Censo
Últimos temas
Noticias
Afiliados normales
Mar de Jaspia es un foro basado en un mundo original con líneas argumentales que pertenecen a sus administradores y participantes. Tanto los escritos como el diseño están protegidos por una licencia Creative Commons. Algunos códigos fueron desarrollados por el equipo web de Protorol. La mayoría de nuestras imágenes son sacadas de DeviantArt y retocadas, si quieres créditos propios o te interesa alguna imagen en concreto, haznoslo saber.
KirillAdmin ♒ MP!
ChelsieAdmin ♒ MP!
LisandotMod ♒ MP!
DelinMod ♒ MP!
SophitiaColab ♒ MP!
CyrianColab ♒ MP!
Años Activos
Cuando un árbol se mueve
3 participantes
Mar de Jaspia :: DUCADO DE ASPHER :: Rhylia :: Lytenberg
Página 5 de 5.
Página 5 de 5. • 1, 2, 3, 4, 5
Re: Cuando un árbol se mueve
- Ese suele ser el problema conmigo - dijo sin mayor sorpresa, aun ausente del mundo, por estar concentrada en el envío - no se sabe exactamente cuando miento y cuando digo la verdad - mintió, por lo general se sabía. Sin embargo, toda esa calma se fue al traste al pensar, por un momento, que alguien dentro de la Orden le había visto lanzar el kunai.
Al fijar los ojos rojos, en la figura que se despegaba de la columna, volvió la calma. Por solo un par de granos de reloj de arena o unos segundos en el reloj de sol, según cómo se vea. Dos parpadeos y luego una mirada de desconfianza sorpresiva, antes mirarlo abajo.
- Es que tú me estas siguiendo o qué? Qué carajos haces acá? - frunció el ceño. Su tono era de quien sorprende de ver a alguien, sino de verlo en el lugar equivocado - Para este momento tú ya deberías estar no sé, en el puerto, en una taberna o ahogándote en el mar, donde mas te plazca - su ceño se frunció más y bajó la voz frunciendo los labios, en un tonito irritante e irritada, casi con fastidio, desesperación y desconcierto, todo junto - por qué estas acá? - miró en todas las direcciones y se acercó dos pasos a él.
- Para qué rayos te dejo la reja abierta si te vas a quedar a hacer turismo dentro de la Fortaleza? es que de verdad? no tienes nada mejor que hacer que ver como lograr que te corten el cuello o quien sabe qué cosas? Oye y pensar que a primera vista pareces una persona pensante y cuando se habla contigo hasta das la impresión de ser sensato, pero no!! que fraude! A cómo te equivocas la hora, Arale? tres cobres por minuto, gracias, de nada - lo regañó sin levantar a penas la voz, más que para dar énfasis a algunas cosas. Y era eso, un regaño... en los términos de un infante de doce años - te juro que sí tienes más de tres dedos de frente, te vi de cerquita mientras dormías y los conté - pero regaño al fin y al cabo - Por.qué, no.te.has.ido.de.a.quí?? - esa última I fue estridente, apretando los dientes y, si Cyrian había tenido una infancia normal, era el preámbulo al pellizco materno, que por esta vez no se dio.
Se alejó esos dos pasos de Cyrian y puso la vista en la maza un momento. Tal vez era por el arma que estaba ahí, no podía tenerlo claro. De momento estaba más molesta con que no hubiera escapado, después de todo lo que tuvo que discutir con su propia conciencia por pensar que iría a matar a mas personas y no, él estaba ahí.
Fue medio segundo entre esa I, morderse el labio tratando de pensar qué hacer y retomar.
- Ya que estamos aquí - sonrío divertida, ya entrados en gastos no servía de nada el enojarse,ya estaba hecho y era problema de él - no se te antoja una visita al cuarto de Amaraia o algo así de ilustrativo, una limonadita de mango o algo? - se puso la mano en los ojos y luego lo miró fijamente, conteniendo la risa.
- La próxima vez que alguien ose decirme que soy un desastre le voy a contar de ti, que ni yo hago cosas tan imprudentes y lo del culto de caníbales no cuenta como comparación aunque lo supere, eh? - Mantuvo la mirada y contra todo pronostico, teniendo en cuenta lo anterior, le dirigió una sonrisa amable y hasta cálida, para darle la oportunidad de hablar, tal vez había una explicación lógica racional.
- Que se te perdió aquí? -
Al fijar los ojos rojos, en la figura que se despegaba de la columna, volvió la calma. Por solo un par de granos de reloj de arena o unos segundos en el reloj de sol, según cómo se vea. Dos parpadeos y luego una mirada de desconfianza sorpresiva, antes mirarlo abajo.
- Es que tú me estas siguiendo o qué? Qué carajos haces acá? - frunció el ceño. Su tono era de quien sorprende de ver a alguien, sino de verlo en el lugar equivocado - Para este momento tú ya deberías estar no sé, en el puerto, en una taberna o ahogándote en el mar, donde mas te plazca - su ceño se frunció más y bajó la voz frunciendo los labios, en un tonito irritante e irritada, casi con fastidio, desesperación y desconcierto, todo junto - por qué estas acá? - miró en todas las direcciones y se acercó dos pasos a él.
- Para qué rayos te dejo la reja abierta si te vas a quedar a hacer turismo dentro de la Fortaleza? es que de verdad? no tienes nada mejor que hacer que ver como lograr que te corten el cuello o quien sabe qué cosas? Oye y pensar que a primera vista pareces una persona pensante y cuando se habla contigo hasta das la impresión de ser sensato, pero no!! que fraude! A cómo te equivocas la hora, Arale? tres cobres por minuto, gracias, de nada - lo regañó sin levantar a penas la voz, más que para dar énfasis a algunas cosas. Y era eso, un regaño... en los términos de un infante de doce años - te juro que sí tienes más de tres dedos de frente, te vi de cerquita mientras dormías y los conté - pero regaño al fin y al cabo - Por.qué, no.te.has.ido.de.a.quí?? - esa última I fue estridente, apretando los dientes y, si Cyrian había tenido una infancia normal, era el preámbulo al pellizco materno, que por esta vez no se dio.
Se alejó esos dos pasos de Cyrian y puso la vista en la maza un momento. Tal vez era por el arma que estaba ahí, no podía tenerlo claro. De momento estaba más molesta con que no hubiera escapado, después de todo lo que tuvo que discutir con su propia conciencia por pensar que iría a matar a mas personas y no, él estaba ahí.
Fue medio segundo entre esa I, morderse el labio tratando de pensar qué hacer y retomar.
- Ya que estamos aquí - sonrío divertida, ya entrados en gastos no servía de nada el enojarse,ya estaba hecho y era problema de él - no se te antoja una visita al cuarto de Amaraia o algo así de ilustrativo, una limonadita de mango o algo? - se puso la mano en los ojos y luego lo miró fijamente, conteniendo la risa.
- La próxima vez que alguien ose decirme que soy un desastre le voy a contar de ti, que ni yo hago cosas tan imprudentes y lo del culto de caníbales no cuenta como comparación aunque lo supere, eh? - Mantuvo la mirada y contra todo pronostico, teniendo en cuenta lo anterior, le dirigió una sonrisa amable y hasta cálida, para darle la oportunidad de hablar, tal vez había una explicación lógica racional.
- Que se te perdió aquí? -
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Cuando un árbol se mueve
- Sin duda, Iniciada, sabéis conseguir que un hombre se sienta bienvenido en un lugar. - Replicó sonriendo de medio lado, divertido con la regañina maternal. Sí, Cyrian había tenido una infancia normal, y había recibido más de una regañina de esa clase de su madre cuando era un infante, antes de unirse a aquel paladín al que luego llamaría Maestro. De hecho, era ese pensamiento el que traía la sonrisa a su rostro, hasta que recordó que... que su madre habría llorado su muerte muchos años atrás. Y para no destruir su recuerdo entrañable de sus dos hijos (el perfecto Artix y el niño soñador que fue Cyrian), era algo que no iba a corregir.
No cuando el sendero bajo sus pies estaba tan lleno de sombras que lo más probable era que tuviera que llorarle de nuevo. Había torturas horrendas, pero hacer llorar a una madre dos veces la muerte de un mismo hijo y decirle que su hermano intentó matarle iba más allá de la crueldad del corazón del sombrío caballero.
- Tal vez la visite, cuando termine de traer justicia. Tal vez entonces tenga algunas preguntas para ella también. - recobrando la sonrisa mientras retiraba el cordón de terciopelo, para colocarse en cuclillas y examinar el arma. - Lamento si os di la impresión de ser un hombre sensato, pero el incendio en la biblioteca debió indicaros la verdad. - Ahí estaba, cada muesca, cada matiz rojizo dentro del cristal de cuarzo y cada veta negra en su superficie, que daba la impresión de movimiento en su interior, como si hubiera sangre moviendose en el corazón del cristal. Exactamente como la recordaba, el día que se la entregaron.
No podía ser una falsificación, era su arma de verdad. Su hermano en verdad había regresado. ¿Por los caídos o por algo para respaldar que sus acciones fueron heroicas y enmascarar la horrenda realidad? Era una duda que seguiría en la mente del caballero que contemplaba el arma del paladín que había sido.
- Algún día, os pediré que me contéis esa historia desde detrás de una jarra de lo que os guste beber y tal vez os comparta alguna más de mis insensateces. Pero hoy, no es ese día.
Cyrian miró a los ojos de Dulfary. Había leído la profecía en la placa de bronce antes de agacharse. - Mi misión es compleja, y no me puedo permitir marcharme sin un arma. La Orden tomó la mía al capturarme; de modo que hasta que me la restituyan, me toca tomar la suya a cambio, ¿no creéis que es lo justo?
Antes de que respondiera, cerró el puño en el mango del martillo de guerra y se incorporó.
Y ese martillo que Dulfary sabía lo inamovible que era, mansamente siguió la mano de su dueño.
No cuando el sendero bajo sus pies estaba tan lleno de sombras que lo más probable era que tuviera que llorarle de nuevo. Había torturas horrendas, pero hacer llorar a una madre dos veces la muerte de un mismo hijo y decirle que su hermano intentó matarle iba más allá de la crueldad del corazón del sombrío caballero.
- Tal vez la visite, cuando termine de traer justicia. Tal vez entonces tenga algunas preguntas para ella también. - recobrando la sonrisa mientras retiraba el cordón de terciopelo, para colocarse en cuclillas y examinar el arma. - Lamento si os di la impresión de ser un hombre sensato, pero el incendio en la biblioteca debió indicaros la verdad. - Ahí estaba, cada muesca, cada matiz rojizo dentro del cristal de cuarzo y cada veta negra en su superficie, que daba la impresión de movimiento en su interior, como si hubiera sangre moviendose en el corazón del cristal. Exactamente como la recordaba, el día que se la entregaron.
No podía ser una falsificación, era su arma de verdad. Su hermano en verdad había regresado. ¿Por los caídos o por algo para respaldar que sus acciones fueron heroicas y enmascarar la horrenda realidad? Era una duda que seguiría en la mente del caballero que contemplaba el arma del paladín que había sido.
- Algún día, os pediré que me contéis esa historia desde detrás de una jarra de lo que os guste beber y tal vez os comparta alguna más de mis insensateces. Pero hoy, no es ese día.
Cyrian miró a los ojos de Dulfary. Había leído la profecía en la placa de bronce antes de agacharse. - Mi misión es compleja, y no me puedo permitir marcharme sin un arma. La Orden tomó la mía al capturarme; de modo que hasta que me la restituyan, me toca tomar la suya a cambio, ¿no creéis que es lo justo?
Antes de que respondiera, cerró el puño en el mango del martillo de guerra y se incorporó.
Y ese martillo que Dulfary sabía lo inamovible que era, mansamente siguió la mano de su dueño.
Última edición por Cyrian el 28/05/13, 09:34 pm, editado 1 vez
Cyrian- Cantidad de envíos : 305
Re: Cuando un árbol se mueve
Y ese martillo que Dulfary sabía lo inamovible que era, mansamente siguió la mano de su dueño... pero no por mucho. Por tan poco que bien podía pasar por un engaño a los sentidos.
El golpe certero y contundente en su muñeca, la de Cyrian, tendría que haber tenido el efecto inmediato de liberar el arma, no por dolor, sino por momentáneo entumecimiento que impide mantener cualquier peso en esa mano. Sin embargo ~ al gato no se le sorprende dos veces ~ y si llegó a tocarlo de refilón fue mucho, siendo ella quien quedó en una mala posición, con el objetivo cumplido pues había soltado la maza, pero en mala posición. La niña, no era "gato"
Y ambos lo sabían, Dulfary en lo más profundo, que sí se había movido el arma.
- No te equivoques, Cyrian, puede que yo sea muchas cosas, pero parte de esas cosas es no dejar que le arrebaten los faros de ilusión a otros. Te lo advierto - su tono se tornó sombrío por lo mismo decidido - aleja tus manos de eso -
El kunai en su otra mano era la última parte de su advertencia. Sin atacar
Señales de eso que había ocurrido, tal vez sólo había una, pero grande y llamativa. Desde el momento en que Cyrian terminó su primera frase, debió existir una réplica de la falsa Iniciada y no la hubo, ni cuando siguió replicando o planteando la posibilidad de un nuevo encuentro en el que compartieran aventuras, ni cuando habló de la misión que ella le cuestionaba, no sobre lo que es justo y equitativo.
Todo había sido silencio. Hasta que resonó el eco del golpe seco en la muñeca, en su muñeca, con el agarre entre esta y la base de su mano para evitar el golpe que daría Dulfary.
No por falta de palabras, Dulfary siempre tenía palabras, sino por la forma tensa en que su atención se fijó en cada movimiento del caballero, desde que tomó el terciopelo y, hasta el viento se aquietó, como si esperara a una orden suya que no se daba. Siguió sus ojos al leer la placa, al examinar el arma, ¿el reencuentro de dos viejos amigos?
- No voy a dejar que les quites esa guía o que crean tontamente que la oscuridad se ha... - patinó en su discurso, no era una palabra que hiciera parte de su léxico y dudando en la alternativa de hacer una maroma con el cual neutralizar el agarre que la tenía presa - purgado cuando no es así. Quieres un arma? Búscate otra o … - el movimiento de ambos fue en la misma dirección, Cyrian a defenderse, ella a recular – osooo tranquilo que no tengo intención de lastimarte, si fuera así ya te habría hecho daño – giró su arma – te puedo regalar una de las mías que hasta más masculinas son que un arma rosadita - el kunai con el que remarcaba su advertencia, fue lo que le ofreció para que lo tomara, confiando en que la otra mano no fuera tan diestra y no lo tuviera que enfrentar.
- Y para que veas que tan errado estas con la Orden que tanto odias, ellos no tomaron tu arma. Nunca la tuvieron... - entrecerró los ojos desafiante, tirando de su mano para que la soltara - la tengo yo -
El golpe certero y contundente en su muñeca, la de Cyrian, tendría que haber tenido el efecto inmediato de liberar el arma, no por dolor, sino por momentáneo entumecimiento que impide mantener cualquier peso en esa mano. Sin embargo ~ al gato no se le sorprende dos veces ~ y si llegó a tocarlo de refilón fue mucho, siendo ella quien quedó en una mala posición, con el objetivo cumplido pues había soltado la maza, pero en mala posición. La niña, no era "gato"
Y ambos lo sabían, Dulfary en lo más profundo, que sí se había movido el arma.
- No te equivoques, Cyrian, puede que yo sea muchas cosas, pero parte de esas cosas es no dejar que le arrebaten los faros de ilusión a otros. Te lo advierto - su tono se tornó sombrío por lo mismo decidido - aleja tus manos de eso -
El kunai en su otra mano era la última parte de su advertencia. Sin atacar
Señales de eso que había ocurrido, tal vez sólo había una, pero grande y llamativa. Desde el momento en que Cyrian terminó su primera frase, debió existir una réplica de la falsa Iniciada y no la hubo, ni cuando siguió replicando o planteando la posibilidad de un nuevo encuentro en el que compartieran aventuras, ni cuando habló de la misión que ella le cuestionaba, no sobre lo que es justo y equitativo.
Todo había sido silencio. Hasta que resonó el eco del golpe seco en la muñeca, en su muñeca, con el agarre entre esta y la base de su mano para evitar el golpe que daría Dulfary.
No por falta de palabras, Dulfary siempre tenía palabras, sino por la forma tensa en que su atención se fijó en cada movimiento del caballero, desde que tomó el terciopelo y, hasta el viento se aquietó, como si esperara a una orden suya que no se daba. Siguió sus ojos al leer la placa, al examinar el arma, ¿el reencuentro de dos viejos amigos?
- No voy a dejar que les quites esa guía o que crean tontamente que la oscuridad se ha... - patinó en su discurso, no era una palabra que hiciera parte de su léxico y dudando en la alternativa de hacer una maroma con el cual neutralizar el agarre que la tenía presa - purgado cuando no es así. Quieres un arma? Búscate otra o … - el movimiento de ambos fue en la misma dirección, Cyrian a defenderse, ella a recular – osooo tranquilo que no tengo intención de lastimarte, si fuera así ya te habría hecho daño – giró su arma – te puedo regalar una de las mías que hasta más masculinas son que un arma rosadita - el kunai con el que remarcaba su advertencia, fue lo que le ofreció para que lo tomara, confiando en que la otra mano no fuera tan diestra y no lo tuviera que enfrentar.
- Y para que veas que tan errado estas con la Orden que tanto odias, ellos no tomaron tu arma. Nunca la tuvieron... - entrecerró los ojos desafiante, tirando de su mano para que la soltara - la tengo yo -
Última edición por Dulfary el 05/06/13, 06:51 pm, editado 1 vez (Razón : Mal codificado el color en uno de los parrafos)
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Cuando un árbol se mueve
- Sois muchas cosas, sin duda. - dijo con su media sonrisa mientas mantenía la tensión en la mano de Dulfary, haciendo que la postura de la muñeca y mano estuviera tan tensa como fuera posible, manteniendo sin fuerza esa extremidad con un simple giro. - Sois rápida, sois compasiva y sois una ilusa.
- Me pedís que respete... ¿qué? Sois tan consciente como yo de lo que acaba de suceder. - señalando con el rabillo del ojo al martillo, que no estaba en su posición original por un sutil giro. - Por muchas dudas que pueda plantearme el hecho de que mi arma esté aquí, hay algo que demuestra sin ninguna duda; mis compañeros y yo mismo fuimos asesinados por nuestros camaradas, y en el mejor caso, el remordimiento hizo volver a uno.
Sus ojos marrones estaban fijos en Arale mientras ambos tomaban una posición defensiva, en tanto su razonamiento continuaba. - Siguiendo ese escenario ideal, ese arrepentido regresó y dejó el martillo como denuncia de lo que estaba sucediendo en el seno de la Orden. ¿Y en qué lo han convertido?
Era concederle demasiado crédito a su hermano por sus actos, pero era la mejor circunstancia que explicaba porqué el resto de sus camaradas aún estaban en la Orden y él no, que explicaba como el martillo había regresado de una tumba indigna en un desierto de ceniza volcánica a un destino si cabe más indignante, con una profecía retorcida y como un símbolo de lo contrario a su intención.
- Lo que me pedís que respete no es más que una mentira para legitimar las acciones de aquellos cuya oscuridad inspiró y dio fuerza a esta profecía. Me pedís que respete un símbolo que atrae almas puras y luminosas - lo dijo con algo más que un leve matiz de sorna aquellas últimas palabras. - a una causa regida por oscuridad y corrupción, estando frente a la prueba viviente de ello.
La sonrisa de medio lado tomó un matiz divertido cuando se burló del color del arma. - Al menos es más rojo que el que recibió Artix. El suyo SÍ era rosa. Éste, cuando no lo atraviesa la luz, se ve más rojo. - Sintió una punzada en el pecho mientras acudía a su memoria el recuerdo agridulce de que Gisella le hizo la misma broma el día que la recibió como presente. Una razón más tras sus actos. - No puedo conformarme con uno de esos pequeños kunais, me temo.
- Sois muchas cosas, sin duda.- Repitió, su sonrisa tomando un matiz lupino, como si por fin la verborrea de la Iniciada se hubiera vuelto en su contra. - Pero hay algo que no sois: verdadera parte de esta Orden. Muy bien, Iniciada, ellos no tienen mi espada, la tenéis vos. Regresádmela, y este martillo no se marchará conmigo; por el momento, al menos. Es mi única oferta; tenéis suerte que sienta debilidad por las damas que dejan que sostenga su mano tanto tiempo en la primera cita. - La última frase tenía tanto de broma como de involuntario coqueteo, heredado de su antigua Señora, si bien el frío de su voz lo atenuaba.
- Me pedís que respete... ¿qué? Sois tan consciente como yo de lo que acaba de suceder. - señalando con el rabillo del ojo al martillo, que no estaba en su posición original por un sutil giro. - Por muchas dudas que pueda plantearme el hecho de que mi arma esté aquí, hay algo que demuestra sin ninguna duda; mis compañeros y yo mismo fuimos asesinados por nuestros camaradas, y en el mejor caso, el remordimiento hizo volver a uno.
Sus ojos marrones estaban fijos en Arale mientras ambos tomaban una posición defensiva, en tanto su razonamiento continuaba. - Siguiendo ese escenario ideal, ese arrepentido regresó y dejó el martillo como denuncia de lo que estaba sucediendo en el seno de la Orden. ¿Y en qué lo han convertido?
Era concederle demasiado crédito a su hermano por sus actos, pero era la mejor circunstancia que explicaba porqué el resto de sus camaradas aún estaban en la Orden y él no, que explicaba como el martillo había regresado de una tumba indigna en un desierto de ceniza volcánica a un destino si cabe más indignante, con una profecía retorcida y como un símbolo de lo contrario a su intención.
- Lo que me pedís que respete no es más que una mentira para legitimar las acciones de aquellos cuya oscuridad inspiró y dio fuerza a esta profecía. Me pedís que respete un símbolo que atrae almas puras y luminosas - lo dijo con algo más que un leve matiz de sorna aquellas últimas palabras. - a una causa regida por oscuridad y corrupción, estando frente a la prueba viviente de ello.
La sonrisa de medio lado tomó un matiz divertido cuando se burló del color del arma. - Al menos es más rojo que el que recibió Artix. El suyo SÍ era rosa. Éste, cuando no lo atraviesa la luz, se ve más rojo. - Sintió una punzada en el pecho mientras acudía a su memoria el recuerdo agridulce de que Gisella le hizo la misma broma el día que la recibió como presente. Una razón más tras sus actos. - No puedo conformarme con uno de esos pequeños kunais, me temo.
- Sois muchas cosas, sin duda.- Repitió, su sonrisa tomando un matiz lupino, como si por fin la verborrea de la Iniciada se hubiera vuelto en su contra. - Pero hay algo que no sois: verdadera parte de esta Orden. Muy bien, Iniciada, ellos no tienen mi espada, la tenéis vos. Regresádmela, y este martillo no se marchará conmigo; por el momento, al menos. Es mi única oferta; tenéis suerte que sienta debilidad por las damas que dejan que sostenga su mano tanto tiempo en la primera cita. - La última frase tenía tanto de broma como de involuntario coqueteo, heredado de su antigua Señora, si bien el frío de su voz lo atenuaba.
Última edición por Cyrian el 05/06/13, 07:41 pm, editado 1 vez
Cyrian- Cantidad de envíos : 305
Re: Cuando un árbol se mueve
Dulfary mantenía la mirada fijamente en Cyrian, en sus ojos, pese al agarre de la mano, dejándolo hablar, siendo más expresiva con sus gestos que con sus palabras, haciendo pocas muecas, pero si dando énfasis a lo que pensaba, a través de los ojos. Cómo hablarle que el agua moja, cuando la llamó ilusa.
Siendo toda una novedad que hablara, lo dejó, que dijera y dijera. Aunque los silencios de Dulfary solían ser indicadores de algo más, esta vez solo lo dejó hablar.
No por mucho.
-Y vuelve la burra al trigo – puso los ojos en blanco y lo señaló con el kunai – y NO eres el trigo – agregó con descaro - A ver!! –lo reprendió – estás hablando con la primera persona que te dio el beneficio de la duda sobre tu identidad y te creyó aun sin pruebas, así que no me vengas con esas. Cada cual lee las palabras aquí escritas como prefiere, se pueden interpretar hasta de seis formas si se quiere, pero pesa en cada conciencia el cómo se lean, o es que acaso crees que en el silencio de sus habitaciones quienes acusas de corruptos las ven como símbolo de lucha y de seguir adelante en su cruzada de luz? No, la deben ver como un recordatorio de lo sucios que están, de lo que se les viene encima cuando los descubran y de las cuentas que tendrán que rendir. Lo mires como lo mires, es FA.RO y… - pareció bajar la guardia por un momento, hablando ahora con más suavidad – yo no te he dicho que respetes – sonrió – no aun, aunque ganas no han faltado de decirte que mirar y no tocar se llama…? Correcto! Respetar -
Respecto al asunto de la prueba viviente, se perdió un poco, pero no dijo nada al respecto, aunque la expresión interrogante de mirada bien podía delatarla. A la clara luz de la mañana que aun se niega a avanzar tras el amanecer, los ojos cafés de Cyrian se le antojaron bonitos, más cuando su sonrisa era de diversión y no de mofa ni displicente, aunque aun fuera media. Su propia sonrisa se fue perdiendo, no para llegar a un punto de seriedad, solo para detallarlo mejor, sin sombras más pesadas de por medio. Cualquiera que no lo conociera lo podría subestimar, como pasaba con ella, solo que con Cyrian podía ser un error mortal, mientras que con Dulfary era la oportunidad de conocer mejor antes de juzgar.
Dos témpanos de hielo, como solía ser su tono de voz, pero el tono café era, en palabras de la niña, bonito. Había pensado en la palabra “juzgar” se sorprendió a sí misma, y no le importó, mirándolo, precisamente, sin juzgar, sin que le helara la sangre sus palabras o la forma de mirar. Tal vez tratando de justificarse con la premisa que tenía que haber algo más que eso.
~ Qué mas tienes ahí, Cyrian? ~ preguntaron sus ojos, pero ese pequeño instante de dispersión se perdió cuando dijo que no bastaba con un pequeño kunai.
- No jodás que eres de los que piensa que el tamaño sí importa –su sonrisa se hizo alegremente pícara, pero antes de agregar nada más siguió con lo que tenía que decir. Y era precisamente que su fachada estaba rota a saber desde cuándo.
- Oye, me estás ofendiendo – dijo con una mueca de desagrado, en un tono que más denotaba lo obvio que la indignación o la ofensa, mucho menos el enojo. Pero era cierto, la estaba ofendiendo… no como miembro de la Orden, sino como mentirosa y en su capacidad de infiltración – se llama pensamiento divergente – argumentó, dando gracias a que la palabra llegara a ella a tiempo.
Acaso Cyrian era la prueba que no debía hablar tanto o acercarse demasiado a alguien? Lo primero lo descartaba, lo segundo era más preocupante, porque implicaba que lo mejor que podía hacer era aislarse de la gente que le había tomado estima para evitar sospechas, personas como otro par de iniciados, escuderos, paladines y caballeros como Ireth. Y no quería.
Frunció el ceño. Por lo tardío del gesto, tal vez se notara que no era por su comentario y luego silencio, mientras encajaba lo que le decía, incluyendo lo de la cita. Por fin le quitó la mirada de encima, directo a su mano, no era la mano, era la muñeca. Era una dama, era una aprendiz de kazekage
- Pues sí, estas como muy amañado con mi mano – sonó tan perpleja como estaba, como si apenas cayera en cuenta del asunto, que por estar hablando, tampoco es que fuera del todo falso. Sin embargo no se turbó y levantó la vista hacía él de nueva cuenta – Es que te gusto o qué? Solo te regalé una arepuela, ya lo agradeciste y te creí y fue de buena fe, no es para que te enamores - trató de mantener la distancia, aun con la sonrisa, pero sin burlarse – que esto no es ninguna cita, y si lo fuera no sería la primera, sólo porque te hace falta demasiada iniciativa pero ya quisieras tú lograr salir conmigo en una cita de verdad –
Ese no era el punto. Se estaba desviando, de nuevo.
- Amenacitas chimbas a otros. A mí no – ahora si había burla en su tono – si algo aprendí de mis padres es eso. O te conformas con un kunai o les das el placer a esos que tanto detestas, es decir, nosotros, - sonrió triunfante - de encontrarse con que el arma no está, que su guerra y la corrupción que tanto mencionas en realidad no existe y todo… bueno, que la guerra sí existe pero es válida, se entiende, no? Y todo eso que has dicho no es más que basura y charara y te conviertes en un simple y vil asesino más, del montón, no un vengador justiciero lora, lora, lora, sino un mero destripador y pare de contar. Y síiiiiii toooodos sabemos que eso te vale tan tres tiras de m…tan poco como a mí tu maravillosa amenaza, CIERTO, cierto, no es amenaza, ahórratelo, la ventaja que no me calle es que no necesitas corregirme, es “una advertencia de buena fe para que obre de la forma más acorde y beneficiosa para todos, sobre todo para ti que te da penita andar con una maza rosada, tanto penita de vergüenza como penita de dolor por aquello que ya no solo es tu “deber” para con los caídos que empiezo a sospechar que en verdad te importan muy poco, sino algo material, pesado y vistoso” – lo expresó con el sonsonete de retahíla aprendida de libro y repetida de memoria con hastío y ojos en blanco de tanto hacerlo; volvió a fruncir el ceño, pero esta vez desafiante – me estoy desviando un poquito, lo sé, te vale hongo lo... - se quedó callada de pronto.
La respiración se le hizo un poco más lenta y la tensión en el viento se hizo evidente, pero no pasó nada, nada extraño, al menos desde los ojos de la niña. Entrecerró los ojos, muy despacio, dándose cuenta de algo importante y no había contemplado antes.
- No - dijo despacio, con delicadeza, en respuesta a una pregunta que nadie había hecho - A decir verdad, no. Sé que te va a quedar fácil, olvida todo lo que dije. Da igual, en realidad no da igual pero no tampoco vas a verlo - negó despacio con la cabeza - Tienes que ganártelo, vale demasiado para que lo tengas tan fácil -
Respiró hondo y sonrió, más para sí misma que para Cyrian. Una sonrisa de alivio y tranquilidad.
Se daba cuenta, y le tranquilizaba hacerlo, que no era su mejor argumento lo que estaba diciendo. Pero lo cierto es que más que la ira de una amenaza no tenía razones reales por las cuales no dejarlo llevarse el arma, no razones de peso para alguien más racional, practico, objetivo y de cabeza fría. Para ella representaba un faro dentro de la Orden, sólo porque así lo veían mucho, qué pasaría realmente si un día no estaba? Yato podría responderle mejor y le creería. Pero no tenía a Yato. Lohegrin le respondería a eso y dejaría su duda satisfecha. Pero Lohengrin no estaba.
Estaba ella.
Y la sonrisa se mantuvo, diáfana.
- Mis armas no se canjean. Quieres llevarte la maza, te lo repito, es tu problema, no el mío. Tienes razón en eso. Además, para la mayoría de aquí no es necesario un símbolo material. Quieres tú espada azul? llévate tu espada, que para eso tienes dos manos - tiró de su mano y entrecerró otro poco los ojos, esta vez sí resintiendo, al fin, lo prolongado de la posición.
- Ya está bien que me tengas la mano, esa sí es mía así que suelta y búscate a alguien que si sea una dama para esas cosas -
Siendo toda una novedad que hablara, lo dejó, que dijera y dijera. Aunque los silencios de Dulfary solían ser indicadores de algo más, esta vez solo lo dejó hablar.
No por mucho.
-Y vuelve la burra al trigo – puso los ojos en blanco y lo señaló con el kunai – y NO eres el trigo – agregó con descaro - A ver!! –lo reprendió – estás hablando con la primera persona que te dio el beneficio de la duda sobre tu identidad y te creyó aun sin pruebas, así que no me vengas con esas. Cada cual lee las palabras aquí escritas como prefiere, se pueden interpretar hasta de seis formas si se quiere, pero pesa en cada conciencia el cómo se lean, o es que acaso crees que en el silencio de sus habitaciones quienes acusas de corruptos las ven como símbolo de lucha y de seguir adelante en su cruzada de luz? No, la deben ver como un recordatorio de lo sucios que están, de lo que se les viene encima cuando los descubran y de las cuentas que tendrán que rendir. Lo mires como lo mires, es FA.RO y… - pareció bajar la guardia por un momento, hablando ahora con más suavidad – yo no te he dicho que respetes – sonrió – no aun, aunque ganas no han faltado de decirte que mirar y no tocar se llama…? Correcto! Respetar -
Respecto al asunto de la prueba viviente, se perdió un poco, pero no dijo nada al respecto, aunque la expresión interrogante de mirada bien podía delatarla. A la clara luz de la mañana que aun se niega a avanzar tras el amanecer, los ojos cafés de Cyrian se le antojaron bonitos, más cuando su sonrisa era de diversión y no de mofa ni displicente, aunque aun fuera media. Su propia sonrisa se fue perdiendo, no para llegar a un punto de seriedad, solo para detallarlo mejor, sin sombras más pesadas de por medio. Cualquiera que no lo conociera lo podría subestimar, como pasaba con ella, solo que con Cyrian podía ser un error mortal, mientras que con Dulfary era la oportunidad de conocer mejor antes de juzgar.
Dos témpanos de hielo, como solía ser su tono de voz, pero el tono café era, en palabras de la niña, bonito. Había pensado en la palabra “juzgar” se sorprendió a sí misma, y no le importó, mirándolo, precisamente, sin juzgar, sin que le helara la sangre sus palabras o la forma de mirar. Tal vez tratando de justificarse con la premisa que tenía que haber algo más que eso.
~ Qué mas tienes ahí, Cyrian? ~ preguntaron sus ojos, pero ese pequeño instante de dispersión se perdió cuando dijo que no bastaba con un pequeño kunai.
- No jodás que eres de los que piensa que el tamaño sí importa –su sonrisa se hizo alegremente pícara, pero antes de agregar nada más siguió con lo que tenía que decir. Y era precisamente que su fachada estaba rota a saber desde cuándo.
- Oye, me estás ofendiendo – dijo con una mueca de desagrado, en un tono que más denotaba lo obvio que la indignación o la ofensa, mucho menos el enojo. Pero era cierto, la estaba ofendiendo… no como miembro de la Orden, sino como mentirosa y en su capacidad de infiltración – se llama pensamiento divergente – argumentó, dando gracias a que la palabra llegara a ella a tiempo.
Acaso Cyrian era la prueba que no debía hablar tanto o acercarse demasiado a alguien? Lo primero lo descartaba, lo segundo era más preocupante, porque implicaba que lo mejor que podía hacer era aislarse de la gente que le había tomado estima para evitar sospechas, personas como otro par de iniciados, escuderos, paladines y caballeros como Ireth. Y no quería.
Frunció el ceño. Por lo tardío del gesto, tal vez se notara que no era por su comentario y luego silencio, mientras encajaba lo que le decía, incluyendo lo de la cita. Por fin le quitó la mirada de encima, directo a su mano, no era la mano, era la muñeca. Era una dama, era una aprendiz de kazekage
- Pues sí, estas como muy amañado con mi mano – sonó tan perpleja como estaba, como si apenas cayera en cuenta del asunto, que por estar hablando, tampoco es que fuera del todo falso. Sin embargo no se turbó y levantó la vista hacía él de nueva cuenta – Es que te gusto o qué? Solo te regalé una arepuela, ya lo agradeciste y te creí y fue de buena fe, no es para que te enamores - trató de mantener la distancia, aun con la sonrisa, pero sin burlarse – que esto no es ninguna cita, y si lo fuera no sería la primera, sólo porque te hace falta demasiada iniciativa pero ya quisieras tú lograr salir conmigo en una cita de verdad –
Ese no era el punto. Se estaba desviando, de nuevo.
- Amenacitas chimbas a otros. A mí no – ahora si había burla en su tono – si algo aprendí de mis padres es eso. O te conformas con un kunai o les das el placer a esos que tanto detestas, es decir, nosotros, - sonrió triunfante - de encontrarse con que el arma no está, que su guerra y la corrupción que tanto mencionas en realidad no existe y todo… bueno, que la guerra sí existe pero es válida, se entiende, no? Y todo eso que has dicho no es más que basura y charara y te conviertes en un simple y vil asesino más, del montón, no un vengador justiciero lora, lora, lora, sino un mero destripador y pare de contar. Y síiiiiii toooodos sabemos que eso te vale tan tres tiras de m…tan poco como a mí tu maravillosa amenaza, CIERTO, cierto, no es amenaza, ahórratelo, la ventaja que no me calle es que no necesitas corregirme, es “una advertencia de buena fe para que obre de la forma más acorde y beneficiosa para todos, sobre todo para ti que te da penita andar con una maza rosada, tanto penita de vergüenza como penita de dolor por aquello que ya no solo es tu “deber” para con los caídos que empiezo a sospechar que en verdad te importan muy poco, sino algo material, pesado y vistoso” – lo expresó con el sonsonete de retahíla aprendida de libro y repetida de memoria con hastío y ojos en blanco de tanto hacerlo; volvió a fruncir el ceño, pero esta vez desafiante – me estoy desviando un poquito, lo sé, te vale hongo lo... - se quedó callada de pronto.
La respiración se le hizo un poco más lenta y la tensión en el viento se hizo evidente, pero no pasó nada, nada extraño, al menos desde los ojos de la niña. Entrecerró los ojos, muy despacio, dándose cuenta de algo importante y no había contemplado antes.
- No - dijo despacio, con delicadeza, en respuesta a una pregunta que nadie había hecho - A decir verdad, no. Sé que te va a quedar fácil, olvida todo lo que dije. Da igual, en realidad no da igual pero no tampoco vas a verlo - negó despacio con la cabeza - Tienes que ganártelo, vale demasiado para que lo tengas tan fácil -
Respiró hondo y sonrió, más para sí misma que para Cyrian. Una sonrisa de alivio y tranquilidad.
Se daba cuenta, y le tranquilizaba hacerlo, que no era su mejor argumento lo que estaba diciendo. Pero lo cierto es que más que la ira de una amenaza no tenía razones reales por las cuales no dejarlo llevarse el arma, no razones de peso para alguien más racional, practico, objetivo y de cabeza fría. Para ella representaba un faro dentro de la Orden, sólo porque así lo veían mucho, qué pasaría realmente si un día no estaba? Yato podría responderle mejor y le creería. Pero no tenía a Yato. Lohegrin le respondería a eso y dejaría su duda satisfecha. Pero Lohengrin no estaba.
Estaba ella.
Y la sonrisa se mantuvo, diáfana.
- Mis armas no se canjean. Quieres llevarte la maza, te lo repito, es tu problema, no el mío. Tienes razón en eso. Además, para la mayoría de aquí no es necesario un símbolo material. Quieres tú espada azul? llévate tu espada, que para eso tienes dos manos - tiró de su mano y entrecerró otro poco los ojos, esta vez sí resintiendo, al fin, lo prolongado de la posición.
- Ya está bien que me tengas la mano, esa sí es mía así que suelta y búscate a alguien que si sea una dama para esas cosas -
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Cuando un árbol se mueve
- También estoy hablando con la única persona que ha oído mis palabras. Los otros paladines no escucharon más que sus pecados. - Cyrian mantenía la mirada de Dulfary con su media sonrisa impertérrita.- Acabáis de hablar como mi mentor, "cada alumno aprende algo único, distinto a lo que aprenden los demás, de cada lección". - citó de forma pausada y tranquila, con la misma reverencia con la que recordaba cada lección de disciplina mental. - Pero era el primero en añadir "pero todos aprenden la misma lección que su maestro". Las palabras de la profecía pueden tener múltiples interpretaciones, os lo concedo. Incluso conociendo profundamente a las partes implicadas, se me ocurren varias lecturas plausibles.
- Sin embargo, la influencia de quien inculca la lección determina mucho en cómo se perciben sus palabras. Vos estáis infiltrada en la Orden desde hace algún tiempo, preguntaos simplemente cuántos miembros de la Orden conocéis que estén familiarizados con ella y siquiera consideren la posibilidad de que hable de la oscuridad en el interior de la Orden.
No pudo reprimir una risita sardónica cuando añadió. - Créeme, ya he cazado- puso un notorio hincapié en esa palabra, sólo por juzgar su reacción.- a algunos de los traidores, y sus conciencias están tan mudas hoy como lo estuvieron aquel día; no, para ellos saber que "su dueño la reclame" se ha cumplido sí sería un faro que haría sus noches más oscuras; su presencia es un seguro de que sus actos seguirán impunes. -Y sus mismas palabras dibujaron una nueva idea en su mente.
- El tamaño no es relevante, el equilibrio sí. - de nuevo, el matiz divertido se coló en sus ojos marrones. - Y el mío en batalla necesita un arma larga para complementar mi escudo o mi daga. No es demasiado propio de caballeros como dijísteis considerarme el luchar con dagas y armas arrojadizas, ¿no créeis?
- Y yo pensando que la arepuela fue un acto de compasión o más bien un prestamo, teniendo en cuenta cuánto me lo habeis reprochado desde entonces. - De nuevo, el frío de la voz dejando una capa de escarcha sobre lo que podría haber sido un comentario de buen humor, mientras deliberadamente ignoraba el hecho de que ella había dicho que no era la primera cita a la vez que le decía que no quería citas. - Pero me gusta vuestra mano, sí.- Acariciando con el pulgar la palma de la mano de la kazekage, sin liberarla. - Es firme y dura, la mano de una guerrera, pero aún es suave, la mano de una luchadora que utiliza más la agilidad que la fuerza.
Pero, como ya había ocurrido más de una vez, las palabras de la kazekage acabaron con el momento relajado.
- No sé en qué momento habéis interpretado una amenaza en mis palabras, pero no la ha habido. Sólo os he ofrecido un trato; queríais que el martillo se quedara y os dije el precio que os iba a costar convencerme. No se os da nada bien regatear. - Con fría indiferencia, sin importarle como se tomara sus palabras.
- Las armas son partes naturales en la mano de un verdadero guerrero, como lo son de vos vuestros kunais. Retenéis una parte de mí, mi espada. Me temo que el equilibrio dicta que debo retener la mano como rehén hasta que sea liberada. - Forzando un poco más la postura de la muñeca de Dulfary, aún sin hacerle daño más allá de la posición continuada, pero volviéndola si cabe más incómoda. - Como gesto de buena fe, os prometo dejar la maza aquí si accedeis.
- Sin embargo, la influencia de quien inculca la lección determina mucho en cómo se perciben sus palabras. Vos estáis infiltrada en la Orden desde hace algún tiempo, preguntaos simplemente cuántos miembros de la Orden conocéis que estén familiarizados con ella y siquiera consideren la posibilidad de que hable de la oscuridad en el interior de la Orden.
No pudo reprimir una risita sardónica cuando añadió. - Créeme, ya he cazado- puso un notorio hincapié en esa palabra, sólo por juzgar su reacción.- a algunos de los traidores, y sus conciencias están tan mudas hoy como lo estuvieron aquel día; no, para ellos saber que "su dueño la reclame" se ha cumplido sí sería un faro que haría sus noches más oscuras; su presencia es un seguro de que sus actos seguirán impunes. -Y sus mismas palabras dibujaron una nueva idea en su mente.
- El tamaño no es relevante, el equilibrio sí. - de nuevo, el matiz divertido se coló en sus ojos marrones. - Y el mío en batalla necesita un arma larga para complementar mi escudo o mi daga. No es demasiado propio de caballeros como dijísteis considerarme el luchar con dagas y armas arrojadizas, ¿no créeis?
- Y yo pensando que la arepuela fue un acto de compasión o más bien un prestamo, teniendo en cuenta cuánto me lo habeis reprochado desde entonces. - De nuevo, el frío de la voz dejando una capa de escarcha sobre lo que podría haber sido un comentario de buen humor, mientras deliberadamente ignoraba el hecho de que ella había dicho que no era la primera cita a la vez que le decía que no quería citas. - Pero me gusta vuestra mano, sí.- Acariciando con el pulgar la palma de la mano de la kazekage, sin liberarla. - Es firme y dura, la mano de una guerrera, pero aún es suave, la mano de una luchadora que utiliza más la agilidad que la fuerza.
Pero, como ya había ocurrido más de una vez, las palabras de la kazekage acabaron con el momento relajado.
- No sé en qué momento habéis interpretado una amenaza en mis palabras, pero no la ha habido. Sólo os he ofrecido un trato; queríais que el martillo se quedara y os dije el precio que os iba a costar convencerme. No se os da nada bien regatear. - Con fría indiferencia, sin importarle como se tomara sus palabras.
- Las armas son partes naturales en la mano de un verdadero guerrero, como lo son de vos vuestros kunais. Retenéis una parte de mí, mi espada. Me temo que el equilibrio dicta que debo retener la mano como rehén hasta que sea liberada. - Forzando un poco más la postura de la muñeca de Dulfary, aún sin hacerle daño más allá de la posición continuada, pero volviéndola si cabe más incómoda. - Como gesto de buena fe, os prometo dejar la maza aquí si accedeis.
Cyrian- Cantidad de envíos : 305
Re: Cuando un árbol se mueve
Dulfary no solo tenía la extraña habilidad de echar a perder los momentos de relax de algunos y hasta los propios con palabras innecesarias pero que simplemente o se quedaban en su cabeza y escapaban por su boca en forma de verborrea. También era capaz de sacar burla de tales situaciones.
Escuchó pacientemente, demasiado pacientemente, todo cuanto tenía para decir Cyrian, cómo le daba la razón en algunas cosas y se la negaba en otras, Incluso hizo un esfuerzo por no terminar de ponerse en videncia o discutir con él cuando le mencionó el que estuviera infiltrada en la Orden.
Eso sí, levantó la mano respondiendo a su pregunta retorica, mostrando primero cuatro dedos, luego cinco, bajándola lentamente cuando recalcó la palabra cazar. Cacería. Algo dentro de ella se estremeció sin dar mayor muestra externa que la preocupación y desasosiego por ellos en sus ojos, aun sin conocerlos, ni de nombre de ni de presencia.
Y también es cierto que frunció el ceño con indignación cuando mencionó al equilibrio. Trató de tomar aire para refutarle, para expresar abiertamente (y a grito herido, por qué no?) el cómo se atrevía hablar de equilibrio, él, precisamente él que parecía agente de caos y odio totalmente desquilibrado. Sin embargo de nuevo calló y fue su expresión la que habló por ella, cada vez costándole más y más.
- Depende de lo que consideres caballero – murmuró entre dientes, desafiante, tampoco podía quedarse mucho tiempo callada, aunque el comentario y la caricia a su mano bastaron para cerrara la boca por un momento más, siguiendo con los ojos la trayectoria de su pulgar.
- Ehm… gracias – acotó con cierta cohibición, a lo que ella asumió era un halago. Involuntariamente trató de retirar la mano, sin seguir todas las pautas que durante su vida había seguido para liberarse de una llave tan sencilla, así que volvió a resentir el movimiento y la forma en que entrecerró sus ojos lo puso en evidencia.
Pero el punto es ese: escuchó. Por mucho tiempo, casi tanto como el que estuvo ella misma hablando y luego, cuando por fin cayó el silencio pesado y monótono sobre los dos, inundando la sala, dio un delicado paso hacia tras, alejándose de él, lo apenas necesario para que la mano no le doliera más.
El asunto estaba planteado con sencillez. Y con sencillez suspiró, relajándose, volviendo a ese punto de confianza parecido al adquirido en la prisión.
- Sabes qué es curioso. Verdaderamente curioso. Que siempre termino recibiendo señales contradictorias de tu parte. No sabe uno a qué atenerse y – se apresuró a agregar con una sonrisa confiada - eso está bien, debe ser grandioso y muy útil a la hora de encontrar un oponente que de verdad sea eso, un oponente. El asunto es… - lo miro de nuevo con profundidad a los ojos – te sienta bien sonreír y reírte y… quién lo diría, te sienta muy bien la libertad, mira que has soltado la lengua y de qué forma!! Eres más parlanchín que yo! Y eso es mucho decir, ni siquiera mi amiga Ireth habla hasta por los codos como tú! Y no es una crítica, eh? es solo que en la biblioteca, en el establo y sobretodo en la celda dabas la impresión de ser tan callado y tímido, que hasta … bueno, mi juicio de valor no es tan relevante. El asunto es que te sienta –
De nuevo el asunto del equilibrio.
- Entonces… te vas a quedar con mi mano? – preguntó lentamente, enarcando la ceja con asombro por lo que le decía – sin… mi? Me la vas a cortar o qué? – hacía su mejor esfuerzo, visible, por no sonreír incrédula – es que verás – movió la cadera para mostrarse – no la tengo conmigo, tendría que irla a buscar a mi celda –
Mentira, vil mentira, dicha con la misma desfachatez con la que decía Arale cuando debía dar un nombre. Sin embargo estaba basada en lo siguiente, si era capaz de confiar en ella, sería capaz de terminar de confiar en él.
Escuchó pacientemente, demasiado pacientemente, todo cuanto tenía para decir Cyrian, cómo le daba la razón en algunas cosas y se la negaba en otras, Incluso hizo un esfuerzo por no terminar de ponerse en videncia o discutir con él cuando le mencionó el que estuviera infiltrada en la Orden.
Eso sí, levantó la mano respondiendo a su pregunta retorica, mostrando primero cuatro dedos, luego cinco, bajándola lentamente cuando recalcó la palabra cazar. Cacería. Algo dentro de ella se estremeció sin dar mayor muestra externa que la preocupación y desasosiego por ellos en sus ojos, aun sin conocerlos, ni de nombre de ni de presencia.
Y también es cierto que frunció el ceño con indignación cuando mencionó al equilibrio. Trató de tomar aire para refutarle, para expresar abiertamente (y a grito herido, por qué no?) el cómo se atrevía hablar de equilibrio, él, precisamente él que parecía agente de caos y odio totalmente desquilibrado. Sin embargo de nuevo calló y fue su expresión la que habló por ella, cada vez costándole más y más.
- Depende de lo que consideres caballero – murmuró entre dientes, desafiante, tampoco podía quedarse mucho tiempo callada, aunque el comentario y la caricia a su mano bastaron para cerrara la boca por un momento más, siguiendo con los ojos la trayectoria de su pulgar.
- Ehm… gracias – acotó con cierta cohibición, a lo que ella asumió era un halago. Involuntariamente trató de retirar la mano, sin seguir todas las pautas que durante su vida había seguido para liberarse de una llave tan sencilla, así que volvió a resentir el movimiento y la forma en que entrecerró sus ojos lo puso en evidencia.
Pero el punto es ese: escuchó. Por mucho tiempo, casi tanto como el que estuvo ella misma hablando y luego, cuando por fin cayó el silencio pesado y monótono sobre los dos, inundando la sala, dio un delicado paso hacia tras, alejándose de él, lo apenas necesario para que la mano no le doliera más.
El asunto estaba planteado con sencillez. Y con sencillez suspiró, relajándose, volviendo a ese punto de confianza parecido al adquirido en la prisión.
- Sabes qué es curioso. Verdaderamente curioso. Que siempre termino recibiendo señales contradictorias de tu parte. No sabe uno a qué atenerse y – se apresuró a agregar con una sonrisa confiada - eso está bien, debe ser grandioso y muy útil a la hora de encontrar un oponente que de verdad sea eso, un oponente. El asunto es… - lo miro de nuevo con profundidad a los ojos – te sienta bien sonreír y reírte y… quién lo diría, te sienta muy bien la libertad, mira que has soltado la lengua y de qué forma!! Eres más parlanchín que yo! Y eso es mucho decir, ni siquiera mi amiga Ireth habla hasta por los codos como tú! Y no es una crítica, eh? es solo que en la biblioteca, en el establo y sobretodo en la celda dabas la impresión de ser tan callado y tímido, que hasta … bueno, mi juicio de valor no es tan relevante. El asunto es que te sienta –
De nuevo el asunto del equilibrio.
- Entonces… te vas a quedar con mi mano? – preguntó lentamente, enarcando la ceja con asombro por lo que le decía – sin… mi? Me la vas a cortar o qué? – hacía su mejor esfuerzo, visible, por no sonreír incrédula – es que verás – movió la cadera para mostrarse – no la tengo conmigo, tendría que irla a buscar a mi celda –
Mentira, vil mentira, dicha con la misma desfachatez con la que decía Arale cuando debía dar un nombre. Sin embargo estaba basada en lo siguiente, si era capaz de confiar en ella, sería capaz de terminar de confiar en él.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Cuando un árbol se mueve
Las mudas respuestas del rostro de Arale con frecuencia eran más elocuentes que las verborreas que parecían ser su marca personal; iban al punto, expresaban exactamente su pensamiento sin las distracciones ni los derroteros que tomaban sus ideas en el camino a convertirse en palabras. Desasosiego, preocupación, irritación indignada, cohibición...
Era un cambio que ella le mostrara abiertamente sus emociones, en lugar de tener que reconstruirlas él en un mar de palabras e ideas entrecruzadas. Era un alivio, pero, a la par, algo menos desafiante, más aburrido.
Sus palabras no pretendieron ser un halago, sólo exponer lo que había visto de ella, lo que sus manos decían de ella... Pero el que ella se cohibiera le hizo repetir sutilmente el gesto. Cyrian no olvidaba la situación; tal vez en aquel lugar en aquel instante, él tenía la mano superior, pero lo cierto es que su posición no podía ser más desfavorable, no podía dejar pasar ninguna ventaja que se le presentara, así fuera simplemente mantenerla incómoda. Y no sólo por la mano torcida...
Cuando al fin, la Iniciada rompió su silencio, Cyrian inclinó la cabeza, como si tomara lo que acababa de decir como un halago, sin hacer distinción entre si se refería a lo de su actitud desconcertante, su sonrisa o su lengua más suelta... Y su media sonrisa sólo creció levemente mientras entrecerraba los ojos sin apartarlos de los de ella, sin contestar a si pretendía cortarle la mano, dejando que el silencio fuera suficientemente elocuente al respecto.
No tenía su bolsa de armas encima. Extraño, muy extraño. En todas las visitas que le había hecho, había visto la pequeña bolsita en el cinto de Arale, desde su encuentro en la biblioteca hasta la noche anterior en su celda; y viendo que había sacado un kunai y se lo había ofrecido, era completamente natural asumir que no iba a quedarse desarmada, que tenía su bolsa de armas con ella. ¿Imprudencia e inocencia? ¿Estaba segura de que iba a rechazarlo? Tal vez medía si se había percatado de que lo había seguido a través del kunai hasta la taberna... ¿Simplemente estaba mintiendo ahora?
Juzgando lo que conocía a la Iniciada, el caballero se inclinaba a la tercera opción. Frunció levemente el entrecejo mientras una idea acudía a su mente.
- Entiendo. - Respondió simplemente.- Pero comprenderéis que debo ser precavido. - hizo un gesto con su mano libre y, como un títere tirado de un hilo, una de las sombras proyectadas en el suelo de la estancia comenzó a estirarse hasta llegar a la mano de Cyrian; el mismo truco con el que hacía figuras de sombras en la bodega del barco de Ethel para matar el tiempo. - Como ya os dije, tenéis parte de mí y no es tan sencillo para mí simplemente dejar ir mi moneda de cambio. - La sombra se situó en la muñeca de Dulfary, como una pulsera. Poco a poco, comenzó a volverse más y más fina, hasta ser del grosor de un hilo. - Pero tampoco puedo reteneros si quiero que ese intercambio se realice. - el hilo de sombra ya era tan fino que ni siquiera mirando de cerca, Arale podría distinguirlo en su muñeca y poco a poco empezó a sentir una leve presión en el contorno de esta, al irse apretando poco a poco el hilo, presionando su piel. En ese momento, el caballero dejó libre la mano de ella. - Ese hilo de sombra irá apretándose poco a poco, sin detenerse hasta que lo desprenda. Os recomiendo... apresuraros para que podamos hacer el intercambio.- Y sus ojos marrones y su sonrisa de medio lado eran de hielo.
Por supuesto, no era más que un farol, la Armonía del Caos le mostraba la necesidad de uno. Si bien era cierto que la sombra iría apretando levemente la muñeca de Arale, tan pronto ella se marchara de la Sala de Blasones, se desprendería y volvería a su lugar natural; por ello la había hecho tan fina que no pudiera verla hacerlo ni ver que ya no estaba en su piel cuando la hubiera abandonado.
Tampoco podía imprimirle la fuerza suficiente como para amputarle la mano como si fuera un hilo de diamante, pero la Iniciada no tenía por qué saber eso, no aún al menos. Confiaba en la sugestión y la credulidad de la mujer para completar el truco...
Al menos que durase lo suficiente hasta que realizaran el intercambio. - ¿A qué estáis esperando? - Dijo mientras se fundía en las sombras.
Era un cambio que ella le mostrara abiertamente sus emociones, en lugar de tener que reconstruirlas él en un mar de palabras e ideas entrecruzadas. Era un alivio, pero, a la par, algo menos desafiante, más aburrido.
Sus palabras no pretendieron ser un halago, sólo exponer lo que había visto de ella, lo que sus manos decían de ella... Pero el que ella se cohibiera le hizo repetir sutilmente el gesto. Cyrian no olvidaba la situación; tal vez en aquel lugar en aquel instante, él tenía la mano superior, pero lo cierto es que su posición no podía ser más desfavorable, no podía dejar pasar ninguna ventaja que se le presentara, así fuera simplemente mantenerla incómoda. Y no sólo por la mano torcida...
Cuando al fin, la Iniciada rompió su silencio, Cyrian inclinó la cabeza, como si tomara lo que acababa de decir como un halago, sin hacer distinción entre si se refería a lo de su actitud desconcertante, su sonrisa o su lengua más suelta... Y su media sonrisa sólo creció levemente mientras entrecerraba los ojos sin apartarlos de los de ella, sin contestar a si pretendía cortarle la mano, dejando que el silencio fuera suficientemente elocuente al respecto.
No tenía su bolsa de armas encima. Extraño, muy extraño. En todas las visitas que le había hecho, había visto la pequeña bolsita en el cinto de Arale, desde su encuentro en la biblioteca hasta la noche anterior en su celda; y viendo que había sacado un kunai y se lo había ofrecido, era completamente natural asumir que no iba a quedarse desarmada, que tenía su bolsa de armas con ella. ¿Imprudencia e inocencia? ¿Estaba segura de que iba a rechazarlo? Tal vez medía si se había percatado de que lo había seguido a través del kunai hasta la taberna... ¿Simplemente estaba mintiendo ahora?
Juzgando lo que conocía a la Iniciada, el caballero se inclinaba a la tercera opción. Frunció levemente el entrecejo mientras una idea acudía a su mente.
- Entiendo. - Respondió simplemente.- Pero comprenderéis que debo ser precavido. - hizo un gesto con su mano libre y, como un títere tirado de un hilo, una de las sombras proyectadas en el suelo de la estancia comenzó a estirarse hasta llegar a la mano de Cyrian; el mismo truco con el que hacía figuras de sombras en la bodega del barco de Ethel para matar el tiempo. - Como ya os dije, tenéis parte de mí y no es tan sencillo para mí simplemente dejar ir mi moneda de cambio. - La sombra se situó en la muñeca de Dulfary, como una pulsera. Poco a poco, comenzó a volverse más y más fina, hasta ser del grosor de un hilo. - Pero tampoco puedo reteneros si quiero que ese intercambio se realice. - el hilo de sombra ya era tan fino que ni siquiera mirando de cerca, Arale podría distinguirlo en su muñeca y poco a poco empezó a sentir una leve presión en el contorno de esta, al irse apretando poco a poco el hilo, presionando su piel. En ese momento, el caballero dejó libre la mano de ella. - Ese hilo de sombra irá apretándose poco a poco, sin detenerse hasta que lo desprenda. Os recomiendo... apresuraros para que podamos hacer el intercambio.- Y sus ojos marrones y su sonrisa de medio lado eran de hielo.
Por supuesto, no era más que un farol, la Armonía del Caos le mostraba la necesidad de uno. Si bien era cierto que la sombra iría apretando levemente la muñeca de Arale, tan pronto ella se marchara de la Sala de Blasones, se desprendería y volvería a su lugar natural; por ello la había hecho tan fina que no pudiera verla hacerlo ni ver que ya no estaba en su piel cuando la hubiera abandonado.
Tampoco podía imprimirle la fuerza suficiente como para amputarle la mano como si fuera un hilo de diamante, pero la Iniciada no tenía por qué saber eso, no aún al menos. Confiaba en la sugestión y la credulidad de la mujer para completar el truco...
Al menos que durase lo suficiente hasta que realizaran el intercambio. - ¿A qué estáis esperando? - Dijo mientras se fundía en las sombras.
Cyrian- Cantidad de envíos : 305
Re: Cuando un árbol se mueve
Pánico.
Pánico acompañado de un respingo y todo. Y el leve susurro de la sombra convertida en hilo cuando Dulfary y ella se rechazaron mutuamente. Negó con la cabeza y trató de retroceder, dejó de respirar y se alistó al dolor que no llegó cuando la sombra se terminó de cerrar, a la fuerza, en su muñeca. Le obedecía a Cyrian, literalmente, y eso sólo significaba que de momento, no le haría daño, no se lo haría solo por el placer de la costumbre de hacérselo.
Y eso, que al decir que sería precavido había asentido.
Pasó saliva y soltó una risita nerviosa, con más control sobre la emoción que un segundo atrás.
- Creí que sería otra cosa - admitió y es que siempre pudo ser peor, mucho peor. Pudo haberla arrastrado a la sombra para ir directo a su habitación. Suspiro aliviada y la risita nerviosa volvió pese a que trataba de controlarla.
Mantuvo la mirada fijamente en el hilo, en como se hace fino y apretaba, el tacto aterciopelado de la sombra que tanto fascinaba a cada uno de los Suyos, menos a ella que solo lo sentía en el momento de recibir una agresión. En cuanto estuvo libre se tomó la mano con la que siempre estuvo libre y se masajeó el musculo
- Que vaina contigo que andas manoseando a la gente por ahí - protestó, con más buen humor que cortarte, pese a que no era lo que quería, pero su propia voz la trajo de regreso a la realidad el momento y lo que realmente pretendía y puso la vista en él.
De nuevo ese contraste de la mirada cálida y, por qué negarlo, blanda de Dulfary contra la de duro hielo de Cyrian, pero en la de Dul había un algo más, desilusión.
Sentía la presión del hilo, cada vez más justo en su piel, en cualquier momento sentiría que le cortaba la circulación, pero ese momento no llegaría. No se movió de donde estaba. El tiempo era crucial lo entendía, no quería quedarse sin mano por efecto de la sombra en ella, pero había un detalle que el e paladín parecía haber olvidado.
Viendo como se metía en la Sombra dio un paso atrás, en una posición mucho más efectiva para efectuar un movimiento según lo que él hiciera antes.
- Espera - dijo con premura - Estoy esperando a encontrar las palabras exactas y la vía más corta para decirte esto - miró la maza y negó despacio con la cabeza. Podía sentarse en la palabra, pero decidió hacerlo complejo, muy complejo, pero sobre todo, fácil para Cyrian.
Tomó el hilo de sombra en un rápido movimiento de ambas manos. Siendo kazekage no tenía que verlo, solo sentirlo y con el kunai, el chillido de la sombra al recular, denotó el corte del hilo que colgaba de su muñeca, más no el de esta.
- Fallaste - su voz se superpuso al chillido de la sombra, pero fue con la mano con la pulsera que apartó el tabardo y de su bolsa de armas sacó la manta color azul y raída en la que tenía cuidadosamente guardada la espada de luz azul y se la tendió a Cyrian.
Pánico acompañado de un respingo y todo. Y el leve susurro de la sombra convertida en hilo cuando Dulfary y ella se rechazaron mutuamente. Negó con la cabeza y trató de retroceder, dejó de respirar y se alistó al dolor que no llegó cuando la sombra se terminó de cerrar, a la fuerza, en su muñeca. Le obedecía a Cyrian, literalmente, y eso sólo significaba que de momento, no le haría daño, no se lo haría solo por el placer de la costumbre de hacérselo.
Y eso, que al decir que sería precavido había asentido.
Pasó saliva y soltó una risita nerviosa, con más control sobre la emoción que un segundo atrás.
- Creí que sería otra cosa - admitió y es que siempre pudo ser peor, mucho peor. Pudo haberla arrastrado a la sombra para ir directo a su habitación. Suspiro aliviada y la risita nerviosa volvió pese a que trataba de controlarla.
Mantuvo la mirada fijamente en el hilo, en como se hace fino y apretaba, el tacto aterciopelado de la sombra que tanto fascinaba a cada uno de los Suyos, menos a ella que solo lo sentía en el momento de recibir una agresión. En cuanto estuvo libre se tomó la mano con la que siempre estuvo libre y se masajeó el musculo
- Que vaina contigo que andas manoseando a la gente por ahí - protestó, con más buen humor que cortarte, pese a que no era lo que quería, pero su propia voz la trajo de regreso a la realidad el momento y lo que realmente pretendía y puso la vista en él.
De nuevo ese contraste de la mirada cálida y, por qué negarlo, blanda de Dulfary contra la de duro hielo de Cyrian, pero en la de Dul había un algo más, desilusión.
Sentía la presión del hilo, cada vez más justo en su piel, en cualquier momento sentiría que le cortaba la circulación, pero ese momento no llegaría. No se movió de donde estaba. El tiempo era crucial lo entendía, no quería quedarse sin mano por efecto de la sombra en ella, pero había un detalle que el e paladín parecía haber olvidado.
Viendo como se metía en la Sombra dio un paso atrás, en una posición mucho más efectiva para efectuar un movimiento según lo que él hiciera antes.
- Espera - dijo con premura - Estoy esperando a encontrar las palabras exactas y la vía más corta para decirte esto - miró la maza y negó despacio con la cabeza. Podía sentarse en la palabra, pero decidió hacerlo complejo, muy complejo, pero sobre todo, fácil para Cyrian.
Tomó el hilo de sombra en un rápido movimiento de ambas manos. Siendo kazekage no tenía que verlo, solo sentirlo y con el kunai, el chillido de la sombra al recular, denotó el corte del hilo que colgaba de su muñeca, más no el de esta.
- Fallaste - su voz se superpuso al chillido de la sombra, pero fue con la mano con la pulsera que apartó el tabardo y de su bolsa de armas sacó la manta color azul y raída en la que tenía cuidadosamente guardada la espada de luz azul y se la tendió a Cyrian.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Cuando un árbol se mueve
¿Vos creéis?- Dijo simplemente mientras tomaba despacio la espada, dejando que la manta quedara atrás para ver su familiar brillo azulado. Lo más parecido a una sonrisa completa que se había dibujado en su rostro en años apareció cuando sintió el familiar tacto de la empuñadura y la peculiar cinta de cuero que la envolvía, olvidando por un breve instante, el más breve de ellos, la situación y la compañía en la que se encontraba, incluso el hilo de sus palabras.
Parpadeó, sus ojos castaños enfocándose en el momento que vivían de nuevo, dejando el momento de reencuentro, más propio de dos viejos amigos que se reencuentran que cuando examinaba el martillo. El martillo representaba un pasado para siempre perdido, la espada... su foco para el presente, todo lo que le quedaba.
- ¿Vos creéis?- repitió recuperando el hilo de sus pensamientos. - Pensadlo detenidamente. Os he visto manejar sombras en el pasado; confié en vuestra palabra, al menos lo suficiente como para esperaros aquí, aunque admito que pensé que intentaríais libraros de mi "garantía" una vez fuera de mi vista, no ante mis ojos. Momento en el que no hubierais podido hacerlo, por otro lado. - Dejó que ella interpretara aquellas palabras, sin explicitar que no podría hacerlo... porque la sombra la hubiera dejado libre inadvertidamente. Puso la espada de vuelta en la vaina vacía de su cinto, mientras sus ojos castaños calmados seguían fijos en los rojos de la Iniciada.
- Mi confianza se ha visto satisfecha; me mentisteis pero cumplisteis lo prometido. Pero no voy a aceptaros un kunai para que localizarme os sea tan fácil. ¿Dónde estaría la diversión si no, Arale?- la sonrisa volvió a ser de medio lado y divertida.
Entonces, hizo algo quizás inesperado. Redujo la distancia entre la joven y él con un rápido paso e inclinándose levemente, dejó un suave beso en su frente. - Hasta la próxima cita, Iniciada. - dijo siguiendo lo que había ignorado antes, las palabras de ella diciendo que no era a primera cita, mientras las sombras le envolvían, alejándole de la escena de una buena vez... y revelando a Arale que, a la par que se inclinaba hacia ella, había alzado un pie y dado una premeditada patada al martillo, haciendo que pasara de estar apoyado sobe la cabeza a caído al suelo, tan inamovible como siempre en la nueva posición.
Seguiría siendo un faro, tal y como la infiltrada había pensado, pero el pequeño toque de Cyrian le cambiaba el matiz. Para aquellos que veían esperanza, sería una señal de que el momento de derrota de la Oscuridad se aproximaba en Jaspia; para los que sabían la verdad, significaría que esa verdad venía a buscarles.
Si entendían la advertencia o no, era algo secundario para el caballero de las sombras.
El sol había pasado el cénit y brillaba cálidamente sobre las tranquilas aguas de la bahía donde estaba ubicado el puerto. Era una de las horas de más bullicio, dado que la marea alta permitía más fácilmente la salida de las naves del mismo, cargadas con sus mercancías, pasajeros, y, con más frecuencia desde que estallara la guerra, con reclutas y suministros para los distintos puestos armados de Ashper y de la Orden en su campaña.
Uno de los pasajeros, sin embargo, un joven con la cara algo añinada y unos fríos ojos castaños, se alejaba de La Bruja del Pantano, barco donde acababa de comprar pasaje a Adyssium y cuya salida era inminente, para solucionar un último asunto en la isla de Rhylia.
Con paso decidido, atravesó el umbral de la taberna y se acercó a la barra, donde un hombre grueso como un tonel estaba limpiando una jarra de madera en lo que mantenía un ojo vigilante en su clientela.
- Buenas tardes, mi señor. Tengo entendido que vuestra cocina es una de las mejores y más variadas del archipiélago. Me gustaría haceros un encargo para una amiga, una Iniciada acuertelada en Lytenberg, de nombre Arale.- dijo con una media sonrisa.
Hecho el encargo de las arepuelas para entregar lo antes posible, se encaminó a su barco, dándole la espalda a Rhylia. Había sido una odisea mucho más larga de lo previsto, y mucho más difícil; sin embargo, iba con su botín intacto, con un par de intrigantes puzzles en la cabeza y con la discreción de su misión sólo levemente comprometida a gran escala. Mucho más de lo esperado.
Parpadeó, sus ojos castaños enfocándose en el momento que vivían de nuevo, dejando el momento de reencuentro, más propio de dos viejos amigos que se reencuentran que cuando examinaba el martillo. El martillo representaba un pasado para siempre perdido, la espada... su foco para el presente, todo lo que le quedaba.
- ¿Vos creéis?- repitió recuperando el hilo de sus pensamientos. - Pensadlo detenidamente. Os he visto manejar sombras en el pasado; confié en vuestra palabra, al menos lo suficiente como para esperaros aquí, aunque admito que pensé que intentaríais libraros de mi "garantía" una vez fuera de mi vista, no ante mis ojos. Momento en el que no hubierais podido hacerlo, por otro lado. - Dejó que ella interpretara aquellas palabras, sin explicitar que no podría hacerlo... porque la sombra la hubiera dejado libre inadvertidamente. Puso la espada de vuelta en la vaina vacía de su cinto, mientras sus ojos castaños calmados seguían fijos en los rojos de la Iniciada.
- Mi confianza se ha visto satisfecha; me mentisteis pero cumplisteis lo prometido. Pero no voy a aceptaros un kunai para que localizarme os sea tan fácil. ¿Dónde estaría la diversión si no, Arale?- la sonrisa volvió a ser de medio lado y divertida.
Entonces, hizo algo quizás inesperado. Redujo la distancia entre la joven y él con un rápido paso e inclinándose levemente, dejó un suave beso en su frente. - Hasta la próxima cita, Iniciada. - dijo siguiendo lo que había ignorado antes, las palabras de ella diciendo que no era a primera cita, mientras las sombras le envolvían, alejándole de la escena de una buena vez... y revelando a Arale que, a la par que se inclinaba hacia ella, había alzado un pie y dado una premeditada patada al martillo, haciendo que pasara de estar apoyado sobe la cabeza a caído al suelo, tan inamovible como siempre en la nueva posición.
Seguiría siendo un faro, tal y como la infiltrada había pensado, pero el pequeño toque de Cyrian le cambiaba el matiz. Para aquellos que veían esperanza, sería una señal de que el momento de derrota de la Oscuridad se aproximaba en Jaspia; para los que sabían la verdad, significaría que esa verdad venía a buscarles.
Si entendían la advertencia o no, era algo secundario para el caballero de las sombras.
*.*.*
El sol había pasado el cénit y brillaba cálidamente sobre las tranquilas aguas de la bahía donde estaba ubicado el puerto. Era una de las horas de más bullicio, dado que la marea alta permitía más fácilmente la salida de las naves del mismo, cargadas con sus mercancías, pasajeros, y, con más frecuencia desde que estallara la guerra, con reclutas y suministros para los distintos puestos armados de Ashper y de la Orden en su campaña.
Uno de los pasajeros, sin embargo, un joven con la cara algo añinada y unos fríos ojos castaños, se alejaba de La Bruja del Pantano, barco donde acababa de comprar pasaje a Adyssium y cuya salida era inminente, para solucionar un último asunto en la isla de Rhylia.
Con paso decidido, atravesó el umbral de la taberna y se acercó a la barra, donde un hombre grueso como un tonel estaba limpiando una jarra de madera en lo que mantenía un ojo vigilante en su clientela.
- Buenas tardes, mi señor. Tengo entendido que vuestra cocina es una de las mejores y más variadas del archipiélago. Me gustaría haceros un encargo para una amiga, una Iniciada acuertelada en Lytenberg, de nombre Arale.- dijo con una media sonrisa.
Hecho el encargo de las arepuelas para entregar lo antes posible, se encaminó a su barco, dándole la espalda a Rhylia. Había sido una odisea mucho más larga de lo previsto, y mucho más difícil; sin embargo, iba con su botín intacto, con un par de intrigantes puzzles en la cabeza y con la discreción de su misión sólo levemente comprometida a gran escala. Mucho más de lo esperado.
Cyrian- Cantidad de envíos : 305
Re: Cuando un árbol se mueve
- Sí, lo creo - dijo con descaro cuando preguntó sobre su pensamiento de haber fallado - ehm... - expresó un poco desconcertada cuando repitió la pregunta - que sí, lo creo - utilizó el mismo tono que se usa para hablarle a un niño tonto que no presta atención - Va por tercera, sí, estoy totalmente segura: fallaste.
Cyrian tenía un buen argumento... ante los ojos de alguien más maduro y racional que Dulfary. La había visto manejar sombras, sabía que eso no era un impedimento para ella y aun así lo hizo como si, comportamiento correcto, no confiara. Ahí falló. Pero la niña no se lo explicaría, menos aun cuando volvió sobre un tópico que creyó que estaba claro
- Que parte de "no te pienso dar uno de mis valiosos cuchillos" no te queda clara y te hace pensar que aun sigo interesada en que tengas uno sin merito alguno????? - preguntó alterada, mirándolo fijamente y hablando bastante despacio para que captara, según ella, la idea.
Sin embargo, para cuando terminó de enfatizar, ya lo tenía encima y lo alcanzó a retroceder antes de recibir el beso en la frente, cosa que la desconcertó mucho, al menos hasta que vio el verdadero propósito.
Lo último que escucharía Cyrian de boca de Dulfary antes de perderse en la sombra sería:
- Fallo dos. La quinta es la vencida -
Cyrian tenía un buen argumento... ante los ojos de alguien más maduro y racional que Dulfary. La había visto manejar sombras, sabía que eso no era un impedimento para ella y aun así lo hizo como si, comportamiento correcto, no confiara. Ahí falló. Pero la niña no se lo explicaría, menos aun cuando volvió sobre un tópico que creyó que estaba claro
- Que parte de "no te pienso dar uno de mis valiosos cuchillos" no te queda clara y te hace pensar que aun sigo interesada en que tengas uno sin merito alguno????? - preguntó alterada, mirándolo fijamente y hablando bastante despacio para que captara, según ella, la idea.
Sin embargo, para cuando terminó de enfatizar, ya lo tenía encima y lo alcanzó a retroceder antes de recibir el beso en la frente, cosa que la desconcertó mucho, al menos hasta que vio el verdadero propósito.
Lo último que escucharía Cyrian de boca de Dulfary antes de perderse en la sombra sería:
- Fallo dos. La quinta es la vencida -
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Página 5 de 5. • 1, 2, 3, 4, 5
Mar de Jaspia :: DUCADO DE ASPHER :: Rhylia :: Lytenberg
Página 5 de 5.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
14/11/24, 09:56 pm por Alma Swann
» El Vals de los Enmascarados
11/11/24, 09:24 am por Luthys
» Adonde me lleven los sueños
04/04/18, 08:55 pm por Lisandot
» Sentimientos encontrados
22/02/18, 10:03 pm por Songèrie
» El fin de un viaje y el comienzo de otro.
04/02/18, 03:16 pm por Florangél
» Vini, saquei, marchi
30/01/18, 06:23 pm por Narrador
» Rumbo a Moselec (Trama 3)
30/01/18, 06:01 pm por Narrador
» Trama 3 . Se reclutan piratas y maleantes varios
30/01/18, 05:58 pm por Narrador
» Vestigios del pasado
30/08/17, 06:51 pm por Auria