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Un encuentro inesperado y feliz
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Re: Un encuentro inesperado y feliz
- ¡Ah! Don Blas, ella es mi amiga Arale. Arale, él es don Blas, un comerciante muy respetado en este lugar – tras escuchar un completo informe sobre la evolución de la artritis del vendedor y reiterarle las ndicaciones pertinentes, Lis hizo las presentaciones de rigor disfrutando de la emoción que reflejaban los ojitos de la niña ante la perspectiva de trufas.
Don Blas hizo una venia a modo de saludo, murmurando “Es un honor” y estudió a la rubia con atención. Él no era un comerciante muy escrupuloso en cuanto a precios; si podía esquilmar a alguien, lo hacía sin el menor sentimiento de culpa y sin que el afectado se diera cuenta. Sin embargo, había dos importantes razones por las cuales no iba a seguir su patrón de conducta habitual con Dulfary, pese al vivo interés que esta mostraba por los cacaos: la primera era que la joven parecía ser amiga de la curandera que había sabido proporcionarle alivio a los dolores de su artritis y la segunda, quizás más importante aún que la primera para él, era que dicha joven era una Iniciada de la Orden de la Dama y don Blas, pese a su marrullería, era un devoto de la Dama y jamás de los jamases pensaría siquiera en estafar a uno de sus Caballeros, aunque no estuvieran más que en embrión.
- Una pieza de acero por un cacao grande o dos pequeños, señorita - informó respetuosamente y se quedó esperando que la muchacha escogiera los que quería llevar.
Lis presenciaba el intercambio sin intervenir, segura de que el comerciante tendría un trato deferente hacía Dul, en consideración a su calidad de Iniciada. Sonriente, se preguntaba si la chica se interesaría por más cosas que el cacao para trufas antes de llegar a destino; la verdad es que esperaba que así fuera, en ese mercado había muchas cosas que podían ser atractivas para una niña inquieta y curiosa como Dul. Cierto que eso haría el viaje mucho más largo, pero la ilusionaba compartir con ella una actividad tan cotidiana como ir de compras y también quería que el momento de separarse se retardara lo más posible. Quizás era un deseo egoísta, pero en ese momento no estaba dispuesta a sentir culpa por eso.
Don Blas hizo una venia a modo de saludo, murmurando “Es un honor” y estudió a la rubia con atención. Él no era un comerciante muy escrupuloso en cuanto a precios; si podía esquilmar a alguien, lo hacía sin el menor sentimiento de culpa y sin que el afectado se diera cuenta. Sin embargo, había dos importantes razones por las cuales no iba a seguir su patrón de conducta habitual con Dulfary, pese al vivo interés que esta mostraba por los cacaos: la primera era que la joven parecía ser amiga de la curandera que había sabido proporcionarle alivio a los dolores de su artritis y la segunda, quizás más importante aún que la primera para él, era que dicha joven era una Iniciada de la Orden de la Dama y don Blas, pese a su marrullería, era un devoto de la Dama y jamás de los jamases pensaría siquiera en estafar a uno de sus Caballeros, aunque no estuvieran más que en embrión.
- Una pieza de acero por un cacao grande o dos pequeños, señorita - informó respetuosamente y se quedó esperando que la muchacha escogiera los que quería llevar.
Lis presenciaba el intercambio sin intervenir, segura de que el comerciante tendría un trato deferente hacía Dul, en consideración a su calidad de Iniciada. Sonriente, se preguntaba si la chica se interesaría por más cosas que el cacao para trufas antes de llegar a destino; la verdad es que esperaba que así fuera, en ese mercado había muchas cosas que podían ser atractivas para una niña inquieta y curiosa como Dul. Cierto que eso haría el viaje mucho más largo, pero la ilusionaba compartir con ella una actividad tan cotidiana como ir de compras y también quería que el momento de separarse se retardara lo más posible. Quizás era un deseo egoísta, pero en ese momento no estaba dispuesta a sentir culpa por eso.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Un encuentro inesperado y feliz
En cuanto Lisandot hizo las presentaciones, Dulfary levantó la mano y saludó a Don Blas, con toda despreocupación que solía cargar. Dos movimientos de izquierda a derecha y una gran sonrisa que demostraba el gusto por conocer a tan importante comerciante; importante, porque venía cacao.
Del cacao, se obtienen las habas, de las habas, en algún momento, tras esfuerzo, paciencia y constancia se obtiene el chocolate y con el chocolate se obtenían las trufas. Sus preciadas trufas.
Sin embargo, el precio planteaba un problema. No tenía piezas de acero, solo cobres, que habían quedado de alguna moneda de plata, que otrora (y hasta en otro reino) había sido una de oro.
- Maravilloso - mintió, aun así - pero no estoy segura Don Blas -
Don Blas, sintió esa punzada que siempre le llegaba el corazón desde el hígado y se le subía a la cabeza. Una niñata de esas indecisas que todo le entusiasmaba en su puesto, nunca sabía lo que quería y al final de iba sin comprar. La forma más efectiva de deshacer de ellas, era con un precio exorbitante con el que, o ganara mucho, o lo dejaran en paz. Sólo que esta vez se debía quedar con la punzada donde estaba y no fuera de su boca. Era de la Orden y más importante aun, era amiga de Lisandot.
Por fortuna, para esa punzada, la solución llegó directamente de la falsa Iniciada.
- Qué sería mejor para tener las habas del cacao para hacer el chocolate con el que haremos las trufas? uno grande ya más maduro o uno pequeño... como sea que se diga cuando están pequeños? - preguntó con la fluidez de siempre y Don Blas, volvió a sonreír con el encanto de mercader que tenía, sólo que esta vez, hasta él mismo sentía que era totalmente genuino.
Tal vez no era una niñata indecisa, sino un cliente para atrapar a base de su satisfacción.
- Si lo que quieren es hacer trufas, mejor llevar el grande, sus habas son de mayor tamaña y podrían obtener más licor. No sabía que en el regimiento, o usted - dirigiéndose a Lis - tuvieran un molino para lograr el efecto deseado.
- Ehm... no - dijo Dul con duda, mirando a Lisandot. No había pensado en esa parte - mas bien había pensado en machacarlas yo misma, en el regimiento no he visto el molino, pero aun no me mandan a la cocina, hasta ahora me he portado muy bien... no sé si me lo presten y podrían dejarme en la cocina si me ven mucho interés en estar ahí -
- Yo puedo venderle las habas ya fermentadas, si lo desean - interrumpió Don Blas temiendo que tomara más impulso para hablar - aunque, si me dan un momento, podría verificar si aun me queda chocolate la listo, de modo que puedan pasar directamente a lo divertido de la cocina, mezclar, y poner amor en el dulce - desde el momento en que dijo la palabra mágica "Chocolate" a Dulfary ya le brillaban los ojos, le dirigió una mirada a Lisandot y su sonrisa fue radiante, casi casi, como si estuviera pidiéndole permiso para comprar chocolate, en lugar de cacao.
- Cuanto vale el chocolate? - preguntó un poco más que muy emocionada.
- Tranquila, señorita Iniciada, primero tengo que revisar si me queda. Pero si hay, entonces... - pactaron el precio a satisfacción de ambos, pactar es solo un decir, Dulfary, ajena al costo del dinero, estaba dispuesta a pagar lo que fuera necesario.
Y sí, Don Blas, con sus manos torcidas por la artritis y sintiendo la mejoría de los cuidados y recomendaciones de Lis, tenía el preciado chocolate, en barra, seco, listo para calentarse y convertirse en unas horas, en trufas.
Del cacao, se obtienen las habas, de las habas, en algún momento, tras esfuerzo, paciencia y constancia se obtiene el chocolate y con el chocolate se obtenían las trufas. Sus preciadas trufas.
Sin embargo, el precio planteaba un problema. No tenía piezas de acero, solo cobres, que habían quedado de alguna moneda de plata, que otrora (y hasta en otro reino) había sido una de oro.
- Maravilloso - mintió, aun así - pero no estoy segura Don Blas -
Don Blas, sintió esa punzada que siempre le llegaba el corazón desde el hígado y se le subía a la cabeza. Una niñata de esas indecisas que todo le entusiasmaba en su puesto, nunca sabía lo que quería y al final de iba sin comprar. La forma más efectiva de deshacer de ellas, era con un precio exorbitante con el que, o ganara mucho, o lo dejaran en paz. Sólo que esta vez se debía quedar con la punzada donde estaba y no fuera de su boca. Era de la Orden y más importante aun, era amiga de Lisandot.
Por fortuna, para esa punzada, la solución llegó directamente de la falsa Iniciada.
- Qué sería mejor para tener las habas del cacao para hacer el chocolate con el que haremos las trufas? uno grande ya más maduro o uno pequeño... como sea que se diga cuando están pequeños? - preguntó con la fluidez de siempre y Don Blas, volvió a sonreír con el encanto de mercader que tenía, sólo que esta vez, hasta él mismo sentía que era totalmente genuino.
Tal vez no era una niñata indecisa, sino un cliente para atrapar a base de su satisfacción.
- Si lo que quieren es hacer trufas, mejor llevar el grande, sus habas son de mayor tamaña y podrían obtener más licor. No sabía que en el regimiento, o usted - dirigiéndose a Lis - tuvieran un molino para lograr el efecto deseado.
- Ehm... no - dijo Dul con duda, mirando a Lisandot. No había pensado en esa parte - mas bien había pensado en machacarlas yo misma, en el regimiento no he visto el molino, pero aun no me mandan a la cocina, hasta ahora me he portado muy bien... no sé si me lo presten y podrían dejarme en la cocina si me ven mucho interés en estar ahí -
- Yo puedo venderle las habas ya fermentadas, si lo desean - interrumpió Don Blas temiendo que tomara más impulso para hablar - aunque, si me dan un momento, podría verificar si aun me queda chocolate la listo, de modo que puedan pasar directamente a lo divertido de la cocina, mezclar, y poner amor en el dulce - desde el momento en que dijo la palabra mágica "Chocolate" a Dulfary ya le brillaban los ojos, le dirigió una mirada a Lisandot y su sonrisa fue radiante, casi casi, como si estuviera pidiéndole permiso para comprar chocolate, en lugar de cacao.
- Cuanto vale el chocolate? - preguntó un poco más que muy emocionada.
- Tranquila, señorita Iniciada, primero tengo que revisar si me queda. Pero si hay, entonces... - pactaron el precio a satisfacción de ambos, pactar es solo un decir, Dulfary, ajena al costo del dinero, estaba dispuesta a pagar lo que fuera necesario.
Y sí, Don Blas, con sus manos torcidas por la artritis y sintiendo la mejoría de los cuidados y recomendaciones de Lis, tenía el preciado chocolate, en barra, seco, listo para calentarse y convertirse en unas horas, en trufas.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Un encuentro inesperado y feliz
Hizo un gesto con la cabeza corroborando la negativa de Dul. Ella no tenía molino para procesar las habas del cacao, tampoco molino para el café; ni siquiera poseía un molinillo para la pimienta. Esas eran cosas propias de un hogar establecido en una casa y su hogar por el momento era la habitación de una posada y allí no los necesitaba… pero muy pronto iba a necesitar eso y más, cuando fuera la dueña de su propia casa. Cierto que podía materializar esos utensilios soñándolos, pero no era muy práctico hacerlo cada vez que tuviera que cocinar y le hacía mucha ilusión la idea de adquirir esas y otras cosas para el hogar que compartiría con Akira. No debía olvidar pedirle la receta de las trufas a Dul, al semielfo le iban a encantar, ¡le gustaban tanto los dulces!
Sonrió complacida al ver que don Blas tenía en existencia chocolate ya preparado; naturalmente que hubiera podido materializar el molino de ser necesario, pero barruntaba que el proceso de convertir las habas en chocolate – que no conocía – era largo y dudaba que el apetito de la rubia por las trufas lo soportara, al menos no sin un enorme esfuerzo de voluntad; sus ojos resplandecientes al oír la palabra chocolate lo demostraban.
Resuelta la transacción a plena satisfacción de ambas partes y con la rubia kazakage ya poseedora de su inestimable tesoro de chocolate, se despidió gentilmente del comerciante, reiterándole algunas recomendaciones para el tratamiento de su artritis - la experiencia indicaba que era preciso repetirle las indicaciones a los pacientes una y otra vez - y tomando el brazo de la Iniciada, reinició la marcha.
- ¿Quieres dar un paseo por el mercado o vamos a comprar directamente los ingredientes de la poción antimareos? – le preguntó a la chiquilla, sospechando que elegiría la segunda opción.
En torno suyo el movimiento siempre incesante del lugar se hizo más móvil de repente: ya no eran el habitual intercambio de comerciantes y clientes - , ofreciendo, pidiendo, regateando – ahora era un flujo de personas yendo al mismo lugar al mismo tiempo, a cada vez mayor velocidad.
- ¿Qué pasará? – se preguntó en voz alta, mientras sus pies se encaminaban automáticamente al punto donde se dirigían los demás. Más que curiosidad era el instinto profesional el que la llevaba: en un lugar que llamaba la atención de la gente así, siempre podía haber un herido o un enfermo, aunque también podía ser cualquier otra cosa.
Sonrió complacida al ver que don Blas tenía en existencia chocolate ya preparado; naturalmente que hubiera podido materializar el molino de ser necesario, pero barruntaba que el proceso de convertir las habas en chocolate – que no conocía – era largo y dudaba que el apetito de la rubia por las trufas lo soportara, al menos no sin un enorme esfuerzo de voluntad; sus ojos resplandecientes al oír la palabra chocolate lo demostraban.
Resuelta la transacción a plena satisfacción de ambas partes y con la rubia kazakage ya poseedora de su inestimable tesoro de chocolate, se despidió gentilmente del comerciante, reiterándole algunas recomendaciones para el tratamiento de su artritis - la experiencia indicaba que era preciso repetirle las indicaciones a los pacientes una y otra vez - y tomando el brazo de la Iniciada, reinició la marcha.
- ¿Quieres dar un paseo por el mercado o vamos a comprar directamente los ingredientes de la poción antimareos? – le preguntó a la chiquilla, sospechando que elegiría la segunda opción.
En torno suyo el movimiento siempre incesante del lugar se hizo más móvil de repente: ya no eran el habitual intercambio de comerciantes y clientes - , ofreciendo, pidiendo, regateando – ahora era un flujo de personas yendo al mismo lugar al mismo tiempo, a cada vez mayor velocidad.
- ¿Qué pasará? – se preguntó en voz alta, mientras sus pies se encaminaban automáticamente al punto donde se dirigían los demás. Más que curiosidad era el instinto profesional el que la llevaba: en un lugar que llamaba la atención de la gente así, siempre podía haber un herido o un enfermo, aunque también podía ser cualquier otra cosa.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Un encuentro inesperado y feliz
La sospecha de Lisandot estaba errada. Si bien le parecía de vital importancia la poción antimareos, no era tan prioritaria como unas trufas hechas en casa, así que primero tendrían que dar un pequeño paseo por el mercado.
- En realidad, aun nos faltan algunos ingredientes, yo tengo frutos secos, pero no es todo lo que se necesita, así que habrá que comprar algunas cosas adicionales, claro que básicamente es leche y un poco más de frutos secos y... - guarda silencio al notar la gente y aun más con la pregunta de Lisandot
- Vamos a ver - propuso, aun cuando ya se estaban moviendo en la misma dirección que la muchedumbre.
Lo que los movía, estaba un poco más de lo que se podía pensar en un primer momento, casi en los límites del mercado, tal vez eso explicaba el por qué no habían escuchado nada en un primer momento.
Una carreta de comerciante está caída y volcada. Bajo la carreta, un joven que no será mayor que Dulfary, con las piernas atrapadas. Un hombre mayor trataba de ayudar con la colaboración de un enano y una elfa, los demás observaban en corrillo, lo que propicia la labor de ladronzuelos que se camuflan entre la multitud.
Al ver a Dulfary con sus insignias les empezaron a abrir paso.
- Qué fue lo que pasó? - le preguntó a alguien al azar.
- En realidad, aun nos faltan algunos ingredientes, yo tengo frutos secos, pero no es todo lo que se necesita, así que habrá que comprar algunas cosas adicionales, claro que básicamente es leche y un poco más de frutos secos y... - guarda silencio al notar la gente y aun más con la pregunta de Lisandot
- Vamos a ver - propuso, aun cuando ya se estaban moviendo en la misma dirección que la muchedumbre.
Lo que los movía, estaba un poco más de lo que se podía pensar en un primer momento, casi en los límites del mercado, tal vez eso explicaba el por qué no habían escuchado nada en un primer momento.
Una carreta de comerciante está caída y volcada. Bajo la carreta, un joven que no será mayor que Dulfary, con las piernas atrapadas. Un hombre mayor trataba de ayudar con la colaboración de un enano y una elfa, los demás observaban en corrillo, lo que propicia la labor de ladronzuelos que se camuflan entre la multitud.
Al ver a Dulfary con sus insignias les empezaron a abrir paso.
- Qué fue lo que pasó? - le preguntó a alguien al azar.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Un encuentro inesperado y feliz
Río ligeramente al ver que su sospecha estaba errada, lo que hasta cierto punto le alegraba; le gustaba que la gente que quería pudiera sorprenderla. Pero lo que más alegría le causaba, sin duda, era que las trufas necesitaran varios ingredientes, ya que el paseo se prolongaría de una manera completamente natural.
- Hay varios puestos donde encontrar lo que se necesita ¿Algún fruto seco en particular? ¿Nueces, almendras, avellanas, castañas, maníes piñones, pasas, dátiles, higos secos? ¿Todos? – concluyó riendo.
Su excelente humor fue desapareciendo conforme se acercaban al lugar donde se había originado el alboroto y sus ojos pasaron de claro a oscuro cuando vio la causa: un accidente y un jovencito como única víctima de éste.
Agradeció interiormente que Dul pasara por Iniciada de la Orden, ya que la visión de sus insignias bastó para abrirles paso y eso le ahorró los empujones y codazos que solían ser necesarios para atravesar una multitud. Seguramente las mismas insignias bastarían para amedrentar a varios de los ladronzuelos que intentaban aprovecharse del gentío que se había congregado.
Según se aproximaban al epicentro del tumulto, pudo reconocer a los protagonistas del drama. Lucas, el jovencito atrapado; Basil, su padre; Espaldas de Toro, el enano y Kylyn, la elfa. Los tres últimos, con la ayuda de un corpulento mulato a quien no conocía, habían logrado levantar liberar las piernas del muchacho, tumbando la carreta hacia el otro lado.
- No lo muevan – indicó cuando estuvo junto al muchacho, quien parecía inconsciente. Así como ella conocía a la mayoría de los circunstantes, también era conocida por ellos, de manera que no tuvo que presentarse para que la obedecieran y la dejaran trabajar.
Arrodillándose junto al herido, comprobó rápidamente sus signos vitales – débiles pero regulares- y comenzó el examen de las piernas, esperando no verse obligada a amputar.
- Hay varios puestos donde encontrar lo que se necesita ¿Algún fruto seco en particular? ¿Nueces, almendras, avellanas, castañas, maníes piñones, pasas, dátiles, higos secos? ¿Todos? – concluyó riendo.
Su excelente humor fue desapareciendo conforme se acercaban al lugar donde se había originado el alboroto y sus ojos pasaron de claro a oscuro cuando vio la causa: un accidente y un jovencito como única víctima de éste.
Agradeció interiormente que Dul pasara por Iniciada de la Orden, ya que la visión de sus insignias bastó para abrirles paso y eso le ahorró los empujones y codazos que solían ser necesarios para atravesar una multitud. Seguramente las mismas insignias bastarían para amedrentar a varios de los ladronzuelos que intentaban aprovecharse del gentío que se había congregado.
Según se aproximaban al epicentro del tumulto, pudo reconocer a los protagonistas del drama. Lucas, el jovencito atrapado; Basil, su padre; Espaldas de Toro, el enano y Kylyn, la elfa. Los tres últimos, con la ayuda de un corpulento mulato a quien no conocía, habían logrado levantar liberar las piernas del muchacho, tumbando la carreta hacia el otro lado.
- No lo muevan – indicó cuando estuvo junto al muchacho, quien parecía inconsciente. Así como ella conocía a la mayoría de los circunstantes, también era conocida por ellos, de manera que no tuvo que presentarse para que la obedecieran y la dejaran trabajar.
Arrodillándose junto al herido, comprobó rápidamente sus signos vitales – débiles pero regulares- y comenzó el examen de las piernas, esperando no verse obligada a amputar.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Un encuentro inesperado y feliz
- No... no estoy seguro - respondió el hombre mas cercano a Dulfary, asumiendo que la pregunta era directamente con él, aun cuando era para la multitud a ver si alguien sabia algo. Lo que fuera. Sus insignias les habían abierto paso, pero habían cerrado las bocas de los presentes.
Dulfary puso los ojos en blanco, preocupada por el chico, en lo que ya Lisandot llegaba hasta él y empezaba a revisarlo.
- Alguien que sí sepa? - dijo a la multitud, más por curiosidad que por labor de investigación como miembro de la Orden, pero sin mirarlos, atenta a lo que hacia la sanadora, paso por paso.
- Dos muchachos estaban corriendo y él los seguía, creo que eran ladronzuelos, pero no estoy segura - dijo una mujer, madura casi anciana. Tiraron de la carreta cuando pasaron por aquí, Lucas terminó debajo tratando de evitar que se volcara. Se fueron por ahí - señaló en alguna dirección que Dulfary no miró siquiera por estar más pendiente del muchacho y su estado que lo que hacía la mujer.
- Es que ustedes no han pensado nunca en apoyarse para que ese tipo de cosas no pasen? - preguntó casi indignada. Como es que dos personas, que presumen que son ladrones, corren frente a sus narices, lastiman a un conocido y nadie hace nada? No podía creerlo. Era su primer contacto con la indiferencia capitalina.
Nadie le respondió y quienes lo hicieron fue entre dientes y murmullos que no llegaron entendibles a Dul, por fortuna, pues se referían a que eso era labor de la guardia y de la Orden, no de ellos, para algo les exprimían los impuestos. Dulfary estaba acercándose a Lisandot y se puso en cuclillas junto a ella.
- En que te puedo ayudar? - fue todo cuanto dijo.
Dulfary puso los ojos en blanco, preocupada por el chico, en lo que ya Lisandot llegaba hasta él y empezaba a revisarlo.
- Alguien que sí sepa? - dijo a la multitud, más por curiosidad que por labor de investigación como miembro de la Orden, pero sin mirarlos, atenta a lo que hacia la sanadora, paso por paso.
- Dos muchachos estaban corriendo y él los seguía, creo que eran ladronzuelos, pero no estoy segura - dijo una mujer, madura casi anciana. Tiraron de la carreta cuando pasaron por aquí, Lucas terminó debajo tratando de evitar que se volcara. Se fueron por ahí - señaló en alguna dirección que Dulfary no miró siquiera por estar más pendiente del muchacho y su estado que lo que hacía la mujer.
- Es que ustedes no han pensado nunca en apoyarse para que ese tipo de cosas no pasen? - preguntó casi indignada. Como es que dos personas, que presumen que son ladrones, corren frente a sus narices, lastiman a un conocido y nadie hace nada? No podía creerlo. Era su primer contacto con la indiferencia capitalina.
Nadie le respondió y quienes lo hicieron fue entre dientes y murmullos que no llegaron entendibles a Dul, por fortuna, pues se referían a que eso era labor de la guardia y de la Orden, no de ellos, para algo les exprimían los impuestos. Dulfary estaba acercándose a Lisandot y se puso en cuclillas junto a ella.
- En que te puedo ayudar? - fue todo cuanto dijo.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Un encuentro inesperado y feliz
Todo lo que no fuera el muchacho herido había desaparecido para ella, totalmente concentrada en su labor; incluso Basil, que observaba con ojos empañados de angustia, permanecía fuera del foco de su atención. A la rápida comprobación de los signos vitales de Lucas, siguió una no menos veloz aplicación de torniquetes en ambas piernas, si el chico se desangraba no podría hacer nada por él.
Las heridas de ambas piernas estaban abiertas y era posible observar los vasos rotos, los músculos desgarrados y los huesos fracturados. No era precisamente un panorama agradable, pero no era lo peor que había visto en su vida; Lucas tardaría en recuperarse, pero lo haría con ambas piernas.
- Se va a recuperar, Basil – tranquilizó al desolado hombre, mirándolo por primera vez, antes de enfrascarse nuevamente en su labor.
Sacando rápidamente los implementos necesarios de su bolsa – normalmente intentaba evitar que se notara que llevaba una bolsa de contención con apariencia de bolso corriente a la cintura, pero en circunstancias como aquella desechaba toda precaución – se dispuso al trabajo.
Lo primero fue lavar las heridas para eliminar toda la mugre que la carreta hubiera dejado en ellas. Sacando una botija llena de agua del bolso, vertió en ella un concentrado de espliego y tomillo y bañó las heridas con el líquido resultante. Lo siguiente era inmovilizar las fracturas antes de cubrir todo con compresas. Lucas necesitaría cirugía para tratar las lesiones, pero esperaba poder trasdarlo al hospital y no tener que intervenir en el mismo mercado.
Sacaba los implementos necesarios de su bolso –ante la mirada atenta de la multitud que ya había notado la capacidad extraordinaria del pequeño bolso- cuando Dul llegó a su lado.
- Ahora puedes ayudarme a inmovilizar sus fracturas y luego, a buscar la manera de llevarlo al hospital- contestó al mismo tiempo que un gemido del herido indicaba que éste había recuperado la conciencia.
Las heridas de ambas piernas estaban abiertas y era posible observar los vasos rotos, los músculos desgarrados y los huesos fracturados. No era precisamente un panorama agradable, pero no era lo peor que había visto en su vida; Lucas tardaría en recuperarse, pero lo haría con ambas piernas.
- Se va a recuperar, Basil – tranquilizó al desolado hombre, mirándolo por primera vez, antes de enfrascarse nuevamente en su labor.
Sacando rápidamente los implementos necesarios de su bolsa – normalmente intentaba evitar que se notara que llevaba una bolsa de contención con apariencia de bolso corriente a la cintura, pero en circunstancias como aquella desechaba toda precaución – se dispuso al trabajo.
Lo primero fue lavar las heridas para eliminar toda la mugre que la carreta hubiera dejado en ellas. Sacando una botija llena de agua del bolso, vertió en ella un concentrado de espliego y tomillo y bañó las heridas con el líquido resultante. Lo siguiente era inmovilizar las fracturas antes de cubrir todo con compresas. Lucas necesitaría cirugía para tratar las lesiones, pero esperaba poder trasdarlo al hospital y no tener que intervenir en el mismo mercado.
Sacaba los implementos necesarios de su bolso –ante la mirada atenta de la multitud que ya había notado la capacidad extraordinaria del pequeño bolso- cuando Dul llegó a su lado.
- Ahora puedes ayudarme a inmovilizar sus fracturas y luego, a buscar la manera de llevarlo al hospital- contestó al mismo tiempo que un gemido del herido indicaba que éste había recuperado la conciencia.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Un encuentro inesperado y feliz
De donde sacaba tantas cosas???
Por un momento pensó que el zurrón de Lisandot funcionaba de la misma forma que su bolsa de armas, incluso con la misma sofisticación que esta, con compartimentos secretos a los que solo la sanadora podía llegar si era su voluntad.
Sin embargo, esa, no era la prioridad. La prioridad era la pierna del muchacho que se veía muy mal y la utilidad de cada implemento que iba extrayendo Lisandot.
Y aun así, se tardó una fracción más de segundo. Estaba realmente impresionada por las habilidades que mostraba Lisandot. No era solo el saber que medicinas aplicar, sino cómo convertirlas en tal y cómo aplicarlas. Era fascinante y sintió un punzada de emotivo orgullo viendola. Tan seria, tan entregada, tan profesional. Ta, ta, ta. Acción, movimiento, acción. Y viéndose tan diferente a hacia unos minutos, no dejaba de ser Lisandot.
Inmovilizar la pierna. Eso había dicho y eso se iba a hacer.
- Cuando era más niña - empezó a decir mientras sus manos se movían - alguna vez mi amiga se cayó de un árbol por culpa mía y se partió el brazo. Eso le dolió mucho y muchas veces vi llegar a casa a mis hermanos con una pierna rota o algo así, lo más común las costillas. Recuerdo que una vez Sheik me dijo, tirado en la cama de la enfermería, que prefería mil veces romperse una pierna que volver a romperse una costilla, porque esas no se podían inmovilizar y además si dejaban de apoyar ya estaba, dejaba de doler, pero cómo hacía para dejar de respirar. Nunca me tocó ayudar a alguien con algo roto, pero los he visto hacerlo, así que creo poder ayudar bien - lo último lo dijo con total convicción, pero para ese momento, ya había dejado una de las tabillas entre las piernas del muchacho, apoyada contra, verticalmente contra la pierna rota y había amarrado una de las vendas a la otra tabla, la cual tenía sujeta con la mano, sin llegar a rozar nada del chico, para no provocarle más dolor.
Lo había hecho con la mayor delicadeza posible, dejando que fuera su voz y su discurso el que marcara tiempos, énfasis y fuerza, no sus movimientos, pero por el ritmo en que hablaba se notaba que estaba nerviosa. Le preocupaba que al tratar de ser ayuda, hiciera algún daño.
Pero cuando el chico gimió, se quedó fría.
Por un momento pensó que el zurrón de Lisandot funcionaba de la misma forma que su bolsa de armas, incluso con la misma sofisticación que esta, con compartimentos secretos a los que solo la sanadora podía llegar si era su voluntad.
Sin embargo, esa, no era la prioridad. La prioridad era la pierna del muchacho que se veía muy mal y la utilidad de cada implemento que iba extrayendo Lisandot.
Y aun así, se tardó una fracción más de segundo. Estaba realmente impresionada por las habilidades que mostraba Lisandot. No era solo el saber que medicinas aplicar, sino cómo convertirlas en tal y cómo aplicarlas. Era fascinante y sintió un punzada de emotivo orgullo viendola. Tan seria, tan entregada, tan profesional. Ta, ta, ta. Acción, movimiento, acción. Y viéndose tan diferente a hacia unos minutos, no dejaba de ser Lisandot.
Inmovilizar la pierna. Eso había dicho y eso se iba a hacer.
- Cuando era más niña - empezó a decir mientras sus manos se movían - alguna vez mi amiga se cayó de un árbol por culpa mía y se partió el brazo. Eso le dolió mucho y muchas veces vi llegar a casa a mis hermanos con una pierna rota o algo así, lo más común las costillas. Recuerdo que una vez Sheik me dijo, tirado en la cama de la enfermería, que prefería mil veces romperse una pierna que volver a romperse una costilla, porque esas no se podían inmovilizar y además si dejaban de apoyar ya estaba, dejaba de doler, pero cómo hacía para dejar de respirar. Nunca me tocó ayudar a alguien con algo roto, pero los he visto hacerlo, así que creo poder ayudar bien - lo último lo dijo con total convicción, pero para ese momento, ya había dejado una de las tabillas entre las piernas del muchacho, apoyada contra, verticalmente contra la pierna rota y había amarrado una de las vendas a la otra tabla, la cual tenía sujeta con la mano, sin llegar a rozar nada del chico, para no provocarle más dolor.
Lo había hecho con la mayor delicadeza posible, dejando que fuera su voz y su discurso el que marcara tiempos, énfasis y fuerza, no sus movimientos, pero por el ritmo en que hablaba se notaba que estaba nerviosa. Le preocupaba que al tratar de ser ayuda, hiciera algún daño.
Pero cuando el chico gimió, se quedó fría.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Un encuentro inesperado y feliz
Dul había respondido a su indicación con una rapidez notable y con gran delicadeza y precisión, pese a su falta de experiencia y al nerviosismo que denotaba el ritmo de sus palabras.
- Tranquila – dijo al ver que se quedaba helada al escuchar al herido quejarse – Estás trabajando bien, no le has hecho daño, pero ha vuelto en sí y es natural que sienta dolor con semejantes heridas. Sigue entablillando, yo calmaré su dolor.
Era natural que sintiera dolor, sí, pero no había razón para dejar que lo padeciera y, además necesitaba que el muchacho estuviera tan quieto como fuera posible para que no se complicaran más sus ya graves lesiones. Buscando en su bolso, tomó un pequeño frasco con un líquido claro y se acercó a la cabeza del jovencito.
- Bebe esto, Lucas – dijo, levantando con delicadeza la cabeza del chico y acercando el frasco a sus labios – Dormirás y no sentirás el dolor.
Luego que el herido bebiera, permaneció un instante masajeando suavemente las sienes del herido como una madre que intenta hacer dormir a su hijo. Y, efectivamente, fue el toque de sus manos el que indujo un profundo sueño en Lucas, no el líquido del frasco el que no tenía propiedad especial alguna. Siempre que podía, usaba su don especial para sedar a un herido ya que lo consideraba más seguro que cualquier narcótico, pero prefería que tal hecho pasara desapercibido. No deseaba que sus habilidades especiales tuvieran tanta difusión como la capacidad de su bolso.
Una vez terminada la inmovilización cubrió las piernas del muchacho con compresas impregnadas con aceite del árbol del té; junto a la limpieza que había hecho, evitarían que las heridas se infectasen. Terminados los primeros auxilios, tocaba trasladar al chico al hospital para la cirugía que necesitaba.
- Basil, tenemos que trasladar a Lucas al hospital. Esa misma carreta puede servirnos, si la enderezan y consiguen un animal que la tire.
Mientras el padre del jovencito, la elfa, el enano y alguno de los espectadores se ponían manos a la obra para conseguir lo pedido, ella sacaba una sábana y una angarilla del bolso y le explicaba a Dul la maniobra que tenían que hacer para colocar al herido en la angarilla sin lastimarlo más.
- Tranquila – dijo al ver que se quedaba helada al escuchar al herido quejarse – Estás trabajando bien, no le has hecho daño, pero ha vuelto en sí y es natural que sienta dolor con semejantes heridas. Sigue entablillando, yo calmaré su dolor.
Era natural que sintiera dolor, sí, pero no había razón para dejar que lo padeciera y, además necesitaba que el muchacho estuviera tan quieto como fuera posible para que no se complicaran más sus ya graves lesiones. Buscando en su bolso, tomó un pequeño frasco con un líquido claro y se acercó a la cabeza del jovencito.
- Bebe esto, Lucas – dijo, levantando con delicadeza la cabeza del chico y acercando el frasco a sus labios – Dormirás y no sentirás el dolor.
Luego que el herido bebiera, permaneció un instante masajeando suavemente las sienes del herido como una madre que intenta hacer dormir a su hijo. Y, efectivamente, fue el toque de sus manos el que indujo un profundo sueño en Lucas, no el líquido del frasco el que no tenía propiedad especial alguna. Siempre que podía, usaba su don especial para sedar a un herido ya que lo consideraba más seguro que cualquier narcótico, pero prefería que tal hecho pasara desapercibido. No deseaba que sus habilidades especiales tuvieran tanta difusión como la capacidad de su bolso.
Una vez terminada la inmovilización cubrió las piernas del muchacho con compresas impregnadas con aceite del árbol del té; junto a la limpieza que había hecho, evitarían que las heridas se infectasen. Terminados los primeros auxilios, tocaba trasladar al chico al hospital para la cirugía que necesitaba.
- Basil, tenemos que trasladar a Lucas al hospital. Esa misma carreta puede servirnos, si la enderezan y consiguen un animal que la tire.
Mientras el padre del jovencito, la elfa, el enano y alguno de los espectadores se ponían manos a la obra para conseguir lo pedido, ella sacaba una sábana y una angarilla del bolso y le explicaba a Dul la maniobra que tenían que hacer para colocar al herido en la angarilla sin lastimarlo más.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Un encuentro inesperado y feliz
- Ooooooooook - fue cuanto dijo a la indicación de Lisandot, asintiendo con la cabeza, una sola vez, pero de forma enérgica. Efecto de los nervios y de la nueva responsabilidad. Nunca antes había hecho algo así, pero si la labor de Lisandot era calmar al chico y sedarlo, no era el momento para mencionarlo.
Con el rabillo del ojo vio el vial que sacó para tal fin, mientras se acomodaba mejor para su tarea, y de inmediato se cruzó por su mente la pregunta que nadie más, de los presentes, se haría: ¿por qué recorría a un bebedizo para dormirle si era capaz de hacerlo mediante sus habilidades como alguna vez en el pasado hizo con ella?
Sabía que sus razones tendría y esperaba que no fueran por algo serio, además, no era momento.
Pasó con delicadeza la venda por debajo de la pierna, alzándola un poco para tal fin, una vez, dos veces tres veces, marcando una espiral bastante holgada y luego, sentándose en cuclillas pero a horcajadas sobre la pierna rota, sin tocarla.
Espiral por espiral empezó a apretar el entablillado hasta llegar a la rodilla y luego, sujetando la venda con los dientes para no perder la tensión que ya llevaba, pasando nuevamente la tripa de la venda por debajo de la pierna varias veces y repetir el proceso.
Con el rabillo del ojo vio el vial que sacó para tal fin, mientras se acomodaba mejor para su tarea, y de inmediato se cruzó por su mente la pregunta que nadie más, de los presentes, se haría: ¿por qué recorría a un bebedizo para dormirle si era capaz de hacerlo mediante sus habilidades como alguna vez en el pasado hizo con ella?
Sabía que sus razones tendría y esperaba que no fueran por algo serio, además, no era momento.
Pasó con delicadeza la venda por debajo de la pierna, alzándola un poco para tal fin, una vez, dos veces tres veces, marcando una espiral bastante holgada y luego, sentándose en cuclillas pero a horcajadas sobre la pierna rota, sin tocarla.
Espiral por espiral empezó a apretar el entablillado hasta llegar a la rodilla y luego, sujetando la venda con los dientes para no perder la tensión que ya llevaba, pasando nuevamente la tripa de la venda por debajo de la pierna varias veces y repetir el proceso.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Un encuentro inesperado y feliz
- ¡Eres una gran ayudante, Dul! - exclamó con orgullo cuando ella y la niña, que había hecho un muy buen trabajo en el entablillado de las piernas, hubieron colocado a Lucas en la angarilla sin contratiempos.
Todo lo que podían hacer en ese lugar estaba hecho ya y ahora sólo tocaba esperar que el medio de transporte estuviera dispuesto. La carreta ya había sido enderezada y sólo faltaba el animal de tiro, lo que no era difícil de obtener; si Basil mismo no poseía uno, seguramente podría conseguir uno en préstamo o arriendo en los establos adyacentes al mercado.
Sentada en el suelo junto al muchacho, vigilaba cuidadosamente su respiración y comprobaba cada cierto tiempo su pulso y temperatura.; los signos vitales del chico eran estables y eso era muy buena señal. Esperaba que el doctor Sihk estuviera de turno en el hospital y pudiera hacerse cargo del caso; él era uno de los mejores cirujanos que había visto y estaba segura de que las oportunidades de Lucas de recuperarse por completo aumentarían si lo operaba él.
- Cuando dejemos a nuestro paciente en buenas manos en el hospital, continuaremos la compra de los ingredientes para las trufas… Supongo que no se te habrán quitado las ganas de hacerlas, ¿no? – dijo, mirando cariñosamente a Dul, en una pausa de sus revisiones al herido – Eh, mira, el público se está retirando.
Pasada ya la novedad del incidente, la mayoría de los curiosos había vuelto a sus quehaceres y sólo quedaba un par de espectadores rezagados cuando el padre del herido, acompañado por el enano y la semielfa, regresó tirando de un par de mulas.
Una vez uncidos los animales al carro, la angarilla con el herido fue subida siguiendo sus instrucciones, Basil tomó el puesto del conductor y ella trepó acomodándose junto a la cabecera de Lucas.
- ¿Quieres venir al hospital, Dul o aguardas aquí a que regrese?
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Un encuentro inesperado y feliz
Inevitablemente, se sonrojó. Desde el punto de vista de la niña, estaba haciendo lo que podía (y se le ocurría) de momento, siguiendo las indicaciones de, lo que para ella era, una experta. Cualquier que hubiera dirigido Lisandot sin duda lo habría hecho igual de bien. Aun así, sus palabras y la forma en las que dijo, movió algo cálido y bonito en el interior de Dulfary y la hizo sonrojar. Un poco más al darse cuenta que la llamó Dul y no Arale, como dictaba su coartada.
Se levantó, se limpió las rodillas con un par de golpes en el pantalón y le dedicó una mirada de preocupación al muchacho, luego un paneo general sobre los curiosos, que satisfecho el morbo de ver el herido y sanadas las heridas, se empezaba a desperdigar.
La voz de Lisandot atrajo de nuevo se atención, aunque tardó un poco en reaccionar. Sonrió y asintió enérgicamente con la cabeza.
- Nada desanima un plan de preparar trufas - le dijo con una sonrisa que no cabía en su carita -Es que ya no tienen nada que ver aquí - agregó al comentario sobre su público. Lo que realmente le alegraba era que Lisandot se hubiese dado a ver, eso sin duda le traería más trabajo y con este, la cercanía a obtener la casa que tanto quería con Akira.
- Voy con ustedes - decidió casi sin pensarlo. No conocía aun el hospital y eso era siempre algo digno de verse. Era pocos los ella creía que existía y una labor tan centralizada, en ayudar a los demás con su salud y bienestar, lo consideraba algo increíblemente loable. Estaba tomando impulso para subir a la carreta, cuando cayó en cuenta de algo, un algo muy sencillo que le recordó un guardia apostado en una de las esquinas cercanas al lugar en donde estaban.
Ir al hospital implicaba que muy seguramente se encontrara con alguien de la Orden y la enviaran a sus labores, alejándola de la idea de las trufas y conocer la casa (y por ende la cocina) a la que iría o correría cuando así fuera necesario.
- Ehm... no, mejor no - se volvió a bajar de la carreta, esta vez dando un salto bastante ágil que la dejó en el piso sobre sus dos pies - Prefiero no tentar la suerte de la gente de la Orden y que se queden conmigo antes de tiempo. Iré comprando algunas otras cosas - su sonrisa se hizo picara, maliciosa - incluyendo el ingrediente secreto y nos vemos aquí mismo en un rato, te parece? - aun antes que le diera una respuesta, dio dos pasos precavidos, hacia atrás, para darle espacio a la carreta y que partieran cuanto antes.
Se levantó, se limpió las rodillas con un par de golpes en el pantalón y le dedicó una mirada de preocupación al muchacho, luego un paneo general sobre los curiosos, que satisfecho el morbo de ver el herido y sanadas las heridas, se empezaba a desperdigar.
La voz de Lisandot atrajo de nuevo se atención, aunque tardó un poco en reaccionar. Sonrió y asintió enérgicamente con la cabeza.
- Nada desanima un plan de preparar trufas - le dijo con una sonrisa que no cabía en su carita -Es que ya no tienen nada que ver aquí - agregó al comentario sobre su público. Lo que realmente le alegraba era que Lisandot se hubiese dado a ver, eso sin duda le traería más trabajo y con este, la cercanía a obtener la casa que tanto quería con Akira.
- Voy con ustedes - decidió casi sin pensarlo. No conocía aun el hospital y eso era siempre algo digno de verse. Era pocos los ella creía que existía y una labor tan centralizada, en ayudar a los demás con su salud y bienestar, lo consideraba algo increíblemente loable. Estaba tomando impulso para subir a la carreta, cuando cayó en cuenta de algo, un algo muy sencillo que le recordó un guardia apostado en una de las esquinas cercanas al lugar en donde estaban.
Ir al hospital implicaba que muy seguramente se encontrara con alguien de la Orden y la enviaran a sus labores, alejándola de la idea de las trufas y conocer la casa (y por ende la cocina) a la que iría o correría cuando así fuera necesario.
- Ehm... no, mejor no - se volvió a bajar de la carreta, esta vez dando un salto bastante ágil que la dejó en el piso sobre sus dos pies - Prefiero no tentar la suerte de la gente de la Orden y que se queden conmigo antes de tiempo. Iré comprando algunas otras cosas - su sonrisa se hizo picara, maliciosa - incluyendo el ingrediente secreto y nos vemos aquí mismo en un rato, te parece? - aun antes que le diera una respuesta, dio dos pasos precavidos, hacia atrás, para darle espacio a la carreta y que partieran cuanto antes.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Un encuentro inesperado y feliz
Obedeciendo sus indicaciones, Basil conducía la carreta lentamente. No había razón para correr, la vida de Lucas no corría peligro inmediato y el ir saltando sobre los baches, que ineludiblemente encontrarían por el camino, provocaría que las serias lesiones del muchacho se agravaran más.
Sentada junto al herido, vigilando constantemente su respiración y su aspecto, no pudo evitar que su mente divagara brevemente cuando pasaron frente a un pequeño mesón en el que ella y a Akira cenaban a veces… ¿Tendrían viento a favor durante el viaje?… Ojalá que su misión resultara sólo en un viaje turístico, sin peligros… ¡Lástima que partiera justo el día en que Dul hacía su aparición! El semielfo iba a lamentar no haberla visto ni haber disfrutado las trufas que…
Un leve movimiento del muchacho cortó de golpe el hilo de sus pensamientos. La distracción no había durado más que un segundo y nadie - sino ella - podía haberla notado, pero sus mejillas se colorearon de vergüenza al darse cuenta que había dejado de prestarle la debida atención a un herido a su cargo. Ni siquiera el pensar en su amado ausente podía disculpar semejante negligencia, se reprendió mentalmente mientras comprobaba el estado de Lucas para asegurarse de que no hubiera empeorado repentinamente.
Sin contratiempo y sin más distracciones de su parte, al paso parsimonioso de las mulas que tiraban la carreta, llegaron ante el edificio de ladrillos rojos en forma de U invertida en el que funcionaba el Hospital de Trinacria. Estacionaron en un pequeño patio adoquinado, vacío en esos momentos, que acogía las cabalgaduras y vehículos de quienes acudían al lugar en busca de ayuda. El brazo izquierdo de la U albergaba la sala de recepción de enfermos, la enfermería y una pequeña sala de operaciones mientras que en el brazo derecho se hallaban una capilla de la Dama, la cocina y las bodegas. En el cuerpo de la U se encontraban las dos salas que acogían a los pacientes hospitalizados. En ellas, sendos cortinajes creaban salas más pequeñas, amobladas con un camastro, una silla y una mesita de noche. Los baños y las escaleras que conducían al segundo piso separaban la sala de los enfermos más graves de aquellos de menor gravedad. En el piso superior se encontraban las habitaciones del personal del hospital que residían en el lugar, el refectorio y una biblioteca que había tenido el privilegio de visitar en numerosas ocasiones. Asimismo había visitado también el amplio patio trasero de edificio, en el cual se encontraban el lavadero y – lo más interesante para ella - un variado jardín de hierbas medicinales.
- Espere un momento aquí, Basil – indicó mientras bajaba ágilmente del vehículo – Buscaré ayuda para bajar a Lucas.
No tuvo que caminar mucho para encontrarla. El ruido que habían producido al llegar había llamado la atención de Lim, el encargado de recepción que se acercaba solícito a los recién llegados.
- Buenos días, señora Lisandot – saludó al reconocerla - ¿Nos trae un paciente?
- Buenos días, Lim. Sí, traigo a Lucas, sus piernas fueron aplastadas por una carreta. ¿Puede mandar a alguien para bajar la camilla?
- Enseguida, señora. Volviendo sobre sus pasos, el hombre entró a la sala de recepción y regresó al cabo de pocos momentos con un par de fornidos mocetones que, con pericia, bajaron la angarilla en que se encontraba Lucas.
- ¿Está de turno el doctor Sith? – le preguntó a Lim, tras presentarle brevemente a Basil, mientras caminaban los tres en pos de la angarilla hacia la recepción.
- Sí, señora. Está en la enfermería ahora mismo, terminando de curar a un mocoso que se hizo un corte en la mano con el cuchillo de caza de su padre, ¡críos imprudentes!
Los portadores de Lucas aguardaban instrucciones cuando una robusta figura de pelo rojizo apareció en la puerta de la enfermería y los conminó a entrar al herido con un imperativo gesto de su mano. Mientras Lim y Basil se ocupaban de los procedimientos burocráticos de rigor, ella caminó hacia el médico tendiéndole una mano que Sith estrechó con vigor.
Con frases precisas y claras le explicó al galeno tantos las lesiones que había observado en el herido como los procedimientos que había adoptado para atenderlo. Permaneció atenta mientras el doctor Sith le practicaba un nuevo reconocimiento a Lucas, terminado el cual aprobó el tratamiento realizado y confirmó que debía ser operado; despidiéndola cortésmente, se aprestó a realizar su tarea.
En algunas ocasiones, el doctor Sith la había invitado a presenciar e incluso a ayudarle en algunas intervenciones, pero esta no era una de aquellas oportunidades; seguramente tenía ayuda suficiente y no estaba de humor para espectadores. No lo lamentaba, tenía muchos deseos de volver con Dul; ella ya no podía hacer más y Lucas quedaba en las mejores manos
Estaba ya en la calle, rumbo al Mercado, cuando se cruzó con Kylyn y Lomos de Toro que llegaban a acompañar a Basil en la espera. Se tomó un momento para informarles las novedades y luego retomó su camino con paso ligero, impaciente por continuar su interrumpido paseo.
Sentada junto al herido, vigilando constantemente su respiración y su aspecto, no pudo evitar que su mente divagara brevemente cuando pasaron frente a un pequeño mesón en el que ella y a Akira cenaban a veces… ¿Tendrían viento a favor durante el viaje?… Ojalá que su misión resultara sólo en un viaje turístico, sin peligros… ¡Lástima que partiera justo el día en que Dul hacía su aparición! El semielfo iba a lamentar no haberla visto ni haber disfrutado las trufas que…
Un leve movimiento del muchacho cortó de golpe el hilo de sus pensamientos. La distracción no había durado más que un segundo y nadie - sino ella - podía haberla notado, pero sus mejillas se colorearon de vergüenza al darse cuenta que había dejado de prestarle la debida atención a un herido a su cargo. Ni siquiera el pensar en su amado ausente podía disculpar semejante negligencia, se reprendió mentalmente mientras comprobaba el estado de Lucas para asegurarse de que no hubiera empeorado repentinamente.
Sin contratiempo y sin más distracciones de su parte, al paso parsimonioso de las mulas que tiraban la carreta, llegaron ante el edificio de ladrillos rojos en forma de U invertida en el que funcionaba el Hospital de Trinacria. Estacionaron en un pequeño patio adoquinado, vacío en esos momentos, que acogía las cabalgaduras y vehículos de quienes acudían al lugar en busca de ayuda. El brazo izquierdo de la U albergaba la sala de recepción de enfermos, la enfermería y una pequeña sala de operaciones mientras que en el brazo derecho se hallaban una capilla de la Dama, la cocina y las bodegas. En el cuerpo de la U se encontraban las dos salas que acogían a los pacientes hospitalizados. En ellas, sendos cortinajes creaban salas más pequeñas, amobladas con un camastro, una silla y una mesita de noche. Los baños y las escaleras que conducían al segundo piso separaban la sala de los enfermos más graves de aquellos de menor gravedad. En el piso superior se encontraban las habitaciones del personal del hospital que residían en el lugar, el refectorio y una biblioteca que había tenido el privilegio de visitar en numerosas ocasiones. Asimismo había visitado también el amplio patio trasero de edificio, en el cual se encontraban el lavadero y – lo más interesante para ella - un variado jardín de hierbas medicinales.
- Espere un momento aquí, Basil – indicó mientras bajaba ágilmente del vehículo – Buscaré ayuda para bajar a Lucas.
No tuvo que caminar mucho para encontrarla. El ruido que habían producido al llegar había llamado la atención de Lim, el encargado de recepción que se acercaba solícito a los recién llegados.
- Buenos días, señora Lisandot – saludó al reconocerla - ¿Nos trae un paciente?
- Buenos días, Lim. Sí, traigo a Lucas, sus piernas fueron aplastadas por una carreta. ¿Puede mandar a alguien para bajar la camilla?
- Enseguida, señora. Volviendo sobre sus pasos, el hombre entró a la sala de recepción y regresó al cabo de pocos momentos con un par de fornidos mocetones que, con pericia, bajaron la angarilla en que se encontraba Lucas.
- ¿Está de turno el doctor Sith? – le preguntó a Lim, tras presentarle brevemente a Basil, mientras caminaban los tres en pos de la angarilla hacia la recepción.
- Sí, señora. Está en la enfermería ahora mismo, terminando de curar a un mocoso que se hizo un corte en la mano con el cuchillo de caza de su padre, ¡críos imprudentes!
Los portadores de Lucas aguardaban instrucciones cuando una robusta figura de pelo rojizo apareció en la puerta de la enfermería y los conminó a entrar al herido con un imperativo gesto de su mano. Mientras Lim y Basil se ocupaban de los procedimientos burocráticos de rigor, ella caminó hacia el médico tendiéndole una mano que Sith estrechó con vigor.
Con frases precisas y claras le explicó al galeno tantos las lesiones que había observado en el herido como los procedimientos que había adoptado para atenderlo. Permaneció atenta mientras el doctor Sith le practicaba un nuevo reconocimiento a Lucas, terminado el cual aprobó el tratamiento realizado y confirmó que debía ser operado; despidiéndola cortésmente, se aprestó a realizar su tarea.
En algunas ocasiones, el doctor Sith la había invitado a presenciar e incluso a ayudarle en algunas intervenciones, pero esta no era una de aquellas oportunidades; seguramente tenía ayuda suficiente y no estaba de humor para espectadores. No lo lamentaba, tenía muchos deseos de volver con Dul; ella ya no podía hacer más y Lucas quedaba en las mejores manos
Estaba ya en la calle, rumbo al Mercado, cuando se cruzó con Kylyn y Lomos de Toro que llegaban a acompañar a Basil en la espera. Se tomó un momento para informarles las novedades y luego retomó su camino con paso ligero, impaciente por continuar su interrumpido paseo.
Última edición por Lisandot el 02/03/14, 01:10 pm, editado 2 veces
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Un encuentro inesperado y feliz
Dufary se quedó observando como la carreta se alejaba en dirección al puesto de curación. Era una idea bastante adelantada la de tener un hospital, eso se lo admiraba a los Jaspianos. En casa, en su natal y lejana Klokoff, tenían un puesto de enfermería. Era grande, bien abastecido y quienes entraban... no solían salir. Salvo los kazekage en formación, no solían regresar con vida los que entraban, para la niña era un lugar triste, pero lo que tenía el muchacho accidentado no era de gravedad, o por lo menos no era mortal.
Entonces, ¿por qué miraba la carreta con esa preocupación que no tenía intensión alguna de disimular? Con la mirada fija en Lisandot, llevó a preguntarse si la preocupación era por el joven o por ella. Pero esa madre sustituta que había adoptado no tenía peligros sobre ella en ese momento. No lo entendía, tenía que ser por el muchacho, que muy seguramente se pondría bien. Al perderlos de vista, se dio la vuelta y con esto, también le dio la espalda a un pensamiento que no terminó de formarse: un aviso del Don de los Ojos Rojos, de lo que estaba por venir, de lo que se había desatado en el puerto oculto a los corazones.
Con un suspiro, emprendió la compra de los materiales que aun necesitaba para hacer las anheladas trufas, su expresión de preocupación fue dando paso a una sonrisa de orgullo, mientras su cabecita dispersa traía a colación la forma en que se había desenvuelto Lisandot desde el momento en que notó el accidente. Era toda una profesional, constatarlo solo amplió su sonrisa y su orgullo, la calma y seguridad con la que había tratado la situación, a las personas, esa vocación de sanadora incondicional estuvo a punto de arrancarle un par de lagrimas de sentirse tan afortunada que la considerara su amiga. El chico estaba mal pero la semi hada lo curó, no solo en lo físico. Estaba impactada.
Y metida en sus pensamientos como para llevarse por delante a una persona. Fue un accidente, un descuido en toda regla, así que pidió perdón de inmediato y le ayudó a recoger lo que traía. Se trataba de un hombre, bastante hosco que inicialmente iba reprocharle de forma brusca, bruta, su torpeza, pero al ver la librea de la Dama, parecía turbado. Dulfary se explayó, como siempre que tomaba la palabra, en pedirle disculpas, en tratar de convencerlo de cuanto lo sentía, pero este tomó las cosas de sus manos y se marcho, dejándola bastante perpleja y con la mirada de muchos comerciantes y compradores sobre ella, en forma acusadora. Hizo un puchero, pero hubo algo más que captó su atención... no todas las miradas eran de reproche, había detectado más de una hostil, sin embargo al mirar en rededor, no encontró ninguna, al contrario, se topó con alguna otra de comprensión.
- Señora... si fuera tan amable de darme un puñado de nueces - pidió sintiéndose incomoda. Algo no estaba bien esa plaza de mercado, pero no lograba detectar el qué. Con una sonrisa de amabilidad, la comerciante empezó a hacerle preguntas sobre lo que buscaba, las cuales iba respondiendo de forma ausente, prestando atención a sus sentidos, al ambiente y de pronto, se sobre saltó.
La abordó un par de personas que la dejaron flanqueada. Tenían inquietudes respecto a seguridad y señalaban ciertos puntos de la plaza.
- Como iniciada ya estas en la capacidad de prestar esa clase de servicios a la comunidad - dijo el hombre mas joven que estaba a su derecha. De la forma en que había aprendido en la Fortaleza en Lytemberg, puso su mano en el pomo de la espada, mientras lo miraba fijamente
- Lo que estas diciendo es muy feo y está muy mal - lo reprendió Dulfary, pero sin la fuerza que se esperaría de la Orden por su osadía - Yo con mucho gusto te colaboro, pero eso de ir presionando a la gente porque es lo que se debería hacer, no está bien, suena casi a chantaje emocional y no está bien, de hecho, casi casi me dan ganas de mandarte por un tubo directo a Ur Shalasti, mira que extorsionarme a mi, no, no, no, no -
- Pero es solo una ayudita - señaló en la misma dirección, una vez más y esta vez, la niña se giró, pero no la naturalidad con la que todos habrían querido. Cuando el joven señaló, sintió como su sombra se erizaba, tensa como un gato sorprendido con la guardia baja. Primero miró a sus pies y luego en la dirección que le marcaban, demasiado rápido, detectando el peligro y entonces lo vio.
Se vieron.
Sus ojos rojos se cruzaron con los rosados de Kelisay y mantuvieron la mirada en el otro por un par de segundos que duraron una eternidad... tan larga como para que le doliera el corazón al comprender lo que veía en los del kamael. En cuanto los vio, los rosados, una sonrisa de alegre emoción empezó a dibujarse en sus labios. Habían pasado casi meses desde que se vieron la última vez y la nostalgia y alegría se posaron en su corazón con demasiada fuerza para poder retener esa sonrisa que brotaba. Soltó de inmediato la espada, el pomo, y el kunai que ya casi tenía sujeto y se giró del todo hacia él.
Ala tuerta estaba al otro extremo de la plaza, la observaba desde un callejón próximo al que señalaban quienes la flanqueaban, casi oculto por la paredilla de este. Parecía estar vigilando y solo le faltaba apuntar con la ballesta a quien fuera su blanco. Pero sus ojos, esos ojos rosados con los que a veces soñaba o de los que sacaba fuerza desde que entrara en la Orden de la Dama, la miraban a ella, directamente a ella, en forma fija, profunda y... desconcertante.
El paso que dio al frente en su dirección se detuvo y el paso que dio él retrocediendo para que no se le acercara borró su sonrisa. Su mirada era desconcertante, porque había decepción en ella, casi parecía doler. Extrañada ladeó un poco la cabeza pero todo lo que consiguió en respuesta fue un barrido visual a su indumentaria y entonces, entendió.
Ella misma se miró y al levantar la vista hacia él, negó con la cabeza y trató de dar otro paso al frente, pero esta vez el joven se lo impidió y Kelisay dio otro paso atrás, una clara advertencia. Dulfary se zafó del muchacho y contra lo que amenazaba Kelisay trató de llegar a su posición. La sonrisa sarcástica de él estaba ahí, pero esta vez era hiriente, la niña necesitaba explicarle, decirle que las cosas no era como creía que estaba pensando, pero él hizo que se detuviera con una mirada de total desprecio hacia su persona.
Cómo podía creer que ella entraría y se alinearía a los principios y restricciones de u na Orden religiosa como esa? Despreciaba lo que creía que ahora representaba y su su mirada le dolió mucho más que las heridas curadas por McFuego. Por qué hacía eso? Cómo era posible? Su paso se vio interrumpido por un grupo de personas que cruzaba la plaza y en ese momento lo perdió de vista, al fijarse nuevamente en el callejón, el kamael ya no estaba.
- Ah no, eso sí que no... - no se desharía de ella tan fácil... se lanzó en su persecución, haciendo su mejor esfuerzo por contener todas las emociones encontradas.
El callejón estaba vacío. O al menos no había rastro del kamael, así que soltando su espada, tomó el impulso suficiente para, ayudada del viento, treparse en la paradilla y acceder al techo para iniciar la persecución. Cómo alguien tan llamativo con su única ala podía desaparecer de esa forma tan eficaz?.
Corrió tan agilmente como pudo sobre los tejados siguiendo su pista... una pista que realmente nunca tuvo. En vano. Lo había perdido y solo quedó en su retina el recuerdo de esa mirada que le dirigió.
Minutos más tarde estaba de vuelta en la plaza, redireccionó a quienes la habían flanqueado con miembros de la guardia de la ciudad y esperó por Lisandot... con el corazón en una mano y una botella de leche y una bolsa de nueces en la otra.
Entonces, ¿por qué miraba la carreta con esa preocupación que no tenía intensión alguna de disimular? Con la mirada fija en Lisandot, llevó a preguntarse si la preocupación era por el joven o por ella. Pero esa madre sustituta que había adoptado no tenía peligros sobre ella en ese momento. No lo entendía, tenía que ser por el muchacho, que muy seguramente se pondría bien. Al perderlos de vista, se dio la vuelta y con esto, también le dio la espalda a un pensamiento que no terminó de formarse: un aviso del Don de los Ojos Rojos, de lo que estaba por venir, de lo que se había desatado en el puerto oculto a los corazones.
Con un suspiro, emprendió la compra de los materiales que aun necesitaba para hacer las anheladas trufas, su expresión de preocupación fue dando paso a una sonrisa de orgullo, mientras su cabecita dispersa traía a colación la forma en que se había desenvuelto Lisandot desde el momento en que notó el accidente. Era toda una profesional, constatarlo solo amplió su sonrisa y su orgullo, la calma y seguridad con la que había tratado la situación, a las personas, esa vocación de sanadora incondicional estuvo a punto de arrancarle un par de lagrimas de sentirse tan afortunada que la considerara su amiga. El chico estaba mal pero la semi hada lo curó, no solo en lo físico. Estaba impactada.
Y metida en sus pensamientos como para llevarse por delante a una persona. Fue un accidente, un descuido en toda regla, así que pidió perdón de inmediato y le ayudó a recoger lo que traía. Se trataba de un hombre, bastante hosco que inicialmente iba reprocharle de forma brusca, bruta, su torpeza, pero al ver la librea de la Dama, parecía turbado. Dulfary se explayó, como siempre que tomaba la palabra, en pedirle disculpas, en tratar de convencerlo de cuanto lo sentía, pero este tomó las cosas de sus manos y se marcho, dejándola bastante perpleja y con la mirada de muchos comerciantes y compradores sobre ella, en forma acusadora. Hizo un puchero, pero hubo algo más que captó su atención... no todas las miradas eran de reproche, había detectado más de una hostil, sin embargo al mirar en rededor, no encontró ninguna, al contrario, se topó con alguna otra de comprensión.
- Señora... si fuera tan amable de darme un puñado de nueces - pidió sintiéndose incomoda. Algo no estaba bien esa plaza de mercado, pero no lograba detectar el qué. Con una sonrisa de amabilidad, la comerciante empezó a hacerle preguntas sobre lo que buscaba, las cuales iba respondiendo de forma ausente, prestando atención a sus sentidos, al ambiente y de pronto, se sobre saltó.
La abordó un par de personas que la dejaron flanqueada. Tenían inquietudes respecto a seguridad y señalaban ciertos puntos de la plaza.
- Como iniciada ya estas en la capacidad de prestar esa clase de servicios a la comunidad - dijo el hombre mas joven que estaba a su derecha. De la forma en que había aprendido en la Fortaleza en Lytemberg, puso su mano en el pomo de la espada, mientras lo miraba fijamente
- Lo que estas diciendo es muy feo y está muy mal - lo reprendió Dulfary, pero sin la fuerza que se esperaría de la Orden por su osadía - Yo con mucho gusto te colaboro, pero eso de ir presionando a la gente porque es lo que se debería hacer, no está bien, suena casi a chantaje emocional y no está bien, de hecho, casi casi me dan ganas de mandarte por un tubo directo a Ur Shalasti, mira que extorsionarme a mi, no, no, no, no -
- Pero es solo una ayudita - señaló en la misma dirección, una vez más y esta vez, la niña se giró, pero no la naturalidad con la que todos habrían querido. Cuando el joven señaló, sintió como su sombra se erizaba, tensa como un gato sorprendido con la guardia baja. Primero miró a sus pies y luego en la dirección que le marcaban, demasiado rápido, detectando el peligro y entonces lo vio.
Se vieron.
Sus ojos rojos se cruzaron con los rosados de Kelisay y mantuvieron la mirada en el otro por un par de segundos que duraron una eternidad... tan larga como para que le doliera el corazón al comprender lo que veía en los del kamael. En cuanto los vio, los rosados, una sonrisa de alegre emoción empezó a dibujarse en sus labios. Habían pasado casi meses desde que se vieron la última vez y la nostalgia y alegría se posaron en su corazón con demasiada fuerza para poder retener esa sonrisa que brotaba. Soltó de inmediato la espada, el pomo, y el kunai que ya casi tenía sujeto y se giró del todo hacia él.
Ala tuerta estaba al otro extremo de la plaza, la observaba desde un callejón próximo al que señalaban quienes la flanqueaban, casi oculto por la paredilla de este. Parecía estar vigilando y solo le faltaba apuntar con la ballesta a quien fuera su blanco. Pero sus ojos, esos ojos rosados con los que a veces soñaba o de los que sacaba fuerza desde que entrara en la Orden de la Dama, la miraban a ella, directamente a ella, en forma fija, profunda y... desconcertante.
El paso que dio al frente en su dirección se detuvo y el paso que dio él retrocediendo para que no se le acercara borró su sonrisa. Su mirada era desconcertante, porque había decepción en ella, casi parecía doler. Extrañada ladeó un poco la cabeza pero todo lo que consiguió en respuesta fue un barrido visual a su indumentaria y entonces, entendió.
Ella misma se miró y al levantar la vista hacia él, negó con la cabeza y trató de dar otro paso al frente, pero esta vez el joven se lo impidió y Kelisay dio otro paso atrás, una clara advertencia. Dulfary se zafó del muchacho y contra lo que amenazaba Kelisay trató de llegar a su posición. La sonrisa sarcástica de él estaba ahí, pero esta vez era hiriente, la niña necesitaba explicarle, decirle que las cosas no era como creía que estaba pensando, pero él hizo que se detuviera con una mirada de total desprecio hacia su persona.
Cómo podía creer que ella entraría y se alinearía a los principios y restricciones de u na Orden religiosa como esa? Despreciaba lo que creía que ahora representaba y su su mirada le dolió mucho más que las heridas curadas por McFuego. Por qué hacía eso? Cómo era posible? Su paso se vio interrumpido por un grupo de personas que cruzaba la plaza y en ese momento lo perdió de vista, al fijarse nuevamente en el callejón, el kamael ya no estaba.
- Ah no, eso sí que no... - no se desharía de ella tan fácil... se lanzó en su persecución, haciendo su mejor esfuerzo por contener todas las emociones encontradas.
El callejón estaba vacío. O al menos no había rastro del kamael, así que soltando su espada, tomó el impulso suficiente para, ayudada del viento, treparse en la paradilla y acceder al techo para iniciar la persecución. Cómo alguien tan llamativo con su única ala podía desaparecer de esa forma tan eficaz?.
Corrió tan agilmente como pudo sobre los tejados siguiendo su pista... una pista que realmente nunca tuvo. En vano. Lo había perdido y solo quedó en su retina el recuerdo de esa mirada que le dirigió.
Minutos más tarde estaba de vuelta en la plaza, redireccionó a quienes la habían flanqueado con miembros de la guardia de la ciudad y esperó por Lisandot... con el corazón en una mano y una botella de leche y una bolsa de nueces en la otra.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Un encuentro inesperado y feliz
En el curso de su andadura por el mundo, en más de una ocasión había encontrado hospitales en las grandes ciudades que había tenido ocasión de visitar, pero el de Trinacria era uno de los mejores que había conocido,. Un magnífico edificio, muy bien equipado, con numeroso personal. “¡Sorprendente!” había pensado cuando tuvo ocasión de conocerlo pero, bien mirado, quizás no era tan asombroso encontrar un hospital así en una ciudad construida sobre una Plataforma, como la que abandonaba en aquellos instantes por la rampa que daba a la Avenida del Mercado.
No había tardado en trabar relaciones con el equipo del hospital y eso le había dado acceso a su biblioteca, su huerto de hierbas medicinales y a la posibilidad de presenciar y participar en diversos procedimientos médicos, lo que había sido un obsequio inesperado; siempre era necesario perfeccionar conocimientos y habilidades, nunca se aprendía lo suficiente. La idea de hacer el intento de formar parte del personal del hospital había surgido en su mente alguna vez; trabajar ahí representaba un ingreso seguro y estabilidad, la estabilidad necesaria para formar una familia. Era una idea que no podía descartar del todo, pero su sueño, su verdadero sueño, era tener un dispensario en aquella casa junto al mar donde Akira tendría su dojo y juntos criarían a sus hijos ...
Con esos pensamientos revoloteando en su cabeza llegó por fin al Mercado. No encontró a primera vista a Dulfary, pero eso no le llamó la atención; seguramente la niña andaba por ahí, comprando los ingredientes que faltaban para las trufas. No tardó en encontrarla; de pie junto a uno de los puestos, con un par de bolsas en las manos, la chiquilla era la imagen de la espera. Sonrió, si la rubia tenía ya lo que precisaba para hacer las trufas, tocaba ir por lo necesario para la pócima antimareos.
- ¿Ya compraste el ingrediente secreto? - preguntó sonriente, aproximándose a ella, pero su sonrisa se borró cuando estuvo más cerca... Había algo en la postura de Dul, en sus ojos, algo no andaba bien...
- ¿Qué pasa, querida? ¿Te ocurrió algo?
No había tardado en trabar relaciones con el equipo del hospital y eso le había dado acceso a su biblioteca, su huerto de hierbas medicinales y a la posibilidad de presenciar y participar en diversos procedimientos médicos, lo que había sido un obsequio inesperado; siempre era necesario perfeccionar conocimientos y habilidades, nunca se aprendía lo suficiente. La idea de hacer el intento de formar parte del personal del hospital había surgido en su mente alguna vez; trabajar ahí representaba un ingreso seguro y estabilidad, la estabilidad necesaria para formar una familia. Era una idea que no podía descartar del todo, pero su sueño, su verdadero sueño, era tener un dispensario en aquella casa junto al mar donde Akira tendría su dojo y juntos criarían a sus hijos ...
Con esos pensamientos revoloteando en su cabeza llegó por fin al Mercado. No encontró a primera vista a Dulfary, pero eso no le llamó la atención; seguramente la niña andaba por ahí, comprando los ingredientes que faltaban para las trufas. No tardó en encontrarla; de pie junto a uno de los puestos, con un par de bolsas en las manos, la chiquilla era la imagen de la espera. Sonrió, si la rubia tenía ya lo que precisaba para hacer las trufas, tocaba ir por lo necesario para la pócima antimareos.
- ¿Ya compraste el ingrediente secreto? - preguntó sonriente, aproximándose a ella, pero su sonrisa se borró cuando estuvo más cerca... Había algo en la postura de Dul, en sus ojos, algo no andaba bien...
- ¿Qué pasa, querida? ¿Te ocurrió algo?
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Un encuentro inesperado y feliz
La sonrisa que le dirigió, aunque genuina, no llevaba la fuerza habitual. Mostró la bolsa que tenía en la mano, en silencio, cosa bastante extraña en ella, pero pasó saliva y se forzó a hablar de inmediato.
- Tengo lo que faltaba de ingredientes – ladeó la cabeza. Retomar la actividad parecía calmarla y enfocar su mente en algo diferente que tratar de entender lo que había pasado y por eso no desaprovecharía la oportunidad para tal cosa.
Sin embargo, Lisandot preguntó. No fue una pregunta de haber entendido que algo más había pasado y que podía estar decaída, sino que a ojos de la niña, era una pregunta preocupada por el bienestar total de Dulfary y no entender qué podía pasar en tan corto tiempo.
Era difícil de explicar. Y aun así, el percibir ese matiz en su pregunta y creerlo de todo corazón, le sentó mucho mejor que montones de chocolates, por eso, precisamente por eso, así fuera muy difícil de explicar, lo haría. Aunque solo fuera para tranquilizar a su amiga.
- El ingrediente secreto no es más que el amor, pero – se llevó el índice a los labios con cierta picardía, en lo que el brillo iba volviendo a sus ojos – shhh – bajó mucho la voz – que nadie se entere – rió socarrona y se acercó otro poco terminando de cortar la poca distancia que aun quedaba entre ellas
- Es difícil de explicar – reconoció, aun con esa último atisbo de buen ánimo – pero no sabría a quien más explicárselo – su sonrisa ganó fuerza y confianza – Una persona que conozco me acaba de hacer un feo, por algo que es un malentendido y que se puede arreglar si lo hablamos, solo que por cómo me miró no sé si lo quiera hablar conmigo y… ni siquiera sé dónde buscarlo y conseguirlo –
Ese, era un buen resumen.
- Tengo lo que faltaba de ingredientes – ladeó la cabeza. Retomar la actividad parecía calmarla y enfocar su mente en algo diferente que tratar de entender lo que había pasado y por eso no desaprovecharía la oportunidad para tal cosa.
Sin embargo, Lisandot preguntó. No fue una pregunta de haber entendido que algo más había pasado y que podía estar decaída, sino que a ojos de la niña, era una pregunta preocupada por el bienestar total de Dulfary y no entender qué podía pasar en tan corto tiempo.
Era difícil de explicar. Y aun así, el percibir ese matiz en su pregunta y creerlo de todo corazón, le sentó mucho mejor que montones de chocolates, por eso, precisamente por eso, así fuera muy difícil de explicar, lo haría. Aunque solo fuera para tranquilizar a su amiga.
- El ingrediente secreto no es más que el amor, pero – se llevó el índice a los labios con cierta picardía, en lo que el brillo iba volviendo a sus ojos – shhh – bajó mucho la voz – que nadie se entere – rió socarrona y se acercó otro poco terminando de cortar la poca distancia que aun quedaba entre ellas
- Es difícil de explicar – reconoció, aun con esa último atisbo de buen ánimo – pero no sabría a quien más explicárselo – su sonrisa ganó fuerza y confianza – Una persona que conozco me acaba de hacer un feo, por algo que es un malentendido y que se puede arreglar si lo hablamos, solo que por cómo me miró no sé si lo quiera hablar conmigo y… ni siquiera sé dónde buscarlo y conseguirlo –
Ese, era un buen resumen.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Un encuentro inesperado y feliz
- Ese ingrediente será un secreto entre tú y yo – dijo en voz baja con una sonrisa cómplice.
Su larga experiencia como sanadora, el contacto continuo con gentes de distintas razas, culturas y creencias, le había enseñado a leer en las personas. Las miradas, los gestos, los movimientos, las posturas del cuerpo, los tonos y las inflexiones de la voz, eran para ella como letras de un alfabeto secreto que le mostraban aquello que las palabras no querían decir o trataban de disfrazar.
Dicha lectura no era ya siquiera un acto consciente, sino un hábito tan profundamente arraigado que lo hacía de forma tan natural como respirar. Así, contemplando a Dulfary mientras la niña contestaba su pregunta, registró la debilidad de su sonrisa, la falta de brillo de sus ojos, el hecho de pasar saliva antes de hablar y supo, cuando la rubia le explicó lo sucedido – sin la verborrea habitual en ella – que esa persona era muy importante para ella. Importante de una manera especial, pensó, dándose cuenta de que por más que ella supiera que Dul era sólo una niña y la viera siempre como tal, para el resto del mundo era una mujer y así era tratada ¿Hasta qué punto esa dualidad entre lo que era y lo que aparentaba ser comprometía sus sentimientos?
Notó también como la chica se animaba a medida que hablaba y decidió que no era el momento ni el lugar para preguntas delicadas, ya lo sería cuando estuvieran en la que iba a ser su futura casa.
- Lo lamento mucho – dijo, envolviendo a la niña en un cálido abrazo de consuelo – Es muy duro no poder aclarar los malos entendidos con las personas que nos importan.
Una persona a la que no sabía donde buscar, a la que no podía encontrar... por una milésima de segundo, imaginó como sería si Akira fuera esa persona y sintió como si un puño helado le oprimiera el corazón e inconscientemente estrechó más el abrazo, antes de rechazar la idea con fuerza y un sentimiento de disgusto hacia sí misma por no controlar su imaginación.
- Si ya tienes todos los ingredientes para las trufas – le sonrió – ahora iremos por los de la pócima antimareos.
Su larga experiencia como sanadora, el contacto continuo con gentes de distintas razas, culturas y creencias, le había enseñado a leer en las personas. Las miradas, los gestos, los movimientos, las posturas del cuerpo, los tonos y las inflexiones de la voz, eran para ella como letras de un alfabeto secreto que le mostraban aquello que las palabras no querían decir o trataban de disfrazar.
Dicha lectura no era ya siquiera un acto consciente, sino un hábito tan profundamente arraigado que lo hacía de forma tan natural como respirar. Así, contemplando a Dulfary mientras la niña contestaba su pregunta, registró la debilidad de su sonrisa, la falta de brillo de sus ojos, el hecho de pasar saliva antes de hablar y supo, cuando la rubia le explicó lo sucedido – sin la verborrea habitual en ella – que esa persona era muy importante para ella. Importante de una manera especial, pensó, dándose cuenta de que por más que ella supiera que Dul era sólo una niña y la viera siempre como tal, para el resto del mundo era una mujer y así era tratada ¿Hasta qué punto esa dualidad entre lo que era y lo que aparentaba ser comprometía sus sentimientos?
Notó también como la chica se animaba a medida que hablaba y decidió que no era el momento ni el lugar para preguntas delicadas, ya lo sería cuando estuvieran en la que iba a ser su futura casa.
- Lo lamento mucho – dijo, envolviendo a la niña en un cálido abrazo de consuelo – Es muy duro no poder aclarar los malos entendidos con las personas que nos importan.
Una persona a la que no sabía donde buscar, a la que no podía encontrar... por una milésima de segundo, imaginó como sería si Akira fuera esa persona y sintió como si un puño helado le oprimiera el corazón e inconscientemente estrechó más el abrazo, antes de rechazar la idea con fuerza y un sentimiento de disgusto hacia sí misma por no controlar su imaginación.
- Si ya tienes todos los ingredientes para las trufas – le sonrió – ahora iremos por los de la pócima antimareos.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Un encuentro inesperado y feliz
El abrazo terminó de debilitar ese delicado equilibrio interno que trataba de mantener, devolvió el gesto, cerrando los ojos con el dolorcito que dejaba esa espina clavada por la mirada del kamael y cuando este abrazo ganó fuerza, los apretó a su vez, sintiendo un nudo en la garganta, como si en el fondo, muy en fondo supiera lo que se negaba a aceptar: no lo hallaría hasta que él quisiera ser hallado y eso podía no darse...
Podía recurrir a la jugada no tan limpia de seguirlo a través del kunai que tenía él, pero... no sería en ese momento, ni en ese día.
Ese día ella iba a gozarse la elaboración de las trufas en compañía de alguien por quien sentía mucho afecto y el cual sentía correspondido.
- Estoy bien - sonríe de oreja a oreja en cuanto la hubo soltado - de verdad - su sonrisa fue más grande y sus ojos ganaron un poco de brillo, tomando las manos de Lisandot.
- No dejaré que me empañe el día y sí! hace falta ir por las pociones para el mareo, en cualquier momento me tocará volver a tomar un barco a quien sabe donde y mucha falta me harán, mira que, como te decía, lo paso fatal en los barcos, se bambolean demasiado. Es raro que lo diga alguien que se mece en el viento que puede ser mucho más inestable que el agua, pero no pasa sino en los barcos, porque una vez, si te conté? con unas amigas naufragamos de un barco volador! volador!!! pero mientras estuvimos ahí, no me marié* en lo más mínimo, debe ser el agua, siempre pensé que el elemento contrario al viento era la tierra, pero va a ser que no - su sonrisa se hizo dulce y más menuda, pero tras ese abrazo, estaba lista para seguir - me sirve mucho mantenerme en movimiento, digo, para no marearme, pero poder estar quieta, en cama y tranquila, gracias a algo que he tomado me vendrá mucho mejor -
fdi: *sí, debería decir mareé pero.... es Dul ^^
Podía recurrir a la jugada no tan limpia de seguirlo a través del kunai que tenía él, pero... no sería en ese momento, ni en ese día.
Ese día ella iba a gozarse la elaboración de las trufas en compañía de alguien por quien sentía mucho afecto y el cual sentía correspondido.
- Estoy bien - sonríe de oreja a oreja en cuanto la hubo soltado - de verdad - su sonrisa fue más grande y sus ojos ganaron un poco de brillo, tomando las manos de Lisandot.
- No dejaré que me empañe el día y sí! hace falta ir por las pociones para el mareo, en cualquier momento me tocará volver a tomar un barco a quien sabe donde y mucha falta me harán, mira que, como te decía, lo paso fatal en los barcos, se bambolean demasiado. Es raro que lo diga alguien que se mece en el viento que puede ser mucho más inestable que el agua, pero no pasa sino en los barcos, porque una vez, si te conté? con unas amigas naufragamos de un barco volador! volador!!! pero mientras estuvimos ahí, no me marié* en lo más mínimo, debe ser el agua, siempre pensé que el elemento contrario al viento era la tierra, pero va a ser que no - su sonrisa se hizo dulce y más menuda, pero tras ese abrazo, estaba lista para seguir - me sirve mucho mantenerme en movimiento, digo, para no marearme, pero poder estar quieta, en cama y tranquila, gracias a algo que he tomado me vendrá mucho mejor -
fdi: *sí, debería decir mareé pero.... es Dul ^^
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Un encuentro inesperado y feliz
La ráfaga de palabras de Dul hizo que su sonrisa se ampliara más porque – junto al brillo de su mirada y el ancho de su sonrisa – le indicaba que la niña había recuperado su ánimo.
- ¡Eso es! Nada debe arruinarnos el día – respondió, oprimiendo cariñosamente las manos de la rubia.- ¿Naufragaste en un barco volador? Eso sí que es inusual – comentó con un toque de admiración - No conozco muchas personas que se mezcan en el viento, en realidad tú eres la única, pero supongo que si no te mareas en él es porque para tu pueblo es un elemento natural. Algo así como el agua para los peces y ellos no se marean en el mar – conjeturó – De todos modos, la pócima te ayudará mucho si la usas con regularidad. Compraremos la miel en aquel puesto y luego iremos a mi lugar de trabajo por el resto.
Lo más notable en el señor Sami Hibul era su cabeza: la nariz ganchuda y la boca pequeña, las cejas espesas y levantadas y, sobre todo, los ojos grandes, redondos y de mirada intensa, hacían pensar inevitablemente en un búho. Su puesto de plantas y preparados medicinales llevaba más de cincuenta años en el mismo lugar y en él era posible encontrar una amplia variedad de hierbas “para aliviar los males del cuerpo, la mente y el espíritu”, como rezaba un cartel colgado en el frontis del local.. Una parte de ellas eran cultivadas en una finca que poseía el dueño y el resto, la mayoría, eran recolectadas por sus enviados en Jasperia y fuera de ella. Todos los productos que allí se ofrecían se vendían bastante bien, pero el fuerte de los ingresos provenían de los compuestos afrodisíacos que Hibul vendía a los miembros de la nobleza a precio de oro.
Había sido un día afortunado aquel en que su camino y el del señor Hibul se cruzaron. Afortunado para él porque creyendo contratar una simple vendedora, se había encontrado con una empleado cuyos conocimientos de herbolaria y alquimia habían contribuido enormemente a ampliar el catálogo de productos que ofrecía a su clientela. Afortunado para ella porque había encontrado un jefe comprensivo que la había ayudado a darse a conocer como sanadora y le otorgaba todos los permisos que requería, fuera para ir a atender un paciente o para ocuparse de algún asunto personal, como en aquel día. Y afortunado también para Zinna, quien había sido contratada como vendedora para cubrirla cuando se ausentaba del puesto o cuando no podía dedicarse a las ventas por estar ocupada en la alquimia.
- Ya llegamos. Mira, ahí está mi jefe – dijo, señalando a un hombre que parecía muy ocupado explicando las propiedades de una hierba a una posible compradora..
- ¡Eso es! Nada debe arruinarnos el día – respondió, oprimiendo cariñosamente las manos de la rubia.- ¿Naufragaste en un barco volador? Eso sí que es inusual – comentó con un toque de admiración - No conozco muchas personas que se mezcan en el viento, en realidad tú eres la única, pero supongo que si no te mareas en él es porque para tu pueblo es un elemento natural. Algo así como el agua para los peces y ellos no se marean en el mar – conjeturó – De todos modos, la pócima te ayudará mucho si la usas con regularidad. Compraremos la miel en aquel puesto y luego iremos a mi lugar de trabajo por el resto.
Lo más notable en el señor Sami Hibul era su cabeza: la nariz ganchuda y la boca pequeña, las cejas espesas y levantadas y, sobre todo, los ojos grandes, redondos y de mirada intensa, hacían pensar inevitablemente en un búho. Su puesto de plantas y preparados medicinales llevaba más de cincuenta años en el mismo lugar y en él era posible encontrar una amplia variedad de hierbas “para aliviar los males del cuerpo, la mente y el espíritu”, como rezaba un cartel colgado en el frontis del local.. Una parte de ellas eran cultivadas en una finca que poseía el dueño y el resto, la mayoría, eran recolectadas por sus enviados en Jasperia y fuera de ella. Todos los productos que allí se ofrecían se vendían bastante bien, pero el fuerte de los ingresos provenían de los compuestos afrodisíacos que Hibul vendía a los miembros de la nobleza a precio de oro.
Había sido un día afortunado aquel en que su camino y el del señor Hibul se cruzaron. Afortunado para él porque creyendo contratar una simple vendedora, se había encontrado con una empleado cuyos conocimientos de herbolaria y alquimia habían contribuido enormemente a ampliar el catálogo de productos que ofrecía a su clientela. Afortunado para ella porque había encontrado un jefe comprensivo que la había ayudado a darse a conocer como sanadora y le otorgaba todos los permisos que requería, fuera para ir a atender un paciente o para ocuparse de algún asunto personal, como en aquel día. Y afortunado también para Zinna, quien había sido contratada como vendedora para cubrirla cuando se ausentaba del puesto o cuando no podía dedicarse a las ventas por estar ocupada en la alquimia.
- Ya llegamos. Mira, ahí está mi jefe – dijo, señalando a un hombre que parecía muy ocupado explicando las propiedades de una hierba a una posible compradora..
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Un encuentro inesperado y feliz
La idea de la poción que la ayudara a sobrevivir en el archipiélago la tenía demasiado entusiasmada como para dejar que el asunto de Kelisay terminara de entristecerla.
Seguramente, cuando volviera a estar sola, se sentiría triste y decaída, pero antes que eso ocurriera había varias cosas que hacer, como la poción y sus trufas. Y lo mejor que podía hacer por su corazón y su mente era concentrarse en eso mientras tanto... sino, echaría el día a perder, tanto para ella como para Lisandot y eso, era lo último que quería.
La compra de la miel fue sencilla y quizá lo que más la tranquilizó, ya que si la poción llevaba miel no podía saber tan feo como la gran mayoría de pociones; tendría un sabor dulce y eso haría aun más placenteros sus viajes que esperaba que fueran muchos si quería lograr los dos propósitos que tenía para con la Orden.
Entre un punto y otro del bullicioso mercado, Dulfary le fue contando un poco a Lisandot los diferentes pormenores de dicho naufragio, como si fuera el asunto más divertido del mundo y cómo había sido su travesía desde Kuzueth hasta lograr ingresar y tomar insignias en la Orden de la Dama. Por supuesto, no le pudo relatar, por el momento, los motivos por los que estaba allí. Mas bien le habló con cierto cariño y respeto (cosa muy rara en ella) de su "Tío" Devan. Empezaba a contarle sobre el paso por cada isla cuando la presencia del hombre-búho la hizo callar.
Parpadeó un par de veces mientras lo miraba con cierta perplejidad y, por supuesto, una sonrisa maliciosa luchando por contenerse para no meter en problemas a su amiga y sólo contaba con el tiempo que este estuviera distraído para poderla controlar.
Lo que más le estaba costando era hacer un comentario mordaz al respecto, así que retiró la mirada de él y recorrió el lugar tan lento como pudo, detallando la gran cantidad de hierbas, plantas e insumos.
- WOW!!! Es el paraíso de cualquier curandero o alquimista!! - expresó en voz alta, ligeramente emocionada - debes pasar muy bueno aquí. Es muy costoso? tal vez debería aprovechar y re abastecer mi atado - le faltaba mas bien poco para dar palmas - no estas en horario de trabajo cierto? No sea que a Don Búho se le de porque te quedes un rato.. claro que sería divertido verte trabajando detrás del mostrador. Eso es una hierba de gato????? - señaló sin un ápice de educación.
Seguramente, cuando volviera a estar sola, se sentiría triste y decaída, pero antes que eso ocurriera había varias cosas que hacer, como la poción y sus trufas. Y lo mejor que podía hacer por su corazón y su mente era concentrarse en eso mientras tanto... sino, echaría el día a perder, tanto para ella como para Lisandot y eso, era lo último que quería.
La compra de la miel fue sencilla y quizá lo que más la tranquilizó, ya que si la poción llevaba miel no podía saber tan feo como la gran mayoría de pociones; tendría un sabor dulce y eso haría aun más placenteros sus viajes que esperaba que fueran muchos si quería lograr los dos propósitos que tenía para con la Orden.
Entre un punto y otro del bullicioso mercado, Dulfary le fue contando un poco a Lisandot los diferentes pormenores de dicho naufragio, como si fuera el asunto más divertido del mundo y cómo había sido su travesía desde Kuzueth hasta lograr ingresar y tomar insignias en la Orden de la Dama. Por supuesto, no le pudo relatar, por el momento, los motivos por los que estaba allí. Mas bien le habló con cierto cariño y respeto (cosa muy rara en ella) de su "Tío" Devan. Empezaba a contarle sobre el paso por cada isla cuando la presencia del hombre-búho la hizo callar.
Parpadeó un par de veces mientras lo miraba con cierta perplejidad y, por supuesto, una sonrisa maliciosa luchando por contenerse para no meter en problemas a su amiga y sólo contaba con el tiempo que este estuviera distraído para poderla controlar.
Lo que más le estaba costando era hacer un comentario mordaz al respecto, así que retiró la mirada de él y recorrió el lugar tan lento como pudo, detallando la gran cantidad de hierbas, plantas e insumos.
- WOW!!! Es el paraíso de cualquier curandero o alquimista!! - expresó en voz alta, ligeramente emocionada - debes pasar muy bueno aquí. Es muy costoso? tal vez debería aprovechar y re abastecer mi atado - le faltaba mas bien poco para dar palmas - no estas en horario de trabajo cierto? No sea que a Don Búho se le de porque te quedes un rato.. claro que sería divertido verte trabajando detrás del mostrador. Eso es una hierba de gato????? - señaló sin un ápice de educación.
Dulfary- Cantidad de envíos : 1481
Re: Un encuentro inesperado y feliz
FDI: Mis disculpas por la tardanza.
DDI:
El relato de Dul era ameno, como todos los que hacía la niña, pero las referencias a su tío la tomaron por sorpresa.
- ¿Hay un tío tuyo en la Orden? ¿Lo enviaron antes que a ti? - preguntó intrigada.
En realidad sabía muy poco sobre la familia de la kazakage – había conocido sólo a su padre y su hermano – y desconocía prácticamente todo acerca de las costumbres de su clan, pero no le parecía descabellado que pudieran enviar a familiares en una misma misión. Lo que sí la había sorprendido siempre es que enviaran a una chica tan joven sola a misiones peligrosas.
La conversación se interrumpió cuando los ojos de Dul se posaron sobre el señor Hibul. La cara de la niña al contemplar la fisonomía de su jefe era todo un poema, tan claros eran los pensamientos que acudían a su mente y su esfuerzo por no decir algo incorrecto, y por poco la hace reír, ¡cómo se notaba la infante que en realidad era!
- Sí, lo paso muy bien- asintió, colaborando con su esfuerzo de no hacer comentarios sobre la apariencia de Sami - Aquí puedo hacer muchas cosas diferentes, nunca me aburro.
Tanto como atender enfermos le gustaba cultivar hierbas – su casa tendría un gran huerto – y preparar todo tipo de compuestos con ellas, podía pasar horas entregadas a esa tarea, olvidada del tiempo hasta que Sami le señalaba que ya era hora de cerrar el puesto y marchar a casa.
- Hay un precio especial para empleadas y sus amigas – dijo con aire cómplice – Podrás reabastecer tu atado sin problemas y no estoy en horario de trabajo, hoy tengo el día libre – concluyó.
Su día libre solía ser el domingo, día en que Sami invariablemente cerraba el puesto, pero en esta ocasión lo había cambiado para poder despedir a Akira tranquila; cierto que Sami le hubiera dado sin problemas un par de horas para ir al muelle a decirle hasta pronto a su amor, pero quiso tomarse el día entero para luego ir su casa soñada y consolarse acariciando sus proyectos.
- Sí, esa es hierba de gato, señorita – contestó la ronca voz de Sami Hibul, quién había despachado ya a su clienta – Incomparable para combatir la diarrea y la disentería y para fortalecer el corazón – recitó - Pensé que se tomaría todo el día, querida – agregó luego, mirando a Lis.
- Y me lo tomaré – contestó – Sólo hice una pequeña pausa para conseguir los ingredientes que necesito para una pócima antimareos para mi amiga – explicó – Le presento a mi amiga... Arale – presentó, vacilando ligeramente al dar el nombre supuesto de la niña - Arale, él es el señor Sami Hibul, mi jefe.
DDI:
El relato de Dul era ameno, como todos los que hacía la niña, pero las referencias a su tío la tomaron por sorpresa.
- ¿Hay un tío tuyo en la Orden? ¿Lo enviaron antes que a ti? - preguntó intrigada.
En realidad sabía muy poco sobre la familia de la kazakage – había conocido sólo a su padre y su hermano – y desconocía prácticamente todo acerca de las costumbres de su clan, pero no le parecía descabellado que pudieran enviar a familiares en una misma misión. Lo que sí la había sorprendido siempre es que enviaran a una chica tan joven sola a misiones peligrosas.
La conversación se interrumpió cuando los ojos de Dul se posaron sobre el señor Hibul. La cara de la niña al contemplar la fisonomía de su jefe era todo un poema, tan claros eran los pensamientos que acudían a su mente y su esfuerzo por no decir algo incorrecto, y por poco la hace reír, ¡cómo se notaba la infante que en realidad era!
- Sí, lo paso muy bien- asintió, colaborando con su esfuerzo de no hacer comentarios sobre la apariencia de Sami - Aquí puedo hacer muchas cosas diferentes, nunca me aburro.
Tanto como atender enfermos le gustaba cultivar hierbas – su casa tendría un gran huerto – y preparar todo tipo de compuestos con ellas, podía pasar horas entregadas a esa tarea, olvidada del tiempo hasta que Sami le señalaba que ya era hora de cerrar el puesto y marchar a casa.
- Hay un precio especial para empleadas y sus amigas – dijo con aire cómplice – Podrás reabastecer tu atado sin problemas y no estoy en horario de trabajo, hoy tengo el día libre – concluyó.
Su día libre solía ser el domingo, día en que Sami invariablemente cerraba el puesto, pero en esta ocasión lo había cambiado para poder despedir a Akira tranquila; cierto que Sami le hubiera dado sin problemas un par de horas para ir al muelle a decirle hasta pronto a su amor, pero quiso tomarse el día entero para luego ir su casa soñada y consolarse acariciando sus proyectos.
- Sí, esa es hierba de gato, señorita – contestó la ronca voz de Sami Hibul, quién había despachado ya a su clienta – Incomparable para combatir la diarrea y la disentería y para fortalecer el corazón – recitó - Pensé que se tomaría todo el día, querida – agregó luego, mirando a Lis.
- Y me lo tomaré – contestó – Sólo hice una pequeña pausa para conseguir los ingredientes que necesito para una pócima antimareos para mi amiga – explicó – Le presento a mi amiga... Arale – presentó, vacilando ligeramente al dar el nombre supuesto de la niña - Arale, él es el señor Sami Hibul, mi jefe.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: Un encuentro inesperado y feliz
Su tío. Bien, ahí había hablado de más y e menos. Estaba tan metida en los detalles de las mentiras que armaban su tapadera no cayó en cuenta que lo había mencionado aun cuando tal cosa no era real.
- Ehm… sí, mi tío – trato de explicar pero no sabía por dónde empezar. Con la mirada al frente sonrió porque, la verdad sea dicha, Devan era la clase de adulto que dejaba huella en ella, tal vez más que sus antiguos maestros, y en su interior, le gustaría que esa clase de mentira fuer cierta, que fuese su tío por sangre y no solo por afecto; sabía cómo hacerla entrar en razón y prudencia sin tener que desesperarse, ni recurrir a trucos o suplicas, con una mirada o una frase de sabiduría que estuviera al alcance de su madurez.
Porque ese era otro detalle. Devan parecía conocer la verdad de Dulfary aunque nunca lo mencionara, daba la impresión de estar consciente que no trataba con un adulto como tal sino con alguien mucho más joven y estaba dispuesto a educarle al tiempo que le daba una mano con su misión.
– Sí y no – agregó en voz baja – Si fuese uno de … esos tíos, me tendría trabajando más duro en mis misiones y, eso querría decir que la situación de la Orden es mucho más grave. Fue él quien me ayudó a entrar formalmente a la Orden de la Dama siendo mi familia – guardó silencio, tal vez la estaba confundiendo, la miró a la espera que sí le siguiera el ritmo y la diferencia que trataba de marcar sin mencionarlo en voz alta. Nunca se sabe quien pueda estar escuchando
Se alegraba mucho que Lis tuviera tanto que hacer y que estuviera siempre ocupada, así echaría menos de… menos, a Akira y cuando menos se dieran cuenta él ya estaría de regreso a su lado, con muchos arrumacos. No podía evitar sonríe feliz por ellos,
La visita, esperaba, sería muy rápida, tomar lo que le faltaba, comprar algunas otras cosas y estar lista para cualquier eventualidad. Si además iban a darle un precio especial, sería una mejor pues tendría más dinero. No estaba segura si como iniciada recibiría alguna retribución por parte del a Orden, se atrevía a pensar que no, que sería al contrario, así que mucho dinero no tenía para invertir en otras cosas, solo en lo prioritario, como trufas
- Wooooo – le dijo como elocuente respuesta cuando el señor Búho le confirmó que se trataba de hierba de gato y miró muy emocionada a Lis, solo le faltó batir palmas, así que lo hizo – Mi corazón necesita estar muy fuerte! Uno nunca sabe cuando pasará algo que lo ponga a trabajar a su máxima capacidad! – ya fuera por amor, por susto o por ejercicio, pero, entendía a qué se refería con poner el corazón fuerte – Encantada de conocerte Sami – ~el búho~ - yo quisiera reabastecer mi atado de hierbas, uno nunca sabe cuando va a necesitar – le sonrió con una de sus mejores sonrisas y, sacando el atado de su bolsita de armas casi sin caer en cuenta que podría preguntar el como hacía para guardar algo tan grande en una bolsa tan pequeña, le mostró lo que tenía, lo que se le estaba agotando y lo que ya se le había terminado. Cada una de estas, para fines netamente medicinales.
- Ehm… sí, mi tío – trato de explicar pero no sabía por dónde empezar. Con la mirada al frente sonrió porque, la verdad sea dicha, Devan era la clase de adulto que dejaba huella en ella, tal vez más que sus antiguos maestros, y en su interior, le gustaría que esa clase de mentira fuer cierta, que fuese su tío por sangre y no solo por afecto; sabía cómo hacerla entrar en razón y prudencia sin tener que desesperarse, ni recurrir a trucos o suplicas, con una mirada o una frase de sabiduría que estuviera al alcance de su madurez.
Porque ese era otro detalle. Devan parecía conocer la verdad de Dulfary aunque nunca lo mencionara, daba la impresión de estar consciente que no trataba con un adulto como tal sino con alguien mucho más joven y estaba dispuesto a educarle al tiempo que le daba una mano con su misión.
– Sí y no – agregó en voz baja – Si fuese uno de … esos tíos, me tendría trabajando más duro en mis misiones y, eso querría decir que la situación de la Orden es mucho más grave. Fue él quien me ayudó a entrar formalmente a la Orden de la Dama siendo mi familia – guardó silencio, tal vez la estaba confundiendo, la miró a la espera que sí le siguiera el ritmo y la diferencia que trataba de marcar sin mencionarlo en voz alta. Nunca se sabe quien pueda estar escuchando
Se alegraba mucho que Lis tuviera tanto que hacer y que estuviera siempre ocupada, así echaría menos de… menos, a Akira y cuando menos se dieran cuenta él ya estaría de regreso a su lado, con muchos arrumacos. No podía evitar sonríe feliz por ellos,
La visita, esperaba, sería muy rápida, tomar lo que le faltaba, comprar algunas otras cosas y estar lista para cualquier eventualidad. Si además iban a darle un precio especial, sería una mejor pues tendría más dinero. No estaba segura si como iniciada recibiría alguna retribución por parte del a Orden, se atrevía a pensar que no, que sería al contrario, así que mucho dinero no tenía para invertir en otras cosas, solo en lo prioritario, como trufas
- Wooooo – le dijo como elocuente respuesta cuando el señor Búho le confirmó que se trataba de hierba de gato y miró muy emocionada a Lis, solo le faltó batir palmas, así que lo hizo – Mi corazón necesita estar muy fuerte! Uno nunca sabe cuando pasará algo que lo ponga a trabajar a su máxima capacidad! – ya fuera por amor, por susto o por ejercicio, pero, entendía a qué se refería con poner el corazón fuerte – Encantada de conocerte Sami – ~el búho~ - yo quisiera reabastecer mi atado de hierbas, uno nunca sabe cuando va a necesitar – le sonrió con una de sus mejores sonrisas y, sacando el atado de su bolsita de armas casi sin caer en cuenta que podría preguntar el como hacía para guardar algo tan grande en una bolsa tan pequeña, le mostró lo que tenía, lo que se le estaba agotando y lo que ya se le había terminado. Cada una de estas, para fines netamente medicinales.
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