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La llegada de Thirin el Cojo
4 participantes
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La llegada de Thirin el Cojo
- Darion, ¿por qué no están peladas las patatas?-.
- hmmm... -.
- ¡Darion!-.
- hmm... ¿Qué?... ¡Perdón, señora! Yo...-.
- ¡Andando!- Nëssa impidió que empezara siquiera a dar alguna explicación y sacudió la cabeza negativamente mientras contemplaba como el mozalbete desaparecía de nuevo por la puerta de la cocina-. Este muchacho... Es un buen chico, pero siempre está en su mundo... - Suspiró.
- Tenga paciencia, señora Nëssa, está en esa edad en la que su mente prefiere estar más entretenida en otras cosas que en las obligaciones-.
- Lo sé, señor Rufal, pero a veces no sé qué hacer con él. Si no fuera porque su padre es un gran amigo, me pensaría seriamente el tenerlo rondando por aquí todos los días...-.
En aquel momento la puerta de la posada La Cebolla de Marfil se abrió para dejar paso a una ventisca de aire helado y aguanieve que hizo crepitar el fuego en sus hogares. Tras ella se escondía una figura de baja estatura envuelta en una gruesa y empapada capa de lana.
- ¡Por todos los dioses! ¡Vaya un invierno endemoniado! ¿No se supone que esto es una isla tropical?-.
- ¡Dichosos los ojos que os ven, Thirin! ¡Creíamos que estaríais pasando el invierno en el acogedor seno de una mazmorra! ¿Cómo es posible que la guardia no os haya apresado al entrar a la ciudad?-.
La figura, cerrando la puerta tras de sí y quitándose la capa, dejó a la vista una cara morena algo deforme, de nariz grande y prominente y ojos astutos, con una cicatriz en una mejilla camuflada bajo una espesa barba. Thirin era un extraño enano, muy diferente a la mayoría de los miembros de su pueblo. Sagaz y discreto, había trabajado como espía para gentes importantes y se había ganado la animadversión de muchos dirigentes en todo el Mar de Jaspia, incluido el rey de Trinacria quien le había dejado un recuerdo de por vida en una de sus piernas.
- ¡Dichosos los míos por volver a toparse con vuestra belleza, mi excelente señora!- Dijo teatralmente haciendo una exagerada reverencia.
- Guarda tu lengua zalamera en esa boca desdentada tuya, sabes que conmigo no funcionan esos halagos-.
Thirin dejó escapar una risilla entre dientes mientras se sentaba en una de las mesas de madera y agradecía con una inclinación de cabeza la jarra de cerveza que Rufal ponía frente a sus narices.
- ¿Y bien? ¿Qué es lo que os trae por aquí, señor Thirin, conde de Dirain, nieto del poderoso Thadarion y tercero en la linea sucesoria al trono enano? -.
- Veo que sí me habéis echado de menos si conseguís decir todos mis títulos, aunque, por favor, no mentéis mi herencia al trono... Dios me libre de tener que cumplirla- El enano soltó una carcajada y a continuación le dio un largo trago a la cerveza, dejando manchados sus bigotes de espuma-. Vengo a haceros una visita, por supuesto, no tengo ninguna clase de interés en esta ciudad tan poco dada a las intrigas y las guerras-.
- Seguramente... Aunque ya conocéis las reglas, en esta posada nadie habla sobre la guerra o por lo menos guardaros vuestras opiniones hasta que mis oídos estén bien lejos de vuestras palabras-.
- Como gustéis, señora. Aunque sí debo decirle...-.
Sus palabras se vieron interrumpidas por el frío viento invernal que irrumpió de nuevo en la posada cuando la puerta volvió a abrirse de par en par.
Fdi: Libres sois todos los que queráis de participar en el tema
- hmmm... -.
- ¡Darion!-.
- hmm... ¿Qué?... ¡Perdón, señora! Yo...-.
- ¡Andando!- Nëssa impidió que empezara siquiera a dar alguna explicación y sacudió la cabeza negativamente mientras contemplaba como el mozalbete desaparecía de nuevo por la puerta de la cocina-. Este muchacho... Es un buen chico, pero siempre está en su mundo... - Suspiró.
- Tenga paciencia, señora Nëssa, está en esa edad en la que su mente prefiere estar más entretenida en otras cosas que en las obligaciones-.
- Lo sé, señor Rufal, pero a veces no sé qué hacer con él. Si no fuera porque su padre es un gran amigo, me pensaría seriamente el tenerlo rondando por aquí todos los días...-.
En aquel momento la puerta de la posada La Cebolla de Marfil se abrió para dejar paso a una ventisca de aire helado y aguanieve que hizo crepitar el fuego en sus hogares. Tras ella se escondía una figura de baja estatura envuelta en una gruesa y empapada capa de lana.
- ¡Por todos los dioses! ¡Vaya un invierno endemoniado! ¿No se supone que esto es una isla tropical?-.
- ¡Dichosos los ojos que os ven, Thirin! ¡Creíamos que estaríais pasando el invierno en el acogedor seno de una mazmorra! ¿Cómo es posible que la guardia no os haya apresado al entrar a la ciudad?-.
La figura, cerrando la puerta tras de sí y quitándose la capa, dejó a la vista una cara morena algo deforme, de nariz grande y prominente y ojos astutos, con una cicatriz en una mejilla camuflada bajo una espesa barba. Thirin era un extraño enano, muy diferente a la mayoría de los miembros de su pueblo. Sagaz y discreto, había trabajado como espía para gentes importantes y se había ganado la animadversión de muchos dirigentes en todo el Mar de Jaspia, incluido el rey de Trinacria quien le había dejado un recuerdo de por vida en una de sus piernas.
- ¡Dichosos los míos por volver a toparse con vuestra belleza, mi excelente señora!- Dijo teatralmente haciendo una exagerada reverencia.
- Guarda tu lengua zalamera en esa boca desdentada tuya, sabes que conmigo no funcionan esos halagos-.
Thirin dejó escapar una risilla entre dientes mientras se sentaba en una de las mesas de madera y agradecía con una inclinación de cabeza la jarra de cerveza que Rufal ponía frente a sus narices.
- ¿Y bien? ¿Qué es lo que os trae por aquí, señor Thirin, conde de Dirain, nieto del poderoso Thadarion y tercero en la linea sucesoria al trono enano? -.
- Veo que sí me habéis echado de menos si conseguís decir todos mis títulos, aunque, por favor, no mentéis mi herencia al trono... Dios me libre de tener que cumplirla- El enano soltó una carcajada y a continuación le dio un largo trago a la cerveza, dejando manchados sus bigotes de espuma-. Vengo a haceros una visita, por supuesto, no tengo ninguna clase de interés en esta ciudad tan poco dada a las intrigas y las guerras-.
- Seguramente... Aunque ya conocéis las reglas, en esta posada nadie habla sobre la guerra o por lo menos guardaros vuestras opiniones hasta que mis oídos estén bien lejos de vuestras palabras-.
- Como gustéis, señora. Aunque sí debo decirle...-.
Sus palabras se vieron interrumpidas por el frío viento invernal que irrumpió de nuevo en la posada cuando la puerta volvió a abrirse de par en par.
Fdi: Libres sois todos los que queráis de participar en el tema
Rangashellof- Cantidad de envíos : 47
Re: La llegada de Thirin el Cojo
La ventisca era tan intensa que ni los pliegues de su gruesa capa – en la que se había envuelto de tal manera que apenas sus ojos eran visibles – lograban protegerla, ya que se había empapado. Estaba aterida, temblando de frío y tenía ganas de apurar el paso, echar a correr en realidad, en busca de techo y abrigo, pero el aguanieve volvía resbaladizas las calles y la oscuridad creciente dificultaba ver los obstáculos del camino, lo que la obligaba a llevar un paso lento y cauteloso para evitar un accidente.
Precisamente atender a un accidentado, luego de brindar sus cuidados médicos a un enfermo de neumonía, había retrasado su vuelta a casa luego de terminar la jornada en el puesto de hierbas del Mercado y la ventisca la había sorprendido por el camino, sin poder encontrar algún carro que la librara de hacer el trayecto a pie.
Pese a su prudencia, cuando vio las luces de la Cebolla de Marfil – su hogar desde que decidiera retomar su vida en Trinacria – no pudo evitar apurar el paso, lo que le costó un par de resbalones que no le impidieron llegar salva a su destino, aunque el último hizo que abriera la puerta con mucho más impulso que el habitual.
- ¡Brrrr...! - exclamó, recuperando el equilibrio y cerrando la puerta tras de sí – Nadie diría que falta menos de una semana para que se inicie la primavera- comentó, quitándose la mojada capa la que, sin embargo, había cumplido su misión de protección porque sus ropas estaban sólo ligeramente húmedas. El cálido ambiente de la posada la envolvió en un abrazo afectuoso que la hizo suspirar de satisfacción.
- Saludos, señora Nëssa, señor Rufal, señor … - saludó a los presentes, dedicando una venia a cada uno e interrumpiéndose al llegar al enano, cuyo nombre no conocía – Una buena taza de café caliente me vendría muy bien, señor Rufal – pidió, una vez terminadas las salutaciones.
Precisamente atender a un accidentado, luego de brindar sus cuidados médicos a un enfermo de neumonía, había retrasado su vuelta a casa luego de terminar la jornada en el puesto de hierbas del Mercado y la ventisca la había sorprendido por el camino, sin poder encontrar algún carro que la librara de hacer el trayecto a pie.
Pese a su prudencia, cuando vio las luces de la Cebolla de Marfil – su hogar desde que decidiera retomar su vida en Trinacria – no pudo evitar apurar el paso, lo que le costó un par de resbalones que no le impidieron llegar salva a su destino, aunque el último hizo que abriera la puerta con mucho más impulso que el habitual.
- ¡Brrrr...! - exclamó, recuperando el equilibrio y cerrando la puerta tras de sí – Nadie diría que falta menos de una semana para que se inicie la primavera- comentó, quitándose la mojada capa la que, sin embargo, había cumplido su misión de protección porque sus ropas estaban sólo ligeramente húmedas. El cálido ambiente de la posada la envolvió en un abrazo afectuoso que la hizo suspirar de satisfacción.
- Saludos, señora Nëssa, señor Rufal, señor … - saludó a los presentes, dedicando una venia a cada uno e interrumpiéndose al llegar al enano, cuyo nombre no conocía – Una buena taza de café caliente me vendría muy bien, señor Rufal – pidió, una vez terminadas las salutaciones.
Última edición por Lisandot el 19/06/14, 12:36 am, editado 1 vez
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: La llegada de Thirin el Cojo
Sin que Nëssa pudiera evitarlo el enano bajó de un salto de su silla y, haciendo una estudiada reverencia, sonrió a la joven presentándose.
- Thirin me llaman, señorita…- Pero una chispa casi de reconocimiento brilló en sus astutos ojos como si se hubiera dado cuenta que, a pesar de la juventud de la recién llegada, su mirada hubiera visto muchas más cosas que él. Dirigió una rápida mirada a Nëssa y ésta hizo un gesto como para que lo olvidara. El enano suspiro y sonrió-. Para serviros cuando gustéis- Concluyó sin hacer más comentarios.
- Hola, cariño. Has elegido muy mal día para dar un paseo-.
Nëssa conocía parte de la historia de la muchacha y, a pesar de ser consciente de la verdadera edad de Lisandot, prefería tratarla como a una chiquilla joven pues entendía el recelo de ésta por manifestar su verdadera naturaleza. Aún así, Nëssa no podía esconder el respeto que sentía por la recién llegada.
Rufal, que había desaparecido por la puerta de la cocina después de saludar a la joven, volvió entonces con un gran tazón de café con leche espumosa por encima y canela, acompañado por un par de galletitas recién hechas. Lo puso delante de la joven guiñándole un ojo y sonriéndola dulcemente.
- Rufal, a mí esos privilegios no me los das…- Masculló el enano con una sonrisa torcida en los labios.
- Thirin me llaman, señorita…- Pero una chispa casi de reconocimiento brilló en sus astutos ojos como si se hubiera dado cuenta que, a pesar de la juventud de la recién llegada, su mirada hubiera visto muchas más cosas que él. Dirigió una rápida mirada a Nëssa y ésta hizo un gesto como para que lo olvidara. El enano suspiro y sonrió-. Para serviros cuando gustéis- Concluyó sin hacer más comentarios.
- Hola, cariño. Has elegido muy mal día para dar un paseo-.
Nëssa conocía parte de la historia de la muchacha y, a pesar de ser consciente de la verdadera edad de Lisandot, prefería tratarla como a una chiquilla joven pues entendía el recelo de ésta por manifestar su verdadera naturaleza. Aún así, Nëssa no podía esconder el respeto que sentía por la recién llegada.
Rufal, que había desaparecido por la puerta de la cocina después de saludar a la joven, volvió entonces con un gran tazón de café con leche espumosa por encima y canela, acompañado por un par de galletitas recién hechas. Lo puso delante de la joven guiñándole un ojo y sonriéndola dulcemente.
- Rufal, a mí esos privilegios no me los das…- Masculló el enano con una sonrisa torcida en los labios.
Rangashellof- Cantidad de envíos : 47
Re: La llegada de Thirin el Cojo
- Lisandot Eclath – complementó la frase del enano, presentándose.
No se le escapó la chispa en los ojos de Thirin, ni su mirada a Nëssa ni el gesto de respuesta de ésta, pero no dio ninguna muestra de haberse dado cuenta de todo aquello y siguió actuando con toda naturalidad. Para ella, no revelar su verdadera naturaleza de buenas a primeras, era una medida de protección – en más de una ocasión, de supervivencia – y aunque confiaba en la dueña de la posada, prefería mantener la fachada ante los demás.
- Una sencilla trabajadora no puede escoger el día en que sale a la calle – respondió con aire resignado al saludo de Nëssa, sentándose a una mesa cercana a la de Thirin – pero este sólo fue desagradable en el camino de regreso ¿Todo ha estado bien por aquí?
La aparición del señor Rufal con la taza de humeante café hizo que sus ojos se aclararan visiblemente y una alegre sonrisa se instalara en su rostro.
- Gracias, señor Rufal. Usted es un auténtico espíritu protector para mí.
El primer sorbo de la deliciosa bebida la hizo olvidar de inmediato la ventisca que azotaba las calles de la ciudad. Aquel café preparado con tanto esmero era tan reconfortante como el fuego que chisporroteaba en los hogares y el recibimiento de Nëssa y Rufal. Había sido un día venturoso cuando, a su regreso a Trinacria, había decidido convertir a la Cebolla de Marfil en su morada para esta nueva etapa de su vida.
- ¿Viene usted de muy lejos, señor Thirin? - se interesó con cortés curiosidad.
No se le escapó la chispa en los ojos de Thirin, ni su mirada a Nëssa ni el gesto de respuesta de ésta, pero no dio ninguna muestra de haberse dado cuenta de todo aquello y siguió actuando con toda naturalidad. Para ella, no revelar su verdadera naturaleza de buenas a primeras, era una medida de protección – en más de una ocasión, de supervivencia – y aunque confiaba en la dueña de la posada, prefería mantener la fachada ante los demás.
- Una sencilla trabajadora no puede escoger el día en que sale a la calle – respondió con aire resignado al saludo de Nëssa, sentándose a una mesa cercana a la de Thirin – pero este sólo fue desagradable en el camino de regreso ¿Todo ha estado bien por aquí?
La aparición del señor Rufal con la taza de humeante café hizo que sus ojos se aclararan visiblemente y una alegre sonrisa se instalara en su rostro.
- Gracias, señor Rufal. Usted es un auténtico espíritu protector para mí.
El primer sorbo de la deliciosa bebida la hizo olvidar de inmediato la ventisca que azotaba las calles de la ciudad. Aquel café preparado con tanto esmero era tan reconfortante como el fuego que chisporroteaba en los hogares y el recibimiento de Nëssa y Rufal. Había sido un día venturoso cuando, a su regreso a Trinacria, había decidido convertir a la Cebolla de Marfil en su morada para esta nueva etapa de su vida.
- ¿Viene usted de muy lejos, señor Thirin? - se interesó con cortés curiosidad.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: La llegada de Thirin el Cojo
Desde el interior de las paredes de su pobre y fría casita, Iara se disponía a disfrutar de la compañía de su peludo amigo Colin antes de irse a dormir. Sin embargo, la ventisca que se había levantado cada vez se hacía notar más. Las paredes de la casita se estaban haciendo viejas, igual que ella, y cada vez les costaba más mantener el frío fuera de ellas. La anciana notaba el frío calar sus huesos, así como la humedad que cada vez se acentuaba más dentro de la casita. Aunque prendia el fuego para calentarse, había rendijas en la puerta y las ventanas por las que se colaba el aire y conseguían acertar sobre alguna parte de su cuerpo.
Pensó en irse a dormir, olvidar el temporal y soñar hasta el día siguiente. Pero no sólo era el ruido, también el viento la molestaba con sus silbidos. Decidió no pasar más tiempo entre esas paredes por esa noche. Se colocó un par de capas de ropa más y salió a las calles. Colin no quiso acompañarla. Por regla general, a la anciana no le agradaba vagar por las calles cuando durante la oscuridad de la noche, pero su destino estaba cerca y no corría peligro alguno.
Iara comprobó que la ventisca era tal y cómo parecía desde el interior. Caminó en dirección a la posada La Cebolla de Marfil, cuyas luces asomaban a través de la oscuridad. Cuando llegó a la puerta, se retiró la capa superior y sacudió su pelo con la mano. Abrió la puerta de la posada y entró.
El calor del lugar hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo, seguramente provocado por el contraste de temperaturas. Sacó a relucir su sonrisa, esa que siempre tenía disponible para cualquiera que se cruzara en su camino y que le encantaba ir regalando a los demás. No era mujer de muchas palabras, y las gentes de allí lo sabían, por lo que no dudó un momento en dirigir una mirada a todo el local con su cálida sonrisa en los labios en señal de saludo general. Jamás se inmiscuía en nada y mucho menos interrumpía conversaciones ajenas.
Se acercó a la esquina de la barra y observó a un enano, cuyo porte y rostro le resultaban familiares pero no estaba segura de conocerle. "Demasiados rostros que recordar para un anciana", pensó. Sin embargo, sí que conocía a la linda chica que agarraba una taza de café. Sí, era un muchacha tan bella como encantadora que de vez en cuando había visto pasear por las calles del Reino, no solamente en Trinacria. Y, por supuesto, también conocía muy bien a los que se encargaban de servir a aquellos que decidían entrar en la Cebolla de Marfil.
- Buenas noches – saludó mientras conseguía sentarse sobre un taburete.
Pensó en irse a dormir, olvidar el temporal y soñar hasta el día siguiente. Pero no sólo era el ruido, también el viento la molestaba con sus silbidos. Decidió no pasar más tiempo entre esas paredes por esa noche. Se colocó un par de capas de ropa más y salió a las calles. Colin no quiso acompañarla. Por regla general, a la anciana no le agradaba vagar por las calles cuando durante la oscuridad de la noche, pero su destino estaba cerca y no corría peligro alguno.
Iara comprobó que la ventisca era tal y cómo parecía desde el interior. Caminó en dirección a la posada La Cebolla de Marfil, cuyas luces asomaban a través de la oscuridad. Cuando llegó a la puerta, se retiró la capa superior y sacudió su pelo con la mano. Abrió la puerta de la posada y entró.
El calor del lugar hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo, seguramente provocado por el contraste de temperaturas. Sacó a relucir su sonrisa, esa que siempre tenía disponible para cualquiera que se cruzara en su camino y que le encantaba ir regalando a los demás. No era mujer de muchas palabras, y las gentes de allí lo sabían, por lo que no dudó un momento en dirigir una mirada a todo el local con su cálida sonrisa en los labios en señal de saludo general. Jamás se inmiscuía en nada y mucho menos interrumpía conversaciones ajenas.
Se acercó a la esquina de la barra y observó a un enano, cuyo porte y rostro le resultaban familiares pero no estaba segura de conocerle. "Demasiados rostros que recordar para un anciana", pensó. Sin embargo, sí que conocía a la linda chica que agarraba una taza de café. Sí, era un muchacha tan bella como encantadora que de vez en cuando había visto pasear por las calles del Reino, no solamente en Trinacria. Y, por supuesto, también conocía muy bien a los que se encargaban de servir a aquellos que decidían entrar en la Cebolla de Marfil.
- Buenas noches – saludó mientras conseguía sentarse sobre un taburete.
Iara- Cantidad de envíos : 30
Re: La llegada de Thirin el Cojo
Nëssa asintió como contestación a la joven mientras seguía secando algunos platos y jarras con un trapo y se ocupaba de colocarlos de nuevo en su lugar.
- No ha habido mayor problema que el conseguir que el joven Darion se pusiera a hacer su trabajo- Dijo con una sonrisa tierna.
- Así es, mi señora, vengo de tierras lejanas plagadas de leyendas, cuentos y amenazas- Contestó entonces el enano.
- No creas nada de lo que dice, niña, salvo en lo de amenazas. Es es algo que le acompañará siempre- Comentó Nëssa entonces.
El enano, como contestación, levantó su jarra de cerveza y, guiñándole un ojo, le dio un gran trago antes de soltar una risilla divertida.
Fue entonces cuando la puerta se abrió de nuevo y Iara apareció por ella con su habitual sonrisa. Nëssa, casi sorprendida, hizo un gesto a Rufal para que trajera un poco de caldo caliente para la anciana.
- Nana, es muy tarde para darse paseos por la ciudad ¡y más con este tiempo!- Comentó Nëssa con un deje de reprimenda en la voz.
Había conocido aquella mujer casi desde que llegó a Trinacria y, desde el primer momento, se había sentido unida a ella del mismo modo que lo había hecho con Rhayssi, la mujer que le enseñó todo lo que sabía. De vez en cuando, cuando alguien se presentaba en la posada buscando ayuda y Nëssa no podía prestársela, acudía a la anciana para recibir consejo.
Sabiendo que la anciana tendría alguna contestación que darle que impidiera que Nëssa pudiera replicarle más, decidió presentar a los presentes.
- Nana, no sé si los conoces. Thirin, conde de Dirain y la joven Lisandot, tan amante de las plantas como nosotras-.
- Es todo un honor señora volver a verla. Me siento muy agradecido por lo que hizo por mí aún hoy que han pasado tantos años-. Comentó señalándole la pierna por la que cojeaba.
- No ha habido mayor problema que el conseguir que el joven Darion se pusiera a hacer su trabajo- Dijo con una sonrisa tierna.
- Así es, mi señora, vengo de tierras lejanas plagadas de leyendas, cuentos y amenazas- Contestó entonces el enano.
- No creas nada de lo que dice, niña, salvo en lo de amenazas. Es es algo que le acompañará siempre- Comentó Nëssa entonces.
El enano, como contestación, levantó su jarra de cerveza y, guiñándole un ojo, le dio un gran trago antes de soltar una risilla divertida.
Fue entonces cuando la puerta se abrió de nuevo y Iara apareció por ella con su habitual sonrisa. Nëssa, casi sorprendida, hizo un gesto a Rufal para que trajera un poco de caldo caliente para la anciana.
- Nana, es muy tarde para darse paseos por la ciudad ¡y más con este tiempo!- Comentó Nëssa con un deje de reprimenda en la voz.
Había conocido aquella mujer casi desde que llegó a Trinacria y, desde el primer momento, se había sentido unida a ella del mismo modo que lo había hecho con Rhayssi, la mujer que le enseñó todo lo que sabía. De vez en cuando, cuando alguien se presentaba en la posada buscando ayuda y Nëssa no podía prestársela, acudía a la anciana para recibir consejo.
Sabiendo que la anciana tendría alguna contestación que darle que impidiera que Nëssa pudiera replicarle más, decidió presentar a los presentes.
- Nana, no sé si los conoces. Thirin, conde de Dirain y la joven Lisandot, tan amante de las plantas como nosotras-.
- Es todo un honor señora volver a verla. Me siento muy agradecido por lo que hizo por mí aún hoy que han pasado tantos años-. Comentó señalándole la pierna por la que cojeaba.
- Off Rol:
- Tenía una trama a medio pensar para este tema. Quizás tenga que modificarla un poco, pero creo que os gustará. No sé si finalmente Kai se meterá también, pero de todas formas no hay problema aunque se incorpore después de haberla empezado. De todas formas dejo un par de post para darle algo de tiempo y así puedo preparar bien la trama
Rangashellof- Cantidad de envíos : 47
Re: La llegada de Thirin el Cojo
- Entonces, ha sido un buen día- comentó ante la respuesta de Nëssa- aunque supongo que la cena se retrasará un poco.
Que el joven Darion no hiciera sus tareas por pasarse la mayor parte del tiempo soñando despierto era parte de la rutina de la casa, una rutina que la confortaba cuando la tristeza hacía su aparición. El término de su búsqueda le había traído paz, pero no había acabado con la pena. Una pena que quizás la acompañaría mucho tiempo, pero que no le había impedido retomar su vida ni interesarse por lo que sucedía en Jaspia, como aquella guerra de la que no se podía hablar en la posada.
- Pero los cuentos y las leyendas no tiene que ser verdaderos para ser interesantes y entretenidos – señaló.
El café le había devuelto el calor a su cuerpo y había puesto una nota de color a sus mejillas, poniéndola de un ánimo alegre, dispuesto a la conversación. Una buena charla al amor del fuego en una helada noche de invierno, era uno de los placeres que más disfrutaba en la vida. Sin duda que Thirin tendría historias dignas de oírse y ella también tenía muchas para contar; no se viaja a lo largo y ancho del mundo durante años sin incorporar muchas de ellas al equipaje.
Su comentario fue interrumpido por la puerta de la posada al abrirse, dando paso a una sonriente anciana, cuyo rostro le resultaba familiar. La había visto alguna vez, aquí y allá, pero nunca había tenido la ocasión de conocerla realmente. Fue una grata sorpresa darse cuenta por la presentación de Nëssa y el saludo de Thirin, que la anciana (que posiblemente contaba con muchos menos años que ella, pese a las apariencias) era una sanadora; siempre le agradaba conocer a compañeras de oficio.
- Es un placer, señora – sonrió a la recién llegada.
Que el joven Darion no hiciera sus tareas por pasarse la mayor parte del tiempo soñando despierto era parte de la rutina de la casa, una rutina que la confortaba cuando la tristeza hacía su aparición. El término de su búsqueda le había traído paz, pero no había acabado con la pena. Una pena que quizás la acompañaría mucho tiempo, pero que no le había impedido retomar su vida ni interesarse por lo que sucedía en Jaspia, como aquella guerra de la que no se podía hablar en la posada.
- Pero los cuentos y las leyendas no tiene que ser verdaderos para ser interesantes y entretenidos – señaló.
El café le había devuelto el calor a su cuerpo y había puesto una nota de color a sus mejillas, poniéndola de un ánimo alegre, dispuesto a la conversación. Una buena charla al amor del fuego en una helada noche de invierno, era uno de los placeres que más disfrutaba en la vida. Sin duda que Thirin tendría historias dignas de oírse y ella también tenía muchas para contar; no se viaja a lo largo y ancho del mundo durante años sin incorporar muchas de ellas al equipaje.
Su comentario fue interrumpido por la puerta de la posada al abrirse, dando paso a una sonriente anciana, cuyo rostro le resultaba familiar. La había visto alguna vez, aquí y allá, pero nunca había tenido la ocasión de conocerla realmente. Fue una grata sorpresa darse cuenta por la presentación de Nëssa y el saludo de Thirin, que la anciana (que posiblemente contaba con muchos menos años que ella, pese a las apariencias) era una sanadora; siempre le agradaba conocer a compañeras de oficio.
- Es un placer, señora – sonrió a la recién llegada.
Lisandot- Cantidad de envíos : 941
Re: La llegada de Thirin el Cojo
Le agradaba la calidez de aquel lugar, siempre se sentía querida y arropada allí, aunque Iara siempre prefería mantenerse al margen hasta ser invitada a participar en alguna conversación o asunto. Solía sentarse apartada, para no inmiscuirse en ningún tema del que no debiera ser conocedora.
No le sorprendió el tono de reprimenda empleado por Nëssa, la cual cuidaba de ella como muchos otros en Trinacria. A Iara no le gustaba que se le dijera cómo hacer las cosas, pero entendía perfectamente que era la preocupación lo que les movía a hablarle en aquellos tonos protectores y jamás tenía una mala contestación a las buenas intenciones.
-Prefería venir al calor de esta posada que quedarme entre las frías paredes de mi hogar.- explicó la anciana. - Disculpe, señor Thirin, pero mi mente ya no es capaz de recordar, con facilidad, rostros como lo hacía antes, de tantos que ha tenido el placer de conocer. Me alegro de que se encuentre usted en perfectas condiciones y de que le sirviera de ayuda. - Sonrió.- Sin embargo, querida Lisandot, sí que reconozco su rostro aunque sólo haya tenido ocasión de observarlo alguna vez, pero nunca hemos tenido ocasión de mantener ningun tipo de conversación.
En ese momento, Rufal puso delante de ella un suculento y caliente caldo, a juzgar por el humo que salía de él. Estaba acostumbrada a que le sirvieran sin pedir, pues no sólo ya conocían sus gustos, también sus necesidades. Y aquel caldo caliente era lo que su cuerpo pedía a gritos tras el espantoso frío que había pasado antes. Esperaba que Colin estuviera cómodo y tranquilo en casa.
-Gracias, querido, creo que mi cuerpo necesita de este caldo para entrar en calor. - dirigió su mirada a Nëssa, alzó el cuenco y le sonrió mientras asentía con la cabeza, en señal de agradecimiento. - Y díganme, ¿qué novedades tenemos por aquí? - preguntó empezando a comer el caldo que le habían servido y esperando que los allí presentes tuvieran algo que contarle.
No le sorprendió el tono de reprimenda empleado por Nëssa, la cual cuidaba de ella como muchos otros en Trinacria. A Iara no le gustaba que se le dijera cómo hacer las cosas, pero entendía perfectamente que era la preocupación lo que les movía a hablarle en aquellos tonos protectores y jamás tenía una mala contestación a las buenas intenciones.
-Prefería venir al calor de esta posada que quedarme entre las frías paredes de mi hogar.- explicó la anciana. - Disculpe, señor Thirin, pero mi mente ya no es capaz de recordar, con facilidad, rostros como lo hacía antes, de tantos que ha tenido el placer de conocer. Me alegro de que se encuentre usted en perfectas condiciones y de que le sirviera de ayuda. - Sonrió.- Sin embargo, querida Lisandot, sí que reconozco su rostro aunque sólo haya tenido ocasión de observarlo alguna vez, pero nunca hemos tenido ocasión de mantener ningun tipo de conversación.
En ese momento, Rufal puso delante de ella un suculento y caliente caldo, a juzgar por el humo que salía de él. Estaba acostumbrada a que le sirvieran sin pedir, pues no sólo ya conocían sus gustos, también sus necesidades. Y aquel caldo caliente era lo que su cuerpo pedía a gritos tras el espantoso frío que había pasado antes. Esperaba que Colin estuviera cómodo y tranquilo en casa.
-Gracias, querido, creo que mi cuerpo necesita de este caldo para entrar en calor. - dirigió su mirada a Nëssa, alzó el cuenco y le sonrió mientras asentía con la cabeza, en señal de agradecimiento. - Y díganme, ¿qué novedades tenemos por aquí? - preguntó empezando a comer el caldo que le habían servido y esperando que los allí presentes tuvieran algo que contarle.
Iara- Cantidad de envíos : 30
Re: La llegada de Thirin el Cojo
La escarcha crujía bajo las botas de la figura negra, embozada hasta las orejas y con el sombrero calado hasta las cejas. Hacía más de diez años que no recorría aquellas calles cercanas a los muelles, que tanto había frecuentado y donde tan conocido fue en otros tiempos, al menos entre la gente de mal vivir que frecuenta toda urbe de calles estrechas una vez se ha puesto el sol.
Se estaba metiendo en la boca del lobo, y lo sabía. En el ejército no tenían precisamente un buen recuerdo de él: un coronel muerto en duelo y la consecuente degradación manchaban una hoja de servicio por lo demás brillante. Pero peor era el recuerdo que podía tener la guardia de la ciudad: el asesinato a plena luz del día de un patricio importante de la nobleza trinacriana no era moco de pavo, y el forzado exilio que se impuso en Moramailë fue el resultado. Pero confiaba en que una década fuera acompañada no sólo de canas en su barba y arrugas en su rostro, sino también de olvido en la mente de aquellos que aún recordaran el sonado altercado y le buscaran.
¿Por qué regresar? Era, ante todo, un soldado. Tenía un rey dispuesto a la guerra, y la promesa de aire marino a bordo de las naves de su majestad era fuerte... No sólo olía a sal y brea, también a aventura, y juventud. Eso, y la oportunidad de hacer rodajas a algún súbdito de Ashper y la Dama, o incluso de ganar gloria y renombre suficientes como para volver de verdad a Trinacria, reclamando nombre, linaje y patrimonio... Eran cantos de sirena y lo sabía, pero había llegado a un punto donde no le importaba desatarse del mástil y avanzar hacia las rocas. Y tenía una promesa que cumplir.
El caballero iba rumiando sobre todo aquello mientras avanzaba a grandes zancadas por las callejuelas buscando un lugar que en su memoria asociaba a conversación interesante, un hogar siempre ardiendo y vino especiado y caliente. Y poca presencia de alguaciles a esas horas, todo hay que decirlo. Finalmente vio el cartel que anunciaba la Cebolla de Marfil. Una media sonrisa asomó tras la capa, y abrió la puerta de la posada con un hormigueo en los dedos.
-Salud y buenas noches -dijo, descubriéndose para entrar. Mucho tenía que haber cambiado el sitio para que fuera un gesto inconsciente-. ¿Hay vino y lecho para un viajero cansado y sediento? -preguntó, y alzando la mirada para estudiar a la concurrencia, por poco se le escapa una blasfemia. Quizá conociera a más de aquella gente, pero los años pasaban para todos; sin embargo, la figura menuda pero estilizada de Lisandot la podría reconocer donde fuera-. Por vida de... Ayer Kuzueth, hoy en Trinacria... Permitidme saludaros, amiga de mis amigos.
pd. Espero no llegar tarde ! Que desde que dije que entraba han pasado días, y posts!
Se estaba metiendo en la boca del lobo, y lo sabía. En el ejército no tenían precisamente un buen recuerdo de él: un coronel muerto en duelo y la consecuente degradación manchaban una hoja de servicio por lo demás brillante. Pero peor era el recuerdo que podía tener la guardia de la ciudad: el asesinato a plena luz del día de un patricio importante de la nobleza trinacriana no era moco de pavo, y el forzado exilio que se impuso en Moramailë fue el resultado. Pero confiaba en que una década fuera acompañada no sólo de canas en su barba y arrugas en su rostro, sino también de olvido en la mente de aquellos que aún recordaran el sonado altercado y le buscaran.
¿Por qué regresar? Era, ante todo, un soldado. Tenía un rey dispuesto a la guerra, y la promesa de aire marino a bordo de las naves de su majestad era fuerte... No sólo olía a sal y brea, también a aventura, y juventud. Eso, y la oportunidad de hacer rodajas a algún súbdito de Ashper y la Dama, o incluso de ganar gloria y renombre suficientes como para volver de verdad a Trinacria, reclamando nombre, linaje y patrimonio... Eran cantos de sirena y lo sabía, pero había llegado a un punto donde no le importaba desatarse del mástil y avanzar hacia las rocas. Y tenía una promesa que cumplir.
El caballero iba rumiando sobre todo aquello mientras avanzaba a grandes zancadas por las callejuelas buscando un lugar que en su memoria asociaba a conversación interesante, un hogar siempre ardiendo y vino especiado y caliente. Y poca presencia de alguaciles a esas horas, todo hay que decirlo. Finalmente vio el cartel que anunciaba la Cebolla de Marfil. Una media sonrisa asomó tras la capa, y abrió la puerta de la posada con un hormigueo en los dedos.
-Salud y buenas noches -dijo, descubriéndose para entrar. Mucho tenía que haber cambiado el sitio para que fuera un gesto inconsciente-. ¿Hay vino y lecho para un viajero cansado y sediento? -preguntó, y alzando la mirada para estudiar a la concurrencia, por poco se le escapa una blasfemia. Quizá conociera a más de aquella gente, pero los años pasaban para todos; sin embargo, la figura menuda pero estilizada de Lisandot la podría reconocer donde fuera-. Por vida de... Ayer Kuzueth, hoy en Trinacria... Permitidme saludaros, amiga de mis amigos.
pd. Espero no llegar tarde ! Que desde que dije que entraba han pasado días, y posts!
Arzhel de Loïc- Cantidad de envíos : 175
Re: La llegada de Thirin el Cojo
- Perdón:
- Perdón, perdón y perdón por el soberano retraso a la hora de responder. Traigo una mala noticia, he perdido la trama que tenía preparada para este tema. Sois libres de improvisar, aunque intentaré meter toda la "chicha" que pueda.
Sr. Arzhel doy por hecho que aunque no viva ya en Trinacria alguna vez se ha pasado por la posada por lo que Nëssa algo le debe conocer. Sino es así, edito rápidamente
Dispuesta a contestar a la anciana se vió interrumpida de nuevo por la ráfaga de aire frío que traspasó el umbral de la puerta junto con un hombre. Nëssa esperó a que descubriera su rostro para darle la bienvenida y se sorprendió al descubrir que también conocía a la joven Lisandot.
- Vaya, debe ser la noche de los re-encuentros- Comentó sonriente mientras hacía un gesto al Sr. Rufal para que preparara una buena jarra de vino para el recién llegado-. Mucho tiempo hace desde su última visita, caballero-.
El enano, que también escurtaba a aquel hombre, pareció reconocerlo por la mueca que su demacrado rostro hizo. Trinacria, aunque era una ciudad grande, no dejaba de ser un pequeño pueblo a su manera. Los cuchicheos y rumores volaban de taberna en taberna y la historia de aquel hombre que muchos años atrás había matado a su padrastro era de sobra conocida, aunque ya prácticamente olvidada. No obstante, no era aquello lo que preocupaba al enano, después de todo aquel asesinato había sido por honor, un honor arrebatado a un joven por un hombre que nada de caballero tenía. No, su malestar versaba en su antigua historia como soldado del ejército de Trinacria, de aquel rey que le había dejado una de sus pequeñas piernas casi inservible.
Nëssa, curtida en las peleas de taberna, le dirigió al enano una dura mirada de aviso; en su posada nadie hablaría de política. Refunfuñando, Thirin se giró en su taburete dispuesto a seguir bebiendo la cerveza aún con cara de pocos amigos.
- Le diré al joven Darion que os prepare una habitación- Comentó Nëssa volviendo la mirada hacia el recién llegado con una sonrisa. Volviéndose hacia las puertas de la cocina, llamó al muchacho que solícito y con una sorprendente rapidez subió las escaleras.
Rangashellof- Cantidad de envíos : 47
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