Censo
Últimos temas
Noticias
Afiliados normales
Mar de Jaspia es un foro basado en un mundo original con líneas argumentales que pertenecen a sus administradores y participantes. Tanto los escritos como el diseño están protegidos por una licencia Creative Commons. Algunos códigos fueron desarrollados por el equipo web de Protorol. La mayoría de nuestras imágenes son sacadas de DeviantArt y retocadas, si quieres créditos propios o te interesa alguna imagen en concreto, haznoslo saber.
KirillAdmin ♒ MP!
ChelsieAdmin ♒ MP!
LisandotMod ♒ MP!
DelinMod ♒ MP!
SophitiaColab ♒ MP!
CyrianColab ♒ MP!
Años Activos
Una visita, un regalo
2 participantes
Página 1 de 2.
Página 1 de 2. • 1, 2
Una visita, un regalo
[F.D.I.: Viene de Ex Catedra. No, éste tema no es +18.]
A su modo, las aguas estaban en calma.
Después de todo, aquel era el llamado Océano del Destino. Aquellas aguas espumosas que flanqueaban el archipiélago de las Islas Malditas, si eran famosas por algo, sería su furia. Oscuras, grises y profundas, reflejo de un cielo salvaje y cargado de promesas de tormenta, que sólo en contadas ocasiones se volvía de un gris claro como el de las arenas de la playa de Veniot, donde rompían suavemente las olas que arrastraban al barco que lentamente se aproximaba a las Islas Malditas.
Sí, el mar estaba en calma.
En calma a su estilo, en aquella calma salvaje y picada, gris y retorcida como las islas. No era océano que supiera mostrar más piedad, su serena furia habría de ser tenida por tranquilidad: Las crestas salpicadas de espuma protestaban y rugían cuando el viento se las llevaba de un lado a otro, y la vela del barco se hinchaba de aire, arrastrando erráticamente la embarcación a lo largo de la costa a medida que viraba para discurrir paralelamente a ésta.
Un marino experimentado habría llamado cáscara de nuez con facilidad a aquel barco. Y tal vez no se equivocaría. Lo cierto es que la chalupa - no era otra cosa - era muy pequeña. Alta, sí, porque no había forma posible de navegar por aquellas aguas cargadas de ira y tormenta con un barco bajo; pero también corta, chata, un barco pequeño de una sola vela y sin remos, hecho para ser tripulado por apenas cuatro personas, sin más carga que tal vez un par de caballos. Demasiado ligera para el mar en el que se adentraba, carecía de castillo de proa, y sólo tenía una planta alzándose en el de popa, en el que presumiblemente se hallaban los camarotes, hechos para invitados, pues los marineros, como era costumbre en aquel tipo de navíos, dormían en cuartuchos practicados a los lados de la zona que podría haberse llamado bodega en un barco mayor.
Era, pues, un barco de viaje, un barco de pasajeros, pensado para ser rápido y discreto, pero no para aguantar el clima que normalmente recibía a quienes se adentraban en el Océano del Destino. Se deslizaba por las aguas en silencio, atravesando con estoicismo la fina llovizna que calaba profundamente a los marineros que se movían de un lado para otro por la cubierta, bajo la atenta mirada de un hombre alto y fibroso embutido en una capucha del color de la noche.
Silencioso, reservado, Théorn Vithail era conocido y respetado por la mayoría de los hombres que servían a Zergould. Aplicado y de pocas palabras, sabía hacerse respetar. Dirigía pocas palabras a los marineros, que a cambio le dirigían pocas palabras a él, en una actitud que un observador externo tal vez podría haber interpretado como falta de confianza o de respeto. Dicho observador no podría haberse equivocado más, pero desde luego ninguno de los hombres habría hecho nada por sacarle del error.
La mayoría de ellos sabía poco o nada sobre él. Que había sido militar, que estaba ahora al servicio de Zergould. Había probado su capacidad de mando demasiadas veces como para que alguien le pusiera en duda a aquellas alturas. Aun así, tal vez es posible que alguno de los marineros se preguntara cómo un hombre como él acababa siendo un mero sirviente de quien, a su vez, no era sino la perra faldera, según se decía, de uno de los Pecados de Zergould. Una pregunta que habría de quedar sin respuesta, aunque fuera solo porque Vithail infundía demasiado respeto como para preguntarle. Y Nadyssra... demasiado miedo.
Aquella mujer siempre olía a sangre. A poca gente le gustaba. Veían la crueldad dibujada en su mirada, y sus ojos felinos que examinaban a todo el mundo como si fueran presas. Los marinos la esquivaban cuando podían, y parecían tener la suerte de que la mujer no mostrase demasiado interés por ellos. Desde que embarcasen, había pasado la mayor parte de la travesía encerrada en su camarote. La habían visto salir en tres ocasiones, y no había dirigido la palabra a nadie que no fuera Vithail.
Solamente había dos camarotes en aquella embarcación. Uno de ellos estaba preparado para varios ocupantes; el otro, para un eventual capitán y su sobrecargo. En un viaje como aquel, no obstante, no le parecía raro a nadie que sus pasajeros ocupasen ambos camarotes. Aunque, todo hay que decirlo, existía entre los marinos la idea de que sólamente ocupaban uno de ellos. Después de todo, alguno afirmaba haber oído cosas raras al acercarse a los camarotes. Ruidos, golpes, incluso gemidos. En personas como los marinos, incluso el rumor podía convertirse en objeto de abundante charla y conjeturación. Aunque, por supuesto, todo el mundo se había cuidado de no decir nada frente a Vithail. Y mucho menos frente a Nadyssra. Tratándose de gente como ellos, era el tipo de insinuación que no garantiza que tus hombros sigan sosteniendo tu cabeza en los próximos veinte minutos.
El sonido de un marino al carraspear suavemente rompió el silencio, y Vithail se volvió de inmediato para clavar sus sombríos ojos oscuros en los del hombre.
Éste se cuadró de inmediato, y le saludó de forma militar, llevándose una mano a la cabeza para apoyar en ella los dedos. Nunca había sido militar, pero de una parte de sí mismo le nacía el impulso de hacer aquello. De alguna forma, sintió que saludar a aquel hombre de otra forma no sería correcto. El sombrío hombre le recompensó con una fugaz sonrisa, mientras asentía con la cabeza.
- ¿Qué sucede? - preguntó.
- Nos acercamos a las Islas Malditas, señor - dijo el marino. - Llevamos rumbo a la costa de Veniot.
- Muy bien - respondió Vithail. - Virad al sur. Nos dirigimos hacia Lurthum. Evitad el muelle principal y atracad en los viejos malecones al norte de Ohatti.
- Daré la orden, señor.
- Yo la daré. Ve a avisar a la Dama.
- Sí, señor.
Vithail le dio la espalda enseguida, y ni siquiera pareció apercibirse de la leve vacilación que sacudió al marinero al recibir la orden. Para cuando tragó saliva, Vithail ya no le miraba. Lo cierto es que, de haberlo podido evitar, ninguno de los marineros a bordo de aquella embarcación habría buscado tener una conversación, por breve que fuera, con Nadyssra. Pero sólo vaciló un momento. Después de todo, el cauteloso recelo que le inspiraba la mujer aún no se había convertido en miedo abierto. Nadyssra era peligrosa, pero no era famosa por matar a sus subalternos por capricho, algo en lo que se diferenciaba de otros en su posición. Por supuesto, se decían cosas bastante raras y enervantes sobre ella y lo que podía llegar a hacer con prisioneros y personas que se cruzaban en su camino, pero no había nada que temer, pensó, si no te habías ganado su enemistad.
Antes de bajar los tres escalones que le separaban de la robusta puerta de madera que conducía al pasillo de los camarotes, el marinero se volvió hacia la borda para ver cómo Vithail se detenía un instante a ver cómo las Islas Malditas emergían de entre los retazos de bruma marina que estaban al borde de su línea de visión.
El viento hinchó la vela con fuerza, a medida que el barco se aproximaba al nexo que unía las Islas.
A su modo, las aguas estaban en calma.
Después de todo, aquel era el llamado Océano del Destino. Aquellas aguas espumosas que flanqueaban el archipiélago de las Islas Malditas, si eran famosas por algo, sería su furia. Oscuras, grises y profundas, reflejo de un cielo salvaje y cargado de promesas de tormenta, que sólo en contadas ocasiones se volvía de un gris claro como el de las arenas de la playa de Veniot, donde rompían suavemente las olas que arrastraban al barco que lentamente se aproximaba a las Islas Malditas.
Sí, el mar estaba en calma.
En calma a su estilo, en aquella calma salvaje y picada, gris y retorcida como las islas. No era océano que supiera mostrar más piedad, su serena furia habría de ser tenida por tranquilidad: Las crestas salpicadas de espuma protestaban y rugían cuando el viento se las llevaba de un lado a otro, y la vela del barco se hinchaba de aire, arrastrando erráticamente la embarcación a lo largo de la costa a medida que viraba para discurrir paralelamente a ésta.
Un marino experimentado habría llamado cáscara de nuez con facilidad a aquel barco. Y tal vez no se equivocaría. Lo cierto es que la chalupa - no era otra cosa - era muy pequeña. Alta, sí, porque no había forma posible de navegar por aquellas aguas cargadas de ira y tormenta con un barco bajo; pero también corta, chata, un barco pequeño de una sola vela y sin remos, hecho para ser tripulado por apenas cuatro personas, sin más carga que tal vez un par de caballos. Demasiado ligera para el mar en el que se adentraba, carecía de castillo de proa, y sólo tenía una planta alzándose en el de popa, en el que presumiblemente se hallaban los camarotes, hechos para invitados, pues los marineros, como era costumbre en aquel tipo de navíos, dormían en cuartuchos practicados a los lados de la zona que podría haberse llamado bodega en un barco mayor.
Era, pues, un barco de viaje, un barco de pasajeros, pensado para ser rápido y discreto, pero no para aguantar el clima que normalmente recibía a quienes se adentraban en el Océano del Destino. Se deslizaba por las aguas en silencio, atravesando con estoicismo la fina llovizna que calaba profundamente a los marineros que se movían de un lado para otro por la cubierta, bajo la atenta mirada de un hombre alto y fibroso embutido en una capucha del color de la noche.
Silencioso, reservado, Théorn Vithail era conocido y respetado por la mayoría de los hombres que servían a Zergould. Aplicado y de pocas palabras, sabía hacerse respetar. Dirigía pocas palabras a los marineros, que a cambio le dirigían pocas palabras a él, en una actitud que un observador externo tal vez podría haber interpretado como falta de confianza o de respeto. Dicho observador no podría haberse equivocado más, pero desde luego ninguno de los hombres habría hecho nada por sacarle del error.
La mayoría de ellos sabía poco o nada sobre él. Que había sido militar, que estaba ahora al servicio de Zergould. Había probado su capacidad de mando demasiadas veces como para que alguien le pusiera en duda a aquellas alturas. Aun así, tal vez es posible que alguno de los marineros se preguntara cómo un hombre como él acababa siendo un mero sirviente de quien, a su vez, no era sino la perra faldera, según se decía, de uno de los Pecados de Zergould. Una pregunta que habría de quedar sin respuesta, aunque fuera solo porque Vithail infundía demasiado respeto como para preguntarle. Y Nadyssra... demasiado miedo.
Aquella mujer siempre olía a sangre. A poca gente le gustaba. Veían la crueldad dibujada en su mirada, y sus ojos felinos que examinaban a todo el mundo como si fueran presas. Los marinos la esquivaban cuando podían, y parecían tener la suerte de que la mujer no mostrase demasiado interés por ellos. Desde que embarcasen, había pasado la mayor parte de la travesía encerrada en su camarote. La habían visto salir en tres ocasiones, y no había dirigido la palabra a nadie que no fuera Vithail.
Solamente había dos camarotes en aquella embarcación. Uno de ellos estaba preparado para varios ocupantes; el otro, para un eventual capitán y su sobrecargo. En un viaje como aquel, no obstante, no le parecía raro a nadie que sus pasajeros ocupasen ambos camarotes. Aunque, todo hay que decirlo, existía entre los marinos la idea de que sólamente ocupaban uno de ellos. Después de todo, alguno afirmaba haber oído cosas raras al acercarse a los camarotes. Ruidos, golpes, incluso gemidos. En personas como los marinos, incluso el rumor podía convertirse en objeto de abundante charla y conjeturación. Aunque, por supuesto, todo el mundo se había cuidado de no decir nada frente a Vithail. Y mucho menos frente a Nadyssra. Tratándose de gente como ellos, era el tipo de insinuación que no garantiza que tus hombros sigan sosteniendo tu cabeza en los próximos veinte minutos.
El sonido de un marino al carraspear suavemente rompió el silencio, y Vithail se volvió de inmediato para clavar sus sombríos ojos oscuros en los del hombre.
Éste se cuadró de inmediato, y le saludó de forma militar, llevándose una mano a la cabeza para apoyar en ella los dedos. Nunca había sido militar, pero de una parte de sí mismo le nacía el impulso de hacer aquello. De alguna forma, sintió que saludar a aquel hombre de otra forma no sería correcto. El sombrío hombre le recompensó con una fugaz sonrisa, mientras asentía con la cabeza.
- ¿Qué sucede? - preguntó.
- Nos acercamos a las Islas Malditas, señor - dijo el marino. - Llevamos rumbo a la costa de Veniot.
- Muy bien - respondió Vithail. - Virad al sur. Nos dirigimos hacia Lurthum. Evitad el muelle principal y atracad en los viejos malecones al norte de Ohatti.
- Daré la orden, señor.
- Yo la daré. Ve a avisar a la Dama.
- Sí, señor.
Vithail le dio la espalda enseguida, y ni siquiera pareció apercibirse de la leve vacilación que sacudió al marinero al recibir la orden. Para cuando tragó saliva, Vithail ya no le miraba. Lo cierto es que, de haberlo podido evitar, ninguno de los marineros a bordo de aquella embarcación habría buscado tener una conversación, por breve que fuera, con Nadyssra. Pero sólo vaciló un momento. Después de todo, el cauteloso recelo que le inspiraba la mujer aún no se había convertido en miedo abierto. Nadyssra era peligrosa, pero no era famosa por matar a sus subalternos por capricho, algo en lo que se diferenciaba de otros en su posición. Por supuesto, se decían cosas bastante raras y enervantes sobre ella y lo que podía llegar a hacer con prisioneros y personas que se cruzaban en su camino, pero no había nada que temer, pensó, si no te habías ganado su enemistad.
Antes de bajar los tres escalones que le separaban de la robusta puerta de madera que conducía al pasillo de los camarotes, el marinero se volvió hacia la borda para ver cómo Vithail se detenía un instante a ver cómo las Islas Malditas emergían de entre los retazos de bruma marina que estaban al borde de su línea de visión.
El viento hinchó la vela con fuerza, a medida que el barco se aproximaba al nexo que unía las Islas.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Una visita, un regalo
El puerto, como siempre, bullía de actividad.
Yshara siempre se había preguntado por qué había una ciudad como aquella en mitad de las Islas Malditas. No le gustaba, y tampoco la soportaba. Parecía fuera de lugar en el paisaje que la rodeaba, y aun a pesar de que le reconocía lo práctico - siempre es mejor que los extranjeros visiten una isla fingidamente alegre que no la cruda realidad del Reino, sobre la que pudieran llamar la atención en sus países de origen - no tenía por qué fingir que la ciudad le agradaba. Siempre había demasiada gente.
Evitaba las calles. De haberlo querido, habría podido reclamar un carruaje para que las llevase a las dos, a ella y a la mujer que la acompañaba, con la que había compartido el viaje y el camarote, al lugar al que se dirigían y que, para terminar de conspirar contra la pelirroja, se encontraba en lo más profundo de aquella repugnante urbe, que a Yshara le parecía al más puro estilo que hacía las delicias de la decadente especie humana. Pero, de alguna forma, un carruaje le habría hecho sentirse... parte del paisaje.
Habría habido miradas siguiéndola, tal vez gente que, sin conocer el estado del reino, se habría preguntado quién era aquella persona que desfilaba en un coche de caballos por mitad de la bulliciosa ciudad. Se habría sentido incómoda a tantos niveles que el mero pensamiento servía para desechar la idea. Aquel tipo de lujo no estaba hecho para Yshara Nadyssra, y la elfa tampoco estaba hecha para aquel tipo de lujo. De alguna forma, tenía que reivindicar su condición salvaje, incluso en un lugar como aquel. Por éso, su medio de transporte favorito habían acabado siendo las catacumbas.
Muchas ciudades reutilizan sus ruinas para emplazar alcantarillas y otras redes desagradables, desentendiéndose de su herencia ancestral, pero al menos en Ohatti todavía había muchas galerías que estaban intactas. Como si los humanos de arriba las hubiesen olvidad. Si uno se adentraba, podía encontrarse con criaturas bastante extrañas, pero para lo que solía recorrerlas ella, no más de unos kilómetros - la ciudad era grande - le servía de sobra. La silenciosa sordidez de los túneles le parecía mucho más acogedora que el bullicio de fuera.
En cualquier caso, no pasó más de la mitad de una hora desde que desembarcasen, hasta que Yshara y su equipaje estuvieron frente a la casa a la que se dirigían.
La elfa se volvió para mirar a los ojos abstraídos y ausentes de Canción. La elfa de pelo plateado estaba limpia y bien arreglada, aunque su atuendo no podía apreciarse al ir cubierta, como la propia Yshara, por un delgado manto de seda negra. Sus ojos grises evitaban fijar la vista en ningún punto en particular, y Nadyssra no pudo menos que sonreír plácidamente. Era hermoso ver así el fruto de su trabajo, la mirada perdida de aquella criatura anulada, tan vencida. Pero no quiso regodearse en ello demasiado tiempo.
La mansión hablaba bien de su dueña.
Era una casa enorme, que quizás caería mejor en la descripción de "palacete". De varias plantas, era recogida y discreta, pero al mismo tiempo lujosa, cómoda. Derrochaba elegancia, pero sin gritarla. Se mezclaba bien con el ambiente que reinaba en la ciudad que la rodeaba. Yshara sabía que la casa tenía jardines dentro, y que era un lugar tranquilo, vistoso. Una casa en la que una se podía dejar caer una semana, un mes. Tentadoramente cómoda.
Y por supuesto, era segura. No tuvieron que avanzar mucho en dirección a la hacienda antes de que dos mujeres les salieran al paso.
Eficientes. Una persona que no estuviera acostumbrada a las emboscadas no las habría visto venir y le habrían cortado limpiamente el paso antes de que se hubiera acercado diez metros a la mansión. En el caso de Yshara y la elfa, pudieron acercarse tal vez unos metros más de lo que las mujeres tenían previsto, antes de que éstas lograran cerrarles el paso.
- He venido a ver a la Flor de Lis - dijo la pelirroja, sin dar tiempo a que ninguna de las dos abriese la boca.
Había visitado aquella casa con anterioridad, pero no se había cruzado con éstas chicas. Se miraron un instante. Yshara no sonrió, pero sintió el impulso de hacerlo: Las adivinó desconcertadas por su actitud, por la forma en la que se había acercado, por la falta de reverencia con la que mencionaba a la Flor de Lis. Normalmente, supuso, sus visitantes se humillaban un poco más. Ninguna de las humanas le respondió, pero cuando volvieron a mirarla, una de ellas tenía el ceño fruncido. Señal más que suficiente.
Escuchó cantar tras de sí el acero al desnudarse las armas, pero ya era tarde. Con sencillez, agarró a una de las chicas por la muñeca, y la hizo girar al tiempo que avanzaba, arrojándola sobre su compañera y derribándolas a ambas antes de que pudieran reaccionar siquiera. Para cuando los puñales salieron de sus vainas, Yshara ya abría el batiente de la puerta, y empujaba al interior a Canción, más vulnerable. Para cuando la primera puñalada hendió el aire, la puerta ya estaba cerrada.
No tenía ganas de dar explicaciones a criadas. Aunque fueran las criadas de Ethel.
Afortunadamente, quien aguardaba en el interior sí que la conocía. Sus ojos se cruzaron a través de la sala; la mujer estaba de pie, con una espada a medio desenvainar por la brusquedad de su aparición, pero no llegó a desnudar por completo el acero. El rostro de Yshara pareció calmarla, y también Yshara reconoció en su cara a una conocida. Sierva directa de Ethel, si no se equivocaba. Su voz era femenina, tímida y casi sensual.
- Señora Nadyssra - siseó. - ¿Habéis venido a...?
- Sí - cortó la elfa. - ¿Puedo verla?
- Por supuesto.
La puerta que Yshara acababa de cerrar se abrió de nuevo con brusquedad, tan pronto como la elfa apartó la mano del pestillo que mantenía firmemente sujeto. Escuchó un gemido de sopresa cuando la inercia de la madera derribó a una de las muchachas, y se encaró con la otra, en la que reconoció el celo característico de las Flores, las seguidoras de Ethel. Yshara dio un paso atrás, apartándose de su arma, pero la mujer de la espada reaccionó rápido, alzando una mano. Las chicas no necesitaron más señal para abandonar el ataque. Ethel tenía bien educadas a sus perras.
La mujer de la espada llegó hasta el lugar en el que estaban Yshara y la extraña elfa que la acompañaba, e invitó cortesmente a que la pelirroja le acompañase.
- Pasad al Jardín - ofreció.
Yshara siempre se había preguntado por qué había una ciudad como aquella en mitad de las Islas Malditas. No le gustaba, y tampoco la soportaba. Parecía fuera de lugar en el paisaje que la rodeaba, y aun a pesar de que le reconocía lo práctico - siempre es mejor que los extranjeros visiten una isla fingidamente alegre que no la cruda realidad del Reino, sobre la que pudieran llamar la atención en sus países de origen - no tenía por qué fingir que la ciudad le agradaba. Siempre había demasiada gente.
Evitaba las calles. De haberlo querido, habría podido reclamar un carruaje para que las llevase a las dos, a ella y a la mujer que la acompañaba, con la que había compartido el viaje y el camarote, al lugar al que se dirigían y que, para terminar de conspirar contra la pelirroja, se encontraba en lo más profundo de aquella repugnante urbe, que a Yshara le parecía al más puro estilo que hacía las delicias de la decadente especie humana. Pero, de alguna forma, un carruaje le habría hecho sentirse... parte del paisaje.
Habría habido miradas siguiéndola, tal vez gente que, sin conocer el estado del reino, se habría preguntado quién era aquella persona que desfilaba en un coche de caballos por mitad de la bulliciosa ciudad. Se habría sentido incómoda a tantos niveles que el mero pensamiento servía para desechar la idea. Aquel tipo de lujo no estaba hecho para Yshara Nadyssra, y la elfa tampoco estaba hecha para aquel tipo de lujo. De alguna forma, tenía que reivindicar su condición salvaje, incluso en un lugar como aquel. Por éso, su medio de transporte favorito habían acabado siendo las catacumbas.
Muchas ciudades reutilizan sus ruinas para emplazar alcantarillas y otras redes desagradables, desentendiéndose de su herencia ancestral, pero al menos en Ohatti todavía había muchas galerías que estaban intactas. Como si los humanos de arriba las hubiesen olvidad. Si uno se adentraba, podía encontrarse con criaturas bastante extrañas, pero para lo que solía recorrerlas ella, no más de unos kilómetros - la ciudad era grande - le servía de sobra. La silenciosa sordidez de los túneles le parecía mucho más acogedora que el bullicio de fuera.
En cualquier caso, no pasó más de la mitad de una hora desde que desembarcasen, hasta que Yshara y su equipaje estuvieron frente a la casa a la que se dirigían.
La elfa se volvió para mirar a los ojos abstraídos y ausentes de Canción. La elfa de pelo plateado estaba limpia y bien arreglada, aunque su atuendo no podía apreciarse al ir cubierta, como la propia Yshara, por un delgado manto de seda negra. Sus ojos grises evitaban fijar la vista en ningún punto en particular, y Nadyssra no pudo menos que sonreír plácidamente. Era hermoso ver así el fruto de su trabajo, la mirada perdida de aquella criatura anulada, tan vencida. Pero no quiso regodearse en ello demasiado tiempo.
La mansión hablaba bien de su dueña.
Era una casa enorme, que quizás caería mejor en la descripción de "palacete". De varias plantas, era recogida y discreta, pero al mismo tiempo lujosa, cómoda. Derrochaba elegancia, pero sin gritarla. Se mezclaba bien con el ambiente que reinaba en la ciudad que la rodeaba. Yshara sabía que la casa tenía jardines dentro, y que era un lugar tranquilo, vistoso. Una casa en la que una se podía dejar caer una semana, un mes. Tentadoramente cómoda.
Y por supuesto, era segura. No tuvieron que avanzar mucho en dirección a la hacienda antes de que dos mujeres les salieran al paso.
Eficientes. Una persona que no estuviera acostumbrada a las emboscadas no las habría visto venir y le habrían cortado limpiamente el paso antes de que se hubiera acercado diez metros a la mansión. En el caso de Yshara y la elfa, pudieron acercarse tal vez unos metros más de lo que las mujeres tenían previsto, antes de que éstas lograran cerrarles el paso.
- He venido a ver a la Flor de Lis - dijo la pelirroja, sin dar tiempo a que ninguna de las dos abriese la boca.
Había visitado aquella casa con anterioridad, pero no se había cruzado con éstas chicas. Se miraron un instante. Yshara no sonrió, pero sintió el impulso de hacerlo: Las adivinó desconcertadas por su actitud, por la forma en la que se había acercado, por la falta de reverencia con la que mencionaba a la Flor de Lis. Normalmente, supuso, sus visitantes se humillaban un poco más. Ninguna de las humanas le respondió, pero cuando volvieron a mirarla, una de ellas tenía el ceño fruncido. Señal más que suficiente.
Escuchó cantar tras de sí el acero al desnudarse las armas, pero ya era tarde. Con sencillez, agarró a una de las chicas por la muñeca, y la hizo girar al tiempo que avanzaba, arrojándola sobre su compañera y derribándolas a ambas antes de que pudieran reaccionar siquiera. Para cuando los puñales salieron de sus vainas, Yshara ya abría el batiente de la puerta, y empujaba al interior a Canción, más vulnerable. Para cuando la primera puñalada hendió el aire, la puerta ya estaba cerrada.
No tenía ganas de dar explicaciones a criadas. Aunque fueran las criadas de Ethel.
Afortunadamente, quien aguardaba en el interior sí que la conocía. Sus ojos se cruzaron a través de la sala; la mujer estaba de pie, con una espada a medio desenvainar por la brusquedad de su aparición, pero no llegó a desnudar por completo el acero. El rostro de Yshara pareció calmarla, y también Yshara reconoció en su cara a una conocida. Sierva directa de Ethel, si no se equivocaba. Su voz era femenina, tímida y casi sensual.
- Señora Nadyssra - siseó. - ¿Habéis venido a...?
- Sí - cortó la elfa. - ¿Puedo verla?
- Por supuesto.
La puerta que Yshara acababa de cerrar se abrió de nuevo con brusquedad, tan pronto como la elfa apartó la mano del pestillo que mantenía firmemente sujeto. Escuchó un gemido de sopresa cuando la inercia de la madera derribó a una de las muchachas, y se encaró con la otra, en la que reconoció el celo característico de las Flores, las seguidoras de Ethel. Yshara dio un paso atrás, apartándose de su arma, pero la mujer de la espada reaccionó rápido, alzando una mano. Las chicas no necesitaron más señal para abandonar el ataque. Ethel tenía bien educadas a sus perras.
La mujer de la espada llegó hasta el lugar en el que estaban Yshara y la extraña elfa que la acompañaba, e invitó cortesmente a que la pelirroja le acompañase.
- Pasad al Jardín - ofreció.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Una visita, un regalo
Bien entrenadas y todo, habían cometido infinidd de errores, para ser su primera asignación. Las elfas no debieron pasar del primer circulo y era su responsabilidad el que no cruzara de esa forma si se les había permitido. La reprimenda que le esperaba no tenía nombre.
Pasar al jardín era un decir. Un decir propio hacia alguien que no conocía bien la casa y los nombres que le daban a cada lugar. De forma diligente la Amapola abrió el paso hacía el interior de la mansión. Inmediatamente después de la puerta había un recibidor que estaba vacío, solo con sus mueble y después de este, un segundo juego de puertas dobles, en madera y cristal.
La Flor no dijo nada. Había aprendido que si le atajaban la mitad de su pregunta era porque cualquier explicación adicional se le daría directamente a la persona que se venía a buscar. En este caso, la Flor de Lis.
Fue guiándolas por los pasillos que rodeaban un primer jardín, de cielo abierto, desde el cual, sin duda alguien con la percepción de Yshara lo notaría, había varios pares de ojos siguiéndolas, a las elfas. El jardincito estaba en pleno verdor, sus flores, meticulosamente cuidadas, estaban abiertas y se veían de lo más simpáticas con las piedras y hongos artificiales con las que las adornaban.
Al llegar al final de ese pasillo torcieron a la derecha hasta la mitad de esa parte del cuadrado que rodeaba el jardín, la Flor abrió una nueva puerta, pasando por una estancia muy amplia, con enormes ventanales con vitrales, las cortinas abiertas dejando entrar la luz. Parecía ser una sala de música, o al menos así se había adaptado para que una niña de unos 16 años, practicara con el chelo, cosa que no estaba haciendo, y no solo lo evidenciaba la ausencia de sonido desde atrás de la puerta, sino el sobresalto que dio cuando entraron; en su lugar estaba jugando con el fuego de la chimenea que estaba prendida. Corrió de regreso a su instrumento, pero al menos la Amapola no le prestó atención.
En efecto, estaba en uno de lo jardines. Ya desde las ventanas de esa sala se veía el “jardín” al que iban; era muchísimo más grande que el primero, con pasillos que lo cercaban en los que había mucha vida, con puertas que llevaban a otros lugares, ventanas en madera de otras salas, mujeres hablando entre si, grupos mixtos de personas en varios puntos. El jardín como tal, no tenía flores, pero al igual que el anterior, era verde. Por su tamaña tenía un árbol en uno de sus costados, en los que una mujer, con una vara, bajaba manzanas. Más hacia atrás, a una decena de metros, había un hombre con un caballete, pintando el horizonte y a varios metros de él, había un grupo de 3 niñas, que no superan los 8 años, vestidas de blanco, imitando los movimientos lentos y fluidos de una mujer vestida con lo que parecía un pijama, lo curioso del joven grupo, es que una de ellas tenía un ojo morado y la otra tenía los ojos hinchados de llorar.
La Amapola se detuvo sin tocar el jardín.
- Puedes encontrarla en… - dijo tratando de señalar en una dirección, pero se quedó en silencio cuando una jovencita, muy hermosa, vestida como mucama, que corría por el pasillo, se tropezó consigo misma y cayó junto a ellas, negó despacio con la cabeza, ayudándola a ponerse de pie y de inmediato volvió a correr – en el kiosco – volvió a señalar con la mano.
Al fondo del enorme jardín había un kiosco hecho de malaquita, con pocas vigas para sostener su techo, por lo que aquello que ocurría en su interior era visible. Había una reunión, cinco mujeres y Ethel, de pie todas alrededor de forma desordenada de una mesa. La reunión parecía estar agitada, pues una de ellas se movía de forma alterada, hablándole a la que vestía en color amarillo con un atuendo a la usanza noble de la antigua Roma, con uno de sus brazos descubiertos desde el hombro, el cabello recogido en un moño sujeto por diademas, sin flecos rebeldes colgando, y que daba la espalda al jardín, le hablaba a Ethel. Todas las demás vestían en colores sobrios, en pantalón la mayoría y dos o tres, a primera vista, con armas.
Colocando la manos a su espalda, la Amapola se hizo a un lado para dejarlas pasar, convencida que la estaba esperando.
Pero Eloisa tenía motivos para estar molesta. La última misión que se le había asignado parecía tener mucho contra tiempos y el primero de ellos, que Ethel quería revocarle la asignación. Su enojo y contrariedad terminó por contagiar a una de sus compañeras, quien estaba más cerca de ella, la agarró bruscamente del brazo y hizo girase hacia ella, desatando una pelea verbal entre las dos; señalaba en una dirección y en otra con vigor, apoyaba el dedo índice en la mesa enfatizando su punto. Por fin Eloisa bajó la mano después de su último alegato y dio un paso atrás mirando con dolor a Ethel.
- Yo jamás te he fallado… - otra de ellas torció el gesto y le dio la espalda con fastidio.
- Es precisamente por eso que te lo digo. No conoces el significado de la palabra derrota – a diferencia de la Flor, la bruja hablaba con calma, con un dejo de preocupación muy bien camuflado – y esta misión puede terminar así. No soy la única que esta viendo un riesgo en ella y además no pierdes nada y ganas mucho con lo que te estoy pidiendo –
- Yo puedo sola – volvió a insistir, casi subiendo el tono de nuevo.
- No seas estúpida, que te crees??? Un loto en formación?? Vas a hacer que te maten!!! – protestó la que se dio la vuelta
- Yo entiendo los riesgos y soy capaz de …-
- Eloisa!! – llamó Ethel por fin energica – ya basta. Arma tu equipo o delega la misión, decide –
- Lo voy a hacer sola –
- Te propongo algo. Elije a tu equipo, realiza un par de simulacros, calíbralo, asegúrate que es con ellas con quienes quieres trabajar, que te darán un resultado satisfactorio… -
- pero yo… -
- Por qué eres tan terca? – preguntó una que había permanecido en silencio, sin mirarla. Ethel se acercó a ella y le puso la mano en el hombro.
- Pero nada, puedes renegar de la forma en que quieras, si quieres puedes decirme injusta… -
- JA!! Faltaba más!! - dijo la que la había girado con sarcasmo. De hecho Ethel sabía que no se atrevería siquiera a pensarlo
-… pero no esperes que no intente proteger tu vida y si con un equipo tienes mas probabilidades de éxito y regresar, pues irás con un grupo y si no, entonces le daré esta misión a alguien que si esté dispuesto a hacerlo –
- Ethel... –
- Estamos de acuerdo? – preguntó bastante maternal y la Flor asintió con la cabeza.
- Debemos tener toda la información sobre el cliente – todas volcaron su atención en Ethel de forma diferente, mucho mas alertas -como nos contactó, quien le dio la información, por qué quiere que esto desaparezca, qué es lo que gana él con esto, por qué ahora, quien más se beneficia. –
- Esto no me gusta Ethel –
- A mi tampoco - miró a otra de ellas – tratemos de averiguar por qué nos eligió a nosotras, como nos afecta que logre su objetivo y qué consecuencias traerá –
- A todo nivel – no fue sugerencia, fue sentencia - Lo rastreamos hasta Igoroth? –
La bruja guardó silencio.
- De momento hay que saber qué consecuencia tiene para nosotras a mediano y largo plazo. Si no nos toca, alárguemelo hasta los aliados, empezando por Igoroth –
- El segundo simulacro será mañana – dijo quien ejecutaría la misión y dos de las flores la miraron a ella, asintiendo. Las otras dos, miraban algo diferente que no estaba en el kiosco: miraron a las elfas que se acercaban, a Yshara, a Canción, a la Amapola que se había quedado, cada una en diferente orden. Lo curioso es que estas dos, que habían permanecido casi todo el tiempo en silencio, vestían de forma casi exacta entre ellas, y muy similar al atuendo que Yshara ya había visto en el pasado, en un molino, en un callejón.
- Aseguren el pago por adelantado y… - sonrió con malicia – no se pueden quejar, es una ejercicio para todas –
- si es una trampa ya saben que hacer – Ethel fijó la atención en la falta de asentimiento de los Lotos y siguió la mirada de estas por fuera del kiosco. Con su sonrisa la que tenía la misión salió del lugar y al pasar junto a las elfas la miró con mal sin detener su paso.
Pasar al jardín era un decir. Un decir propio hacia alguien que no conocía bien la casa y los nombres que le daban a cada lugar. De forma diligente la Amapola abrió el paso hacía el interior de la mansión. Inmediatamente después de la puerta había un recibidor que estaba vacío, solo con sus mueble y después de este, un segundo juego de puertas dobles, en madera y cristal.
La Flor no dijo nada. Había aprendido que si le atajaban la mitad de su pregunta era porque cualquier explicación adicional se le daría directamente a la persona que se venía a buscar. En este caso, la Flor de Lis.
Fue guiándolas por los pasillos que rodeaban un primer jardín, de cielo abierto, desde el cual, sin duda alguien con la percepción de Yshara lo notaría, había varios pares de ojos siguiéndolas, a las elfas. El jardincito estaba en pleno verdor, sus flores, meticulosamente cuidadas, estaban abiertas y se veían de lo más simpáticas con las piedras y hongos artificiales con las que las adornaban.
Al llegar al final de ese pasillo torcieron a la derecha hasta la mitad de esa parte del cuadrado que rodeaba el jardín, la Flor abrió una nueva puerta, pasando por una estancia muy amplia, con enormes ventanales con vitrales, las cortinas abiertas dejando entrar la luz. Parecía ser una sala de música, o al menos así se había adaptado para que una niña de unos 16 años, practicara con el chelo, cosa que no estaba haciendo, y no solo lo evidenciaba la ausencia de sonido desde atrás de la puerta, sino el sobresalto que dio cuando entraron; en su lugar estaba jugando con el fuego de la chimenea que estaba prendida. Corrió de regreso a su instrumento, pero al menos la Amapola no le prestó atención.
En efecto, estaba en uno de lo jardines. Ya desde las ventanas de esa sala se veía el “jardín” al que iban; era muchísimo más grande que el primero, con pasillos que lo cercaban en los que había mucha vida, con puertas que llevaban a otros lugares, ventanas en madera de otras salas, mujeres hablando entre si, grupos mixtos de personas en varios puntos. El jardín como tal, no tenía flores, pero al igual que el anterior, era verde. Por su tamaña tenía un árbol en uno de sus costados, en los que una mujer, con una vara, bajaba manzanas. Más hacia atrás, a una decena de metros, había un hombre con un caballete, pintando el horizonte y a varios metros de él, había un grupo de 3 niñas, que no superan los 8 años, vestidas de blanco, imitando los movimientos lentos y fluidos de una mujer vestida con lo que parecía un pijama, lo curioso del joven grupo, es que una de ellas tenía un ojo morado y la otra tenía los ojos hinchados de llorar.
La Amapola se detuvo sin tocar el jardín.
- Puedes encontrarla en… - dijo tratando de señalar en una dirección, pero se quedó en silencio cuando una jovencita, muy hermosa, vestida como mucama, que corría por el pasillo, se tropezó consigo misma y cayó junto a ellas, negó despacio con la cabeza, ayudándola a ponerse de pie y de inmediato volvió a correr – en el kiosco – volvió a señalar con la mano.
Al fondo del enorme jardín había un kiosco hecho de malaquita, con pocas vigas para sostener su techo, por lo que aquello que ocurría en su interior era visible. Había una reunión, cinco mujeres y Ethel, de pie todas alrededor de forma desordenada de una mesa. La reunión parecía estar agitada, pues una de ellas se movía de forma alterada, hablándole a la que vestía en color amarillo con un atuendo a la usanza noble de la antigua Roma, con uno de sus brazos descubiertos desde el hombro, el cabello recogido en un moño sujeto por diademas, sin flecos rebeldes colgando, y que daba la espalda al jardín, le hablaba a Ethel. Todas las demás vestían en colores sobrios, en pantalón la mayoría y dos o tres, a primera vista, con armas.
Colocando la manos a su espalda, la Amapola se hizo a un lado para dejarlas pasar, convencida que la estaba esperando.
Pero Eloisa tenía motivos para estar molesta. La última misión que se le había asignado parecía tener mucho contra tiempos y el primero de ellos, que Ethel quería revocarle la asignación. Su enojo y contrariedad terminó por contagiar a una de sus compañeras, quien estaba más cerca de ella, la agarró bruscamente del brazo y hizo girase hacia ella, desatando una pelea verbal entre las dos; señalaba en una dirección y en otra con vigor, apoyaba el dedo índice en la mesa enfatizando su punto. Por fin Eloisa bajó la mano después de su último alegato y dio un paso atrás mirando con dolor a Ethel.
- Yo jamás te he fallado… - otra de ellas torció el gesto y le dio la espalda con fastidio.
- Es precisamente por eso que te lo digo. No conoces el significado de la palabra derrota – a diferencia de la Flor, la bruja hablaba con calma, con un dejo de preocupación muy bien camuflado – y esta misión puede terminar así. No soy la única que esta viendo un riesgo en ella y además no pierdes nada y ganas mucho con lo que te estoy pidiendo –
- Yo puedo sola – volvió a insistir, casi subiendo el tono de nuevo.
- No seas estúpida, que te crees??? Un loto en formación?? Vas a hacer que te maten!!! – protestó la que se dio la vuelta
- Yo entiendo los riesgos y soy capaz de …-
- Eloisa!! – llamó Ethel por fin energica – ya basta. Arma tu equipo o delega la misión, decide –
- Lo voy a hacer sola –
- Te propongo algo. Elije a tu equipo, realiza un par de simulacros, calíbralo, asegúrate que es con ellas con quienes quieres trabajar, que te darán un resultado satisfactorio… -
- pero yo… -
- Por qué eres tan terca? – preguntó una que había permanecido en silencio, sin mirarla. Ethel se acercó a ella y le puso la mano en el hombro.
- Pero nada, puedes renegar de la forma en que quieras, si quieres puedes decirme injusta… -
- JA!! Faltaba más!! - dijo la que la había girado con sarcasmo. De hecho Ethel sabía que no se atrevería siquiera a pensarlo
-… pero no esperes que no intente proteger tu vida y si con un equipo tienes mas probabilidades de éxito y regresar, pues irás con un grupo y si no, entonces le daré esta misión a alguien que si esté dispuesto a hacerlo –
- Ethel... –
- Estamos de acuerdo? – preguntó bastante maternal y la Flor asintió con la cabeza.
- Debemos tener toda la información sobre el cliente – todas volcaron su atención en Ethel de forma diferente, mucho mas alertas -como nos contactó, quien le dio la información, por qué quiere que esto desaparezca, qué es lo que gana él con esto, por qué ahora, quien más se beneficia. –
- Esto no me gusta Ethel –
- A mi tampoco - miró a otra de ellas – tratemos de averiguar por qué nos eligió a nosotras, como nos afecta que logre su objetivo y qué consecuencias traerá –
- A todo nivel – no fue sugerencia, fue sentencia - Lo rastreamos hasta Igoroth? –
La bruja guardó silencio.
- De momento hay que saber qué consecuencia tiene para nosotras a mediano y largo plazo. Si no nos toca, alárguemelo hasta los aliados, empezando por Igoroth –
- El segundo simulacro será mañana – dijo quien ejecutaría la misión y dos de las flores la miraron a ella, asintiendo. Las otras dos, miraban algo diferente que no estaba en el kiosco: miraron a las elfas que se acercaban, a Yshara, a Canción, a la Amapola que se había quedado, cada una en diferente orden. Lo curioso es que estas dos, que habían permanecido casi todo el tiempo en silencio, vestían de forma casi exacta entre ellas, y muy similar al atuendo que Yshara ya había visto en el pasado, en un molino, en un callejón.
- Aseguren el pago por adelantado y… - sonrió con malicia – no se pueden quejar, es una ejercicio para todas –
- si es una trampa ya saben que hacer – Ethel fijó la atención en la falta de asentimiento de los Lotos y siguió la mirada de estas por fuera del kiosco. Con su sonrisa la que tenía la misión salió del lugar y al pasar junto a las elfas la miró con mal sin detener su paso.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Una visita, un regalo
[F.D.I.: Siento el retraso. Mucho.]
La belleza del lugar en el que Ethel residía era innegable, majestuosa.
Y sin embargo, la elfa apenas le prestó atención. Y no porque, de alguna forma, despreciara el lugar o lo que en él había, aunque es cierto que las Flores de Ethel no le podían haber importado menos. Más bien era que aquello... no iba con ella.
Por supuesto que Yshara había residido durante más de una temporada en otras residencias de Ethel, en otros tiempos y en otros lugares, y se había deleitado en los placeres que la posición de su amiga podía proporcionarle, sin avergonzarse de ello. No se trataba de una cuestión de opulencia, o de que no le gustase lo que estaba viendo. Era algo que, simplemente... no le atraía. Podía sumergirse en aquellos placeres una temporada, es cierto, pero la elfa habría sido incapaz, a largo plazo, de vivir en un lugar como aquel.
Yshara era como un felino, como un gato salvaje. Podía ser "domesticada"... hasta cierto punto. Al final, siempre necesitaba de su salvajismo, volver a él, entregarse a él. Yshara no era como era sólamente por ser una exiliada, no era solo por necesidad. Podrías haberle ofrecido todos los lujos del mundo, y los disfrutaría... un tiempo. Después, le aburrirían.
Pero Ethel sabía éso demasiado bien.
No en vano, Yshara una vez había sido una de las suyas. Aunque entonces, las cosas eran de otra manera; Yshara, Ethel, eran de otra manera. Entonces, Yshara mataba para sobrevivir. Fue después de salir del servicio de Ethel cuando se dió cuenta de que en realidad vivía para matar. Eso era algo que podía leerse en sus ojos, algo que la misma chica, la Flor que la miró, pudo ver en sus pupilas cuando le clavó la mirada.
No era difícil hacerlo.
En los ojos de algunas personas puede verse un destello, el brillo malsano de la mirada de alguien que ha tomado una vida y no se avergüenza de ello. El fulgor de quien se sabe fuera de la organización social, tan necesaria para los humanos. El brillo de quien volvería a matar. Es algo fácil de ver en mercenarios, en soldados. Pero solo en un puñado de ojos uno puede ver el destello del asesino nato. El brillo del ave rapaz para quien la muerte no es un medio, sino un fin. A veces, los ojos de Yshara podían provocar un escalofrío en quien los miraba por primera vez.
La elfa aguardó con paciencia a que la joven se retirase. Seguramente, si Ethel se hubiera quedado a solas, habría entrado en el quiosco y se habría sentado con ella; pero en virtud de las apariencias, y como quiera que otras Flores estaban aún presentes, tan sólo se adelantó uno o dos pasos, hasta apoyar los brazos en una de las barandas externas del cenador.
- ¿Desde cuándo reprimes el individualismo? - preguntó.
Lo preguntaba con genuina curiosidad.
Al menos, cuando ella había trabajado para Ethel, nunca había tenido ése tipo de problemas. En cierto modo, se solidarizó con la chica que se marchaba. Si ella, Yshara, tenía la certeza de que podía hacer algo sola, no le hubiera gustado que le obligasen a formar un grupo para abordarlo. No parecía propio de Ethel. Aunque, claro, tal vez resultase que ésa chica solo creyese que podía hacerlo.
Sus ojos estaban puestos en Ethel, a las otras no les dedicó ni una fugaz mirada. No por orgullo, ni por desprecio, sino por la más genuina de las indiferencias.
La belleza del lugar en el que Ethel residía era innegable, majestuosa.
Y sin embargo, la elfa apenas le prestó atención. Y no porque, de alguna forma, despreciara el lugar o lo que en él había, aunque es cierto que las Flores de Ethel no le podían haber importado menos. Más bien era que aquello... no iba con ella.
Por supuesto que Yshara había residido durante más de una temporada en otras residencias de Ethel, en otros tiempos y en otros lugares, y se había deleitado en los placeres que la posición de su amiga podía proporcionarle, sin avergonzarse de ello. No se trataba de una cuestión de opulencia, o de que no le gustase lo que estaba viendo. Era algo que, simplemente... no le atraía. Podía sumergirse en aquellos placeres una temporada, es cierto, pero la elfa habría sido incapaz, a largo plazo, de vivir en un lugar como aquel.
Yshara era como un felino, como un gato salvaje. Podía ser "domesticada"... hasta cierto punto. Al final, siempre necesitaba de su salvajismo, volver a él, entregarse a él. Yshara no era como era sólamente por ser una exiliada, no era solo por necesidad. Podrías haberle ofrecido todos los lujos del mundo, y los disfrutaría... un tiempo. Después, le aburrirían.
Pero Ethel sabía éso demasiado bien.
No en vano, Yshara una vez había sido una de las suyas. Aunque entonces, las cosas eran de otra manera; Yshara, Ethel, eran de otra manera. Entonces, Yshara mataba para sobrevivir. Fue después de salir del servicio de Ethel cuando se dió cuenta de que en realidad vivía para matar. Eso era algo que podía leerse en sus ojos, algo que la misma chica, la Flor que la miró, pudo ver en sus pupilas cuando le clavó la mirada.
No era difícil hacerlo.
En los ojos de algunas personas puede verse un destello, el brillo malsano de la mirada de alguien que ha tomado una vida y no se avergüenza de ello. El fulgor de quien se sabe fuera de la organización social, tan necesaria para los humanos. El brillo de quien volvería a matar. Es algo fácil de ver en mercenarios, en soldados. Pero solo en un puñado de ojos uno puede ver el destello del asesino nato. El brillo del ave rapaz para quien la muerte no es un medio, sino un fin. A veces, los ojos de Yshara podían provocar un escalofrío en quien los miraba por primera vez.
La elfa aguardó con paciencia a que la joven se retirase. Seguramente, si Ethel se hubiera quedado a solas, habría entrado en el quiosco y se habría sentado con ella; pero en virtud de las apariencias, y como quiera que otras Flores estaban aún presentes, tan sólo se adelantó uno o dos pasos, hasta apoyar los brazos en una de las barandas externas del cenador.
- ¿Desde cuándo reprimes el individualismo? - preguntó.
Lo preguntaba con genuina curiosidad.
Al menos, cuando ella había trabajado para Ethel, nunca había tenido ése tipo de problemas. En cierto modo, se solidarizó con la chica que se marchaba. Si ella, Yshara, tenía la certeza de que podía hacer algo sola, no le hubiera gustado que le obligasen a formar un grupo para abordarlo. No parecía propio de Ethel. Aunque, claro, tal vez resultase que ésa chica solo creyese que podía hacerlo.
Sus ojos estaban puestos en Ethel, a las otras no les dedicó ni una fugaz mirada. No por orgullo, ni por desprecio, sino por la más genuina de las indiferencias.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Una visita, un regalo
Mientras Yshara vivía para matar, se había vuelto una forma de vivir, su vida, para Ethel, se había vuelto un negocio, una empresa a través de la cual se lucraba por sus niñas y su lealtad. Con sus pros y sus contras, siendo el principal que lo hacía por el placer del caos y la muerte (más las ganancias en bienes y servicios).
- Desde que me plantean un reto con demasiados ángulos para ser abordados todos por una sola persona en tan corto tiempo, sin pagar el valor justo por eso - Era más fácil para ella, mandar a alguien con mas experiencia, pero el valor que le estaban pagando no era suficiente. Además era un buen ejercicio para la Flor que se enviaba, sin mencionar que no estaba segura de lo que tramaba el cliente y no trabajaría en contra de ella misma.
Por supuesto había otra cosa en juego, algo que no diría delante de las otras aunque todas los supieran: la Flor tenia que aprender que no se mandaba sola, no iba a saltarse una sugerencia de Ethel así como así sin dar una argumentación diferente a su voluntad al intentarlo y, si no hubiera insistido tanto, seguramente se le habría mandado a una muerte segura, porque efectivamente, como había pensado la elfa, la Flor solo creía que podía hacerlo sola.
Se abrió en su posición para no darle la espalda a la elfa, pasando solo por un momento la vista en la persona que la acompañaba. Tenía la mirada apagada, no era que la desconcertara, pero si era una rareza con la que no esperaba encontrarse cuando se levantó en la mañana. Había muchas cosas que no esperaba cuando se levantó esa mañana
- Arma un equipo de respaldo, que las traigan a todas con vida y vigila tú de cerca al cliente - uno de los Lotos, la que nunca habló, dio un paso al frente bastante marcial y se retiró por otra de las aberturas del kiosco con una sonrisa. Las otras recogían el mapa que se encontraba en la mesa, empezando una discreta retirada.
- Me tomó mi tiempo admitir que no todas las tareas se pueden hacer en solitario – le explicaba a su amiga – y no la estoy reprimiendo, le estoy dando la oportunidad de aprender algo nuevo – su sonrisa se parecía a la de cualquier maestro que le da un poco de autonomía a su pupilo en su enseñanza; y estaba hablando con sinceridad al decirlo. No le molestaba en lo más mínimo la pregunta de la elfa, de hecho, era la tercera vez que se la hacían desde que había llegado la Petición en medio de la madrugada.
- Pero basta ya de trabajo por unas horas – de una de las sillas recogió una estola, amarilla como su vestido, pero mucho mas oscura
- No te quedes ahí, pasa - invitó ofreciéndole la mano con una sonrisa - pasen - se apresuró a corregir - a qué se debe tan grata sorpresa? - si quedaba algo pendiente por hablar con sus niñas, Ethel no dio muestras de quererlo abordar, en su lugar estaba dando por terminada la reunión.
- Lady Ethel – dijo una de las Flores que aun estaba presente – Cancelo la agenda del día? – la entonación interrogativa en la frase no venía tanto por la pregunta, sino por la duda de no saber si lo que preguntaba era adecuado o no. Pero la bruja puso sus ojos azules en los de Yshara con una sonrisa pícara.
- Por favor – solicitó sin mirarla.
- Desde que me plantean un reto con demasiados ángulos para ser abordados todos por una sola persona en tan corto tiempo, sin pagar el valor justo por eso - Era más fácil para ella, mandar a alguien con mas experiencia, pero el valor que le estaban pagando no era suficiente. Además era un buen ejercicio para la Flor que se enviaba, sin mencionar que no estaba segura de lo que tramaba el cliente y no trabajaría en contra de ella misma.
Por supuesto había otra cosa en juego, algo que no diría delante de las otras aunque todas los supieran: la Flor tenia que aprender que no se mandaba sola, no iba a saltarse una sugerencia de Ethel así como así sin dar una argumentación diferente a su voluntad al intentarlo y, si no hubiera insistido tanto, seguramente se le habría mandado a una muerte segura, porque efectivamente, como había pensado la elfa, la Flor solo creía que podía hacerlo sola.
Se abrió en su posición para no darle la espalda a la elfa, pasando solo por un momento la vista en la persona que la acompañaba. Tenía la mirada apagada, no era que la desconcertara, pero si era una rareza con la que no esperaba encontrarse cuando se levantó en la mañana. Había muchas cosas que no esperaba cuando se levantó esa mañana
- Arma un equipo de respaldo, que las traigan a todas con vida y vigila tú de cerca al cliente - uno de los Lotos, la que nunca habló, dio un paso al frente bastante marcial y se retiró por otra de las aberturas del kiosco con una sonrisa. Las otras recogían el mapa que se encontraba en la mesa, empezando una discreta retirada.
- Me tomó mi tiempo admitir que no todas las tareas se pueden hacer en solitario – le explicaba a su amiga – y no la estoy reprimiendo, le estoy dando la oportunidad de aprender algo nuevo – su sonrisa se parecía a la de cualquier maestro que le da un poco de autonomía a su pupilo en su enseñanza; y estaba hablando con sinceridad al decirlo. No le molestaba en lo más mínimo la pregunta de la elfa, de hecho, era la tercera vez que se la hacían desde que había llegado la Petición en medio de la madrugada.
- Pero basta ya de trabajo por unas horas – de una de las sillas recogió una estola, amarilla como su vestido, pero mucho mas oscura
- No te quedes ahí, pasa - invitó ofreciéndole la mano con una sonrisa - pasen - se apresuró a corregir - a qué se debe tan grata sorpresa? - si quedaba algo pendiente por hablar con sus niñas, Ethel no dio muestras de quererlo abordar, en su lugar estaba dando por terminada la reunión.
- Lady Ethel – dijo una de las Flores que aun estaba presente – Cancelo la agenda del día? – la entonación interrogativa en la frase no venía tanto por la pregunta, sino por la duda de no saber si lo que preguntaba era adecuado o no. Pero la bruja puso sus ojos azules en los de Yshara con una sonrisa pícara.
- Por favor – solicitó sin mirarla.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Una visita, un regalo
Yshara aguardó en silencio.
Al menos, mientras las ayudantes de Ethel recogían los bártulos y "levantaban el campamento". Yshara era muy consciente de que todas aquellas chicas eran aliadas, si no siervas, de Ethel; no moverían un dedo contra su señora, ni le desearían mal alguno. Pero no iba a aceptar la invitación de la Flor de Lis hasta que se hubiesen esfumado. Llámese prudencia, llámese discreción, llámese reserva.
Sólo cuando el cenador hubo quedado a solas se coló la elfa en el interior, saltando grácilmente por encima de la barandilla, con aquella agilidad felina que tenía, que hacía que ninguna de sus piruetas atentase contra el decoro; como un gato que salta para subirse encima de una mesa. Un par de pasos la llevaron hasta donde Ethel se sentaba, y se quedó frente a ella, de aún de pie.
- Valor - repitió. - ¿Y por qué aceptaste el encargo?
Yshara y Ethel podrían haber hecho un gran equipo de negocios. Mientras que Ethel era una gran organizadora, Yshara era maravillosamente metódica en el acto y arte del asesinato. La elfa no tenía una tarifa fija, sino que su reembolso solía depender del encargo; sin embargo, sí que había algo fijo en ella. Nunca habría tomado un trabajo si sentía que se la infravaloraba. No hubiera sido ni digno ni propio de ella.
El problema era que Yshara solo trabajaba en solitario. Podía haberse llevado bien con otras de las Flores, ya las había comandado en una ocasión, pero había que dibujar la línea. Siempre se encargaba ella, y delegaba las tareas secundarias en otras personas, cuando las tenía a su disposición. Yshara no era una jugadora de equipo, y le dolió que Ethel pensase que no todas las tareas pudiesen llevarse a cabo en solitario. Yshara nunca había fallado, al menos no mientras estuvo al servicio de Ethel.
- No todas las personas están preparadas para llevar a cabo las tareas en solitario - protestó, sin intención de causar un debate.
Sólo tras darle a Ethel un fugaz beso en la frente, que prácticamente no pudo ser percibido fuera de aquel cenador, la elfa se sentó. Lo hizo frente a su amiga, cruzando la pierna izquierda sobre la derecha cuando lo hizo, y mirándole fijamente los azules ojos. Una seña suya, y la chica que la acompañaba dio un par de pasos adelante, entrando en el cenador; en cuanto bajó la mano, la chica se detuvo y quedó de pie junto a ellas, en actitud servil.
- Sólo pasaba por aquí - mintió. - Y me dije, vamos a ver cómo está Ethel. ¿Tal vez te pillo en mal momento? ¿O quizás... podría ayudarte?
Una leve y oscura sonrisa en sus labios le decía a Ethel que había tanto de broma como de serio en aquel ofrecimiento.
Al menos, mientras las ayudantes de Ethel recogían los bártulos y "levantaban el campamento". Yshara era muy consciente de que todas aquellas chicas eran aliadas, si no siervas, de Ethel; no moverían un dedo contra su señora, ni le desearían mal alguno. Pero no iba a aceptar la invitación de la Flor de Lis hasta que se hubiesen esfumado. Llámese prudencia, llámese discreción, llámese reserva.
Sólo cuando el cenador hubo quedado a solas se coló la elfa en el interior, saltando grácilmente por encima de la barandilla, con aquella agilidad felina que tenía, que hacía que ninguna de sus piruetas atentase contra el decoro; como un gato que salta para subirse encima de una mesa. Un par de pasos la llevaron hasta donde Ethel se sentaba, y se quedó frente a ella, de aún de pie.
- Valor - repitió. - ¿Y por qué aceptaste el encargo?
Yshara y Ethel podrían haber hecho un gran equipo de negocios. Mientras que Ethel era una gran organizadora, Yshara era maravillosamente metódica en el acto y arte del asesinato. La elfa no tenía una tarifa fija, sino que su reembolso solía depender del encargo; sin embargo, sí que había algo fijo en ella. Nunca habría tomado un trabajo si sentía que se la infravaloraba. No hubiera sido ni digno ni propio de ella.
El problema era que Yshara solo trabajaba en solitario. Podía haberse llevado bien con otras de las Flores, ya las había comandado en una ocasión, pero había que dibujar la línea. Siempre se encargaba ella, y delegaba las tareas secundarias en otras personas, cuando las tenía a su disposición. Yshara no era una jugadora de equipo, y le dolió que Ethel pensase que no todas las tareas pudiesen llevarse a cabo en solitario. Yshara nunca había fallado, al menos no mientras estuvo al servicio de Ethel.
- No todas las personas están preparadas para llevar a cabo las tareas en solitario - protestó, sin intención de causar un debate.
Sólo tras darle a Ethel un fugaz beso en la frente, que prácticamente no pudo ser percibido fuera de aquel cenador, la elfa se sentó. Lo hizo frente a su amiga, cruzando la pierna izquierda sobre la derecha cuando lo hizo, y mirándole fijamente los azules ojos. Una seña suya, y la chica que la acompañaba dio un par de pasos adelante, entrando en el cenador; en cuanto bajó la mano, la chica se detuvo y quedó de pie junto a ellas, en actitud servil.
- Sólo pasaba por aquí - mintió. - Y me dije, vamos a ver cómo está Ethel. ¿Tal vez te pillo en mal momento? ¿O quizás... podría ayudarte?
Una leve y oscura sonrisa en sus labios le decía a Ethel que había tanto de broma como de serio en aquel ofrecimiento.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Una visita, un regalo
A lo que las Flores salieron del lugar, se sentó en uno de los pocos asientos que había, con la espalda recta, ambos brazos sobre los reposaderos, cerrando los ojos durante el instante que duró la brisa recorriendo el lugar antes de seguir por su camino.
La ventaja de tener a sus Flores por rangos, es que eso le permitía tomar toda clase de trabajos, de cualquier valor, cuanto mayor la paga o mas selecto el blanco, se le asignaba a alguien acorde.
- Ah, porque lo que está pagando le alcanza aun para un equipo como el que puede armar Eloisa – su sonrisa fue sombría – o incluso algo un poco mejor. Y – ahora que estaban solas lo dijo - porque me huele a trampa, ellas necesitan el ejercicio, no es posible que solo dos lo hayan notado y que la Astromelia que pidió ir ni siquiera lo haya visto – parecía decepcionada aunque su tono seguía siendo tranquilo, por eso había pedido que regresaran con vida, solo con vida no ilesas, y sabía que el grupo que enviaría el Loto se encargaría de ambas cosas, y las quería vivas porque ella misma haría los arreglos finales por su desatino y desobediencia. Meditó un momento sobre lo segundo que dijo y su sonrisa se hizo más amplia.
En donde estaba el caos de lo imprevisible? en la persona o en la situación? Compleja la pregunta. Por un momento pensó en la última clase que impartió a un grupo de Botones, qué fue primero, el huevo o la gallina? Le gustó la respuesta a la que habían llegado, primero fue el antecesor evolutivo de la gallina, por tanto fue el animal quien retransmitió sus genes modificados y todo empezaba en el huevo.
El caos venía del conjunto. Lo imprevisible estaba tanto en la persona como en la situación. Y así como muchas cosas se podían hacer de forma inividual, otras requerían de esos pequeños apoyos para actividades secundarias. Todo venía del conjunto.
- Es cierto, toda situación o tarea se puede organizar de tal forma que puede ser abordada por una sola persona – la miró de forma que le insinuaba que ese era su caso y de las mujeres que habían llegado a ser Lotos por eso no agregó argumentos a lo que decía ninguna de las dos – pero… - agregó entre susurros de confidencia – no se lo digas a Eloisa. Además, no lo decía por ti querida, eres una joya que bien podría confirmar la regla, ya quisiera yo que más de mis niñas fueran tan capaces como tú – no lo decía por halagar, lo decía en serio, con conocimiento de causa.
Cerró los ojos con el beso en la frente y se acomodó mucho más relajada, mirando con curiosidad a la muchacha que la acompañaba, esta vez fue mucho más exhaustiva al recorrerla, detallando por un momento en sus ojos antes de volver la vista a Yshara.
- Oh, bueno, Ethel esta de maravilla, aunque algo preocupada con dos problemitas que descubrió. Y por supuesto, tú jamás la pillas en mal momento, todo lo contrario – sonrió con complicidad - El primero, el té de hiervas no le queda tan rico como antes, pero parece ser un problema de la cosecha de este año, y el segundo – se la quedó mirando con una sonrisa pícara - Tal vez si me puedas ayudar con eso. Verás, necesito urgente alguien que me rescate de la rutina quem e estña matando!!! – se llevó la mano a la frente siendo bastante teatral – nah, bromas aparte, empiezo a sentirme asfixiada en esta isla, no digo que los viajes a Igortoh no sean divertidos, que martirizar a Davianna no me dé un respiro y me haga sentir viva, pero después de tantos años la labor administrativa se está volviendo algo… aburrida y visitas sorpresa siempre son bien recibidas -
Ahora, por qué aceptaba algo que sabía era una trampa? Quienes alguna vez había notado ese brillo de insanidad dentro de ella, lo entendían.
La ventaja de tener a sus Flores por rangos, es que eso le permitía tomar toda clase de trabajos, de cualquier valor, cuanto mayor la paga o mas selecto el blanco, se le asignaba a alguien acorde.
- Ah, porque lo que está pagando le alcanza aun para un equipo como el que puede armar Eloisa – su sonrisa fue sombría – o incluso algo un poco mejor. Y – ahora que estaban solas lo dijo - porque me huele a trampa, ellas necesitan el ejercicio, no es posible que solo dos lo hayan notado y que la Astromelia que pidió ir ni siquiera lo haya visto – parecía decepcionada aunque su tono seguía siendo tranquilo, por eso había pedido que regresaran con vida, solo con vida no ilesas, y sabía que el grupo que enviaría el Loto se encargaría de ambas cosas, y las quería vivas porque ella misma haría los arreglos finales por su desatino y desobediencia. Meditó un momento sobre lo segundo que dijo y su sonrisa se hizo más amplia.
En donde estaba el caos de lo imprevisible? en la persona o en la situación? Compleja la pregunta. Por un momento pensó en la última clase que impartió a un grupo de Botones, qué fue primero, el huevo o la gallina? Le gustó la respuesta a la que habían llegado, primero fue el antecesor evolutivo de la gallina, por tanto fue el animal quien retransmitió sus genes modificados y todo empezaba en el huevo.
El caos venía del conjunto. Lo imprevisible estaba tanto en la persona como en la situación. Y así como muchas cosas se podían hacer de forma inividual, otras requerían de esos pequeños apoyos para actividades secundarias. Todo venía del conjunto.
- Es cierto, toda situación o tarea se puede organizar de tal forma que puede ser abordada por una sola persona – la miró de forma que le insinuaba que ese era su caso y de las mujeres que habían llegado a ser Lotos por eso no agregó argumentos a lo que decía ninguna de las dos – pero… - agregó entre susurros de confidencia – no se lo digas a Eloisa. Además, no lo decía por ti querida, eres una joya que bien podría confirmar la regla, ya quisiera yo que más de mis niñas fueran tan capaces como tú – no lo decía por halagar, lo decía en serio, con conocimiento de causa.
Cerró los ojos con el beso en la frente y se acomodó mucho más relajada, mirando con curiosidad a la muchacha que la acompañaba, esta vez fue mucho más exhaustiva al recorrerla, detallando por un momento en sus ojos antes de volver la vista a Yshara.
- Oh, bueno, Ethel esta de maravilla, aunque algo preocupada con dos problemitas que descubrió. Y por supuesto, tú jamás la pillas en mal momento, todo lo contrario – sonrió con complicidad - El primero, el té de hiervas no le queda tan rico como antes, pero parece ser un problema de la cosecha de este año, y el segundo – se la quedó mirando con una sonrisa pícara - Tal vez si me puedas ayudar con eso. Verás, necesito urgente alguien que me rescate de la rutina quem e estña matando!!! – se llevó la mano a la frente siendo bastante teatral – nah, bromas aparte, empiezo a sentirme asfixiada en esta isla, no digo que los viajes a Igortoh no sean divertidos, que martirizar a Davianna no me dé un respiro y me haga sentir viva, pero después de tantos años la labor administrativa se está volviendo algo… aburrida y visitas sorpresa siempre son bien recibidas -
Ahora, por qué aceptaba algo que sabía era una trampa? Quienes alguna vez había notado ese brillo de insanidad dentro de ella, lo entendían.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Una visita, un regalo
Yshara sonrió.
La elfa sonreía a menudo, y tenía una colección de sonrisas que un buen fisionomista habría querido fotografiar. Pero, aunque los labios y el rostro puedan producir mil y una sonrisas diferentes, el alma sólo conoce una; la sonrisa de un niño que ve a su madre, la de un guerrero que afronta la muerte, la de un poeta que ve el Sol ponerse entre nubes teñidas de naranja. La sonrisa sincera, que nace de la necesidad de sonreir. La sonrisa que es una expresión del espíritu, que conocen incluso los niños que nunca han visto a alguien de sonreír.
Ésa era la sonrisa que Ethel estaba viendo ahora. Era prácticamente la única persona que la había visto en los labios de Yshara Nadyssra... y hacía demasiado tiempo de la última vez.
- Rutina - dijo la elfa, lentamente. - Pues para ése mal sólo conozco un remedio: Romperla.
... aunque había muchas formas de romper una rutina.
La preferida de Yshara era una vieja forma de retiro élfica que llamaba cariñosamente I'nath, que en la lengua de los elfos significa algo así como "La pasión salvaje". Olvidarse de las ataduras de uno, de los problemas que se causa uno mismo. No olvidarse de las responsabilidades - algo en lo que mucha gente solía equivocarse - sino desechar todo lo que no merecía la pena. Ya fuera por unos minutos, o por unos días. Antes de su andadura por aquel Reino, Yshara había llevado aquella forma de vida durante tal vez más de un siglo. Libre como un animal, sin ataduras de ninguna clase. Sus ojos ferales y salvajes eran la prueba de que había sido plena.
Es una experiencia que te cambia.
- Podría ayudarte a hacerlo... - dijo, en tono divertido. - Por un precio.
Ah, pero de todas formas iba a romper su monotonía, su rutina. A Ethel le iba a gustar su regalo, y lo iba a disfrutar mucho. Por éso quiso posponer las... “presentaciones”.
La elfa sonreía a menudo, y tenía una colección de sonrisas que un buen fisionomista habría querido fotografiar. Pero, aunque los labios y el rostro puedan producir mil y una sonrisas diferentes, el alma sólo conoce una; la sonrisa de un niño que ve a su madre, la de un guerrero que afronta la muerte, la de un poeta que ve el Sol ponerse entre nubes teñidas de naranja. La sonrisa sincera, que nace de la necesidad de sonreir. La sonrisa que es una expresión del espíritu, que conocen incluso los niños que nunca han visto a alguien de sonreír.
Ésa era la sonrisa que Ethel estaba viendo ahora. Era prácticamente la única persona que la había visto en los labios de Yshara Nadyssra... y hacía demasiado tiempo de la última vez.
- Rutina - dijo la elfa, lentamente. - Pues para ése mal sólo conozco un remedio: Romperla.
... aunque había muchas formas de romper una rutina.
La preferida de Yshara era una vieja forma de retiro élfica que llamaba cariñosamente I'nath, que en la lengua de los elfos significa algo así como "La pasión salvaje". Olvidarse de las ataduras de uno, de los problemas que se causa uno mismo. No olvidarse de las responsabilidades - algo en lo que mucha gente solía equivocarse - sino desechar todo lo que no merecía la pena. Ya fuera por unos minutos, o por unos días. Antes de su andadura por aquel Reino, Yshara había llevado aquella forma de vida durante tal vez más de un siglo. Libre como un animal, sin ataduras de ninguna clase. Sus ojos ferales y salvajes eran la prueba de que había sido plena.
Es una experiencia que te cambia.
- Podría ayudarte a hacerlo... - dijo, en tono divertido. - Por un precio.
Ah, pero de todas formas iba a romper su monotonía, su rutina. A Ethel le iba a gustar su regalo, y lo iba a disfrutar mucho. Por éso quiso posponer las... “presentaciones”.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Una visita, un regalo
Estaban de acuerdo en qu,e para salir de la rutina, que para deshacerse de la rutina, solo era necesario hacer un cambio, romperla. Pero las cosas que la apasionaban también empezaban a caer en esa misma rutina, perdiendo parte de su sabor.
Si bien era cierto que las intrigas políticas que implicaban las visitas a Igorth ayudaban mucho, el quebrantar el espíritu de la llamada resistencia de Cascadas que la hacia estar innovando en distracciones para ella misma, empezaba a ser poco. Todo podía resumirse en que el archipiélago se hacía pequeño y no podía hacer uso de los dos seres celestiales que tenia a su disposición.
Su sonrisa se volvió perturbadora. La misma clase de sonrisa que lucía cuando quiera desenmascarar a un Enviado a negociar un trabajo donde creía llevarle la delantera. Solo que esta vez sabía que no había timo de por medio. Solo era el hecho que si alguien sabía que todo tenía un precio, era ella. Por supuesto, eso no quería decir que todo precio fuera… monetario. como fuera sería divertido y tras negociar estaría encantada de pagar.
Entrelazó sus dedos frente a su cara y luego puso las manos en su regazo con interés.
- Por supuesto querida, no conozco cosa que no lo tenga – una mirada aguda se clavó en los ojos color sangre de Yshara como si indaga el valor de su alma.
- Todo depende de qué ofreces y cómo es el negocio que quieres plantear? – a pesar del tono inquisitivo y sugerente que estaba usando, se empezaba a divertir, dejando en un segundo plano a la extraña. Estaba bastante intrigada sobre lo que le diría su amiga.
Si bien era cierto que las intrigas políticas que implicaban las visitas a Igorth ayudaban mucho, el quebrantar el espíritu de la llamada resistencia de Cascadas que la hacia estar innovando en distracciones para ella misma, empezaba a ser poco. Todo podía resumirse en que el archipiélago se hacía pequeño y no podía hacer uso de los dos seres celestiales que tenia a su disposición.
Su sonrisa se volvió perturbadora. La misma clase de sonrisa que lucía cuando quiera desenmascarar a un Enviado a negociar un trabajo donde creía llevarle la delantera. Solo que esta vez sabía que no había timo de por medio. Solo era el hecho que si alguien sabía que todo tenía un precio, era ella. Por supuesto, eso no quería decir que todo precio fuera… monetario. como fuera sería divertido y tras negociar estaría encantada de pagar.
Entrelazó sus dedos frente a su cara y luego puso las manos en su regazo con interés.
- Por supuesto querida, no conozco cosa que no lo tenga – una mirada aguda se clavó en los ojos color sangre de Yshara como si indaga el valor de su alma.
- Todo depende de qué ofreces y cómo es el negocio que quieres plantear? – a pesar del tono inquisitivo y sugerente que estaba usando, se empezaba a divertir, dejando en un segundo plano a la extraña. Estaba bastante intrigada sobre lo que le diría su amiga.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Una visita, un regalo
Yshara le devolvió una sonrisa felina.
Cada cual era buena en lo suyo, y tenían la gran suerte de que podían dedicarse, si así lo deseaban, por entero al objeto de su devoción. Pero es cierto que lo apasionante, si se convierte en rutina, a veces aburre. Las aguas quietas se estancan pronto. Por eso, a veces hay que darle algo de movimiento a las corrientes.
La elfa casi ronroneó. Siempre era divertido captar la atención de Ethel. Como ejemplo de algo que no tenía precio, podía haber puesto su sonrisa, perdida entre lo cómplice, lo intrigada y lo inquisitiva. Yshara casi se mordió el labio, tal vez queriendo mantener a su amiga en aquella postura durante más tiempo.
- Pero no todas las personas pueden pagar todos los precios - observó. - Ni todas las cosas los merecen.
Resultaba curioso.
Ethel sabía cuál era exactamente el precio del alma de Yshara. Tal vez fuera la única persona, en este mundo, que lo sabía. La elfa ladeó ligeramente la cabeza, cambiando el ángulo desde el que la miraba. Sus ojos reflejaban una mezcla de diversión y seriedad, y le gustaba notar cómo Ethel trataba de ver mas allá de ellos. La mirada de Ethel siempre la había cautivado.
- Es simple - respondió al interés de Ethel, aunque por su tono era obvio (Para Ethel) que aún bromeaba. - Te ofrezco el mundo, con todo lo que contiene. ¿Y si salimos a reclamar nuestro justo precio?
Su sonrisa no esperó a una respuesta por parte de la hechicera. Yshara se reclinó ligeramente en el asiento, poniéndose más cómoda. No es que pudiese sentirse absolutamente cómoda sabiéndose bajo la atenta mirada de las Flores, pero transcurrido un tiempo era algo que había dejado de importarle tanto como para poder relajarse en compañía de la Flor de Lis.
- Pero tal vez debiéramos salir a hacer unas cuantas diabluras si estás aburrida - propuso, ésta vez en serio. - O quizás pueda proporcionarte una diversión algo más... atrevida.
Cada cual era buena en lo suyo, y tenían la gran suerte de que podían dedicarse, si así lo deseaban, por entero al objeto de su devoción. Pero es cierto que lo apasionante, si se convierte en rutina, a veces aburre. Las aguas quietas se estancan pronto. Por eso, a veces hay que darle algo de movimiento a las corrientes.
La elfa casi ronroneó. Siempre era divertido captar la atención de Ethel. Como ejemplo de algo que no tenía precio, podía haber puesto su sonrisa, perdida entre lo cómplice, lo intrigada y lo inquisitiva. Yshara casi se mordió el labio, tal vez queriendo mantener a su amiga en aquella postura durante más tiempo.
- Pero no todas las personas pueden pagar todos los precios - observó. - Ni todas las cosas los merecen.
Resultaba curioso.
Ethel sabía cuál era exactamente el precio del alma de Yshara. Tal vez fuera la única persona, en este mundo, que lo sabía. La elfa ladeó ligeramente la cabeza, cambiando el ángulo desde el que la miraba. Sus ojos reflejaban una mezcla de diversión y seriedad, y le gustaba notar cómo Ethel trataba de ver mas allá de ellos. La mirada de Ethel siempre la había cautivado.
- Es simple - respondió al interés de Ethel, aunque por su tono era obvio (Para Ethel) que aún bromeaba. - Te ofrezco el mundo, con todo lo que contiene. ¿Y si salimos a reclamar nuestro justo precio?
Su sonrisa no esperó a una respuesta por parte de la hechicera. Yshara se reclinó ligeramente en el asiento, poniéndose más cómoda. No es que pudiese sentirse absolutamente cómoda sabiéndose bajo la atenta mirada de las Flores, pero transcurrido un tiempo era algo que había dejado de importarle tanto como para poder relajarse en compañía de la Flor de Lis.
- Pero tal vez debiéramos salir a hacer unas cuantas diabluras si estás aburrida - propuso, ésta vez en serio. - O quizás pueda proporcionarte una diversión algo más... atrevida.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Una visita, un regalo
Se sabía ya en deuda. Ese corto juego le había traído las emociones que el día no le planteaba cuando se había levantado esa mañana. Y sabía que solo era el inicio. Con Yshara, sin importar como lo analizara, el saludo siempre era solo el inicio de algo mas grande, de algo mucho mejor.
Tuvo que acomodarse en su silla cuando ofreció el mundo. Le ofrecía el mundo para salir de su aburrimiento. Lo tomo casi como una declaración y una sonrisa dulce se filtró en sus ojos, sin que llegara a variar mucho su postura de negociadora. Tener el mundo era algo que podría pagar, tenía suficiente en sus arcas para hacerlo; salir a reclamarlo con Yshara, era algo para lo que no tenía riquezas suficientes, algo un valor tan grande, que no podía medirse en oro, joyas, gemas, reinos, ni almas. Estaba conmovida, pero supo guardarse la expresión por más que sus ojos la hubieran delatado por un momento.
SE llevó la mano de nuevo al mentón meditando sobre lo que le decía. Miraba a un lado, miraba al otro y volvía a poner los ojos en ella, cada vez mas seria, cada vez considerando mejor como plantear el negocio. Finalmente, aun con la sonrisa de la elfa, expuso sus términos.
- No creo que exista un precio razonable para salir contigo a conquistar el mundo... así que, deberemos negociar las condiciones para que tengas la consideración de darme un descuento, un gran descuento y un par de días para saquear un par de reinos y me permitas pagar a plazos, reunir lo que considero justo para esa oferta no será nada sencillo - sonrió de nuevo con complicidad. Lo decía en serio, muy en serio, pero el plantearlo como un negocio o sentarlo en un valor monetario solo era una broma.
Escuchó lo que decía y esta vez su turno para inclinarse hacia adelante.
Atrevida. Para cualquier otro par de personas esa palabra podría ser tomada de cualquier forma, como algo simplemente osado. Pero para ellas, con tantos años de por medio, con tantas experiencias de por medio a las cuales colocarle ese adjetivo, era algo que bien podía tener significados impensados por otros, que iba muy lejos en los alcances de otros y que por supuesto implicaba un reto. La palabra Atrevido estaba en otro nivel para ella tanto, que para el común de los mortales cuya imaginación al respecto, por muy creativa que fuera, se quedaría corta, de la misma forma en que sabía que si Yshara, elegía esa palabra y no otra era porque tenía en mente algo que sobrepasaba los límites de una diversión "normal" en ellas.
Su sonrisa de expectativa e ilusión no se hizo esperar. Lo que tenía para proponer tenía que ser simplemente sublime en su escala, en la escala de ambas. Tentada como estaba de mirar a la otra mujer, no le apartó los ojos de encima, totalmente interesada en lo que estaba hablando, pidiendo en silencio que continuara, con cierta "avaricia" en sus ojos.
- Te escucho? - solo le faltó relamerse con la anticipación.
Tuvo que acomodarse en su silla cuando ofreció el mundo. Le ofrecía el mundo para salir de su aburrimiento. Lo tomo casi como una declaración y una sonrisa dulce se filtró en sus ojos, sin que llegara a variar mucho su postura de negociadora. Tener el mundo era algo que podría pagar, tenía suficiente en sus arcas para hacerlo; salir a reclamarlo con Yshara, era algo para lo que no tenía riquezas suficientes, algo un valor tan grande, que no podía medirse en oro, joyas, gemas, reinos, ni almas. Estaba conmovida, pero supo guardarse la expresión por más que sus ojos la hubieran delatado por un momento.
SE llevó la mano de nuevo al mentón meditando sobre lo que le decía. Miraba a un lado, miraba al otro y volvía a poner los ojos en ella, cada vez mas seria, cada vez considerando mejor como plantear el negocio. Finalmente, aun con la sonrisa de la elfa, expuso sus términos.
- No creo que exista un precio razonable para salir contigo a conquistar el mundo... así que, deberemos negociar las condiciones para que tengas la consideración de darme un descuento, un gran descuento y un par de días para saquear un par de reinos y me permitas pagar a plazos, reunir lo que considero justo para esa oferta no será nada sencillo - sonrió de nuevo con complicidad. Lo decía en serio, muy en serio, pero el plantearlo como un negocio o sentarlo en un valor monetario solo era una broma.
Escuchó lo que decía y esta vez su turno para inclinarse hacia adelante.
Atrevida. Para cualquier otro par de personas esa palabra podría ser tomada de cualquier forma, como algo simplemente osado. Pero para ellas, con tantos años de por medio, con tantas experiencias de por medio a las cuales colocarle ese adjetivo, era algo que bien podía tener significados impensados por otros, que iba muy lejos en los alcances de otros y que por supuesto implicaba un reto. La palabra Atrevido estaba en otro nivel para ella tanto, que para el común de los mortales cuya imaginación al respecto, por muy creativa que fuera, se quedaría corta, de la misma forma en que sabía que si Yshara, elegía esa palabra y no otra era porque tenía en mente algo que sobrepasaba los límites de una diversión "normal" en ellas.
Su sonrisa de expectativa e ilusión no se hizo esperar. Lo que tenía para proponer tenía que ser simplemente sublime en su escala, en la escala de ambas. Tentada como estaba de mirar a la otra mujer, no le apartó los ojos de encima, totalmente interesada en lo que estaba hablando, pidiendo en silencio que continuara, con cierta "avaricia" en sus ojos.
- Te escucho? - solo le faltó relamerse con la anticipación.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Una visita, un regalo
Al igual que Ethel, Yshara sonreía.
Aquello era una promesa. Y puede que nunca, realmente, se decidieran a salir de allí y lanzarse a la conquista del globo, país a país, arrancando de las manos de sus dirigentes el control de uno y mil reinos para rehacerlos a su gusto y capricho. Pero en aquellos momentos, la elfa podía recostarse ligeramente con una sonrisa en los labios.
Podrían, si quisieran. Si tuvieran la voluntad de hacerlo y no fuese más un estorbo que otra cosa. Pero era más importante el hecho de que decidieran no hacerlo. Tenían la capacidad de hacerlo. Como un privilegio del que no muchas personas gozaban en el mundo, Ethel e Yshara tenían el inconmensurable don de elegir.
Tenían poder. Verdadero poder. El poder de decidir qué querían hacer y los medios para hacerlo. No conquistar el mundo, pero obtener cualquier cosa, cualquiera, que se les antojase.
En cierto modo, éso las ponía por encima de mucha, mucha gente.
- ¿Cómo decirle a la dueña del mundo que no puede elegir su forma de pago? - preguntó, lenta y socarronamente, sin querer abandonar del todo el juego. Se mordió el labio inferior para disimular su sonrisa. - Especialmente cuando nadie ha hablado de compra, sino de lo que le corresponde por derecho.
Sin abandonar aquella sonrisa cómplice con la que casi conminaba a la hechicera a responderle, Yshara extendió la mano izquierda. Su capa evitó que el brazalete que cubría el brazo captase la luz, o las miradas. Simplemente la tela se levantó, y casi como reacción inmediata, la joven a la que Ethel evitaba mirar dio un par de cortos pasos hacia adelante.
Sus manitas eran blancas como la nieve, de dedos muy finos y largos como los de un pianista, y suaves como las de un bebé. Sus dedos se cerraron en torno a la mano izquierda de Yshara, aunque ella no pudo sentirlo a través de la tela y el metal de su garra.
- Me he traído a una amiga para que juegue con nosotros - musitó, en voz baja. - ¿Se te ocurre algún sitio donde podamos jugar a nuestras anchas?
No es que le molestase la presencia de las Flores. Es que sabía que Ethel querría desinhibirse, y quizás creyó conveniente permitirle hacerlo donde ninguna de sus chicas pudiera verlo.
Aquello era una promesa. Y puede que nunca, realmente, se decidieran a salir de allí y lanzarse a la conquista del globo, país a país, arrancando de las manos de sus dirigentes el control de uno y mil reinos para rehacerlos a su gusto y capricho. Pero en aquellos momentos, la elfa podía recostarse ligeramente con una sonrisa en los labios.
Podrían, si quisieran. Si tuvieran la voluntad de hacerlo y no fuese más un estorbo que otra cosa. Pero era más importante el hecho de que decidieran no hacerlo. Tenían la capacidad de hacerlo. Como un privilegio del que no muchas personas gozaban en el mundo, Ethel e Yshara tenían el inconmensurable don de elegir.
Tenían poder. Verdadero poder. El poder de decidir qué querían hacer y los medios para hacerlo. No conquistar el mundo, pero obtener cualquier cosa, cualquiera, que se les antojase.
En cierto modo, éso las ponía por encima de mucha, mucha gente.
- ¿Cómo decirle a la dueña del mundo que no puede elegir su forma de pago? - preguntó, lenta y socarronamente, sin querer abandonar del todo el juego. Se mordió el labio inferior para disimular su sonrisa. - Especialmente cuando nadie ha hablado de compra, sino de lo que le corresponde por derecho.
Sin abandonar aquella sonrisa cómplice con la que casi conminaba a la hechicera a responderle, Yshara extendió la mano izquierda. Su capa evitó que el brazalete que cubría el brazo captase la luz, o las miradas. Simplemente la tela se levantó, y casi como reacción inmediata, la joven a la que Ethel evitaba mirar dio un par de cortos pasos hacia adelante.
Sus manitas eran blancas como la nieve, de dedos muy finos y largos como los de un pianista, y suaves como las de un bebé. Sus dedos se cerraron en torno a la mano izquierda de Yshara, aunque ella no pudo sentirlo a través de la tela y el metal de su garra.
- Me he traído a una amiga para que juegue con nosotros - musitó, en voz baja. - ¿Se te ocurre algún sitio donde podamos jugar a nuestras anchas?
No es que le molestase la presencia de las Flores. Es que sabía que Ethel querría desinhibirse, y quizás creyó conveniente permitirle hacerlo donde ninguna de sus chicas pudiera verlo.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Una visita, un regalo
Le encantaba verla sonreír. De las diferentes formas en que lo hacía, adivinar a través del ese gesto lo que pasaba por su cabeza y lo que ese pensamiento movía en ella. Podría quedarse por horas así, mirándola y maquinando cosas, en broma o en serio, solo por deleitarse con su sonrisa.
- Exageras querida, no soy la única dueña del mundo. Tengo el privilegio de compartirlo con su otra dueña. Y como lo mío es tuyo, creo que el mundo te pertenece - respondió mientras atraía hacia ella a la otra mujer.
El movimiento de esta, hizo que sus ojos se movieran hacía ella, sin rotar un ápice la cabeza. Subió la vista hasta el punto en que su posición se lo permitía. La detalló todo lo que pudo, no solo en el aspecto físico, si no en sus movimientos, la forma en que sujetaba la mano de Yshara, la forma en que daba los pasos, la posible reacción a las palabras de la asesina, no solo en su explicación si no en su pregunta.
Su vista se fue hasta el pecho, tratando de detectar cambios en su respiración, cambios que no se dieron. Frunció ligeramente el ceño, de la manera en que lo hacía siempre que algo escapaba a su comprensión en la primera mirada. O sabía exactamente a que venía y lo amplio de las connotaciones de lo que decía Yshara o...
Era una persona demasiado extraña. No parecía sentir nervios de ningún modo, incluso se atrevía a decir que no emanaba emociones. Sus ojos volvieron a los Yshara intrigada. La intriga podía más que la expectativas de la clase juegos (todos a la par de macabros en la mente de la hechicera) a los cuales dedicarse con la mujer. No, no era mujer, las manos eran demasiado finas para un humano.
- Si, se me ocurren varios - dijo aun extrañada. En su lista iba desde los pasillos subterráneos, hasta las recamaras mas discretas del tercer piso, mientras elegía el mejor lugar, sin importar a que jugaran con la extraña nadie las iba a interrumpir y no tendrían ojos puesto en ellas.
No se trataba de tener la libertad para desinhibierse, se trataba de la comodidad de ambas... sus ojos volvieron a la figura de Canción... de la comodidad de las tres. Lo que pensaran o dejaran de pensar las Flores le tenía sin cuidado, aunque, como siempre, las apariencias dijeran lo contrario. De hecho, si alguna de sus niñas tenía algo que decir, bien podía irse convirtiendo en el siguiente juguete. Pero, una cosa era que no le importara lo que pensaran las Flores y otra muy distinta era que, como muy bien había atinado Yshara por conocimiento, que se dejara ver por ellas cuando se desatada del todo en su naturaleza y se perdiera la sorpresa por si algún día era su turno
- Qué clase de lugar crees que sea el mas... apropiado para jugar con ella? - ahora que planteaba la pregunta, la emoción de un juego con pocos precedentes volvía a latir dentro de ella, toda clase de ideas perversas y, por qué no, morbosas, cruzaron por su mente. Necesitaban un lugar con verdadera privacidad, que ya fuera así de antemano para no gastar magia, que bien que podría utilizar con otros fines, en aislarlas del mundo y sus oídos.
Se puso un dedo en los labios volviendo a reclinarse mientras pensaba y estudiaba con interés a Canción.
- Si, en el bosque hay una pequeña cabaña, había una habitación, junto a donde quedaban las cavas, si no estoy mal, hace mucho que no voy por ahí, pero tenía... juguetes - sonrió sombría - es bastante privada y nadie va a molestar, pero tiene polvo, eh? - advirtió mirando de nuevo a Yshara, como si acaso tan insignificante detalle importara
- Exageras querida, no soy la única dueña del mundo. Tengo el privilegio de compartirlo con su otra dueña. Y como lo mío es tuyo, creo que el mundo te pertenece - respondió mientras atraía hacia ella a la otra mujer.
El movimiento de esta, hizo que sus ojos se movieran hacía ella, sin rotar un ápice la cabeza. Subió la vista hasta el punto en que su posición se lo permitía. La detalló todo lo que pudo, no solo en el aspecto físico, si no en sus movimientos, la forma en que sujetaba la mano de Yshara, la forma en que daba los pasos, la posible reacción a las palabras de la asesina, no solo en su explicación si no en su pregunta.
Su vista se fue hasta el pecho, tratando de detectar cambios en su respiración, cambios que no se dieron. Frunció ligeramente el ceño, de la manera en que lo hacía siempre que algo escapaba a su comprensión en la primera mirada. O sabía exactamente a que venía y lo amplio de las connotaciones de lo que decía Yshara o...
Era una persona demasiado extraña. No parecía sentir nervios de ningún modo, incluso se atrevía a decir que no emanaba emociones. Sus ojos volvieron a los Yshara intrigada. La intriga podía más que la expectativas de la clase juegos (todos a la par de macabros en la mente de la hechicera) a los cuales dedicarse con la mujer. No, no era mujer, las manos eran demasiado finas para un humano.
- Si, se me ocurren varios - dijo aun extrañada. En su lista iba desde los pasillos subterráneos, hasta las recamaras mas discretas del tercer piso, mientras elegía el mejor lugar, sin importar a que jugaran con la extraña nadie las iba a interrumpir y no tendrían ojos puesto en ellas.
No se trataba de tener la libertad para desinhibierse, se trataba de la comodidad de ambas... sus ojos volvieron a la figura de Canción... de la comodidad de las tres. Lo que pensaran o dejaran de pensar las Flores le tenía sin cuidado, aunque, como siempre, las apariencias dijeran lo contrario. De hecho, si alguna de sus niñas tenía algo que decir, bien podía irse convirtiendo en el siguiente juguete. Pero, una cosa era que no le importara lo que pensaran las Flores y otra muy distinta era que, como muy bien había atinado Yshara por conocimiento, que se dejara ver por ellas cuando se desatada del todo en su naturaleza y se perdiera la sorpresa por si algún día era su turno
- Qué clase de lugar crees que sea el mas... apropiado para jugar con ella? - ahora que planteaba la pregunta, la emoción de un juego con pocos precedentes volvía a latir dentro de ella, toda clase de ideas perversas y, por qué no, morbosas, cruzaron por su mente. Necesitaban un lugar con verdadera privacidad, que ya fuera así de antemano para no gastar magia, que bien que podría utilizar con otros fines, en aislarlas del mundo y sus oídos.
Se puso un dedo en los labios volviendo a reclinarse mientras pensaba y estudiaba con interés a Canción.
- Si, en el bosque hay una pequeña cabaña, había una habitación, junto a donde quedaban las cavas, si no estoy mal, hace mucho que no voy por ahí, pero tenía... juguetes - sonrió sombría - es bastante privada y nadie va a molestar, pero tiene polvo, eh? - advirtió mirando de nuevo a Yshara, como si acaso tan insignificante detalle importara
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Una visita, un regalo
No había, ciertamente, ningún cambio que detectar en Canción.
La mirada de la mujer ni siquiera recayó en Ethel. Ni aun cuando los hermosos ojos azules de la hechicera la contemplaron con fijeza; la elfa de pelo plateado no miraba a ningún sitio en particular. Ausente, como distraída, por un momento pareció reunir la suficiente atención como para posar los ojos sobre sus dedos, entrelazados con los de Yshara por encima de los pliegues de la capa, que dibujaban el contorno de las cuchillas de la pelirroja.
Estuvo mirando mientras Yshara, que escuchaba atentamente a Ethel, acarició sus dedos distraídamente. Una vez hubo bajado la mano, la joven volvió a mirar al frente, de nuevo ida, de nuevo ausente. Ni siquiera pareció percatarse de la presencia de Ethel, o si lo hizo, no se molestó en examinarla. Pero no había desprecio en sus ojos ni altivez en su mirada. No la ignoraba, no era un insulto. Era como si no se diera cuenta de que estaba ahí.
- De acuerdo - consintió. - Entonces la mitad para cada una, ¿Vale?
¿Qué clase de lugar era el más adecuado para jugar con ella?
Yshara volvió la cabeza para mirar a Canción. Desde luego, sus ganas de jugar no habían decaído en ningún sentido. Sus ojos recorrieron por enésima vez su cuerpo, velado a medias por el manto que la cubría. Canción no le devolvió la mirada. A la elfa se le escapó una leve risotada.
- Uno privado - respondió. - Créeme, será divertido. Seguramente quieras soltarte la melena un rato.
Y tanto.
No podía evitarlo. La presencia de Ethel le arrancaba una sonrisa de por sí. Siempre estaba preparada. Siempre tenía una respuesta. La elfa cruzó la pierna izquierda sobre la derecha, como si estuviese a punto de protestar, pero su rostro decía otra cosa.
- Ya veo - susurró. - No me molestaría dar un paseo, la verdad. Ésta ciudad me agobia. ¿Podrás escabullirte un rato? No me gustaría estar interrumpiendo tus... actividades.
Se mordió el labio, con una mirada entre lo pícaro y lo divertido.
- Y si tiene polvo, se lo quitamos - agregó.
La mirada de la mujer ni siquiera recayó en Ethel. Ni aun cuando los hermosos ojos azules de la hechicera la contemplaron con fijeza; la elfa de pelo plateado no miraba a ningún sitio en particular. Ausente, como distraída, por un momento pareció reunir la suficiente atención como para posar los ojos sobre sus dedos, entrelazados con los de Yshara por encima de los pliegues de la capa, que dibujaban el contorno de las cuchillas de la pelirroja.
Estuvo mirando mientras Yshara, que escuchaba atentamente a Ethel, acarició sus dedos distraídamente. Una vez hubo bajado la mano, la joven volvió a mirar al frente, de nuevo ida, de nuevo ausente. Ni siquiera pareció percatarse de la presencia de Ethel, o si lo hizo, no se molestó en examinarla. Pero no había desprecio en sus ojos ni altivez en su mirada. No la ignoraba, no era un insulto. Era como si no se diera cuenta de que estaba ahí.
- De acuerdo - consintió. - Entonces la mitad para cada una, ¿Vale?
¿Qué clase de lugar era el más adecuado para jugar con ella?
Yshara volvió la cabeza para mirar a Canción. Desde luego, sus ganas de jugar no habían decaído en ningún sentido. Sus ojos recorrieron por enésima vez su cuerpo, velado a medias por el manto que la cubría. Canción no le devolvió la mirada. A la elfa se le escapó una leve risotada.
- Uno privado - respondió. - Créeme, será divertido. Seguramente quieras soltarte la melena un rato.
Y tanto.
No podía evitarlo. La presencia de Ethel le arrancaba una sonrisa de por sí. Siempre estaba preparada. Siempre tenía una respuesta. La elfa cruzó la pierna izquierda sobre la derecha, como si estuviese a punto de protestar, pero su rostro decía otra cosa.
- Ya veo - susurró. - No me molestaría dar un paseo, la verdad. Ésta ciudad me agobia. ¿Podrás escabullirte un rato? No me gustaría estar interrumpiendo tus... actividades.
Se mordió el labio, con una mirada entre lo pícaro y lo divertido.
- Y si tiene polvo, se lo quitamos - agregó.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Una visita, un regalo
Soltarse la melena. Por un momento lo tomó tan literal como podía y sonrió pensando en lo mucho que había tardado en la mañana cuando se peinó. Soltarse la melena. Le encantaba cada vez más la perspectiva.
ya tendría tiempo, mucho, para descubrir los misterios de la otra elfa. Por ahora le interesaba hacer un mapa mental de la ruta por la cual las llevaría hasta la cabaña. Ella misma no estaba muy segura de donde estaba, eran demasiados años desde que estuviera ahí. Un cambio interesante para ambas.
- Tranquila, puedo escaparme unas cuantas horas, se las pueden arreglar sin mi. De verás no te gustaría? - preguntó perspicaz - que lastima, porque a mi me encanta – se levantó de la silla mirando altiva a Canción, pero esta vez con una sonrisa. Estaba demasiado ida. Aun no comprendía el truco detrás de la oferta y eso le metía prisa para llegar a la cabaña.
- Si también es cambio en tu rutina, no se hable más, entonces. Hoy todo el mundo a salirse de lo habitual – con un elegante ademán les indicó por donde seguir. Dirigirse al bosquecito no tenía ciencia alguna, incluso se podía tomar cualquiera de las entradas del kiosco para empezar el paseo, pero le agradaba ser buena anfitriona y al señalar una al azar había sido eso, azar.
Aguardó a que ellas salieran y acomodándose la estola que hacía juego con su vestido las siguió hasta caminar a su lado.
- Hace mucho que no voy al bosque, al menos no tan profundo – su mente se trató de perder en el recuerdo, en los limites que compartía su bosque con las propiedades de algunas familias nobles, en el que fue su ultimo recorrido – espero que te no den miedo los bosques de las brujas – sonrió alegremente – es un paseo agradable si uno no se pierde y si se pierde también – Tomó la falda de su vestido con ambas manos, para que no se arrastrara más de lo necesario.
Para ser una isla, el bosque tenía poco que ver con lo tropical, a medida que se iba entrando en él era mas notorio. Arboles frondosos, algo mas esperable en una zona templada. Aquí y allá había muchachas vestidas con trajes largos recolectando frutas, muy distanciadas entre sí.
ya tendría tiempo, mucho, para descubrir los misterios de la otra elfa. Por ahora le interesaba hacer un mapa mental de la ruta por la cual las llevaría hasta la cabaña. Ella misma no estaba muy segura de donde estaba, eran demasiados años desde que estuviera ahí. Un cambio interesante para ambas.
- Tranquila, puedo escaparme unas cuantas horas, se las pueden arreglar sin mi. De verás no te gustaría? - preguntó perspicaz - que lastima, porque a mi me encanta – se levantó de la silla mirando altiva a Canción, pero esta vez con una sonrisa. Estaba demasiado ida. Aun no comprendía el truco detrás de la oferta y eso le metía prisa para llegar a la cabaña.
- Si también es cambio en tu rutina, no se hable más, entonces. Hoy todo el mundo a salirse de lo habitual – con un elegante ademán les indicó por donde seguir. Dirigirse al bosquecito no tenía ciencia alguna, incluso se podía tomar cualquiera de las entradas del kiosco para empezar el paseo, pero le agradaba ser buena anfitriona y al señalar una al azar había sido eso, azar.
Aguardó a que ellas salieran y acomodándose la estola que hacía juego con su vestido las siguió hasta caminar a su lado.
- Hace mucho que no voy al bosque, al menos no tan profundo – su mente se trató de perder en el recuerdo, en los limites que compartía su bosque con las propiedades de algunas familias nobles, en el que fue su ultimo recorrido – espero que te no den miedo los bosques de las brujas – sonrió alegremente – es un paseo agradable si uno no se pierde y si se pierde también – Tomó la falda de su vestido con ambas manos, para que no se arrastrara más de lo necesario.
Para ser una isla, el bosque tenía poco que ver con lo tropical, a medida que se iba entrando en él era mas notorio. Arboles frondosos, algo mas esperable en una zona templada. Aquí y allá había muchachas vestidas con trajes largos recolectando frutas, muy distanciadas entre sí.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Una visita, un regalo
Estaba intrigada.
Yshara sonrió, pícara. Aquello de tener a Ethel intrigada era divertido. La aparente inmutabilidad de la hechicera podía engañar a sus chicas, pero no a ella. El plan era improvisado, lo que le daba un saborcillo muy especial a todo. Ethel no sabía lo que iba a pasar, ella no sabía cómo iba a pasar. Fuera del control, fuera de la rutina.
Uno sólo es libre cuando renuncia a controlar nada.
- Yo no tengo rutina - bromeó mientras se ponía de pie.
Era una broma, pero sólo a medias. Yshara tenía poco a lo que llamar una rutina, a decir verdad. Haciéndole honor a su nombre, que significaba - en élfico - "Canción del Caos", la elfa era un maldito caos ambulante. Nunca había acatado unas convicciones sociales. Sus días no tenían estructura: Yshara viajaba, se establecía, trabajaba, descansaba, vivía, dormía, buscaba alimento o compañía no en base a un sentimiento externo de necesidad, sino simplemente atendiendo a sus impulsos momentáneos.
Era una vida perra, pero le gustaba.
- Y si me asusto, ¿Me puedo abrazar a tí?
Tardó un momento en comenzar a caminar. Lo primero que hizo fue volverse hacia Canción, llevándole la mano derecha al cuello para ponerla sobre el collar de cuero que le aprisionaba éste, aunque sin apretarle. Enganchó una delgada correa de metal a la argolla que presentaba el collar, y tiró ligeramente, para asegurarse de que estaba bien sujeta.
No hacía falta. Cuando se movió finalmente, Canción comenzó a seguirla de inmediato, caminando tras ella de aquella manera ausente y mecánica en que lo hacía, sin que la pelirroja tuviera siquiera que tirar de la correa. Yshara se enrolló ésta en torno al brazo izquierdo, protegido por un brazalete, y se olvidó de que la llevaba. No pretendía evitar que se escapase, sino tener una forma de dirigirla. Abandonó el quiosco por la misma entrada que había franqueado para pasar, y una vez afuera aguardó pacientemente a que Ethel se pusiese a su lado.
La casa de la hechicera comunicaba con el bosquecillo. Yshara siempre lo había considerado... hermoso.
Es cierto que, como elfa, estaba íntimamente conectada a la naturaleza. No obstante, carecía del respeto hacia ella que se le presuponía al común de su raza. Su percepción entre todas aquellas ramas y árboles era superior a la de otras criaturas, pero Yshara no le prestaba atención. La naturaleza no le atraía tanto como la mujer que caminaba junto a ella, y que era, por cierto, la única que conocía el camino.
O no.
- ¿Nos perderemos? - preguntó, esperanzada.
Yshara sonrió, pícara. Aquello de tener a Ethel intrigada era divertido. La aparente inmutabilidad de la hechicera podía engañar a sus chicas, pero no a ella. El plan era improvisado, lo que le daba un saborcillo muy especial a todo. Ethel no sabía lo que iba a pasar, ella no sabía cómo iba a pasar. Fuera del control, fuera de la rutina.
Uno sólo es libre cuando renuncia a controlar nada.
- Yo no tengo rutina - bromeó mientras se ponía de pie.
Era una broma, pero sólo a medias. Yshara tenía poco a lo que llamar una rutina, a decir verdad. Haciéndole honor a su nombre, que significaba - en élfico - "Canción del Caos", la elfa era un maldito caos ambulante. Nunca había acatado unas convicciones sociales. Sus días no tenían estructura: Yshara viajaba, se establecía, trabajaba, descansaba, vivía, dormía, buscaba alimento o compañía no en base a un sentimiento externo de necesidad, sino simplemente atendiendo a sus impulsos momentáneos.
Era una vida perra, pero le gustaba.
- Y si me asusto, ¿Me puedo abrazar a tí?
Tardó un momento en comenzar a caminar. Lo primero que hizo fue volverse hacia Canción, llevándole la mano derecha al cuello para ponerla sobre el collar de cuero que le aprisionaba éste, aunque sin apretarle. Enganchó una delgada correa de metal a la argolla que presentaba el collar, y tiró ligeramente, para asegurarse de que estaba bien sujeta.
No hacía falta. Cuando se movió finalmente, Canción comenzó a seguirla de inmediato, caminando tras ella de aquella manera ausente y mecánica en que lo hacía, sin que la pelirroja tuviera siquiera que tirar de la correa. Yshara se enrolló ésta en torno al brazo izquierdo, protegido por un brazalete, y se olvidó de que la llevaba. No pretendía evitar que se escapase, sino tener una forma de dirigirla. Abandonó el quiosco por la misma entrada que había franqueado para pasar, y una vez afuera aguardó pacientemente a que Ethel se pusiese a su lado.
La casa de la hechicera comunicaba con el bosquecillo. Yshara siempre lo había considerado... hermoso.
Es cierto que, como elfa, estaba íntimamente conectada a la naturaleza. No obstante, carecía del respeto hacia ella que se le presuponía al común de su raza. Su percepción entre todas aquellas ramas y árboles era superior a la de otras criaturas, pero Yshara no le prestaba atención. La naturaleza no le atraía tanto como la mujer que caminaba junto a ella, y que era, por cierto, la única que conocía el camino.
O no.
- ¿Nos perderemos? - preguntó, esperanzada.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Una visita, un regalo
- Por supuesto que... - guardó silencio con una sonrisa traviesa y una mirada de complicidad. Si se asustaba... - no me tientes a asustarte - pidió con un susurró provocador, que entonces tendría que pensar en cosas que asustara o por lo menos pusiera nervioso al comun de los mortales, y que al menos tomaran por sorpresa a la elfa y así hacer teatro y... se le estaba yendo la cabeza en ensoñaciones.
Terminó no acomdarse la estola, fijandose en lo que hacía con el cuello de la muchacha. Su ojos recorieron como una carica las manos de Yshara hasta la correa. Un collar? Tenía un collar.
Ahora estaba mas intrigada si cabía.
Conocía de sitios en los que a algunas jovenes, no tan jovenes e incluso a muchachos, se les ponía esa clase de cosas, como esclavos, más que esclavos, como si fueran menos que humanides... como mascotas, como... juguetes.
Se controló muy bien para no relamerse, en especial porque sabía que, esa clase de personas, por muy sumisos que fueran, por muy destrozado y forzado que tuvieran el cuerpo y el espiritú recién llegaban a "trabajar" a esa clase de lugar, nunca eran tan dóciles como lo era esta, nunca parecían tan... extraños, tan... se acarició los labios y trato de hacer encajar todo, la risa de Yshara, su mirada y la presencia de la otra elfa.
Soltando con delicadeza una de las partes que tenía sujeta del vestido, apoyó la mano en el brazo de Yshara como lo haría cualquier dama de corte, pero con afecto, mirando de reojo por una ultima vez a Canción. Faltó muy poco para decirle "ayy yo quiero!!!" pero supo esperar, prometio diversión en la que se soltaria la melena con la muchacha... sabría mantenerse a la expectativa.
- El camino es complejo, el bosque es engañoso, nunca sabe lo que te traerá - la ultima vez le trajo un angelito de alas negras - o donde te llevara, solo hay que seguir derecho - en la medida en la que entraban, los arboles iban siendo más y más, el lugar se hacía mas fresco, mas húmedo, el follaje mas denso.
- Mientras tanto, cuentame, como han estado tus cosas? - a pesar de esto, el camino no era complicado, ni pesado, si bien, podían haber seguido el que estaba empedrado y que estaba a una docena de metros mas allá.
Terminó no acomdarse la estola, fijandose en lo que hacía con el cuello de la muchacha. Su ojos recorieron como una carica las manos de Yshara hasta la correa. Un collar? Tenía un collar.
Ahora estaba mas intrigada si cabía.
Conocía de sitios en los que a algunas jovenes, no tan jovenes e incluso a muchachos, se les ponía esa clase de cosas, como esclavos, más que esclavos, como si fueran menos que humanides... como mascotas, como... juguetes.
Se controló muy bien para no relamerse, en especial porque sabía que, esa clase de personas, por muy sumisos que fueran, por muy destrozado y forzado que tuvieran el cuerpo y el espiritú recién llegaban a "trabajar" a esa clase de lugar, nunca eran tan dóciles como lo era esta, nunca parecían tan... extraños, tan... se acarició los labios y trato de hacer encajar todo, la risa de Yshara, su mirada y la presencia de la otra elfa.
Soltando con delicadeza una de las partes que tenía sujeta del vestido, apoyó la mano en el brazo de Yshara como lo haría cualquier dama de corte, pero con afecto, mirando de reojo por una ultima vez a Canción. Faltó muy poco para decirle "ayy yo quiero!!!" pero supo esperar, prometio diversión en la que se soltaria la melena con la muchacha... sabría mantenerse a la expectativa.
- El camino es complejo, el bosque es engañoso, nunca sabe lo que te traerá - la ultima vez le trajo un angelito de alas negras - o donde te llevara, solo hay que seguir derecho - en la medida en la que entraban, los arboles iban siendo más y más, el lugar se hacía mas fresco, mas húmedo, el follaje mas denso.
- Mientras tanto, cuentame, como han estado tus cosas? - a pesar de esto, el camino no era complicado, ni pesado, si bien, podían haber seguido el que estaba empedrado y que estaba a una docena de metros mas allá.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Una visita, un regalo
Yshara sonrió.
Si no respondió, fue porque sabía muy bien que Ethel no necesitaba una respuesta. "Oh", fue su pensamiento, "Pero, por favor. Asústame." Pero ya tendrían la ocasión de comenzar a... desviarse.
La elfa aceptó el brazo de Ethel de buen grado. Resultaba divertido que actuasen así. A pesar de que no eran, ni mucho menos, lo que se podía considerar una pareja "normal", a veces incluso ellas tenían la necesidad de hacer... normalidades. Cierto, el suyo era a menudo un afecto que, por la personalidad de ambas, podía parecer que rozaba lo distante, lo frío. Pero éso era sólo la superficie, claro.
Había que admitir que no se veían tanto como una relación sostenida quizás sugería, pero parte del encanto estaba en éso. Para Yshara, era como... cuando saboreas miel. El estar una temporada sin probarla sólo acrecenta las ganas de hacerlo.
- Qué aburrido - bromeó. - ¿Y si nos salimos de la ruta?
Pero sólo era una broma a medias. En realidad era una propuesta, una de ésas propuestas indecentes, otra de tantas. Pero cuando la hechicera le preguntó por sus asuntos, la elfa no pudo evitar que una sonrisa le curvase los labios.
- Me he dedicado más al placer que a la obligación - confesó. - Pero he estado... ocupada.
Sonrió más.
- Investigando - aclaró.
Si no respondió, fue porque sabía muy bien que Ethel no necesitaba una respuesta. "Oh", fue su pensamiento, "Pero, por favor. Asústame." Pero ya tendrían la ocasión de comenzar a... desviarse.
La elfa aceptó el brazo de Ethel de buen grado. Resultaba divertido que actuasen así. A pesar de que no eran, ni mucho menos, lo que se podía considerar una pareja "normal", a veces incluso ellas tenían la necesidad de hacer... normalidades. Cierto, el suyo era a menudo un afecto que, por la personalidad de ambas, podía parecer que rozaba lo distante, lo frío. Pero éso era sólo la superficie, claro.
Había que admitir que no se veían tanto como una relación sostenida quizás sugería, pero parte del encanto estaba en éso. Para Yshara, era como... cuando saboreas miel. El estar una temporada sin probarla sólo acrecenta las ganas de hacerlo.
- Qué aburrido - bromeó. - ¿Y si nos salimos de la ruta?
Pero sólo era una broma a medias. En realidad era una propuesta, una de ésas propuestas indecentes, otra de tantas. Pero cuando la hechicera le preguntó por sus asuntos, la elfa no pudo evitar que una sonrisa le curvase los labios.
- Me he dedicado más al placer que a la obligación - confesó. - Pero he estado... ocupada.
Sonrió más.
- Investigando - aclaró.
Última edición por Yshara el 21/10/09, 08:47 pm, editado 1 vez
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Una visita, un regalo
La sonrisa de Ethel se hizo mas pronunciada, sin mirar a sus acompañantes. Se quedó en silencio un momento, aun con esa sonrisa que no presagiaba nada bueno, en el caso de Yshara que la conocía mejor, nada coherente.
- Cual ruta? - preguntó con ironía. - Existen sitios a los que simplemente se llega - Esa camino que aun se veía a una docena de metros, ahora parecia una delgada línea, casi invisible, cortada aqui y allá por los arboles, a una distancia mucho mas lejana.
- Investigando? interesante - mas al placer que a la obligación, casi sintió envidia... de la mala, porque envidia de la buena si que sintió, despues de todo, se la desquitaría con quien venía detrás, descubriera el truco o no - y que resultados ha arrojado tu investigación - preguntó con curiosidad, en verdad interesada, una investigación relacionada con el placer y no la obligación tenía que ser... sintió un cosquilleo. No quiso adalentarse a suponer nada de su investigación
Finalmente tuvo que soltar del todo la falda del vestido para poder apartar las ramas que obstaculizaban el "camino". A la espalda de ellas, todo era maleza, igual que en todos los puntos cardinales. Ahora si estaban totalmente a solas, el sol aun dejaba ver sus rayos entre las hojas y los arboles, pero estos no llevaban dirección alguna que delatara su posición en el cielo y el musgo de los arboles... creían tan coticos como era la mente de la bruja.
- Cual ruta? - preguntó con ironía. - Existen sitios a los que simplemente se llega - Esa camino que aun se veía a una docena de metros, ahora parecia una delgada línea, casi invisible, cortada aqui y allá por los arboles, a una distancia mucho mas lejana.
- Investigando? interesante - mas al placer que a la obligación, casi sintió envidia... de la mala, porque envidia de la buena si que sintió, despues de todo, se la desquitaría con quien venía detrás, descubriera el truco o no - y que resultados ha arrojado tu investigación - preguntó con curiosidad, en verdad interesada, una investigación relacionada con el placer y no la obligación tenía que ser... sintió un cosquilleo. No quiso adalentarse a suponer nada de su investigación
Finalmente tuvo que soltar del todo la falda del vestido para poder apartar las ramas que obstaculizaban el "camino". A la espalda de ellas, todo era maleza, igual que en todos los puntos cardinales. Ahora si estaban totalmente a solas, el sol aun dejaba ver sus rayos entre las hojas y los arboles, pero estos no llevaban dirección alguna que delatara su posición en el cielo y el musgo de los arboles... creían tan coticos como era la mente de la bruja.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Una visita, un regalo
¿Qué ruta...?
Yshara se sintió tonta durante un momento. Era obvio que el bosque no era normal. No en el sentido en el que lo son los bosques; cuando Ethel se había referido a 'el bosque de una bruja', no lo había hecho en broma. Bueno, qué mas daba.
Interesante.
A Yshara se le escapó una sonrisa. A Ethel no podía engañarla. Aquella devoción, aquel tiempo dedicado al placer personal, para la elfa pelirroja no era otra cosa que tiempo dedicado al dolor. Yshara era un monstruo, en el sentido más amplio de la palabra. No sabía vivir sin hacer daño a lo que le rodeaba. Sus 'investigaciones' tendían a moverse en ése ámbito.
E Yshara era muy, muy erudita.
- Un puñado de cosas interesantes - musitó, en tono enigmático. - Sobre la mente y la sumisión, por ejemplo.
Por un momento se regañó a sí misma por darle a Ethel demasiadas pistas, pero maldita sea, no era como si la hechicera fuera idiota. Seguramente ya tenía una idea bastante aproximada de la situación...
Yshara se sintió tonta durante un momento. Era obvio que el bosque no era normal. No en el sentido en el que lo son los bosques; cuando Ethel se había referido a 'el bosque de una bruja', no lo había hecho en broma. Bueno, qué mas daba.
Interesante.
A Yshara se le escapó una sonrisa. A Ethel no podía engañarla. Aquella devoción, aquel tiempo dedicado al placer personal, para la elfa pelirroja no era otra cosa que tiempo dedicado al dolor. Yshara era un monstruo, en el sentido más amplio de la palabra. No sabía vivir sin hacer daño a lo que le rodeaba. Sus 'investigaciones' tendían a moverse en ése ámbito.
E Yshara era muy, muy erudita.
- Un puñado de cosas interesantes - musitó, en tono enigmático. - Sobre la mente y la sumisión, por ejemplo.
Por un momento se regañó a sí misma por darle a Ethel demasiadas pistas, pero maldita sea, no era como si la hechicera fuera idiota. Seguramente ya tenía una idea bastante aproximada de la situación...
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Una visita, un regalo
Como le gustaba que sonriera. Con el motivo que fuera, le gustaba como lo hacía. Atraía de inmediato su atención. Y esta en particular incentivaba su curiosidad. En su caóticamente se hacía mil y una idea en respuesta a su pregunta que se conjugara con esa sonrisa.
La expectativa le estaba ganando pero se controlaba lo mejor que podía. Sonrió a su respuesta, le decía mucho, pero en el estado en el que estaba no le decía nada.
Quería mas detalles. Estaba siendo mala con ella, faltó muy poco para que hiciera un puchero, con los ojos puestos de forma fija en Canción.
El collar, la correa, la docilidad de la joven. Era fácil suponerlo. Pero había algo más. Faltaba algo en la ecuación, ese detalle que se le estaba negando. Se mordió el labio mirando a Yshara, con una sonrisa anticipación estresante.
Mala, muy mala.
Ya se desquitaría.
Ahora lo que le importaba era que esa mascota no se parecía en nada a otras sumisas o esclavas doblegadas a la fuerza. Soltó su labio y la sonrisa se volvió perversa, inquietante, ese brillo de conjeturas no terminadas en sus ojos.
Aquí no había fuerza. Al menos no el termino estricto de la palabra.
- Mente… - susurró en un parafraseo y se detuvo. El vestido se había enganchada en una rama que no cedió ante el paso del trío – con avances también interesantes, supongo. O terminaste tu investigación? – se preguntaba hasta donde había llegado. Su mano se movió nerviosa tratando de soltar el vestido, enfocándose en eso para no ceder al impulso de escudriñar en las mentes de otros, hasta que logró zafarse.
- Qué nivel de sumisión? – preguntó con falsa inocencia como si no lo supera ya. Per de verdad estaba interesada en esa investigación, en espacial, en la fase de experimentación.
La expectativa le estaba ganando pero se controlaba lo mejor que podía. Sonrió a su respuesta, le decía mucho, pero en el estado en el que estaba no le decía nada.
Quería mas detalles. Estaba siendo mala con ella, faltó muy poco para que hiciera un puchero, con los ojos puestos de forma fija en Canción.
El collar, la correa, la docilidad de la joven. Era fácil suponerlo. Pero había algo más. Faltaba algo en la ecuación, ese detalle que se le estaba negando. Se mordió el labio mirando a Yshara, con una sonrisa anticipación estresante.
Mala, muy mala.
Ya se desquitaría.
Ahora lo que le importaba era que esa mascota no se parecía en nada a otras sumisas o esclavas doblegadas a la fuerza. Soltó su labio y la sonrisa se volvió perversa, inquietante, ese brillo de conjeturas no terminadas en sus ojos.
Aquí no había fuerza. Al menos no el termino estricto de la palabra.
- Mente… - susurró en un parafraseo y se detuvo. El vestido se había enganchada en una rama que no cedió ante el paso del trío – con avances también interesantes, supongo. O terminaste tu investigación? – se preguntaba hasta donde había llegado. Su mano se movió nerviosa tratando de soltar el vestido, enfocándose en eso para no ceder al impulso de escudriñar en las mentes de otros, hasta que logró zafarse.
- Qué nivel de sumisión? – preguntó con falsa inocencia como si no lo supera ya. Per de verdad estaba interesada en esa investigación, en espacial, en la fase de experimentación.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Una visita, un regalo
¿Nivel?
La pelirroja se mordió el labio inferior. Lo hizo de verdad, para evitar que se le escapara una carcajada o una sonrisa más sombría, más amplia, que la hubiera delatado. ¿Nivel...?
Tuvo una tentación horrible, tan fuerte que... no, finalmente no pudo resistirla.
Yshara se detuvo, volviéndose de pronto. Al hacerlo, extendió la mano derecha, desnuda a excepción de la muñequera de cuero que le protegía el antebrazo, y la descargó con todas sus fuerzas sobre Canción. La bofetada se dejó escuchar como el estallido de un trueno a través del bosquecillo, y la elfa albina perdió pie, cayendo 'de culo' sobre la hierba.
Pero sin un solo sonido.
No gimió, y tampoco se quejó. Cerró los ojos por un acto reflejo, pero los volvió a abrir enseguida. Pareció mirar a Yshara un instante, sin comprender, pero no protestó. Se levantó sin que la elfa le diera una orden, y se volvió a erguir a la misma distancia de ella que antes estaba, sin siquiera detenerse a retirarse las briznas de hierba de la capa. Mirando al frente. Ausente.
La elfa se volvió de nuevo hacia Ethel.
- A nivel muy alto - confesó.
¿A qué nivel...? Yshara sonrió. Mucho, más de lo que se permitía a sí misma. ¿A qué nivel podemos dejar de hablar de una persona?
- Mis avances han sido de lo más interesante - admitió. - No seas impaciente, podrás saborearlos por tí misma dentro de poco...
Y sabía lo mucho que le iba a gustar.
Diablos, si la conocía aunque fuera un poquito, sabía de sobra lo MUCHO que le iba a gustar.
- ¿Y tus cosas, Ethel? - preguntó de repente. - ¿Cómo siguen tus niñas?
La pelirroja se mordió el labio inferior. Lo hizo de verdad, para evitar que se le escapara una carcajada o una sonrisa más sombría, más amplia, que la hubiera delatado. ¿Nivel...?
Tuvo una tentación horrible, tan fuerte que... no, finalmente no pudo resistirla.
Yshara se detuvo, volviéndose de pronto. Al hacerlo, extendió la mano derecha, desnuda a excepción de la muñequera de cuero que le protegía el antebrazo, y la descargó con todas sus fuerzas sobre Canción. La bofetada se dejó escuchar como el estallido de un trueno a través del bosquecillo, y la elfa albina perdió pie, cayendo 'de culo' sobre la hierba.
Pero sin un solo sonido.
No gimió, y tampoco se quejó. Cerró los ojos por un acto reflejo, pero los volvió a abrir enseguida. Pareció mirar a Yshara un instante, sin comprender, pero no protestó. Se levantó sin que la elfa le diera una orden, y se volvió a erguir a la misma distancia de ella que antes estaba, sin siquiera detenerse a retirarse las briznas de hierba de la capa. Mirando al frente. Ausente.
La elfa se volvió de nuevo hacia Ethel.
- A nivel muy alto - confesó.
¿A qué nivel...? Yshara sonrió. Mucho, más de lo que se permitía a sí misma. ¿A qué nivel podemos dejar de hablar de una persona?
- Mis avances han sido de lo más interesante - admitió. - No seas impaciente, podrás saborearlos por tí misma dentro de poco...
Y sabía lo mucho que le iba a gustar.
Diablos, si la conocía aunque fuera un poquito, sabía de sobra lo MUCHO que le iba a gustar.
- ¿Y tus cosas, Ethel? - preguntó de repente. - ¿Cómo siguen tus niñas?
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Una visita, un regalo
Al liberar el vestido, la sonrisa de Ethel se borró viendo como Yshara golpeaba a la otra elfa. Aun había ese deje de diversión en sus ojos dementes, pero este se fue borrando al darse cuenta que la muchacha ni siquiera había gemido, ni se llevó la mano al golpe que ella sabía no había sido leve si la tumbó al suelo.
Sus expectativas cambiaban de dirección. Si reaccionaba así a un golpe, muchas de las cosas que tenia en mente se iban a drenaje y llegaban otras… peores. Ethel no miraba a Yshara mientras le respondía, miraba a Canción, seria, sin fascinación, no aun. Estaba maquinando.
- Interesante – murmuró más para ella que para el mundo. Dio un paso al frente para examinarla cuando le dijo que no fuera impaciente. Era cierto, no debía ser impaciente.
Por fin puso los ojos en Yshara.
- Fluyen – dijo ausente antes de retomar su sonrisa – algunas de forma aburrida otras mas motivantes. Las niñas están bien, creciendo, hermosas, brillantes, prometedoras, aun hay algunas que toca pulir, sobre todo con el negocio en expansión y las cosas marchan mejor ahora que todo el asunto de Davianna ha vuelto a su cause, aun debo hacer un par de reclutamientos por las bajas que me causo y me sigue causando, pero ya está mas controlada y en breve me quitaré esa molestia – no parecía muy feliz con eso ultimo, después de todo era su gran entretención – pero si quiero divertirme libremente con lo de Zer finalmente tendré que hacer el ritual, te acuerdas ese que estaba buscando hace tiempo? Ojala sobreviva a los tres sacrificios -
Seguían avanzando y la maleza se veía cada vez mas muerta, con mas neblina a ras de piso, pero estaba mas despejado.
Sus expectativas cambiaban de dirección. Si reaccionaba así a un golpe, muchas de las cosas que tenia en mente se iban a drenaje y llegaban otras… peores. Ethel no miraba a Yshara mientras le respondía, miraba a Canción, seria, sin fascinación, no aun. Estaba maquinando.
- Interesante – murmuró más para ella que para el mundo. Dio un paso al frente para examinarla cuando le dijo que no fuera impaciente. Era cierto, no debía ser impaciente.
Por fin puso los ojos en Yshara.
- Fluyen – dijo ausente antes de retomar su sonrisa – algunas de forma aburrida otras mas motivantes. Las niñas están bien, creciendo, hermosas, brillantes, prometedoras, aun hay algunas que toca pulir, sobre todo con el negocio en expansión y las cosas marchan mejor ahora que todo el asunto de Davianna ha vuelto a su cause, aun debo hacer un par de reclutamientos por las bajas que me causo y me sigue causando, pero ya está mas controlada y en breve me quitaré esa molestia – no parecía muy feliz con eso ultimo, después de todo era su gran entretención – pero si quiero divertirme libremente con lo de Zer finalmente tendré que hacer el ritual, te acuerdas ese que estaba buscando hace tiempo? Ojala sobreviva a los tres sacrificios -
Seguían avanzando y la maleza se veía cada vez mas muerta, con mas neblina a ras de piso, pero estaba mas despejado.
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Re: Una visita, un regalo
Yshara asintió.
Por supuesto, no había entendido gran cosa. A Ethel se le escapaba a menudo el detalle de que Yshara no tenía un gran entendimiento en lo que se refería a la magia. No obstante, la elfa solía callar y asentir, sin corregir a su amiga.
Entendía lo que estaba diciendo, a grandes rasgos. No hacía falta que Ethel le explicase las cosas como si fuera una niña, y si hay que hacer honor a la verdad, había un componente de orgullo en no estar especialmente interesada en que lo hiciera. No le gustaba sentirse tonta. Entendía lo de los sacrificios, y a medias lo de Davianna. Sabía quien era, pero no había tenido el gusto de cruzarse con ella.
O, bueno, éso creía.
En realidad sí que habían cruzado espadas en una ocasión, pero había sido muy breve. Y en un contexto que no tenía nada que ver con la hechicera, de modo que Yshara nunca habría podido hacer la conexión entre ambas. De igual forma, era difícil que Ethel supiera que se conocían. Podía parecer anecdótico. En realidad, lo era.
- Lo recuerdo vagamente - murmuró. - Pero tal vez no tenga por qué ser como crees.
Para hacerle honor a la verdad, había que decir una cosa en favor de Yshara.
Puede que no entendiese nada de magia, pero había algo que sí que se le daba bien: El Arte Tenebrosa. La elfa había aprendido a usar las Artes Oscuras hacía mucho tiempo, y aunque no estaba muy segura de comprender en profundidad los principios que la guiaban, era ducha en su práctica. También había algo de alquima entre sus conocimientos, el legado de una mujer a la que tanto Ethel como Yshara conocían bien.
- ¿Sabes? - siguió. - He tenido una idea. Sobre tu... problema.
El bosque no era un problema para Yshara. Ni la niebla, ni la oscuridad. Se sentía como en casa. Incluso aunque hubiera repudiado su herencia elfa, su naturaleza estaba a gusto allí. Se sentía en paz.
Canción las seguía a un par de pasos de distancia, inmutable. El rojo intenso de su mejilla y el golpetazo bien visible en su labio no parecían causarle el suficiente dolor ni siquiera para que arrugase el gesto. Sin embargo, en su mirada, normalmente vacía, había un brillo extraño, como de tristeza, decepción.
Tal vez una lágrima mal contenida.
Por supuesto, no había entendido gran cosa. A Ethel se le escapaba a menudo el detalle de que Yshara no tenía un gran entendimiento en lo que se refería a la magia. No obstante, la elfa solía callar y asentir, sin corregir a su amiga.
Entendía lo que estaba diciendo, a grandes rasgos. No hacía falta que Ethel le explicase las cosas como si fuera una niña, y si hay que hacer honor a la verdad, había un componente de orgullo en no estar especialmente interesada en que lo hiciera. No le gustaba sentirse tonta. Entendía lo de los sacrificios, y a medias lo de Davianna. Sabía quien era, pero no había tenido el gusto de cruzarse con ella.
O, bueno, éso creía.
En realidad sí que habían cruzado espadas en una ocasión, pero había sido muy breve. Y en un contexto que no tenía nada que ver con la hechicera, de modo que Yshara nunca habría podido hacer la conexión entre ambas. De igual forma, era difícil que Ethel supiera que se conocían. Podía parecer anecdótico. En realidad, lo era.
- Lo recuerdo vagamente - murmuró. - Pero tal vez no tenga por qué ser como crees.
Para hacerle honor a la verdad, había que decir una cosa en favor de Yshara.
Puede que no entendiese nada de magia, pero había algo que sí que se le daba bien: El Arte Tenebrosa. La elfa había aprendido a usar las Artes Oscuras hacía mucho tiempo, y aunque no estaba muy segura de comprender en profundidad los principios que la guiaban, era ducha en su práctica. También había algo de alquima entre sus conocimientos, el legado de una mujer a la que tanto Ethel como Yshara conocían bien.
- ¿Sabes? - siguió. - He tenido una idea. Sobre tu... problema.
El bosque no era un problema para Yshara. Ni la niebla, ni la oscuridad. Se sentía como en casa. Incluso aunque hubiera repudiado su herencia elfa, su naturaleza estaba a gusto allí. Se sentía en paz.
Canción las seguía a un par de pasos de distancia, inmutable. El rojo intenso de su mejilla y el golpetazo bien visible en su labio no parecían causarle el suficiente dolor ni siquiera para que arrugase el gesto. Sin embargo, en su mirada, normalmente vacía, había un brillo extraño, como de tristeza, decepción.
Tal vez una lágrima mal contenida.
Yshara- Cantidad de envíos : 876
Re: Una visita, un regalo
Que recordara el asunto del ritual, después de tantisimos años, de tantas vidas, para ella fue halagador. Mucho. Sin embargo, ese cosquilleo que le producía la emoción por tal cosa quedó sepultado bajo una gruesa capa de curiosidad por lo siguiente que le dijo.
- A que te refieres? - preguntó incredula. No porque no creyera en las palabras o ideas que pudiera ofrecer su amiga, si no porque la sola fantasia se le hacía... eso... fantasioso y la llenaba de nuevo de ilusión, sobre todo dada la calidad de los componentes magicos que necesitaba para eso, y la expectativa se hacía demasiado grande para creer.
Pero esa incredulidad se fue perdiendo conforme ella iba hablando, ignorando ahora por completo a Canción, a sus emociones relacionadas con la despeción que poco le importaban a Ethel (o por el contrario, le importaban bastante y de haber sabido que la generó habría caido reptidas veces en lo mismo para que se decepcionara mas y mas y mas) se olvidó del ambiente y del camino que mas o menos tenía en mente para llegar al punto que le interesaba y sobre todo, se olvidó de lo mas importante: a ambas le gustaba jugar y dejó ver sus ansias de conocer.
- Qué tienes en mente, qué has pensado? - estaba demasiado anhelante, sus ojos brillaban con mucho interes, aun en la oscuridad reinante del bosque y la escena ganó pesadez cuando se dejó escuchar un ulular venía de un lugar indefinido.
fdi: podrá jurar que había subido esta respuesta hace semanas. Perdón
- A que te refieres? - preguntó incredula. No porque no creyera en las palabras o ideas que pudiera ofrecer su amiga, si no porque la sola fantasia se le hacía... eso... fantasioso y la llenaba de nuevo de ilusión, sobre todo dada la calidad de los componentes magicos que necesitaba para eso, y la expectativa se hacía demasiado grande para creer.
Pero esa incredulidad se fue perdiendo conforme ella iba hablando, ignorando ahora por completo a Canción, a sus emociones relacionadas con la despeción que poco le importaban a Ethel (o por el contrario, le importaban bastante y de haber sabido que la generó habría caido reptidas veces en lo mismo para que se decepcionara mas y mas y mas) se olvidó del ambiente y del camino que mas o menos tenía en mente para llegar al punto que le interesaba y sobre todo, se olvidó de lo mas importante: a ambas le gustaba jugar y dejó ver sus ansias de conocer.
- Qué tienes en mente, qué has pensado? - estaba demasiado anhelante, sus ojos brillaban con mucho interes, aun en la oscuridad reinante del bosque y la escena ganó pesadez cuando se dejó escuchar un ulular venía de un lugar indefinido.
fdi: podrá jurar que había subido esta respuesta hace semanas. Perdón
Ethel- Cantidad de envíos : 308
Página 1 de 2. • 1, 2
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
14/11/24, 09:56 pm por Alma Swann
» El Vals de los Enmascarados
11/11/24, 09:24 am por Luthys
» Adonde me lleven los sueños
04/04/18, 08:55 pm por Lisandot
» Sentimientos encontrados
22/02/18, 10:03 pm por Songèrie
» El fin de un viaje y el comienzo de otro.
04/02/18, 03:16 pm por Florangél
» Vini, saquei, marchi
30/01/18, 06:23 pm por Narrador
» Rumbo a Moselec (Trama 3)
30/01/18, 06:01 pm por Narrador
» Trama 3 . Se reclutan piratas y maleantes varios
30/01/18, 05:58 pm por Narrador
» Vestigios del pasado
30/08/17, 06:51 pm por Auria