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Mensaje por Dulfary 12/09/13, 05:12 pm

La oscuridad restaure lo que la luz no puede reparar

Joseph Brodsky


El caballo en el que enviaron a Dulfary desde esa aldea perdida en la nada, alejada de la mano de los dioses pero no de la Dama quien hacía presencia allí a través de sus caballeros, clérigo, acolita y par de paladines, se movía despacio y casi perezoso. Era el caballo que le iban a asignar a Ireth cuando llegó a la isla.

Parecía tan poco decidido a regresar a la ciudad portuaria como la misma Dulfary, sin embargo, una orden era una orden y su misión, aunque sencilla era importante. No toda la correspondencia que se había enviado, había regresado respondida con el grupo que acababa de llegar. Y ambos grupos esperaban instrucciones. Dulfary esperaba respuesta de Devan.

Casi había transcurrido una semana. Una semana larga o corta según como se mire y quien lo mire, pero una semana al fin y al cabo desde que partiera de Rhylia. Asignada nuevamente a un templo en cualquiera de las islas, no había tenido más remedio que obedecer.

No existía una razón de peso para permanecer en Rhylia, ni a ojos de la Orden y por tanto sus “superiores”, ni a ojos de su misión secreta; hasta que no se solucionara lo de la biblioteca y el acceso a los anales y, sin el respaldo de confianza necesario para empezar a hablar en esferas más altas con unos u otros para poder recorrer pasillos y escuchar tras las paredes o esculcar, no había mucho más que hacer que no fuera trabajar en su fachada.

Es decir, era hora de volver al campo de acción y eso… eso había sido lo que la colocara en el lugar equivocado en el momento indicado, nuevamente, para que se le rompiera el corazón en más de una forma.

Había llegado con un paladín, Solydan, que se suponía tenía a su cargo el hacerla entrar en disciplina y detectar en donde radicaba la atracción de problemas de parte de ella y sospechaba que probaban suerte enviándola a un lugar lejano y un poco alejado de la civilización donde las repercusiones no fueran tan marcadas y nefastas como hasta el momento.

Tan decaída como estaba, Solydan, regio y serio y estricto como se había mostrado hasta antes de los acontecimientos, no le dijo nada, ni le dio palmaditas de consuelo o palabras dulces. Tampoco era que lo espera. Al igual con que la carta que le escribió a Devan, no se había molestado en ocultarle lo que le ocurrió, de hecho no omitió ningún detalle. Sin embargo en toda regla, para ambos hombres, había sido un reporte profesional, de hechos exactos y circunstancias y contextos que lo explicaran, no había sido un momento en que se abriera a Solydan y buscara su apoyo o su consejo, ni siquiera se había mostrado marcadamente triste más allá de su bajo ánimo. La carta a Devan, sí había sido un poco más emotiva, más abierta, pero solo un poco.

En Rhylia, el Viejo, preocupado, le estaba dando su espacio y evaluaba en silencio el que se mantuviera firme en su rol de soldado sin dejarse arrastrar por su naturaleza de niña. Sólo lo había puesto al tanto sobre lo que había detrás de los hechos y de alguna forma ambos entendían la ausencia de afecto explicito, más allá de la comprensión empática. Por ello, no envió respuesta con la primera comisión.

Todo lo sucedido en el Templo era la consecuencia de sus acciones, decisiones y la manera de llevar sus asuntos: del Clan, de la Orden, de la cooperación con Lohengrin. No se podía hablar de culpables, simplemente ella lo había provocado y tal vez por eso era que dolía más, en el cuerpo y en sus sentimientos. Era su culpa la parte que le correspondía a ella, sólo esa, el enfrentamiento entre ellos hasta el límite más peligroso. Todo lo anterior, no…

Y aun así, como tantas otras veces, con tantas otras cargas emocionales pesadas, no había llorado.

Hablarlo con Solydan le había ayudado, sobre todo a verlo desde el punto de vista práctico, pero los sentimientos y las emociones seguían ahí y no fue necesario que pasaran dos horas antes que las preguntas de “extraños” sobre qué le pasaba empezaran a molestarla por no poder responder que se trataba de gripa, no fuera que algún listo quisiera curarla con sus Dones.

Deseaba desesperadamente viajar a  Tricarnia, enviar todo a la porra y hacerlo así fuera a través de su sombra, refugiarse donde Akira y Lisandot, contarles  toda la verdad, todo lo que había detrás y dejar que si su alma y su cuerpo le pedían llorar, lo hicieran. Pero no, no podía, así que tenía que proceder con lo que realmente tenía a la mano. Forzarse un plan B.

Quería estar sola, quería rumiar su tristeza solita, sin que nadie hiciera preguntas o vinera a hablarle y en ningún lugar conseguía que las personas callaran, o no la miraran; quería un rincón oscuro para sentarse un rato y dejarse morir durante un instante. Desde lo ocurrido no había tenido oportunidad y estaba convencida que si lo hacía al día siguiente ya estaría mejor.

Pero no fue posible, siempre había algo, siempre era seguida por la Acolita que había resultado herida en el asalto, aunque no más ella, y luego llegó la primera comisión y con ellos Ireth. Para Dulfary fue de gran ayuda, pero Solydan, desde la distancia, veía como su “aprendiz” de turno perdía el espacio y la oportunidad de decantar sus emociones por sí sola, así que la llamó a primera hora y la envió a la ciudad.

Así que ahí iban los dos, el caballo y la niña con la maldición de verse como una mujer, vestidos ambos de civiles, con la indumentaria de Iniciada dentro de las alforjas de equino, siguiendo el camino destapado que conectaba la aldeíta con la ciudad, Dulfary a pie para no lastimar sus heridas al ir montada, aprovechando el paseo para no pensar y pensar en el proceso. Habían partido desde casi al amanecer y hacia el medio día, por fin cruzaban las murallas de Cessele.

Esta vez sí tuvo el tiempo de detallarla, era  una ciudad hermosa, con tantas fuentes y jardines, en verdad quería quedarse por ahí, pero tenía que averiguar por el barco que esperaba y tras eso dirigirse a la posada que utilizaba la Orden cuando no se dirigía derecho a sus cuarteles en la ciudad.

Dulfary no tenia ni cinco de ganas de ir al cuartel, así que mientras se movía por las calles, pagando por frutas que tomaba, llevaba al caballo a beber de las fuentes antes de ser reprendida por alguien porque “las fuentes no están para eso” y enfrascarse en una discusión larga e improductiva con el retador en cuestión, repetía en su cabeza los nombres que eran importantes:

Gato Asustadizo
El canto de la Sirena
Iba una vaca de lado, luego resultó pescado.


Una letanía interna con la que por fin llegó a la zona del muelle. Al caballo lo tuvo que dejar a la entrada y preguntó por el barco.

- El Gato Asustadizo? Estas segura que eso es un barco, no será una taberna o un antro de mala… - el encargado que la atendía la miró de arriba abajo, los ojos rojos de Dulfary que lo miraba tan fijamente lo ponían nervioso, pero de inmediato se relajaba de nuevo con esa expresión de amabilidad que había en ellos, para recordarse que los demonios suelen engañar y esos ojos no era para nada humanos. Por otro lado, no parecía la clase de mujer que iba a lugares de mala muerte como iba a decir, aunque por la forma en que se tomaba las manos a la espalda y ese balanceo de niña buena, se atrevía a decir que no iba tampoco a los de buena reputación.

- Totalmente, es un nombre raro para un barco, pero si tenemos en cuenta que ya viajé en uno que se llamaba el Patito de Hule, pues uno ya no sabe que esperar de los que los bautizan –

- El Patito de Hule? – preguntó revisando sus papeles de manifiesto y de barcos a esperar o que hubieran llegado

- Me vas a ir preguntando lo mismo que yo digo? jeje que gracioso, eso lo jugaba yo cuando era más niña. El marino que me dijo como se llamaba en español no se puso de acuerdo consigo mismo en si era, Nadador o de Hule – no era el mejor momento para hablar de sus experiencias con piratas, pero por la forma en que la miró, supo que sabía de cual le hablaba – Me recogieron de un naufragio que jamás me creería como ocurrió – le explicó con una sonrisa.

- Ya, claro, naufragio…. – dijo con escepticismo, sin mirarla, buscando en sus listados. Al menos esta vez, no lo había preguntado.

- Sip, aquí donde me ve, me ha pasado mucho, de hecho, lo primero que me pasó cuando llegué a estas islas fue eso, un naufragio y de ahí a otro y otro, y lo más gracioso es que el mar me marea lo que no te imaginas, el caso es que estos chicos me… - empezó a contarle los detalles importantes, secundarios y superfluos de la aventura, siempre refiriéndose a ellos como marinos y llegó al punto en que tuvo que tomar aire, ajena a la forma en que el hombre apretaba los dientes armándose de paciencia tras varios intentos por interrumpirla - Lo que no entiendo es quien y por qué le pone esos nombres a los barcos, alguno son muy originales, pero otro de verdad que uno se sienta a pensar y dice "de por la Dama!!" Que el Audaz, el Interceptor, el Inquisidor! Inquisidor y no es de la Flota de Rhylia, sino de un mercante particular, El rompe olas, el delfín volador, el pubis del dragón! a no, ese era el nombre un bar, el caso es que a veces como que les falta imaginación o les sobra, vas a ver que un día, te encuentras con un barco que se llama Barco - se río - y no es tan descaballeado, por allá en mis años mozos, como dicen los abuelos, conocí a un galante caballero de bollada armadura, o sea, de esos que sí las usan y no solo la tienen de decoración o para cuando se inicia una guerra de esas bobas, que tenía un lindo caballo que se llamaba... adivina cómo... Siiiii Caballo! jajaja y no vieras que belleza de animal, además de lo bonito por fuera, así que no me extrañaría que haya un... -

- BASTA YA!! CALLATE! CALLATE!!! SI QUIERES QUE TE AYUDE CALLATE UN MOMENTO!!!!! - le gritó exasperado, con lo que Dulfary retrocedió sorprendida y con su sensibilidad a flor de piel, no pudo evitar un puchero. Quienes pasaban por ahí, mirarlos.

- Cálmate que no es para tanto! Ni estuviera sentada en la palabra! – protestó pero de inmediato bajó la voz – La otra opción es que yo esté equivocada y sea El Canto de la Sirena – la mirada de odio del hombre no tuvo precio

- No tengo ninguno de los dos registrado, volveré a mirar, A SOLAS!!!, así que, si ves ese barril que está allá? Ese es el único puesto disponible para el día de hoy, si llega un barco, siéntate ahí a esperar.

Dulfary le dio las gracias, desde lejos pues el hombre se alejó de ella a toda prisa, y fue hasta el banco, dando una mirada larga y profunda al horizonte. No se veía ningún barco acercarse o irse, así que suspiró, y se quedó ahí, hasta que todo fue silencio, solo las gaviotas llamando, el chapoteo de los barcos cercanos y el rumor sordo de los marinos y comerciantes poniéndose de acuerdo. Pero para Dulfary había silencio.

Un silencio acompañado de su expresión de tristeza  y que duró lo suficiente para hacer mover su sombra un cuarto en redondo de su cuerpo y que terminó por enviarla contra unas cajas apiladas que le daban un poco más sombra que estar de pie junto al barril.

Se recostó a las cajas y con cuidado, dejando su vista perdida en lo más lejano del mar… en lo más profundo y reciente de sus recuerdos,  se dejó caer al suelo en donde recogió sus rodillas en un abrazo, que no fue cálido sino desesperado y con un leve quejido de dolor proveniente de su costado, golpeó su frente contra las rodillas, cerrando los ojos con tanta fuerza como apretaba los dientes y contuvo la respiración.  . Por fin estaba sola, rodeada de algunas personas pero todas tan inmersas en sus asuntos que estaba sola, tal y como había necesitado

Por fin, “sola” y en la tenue oscuridad que brindaba la sombra que proyectaba las cajas. Incluso sintió el roce aterciopelado de su Sombra, rozando sus tobillos, como una alfombra muy mullida bajo su peso, como una burla a sus ilusiones rotas.[/i][/i]
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Mensaje por Cyrian 17/01/14, 04:43 pm

Móselec. El corazón del ducado de Cessele; el ducado que más estaba padeciendo el caos que había envuelto las islas desde el comienzo de la guerra civil. Un lugar rocoso y duro como sus habitantes, rico por las gemas que se escondían en su suelo; una reputación de riqueza que se extendía por todo el ducado, pero que emanaba principalmente de aquel lugar. No era sorprendente, por tanto, que Ashper hubiera elegido golpear al más rico de los tres ducados en discordia en primer lugar, intentando rellenar sus arcas.

Eso hacía más irónico y sorprendente que su antiguo hermano se encontrara allí. La gente de la Orden debía estar a apenas un palmo de ser lapidados como espías y asesinos después de lo sucedido; un palmo que estaba marcado únicamente por la tradición y costumbres arraigadas por aquella orden hipócrita que predicaba un credo, pero a la hora de los actos, seguía uno bien distinto...

Pero Cyrian no dedicó más que un pensamiento pasajero a esa idea. No era eso lo que ocupaba sus pensamientos; al menos no de forma más inmediata, sino el reciente ataque a la capilla. Alguien había superado ese palmo que separaba la tensión con el clero a la persecución abierta mucho antes que los demás, un suceso que había acaecido mientras él estaba aún en trayecto a la isla y que había puesto en alerta a todos los miembros de la Orden; y que no dudaba que atraería refuerzos al lugar en un futuro no muy lejano.

El paladín que venía a buscar iba a estar rodeado de hermanos, y todos alerta. Hay límites incluso en lo que una sombra es capaz de pasar desapercibida, y era demasiado pronto para jugar una mano tan arriesgada; demasiados en su lista aún por llevar ante la justicia de su espada.

No, Cyrian no iba a tener más remedio que esperar, aguardar con paciencia una oportunidad de acercarse... Y si esta no se presentaba, quizás posponer el juicio de aquel hombre y adelantar el de otro de sus antiguos camaradas. No era una idea que encontrara especialmente apetecible, pero era una posibilidad muy real si quería mantener con vida la intención de no ser descubierto aún...

Así, el ex-paladín se encontraba en Cessele, como tantas otras espadas de alquiler, esperando una oportunidad; de otra naturaleza a la de la mayoría, pero de igual modo, a la espera.

Los días se sucedían y el caballero se encontraba cada vez con más frecuencia paseando por las inmediaciones del puerto, atento al ir y venir de los barcos, memorizando algunos nombres, principalmente de aquellos que le permitieran regresar a Adyssium, lo más parecido a un puerto franco en aquel archipiélago; al menos, sin tener que tratar con piratas.

Pero aquel día iba a romper la rutina. Aquel día que se encontró con el operario del puerto que parecía desquiciado por alguna razón, rebuscando entre los documentos de las entradas y salidas del día mientras mascullaba maldiciones e improperios dignos de un marino avezado, haciendo que dejara para el siguiente atardecer sus propias preguntas sobre qué barco había llegado y desde dónde...

El día que al doblar la primera esquina de regreso a donde se hospedaba, se encontró con una figura que creyó no volver a ver nunca, aunque esta vez estaban en la posición inversa... Ella estaba sentada, abrazada a sus piernas y él...era una sombra que se proyectaba frente a ella.

De pronto, comprendía muy bien las maldiciones del agente portuario....
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Mensaje por Dulfary 17/01/14, 05:49 pm

Crack...

Apenas perceptible con el ruido circundante, para la aprendiz de kazekage fue todo un estruendo.

                        Crack...

sonó de nuevo

                                                 Crack...

una vez más y otra y otra. Con la barbilla apoyada en las rodillas, tres de sus dedos se encargaban de abrir el duro caparazón de una serie de pistachos que tenía junto a sus pies y uno a uno, se iba comiendo los frutos secos.

Tragó y dejó ir el aire despacio, muy despacio. No importaba como lo hiciera igual dolería. Todo le dolía demasiado.

Pero podía ser peor, mucho peor. Los cuidados de la Acolita, a quien había salvado de una muerte segura pero rápida, habían sanado sus heridas físicas; tenía lo que Dulfary llamaba un “corazón bonito”, le estaba tan agradecida que no solo había consumido en un solo momento toda la energía con la que podía contar para hacer fluir a través de ella el poder de la Dama y cerrar los cortes, aliviar los golpes, sino que había dedicado tiempo y esfuerzo en atenderla como una sanadora.

La había ayudado muchísimo con las heridas de su cuerpo. Con la otra herida, y aun sin saberlo, estaba trabajando Ireth durante el viaje de regreso; sin tener la menor idea de cuánto se cocía en el interior de la niña, tal vez por su Don, tal vez por la charla, tal vez simplemente por haber ido donde ella y haber estado ahí con Dulfary, alivió en buena parte las heridas en el corazón, cortó la visón de esos ojos rosados mirándola, ya no con odio, sino desprecio y asco, de su expresión de alivio y satisfacción de ver como alrededor de ellos el templo se consumía en llamas y se venía abajo, y, vaya el viento y la Sombra a saber cómo, aplacó el impacto profundo de la indiferencia en él al momento de intentar darle el golpe final.

kuinsh... chirrió el pistacho sin llegar a romperse el cascaron. Había una sombra más tapando la luz. Sin mover la cabeza de donde la tenía subió la vista muy despacio para fijarla en la figura a contraluz frente a ella, subió un poco más la mirada hasta que le dolieron los ojos y lo reconoció.

Posó los ojos en Cyrian, pero su mirada estaba muy lejos, en el espacio y el tiempo, de él. Su mente estaba en el momento equivocado en el que llegó al templo de Nigrk, una aldea casi perdida al interior de Moselec. Un templo pequeño construido sobre las ruinas de otra edificación, que nadie parecía recordar que era. Junto al templo, una casita para el clérigos, sus dos acólitos y los paladines que velaban por su seguridad, no la del templo, la de la aldea.

En total había dos paladines, los demás eran soldados o guardias de Rhylia que apoyaban la labor de protección de los aldeanos dedicados a ello. Un lugar pacifico cuyo mayor problema era lidiar con las rencillas de la aldea vecina o de las criaturas que se negaban a dejar de ser predadores e incluían dentro del menú a los pobladores.

Junto con Dulfary había llegado otro paladín, Solydan. Un hombre no tan joven que necesitaba un descanso de los estragos que estaba provocando la guerra en todos y en todo y para ambos fue una dicha descubrir no solo que la guerra no había llegado hasta ese lugar tan remoto, sino que podían darse el lujo de informalidad, despojándose de su armadura más pesada, de los galardones menos productivos.

- Hasta podría dejar la espada en la casa! – dijo Dulfary dentro de su efusividad, arrancando una risa del paladín, quien la corrigió de inmediato.

- No es prudente que te confíes tanto, nunca se sabe que Mal esta asechando a la vuelta de los arboles – tras darle un vistazo panorámico a los cultivos que los rodeaban, la pequeña barda que separaba a la aldea de los sembradíos y el camino que conducía al templo, sacando una nueva y jovial sonrisa del paladín, este agregó – Primero nos pondremos al tanto de la situación, aunque lo más seguro es que no haya inconveniente en que solo tengamos la armadura de cuero pero nuestra espada siempre lista. Arale, por qué es que tienes atada la cruz de tu espada a la vaina? – era la segunda vez que le preguntaba y la segunda vez que se lo contaba sin ningún reparo.

La charla les sirvió para llegar hasta el templo, luego a la casa del líder de la aldea. Todo estaba en orden, todo era paz y, cada mañana desde la colina más cercana en la que servía toda la aldea y sus sembrados y campos de pastoreo, Dulfary se convencía que aquello, toda esa armonía, debía ser parte del Equilibrio  que ellos defendían y el corazón se le llenaba de paz


Y esa paz no solo se había esfumado, sino que hora la perseguían los fantasmas del pasado. Para ser más exacta, sombras del pasado. Volvió a bajar la vista, sin suspirar.

Crack...

Y sin llevarse el pistacho a la boca apretó los puños sintiendo como algo ardía por dentro, algo que la quemaba y que enviaba muy lejos cualquier intención de ser cortes, amable y empática con el maldito espía que le daño todo su trabajo en la biblioteca.

Volvía con los pastores cuando vio el hilo de humo que ascendía mucho más negro que el de cualquier hogar y corrió, a todo lo que le dieron las piernas, con un atardecer tan maravilloso que parecía perfecto recortándose en su espalda. La solicitud de ayuda a los pastores fue implícita y se remitió a una sola y soez expresión.

El templo ardía y en el pueblo habían tardado en notarlo, confundiéndolo con un fuego normal. No había nada de normal en el color del humo, ni en el calor que desprendía, mucho menos en los cuerpos desangrados de los guardias con petos de la Orden de la Dama a la puerta del templo. Solo uno tenía su espada desenvainada, pero no en la mano. Su mente no se quiso fijar en que la mano no estaba con el brazo pero si con la espada, pasó por alto el virote que había matado al otro.

La puerta estaba abierta de par en par, en cuanto su pie tocó el umbral, sin dejar de correr, ya en sus manos había un par de kunai, movía la mano para lanzarlo contra el atacante, cuando este ya sacaba su larga espada del cuerpo del acólito y lo dejaba caer al suelo, dirigiendo su filo ahora hacia la otra acólita. El kuani golpeó contra la hoja con fuerza , desviando el ataque cuya única consecuencia fue un corte menor, con un grito mayor de parte de la muchacha consagrada a la Dama.

Sus acciones iban más rápido de lo que podía procesar su mente lo que ocurría. Sus ojos fueron al acólito, al otro paladín muerto en el pasillo y que ahora Dulfary estaba saltando y solo como destello tardío notó que el asaltante, que se giraba hacía ella disparando su ballesta obligándola a lanzar ambos kunai contra los virotes que venía a gran velocidad, tenía alas…
un ala .

Ambos virotes fueron desviados, el tercero, el que fue disparado cuando ambos se miraron a los ojos sorprendidos por el encuentro, le rozó el hombro que de inmediato sangró manchando su tabardo.


Era tan sencillo culparlo de haber terminado en esa isla... pero no lo hizo. Tomó aire y por fin habló

- Voy a empezar a creer que eres tú quien me persigue. Me estás acosando? - fue todo cuanto preguntó, en lugar de una extensa retahíla de temas encadenados
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Mensaje por Cyrian 17/01/14, 07:50 pm

- Podéis creerme cuando os digo que lo último que esperaba era encontraros aquí. - respondió, con su voz fría característica. Como si nada hubiera cambiado, como si siguieran hablando en aquella lejana celda en Rhylia; aunque algo en la actitud y la mirada perdida de la mujer durante un tiempo, antes de reconocerle, le decían que, esa vez, no era él quien estaba prisionero.

- Y lo último que pretendía, además. - Sonrió de medio lado, recargándose en la pared del callejón sobre un hombro.- Aunque ahora entiendo qué tiene tan alterado al agente portuario. - La sonrisa se mantuvo un momento más.- Espero que las arepuelas os encontraran.

Algo no iba bien con la Iniciada, no era necesario ser un experto en leer la actitud para saberlo. Sus ojos enrojecidos, su expresión corporal y facial, el hecho de que sólo había dicho una frase en lugar de enredarse en una de sus peroratas... Eran todos indicadores muy claros. Algo terrible le había sacudido el ánimo a la mujer.

- ¿Han llegado malas noticias? ¿Algún barco perdido? - dijo con lo más cercano a empatía que fuera a expresar el antiguo paladín por la única de sus carceleros que había actuado de acuerdo a las Virtudes del Credo de la Dama. - ¿O es por el ataque al templo del que tanto he oído hablar?

La mirada del hombre se suavizó antes de cerrar los ojos y recargarse del todo en la pared, desbloqueando la entrada del callejón. No estaba acorralada, y pretendía que la Iniciada lo supiera. - Me siento confuso, lo admito. Por un lado, parecéis necesitar estar a solas un rato. Por otro, mi caballerosidad me empuja a señalar que quizás un poco de compañía y conversación os vendría bien; y nuestras citas anteriores... - En un tono de broma, o lo que ella podía considerar tal, conociendo al caballero. - me sugieren que debiera ofrecer la mía.

Los ojos castaños del hombre se clavaron en los rojos de la kazekage. - ¿Qué pensáis que debiera hacer?
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Mensaje por Dulfary 17/01/14, 08:17 pm

Nuevamente un crack de pistacho, fue la respuesta a lo que eran y no eran los deseos del ladrón. No una respuesta mordaz, ni un reclamo por unir el estado de animo del Encargado de Aduanas con su presencia, sin embargo, cuanddo parecía que era su turno e ignorarlo, reaccionó.

Levantó la vista hacia él y sin forzarlo en lo más mínimo le dirigió una sonrisa, una de esas adorables que solían derretir a su hermano, cálida, genuina y agradecida.

- Sí, lo hicieron - la sonrisa se ensanchó un poco e incluso sus ojos tristes sonrieron - Muchas gracias, no debiste molestarte - había algo en la forma en que lo decía que hacía pensar que no era una frase de cajón, en verdad creía que no debía molestarse por ello y precisamente por eso, unido a las arepas, daba las gracias.

Entrecerró los ojos un poco al mover la pierna para acomodarse mejor para verlo y negó despacio con la cabeza a ambas preguntas y luego clavó sus ojos rojos en él, con mucha intensidad, pero sin reproche alguno.

- Por lo visto todo el mundo sabe. Supongo que serás él único de por acá que sienta un poco de satisfacción con eso - sonrió de nuevo, pero esta sí era una sonrisa de protocolo, para restarle importancia al tema en cuestión.

- Estoy bien, no te preocupes - no fue ácida al decirlo y tampoco quiso ser grosera - estaré bien, no quisiera ser yo quien te quite tu valioso tiempo - volvió a entrecerrar los ojos al desviar la vista con una sonrisita más burlona - para una vez que busco silencio, eres precisamente tú el que no se calla - sin poderlo evitar se hecho a reir, unido a un "au...ch..." entremezclado con su risa y que la hizo reír otro poco.

Por fin suspiró y negó con la cabeza

- Sé que sonará raro, pero no es un caballero lo que me vendría bien ahora, sería mejor simplemente el humano... - y agregó en voz baja - estoy harta de los caballeros y sus ridículas armaduras y sus ballestas mágicas de media repetición que después del primer virete te lanzan otros tres aunque termines de reaccionar y cambian de mano para usar su espadota todo lo puedo porque estoy maldita para ser usada solo por magia negra y... - suspiró de nuevo, con la mirada en un punto entre sus ojos y el vacío infinito - un rato de mi propio silencio me vendría bien... No que deberías hacer... eso solo lo sabes tú... de momento me da curiosidad, qué haces aquí? por qué me persigues? - se echó el pistacho a la boca y las cascaras a la pequeña montañita que tenía de ellas junto a los pies.
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Mensaje por Cyrian 17/01/14, 09:56 pm

- No estoy de acuerdo. Empleasteis las vuestras en ayudar a un prisionero tratado con crueldad; tenía que intentar al menos retribuir esa amabilidad como merecía. - Sonriendo de medio lado, mirando al infinito hacia el mar; hacia una lejana isla y unos tamales que no podría regresar en modo alguno.

- El rumor se extendió casi tan rápido como el humo. Era difícil estar en una posada y no escuchar al menos a un grupo comentar sobre lo sucedido... Desconozco los detalles, pero ¿en verdad esperábais otra cosa? Las tropas de Ashper con caballeros de la Dama a la cabeza hicieron estragos en la isla de Shamataw; estáis entre sus compatriotas, una cierta tensón era algo inevitable. - Fríamente; no era un juicio, era una simple valoración táctica, como se lo hubiera explicado en un lugar lejano y sobre gentes totalmente distintas... Sin emoción, sólo valorando la situación.

- No os confundáis, Arale. No me alegra lo que ha sucedido aquí.- Su mirada regresó a la de ella.- Justo o no, merecido o no, son valoraciones que desconozco para cada víctima, pero no es alegría ni satisfacción lo que siento.

Lo contrario, de hecho, añadió para sus adentros; a fin de cuentas, el ataque había trastocado por no decir destruido su propio plan de llevar a su antiguo camarada ante su merecido castigo. No, no había satisfacción en su ánimo, sino contrariedad.

- Mi valioso tiempo, como lo llamáis, no estaría mejor aprovechado lejos de aquí. Después del ataque, no hay muchas posibilidades de moverse.- sonrió de medio lado, de nuevo con ese matiz "divertido".- Esta visto que uno de los dos debe hablar siempre, es la dinámica de nuestras citas.

El caballero enarcó una ceja curioso ante la primera perorata de Arale, una muestra de que iba volviendo a su antiguo ser... Pero algo de información útil sacó de ella. - Parece que pudistéis tomar buena nota del atacante. ¿Estuvisteis allí cuando sucedió todo?

- No os persigo Iniciada, sabéis lo que le pasa a aquellos que persigo. - y su sonrisa tomó un matiz más sombrío... Pero ahí estaba, con ella, sin marcharse pese a que ella le había ofrecido la posibilidad
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Mensaje por Dulfary 17/01/14, 10:25 pm

- Pues me importa cinco si no estas de acuerdo. Yo te lo agradezco sigo pensando que no te debías molestar y gracias por eso - dijo remilgosa, protesta de persona no tan madura.

Lo siguiente lo escucho en silencio, sin protestar, sin controvertir ninguno de sus puntos. De hecho, le habría dado la razón en uno: ella se lo buscó.

- Esto fue el juicio de valor de una sola persona, puedes pensar lo que quieras... pudieron ser Duidras de Palau Ishir o cultistas del Credo... no tuvo nada que ver con los conflictos de este reino - ni siquiera estaba molesta cuando lo dijo, pero al terminar la frase, dada la gran verdad que se ocultaba tras esta, sintió como un peso se le quitaba de encima. Tal vez había hablado de más, pero contaba con que su odio por la Dama y sus seguidores fuera suficiente para que se arranchara en su posición de que se lo habían buscado... incluso ella.

La dinámica en nuestras citas

Rissotto en la posada.


Sus ojos se pusieron acuosos y perdió la vista en el mar, en el horizonte a la espera del barco. En silencio, esperando que la vo no se quebrara. Lo de ellos dos no eran citas, el rissotto en la posada sí lo era. Se humedeció los labios.

- Demasiado cerca - dijo un poco ausente, los ojos rosados de él con esa mirada de indiferencia cuando la sangre, su sangre, salpicaba el aire tras el primer golpe, y la sonrisa sarcástica que le vino después, al mirarlo con incredulidad. El mejor religioso es el quemado

Pasó saliva y sacudió la cabeza, al hacerlo, volvió a entrecerrar los ojos, antes de mirarlo a los suyos.

- A quien quieres matar esta vez? - preguntó con cierta preocupación.
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Mensaje por Cyrian 18/01/14, 12:45 pm

Guardó silencio.

Lo hizo tanto cuando ella volvió a insistir en su gratitud por el gesto de las arepuelas como cuando habló sobre el solitario agresor del templo; aunque el caballero no dejó que la pieza de información que se destilaba del desliz de la Iniciada cayera en el olvido. Incluso antes de que dejara caer aquel lacónico 'demasiado cerca', fue como si se hubiera encendido una linterna de mina, arrojando mucha luz sobre el ánimo de la mujer...

No sólo había visto de cerca al atacante. Lo conocía. Reforzaba su idea de que Arale era más de lo que aparentaba...

... Pero guardó silencio. Por el momento, al menos, iba a respetar la intimidad de la mujer en aquel asunto.

- Traer justicia a un traidor. - Contestó con simpleza, sin inflexión en la voz, como si hablara de cualquier otra cosa que no fuera terminar una vida. - Pero creo que las circunstancias lo han puesto más allá de mi alcance por el momento, así pues, espero un barco que me lleve fuera de Mosélec.

- ¿Y vos? ¿Custodiáis otra biblioteca? - tendiéndole la mano enguantada para ayudarla a ponerse en pie. - ¿O podéis acompañarme a otro lugar donde corra un poco más de aire?
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Mensaje por Dulfary 18/01/14, 01:11 pm

Dulfary lo escuchó y volvió a poner la vista más allá de donde estaban ambos. El sol lentamente se iba poniendo alargando sombras y haciendo más densas las que los rodeaban a ambos.

- A donde esperas ir? - preguntó dejando de lado el asunto que quería matar a alguien en la isla. Sí, mejor que se marchara, una vida a salvo por el momento al menos y eso le daría tiempo a prepararse para hacerle frente e impedirlo si era necesario.

Pero entonces rió por lo bajo.
 
- Voy a empezar a pensar que no te gusta estar encerrado conmigo - dijo con más picardía de la que pretendía, e haber tenido aun la apariencia de 12 años, solo habría sido eso, pero como adulta, sin que se lo propusiera, había sonado hasta coqueto, aunque la sonrisa que lo complementó hubiese sido más bien inocente - no me explico por qué -

Estiró la mano para tomar la de Cyrian. Solo cuando quiso tomar impulso se dio cuenta del error que había sido sentarse ahí, de star sola, había tenido que tumbarse, ponerse a cuatro patas y entonces si tratar de levantarse: esta vez no entrecerró los ojos, los cerró del todo tomando aire, mucho y de forma muy lenta con un escalofrío producido por el dolor. No todas las heridas físicas estaban saas y había movimientos que era mejor no hacer.

- Yo... - se interrumpió en lo que decía, no por duda, sino por reponerse - Yo espero un barco que debía llegar durante el día... a esta hora dudo que llegue - el sol, cada vez se ocultaba más.
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Mensaje por Cyrian 27/02/14, 08:40 am

- ¿Por qué? ¿Acaso planeais seguirme? - sonriendo de medio lado, mientras tomaba con firmeza la mano de la mujer. De inmediato notó la punzada de dolor que la recorría, o al menos, tuvo noción de ella comparando la dificultad que tuvo al incorporarse comparada con la agilidad que le conocía. Aplicó más fuerza con su brazo, ayudándola tanto como le era posible en el gesto a no sobresforzarse. - Estáis herida. - afirmó, no preguntó, con un brillo curioso en sus castaños ojos.

La escena que involucraba el atacante, la capilla y a ella iba ganando algo de nitidez para el caballero...

- No es la compañía lo que me impele a moverme, Arale. Es el espacio cerrado. - inclinando ligeramente la cabeza, divertido con el coqueteo de la Iniciada. - Coincidiréis conmigo en que mi encarcelamiento es razón suficiente para desear el viento correr por mi cara tanto como sea posible. Además, en espacios cerrados con compañía es como acaban las citas, no como comienzan. - regresando con naturalidad el coqueteo, por frío que fuera. Demasiado tiempo junto a su antigua Señora...

- Es poco probable.- asintió con la cabeza.- Aunque llegara en las próximas horas, probablemente esperaría en la bahía hasta la pleamar de la mañana antes de atracar, por lo que esperar en el puerto sería en vano. - Claro que, juzgando por las habilidades que conocía de la mujer, aquello no tenía por qué ser un inconveniente insalvable. De manejar al viento a caminar sobre él, apenas mediaba un paso, o eso podría pensarse.

En cualquier caso, dudaba que fuera a entrar en el barco antes de que llegara a puerto.

- Vos conocéis mejor que yo esta isla, ¿podéis recomendar un lugar al que ir ambos? Diría que salir de vuestra propia celda os hará bien.
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Mensaje por Dulfary 27/02/14, 02:24 pm

Dulfary lo miró y sonrió, una sonrisa franca y fresca, con los ojitos a medio cerrar mientras se terminaba de reponer

- Sólo un poco, nada grave y que no sane - respondió a su afirmación de estar herida. Soltó su mano y sin mucho pudor se sacudió la cola y las piernas para quitarse la tierra y el polvo - Estoy bien - la sonrisa se hizo aun más amplia, quería quitarle importancia al asunto y por alguna razón, no quería preocuparle - No, no te pienso seguir, el papel de acosador es el tuyo y no pienso quitártelo, hasta ahora lo has hecho muy bien - le sacó la lengua y se hecho a reír, con la secuencia que desde hacía unos días se había vuelto costumbre, risa, quejido, risita por el quejido, nuevo quejido, nueva risita, control y sonrisa.

Mejor cambiar de tema

- Siempre creí que las citas terminaban en la puerta de la casa de cada uno, por lo general de la señorita que es lo que socialmente se acostumbra, claro que en mi tipueblo a veces termina en la plaa o algo así, se despiden y ya, pero mis hermanos solían llevar a las señoritas hasta sus casas y se despedían muy formalmente de ellas, es mas o menos lo mismo que he observado en Rhylia en Adyssium, hasta en Tricarnia - se llevó el dedo a los labios, pensando en donde más lo había visto - A qué clase de citas vas tú? - preguntó adicionalmente, aunque en su interior la pregunta era la misma por qué Cyrian podía considerar que eran en espacios cerrados donde terminaban las citas - Pero te entiendo, no hay nada mejor que viento en la cara, la libertad de estar con contacto con él - cerró los ojos y alzó la cabeza disfrutando de esa libertad como si acaso justo en ese momento lo estuviera sintiendo y, aun con los ojos cerrados, empezó a caminar.

- Tengo un lugar asignado para casos de este tipo, se llama... se llama... - vaciló un buen momento, mientras seguían caminando, sin recordar muy bien el nombre - sí!!! - dijo en voz ya demasiado alta, atrayendo miradas sobre ellos por un momento - se llama Las Campanas de la Sirena! - y señaló en la dirección en la que estaba el lugar - es una linda posada, eso me dijeron, no sé si te guste, es más bien para gente de la Orden, para que tengan un lugar al cual llegar - sin embargo, había algo mal con lo que decía la supuesta Iniciada, por qué si era un lugar tan encantador, porqué el cartel que lo marcaba, se veía tan gastado, lleno de sal, su madera poca cuidada y mostraba en forma picante una sirena muy sensual y sugerente, a la cual solo dos campanas le cubrían los senos?

Como fuera, Dulfary empujó la puerta y entró.
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Mensaje por Cyrian 01/12/14, 01:01 am

- Confundís acoso con encontraros a cada vuelta del camino que doy, pero ¡pobre del mercenario que rechaza un halago! Nuestras pagas dependen en gran medida de nuestra reputación. - De nuevo, con algo de humor dentro de su fría voz.- Aunque creo que preferiría ser descrito como "Buen rastreador", si no os importa.

La siguiente pregunta...

"No, no digas lo que esperan oír, dime... ¿Qué es lo que tú quieres realmente?"

Sacudió la cabeza levemente, apartando ese recuerdo antes de que azuzara su corazón a otra clase de locura; el gesto parecía casual, pero el cambio de color en sus ojos podía delatarle... - Esas citas que describís son muy formales, y son del tipo de cita que se hace en público. - Una sonrisa de medio lado cubrió su rostro ante la inocencia aparente de su interlocutora. Después de tanto tiempo junto a Ethel, era fácil olvidar las inhibiciones que eran comunes en sociedad, especialmente en lo concerniente a las damas.- Las que acaban en espacios cerrados y en buena compañía seguramente se correspondan con misteriosas desapariciones nocturnas de vuestros hermanos tras la despedida que habéis descrito...

El caballero parpadeó un poco confuso al detenerse. - ¿Aquí? ¿Estáis segura? - en un tono más bajo del habitual, como sutil indicación de que estaba hablando demasiado alto. Enarcó una ceja mirando la fachada del local. - Desde luego, si gente de la Orden acostumbrase a entrar aquí, desde luego me sorprendería no haber escuchado ningún rumor malicioso al respecto - pensó para sí, pero antes de que pudiera cuestionarse el porqué querría cambiar un callejón por ese local, la Iniciada se adelantó, pasando bajo el picante cartel de la sirena y sus... campanas.

Suspiró. Por un momento, pensó dejarla entrar sola y esperar fuera a ver la expresión en su rostro cuando saliera. Sobre el papel, parecía divertido; pero empezaba a creer de veras que el número de inocencia de Arale no era tal, y podría encontrar el modo de meterse en un lío antes de que se diera cuenta de la naturaleza del lugar... Y él, se había ofrecido a ser su escolta masculina.

Suspiró de nuevo, y entró tras ella. Tedría que disfrutar con ver cómo se daba cuenta. Esperaba que fuera al menos igual de divertido...
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Mensaje por Dulfary 01/12/14, 09:42 pm

Dulfary no podía evitar sonreírle, a pesar de la nula diferencia entre acosador y “buen rastreador”, el asunto le hacía gracia y le sonreía. Empezaba a creer que se trataba de un buen muchacho, alguien con la firme convicción de asesinar a paladines de la Orden, por más insignes que fueran y clamar una venganza que él erróneamente llamaba justicia, pero… empezaba a caerle bien, saboteador de misiones y todo, en él había mas, algo mal también, pero algo más

Algo tan llamativo como el asunto de sus ojos. No era los ojos rojos de demonio que llevaba ella de nacimiento y que tanto pesares y problemas le habían traído, era diferentes porque aveces eran pardos, a veces eran rojos, como en ese brevísimo instante en que pareció sopesar cual sería la respuesta que le daría.

~ Cual es el misterio ahí? ~ se pregunté internamente, mientras sus ojos, establemente rojos, lo miraban con una profundidad que tal vez podía ser perturbadora, quedándose sería sin darse cuenta de ello. Lo miraba sin dejar de caminar y, tal vez fuera por el ángulo, tal vez fuera porque no lo estaba haciendo bien, le costaba llegar al punto que estaba buscando: el por qué del cambio. De su corazón ya sabía que era carbón y alabastro… ojala ese carbón generara un llama viva e incandescente que le diera otras razones para vivir y no solo volverse más y más duro o peor, negro

Apartó la mirada bruscamente en cuanto se dio cuenta de la forma en que lo estaba mirando y puso su vista en el camino, a tiempo para esquivar con demasiada gracia un tonel que iba a interrumpirle el paso, justo antes de entrar en Las Campanas de la Sirena

- Seep, estoy segura! – dijo con total convicción cuando la puerta aun estaba abierta sujeta por su mano y daba los primeros pasos al interior de la mentada taberna. Su sonrisa se había ido borrando un poco, mientras pensaba en lo que planteaba Cyrian, en las escapas nocturnas de sus hermanos que, sí, a veces ocurrían tras las citas formales con la muchachas decentes (y no tan decentes) del clan, cuando hizo el primer barrido visual por la taberna.

Era un lugar, bonito, agradable, con mucha gente (era eso o que había pocas mesas) divirtiéndose sanamente al calor de la comida, la bebida y las muchachas y muchachos. Sus paredes de un gris pálido estaban limpias, al menos de tres palmos desde el suelo hasta el techo, había cuadros un poco torcidos, pero que en general tenía buena punta, sobre sirenas con poca ropa (quien necesita ropa cuando se estaba debajo del agua todo el tiempo?).

Las mesas y sillas estaban hechas de una madera robusta y resistente que sin duda había sobrevivido a más de una pelea, las cuales se utilizaban en todas las formas posible, al derecho, de respaldo, bocabajo, como mesa de comida, como otro tipo de silla – en el caso de las mesas – como soporte para ser cariñosos con muchachas y muchachos. El piso echo de listones de madera, era oscuro y disimulaba muy bien las diferentes manchas de comida, bebida y, cómo no, sangre.

Hacía el final de esa primera estancia, había una barra para atender a los comensales, tanto o más robusta que las mesas y sillas. Contra esta había varios taburetes, también en madera, también robusta, que se encontraban ocupados y, tras esta tres hombres, al igual de mal encarados, robustos pero no de madera que atendían aquí y allá, siguiendo las indicaciones de una mujer relativamente mayor, que mostraba tanto o más escote que las muchachas y muchachos de la sala principal y se esforzaba por atender rápidamente, pero sobretodo, de cobrar.

Al costado izquierdo, unas escaleras que llevaban en ambas dirección, a un segundo piso y a un sótano, al costado derecho, un bardo, con una voz excepcional cantaba diatribas y mantenía el sitio con mucho ambiente, festivo y vivaz, convocando a los demás a unirse a su voz, logrando en algunos casos su cometido, momento en el cual, al terminar una rima, sonaban las jarras de licor contras las mesas con fuerza.

Uno de estos estruendos fue lo que sobresaltó a Dulfary, sin que eso implicara que reculara, sólo la tomó por sorpresa. Y su sobresalto atrajo de inmediata la mirada de más de una mesa (los ocupantes)  hacia ella.

Las personas que, ella creía, se estaban divirtiendo sanamente, dejaron de momento sus cosas para hacerle un recorrido visual bastante incomodo. Mientras una de las muchachas que estaba sentada en la mesa con las piernas los suficientemente abiertas para su acompañante estuviera, de pie, pegado a esta, la examinó con cuidado mirando tres puntos importantes: su cadera, sus pies, sus manos. Buscaba armas. Su acompañante, se fijó en algo más, sus bolsillos.

Pero los demás, co miradas fieras, asesinas, de desprecio o de burla, hicieron un recorrido mucho más exhaustivo, parecían estarla desnudando con los ojos y es que, siendo Dulfary una mujer bonita y llamativa, era algo de esperarse, al menos hasta que alguien se fijó en sus ojos y la miró con desconfianza y corrió el rumor por su mesa, para luego hacer el mismo examen en Cyrian.

Dulfary por su parte, tras identificar dos ventanas en el lugar, puso su atención en varios comensales que se estaba comiendo a besos y llevando sus manos por senderos mucho más íntimos por debajo de la ropa, una carcajada la trajo de regreso a la realidad y una amplia sonrisa se dibujó en su cara volviéndose a Cyrian

- ahh!! Ya entendí a que te refieres con las escapadas de mis hermanos!! – dijo sin variar el tono, de muy buen ánimo. El que se girara hacia Cyrian, no quería decir que dejara de caminar hacia la barra donde creía que debía registrarse, así que iba un poco como los cangrejos, esquivando por muy poco a los mal encarados que estaban en el lugar – eso explicaría mucho, sobretodo con el de la mitad y por qué a veces llegaban apaleados a la casa – se echó a reír y volviendo la vista al frente siguió hasta la barra, haciéndose un espacio entre una silla vacía y un hombre, que desde lejos parecía ser un guerrero o mercenario – te entiendo, no todo puede ser color de rosas, flores, chocolates… chocolateeees y suspiros – le sonrió con encanto y palmeó el taburete para que se sentara – dale, tómalo tú, yo llevo mucho tiempo sentada y me canso. Además así te puedo interrogar mejor – entrecerró los ojos mirándolo con mucha intensidad, sin importar si se había sentado o no

– No creas que no me he dado cuenta que no respondiste a mi pregunta, era bueeeeno – lo señaló balanceando el dedo -  muy bueno con las evasivas pero yo también, así que habla, desembucha, a qué clase de citas vas tú? – una pregunta bastante inapropiada para el lugar en el que estaban – Pero antes que me respondas, porque sé como lo vas a hacer, hay algo que te quiero pedir, un favor muy especial –

Por fin bajó la voz y suspiró antes de retomar, lo cual fue una suerte porque en ese momento el bardo había dejado de cantar

- Confundís, encontraros, os, vuestros, habeís, describís, estáis – enumeró mostrando cuanta atención ponía no solo a sus palabras sino a sus formas, sus gestos, el tono que empleaba en cada una y se podía intuir que si no se había alejada con su to no frío era simplemente porque o no le importaba o no quería; le sonrió, una sonrisa diciente, haciéndole notar a qué se refería con la conjugación de cada palabra – podría seguir con los ejemplos, pero son los más recientes. Te lo dije de verdad cuando ehm… dije que hoy lo último que necesito es un caballero. Sé que puede ser difícil, incomodo y hasta malinterpretado, puede que te esté pidiendo ¿mucho? Pero me gustaría la compañía de alguien normal, del común, sin toda esa para.fe.r.nalia del formalismo y las buenas maneras, sería solo por hoy, nada mas, ya mañana o la próxima vez que me rastrees muy bien puedes volver a tu estilo y gusto...  - la mirada intensa que dirigió a sus ojos hablaba de la seriedad de sus palabras y de pronto, así como vino el instante se fue y pasó a su habitual animo – ahora sí, desembucha, cómo son las tuyas? – y volvió a entrecerrar los ojos.
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Mensaje por Cyrian 02/12/14, 07:05 am

El interior del local no defraudó las expectativas que tenía desde el exterior. El olor a humo, alcohol, sudor y, de fondo, el olor a roce atacaron sus fosas nasales aún antes de que cruzara el umbral; y desde luego, hacerlo no hizo que fuera menos intenso...

Con la naturalidad que da haberlo convertido en un gesto natural, los ojos de nuevo castaños de Cyrian no dudaron en regresar las miradas que recibía tanto él como su compañera de paseo. Además, siguiendo los mismos senderos en búsqueda de lo mismo; cadera, pies y manos. Su espada y daga al cinto, como sospechaba, no resultaban inapropiadas: contó al menos media docena de cuchillos largo enfundados en la cintura y otros tantos bultos sospechosos en botas; el tipo de arma apropiadas para peleas sucias de bar, pero armas, al fin y al cabo. Y eso, solamente con el primer barrido; no le cabía duda de qe había más.

Probablemente, claro, las más contundentes estuvieran en manos de la veterana encargada del local y sus tres acompañantes de cara sombría, justo debajo de la barra a la que se dirigían.

- Cada tipo de encuentro tiene su momento y su lugar. - dijo, en acuerdo con ella pasado su momento de sobresalto. - Y en cierto modo, su función.

Tomó asiento en el taburete que le indicó Arale, divertido, tenía que reconocerlo, con el absurdo de la conversación que sostenían en un local así. Eso no significaba que no estuviera alerta, ni que se hubiera ubicado de forma involuntaria entre el barbudo mercenario que se había vuelto hacia la guapa Iniciada y ésta; al contrario, era un gesto calculado y nada sutil para apartar su atención.

Mientras menos atención consiguiera que recibiera, más posibilidades había de que la situación no acabara degenerando en problemas.

No iba a ser nada sencillo.

Se interrumpió en el primer intento de su respuesta, enarcando de nuevo la ceja ante su petición. - Sólo se tratan de buenos modales, dirigirse a una doncella de forma tan personal es... muy osado, pero si es lo que deseái.... deseas, - se corrigió rápidamente. - sea. En cualquier caso, es tu turno la próxima vez.- Pensaba, y estaba convencido de estar en lo cierto, que aquel día, Arale necesitaba un amigo, o al menos, alguien que se hiciera pasar convincentemente por uno.

- Estás muy interesada en esa respuesta, por lo que veo. - Hizo un gesto a uno de los hombres de la barra que empezaba a hacer gesto impaciente, señalando un tonel marcado como cerveza negra. No se le había pasado la intensa mirada de Arale antes; le intrigaba el interés aunque sabía que probablemente era por la mera razón de saber más de su búsqueda...- ¿Buscando ideas para la próxima nuestra?

- La respuesta que buscas es sencilla, no acostumbro a tener citas, de una clase o la otra, es más sencillo cuando paras poco en cada lugar así o cuando tienes que entregarte al deber. ¿Y vo...tú? - enarcó una ceja, sonriendo de medio lado.- Fuera de nuestros encuentros, dime, ¿qué clase de citas tienes? - Utilizando otro truco de evasiva; la redirección, por la mera razón de entretenerla, no porque su respuesta ocultara demasiado más.
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Mensaje por Dulfary 04/12/14, 02:59 pm

Todos los ojos, por la forma en que regresó la mirada, cayendo ahora sobre Cyrian y lo siguieron con total sigilo hasta su posición en la barra. Unos ojos más agudos que otros, sí, pero pronto cada quien volvió a la suyo, como si esa evaluación inicial fuese solo por saber a qué atenerse en caso de problemas. Quienes quisieran tomar algún tipo de ventaja de él, no parecían dar señales de existir.

Por su lado, Dulfary parecía muy ajena a todo lo que era el ambiente del lugar y su discrepancia a lo que se podría esperar de una Posada para albergar a piadosos miembros de la Orden de la Dama; como Arale dejaba la sensación de alguien o muy descuidado o muy confiado en sus capacidades para salir de una revuelta en el sitio. Así que simplemente seguía la conversación como si nada.

Le sonrió agradecida por su intento, no importaban los deslices y haber logrado que en al menos dos ocasiones dejara de referirse a ella como “vos” ya o consideraba un gran avance, si en adelante lo volvía a hacer, no podría remediarlo y lo vería como algo intrínseco del Matapaladines y por tanto no importaría, lo dejará pasar hasta que se acostumbrara ella a su estilo.

- Mi turno? No se me da bien aco… rastrear personas, pero lo puedo intentar si así lo quieres – no había un coqueteo como tal en sus palabras, más bien parecía pensar en cómo lograría tal cosa – la última vez me quedó fácil – admitió y sonrió con picardía – y si te dejas poner un cordón de plata tal vez pueda hacerlo de nuevo, lo malo de eso, o lo bueno según como lo mires, sería que eso puede tirar de lado y lado, así que no podríamos saber qué fue primero, si el huevo o la gallina, si te estoy rastreando yo o si es cosa tuya -  

Con su siguiente comentario, la sonrisa confiada se mantuvo y, ya que estaba complaciéndola con lo del “vos” ella le respondió con todo desparpajo

– En realidad no es la respuesta a eso la que más me interesa pero eventualmente llegaremos a eso, espero, ojala, porque no quiero quedarme con la duda , y no, no busco ideas, por lo general mis planes no resultan tan bien como yo quisiera y siempre varían, que es una forma elegante de decir que terminan siendo un desastre y …- y calló. Por algún milagro calló, tal vez por el interés mismo de escuchar qué era lo que tenía para decir, ignorando un poco al cantinero que esperaba por su pedido.

Ese estaba entre darle lo mismo a ella o interrumpir bruscamente para tomar su pedido, pero mientras sus manos diligentes servían una pinta de cerveza negra para Cyrian, Dulfary ni siquiera lo miró, atenta a lo que le respondía este último.

Así que no tenía citas. Era un chico solitario, muy solitario

- Tienes una casa a la cual volver? Un lugar que te acoja cuando termina de masacrar gente? – ya no había ese interés que rayaba en la curiosidad morbosa, era más bien empatía con él y esa ausencia de citas. Ella misma no tenía citas, no había tiempo y lo que era más obvio, no tenía con quien

- No, yo no tengo citas con nadie, no es sano para mí. Cuando salgo con alguien o creo tener una cita por lo general tratan de matarme, sino es esa persona, lo  hace alguien más, la resistencia, los malos, los fanáticos, el perro, no sé, puedes elegir, soy… bueno, las cosas conmigo por alguna razón siempre se complican – a pesar de la gracia con lo que lo mencionaba, quitándole importancia y más viéndolo como algo positivo, a saber por qué, lo mencionaba muy en serio

En algo tenía razón Cyrian, no iba a ser sencillo que no atrajera la atención sobre ella. No porque lo buscara abiertamente, sino porque siempre terminaba haciendo cosas que la atraían. Por ejemplo, sus comentarios, por ejemplo, la nueva canción que cantaba el bardo… algo mucho más relacionado con el despecho para que el clima al interior de la taberna fuera variado

- uuuuuh, esa canción me pega muy bien! Te has dado cuenta que no importa el estado de animo en el que esté uno, la música, las poesías y las canciones siempre nos pegan?… mmm, cuando digo pegan me refiero a que son acordes a nosotros –

- Vas a pedir o no? – dijo por fin, con toda la brusquedad que dan años de experiencia de tratar con vivarachos que creen que pueden salir con la suya sin pagar, el cantinero. Dulfary se sobre saltó

-Sí, sí… tienes jugo de… - se frenó en seco con la horrible mirada que le dirigió – agua… - la mirada no cambio – no. Aguamiel? – carraspeó incomoda – sidra? Nop… ahm… vino? – sonrió tan adorable como pudo y la mirada se hizo aun más dura, casi amenazante – Cerveza? Je, sí, cerveza… azul… ¿azul? ¿No? No. ¿Roja? – al fin, tras cada vacilación previa de ella, el cantinero pareció relajarse – Una cerveza roja, fría por favor… de acuerdo, como la tengas, si fueras tan amable, sin escupitajos  – volvió a sonreírle, sin miedo con encanto – Que amargado – le protesto a Cyrian.
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Mensaje por Cyrian 05/12/14, 12:14 pm

- No se te da bien, y en cambio, me encuentras donde quiera que voy, especialmente cuando no quiero que lo hagas. - La sonrisa de medio lado del caballero se perdió en el primer sorbo que dió a su jarra, ignorando al hombre de la barra desde el momento en que le atendió. - Y dado lo que piensas de mis actos, creo que voy a optar por complicar...te las cosas y rechazar, por el momento al menos, ese hilo de plata.

- Tómalo como una oportunidad de mostrar verdadero interés. - añadió, de nuevo con su media sonrisa, tras un segundo. Media sonrisa que se acentuó cuando ella continuó hablando. - Lo dices por lo bien que me salen a mí los míos, ¿cierto? Como mi visita a la biblioteca o mi plan para salir de la isla. - El gesto se atenuó un poco pensando en otros planes que se habían torcido con consecuencias mucho menos inofensivas...- No es algo único en ti, si te consuela. La función de hacer planes es saber a qué atenerte cuando los problemas empiecen a acumularse. - Sus ojos castaños se fijaron de nuevo en los rojos de la joven para añadir - La clave está en saber adoptar esos cambios en el plan. - antes de desviar la mirada hacia detrás de la chica, donde había visto un movimiento brusco. Inofensivo a la postre, pero el instinto de guardián le había puesto en alerta.

Cerró los ojos, pensando en la casa de Lurthum a la que había deseado volver tiempo atrás, pensando en la casa de Kuzueth que le acogió sin más, en las palabras de despedida de Ethel, y dejó ir un suspiro. - Podría...s pensar que simplemente lo digo para ocultar un refugio, pero lo cierto es que, como tantas espadas de alquiler, todo lo que tengo viaja conmigo.

- Las citas deben haber cambiado mucho desde que yo las tenía, parece; hace que me alegre que las nuestras sean tan tranquilas. - Su mirada fría dio un recorrido de nuevo al local. - Por mi parte, no temas. No soy de traer ni ballestas ni espadas malditas a las citas. - dejó caer la pizca de información para ver la reacción de Arale, para medir cuán acertada era su intuición con respecto a la naturaleza de la relación entre el atacante del templo y la Iniciada. - Y me gustan las complicaciones; una partida de ajedrez sencilla es aburrida.

Despecho. Independientemente de como reaccionara al cebo que había lanzado antes, el comentario sobre la música, sobre que el despecho era un tema que le era apropiado en ese momento, seguía alimentando sus sospechas. Su mirada le regresó empática. Sabía bien lo que era que un ser amado le atacara. Sin embargo, guardó silencio hasta que terminó su breve intercambio con el cantinero.

- No todos tienen mi misma paciencia. Deberías haberle tratado como al operario del puerto. No volvería a ser tan desagradable contigo en.... Nunca volvería a ser desagradable contigo. - dijo en ese tono frío de broma, con su media sonrisa burlona.
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Mensaje por Dulfary 05/12/14, 02:18 pm

Dulfary se encogió de hombros con el comentario de encontrarlo y de rechazar el hilo de plata. Si no lo quería, no podía obligarlo… al menos no de frente, ya buscaría la forma de enredarlo entre sus cosas y así seguirlo. Lo malo, es que ese hilo de plata no era simple como un hilo de plata, tenía que ir con el kunai a juego o simplemente era un hilo relativamente caro que la podría sacar de complicaciones económicas.

Esa era la forma más fácil de cumplir on ese acuerdo. La otra sería hacerlo en la forma estándar, pero surgían dos preguntas que de momento no estaban en la cabeza de la niña, pero lo estaría en futuro cercano, medio y distante: Quería ser encontrado y acosa/rastreado? Quería ella buscarlo? Los para qué y por qué que acompañaban esas dos preguntas era algo que permanecería latente y al acecho queda vez que se las hiciera, dentro de un tiempo, pero que nunca serían pronunciadas (como preguntas) en voz alta – de voz o pensamiento – muchos menos las respuestas, hasta que alguien más, ajeno a ella, lo hiciese y tocara realidad y mundo de nuevo.

Sin embargo, para ese par de sucesos, las preguntas, las respuestas y las acciones que las acompañaban, faltaba tiempo, espacio y tiempo.

- Y qué pasaría si yo muestro verdadero interés? O mejor aún! Tú! – preguntó con curiosidad – Esa es una buena pregunta para tus planes futuros – sin poderlo evitar, río y con ello, dos au acompañados de risita adolorida pero que dejaba pasar quitándole totalmente su importancia, escuchándolo por encima del ruido general, de la música

- Yo… yo armo planes para tener una idea general de lo que haré… no había pensado en las contin… esas, se me da mejor improvisar y esperar que todo salga bien – volvió a encogerse de hombros, de nuevo restándole importancia, lo que hacía difícil saber si le estaba engañado o si simplemente no le importaba poner sobre la mesa las cartas de sus estrategias de movimiento y combate en la vida. El asunto de a sonrisa no había pasado desapercibido para ella, pero no era el momento de acosarlo con eso, tal vez, en otro momento, en el futuro, de momento, le dio un sorbo a su cerveza roja, no tan fría, no tan caliente.

Automáticamente hizo una mueca de desagrado por el sabor amargo de esta. A pesar de roja. Torció el gesto y miró sobre su hombro con mucho menos disimulo que Cyrian a quien tenía detrás y se revisó la cadera sin sutileza alguna – Qué? - , un movimiento rápido, tanto de su cabeza para mirar, como de sus manos para comprobar y siguió en lo suyo, con un nuevo trago de la pinta.

- No creas, eso de viajar con la casa y cargar con uno todo lo que se posee no es tan raro como podría pensarse. Mira, si le preguntamos al malencarado señor que está detrás de ti – esté giró a mirarla con no mucha amabilidad – seguramente diría lo mismo, que viaja con todo lo suyo y que no hay un lugar en el mundo al cual llamar casa como tal. Tienes muy pocas cosas… - sonrió y la sonrisa se fue abriendo más y más mientras sus ojos brillaban con una chispa de alegría y vida, recordando algo y se tapó la boca para reírse, hasta que tosió y empezó a reírse del todo el cuerpo no pudo retener la risa

– Una vez, le dije a una elfa psicópata que algo que quería de mi estaba en mi cuarto y se puso furiosa porque creyó que la estaba engañando – que visto lo visto de Dulfary, bien podría haberse puesto furiosa por acumulación de cosas con la mocosa – y le vieras la cara que puso cuando le dije que mi cuarto siempre estaba conmigo – volvió a reírse, risa liberadora y volvió a beber y volvió a reír y volvió a beber – lo siento… lo siento, el caso es que te creo cuando me lo dices pero sí te recomiendo que si algún día logramos que ambos queramos una cita y tenemos una cita, lleves ballesta y espada y ese escudo tan bonito que tienes y hasta el mazo! No por mi seguridad, por la tuya – lo evadió con toda elegancia, pero sí la sonrisa menguó un poco, con un poco de nostalgia, sin saber qué tanto se estaría delatando en cuanto a la relación, a lo bonito que pudo ser todo con Kelisay y como una vez sus flechas estuvieron de lado de ella y luego apuntando directo a ella.

Los ojos rosados del kamael, mirándola en el suelo, ap untando la ballesta hacia el pecho o podría ser contra el hombro o la cabeza, tal vez un tiro de gracia tras todas los problemas que le había dado reducirla y de no ser por…

Despejó la cabeza, literalmente, moviéndola de lado a lado y, a pesar de las muecas previas, se bebió bastante rápido unos cuatro tragos de su cerveza, solo que el cuarto casi lo escupe con lo estaba diciéndole Cyrian

- Te gusta el ajedrez?? Pero si eso es de lo más aburrido que hay en la vida!! – lo dijo casi escandalizada, dos tonos ás alto de lo que le hubiera gustado a cualquier. Bastante curioso a la forma en que solía reaccionar al hecho que fuera por la vida matando la paladines, parecía alármala mas el asunto del ajedrez – Es más aburrido que el Go y ue el mah jong y con eso te digo todo…. Harrrrtisimo!, alguna vez lo intenté jugar, la idea de las fichas es sencilla, y sí la estrategia y bla bla bla, pero au en mi turno me quedé dormida, con cabeceada y todo, y eso que tenía la cabeza apoyada en la mano, solo me faltó babear y… ay, disculpa, no era mi intención rajar de algo que te gusta – le sonrió sin mucho arrepentimiento real, pero al menos paró de criticar el juego que seguramente, no conocía muy bien.

- Es como si tú me criticaras porque me sé esa canción… - hizo una pausa se coordinó con el ritmo del bardo para cantar con él una estrofa - Mal amor… - vaciló un momento mientras el bardo seguía moviendo el dedo, dejando pasar la idea, como si esta no aplicara a sí misma “tomaste de mi vida lo mejor” - rompiste en mil pedazos la ilusión, que el cielo te perdone tu traición … Lo sé, es una canción horrenda, ojala canten algo más alegre – volvió a beber, aun con la jarra en sus labios, lo miró primer con una sonrisa bailando en sus ojos, luego sorprendida por su comentario del encargado del puerto y por ultimo suspicaz mientras bajaba la jarra despacio

- Desde qué hora del día me estas siguiendo? – preguntó con recelo, pero sin perder esa sonrisa que estaba en sus ojos.
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Mensaje por Cyrian 18/12/14, 04:00 pm

La media sonrisa del caballero se hizo un poco más marcada. - Contarlo lo haría menos interesante que descubrirlo si se da el caso, ¿no estás de acuerdo?

Cyrian tomó otro breve trago, apenas un segundo sorbo de oscuro líquido. - Es lo que te dije, el plan sólo es un punto de referencia. La clave es la solidez que se le pueda dar; mientras mayor sea, las improvisaciones que sean necesarias encajarán mejor. - Parecía estarse acostumbrando a no usar el "vos" rápidamente con la joven Iniciada, al menos en esa conversación. - Aunque es peligroso dejar cosas al azar y esperar que salgan bien. Puede ser tu perdición, joven Arale. - Aunque lo de "joven" quedara fuera de lugar, dada la juventud evidente que había en el rostro de ambos, algo en la profundidad de sus ojos castaños le decía que sabía bien de lo que estaba hablando.

Ignoró la pregunta de Arale dando otro sorbo de su bebida; el movimiento había sido fugaz y no había tenido nada que ver ni con su interlocutora ni con él mismo. Tal vez, una bolsa de monedas había cambiado de manos de forma poco honorable, o tal vez se trataba de una retirada apresurada tras un movimiento demasiado osado... En cualquier caso, nada de su incumbencia.

- Desgraciadamente, creo que tienes razón. Demasiados dependemos de la fuerza de nuestro brazo e ingenio para prosperar, sin red que nos reciba si caemos...- De nuevo, la casa de Lurthum regresó a sus pensamientos. Había llegado a creer que ese era su hogar, pero... - Tengo lo que necesito, y es más de lo que muchos pueden decir. ¿Tú tienes un hogar que te espera, un lugar al que regresar? - Esperaba de corazón que no dijera "La Orden" como respuesta. Estaba convencido de que ya habían pasado el punto en el que él la tomaría por una fanática capaz de decir eso en serio....

Enarcó la ceja ante la mención de la elfa psicópata de nuevo, especialmente con el ataque de risa. Había escuchado los rumores, claro, de que Amaraia pertenecía a esa raza, a los elfos oscuros, concretamente, como excusa para sus... medidas extremas. ¿Se refería a ella? ¿Cuán cercana podría ser aquella joven Iniciada de aspecto cándido a tan terrible figura? - Deberías cambiar de amistades. La palabra "psicópata" se repite demasiado a menudo, Arale. - Observó con media sonrisa suspicaz.

- En cambio, yo sí te creo cuando dices que lo llevas contigo. Ambos conocemos espacios que son mucho más grandes de lo que aparentan. - Refiriéndose* a los juegos de sombras que habían tenido en sus peleas anteriores. - Por mi seguridad, no te preocupes. Soy correoso.

El sutil cambio en la sonrisa de Arale no le pasó inadvertido, tomándolo como un gesto indicativo de que su intuición como mínimo no andaba desencaminada. Pero esta vez fue su turno de abrir los ojos con sorpresa, gesto que quedaba acentuado por lo poco habitual que era un gesto tan marcado en el rostro del antiguo paladín.

- ¿Como puede aburriros el ajedrez y el go?- y con la sorpresa, regresó el "vos" de forma natural.- Son dos juegos con los que puedes conocer muy bien a la persona que está al otro lado del tablero sin apenas cruzar una palabra. Agudizan la mente y enseñan a encontrar las pequeñas pistas que delatan. - Su gesto cambió a uno de extrañeza...- Saber cómo piensa un oponente, reconocer sus patrones y esconder los tuyos es una ventaja crítica en cualquier enfrentamiento. Quien te enseñó a combatir fue muy necio si no te inculcó eso. Y tú, si no le escuchaste.

Con un suspiro, negó con la cabeza dando un nuevo trago, prestando atención por primera vez de veras a la canción cuando Arale empezó a cantar... Y sus palabras trajeron unos ojos azules, intensos, penetrantes, a su memoria. - Las traiciones no se perdonan. - dijo lacónicamente, sin saber siquiera él mismo a cuál se refería, si bien su ánimo se iluminó un poco cuando añadió.- Desde que te encontré en el callejón con tus pistachos. Pero un rato antes me había cruzado con el operario del puerto, y el pobre hombre estaba completamente desquiciado. Al encontrarte, no pude menos que atar cabos.

Y el malencarado hombre que atendía la barra, que escuchaba retazos de conversación de pasada, no pudo evitar asentir en acuerdo.

*FDI: Bigger on the inside Razz
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Mensaje por Dulfary 05/01/15, 08:58 pm

- No, no estoy de acuerdo – dijo simple y llanamente, sin picardía de por medio, en verdad no estaba de acuerdo – se trata de un caso hipotécnico, es divertido jugar un poco con las posibilidades respecto a eso. Ahora, que si te da un poco de vergüenza decirlo en voz alta, es otro asunto, pero jamás te había adivinado como alguien tímido y recatado – lo miró un momento – bueno, en realidad sí, pero no es el caso, al menos no con eso, siendo tan franco, que no directo porque mira que siempre te vas por las evasivas como si uno fuera idiota y no se diera cuenta, pero me desvío yo, siendo tan franco con algunas cosas es raro que te de penita contar cómo te verías en ese tipo de situaciones – por fin rompió un poco la seriedad y sonrío un poco, tal vez demasiado, casi una risa pero no río, no aun.

- A mi me ha resultado bien esa maniobra de improvisar sobre la marcha. No es que lo haga de forma intencional, pero no suelo tener tiempo  ni espacio para planear las cosas y estrategias y esas chorradas. Además, sin peligro, donde está la diversión? Lo haría menos interesante si se dan los casos, no crees? – le devolvió la frase, casi que en su mismo tono, tomándoselo todo en forma demasiado distendida, incluso lo que agregó a continuación – además, es tradición el morir joven en… o es que has visto muchos paladines muy viejos – el desparpajo con el que lo dijo, teniendo en cuenta que se creía en una posada para la Orden, hablaba un poco mal del respeto que pudiera tener para con esta y sus miembros.

Sin embargo se lo quedó mirando por un momento a los ojos, a la profundidad de estos, su sonrisa se hizo un poco diferente, volvía a ser cálida, acogedora. Se vio ese pequeño destello preventivo de una nueva disertación extra extendida, pero calló, aun no… aun no.

Dos asuntos para abordar luego, esa sonrisa y sus ojos.

Escuchaba sus respuestas y sacaba algunas conclusiones que tal vez estaban erradas pero que de momento se permitía tenerlas. Era un muchacho practico, solitario, sin un lugar fijo en el cual quedarse, demasiado practico, tanto como para no llevar sobre peso, ni en equipo e insumos, ni en personas, tenerlas antes había traído dolor, tanto que quería venganza, era calculador, organizado, no demasiado metódico porque entonces no sería práctico y se había acostumbrado a ser frío, solo que tal vez no era tanto y lo que requería era un poco de tiempo, que sus heridas más profundas sanaran.

- Sí, yo tengo una casa a la cual volver – casa, que no hogar. Para llamar hogar a su vivienda en Klokoff hacía falta algo así como una familia, un padre que la quisiera, un hermano que no fuera cazador, otro hermano que no estuviera desaparecido, un hermano mayor que no la atosigara tanto para que fuera un buen kazekage y una madre que no estuviera muerta – de hecho tengo varias casas a las cuales volver, algunas en las que me recibirían con un abrazo más lindo que en otras, pero las tengo. Y sí ves? A mi no se me cae nada, tampoco tengo nada para que se caiga o se me desdora la corona por responder de forma directa y abierta sin acertijo o libertad de interpretación – comentó y volvió a beber, dos tragos, esta vez sin hacer ninguna mueca que fuera excesivamente marcada; de repente, chasqueó los dedos, recordando que había dejado algo por fuera, su fachada – Y la Orden! Por supuesto! – se llevó la mano, casi teatral, al pecho – mi hogar, mi nuevo hogar -  mientras en su mente resonaban las palabras de su hermano “Al final del día, estás sola”

Eso sí, no dijo nada sobre su sugerencia para elegir mejor las amistades. Para empezar, Yshara no era su amiga, era su némesis y la quería matar o que ella la intentara matar; y por sobretodo, si siguiera ese consejo, muy sabio entre otras cosas, entonces no estaría tomándose esa cerveza con Cyrian, sino que se había ido por su cuenta o lo habría reportado, entregado. ¿Cómo explicarle que parte de su poderoso magnetismo para los problemas era atraer, reunirse, conversar y hasta entablar amistad con personas peligrosas y que solían estar mal de la cabeza y por lo general buscaban hacerle daño a otros por H o por R? No, eso no lo podía exponer, a pesar de sus palabras previas, así que no le dijo nada al respecto, ni quiera asintió o negó, ni fingió seguirle la cuerda dándole la razón. En su lugar, siguió con el próximo tema  

Espacios que son más grandes por dentro.

- Ah sí? Yo también conozco? – preguntó con curiosidad, bastante perpleja y no estaba fingiendo. Dulfary no usaba las sombras en la misma forma en que lo hacía Cyrian – de hecho no las usaba, punto – así que desconocía su naturaleza de ser mucho más amplias por dentro. Entendía que tenían su propio plano y que necesitaba su brújula para moverse en este, pero, no las había contemplado como espacio extradimencional en el cual guardar cosas. Y de su bolsa de armas, no hablaría – Eres qué? – preguntó una vez más, sin entender – correoso de correr? Como mi amigo el alto que huye como cuchumino cuando vienen los problemas y así se mantiene a salvo? Así como no pareces ser tímido, no pareces la clase de persona que sale corriendo correoso – parecería un burla, pero lo cierto era que lo estaba diciendo en serio, muy en serio, parecía desconocer el termino y le encontró cualquier explicación que tuviera a la mano, tal como hacía con las situaciones de riesgo y combate. Era fácil ver un patrón en ello

Así como era fácil ver un patrón en la facilidad con la se recuperaba de las situaciones y las emociones, pues de nuevo su expresión cambió, primero a sorpresa, grata sorpresa con sonrisa y todo por la reacción de Cyrian a su comentario sobre el ajedrez y luego a un desarraigado nomeimportismo que iba directo a sus maestros

- Porque es aburrido! – se defendió tres decibeles más alto y agudo de lo que pretendía, como si fuera un argumento sólido, lógico e irrefutable – Noop – refutó una vez más a lo que exponía el ex caballero sobre las bondades de los juegos, esta vez moviendo la cabeza de un lado a otro, con los ojos cerrados, para enfatizar, o, verticalmente para asentir – Noop. Noop. Siip. Totalmente de acuerdo, eran unos viejos cascarrabias y aburridos – dijo aun sobre las palabras de Cyrian que en ese momento decía que ella también era necia lo que hizo que abriera los ojos por fin y lo mirara – Yo? Necia? – preguntó igual de confundida a cuando le preguntaba por ser correoso – Oye! Estas siendo grosero y antipático, no te pases – protestó casi con un puchero, enfurruñada blandiendo el dedo índice en dirección a su nariz – yo no te he dicho cosas así de feas, sólo te he dicho tímido y que no creo que seas cobarde para correr – siguió protestando y pensar que te iba a decir algo bonito y que…- cada vez fue hablando más bajito, más enfurufuñada, cada vez menos entendible, pero igual de extenso a todos sus monólogos  

- Decirle a la gente necia sólo porque no le gusta un estúpido y aburrido juego de fichitas tampoco se perdona – replicó cuando habló de las traiciones, en el mismo tono, mirándolo molesta hasta que las palabras encajaron un poco más en contexto así que su tono y su mirada se suavizaron, notoriamente – Oye, si te pregunto por esa traición que te cambia el ánimo, también me saldrás con evasivas o un “luego, luego”? -  
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Mensaje por Cyrian 22/01/15, 09:59 am

- Hipotético. – dijo ocultando su media sonrisa en la jarra de cerveza al dar un trago. – Las únicas evasivas que digo hablan de mi futuro paradero, y objetivos presentes o futuros y no lo hago por considerarte idiota, sino por mi propio bienestar. Supongo que es comprensible. Por otro lado, eso me hace preguntarme si me consideras un idiota, con tu increíble capacidad de ir de una idea para otra sin mediar ninguna clase de orden comprensible para cualquier otra mente, que podrían ser fácilmente confundidas con evasivas.

De nuevo, un trago breve, apenas un sorbo a su bebida antes de girarse y mirar a la mujer una vez más.

- La improvisación debe estar contemplada en un buen plan; tal como dije antes, un plan rara vez sale tal como se plantea, pero su validez se mide en lo sólido que es contra los imprevistos y la improvisación necesaria en el momento. ¿Qué tiene que ver eso con dejar el peligro por fuera? ¿Acaso ves que yo pise sobre seguro alguna vez? – Claro que en su caso, pisar sobre seguro era un lujo que ya no tenía. No tenía respaldo ni red, lo suyo era una misión en solitario; no quedaba nadie más. - ¿Sabes? El ser capaz de crear un plan sólido sobre la marcha con los pedazos de una situación caótica e imprevisible es uno de las habilidades que el go y el ajedrez cultivan. – concluyó con media sonrisa rebosando sarcasmo.

El oscuro caballero ponderó las palabras sobre lo que había dicho sobre su casa. Él había preguntado por hogar, ella había respondido por casas; estaba seguro que, con todas sus peculiaridades, la diferencia entre uno y otro era tan evidente para ella como lo era para él. – Refugios yo también tengo. – dijo lacónicamente.- Para no gustarte las evasivas, me da la impresión que acabas de responder con una. De nuevo. Tal vez tengas que volver a dorar esa corona. – terminó con ironía. E imitando el tono con el que había hablado de la Orden, añadió. – ¡Y con mentiras, por supuesto! Mentiras, rotundas mentiras.

Se giró a la “congregación de la Orden” reunida en aquel sórdido lugar. – ¡Propongo un brindis! – dijo de repente en alto, aprovechando un silencio del bardo, en tono de burla. – ¡Por todos los nobles hermanos de la Orden de la Dama aquí presentes, como clientes, y como trabajadores de las Campanas de la Sirena!

Hubo risas dispersas por el local, y entrechocar de jarras entre rufianes y damas de compañía. Seguramente, la burla no le pasara inadvertida a la “Iniciada”; pero la prueba era si realmente se daría cuenta de que había elegido el lugar equivocado, y que aquella fachada estaba más a salvo sin mantenerla del todo que defendiéndola en aquel lugar. La miró con interés, esperando y midiendo su reacción... Con más interés del que esperaba en que entendiera la doble intención de su gesto y no le decepcionara.

- Claro que conoces. – Dijo sin importar cómo reaccionara. – Entraste en mi habitación en Rhylia siguiendo tu... pequeña daga, – seguía sin recordar el nombre específico de aquel cuchillo arrojadizo- y apuesto que no tuviste que forzar ninguna puerta ni ventana para hacerlo. Sin duda, encontraste una grieta mayor de lo que aparentaba... – Por supuesto, se refería a una sombra, no hacía falta ni que lo mencionara explícitamente. Especialmente porque había hecho brindar las sombras de las dos jarras que sostenían, como un titiritero.

De nuevo, perplejidad en los ojos de Cyrian. Le desconcertaban las extrañas lagunas en conceptos básicos como palabras del idioma, y su rápida comprensión de otros mucho más abstractos. ¿Cuál era la historia de aquella mujer? La pregunta empezaba a despertarle más que una pasajera curiosidad. Le despertaba verdadero interés, y aquello le causaba en algún nivel de su ser un profundo desasosiego que no terminaba de entender. – Correoso es... Duro de roer, como un filete que queda con la consistencia del cuero y requiere una cantidad de esfuerzo desproporcionada para lo que se va a obtener, tanto en sabor como en nutrición. – Explicó, quizás de forma inocente, pero de veras creía que ella no lo había entendido. ¿Quizás el común no era su lengua materna? Decidió tomar esa hipótesis por el momento.- Tu amigo, probablemente quieras decir “cobarde”, pero es demasiado simplista. No siempre correr en dirección opuesta al peligro es cobardía. – La retirada táctica, después de todo, era una herramienta estratégica muy valiosa, y él la había usado. De hecho, su combate en la biblioteca había terminado así, escapando él con la información que había ido a buscar.

- Vamos, no me hagáis reír. – de nuevo, el espontáneo vos que se colaba con su sorpresa.- Seguro que no es la primera tarea aburrida que hab.... has tenido que afrontar en tu entrenamiento. Es preparación mental, tan imprescindible como tus impresionantes aptitudes físicas. – Y su tono frío delataba que no era un mero halago, sino una observación estratégica de sus capacidades.

Pero le hizo reír, al menos una risa sardónica que murió en otro trago a su cerveza negra. – No lo he dicho por ofender, Iniciada. Honestamente pienso que descuidar la preparación mental es una necedad, pero... Ya ves, los sabios y los necios compartimos lugar en el mundo. Y con más frecuencia que no, la necedad abunda entre los altos cargos más que la sabiduría.

Cyrian la miró a los ojos evaluándola. – Eso depende, en gran medida, de a cuál te refieras, y cómo vayas a mantener la mente de abierta. No perderé el tiempo si vas a cuestionar mis motivaciones.
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