La llegada del hijo pródigo

Desperté en el barco, respirando agitadamente y empapado en sudor. Otra vez había tenido una pesadilla, como cada noche luego de haberlo enfrentado. Sabía que eran pesadillas, pero no era eso lo que me aterraba. Me costaba demasiado volver a conciliar el sueño porque aquellas imágenes trataban sobre lo mismo, pero no se repetían. No era una pesadilla recurrente, sino que mostraba un avance sobre un mismo tema. Era como una vida paralela, que vivía al cerrar los ojos de este lado.
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La primera noche no fue tal cosa como una pesadilla, sino que parecía el más hermoso de los sueños. Estaba junto a ella, en su perfumería. Me estaba recuperando de algunas heridas que había tenido, lo cual era bueno, ya que me permitía pasar tiempo con ella y a su vez me permitía ayudarla, pues esas lesiones no me impedían alcanzar frascos o buscar los perfumes ubicados en los lugares más altos, mientras su ayudante se iba a hacer algún encargo. Yo jamás atendía verdaderamente a los clientes, pues de perfumes nunca supe gran cosa, sólo sabía que los que mi princesa hacía eran perfectos. El día en el sueño transcurría con normalidad, hasta que aparecía aquel extraño vagabundo. Lo recordaba perfectamente. Era el hombre que me guió hacia mi maestro, diciendo que había secuestrado a Riomar. Ese hombre, sin sacarse la bolsa que llevaba en la cabeza, decía "Vengo a llevármela, Sir".
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Un hombre golpeó la puerta de mi camarote para avisar que estábamos a punto de llegar. Tras agradecerle la información, me incorporé en mi cama, intentando tranquilizarme por completo. Decidí que no sería bueno bajar con la armadura puesta, ya que, después de todo, no estaba allí por una misión de la Armada. De hecho, pasó mucho tiempo desde la última vez que representé al reino. No podía pensar en lo que diría mi abuelo, porque nunca lo conocí. Pero sabía que mi madre hubiese estado de acuerdo con mi decisión. Riomar era mucho más importante que cualquier otra cosa, y nada era más importante que mantenerla a salvo.

Salí a cubierta, para sentir el aire del mar. Me recordaba a aquella vez en que conocí a Lavi y Alatariel, en una playa a la que fui para sentir nuevamente la naturaleza. El pelirrojo había sido inteligente, no la había molestado. No estaba bromeando cuando le había dicho aquellas palabras. Veía una extraña isla a lo lejos, pero al acercarse la embarcación me di cuenta que no era una isla, sino varias, 3 al menos o, si mi ojo no me engañaba, 4 islas.

-Esas son las islas Triskel -comentó un marinero-. Esta es Moramaile -explicó-, si quieres asentarte como granjero, esa isla es ideal. Aquella otra es Valanderiel, "el gran bosque" la llaman algunos. La tercera se llama Tinaraith, allí viven enanos, está llena de volcanes. Y finalmente la pequeña se llama Trinacria, es la capital de Triskel, podría decirse. Allí es donde vamos.

-Gracias por la información -dije-. Espero que alguien allí haya escuchado de Arcadia.

-Es probable. Pero no sé qué tan fácil o difícil sea hacer una visita a la nobleza.

El tiempo pasó, hasta que finalmente llegamos al muelle. Bajé con lentitud, descubriendo sin esfuerzo que la nobleza debía vivir en el terreno elevado.

-Mucha suerte con su búsqueda, señor. Espero que no le resulte difícil conseguir esa cita.

-Quizás los títulos sirvan de algo -comenté, mientras bajaba del barco.

OT: Y y también quiero al mucho, sin embargo hace mucho no escribo y se notará el grado de oxidación

On topic:





Somos muy pocos. Siempre lo he sabido. Pero basta que lleguemos a un pequeño o gran puerto o a una caleta, lo que sea y entonces los demásdirán que somos demasiados.

Mi caravana se había hecho pequeña. La estúpida guerra de los estúpidos humanos, con sus estúpidas deidades y sus egoístas intereses, nos había mermado. No teníamos bajas como tal, decimos gracias, pero nos tuvimos que separar. Estábamos cerca al Triskel así que lo mejor era encontrarnos ahí.

Carne fresca, victimas ansiosas.

Al menos ahí, entre sus ridículos puestos de mercado podría encontrar a un mensajero competente que le haga llegar una copia de mi carta a mi prometido. La gaviota que envié… bueno, el mago con retraso mental de esa flota de Ashper creyó que era de espías y la mató en pleno vuelo.

Mi Matrona me dice que no me enfurezca tanto, que no es su culpa ser paranoicos y además, qué le vamos a hacer? Sí, llevaba información de los espías. Digo perdón.

En realidad no lo siento, era la carta más hermosa que he escrito para mi amor. De él no había tenido noticias hace semanas por culpa de la estúpida guerra de los estúpidos humanos, con sus estúpidas deidades y sus egoístas intereses.

- Zahira, poh favoh, nah de tratah de timah a los del Triske. Trataremos de ihnos pal anocheceh si no pasa nah. De acuegdo? –

- Si Matrona… de acuerdo… - respondí entre dientes y me alejé de la caravana como tantos otros. Veamos que me depara esta vez la gran ciudad o, en su defecto, sus habitantes incautos.

Les tenía que contar sobre mi sonrisa malvada mientras caminaba por el puerto?

Recorría el puerto con tranquilidad. No vestía mi armadura, sino que la llevaba confortablemente acomodada en un bolso. Años de servicio habían permitido que pueda organizarla de tal forma que parecía mentira que llevaba una armadura corporal, con hombreras y capa incluidas. Aquella capa junto al escudo de armas grabado en su puño eran la única prueba que tenía de jerarquía personal. Eso y quizás el porte que tenía con la armadura, además de la habilidad. Ya no era tan rápido como antes, pero había adquirido mucha experiencia en diversos frentes de combate.

Reconocía en mí una extraña mezcla de conductas. Verme entre nobles haría imposible pensar que alguna vez fui prácticamente un salvaje. Verme en el bosque haría imposible pensar que mi Rey alguna vez me había concedido un título.

Mientras recorría las calles, rumbo a las tierras elevadas, mi mente no tenía mucho de qué ocuparse. Sólo se encargaba de no chocar con nadie, de resguardar la armadura, y de asegurarse de que nadie pusiera sus dedos sobre mi compañera.
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La segunda vez sí podría clasificarse como pesadilla, ya que empezaba con ese hombre caminando hacia ella, ayudándose con su bastón. Intenté detenerlo, pero el vagabundo depositó su mano libre en mi hombro, causando, seguramente mediante algún hechizo, que mi cuerpo dejara de responder. Lo más parecido a esa sensación era, sin duda, el desmayo, sólo que no perdí la conciencia. Sentí todo mi cuerpo demasiado cansado, tanto que no podía mover un solo músculo. Luego, golpeaba con su bastón y por lo que podía escuchar, la desmayaba, o la mataba, no podía estar seguro. Suponía que su intención era desmayarla, pues recordaba que había dicho "Vengo a llevármela".
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Pronto supe que no era el único que acababa de llegar. Un grupo de gente numeroso, o al menos con la cantidad suficiente de integrantes como para que se notara que habían llegado, se hizo notar simplemente estando. Su apariencia me resultaba familiar, pero estaba seguro de no haberlos visto antes ni haber conocido a alguien que vistiera como aquel grupo. Sin duda eso debía ser por aquel desgraciado. Sí, eso debía ser. Seguramente él había conocido gente parecida a ellos.

Lo que importaba en ese momento era llegar arriba o... No, había recorrido cada rincón del reino y nunca había visto gente que me recordara a ellos. Estaba seguro de que no venían del mismo lugar que yo. Lo mejor sería no molestarlos.

Descalza, con actitud, camino por el muelle, dirigiendome al centro del puerto y de ahí al mercado. Las pulseras en mis tobillos apenas si sonaban, me estaba cuidando de en donde pisaba para no lastimarme los pies desnudos.

Una sonrisa aqui, a un posible cliente, Una sonrisa alla a un posible idiota que se lleve uno de mis talismanes sin empeño. Una expresion seria mas alla al sujeto que habia fijado su atencion en nuestra caravana.

Para mis adentro me veia a mi misma como alguien hermoso, pavoneandose por el muello, desde afuera se ve un poco mas de la verdad. La zigara fea que le puede dar mala espina a mas de uno.

Pero mis pasos me llevaron no hacia el mercado, sino hacia el hombre, que resguarda ese bolso un poco abultado de manos rapidas y deseosas de lo que no es propio. Evite rerime, facilmente podia -y debia- resguardarlo de nosotros.

Pero que mala fama tenemos.

- Que? te debemos o se te perdio uno igual? - trate de ser lo mas amable posible, incluso se lo pregunte con gracia, deteniendome a su lado, con las manos sujetas a la espalda para verme menos hostil... apesar de lo agresiva que pudo haber sonado en ese momento mi introduccion.

Mi faldon, lleno de velos de todos los colores y diseños se movia suvemente con el viento, mientras mis intrincadas trenzas se mantenian en su lugar.

Les tenia que contar que ese fue el dia que lo conoci a el?