguno de mis dos amigos. En caso de no haber estado, podría haber visto a alguno de los dos en algún lugar. De no haberlos visto, ese hombre no me servía.
Breigal- Cantidad de envíos : 135
Re: Liberando la mente
La gente lo miraba con una mezcla de recelo y curiosidad. Sin embargo, antes de que cualquier otro parroquiano pudiera decir la boca, un extraño cliente se levantó de su mesa y con andares extraños comenzó a dirigirse hacia la mesa del caballero. A medio camino derramó unas gotas de la cerveza de su jarra encima del plato de otro hombre, pero unas palabras disuadieron al afectado de intervenir.
El extraño se detuvo, dio un largo trago, y siguió andando como si nada. Bueno, como si nada no. Más borracho que una cuba, pensó el caballero. Mirándolo fijamente, Arzhel observó como el otro se sentaba enfrente suyo y se inclinaba hacia él, inquiriéndole sobre la guerra, confidencialmente.
Interesante, pensó. Desde luego, por su hablar no iba borracho, sino completamente ebrio. Y alguien sin una gota de alcohol en el cuerpo puede fingir ir bebido, pero un borracho nunca conseguirá parecer del todo sobrio.
-¿Que si vengo de la guerra? Sí, desde luego -empezó a llevarse a la boca ávidamente el estofado que le acababa de traer el camarero-. De una guerra más, sí. Es decir, no es la primera. Ni mi primer naufragio, tampoco.
Siguiendo la corriente al extraño, hablaba con un tono flojo, confidencial.
-Un barco sin enseña nos ha abordado entre Rhylia y Thialir. Viajaba en un transporte desde Trinacria hacia Rhylia; El capitán era un tipo listo: es casi imposible llegar hasta Ashper desde Trinacria, pero el buen hombre engañó a las autoridades diciendo que el barco iba hacia Shamataw. Otra cosa -dijo el caballero, enfatizando sus palabras- es que a mitad de camino nos viéramos obligados a hacer escala en una isla cercana que por casualidad fuera Rhylia. De todos modos, un navío militar nos salió al paso y tras perseguirnos durante más de doce horas nos alcanzó cerca de aquí. Nos abordaron, peleamos, ambos navíos se incendiaron y luego se fueron al carajo, al fondo del mar. Ignoro si hay más supervivientes -el caballero se encogió de hombros-. En cualquier caso, ¿por qué os interesa tanto la guerra? No sois de aquí -mencionó en un susurro. Antes de que el otro dijera nada, añadió-: No son muy frecuentes los tipos de dos metros con pelo y ojos rojos.
Entonces llamaron a la puerta y entraron tres guardias.
-¡Alto todo el mundo! Por orden de Alexander Darg, duque de Ashper, y ante la inminente situación de guerra, tenemos la orden de revisar los visados de la población, para evitar espías contrarios al Duque y a la Dama.
Arzhel y su interlocutor estaban sentados en el puro centro de la taberna. Los guardias se dirigían derechos hacia ellos...
El extraño se detuvo, dio un largo trago, y siguió andando como si nada. Bueno, como si nada no. Más borracho que una cuba, pensó el caballero. Mirándolo fijamente, Arzhel observó como el otro se sentaba enfrente suyo y se inclinaba hacia él, inquiriéndole sobre la guerra, confidencialmente.
Interesante, pensó. Desde luego, por su hablar no iba borracho, sino completamente ebrio. Y alguien sin una gota de alcohol en el cuerpo puede fingir ir bebido, pero un borracho nunca conseguirá parecer del todo sobrio.
-¿Que si vengo de la guerra? Sí, desde luego -empezó a llevarse a la boca ávidamente el estofado que le acababa de traer el camarero-. De una guerra más, sí. Es decir, no es la primera. Ni mi primer naufragio, tampoco.
Siguiendo la corriente al extraño, hablaba con un tono flojo, confidencial.
-Un barco sin enseña nos ha abordado entre Rhylia y Thialir. Viajaba en un transporte desde Trinacria hacia Rhylia; El capitán era un tipo listo: es casi imposible llegar hasta Ashper desde Trinacria, pero el buen hombre engañó a las autoridades diciendo que el barco iba hacia Shamataw. Otra cosa -dijo el caballero, enfatizando sus palabras- es que a mitad de camino nos viéramos obligados a hacer escala en una isla cercana que por casualidad fuera Rhylia. De todos modos, un navío militar nos salió al paso y tras perseguirnos durante más de doce horas nos alcanzó cerca de aquí. Nos abordaron, peleamos, ambos navíos se incendiaron y luego se fueron al carajo, al fondo del mar. Ignoro si hay más supervivientes -el caballero se encogió de hombros-. En cualquier caso, ¿por qué os interesa tanto la guerra? No sois de aquí -mencionó en un susurro. Antes de que el otro dijera nada, añadió-: No son muy frecuentes los tipos de dos metros con pelo y ojos rojos.
Entonces llamaron a la puerta y entraron tres guardias.
-¡Alto todo el mundo! Por orden de Alexander Darg, duque de Ashper, y ante la inminente situación de guerra, tenemos la orden de revisar los visados de la población, para evitar espías contrarios al Duque y a la Dama.
Arzhel y su interlocutor estaban sentados en el puro centro de la taberna. Los guardias se dirigían derechos hacia ellos...
Arzhel de Loïc- Cantidad de envíos : 175
Re: Liberando la mente
No desentonaba. Sabía que no era así. Era lógico, estaban en Ashper, eran los representantes (armados) de la Dama y ante la eminencia de una guerra que ya estaba en curso (por inverosimil que sonara la frase) tenía sentido que los guardias estuvieran acompañados por paladines, como ella.
Tres guardias, dos paladines. Los guardias hablaban y actuaban con base en sus ordenes, los paladines mantenían su aire de dignidad traando de darle un ambiente de equilibrio y justicia a sus acciones.
No, no desentonaba.
Pero sentia sobre ella todas las miradas, como si fuera un mosco en la leche, como si todos pudieran notar lo incomoda que se sentía con la indumentaria de paladin, como si todos vieran a distancia la verdad detrás de su serenidad. Porque estaba serena y llevaba el tabardo y la armadura y la espada con naturalidad, como si toda la vida hubiese sido su atuendo normal.
Si supieran cuantos días le tomó acostumbrarse al desequilibrio que representaba el llevar una espada al cinto, se reirían tanto como ella misma lo hizo. Y estaba segura que muy pocas personas entendrían el deseo casi irrefenable que sentía de rascarse la espada o cualquier otra parte, cortesía de la cota de malla y su ropa protectora.
Por ahora, miraba. Había dejado a la otra niña en el templo a las afueras de la ciudad, a buen resguardo, y cumplía con el deber de acompañar a la guardia. Espias. Si ellos supieran sobre espias.
Sus lindos ojos rojos recorrieron la tarberna buscando reacciones nerviosas a las palabras del guardia. Sus ojos rojos, como demonio, se detuvieron en la mesa del centro, en el anciano, en el joven y aun sin darse cuenta, por alguna razón su ceño se frunció. Fue solo una fracción de segundo, pues otro hombre, en otro mesa, hizo un movimiento brusco captando su atención.
A diferencia del otro paladín, ella no llevaba la mano sobre el pomo de la espada, no se paraba como si esperara la aparición de algun engendro oscuro.
- Jonsito!! - dijo medio ebrio, dirigiendose al guardia vocero - tú me conoces, de thsooooda la vida, sabes que no cargo con gisado - sin poderlo evitar, Dulfary enarcó una ceja ydejó salir una sonrisita de gracia. Eso si, la trayectoria del los guardias no cambió.
Tres guardias, dos paladines. Los guardias hablaban y actuaban con base en sus ordenes, los paladines mantenían su aire de dignidad traando de darle un ambiente de equilibrio y justicia a sus acciones.
No, no desentonaba.
Pero sentia sobre ella todas las miradas, como si fuera un mosco en la leche, como si todos pudieran notar lo incomoda que se sentía con la indumentaria de paladin, como si todos vieran a distancia la verdad detrás de su serenidad. Porque estaba serena y llevaba el tabardo y la armadura y la espada con naturalidad, como si toda la vida hubiese sido su atuendo normal.
Si supieran cuantos días le tomó acostumbrarse al desequilibrio que representaba el llevar una espada al cinto, se reirían tanto como ella misma lo hizo. Y estaba segura que muy pocas personas entendrían el deseo casi irrefenable que sentía de rascarse la espada o cualquier otra parte, cortesía de la cota de malla y su ropa protectora.
Por ahora, miraba. Había dejado a la otra niña en el templo a las afueras de la ciudad, a buen resguardo, y cumplía con el deber de acompañar a la guardia. Espias. Si ellos supieran sobre espias.
Sus lindos ojos rojos recorrieron la tarberna buscando reacciones nerviosas a las palabras del guardia. Sus ojos rojos, como demonio, se detuvieron en la mesa del centro, en el anciano, en el joven y aun sin darse cuenta, por alguna razón su ceño se frunció. Fue solo una fracción de segundo, pues otro hombre, en otro mesa, hizo un movimiento brusco captando su atención.
A diferencia del otro paladín, ella no llevaba la mano sobre el pomo de la espada, no se paraba como si esperara la aparición de algun engendro oscuro.
- Jonsito!! - dijo medio ebrio, dirigiendose al guardia vocero - tú me conoces, de thsooooda la vida, sabes que no cargo con gisado - sin poderlo evitar, Dulfary enarcó una ceja ydejó salir una sonrisita de gracia. Eso si, la trayectoria del los guardias no cambió.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Liberando la mente
Cuando el hombre comenzó a hablar, fueron muy pocas las cosas que me quedaron completamente claras: estuvo en la guerra, había naufragado, y tenía experiencia en ambas situaciones. De todos modos, casi me marearon los nombres. Por la manera en que nombraba esos lugares, parecían ser las distintas islas que se encontraban distribuidas en la zona cercana. Saqué algunas monedas y las puse sobre la mesa, improvisando una especie de mapa.
-Entonces él iba de este lugar -comenté a Phabendior acomodando las monedas conforme hablaba- a este otro. Entonces nosotros estamos en el medio -coloqué una moneda entre las dos que estaban ya dispuestas-. Y la isla a la que dijeron que iban debe quedar en esta misma dirección. -Finalicé mi razonamiento colocando una cuarta moneda. Me quedé mirando con un aire de tristeza en los ojos.
-¿Qué sucede?
-Son demasiadas islas. Y si los persiguieron durante doce horas significa que los barcos tardan demasiado en recorrer estas distancias. ¿Cómo demonios haré para encontrarlos?
-Mi primera idea es que busques los barcos que invadieron Werth. No existiría otra forma de abandonar esa isla.
-Y al encontrar ese barco sabré en qué isla se encuentran. ¡Eso es!
Cuando el anciano me preguntó acerca de mi interés por la guerra, lo miré arqueando una ceja. Por un momento hasta había olvidado que él estaba allí.
-No, no soy de aquí. Ésta es la mayor prueba -le dije mostrándole mi jarra de cerveza-. Mi hogar tiene algunas copas que fueron adaptadas a mi manera de caminar. Con esta boca tan grande, es obvio que el líquido caerá por todos lados. Vengo de muy lejos. Muy lejos... Mi hogar fue invadido hace algunos años y estoy aquí buscando a dos amigos. Aún están con vida, e imagino que están en alguna de estas islas.
Levanté mi jarra nuevamente y repetí el gesto de la última vez. En eso, oí una voz diciendo algo de que venían por orden de "Alexander no sé cuánto" y que iban a revisarnos para evitar espías. Sin embargo, una frase fue la que motivó mi respuesta: "Alto todo el mundo".
-Nadie se ha movido -le dije inclinando mi cabeza hacia atrás, haciendo que caiga del otro lado del respaldo de la silla, para poder verlo. Eran tres guardias, escoltados por dos personas de radiantes armaduras, que se dirigían a la mesa donde estábamos el viejo y yo. Retomé mi posición y guardé las monedas-. Nuestro pasado parece perseguirnos, viejo amigo -le comenté a Phab sonriendo. Un cliente de la taberna que no podía evitar demostrar que el alcohol dominaba cada uno de sus actos se levantó y comenzó a hablar.
-Ojos rojos -me dijo Phabendior con un tono levemente sorprendido.
-Al menos no me juzgarán por mis ojos. Ella también los tiene de este color. -Me levanté lentamente, guardando las monedas en la bolsa que cargaba a un lado, y me acerqué a los guardias con cautela, aunque mi paso hacía parecer completamente sobrio al hombre que acababa de levantarse, a pesar de que yo realmente tenía un completo control de mis actos. Más allá de todo, me estaba irritando bastante que por culpa de esos guardias el tabernero no había venido para llenar mi jarra de cerveza. -¿Me permiten ver sus insignias? -pregunté con un tono casi inocente, que no resultó demasiado convincente debido a la gruesa voz que salía de mi boca. Acerqué mi cabeza lentamente para observar las insignias que los protectores de los guardias tenían y noté que eran distintas a las de los humanos de Werth. -No son ellos -comenté-. ¿Dónde tenemos el escudo?
-En el barco.
-Cierto. ¿Me disculparían unos instantes? -pregunté a los soldados.- Tengo que ir a buscar un pequeño escudo para ver si alguno de los presentes conoce la insignia. -La mirada que me dirigieron me hizo interpretar que no tenían intenciones de dejarme salir de allí. Suspiré indignado y me apoyé sobre el respaldo de mi silla sosteniéndome con el brazo derecho. -Bien... ¿Cómo demonios se supone que demostraré que no soy un espía?
-Nunca puede saberse nada con los humanos.
-Cierto. Aunque quizás me comprendan si les explico qué hago aquí. Estoy aquí porque estoy buscando a dos amigos que no tengo idea de adónde se encuentran. Uno es un muchacho de cabello y ojos azules y la otra es una hermosa mujer de cabello y ojos verdes. -Levanté las cejas e inspiré profundamente para luego suspirar fugazmente.- ¿Los han visto? -les pregunté levantando levemente el mentón, como señalándolos con la cabeza. -No tengo idea de quién es el duque "Alex-algo" o esa dama de la que hablan. Ni siquiera tengo idea de dónde estoy. ¿Dónde está mi cerveza? -le grité al tabernero, con la impaciencia dominando cada vibración de mis cuerdas vocales. Luego volví mi vista hacia esa soldado de ojos rojos. -Por cierto, bonitos ojos -le dije sonriendo con melancolía. Esa frase era la que solía decirle a Daliny para dibujarle una leve sonrisa cuando pasaba por un mal momento. No podía creer que en lugar de buscarla estuviese perdiendo tiempo bebiendo, hablando con un desconocido y platicando con unos guardias que no parecían capaces de resultarme útiles.
-Entonces él iba de este lugar -comenté a Phabendior acomodando las monedas conforme hablaba- a este otro. Entonces nosotros estamos en el medio -coloqué una moneda entre las dos que estaban ya dispuestas-. Y la isla a la que dijeron que iban debe quedar en esta misma dirección. -Finalicé mi razonamiento colocando una cuarta moneda. Me quedé mirando con un aire de tristeza en los ojos.
-¿Qué sucede?
-Son demasiadas islas. Y si los persiguieron durante doce horas significa que los barcos tardan demasiado en recorrer estas distancias. ¿Cómo demonios haré para encontrarlos?
-Mi primera idea es que busques los barcos que invadieron Werth. No existiría otra forma de abandonar esa isla.
-Y al encontrar ese barco sabré en qué isla se encuentran. ¡Eso es!
Cuando el anciano me preguntó acerca de mi interés por la guerra, lo miré arqueando una ceja. Por un momento hasta había olvidado que él estaba allí.
-No, no soy de aquí. Ésta es la mayor prueba -le dije mostrándole mi jarra de cerveza-. Mi hogar tiene algunas copas que fueron adaptadas a mi manera de caminar. Con esta boca tan grande, es obvio que el líquido caerá por todos lados. Vengo de muy lejos. Muy lejos... Mi hogar fue invadido hace algunos años y estoy aquí buscando a dos amigos. Aún están con vida, e imagino que están en alguna de estas islas.
Levanté mi jarra nuevamente y repetí el gesto de la última vez. En eso, oí una voz diciendo algo de que venían por orden de "Alexander no sé cuánto" y que iban a revisarnos para evitar espías. Sin embargo, una frase fue la que motivó mi respuesta: "Alto todo el mundo".
-Nadie se ha movido -le dije inclinando mi cabeza hacia atrás, haciendo que caiga del otro lado del respaldo de la silla, para poder verlo. Eran tres guardias, escoltados por dos personas de radiantes armaduras, que se dirigían a la mesa donde estábamos el viejo y yo. Retomé mi posición y guardé las monedas-. Nuestro pasado parece perseguirnos, viejo amigo -le comenté a Phab sonriendo. Un cliente de la taberna que no podía evitar demostrar que el alcohol dominaba cada uno de sus actos se levantó y comenzó a hablar.
-Ojos rojos -me dijo Phabendior con un tono levemente sorprendido.
-Al menos no me juzgarán por mis ojos. Ella también los tiene de este color. -Me levanté lentamente, guardando las monedas en la bolsa que cargaba a un lado, y me acerqué a los guardias con cautela, aunque mi paso hacía parecer completamente sobrio al hombre que acababa de levantarse, a pesar de que yo realmente tenía un completo control de mis actos. Más allá de todo, me estaba irritando bastante que por culpa de esos guardias el tabernero no había venido para llenar mi jarra de cerveza. -¿Me permiten ver sus insignias? -pregunté con un tono casi inocente, que no resultó demasiado convincente debido a la gruesa voz que salía de mi boca. Acerqué mi cabeza lentamente para observar las insignias que los protectores de los guardias tenían y noté que eran distintas a las de los humanos de Werth. -No son ellos -comenté-. ¿Dónde tenemos el escudo?
-En el barco.
-Cierto. ¿Me disculparían unos instantes? -pregunté a los soldados.- Tengo que ir a buscar un pequeño escudo para ver si alguno de los presentes conoce la insignia. -La mirada que me dirigieron me hizo interpretar que no tenían intenciones de dejarme salir de allí. Suspiré indignado y me apoyé sobre el respaldo de mi silla sosteniéndome con el brazo derecho. -Bien... ¿Cómo demonios se supone que demostraré que no soy un espía?
-Nunca puede saberse nada con los humanos.
-Cierto. Aunque quizás me comprendan si les explico qué hago aquí. Estoy aquí porque estoy buscando a dos amigos que no tengo idea de adónde se encuentran. Uno es un muchacho de cabello y ojos azules y la otra es una hermosa mujer de cabello y ojos verdes. -Levanté las cejas e inspiré profundamente para luego suspirar fugazmente.- ¿Los han visto? -les pregunté levantando levemente el mentón, como señalándolos con la cabeza. -No tengo idea de quién es el duque "Alex-algo" o esa dama de la que hablan. Ni siquiera tengo idea de dónde estoy. ¿Dónde está mi cerveza? -le grité al tabernero, con la impaciencia dominando cada vibración de mis cuerdas vocales. Luego volví mi vista hacia esa soldado de ojos rojos. -Por cierto, bonitos ojos -le dije sonriendo con melancolía. Esa frase era la que solía decirle a Daliny para dibujarle una leve sonrisa cuando pasaba por un mal momento. No podía creer que en lugar de buscarla estuviese perdiendo tiempo bebiendo, hablando con un desconocido y platicando con unos guardias que no parecían capaces de resultarme útiles.
Breigal- Cantidad de envíos : 135
Re: Liberando la mente
Arzhel había conocido a muchos individuos extraños a lo largo de sus andanzas, pero por todos los diablos que si aquél tipo no se llevaba la palma, sería por muy poco. A medida que le explicaba lo que le había inquirido el otro cada vez parecía poner menos atención. Vio que utilizaba las monedas como mapa para aclararse, lo que acabó de confirmar las sospechas de Arzhel de que no era del archipiélago. Y sensatamente, según Arzhel, fue honesto y respondió afirmativamente a la pregunta del caballero.
Éste fingió interés mientras su interlocutor hablaba de las jarras de cerveza y de por qué deberían ser de boca más estrecha, pero la atención se tornó verdadera cuando mencionó que se hallaba buscando dos compañeros por las islas.
-¡Por vida de...! -exclamó al oír aquello-. ¡Yo también, camarada! Es también una búsqueda la que me lleva por el archipiélago... Y contad, ¿cómo son...?
Pero la irrupción de los guardias impidió a Arzhel terminar su pregunta. Observó como entraban y se dirigían hacia ellos, en el centro de la taberna. Los examinó con ojo rápido, militar. Tres tipos vulgares, mercenarios comunes y corrientes, sólo que con enseña. La cristalización del concepto de "guardia de ciudad". Más toscos que otra cosa pero bien armados, lo que los convertía, en grupo de tres, en un rival ligeramente preocupante.
Pero para nada tan preocupante como los otros. Paladines. Guerreros sagrados, todo eso. Había visto muchos, y solían pelear bien. Aunque le sorprendió mucho la única chica del grupo. Muy joven, pensó, pero por algo está ahí. No podía confiar ni un pelo.
Mientras se oía los balbuceos de un borracho que parecía ser amigo del guardia con pintas de oficial -el tal Jonsito, se dijo mientras reía para sus adentros-, su compañero de mesa se levantó dirigiéndose a los guardias, y empezó a hablarles. Maldición, pensó. Partiendo de que el tipo no era de allí, necesitaba por narices el visado si no quería ir a dar con sus huesos en el calabozo, o en algún lugar peor. No iba a conseguir despistar a los guardias tan ricamente. Y menos haciéndose el loco o el borracho, pues su historia parecía creada por completo bajo los influjos del vino. Y además estaba él, claro. Sin visado ni ni nada que se le pareciera. Y el misterioso barco pirata podía ser perfectamente del ducado de Ashper -sus hombres eran soldados, no bandidos-, así que mencionar el asunto podría ser muy poco prudente.
Se levantó y fingió tropezar con su saco a las espaldas del desconocido, justo para susurrarle con voz queda sin que nadie le viera unas palabras.
-No lo intentes. Sin visado, de aquí sólo sales al calabozo.
Luego, se dirigió a los guardias.
-Sí, disculpen a mi camarada. Estamos buscando por todo el archipiélago a tres individuos. No son peligrosos, sencillamente tenemos órdenes de devolverlos a sus hogares. Palabra de caballero -dijo, posando la diestra sobre el pecho-. Pero mi amigo ha bebido demasiado y, bueno, ahora mismo no recuerda muy bien dónde se encuentra. Pero con lo devoto que es, créanme, es una broma, claro que sabe quién es la Dama, y es un firme creyente -lo miró, y le dijo, poniendo enfásis en sus palabras-: ¿No, compañero? ¡La Dama! ¡Nuestra Señora la Dama!
No sabía si estaba convenciendo de algo a a los guardias, o sólo empeoraba la situación. Pero ahora había que llegar hasta el final.
Éste fingió interés mientras su interlocutor hablaba de las jarras de cerveza y de por qué deberían ser de boca más estrecha, pero la atención se tornó verdadera cuando mencionó que se hallaba buscando dos compañeros por las islas.
-¡Por vida de...! -exclamó al oír aquello-. ¡Yo también, camarada! Es también una búsqueda la que me lleva por el archipiélago... Y contad, ¿cómo son...?
Pero la irrupción de los guardias impidió a Arzhel terminar su pregunta. Observó como entraban y se dirigían hacia ellos, en el centro de la taberna. Los examinó con ojo rápido, militar. Tres tipos vulgares, mercenarios comunes y corrientes, sólo que con enseña. La cristalización del concepto de "guardia de ciudad". Más toscos que otra cosa pero bien armados, lo que los convertía, en grupo de tres, en un rival ligeramente preocupante.
Pero para nada tan preocupante como los otros. Paladines. Guerreros sagrados, todo eso. Había visto muchos, y solían pelear bien. Aunque le sorprendió mucho la única chica del grupo. Muy joven, pensó, pero por algo está ahí. No podía confiar ni un pelo.
Mientras se oía los balbuceos de un borracho que parecía ser amigo del guardia con pintas de oficial -el tal Jonsito, se dijo mientras reía para sus adentros-, su compañero de mesa se levantó dirigiéndose a los guardias, y empezó a hablarles. Maldición, pensó. Partiendo de que el tipo no era de allí, necesitaba por narices el visado si no quería ir a dar con sus huesos en el calabozo, o en algún lugar peor. No iba a conseguir despistar a los guardias tan ricamente. Y menos haciéndose el loco o el borracho, pues su historia parecía creada por completo bajo los influjos del vino. Y además estaba él, claro. Sin visado ni ni nada que se le pareciera. Y el misterioso barco pirata podía ser perfectamente del ducado de Ashper -sus hombres eran soldados, no bandidos-, así que mencionar el asunto podría ser muy poco prudente.
Se levantó y fingió tropezar con su saco a las espaldas del desconocido, justo para susurrarle con voz queda sin que nadie le viera unas palabras.
-No lo intentes. Sin visado, de aquí sólo sales al calabozo.
Luego, se dirigió a los guardias.
-Sí, disculpen a mi camarada. Estamos buscando por todo el archipiélago a tres individuos. No son peligrosos, sencillamente tenemos órdenes de devolverlos a sus hogares. Palabra de caballero -dijo, posando la diestra sobre el pecho-. Pero mi amigo ha bebido demasiado y, bueno, ahora mismo no recuerda muy bien dónde se encuentra. Pero con lo devoto que es, créanme, es una broma, claro que sabe quién es la Dama, y es un firme creyente -lo miró, y le dijo, poniendo enfásis en sus palabras-: ¿No, compañero? ¡La Dama! ¡Nuestra Señora la Dama!
No sabía si estaba convenciendo de algo a a los guardias, o sólo empeoraba la situación. Pero ahora había que llegar hasta el final.
Arzhel de Loïc- Cantidad de envíos : 175
Re: Liberando la mente
La mirada de Dulfary se hacía por momentos más seria, en especial con las respuestas y los ademanes que se ocurrían en el lugar. No pudo evitar identificar, con cierta chispa, al sujeto en el centro de la taberna como “el gracioso de turno” que buscaba zafarse de la obligación de los papeles con comentarios como el que acaba de hacer “Nadie se ha movido”
Por supuesto, el moverse, contra la indicación que acababan de hacer los guardias, no es que los dejara muy tranquilos que digamos. Todo lo contrario, los tres guardias, y el paladín se pusieron tensos, previeron problemas y su actitud fue un poco más hostil. Dulfary, sin poderlo evitar dejó traslucir esa expresión de inocencia y contención de diversión ante lo podría ocurrir en cualquier momento ~ ains hermano viento, no hay forma que no me lleguen los problemas, verdad? ~ su sonrisa fue tuene a luz pública, pero internamente era bastante amplia.
- Les he dicho que no se muevan!! – advirtió el vocero, un instante antes que el caballero se tropezara al levantarse. Los cuatro hombres se detuvieron en actitud defensiva, mientras Dulfary siguió avanzando.
- No son nuestras insignias las que están en duda – trató de explicar la muchacha, sin lograr ser tan dura como hubiese preferido ser. Al hablarle volvió a clavar su mirada en la de él y entonces por fin pareció dudar.
Tenía los ojos rojos. ~ Que rayo…? Demonio!! NO!!, no lo es ~ dirigió la mirada rápidamente a la sombra que proyectaba, buscaba algún indicio de su clan, era muy raro ver a alguien con los ojos rojos, al volver la vista a él, lo hizo con recelo, sin saber que fue primero, si la sensación o la forma inquietante en que se le había erizado el vello de la nuca. Aunque no hubo un pensamiento ni una palabra, sus ojos si fueron elocuentes: Tú eres un bicho raro, a mi no me lo puedes ocultar.
De ahí a que ella misma supiera exactamente qué tenía de raro había un gran abismo. Por fortuna las palabras del caballero la sacaron de ese instante de tensión. Toda la información era demasiado incongruente, uno parecía hablar solo el otro parecía mejor ubicado en la realidad, sería efecto de los tragos? Sin embargo el comentario sobre sus ojos, la forma melancólica en la que lo dijo, la desconcertó un poco y solo por ocultar su turbación pasó a ser hostil
- A burlarse de las mas vieja de tu casa – le espetó a Breigal y de inmediato pasó la vista al supuesto caballero – Eso te incluye a ti. No conocen al Duque, él no tiene la más remota idea de quien es la Dama – el silencio en la taberna y toda la atención en ella la empezó a poner nerviosa, pero ahora no podía detenerse, no cuando incluso el otro Paladín esperaba que ella terminara de actuar.
Con el corazón en la garganta, dejó pasar un segundo de tenso silencio y entonces, sonrió, con malicia, que en su carita angelical más parecía picardía.
- No deshonrare su palabra, Caballero – dijo llevándose la mano al pecho con cierta solemnidad – Espero me sepa disculpar. Pero ha de entender que necesitamos pruebas, mientras los demás presentes ponen a mano sus credenciales, serías tan amable de mostrarle el pergamino con el cual les dieron la misión de búsqueda? Por cierto, de qué orden dijiste que provienes?– mientras el otro paladín tenía la mano sobre el pomo de la espada, Dulfary la llevó con sutileza a su espalda, lejos de la espada, más bien cerca de su bolsita de armas. Con la mano libre, le hizo una indicación a los dos hombres para que se separaran y fue el turno de sonreírle al chico de los ojos rojos, inquietantes ojos rojos
– Ya que tu amigo te recordó que tan devoto eres de la Dama, porque no nos deleitas a todos acá presentes con la oración a la Luz de la Dama? – sus ojos rojos seguían mirándolo con picardía, a sabiendas que estaba siendo muy infantil, rayando en lo cruel, para sus propios cánones.
- A ver, todos los demás!! Sus papeles!!!! -
Por supuesto, el moverse, contra la indicación que acababan de hacer los guardias, no es que los dejara muy tranquilos que digamos. Todo lo contrario, los tres guardias, y el paladín se pusieron tensos, previeron problemas y su actitud fue un poco más hostil. Dulfary, sin poderlo evitar dejó traslucir esa expresión de inocencia y contención de diversión ante lo podría ocurrir en cualquier momento ~ ains hermano viento, no hay forma que no me lleguen los problemas, verdad? ~ su sonrisa fue tuene a luz pública, pero internamente era bastante amplia.
- Les he dicho que no se muevan!! – advirtió el vocero, un instante antes que el caballero se tropezara al levantarse. Los cuatro hombres se detuvieron en actitud defensiva, mientras Dulfary siguió avanzando.
- No son nuestras insignias las que están en duda – trató de explicar la muchacha, sin lograr ser tan dura como hubiese preferido ser. Al hablarle volvió a clavar su mirada en la de él y entonces por fin pareció dudar.
Tenía los ojos rojos. ~ Que rayo…? Demonio!! NO!!, no lo es ~ dirigió la mirada rápidamente a la sombra que proyectaba, buscaba algún indicio de su clan, era muy raro ver a alguien con los ojos rojos, al volver la vista a él, lo hizo con recelo, sin saber que fue primero, si la sensación o la forma inquietante en que se le había erizado el vello de la nuca. Aunque no hubo un pensamiento ni una palabra, sus ojos si fueron elocuentes: Tú eres un bicho raro, a mi no me lo puedes ocultar.
De ahí a que ella misma supiera exactamente qué tenía de raro había un gran abismo. Por fortuna las palabras del caballero la sacaron de ese instante de tensión. Toda la información era demasiado incongruente, uno parecía hablar solo el otro parecía mejor ubicado en la realidad, sería efecto de los tragos? Sin embargo el comentario sobre sus ojos, la forma melancólica en la que lo dijo, la desconcertó un poco y solo por ocultar su turbación pasó a ser hostil
- A burlarse de las mas vieja de tu casa – le espetó a Breigal y de inmediato pasó la vista al supuesto caballero – Eso te incluye a ti. No conocen al Duque, él no tiene la más remota idea de quien es la Dama – el silencio en la taberna y toda la atención en ella la empezó a poner nerviosa, pero ahora no podía detenerse, no cuando incluso el otro Paladín esperaba que ella terminara de actuar.
Con el corazón en la garganta, dejó pasar un segundo de tenso silencio y entonces, sonrió, con malicia, que en su carita angelical más parecía picardía.
- No deshonrare su palabra, Caballero – dijo llevándose la mano al pecho con cierta solemnidad – Espero me sepa disculpar. Pero ha de entender que necesitamos pruebas, mientras los demás presentes ponen a mano sus credenciales, serías tan amable de mostrarle el pergamino con el cual les dieron la misión de búsqueda? Por cierto, de qué orden dijiste que provienes?– mientras el otro paladín tenía la mano sobre el pomo de la espada, Dulfary la llevó con sutileza a su espalda, lejos de la espada, más bien cerca de su bolsita de armas. Con la mano libre, le hizo una indicación a los dos hombres para que se separaran y fue el turno de sonreírle al chico de los ojos rojos, inquietantes ojos rojos
– Ya que tu amigo te recordó que tan devoto eres de la Dama, porque no nos deleitas a todos acá presentes con la oración a la Luz de la Dama? – sus ojos rojos seguían mirándolo con picardía, a sabiendas que estaba siendo muy infantil, rayando en lo cruel, para sus propios cánones.
- A ver, todos los demás!! Sus papeles!!!! -
Última edición por Dulfary el 09/01/12, 06:04 am, editado 1 vez
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Liberando la mente
Así que el viejo estaba buscando a alguien también. Podría ser una buena coincidencia.
-Si yo te parezco inusual mis amigos te parecerán nacidos en otro mundo.
De acuerdo a lo que veía en el bar, yo era el más físicamente normal de los tres. A mí me delataban los ojos, pero a ellos su cabello. Sí, parecía tener sentido. Si yo no tenía eso que los guardias exigían, era peligroso y, por ende, me encerrarían para obligarme a confesar mis intenciones.
-Los calabozos me dan risa -le dije al viejo intentando tranquilizarlo. Si él supiera lo que las vendas tapaban.
Me llamó considerablemente la atención ver la reacción que tuvo la pequeña de ojos rojos al verme. Fue como si buscara algo a mi alrededor. Una incómoda idea atravesó mi mente: ¿buscaba a Phabendior?
-Me encantaría tener a alguien viejo en mi casa... Si hasta parece que hace siglos que vivo solo.
Lo que el viejo dijo sobre mí, que el alcohol me dominaba, me pareció una buena táctica para evitar que pensaran que les estaba tomando el pelo. Le hubiese seguido el juego gustosamente si no fuese por lo que la chica me dijo. ¿Oración a la Luz de la Dama?
-Sí... la oración esa... -comenté alzando la vista, como si intentara recordar algo. Sabía que no existía ninguna salida posible. En el caso de que el viejo quisiera cantarla por mí, seguramente le ordenarían guardar silencio. -Verás... no sé si él tendrá el pergamino, yo sólo tengo algunos objetos que me han sido facilitados para encontrar a mis amigos. No me gustaría obligarlos a creerme. Talin era el que no dudaba en recurrir a la violencia de ser necesario. Mi diosa me regaló una gran fortaleza, la diosa de Talin me regaló algo para sanar cualquier herida, y la diosa de Daliny me regaló un bello búho.
Esperé a que el búho de Sast decidiera aparecer por ese bar. Mientras lo hacía, fijé mi vista en los ojos de la chica de ojos rojos. Algo en ella me parecía extraño. Parecía haberse percatado de que yo no era humano. Luego de un instante que me resultó imposible estimar, el búho se posó en mi hombro tras atravesar la puerta. Su aspecto gaseoso daba la impresión de que se trataba de una nube con forma.
-Si pretenden llevarme a un calabozo, adelante, pero sepan que no soy fácil de atrapar. Athanexis me trajo al mundo para soportar el dolor físico como ustedes sólo podrían soñar con hacerlo. -Me desenrollé parcialmente una de mis vendas de los brazos para mostrarles las quemaduras que habían devorado mi carne 14 años atrás. Luego de mostrarles toda la circunferencia de mi brazo, donde ningún poro se encontraba sano, lo cubrí nuevamente. -No sé si servirá de algo, pero quizás comprendan que no soy peligroso si usan mi espada. -Levanté mis brazos para que la niña (parecíamos tener la misma edad, pero estaba seguro de que le llevaba más de un siglo y medio de vida) pudiese tomar la espada que colgaba a un lado de mi cintura. -Tómala e intenta cortarme un brazo con ella. Se los aseguro, no soy peligroso, aunque tampoco recomiendo que me subestimen.
-Si yo te parezco inusual mis amigos te parecerán nacidos en otro mundo.
De acuerdo a lo que veía en el bar, yo era el más físicamente normal de los tres. A mí me delataban los ojos, pero a ellos su cabello. Sí, parecía tener sentido. Si yo no tenía eso que los guardias exigían, era peligroso y, por ende, me encerrarían para obligarme a confesar mis intenciones.
-Los calabozos me dan risa -le dije al viejo intentando tranquilizarlo. Si él supiera lo que las vendas tapaban.
Me llamó considerablemente la atención ver la reacción que tuvo la pequeña de ojos rojos al verme. Fue como si buscara algo a mi alrededor. Una incómoda idea atravesó mi mente: ¿buscaba a Phabendior?
-Me encantaría tener a alguien viejo en mi casa... Si hasta parece que hace siglos que vivo solo.
Lo que el viejo dijo sobre mí, que el alcohol me dominaba, me pareció una buena táctica para evitar que pensaran que les estaba tomando el pelo. Le hubiese seguido el juego gustosamente si no fuese por lo que la chica me dijo. ¿Oración a la Luz de la Dama?
-Sí... la oración esa... -comenté alzando la vista, como si intentara recordar algo. Sabía que no existía ninguna salida posible. En el caso de que el viejo quisiera cantarla por mí, seguramente le ordenarían guardar silencio. -Verás... no sé si él tendrá el pergamino, yo sólo tengo algunos objetos que me han sido facilitados para encontrar a mis amigos. No me gustaría obligarlos a creerme. Talin era el que no dudaba en recurrir a la violencia de ser necesario. Mi diosa me regaló una gran fortaleza, la diosa de Talin me regaló algo para sanar cualquier herida, y la diosa de Daliny me regaló un bello búho.
Esperé a que el búho de Sast decidiera aparecer por ese bar. Mientras lo hacía, fijé mi vista en los ojos de la chica de ojos rojos. Algo en ella me parecía extraño. Parecía haberse percatado de que yo no era humano. Luego de un instante que me resultó imposible estimar, el búho se posó en mi hombro tras atravesar la puerta. Su aspecto gaseoso daba la impresión de que se trataba de una nube con forma.
-Si pretenden llevarme a un calabozo, adelante, pero sepan que no soy fácil de atrapar. Athanexis me trajo al mundo para soportar el dolor físico como ustedes sólo podrían soñar con hacerlo. -Me desenrollé parcialmente una de mis vendas de los brazos para mostrarles las quemaduras que habían devorado mi carne 14 años atrás. Luego de mostrarles toda la circunferencia de mi brazo, donde ningún poro se encontraba sano, lo cubrí nuevamente. -No sé si servirá de algo, pero quizás comprendan que no soy peligroso si usan mi espada. -Levanté mis brazos para que la niña (parecíamos tener la misma edad, pero estaba seguro de que le llevaba más de un siglo y medio de vida) pudiese tomar la espada que colgaba a un lado de mi cintura. -Tómala e intenta cortarme un brazo con ella. Se los aseguro, no soy peligroso, aunque tampoco recomiendo que me subestimen.
Breigal- Cantidad de envíos : 135
Re: Liberando la mente
El caballero sonrió torcido. Los paladines siempre creen que son los únicos con derecho a correr aventuras por el mundo. Le fastidiaban mucho, sobretodo los que se creían superiores al resto por ser paladines. Como si eso le demostrara algo. Todos los humanos sangran, y mueren. En otra situación le hubiera contestado con la misma brusquedad con la que le había hablado ella al otro, pero era consciente de que no mejoraría nada con eso.
-Estoy seguro que sabéis perfectamente que no es necesario ni pertenecer a una orden ni tener un pergamino de misión de búsqueda oficial para salir en busca de alguien, y menos si no es ningún criminal, sino un muchacho que ha huido de casa. Algunos no tenemos la necesidad de verificar con papeles, permisos, símbolos y demás parafernalia lo que podemos demostrar por nosotros mismos.
Y dicho esto, como para enfatizar exactamente con qué demostraba él lo que hiciera falta llegado el caso, apoyó muy lentamente la diestra en la espada que llevaba al cinto, mientras observaba a los otros. Reparó en que la chica, en cambio, apartó como al descuido la mano de su arma. O del arma que él veía, pensó.
El aire se podía cortar como un cuchillo, y entonces, para acabarlo de arreglar, la otra inquirió al pelirrojo sobre la oración de la Dama. A ojos de Arzhel, la joven parecía disfrutar como un niño, como un gato que juega con un ratón antes de zampárselo, relamiéndose.
Entonces, el caballero observó, atónito, la salida del extraño. ¿Talin? ¿Daliny? ¿Athanexis? ¿Un búho? No entendía nada, y siguió entendiendo poco cuando el formidable animal entró en la posada. Era mágico, sin duda alguna. Intentando disimular su desconcierto, no dijo nada.
Pero el otro era una caja de sorpresas, y al descubrirse los brazos pudo ver las terribles heridas que las vendas ocultaban. No es que no fuera del archipiélago, es que no podía ser humano. Había visto muchas heridas a lo largo de su vida, y a hombres retorcerse de dolor en el suelo, incapaces de otra cosa, por la décima parte de lo que habían sufrido los brazos del otro.
Y cuando, para rematar el surrealismo de la situación, el extraño le ofreció la espada a la chica, el caballero no pudo menos que prepararse para no sabía exactamente el qué. Sin duda la espada no le haría ningún daño al otro, pero, ¿bastaría para convencer a la patrulla? Sólo esperaba que en el caso de que así fuera, también sirviera para demostrar su inocencia, de rebote. Y si no, pensó mientras le dirigía a la joven una inquietante sonrisa de perro viejo y carnicero, peor para ellos.
-Estoy seguro que sabéis perfectamente que no es necesario ni pertenecer a una orden ni tener un pergamino de misión de búsqueda oficial para salir en busca de alguien, y menos si no es ningún criminal, sino un muchacho que ha huido de casa. Algunos no tenemos la necesidad de verificar con papeles, permisos, símbolos y demás parafernalia lo que podemos demostrar por nosotros mismos.
Y dicho esto, como para enfatizar exactamente con qué demostraba él lo que hiciera falta llegado el caso, apoyó muy lentamente la diestra en la espada que llevaba al cinto, mientras observaba a los otros. Reparó en que la chica, en cambio, apartó como al descuido la mano de su arma. O del arma que él veía, pensó.
El aire se podía cortar como un cuchillo, y entonces, para acabarlo de arreglar, la otra inquirió al pelirrojo sobre la oración de la Dama. A ojos de Arzhel, la joven parecía disfrutar como un niño, como un gato que juega con un ratón antes de zampárselo, relamiéndose.
Entonces, el caballero observó, atónito, la salida del extraño. ¿Talin? ¿Daliny? ¿Athanexis? ¿Un búho? No entendía nada, y siguió entendiendo poco cuando el formidable animal entró en la posada. Era mágico, sin duda alguna. Intentando disimular su desconcierto, no dijo nada.
Pero el otro era una caja de sorpresas, y al descubrirse los brazos pudo ver las terribles heridas que las vendas ocultaban. No es que no fuera del archipiélago, es que no podía ser humano. Había visto muchas heridas a lo largo de su vida, y a hombres retorcerse de dolor en el suelo, incapaces de otra cosa, por la décima parte de lo que habían sufrido los brazos del otro.
Y cuando, para rematar el surrealismo de la situación, el extraño le ofreció la espada a la chica, el caballero no pudo menos que prepararse para no sabía exactamente el qué. Sin duda la espada no le haría ningún daño al otro, pero, ¿bastaría para convencer a la patrulla? Sólo esperaba que en el caso de que así fuera, también sirviera para demostrar su inocencia, de rebote. Y si no, pensó mientras le dirigía a la joven una inquietante sonrisa de perro viejo y carnicero, peor para ellos.
Arzhel de Loïc- Cantidad de envíos : 175
Re: Liberando la mente
Las palabras del viejo le confirmaron lo que sus ojos ya veían y su corazón intuía: realmente era un caballero. Se atrevió a pensar incluso que podría ser como el señor Lohengrin. Sin embargo, los ojos de Dulfary se abrieron de par cuando el chico de los ojos rojos empezó a nombrar diosas.
~ Se va a hacer matar!!! ~ Mas que sorpresa, pedían que se callara, lo trataba de encubrir. Sus ojos se fueron al caballero, una súplica muda: cállalo, acá va a correr sangre.
El búho era la tapa de la olla en todo aquello. Tenía un corazón dual, era bueno, pero tenía una mancha, y sólo por la parte buena era que ella no se atrevía a hacer un escándalo propio de la Orden de la Dama.
- Eso es un reto? – preguntó divertida ante la perspectiva de tratarse de alguien difícil de atrapar… hasta que mostró sus heridas. También fue por esa parte buena que su mirada se tornó compasiva.
Sólo un segundo. Tomar su espada no estaba entre sus planes. Si quisiera hacerle daño, tendría que usar sus propias armas, no tomaría la espada de nadie más. Era demasiado confiado, o era tonto. ~ No, ni lo uno ni lo otro, acá pasa algo más ~
Tiempo de hacer un poco de teatro si no quería enterarse de lo que ahí pasaba a través de los informes de los Inquisidores.
- Forasteros! – despreció, fingió – Qué gracia les causa hacernos perder el tiempo – se giró rápidamente hacia el otro paladín – Stregek, yo me encargo de estos dos, no creo que den mayores problemas – antes que le respondiera pasó la vista al frente – ustedes dos, A.FU. E. RA – dijo la palabra tan enfáticamente como pudo pero dejando claro que salir la incluía a ella – sin trucos – advirtió. Era eso o que pasaran por los calabozos de la Dama donde sin duda se podría a prueba toda la fortaleza del muchacho.
- Estas segura? – asintió y antes de repetir la orden, con la inquietante sonrisa del viejo, su plan de vino abajo – Herejes paganos profanadores de la Dama y Luz!!!. Cuantas diosas necesitas para disfrazar tus dotes de infernalista que hasta vendas tienes que usar? – acusó el otro paladín desenfundando.
- Ay, no! – protestó Dulfary golpeándose incluso la frente ante lo que se venía, ignorando por completo la agilidad con la que los guardias siguieron el ejemplo del paladin.
~ Se va a hacer matar!!! ~ Mas que sorpresa, pedían que se callara, lo trataba de encubrir. Sus ojos se fueron al caballero, una súplica muda: cállalo, acá va a correr sangre.
El búho era la tapa de la olla en todo aquello. Tenía un corazón dual, era bueno, pero tenía una mancha, y sólo por la parte buena era que ella no se atrevía a hacer un escándalo propio de la Orden de la Dama.
- Eso es un reto? – preguntó divertida ante la perspectiva de tratarse de alguien difícil de atrapar… hasta que mostró sus heridas. También fue por esa parte buena que su mirada se tornó compasiva.
Sólo un segundo. Tomar su espada no estaba entre sus planes. Si quisiera hacerle daño, tendría que usar sus propias armas, no tomaría la espada de nadie más. Era demasiado confiado, o era tonto. ~ No, ni lo uno ni lo otro, acá pasa algo más ~
Tiempo de hacer un poco de teatro si no quería enterarse de lo que ahí pasaba a través de los informes de los Inquisidores.
- Forasteros! – despreció, fingió – Qué gracia les causa hacernos perder el tiempo – se giró rápidamente hacia el otro paladín – Stregek, yo me encargo de estos dos, no creo que den mayores problemas – antes que le respondiera pasó la vista al frente – ustedes dos, A.FU. E. RA – dijo la palabra tan enfáticamente como pudo pero dejando claro que salir la incluía a ella – sin trucos – advirtió. Era eso o que pasaran por los calabozos de la Dama donde sin duda se podría a prueba toda la fortaleza del muchacho.
- Estas segura? – asintió y antes de repetir la orden, con la inquietante sonrisa del viejo, su plan de vino abajo – Herejes paganos profanadores de la Dama y Luz!!!. Cuantas diosas necesitas para disfrazar tus dotes de infernalista que hasta vendas tienes que usar? – acusó el otro paladín desenfundando.
- Ay, no! – protestó Dulfary golpeándose incluso la frente ante lo que se venía, ignorando por completo la agilidad con la que los guardias siguieron el ejemplo del paladin.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Liberando la mente
Bien, en parte mi plan había resultado. La chica de ojos rojos parecía haber ablandado un poco sus sentimientos y hasta pareció que me dejaría ir. Sin embargo, llegaron unas palabras del otro hombre de armadura. Palabras que realmente me hicieron enojar.
-¿Luz? ¿Disfrazar? Me parece que hay un mocoso que se ha atrevido a insultar a nuestras bellas diosas, Phab.
-Es eso lo que ha hecho. No fueron ellos los que asediaron Werth, pero si asesinan a quien no cree en esa tal "Dama", puedes estar seguro de que están ligados a los invasores que te hicieron eso en los brazos.
-Tienes razón. -Desenvainé mi espada al tiempo que el búho partía del lugar atravesando el techo. -Ustedes están relacionados con los invasores de Werth. Ustedes me guiarán a ellos. No tienen IDEA de lo que me provocaron -conforme hablaba, mi voz se fue transformando. Había perdido por completo esa calma y se estaba transformando en un odio cada vez mayor hacia esos hombres.
-Déjalo en mis manos, Breigal. Yo podré con ellos. Son unos humanitos de octava categoría.
-No... Déjame saborear la lucha durante unos instantes... -Apunté a los "hombres de la Dama" con mi espada y alcé mi voz para dirigirme a ellos. -A ver, hombrecitos de la damita. Demuéstrenme qué tan cerca están de esos asquerosos invasores que aniquilaron mi hogar y me hicieron esto en los brazos. Procuren no morir, estas quemaduras deben pagarse.
-¿Luz? ¿Disfrazar? Me parece que hay un mocoso que se ha atrevido a insultar a nuestras bellas diosas, Phab.
-Es eso lo que ha hecho. No fueron ellos los que asediaron Werth, pero si asesinan a quien no cree en esa tal "Dama", puedes estar seguro de que están ligados a los invasores que te hicieron eso en los brazos.
-Tienes razón. -Desenvainé mi espada al tiempo que el búho partía del lugar atravesando el techo. -Ustedes están relacionados con los invasores de Werth. Ustedes me guiarán a ellos. No tienen IDEA de lo que me provocaron -conforme hablaba, mi voz se fue transformando. Había perdido por completo esa calma y se estaba transformando en un odio cada vez mayor hacia esos hombres.
-Déjalo en mis manos, Breigal. Yo podré con ellos. Son unos humanitos de octava categoría.
-No... Déjame saborear la lucha durante unos instantes... -Apunté a los "hombres de la Dama" con mi espada y alcé mi voz para dirigirme a ellos. -A ver, hombrecitos de la damita. Demuéstrenme qué tan cerca están de esos asquerosos invasores que aniquilaron mi hogar y me hicieron esto en los brazos. Procuren no morir, estas quemaduras deben pagarse.
Breigal- Cantidad de envíos : 135
Re: Liberando la mente
Las cosas iban de mal en peor. Justo cuando parecía que iban a salir de allí de rositas gracias a la joven paladín, a pesar de la cantidad de herejías e impiedades que había dicho el extraño en menos de un minuto, al otro guerrero de fe se le antojó ir por las bravas y llevárselos por delante. Como dos centellas, su daga y su espada fueron desenvainadas y se preparó para detener la acometida. Cinco -si la joven se metía en la refriega, cosa que no daba del todo por segura- contra dos. Teniendo en cuenta la calidad de los aceros allí presentes, bastante equilibrada la cosa.
Entonces su improvisado camarada volvió a hablar solo, con un tal Phab.
-¿Quién es Phab? -preguntó sin entender-. ¿El búho?
Vio como el animal marchaba atravesando el techo como un fantasma, así que no podía ser. A continuación, el siseo del acero del pelirrojo y la cólera fría contenida en sus siguientes palabras casi lo hacen retroceder. Ese tipo iba a hacer picadillo a los guardias, seguro. Tenía experiencia en esas cosas. Pero, ¿merecían morir? Los cuatro hombres le daban igual, pero la joven era la única que parecía haber atisbado algo extraño en la situación.
Se movió lentamente hasta quedar justo al lado derecho del cada vez más inquietante desconocido, justo enfrente de la chica, y la miró de manera muy distinta, señalándole con los ojos hacia su [la de Arzhel] izquierda. Esperaba que la chica interpretara su mensaje y se moviera a un lado, apartándose de la inmediata refriega. Y en caso de que no lo hiciera, así podría ser él su contrincante y evitar que el furioso desconocido la hiciera pedazos, como seguramente iba a hacer con sus compañeros.
Entonces su improvisado camarada volvió a hablar solo, con un tal Phab.
-¿Quién es Phab? -preguntó sin entender-. ¿El búho?
Vio como el animal marchaba atravesando el techo como un fantasma, así que no podía ser. A continuación, el siseo del acero del pelirrojo y la cólera fría contenida en sus siguientes palabras casi lo hacen retroceder. Ese tipo iba a hacer picadillo a los guardias, seguro. Tenía experiencia en esas cosas. Pero, ¿merecían morir? Los cuatro hombres le daban igual, pero la joven era la única que parecía haber atisbado algo extraño en la situación.
Se movió lentamente hasta quedar justo al lado derecho del cada vez más inquietante desconocido, justo enfrente de la chica, y la miró de manera muy distinta, señalándole con los ojos hacia su [la de Arzhel] izquierda. Esperaba que la chica interpretara su mensaje y se moviera a un lado, apartándose de la inmediata refriega. Y en caso de que no lo hiciera, así podría ser él su contrincante y evitar que el furioso desconocido la hiciera pedazos, como seguramente iba a hacer con sus compañeros.
Arzhel de Loïc- Cantidad de envíos : 175
Re: Liberando la mente
Ya estuvo. YA ESTUVO!!! Los había hecho enojar. De todos los paladines y evangelizadores que habla en la Orden, tenía que ir acompañando el que era fanático, intransigente y extremista.
Las replicas a tan descorteses palabras no se hicieron esperar y Dul, optimista hasta el empalague, creyó que la situación aun se podía salvar. Siempre que él no le diera la razón sobre el cargo de herejía al Paladín. La cosa podía ser peor? Claro que sí, así que había que agradecer que aun no estuvieran tan mal. Puso su fé en que el anciano lo hiciera recapacitar, así que fue muy rápida al dirigirle una súplica a este en cuanto desenvainaron
- Señor Phab... usted... - hizo una mueca, "usted no es Phab?" Cómo así que quien es Phab? La mirada carmesí de Dulfary pasó de los ojos de Arzhel a los brazos de Breigal, según este iba hablando. Entendía, se refería a las heridas en sus brazos, a cada cicatriz y lo que era peor, estaba segura que incluso a cicatrices internas que tardarían milenios en sanar. Esas heridas que parecían haberle quitado la razón para llevarlo a hablar sólo...
Ese influjo de compasión la invadió por completo. Nada de todo aquello debía terminar así. Eran forasteros, estaban en su derecho a creer en lo que quisieran.
~ No, acá hay algo más que hablar solo, no habla solo, esa o eso, es la razón por la que mi Sombra está tensa ~ Le dirigió una nueva mirada a Arzhel, lo hizo cuando de forma impulsiva se interpuso entre la punta de la espada que le habían pedido que sostuviera y el otro paladín.
Su mano jamás se dirigió al pomo de la espada que lucía en el ciento, de hecho, la forma en que ignoraba su dotación daba la impresión de no estar acostumbrada en lo mínimo a contar con esta; tampoco dio muestra alguna de sacar otro tipo de arma. Negó sutilmente con la cabeza, aquello tal vez era su culpa y no se molestaba ocultarlo, era demasiado transparente para eso, sin embargo, al volver la vista a Breigal, tenía la misma determinación y testarudez de siempre.
- No! - dijo desafiante, totalmente interpuesta. Si esperaba herir al paladín, tendría que lastimarla a ella... curioso, si el paladín quería agredir a Breigal tendría que hacer lo mismo.
- Basta ya!, compórtense - dirigió una fugaz mirada al costado, sin volver la cabeza para no descuidar a ninguno de los dos forasteros - los dos - volvió a ser enfática.
- Apártate o únete, no estorbes Arale - le dijo el hombre. Esta vez, el puño sí se apretó.
- No! - repitió - son forasteros, tienen sus creencias - viendo como los otros tres, rodando mesas y sillas se iban posicionando de tal forma que los rodeaban, su mirada, puesta en el vacío por un instante, dudó, lo que iba a hacer era horrible, seguramente imperdonable y le traería un enemigo, pero... volvió a poner los ojos en los de Breigal, retándolo a seguir adelante, temeraria - No entristezca a la Dama mostrándote intolerante - le dijo al paladín, quien puso una mano en su hombro y...
Fdi: son libres de decidir como avanza esto, si proceden a la pelea o... a la masacre juju
Las replicas a tan descorteses palabras no se hicieron esperar y Dul, optimista hasta el empalague, creyó que la situación aun se podía salvar. Siempre que él no le diera la razón sobre el cargo de herejía al Paladín. La cosa podía ser peor? Claro que sí, así que había que agradecer que aun no estuvieran tan mal. Puso su fé en que el anciano lo hiciera recapacitar, así que fue muy rápida al dirigirle una súplica a este en cuanto desenvainaron
- Señor Phab... usted... - hizo una mueca, "usted no es Phab?" Cómo así que quien es Phab? La mirada carmesí de Dulfary pasó de los ojos de Arzhel a los brazos de Breigal, según este iba hablando. Entendía, se refería a las heridas en sus brazos, a cada cicatriz y lo que era peor, estaba segura que incluso a cicatrices internas que tardarían milenios en sanar. Esas heridas que parecían haberle quitado la razón para llevarlo a hablar sólo...
Ese influjo de compasión la invadió por completo. Nada de todo aquello debía terminar así. Eran forasteros, estaban en su derecho a creer en lo que quisieran.
~ No, acá hay algo más que hablar solo, no habla solo, esa o eso, es la razón por la que mi Sombra está tensa ~ Le dirigió una nueva mirada a Arzhel, lo hizo cuando de forma impulsiva se interpuso entre la punta de la espada que le habían pedido que sostuviera y el otro paladín.
Su mano jamás se dirigió al pomo de la espada que lucía en el ciento, de hecho, la forma en que ignoraba su dotación daba la impresión de no estar acostumbrada en lo mínimo a contar con esta; tampoco dio muestra alguna de sacar otro tipo de arma. Negó sutilmente con la cabeza, aquello tal vez era su culpa y no se molestaba ocultarlo, era demasiado transparente para eso, sin embargo, al volver la vista a Breigal, tenía la misma determinación y testarudez de siempre.
- No! - dijo desafiante, totalmente interpuesta. Si esperaba herir al paladín, tendría que lastimarla a ella... curioso, si el paladín quería agredir a Breigal tendría que hacer lo mismo.
- Basta ya!, compórtense - dirigió una fugaz mirada al costado, sin volver la cabeza para no descuidar a ninguno de los dos forasteros - los dos - volvió a ser enfática.
- Apártate o únete, no estorbes Arale - le dijo el hombre. Esta vez, el puño sí se apretó.
- No! - repitió - son forasteros, tienen sus creencias - viendo como los otros tres, rodando mesas y sillas se iban posicionando de tal forma que los rodeaban, su mirada, puesta en el vacío por un instante, dudó, lo que iba a hacer era horrible, seguramente imperdonable y le traería un enemigo, pero... volvió a poner los ojos en los de Breigal, retándolo a seguir adelante, temeraria - No entristezca a la Dama mostrándote intolerante - le dijo al paladín, quien puso una mano en su hombro y...
Fdi: son libres de decidir como avanza esto, si proceden a la pelea o... a la masacre juju
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Liberando la mente
Escuché algunas palabras que no me importaron mucho, realmente. Lo único que realmente creía entender era que la muchacha de ojos rojos no quería que haya un combate en ese lugar. Al parecer, el viejo también lo creía, pues se interpuso entre ella y yo.
Esa muchacha, a la que el otro hombre de armadura llamó Arale, parecía intentar persuadirlo para que no entable un conflicto, pero ya era demasiado tarde. No le perdonaría a un humano hablar así de nuestras diosas, las cuales yo vi con mis propios ojos. Estaba seguro de que él jamás había visto a esa tal "dama", y en cambio yo vi a las tres diosas, a nuestra creadora, y también a Naub' Lonks, cosa que sólo yo pude hacer.
El hombre de armadura se acercó a Arale, apoyó su mano en el hombro de la joven y la apartó. Ni bien lo hizo, me abalancé hacia él para asesinarlo de la manera más cruel que fuese posible. El hombre me recibió con un ataque que eludí fácilmente dando un paso al costado mientras avanzaba hacia él. Mi actual posición y la de mi oponente, me lo dejaban completamente vulnerable a un corte. Si hubiese querido asesinarlo rápidamente, podría haberle atravesado la garganta con la espada, pero no... yo quería que se arrepienta de insultar a las diosas que me dieron una razón para seguir viviendo.
Levanté mi espada y la coloqué entre su casco y su rostro, para luego desprenderlo de esa protección. Ahí lo tenía, frente a mí, con un corte en su rostro, sin casco, y levemente sorprendido. Me erguí en toda mi estatura y mordí fuertemente el mentón de ese humano, derramando una gran cantidad de su sangre. Me separé de él sin separar mis dientes, trayendo conmigo un trozo de la cara del otro sujeto, quien parecía estar incluso asustado con ese inesperado ataque. Me atacó con su espada, pero no parecía entender que esa velocidad de ataque era demasiado eludible para un reoraf. Tomé su muñeca para asegurarme de que no use de nuevo su maldita espada y atravesé su brazo con mi espada.
-Muévete a la izquierda -me dijo Phab. Al obedecerlo, vi que una hoja pasaba a mi lado. Saqué mi espada de su ubicación y di media vuelta para arrojar a mi oponente original sobre su compañero, acto seguido clavé mi espada en su pierna derecha.
-Tu turno, Phab.
La situación en que Breigal dejó las cosas hacía que resultara bastante sencillo continuar con ese combate. Pero bueno, ellos nos tildaron de infernalistas. Debía demostrarles que teníamos poderes con los que ellos sólo podrían soñar. "Empuñé" mi espada con ambas manos y hubo un brevísimo destello de luz, luego de lo cual separé los brazos, con una espada en cada uno. Arrojé la espada que estaba en mi mano izquierda, luego repetí el proceso hasta que tres espadas se encontraron en el cuerpo de ese fanático de la damita esa. Saqué un buen puñado de monedas de la bolsa y las arrojé contra el guardia, luego de lo cual me abalancé sobre él para atacarlo frenéticamente.
-No es nada personal... Pero yo tengo tres diosas protegiéndome. No esperes derrotarme. -Luego de eso, creé una nueva copia de la espada y clavé dicha copia en la cabeza del guardia. Finalmente, me acerqué al hombre de armadura, aún estaba vivo. Al parecer, quiso sacarse las espadas que tenía clavadas pero todas se partieron. Le saqué las hojas y le sonreí. -Sólo espero que tengas vida para rato. Hay cierta información que debes brindarme.
Esa muchacha, a la que el otro hombre de armadura llamó Arale, parecía intentar persuadirlo para que no entable un conflicto, pero ya era demasiado tarde. No le perdonaría a un humano hablar así de nuestras diosas, las cuales yo vi con mis propios ojos. Estaba seguro de que él jamás había visto a esa tal "dama", y en cambio yo vi a las tres diosas, a nuestra creadora, y también a Naub' Lonks, cosa que sólo yo pude hacer.
El hombre de armadura se acercó a Arale, apoyó su mano en el hombro de la joven y la apartó. Ni bien lo hizo, me abalancé hacia él para asesinarlo de la manera más cruel que fuese posible. El hombre me recibió con un ataque que eludí fácilmente dando un paso al costado mientras avanzaba hacia él. Mi actual posición y la de mi oponente, me lo dejaban completamente vulnerable a un corte. Si hubiese querido asesinarlo rápidamente, podría haberle atravesado la garganta con la espada, pero no... yo quería que se arrepienta de insultar a las diosas que me dieron una razón para seguir viviendo.
Levanté mi espada y la coloqué entre su casco y su rostro, para luego desprenderlo de esa protección. Ahí lo tenía, frente a mí, con un corte en su rostro, sin casco, y levemente sorprendido. Me erguí en toda mi estatura y mordí fuertemente el mentón de ese humano, derramando una gran cantidad de su sangre. Me separé de él sin separar mis dientes, trayendo conmigo un trozo de la cara del otro sujeto, quien parecía estar incluso asustado con ese inesperado ataque. Me atacó con su espada, pero no parecía entender que esa velocidad de ataque era demasiado eludible para un reoraf. Tomé su muñeca para asegurarme de que no use de nuevo su maldita espada y atravesé su brazo con mi espada.
-Muévete a la izquierda -me dijo Phab. Al obedecerlo, vi que una hoja pasaba a mi lado. Saqué mi espada de su ubicación y di media vuelta para arrojar a mi oponente original sobre su compañero, acto seguido clavé mi espada en su pierna derecha.
-Tu turno, Phab.
La situación en que Breigal dejó las cosas hacía que resultara bastante sencillo continuar con ese combate. Pero bueno, ellos nos tildaron de infernalistas. Debía demostrarles que teníamos poderes con los que ellos sólo podrían soñar. "Empuñé" mi espada con ambas manos y hubo un brevísimo destello de luz, luego de lo cual separé los brazos, con una espada en cada uno. Arrojé la espada que estaba en mi mano izquierda, luego repetí el proceso hasta que tres espadas se encontraron en el cuerpo de ese fanático de la damita esa. Saqué un buen puñado de monedas de la bolsa y las arrojé contra el guardia, luego de lo cual me abalancé sobre él para atacarlo frenéticamente.
-No es nada personal... Pero yo tengo tres diosas protegiéndome. No esperes derrotarme. -Luego de eso, creé una nueva copia de la espada y clavé dicha copia en la cabeza del guardia. Finalmente, me acerqué al hombre de armadura, aún estaba vivo. Al parecer, quiso sacarse las espadas que tenía clavadas pero todas se partieron. Le saqué las hojas y le sonreí. -Sólo espero que tengas vida para rato. Hay cierta información que debes brindarme.
Breigal- Cantidad de envíos : 135
Re: Liberando la mente
El paladín apartó a la muchacha -Arale, creía haber oído que se llamaba- de un empujón, y acto seguido el pelirrojo se abalanzó sobre él. A la par, Arzhel saltó como si tuviera un resorte y le dio un fuerte empujón con el hombro a la muchacha para apartarla del violento combate que se iba suceder.
-Mis disculpas, milady -musitó mientras la empujaba de una manera más bien poco caballerosa
Confiando en que la muchacha hubiera entendido que no había tratado de atacarla, sino de protegerla -aunque imaginaba que sabría protegerse sola, estaba seguro de que si se enfrentaba al otro saldría hecha pedazos- dio media vuelta y se encaró con los otros dos guardias que habían acudido a él prestamente, al pensar que atacaba a la paladín.
No parecían muy duchos en el ejercicio de las armas, pero no podía confiarse. Sin querer hacerles daño de verdad, se limitaba a ofrecer una defensa férrea a sus ataques, parando con su espada y su daga los golpes de sendos oponentes, procurando que en su fogosidad se cansaran y le permitieran atacar.
Tuvo que retroceder poco a poco hasta la pared, y allí, viendo que el espacio se le había acabado y los tipos no parecían querer rendirse a la fatiga, decidió cambiar de estrategia. Desvió una estocada del de la izquierda con la daga, bloqueando con las guardas la hoja del adversario, se agachó para esquivar el furioso golpe que le lanzó el de la derecha, y a continuación, por el poco hueco que dejaba el yelmo del guardia de la izquierda lanzó una estocada con su espada que le atravesó la boca de lado a lado, entrando por un carrillo y saliendo por el otro.
Sorprendido y doblegado por el dolor, el guardia aflojó la mano con la que sostenía la espada y Arzhel -que seguía inmovilizándola con su daga de grandes guardas- se la pudo arrancar, quedando el arma a varios metros del combate y el guardia gimiendo en el suelo y escupiendo sangre.
El otro no esperó; Mientras esto sucedía, lanzó un nuevo tajo que hubiera acabado con Arzhel si éste, en una extraña maniobra, no hubiera llegado a interponer su espada en el último momento. Olvidándose del herido, se centró en lanzar una serie de furiosas estocadas y tajos con espada y daga que pusieron al guardia a la defensiva y le hicieron retroceder hasta que tropezó con una silla caída y cayó de espaldas. Arzhel le apoyó la espada en el cuello por el espacio que quedaba libre entre la cota de mallas y el casco.
-No voy a mataros. Soltad el arma y quedaos quieto.
El guardia obedeció y Arzhel, sin apartar su espada del cuello del hombre, se giró para ver lo que quedaba de los otros dos individuos y, especialmente, para ver qué suerte había corrido la joven paladín.
-Mis disculpas, milady -musitó mientras la empujaba de una manera más bien poco caballerosa
Confiando en que la muchacha hubiera entendido que no había tratado de atacarla, sino de protegerla -aunque imaginaba que sabría protegerse sola, estaba seguro de que si se enfrentaba al otro saldría hecha pedazos- dio media vuelta y se encaró con los otros dos guardias que habían acudido a él prestamente, al pensar que atacaba a la paladín.
No parecían muy duchos en el ejercicio de las armas, pero no podía confiarse. Sin querer hacerles daño de verdad, se limitaba a ofrecer una defensa férrea a sus ataques, parando con su espada y su daga los golpes de sendos oponentes, procurando que en su fogosidad se cansaran y le permitieran atacar.
Tuvo que retroceder poco a poco hasta la pared, y allí, viendo que el espacio se le había acabado y los tipos no parecían querer rendirse a la fatiga, decidió cambiar de estrategia. Desvió una estocada del de la izquierda con la daga, bloqueando con las guardas la hoja del adversario, se agachó para esquivar el furioso golpe que le lanzó el de la derecha, y a continuación, por el poco hueco que dejaba el yelmo del guardia de la izquierda lanzó una estocada con su espada que le atravesó la boca de lado a lado, entrando por un carrillo y saliendo por el otro.
Sorprendido y doblegado por el dolor, el guardia aflojó la mano con la que sostenía la espada y Arzhel -que seguía inmovilizándola con su daga de grandes guardas- se la pudo arrancar, quedando el arma a varios metros del combate y el guardia gimiendo en el suelo y escupiendo sangre.
El otro no esperó; Mientras esto sucedía, lanzó un nuevo tajo que hubiera acabado con Arzhel si éste, en una extraña maniobra, no hubiera llegado a interponer su espada en el último momento. Olvidándose del herido, se centró en lanzar una serie de furiosas estocadas y tajos con espada y daga que pusieron al guardia a la defensiva y le hicieron retroceder hasta que tropezó con una silla caída y cayó de espaldas. Arzhel le apoyó la espada en el cuello por el espacio que quedaba libre entre la cota de mallas y el casco.
-No voy a mataros. Soltad el arma y quedaos quieto.
El guardia obedeció y Arzhel, sin apartar su espada del cuello del hombre, se giró para ver lo que quedaba de los otros dos individuos y, especialmente, para ver qué suerte había corrido la joven paladín.
Arzhel de Loïc- Cantidad de envíos : 175
Re: Liberando la mente
Casi, casi cierra los ojos cuando la mano en su hombro se apretó. Fue sutil, fue solo una fracción de segundo, pero supo lo que vendría, lo supo con tanta claridad como si el gesto hubiese durado mucho minutos y tuviera tiempo para pensarlo detenidamente e interpretarlo.
Sabía lo que significaba, sabía que podía evitarlo echando por tierra todos sus planes y los del señor Lohengrin, sabía que podría evitar un derramamiento de sangre, pero también supo que Stregek había sido mucho más rápido que ella en su jugada y reconocía que a diferencia suya, no había llegado a paladín por estrategia de entrenamiento de su "tío". La llave que pudo haber hecho nunca existió y en su lugar fue apartada, aun no estaba todo perdido, aun podría evitar la situación, aun podía recibir el empellón del otro caballero al apartarla todavía más del camino del combate.
Era la clase de ataque que no se esperaba, perdió el pie y mientras se iba de bruces, a salvo de la primera vorágine de cortes de Breigal, también entendía las intenciones de Arzhel y el por qué ese ataque, que no era tal sino un movimiento protector, la sacó en un primer instante de combate.
~ Están muertos... ~pensó con tristeza mientras su cuerpo reaccionaba por sí mismo y todos sus largos años de entrenamientos y duras batallas llenas de derrotas, ubicando una mano entre ella y el piso para amortiguar la caída de tal forma que cuando la espada de cada uno trababa combate dio una voltereta completa que la dejó en pie nuevamente, pero de espaldas a la batalla ~ ningún caballero de la Dama los dejará con vida, la Torre se les vendrá encima como la peor de las plagas ~ el sentimiento de tristeza que la embargó bastó para que no recayera el detalle que ya conocía de antemano, no recayera en las razones por las que al dar el giro no estaba frente a la batalla sino de espaldas a esta. La estúpida armadura le estorbaba demasiado.
Para cuando Arzhel se giró a ver donde estaba Dulfary, esta no se encontraba donde debería ser, donde no estuviera expuesta, todo lo contrario. Contra él, volaba a toda velocidad un cuchillo romboidal, de mango muy delgado, que chocó y atravesó aquello que recubría el brazo con el que sostenía la espada que amenazaba el cuello del guardia, con la suficiente fuerza para apartarle, así fuera por unos segundo, el arma de su garganta.
Pero ella, como una exhalación de aire, prácticamente estaba sobre "Breigal". Salida de la nada, literalmente del viento, la vaina de su espada, con el arma enfundada aun, chocó contra la sonrisa del hombre mientras le propinaba formidable patada en el hombro de su brazo hábil*. Un guerrero como él tendría que notar de inmediato que el ataque estaba muy bien hecho, y que el efecto final no provenía de la fuerza de la muchacha si no de la técnica y la habilidad con la que lo había hecho. De haberlo querido lastimar de inmediato lo haría atacado de otra forma, pero buscaba, de momento, apartarlo de su compañero. Cayó entre los dos, en una posición un poco más que defensiva.
En una mano, sujeta por debajo de la cruz, tenía la vaina de la espada, con esta dentro, en la otra, tenía uno de sus kunai dispuesto al ataque...el kunai en su mano dejó ver un ligero brillo azulino. Ella no lo vio, pero sabía que estaba ahí, lo sentía en cada vibración del viento y lo que era más claro, en cada vibración de su Sombra.
El brillo azulino respondía a la toma de control por parte de Phab y fue esa vibración la que la puso en movimiento, tomando impulso para meterse en el escaso viento del recinto. Había tocado el suelo, había tocado una silla, luego una mesa que le dio el apoyo saltar aun más alto mientras arrojaba el arma contra Arzhel, y que la dejara posicionada para agredir con facilidad a Breigal, tanto con la vaina como de la forma en que estaba acostumbrada a luchar.
Lo miró con recelo y reproche, más que eso con resentimiento. En realidad creyó que había algo bueno él resultando ser sólo un ente de Oscuridad, muy histrionico. Había sido tan tonta. La rabia sentía contra sí misma por dejarse engañar y la que sentía hacía al percibirlo como enemigo natural, activó algo peligroso... su Sombra daba muestras de querer obedecerla y le obedecería.
Lo bueno, eso lo ayudaría para enfrentarlo.
Lo malo, aun tenía un Paladín a su espalda que lo detectaría fácilmente.
Lo peor: los refuerzos estaban prácticamente a la puerta.
Eso sí, si cualquiera de los dos se fijaba en su espada, antes que soltara para lanzarse al ataque, notaría que esta estaba atada a la vaina con una cinta, con un amarre tan intrincado que aun queriendo no habría podido desenvainarla. Una muestra más que el arma, era parte de la decoración, un adorno más entre el disfraz.
Mientras, a la espalda de Dulfary, como si de un equipo bien coordinado se tratara, algo en el Paladín empezó a brillar. Convencido que se trataba de un infernal, haría uso de sus dones divinos, contra Breigal.
Fdi: * como no sé si es zurdo o diestro, no puedo especificar lateralizad. Y dada la cantidad de acciones por turno, me tomo la libertad de cantar el éxito.
Mensaje Moderación: Muchachos, recuerden que por muy hábiles y rápidos que sean los pjs, aun cuando no se traben combates con base en el sistema implementado para tal fin, no pueden excederse en el número de acciones por turno pues es un hilo compartido
Sabía lo que significaba, sabía que podía evitarlo echando por tierra todos sus planes y los del señor Lohengrin, sabía que podría evitar un derramamiento de sangre, pero también supo que Stregek había sido mucho más rápido que ella en su jugada y reconocía que a diferencia suya, no había llegado a paladín por estrategia de entrenamiento de su "tío". La llave que pudo haber hecho nunca existió y en su lugar fue apartada, aun no estaba todo perdido, aun podría evitar la situación, aun podía recibir el empellón del otro caballero al apartarla todavía más del camino del combate.
Era la clase de ataque que no se esperaba, perdió el pie y mientras se iba de bruces, a salvo de la primera vorágine de cortes de Breigal, también entendía las intenciones de Arzhel y el por qué ese ataque, que no era tal sino un movimiento protector, la sacó en un primer instante de combate.
~ Están muertos... ~pensó con tristeza mientras su cuerpo reaccionaba por sí mismo y todos sus largos años de entrenamientos y duras batallas llenas de derrotas, ubicando una mano entre ella y el piso para amortiguar la caída de tal forma que cuando la espada de cada uno trababa combate dio una voltereta completa que la dejó en pie nuevamente, pero de espaldas a la batalla ~ ningún caballero de la Dama los dejará con vida, la Torre se les vendrá encima como la peor de las plagas ~ el sentimiento de tristeza que la embargó bastó para que no recayera el detalle que ya conocía de antemano, no recayera en las razones por las que al dar el giro no estaba frente a la batalla sino de espaldas a esta. La estúpida armadura le estorbaba demasiado.
Para cuando Arzhel se giró a ver donde estaba Dulfary, esta no se encontraba donde debería ser, donde no estuviera expuesta, todo lo contrario. Contra él, volaba a toda velocidad un cuchillo romboidal, de mango muy delgado, que chocó y atravesó aquello que recubría el brazo con el que sostenía la espada que amenazaba el cuello del guardia, con la suficiente fuerza para apartarle, así fuera por unos segundo, el arma de su garganta.
Pero ella, como una exhalación de aire, prácticamente estaba sobre "Breigal". Salida de la nada, literalmente del viento, la vaina de su espada, con el arma enfundada aun, chocó contra la sonrisa del hombre mientras le propinaba formidable patada en el hombro de su brazo hábil*. Un guerrero como él tendría que notar de inmediato que el ataque estaba muy bien hecho, y que el efecto final no provenía de la fuerza de la muchacha si no de la técnica y la habilidad con la que lo había hecho. De haberlo querido lastimar de inmediato lo haría atacado de otra forma, pero buscaba, de momento, apartarlo de su compañero. Cayó entre los dos, en una posición un poco más que defensiva.
En una mano, sujeta por debajo de la cruz, tenía la vaina de la espada, con esta dentro, en la otra, tenía uno de sus kunai dispuesto al ataque...el kunai en su mano dejó ver un ligero brillo azulino. Ella no lo vio, pero sabía que estaba ahí, lo sentía en cada vibración del viento y lo que era más claro, en cada vibración de su Sombra.
El brillo azulino respondía a la toma de control por parte de Phab y fue esa vibración la que la puso en movimiento, tomando impulso para meterse en el escaso viento del recinto. Había tocado el suelo, había tocado una silla, luego una mesa que le dio el apoyo saltar aun más alto mientras arrojaba el arma contra Arzhel, y que la dejara posicionada para agredir con facilidad a Breigal, tanto con la vaina como de la forma en que estaba acostumbrada a luchar.
Lo miró con recelo y reproche, más que eso con resentimiento. En realidad creyó que había algo bueno él resultando ser sólo un ente de Oscuridad, muy histrionico. Había sido tan tonta. La rabia sentía contra sí misma por dejarse engañar y la que sentía hacía al percibirlo como enemigo natural, activó algo peligroso... su Sombra daba muestras de querer obedecerla y le obedecería.
Lo bueno, eso lo ayudaría para enfrentarlo.
Lo malo, aun tenía un Paladín a su espalda que lo detectaría fácilmente.
Lo peor: los refuerzos estaban prácticamente a la puerta.
Eso sí, si cualquiera de los dos se fijaba en su espada, antes que soltara para lanzarse al ataque, notaría que esta estaba atada a la vaina con una cinta, con un amarre tan intrincado que aun queriendo no habría podido desenvainarla. Una muestra más que el arma, era parte de la decoración, un adorno más entre el disfraz.
Mientras, a la espalda de Dulfary, como si de un equipo bien coordinado se tratara, algo en el Paladín empezó a brillar. Convencido que se trataba de un infernal, haría uso de sus dones divinos, contra Breigal.
Fdi: * como no sé si es zurdo o diestro, no puedo especificar lateralizad. Y dada la cantidad de acciones por turno, me tomo la libertad de cantar el éxito.
Mensaje Moderación: Muchachos, recuerden que por muy hábiles y rápidos que sean los pjs, aun cuando no se traben combates con base en el sistema implementado para tal fin, no pueden excederse en el número de acciones por turno pues es un hilo compartido
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Liberando la mente
FDI: Señores míos, les ruego que me disculpen por meterme tan abruptamente en su escena, sepan que cuento con todos los permisos para ello... Un paladín de la Dama (en realidad, DOS paladines) es una amenaza más que importante para cualquier grupo de jugadores, incluidos Breigal y Arzhel. En Jaspia buscamos personajes comedidos y realistas, que no desequilibren con un parpadeo la realidad del mundo que hemos creado entre todos ! Con su permiso, procedo a interrumpir el desarrollo de los acontecimientos y a reconducir la situación.
DDI:
El Paladín cayó con estrépito sobre su compañero, derribándolo también, pero se puso en pie con gran celeridad a pesar de su armadura metálica, justo q tiempo para desviar con su propia espada la otra que venía silbando hacia él. Al ver ese movimiento, preciso y elegante, Arzhel se preguntó si no había visto algo parecido no hacía demasiados días, en una taberna de Moramaille... La barbilla del paladín sangraba abundantemente, y estaba manchando de rojo la pechera de su hábito blanco. "Criatura de los Infiernos", murmuró... Separó los dedos de su mano derecha, y se concentró durante un instante. Una blanca bola de luz apareció en la palma de su mano, con un destello que obligó a cubrise los ojos a la mayor parte de los presentes, y que hizo que las quemaduras de Breigal volvieran a arder durante un instante. ¿Acaso aquello había sido dolor? . Arzhel, con el pie en el pecho del soldado, y la punta de la espada en su garganta, observaba atónito, cuando un puñal lanzado de no se sabía donde, apartó durante un momento la espada del cuello del soldado, que rápidamente rodó por el suelo, y se incorporó. Por desgracia, su espada estaba en el suelo, justo a los pies de Arzhel, que ya había recuperado la guardia.
Entonces se desató el pánico en la taberna. Todo el mundo estaba asustado, y quería salir de allí a cualquier precio. Todos los hombres que estaban allí corrieron hacia las salidas, incuído el tabernero, que no dudó en abandonar su propio negocio para salvar la vida. Algunos incluso hablaban de ir al puerto y tomar el primer barco que los alejara de Ashper,
Justo en ese momento Stregek iba a atacar a Breigal, cuando un remolino de aire sacudió el interior del local, apagando algunas lámparas, y como una exhalación, Arale apareció de la nada y Breigal recibió un preciso (y precioso) golpe en el rostro, propinado con su espada aún dentro de su vaina. Apenas toco el suelo con la punta de uno de sus piés, lanzó el otro hacía el brazo hábil del misterioso guerrero, impactándolo con gran fuerza. Arale estaba ahora entre ambos hombres, y su Sombra parecía hacerse más grande y amenazadora.
"Tu también", le gritó Stregek. Así q su propia compañera también era un demonio. Entonces todo estaba claro. Se giró hacia el último guardia que a duras penas había escapado de Arzhel, y le dio una rápida orden. "Al templo". El guardia no lo pensó dos veces, y salió por la puerta del local, como alma llevada por el diablo, corriendo a buscar ayuda. Para Stregek estaba claro. Enfrentado a tres demonios (solo la Dama sabía los poderes que podría tener aquel con el aspecto de un anciano), sabía que dejaría allí su vida. Pero sabía también que en poco tiempo, todos los caballeros y paladines de Ashper estarían camino de aquella posada. Y no era menor consuelo saber que la propia Amaraia Soleith, líder de la Cábala de la Torre, acompañada por su guardia de honor, estaba allí de visita diplomática en Cesselle, alojada en la mansión del Duque Alexander de Darg... "Blanca Señora, concédeme una muerte buena y digna. Acógeme en los Salones de los Justos..."
Y dicha su última oración, cargó con fuerza contra ambos demonios, Arale y Breigal, tratando de estrellar contra el pecho de Breigal la bola blanca de luz que aún brillaba en la palma de su mano izquierda, mientras lanzaba un tajo horizontal con su espada hacia Arale, la que antes había sido su compañera.
Espero sepan disculparme. Para más información, les remito a las Normas de Interpretación del foro aquí, y a las Reglas de Creación de Personajes aquí . Gracias a todos. Pasen buena tarde, y no olviden supervitaminarse, y mineralizarse. El orden de acción de los turnos será el mismo que ya está establecido, Breigal, Arzhel, y finalmente Dulfary. El Narrador no tiene por que volver a intervenir, a menos que sea necesario otro tirón de orejas. Les recuerdo que el GOD MODE está desactivado. Esto no es "Doom".
Reciban un cordial saludo de su amigo y vecino [nombre de usuario oculto]
:\
DDI:
Levanté mi espada y la coloqué entre su casco y su rostro, para luego desprenderlo de esa protección. Ahí lo tenía, frente a mí, con un corte en su rostro, sin casco, y levemente sorprendido. Me erguí en toda mi estatura y mordí fuertemente el mentón de ese humano, derramando una gran cantidad de su sangre. Me separé de él sin separar mis dientes, trayendo conmigo un trozo de la cara del otro sujeto, quien parecía estar incluso asustado con ese inesperado ataque. -Muévete a la izquierda -me dijo Phab. Al obedecerlo, vi que una hoja pasaba a mi lado. Saqué mi espada de su ubicación y di media vuelta para arrojar a mi oponente original sobre su compañero.
El Paladín cayó con estrépito sobre su compañero, derribándolo también, pero se puso en pie con gran celeridad a pesar de su armadura metálica, justo q tiempo para desviar con su propia espada la otra que venía silbando hacia él. Al ver ese movimiento, preciso y elegante, Arzhel se preguntó si no había visto algo parecido no hacía demasiados días, en una taberna de Moramaille... La barbilla del paladín sangraba abundantemente, y estaba manchando de rojo la pechera de su hábito blanco. "Criatura de los Infiernos", murmuró... Separó los dedos de su mano derecha, y se concentró durante un instante. Una blanca bola de luz apareció en la palma de su mano, con un destello que obligó a cubrise los ojos a la mayor parte de los presentes, y que hizo que las quemaduras de Breigal volvieran a arder durante un instante. ¿Acaso aquello había sido dolor? . Arzhel, con el pie en el pecho del soldado, y la punta de la espada en su garganta, observaba atónito, cuando un puñal lanzado de no se sabía donde, apartó durante un momento la espada del cuello del soldado, que rápidamente rodó por el suelo, y se incorporó. Por desgracia, su espada estaba en el suelo, justo a los pies de Arzhel, que ya había recuperado la guardia.
Entonces se desató el pánico en la taberna. Todo el mundo estaba asustado, y quería salir de allí a cualquier precio. Todos los hombres que estaban allí corrieron hacia las salidas, incuído el tabernero, que no dudó en abandonar su propio negocio para salvar la vida. Algunos incluso hablaban de ir al puerto y tomar el primer barco que los alejara de Ashper,
Justo en ese momento Stregek iba a atacar a Breigal, cuando un remolino de aire sacudió el interior del local, apagando algunas lámparas, y como una exhalación, Arale apareció de la nada y Breigal recibió un preciso (y precioso) golpe en el rostro, propinado con su espada aún dentro de su vaina. Apenas toco el suelo con la punta de uno de sus piés, lanzó el otro hacía el brazo hábil del misterioso guerrero, impactándolo con gran fuerza. Arale estaba ahora entre ambos hombres, y su Sombra parecía hacerse más grande y amenazadora.
"Tu también", le gritó Stregek. Así q su propia compañera también era un demonio. Entonces todo estaba claro. Se giró hacia el último guardia que a duras penas había escapado de Arzhel, y le dio una rápida orden. "Al templo". El guardia no lo pensó dos veces, y salió por la puerta del local, como alma llevada por el diablo, corriendo a buscar ayuda. Para Stregek estaba claro. Enfrentado a tres demonios (solo la Dama sabía los poderes que podría tener aquel con el aspecto de un anciano), sabía que dejaría allí su vida. Pero sabía también que en poco tiempo, todos los caballeros y paladines de Ashper estarían camino de aquella posada. Y no era menor consuelo saber que la propia Amaraia Soleith, líder de la Cábala de la Torre, acompañada por su guardia de honor, estaba allí de visita diplomática en Cesselle, alojada en la mansión del Duque Alexander de Darg... "Blanca Señora, concédeme una muerte buena y digna. Acógeme en los Salones de los Justos..."
Y dicha su última oración, cargó con fuerza contra ambos demonios, Arale y Breigal, tratando de estrellar contra el pecho de Breigal la bola blanca de luz que aún brillaba en la palma de su mano izquierda, mientras lanzaba un tajo horizontal con su espada hacia Arale, la que antes había sido su compañera.
Espero sepan disculparme. Para más información, les remito a las Normas de Interpretación del foro aquí, y a las Reglas de Creación de Personajes aquí . Gracias a todos. Pasen buena tarde, y no olviden supervitaminarse, y mineralizarse. El orden de acción de los turnos será el mismo que ya está establecido, Breigal, Arzhel, y finalmente Dulfary. El Narrador no tiene por que volver a intervenir, a menos que sea necesario otro tirón de orejas. Les recuerdo que el GOD MODE está desactivado. Esto no es "Doom".
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Narrador- Cantidad de envíos : 157
Re: Liberando la mente
El ardor que experimenté bajo las vendas me hizo pensar que Athanexis estaba castigándome de alguna forma. Sabía que esas vendas no trabajaban si yo sentía odio, y ese ardor me hizo pensar que el odio que sentía era demasiado. Quizás ver ese destello me hizo recordar la masacre que se hizo en Werth en nombre de la luz y la paz. Pero pronto sentí dos golpes, uno en mi rostro y otro en mi hombro derecho, el cual por alguna extraña razón me hizo soltar la espada que cayó al suelo como si la hubiese soltado por propia voluntad. No me dolieron hasta que no vi a la persona que los realizó. Arale... Estaba comenzando a confiar en ella...
¿Por qué...? ¿Por qué tuvo que intervenir la mujer de armadura? La miré fijamente. Vi un destello azul volando hacia mí, que fue eludido moviéndome rápidamente a mi izquierda. La miré a los ojos, intentando comprender cuál era realmente el motivo de semejante cambio de actitud. Extendí mi brazo derecho de manera que mi mano quedó arriba de mi espada. El suelo donde estaba apoyada mi espada bajó unos milímetros, y luego subió, todo eso en una fracción de segundo, lo que impulsó el arma hacia arriba como si hubiese decidido por sí misma regresar a mi mano. Envainé mi espada lentamente, sin despegar mi vista de Arale.
-Tú también -gritó el hombre de armadura a su compañera. Corrió hacia nosotros y me atacó una bola de luz dirigida directamente a mí. No pude evitar sonreír al pensar que él también tenía poderes mágicos. Me aparté hacia la derecha mientras me agachaba a un costado, logrando así eludir el ataque casi en su totalidad, salvo por una pequeña porción de cabello que fue alcanzada por esa luz.
El ataque a Arale me sorprendió muchísimo. Un humano jamás podría derrotar a un reoraf, y además él quería tener otro oponente. Pude ver a uno de los guardias corriendo para, seguramente, pedir refuerzos. Si hubiese estado más cerca, podría haberlo encerrado entre cuatro muros y condenarlo a morir de hambre. Pero ya estaba lejos de mi alcance. Debía salir de allí. No sabía cuánto tardarían en llegar. Miré al viejo. Debía ayudarlo a huir del lugar. Seguramente él era visto como un aliado mío. Si hubiese sido el único sujeto en fuga, hubiese creado un túnel subterráneo y hubiese huido a través de él. Pero crear un túnel me dejaría agotado, crear dos... era algo prácticamente imposible.
Miré a Arale, ella era el verdadero problema ahí. ¿Debía ayudarla? Necesitaba a ese paladín con vida. Podría ayudarla a derrotarlo, pero ella también era mi enemiga. La señorita no merecía morir, y el hombre no me servía muerto. Ambos eran mis enemigos y desde hacía unos segundos, parecía que también eran enemigos entre sí. Atrapé un pie del hombre en un trozo de tierra que prácticamente lo inmovilizó. Si no podía moverse, sería más fácil de vencer, imaginé. Caminé lentamente para posicionarme detrás de él, atento a cualquier ataque que pudiese realizar. Si el cuerpo estaba en mis manos todo se complicaría demasiado.
---
-Creo que necesitaremos el barco, Phab.
Dirigí una mirada al viejo y otra mirada a Arale. Ayudaría al viejo, eso era algo seguro, pero Arale me despertaba desconfianza desde su intromisión.
-¿Por qué la atacó?
-No lo sé, pero a él lo necesitamos vivo.
-Por favor, no lo mates. -le pedí a Arale en un tono entre suplicante y confidente.
¿Por qué...? ¿Por qué tuvo que intervenir la mujer de armadura? La miré fijamente. Vi un destello azul volando hacia mí, que fue eludido moviéndome rápidamente a mi izquierda. La miré a los ojos, intentando comprender cuál era realmente el motivo de semejante cambio de actitud. Extendí mi brazo derecho de manera que mi mano quedó arriba de mi espada. El suelo donde estaba apoyada mi espada bajó unos milímetros, y luego subió, todo eso en una fracción de segundo, lo que impulsó el arma hacia arriba como si hubiese decidido por sí misma regresar a mi mano. Envainé mi espada lentamente, sin despegar mi vista de Arale.
-Tú también -gritó el hombre de armadura a su compañera. Corrió hacia nosotros y me atacó una bola de luz dirigida directamente a mí. No pude evitar sonreír al pensar que él también tenía poderes mágicos. Me aparté hacia la derecha mientras me agachaba a un costado, logrando así eludir el ataque casi en su totalidad, salvo por una pequeña porción de cabello que fue alcanzada por esa luz.
El ataque a Arale me sorprendió muchísimo. Un humano jamás podría derrotar a un reoraf, y además él quería tener otro oponente. Pude ver a uno de los guardias corriendo para, seguramente, pedir refuerzos. Si hubiese estado más cerca, podría haberlo encerrado entre cuatro muros y condenarlo a morir de hambre. Pero ya estaba lejos de mi alcance. Debía salir de allí. No sabía cuánto tardarían en llegar. Miré al viejo. Debía ayudarlo a huir del lugar. Seguramente él era visto como un aliado mío. Si hubiese sido el único sujeto en fuga, hubiese creado un túnel subterráneo y hubiese huido a través de él. Pero crear un túnel me dejaría agotado, crear dos... era algo prácticamente imposible.
Miré a Arale, ella era el verdadero problema ahí. ¿Debía ayudarla? Necesitaba a ese paladín con vida. Podría ayudarla a derrotarlo, pero ella también era mi enemiga. La señorita no merecía morir, y el hombre no me servía muerto. Ambos eran mis enemigos y desde hacía unos segundos, parecía que también eran enemigos entre sí. Atrapé un pie del hombre en un trozo de tierra que prácticamente lo inmovilizó. Si no podía moverse, sería más fácil de vencer, imaginé. Caminé lentamente para posicionarme detrás de él, atento a cualquier ataque que pudiese realizar. Si el cuerpo estaba en mis manos todo se complicaría demasiado.
---
-Creo que necesitaremos el barco, Phab.
Dirigí una mirada al viejo y otra mirada a Arale. Ayudaría al viejo, eso era algo seguro, pero Arale me despertaba desconfianza desde su intromisión.
-¿Por qué la atacó?
-No lo sé, pero a él lo necesitamos vivo.
-Por favor, no lo mates. -le pedí a Arale en un tono entre suplicante y confidente.
Última edición por Breigal el 23/08/11, 11:49 am, editado 1 vez
Breigal- Cantidad de envíos : 135
Re: Liberando la mente
Fdi: Como veo que se ha editado el mensaje, y el mensaje de Dul ha sido borrado, presupongo que ya podemos continuar.
Se giró, y observó como se movía el paladín, combatiendo al extraño. Buen luchador, paladín al fin y al cabo. Un sentimiento de inquietud le asomaba en el pecho viéndolo combatir... ¿A quién le recordaban vagamente los movimientos del paladín? No era capaz de acordarse. Tal vez más tarde, con tranquilidad, pudiera reflexionar sobre ello.
-¡Diantres! -exclamó el caballero cuando el puñal impactó en su brazo, sólo cubierto por la camisa. Aunque no le dio de pleno, sí le hizo una herida superficial que empezó a sangrar profusamente, y le obligó
a apartar la hoja del cuello del guardia.
Mientras el otro guardia, herido, seguía gimiendo en el suelo de la taberna sin poder moverse, el que acababa de liberarse gracias a la intervención de Arale rodó y logró recuperar su espada. Pero entonces sucedió algo completamente inesperado. La sombra de la paladín tomó un cariz oscuro y siniestro... sobrenatural. Incluso en tal situación, Arzhel no pudo menos que reír para sus adentros mientras todos permanecían quietos entre la marea de gente que se apresuraba a salir del lugar.
-Tú también -gritó el paladín, y acto seguido ordenó al guardia que aún se tenía en pie que se largara al templo.
Tomado por sorpresa, Arzhel intentó detenerlo, en vano. Cuando reaccionó, el guardia ya le tenía ventaja y no quería arriesgarse a lanzar la daga, pues si bien confiaba en su puntería, no quería arriesgarse a empeorar las cosas atravesando a uno de los últimos fugitivos. Una manera bien estúpida de engrosar la lista de fantasmas que le visitaban por las noches.
En lugar de eso, pues, se preparó para observar como el paladín cargaba contra la paladín y el extraño, listo para intervenir en caso de que necesitaran su ayuda. Aunque maldita la gracia que le hacía tener que enfrentarse a un paladín. Matar un guardia, dos, tres o los que fueran, pase. Pero meterse con los guardianes de la fe, y en Ashper, eran palabras mayores.
Entonces, tras que ambos esquivaran el ataque del tal Stregek el suelo del local se movió, y ante el asombro de Arzhel atrapó el pie del paladín, inmovilizándolo. Por las reacciones, supuso que había sido el pelirrojo.
Después el otro volvió a nombrar al tal Phab. ¿Quién diablos era el tal Phab?, pensó el caballero, irritado. Luego le miró a él, y finalmente a la joven, a la que pidió que no acabara con la vida del paladín. ¿Se había vuelto el mundo loco? Intentando captar la atención de todos, Arzhel carraspeó.
Se miró el brazo herido con descuido, y habló.
-Voy a hablar rápido porque no tenemos mucho tiempo. De aquí a nada acudirán a la taberna legiones de tipos como éste, y mucho me temo -dijo mirando primero a uno y luego al otro- que no podemos hacerles frente. No sé quienes son vuestras mercedes, pero estamos todos metidos en esto hasta el cuello
. Les propongo que olvidemos que hemos cruzado nuestras espadas y confiemos; por separado no tendremos nada que hacer, juntos aún habría posibilidades de salvarse. En cuanto a vos... -dijo mirando al paladín-. No tengo la intención de convertirme en cómplice del asesinato de un paladín... Y menos si no es en igualdad de condiciones. Hay algo en lo que no he mentido, y es que soy un caballero.
Se giró, y observó como se movía el paladín, combatiendo al extraño. Buen luchador, paladín al fin y al cabo. Un sentimiento de inquietud le asomaba en el pecho viéndolo combatir... ¿A quién le recordaban vagamente los movimientos del paladín? No era capaz de acordarse. Tal vez más tarde, con tranquilidad, pudiera reflexionar sobre ello.
-¡Diantres! -exclamó el caballero cuando el puñal impactó en su brazo, sólo cubierto por la camisa. Aunque no le dio de pleno, sí le hizo una herida superficial que empezó a sangrar profusamente, y le obligó
a apartar la hoja del cuello del guardia.
Mientras el otro guardia, herido, seguía gimiendo en el suelo de la taberna sin poder moverse, el que acababa de liberarse gracias a la intervención de Arale rodó y logró recuperar su espada. Pero entonces sucedió algo completamente inesperado. La sombra de la paladín tomó un cariz oscuro y siniestro... sobrenatural. Incluso en tal situación, Arzhel no pudo menos que reír para sus adentros mientras todos permanecían quietos entre la marea de gente que se apresuraba a salir del lugar.
-Tú también -gritó el paladín, y acto seguido ordenó al guardia que aún se tenía en pie que se largara al templo.
Tomado por sorpresa, Arzhel intentó detenerlo, en vano. Cuando reaccionó, el guardia ya le tenía ventaja y no quería arriesgarse a lanzar la daga, pues si bien confiaba en su puntería, no quería arriesgarse a empeorar las cosas atravesando a uno de los últimos fugitivos. Una manera bien estúpida de engrosar la lista de fantasmas que le visitaban por las noches.
En lugar de eso, pues, se preparó para observar como el paladín cargaba contra la paladín y el extraño, listo para intervenir en caso de que necesitaran su ayuda. Aunque maldita la gracia que le hacía tener que enfrentarse a un paladín. Matar un guardia, dos, tres o los que fueran, pase. Pero meterse con los guardianes de la fe, y en Ashper, eran palabras mayores.
Entonces, tras que ambos esquivaran el ataque del tal Stregek el suelo del local se movió, y ante el asombro de Arzhel atrapó el pie del paladín, inmovilizándolo. Por las reacciones, supuso que había sido el pelirrojo.
Después el otro volvió a nombrar al tal Phab. ¿Quién diablos era el tal Phab?, pensó el caballero, irritado. Luego le miró a él, y finalmente a la joven, a la que pidió que no acabara con la vida del paladín. ¿Se había vuelto el mundo loco? Intentando captar la atención de todos, Arzhel carraspeó.
Se miró el brazo herido con descuido, y habló.
-Voy a hablar rápido porque no tenemos mucho tiempo. De aquí a nada acudirán a la taberna legiones de tipos como éste, y mucho me temo -dijo mirando primero a uno y luego al otro- que no podemos hacerles frente. No sé quienes son vuestras mercedes, pero estamos todos metidos en esto hasta el cuello
. Les propongo que olvidemos que hemos cruzado nuestras espadas y confiemos; por separado no tendremos nada que hacer, juntos aún habría posibilidades de salvarse. En cuanto a vos... -dijo mirando al paladín-. No tengo la intención de convertirme en cómplice del asesinato de un paladín... Y menos si no es en igualdad de condiciones. Hay algo en lo que no he mentido, y es que soy un caballero.
Arzhel de Loïc- Cantidad de envíos : 175
Re: Liberando la mente
El corazón se le heló ante las palabras del Paladín. Ella también. Tarde se fijó en su sombra, tarde trató de ponerla bajo control. Doblegarla para desvanecerse abriría aun más el infranqueable abismo que ya existía entre ellas.
No, tenía que seguir adelante. Cada uno de los ataques que le dedicó al demonio con su kunai fue hábilmente eludido mientras Stregek daba ordenes y pedía la protección de la señora de ambos. Era una suerte para Breigal tal cosa. Dulfary no estaba totalmente concentrada en sus ataques, en lograr herirlo, estaba más centrada en tratar de controlar su sombra para que no se manifestara del todo e hiciera su trabajo de neutralización y aniquilación de amenaza oscura. No delante de alguien de la Dama, no por un descontrol de ella. Pero sus ojos si reflejaban toda la determinación y desafío de quien se sabe enfrentándose a un enemigo mayor y aun así no esta dispuesto a dar su brazo a torcer por lo que cree una causa justa. Un pequeño duelo de miradas carmesí.
Sin embargo, por mas dividida que estuviera su atención, esta vez si supo evitar el ataque de Stregek, con un grácil giro que, si bien pudo utilizar para dejar fuera de combate a Stregek, en su lugar la ubicó al costado de Breigal, a quien volvió a atacar con su cuchillo, un ataque directo a su flanco. Entendía las razones por las que la atacaba su compañero, pero eso no evitaba que siguiera en su cometido de reducir al demonio.
Ante la sorpresa del paladín por la velocidad con la que el demonio eludió el ataque de luz, Dulfary aprovechó el mismo movimiento de Breigal y su acción iba a clavar el arma tan profundo como pudiera en la piel, rasgando además por la inercia de esquivar al paladín. De tener éxito pasarían dos cosas: Tal vez Breigal era "inmune" al dolor, la herida podría no sentirla pese a la profusión de la sangre, pero Phab... si Phab no era insensible al dolor, sentiría como el corte de tan pequeña arma le quemaba la esencia, lo desgarraba en el plano físico y espiritual, lastimándolo de forma horrenda: un arma para matar demonios... y otros seres de oscuridad.
Stregek no se quedó quieto esperando un nuevo ataque, su espada busco nuevamente a su contrincante, justo cuando este le encadenaba el pie a la tierra. El que el paladín quedara atrapado por la tierra, solo le facilitaba las cosas pero también se las complicaba, no podía luchar y defenderlo al tiempo, más cuando él mismo era una amenaza para ella y su arma trataba de encontrar, con demasiada destreza y experiencia, la carne de los infernalistas.
Cuando el cuerpo entero de Stregek empezó a brillar, Dulfary aprovechó para interponerse entre el demonio esquizoide y su compañero y entonces, hablaron al unisono:
- Por favor, no lo mates... - de parte ella realmente fue una súplica, con humildad, genuina preocupación por el bienestar de Stregek, lo suficientemente autentica y desesperada para que él propio paladín expresara asombro ante tal petición.
El que suplicara por la vida de Stregek, no impedía, eso sí, que apuntara con el filo de su cuchillo a Breigal.
- Y en qué si mentiste? - dijo Stregek a las palabras de Arzhel - Ríndanse, entréguense y tal vez la Luz de la Dama se muestre misericordiosa al impartir justicia sobre - era un caballero, no parecía un "anticaballero" o algo así de horrendo - ti ! - dijo mirando a Breigal por encima del hombro, propio y de Dulfary.
No, tenía que seguir adelante. Cada uno de los ataques que le dedicó al demonio con su kunai fue hábilmente eludido mientras Stregek daba ordenes y pedía la protección de la señora de ambos. Era una suerte para Breigal tal cosa. Dulfary no estaba totalmente concentrada en sus ataques, en lograr herirlo, estaba más centrada en tratar de controlar su sombra para que no se manifestara del todo e hiciera su trabajo de neutralización y aniquilación de amenaza oscura. No delante de alguien de la Dama, no por un descontrol de ella. Pero sus ojos si reflejaban toda la determinación y desafío de quien se sabe enfrentándose a un enemigo mayor y aun así no esta dispuesto a dar su brazo a torcer por lo que cree una causa justa. Un pequeño duelo de miradas carmesí.
Sin embargo, por mas dividida que estuviera su atención, esta vez si supo evitar el ataque de Stregek, con un grácil giro que, si bien pudo utilizar para dejar fuera de combate a Stregek, en su lugar la ubicó al costado de Breigal, a quien volvió a atacar con su cuchillo, un ataque directo a su flanco. Entendía las razones por las que la atacaba su compañero, pero eso no evitaba que siguiera en su cometido de reducir al demonio.
Ante la sorpresa del paladín por la velocidad con la que el demonio eludió el ataque de luz, Dulfary aprovechó el mismo movimiento de Breigal y su acción iba a clavar el arma tan profundo como pudiera en la piel, rasgando además por la inercia de esquivar al paladín. De tener éxito pasarían dos cosas: Tal vez Breigal era "inmune" al dolor, la herida podría no sentirla pese a la profusión de la sangre, pero Phab... si Phab no era insensible al dolor, sentiría como el corte de tan pequeña arma le quemaba la esencia, lo desgarraba en el plano físico y espiritual, lastimándolo de forma horrenda: un arma para matar demonios... y otros seres de oscuridad.
Stregek no se quedó quieto esperando un nuevo ataque, su espada busco nuevamente a su contrincante, justo cuando este le encadenaba el pie a la tierra. El que el paladín quedara atrapado por la tierra, solo le facilitaba las cosas pero también se las complicaba, no podía luchar y defenderlo al tiempo, más cuando él mismo era una amenaza para ella y su arma trataba de encontrar, con demasiada destreza y experiencia, la carne de los infernalistas.
Cuando el cuerpo entero de Stregek empezó a brillar, Dulfary aprovechó para interponerse entre el demonio esquizoide y su compañero y entonces, hablaron al unisono:
- Por favor, no lo mates... - de parte ella realmente fue una súplica, con humildad, genuina preocupación por el bienestar de Stregek, lo suficientemente autentica y desesperada para que él propio paladín expresara asombro ante tal petición.
El que suplicara por la vida de Stregek, no impedía, eso sí, que apuntara con el filo de su cuchillo a Breigal.
- Y en qué si mentiste? - dijo Stregek a las palabras de Arzhel - Ríndanse, entréguense y tal vez la Luz de la Dama se muestre misericordiosa al impartir justicia sobre - era un caballero, no parecía un "anticaballero" o algo así de horrendo - ti ! - dijo mirando a Breigal por encima del hombro, propio y de Dulfary.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Liberando la mente
Todo parecía marchar de acuerdo a lo planeado. Pero aún así, había algo que me llamaba enormemente la atención. A pesar de que su compañero la atacó, Arale seguía protegiéndolo. Su puñal clavándose en mi cuerpo me provocó una súbita debilidad en la zona afectada. Yo no sería útil contra ese oponente. La decisión de dejar las cosas en manos de Breigal parecía cada vez más sensata.
---
Realmente me costaba entenderlo. Al parecer, era yo su enemigo. Su propio compañero la había atacado, pero seguía siendo yo el enemigo, que nunca hice algo que pudiese lastimarla. Mi cuerpo era incapaz de sentir dolor en esas circunstancias, y yo ya estaba más que acostumbrado al dolor emocional, pero aún así...
Ella también me pidió que no mate a su compañero. Pero lo suyo fue una súplica. El tono de su voz, el cuchillo apuntando a mi garganta... Era como si quisiera demostrarme que lo defendería hasta las últimas consecuencias, pero estuviese segura de no poder vencerme.
-Preguntarle por qué me ataca será algo ridículo, ¿cierto, Phab?
-Me parece obvio que nos ve como enemigos. Lo que no logro entender es por qué no atacó al otro sujeto. O mejor dicho, por qué el otro sujeto la atacó.
-Arale -le dije seriamente-. ¿Por qué lo sigues ayudando?
No me interesaba enfrentarla, no quería asesinar al otro guerrero. El viejo tenía razón. Debíamos salir de allí.
-Yo te diré en qué mintió. Mintió cuando dijo que yo soy su amigo, cuando dijo que yo era fiel a la Dama, y cuando dijo que estaba ebrio. No conozco a ninguno de ustedes. Pero el viejo parece ser alguien digno de conocerse, a diferencia de otra gente -sentencié mirando a Arale y su compañero-. Vidas tan cortas, y las desperdician asesinando a quienes no conocen a su Dama. Me dan asco.
Una inmensa sombra apareció en las afueras de la taberna. Algo flotaba sobre el suelo, a tal altura que resultaba imposible identificarlo desde el interior del lugar. Sonreí ampliamente.
-Llegó nuestro barco, Phab. ¿Vienes? -le pregunté al hombre que me ofreció su ayuda en tal escándalo. Comencé a caminar a la entrada de la taberna, atento a cualquier acción que Arale y su compañerito pudiesen hacer para interrumpir mi marcha.- Espero que puedan reconciliarse.
El búho entró al lugar y comenzó a volar alrededor de mis dos oponentes a elevada velocidad, para dificultar su visión.
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Realmente me costaba entenderlo. Al parecer, era yo su enemigo. Su propio compañero la había atacado, pero seguía siendo yo el enemigo, que nunca hice algo que pudiese lastimarla. Mi cuerpo era incapaz de sentir dolor en esas circunstancias, y yo ya estaba más que acostumbrado al dolor emocional, pero aún así...
Ella también me pidió que no mate a su compañero. Pero lo suyo fue una súplica. El tono de su voz, el cuchillo apuntando a mi garganta... Era como si quisiera demostrarme que lo defendería hasta las últimas consecuencias, pero estuviese segura de no poder vencerme.
-Preguntarle por qué me ataca será algo ridículo, ¿cierto, Phab?
-Me parece obvio que nos ve como enemigos. Lo que no logro entender es por qué no atacó al otro sujeto. O mejor dicho, por qué el otro sujeto la atacó.
-Arale -le dije seriamente-. ¿Por qué lo sigues ayudando?
No me interesaba enfrentarla, no quería asesinar al otro guerrero. El viejo tenía razón. Debíamos salir de allí.
-Yo te diré en qué mintió. Mintió cuando dijo que yo soy su amigo, cuando dijo que yo era fiel a la Dama, y cuando dijo que estaba ebrio. No conozco a ninguno de ustedes. Pero el viejo parece ser alguien digno de conocerse, a diferencia de otra gente -sentencié mirando a Arale y su compañero-. Vidas tan cortas, y las desperdician asesinando a quienes no conocen a su Dama. Me dan asco.
Una inmensa sombra apareció en las afueras de la taberna. Algo flotaba sobre el suelo, a tal altura que resultaba imposible identificarlo desde el interior del lugar. Sonreí ampliamente.
-Llegó nuestro barco, Phab. ¿Vienes? -le pregunté al hombre que me ofreció su ayuda en tal escándalo. Comencé a caminar a la entrada de la taberna, atento a cualquier acción que Arale y su compañerito pudiesen hacer para interrumpir mi marcha.- Espero que puedan reconciliarse.
El búho entró al lugar y comenzó a volar alrededor de mis dos oponentes a elevada velocidad, para dificultar su visión.
Breigal- Cantidad de envíos : 135
Re: Liberando la mente
Tras la interrogación del paladín, Arzhel abrió la boca para contestar pero el desconocido se le adelantó. Escuchó atentamente y con satisfacción. No sabía si era humano -en realidad, ya estaba seguro de que no-, pero lo que estaba claro es que cierta noción del honor si tenía, y eso lo complació.
Cuando terminó de hablar, pero, consideró que estaba obligado a hablar también.
-Lo habéis explicado mejor que yo mismo, maese. Por otro lado, el honor me obliga a vivir libre o a morir luchando, ser Stregek. Los calabozos de la dama no me parecen un lugar digno de mi nombre, si me lo permitís -dijo, cínicamente
Entonces, el exterior de la taberna pareció ensombrecerse como si hubiera un eclipse o similar. A esas alturas, pocas cosas sorprenderían a Arzhel, pero cuando el otro dijo "barco"... ¿Seguía en el mismo mundo? Arzhel había sido un soldado y un espadachín toda la vida, y como la mayoría de la gente que no sabía utilizar la magia, la temía o la aborrecía. En alguien para el que el temor no es una opción, como Arzhel, esto se traducía en una actitud de desconfianza. Aunque de perdidos al río, claro.
-Vengo, camarada. No me disgusta la idea de dejar éste lugar. En cuanto a vos -dijo señalando a la muchacha-. Sois cómplice del ataque a un paladín, ¿o acaso me equivoco? No creáis que os guardo rencor, milady, aunque reconozco que tal vez no debiera haberos apartado de la espada del señor... sin nombre... de una manera tan brusca. Espero que tengáis suerte -concluyó, entre cínico y burlón
En ese momento aquel extraño búho sobrenatural que obedecía las órdenes del aún desconocido entró al lugar y empezó a volar en torno a los paladines a gran velocidad. Arzhel empezó a caminar tras Breigal de manera calmada, pero todavía con las armas en las manos y en guardia ante cualquier cosa extraña que pudieran intentar tanto el paladín como la muchacha.
Cuando terminó de hablar, pero, consideró que estaba obligado a hablar también.
-Lo habéis explicado mejor que yo mismo, maese. Por otro lado, el honor me obliga a vivir libre o a morir luchando, ser Stregek. Los calabozos de la dama no me parecen un lugar digno de mi nombre, si me lo permitís -dijo, cínicamente
Entonces, el exterior de la taberna pareció ensombrecerse como si hubiera un eclipse o similar. A esas alturas, pocas cosas sorprenderían a Arzhel, pero cuando el otro dijo "barco"... ¿Seguía en el mismo mundo? Arzhel había sido un soldado y un espadachín toda la vida, y como la mayoría de la gente que no sabía utilizar la magia, la temía o la aborrecía. En alguien para el que el temor no es una opción, como Arzhel, esto se traducía en una actitud de desconfianza. Aunque de perdidos al río, claro.
-Vengo, camarada. No me disgusta la idea de dejar éste lugar. En cuanto a vos -dijo señalando a la muchacha-. Sois cómplice del ataque a un paladín, ¿o acaso me equivoco? No creáis que os guardo rencor, milady, aunque reconozco que tal vez no debiera haberos apartado de la espada del señor... sin nombre... de una manera tan brusca. Espero que tengáis suerte -concluyó, entre cínico y burlón
En ese momento aquel extraño búho sobrenatural que obedecía las órdenes del aún desconocido entró al lugar y empezó a volar en torno a los paladines a gran velocidad. Arzhel empezó a caminar tras Breigal de manera calmada, pero todavía con las armas en las manos y en guardia ante cualquier cosa extraña que pudieran intentar tanto el paladín como la muchacha.
Arzhel de Loïc- Cantidad de envíos : 175
Re: Liberando la mente
- Porque mis principios me impiden dejar morir a alguien, menos a manos de ser de oscuridad - fue tan honesta como su imprudencia se lo permitió. No, ella no dejaría morir a nadie, no pondría en bandeja de plata a la muerte a otro ser. La vida estaba primero que todo, aun la de un enemigo. Después de todo, hasta Breigal notaría, dolorosa y toda, la suya no era una herida mortal.
- Cállate pagano, no mereces nombrar a mi Señora! Asco me dan ustedes, demonios!! - replicó el paladín - todos arderán en la purísima flama de la luz - Clavó la espada contra la piedra que le sujetaba el pie tratando de liberase - su suerte es la que se han bus - , a lo que Dul perdió la paciencia
- AYY!! YA!! CÁLLATE UN RATO!!! - le gritó, explotó exasperada con el hombre, un berrinche de niña pre adolescente. Justo cuando la sombra se posó en la taberna, su propia sombra reaccionó, quería sangre, la sangre de dos y le tomó solo una fracción de segundo darse cuenta que no quería la de Arzhael y que, por primera vez, no quería la de ella: Stregek era una amenaza para el equilibrio.
Con el búho entorpeciendo su visión, le dio rienda suelta a su Sombra, entendía el costo de eso, pero tenía la cortina perfecta, ya en el exterior se había oscurecido. Un velo de sombra, tan oscuro y tupido como una pared de terciopelo, pero tan duro como el mas resistente de los concretos, les tapó la ruta de salida. Una Sombra viva y pensante que no dudaría en moverse a las paredes y ventanas para no dejar escapar su presa,
Y aguardaba, aguardaba a que la kazkage disfrazada de paladín procediera a hacer su trabajo, que trajera equilibrio, que se deshiciera de la fuente de oscuridad y luego de esa falsa luz, sin embargo...
En medio del remolino que hacía el ave fantasmal, el brillo del metal, el sonido del acero cortando el aire se dejó oír como equivoca respuesta a la expectativa de la Sombra.
- Desparece.... -
~ hermano viento... ~
- Cállate pagano, no mereces nombrar a mi Señora! Asco me dan ustedes, demonios!! - replicó el paladín - todos arderán en la purísima flama de la luz - Clavó la espada contra la piedra que le sujetaba el pie tratando de liberase - su suerte es la que se han bus - , a lo que Dul perdió la paciencia
- AYY!! YA!! CÁLLATE UN RATO!!! - le gritó, explotó exasperada con el hombre, un berrinche de niña pre adolescente. Justo cuando la sombra se posó en la taberna, su propia sombra reaccionó, quería sangre, la sangre de dos y le tomó solo una fracción de segundo darse cuenta que no quería la de Arzhael y que, por primera vez, no quería la de ella: Stregek era una amenaza para el equilibrio.
Con el búho entorpeciendo su visión, le dio rienda suelta a su Sombra, entendía el costo de eso, pero tenía la cortina perfecta, ya en el exterior se había oscurecido. Un velo de sombra, tan oscuro y tupido como una pared de terciopelo, pero tan duro como el mas resistente de los concretos, les tapó la ruta de salida. Una Sombra viva y pensante que no dudaría en moverse a las paredes y ventanas para no dejar escapar su presa,
Y aguardaba, aguardaba a que la kazkage disfrazada de paladín procediera a hacer su trabajo, que trajera equilibrio, que se deshiciera de la fuente de oscuridad y luego de esa falsa luz, sin embargo...
En medio del remolino que hacía el ave fantasmal, el brillo del metal, el sonido del acero cortando el aire se dejó oír como equivoca respuesta a la expectativa de la Sombra.
- Desparece.... -
~ hermano viento... ~
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Liberando la mente
-No soy un ser de oscuridad. Nada más lejos de la realidad.
Supe que, de alguna manera, Arale percibía a Phabendior, y sin duda era él el considerado "ser de oscuridad". Eso podría explicar por qué los humanos nos odiaban tanto. Al parecer, en la cultura humana, los demonios eran seres malignos. Nada sorprendente, si se pensaba que nosotros fuimos creados por una, que nos hizo a imagen y semejanza de esa especie que un dios había creado. Quizás los reoraf éramos vistos como seres del infierno que teníamos por objetivo cubrir el planeta, aniquilando o esclavizando a esa raza "divina". ¿Cómo hacerles entender que lo único que queríamos era poder vivir en paz en nuestra tranquila y alejada isla? ¿Cómo hacerle entender a Arale que mi único deseo era reencontrarme con Daliny y Talin, para regresar a nuestro hogar y poder vivir en paz? ¿Cómo haría para que comprenda que estaba cansado de estar solo?
Creí que finalmente podría salir de ese lugar, pero una sombra inmensa nos tapó la vía de escape. ¿Quién habría sido el invocador de esa criatura? Supuse que alguien que puede usar una sombra para cazar a sus enemigos, entendería que la oscuridad no era lo que la humanidad planteaba como tal cosa. Pero ambos parecían luchar en nombre de la luz: el tipo, porque no dejaba de decirlo, y Arale, porque parecía despreciar a los "seres de oscuridad". Pero entonces una idea cobró fuerza: quizás el caballero notó algo en Arale y la consideró un ser oscuro, lo que podría haber causado su ataque hacia ella. De ser así, fue Arale quien envió la sombra para frustrar nuestro escape.
Ahora todo comenzaba a tener sentido, excepto por una cosa: ¿por qué Arale me consideraba un ser de oscuridad, si ella tranquilamente podría serlo? El ruido del metal, y la voz masculina surgida de la prisión eólica provocada por el búho de Sast, me hicieron pensar que la joven estaba acabada.
-Detente.
El búho disminuyó su velocidad. Ese hombre había atacado a su compañera. Una persona que lo acompañó quién sabe cuánto tiempo, y él la atacaba así como así... Humanos... Nunca los entendería, estaba seguro. Y también estaba seguro de otra cosa: ese hombre nunca había estado solo. Bonito momento para comenzar.
-Tendrás que ayudarme a subir -le comenté a mi improvisado compañero de navegación-. Pero ese sujeto, vendrá con nosotros.
---
Cuatro muros se elevaron súbitamente alrededor del paladín, y luego la parte superior de cada pared se movió para formar un techo, dejando así al hombre encerrado en una pequeña prisión, que luego se fue hundiendo en la tierra. Sólo descendían las paredes y el techo, el suelo permanecía firme, lo que provocaba que la jaula sea cada vez más baja. Mis brazos empezaron a ponerse tiesos, pero el objetivo ya estaba fijado: aplastar a ese hombre y subirlo al barco.
Supe que, de alguna manera, Arale percibía a Phabendior, y sin duda era él el considerado "ser de oscuridad". Eso podría explicar por qué los humanos nos odiaban tanto. Al parecer, en la cultura humana, los demonios eran seres malignos. Nada sorprendente, si se pensaba que nosotros fuimos creados por una, que nos hizo a imagen y semejanza de esa especie que un dios había creado. Quizás los reoraf éramos vistos como seres del infierno que teníamos por objetivo cubrir el planeta, aniquilando o esclavizando a esa raza "divina". ¿Cómo hacerles entender que lo único que queríamos era poder vivir en paz en nuestra tranquila y alejada isla? ¿Cómo hacerle entender a Arale que mi único deseo era reencontrarme con Daliny y Talin, para regresar a nuestro hogar y poder vivir en paz? ¿Cómo haría para que comprenda que estaba cansado de estar solo?
Creí que finalmente podría salir de ese lugar, pero una sombra inmensa nos tapó la vía de escape. ¿Quién habría sido el invocador de esa criatura? Supuse que alguien que puede usar una sombra para cazar a sus enemigos, entendería que la oscuridad no era lo que la humanidad planteaba como tal cosa. Pero ambos parecían luchar en nombre de la luz: el tipo, porque no dejaba de decirlo, y Arale, porque parecía despreciar a los "seres de oscuridad". Pero entonces una idea cobró fuerza: quizás el caballero notó algo en Arale y la consideró un ser oscuro, lo que podría haber causado su ataque hacia ella. De ser así, fue Arale quien envió la sombra para frustrar nuestro escape.
Ahora todo comenzaba a tener sentido, excepto por una cosa: ¿por qué Arale me consideraba un ser de oscuridad, si ella tranquilamente podría serlo? El ruido del metal, y la voz masculina surgida de la prisión eólica provocada por el búho de Sast, me hicieron pensar que la joven estaba acabada.
-Detente.
El búho disminuyó su velocidad. Ese hombre había atacado a su compañera. Una persona que lo acompañó quién sabe cuánto tiempo, y él la atacaba así como así... Humanos... Nunca los entendería, estaba seguro. Y también estaba seguro de otra cosa: ese hombre nunca había estado solo. Bonito momento para comenzar.
-Tendrás que ayudarme a subir -le comenté a mi improvisado compañero de navegación-. Pero ese sujeto, vendrá con nosotros.
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Cuatro muros se elevaron súbitamente alrededor del paladín, y luego la parte superior de cada pared se movió para formar un techo, dejando así al hombre encerrado en una pequeña prisión, que luego se fue hundiendo en la tierra. Sólo descendían las paredes y el techo, el suelo permanecía firme, lo que provocaba que la jaula sea cada vez más baja. Mis brazos empezaron a ponerse tiesos, pero el objetivo ya estaba fijado: aplastar a ese hombre y subirlo al barco.
- Spoiler:
- FDI= Los muros aún están bajando.
Breigal- Cantidad de envíos : 135
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