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Mensaje por Narrador 02/02/11, 07:10 am

[Tema privado. Al margen de la Trama general. Participantes: Gonzalvus, Katy, Otto.]



[Sin título. Aún] Partida-de-rol1

La taberna de la Sirena Varada era uno de los establecimientos más elegantes de Daosh. En cualquier otra isla no hubiera pasado de ser una fonda cualquiera, pero en Kuzueth, camas limpias, comida razonablemente caliente, y muy pocas posibilidades de ser robado o asesinado hacían de la Sirena un lugar ideal para encontrarse con aventureros y gentes de armas.

Estaba atendida por un hombre de gran tamaño, que era tanto el dueño de la taberna como el encargado de la seguridad. O así lo atestiguaba el enorme garrote que, según se decía, esgrimía con una endiablada habilid… er… contundencia. Su hijo mayor, un mocetón recio como su padre (y con muchas menos luces) atendía a los clientes de las habitaciones. Servía las mesas Karis, una joven pecosa y de pelirrojos rizos que no había sido contratada por su habilidad ni su diligencia, sino por el tamaño de sus atributos. “Hijo mío”
decía el tabernero,
“Ya sé que tu puedes atender todas las mesas en la mitad de tiempo y que nunca se te olvidaría ni un solo pedido. Pero créeme, yo sé lo que funciona en estos sitios. La gente viene por la cerveza de los Enanos, pero se quedarán por las te…”


Notas:
Ustedes saben que hay alguien reclutando aventureros en La Sirena Varada. Es una taberna bastante normalita, dos pisos, con una gran sala comun en la planta baja, y habitaciones compartidas arriba. Su selección de comida y bebida es escasa, pero no falta la buena cerveza Enana. Es mediodía, de manera que no está muy concurrida aún, apenas un par de grupitos de parroquianos habituales. El tema de conversación es la creciente hostilidad de los salvajes de la jungla vecina. El tabernero no está a la vista en este momento, pero el mozo está barriendo el suelo desganadamente, y Karis está en principio ociosa, pero atenta por si alguien pide comer o beber.

FDI:
Comenzaremos a mediados de febrero, por las cosas de los exámenes y demás. Mientras tanto les dejo esto para que vayan entrando un poco en ambiente, puedan presentarse entre ustedes, y preguntar lo que necesiten. El Narrador no intervendrá todavía, así que esta parte será del todo interpretativa, pero si quieren hacer algo especial, me lo dicen ucedes en un FDI, y yo les tiro un d20. El orden de los participantes será: Katy, Otto, Gonzalvus. Teneis patatas fritas, palomitas, cerveza y alguna lata de refresco. Y si no les apetece rolear aún, el parchís está en el primer cajón de la estantería de la derecha. No toquen el DVD. Gracias.
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Mensaje por Otto Hoenheim 16/02/11, 02:22 pm

FDI: Hmmm.... Sirena Varada, amo esa canción. Sé que dijiste que no hacía falta que fuera muy largo pero....

DDI:

Aunque el veterano tabernero no estaba del todo en lo cierto. Había clientes que no habían venido por la cerveza, ni tampoco conocían el hecho de que alguien buscara aventureros. Había también viajeros casuales, como era el caso de un muchacho que ocupaba una mesa junto a una de las paredes de la taberna. Un muchacho de aspecto excéntrico, vestido con un aparatoso abrigo recubierto a intervalos de lo que a ojos inexpertos podían parecer simples tachones de metal, pero que en realidad eran válvulas. Junto a él, apoyado en la pared, estaba también su bastón metálico. Por su parte, el chico estaba inclinado hacia delante en la mesa, con lo que parecía una pequeña lente de una media gafa sobre su ojo izquierdo examinaba un guantelete que estaba frente a él.

Otto había realizado un viaje medianamente provechoso a Kuzueth, aunque por debajo de lo que esperaba. Al poco de llegar a Trinacria, hacía ya un par de meses después de la pequeña aventura en la taberna, había decidido abrir un pequeño taller en la capital. La búsqueda de su maestro tenía todo el aspecto de irse a alargar mucho en el tiempo y si quería poder moverse libremente entre las islas, y de paso conseguir una pequeña reputación que le facilitara contactos, iba a tener que conseguir una cierta...independencia económica. Y sus inventos, como en su momento le sugirió Iara, podían ser la solución.

Pero, como todo negocio que comienza, necesita buscar a sus primeros clientes. Y eso había hecho. Tenía familiares mineros en Moramaile, por supuesto en explotaciones mucho menos ambiciosas y de menor envergadura que las que existían en Kuzueth, por lo que conocía algunos de los riesgos e inconvenientes con los que se encontraban los trabajadores y, en consecuencia, había preparado una serie de productos para vender. Así, tras un par de meses de trabajo y misivas, había despertado el interés de algunos capataces.

Y aquella mañana, casi al amanecer, se había reunido con ellos. Les había mostrado en primer lugar algo que había aprendido con la alquimia. Se trataba de una especie de reloj de arena, con un líquido azulado en su base y una mixtura especial de hierbas en la parte superior, y en el nexo de unión, una pequeña llave de paso. Cuando se abría dicha llave, el producto de la parte superior caía en el líquido inferior, provocando que éste empezara a emitir brillo. Lo había llamado la "Lámpara Luminiscente" y, aunque no iluminaba tan bien como una antorcha, eliminaba los riesgos de tener fuego en túneles profundos.

En segundo lugar, había mostrado algo que era realmente un invento. Se trataba de una mascarilla que cubría boca y nariz, con un par de viales, uno a cada lado y una abertura central. Ambos viales estaban llenos de simplemente agua, pero la mascarilla tenía un interior más elaborado. Funcionaba como un filtro de aire, evitando que los trabajadores inhalaran nada peligroso y, a la vez, medía la salubridad del aire, mezclando lo que captaba con el agua de los viales. Mientras más se oscurecieran, peor aire había.

Por último, el que había intentado que fuera su venta estrella, un guantelete de tamaño aparatoso, cuya mano parecía del tamaño de la de un ogro más que de un humano, el mismo que ahora sostenía entre sus manos. Dentro tenía mecanismos conectado a un cómodo guante de cuero que le permitía el manejo indirecto de los dedos metálicos. En su interior, mediante un elaborado sistema de pistones y resortes, se podía desarrollar una gran fuerza. Su intención era que se utilizara para desmenuzar rocas aprovechando la presión o para facilitar la ubicación de vigas en la apertura de túneles. Su manejo era aparatoso y lento, en teoría, pero aún así, más rápido que picar las rocas con un mazo o emplear varios hombres en el refuerzo de túneles. Por desgracia, algo había fallado. Se lo había puesto para la demostración, había sentido una fuerte serie de chasquidos y el guantelete no había respondido a sus gestos.

Pese al fracaso estrepitoso de su tercera muestra, los capataces aún compraron algunas unidades de los otros dos, casi todo lo que había preparado de hecho. Al menos lo suficiente para que el viaje le hubiera salido rentable, incluso pasando unos días más en la isla.

En esas se encontraba Otto, ajeno como de costumbre al mundo exterior mientras, a través de la pequeña lupa que se sostenía frente a su ojo, examinaba el panel abierto del guantelete, buscando la razón de la avería.
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Mensaje por Narrador 17/02/11, 11:22 pm

FDI: La Sirena Varada... Me has pillado, amigo...

“No, no y no”
. El conde Ehamon golpeó la mesa de madera con el puño. “Yo no creo en las casualidades. Esta es la segunda vez que ocurre, y no quiero que haya una tercera. Arréglatelas como puedas, encuentra a alguien que haga el trabajo, me da igual. Lo quiero hecho ahora.” El rosto del noble estaba lívido de ira, y a Leob no le pareció prudente discutir. El diminuto hombrecillo asintió con una pequeña inclinación, y dijo: “Me pondré a ello, señor. Inmediatamente” Y suspiró con resignación.



---Tres días más tarde---






La taberna de la Sirena Varada era uno de los establecimientos más elegantes de Daosh. En cualquier otra isla no hubiera pasado de ser una fonda cualquiera, pero en Kuzueth, camas limpias, comida razonablemente caliente, y muy pocas posibilidades de ser robado o asesinado hacían de la Sirena un lugar ideal para encontrarse con aventureros y gentes de armas. Estaba atendida por un hombre de gran tamaño, que era tanto el dueño de la taberna como el encargado de la seguridad. O así lo atestiguaba el enorme garrote que, según se decía, esgrimía con una endiablada habilid… er… contundencia. Su hijo mayor, un mocetón recio como su padre (y con muchas menos luces) atendía a los clientes de las habitaciones. Servía las mesas Karis, una joven pecosa y de pelirrojos rizos que no había sido contratada por su habilidad ni su diligencia, sino por el tamaño de sus
atributos. “Hijo mío” decía, “Ya sé que tu puedes atender todas las mesas en la mitad de tiempo y que nunca se te olvidaría un solo pedido. Pero créeme, yo sé lo que funciona en estos sitios. La gente viene por la cerveza de los Enanos, pero se quedan por las…”






Leob parecía estar muy abatido. “Dos patrullas, he perdido dos patrullas. Esos malditos salvajes... hip.” El tabernero escrutaba las mesas esperando alguna señal de un cliente, y parecía hacer caso omiso de las quejas de Leob. Le hizo una seña a Karis al ver a un cliente que esperaba en una mesa, mientras examinaba un extraño dispositivo en forma de mano. Como Leob le pidió, le pidió, ya había hecho correr el rumor de que alguien necesitaba un par de hombres para una tarea difícil. En realidad, cualquier tarea era difícil en estos momentos, dadas las dificultades para salir de Daosh. En todo el pueblo no se hablaba de otra cosa, los salvajes de la jungla parecían a punto de quebrantar la débil paz que tenían con la aldea, ya que atacaban sin provocación alguna a todos los que salían de los límites del pueblo… O al menos eso era lo que se contaba en los corrillos. Los hombres de Ehamon, en un infrecuente alarde de generosidad del conde, apenas daban abasto para proteger a las granjas y pequeños asentamientos que rodeaban Daosh, y empezaban a descuidar la seguridad de las minas de la isla. La protección para los granjeros no duraría mucho.



Leob miraba hacia los lados como si buscara a alguien que pudiera solucionar sus problemas. “Maldición”, pensó para sí. “Voy a tener que enviar otra patrulla. Si también la pierdo, ya puedo ir buscándome otro trabajo. Y otra isla.”


Se sentó en un taburete junto a una gran mesa cuadrada, y esperó. Habló con varios grupos de hombres, pero ninguno parecía satisfacerle. No lo hubieran hecho mejor que la mayoría de sus soldados. Tenía que haber alguien capaz…


Miró de reojo a un joven con un aparatoso abrigo que estaba sentado en una de las mesas, y lo reconoció al instante. Pocos días antes había estado hablando con él en una reunión, junto con algunos de sus capataces y había comprado una serie de interesantes artículos, lámparas y filtros de aire, principalmente. Dudó un momento en preguntarle si conocía a alguien con un par de agallas, pero, luego de pensarlo durante unos momentos, continuó hablando con el tabernero.


FDI: No se que pasa con el formato, que el texto no sale todo lo bien que debería, disculpen.



Notas: Todo parece normal en la taberna, un hombre menudo y calvo habla con el tabernero, y éste asiente a todo lo que dice. Karis parece un poco más despierta ahora y ha cruzado miradas con Otto durante un momento. Gonzalvus y Katy, Nada que añadir a lo dicho, cuando vuestros personajes entren en la taberna (si es que no estan ya sentados en algun mesa), verán sin problemas todo lo anterior. La taberna no está demasiado concurrida. Les recuerdo que el primer párrafo es una introducción. Gracias !


Orden de acción: Gonzalvus, Katy, Otto, Narrador.
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Mensaje por Gonzalvus 18/02/11, 05:54 pm

- No puede ser, como pude hacerle caso a ese viejo loco. - Repetía el joven asesino mientras caminaba por Daosh.


Días antes había estado frecuentando una taberna en Trinacria, haciendo trabajos para un noble el cuál parecía tener muchos enemigos politicos o algo así, en fin, a Gonzalvus se le pagaba por asesinar y no por preguntar así que trataba de terminar sus trabajos de la manera mas rapida y prolija posible.

Mashief, así se llamaba, o por lo menos eso había dicho. Lo importante es que siempre tenía uno o dos trabajos y pagaba bastante bien.
Gonzalvus se acercó como de constumbre a aquella mesa alejada del publico. En esta estaba sentado un hombre encapuchado el cual parecía querer ocultar su identidad. Luego de sentarse el encapuchado le dijo:

- Gonzalvus, este va ser el ultimo trabajo. Necesito que sigas a un conspirador y asesines a todos sus complices. Lo encontraras a la mañana sentado en la plaza esperando a alguien. Te darás cuenta enseguida quién es dado que siempre lleva un extraño broche en el cabello. Dado que este es el ultimo trabajo que te voy a dar va a ser el mas importante y como tal su recompenza la mas grande. Procura terminar bien el trabajo y verme dentro de una semana en este mismo lugar. - Luego de decir esto el asesino se levantó y se retiro del establecimiento.

Ya había pasado la semana y el trabajo estaba terminado, Gonzalvus había llegado a la taberna pero el encapuchado no estaba en su lugar, Mashief no había llegado. En su lugar había otra persona allí la cual pidió con señas al joven asesino que se acercace.

- El señor Mashief se encuentra indispuesto y me envió a mí, su ayudante de confianza, para darle su recompenza bien merecida por el trabajo. - Luego de decir esto sacó una bolsa llena de monedas y se la dió a Gonzalvus.

- Enviele saludos a Mashief de mi parte - le dijo el asesino al ayudante mientras se levantaba, el cual respondió con una extraña sonrisa - No te preocupes, tu mismo se los enviaras, porque lo acompañaras en el infierno ¡GUARDIAS! - Y subitamente se levantaron ocho hombre y desenfundaron sus espadas.
Las puertas de salida estaban bloqueadas por los soldados, eran demasiados y casi lo tenían rodeado.

- ¿Pensaste que tus actos y los de Mashief iban a quedar impunes? !¿ACASO PENSASTE ESO?! La traición es algo inaceptable. Maten al asesino. -

Lo soldados comenzaron a acercarse y a Gonzalvus no se le ocurría como escapar. Se subió a la mesa y fue saltando de mesa en mesa hasta llegar a la escalera que daba al segundo piso donde estaban las habitaciones y mas importante, una ventana bastante grande en la que podía escapar. Subió por la escalera y luego de esquivar a otro guardia que se encontraba arriba saltó por la ventana.

Cayó al suelo y rodó para amortiguar la caída, corrió hasta la esquina mientras era seguido por los guardias y luego de doblar se escondió en un montón de heno del establo que se encontraba allí. Los guardias pasaron por allí corriendo y siguieron por la calle hasta que uno se detubo allí, se acerco al montó de heno y hizo una estocada con su espada y al ver que no paso nada siguió a sus compañeros.

La estocada había cortado el brazo izquierdo de Gonzalvus profundamente pero este se había mantenido en silencio resistiendo el dolor. Luego de que pareció relajarse todo salió, se vendó el brazo y rapidamente abandonó la zona.

Recorrió otras tabernas pero nadie tenía trabajo para él, en una un viejo le contó que en Kuzueth se escondían muchos tesoros y seguramente alguien podría aprovechas los talentos del joven asesino. Le dijo también que en Daosh era seguro que encontrase trabajo.

- Si, no debería haberle hecho caso, por aquí no hay ningun trabajo, pero un dicho muy conocido en Ithas es que la edad trae sabiduría. -

Luego de recorrer el pueblo vió una taberna con un cartel que decía "La Sirena Varada".

- Debería probar suerte en ese lugar - dijo mientras se acercaba a la puerta del local.


Gonzalvus entró y se fue a sentar en una mesa alejada, en un rincón. Recorrió con la vista disimuladamente a todos los que se encontraban allí, había un grupo cerca de él el cual hablaba sobre un problema con los habitantes de la jungla, que ultimamente se habían vuelto mas agresivos. Siguió escrutando la taberna, vió a la camarera, una joven bastante bonita; el camarero hablando con un hombre calvo y algo menudo; otro grupo de personas y cerca de la pared un hombre solitario, que estaba revisando algo así como un guante gigantesco.

Decidió quedarse sentado esperando a que algo interesante pasase juntando las manos y medio inclinado sobre su asiento haciendo que su capucha proyectase una oscura sombra en su rostro.


Última edición por Gonzalvus el 21/02/11, 11:14 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Katherine 18/02/11, 10:14 pm

El elido viento marino recorría las oscuras calles de Daosh llevando consigo un aire salado que inundaba el poblado entero y apaciguaba un poco la pestilencia a pescado que provenía del muelle. El Sol comenzaba a asomarse en el horizonte, dejando ver un hermoso matiz naranja. Yo me encontraba sentada junto a la ventana de mi habitación, en una posada llamada “La Sirena Varada”. Aunque mi cuarto no era de lo más lujoso, tenia lo indispensable para pasar unas pocas noches, a pesar de que eran habitaciones múltiples, yo me encontraba sola en el lugar.

Había llegado a Kuzueth en busca de un libro de hechicería muy especial, parte de una extensa colección que se encontraba dispersa por el archipiélago, se basaba en las enseñanzas de los hechiceros de antaño, mi madre me hablaba de los tomos cuando era niña, me decía que estaban escritos en un idioma antiguo pero que podría leerlos cuando llegue la hora.

Practicando algunas técnicas que había aprendido, perdí la noción del tiempo y cuando reaccione ya era casi medio día. Salí de mi cuarto para bajar a la taberna para tomar algo. El sonido de mi bastón chocando contra el piso de madera parecía resonar por toda la taberna, luego me senté en una de las mesas del fondo, no solo porque no quería que nadie me observara (algo común para alguien que viste de mi manera), sino que allí podía apoyar mi bastón en la pared sin temer a algún pícaro oportunista.

Aunque la taberna se encontraba casi vacía, como era de esperarse a estas horas, por las noches se llenaba de marineros y mineros en busca de cerveza enana para “refrescar su garganta”. Salude a Karis, la mesera de quien me había hecho amiga, y le pedí que me trajera simplemente un té de canela. Mientras esperaba, ojee la taberna y me llamo la atención un joven que no debía ser mayor que yo, se encontraba a pocos metros de mi mesa, aunque lo que más me llamo la atención fue el aparatoso y extraño artefacto que llevaba en la espalda, luego, mi vista salto hacia otro joven que acababa de entrar en la taberna y se dirigió sin pausa hacia un rincón de la taberna, aunque lo que más llamo mi atención fue un hombre que parecía estar barriendo la habitación con la mirada como si estuviera buscando algo o alguien.

Cuando Karis me trajo mi té le agradecí con una sonrisa y con una propina de dos piezas de acero, sabía que no era mucho pero mi economía había estado un poco decadente en esos días. Había estado buscando empleo por el pueblo pero no había tenido suerte, le había lavado las ventanas a una anciana usando un poco de magia y con eso me gane algunas monedas, pero nada que me sirviera a largo plazo. Cuando la mesera se dirigió hacia la barra, retire la cucharilla del té, coloque mi mano sobre la tasa y el liquido comenzó a revolverse, mientras se enfriaba un poco, yo ojeaba un libro que había comprado en un puesto local, trataba sobre algunas historias locales sobre extraños salvajes que habitaban en la selva, aunque yo no estaba muy convencida acerca del tema lo cierto era que las personas intentaban evitar el pasar cerca de los límites del pueblo.
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Mensaje por Otto Hoenheim 20/02/11, 10:18 am

Ajeno a las miradas, e incluso a las personas presentes, de la taberna, el muchacho continuaba trabajando en su artefacto. Una sonrisa se esbozó en su rostro cuando, tras retirar la cuarta placa de controles, empezó a vislumbrar el problema. Una de las...

- Chico, ¿vas a tomar algo?- le sobresaltó una voz cercana. Por reflejo, Otto alzó la mirada rápidamente, y lo que vio provocó un involuntario rubor en su rostro.

Y es que, el escote de Kais era per se generoso, pero además, la lupa que no había retirado de su ojo le daba una visión aún más cercana de éste.

Con un carraspeo incómodo, se retiró la lente del ojo mientras intentaba recobrar un poco de compostura. Y de ocultar el hecho de que su estómago acababa de darse cuenta que desde prácticamente el amanecer no había probado bocado. - S...sí, por favor. Una jarra de agua fresca y ¿qué hay de comer?

Finalmente se decidió por un poco de estofado de carne y, cuando la camarera se retiró, regresó a la tarea que tenía entre manos, nunca mejor dicho. Había vislumbrado el problema; una de las varas metálicas del armazón se había partido debido a una pequeña holgura, y uno de los fragmentos había obstruido una de las válvulas. Sólo la buena fortuna había conseguido que dicha válvula hubiera inmovilizado por completo el dispositivo, de lo contrario, el atasco hubiera podido provocar que todo el guantelete se deshiciera en fragmentos retorcidos de metal y metralla lanzada por la presión. No pudo evitar estremecerse al pensar que hubiera sucedido eso.

- Maldita sea, sabía que tenía que haber usado bronce en esa juntura.- murmuró para sí mismo en voz baja. Terminó de retirar el panel para tener mejor acceso. Cerró los ojos y conjuró una pequeña bola de luz mágica, moviéndola despacio para ubicarla debajo de donde iba a trabajar para tener mejor visibilidad. A continuación, usando su yesca, conjuró una pequeña esfera de llamas que sostuvo frente a su mano; con pequeños gestos de la mano comenzó a hacerla girar, mientras reducía su tamaño. La anaranjada esfera del tamaño de una naranja, se fue convirtiendo en una esfera más pequeña, del tamaño de la luz de una vela de color verdoso y finalmente en poco más que un punto de color azulado, al estar toda la energía inicial muy comprimida.

La minúscula bolita de llamas se ubicó en la punta del dedo índice de Otto y, éste empezó a usarla como soldador. Por desgracia, como solía sucederle con sus inventos poco maduros, algo salió mal. Extrajo la varilla de metal atascada en la válvula y ésta liberó súbitamente toda la tensión acumulada. Al hacerlo, se puso en la trayectoria de la llama mágica, provocando que el pistón se separa de la pieza y saliera disparado. Con un cómico sonido de aire a presión, la pieza de metal salió disparada hacia el techo.... Y el resto del guante pareció desmontarse ante los ojos compungidos del chico.

- Por la Dama, otra vez no...- gimió el muchacho desconvocando los dos pequeños conjuros que había llamado. Iba a tener que ponerse a trabajar en OTRO prototipo del invento, cuando regresara a casa. Pero al menos sabía qué había fallado en el anterior. Aquella juntura debía ser de algo más resistente que el cobre. Bronce. Había que usar bronce ahí.
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Mensaje por Lohengrin 21/02/11, 09:55 am


FDI: Coño, he usado la cuenta de Lohengrin, en lugar de la del Narrador... Bah, quien se va a dar cuenta...

Poco a poco se iba animando la mañana, y más parroquianos acudían a tomarse un descanso antes de continuar con su trabajo. Ya que la taberna no estaba del todo cerca de la costa, no eran muchos los marineros que la frecuentaban, pero sí era lugar de reunión para los trabajadores de las minas, y ocasionalmente para los soldados de la guardia, lo que proporcionaba un extra de seguridad al ya de por si intimidatorio garrote de Dalatar, el fornido dueño del local.

Karis se acercó por fin al primer joven que había entrado. Se detuvo junto a su mesa un momento, y observó el extraño dispositivo con semblante de perplejidad. Interrumpió si trabajo para tomar nota de su orden, y ambos se sobresaltaron. Karis no esperaba ver un ojo anormalmente grande tras una lente de cristal, y dejó escapar un pequeño grito que divirtió enormemente a los presentes. Luego de tomar nota de su pedido y traerlo diligentemente y sin tropezar con nadie, se dirigió a la segunda mesa.

"Buen día, Señor Encapuchado Misterioso", dijo sonriendo alegremente. "¿Desea algo para comer y una buena cerveza? Sabe? En este local la gente acostumbra a descubrirse la cabeza, pero qué sería una taberna como esta sin un Encapuchado Misterioso de vez en cuando?" Hizo algún otro comentario, tomó nota del pedido y desapareció velozmente. Volvió con la orden cumplida, y justo cuando estaba sirviendo la mesa de Gonzalvus, cruzó los ojos con Katy, que terminaba de bajar desde su habitación, así que corrió hacia ella.

Se saludaron con cierto disimulo, y cuando Karis trajo el té, aprovechó para cuchichear un poco con su amiga. Se azoró visiblemente cuando Katy dejó en su mano las dos piezas de acero, pues sabía que su amiga no pasaba por su mejor momento en cuanto a la economía.

"Oye, Katy", susurró. "Ves al hombre que está hablando con Dalatar? Se llama Leob, y es el secretario del conde Einon. Está ofreciendo bastante dinero por un trabajo que parece peligroso. Le he oído decir que ha perdido ya dos patrullas de soldados del conde, y por eso busca gente fuera del ejército. Pero tu eres maga, no? Aunque no sé si deberías ir sola... Ah, y ves a esos dos de ahí? Es la primera vez que vienen, pero el chico del abrigo está reparando un dispositivo lleno de varillas y pistones. Una de ellas estaba rota, debía estar hecha de un metal algo quebradizo, pero no le he dicho nada... El otro, el de la capucha, huele a sudor y tiene un par de manchas de sangre recientes en la manga derecha, y no se ha descubierto la cara. Creo que está escapando de alguien, y va armado, fíjate en los..." Una voz desde otra mesa interrumpió su concienzudo análisis, y Karis acudio presta a retirar algunos platos vacíos. Parecían un grupo de soldados, a juzgar por su aspecto.

Cuando Karis se inclinó sobre la mesa, derribó una copa llena con su prominente escote, manchándoselo de vino. Los hombres estallaron en carcajadas. Karis sonrió tontamente, recogió los platos en un instante, y desapareció. "Idiotas", pensó para sí. "Tirar una copa con las tetas es el truco más viejo del mundo. Esos imbéciles se dejarán la mitad de su salario en mi propina."

[Sin título. Aún] Karis


Karis. "Yo, señor? Pero si sólo soy una inocente camarera..."


Durante un momento pensó en tropezar con un taburete y dejar caer todos los platos y cuencos, pero decidió guardar ese recurso para la noche, cuando la taberna estuviera repleta. Sin duda Karis sabía cómo ganarse un sobresueldo.

De pronto, se hizo ell silencio en la taberna.Varias luces danzantes, y algo parecido a una bola de fuego habían sobrevolado brevemente la mesa de Otto, seguidas de una explosion apagada que había hecho saltar unas pocas piezas de metal. Dalatar tomó su vara de avellano, temida por todos sus clientes, y se acercó decididamete hacía el joven. "Eh, muchacho! Es que no has visto el cartel que hay ahí?"

"PROIBIDO HAZER MAJIA", rezaba un aviso sobre la barra, escrito con letras grandes y torpes.

"Aquí no queremos ninguna clase de problema con magos, la última vez casi me vuelan el techo. Así que ya estás terminando tu comida, pagando, y largándote, o tus costillas lo van a lamentar. Y no serás el primer mago al que tengo que majar con la gancha*, créeme."


En ese momento, los cuatro soldados que estaban en la mesa contigua se levantaron y dieron un par de pasos en dirección a la mesa de Otto, pero por algún motivo, se detuvieron en seco, y volvieron a ocupar su lugar. El hombrecillo calvo llamado Leob observaba la escena con gran interés y ningún disimulo, mientras se acariciaba la barbilla.

Notas:

Orden de acción: Gonzalvus, Katy, Otto, Narrador. Podeis escribirme un MP para pedir más detalles sobre la escena, o para pedir una tirada para alguna acción que creais que la necesita. También podeis preguntarme por MSN, que es mucho más rápido. Os lo he mandado por MP a todos, no os corteis. Un saludo y gracias.

*
Y no serás el primer mago al que tengo que majar con la gancha. ( tongue , maese K... )
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Mensaje por Gonzalvus 26/02/11, 09:47 am

Luego de un rato la mesera de la taberna se acerco a su mesa, lo saludo y luego de algún comentario gracioso le pregunto si deseaba algo para comer o beber.

- Podría ser pescado horneado y si es posible solo agua -

Esta se retiro velozmente y volvió con la orden cumplida. Gonzalvus le pago y comió pausadamente mientras veía como lentamente la taberna se llenaba.
La mesera, luego que la llamaron para retirar unos platos vacíos tiró una copa de vino sin darse cuenta, no parecía tener muchas luces.

En un momento, en la mesa donde estaba el joven con el guante gigantesco comenzaron a verse brillantes orbes de luz, una esfera que parecía hecha de fuego y luego una explosión. La mayoría quedaron perplejos, en especial el dueño del artefacto. El tabernero tomo una vara y luego de acercarse de mala gana a este le grito algunas cosas y señalo a un cartel.

Cuatro soldados se levantaron y comenzaron a acercarse pero luego volvieron a sus asientos.
Gonzalvus se quedo sentado y al terminar su comida se quedo viendo la escena del tabernero mascullando maldiciones al chico del guante, no parecia que iba a terminar bien.


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Mensaje por Katherine 28/02/11, 07:43 pm

Cuando me senté en la mesa ojee la taberna como solía hacer todas las mañanas, y al notar la cara picara de Karis cuando me traía el té me prepare para recibir mi dosis de cuchicheo diario. Aunque en lugar que pequeñas cosas sin importancia me dio una información un tanto valiosa, y al oír la parte de la gran recompensa, debo admitir, mis ojos brillaron un poco. Luego me conto un poco sobre los chicos en los que me fije antes, aunque en medio del informe unos hombres llamaron a Karis y tuvo que partir dejándome con un poco de curiosidad. Mientras los atendía dejo caer una copa de vino con sus pechos, algo que nunca me aburría de ver.

“Ay Karis…nunca cambias” –cuando la pelirroja quería podía parecer una cabeza de chorlito que tenía el cerebro en los pechos, pero en verdad sabia como actuar para conseguir lo que buscaba.

Mientras leía el libro esperando que el té se enfrié se escucho un silbido proveniente de la mesa donde estaba el joven de la gran mochila y luego una pequeña pieza de metal se clavo en la mesa frente al libro, lo que ocasiono que me sobresaltara y levantara la vista hacia donde se encontraba el joven.

Cuando vi lo que Dalatar estaba haciendo dude un poco sobre si entrometerme o no, aunque como ni siquiera los soldados se animaron a enfrentarse al garrote del dueño de la taberna me levante sin pensar demasiado, tome mi bastón y me acerque hacia donde estaba el joven en apuros escondiendo la pieza detrás de mí.

Dalatar por favor. El chico es tan extranjero como yo, déjalo pasar por esta vez. Recuerda que hace unos días me perdonasteis a mí. Además, no hubo daños en el edificio, y nadie salió herido. –Le dije recorriendo la posada con la mirada para confirmar mis palabras- ¿Siiiiiiiiiii? –agregue con la mejor sonrisa que pude poner.

Bien –dijo pesadamente luego de refunfuñar un poco- pero solo por esta vez Katy –me revolvió un poco el cabello, cosa que me molesto un poco, y se marcho hacia la barra.

El carisma es lo mío. –pensé viendo a Dalatar mientras caminaba, para luego mirar al joven de la mochila- Hola, me llamo Katherine. –le dije junto a una sonrisa, esperando su respuenta.
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Mensaje por Lohengrin 28/02/11, 08:17 pm

Nota: Éxito de Katy en su tirada de Persuadir, Diplomacia, o como quieran uds llamarlo Smile

Todo normal, el tabernero sigue dedicándose a sus tareas, y los soldados respiran aliviados.

Ahora actúa Otto, y después el Narrador. Este mensaje se autodestruirá en 3, 2, 1...
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Mensaje por Otto Hoenheim 02/03/11, 08:45 am

Aún estaba rumiando su frustración ante el ahora desastrado guantelete, y de repente, se había vuelto el foco de atención de la taberna. Y no precisamente para bien.

Quizás los presentes se hubieran sentido tentados de decir que el muchacho palideció cuando advirtió el cartel, pero eso no hacía justicia al modo en que la sangre abandonó su cara cuando el posadero avanzó hacia él garrote en ristre. El muchacho se encontró sin palabras que decir.

Y no se trataba de que no pudiera decir nada, ya que podría haberle explicado que lo sucedido con el guantelete no tenía casi nada que ver con la magia, ya que lo que había estallado era la parte mecánica. También podría intentarle explicar que, aunque intentara activamente destruir su taberna, como mucho provocaría alguna mancha de quemado en la pared o jarras rotas. Pero simplemente, las palabras estaban atascadas en un nudo en su garganta y no era capaz de hacer que pasaran.

Pese a sus casi dos metros de estatura, en aquel momento parecía muy pequeño en comparación con el fornido tabernero.

Por fortuna, en aquel momento una muchacha en la que no había reparado hasta ese momento(Por la Dama, ¿cuándo había llegado toda esa gente a la taberna?) acudió en su ayuda. No escuchó todo lo que dijo, pues su corazón retumbaba en sus oídos, pero al ver que Dalatar se relajaba no pudo evitar soltar un suspiro profundo de alivio.

- Lo... lo lamento de veras, buen señor. No había advertido el cartel. No volverá a suceder...- consiguió murmurar a modo de disculpa.

- Muchas gracias por tu ayuda, Katherine. - Sonrió amablemente.- Mi nombre es Otto y creo que te debo el que mis costillas sigan intactas.- Añadió, medio en broma medio en serio.
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Mensaje por Narrador 02/03/11, 09:03 am

Muy poco que añadir a lo dicho.

"En tanto que Dalatar volvía a sus quehaceres, el murmullo de la taberna había empezado a acallarse, y los clientes, algo desilusionados, volvían a ocuparse de sus bebidas. El hijo de Dalatar recogió todos los trozos de metal diseminados alrededor de la mesa de Otto, y sin decir palabra los dejó caer en las manos del joven. Karis pasa junto a Katy y le da un golpecito en el hombro a modo de saludo. Luego de guiñarle un ojo a Otto, sigue con su trabajo. Leob, el hombrecillo calvo sigue con su cerveza, pero ahora se la está tomando a menos de un par de metros de vosotros, aunque sin mirar hacia vosotros (en el siguiente turno del Narrador, os abordará). Gonzalvus es el único en la taberna al que no parecía interesarle demasiado el alboroto, pero observa que una figura menuda acaba de abandonar la taberna con bastante disimulo."


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Mensaje por Gonzalvus 02/03/11, 10:46 am

El joven asesino vió como acontecieron los hechos mientras tomaba lo que quedaba de agua en su vaso. Vió al tabernero acercarse con ese robusto garrote con cara de pocos amigos, los clientes de la taberna haciendo silencio y mirando expectantes lo que iba a suceder, vió también la palidez en el rostro del mago el cual no parecía poder salir de su trance y cuando la situación estaba por tornarse violenta una chica se interpuso.

Parece ser que ésta conocía al tabernero desde antes por la forma en que le habló y que había hecho su buena obra del día convenciéndolo para que no le rompa algunas costillas al pobre mago. La gente estaba bastante desilucionada por como se desenvolvieron los hechos y retomaron sus convarsaciones y sus bebidas.

La situación no parecía menos interesante para Gonzalvus, salvo por la obra de buena voluntad, todo parecía lo mismo que en todas las tabernas. La gente tomando sus bebidas y comiendo tranquilos, las conversaciones entre los diferentes clientes, un grupo de ellos elevaba un poco la voz de vez en cuando, debían estar en una acalorada discución. La cosa parecía haberse tranquilizado pero algo llamo la atención del asesino.

Hace un momento, una persona había abandonado la taberna discretamente en medio del alboroto, el asesino estaba demasiado aburrido para seguir esperando algo interesante y decidió seguir a éste. Abandono la taberna y luego de encontrarlo con la vista al hombre lo comenzo a seguir disimuladamente, mientras esquivaba algunos grupos de gente que estaban paseando por las calles.

El hecho de ser sigiloso y de ser algo escaso de altura, o como decía Gonzalvus, "Un pequeño gran hombre", lo ayudaba en su misión de espionaje.
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Mensaje por Lohengrin 02/03/11, 11:43 am

Tirada enfrentada, Esconderse vs Rastrear... Vaya, ha tenido éxito usted...

"Gonzalvus salió detrás de la figura. También era pequeña de estatura, pero iba completamente cubierta con un manto de color azul. A pesar de todas las precauciones del asesino, el desconocido pronto se percató dela presencia de Gonzalvus, y empezó a doblar varias esquinas una y otra vez, hasta que ambos entraron en un callejón aledaño a la taberna. Gonzalvus sabía que no tenía ninguna salida, pues había inspeccionado los alrededores antes de entrar. Por precaución sacó una pequeña arma de entre sus ropas, y se dispuso a atrapar al desconocido. Mientras penetraba en el callejón, éste parecía volverse más y más oscuro, cosa rara a una hora tan temprana.

Al llegar al final, no había ni rastro de la figura a la que perseguía. Registró concienzudamente todos los rincones, y se aseguró de que su presa no había trepado por una pared. En efecto, había huellas de barro en las paredes. Sin duda había subido hasta los tejados de los edificios cercanos. ¿Dónde podría estar? ¿Y, quién sería? Sin duda, era alguien bueno a la hora de esconderse..."


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Mensaje por Katherine 05/03/11, 12:18 am

Yo también se como convencer a los hombres –le dije en broma a Karis cuando paso cerca mío.

Muchas gracias por tu ayuda, Katherine. Mi nombre es Otto y creo que te debo el que mis costillas sigan intactas

Ay no te preocupes Otto. No me gusta que la gente me deba favores. –le dije mientras me sentaba frente a él. No sabía si le molestaría que me siente en su mesa pero bueno- dime, ¿cómo has llegado a Kuzueth? Después de todo, la isla no es precisamente un centro turístico –dije antes de lanzar una pequeña risilla.

Cada tanto miraba a la mesa en donde estaba sentada, después de todo, había dejado todo allí. Luego mire las piezas de metal que había en la mesa.

Ese es un curioso aparato…bueno, era un curioso aparato. Es extraño ver a un mago inventor, pero no tan extraño como esa mochila tuya, Jajaja. Perdón si te ofendí con eso, todos me dicen que tengo un sentido del humor un tanto pesado.
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Mensaje por Otto Hoenheim 07/03/11, 07:02 am

FDI: Lamento el retraso en responder... He tenido una pequeña crisis por aquí, literalmente se me ha hundido el techo XD

DDI:

Sin duda, Katherine era una chica extrovertida. - Oh, bueno. Si no te gusta que te deban favores, lo mejor es no hacerlos. - bromeó, visiblemente más relajado. - Si no, corres el riesgo de tropezar con gente agradecida.

Se sirvió un poco de agua fresca de su jarra y con un gesto ofreció un poco a la maga. - Como se suele decir, negocios. Tenía una cita con algunos capataces de por aquí para vender algunas de mis invenciones. - Miró de reojo los restos del guantelete y no pudo reprimir una risilla. - Al menos para las que funcionan, claro.

- No, no te preocupes por eso. - dijo aunque la miró con curiosidad. ¿Mochila? ¿Qué moch....? Ah, seguramente se refería al depósito de la toga en su espalda, que por el respaldo de la silla estaba abultado hacia atrás. - ¿Te refieres a esto? No, no, no es una mochila, es parte del abrigo. También es un invento mío.

- "Era" creo que es lo apropiado para... esto. Es el problema de crear algo que aún no existe, no sabes qué cosas pueden fallar. - Sonriendo mientras guardaba la chatarra en un pequeño saco. Una vez en Trinacria, aprovecharía lo que pudiera y el resto, lo volvería a fundir en láminas.- Mi maestro siempre decía lo mismo con respecto a los magos inventores, pero... le encantaba que inventara. Siempre decía que muchos magos son cortos de miras, atesorando poder y conocimiento para no hacer nada con él y que en cambio yo, cuando aprendía algo nuevo, siempre buscaba darle algún uso. - Aquí tuvo que reirse al recordarlo. - "Especialmente hacer explotar algo" - terminó cambiando la voz para imitar a la de Wolfgang cómicamente.

- Perdona, no quiero aburrirte.- dijo sin dejar de sonreir; sus inventos siempre le soltaban la lengua.- Y a ti, ¿qué te trae a la isla Katherine? Como tú has dicho no es un centro de turismo.
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Mensaje por Narrador 07/03/11, 05:36 pm

Fdi: No se preocupe, maese Otto. Además, es bien sabido por todos que un mgo nunca llega pronto. Ni tarde. Llega exactamente cuando se lo propone... Bueno, al lío...

Gonzalvus salió detrás de la figura. También era pequeña de estatura, pero iba completamente cubierta con un manto de color azul. A pesar de todas las precauciones del asesino, el desconocido pronto se percató dela presencia de Gonzalvus, y empezó a
doblar varias esquinas una y otra vez, hasta que ambos entraron en un callejón aledaño a la taberna. Gonzalvus sabía que no tenía ninguna salida, pues había inspeccionado los alrededores antes de entrar.

Por precaución sacó una pequeña arma de entre sus ropas, y se dispuso a atrapar al desconocido. Mientras penetraba en el callejón, éste parecía volverse más y más oscuro, cosa rara a una hora tan temprana.

Al llegar al final, no había ni rastro de la figura a la que perseguía. Registró concienzudamente todos los rincones, y se aseguró de que su presa no había trepado por una pared. En efecto, había huellas de barro en las paredes. Sin duda había subido hasta los tejados de los edificios cercanos. ¿Dónde podría estar? ¿Y, quién sería? Sin duda, era alguien bueno a la hora de esconderse...

El asesino trepó hábilmente por la misma pared que su presa, y al examinar la última mancha de barro en el muro, entendió que el fugitivo había tomado impulso para saltar hacia la cornisa del edificio que estaba enfrente. Gonzalvus lo imitó sin ningún problema.

Pero al llegar a la azotea del otro edificio y aterrizar con ambos pies peligrosamente cerca del borde, una figura salió de detrás de una chimenea y corrió hacia él. En apenas unos segundos, Gonzalvus percibió tres detalles importantes. El primero, a apenas un palmo de distancia de sucara, dos ojos de un color rojo muy intenso, pertenecientes a un rostro cubierto por una capucha, y con una banda de tela tapando la mitad inferior de su rostro. El segundo, la punta de un arma blanca cosquilleando la base de su cuello. Y el tercero, una mano desarmada, elevándose por detrás de la cabeza del desconocido, preparada para estrellarse contra la frente de Gonzalvus. "Baja." siseó. "No quiero ninguna clase de problemas aquí. Cada uno por su camino, ¿si?"

[Sin título. Aún] Ninjaih
(c) Gonzalvus

Una pareja de gatos que trasteaba por allí, disgustada por el alboroto, abandonó corriendo el lugar, en busca de un sitio más tranquilo para pasar el día...
[Sin título. Aún] CatsOnRoof


***

Mientras tanto, en la taberna, los dos jóvenes charlaban animadamente, y todo volvía a la normalidad. Había llegado la hora de las comidas. Karis y Dalatar estaban algo más atareados, pero el tabernero cambió unas palabras rápidas con Leob, y éste resolvió acercarse a los dos aventureros.

Notas: Un momento antes de empezar el turno de Otto, Leob entra en escena y os aborda a los dos, algo asi como "Disculpad, no he podido evitar oír algo de vuestra conversación... Por casualidad sois magos, o algo así, cierto? ¿No estaréis interesados en una buena bolsa de oro?"

En el callejón, junto a la taberna, nada que añadir a lo descrito... Suerte.

Orden de acción, el de siempre. Gonzalvus, Katy, Otto, Narrador.
(No tengan en cuenta las veces que el Narrador aparece a destiempo, por favor)
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Mensaje por Gonzalvus 09/03/11, 08:18 pm

Gonzalvus lo siguió lo mas sigiloso que pudo, intentando ocultarse entre la multitud o en las esquinas pero su objetivo lo descubrió y comenzó a apurar un poco mas el paso y a doblar en las esquinas hasta llegar a un callejón. El asesino se percato que el extraño había trepado por la pared dado que quedaron manchas de barro en ella. Trepo la pared y salto a la cornisa del edificio de enfrente, en un segundo apareció el encapuchado extraño de detras de una chimenea directo hacia él.
A punta de cuchullo en la garganta y preparado para empujarlo al suelo con su otra mano le dijo a Gonzalvus "Baja, no quiero ninguna clase de problemas aquí. Cada uno por su camino, ¿Si?"

Al asesino le sorprendieron dos cosas: la primera fue que no se dió cuenta lo indefenso que iba a quedar luego de recuperar el equilibrio despues de ese salto, lo segundo los ojos de su perpetuador. Su color era rojo, pero no solo eso, esos eran ojos de asesino.
La petición parecia razonables, es mas, Gonzalvus no estaba en posición para negarla así que levantando las manos dijo:
- No habrán problemas, bajaré. Es que como te ví saliendo de forma tan sospechosa de la taberna decidí seguirte, pero me parece que cometí una equivocación. Motešakkeram por no haberme asesinado en el momento, porque, eres un asesino. ¿No es así? -

Gonzalvus se estaba jugando el cuello al preguntar en vez de bajar pero si este encapuchado era, como el pensaba, tal tipo de persona, no iba a matar a alguien en vano. "No quería ninguna clase de problemas"

FDI: Lohengrin for president.
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Mensaje por Katherine 10/03/11, 10:01 pm

Oh, bueno. Si no te gusta que te deban favores, lo mejor es no hacerlos. Si no, corres el riesgo de tropezar con gente agradecida.

Si, tal vez tengas razón. Pero prefiero hacer favores a que dejar que Dalatar machaque a alguien frente mío. –solté una pequeña risilla y continúe- Y creo que no es tan malo eso de toparme con gente agradecida, prefiero eso a las personas que siempre dicen “no era necesario, lo tenía todo controlado” y se van sin dar las gracias.


Luego Otto se sirvió un poco de agua y me ofreció un poco.

Gracias, me hacía falta. –le dije para luego beber un poco y luego le pregunte sobre su estadía en la isla.

Como se suele decir, negocios. Tenía una cita con algunos capataces de por aquí para vender algunas de mis invenciones. Al menos para las que funcionan, claro. -lo que dijo me hizo un poco de gracia.

Bueno, al menos tu economía está un poco más estable que la mía. -puse un codo sobre la mesa y pose mi cabeza sobre él mientras miraba hacia la nada- Si no encuentro un trabajo pronto tendré que volver a hacer malabares en las plazas. –luego solté una pequeña carcajada que en el fondo tenía un poco de nostalgia y tristeza. Luego hice mi comentario sobre la extraña mochila que tenia.

No, no te preocupes por eso. –el joven hiso una pequeña pausa y me miro un poco raro, yo solo me limite a levantar una ceja- ¿Te refieres a esto? –afirme con la cabeza y solté un simple “aha”- No, no, no es una mochila, es parte del abrigo. También es un invento mío.

Pero dime, ¿Qué utilidad podría tener una cosa tan grande?, se ve un poco pesado.

"Era" creo que es lo apropiado para...esto. Es el problema de crear algo que aún no existe, no sabes qué cosas pueden fallar. –Otto guardo todos los restos del guante y continuo- Mi maestro siempre decía lo mismo con respecto a los magos inventores, pero... le encantaba que inventara. Siempre decía que muchos magos son cortos de miras, atesorando poder y conocimiento para no hacer nada con él y que en cambio yo, cuando aprendía algo nuevo, siempre buscaba darle algún uso. –soltó una carcajada que yo no terminaba de entender, aunque me hizo un poco de gracia a mi también- Perdona, no quiero aburrirte.

Oh no para nada. Me gusta escuchar las anécdotas e historias de las personas, no te imaginas las cosas que se pueden escuchar por las noches en una taberna. –dije mientras bebía un poco mas de agua.

Y a ti, ¿qué te trae a la isla Katherine? Como tú has dicho no es un centro de turismo.

Puesss –hice una pequeña pausa mientras pensaba como empezar, al mirar hacia la mesa donde estaba y ver el libro que estaba leyendo se me ocurrió algo- bien, si quieres saberlo espera aquí –le dije mientras me levantaba.

Me dirigí a mi mesa, tome el libro y volví hacia donde estaba Otto, con el libro abrazado a mi pecho.

Mi madre me hablaba de una colección de diez libros antiguos que explican los secretos de la hechicería elemental, quien posea todos los tomos podrá crear y controlar los cuatro elementos a voluntad y capricho. –hice una pequeña pausa para recuperar el aliento y continúe- Por desgracia estos libros estas dispersos por todo el archipiélago, uno en cada isla, y aquí aparece el primer problema. En todos los libros que consulte únicamente están cartografiadas nueve islas en Jaspearía, pero luego encontré esto, –pase mi mano sobre el libro y las hojas comenzaron a pasarse una a una hasta detenerse casi aproximadamente en la mitad- este libro trata de mitos y leyendas, y relata la existencia de una decima isla llamada Pulau-sihir, la cuna de la magia. Aunque es imposible saber si esta isla existe realmente ya que según este libro, gracias a un hechizo se desplaza por el mar sin rumbo fijo, y sin estar dos veces en el mismo lugar. –mire a Otto y comenzó a reiré cuando me di cuenta todo lo que había hablado sin detenerme- Ahora soy yo la que te pide disculpas por aburrirte así, cuando hablo de un tema que me apasiona no me doy cuenta de cuánto estoy hablando, es algo difícil de explicar. Pero bien, en resumen, estoy en Kuzueth para encontrar el libro que se encuentra en esta isla, aunque no tenga la menor idea de donde comenzar.

Deje el libro de lado y di un largo sorbo al vaso de agua, luego el hombre que estaba hablando con Dalatar, y del que me hablo Karis, acerco a nuestra.

Disculpad, no he podido evitar oír algo de vuestra conversación...Por casualidad sois magos, o algo así, ¿cierto? ¿No estaréis interesados en una buena bolsa de oro?

Mis ojos se abrieron como platos cuando escuche las palabras de ese hombre, no sabía que decir, ni cómo actuar. Karis me dijo que el trabajo que ofrecía era peligroso, pero que ofrecía buena paga por él, y en esos momentos yo andaba algo escaza de dinero.

Usted es Leob, ¿verdad? –dije con la poca voz que me salió mientras intentaba salir del asombro. Me quede un tiempo callada pensando en que decir, por un lado no quería aceptarlo, pero sabía que necesitaba dinero o no podría salir de la isla para continuar mi búsqueda. Luego de unos minutos, me disidí- Lo escucho.
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Mensaje por Otto Hoenheim 12/03/11, 02:35 pm

- Pero dime, ¿Qué utilidad podría tener una cosa tan grande?, se ve un poco pesado.

- Es un depósito de vapor. Te haría una demostración de para qué sirve, pero dudo que convencieras una segunda vez a Dalatar. - comentó sin perder el tono de broma, pero un fino hilo de nerviosismo podía apreciarse detrás de la voz.

Esperó dando un par de sorbos a su vaso de agua mientras esperaba a Katherine, enarcando una ceja al ver el pesado tomo que traía en brazos. La escuchó atentamente mientras le explicaba, pero no pudo evitar levantar la mirada nervioso cuando vio el modo de pasar las hojas, hasta que se recordó que el tabernero parecía conocer a la chica y sería menos suspicaz que con él.

Asintió más tranquilo cuando ella continuó con su explicación, llevándose la mano a la barbilla interesado. Hechicería elemental. Wolfgang alguna vez le había hablado de ella, no era algo tan simple como un mago que controla uno, o más, elementos; esa afirmación sería tan poco correcta como decir que un cirujano no era más que un médico con un bisturí....

Otto controlaba - mejor dicho "controlaba"- la energía arcana, la forma más general de la energía mágica; una de sus características principales era que la energía arcana podía convertirse en casi cualquier otra energía o materia, pero la conversión no era eficaz al cien por cien. En cambio, un mago elemental transformaba la energía que absorbía en su elemento a un ratio perfecto, sin perder eficacia, pero su abanico de conjuros quedaba mermado; o mejor dicho, la pérdida de energía era mucho mayor al convertir "magia" en cualquier otra cosa.

Al menos eso era lo que había aprendido de sus libros y de sus lecciones. En su cabeza, sin embargo, se cocía una idea a ese respecto, recordada gracias a Katherine. En su experiencia mecánica y mágica, había notado que todo se reducía a fuerzas, es decir, energía aplicada. Del mismo modo, se podía obtener energía a partir de materia, por ejemplo el fuego de una chimenea transformaba la madera en fuego. ¿Sería posible hacerlo al revés? ¿Tomar una energía y revertirla a una forma sólida? Si era así... ¿podría transformar la magia, la mismísima energía arcana, en materia? ¿Qué aspecto tendría?

Casi se podía escuchar los engranajes del cerebro del chico funcionando mientras empezaba a explorar la idea, pero la apartó para estudiarlo más tarde. No quería que Katherine pensara que no le interesaba lo que estaba contando.

- No te preocupes, ya has visto que a mí me pasa lo mismo.- dijo cuando ella se interrumpió. - Mi maestro nunca me habló de nada así, la verdad. Ojalá pudiera ayudarte, pero es la primera vez que oigo hablar de esos libros. Pero sí he aprendido algo de Kuzueth. Daosh es un asentamiento relativamente reciente, así que quizás el mejor sitio para buscar un libro así sea.... con gente que lleve más tiempo viviendo por aquí. - no pudo reprimir un estremecimiento al recordar las historias de caníbales que plagaban cualquier literatura sobre la isla. Por el bien de su compañera maga, rezaba a la Dama que fueran exageraciones.

Entonces aquel desconocido les abordó. Katherine parecía conocer su nombre... Leob... Espera, había oído ese nombre antes.... Ah, de boca de los capataces, al parecer un hombre influyente bajo el mando del noble local. De pronto su promesa de una bolsa de oro no sonaba tan descabellada, aunque imaginaba un gato encerrado.

- El interés en una bolsa de oro depende de dos cosas. - dijo en consonancia con Katherine. Su economía no estaba muy mal, cierto, pero un buen empujoncito le acercaría más a sus metas. No perdía nada por escuchar. - La primera es lo que hay que hacer para conseguirla; lo segundo su tamaño.
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Mensaje por Lohengrin 14/03/11, 07:25 pm

Sobre el tejado de la taberna, las dos figuras se miraban, sin que ninguna de las dos se moviera. Se palpaba la tensión en el aire, y parecía que cualquiera de los dos fuera a atacar al otro. Después de que hablaran, Gonzalvus había respondido:

"No habrá problemas, bajaré. Es que como te ví saliendo de forma tan sospechosa de la taberna decidí seguirte, pero me parece que cometí una equivocación. Motešakkeram por no haberme asesinado en el momento, porque, eres un asesino. ¿No es así?"

El encapuchado no respondió. Se limitó a señalar con la mirada el callejón aledaño, como si volviera a requerir a Gonzalvus que bajara. Un corrillo de curiosos se había detenido a observar la escena, pues a tal hora del día, y además en día de mercado, el centro del pueblo estaba bastante concurrido. Era extraño que ninguna patrulla de la Guardia estuviera cerca. Quizá ese mismo pensamiento pasó por la cabeza del desconocido, que se decidió a zanjar la situación de una vez por todas. La palma de su mano izquierda tembló durante un momento, dispuesta a lanzarse contra el rostro de Gonzalvus, pero finalmente el extraño bajó su mano, y muy rápidamente, se dio la vuelta y corrió por encima de algunos tejados, hasta que finalmente saltó al suelo y se perdió de la vista del asesino.

***

Dentro de la taberna, junto a la mesa de Otto y Katy, éstos charlaban con Leob, que los observaba atentamente mientras se acariciaba la perilla que adornaba su mentón. No pareció dar importancia al hecho de que Katy conociera su nombre, como si diera por hecho que todo el mundo en Daos debía conocerlo.

"Lo escucho.", había dicho Katy.

"El interés en una bolsa de oro depende de dos cosas. La primera es lo que hay que hacer para conseguirla; lo segundo su tamaño."

"Excelente. Directo al grano, así es como se debe tratar esta clase de negocios. Bien, se trata de una bolsa lo bastante grande como para contener veinte monedas de oro, de acuerdo? Necesito hombres audaces capaces de internarse en la jungla para resolver un pequeño asunto." Bajó la voz ahora, aunque era una precaución innecesaria, pues era muchos los que habían rechazado ya ese trabajo. "Dos patrullas de la milicia del Conde han desaparecido ya, y no quiero perder ninguna otra. El oro es menos valioso que los hombres, así que prefiero contratar aventureros de recursos." Luego de presentarse y cambiar unas frases de cortesía, pero sin esperar a ser invitado, acercó un taburete y se sentó en la mesa junto a Katy y Otto. Sacó de entre sus ropas una pequeña bolsa de cuero, y extrajo de ella un par de monedas de buen oro, que luego se apresuró a guardar.

"Bien, ésta es la situación. El conde tiene diversos tratos comerciales con las demás islas del archipiélago, y con frecuencia entran y salen barcos con diversas cargas. En las últimas cuatro semanas, dos barcos que debían llegar desde la parte Oeste símplemente no han arribado a puerto. No se sabe dónde están. El conde desea saber lo que ha ocurrido, y asegurarse de que ningún otro barco suyo vuelve a perderse. Y si es posible, recuperar los barcos con sus cargamentos, aunque sinceramente no contamos con ello."
Leob pidió bebida para todos, tres jarras de la mejor cerveza Enana. Karis sabía que Katy no acostumbraba a beber, y recordó que Otto antes había pedido agua, de manera que interpretó el pedido a su manera. "Dos jarras medianas de Dorada Blanca Suave, y una grande de Roca Burdûk". Las depositó en la mesa, y desapareció tan rápido como había venido.

Después de beber de su jarra, Leob continuó. "Hay un faro sobre el acantilado Oeste, que señala la presencia de una barrera de arrecifes capaces de destrozar el casco de cualquier nave. Está a un día y medio de Daosh, y hay que atravesar parte de la zona pantanosa que rodea la jungla. El farero baja al pueblo una vez al mes a cobrar su salario y comprar suministros. Sólo la Dama sabe como hace para atravesar esa zona sin ser hecho prisionero y devorado por cualquier monstruo, o por los salvajes. Y ha faltado a su última cita con los comerciantes locales. Por eso envié a las patrullas a través del pantano, y ninguna ha regresado."

Miró fíjamente a los ojos de Otto y Katy. "Necesito que vayais al faro a investigar lo que ha ocurrido. Y que solucionéis cualquier problema allí, de la forma que consideréis oportuno." Dijo, golpeando con el puño la superficie de la mesa. Ahora hablaba mucho más alto. "Cualquier cosa, para que no vuelva a desaparecer ni un solo barco más del conde. Quizá dos magos sean una fuerza suficiente para lograrlo. Aunque quizás, para atravesar el pantano, también os haga falta alguien más experto en las artes del combate, algo así como un guerrero." Se encogió de hombros. "Aunque eso es cosa vuestra. Bien, ¿aceptais el trabajo? ¿Tenéis alguna pregunta?"

[Sin título. Aún] 10044593

FDI: Digamos que una moneda de oro es lo que cuesta pagar una buena comida y una noche en una taberna más o menos cara. También es el salario semanal de un trabajador no especializado (granjero, mozo de cuadra) , y lo que cuesta comprar una oveja, por ejemplo. Vamos, que es una buena suma.


Podeis usar el hilo "Partidilla" o los MP si quereis discutir lo que vais a hacer. Cuando esté todo hablado, cambiaremos de escena, ok? Las preguntas que tengais, las tiradas que querais hacer, etc, como mejor os parezca, o bien por MP, o dentro de la interpretacion, o a mi MSN (que ya lo teneis todos). Un saludo, gracias por vuestra paciencia.

Orden de acción: Gonzalvus, Katy, Otto, Narrador.
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Mensaje por Gonzalvus 22/03/11, 10:40 pm

El extraño encapuchado se limito a dar media vuelta e irse rapidamente, Gonzalvus se sentía algo, desilucionado.

- ¿Por qué habré hecho caso a ese viejo loco? - Se preguntaba a si mismo mientras bajaba de donde se encontraba. - Supongo que tendré que volver a la taberna y preguntar por algunas direcciones -

Ya en el suelo el joven asesino se dirijió a la taberna nuevamente, dandose cuenta que el extraño le había hecho quedar detras de esta. Mientras caminaba repasaba mentalmente los detalles de su anterior adversario. Tenía una capucha azulada oscura, la mitad inferior del rostro tapada por un tela y sus ojos de un color rojo bastante intenso.

Sin darse cuenta ya había llegado a la taberna, al pasar por la puerta su atención se fijó casi de inmediato en el hombre que estaba anteriormente hablando con el tabernero, ahora mismo estaba charlando con el mago y su salvadora. Gonzalvus no pudo evitar escuchar su conversación, especialmente dos cosas, la primera, la cuantiosa recompenza, la segunda, la necesidad de alguien versado en las artes del combate.

El asesino se acerco al grupo y dijo - Bebaxshid por intrometerme pero, si estan buscando a alguien que sepa combatir soy algo así como un guerrero -
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Mensaje por Narrador 23/03/11, 07:24 am

FDI: Permiso...

Leob escuchó muy atentamente las respuestas de Katy y Otto, y contestó a sus preguntas lo mejor que supo. Entonces, un joven interrumpió su conversación.

Leob levantó la vista y clavó sus ojillos en Gonzalvus. "Ya me había fijado en usted, señor. ¿Suele interrumpir las conversaciones de los demás sin presentarse, y de una manera tan ruda?" Leob parecía no haber comprendido la disculpa en el extraño idioma del asesino. "De cualquier manera, si estais decididos a aceptar el trabajo, atravesar los pantanos no es una tarea sencilla. Tal vez os interese tener compañía.", dijo, mirando a los magos. "Y nuestro nuevo amigo parece un hombre duro, a pesar de su pequeño tamaño. ¿Cual es tu formación como guerrero? Has estado en algun ejército?"


FDI: Lo dicho, aparición espontánea del Narrador, ya saben que esto no afecta a los turnos normales. Como siempre ls recuerdo el orden de acción, aunque ya se que es innecesario...

Diablos, por fin me acordé de usar la cuenta de Narrador. Esto es otra cosa...

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Mensaje por Katherine 23/03/11, 09:55 pm

Es un depósito de vapor. Te haría una demostración de para qué sirve, pero dudo que convencieras una segunda vez a Dalatar.

Me quede un poco intrigada cuando me explico lo que era ese gran artefacto. Pero me reí un poco cuando menciono a Dalatar.

Bueno, eso depende de cómo se halla levantado hoy. Por cómo te trato hace un rato diría que está en sus días buenos, Jajaja. Créeme cuando te digo que no quieres verle enojado.

Luego el me pregunto sobre mi estadía en la isla, y fue cuando me levante y traje mi libro hacia la mesa. Comencé mi explicación y perdí la noción de cuanto estaba hablando.

No te preocupes, ya has visto que a mí me pasa lo mismo. Mi maestro nunca me habló de nada así, la verdad. Ojalá pudiera ayudarte, pero es la primera vez que oigo hablar de esos libros. Pero sí he aprendido algo de Kuzueth. Daosh es un asentamiento relativamente reciente, así que quizás el mejor sitio para buscar un libro así sea.... con gente que lleve más tiempo viviendo por aquí.

Me recosté sobre el respaldo de mi silla un poco resignada, me lleve la mano al mentón y me puse a pensar por sonde podría empezar a buscar.

Tal vez tengas razón. Debería de preguntarle a alguien con mucho tiempo en la isla. Aunque no conozco a muchas personas. –Bebí un poco de agua y continúe hablando- A juzgar por tu demostración de hace rato tú debes de ser un mago arcano ¿cierto? –Puse mis codos en la mesa y apoye mi cabeza sobre mis manos- En pocas palabras, la hechicería elemental es una rama de la magia arcana y no hay muchas diferencias entre ellas.

Luego de mi pequeña explicación un hombrecillo se acerco a nosotros y nos ofreció una bolsa de oro a cambio de un trabajo, yo estaba un poco necesitada asique acepte sin más, me alegre cuando Otto pregunto también ya que no quería ir sola.

Excelente. Directo al grano, así es como se debe tratar esta clase de negocios. Bien, se trata de una bolsa lo bastante grande como para contener veinte monedas de oro, de acuerdo? Necesito hombres audaces capaces de internarse en la jungla para resolver un pequeño asunto.

¿Veinte monedas? Con eso podría vivir varios días en esta isla, al menos hasta poder encontrar mi libro.

Dos patrullas de la milicia del Conde han desaparecido ya, y no quiero perder ninguna otra. El oro es menos valioso que los hombres, así que prefiero contratar aventureros de recursos. –el hombre acerco un banquillo a la mesa sin esperar invitación, en particular no era algo que me molestaba ya que yo había hecho lo mismo con Otto, luego de acomodarse saco una bolsa que venía acompañada de un tintineo que me gustaba mucho, saco unas monedas y las guardo nuevamente, algo que me sorprendió bastante ya que era algo arriesgado ir por ahí con una bolsa colmada de monedas de oro.

Bien, ésta es la situación. El conde tiene diversos tratos comerciales con las demás islas del archipiélago, y con frecuencia entran y salen barcos con diversas cargas. En las últimas cuatro semanas, dos barcos que debían llegar desde la parte Oeste simplemente no han arribado a puerto. No se sabe dónde están. El conde desea saber lo que ha ocurrido, y asegurarse de que ningún otro barco suyo vuelve a perderse. Y si es posible, recuperar los barcos con sus cargamentos, aunque sinceramente no contamos con ello.

Valla valla, hay problemas en el paraíso. Esto esta pintando lindo, al parecer será un viaje un tanto movidito y divertido. –pensé con una picara sonrisa en mi rostro.

Luego Karis trajo unas jarras para los tres, bebí un poco y me dispuse a seguir escuchando a Leob.

Hay un faro sobre el acantilado Oeste, que señala la presencia de una barrera de arrecifes capaces de destrozar el casco de cualquier nave. Está a un día y medio de Daosh, y hay que atravesar parte de la zona pantanosa que rodea la jungla. El farero baja al pueblo una vez al mes a cobrar su salario y comprar suministros. Sólo la Dama sabe como hace para atravesar esa zona sin ser hecho prisionero y devorado por cualquier monstruo, o por los salvajes. Y ha faltado a su última cita con los comerciantes locales. Por eso envié a las patrullas a través del pantano, y ninguna ha regresado.

Necesito que vayáis al faro a investigar lo que ha ocurrido. Y que solucionéis cualquier problema allí, de la forma que consideréis oportuno. Cualquier cosa, para que no vuelva a desaparecer ni un solo barco más del conde. Quizá dos magos sean una fuerza suficiente para lograrlo. Aunque quizás, para atravesar el pantano, también os haga falta alguien más experto en las artes del combate, algo así como un guerrero. Aunque eso es cosa vuestra. Bien, ¿aceptáis el trabajo? ¿Tenéis alguna pregunta?

Déjeme ver si entendí todo. Usted quiere que nosotros atravesemos un pantano repleto de vaya usted a saber que alimañas, recuperemos la preciada mercadería del conde, lo que quede de sus dos patrullas y que traigamos a las pataditas al farero si es que tiene algo que ver con esto, aunque no es muy probable que sea un hombre el responsable de esto ¿me equivoco? –le pregunte con una pequeña sonrisa para luego beber un poco de mi jarra.

Luego de unos minutos hablando el joven que se encontraba en la mesa del rincón, y que había abandonado la posada minutos atrás, se acerco a nosotros.

Bebaxshid por entrometerme pero, si están buscando a alguien que sepa combatir soy algo así como un guerrero

¿Bebaxshid?, que palabra o idioma era eso, no se parece a ninguna lengua que haya podido escuchar antes, ni siquiera Elfico que ya de por si era bastante difícil. –pensé mirando al joven. En un momento Leob lo miro y se dirigió hacia él.

Ya me había fijado en usted, señor. ¿Suele interrumpir las conversaciones de los demás sin presentarse, y de una manera tan ruda?

Me lleve una mano a mi boca intentando retener una risilla que me provocaron las palabras de Leob.

De cualquier manera, si estáis decididos a aceptar el trabajo, atravesar los pantanos no es una tarea sencilla. Tal vez os interese tener compañía. Y nuestro nuevo amigo parece un hombre duro, a pesar de su pequeño tamaño. ¿Cuál es tu formación como guerrero? ¿Has estado en algún ejército?

Luego de que el joven se presentara y respondiera a las preguntas de Leob me dispuse a hablar.

Por mi no hay ningún problema que te nos unas. –Dije mirando a nuestro nuevo compañero- ¿A ti que te parece? –le pregunte a Otto. Luego bebí lo que me quedaba en mi jarra y se seque la boca con un pañuelo- Si tenemos la intención de buscar al farero, llame como se llame, deberíamos primero recaudar un poco de información sobre él. Lo que yo recomiendo es hablar con las personas y comerciantes con las que se debería haber reunido, al menos para tener una visión general sobre él. –En ese momento mire a Leob- A menos claro que tenga la intensión de que esto se quede en secreto, aunque por lo que me contaron todo Daosh debe saber sobre esto. –dije estirándome sobre el respaldo de mi silla y levantando los brazos un poco.
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Mensaje por Lohengrin 24/03/11, 07:18 am

Déjeme ver si entendí todo. Usted quiere que nosotros atravesemos un pantano repleto de vaya usted a saber que alimañas, recuperemos la preciada mercadería del conde, lo que quede de sus dos patrullas y que traigamos a las pataditas al farero si es que tiene algo que ver con esto, aunque no es muy probable que sea un hombre el responsable de esto ¿me equivoco? –le pregunte con una pequeña sonrisa para luego beber un poco de mi jarra.

"En realidad, sería suficiente con descubrir exactamente lo que ha pasado, y aseguraros de que no vuelva a ocurrir. Dudo mucho que podais encontrar algo de la mercancía del conde, y en cuanto a las patrullas... no espero que hayan sobrevivido en la jungla todo este tiempo. Sobre los culpables, es cosa vuestra. Podriais traerlos a la justicia, pero personalmente, prefiero que vosotros mismos os ocupeis de ellos..."

Karis pasó una vez más junto a la mesa, esta vez para recoger una jarra vacía.

Turno de Otto, disculpen la molestia.
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