Trampa para Zorros

Miyuki vio regresar a Ethel con las telas, intentando calmar sus nervios aun, su rostro continuaba sonriente por supuesto, pero su cola se agitaba frenética de un lugar a otro, y era eso lo que la kitsune quería evitar.

Para aumentar su nerviosismo, la señora Lopez se había acercado de pronto mucho a ella, observándola con atención profesional, la muchacha no podía evitar pensar que si se había equivocado siquiera en uno de los dobleces del traje, la costurera inmediatamente podría darse cuenta, tal vez no imaginara la verdad del asunto, pero si le parecería raro y comentaría algo al respecto.

-Es cierto que es algo complicado de hacer, también para ponérselo de hecho – Dijo riéndose Miyuki, el ambiente estaba algo tenso, y lo último que necesitaba en ese momento era nervios – Vas a necesitar ayuda para cambiártelo cada vez, Ethel – Le sonrió con dulzura, de ese modo que le quedaba tan bien.

Respiro de nuevo cuando la modista alago la manufactura, no se había equivocado en ninguno de los cortes después de todo. Paso al centro de la sala tal y como se lo señalaban, le resultaba placentero ser el centro de atención aunque fuera solo por su vestimenta, se sentía como una niña mimada.

-Es más que comprensible – Le contesto la kitsune a Ethel. Nadie negaba que la modista fuera buena en lo que hacía, pero se notaba que la anfitriona era de la clase de mujeres que no perdonaban ni un solo error, y en tan solo unos pocos minutos, la Señora Lopez había cometido varios.

Espero que se acomodara todo, ansiosa por continuar, había olvidado por completo su nerviosismo, dejándose llevar por la maravillosa idea de ser modelo de nueva ropa para Ethel. Se paro sobre el pequeño banco, por suerte para ella estaba descalza, de lo contrario podría haberse caído de modo sumamente chistoso. Puso los brazos en forma de cruz, más que dispuesta a ser medida y examinada.

Los ojos de Ethel había estado fijandose, de forma sutil y sigilosa, en los movimientos nerviosos de la cola de zorro... epa, no era una cola de zorro, eran varias. De nuevo se dio esa sonrisa siniestra que murió en su interior, sin conocer la luz del atardecer, ofuscada tras esa careta de dama elegante y sufisticada que solo sonreía on encanto y naturalidad.

Entonces soltó la risa, con gracia y diversión por el comentario de Miyuki sobre tener que recibir ayuda para vestirse.

- Me visto yo sola desde que tuve edad para hacerlo. Contar con una ayuda de cámara es un lujo que en este momento no puedo darme; podría valerme de los recursos de mi pupilo para tal cosa, lo que se vería poco decoroso siendo yo su institutriz - sonrió con mailica, traviesa - claro que su padre es apuesto... si su madre sufriera un accidente... - tanto la costurera como Coral soltaron la risa, la de la señora Lpz fue una carcajada de entender un chiste, pesado, pero chiste al fin y al cabo; pero la de Coral... la de Coral, dentro de la buenas maneras era alguien a quien la idea ya le había psado varias veces por la cabeza, la de una asesina a la que ya le habían dicho en ela pasado que no matarían, aun, a los padres del muchacho.

En lo que Ethel iba hablando, la costurera, tomamba medidad de Miyuki con difernetes cintas extraidas de su caja de madera. Le medía parte por parte el cuerpo, el talle, el tronco, el pecho, la altura de las piernas, desde la cadera hasta la rodilla, luego el resto, el tamaño de las muñeas. Cuando estuvo satisfechas con esos datos, que fue anotando en pedazo de pergamino, pasó a las medidas del vestido, puesto sobre la kitsune, con tanto detenimiento como lo hizo con su cuerpo, hasta terminar cada parte.

- Siempre, podrías quedarte conmigo el tiempo que quieras, mientras adquiero practica para vestimer yo sola con un atuendo así -

- Disculpe señorita Ethel, el joven... su alumno, volverá en algun momento del día de hoy? - preguntó con poca delicadeza la mujer, sin mirarla, anotando en su pergamino.

- Si no ha llegado ya a esta hora, no creo que lo haga hoy, por qué? - ´devolvió la pregunta Ethel intrigada, volviendo a cruzar los brazos bajo su pecho

- Necesitaré que la señorita se empiece a desnudar para seguir tomando el patron de la prenda -

- Puedo ofrecerle una bata de seda? - se apresuró a ofrecer Coral.

- No - atajó la señora antes que alguien respondiera - la necesito con ella puesta para entender bien el diseño, cuando quede del todo desnuda tal vez si podría ponserla, si gusta, pero antes no -

Con una ceja enarcada, extrañada, Ethel le dirigió una mirada a Miyuki en espera de su aprobación. Por mucha confianza que tuvieran en ese momento, posar desnuda era otro asunto.

Entendía que no todos se podían dar el lujo de tener a un grupo de sirvientes que la ayuden a una en lo que necesitara, Ethel era una tutora, la institutriz de alguien sumamente importante, pero estaban en lo mismo. Pero entonces... ¿Qué era Coral? En un primer momento uno pensaría que se trataba precisamente de eso, una ayudante paga, aunque su devoción eran muy superiores a los de este tipo de servidumbre.

La kitsune se rio convenientemente con el chiste de la anfitriona, aunque por supuesto que no se lo tomo en serio, era poco probable que la mujer sufriera tan conveniente accidente, aunque si sucedía, bien por Ethel, disfrutarían de poder comprar muchos mas vestidos aun.

- Por supuesto, me quedare para ayudarte – No pudo ocultar su emoción sincera cuando dijo esto, es que era precisamente lo que buscaba, una invitación casi directa a que se quede. Mientras pensaba en esto miraba con mucho interés lo que la señora Lopez hacia, era fascinante la habilidad y rapidez con la que trabajaba, parecía estar midiendo en todos lados a la vez.

Y entonces surgió el siguiente problema...En realidad a Miyuki no le molestaba tanto el estar desnuda, al fin y al cabo era un zorro, en su estado natural andaba desnuda por lo general. Pero por lo poco que entendía de las reglas humanas no estaba bien que lo tomara tan a la ligera, aparte, tenía que tener mucho cuidado con el cómo imaginaba a su yo sin ropa.

- No se preocupen por mi – Dijo Miyuki sonriendo, pero agregando algo de delicado rubor a sus mejillas – Si... Si es necesario para hacer las cosas como corresponden, lo haré. Aparte, somos mujeres, verdad? No es nada de importancia – El rubor se había apenas intensificado a medida que iba hablando, para apagarse por fin al terminar.

Luego se quedo quieta, dispuesta a seguir las instrucciones de la modista a medida que lo fuera necesitando, miró a Ethel unos minutos pero al final aparto la mirada, sería más difícil concentrarse en la forma de su cuerpo si la miraba, le terminaría dando vergüenza de verdad.

"Me quedaré para ayudarte" En la mente de la bruja se dibujó un espejo, oscuro, de marco plateado, que giraba lentamente sobre su eje y en un espacio vacío tan negro como su propia alma. Dentro del espejo alcanzó a vislumbrar lo que esas palabras había inspirado, un collar hecho de hierro frío, pesado, no en su material sino en lo que significaba, rojizo como el acero en la forja. De él se extendía una correa que en apariencia era de cuero pero que en realidad estaba hecha de fibras vegetales, tan resistentes como cualquier otro material. Ambos eran de ahogo, de dominación y sometimiento.

Según la kitsune se desvestía, la imagen tomaba fuerza y nitidez. Sabía que si se lo colocaba, aun cuando despareciera físicamente, la tendría en su poder, atada, a su voluntad así no fuera la del zorro. Pero no, eso sería muy fácil. Colocárselo por la fuerza o cuando estuviera desprevenida no tendría gracia.

Como estaba haciendo las cosas era mas divertido; eso sí, no era tan ilusa para creer que la misma Miyuki fuera quien pidiera ese collar. Por alguna razón el rubor de las mejillas de la muchacha no despertaba en ella sus mas bajas perversiones; sonreía enternecida, pero no creaba en ella ningún tipo de emoción: era un zorro, iba desnuda, su vergüenza era una farsa.... pero podía hacerla real.

- Uy - exclamó, sorprendida al ver que no llevaba sostén. Eso era raro. Si tanto le gustaba imitar las costumbres mas refinadas de los humanos, por qué no lo tenía? Eso sí, su ropa interior era muy bonita, sencilla, discreta... tentadora si se tratara de alguien más - Tienes un cuerpo muy bonito - la halagó mirándola detenidamente de hito en hito, pero sin morbo - hay alguna razón por la que no uses sostén? - preguntó intrigada.

- Mejor que no lo use, así me es mas fácil tomar medidas - dijo la señora Lopz, sin cesar en su trabajo de medir y anotar. Ethel se encogió de hombros, pero se acercó hasta el taburete, dirigiendo su atención a la anatomía de Miyuki con mas interés.

- Comodidad no creo que sea... - sonrió traviesa - aahhh picarona!! No te apegas a todas las normas de etiqueta - soltó la risa - eso debe volver locos a los muchachos con los que te cruzas, eh? - saltó sobre otro taburete junto a Miyuki y estiró el dedo como si fuera a tocarle el pecho, pero el ultimo instante varío la ruta y posó la mano sobre su cabeza mimándola - picarona, picarona. Señora Lpz, cree que podrá hacerme un modelo igual a mi? -

La mujer miró en dirección a las telas, a la modelo, a Ethel y afirmó con la cabeza para continuar hasta abrir un poco mas el kimono, pidiendo espacio con su cuerpo y terminando en desvestir del todo a la kitusne para extender la prenda en el suelo y seguir con su labor de patronaje.

No pensaba que Ethel fuera a prestarle atención, eso la tomo por sorpresa, pero la observaba, y con determinación. Sus colas se movieron con lentitud, a medida que su nerviosismo subía, trago saliva una vez, una acción muy humana que se le había terminado por instalar.

-¿Es extraño? – Dijo mirándose curiosa el pecho, obviamente ya era tarde para hacer aparecer el sostén – De donde yo vengo las mujeres no tenemos mucha talla en el pecho, no se acostumbran los sujetadores salvo excepciones – Se rio un poco y continuo – Tampoco es que crea necesitarlo mucho – Comento haciendo referencia a su más que obvio poco busto.

Jamás en toda la existencia de la kitsune se le había ocurrido que el no llevar sostén podía resultar insinuante para el sexo opuesto ¿En verdad era así? Ethel demostraba una vez más que podía enseñarle muchas cosas.

-Jajaja, no, no es así – Se rio de modo dulce- Ni se me ocurriría una cosa por el estilo- Vio la mano acercarse y el corazón se le detuvo ¿Qué era esa sensación extraña? Era como un nerviosismo mezclado con vergüenza, nunca una mano se movió más lento a los ojos de la kitsune. Pero a último momento cambio el rumbo, dirigiéndose a su cabeza, solo entonces se dio cuenta que había aguantado la respiración y que el rubor que invadía su rostro ya no era producto de sus ilusiones.

Recibió las caricias con confusión, sin saber muy bien cómo actuar, pero se repuso en seguida y sonrió, contenta de recibir mimos, su parte animal se dejaba ver en esa clase de actitudes.

Las ropas de Miyuki terminaron de caer, dejando al descubierto un cuerpo blanco y suave, sin una sola marca, como si fuera recién creado, sus pechos como bien había dicho eran pequeños, pero formaba parte de su armoniosa figura, menuda y delicada, de caderas y cintura también chicas y rostro algo aniñado.

La señora Lpz Levantó la vista de donde la tenía, ante el comentario de Miyuki. Ella, como costurera, había cosas más extrañas que no llevar sostén, pero si sintió curiosidad.

- De qué parte es usted, señorita? – quiso saber mientras una diligente Coral le entregaba a Miyuki una bata para cubrirse. Ethel habría carraspeado ante su impertinencia, pero se le antojó divertido el ver cómo salía de la situación. Ella era foránea, pero la señora Lpz, no.

- Las medidas y las cantidades deberían salir de los estándares de belleza. Tienes armonía y eso te hace hermosa; cuando tengas un cuerpo más desarrollado, notaras que mucho busto no es cómodo de llevar y querrás regresar a cómo te ves ahora – la señora Lpz estalló en risas, trabajando en el suelo

- Si uno pudiera hacer… OJALA!!! Uno pudiera hacer eso – seguía riendo – entonces podría quitarme las caderas extra anchas que me dejaron mis hijos – en medio de las risas de la mujer, que seguía trabajando, Ethel atrajo la atención de kiyuki con un ademán y le guiñó el ojo con complicidad.

“conozco tu secreto, sé de lo que hablo, ella no” parecía decir su sonrisa y su gesto. Le ofreció la mano para ayudarla a bajar del taburete.

- Existe una actividad llamada ejercicio, señora Lpz – acotó Coral con una sonrisa divertida. Para la ex acolita no eran claras las palabras de Ethel, ella no había notado lo que le interesaba de Miyuki.

- Si quieres, puedo prestarte uno de mis vestidos mientras la señora Lpz termina – ofreció Ethel en medio del murmullo enfurufuñado de la costurera

Mientras tomaba la bata que Coral tan atentamente le ofrecía pensaba en como formular la respuesta ¿Dónde le había dicho a Ethel que era? Empezaba con V, Val... Vel....Era...

- De un pequeño poblado cerca de Valanderiel, no es muy conocido – Se termino de poner la bata y agregó – Al ser tan reducido también es muy tradicional – La historia parecía encajar bien.

Ethel le acababa de decir que era hermosa, si bien de modo indirecto, el rubor volvió a su cara, le gustaba parecerle linda, aunque no estaba segura porque. La oración “cuando tengas un cuerpo más desarrollado” era algo confusay ambigüa, ella podía tener cualquier cuerpo cuando quisiera, era solo cuestión de imaginarlo y... entonces vio el guiño de Ethel, no lo decía en el sentido que el resto de las personas del cuarto pensaban, lo comentaba con el “verdadero” sentido, como un doble mensaje.

Acepto su mano de buena gana y le sonrió, tal vez en un gesto algo más zorruno que humano, pero era su modo de hacerle entender que había entendido el mensaje, un mentiroso entiende a otro mentiroso ¿Sería algo así?

- Si no es mucha molestia, si, me encantaría que me prestaras alguno – Dijo Miyuki mientras le sonreía agradecida – Gracias, Ethel.

Ese gracias era en varios sentidos, era quizás lo que se diría “simbólico”, era un gracias por ser como eres, por tratarme tan bien, por cuidar de mi, y guardar mi secreto. Nada se podía imaginar la kitsune de cualquier clase de plan que la bruja pudiera tener, no era buena para darse cuenta de esas cosas.

Estaba terminado por fin lo principal para la copia del kimono, las medidas ya habían sido tomadas, el resto era cuestión de tiempo, dependiendo de la habilidad de la señora Lopz, poco le importaba en realidad ese asunto, resultó una buena excusa para conocer más sobre su anfitriona, mucho más... Pero no lo suficiente.

- ¿A qué nos dedicaremos ahora? ¿Tal vez a charlar? – Quería preguntar varias cosas, todo lo que la desvergüenza le permitiera.

- Valanderiel, cerca, reducido y tradicional... - dijo con escepticismo la costurera.

- Valanderiel, cerca, reducido y tradicional - repitió Ethel - encantador, no le parece señora Lopz? - la costurera no dijo nada mas, pero la mirada que le dirigió a Miyuki dejaba claro que algo en su explicación no le encajaba a ella.

- Perfecto, a mi habitación entonces - abrió la marcha, tomando la punta de su vestido. Cruzando la sala de estar, frente a la que debía ser la alcoba principal, estaba la puerta de Ethel, esa misma de la que sacó las telas.

Tenía una enorme cama con dosel, el cual lucía una fina cortina de encaje. Al pie de la cama, sobre un mullido tapete, había un elegante diván. La esquina mas lejana, la que tenía la ventana, tenía una serie de cajas y baúles, su contenido estaba en un armario blanco de detalles en dorado, en madera, hecho de una sola pieza de árbol.

Fue ahí donde se dirigió, lo abrió y dejó ver varios vestidos, de todas las índoles, sencillos, elegantes , de fiesta, de corte, de verano, de viaje en barco, sexys, recatados...

- Por supuesto, es lo que hemos hecho toda la tarde, no? - dijo con su encanto natural - escoge el que mas te guste - aunque ahora en su tono había un deje de evalación, curiosidad por saber cual elegiría.

fdi: disculpa por favor la demora.

¿Acaso sería que la Señora Lopz estaba sorda aparte de ser impertinente y desubicada? Pensó Miyuki no con maldad como lo hubiese hecho un humano común, sino con verdadera curiosidad, creía haber sido clara con sus descripciones. En cualquier caso, no tuvo que preocuparse por eso, ya que Ethel la había sacado del apuro con una afirmación certera.

- Perfecto, te sigo – Dijo mientras reía.

Por lo demás, de las miradas que recibía la kitsune no tenía noticia alguna, en ese mismo momento estaba mirando a su anfitriona, quien gentilmente la invitaba a pasar a su cuarto, el mismo del que había sacado las telas. Miyuki tenía que admitir que la movía un poco la curiosidad de saber como era la intimidad de Ethel, su cuarto era algo muy privado a sus ojos, su recinto personal.

En cuanto dio los primeros pasos resulto obvio de quien era la propietaria de ese lugar, había dicho que estaba de viaje nada mas, pero el cuarto estaba ya repleto de su fragancia y su presencia. Echo miradas discretas a todo el lugar, todo el sitio tenía su toque, y a la kitsune le encantaba, casi podía saborear las energías que la rodeaban.

- !Pero que hermosa colección! – La admiración era verdadera, si bien podía materializar cualquier vestido que se le ocurriera, las ilusiones jamás eran iguales a los verdaderos - ¿Cualquiera? – Preguntando como para confirmar, como un “¿Pero estas segura?” Era como un sueño el tener todo eso para elegir.

Comenzó a mirarlos uno por uno, tomándose todo el tiempo que creía necesario, no solo porque fuera complicada con sus gustos, sino también porque disfrutaba del hecho de evaluar vestidos, tocar la tela, mirar las costuras y los diseños. Además, no quería defraudar a su anfitriona, solo si ella la veía hermosa siempre, se sentiría satisfecha.

Luego de revisar todos los vestidos dos veces encontró por fin el que quería, sin mucho más preámbulos dejo caer la bata que llevaba puesta y comenzó a pasarlo por encima de su cabeza. Era de un rosa crema muy claro, fácilmente confundible con un blanco, de cuello algo amplio con forma cuadrada perfecto para su poco busto, las mangas quedaban por debajo de los hombros con unos sencillos volados, se cerraba a la altura del ombligo para luego dejar ver una amplia falda que terminaba por arriba de las rodillas.

- ¡Listo¡ - Dijo sonriente, mientras daba una vuelta para mostrar como le quedaba - ¿Qué te parece?

Le resultaba muy divertido hacer esas cosas, se sentía como una niña pequeña, una niña de mas de trescientos años, pero poco le importaba, ese era el modo de contar los años de los humanos, no de ella ¿Y como contaba Ethel?

- Ethel... – Pensó si había algún modo supuestamente educado de preguntar eso, pero decidió que lo mejor era no dar muchas vueltas - ¿Cuándo cumples los años? – Volvió a sonreír, y es que se le había ocurrido una maldad, prepararle de sorpresa un pastel ese día, quería verla sonreír, así como ella la había hecho reír.

fdi: si tienes una imagen del vestido, sería chevere

ddI:

- Claro, el que quieras - invitó, sentandose en el borde mas exterior de su cama. La observó pacientemente mientras elegía alguno. Desde que no podía invocar con tanta facilidad la ropa que quería colocarse, había tomado la costumbre de hacerse vestidos, alguno, claro eran "herencia" de la señora de la casa, la cual ya no los lucía, si no era en reuniones especiales.

Otro, eran mandados a hacer. Por supuesto, parte de su colección de vestido, la que más cómoda le hacía sentir, no se encontraba en aquel escaparate. algunas damas podrían escandalizarse de solo verlos, algunos hombres o otras damas, terminaban sientiendose incomodos de solo imaginarla con ellos.

No, ahí solo estaban los de mostrar, ni tuncas, ni aditamentos de diversión ni diminutas prendas para realizar rituales a sí misma. Todos hermosos, como ya se había dicho, todos elegibles.

Se deleitó mirando la ilusoria piel desnuda, sin morbo, solo admirando el arte de la kitsune, y no pudo evitar sonrerir ante la prisa con la que trataba de colocarse la prenda.

- Hermosa decisión - dijo acercandose a ella con delicados y sutiles pasos, hasta posarse a su espalda, ayudandola a acomodar el traje y atando la cinta, con un coquete lazo que caía a su espalda - Como toda una señorita de Corte - halagó. La tomó por la punta de sus dedos y la invitó a girar sobre sí misma, soltandola para admirar el conjunto.

Se llevó el dedo indice a la barbilla en un ademán pensativo, mirandola fijamente de hito en hito.

- Creo que te faltan los zapatos - se dirigió a uno de los baules y de ahí sacó zapatos de tacón, zapatillas y sandalias, pero le ofreció las zapatillas: sencillas y elegantes, a tono con el vestido - Estas te vendrán muy bien - sugirió y regreso hasta el tocador.

- Satisfacerías un capricho mio? - preguntó con cierta timidez y humildad, midiendo con pies de plomo sus palabras, su tono, evaluenado el efecto de tal pregunta en ella y la forma en que le diera su respuesta. Esperó en silencio un momento, sin cambiar su expresión anhelante, dandole un poco de expectativa a su petición - Me dejarías peinarte? - sonrió, con encanto.

FDI: Ya había pensado que tenía que poner imagenes, pero no encontraba ninguna. Edite esta a mano, así es el vestido, solo que con pollera corta:


Miyuki se dejaba alinear los últimos detalles con la sonrisa de una niña en el rostro, entre satisfecha de que su elección había sido aprobada, y avergonzada de ser el centro de atención. Que agregara el “Como toda una señorita de Corte” solo logro que la kitsune se regodeara más, era como una señorita de la corte, elegante y distinguida, que usaba hermosos vestidos, delicados zapatos y exóticos peinados.

Se dejo guiar por las manos de Ethel, dando un giro de lo mas delicado y concluyendo con una reverencia al estilo de la corte, no ya al estilo de su tierra. Estaba brillando de placer, le encantaba jugar a las muñecas con su cuerpo, por que al final, era como un juego de niños, tenía un cuerpo imaginario y le gustaba vestirlo y hacerlo bailar al son de su propia e imaginaria música.

- Es muy cierto, los zapatos – se puso en puntas de pie para mirar por sobre el hombro de la anfitriona, llevada por la curiosidad de ver cuantos tenía – que buen gusto que tienes, Ethel – Dijo mientras tomaba las zapatillas y se las probaba – Son tan hermosas, y cómodas también!

La pregunta la tomo por sorpresa, por el simple hecho de que no se imaginaba qué podía darle ella. Iba a decir que si de inmediato, pero se quedo esperando, lo correcto era esperar a que preguntara primero, y ese gesto tan encantador que podía poner, Miyuki intento grabarlo en su mente, quería poder hacerlo también.

- Jajaja! Por supuesto que puedes, puedes hacer lo que quieras conmigo – Respondió sonriendo de oreja a oreja y sin pensar, quería darle el gusto ya que se lo pedía, y devolverle un poco de todo lo que le había dado.

La kitsune solía llevar el pelo suelto, a menos que quedara mejor con su ropa el que se lo atara, era de color blanco pero con un muy leve tono naranja, dejando a la duda de si no era un rubio muy claro en realidad, lo llevaba muy largo y siempre se encargaba de tenerlo bien cuidado, limpio y brillante. Esto se aplicaba tanto al imaginario como al real, no era una sucia bestia, le habían dicho una vez los padres, era una kitsune y había una imagen que mantener.

Sentada frente al tocador, dejándose peinar por Ethel con toda la felicidad reflejada en su rostro, recordó que ella había hecho una pregunta, y que su amiga con toda su sutileza, es decir, distrayéndola con zapatos, la había evadido.

- Pero no me dijiste... ¿Cuándo cumples años? – Pregunto nuevamente tratando de darse vuelta, sin lograrlo del todo por que la tenían tomada por el pelo aun.

Fdi: No es que tengas, es que yo a veces no visualizo de forma correcta.
Ddi:
Con las manos en los hombros de Miyuki, la hizo sentarse en el taburete del tocador. Cada cosa en esa habitación, era traída desde la isla natal de su joven pupilo. Daosh, con toda su riqueza natural, no poseía los recursos en su infraestructura para brindar tales comodidades a los escasos turistas.

Así que la banquita en la que la sentó, era de palo de rosa, con un cojín de terciopelo blanco hueso corrugado. Las formas del mueble, tanto del taburete como del tocador mismo, emulaban doncellas ataviadas solo con palmas, hojas y chorros de agua nacidos de ninguna parte. Era un conjunto agraciado. El espejo, de gran tamaña pero angosto en su ancho, estaba biselado y en su bisel había talladas diminutas hojas con las largos tallos que recorrían todo el borde y, si uno se fijaba con muchísima atención, los tallos poseían espinas.

Tomó con delicadeza el cabello de Miyuki entre sus manos, uniéndolo entre ambas y luego acariciándolo al descender hasta soltarlo. Repitió la operación un par de veces, antes de dejar sentir la y yema de sus dedos en la frente, de donde retiró el flequillo, usando sus dedos como una peinilla, expandiendo los finos cabellos.

Las palabras que había usado la kitsune era muy peligrosas, Ethel se las tomaría en cuenta, casi que sentía el impulso de atarla con ellas, y veía nuevamente en su mente el espejo con la cadena que usaría para someterla si fuera necesario. No, podía hacer las cosas de la forma fácil y menos placentera, pero igual de divertida.

- Creo que me lo tomaré en serio si lo sigues diciendo – advirtió con una sonrisa juguetona, mientras tomaba un cepillo de cerdas de marta. Supremamente suave y grande para abarcar mucho cabello.

- Me atrapaste* – dijo riendo. Había eludido la pregunta, pero zorro, como era de esperarse, era listo y lo notó – El día del cumpleaños es solo un día más en el año. Si para algunos pasa desapercibido el día en que se conmemora el nacimiento de otros, como un día más en el año, en sus quehaceres, el mío no tiene por que ser la excepción. Verás, yo prefiero medir el tiempo por las fiestas de los otros, de los lugares a los que llego y por los acontecimientos importantes en mi vida – volvió a reír – supongo que olvidé en qué día nací, pero tuvo que ser un día entre el Inverno y la Primavera – sin dejar de mover el cepillo, que se deslizaba por el cabello de Miyuki sacando brillo a la ilusión, su mirada se reflejaba en el espejo, manteniendo contacto visual con su interlocutora, hasta que la vista se perdió en el espejo, en sus recuerdos, en ese lejano lugar al que llamó Cielo solo porque otros así lo hicieron. Recordaba el circulo de ancianos, el ser muy joven al llegar ahí, el no perder su tiempo en tratar de recordar cual era su vida antes de ese primer instante ante el consejo. Sonrió, esa sonrisa de falsa inocencia que había lucido ante ellos y luego fue una sonrisa de satisfacción. La huída del Cielo era algo que siempre le había causado satisfacción.

Ese era un buen evento para marcar sus años, una nueva forma de nacer. Pensó en varios eventos en su vida, pero el contexto, la situación en la que estaba, llevó su mente hasta ese mismo espejo, en una isla mucho mas lejana a los Mares de Jaspia, con un cabello rubio y una sonrisa pecosa llena de magia, a un cabello rojo, suave como el que tocaba, real, respaldados por unas alas negras. Las preguntas de ese angelito, mientras la peinaba, eran tan diferentes a las preguntas de Miyuki.

- Cualquier día para conmemorar el nacimiento es tan bueno como otro, lo importarte sería celebrar el que estamos vivos, que seguimos en el Circulo de la Vida y que aun podemos influir en las vidas de los demás dejando una huella más allá del mito del {árbol, el libro y el hijo – su atención se centró de vuelta en la kitsune, no en lo que hacía, sino en ella, en su ilusión, en la trama y traza de esta, buscando, concentrada, tratando de visualizar sin hacer uso de un mandala, apoyada por la magia del reflejo en su espejo y cuando lo vio, apenas difuso, no se dio tiempo a confirmar y dirigió el cepillo allí.

- Y tú? Cuando cumples años? – sonrió con ese encanto de siempre, peinando sin cohibición alguna el pelaje del zorro, no la ilusión de cabello, si no su pelaje, dejando sentir las delicadas cerdas del cepillo en piel a modo de masaje, lustrando su pelaje de por si hermoso.

Aun así, para un observador externo, la imagen sería la de la ilusión, ellas dos, una tras la otra, peinando el largo cabello blanquecino.


Fdi: * Falso, el error fue mío, se me pasó, perdón

Miyuki cerro los ojos a las sensaciones que se le presentaban, se dejo acariciar el pelo, disfrutando al máximo los habilidosos movimientos de la hechicera, de estar en su forma animal hubiese ronroneado, pero logro controlarse lo suficiente como para que semejantes sonidos vergonzosos no salieran por el momento de su boca.

Mientras sentía los dedos de Ethel en su frente, tocaba el terciopelo del cojín, daba a sus sentidos una impresión de lo mas extraña, algo le decía adentro suyo que tenía que tener cuidado con lo que salía de su boca, con las palabras que utilizaba mas exactamente. Pero no estaba segura de donde venía este presentimiento, y con lo relajada que estaba poca importancia le dio.

- Eso no es así, tu fecha de cumpleaños no tiene importancia para el resto del mundo, pero si para quienes eres alguien – Dijo devolviéndole la mirada por el espejo – Deberías tomar en serio y festejar un día tan importante, llegaste al mundo, he hiciste felices a muchas personas por eso, no? – Las ideas de la kitsune eran como mínimo soñadoras, tal vez era el punto de vista de alguien que jamás había pasado penurias – Un día entre el invierno... Y la primavera ... Que hermoso, exactamente las fechas en las que todo nace.

Tenía gran amor por la naturaleza, si bien no era lo que más amaba, y precisamente en la primavera era cuando más disfrutaba de estar en los bosques, entre las flores recién nacidas, los animales que salían de su encierro invernal. Casi podía sentir el olor de todos esos seres alrededor suyo.

- Eso es cierto, me gusta disfrutar del estar viva – Por momentos no se aguantaba y movía la cabeza para sentir el cepillo en algún lugar que le resultara especialmente placentero – Veo a tantas personas que viven sin vivir, me resulta un desperdicio de existencia – Alargo la mano para tocar los dibujos en el espejo – Pero ¿Cuándo te consideras viva?

Ethel la miraba fijamente, pero eso ya no la ponía nerviosa, se sentía en confianza, no dejaba que cualquiera la tocara al fin y al cabo.

- Mi cumpleaños coincide siempre con una fecha festiva muy importante para mi pueblo, es el día del Bon Odori, mmmm – Pensó unos segundos como resumir una fecha tan simbólica – Es el día en que se le da la bienvenida a los espíritus de nuestros ancestros, un acontecimiento muy alegre, lleno de baile y fiesta.

Mientras decía esto fue que se dio cuenta de que la sensación del cepillo recorría su espalda por completo, incluso hasta llegar a las colas ¿Cómo era posible? Pero aun así no hizo comentario alguno, se sentía muy bien, y no quería romper con tan hermoso momento. Sin poder aguantarlo mas un ronroneo se escapo de sus labios.

- De seguir así voy a quedarme dormida... – Dijo mientras se le escapaba otro ronroneo.

- Y cual es el problema en eso? – sonrió maternalmente, antes su preocupación por quedarse dormida – estamos en confianza y además, eres mi invitada – cepilló con cuidado su pelaje, a la altura de lo que sería la panza, pero desde el espejo y del observador casual, era como si se entretuviera con las puntas de tan largo cabello.

- Pienso que eso varía en cada ser. El estar vivo es una experiencia única en cada uno - dejó el cepillo sobre el tocador y de una de las gavetas sacó una serie de hebillas y peinetas – Yo me siento viva cuando me dedico a lo que me apasiona y cuando realizo con dedicación y pasión aquello que emprendo, desde coser un botón hasta viajar por el mar – pasando, cómo no, por destruir la vidas de otros, manipular, torturar, derramar sangre y lágrimas y, llegando a tener poder, mantenerlo y usarlo en el lista anterior.

- Naciste en un día muy interesante. Debe ser realmente especial en el lugar del que vienes y, como dices, eso también lo hace especial para los seres a los cuales tu vida va marcando – De nuevo, usando su dedos a modo de peinilla, empezó a trazar surcos, pequeños mechones de cabello que iba atando con las peinetas o con las hebillas, entorchando con delicadeza de modo que pronto estuvo en su mayoría recogido, con graciosos moñitos que dejaban ver parte del cuero cabelludo, pero que pese a lo tenso que estaban no eran una molestia, menos aun si se trata de una ilusión.

- La celebración de tu cumpleaños ha de ser a lo grande entonces, todos celebrando, por esa coincidencia . Yo espero ansiosa que se reanuden las fiestas en Jasperia, hace tanto que no asisto a un festival colorido y lleno de variedades que me temo que sería toda una novedad para mi – rió, sinceramente, sin que esto impidiera que una hebilla de mayor tamaño atrapara un par de rollitos a un costado de la cabeza de Miyuki – Claro que ya que lo preguntas, no recuerdo haber celebrada mis cumpleaños hace algún tipo. Cuando regrese a la casa de la Señora le pediré permiso para hacer una reunión y por supuesto, estas cordialmente invitada –

La hebilla, era de un exquisito color dorado que contrastaba con el naranja platinado de su cabello; además, de alguna forma, hacia juego con el vestido que había elegido. Al retomar el cepillo, se dedicó a algunas puntas sueltas del peinado y con la mano libre apretaba esponjando los rollitos.

- Podríamos hacer una comilona de carnes, todo tipo de fiambres, algo que no sea muy formal, durante la tarde, si el clima nos favorece y por la noche una elegante cena, con las personas importantes de la ciudad, “hay que conocer a los vecinos” – lo ultimo lo dijo con exagerada, y burlona, claro esta, solemnidad – Aunque se me ocurre algo, cuéntame, como son esas fiestas en tu ciudad? – sus ojos brillaban de expectativa.

Tendría que esperar un rato más para soltar los rollitos de pelo, pero se veía graciosa en el preámbulo.

- Es verdad, no hay problema alguno con eso – su forma animal estaba levemente recostada, dejando su panza al descubierto para que Ethel siguiera cepillándola, ya sin disimulo alguno sobre lo placentero que le resultaba – Pero hay mucho para hablar aun...

¿Cuando se sentía viva? Recordaba varias situaciones en las que se había sentido así, ciertas personas con las que había estado, algunos lugares especialmente hermosos, algunas noches de luna llena y el fervor de una buena cacería. Si, se le ocurrían unas cuantas cosas.

- A mi me gusta vivir sensaciones nuevas, sentir, y aprender, pero sobre todo lo primero. Es ahí cuando me siento viva, si no siento ¿Qué prueba tengo de que existo? – Un nuevo ronroneo la hizo removerse un poco en la silla – Hay tantas cosas para sentir, no me alcanzara la vida para conocerlas a todas.

No estaba segura de si habían muchos seres a los que hubiese marcado ¿Siquiera la recordarían? Parecía ser como solo un suspiro en la vida de quienes la rodeaban, una linda muchacha que habían conocido una vez, pero así también había desaparecido. Miro con curiosidad como le separaba el cabello en múltiples mechones pequeños, no entendía muy bien que peinado tenía en mente, pero de seguro sería hermoso.

- ¿Están canceladas las fiestas en Jasperia? – Prestaba poca atención al mundo de los humanos, no tenía mucha idea de la situación política, de los ducados, o de cuando eran las fiestas fuera de su pueblo de origen – Y acepto la invitación con todo gusto – Dijo sonriéndole como una niña – Voy a estar esperando ese momento, mientras tanto, tenemos que buscar un festival al cual ir, sería divertido.

No entendía bien como hacia Ethel para transformar sus ilusiones al mismo tiempo que sentía como tocaba su verdadero pelaje, su verdadera piel, esa que nadie había tocado en tanto tiempo. Sentía curiosidad, le gustaría poder preguntarle, pero era más fuerte la costumbre de no hablar de esos temas con nadie.

- Si hay carne, ahí estaré – Comento y empezó a reír con frescura – Ah, si hace calor podría haber muchos tipos de frutas, jajaja, fiesta frutal! Y si hace frió con fuentes de chocolate! ¿has probado el sabor de una frutilla mojada en chocolate? – Había dejado volar su imaginación por inmensos palacios, mujeres vestidas de fiesta y caballeros de traje – Los vecinos tendrán la suerte de conocernos en realidad – Siguió riendo mientras se tomaba la panza.

Ethel la sostenía por varios de los pequeños rollitos que había hecho en su cabello, con mucho esfuerzo la kitsune intento dejar de reírse para no arruinar todo el peinado, se tapo la boca y se calmo de a poco, para sentarse finalmente de nuevo con la espalda derecha.

- ¿Las fiestas en mi ciudad? Pues... Se ponen gran cantidad de tambores en la plaza central, donde unos músicos los tocan durante todo el día, y la gente baila alrededor un baile tradicional. Esta lleno de puestos de comerciantes que venden toda clase de comidas y de eso se trata, de estar felices y bailar – Mientras decía esto cerró los ojos, visualizando con todo detalle las últimas festividades de las que había participado - ¿Qué tienes en mente? – Pregunto mirándola con gesto sospechoso, para luego sonreír.

No dejaba de parecerle divertido el que se dejara tan fácilmente cepillar. No creía que fuera tonta o algo por el estilo, pero si se confiaba demasiado. Eso le decía a la hechicera que tarde que temprano, caería en muy malas manos, así que lo mejor que podía pasarle era efectivamente haber caído en las suyas.

Así que le dedicó un poco más de tiempo a la panza ante ella expuesta.

- Esa es una forma interesarte de explicar la existencia – admitió aun moviendo las manos, pero esta vez sin mirarla a través del espejo, concentrada en su tarea – Oh, no te preocupes porque la vida alcance o no, al final el tiempo es solo una efímera ilusión - fingió no percatarse del ronroneo, no quería hacerla sentir incomoda y aun no terminaba con el peinado, aunque sí rió de buena gana por su cometario de las fiestas.

- En lo absoluto – siguió riendo un momento más. Era su culpa de alguna manera, ya que no se supo expresar con claridad – Sin embargo, cada isla maneja su propio cronograma de festividades, según las estaciones, como en todos los Reinos de este mundo – y de otros – al reiniciar su año, reinician las fiestas. Entonces, así será – agregó ante la aceptación de su invitación, acariciando su cabeza, esta vez, con su propia mano, antes de intentar continuar, ya que la mención de frutas y chocolate le hizo hacer una mueca de placer y ganas de ese tipo de postre.

- Mmmmmm!! Sí, son una delicia. Comencé por las fresas, pero cualquiera es una dulce tentación. Esa idea suena muy, pero muy bien - esperó a que se calmara su risa, y entonces, mientras escuchaba su relato, procedió a soltar los moñitos.

- Suena muy alegre es que cuentas. Estaba pensando en que podríamos hacer una adaptación de las fiestas de tu tierra para que te sientas en casa, sin dejar de explorar y conocer el mundo. Te parece? – preguntó dando un paso atrás para que apreciara muy bien el peinado.

Había respetado el lacio de pelo, que ahora, sujeto en una media cola por una de las peinetas, sus puntas se ensortijaban de forma grácil y delicada, con mucha elegancia. Apenas para hacer juego con el hermoso vestido que traía puesto.

- Espera – pidió y sacó un espejo de mano, grande, que usó para que hacer de contra reflejo con el espejo del tocador, de modo que pudiera verse la parte atrás. No dijo nada, pero esperaba su veredicto.

Ciertamente Miyuki era muy ingenua para gran cantidad de cosas, bastaba con que la persona le cayera bien para que todas sus defensas quedaran inservibles. Como en ese mismo instante, que se encontraba mostrando sus puntos mas vulnerables sin ninguna preocupación, bastaba con que Ethel hiciera un pequeño movimiento y la vida de la kitsune se extinguiría. Al menos por el momento la bruja parecía interesada y tal vez incluso entretenida, pero la chica zorro era ajena a todo eso, disfrutaba a sobre manera de las caricias.

- Aah, entonces si hay fiestas, quiero que vayamos a alguna lo antes posible – Al dejar expuesto su vientre para que lo cepille había terminado apoyando la cabeza contra Ethel, levanto la vista sonriéndole con sus grandes y anaranjados ojos brillando – ¿Me enseñaras de las costumbres de aquí? – No era que no supiera nada, pero si sabia que le faltaba mucho por aprender.

Los postres eran de las cosas que mas le gustaban del mundo humano, la carne y las frutas frescas estaban muy bien, pero una vez que uno probaba el chocolate, los dulces, el azúcar, las tortas y las masitas, no había cosa alguna creada por la naturaleza que los superara. Miyuki acepto las caricias en la cabeza con gran placer, friccionando con fuerza para sentirlo mejor.

- ¡Adoro las fresas! Entonces cuando terminemos con esto iré a comprar algunas, las podemos comer juntas - En su mente tenia imágenes muy hermosas de ambas acostadas quizás en un lindo parque, hablando de lo que fuera mientras comían los pequeños frutos. Pero pronto despertó de sus sueños para prestar atención a la charla.

La idea de una adaptación de las fiestas tradicionales de su pueblo sonaba fantástico, se le ocurrían algunos cambios que podían funcionar para que la gente del lugar aceptara mas fácilmente la celebración.

- Me parece mas que perfecto! – Dijo juntando las manos emocionada – Tengo varias ideas en mente. Pero ¿Cuál sería el motivo de la fiesta? – Se pregunto interesada – Podríamos inventar tu fecha de cumpleaños, jajaja! – A falta de una real, tranquilamente podían concebir la que quisieran.

Mientras pensaba en esto intentaba mirarse en el espejo para ver los resultados del trabajo de Ethel, tomo el espejo de mano y contemplo la parte de atrás. Resultaba de los mas delicado y elegante, era increíble lo bien que le sentaba, con la forma de su rostro, y el estilo del vestido, su anfitriona parecía una profesional.

- Es.... ¡Precioso! – Es lo primero que pudo articular – ¡Es increíble! Nunca me habían arreglado de este modo – Dejó el espejo de mano sobre la mesa y se puso en pie – Muchas gracias, Ethel – Dijo mientras se acercaba y la abrazaba con toda la dulzura que la caracterizaba.

Ethel se echó a reír, de muy buena gana, ante el comentario de Miyuki. No era la risa de quien se burla, sino de quien percibe demasiado adorable una oración como para poder resistir la risa.

- Recuerda que para poderte enseñar, primero debo aprenderlas muy bien yo – volvió a reír, levemente, y la sonrisa permaneció en su rostro – Claro que sería más divertido aprender de sus costumbres estando directamente con otros, descubrirlas en el transcurso de la interrelación – le agradaba que pese a su esfuerzo por parecer humana no perdía ciertos aspectos de su naturaleza feral y lo que era mejor, los disfrutaba sin tapujos.

- Me temo que en Daosh no hay muchos mercados que ofrezcan fresas y ese tipo de frutas. Estamos en un poblado que tiende más bien a lo práctico, antes que a lo cómodo y lo sofisticado. Es lo que tiene estar en una zona de minas y mineros. Sin embargo, podríamos tratar de conseguirlas. –

Entonces, vino su propuesta para el motivo de la celebración.

- Oh no!! Algo tan llamativo para mi cumpleaños no es mi estilo. Yo prefiero una celebración más sobria e intima, para algo tan personal – expresó mientras la muchacha lograba articular las palabras que expresaran su veredicto sobre el peinado, y teniendo en mente una misa negra con pocos invitados, mucho poder, poca ropa y excesos de llanto y gritos de parte de las ofrendas.

- Toda una señorita – elogió, dejándola admirarse y no se tomó la molestia de fingir sorpresa cuando la abrazó agradecida. Le regresó el abrazo con cierto afecto y calidez. Era muy dulce. Se preguntaba si lograría moldearla sin que perdiera esa dulzura. Tener un kitsune era un atractivo, pero no tenía en sus planes el encartarse con nuevos proyectos más allá de la destrucción del alma de aquel a quien llamaba pupilo en su disfraz de institutriz. Pero era demasiado tentador.

El asunto era que a Ethel no le interesaba darle muerte a un kitsune, en lo absoluto. Esa sería la salida fácil del ser si ella procedía a sus planes sin máscaras. A Ethel, lo que le interesaba era el poder y un kitsune muerto no lo daba, pero un kitsune atado a ella, si. Mientras Miyuki hiciera las cosas bien, quisiera estar con ella a las buenas y por su voluntad, no tendrían problemas, porque si no era así, entonces tendría que recurrir a medidas mucho más drásticas, como esa correa al otro lado de sus espejos, con la que encadenaría al zorro de una forma para nada agradable y en donde las palabras dolor y sufrimiento se quedarían muy cortas al hacer una descripción pormenorizada de ellas. Como aun no era el caso, ese detalle era algo en lo que no necesitaba pensar.

En su lugar se divertía con el hecho que ambas sabían que sabían que la otra no era tan humana como hacían notar y aun así lo aceptaban, lo vivían y no hacían preguntas al respecto. Como si no existiera la necesidad.

Que horroroso, un pueblo en donde lo mas importante era lo practico que lo hermoso, era una pesadilla para la kitsune el solo pensar en algo así, se sentía como viviendo en el bosque nuevamente. Siempre podía hacer aparecer las cerezas con un simple movimiento de mano, pero algo dentro suyo le decía que esas cosas no funcionarían con Ethel, sin importar que tanto empeño le pusiera.

Que decepción el no poder festejar el cumpleaños de su anfitriona con todas las pompas y luces que se merecía ¿Sería que no le gustaba llamar la atención? O tal vez simplemente esas cosas no eran su estilo, es verdad, no tenía porque gustarle a todos lo mismo. Si de Miyuki dependiera, haría una fiesta enorme para cada una de las personas que llevaba en el corazón, por que así les mostraría todo el afecto que llevaba adentro. Sus motivaciones no podían ser mas profundas o complejas que eso.

- Si no quieres una fiesta de cumpleaños – Dijo aun abrazándola – ¿Entonces qué puedo darte? – Medito su propia pregunta – Regalos debes tener miles, no sabría que darte... – Siguió pensando mientras la soltaba, comenzó a dar vueltas por el cuarto, mirando con mas detalle lo que antes había pasado por alto.

A cada momento le gustaba mas la ambientación de ese lugar, la energía que se respiraba era deliciosa y refrescante, tal vez era porque Miyuki no poseía los conceptos del bien y del mal bien formados, los kitsune son por naturaleza seres caóticos, caprichosos, que hoy pueden estar de tu lado, y al día siguiente del bando enemigo, eso sumado a la relativa juventud que poseía, daban como resultado que un aura que quizás para un mago podría ser tétrica o al menos sospechosa, para la pequeña zorro era encantadora.

- ¿Puedo...? – Dijo acercándose a la cama, paso una mano por las sabanas, disfrutando del contacto, eran suaves, le daban ganas de enrollarse y desordenarla, era el efecto de la fragancia, le provocaba el llenarse de ella – Incluso en esta ciudad llena de privaciones duermes como una reina, es fantástico – Se agacho para mirar debajo, no sabía que esperaba encontrar en realidad, pero al fin y al cabo era un ser curioso en cuanto se sentía un poco mas en confianza, y su cuerpo menudo ayudaba a esa imagen algo infantil - ¿Por cierto, cuánto tiempo te vas a quedar en esta isla? – Dijo bajándose el vestido tarde para evitar que se vea debajo, se estaba dejando llevar por su lado animal, olvidándose de los modales humanos.

Se puso en pie de un salto conforme con su inspección, sonriendo algo traviesa, tenía que calmarse o se dejaría llevar por completo por su lado animal, y eso no era bueno. Se aliso el vestido, y se paro correctamente, volviendo a su papel de señorita correcta, sin duda era muy divertido el juego que jugaban.

- Se que no es el lugar ideal, pero vayamos de paseo, tenemos que poder encontrar al menos un lugar para estar que sea adecuado a nuestros gustos... – Puso el dedo sobre el mentón, en lo que ella había dado en llamar “Posición humana para pensar” - ¿O quieres hacer alguna otra cosa? O tal vez... ¿Estas ocupada? – Era mas que obvio en el gesto de la kitsune que esta ultima opción era la que menos quería escuchar, pero sus modales la empujaban a preguntar.

Que qué podría darle? Tu alma. Fue la primera respuesta que se pasó por su mente aunque en sus ojos solo se reflejara un destello de haberse conmovido con su oferta.

- No te preocupes por eso ahora. Cuando llegue el momento ya sabrás qué regalarme, lo cual espero sea algo que nace de ti y no solo un protocolo pr cumplir. Te lo digo en serio, no hay necesidad de preocuarse por eso - acarició su cabeza - cualquier cosa venida del corazón será suficiente -

Al alejarse para inspeccionar la habitación, se sentó en el butaco del tocador, dandole la espalda al espejo, mirandola moverse de un lado a otro. Parecía un gato, hasta ronroneaba y todo. La habitación parecía adecuada a proposito para su persona, o mas bien, para el jovencito a quien servía de institutriz. Sin duda, a juzgar por los lujos, era alguien noble, de mucha clase y muy adinerado (que hay nobles con poco dinero). Además Ethel se había encargado de hacer del lugar un sitio acogedor. Podría ser un pueblo minero, pero como había percibido Miyuki era adorable, lleno de detalles de fina coquetería y buscaba paz y tranquilidad. Sin trucos de por medio. Era real.

Siempre había tenido así los espacios en los que residia o percnotaba. Era parte del encanto la forma en que se contradecían los acontencimientos con lo acogedor del luugar.

- Adelante - ofreció con una ademán de su mano. No estaba segura qué esperaba encontrar. Tal vez la muñeca vudu en medio de la cama? No, de eso no había. Un baul con cerraduras negras y rojas del que se desprendiera un aura de misterio y malignidad? Tampoco, ese estaba en el deposito de la posada. Instrumentos de sadismo o juguetes eroticos? Enercó la ceja, eso sí lo podría encontrar, en otro momento, no en ese instante. Bajo la cama, solo había la nada, la nada un delgada capa de plvo que denotaba al menos unos tres días en la ciudad.

- Es un lujo que me doy en ocasiones. En casa mi cama no es tan amplia, mucho menos la habitación. Si vieras recamara de mi pupilo podrías pasar horas examinando sus detalles. Esa es realmente grande y tiene mucho libros - dijo con cierta ensoñación, si acaso le encantaran los libros.

- Nos quedaremos un par de noches más. Todo depende del aprendizaje de mi pupilo sobre mineria y piedras preciosas. Entonces, pasaremos a otra isla para seguir instruyendolo en cultura y para aprender yo también - tomó el cepillo y empezó a asicalar las puntas de sus rizos, de forma distrida, esperando a que Miyuki se sintiera satisfecha en su curiosidad, respecto a la habitación

- Sí podríamos salir. No estoy muy ocupada, debo esperar a que regrese el señorito para tomarle la lección, pero eso algo quepueo hacer aun por fuera de este lugar. Entonces - se levantó, dejando el cepillo en la mesa - podemos ir donde quieras, es más, ya que quieres un lugar a corde a nuestros gustos... eligelo tú - dijo traviesa acercandose a la puerta de la habitación.

Dio por terminado el asunto del regalo con las ultimas palabras de Ethel, se sentía conforme con la respuesta, si ella confiaba en que podría, entonces era seguro que podría. Pensaría en ello en sus ratos libres, que eran muchos, y mientras aprovecharía para conocer mas a su anfitriona, y hacer así el presente perfecto.

No podía dejar de admitir que el no encontrar nada bajo la cama había resultado un poco decepcionante, hasta encontrar juguetes eróticos hubiese sido mas divertido, aunque seguramente nunca hubiese logrado adivinar su utilidad. Pero todo eso había resultado subsanado por el hecho de que la cama fuera tan detallada y hermosa, adoraba las cosas hermosas.

Mentalmente ya realizaba planes de cómo llegar a dormir en esa cama, pero no como muchas personas, hombres y mujeres que habían caído presos de la belleza de la hechicera, con un sentido sexual, sino mas bien porque era una cama preciosa, y las cosas bellas la atraían como la miel a las abejas, si Ethel estaba o no en la cama resultaba secundario, lo cual demostraba una vez mas que la mentalidad de la kitsune no estaba ordenada según los cánones normales.

- Me gustaría muchisimo ver eso – Comento dejando la oración en el aire, ya que le gustaría que su anfitriona le dijera que así iba a ser – No vi aun a su pupilo ¿Es normal que se la pase de paseo tanto tiempo? – Quizás la pregunta era resultado de que no se imaginaba que alguien prefiriera pasar el tiempo dando vueltas por una ciudad horrible y no en compañía de Ethel.

Así que el pupilo estaba aprendiendo sobre minería y piedras, no se le podía ocurrir para que querría saber algo por el estilo, pero era cierto que en una isla así era lo único que podría aprender. Cosas de ricos, Miyuki no lo entendía, pero que suerte que tenía el muchacho ese de tener a semejante mujer como institutriz, claro que esta era la opinión de la kitsune sin saber lo que le podía estar costando a la familia el tener a Ethel entre ellos, y no en el sentido monetario.

- Entonces vayamos – La kitsune prácticamente corrió hacia la salida, deteniéndose en el ultimo instante para dejar que abriera la puerta, sus habilidades no incluían atravesar cosas sólidas aun – La isla es bastante grande, no así el pueblo de Daosh por lo que note, podemos caminar a donde sea que queramos ir ¿verdad?

El problema con el plan era que Miyuki en realidad acababa de llegar a la isla, así que poco conocía de ella, mucho menos como para ser la guía en un paseo. Pero eso no importaba, ya se las arreglaría, seguro por el camino algo encontraría, o improvisaría sobre la marcha, lo importante era que saldría de paseo con Ethel, y eso la hacia feliz. Parecía dar saltitos mientras pasaba a la sala donde había tomado el té y tomado las medidas del vestido, pero en realidad era que por la alegría tocaba poco el piso, una mala costumbre que tenía, obviamente no podía volar, era mas bien como ser muy liviana.

- ¿La hermosa señorita que nos sirvió el té viene con nosotras? – Pregunto para saber si esperaban o salían sin mas.

Ethel rió ante el comentario del paseo de su pupilo.

- En lo absoluto. No esta de paseo, esta aprendiendo sobre minería. Algunos de mis métodos de enseñanza son poco ortodoxos, por ejemplo, él, por mucho dinero y alcurnia que tenga, le ha tocado ir a las minas a aprender como lo haría cualquier hijo de capataz o incluso hijo de minero. A veces, para entender el valor de las cosas, necesitas ensuciarte un poco - sonrió como una maestra estricta - Comprender por qué es él quien toma las decisiones y no quien hace el trabajo duro. Me ha costado trabajo, pero ha empezado a entender -

Se puso en pie para ir a dar esa vuelta por la ciudad, sería divertido, un cambio de aires, un eslabón más en la cadena.

- Verdad, tal haya que tener cuidado en la selva, se dicen cosas muy feas de esta, pero podemos ir donde nos plazca. Es la ventaja de ser libres y hermosas - se echó a reír de buena gana.

- Oh, no lo sé, quieres que venga con nosotras? - preguntó mientras salían de la habitación, de regreso a la sala de estar, donde una señora Lpz avanzaba en el diseño y confección del vestido. Donde la puerta de acceso a la habitación se abrió de par, dejando entrar a un muchacho de no mas de 15 años, con cierto atractivo, ojos avellana, cabello oscuro, piel clara y maltratada por el sol del día. Expresión de mal humor.

Las miró a todas con cierto resentimiento y solo pareció acobardarse cuando se topó con la mirada fría y desaprobatoria de Ethel.

- Lo siento querida, creo que el paseo tendrá que esperar unos minutos - dijo con suavidad, haciéndole una señal al muchacho para que se dirigiera a su habitación - hay una lección que debo tomar -

Sin duda era un método muy particular de enseñanza, aunque tampoco es como si Miyuki supiera cómo se les enseñaba a los humanos. Al parecer Ethel era una buena institutriz, podía servirle de ejemplo para mas adelante, ya que si lograba que un remilgado y orgulloso hijo de familia rica trabajara en una mina una tarde entera, el resto era una tontería.

- Comprendo, y me dejas sorprendida de tu habilidad – Comento la kitsune con gesto de admiración.

Ante el comentario de la selva Miyuki no pudo evitar que su memoria volviera en el tiempo, a los momentos que había estado en esa espesa, incomoda, sucia y horrible jungla. Sin duda la única experiencia satisfactoria que había sacado de ese lugar era el haber conocido a dos buenas personas como eran Dulfary y Lohengrin, el resto había sido un desastre de principio a fin.

- Si, tuve la mala suerte de conocer el famoso bosque... – Pero el chiste de la anfitriona la hizo olvidar el resto – Pues, que suerte la nuestra entonces – Se tapo la boca y rió otro poco.

Estaba a punto de contestarle sobre si quería o no que pasearan con visita cuando se escucho el estruendo de la puerta abriéndose de modo poco delicado, mucho menos con educación. La primera reacción de Miyuki era dar un salto y esconderse, pero logro controlarse a tiempo y evitar así pasar vergüenza, ya que lo único que cruzo el portal fue un niño de oscuros ojos con gesto malhumorado.

Tardo solo unos segundos en sacar la conclusión de que ese debía ser el tan famoso pupilo, que al parecer por la piel maltratada y la cara de pocos amigos, no la había pasado nada bien en su “Viaje educativo”. A la kitsune le hubiese gustado echarse a reír en ese mismo instante, pero no correspondía siendo el muchacho de una familia de mas categoría, hizo un saludo formal, demostrando nuevamente que los modales y formalidades eran lo suyo, luego se aparto.

- Esta bien, lo pospondremos entonces – Sonrió con dulzura, dando a entender que no tenia importancia alguna aunque en realidad estaba algo desilusionada de no poder seguir con su charla, pero no haría capricho con Ethel, eso ni soñando.

Vio como cerraba la puerta del cuarto, en cierto modo sentía un poco de pena por el pobre muchacho y el reto que iba a recibir, se sentó en la misma silla donde habían merendado y contemplo trabajar a la Señora Lpz, si veía pasar a la linda muchacha se entretendría hablando un poco con ella, sino, simplemente esperaría.

Fdi: no me odies por ser un desastre

DDI:

El mandala que aisló los ruidos del cuerto fue más rápido que el sonido de la bofetada que envió al muchacho al piso, previo golpe de su cabeza contra la pared. Si a Ethel le ardía la mano, era porque la marca roja que sobresalía en la piel claro pero sucia del muchacho denotaba la fuerza de la bofetada.

Desde el piso, el muchacho la miró con desafiante resentimento, hasta que la sonrisa perversa de Ethel se dejó ver en sus carnosos labios; un segundo después, vino la patada en lo más blando de su vientre.

- No te escuché - dijo ella y su voz, suave y lejana, amortiguada por la puerta, se dejó oír en la sala. Al recibir un retador silencio, se movió por la estancia hasta una mesa, de donde sacó una larga regla hecha de palo de rosa - Lo haces a propósito? - preguntó con una sonrisa, dudando realmente si el chico había adquirido hábitos masoquitas. El mismo mandala impidió que se escuchara el reglaso que recibió en el cuello, en las manos.

- Lo... lo siento... to.. se... señorita.... Ethel -dijo entre jadeos.

- Eso está mejor pequeño... volverás a actuar así? - quiso saber, acercándose como un felino al asecho. El chico reculó, pero ella le ofreció la mano para ayudarlo a levantarse.

- No... nunca - las manos de Ethel se deslizaron desde sus hombros hasta los botones del chaleco - ... jamás... - agregó azorado

- Señorita Miyuki, se le ofrece algo? - preguntó Coral, asomándose a la sala, donde la señora Lopz seguía trabajando de forma diligente. - Algo de tomar, un poco de compañía? -

El chico estuvo desnudo en un santiamén, pero Ethel no le puso un dedo encima. Enrojecido, miraba al piso, mientras ella iba y volvía varias veces en la habitación. Dejó en el suelo unas piedras alargadas y triangulares, separadas entre sí. Le hizo elevar los brazos y sostener solo con las palmas dos pesados volúmenes sobre minería.

- Qué aprendiste hoy? - pregunto con dulzura, a su espalda, a su oído, sensual, apoyando sus manos en los hombros, indicándole que debía arrodillarse, sobre las piedras. Otro mandala, cubriendo el olor.

Miyuki podía sentir lastima por el muchacho, aunque de seguro lo que imaginaba eran solo unos pocos retos o algo similar, nunca lo que en verdad estaba sucediendo. La activación del mandala tan solo hizo que una de sus orejas se moviera, como quien escucha algo, pero el hechizo había sido muy eficiente, y tan tenue había sido la sensación que la kitsune tan solo creyó que estaba imaginando ruidos

Si llegaban a oírse, aunque parecían susurros, algunas de las palabras que Ethel le dirigía a su discípulo, pero siempre sueltas y tenía que imaginarse las demás para darles un significado. Miyuki pensó que era una suerte el no estar en el lugar del muchacho, ella no era resistente en lo absoluto, pocas veces había sentido dolor, vergüenza o humillación, y estaba segura de no querer que se repita.

Poco a poco el aburrimiento y un cierto sopor fue envolviendo a la kitsune, paso de su acostumbrada posición sentada y con espalda recta a recostar la cabeza sobre las manos, para luego apoyarla sobre la mesa, en un gesto bastante aniñado, miraba sin interés el constante movimiento de las manos de la señora Lopz, eso le explicaba el porque los humanos tardaban tanto en hacer todo, aunque si ella tuviera que usar sus patas sin pulgares de seguro le resultaría mas complicado.

Justo entonces se asomo la linda señorita a ofrecerle un salvavidas de esa situación, inmediatamente se volvió a sentar correctamente, sonriendo contenta de poder hacer algo.

- Me ofreces tus servicios, y los acepto de buena gana – Sonrió con toda la dulzura que era característica en ella – Por favor ¿Serias tan amable de regalarme un poco de tu compañía? - Sus colas se movían de un lado al otro, contenta con la propuesta.

Mientras decía esto tomaba por el respaldo la silla que estaba justo al lado suyo, apartándola de la mesa para que así Coral tuviera donde sentarse. Tenía una gran cantidad de preguntas que hacerle, además, parecía una buena chica y si acompañaba a Ethel desde hacia mucho, de seguro tenía muchas historias interesantes para contar.