Râhye hashshashiyyín: El Camino del Asesino

Râhye hashshashiyyín: El Camino del Asesino


Zibâ gozašte : Bello pasado

Antes de la graduación I

Dobâre šoru' kardan : Comenzar otra vez

Sin título aún (Aún sin terminar)

Trama 1: El Comienzo de la Guerra (Aún sin terminar)

Un chico escupió sangre al suelo, en la lucha se había mordido la lengua, ademas de recibir unos cuantos golpes. Estaba parado, triunfante, mientras miraba con una mueca de disgusto al otro joven, el cual era mucho mas grande que él y yacía en el suelo, retorciendoce de dolor.

- ¡Enano de porquería... me las vas a pagar! - Le grito el perdedor al otro chico.

- ¿Cómo vas a hacer eso idiota? Si estas tirado en el suelo como el perdedor que sos. - Le respondió este, mientras se iba y lo dejaba tirado allí.


Cabello castaño, largo hasta un poco mas de los hombros y lacio. Un mechon largo casi en la mitad de su cara y lo demas corrido hacia los costados. La luz del sol hacía que su pelo brillace en tonos rojizos y resaltaba sus pequeñas y graciosas pecas, las cuales se encontraban bajo su entrecejo y debajo de sus ojos y contrastaban con los moretones y las venditas que tenía de enfretamientos anteriores.

Su atuendo consistía en una bufanda gris que envolvía su cuello, un chaleco marrón sin mangas, un cinturón que conectaba el pantalón, el chaleco y una tela triangular con la punta colgando detras del cinturón y su inicio en los costades, delante de este. Su pantalón, marrón oscuro, no le llegaba hasta los tobillos y era un poco abombado. Llevaba unas sandalias con cubrepiernas que llegaban casi hasta las botamangas del pantalon, las cuales eran del mismo color que este. Un guante en cada mano y el brazo izquierdo y el codo derecho vendados por completo.


El joven llegó a su nuevo hogar, algo cansado pero aún bajo los efectos de la victoria. Al entrar se dejó caer en una de las sillas del recibidor, relajado, hasta que llegó una de los alumnos de su maestro, un tal Edigar.

- ¿Te peleaste otra vez Gonzalvus? ¡¿Pero en que demonios piensas?! - Le cuestionó Edigar al chico.

- ¡¿Pero a tí que te importa?! ¡Ademas, no me hables como si fueses mi maestro! - Le respondió Gonzalvus enojado.

La discución parece ser uqe fue bastante alta, porque despertó a Dafne, la cual al llegar y ver al golpeado exclamó algo así como "Otra vez lo mismo" y sentandose al lado de Gonzalvus, le pasó con una venda, un ungüento para que desinfecte las heridas y desinflame los moretones.

- ¡Auch! ¡Ten cuidado Dafne! - Dijo el joven mientras seguía mirando a Edigar con furia. La aludida siguió el tratamiento sin ni siquiera parar. Era la rutina de todos los días, Gonzalvus volvía de pelearse con algún otro aprendiz, llegaba a el hogar y discutía por su comportamiento con Edigar.

No podía negar que era divertido discutir con el mayor dicipulo de su maestro, muy en el fondo sabía que era por preocupación, pero realmente no le importaba, seguiría haciendo de las suyas aunque este no lo quisiera.


- Lo hizo otra vez maestro, se peleó otra vez con Marco, esta vez lo dejó tirado en el suelo incapacitado. - Le dijo Edigar a su maestro.

- Así que Gonzalvus lo volvió a hacer... - Dijo para si mismo el maestro.

- ¡Es un desastre de aprendiz! ¿Cómo puede tener a su cargo semejante idiota, Athavulfus? - Le inquirió el disipulo a este.

- Edigar, no debería hablar así del joven Gonzalvus, especialmente si esta presente. Si, ya se que estas allí, abre la puerta y sientate con nosotro. - Dijo amablemente Athavulfus.

Se terminó de abrir la puerto entrecerrada y entró Gonzalvus, ahora con venditas renovadas en el rostro y se acercó a los dos, pero sin sentarse.

- Gonzalvus... ¿No te dije ya que la violencia lleva a mas violencia? - Le inquirió el maestro a su joven dicipulo.

- Si... ¡Pero él comenzo! ¡Hace varios día que estaba moelstandome y por fin lo pude vencer! ¿No debería estar orgulloso de mí, maestro?

- Ojo por ojo y todos nos quedaremos ciegos. - Le respondió Athavulfus a Gonzalvus.

- ¡Sabias palabras para un asesino! - Le grito el chico y se fue corriendo.

- ¡¿Cómo se atreve...?! - Comenzó a decir Edigar mientras se estaba por levantar para ir a buscarlo. pero su maestro le hizo una seña para que se quede ahí.

- Dejalo, tiene sus razones para decir eso y enojarse. - Dijo el maestro.

- Pero maestro... ¿No cree que ya es timpo para decirle lo que en verdad pasó? - Preguntó el aprendiz.

- No, no le diré que yo no maté a sus padres, que su padres habían muerto por causas naturales al poco tiempo que nació. No le diré que los que en verdad murieron fueron los cuales iban a llevarlo al cruze de las dunas y iban a dejar que se lo coman los lobos del desierto. Simplemente no puedo, Edigar, no puedo hacerle eso a Gonzalvus. Le quitaría su único objetivo en la vida. - Dijo Athavulfus, mirando hacia la nada con gesto de preocupación.

- Pero, debe decirle, sino su único objetivo seguirá siendo convertirse en un gran asesino para matar al que cree que mató a sus padres, a usted. - Le dijo Edigar con el ceño fruncido.

- Edigar, te confié unicamente a tí ese secreto porque sabía que no se lo dirías a nadie y menos a Gonzalvus, ademas este no es el momento perfecto, dado que mañana será el encargo de iniciación de Gonzalvus a la hermandad. - Dijo el maestro a Edigar, cerrando el tema de conversación.