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Un camino de tierra ( Libre ).
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Un camino de tierra ( Libre ).
La sangre cual distintivo producía un camino que se adentraba en la inmensa jungla, impresionados quedaban aquellos que se atrevían dar los primeros pasos aventurándose tal vez por desgana o puede que por valentía, sin embargo tres días, tres días en los cuales la sangre se secaba al pasar el tiempo, al finalizar el día el camino era solo visible por aquellos que pudiera oler la sangre, sin embargo durante tres días sin excepción la sangre volvía a estar fresca en la mañana, los rumores corren casi tan rápido como las gacelas que casi por arte de magia llegaban a oídos de las personas.
La confusión se producía debido al incidente y junto con la confusión siempre esta aquel que aprovecha su suerte para observar la fortuna del aplauso de la gente.
Era el cuarto día, la gente rumoreaba sin cesar, tal como si aquello fuera una maldición producida por los propios dioses, el cielo pronunciaba una alegre sinfonía acompañado por el viento frotándose entre las hojas de los árboles, interrumpida por gritos de horror ahogados por el ruido de las aves huyendo en desbandada ante la muerte de un ser humano atrapado en las garras de lo que las palabras describían como la muerte, inmediatamente las personas acudieron al lugar para encontrar el cuerpo de una persona con una abertura desde la boca del estómago hasta su garganta, la sangre había brotado en un fino hilo manchando únicamente el árbol que estaba a la derecha del mismo, la herida no parecía tener hemorragia alguna, más parecía mortal, por desgracia nadie se percató del hecho parcialmente importante, bajo la sangre vertida por la muerte de un hombre se encontraba un ciervo atravesado de punta a punta por una flecha recubierta de acero.
Los sucesos parecían aterrar a la población, sin embargo no era nada comparado con lo que sucedería cuando el sol estaba en su máximo esplendor, el pueblo, el terror en sus rostros se adueñaba de los corazones al ver como la propia muerte se paseaba a paso lento por el lugar, sostenía una hoz que penetraba en las miradas ajenas mientras que la vestidura ayudaba a hacer perdurar una imagen de la parca, las miradas quedaron fijas al notar como se detenía frente a la puerta de la quinta casa desde la entrada a la derecha, con total soltura golpeo la puerta a modo de permiso para poder entrar, inmediatamente casi por instinto , las personas corrieron asustadas a sus casas a esconderse de aquel ser espectral que paseaba por la aldea, los segundos pasaron como horas a la vista de ese moribundo ser, pasados sus respectivos diez segundos la puerta fue abierta por una mujer con tres hijos a su espalda y con sus ojos humedecidos por la situación, el rostro de aquella mujer demostraba horror, miedo que desaparecía al observar como la hoz que amenazaba agachaba la cabeza junto con su amo poniéndose casi de rodillas ante ella.
La voz casi angelical que poseía el espectro era merecedora de la patada recibida por la mujer al terminar de hablar, - Eh venido a devolveros este collar, estaba en el cuello de su esposo al momento de ser asesinado por mis manos, antes de hacer nada escúcheme – sus palabras fueron interrumpidas por una fuerte patada en la cara la cual hizo que el mismo volteara el rostro para amortiguar el golpe, luego de ello su boca se cerró para levantarse y dejar el collar en el piso haciendo una reverencia ante la mujer.
Sus pasos de retirada eran bastante más rápido que con los que había entrado, a sus espaldas dejaba esperanzas de vida y sueños rotos por su asesinato, antes de atravesar las puertas de la aldea una flecha se clavó en su brazo izquierdo haciendo que el mismo se girara mientras lágrimas de dolor recorrían su rostro invisible ante esa gente, - Ustedes no han sido los únicos que han perdido a alguien, yo también perdí un amigo – tras terminar su monologo salió corriendo hacia la jungla a pesar de que nadie le perseguía, la flecha hundida en su brazo le provocaba un dolor punzante increíble.
Cada minuto era un momento más en el cual el dolor le hacía enloquecer en lo que se sentaba en una piedra a orillas del rio para arrancarse la flecha permitiendo que la sangre brotara por su brazo el cual era vendado por hojas caídas de aquellos grandes árboles que no hacían más que brindarle la más bella melodía conocida por el hombre, al menos por ese hombre.
Las horas eran el único aliado al momento de reducir el dolor que sentía, pasaban y cada vez la noche anunciaba su llegada, eso era otra razón para apurarse a fin de cuentas debía rellenar ese camino de sangre para el siguiente día, malditos los hombres que se atrevían a lastimar a tan bellas criaturas, el camino en realidad no era sangre, solo era agua mojada dentro de animales a los cuales se le había sacado la piel, el objetivo era provocar el miedo entre los cazadores, sin embargo esta mañana había comprobado perfectamente que no todo iba a ser tan fácil, por desgracia las personas tenían un ferviente subidón de adrenalina al cazar, eran criaturas realmente detestables.
La luna alcanzaba su máximo esplendor, junto con el silencio mientras el camino era recubierto nuevamente por el delicioso manjar que da vida.
Tras terminar su arduo trabajo con la única luz del resplandor carmesí que producía el mango de su hoz orgulloso observaba el camino, no había impedido nada, lo sabía sin embargo nadie había hecho, ni haría nada mejor por estos seres del bosque, sin más dilación levanto su voz de forma inusual para despedirse de los animales que le habían hecho compañía esa noche – Gracias por venir chicos, si están en problemas recuerden acudir a mí, estaré aquí, sobre este tronco observando el bosque, mientras yo esté aquí no habrá ser humano que no sea castigado, creo que lo conocen como castigo divino – en el momento en que su voz ceso la noche callo, y el silencio les hizo a todos presa del tiempo.
La confusión se producía debido al incidente y junto con la confusión siempre esta aquel que aprovecha su suerte para observar la fortuna del aplauso de la gente.
Era el cuarto día, la gente rumoreaba sin cesar, tal como si aquello fuera una maldición producida por los propios dioses, el cielo pronunciaba una alegre sinfonía acompañado por el viento frotándose entre las hojas de los árboles, interrumpida por gritos de horror ahogados por el ruido de las aves huyendo en desbandada ante la muerte de un ser humano atrapado en las garras de lo que las palabras describían como la muerte, inmediatamente las personas acudieron al lugar para encontrar el cuerpo de una persona con una abertura desde la boca del estómago hasta su garganta, la sangre había brotado en un fino hilo manchando únicamente el árbol que estaba a la derecha del mismo, la herida no parecía tener hemorragia alguna, más parecía mortal, por desgracia nadie se percató del hecho parcialmente importante, bajo la sangre vertida por la muerte de un hombre se encontraba un ciervo atravesado de punta a punta por una flecha recubierta de acero.
Los sucesos parecían aterrar a la población, sin embargo no era nada comparado con lo que sucedería cuando el sol estaba en su máximo esplendor, el pueblo, el terror en sus rostros se adueñaba de los corazones al ver como la propia muerte se paseaba a paso lento por el lugar, sostenía una hoz que penetraba en las miradas ajenas mientras que la vestidura ayudaba a hacer perdurar una imagen de la parca, las miradas quedaron fijas al notar como se detenía frente a la puerta de la quinta casa desde la entrada a la derecha, con total soltura golpeo la puerta a modo de permiso para poder entrar, inmediatamente casi por instinto , las personas corrieron asustadas a sus casas a esconderse de aquel ser espectral que paseaba por la aldea, los segundos pasaron como horas a la vista de ese moribundo ser, pasados sus respectivos diez segundos la puerta fue abierta por una mujer con tres hijos a su espalda y con sus ojos humedecidos por la situación, el rostro de aquella mujer demostraba horror, miedo que desaparecía al observar como la hoz que amenazaba agachaba la cabeza junto con su amo poniéndose casi de rodillas ante ella.
La voz casi angelical que poseía el espectro era merecedora de la patada recibida por la mujer al terminar de hablar, - Eh venido a devolveros este collar, estaba en el cuello de su esposo al momento de ser asesinado por mis manos, antes de hacer nada escúcheme – sus palabras fueron interrumpidas por una fuerte patada en la cara la cual hizo que el mismo volteara el rostro para amortiguar el golpe, luego de ello su boca se cerró para levantarse y dejar el collar en el piso haciendo una reverencia ante la mujer.
Sus pasos de retirada eran bastante más rápido que con los que había entrado, a sus espaldas dejaba esperanzas de vida y sueños rotos por su asesinato, antes de atravesar las puertas de la aldea una flecha se clavó en su brazo izquierdo haciendo que el mismo se girara mientras lágrimas de dolor recorrían su rostro invisible ante esa gente, - Ustedes no han sido los únicos que han perdido a alguien, yo también perdí un amigo – tras terminar su monologo salió corriendo hacia la jungla a pesar de que nadie le perseguía, la flecha hundida en su brazo le provocaba un dolor punzante increíble.
Cada minuto era un momento más en el cual el dolor le hacía enloquecer en lo que se sentaba en una piedra a orillas del rio para arrancarse la flecha permitiendo que la sangre brotara por su brazo el cual era vendado por hojas caídas de aquellos grandes árboles que no hacían más que brindarle la más bella melodía conocida por el hombre, al menos por ese hombre.
Las horas eran el único aliado al momento de reducir el dolor que sentía, pasaban y cada vez la noche anunciaba su llegada, eso era otra razón para apurarse a fin de cuentas debía rellenar ese camino de sangre para el siguiente día, malditos los hombres que se atrevían a lastimar a tan bellas criaturas, el camino en realidad no era sangre, solo era agua mojada dentro de animales a los cuales se le había sacado la piel, el objetivo era provocar el miedo entre los cazadores, sin embargo esta mañana había comprobado perfectamente que no todo iba a ser tan fácil, por desgracia las personas tenían un ferviente subidón de adrenalina al cazar, eran criaturas realmente detestables.
La luna alcanzaba su máximo esplendor, junto con el silencio mientras el camino era recubierto nuevamente por el delicioso manjar que da vida.
Tras terminar su arduo trabajo con la única luz del resplandor carmesí que producía el mango de su hoz orgulloso observaba el camino, no había impedido nada, lo sabía sin embargo nadie había hecho, ni haría nada mejor por estos seres del bosque, sin más dilación levanto su voz de forma inusual para despedirse de los animales que le habían hecho compañía esa noche – Gracias por venir chicos, si están en problemas recuerden acudir a mí, estaré aquí, sobre este tronco observando el bosque, mientras yo esté aquí no habrá ser humano que no sea castigado, creo que lo conocen como castigo divino – en el momento en que su voz ceso la noche callo, y el silencio les hizo a todos presa del tiempo.
Croix- Cantidad de envíos : 6
Re: Un camino de tierra ( Libre ).
Nuevamente había vuelto a Kuzueth por un encargo que lo llevaría aún más cerca de conseguir el objetivo por el que se había quedado en aquellas tierras tan lejos de su hogar. Aquel encargo era uno difícil de rechazar, dado que la recompensa era algo más valioso que dinero, sino información.
Su cliente era una señora extraña, la cual repentinamente se había aparecido en frente suyo cuando estaba sentado en un banco de la plaza, pensativo en que camino seguir. A decir verdad, hasta ese momento había estado completamente perdido y sin pistas del paradero de aquella misteriosa isla. Parecía mas un cuento de marineros borrachos, afirmando que realmente existía algo como una isla que se movía constantemente de lugar. Muchos afirmaban haberla visto, pero nadie sabía su paradero exacto.
La señora, una mujer mayor, le dijo que por casualidad oyó que él estaba buscando la isla de Pulau-Sihir y que coincidentemente ella también necesitaba ayuda en algo. Le había pedido que entregase un paquete, el cual se lo dio con la completa seguridad de que no lo rechazaría, haciendo que Gonzalvus la mire extrañado. ¿La recompensa? Nada más ni nada menos que el próximo paradero de la isla.
El asesino no era ningún tonto, no se dejaba engañar por cualquiera, pero esta señora no parecía cualquier persona. Tenía ese extraño aire místico el cual ya había visto en los practicantes de la magia. Además, realmente no tenía otra pista que seguir más que esa.
---
Cabello castaño, algo desmechado y corto. Un flequillo disparejo el cual no llegaba a tapar sus ojos. Patillas largas y terminadas en punta, llegando a la altura de sus hombros. La luz del sol hacía que su pelo brillara en tonos rojizos y resaltaba sus pequeñas y graciosas pecas, las cuales se encontraban bajo su entrecejo y debajo de sus ojos, contrastando con la cicatriz horizontal que tenía sobre su nariz.
Llevaba el nuevo uniforme que le habían hecho hace algún tiempo en la casa de los Netherlight, el cual parecía una versión más extravagante de su original, en el poco práctico color del blasón de aquella familia, rojo intenso. Quitando esto de lado, el atuendo era realmente cómodo y se ajustaba a todas las necesidades de un “guardaespaldas” de su calibre.
Consistía de unas botas de cuero ceñidas hasta llegar a las rodillas, para mayor comodidad al correr o treparse. Llevaba un pantalón cómodo, con un simple cinturón el cual le era más cómodo para inclinarse que el anterior.
Tenía una camisa de mangas largas, que en la parte del abdomen era abrazada por una placa de un metal flexible que se plegaba en partes estratégicas y contenía en su interior sus cuchillos arrojadizos.
Sobre todo aquello, portaba una chaqueta con una capucha bastante particular. Esta tenía, en el sector de los ojos, un tejido fino el cual no dejaba a un tercero ver a través desde lejos, pero si al portador, ocultando su rostro de manera efectiva.
Llevaba como de costumbre, el colgante con el símbolo de su gremio, una luna creciente blanca y negra, la cual estaba en un fondo dividido en el lado derecho negro y el otro blanco.
Finalmente, luego de una caminata tan larga que oscureció el cielo, el encapuchado había llegado al pueblo. Parecían todos alborotados y se oían cosas como “La muerte ronda por el bosque.”, “La sangre no va a parar de brotar” y cosas que al asesino le parecieron realmente extrañas.
Aun con todo esto, siguió las instrucciones de la mujer y entregó el paquete a un anciano el cual llevaba un herbario. Parecía un hombre humilde y respetuoso, siempre acompañado de su pareja, una mujer igual de afectada por el tiempo, pero con una gran sonrisa. Insistieron en que se quedase a cenar con ellos y aunque intentó rechazar la oferta, finalmente lo convencieron.
Decidió antes, darse una vuelta por el pueblo y escuchando la conversación de dos señoras, se enteró aproximadamente lo que estaba pasando en aquel pueblo y porque había gente aterrada y tanto alboroto.
- Eh tú, extranjero. – Llamó la atención un hombre que tenía aspecto de cazador. – ¿Tienes un momento? – Preguntó luego, un poco menos brusco. – Tengo algo que pedirte… - Agregó y el asesino identifico ese tono y supo que iba a tener otro encargo dentro de poco.
Su cliente era una señora extraña, la cual repentinamente se había aparecido en frente suyo cuando estaba sentado en un banco de la plaza, pensativo en que camino seguir. A decir verdad, hasta ese momento había estado completamente perdido y sin pistas del paradero de aquella misteriosa isla. Parecía mas un cuento de marineros borrachos, afirmando que realmente existía algo como una isla que se movía constantemente de lugar. Muchos afirmaban haberla visto, pero nadie sabía su paradero exacto.
La señora, una mujer mayor, le dijo que por casualidad oyó que él estaba buscando la isla de Pulau-Sihir y que coincidentemente ella también necesitaba ayuda en algo. Le había pedido que entregase un paquete, el cual se lo dio con la completa seguridad de que no lo rechazaría, haciendo que Gonzalvus la mire extrañado. ¿La recompensa? Nada más ni nada menos que el próximo paradero de la isla.
El asesino no era ningún tonto, no se dejaba engañar por cualquiera, pero esta señora no parecía cualquier persona. Tenía ese extraño aire místico el cual ya había visto en los practicantes de la magia. Además, realmente no tenía otra pista que seguir más que esa.
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Cabello castaño, algo desmechado y corto. Un flequillo disparejo el cual no llegaba a tapar sus ojos. Patillas largas y terminadas en punta, llegando a la altura de sus hombros. La luz del sol hacía que su pelo brillara en tonos rojizos y resaltaba sus pequeñas y graciosas pecas, las cuales se encontraban bajo su entrecejo y debajo de sus ojos, contrastando con la cicatriz horizontal que tenía sobre su nariz.
Llevaba el nuevo uniforme que le habían hecho hace algún tiempo en la casa de los Netherlight, el cual parecía una versión más extravagante de su original, en el poco práctico color del blasón de aquella familia, rojo intenso. Quitando esto de lado, el atuendo era realmente cómodo y se ajustaba a todas las necesidades de un “guardaespaldas” de su calibre.
Consistía de unas botas de cuero ceñidas hasta llegar a las rodillas, para mayor comodidad al correr o treparse. Llevaba un pantalón cómodo, con un simple cinturón el cual le era más cómodo para inclinarse que el anterior.
Tenía una camisa de mangas largas, que en la parte del abdomen era abrazada por una placa de un metal flexible que se plegaba en partes estratégicas y contenía en su interior sus cuchillos arrojadizos.
Sobre todo aquello, portaba una chaqueta con una capucha bastante particular. Esta tenía, en el sector de los ojos, un tejido fino el cual no dejaba a un tercero ver a través desde lejos, pero si al portador, ocultando su rostro de manera efectiva.
Llevaba como de costumbre, el colgante con el símbolo de su gremio, una luna creciente blanca y negra, la cual estaba en un fondo dividido en el lado derecho negro y el otro blanco.
Finalmente, luego de una caminata tan larga que oscureció el cielo, el encapuchado había llegado al pueblo. Parecían todos alborotados y se oían cosas como “La muerte ronda por el bosque.”, “La sangre no va a parar de brotar” y cosas que al asesino le parecieron realmente extrañas.
Aun con todo esto, siguió las instrucciones de la mujer y entregó el paquete a un anciano el cual llevaba un herbario. Parecía un hombre humilde y respetuoso, siempre acompañado de su pareja, una mujer igual de afectada por el tiempo, pero con una gran sonrisa. Insistieron en que se quedase a cenar con ellos y aunque intentó rechazar la oferta, finalmente lo convencieron.
Decidió antes, darse una vuelta por el pueblo y escuchando la conversación de dos señoras, se enteró aproximadamente lo que estaba pasando en aquel pueblo y porque había gente aterrada y tanto alboroto.
- Eh tú, extranjero. – Llamó la atención un hombre que tenía aspecto de cazador. – ¿Tienes un momento? – Preguntó luego, un poco menos brusco. – Tengo algo que pedirte… - Agregó y el asesino identifico ese tono y supo que iba a tener otro encargo dentro de poco.
Gonzalvus- Cantidad de envíos : 80
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