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Mensaje por El Ilusionista 26/08/12, 05:20 pm

Tres Ilusionistas ilusorios, con sus impecables trajes gris oscuro, sus sombreros de copa y sus abrigos de cuero idénticos en todos ellos, se disiparon luego de entrar uno a un callejón, otro al atravesar una ventana abierta de una posada, y el tercero al agacharse tras un arbusto en un jardín cercano, dejando a sus respectivos perseguidores francamente alelados.

No muy lejos de estos tres puntos, pero fuera del rango visual de los ladrones y oportunistas, el verdadero Ilusionista salía de una de las casas de cambio del gremio comercial Eidallah, el que le había recomendado el capitán del barco que lo había llevado hasta el puerto de Moramaile, con la bolsa de dinero llena de las monedas locales.

-¿Sabe, Sir Arthur? Creo que me timaron un poco con el cambio. -El cuervo que revoloteaba en torno a su sombrero de copa, con aire altanero en contraste a las palomas, gaviotas y gorriones que había prácticamente por todos lados, graznó con indignación. -Veo que usted piensa igual. Pero no se preocupe, no tardaremos en recuperar la diferencia. Además, ¡de algo tiene que vivir el banquero!

Su tono era tranquilo, articuladas sus palabras y exagerados sus gestos… pero su paso era un poco más rápido que el de una persona que se siente realmente tranquila. Los perseguidores no tardarían en volver al camino principal, no necesariamente para buscarlo a él pero sí para probar suerte con otras víctimas, y si algo se puede decir del Ilusionista es que se hace notar en prácticamente cualquier sitio.

-Es una suerte que la Plataforma no esté tan lejos, ¿no cree? No se usted, pero mi cuerpo pide una cama que no se bambolee. -Un segundo graznido, esta vez de aprobación, vino del cuervo ahora posado en el ala de su sombrero.

Como era de esperarse, alguien que habla tranquilamente con un cuervo es alguien que va a llamar la atención de los paseantes. Los cuchicheos lo iban acompañando a medida que subía hacia la consabida Plataforma, siguiendo un camino algo errático destinado a no hacerse ver más de lo necesario… para él.

Por suerte, el viaje se dio sin sobresaltos. En nada estuvo en la zona residencial, y su paso por fin se volvió más tranquilo. Las pequeñas gotas de sudor y el sonrojo de sus mejillas eran invisibles gracias a su arte, pero su agitación era bien real y eso ameritaba un descanso…

-¡Allí! -señaló con el brazo, la mano y el índice hacia un pequeño restaurante en una de las calles laterales, bien visible por las mesas que había fuera y por la cantidad de clientes que entraban y salían del lugar. -¿Le parece un buen lugar para tomar un descanso?

El cuervo graznó con enojo, volando de su sombrero para posarse en el suelo, interponiéndose entre el Ilusionista y su destino. Los transeúntes, sorprendida tanto por el gesto del hombre de gris como por la reacción del cuervo, se apartaron unos pasos para seguir con sus asuntos… pero uno o dos se quedaron, más divertidos que alarmados, atentos a lo que ocurría.

-¿Qué quiere decir con eso, Sir Arthur? Hay tiempo de sobra para los negocios. -El cuervo graznó de nuevo, negando con la cabeza y aleteando en el lugar en gesto de protesta. Un par de personas más se detuvieron al escuchar las risas de los primeros, nunca mejor dicho, espectadores. -¿Quién lo apura? ¿Acaso cree que mañana desaparecerán los teatros y escenarios públicos? No señor, tenemos tiempo de sobra para tomar una taza de café antes de publicitar nuestra presentación en vivo. -Otro graznido enojado, un revoloteó indignado y otra negativa con la cabeza por parte del ave. En torno al Ilusionista y su cuervo ya había un pequeño círculo de gente, que aumentaba lentamente -¿Está usted diciendo que soy un irresponsable? Es el colmo. ¡El colmo!

Se quitó su sombrero de copa y se lo arrojó al cuervo, quien graznó sorprendido mientras desaparecía en su interior. El Ilusionista se acercó un par de pasos a su sombrero, y lo empujó levemente con el pié.

-¿Qué tiene que decir ahora, Sir Arthur? -Una perorata de graznidos muy enojados se escucharon a través de la tela del sombrero de copa, acompañados por las risas de los presentes. Pero el Ilusionista no se daba por aludido, y seguía moviendo el sombrero con el pie sin separarlo del suelo, dejando atrapada a su ilusoria mascota. -¿Con ese pico besa a su madre? De acuerdo, hagamos un trato.

El cuervo dejó de graznar, y el Ilusionista sacó de su abrigo dos sombreros más. Puso uno a cada lado del inicial, y los tres empezaron a mezclarse por sí solos. Exclamaciones de asombro acompañaron los graznidos confundidos del ahora nombrado Sir Arthur, mientras el Ilusionista observaba con toda seriedad a los sombreros quedarse finalmente quietos.

-Venga, adivine usted bajo qué sombrero se encuentra y lo dejaré salir. -Un graznido corto y amable. -Oh, tiene razón, debo dejarlo salir para eso. -Abrió la manga de su abrigo, y el cuervo salió volando alegremente de ella para posarse frente a los tres sombreros de copa. Más exclamaciones de asombro, acompañadas de risas, llegaron del público cada vez más numeroso.

-Ahora sí, ¿bajo qué sombrero se encuentra usted? -Más risas, mientras el cuervo daba saltitos entre los sombreros, estudiándolos atentamente. Les acercaba el pico como si los olfateara, se paraba encima de ellos, los miraba por todos los ángulos, como si buscara alguna imperceptible diferencia entre los tres idénticos sombreros.

Finalmente, se decidió por el de más a la derecha. Lo empujó levemente con el pico, y le dedicó una elocuente mirada (para un cuervo) al Ilusionista, quien sonrió con condescendencia.

-¿Está usted seguro de estar bajo el sombrero que señala? -el cuervo asintió mientras el público reía un poco más. -Si usted lo dice… -de repente, el ave dejó escapar un sonoro graznido de alarma, y señaló con el ala detrás del Ilusionista, quien se apresuró a girarse para mirar. -¿Qué, los cobradores? -Más risas acompañaron la escena, mientras el cuervo empujaba el sombrero elegido y se metía debajo. -Es usted un mentiroso…

El Ilusionista se volvió hacia los sombreros, aparentemente indiferente a la ausencia de su compañero de acto, y señaló el sombrero que había elegido. -¿Era este? -Graznido afirmativo. -De acuerdo…

Tocó el sombrero con la punta del bastón que de repente tenía en la mano izquierda, mientras los otros dos se disolvían en un sutil "puff" de humo negro. Se inclinó para levantarlo lentamente, revelando debajo de él… nada.

-¿Lo ve? -dijo el Ilusionista con un suspiro. -El irresponsable es usted, que no puede realizar un sencillo acto de adivinación… -se puso el sombrero en la cabeza con gesto resignado, y se cruzó de brazos con gesto trágico. -¿No le digo yo? ¡Si me los manda el enemigo!

Un graznido alarmantemente parecido a una carcajada se escuchó en su sombrero, el cual echó a volar de su cabeza. Cayó al poco tiempo al suelo, del revés, y Sir Arthur se posó frente a él con toda la expresión triunfal que puede transmitir el rostro de un ave.

Y el público, entre risas, comenzó a aplaudir mientras las monedas caían al interior del sombrero.
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Mensaje por Starkad 05/09/12, 12:17 pm

Los ojos del Taibarn seguían fijamente al cuervo, de la misma forma que miraría un gato a un pájaro que picoteara distraídamente a sólo un par de metros de distancia. Pero no era el cuervo en sí lo que más llamativo le resultaba, sino cómo aparecía y desaparecía. En la mente de Starkad no tenía ningún sentido: era confinado en un sombrero y luego salía de la manga; se metía de nuevo bajo el sombrero y entonces no estaba allí cuando éste se levantaba; hasta que el sombrero volaba y el cuervo salía y se posaba justo delante...

Todo el rígido sentido espacio-temporal de Starkad estaba sumamente inquieto con lo que veía, y él, por mucho que no hubiera pretendido pararse a observar el espectáculo, era incapaz de dejar de mirarlo. La parte más graciosa de la actuación se le escapaba sin que él se diera apenas cuenta, pensando que debían ser cosas de Humanos y como tal apenas haciendo un verdadero esfuerzo por comprender qué era aquello de los "cobradores" o el "acto de adivinación"; pero todos los trucos le impactaban profundamente por el sinsentido que suponían. Seguía cada nueva aparición del cuervo, esperaba cada graznido y estudiaba cada movimiento.

Le había llamado la atención la forma en que los Humanos se habían congregado alrededor de aquel hombre que hablaba. Había pensado que se trataría de alguna clase de sabio que valía la pena escuchar, pero no parecía ser viejo, ni hablar de cosas importantes, ni de sus enemigos ni de la estación ni de la educación que merecían los polluelos. Aunque no es que llegara a dedicarle un segundo vistazo: aquel cuervo llamaba muchísimo más su atención. Starkad se encontraba a una distancia prudencial primero, al borde del círculo de gente después; y hacia el final, cuando la gente aplaudía, se adelantó sin apenas darse cuenta de ello.

No se fijó en las monedas, no atendió a las risas. Para él sólo existía el pájaro.

Y como tal, rápidamente se lanzó hacia delante para intentar atraparlo.
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Mensaje por Brünne 05/09/12, 05:28 pm

Hace poco había llegado a Mar de Jaspia luego de un viaje largo y tranquilo dado que su hogar, Uriod, quedaba realamente lejos.

Aún cuando la razón por su estadía actual allí era investigar el paradero de Gonzalvus, prefería tomarselo con calma, dado que técnicamente estaba de vacaciones. Así que aquel día estaba paseando por la ciudad, viendo las diferencias entre su hogar natal y aquel lugar tan distinto.

El día se sentía frío, o por lo menos mas frío de lo que Brünne acostumbraba. Llevaba la capa blanca del gremio, la cual era una versión bastante grande para él, para taparlo completamente, con la capucha puesta dado que no soportaba tanto aquella temperatura. Notaba que los inviernos en aquel Mar de Jaspia era mucho mas fríos que en Uriod.

Le llamó la atención el montón de gente que se encontraba reunida, así que se acercó y vio un espectáculo bastante extraño de un hombre con sombrero de copa y un cuervo.

Al terminar de una manera bastante divertido, todos comenzaron a dejarle monedas y un hombre del publico, uno que tenía dos alas gigantescas, saltó en dirección el botín del ilusionista. ¿Un ladrón alado?

Brünne estaba aburrido y mientras se acercaba entre el público, en la menor posibilidad de intervenir, lo iba a hacer. El hombre alado parecía lo suficiente robusto para dar una buena pelea.
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Mensaje por El Ilusionista 06/09/12, 09:38 pm

Más allá de las monedas recaudadas, que cubrían con creces lo perdido en el cambio a la moneda local, El Ilusionista se fijó en dos de sus espectadores. No porque sintiera los hilos del destino tirando de él, ni tampoco porque fueran a ser protagónicos en su llegada al nuevo reino.

No, se fijó en ellos simplemente porque eran enormes.

-¿Qué piensa, Marqués de Santillán? ¿Dos nuevos fanáticos en busca de autógrafos?

El cuervo iba a responder (bueno, el Ilusionista iba a hacer a su cuervo responder) cuando el Enorme Sujeto Número Uno, a quien llamaremos Alita hasta que se presente, saltó tan alegre sobre el Marqués.

No era la primera vez que pasaba algo por el estilo. Claro que, sin ánimo de ofender a nadie, los que suelen intentar atrapar al pintoresco cuervo son niños más pequeños, jovenzuelos que aun necesitan desarrollar su sentido de espacio temporal. Que alguien de esa edad y tamaño intentara atraparlo, y con semejante audacia, era bastante nuevo para el Ilusionista.

Pero claro que él era El Ilusionista. No había forjado su carrera por ser lento de pensamiento.

El acre olor a humo lleno el aire, mientras el pequeño cuervo se deshacía en un suave “puff” de niebla negra entre los dedos, ahora cerrados, de Alita. El humo se arremolinó en torno a su cabeza, pasó por entre sus alas (tiñéndolas de blanco a su paso), dio un par de vueltas en torno a Enorme Sujeto Número Dos (llamémoslo Ojazos hasta que tenga a bien presentarse) y se posó en el pomo del bastón del Ilusionista, nuevamente con forma de cuervo.

Vale aclarar que el bastón se sostenía por si mismo, pues su dueño seguía contando monedas, sin dar señal alguna de haberse percatado del incidente.

-¿Señor Marqués? ¿Querían autógrafos o no?

Las monedas se perdieron en el fondo de uno de los muchos bolsillos del Ilusionista. El cuervo levantó vuelo y fue a posarse al hombro de su dueño. El sombrero voló por si solo a su cabeza. Mismo hizo el bastón, que se levantó y fue directo a la mano extendida del prestidigitador…

Y solo entonces, el Marqués de Santillán se dignó a responder con un largo y complejo gorgojéo.

-Ya veo… -el Ilusionista le dedicó una larga mirada a Ojazos, otra un poco más larga a Alita (Alita Blanca ahora), y se inclinó profundamente, con el sombrero ahora en su mano y el bastón desaparecido en un segundo “puff” de humo, acompañado obviamente con el correspondiente aroma. -¡Saludos! ¡Saludos, jóvenes espectadores! ¿Esperan acaso una segunda presentación?

De repente, como anticipando lo que podía llegar a ocurrir en caso que la respuesta fuera afirmativa, el suelo se convirtió en el grueso y apelmazado alfombrado de un teatro muy concurrido, con sus respectivas columnas, telones y luces.

Un simple truco, obviamente, que únicamente Ojazos y Alita Blanca podían ver.
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Mensaje por Starkad 08/09/12, 06:52 pm

¡El pájaro había desaparecido! La parte más racional de Starkad se puso a trabajar a toda máquina mientras él, como medio animal que era, abría su mano y la miraba con sorpresa. Magia. Ilusionismos. Comenzaba a conocer esas palabras y poco a poco se atrevió a aplicarlas a la situación, pero cuando dejó caer los brazos a los lados y volvió a erguirse, sin haber atrapado cuervo alguno, seguía sorprendido de lo real y fuerte que se hacía aquella falsedad que tenía delante. Sus sentidos se habían visto totalmente engañados: su olfato, su oído e incluso su excepcional vista. ¿Cómo?

Su ceño se frunció ante lo desconocido. No había seguido al detalle el movimiento de la niebla negra, comenzando a ver aquello como la falsedad que era y planeando acordarle la debida poca atención, pero sí vio cómo llegaba hasta el bastón del hombre y volvía a transformarse en cuervo.

El hombre. Lo había olvidado por completo. Esta vez sí, Starkad le dedicó una mirada seria y larga, impenetrable como si segundos antes no hubiera habido en su rostro expresión alguna de sorpresa. Le devolvió también sin inmutarse la larga mirada al Ilusionista y observó su reverencia, muestra de humildad, sin comprenderla ni intentar hacerlo. Su expresión no varió durante este intervalo, y era difícil por ello discernir qué ocurría en la mente de Raij.

Pero interactuar con el Alado pronto iba a dejar de ser como hacerlo con una piedra. Cuando todo lo que había a su alrededor se transformó para encerrarlo en un teatro repleto de gente, adornado con suelo alfombrado e iluminado por velas y candilejas, miró a su alrededor con evidente sorpresa y extendió las alas involuntariamente, como si fuera a huir. Las alas batieron una vez hacia abajo con intención de alzarle, moviendo el aire a su alrededor y atravesando, sin darse cuenta de ello, parte del ilusionismo; pero Raij Starkad se forzó a sí mismo a mantener la calma. El movimiento inquieto de las alas se mantuvo un poco más hasta que lo consiguió del todo y volvieron a plegarse a su espalda.

Miró a su alrededor con desconfianza y un pequeño brillo de aún no totalmente apaciguado miedo, convenciéndose poco a poco de lo irreal de lo que le rodeaba. Recorrió con la vista los ilusionismos, y finalmente volvió al que controlaba de aquella forma lo que el Alado veía.

- ¿Quién eres? ¿Qué haces? - quiso saber, imperante y muchísimo más tranquilo de lo que se había mostrado segundos atrás.

Su curiosidad requería respuestas, lo que le impelía a seguir allí mientras la sensación de peligro no fuera mayor. Al Ilusionista lo observaba con gesto especialmente interrogativo: se preguntaba ahora si aquella forma humana era también falsa, y si lo que le rodeaba podía convertirse en material o siempre se volvería humo al tocarlo.
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Mensaje por Brünne 09/09/12, 12:21 am

Realmente la situación era extraña, aunque Brünne oslo mostraba una ligera sonrisa, como casi siempre dejaba ver.
De donde provenía, la magia no era practicada y nunca había podido ver algo semejante.

Ahora estaba mas claro, el hombre alado no iba a por el dinero ni a por el mago, sino que iba a por el cuervo, lo cual a Brünne le pareció curioso, no tanto como en el momento en el que cerró su mano sobre la criatura, esta se convirtió en humo. Era un humo negro el cual parecía tener vida propia. Dio algunas vueltas alrededor de la cabeza del hombre alado y tiñó sus alas de blanco, luego giró en torno a Brünne, el cual estaba realmente sorprendido y finalmente se posó en en el bastón del mago, con forma de cuervo.

- ¡Jajajaja! ¡Eso fue muy interesante! - Decía un Brünne entretenido, con una sonrisa divertida en su rostro.

Luego de una reverencia del mago, todo alrededor cambió, parecía que habían entrado a alguna clase de teatro. Las alas de aquel hombre comenzaron a moverse, parecía nervioso, mientras el viento se agitaba en torno a ellas. Cuando pareció quedarse tranquilo, habló.

El asesino caminó por el teatro de ilusiones, realmente impresionado y feliz de ver magia con sus propios ojos y tan de cerca. Su mano atravesó algunas cortinas, haciendolo asombrarse mas.

- Salâm, mago. Que habilidades tan inquietantes tiene usted. - Brünne se hizo escuchar, sonriente. - ¿Podríamos saber su nombre? - Dijo luego, en plural, al ver que el hombre de las alas en la espalda también quería respuestas.
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Mensaje por El Ilusionista 11/09/12, 11:57 am

-El Capitán Harlock, aquí presente -el cuervo gorgojeó e hinchó el pecho, demostrando saber que hablaban de él -tiene un dicho… ¡los nombres están sobrevalorados!

Les dedicó una alegre mirada a Ojazos y a Alita Blanca Aún sin Saberlo -volvamos a dejarlo en Alita-. Una sola mirada a ambos, mirada que los dos vieron dirigida a los propios ojos. Si podía crear un teatro ilusorio, una mirada ilusoria era cosa de todos los días.

Pero, tras la máscara que se había creado para la situación, el Ilusionista se sentía un tanto contrariado. Ojazos parecía disfrutar de su espectáculo, pero no así Alita… no le gustaba que su público se sintiera insatisfecho.

-Llámenme simplemente Ilusionista, amables espectadores -un aplauso fuerte coro de aplausos se dejó oír, proveniente de todos lados y de ninguno, y el mago se mostró alegremente avergonzado por el recibimiento.

Moviendo las manos, libres ambas del bastón que había desaparecido fuera uno a saber cuándo, hizo que la ovación se fuera acallando. Y mientras el sonido iba desapareciendo, también lo hacía el teatro ilusorio.

-Han de disculparme si empecé con pie izquierdo mi pequeña "presentación" (en más de un sentido, si). Acabo de llegar al reino, y parece ser que aun no conozco mi público…

Sonrió, encantador, seductor, con un ilusorio pero controlado brillo en los ojos y dientes. Y el cuervo trinó, burlón hacia su dueño.

-Capitán Harlock, más respeto por favor. En fin… aquella cafetería se ve de lo más pintoresca, y no se a ustedes pero a mí me apetece un té rojo. ¿Querrán acompañarme en un desayuno tardío?

Sin esperar respuesta -como siempre- el Ilusionista avanzó hacia el local, dejando a su paso un rastro de pétalos de rosa y plumas negras.

-Y en cuanto lo que hago, señor Alado… el caballero Ojazos no pudo haberlo expresado mejor: "Habilidades inquietantes".

Un guiño, un destello en su sonrisa torcida con descaro, un aleteo del ahora nombrado Capitán Harlock… y siguió avanzando.
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Mensaje por Starkad 11/09/12, 02:38 pm

Había un Humano muy alto, más alto que él sin duda, en el que Starkad no se había fijado hasta aquel momento. Éste se había quedado rezagado y hablaba también con el hombre; no entendiendo del todo bien al principio la situación, creyó en un primer lugar que ambos se conocerían, pero descubrió pronto por sus preguntas que no era así.

Por el momento aquella otra persona captaba poco su atención en comparación con el propio Ilusionista, dado que así se presentaba. Muy a su pesar, Raij se desconcentró pronto y miró a su alrededor extrañadísimo por los aplausos que no venían de ningún lugar, y al hacerlo fue cuando vio al fin que sus alas eran blancas. Las extendió, sorprendido, a fin de mirarlas mejor, y frunció el ceño. Acarició una de ellas con la mano a modo de experimento, pero la ilusión no se evaporó o se transformó en humo por que él hiciera esto.

- ¿Pretendes insultarme, Humano, cambiando mis alas? - le preguntó mientras él se alejaba.

La verdad es que no le hacía gracia que le transformaran en garza o paloma, tal como demostraba la forma en la que había fruncido el gesto; pero su tono tampoco resultaba en lo más mínimo amenazador. Vio en el rostro del Ilusionista aquella sonrisa encantadora, seductora, sin reaccionar a ella externamente de forma alguna. Dobló de nuevo las alas para olvidar la falsedad que las recubría completamente consciente de que él, le tiñeran de lo que le tiñeran las alas, era un Taibanr.

Desaparecido totalmente el fruncimiento de su ceño, se acercó tranquilo hacia el Ilusionista; o más bien le siguió, dado que él también avanzaba. Le parecía curioso en muchos aspectos y no sentía miedo ni malas intenciones en el ambiente, con lo que aunque no entendía a dónde iba se atrevió a seguirle un poco más. "Habilidades inquietantes" le parecía muy acertado, y las plumas negras le producían sentimientos encontrados.
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Mensaje por Brünne 21/09/12, 03:38 am

Brünne se veía realmente entretenido, con una gran sonrisa en su rostro mientras miraba cada acción del extraño hombre de la galera el cual decía que los nombres estaban "sobrevalorados".

No había ido nunca a un teatro pero supuso que esto era lo mas parecido a ello y le parecía una estupenda mezcla entre la irrealidad de las ilusiones con su exagerada forma de actuar. Notó también el cambio constante del nombre del cuervo y simplemente le causó gracia. En ningún momento se le cruzó que aquel individuo podría estar loco, ya que era un mago y el asesino siempre se los imaginó comportándose de esa misma manera. Le recordaba al protagonista de alguna historia de magia que le contaba Athavulfus cuando aún era pequeño.

El nombre Ilusionista le quedaba bastante bien, era misterioso y... bueno, describía con exactitud lo que hacía. El aplauso que provenía de todas partes le pareció realmente impresionante, como todo aquello que estaba viendo.

Notó también que el cuervo parecía hablar con él, o por lo menos aquel señor de sombrero de copa lo entendía a la perfección.

El hombre alado, el cual aún no sabía el nombre, parecía visiblemente molesto por el nuevo color de alas, pero pareció contenerse. Brünne no pudo evitar reír al escuchar el apodo con el que lo habían acabado de llamar.

Se encogió de hombros, no tenía nada interesante que hacer, o por lo menos mas interesante que seguir a un personaje como aquel "Ilusionista" y caminó a alguna distancia entre aquel mago y el de las alas blancas.

- Disculpa, no nos presentamos correctamente. - Dijo a éste sinceramente, mientras continuaba caminando siguiendo su paso. - Como habrás escuchado, mi nombre es Brünne. ¿Cómo te llamas tú? -

(FDI: Disculpen la tardanza, tuve algunos problemillas personales y técnicos. Very Happy)
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Mensaje por El Ilusionista 01/10/12, 06:40 pm

-Insultarlo no podía estar más lejos de mi intención, señor Alita. Muy por el contrario, darle un sencillo disfraz de ángel era mi modo de hacerle un cumplido.

Por si acaso, deshizo también esa ilusión. Evidentemente necesitaba más práctica con el público de aquél nuevo reino, complacer y entretener a Alita le estaba resultando imposible. Si, Ojazos -Brünne, como bien pudo oír- parecía encantado, pero eso no era más que la mitad de su público.

Aunque a decir verdad, la realidad era más simple: Por más que no fuera a admitirlo ni ante él mismo, El Ilusionista estaba oxidado.

La cafetería a la cual tanto le estaba costando llegar -su estómago sonaba resentido a estas alturas pues no probaba bocado desde la cena en el barco, pero el arte del mago impedía que los sonidos llegaran a oídos ajenos- era un lugar de lo más pintoresco.

Había dos o tres camareros deambulando por el lugar, vestidos impecablemente de mayordomos y sirvientas. El lugar estaba decorado como una mansión de alta alcurnia, con mesas labradas y sillones de alto respaldo en lugar de las comunes sillas. Había un pequeño escenario en una esquina, detalle que El Ilusionista no tardó en notar y encontrar desalentador, pues estaba ocupado por un cuarteto de cuerdas. Su música, sumada a las ventanas cubiertas por cortinas de gruesa tela y la iluminación a base de candelabros, creaban un ambiente más bien romántico… saltaba a la vista que, excepto contadas excepciones, los clientes de aquel lugar eran jóvenes parejas.

Y las contadas excepciones brillaban por su ausencia en aquel momento.

Una camarera-criada no tardó en ofrecerles una mesa para cuatro personas. Les ofreció un menú a cada uno y se retiró a esperar ser llamada, sin hacerse notar más de lo necesario.

-Siéntanse libres de pedir lo que gusten, señores. Esta comida va por mi cuenta. -Sonrisa, destello en los ojos, guiño dirigido a ambos y a ninguno. -Y si no les es mucha molestia, soy un recién llegado a Jasperia. ¿Qué pueden decirme sobre el reino?
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Mensaje por Starkad 30/10/12, 06:57 pm

Starkad observó durante unos breves segundos a los camareros que deambulaban, estudiándolos atentamente, pero su atención era pasajera y más cauta que curiosa, con lo que pronto volvió a centrarse en el Ilusionista. En aquel Ocultador de Realidades. Que no tuviera nombre más allá de lo que era le parecía natural, y no se planteó la posibilidad de insistir en aquel respecto.

- Starkad - le contestó en cambio, grave y breve, al que sí se hacía llamar por un nombre, a Brünne.

El Alado no prestó atención ni a la decoración ni a la música de aquel lugar, y simplemente se sentó a una mesa. Los asientos no estaban pensados para gente como él y no se apoyó en el respaldo; aceptó el menú que le tendieron con incomprensión y extrañeza, y se lo quedó mirando fijamente.

Había dibujitos.

Permaneció mirando los patrones en aquel cartón, sin pensar mucho en ellos y momentáneamente distraído del mundo real. El Ilusionista había hablado mientras tanto, pero Starkad no le había escuchado a tiempo la mitad de lo que había dicho. "... por mi cuenta." Raij levantó la mirada entonces y la clavó con la insolencia y la franqueza del bárbaro en los ojos del Ilusionista. De nuevo parecía no estar escuchando, casi no estar pensando y sólo captando información con lo que sus ojos veían, más que con lo que sus oídos interpretaban... o quizás sintiendo de alguna forma que sólo sienten los animales. Evaluando matices que se escapaban al resto de sus sentidos, y que habría pasado por alto si hubiera estado atento a algo tan efímero como unas palabras.

- No soy de Jasperia - respondió finalmente a pesar de todo, demostrando que contra toda apariencia sí había estado atento a lo que le decían.

Pero no le interesaba hablar de aquello y no se extendió más, seguro de que Brünne sería el que aportaría las respuestas que el extraño pedía. Le interesaban las habilidades inquetantes del Ilusionista, su forma de hablar mucho y no decir nada, cómo parecía ser agradable y amable de esa forma tan humana y al mismo tiempo diferente. Le interesaba la posibilidad de que fuera una copia capaz de desvanecerse, y extendió la mano para tocarle, rozarle aunque fuera, y sentir una realidad o una farsa bajo aquella piel.
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Mensaje por Brünne 08/11/12, 09:55 am

El asesino asintió a la respuesta de Starkad con una simple sonrisa, esa expresión que siempre mostraba a los demás de ligera simpatía. Continuó a su lado en silencio, no quería incomodar al alado, el cual no parecía un hombre de muchas palabras y con una pasada de vista inspeccionó el local.
Aún en esas "vacaciones temporales" no podía dejar de lado su costumbre, porque después de todo, él era un rastreador y aunque pareciese que no estuviera prestando atención, pocos detalles se le escapaban.

Se sentó en una de las sillas de la mesa que el Ilusionista había elegido y tomó el menú. Aquellas letras eran muy diferentes a Uriod, el idioma que se hablaba en el continente del mismo nombre, pero aún así, gracias a las enseñanzas de su maestro había aprendido unos cuantos idiomas y aunque no estaba completamente familiarizado entendía lo que ponía en aquel documento.
Le pareció curioso que usen un sistema de ese estilo y se preguntó si en todas las tabernas sería así. Era un forastero en aquellas tierras y aunque algo había leído sobre los mares de Jaspia quería cerciorarse de todo.

Casi no pudo contener una risa después de ver aquel gesto del mago. Era realmente un personaje singular y notó que sin ir mas lejos, Starkad también lo era. También notó que estaba bastante perplejo con el contenido del menú y se preguntó si era por los precios, por la comida o... claro, acaba de decir que es un forastero. Es posible que dado su vestimenta, su forma de comportarse y su acento singular sea perteneciente a alguna tribu bárbara o algo así. Ya en otros viajes que había hecho se había encontrado con gente parecida. La mayoría no veía necesidad en aprender a leer o escribir.

Aún así prefirió no sacarlo a la luz, tal vez esto haría que el alado se incomodara o esta podría lograr enojarlo. Aún cunado le gustaban las luchas a puño limpio no estaba en su naturaleza ofender a los demás.

- Es usted muy amable en invitarnos lo que queramos, señor Ilusionista y me temo que yo tampoco soy originario de Jasperia. - Brünne lo miró un rato, con su ligera sonrisa aunque hubiese hablado en un tono algo desilusionado, pero luego continuó normalmente. - Por lo que veo somos tres forasteros en un continente que nos es completamente ajeno. Una casualidad bastante curiosa. - Aguardó unos instantes y luego preguntó. - Yo estoy de vacaciones aquí, ¿Por qué razón ustedes vinieron a Jasperia? -

Mientras esperaba una respuesta repasó con la vista el menú y luego de un rato habló. - Creo que elegiré el pescado cocido con esta guarnición y... - Miró a Starkad y recordó aquel detalle. - Estoy seguro que a ti te gustaría liebre o tal vez cerdo al horno. -

El asesino, adrede, le leyó casi todo el menú a Starkad y luego de haber terminado le dio unos minutos para pensar su respuesta.
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Mensaje por El Ilusionista 28/12/12, 01:39 pm

(fdi: perdón la tardanza, tiendo a ser "ligeramente" inconstante y mis tiempos no ayudan x.x)

-Tres forasteros en una ciudad extraña, sin duda una alegre coincidencia -comentó tranquilamente el ilusionista, ocultando con su arte su mueca de decepción. Aquél lugar era nuevo, distinto, y eso le resultaba… incómodo. Le hubiera gustado tener aunque fuera una mínima guía.

Estaba acostumbrado a viajar, a cambiar de escenario una y otra vez, a ir y venir a su antojo. Y después de tanto moverse, uno se acostumbraba a que todas las grandes ciudades eran más o menos iguales. En todas partes la gente necesita entretenerse, ¿no? La vida del Ilusionista nunca fue más complicada que eso… ¿Qué tenía de distinto ese lugar?

Nada, a decir verdad. Pero él no lo notaba. Él había cambiado, y le tomaría un buen tiempo darse cuenta de ello.

-Tal vez un paseo turístico nos haga bien a todos… Si me permiten la pregunta, ¿de dónde vienen? ¿Qué los trae a este lugar? -El cuervo graznó por primera vez desde que entraran al lugar. Desde hacía varios minutos que se encontraba curiosamente… lento. Como si en vez de volar en torno al mago, flotara a merced del viento. -Dos preguntas, si, tiene ustéd toda la razón, Doctor.

Con su eterna sonrisa, el Ilusionista levantó un dedo y tocó el dorso de la mano de Alita-Starkad. Cumplida su función de mostrar su existencia física, levantó el mismo dedo para llamar a la camarera.

-Vino tinto, por favor… y carne asada para mi. ¿Qué pedirán ustedes?
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Mensaje por Starkad 10/02/13, 01:39 pm

¿Invitar a comer? No lo había pensado hasta entonces, pero ofrecer comida a conocidos recientes parecía costumbre en aquellos lares, si se fiaba de sus experiencias recientes. Miró a Brünne, sin haber comprendido del todo la relación entre lo que le gustaría o no comer y lo que ponía en el trozo de cartón que aún sostenía.

- Sí, eso me gustaría. La liebre - le dijo, aunque hubiera sido el Ilusionista el que le había invitado.

A unas pocas frases del Ilusionista, que era tan físico como parecía, vino la camarera. Starkad la observó pero no entendió del todo que era necesario que declarara lo que quería, así que a quien respondió ahora, con cierta duda, fue al Ilusionista:

- Liebre - repitió, y en cuanto se alejó aquella mujer se dispuso a responder las preguntas que le habían formulado, sintiendo por algún motivo que era necesario hacerlo -. He paseado ya por las islas, pero soy más extranjero en ellas de lo que podéis ser cualquiera de vosotros dos, aunque como humanos, sobretodo tú que ni siquiera tienes nombre - dijo mirando al Ilusionista -, sois extraños. Yo soy más extranjero y creo que es obvio por qué. Vengo de lejos, de las montañas en tierra firme hacia donde sale el sol. Me exilié porque perdí la fe en las decisiones de los míos.

"Porque ellos preferían la paz y yo a mis hijos" pensó, escuchando en el fondo de sus pensamientos el chiar de sus polluelos. Se daba cuenta de que no había respondido a toda la pregunta, así que procedió a ello:

- Estoy aquí porque es donde me han llevado los vientos. Llevo varios meses - tuvo cuidado de pronunciar aquella palabra humana para referirse al tiempo - habitando vuestras costas, y sólo puedo aseguraros que aquí los Humanos sois como en cualquier lugar. Cuidáis ovejas y pastos y creáis garras de metal para defenderos.
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Mensaje por Brünne 15/02/13, 03:54 pm

Notaba cierta incertidumbre en Starkad, lo cual le aseguró que sus suposiciones, si no eran ciertas, estaban bastante cerca de serlo. Al rato llegó la camarera, la cual Brünne miró a los ojos con una media sonrisa.

- Buenos días hermosa señorita, me gustaría pedir el pescado y papas cocidas. Si es posible, acompañarlo con un vaso de agua. - Luego de indicar su pedido, la observó un momento y volvió su atención al grupo.

Escuchó la respuesta del alado al mago y también le intrigaba la falta de nombre, pero mas aún, la parte donde dijo que perdió la fe en las decisiones de los suyos. Continuó escuchando hasta que sintió que llegaba su turno en contestar.

- Vengo del lejano continente de Uriod el cual queda muy al este y es muy cálido y árido. Aún así me gusta bastante, especialmente el surtido de personas que uno puede encontrarse. - Guardó un momento de silencio y luego continuó sonriendo. - Aunque desde que desembarqué en Mar de Jaspia vi que aquí hay aún mas variedad. -

Había notado, con apenas llegar al puerto, la gran diferencia de culturas. Ropas diferentes, rostros diferentes. Algunos orejas puntiagudas, otros increíblemente pálidos. Había visto a un grupo de hombres de piel casi completamente negra, pinturas rojizas en su cuerpo y rostro y vestiduras particulares.
A Brünne le gustaba aquella variedad. Estar quieto en un solo lugar lograba aburrirlo, principal motivo por el cual no quería aceptar el título de Hâfez en Mhalir, el título mas alto al que podía aspirar un hashshashiyyín.

- ¿Con respecto al porque de mi llegada? Estoy tomándome unas vacaciones para relajar un poco los nervios. - Con su mano se dio un masaje detrás del cuello, con gesto agotado. - También estoy buscando un viejo amigo, el cual estoy seguro que está en alguna parte de Jaspia. -
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