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Juego de Luces y Sombras

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Mensaje por Cyrian 21/09/11, 09:38 pm

Rhylia, el bastión de la Orden de la Dama; con mucha probabilidad el lugar más custodiado de Jasperia, de un modo particular desde el comienzo de las hostilidades. Ashper se embarcaba en una Guerra Santa por su Dama, Trinacria respondía para conservar su hegemonía y Cesselle... Cesselle tenía el dudoso honor de ser el tercero en discordia y el escenario donde se desarrollaba el drama.

El joven “mercenario” observaba la silueta de Lytenberg mientras la ciudad-fortaleza se alzaba majestuosa frente a él; una regia bestia de roca y cemento que reposaba sobre la cima de las montañas de la Isla Espada. O tal vez, esperaba paciente a sus presas.

Sólo contemplar la destacada silueta de la Catedral sobre el perfil de la ciudad era bastante para llenar de amarga bilis la boca de Cyrian; sólo el recordarse a sí mismo qué le traía hasta aquel lugar era lo único que evitaba que su rabia ante la ciudad de ciegos hacia la que se encaminaba le descubriera.

Él era el primer sorprendido con el camino que habían tomado sus pasos, pero debía admitir que era una ruta lógica. Había tenido mucha suerte hasta aquel momento; Kuzueth había sido una aguja en un pajar y Adysium era algo fácil de prever, siempre había pecado de orgullo. Pero el mayor obstáculo para encontrar a los cinco que restaban no era tanto el lugar como el quién.

Cyrian no estaba seguro de a quienes buscaba. Recordaba los nombres de todos y cada uno de los paladines que habían sido sus camaradas, pero cuando... cuando fueron a Ur Shalasti, eran más de una veintena; de ellos sólo quedaban siete con vida cuando encontró a Ruther... Una sonrisa alegre se pintó en su rostro al recordar su “conversación” con el difunto paladín... Pero no tenía ninguna pista de quiénes eran esos supervivientes.

Además, debía ser discreto. No se hacía ilusiones; Kuzueth había sido un golpe de suerte, Adysium había sido algo un poco más llamativo pero aún así, demasiado poco importante como para atraer atención, pero era cuestión de tiempo que la Orden se percatara de que algo estaba sucediendo; la discreción iba a ser primordial, ya que necesitaría retrasar ese inevitable momento todo lo posible.

Por tanto, no podía simplemente ir preguntando por cada uno de aquellos que había conocido en su época de paladín; muchos de ellos habían muerto años atrás y que alguien tan joven como él fuera preguntando por fallecidos años ha, resultaría demasiado llamativo para el gusto del caballero.

No, tenía que ir a la fuente misma.

Por eso mismo se encontraba en Rhylia, por esa razón había atravesado las puertas de Lytenberg con un nombre falso sobre un caballo de un establo de la parte baja de la isla, disfrazado de mercenario tal y como hizo en Adysium.

Buscaba los archivos de la Orden, que no tardaría en averiguar que se hallaban en un edificio anexo a la Fortaleza; una biblioteca glorificada de la Orden. Allí encontraría la ubicación de los supervivientes, o al menos de uno de ellos. Sólo necesitaba un escalón para poder seguir subiendo.

Con este pensamiento, dejó pasar la tarde anodinamente entre las calles de la tranquila ciudad, hospedado en una taberna y fingiendo interés al ofrecerse como escolta para los pocos mercaderes con los que contactó.

Cuando el sol comenzó a ocultarse por occidente, Cyrian el mercenario se retiró a la habitación que había reservado. Guardó su voluminoso escudo en su sombra, a mano, y a continuación se vistió con la coraza de cuero tachonado quemado que solía llevar como mercenario, junto a unas botas de cuero blando perfectas para no hacer ruido y se cubrió con un manto del mismo color, cuya capucha le permitía calársela hasta que su rostro no fuera apenas visible. En su cinto, dejó tanto la daga como su espada; tenía la esperanza de no necesitarlas pero no iba a asumir ningún riesgo. Además, el suave fulgor azulado de su hoja podría servirle a modo de iluminación en caso de necesitar luz y sería menos vistoso que una antorcha o incluso un candil.

Cyrian observó su reflejo y suspiró. Aquello no era su especialidad, ni siquiera estaba en su área de comodidad, pero nadie más podía hacerlo. Y no sólo por que no confiara en nadie; alguien sin sus capacidades simplemente tendría ante sí un reto casi imposible.

Con la naturalidad que sólo da haber hecho lo mismo mil veces, el caballero se dejó caer en su sombra, saliendo por un callejón tras la taberna. Silencioso como lo que era, se movió por las calles desiertas de Lytenberg tras la puesta de sol; saltando de sombra en sombra en dirección a la biblioteca, burlando a la aburrida pareja de acólitos que custodiaba la entrada con su último salto, éste ya al oscuro interior del edificio, en el que sólo la vacilante luz de alguna lámpara aliviaba la oscuridad nocturna; las condiciones perfectas para alguien como él.

Desenvainando su espada cuatro dedos, comenzó a utilizar su leve fulgor para orientarse. Tenía que encontrar la sala de los archivos, cuanto antes.

El tiempo era un enemigo más entre aquellas paredes.
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Mensaje por Dulfary 25/09/11, 03:03 am

Largas y tediosas habían sido las semanas desde que dejara Kuzueth. Largas y agotadoras los interrogatorios disfrazados de charlas a los que se vio sometida tras su regreso. El resquicio de las heridas jugó a su favor, por muy mal que le supiera tal cosa.

Cada respuesta fue una verdad a medias y pronto, con la misma naturalidad con la que respondía que ella llevaba por nombre Arale, las palabras fluyeron una y otra vez. Las emociones cada vez más controladas, la versión de los hechos que se había aprendido cada vez más creíble.

Eso no impedía que los ojos estuvieran sobre ella, que fuera mandada a llamara desde Rhylia y que se le embarcara el primer navío en zarpar. Curioso, se le contrató para que zarpara sólo por ella. Otro viaje horrible, con nauseas, mareo y un estomago completamente limpio, hasta de bilis.

Pero de una forma u otra había descansado, no dejaba de vigilar el horizonte, el cielo sobre este y aguardaba a que ocurriera algo en medio del mar. No estaba segura del qué, pero aguardaba y aguardaba y nada ocurría. De la misma forma en que nada ocurrió al llegar a Lytenberg, donde nadie la estaba esperando, ni su tío. Supuso de forma correcta que él no había sido informado de cada cosa que ocurrió.

Al no verlo, en su mente empezó a fraguar todo el teatro de ese encuentro. Una réplica, casi tan parecido como el que tuvo con Lohengrin, pero a diferencia del primero, este sería ficticio. Inhaló con fuerza, dando a entender lo bien que se sentía de regresar a su nuevo hogar, recogió sus cosas y fue a presentarse ante sus superiores.

Sin embargo, estos no la atendieron. Estaban demasiado ocupados. Eso era raro, pero tampoco iba a ir más lejos al respecto. Al ver a Devan, corrió a él y se postró a sus pies y… no lloró, no tuvo lágrimas para llorar, pero si lo miró llena de arrepentimiento y tristeza; había arriesgado de una forma impensable su posición y no se lo perdonaría hasta que él no lo hiciera; así que le contó la historia de cómo sintió flaquear su fe cuando esos horribles seres se llevaron a Stregek y ella no pudo hacer nada más que rogar a la Dama por su misericordia. La lección que le diera Devan ese día, es algo que ha de narrarse en otro momento, pero basta con decir que fue suficiente para llenar de paz el joven corazón de la niña y hacerla reconciliarse con Stregek, con la vida y con ella.

Aunque claro, la mirada de Devan, que fue más dura que un golpe de escarmiento, cuando mencionó la parte en que ella creía haber puesto en peligro su buen nombre; habiéndole explicado que el buen nombre lo hace cada persona y no las acciones de terceros, como castigo, la envío al único lugar en donde seguramente no se metería en problemas ni aun cuando quisiera: La Biblioteca.

Nadie tenía porque hacer preguntas exageradas sobre su presencia en el lugar y en caso que esto ocurriera, diría lo mismo que le dijo Devan: profundizando sobre los preceptos de la Dama para no volver a flaquear cuando se encontrara ante fuerzas que contradicen sus enseñanzas y su luz.

Y si, en realidad estaba haciendo eso. Por supuesto, aprovecharon que se encontraba en la biblioteca para pedirle que hiciera guardia en esta, cumpliendo así, con dos labores en simultáneo. Sin embargo, haría algo más que solo investigación sobre la Dama, tendría acceso a varias de las alas del lugar, alas en las que podría encontrar información mucho más interesante (y por supuesto peligrosa) que tratados sobre la Luz y cómo y por qué luchar contra la Oscuridad. Podría ojear tomo y tomos sobre el paganismo antagonista de la Dama, literatura más llamativa para pasar la tarde y en la noche… haría su verdadero trabajo.

Vestía un sencillo tabardo con las insignias de los paladines de Dama, de un blanco inmaculado y los ribetes en azul, al cinto, llevaba la espada, ya recuperada, con la marca que le había hecho con su kunai, pero de nuevo con una cinta anudando la vaina a la guarda.

A la fecha, habían sido dos días arduos de búsqueda, de lectura, de trasnochar hasta el día siguiente en busca de información. Fue por eso que cuando Huberd, encargado de activar las bolas con el hechizo que iluminaba cada sala con una luz ambarina, la encontró totalmente sobre un tomo que hablaba sobre la ley de Lytenberg, perfectamente dormida, al pasar por su sala, ya entrada la noche.

Pero no fue él quien la despertó, fue ella misma y una pesadilla. Al abrir los ojos, pese a lo acelerado que latía su corazón, no lo hizo sobre saltada. Tardó en reconocer en donde estaba, recordaba el libro, lo aburrido de su lectura, pero el libro estaba cerrado junto ella. Lo veía por el lomo, pues sus ojos rojos al abrirse, dieron directamente con él, tenía la mejilla aplastada contra la mesa de incomoda madera para dormir y lo que era peor, sentía la humedad de lo que había alcanzado a babear mientras dormía. Pero no era la mesa, ni el chaquillo, ni el libro lo que tenía su atención, era el último recuerdo de su sueño, que no ayudaba en lo absoluto a calmar su alocado latir.

Aun con los ojos abiertos, veía en sus recuerdos a su sombra. Por una vez no la había agredido, no había saldo sobre ella para lastimarla, había hecho hecho algo peor, algo más inquietante. La había estado mirando dormir. No era la primera vez que sentía la mirada inexistente de su sombra sobre ella, pero esta vez la miraba con curiosidad, con una frialdad que le helaba la sangre pero por encima de todo eso, lo más extraño, era que tenía ojos, tan rojos como los de ella misma, sin embargo eran diferentes, el tono era distinto, era como…

- Color sangre… rojo sangre – susurró, sintiendo aun con la cara contra la mesa y sus babas.

Apoyó la mano en la mesa y, perezosamente, se levantó hasta quedar debidamente sentada. Su vista fija en la luz ambarina, hasta que soltó un suspiro. Aun quedaba gente en la biblioteca, aun no podría ir a buscar los tomos por los cuales estaba ahí. Era de noche, no sabía que tan tarde, pero para sacarse la horrible sensación de su sombra con ojos sangre, se cambió de sala, caminando despacio, en busca de un libro en particular que sí le había empezado a leer. Historias de Hadas.

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Mensaje por Cyrian 26/09/11, 07:00 am

Masculló una silenciosa maldición a su impaciencia para sus adentros mientras avanzaba por los oscurecidos pasillos del edificio; edificio que no estaba tan vacío como él habría deseado.

No había visto aún a nadie, ni a la tenue luz azul de su hoja ni alumbrado por los oscilantes orbes luminosos que iluminaban algunas de las salas, pero sí había oído el leve rumor de los pasos de al menos una persona; supuso que el responsable de ir activando dichos orbes a su paso; pero aquello no era razón suficiente para dar media vuelta, al menos no todavía.

Sus suaves botas apenas si levantaban algún sonido de las baldosas al pisar mientras avanzaba con sigilo, desenvainando a cortos intervalos parte de su espada, utilizando la luz azul que desprendía para leer las placas de las distintas salas. La primera a la que se asomó fue a la de la Historia, una sala verdaderamente inmensa con hilera tras hilera de tomos ordenados donde se narraba la historia de la Orden desde su fundación hasta el momento en que el cronista hubiera escrito el último; Cyrian se planteó tomar el tomo más reciente, pero dejó pasar la idea. Salvo que alguno de sus viejos camaradas hubiera hecho algo excepcionalmente fuera de lo común, no vendría nombrado y, desde luego, era poco probable que le proporcionara ninguna pista concreta de su paradero actual.

Pasó junto a la sala de Fe, donde se atesoraban los textos sobre los dogmas y ritos de la Orden, y a la de Paganismo, donde se apilaban informes y textos que hablaban de las religiones que habían encontrado los misioneros de la Dama fuera del archipiélago, con una sección dedicada a lo poco que sabían del Oscuro, principalmente cómo combatir a sus engendros más comunes. Ni siquiera les dedicó una mirada más allá de la necesaria para identificar la sala.

Dobló una esquina y se detuvo quieto como una estatua. Habría jurado que había oído un crujido de alguien moviéndose en uno de los pasillos que había dejado atrás y esperaba un nuevo sonido que le confirmara eso, pero no percibió ninguno; aún así, lo entendió como un recordatorio de lo precario de su situación y se apresuró en retomar el paso.

Finalmente, su espada le reveló lo que estaba buscando: una pequeña placa de madera clavada junto al marco de la puerta, como las demás... pero en aquella estaba escrito "Archivo".

Entró con cuidado, asegurándose de que no había nadie en el interior, dejando la puerta tal y como la había encontrado. Con toda la celeridad que podía permitirse sin correr riesgo, empezó a buscar por las estanterías, buscando la librería donde estuvieran los tomos con las órdenes de asignación.

Le fue difícil contener su entusiasmo cuando al fin la encontró; se sentía tan cerca de aquellos traidores que casi podía saborear la sangre que lo que era justo demandaba...

Sólo le quedaba encontrar el tomo de aquel año... y salir de aquel lugar.
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Mensaje por Dulfary 26/09/11, 11:46 pm

Se sentó con cuidado en la mesa, vio sombras moverse fuera de la sala, por lo que levantó la vista y le fijo en la puerta con dureza, casi con reproche, pero no pasó nada. Nadie entró nada pasó. Sería los acólitos del lugar, lo que quería decir que seguramente era más tarde de lo que había creído, pero… pero quería leer, había esperado casi todo el día y si no distraía la mente con algo mas entonces no podría concretarse en su labor.

Sin más, había retirado sus ojos de la puerta y regresado a esa mesa en la que estaba un poco mas oculta y podría leer con tranquilidad. Con delicadeza, casi con devoción, abrió el libro, dejó correr las paginas en busca de ese título que la llamara y ahí estuvo

La Canoa de Cristal


Ruad, el de la Cabellera Roja, era hijo del Rey Ruadan, triunfador en 100 batallas. Un día, mientras se hallaba con su padre en lo alto de una colina, vio venir hacia a él a una doncella vestida con extrañas ropas.

- ¿De dónde vienes, doncella? – preguntó Ruad

- Vengo de las llanuras de los Inmortales – respondió - , de las tierras en donde no se conocen ni la muerte ni el pecado. En las llanuras es siempre fiesta, disfrutamos de los placeres de la vida y no necesitamos la ayuda de nadie. Nuestra alegría no se ve empañada por conflictos. Vivimos en las casas de las colinas Verdes y nos llaman el <>

Sólo Ruad podía ver al hada, por lo que el Rey y sus acompañantes quedaron maravillados de escuchar una voz allí donde no venían nadie.

- ¿Con quién hablas? – preguntó Ruadan a su hijo

Y enseguida se volvió a oír la dulce y misteriosa voz, que dijo:

- Habla con una doncella a quien no esperan ni la muerte ni la vejez. Estoy enamorada de Ruad y quiero llevarlo conmigo a la llanura del Placer
Dulfary enarcó una ceja pero siguió leyendo , donde está la corte de Mervin, que reina sin fin en una tierra que no conoce la pena ni el dolor desde que él ocupa el trono. ¡Ven conmigo, joven y hermoso Ruad! Te espera una corona de hada para embellecer aun más tu delicado rostro y tu esbelta figura pese a estar absorta volvió a enarcar la ceja, considerando el comentario demasiado "rosa" . ¡Ven, ven conmigo, joven de la Cabellera Roja! Ni tu juventud ni tu belleza se apagarán jamás

El rey Ruadan se estremeció al escuchar las palabras de la muchacha invisible y llamó a gritos a Grain, uno de sus druidas.

- ¡Escucha, Grain, druida de la magia inteligente y de los astutos hechizos!- le dijo el Rey – Necesito tu ayuda. Ha venido una doncella, que no puedo ver pero si escuchar y quiere llevarse a mi adorado hijo Ruad. Debes ayudar a tu rey, para que no pierda a su heredero por estratagemas de una mujer.

Inmediatamente, el druida comenzó a caminar en círculos alrededor del lugar donde se había oído la voz de la muchacha y recitó sus mas poderosos. La voz se apagó y ya nadie volvió a escucharla. Ruad no pudo volver a ver a la doncella que, sin embargo, le lanzó una manzana mientras se esfumaba.

A partir del día en que Grain recitó sus conjuros, pasaron las semanas, hasta completar un mes, sin que el joven Ruad comiera ni bebiera nada, salvo aquella manzana, una extraña fruta, pues la parte que comía volvía a crecer y estaba siempre entera. Con cada bocado que comía, crecía dentro de Ruad un intenso deseo de reunirse con la doncella.

De la boca de Dulfary escapó un Ahjj! Ahogado

El último día del mes Ruad se encontraba junto a su padre cuando vio venir hacia él la joven doncella y sus oídos volvieron a escuchar la hermosa voz.

Movió la cabeza de un lado a otro a la espera que el protagonista la viera y no accediera a sus pedidos

- Ruad, ocupas un sitio de honor entre los mortales, entre las gentes efímeras que aguardan e día de la muerte. Mi pueblo, el pueblo de la vida, aquellos que viven para siempre y no conocen el final, te esperan en la llanura del Placer y dele con el cuento de llanura del Placer han aprendido a conocerte viéndote en tu casa, entre tus seres queridos.

Al oír la voz de la muchacha, invisible para él, el rey Ruadan convocó a sus hombres y les ordenó que trajeran inmediatamente a Grain, el druida, para evitar que la voz continuara hablando.

Detuvo su lectura, juraría que vio otra sombra moverse. La mirada fija en la puerta, mientras Cyrian esperaba que aquello que había sonado volviera a hacer ruido. Ambos, de forma casi que simultanea, retomaron sus acciones cuando nada nuevo ocurrió tras unos segundos

- Oh, Ruadan, vencedor de 100 batallas, poco apreciado es el poder de tu druida en la tierra poblada por tantos hombres justos. Cuando llegue la ley de los inmortales, detendrá los conjuros mágicos del druida que vienen de los labios del falso demonio negro.

- Ehm… eso no lo entendí – regresó sobre su lectura, una vez

- Oh, Ruadan, vencedor de 100 batallas, poco apreciado es el poder de tu druida en la tierra poblada por tantos hombres justos. Cuando llegue la ley de los inmortales, detendrá los conjuros mágicos del druida que vienen de los labios del falso demonio negro.


Dos veces,

- Oh, Ruadan, vencedor de 100 batallas, poco apreciado es el poder de tu druida en la tierra poblada por tantos hombres justos. Cuando llegue la ley de los inmortales, detendrá los conjuros mágicos del druida que vienen de los labios del falso demonio negro.


Tres veces,

- Oh, Ruadan, vencedor de 100 batallas, poco apreciado es el poder de tu druida en la tierra poblada por tantos hombres justos. Cuando llegue la ley de los inmortales, detendrá los conjuros mágicos del druida que vienen de los labios del falso demonio negro.


Se quedó sin entender, pero siguió hasta llegar al final

Los ojos del rey Ruadan observaban a su hijo, que no prestaba atención a nadie desde la llegada de la muchacha, y le preguntó:

-¿Qué piensas de lo que dice esta muchacha?

-Amo a mi pueblo por encima de todo – respondió Ruad- pero se despierta en mi un gran anhelo por la doncella. Es muy duro para mi, querido padre.

La muchacha escuchó las palabras del joven, y le dijo:

- La fuerza de los mares no es tan poderosa como tu anhelo. Oh, Ruad, ven conmigo a mi canoa de cristal, que navega en línea recta. Juntos llegaremos enseguida al reino de Mervin. El sol comienza a ocultarse, pero contigo las distancias se harán breves y estaremos allí antes que oscurezca. Pronto estaremos en mi país, una tierra en donde todos los que lo desean encuentran la alegría. Si quieres, podemos buscarla juntos y vivir alegres para siempre.

La muchacha calló y Ruad se alejó de los suyos corriendo hacia la canoa de cristal, que brillaba bajo los últimos rayos del sol.

Ruadan y los miembros de su corte miraron la canoa de cristal que se deslizaba sobre el mar hacia el oeste, cada vez más lejos, hasta que desapareció en el horizonte.

El joven Ruad, el de la Cabellera Roja, y el hada continuaron su camino sobre el mar brillante hacia las tierras de la alegría, nunca más se supo de ellos y nadie volvió a verlos.


- O sea que el druida también era malo y servía a un oscuro? Que raro, que historia con final tan extraño, parece un final de la vida real - hizo una mueca de contrariedad, cerrando el libro. Al dejarlo en el estante, encontró los ojos del alumbrador, que casi la hace gritar por la sopresa.

- Mi niña, ya es tarde, no sería mejor empezara su guardia –

- Claro que si Maese… - sonrió y se sonrojó al no recordar su nombre – el mejor lugar para empezar es por aquí mismo no cree? –

- Pero no leyendo historias para niños – dijo en un susurro propio de biblioteca, con una risita contenida – buena noche niña –

- Buena noche Maese – dijo sin perder su sonrisa, con el mismo susurro. Caminó con el fuera de la sala, la cual no fue cerrada, como ninguna otra, se quedó en la entrada de esta y aguardó a que siguiera su camino. Hora de ser kazekage. Giró sobre sí misma y se lanzó a la oscuridad del pasillo, sin hacer ruido alguno pese a que su calzado no era el de costumbre, giró en una esquina y con todos los sentidos alerta dio grandes zancadas hasta llegar a la sencilla puerta de madera.

No tuvo ni que ver su rótulo, abrió sin hacer ruido, logró que no rechinara en lo absoluto y dejó filtrar solo un tenue y finísimo rayo de luz por el escaso espacio por el que deslizó su cuerpo menudo. Hizo un gracioso movimiento de cadera cuando tuvo que pasar la espada tras ella y cerró con total delicadeza. Se apartó de puerta, ubicándose a su lado, entre las sombras, con los ojos cerrados aguardando a que se acostumbraran a la poca luz.

Contó hasta 15, visualizando la hermosa canoa de cristal y, entonces, sus profundos y emotivos ojos demoniacos se abrieron lista actuar.

~ Si ojos tienen que no me vean ~

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Mensaje por Cyrian 28/09/11, 10:29 pm

El caballero podía sentir su pulso acelerado por la anticipación en las sienes; casi podía sentir como sus peculiares ojos estaban cambiando rápidamente a sus tonalidades más carmesíes, pero no dedicó ningún pensamiento a ello.

Su atención estaba enfocada en los libros que tenía ante sí, buscando el más reciente que pudiera encontrar, utilizando la tenue luz de su espada, cuyo brillo alumbraba poco menos que una vela, cuando quería estar seguro de lo que estaba escrito sobre el lomo de alguno de ellos.

Suponía que el libro más reciente se encontraría en el estante que quedara frente a sus ojos, relativamente a mano. Dicha suposición se basaba únicamente en el razonamiento de Cyrian; la Orden estaba en guerra, necesitarían saber con la mayor celeridad posible la ubicación y asignaciones de cada miembro, para poder mover sus fuerzas con más eficacia.

Tardo sólo un par de minutos en comprobar que su suposición era acertada. Una media sonrisa se dibujó en su rostro, eran tan sumamente predecibles que casi era demasiado fácil; se sentía jugando al ajedrez con un novato, aunque era más exacto decir que su oponente movía sin saber que tenía un rival al otro lado del tablero. Sin embargo, dicha sonrisa no iba a durar demasiado.

Moverse con el Mundo rezaba la inscripción en la cinta de cuero que envolvía la empuñadura de su espada; una lección que aprendió con sumo esfuerzo y, sin lugar a dudas, gracias a la amable guía de Gisella. Era una lección sobre consciencia, sobre estar alerta a cualquier cambio, por pequeño que éste fuera, sin importar la circunstancias; percibir a un arquero escondido con una fracción de segundo de diferencia, podía marcar la distancia entre la vida y la muerte...

Esa lección jugó a su favor en aquel momento; mientras la sonrisa moría en su rostro, se giraba con lentitud hacia la puerta. Había sentido algo moverse en la habitación y aquel era el peor momento posible para que le descubrieran... Con total parsimonia, se inclinó hasta ponerse en cuclillas, intentando abrir la bolsa de su sombra para deslizar el libro y fue entonces cuando notó qué se estaba moviendo...

No había sido una corriente de aire de la puerta, ni un crujido de madera o loseta; lo que estaba inquieto en la habitación eran las mísmisimas sombras, retorciéndose como si fueran un lago al que hubieran arrojado una roca; aquello era desconcertante y podía convertirse en un inconveniente... Pese a ello, la bolsa obedeció a su orden y deslizó el libro en su interior, moviéndose a continuación aún en cuclillas con extrema lentitud, con una mano en el pomo de su espada y la izquierda en la daga, hacia el borde de la estantería que se interponía en la línea de visión entre él y la puerta.

Su plan seguía siendo intentar salir de allí lo más pronto posible, sin entrar en pelea; pero lo que quiera que estuviera inquietando las sombras le inquietaba; dudaba mucho de que fuera a poder escapar sin más, en cuyo caso tendría que ser rápido...
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Mensaje por Dulfary 30/09/11, 12:33 am

Tras la primera, una segunda honda en la pasividad de las sombras. Dulfary había dado un paso al frente con toda resolución, la clase de determinación que solía poner en cintura a la sombras, lo suficiente para hacerlas obedecer por un instante.

Un paso totalmente silencioso, incluso para sí misma. Un paso que se detuvo casi de inmediato al notar que algo no iba bien. Para la aprendiz de kazekage, una ventaja que tenía aquella habitación era que carecía de luz y por tanto, no proyectaba sombras, era un lugar en donde, de una forma bastante bizarra y poco adaptativa, se sentía a salvo de las sombras. Pero algo iba mal, no mal, sino diferente. No era como la noche anterior, había sombras.

Había sombras y no estaban al acecho, pero se habían movido, como si... no lograba determinar exactamente ese "como si", lo tenía en la punta de la lengua, pero no podía decir qué era, pero estaba segura que no era de reacción, si no de acción. Eso era lo raro, todas esas cosas, en conjunto.

Se quedó increíblemente quieta, cuando Cyrian daba ese primer paso, en cuclillas, ella permanecía inmóvil, tratando de ver, de sentir. Debía moverse, pronto, salir o terminar de entrar. Se dio cuenta que no sentía miedo, sino curiosidad mezclada con adrenalina. Horrible combinación

Su pie, el que había dado un paso, realizó un giro en absoluto silencio, e incluso antes de terminar, el otro ya daba el siguiente. Había sido todo un giro, ágil, veloz, sus pies no sonaron, pero el faldón de su tabardo era otro cantar, ella no lo escuchó, estaba segura de no haber generado ningún sonido, pero si de haber provocado un mínimo de viento, el cual controló, tarde, con su mano al hacer ese giro.

Las góndolas, grandes estanterías del más duro cedro, atiborradas de volúmenes y volúmenes de libros de toda índole, con toda clase de manufacturas y remates, tendrían que ofrecer un buen escondite temporal, sin perder de vista la puerta, no porque esperara a alguien, sino porque era su vía de escape en caso de cualquier cosa.

Entonces, ¿por qué su mano estaba justo sobre su bolsita de armas, mientras la otra se alistaba a hacer un movimiento que dejara caer el cuchillo desde su manga a su palma?

~ si oídos tienen, que no me escuchen ~
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Mensaje por Cyrian 04/10/11, 03:58 pm

Todo lo que percibía era el silencio; absoluto e inmóvil silencio mientras afinaba su oído lo más posible. Paradójicamente, era un silencio terriblemente elocuente.

Cyrian no tenía la impresión ni la intuición de que alguien hubiera entrado, sino la certeza de que alguien había provocado una reacción en las sombras en esa habitación; además, el que sólo hubiera silencio al otro lado de la estantería revelaba que, quien quiera que fuera, era consciente del mismo modo de que no estaba solo en aquella sala de la biblioteca.

Había entrado en una ratonera sin apenas percatarse. La sala era amplia, con hilera tras hilera de librerías dibujando estrechos pasillos entre ellas, era una habitación interior, por lo que la única iluminación que había era artificial, el tenue y distante brillo de aquellos orbes distanciados entre sí, envolviéndolo todo en oscuridad. Aquello era un arma de doble filo, puesto que mientras dificultaba la visión de su visita inesperada, también lo hacía con la suya, amén de atenuar las sombras de la habitación.

Tan tenues, de hecho, que ninguna le permitiría realizar el salto a través de ella que le permitiría salir de aquel lugar.

Con una sola excepción.

La sala tenía una única área despejada, la que rodeaba un viejo escritorio de roble de aspecto pesado, sobre el cual brillaban dos orbes de iluminación, proyectando suficiente luz como para poder leer sobre aquella mesa sin tener que traer un candelabro. También proyectaba una sombra lo suficientemente profunda como para que pudiera pasar a través de ella.

Por desgracia, era un área despejada, del mismo modo que sólo había una puerta que comunicara con el pasillo. Eso significaba que sus únicas escapatorias dependían de que revelara dónde se encontraba y se pusiera en una posición vulnerable.

Sin hacer ni un sonido, desenvainó la daga de su cinto e intentó afinar su vista para mirar en torno a la librería, pero tal y como esperaba no vio nada.

Entonces, escuchó algo; un pergamino olvidado sobre el suelo crujió levísimamente por una débil corriente de aire, un sonido tan nimio que no podría haberlo sentido de no ser por el absoluto silencio que les envolvía.

Maldijo para sus adentros, el sonido le revelaba que el visitante indeseado se encontraba cerca de la puerta de entrada, es decir, tenía bloqueada una de las salidas y desde ahí podía ver a simple vista la única alternativa de la que disponía. No tenía sentido alargar más aquel juego del gato y del ratón.

Con su mano derecha en la empuñadura de la espada y la daga en la izquierda, comenzó a moverse hacia el viejo escritorio. Si tenía algo de suerte, podría colarse en la sombra antes de que el otro pudiera interceptarle o incluso tener algo más que una vista fugaz de su figura, aún todo podía solucionarse limpia y rápidamente.

Pero la fortuna no parecía estar del lado de Cyrian aquella noche. El mismo pergamino que había crujido con la leve ráfaga de aire, crujió de nuevo, esta vez cuando la bota del caballero se apoyó sobre él, maldiciendo para sus adentros, desenvainó la espada. Ya no tenía sentido esconderse, sólo podía intentar anticipar por dónde le atacarían.
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Mensaje por Dulfary 08/10/11, 08:33 am

Era un enorme laberinto, condensado en las cuatro u ocho paredes de la sala. Una ratonera, tal como pensaba otra persona, un lugar para un juego mortal. Podía esperar, quedarse donde estaba y dejar que la tensión pasara como una mala jugada de las sombras. Pero no había suficientes sombras, de hecho, todo era una gran sombra, a duras penas se podía ser consciente de la propia. Le dirigió una mirada como si esta pudiera responder a su pregunta, como si esta acaso le diera la gana, si quisiera, de responder a su pregunta.

Fue en ese momento en que vino el movimiento brusco. Alzó la vista y la dirigió hacia la fuente del crujido, fue muy leve, la confirmación de no estar sola. Apretó el arma en su mano y su respiración se hizo aun más pausada. Qué debía hacer? Abandonar su posición ventajosa y descuidar la puerta en pro de un mejor escondite para evitar problema si se trataba de alguien de la Orden y debía dar explicaciones? Anuncias que estaba ahí para aclararlo todo y perder esa noche de investigación? No, debía analizar mejor la situación, mucho mejor. Cabeza fría, cerró los ojos.

Si fuera alguien de la Orden, por qué estaría a oscuras vagando por los pasillos de estantería. Su vista se fue al escritorio, las bolas de luz estaban completas, sabía que se podían mover para llegar a los libros y regresar al lugar para leer. Podría tratarse de alguien que sabía exactamente en donde estaba lo que buscaba, pero no había visto pasar a nadie en esa dirección desde que estaba en la sala de Historias de las Hadas.

Corrección. Entre cerró los ojos. Sí había visto a alguien, o algo, una sombra fugaz. Pero de eso había pasado suficiente tiempo para que tuviera el o los tomos en mano y estuviera en el escritorio y no en la penumbra. Su intuición había acertado al pedirle armarse y prepararse para lo peor y…

De nuevo el crujido. Dio un paso atrás. No estaba sola y la persona había entrado escabulléndose como ella, a buscar quien sabe qué. Plan A aguardar por esta persona y sorprenderla, plan B, ejercer autoridad. Fuera quien fuera había sido demasiado sigiloso hasta el momento, ese crujido, estaba segura, venía acompañado de una mueca de reproche. No podía quedarse quieta, dio otro paso atrás, tan sigiloso como el primero.

~no permitas que me sorprendan por la espalda~

No, no era sí como seguía lo que su mente recitaba, se había saltado, deliberadamente uno o dos versos, pero encajaba perfecto en la forma en que la sangre de la niña trataba de mantenerse fría para afrontar la situación. Y eso era lo que veía que pasaría si se quedaba donde estaba. Eran un blanco fácil de sorprender. Por el alargado sonido del metal, un blanco que tomarían con espada.

Plan final, ser ella quien tomara por la espalda al intruso.

Revisando las escasas sombras del piso, por encima de su hombro, se cercioró que no estuviera al final de estante que ella recorrió, al otro lado de la puerta, y con giro, desapareció de donde estaba para quedar en un nuevo pasillo. El arma en su mano giró para ser lanzada en caso de encontrarse en este, a mayor distancia. Vacío.

Avanzó rápidamente, medio paso en realidad y el impulso del ataque y el lanzamiento del cuchillo que retuvo al ver que el otro lado de la góndola también estaba vacía. No podía estar muy lejos y ya había perdido valiosos segundos que le darían vía libre a la puerta.

Se apresuró a llegar a la siguiente estantería, sin precaución alguna se internó en ese pasillo y ahí estaba, la sombra con su espada en la mano, la otra mano no lograba verla, pasos rápido y silenciosos la llevaron a estar justo detrás de esta, cruzó por debajo de su codo el kunai para agredirlo, pero su buen y blando corazón la llevaron a cambiar de opinión en el último minuto y se dirigió al punto en que sabría que podría manejar cualquier reacción hostil, violenta o no, de la sombra. La punta filosa de su arma se afirmó por sobre la capa en la parte baja de la nuca…
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Mensaje por Cyrian 14/10/11, 10:18 am

No hubo ninguna reacción a su mala pisada, como tampoco parecía haber respuesta al suave roce del metal contra su vaina al salir, pero Cyrian tenía experiencia más que de sobra para saber que eso sólo tenía un significado.

Le estaban tendiendo una trampa. Quien quiera que fuese, contaba en aquel momento con todas las ventajas; su oponente se había descubierto, conocía su ubicación pero no al revés y controlaba ambas salidas, aunque quizás no fuera consciente de cuál era una de ellas. Estaba jugando bien con sus bazas.

El caballero no podía perder más tiempo, sin embargo. Se asomó con precaución y advirtió que el camino a la puerta estaba completamente despejado en apariencia. ¿Pretendía que se precipitara hacia la salida y entonces sorprenderle? Era una posibilidad, pero de ser así, demostraba que desconocía la segunda salida de su presa. Sólo tenía que ir en pos del escritorio y saltar en la sombra proyectada y todo habría acabado...

...Pero entonces notó, una fracción de segundo demasiado tarde, el movimiento a su espalda y no pudo reaccionar a tiempo para evitar la punta de cuchillo que se apoyaba en su nuca. De haberlo querido así su asaltante, ya estaría muerto.

- Moverse con el Mundo, Cyrian, por todos los diablos. Puedes prestar atención y pensar al mismo tiempo, ¿no sabías? - casi podía escuchar a Gisella echarle de nuevo aquella reprimenda, como después de fallar por enésima vez entrenando esa lección. Pese a ello, su reacción no se hizo esperar; hizo ademán de abrir los brazos, en un gesto indicativo de rendición, mientras llamaba a una de las sombras que le acompañaban a moverse a su nuca al tiempo.

En un gesto más rápido que un parpadeo, se echó levemente hacia atrás, pinchando levemente el afilado kunai en su nuca, lo necesario para que la kazekage notara el reflejo del ataque en su propia nuca. Cuando ésta por reflejo se giró en pos de el imaginario nuevo asaltante, Cyrian giró en redondo, pasando el plano de su espada deliberadamente por el abdomen de la chica y retrocediendo un paso rápidamente, creando espacio entre ellos sin dejar de encararla, ambos vagamente iluminados por el tenue y fantasmal brillo azulado de la espada.

De haber usado el filo de la hoja, el vientre de la chica hubiera quedado abierto de par en par en una mortal herida. En aquel instante, se volvían a encontrar parejos: ambos habían muerto ya una vez en la pelea, y apenas acababan de iniciarla.

Y ella ahora carecía del factor sorpresa para abalanzarse de nuevo sobre él por la espalda, aunque no por ello Cyrian dejó de verse sorprendido. Sus ojos enrojecidos se encontraron con los rojos ojos de una chica que vestía librea de la Dama; ojos que para mayor confusión, estaban enmarcados en un rostro que le resultaba conocido al caballero, pero no conseguía ubicar cuándo lo había visto.

- No tengo nada contra vos. Seguid vuestro camino. - Dijo en voz baja, quizás después de todo no necesitaran luchar. Ella vestía el tabardo de la Dama, pero la manera de agitarse las sombras ante su mera presencia y el modo de moverse que había visto, tan sigiloso y rápido, le daban qué pensar... Había entrenado junto a paladines con muchas habilidades y talentos, y había visto muchos en acción, pero jamás había visto a uno entrenarse para desarrollar esas habilidades así.
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Mensaje por Dulfary 15/10/11, 01:17 am

Debió haberse dado cuenta de muchas cosas, cada una de estas, haberla sorprendido, pero en primera instancia solo una quedó registrada. Para cuando quiso caer en cuenta que había cometido errores, ya era tarde, ya estaba muerta y fue solo después de muerta que entendió lo más importante que había pasado en aquellos escasos segundos: las sombras, se habían movido

La había sorprendido, eso tan complejo era la base de todo. No esperó, ni por asomo, que en lugar de alejarse de su arma, se hiciese aun más atrás. Por supuesto, ella tuvo que hacer retroceder su filo para no lastimarlo, no severamente al menos y fue cuando sintió que algo importante se le escapaba, algo que había desencadenado todo lo demás.

Se recriminó el no haber contado con el intruso no estuviera solo, no pasó por su cabeza lo particularmente extraño que era el que, aquel posible compañero, amenazara exactamente en el mismo punto en que ella lo había hecho, con tal precisión que prácticamente parecía un espejo; de lo que percató primero, fue del silbido del metal al rasgar la oscuridad, cortanto en simultaneo el silencio del lugar por la velocidad y precisión que llevaba.

De haberse encontrado alguien tras ella, realmente, este tendría un horrendo corte a la altura de su cuello. Dulfary, en medio de su nerviosismo, no solo no se quedó quieta lista a rendirse por desventaja, ni giró su cabeza a ver a quien tenía detrás; dio un giro completo, en el que arma también se movió de la defensa al ataque, en lo que brazo marcaba el mortal circulo y, su mano libre, extraía una segunda arma de alguna parte bajo su tabardo para contra restar la posible agresión por parte del primer intruso detectado, para cuando terminara de dar el giro.

~ si manos tienen, que no me agarren ~

Había sido increíblemente rápida, sus maestros y hermanos estarían orgullosos… pero también tristes. El segundo cuchillo pasó a milímetros de la espada, fallando por tan poco el encuentro entre metales que, de no haber sido usada la parte plana de la espada, habría muerto en cuestión de minutos.

Hasta ahí llegaba su plan. De hecho, su plan, tooooodo lo que había trazado, había terminado en el momento en que le apoyó la punta del kunai, pero era algo que nunca nadie sabría y esperaba que nadie lo fuera a imaginar.

Fue entonces que lo notó. Las sombras había actuado. No estaba muy segura del como o el porqué, si ella estaba ilesa todavía, pero lo habían hecho. Frunció el ceño, mirando fijamente al desconocido, ahora sí, a la defensiva. Recordaba las palabras de Devan cuando le decía que ella sería fácilmente recordable, no había nadie más en la orden que tuviese los ojos rojos, ergo…

La escasa luz de la espada, delataba las facciones delicadas, casi angelicales, de Dulfary, su expresión de reproche por invadir la privacidad de la biblioteca, su desconfianza ante un extraño que no deber{ia estar ahí y la tensión de tener que hacerle frente. Curioso, para ser un paladin tenía cosas extrañas:

Primero, era muy mayor para usar libreas de bajo rango o de noble apenas en entrenamiento.

Segundo, no parecía llevar armadura para ser tiempos de guerra

Tercero, en sus manos habían armas cortas y orientales, lo que daba indicios de no tener en mente el usar la espada que estaba en su cinto.

Cuarto, se quedó callada mas tiempo del que lo haría otro paladín en su situación.

Dulfary no estaba muy segura de qué hacer. No era un asesino per se, su instinto se lo decía, eso quería decir que era un ladrón o un espía, cualquiera de las dos o tres cosas, por como estaba vestido y por su habilidad usando el arma. Podía dejarlo ir y punto, buscar las cosas que venía a consultar y todos contentos. Pero sentía ese irrefrenable impulso que siempre la metía en problemas de inmiscuirse en donde nadie la había llamado, portando estandartes que nadie entendía y defendiendo una causa en la que no creía y que a nadie parecía importarle, es decir, el llamado de hacer lo que para ella era lo correcto. Detenerlo.

- Creo que… - su propia voz retumbó en sus oídos y se dio cuenta que debía bajar el tono, como si ella también ocultara la presencia del intruso – nah, ha, creo que no – ahora su tono era bajo como el de él, un secreto entre ambos, pero juguetón pese a su expresión, así que resolvió tratar de ser mas formal y ordenó

- Identifícate, qué haces aquí y por cierto… estas arrestado- le faltaba algo, algo para darle peso a sus palabras, de lo que se acordó a tiempo – En nombre de la Dama y su eterna Luz –
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Mensaje por Cyrian 17/10/11, 01:21 pm

Hubiera preferido no tener que luchar ni derramar sangre, pero no por piedad o bondad; una entrada y salida limpia hubiera mantenido el perfil bajo de la situación mucho mejor que una iniciada muerta e indicios de combate en la sala. Pero aquella chica, aquella extraña y familiar joven, se había deshecho de aquella posibilidad con una simple y sencilla frase.

A la leve luz de la hoja, la figura del caballero se revelaba; la espada en la diestra y la daga en la zurda en guardia, su torso aún levemente inclinado hacia delante y los brazos separados del torso, listo a iniciar una cadena de ataques con cualquiera de ellos. Su rostro seguía sumergido en la oscuridad que proyectaba su capucha, sin denotar apenas ningún rasgo discernible; sólo el brillo de sus ojos rojizos delataba que hubiera un rostro ahí dentro.

- Podéis llamarme Sauce, - por un momento, pensó en presentarse por su verdadero nombre, pero... Aquello ya era demasiado temerario sin añadir pistas adicionales al cóctel.- y mis motivos no os conciernen, paladina. Sois libre de malgastar vuestra vida como deseéis. - Su voz era plana, tajante, helada, carente por completo de emoción; aquella frase era una condena, pero había sido pronunciada como si careciera de importancia.

Mientras hablaban, sus ojos hicieron un recorrido rápido de la joven; ya no le importaba su origen, fuera el que fuese ya era un obstáculo para él, pero sí buscaba indicios sobre qué esperar de ella. Y ya podía juzgar algunas cosas a raíz de lo que había sucedido hasta aquel momento.

En primer lugar, era rápida y mucho, seguramente más que él incluso en igualdad de condiciones. No sólo moviéndose, sino con todo el cuerpo, si podía fiarse de la ausencia de armadura y de las armas tan cortas. Tendría que estar muy atento para no acabar barrido en el suelo por una patada o una finta.... o que escapara.

En segundo lugar, las armas cortas y de aspecto exótico. Las conocía, aunque en aquel momento no recordara el nombre; eran armas muy versátiles, afiladas como la daga que llevaba él en la mano, y mejor equilibradas para ser arrojadas. Por ello, carecían de la cruz que tanto su daga como su espada portaban, por lo que la chica esquivaría más que pararía.

Todo apuntaba a un enfrentamiento muy móvil. Iba a echar de menos su escudo. Ambas ideas confluyeron a la vez mientras sus brazos comenzaron a moverse, pasando a la ofensiva apenas un instante después de que terminara de hablar. La espada comenzó el juego, lanzando un golpe cruzado alto, en busca de aquel bonito rostro, mientras la daga hacía lo propio en pos del abdomen. Pronto el silencio de la habitación se vio roto con el entrechocar de metales según ambos contendientes se enzarzaban. Cyrian era rápido, pero menos que Dulfary, por lo que sus maniobras y fintas iban encaminadas a dejarle cada vez menos espacio a la chica.

Golpes rápidos y medidos, buscando siempre el rostro de la chica con la espada cuando podía dedicarla al ataque, buscando cegarla.... con el resplandor de la hoja o con una herida.
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Mensaje por Dulfary 17/10/11, 09:44 pm

Estaba bien armado, la forma de moverse, en tan pocas acciones, le decía que no era un novato, era diestro y media sus recursos. Mala cosa, muy mala cosa. Lo peor, era que hacía uso de la luz de su espada, tan llamativa, con habilidad. No había visto su cara, si salía de esta no podría dar un retrato hablado del intruso. Por su forma de alistarse para la batalla y sus armas, descartó que fuera un ladrón.

~ que sí es un ladrón de información es un espía, tonta, o que otra cosa de valor crees que vino a buscar acá? ~

Lo curioso fue que sonrió. Con su respuesta, con su nombre. No creía que fuera el nombre real, de hecho no sabía en que estaba pensando cuando le dijo que se identificara, acaso en que dijera "el Barón de Tdigker, residente en Tricarnia, se le antoja un té, verá pasaba por aquí y..." debía dejar su mente callada, si lograba controlar la lengua debía controlar la mente

Y su sonrisa no se apagó ni con sus siguientes palabras, menos aun con la amenaza. Debió hacerlo, pero no le dio el placer.

- No tanto como la tuya - respondió con un deje de burla, sabría que se tragaría sus palabras, que cada letra seguramente iba a doler, que la forma en que inspeccionó sus cuchillos no era la de un intruso cualquiera que empezó a usar armas al azar. Pero ahí estaba, su aceptación a la batalla. No podía evitarlo, era mas fuerte que ella el responder a esa clase de tono con una bravata, pero al menos ahora su voz había sonado un poco mas madura que de costumbre.

Lo barrió con la mirada por completo, sin sutileza alguna, pero con velocidad, de arriba abajo y de vuelta a sus ojos, necesitaba leer y anticiparte a los movimientos, lo primero que determinó fue su lateralidad, lo midió con su falso corte y con la forma en que se equilibraban las armas, todo indicaba diestro, pero era demasiado temprano para decir que no fuera especialmente ambidiestro y no solo se apoyara en la izquierda, afilada izquierda.

En cuando él se movió ella también, no haría fintas, tendría que hacer golpes directos y rápidos, nada de guardarse trucos para el final, este era el final y lo comprendía, con la misma nitidez con la que escuchaba en lo mas recóndito de cabeza a alguien explicándole que sus armas contra alguien que sepa manejar realmente una espada, no era de mucha utilidad.

Era simple, no debía descuidar el arma secundaria, porque bien podía ser la primaria. Cyrian avanzó, ella avanzó, al menos sus piernas porque su torso se echó ligeramente hacia atrás y hacia abajo cuando la espada cruzo el espacio en donde estaban sus ojos una fracción de segundo antes; no le dio la prioridad a la espada, se la dio al puñal que fue acariciado por su cuchillo rechinando en el silencio sepulcral de la sala, y es que había algo que no había previsto el extraño, aunque también caía dentro de sus apreciaciones, no esquivaría per se, su excelente defensa radicaba en desviar

El movimiento ordinario de esquivar - desviar - moverse, se dio con naturalidad, o era muy buena en lo suyo, o estaba mas que acostumbrada a que trataran de dejarla sin espacio. No se movió hacia atrás, ni hizo su acostumbrada voltereta por delante de él para ganar el espacio perdido, sino que se fue contra el espía, sus pies, después de todo, ya se habían puesto en marcha; giró hacia su costado con la suficiente energía para usar su mano libre, la que no desviaba el puñal, para manipular el pomo de su propia espada, aun al cinto, y golpearlo con la vaina de esta a la altura de lo riñones durante el giro que esperaba le regresara el espacio.

Eso sí, lo hacía en parte a ciegas, el resplandor de la espada tan cerca a ella, le dificultaba la visión, al punto que cuando no la tenía en frente, aun tenía en su retina el fulgor que le bloqueaba el resto de la escena, así que pronto volvió a quedarse sin espacio, Cyrian fue bastante rápido en su siguiente ataque y esta vez tuvo que retroceder en toda regla, tras desviar ambos filos con ayuda de sus kunai, pero no lo hizo hacia su propia espalda, sino en diagonal, arrinconándose un poco ella misma contra la estantería.

Eso sí, sonrió como si imprudentemente hubiese delatado que lo tenía justo donde lo quería
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Mensaje por Cyrian 19/10/11, 08:20 pm

Como un relámpago azul, la hoja de la espada se movía en medidos molinetes, entre ellos. Tenía una certeza, y era que, si bien debía recortar al máximo la movilidad de la joven para contrarrestar la ventaja de su velocidad, no podía dejar que ella se pegara a él, donde su espada sólo sería un estorbo y estaría en franca desventaja. Echaba mucho de menos la contundencia de su escudo.

La espada realizó un descenso brusco, realizando una incómoda parada contra la vaina de la espada que buscaba sus riñones y la zurda cambió el compás del baile, apuntando la daga de modo que al completar el giro Dulfary, ésta tuvo que hacer un desvío igualmente apurado.

El rostro de Cyrian no mostraba ninguna emoción, aún cuando la kazekage hubiera podido fijarse en él, ni siquiera ante la sonrisa confiada que ella esbozaba. Su atención estaba en la lucha, pero su mente no olvidaba lo que les rodeaba; su objetivo no había cambiado, seguía siendo salir de allí lo más rápidamente posible y no se olvidaba de la posición del escritorio, ahora a su espalda.

Sin embargo, no se hacía ilusiones; la kazekage no le dejaría ir sin más, y ya sabía que su presencia ejercía una influencia extraña en las sombras de la habitación. No se arriesgaría a saltar sin antes tener la certeza de que ella no interferiría...

... Y en aquel momento, el que aquello sucediera, dependía de superar su defensa.

Daga y espada, en tal armonía que parecía que ambas manos hablaban entre sí, de nuevo buscaron el cuerpo de la chica. Cyrian era, en efecto, diestro. Su mano derecha lideraba la mayor parte de sus evoluciones ofensivas, pero su mano siniestra no era por ello menos hábil; desde la infancia, el caballero había estado entrenando cada día, con toda clase de armas y combinaciones, sabedor de que el escenario de una batalla se puede elegir, pero las circunstancias pueden cambiar en cualquier instante. Así pues, la mano izquierda había suplido con disciplina lo que la derecha tenía desde el nacimiento.

La espada comenzó de nuevo la maniobra de ataque, buscando una vez más entorpecer la visión de la iniciada con un tajo alto de izquierda a derecha, en una maniobra aparentemente muy similar a la que había iniciado la pelea. Sin embargo, el ataque inferior de la daga no llegó como se esperaría de un diestro.

Su diestra lideraba, sí, pero, como todo buen líder, sabía cuando dar un paso atrás en favor de alguien mejor preparado.

Como un buen ilusionista, lo importante había sucedido fuera de la vista. La mano izquierda había invertido la posición de la daga, su brazo acompañando al de la espada en el primer tajo sin golpear y ahora, venía en la dirección opuesta, paralela a la espada que realizaba el golpe de revés.

Daga y espada, espada y daga, cambiando quien atacaba y quien atraía la atención de manera constante, como si sus manos hablaran entre ellas tal era la perfecta armonía.

"- La clave para verdaderamente dominar un arma, Cyrian, es comprender que sólo hay un golpe desde el momento que desenvainas hasta que vuelves a enfundar. El golpe puede moverse, ondular y fluir.... Golpea como el río que fluye, sin principio ni final." Era lo que su maestro le había inculcado.

Y esa lección, Cyrian pronto la había dominado incluso mejor que el veterano paladín; Dulfary no terminaba de superar una maniobra cuando ya tenía que reaccionar al siguiente movimiento del caballero.

Siempre acosando, siempre cerrando espacios, siempre atacando... Como una ola rompiendo pacientemente contra la costa para arrastrar una roca.
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Mensaje por Dulfary 27/10/11, 08:24 pm

fdi: Siento mucho la tardanza

ddi:

Se movió sin dejar de lado la gracia felina con la que había crecido y entrenado casi cada día de su vida, esquivó de nuevo sus arremetida y el paso a seguir era ganar espacio con el aire, un plan simple, apoyarse en la estantería, así provocara un estruendo con su caída, y prácticamente saltar sobre él con las consecuencias que tuviera (palabras más palabras menos, otra forma de esquivar), pero algo le trancó su evasión en el momento en que trató de ubicar el pie sobre el entrepaño. Su habilidad, de estar en el lugar equivocado en el momento indicado, contribuyó a que, ahora que estaba casi acorralada contra la estantería, su espada se engarzara entre dos tomos, cosa que no debía suceder, porque en teoría cada libro estaba unido al otro ya que las estanterías estaban completas.

Entonces, por qué?

Su sonrisa, al desviar la mirada hacia ese vacío en la estantería y darse cuenta del faltante, se esfumó. Eso era, venía por información, por un tomo completo.

- Ladrón! - acusó en un murmullo audible a penas para los dos, y esta vez sus armas no desviaron el ataque, sino que pasaron a la ofensiva, solo por un pequeño instante, pues Cyrian cambió la táctica de su ataque.


~ Si manos tienen que no me agarren~

Como los guerreros acostumbrados a utilizar dos armas, hacer el cambio en la lateralidad de su destreza no le resultó un problema, pero sí tomó desprevenida a Dulfary quien por fin pasaba al ataque. El cambio de estrategia de ambos no había sido oportuno para la niña. Sintió cómo el filo de la espada le pasaba muy cerca a la piel de la mano, casi pudo sentir la temperatura del metal, muy cerca, demasiado cerca, demasiado peligroso.

Lo peor, era rápido, tan rápido como ella para hacer el cambio en el filo del arma que usaba, esta vez tuvo que sacrificar no solo su espacio, sino su bienestar, dejó que la espada se acercara todo lo que él estuviera dispuesto a acercarla, para poder hacer uso del kunai para desviar el corte que le pudo hacer la daga, en lo que su otra mano, se fue a su espalda. Necesitaba hacer dos cosas, la primera, destrabarse de la vaina y la estantería y la segunda, sacar otro cuchillo, no podía seguir sólo defendiéndose. Así que su cuerpo tuvo que esquivar bruscamente la espada, mientras, el chirrido del metal contra el metal volvía invadir el lugar, aun por encima del “tong” de su cabeza contra la madera de la biblioteca.

Arriesgado sí, pero cuando tuvo el segundo cuchillo, los usó de inmediato. Uno entre el pulgar y el índice, el otro entre el índice y el dedo medio, firmemente sujetos, enredaron la daga en una llave y de forma casi suicida, se lanzó hacía Cyrian, el otro kunai en ristre, pero no esperaba llegar al cuerpo del caballero, buscó su movimiento defensivo y en este, llegar con el filo a su muñeca, hacerle retroceder a él y entonces, salir de ese hueco en el que se había metido.


Última edición por Dulfary el 10/11/11, 09:22 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Cyrian 09/11/11, 06:13 pm

FDI: ¿Tardanza? ¿Cuál tardanza? Wink

DDI:

El insulto de la iniciada rompió su inexpresividad, arrancándole una media sonrisa divertida que se adivinaba en sus ojos; pero la concentración seguía en el cercano intercambio de ataques.

La diferencia de velocidad entre ambos no parecía ser tanta como Cyrian había temido en un principio, dado que su espada podía mantener el ritmo de los kunais, lo que le permitía ser más ajustado con los ataques con ambas armas; estaba ganando la pelea y ella tenía que estarse percatando de ello, por lo que pronto, la roca cambiaría su actitud puramente defensiva. Tal y como la ola pretendía.

Aunque no iba a suceder exactamente como pretendía.

La espada del caballero pasó muy cerca de ella, tanto que la espada ocupó tan rápido el lugar que acababa de abandonar su cabeza que consiguió cercenar un mechón de sus cabellos; pero en su maniobra, había descuidado los movimientos de la mano derecha de la kazekage y sólo advirtió demasiado tarde la traba que acababa de hacerle a su daga. Su reacción instintiva era invertir el arco de su espada, pero se contuvo; era una maniobra demasiado previsible y arriesgada, si ella lo evitaba, podía rebanarse su propio brazo izquierdo.

No, su entrenamiento entró en acción, buscando una alternativa a aquella maniobra y no tardó demasiado en dar con una. La daga giró entre los kunais, haciendo con su cruz una doble traba. Los dos kunais estaban enredados en la daga del mismo modo que ésta estaba atrapada entre ellos y la soltó; a la par, el cuerpo del caballero avanzaba hacia ella, su bota descendiendo en un brusco pisotón sobre el que hacía de apoyo para Dulfary, antes de girar sobre sí mismo, alejándose de ella. Ya tenía un plan de acción.

- ¿Ladrón? - dijo sin haber perdido su media sonrisa, mientras la espada hacía un molinete en su mano derecha, invitándola a tomar la iniciativa. - Me han llamado cosas peores, pero sois vos quien tiene mi daga, iniciada. - La última palabra espetada con el mismo desprecio con el que ella había dicho ladrón.

Ahora tocaba ponerlo en acción.
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Mensaje por Dulfary 09/11/11, 10:45 pm

No obtuvo lo que quería, no se dio como hubiese preferido, llegar a su muñeca y cortarla al momento de defenderse o contraatacar, así que tendría que reinventar su ofensiva, no se adaptaría más a lo que él hiciera o dejara de hacer, sino que buscaría su propio camino

A un movimiento de muñeca que se dio en simultaneo con el del pie de Cyrian, torció aun más la daga, siendo más específicos, la mano que la portaba, girando a su vez, pero en dirección contraria a la de Cyrian, sin alejarse demasiado al recibir el

~Si pies tienen que no me alcancen ~


pisotón.

[color:8198=red]~qué parte de... ~ -hgj - ahogó la protesta por el dolor de su acción, pero no iba a perder el impulso de su giro, así que anclada como estaba durante ese breve instante, su propio movimiento cambió propinándole una patada en la pierna, atinando a un punto nervioso para derribarlo, aun sabiendo que la maniobra seguramente la enviaría a ella también al piso.

Su cuerpo se movía casi que por iniciativa propia, la clase de cosa que ponía a las sombras, por breves instantes bajo su control, aunque esta vez no fue la ocasión.

Aun así su propio entrenamiento sacó la cara por los kazekage de la región y en cuanto sintió que la patada daba en el punto exacto, con violencia trató de retirar su pie de bajo la bota para culminar el giro con una segunda patada más alta. La secuancia del movimento no era predecible, pero, dado lo que sucedió, se podía visualizar ahora que no hab{ia sido posible.

No liberó su pie por su voluntad, sino porque él retiró la bota, ya que su pierna no respondió como solía hacerlo, por un pequeño instante la conexión entre su entrenamiento, la costumbre y su habilidad casi innata se separó de la respuesta física y automata del músculo.

Su giro culminó de tal forma que tuvo que acudir a sus manos para hacer de resorte en el piso y así impulsarse nuevamente para no quedar en este cuando cayó por la falta de respuesta y coordinación. Barrió la nada para volverse hacía él y sin fijarse en lo que hacía, estando en cuclillas, se llevó la mano al punto en que sintió la desconexión, curiosamente, el mismo en el que le había golpeado a él.

- Quéh?? me debo sentir ofendida? - preguntó con burla mas allá del sarcasmo. Iniciada.. como si eso... frunció el ceño - Ah, entiendo, eres otro del montón al que no le simpatizamos, tu problema - no el de ella, aunque para estar concentrada en el cruce de armas, su lengua no podía estar quieta y con esto le daba tiempo a su pierna de reaccionar. Sin embargo no era eso lo que llenaba su cabeza en ese momento. No, ella pensaba en que si estaba en lo cierto y lo que había detectado en su tono no era un insulto hacia ella si no hacia la Orden, el que faltara un libro hacía al invasor aun más peligroso.

No podía dejarlo irse por nada del mundo.

Mas grave aun, sent{ia frío, resagos de frío, como si... como cuando entrenaba con sus hermanos y ellos recurrían a las sombras para ganar ventaja. Se pasó el dorso de la mano de forma distraída por el mechón cortado, mirando de reojo, aparentemente a la nada, a las sombras. Sería posible que...

- Tienes razón, Iniciada, es hora de dar la alarma - y tomó aire para gritar, aunque en realidad no era ese en absoluto su plan y de hecho no creía que tal cosa significara una amenaza o algo tan siquiera medianamente intimidante para Cyrian, practicamente agazapada cual gato listo a saltar.

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Mensaje por Cyrian 12/11/11, 10:45 pm

Se quedó plantado aún unos instantes, mirándola con su media sonrisa que se adivinaba un poco mejor por la capucha sacudida después de la breve escaramuza, en apariencia despreocupado, esperándola. En realidad, sacudiendo suavemente la pierna dolorida para recuperar su funcionalidad y, al mismo tiempo, midiendo a su alrededor. Tenía que ser muy exacto, pues era una jugada tremendamente arriesgada.

- Ya dije: no tengo nada contra vos.- contestó situando la espada en guardia de nuevo y sus ojos, más castaños ahora, regresando a los de ella. La daga seguía entre los kunais de la kazekage acuclillada por la pérdida de equilibrio por el reflejo de sus sombras, de modo que tenía una mano libre, y ella una que tendría que liberar antes de usar nuevamente.

Por el rabillo del ojo, sin embargo seguía evaluando la estantería más próxima a ellos, aquella que se interponía entre el escritorio iluminado y los combatientes.

El escritorio con sus mágicos orbes de luz que proyectaban su única salida viable, apenas a un par de metros de él, pero que igual le valía que estuviera en cualquiera de las lunas en aquel instante, pues el pesado mueble de estantería que estaba en medio constituía una barrera infranqueable con su altura hasta prácticamente el techo y su largo que no le permitiría ganar suficiente ventaja a la carrera con ella. Si algo había averiguado hasta aquel momento de la "Iniciada" es que era rápida.

Y acostumbrada a improvisar.

La toma de aire de Dulfary y su bravata, sólo provocaron una pequeña risita en el caballero sombrío. - ¿De veras? ¿Un grito? ¿Es lo mejor que se os ocurre?

Su sonrisa de medio lado tomó un cariz más osado mientras añadía. - Este edificio es grande, y casi vacío. Estamos en una sala interior cerrada, ¿creéis que alguien os oirá?

Sus ojos de nuevo fueron tomando poco a poco su tono más rojo. - Y aunque alguien lo hiciera... ¿quién? ¿El viejo bibliotecario o los dos guardias de la entrada a los que ya he burlado una vez? Su sangre sería un bonito riego para la tierra, pero no os harían ningún bien más...

La luz de la espada de Cyr comenzó a titilar, como si el hechizo de luz que otorgaba a la hoja su tenue brillo se estuviera debilitando... Aunque la realidad era más compleja, dado que eran las sombras que albergaba el antiguo paladín quienes se arremolinaban a su alrededor, ocultando su fantasmal brillo. - Aprended esta lección de mí, iniciada. Si de veras queréis dar la alarma... ¡Hacedlo con un buen estruendo!- Y, ni bien terminó de salir aquella exclamación de sus labios, la espada trazó un arco con furia.. contra la estantería.

Estantería que, contra todo pronóstico, crujió con violencia de arriba a abajo, mientras grietas surgían de la sorprendentemente profunda hendidura que el golpe había abierto, provocando que el mueble se venciera en dirección opuesta al sobrenatural impacto; hacia el escritorio... y sus orbes mágicos.

Durante un breve instante, que transcurrió lento como una eternidad, el pesado mueble herido se estrelló primero contra el viejo escritorio, quebrándose con violencia y arrojando en caótico desorden los libros que reposaban ordenados en sus baldas, derribando en un efecto dominó uno de los orbes mágicos luminosos, que no tardó en ser aplastado bajo la masa que caía.

Como cualquier otro artefacto mágico, al quebrarse, la energía acumulada se liberó; en esta ocasión en forma de multitud de chispas luminosas cuya mayoría voló inofensivas por el aire antes de disiparse, pero aquí y allá, algunas cayeron sobre el avenjentado papel de los tomos desperdigados, causando pequeñas llamas que pronto comenzaron a avivarse, alimentadas por el papel y la madera.

Fuego. Añadía calor a la escena, añadiría humo si se alargaba mucho la pelea, sacaba de la ecuación el sigilo por completo... Pero lo más importante, añadían luz a su espalda... y la luz creaba sombras.

Justo lo que necesitaba tanto para combatir con eficacia como para salir de aquel lugar. Cuando Dulfary fijara de nuevo la vista en él, Cyrian ya embrazaba su añorado escudo en el brazo que antes portaba la daga.

Y se reía. - Vamos, luchemos, iniciada, hasta la asfixia y la quemadura.

Y la ola de nuevo rompió contra la roca.
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Mensaje por Dulfary 17/11/11, 11:52 pm

Fdi: conglomerado de palabras, desvarío de ideas ^^

La mirada fugaz que le dirigía la niña a las sombras, tratando de leer en ellas lo que era su duda principal, regresó a Sauce, concentrada en todos sus sentidos, no sólo en los físicos, así que se percató como los ojos ya no eran rojizos sino que se perdían en la oscuridad de la capucha

Tres palabras pasaron por su mente, pero alcanzaron a morir en su garganta, sabiendo que tarde o temprano, muy seguramente temprano, las diría en voz alta

Con su risita y su comentario, obviamente, le cortó el impulso de gritar. Lo curioso, de todo aquel instante, es que ella dudó por un momento, o al menos es parecía, que dudaba un segundo antes de responder. En realidad, lo que ocurría, era que tragaba saliva porque se sonrojó el quedar en evidencia lo simple de su plan. Sin embargo, eso no fue impedimento para responder con total franqueza a lo que, tarde se dio cuenta, era una pregunta retórica.

- Ahm… de hecho… sii… qué tiene de malo? – entre la timidez y la inocencia de quien sabe que respondió mal a una pregunta muy fácil en un examen para el que no estudió; qué tenía de malo que su plan fuera gritar. Se sonrojaba porque efectivamente era lo que mejor se le ocurría en ese momento – Y qué? – sí, y qué? Ella tenía lo que quería, sin ser muy consciente de quererlo, el sujeto conocía lo suficientemente bien el lugar como para tratarse de alguien que los estudió con mucho tiempo o peor.

De vuelta al rojo, de vuelta la vista a las sombras de la habitación y de nuevo sintió un escalofrío.

~ no permitas, no permitas,

NO PERMITAS que mi sangre se derrame ~

y entonces él mencionó al personal a cargo. En verdad creía que tendría oportunidad contra el guardián de la biblioteca? ~ el desgraciado cree que sí ~ lo grave de eso fue que tocó una fibra sensible y lentamente, con un semblante más enojado, se fue colocando de pie

Lo miraba a los ojos, pero por un segundo, fue como si su vista se posara en algo entre Cyrian y el vacío entre los dos, las sombras circundantes. Ella misma no se dio cuenta de esto, su atención volvió rápidamente a él a sus palabras, con una sonrisa prepotente que se borró cuando blandió su arma, momento en que se apartó de forma brusca. El giro tanto de sus muñecas como de sus armas tan solo le habría dado una fracción de segundo adicional para eludir tan poderoso corte.

Sin embargo ella no era el blanco, así que la defensa fue en vano y tan solo cortó el aire, pero le abrió de alguna forma el espacio para llegar a él, cosa que no desaprovechó ya que llevaba el impulso. El aire volvió a cortarse al caer en cuenta que el corte no era para ella y desvió el ojo en dirección a la estantería que se agrietaba. Al distraer su atención, perdió el punto que esperaba herir por centímetros, de ahí, que se cortara el aire, en el instante de retroceder

- Ay Vien… ¡Dama! – exclamó impresionada por la maniobra y por lo letal que habría sido de haberla dirigido a ella, siendo lo llamativo la forma en que se corrigió a tiempo al mentar a la Dama. El estruendo fue tremendo, al ver la bola de luz estrellarse, sus ojos se abrieron de par en par, de hecho, fue eso lo que hizo invocar al viento. Invisibles hebras de aire envolvieron las chispas que se dirigían a los papeles, asfixiándolas en el aire hasta desaparecer pero no pudo retenerlas a todas y el fuego pronto empezó.

Esta vez sí que las sintió y fue eso lo que la hizo girarse a Cyrian y sintió como el fuego también crecía en ella, metafóricamente hablando, claro está. Estalló, molesta.

- Mira lo que hiciste fenómeno de circo!!! Esos libros no te hicieron ni mierda!!! – estaba demasiado molesta para guardar esa falsa compostura de niña educada y criada a la usanza de los Caballeros y Paladines de la Dama, parte de su imprudencia era no medirse en sus palabras y en cuales usaba. No pensaba en los anales que empezaban a quemarse, pensaba los demás libros, los que se consumirían si el fuego salía de la habitación – no estás ni tibio si crees que me voy a quedar aquí a ver cómo te quemas, maldito!! – por obvias razones, ese maldito no sonó a típica exclamación de Ordenado al tratar con seres de oscuridad, sino expresión de taberna y pelea callejera de más baja índole, casi, casi, como si en lugar de maldito le hubiese dicho idiota. Se olvidó de Arale, y se le salió por completo el Dulfary, tensándose la sombra que por fin se proyectaba bajo ella.

Apoyó el pie, ese que había estado adormecido y con la pisada se generó una onda de viento que fue controlada enseguida para no avivar el y se lanzó al ataque.

Pocas veces se había enfrentado a personas con escudos, tenía su ciencia y estaba al tanto del arma que eran esos accesorios, hasta más efectiva que una de filo. No había sido magia, Dulfary no sabía de magia, pero si de sombras y no había sido casualidad ni el efecto de un hechizo de materialización, eran sombras, el tipo de los ojos rojos movía a las sombras. Por qué y cómo era lo de menos, el asunto ahora era que tenía un escudo y que se había lanzado al ataque.

Debía moveré rápido, con lo que eso implicaba, no pensar mucho en si lo que hacía sería efectivo o no hasta no vivir el resutado final. Un ataque forntal, que solo resultó ser un finta, pues así como trató de llegar a él, pese al esduco, se dejó caer para hacerle un barrido, usando la misma caída para impulsarse y… sentir que de nuevo algo iba mal, raro y mal y era con algo más que las sombras, sintió perder de nuevo su punto de equilibrio y tendría que corregirlo, enseguida si quería continuar con su movimiento.


Última edición por Dulfary el 30/11/11, 01:22 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Cyrian 29/11/11, 11:38 pm

Hubo un pequeño gesto de sorpresa en el rostro del caballero con la exclamación de la iniciada, pero nada interrumpió el infame arco de su espada contra el mueble.

Pero dicha emoción no tardaría en desaparecer frente a una mueca de concentración ante su nueva ofensiva. Incluso el mayor de los maestros puede cometer un error de cálculo, y empezaba a temer que en esta ocasión, lo hubiera hecho él. Las sombras.... No sabía cómo describir qué les pasaba a las sombras; aún obedecían sus órdenes, prueba de ello era el hecho de que su escudo estaba en su brazo, pero había algo más, algo que jamás antes había estado allí. Asumía que las sombras no eran más que una proyección del choque de la luz contra cualquier objeto, un reflejo del llamado Plano de las Sombras, pero sin su esencia, sin vida. Pero... apostaba su mano izquierda a que las sombras dudaron antes de abrirle paso a su escudo.

¿Había una presencia en las sombras de aquella habitación? Y si era así, ¿de dónde venía? ¿Sería cosa de la iniciada? Aunque lo más importante era... ¿en qué medida aquello afectaría a su plan de salida?

Todas estas preguntas pasaban a la velocidad de un relámpago por su mente mientras lidiaba al mismo tiempo con la lucha.

- Nadie os pide que os quedéis. La puerta está detrás de vos. - dijo con sorna, simplemente por alejarla aún más del punto de equilibrio emocional del que parecía haberse caído. Un enemigo enfadado siempre era más propenso a cometer errores. Su espada salió al encuentro de su ataque frontal, en una estocada recta anticipando que ella sólo fintaba un ataque tan suicida y posicionando su escudo para interceptar su siguiente maniobra.

Y no tardaría en tener su oportunidad.

A la par que Dulfary se dejaba caer para realizar su barrido, Cyrian la seguía encuclillándose para interrumpir el golpe usando el escudo, utilizándolo como arma contra su pierna en un barrido opuesto, buscando desquilibrarla pero ella misma pareció perder pie.

Sin titubear, la espada se lanzó en pos de la chica aprovechando esa momentánea debilidad, en una estocada rápida y descendente contra ella, que seguiría en un tajo cruzado de vuelta hacia arriba.

Si la alcanzaba, pondría final a aquella escaramuza de un plumazo, si ella retrocedía, podía impulsarse desde su posición en cuclillas y derribarla con un embate con su escudo.

Mientras tanto, como recordatorio de que el tiempo era un lujo para ambos, los pequeños fuegos se avivaron aún más y el techo empezó a verse cubierto por una fina capa de humo.
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Mensaje por Dulfary 30/11/11, 06:10 pm

El fuego se iba extendiendo. Lentamente pero sin animo de detenerse. Encontraba alimento fresco, seco, con el cual hacerse mas fuerte y crecer, sin embargo la principal fuente no eran los libros. Los archivos mas reciente, ubicados en la estantería que volcó Cyrian, empezaban a ser consumidos en la medida que las pequeñas lenguas que otrora fueron chispas,l superaban sus duras tapad de cuero y madera. Algunos pergaminos aportaron humo a la escena al desaparecer incinerados, pero otros libros, la gran mayoría, ardían sin consumirse, crepitaban sin dañarse y soltaban pequeños haces de luz.

Con la mayoría de los libros protegidos mágicamente contra el fuego y algunos elementos más, las llamas se alimentaban de la madera que tenían a la mano, el escritorio y la estantería misma.

Estando en guerra, Aspher no era tan ingenuo de dejar su biblioteca tan desprotegida ante un eventual, pero improbable ataque.

Y mientras tanto, el humo llenaba de hollín el duro techo de piedra, sin importarle en lo mas mínimo lo que ocurría bajo él.

Ante su comentario, la muchacha sonrió suspicaz. No caería en el truco de mirar a su espalda a la puerta, no señor!! Ella estaba por encima de eso y había otras cosas de las cuales preocuparse.

Dulfary había perdido el pie al hacer el predecible barrido, la maniobra no terminaba ahí, pero habiendo perdido el pie, daba igual qué fuera a hacer a continuación. No fue solo el hecho que el escudo fuera rumbo a interponerse, casi contaba con eso, fue la espada, la vaina de la estúpida espada que para la kazekage era más ornamental que útil y ahora, demostraba por segunda vez, ser un estorbo.

Su agilidad con armas pequeñas, le dio la oportunidad para desviar nuevamente el ataque de la espada, los metales chirriaron cuando descendió, obligándola a reclinarse al tiempo que se torcía en la misma dirección del ataque para evadirlo y, cuando la espada ascendió su arma no se apartó de la hoja sino que la acompañó siguiendo el movimiento, empujando para darse el espacio para retroceder.

Lo hizo dando una voltereta que tuvo como punto de apoyo el mismo escudo, el cual golpeó con violencia para no tener que apoyar las manos en el piso al girar, de modo que pudiera arrojar sus armas en caso de ser necesario. Eso sí, al caer al suelo, antes que cualquier cosa llegar a sus sentidos, fue su propio kunai, el que cortó el cinto de la espada para darse la libertad que ésta le había restado.

Tal y como esperaba, la embestía con el escudo, la distancia entre ellos no había sido suficiente, así que volvió a saltar, una patada contundente contra el escudo, a la ingenua espera de desestabilizarlo...

... entonces lo sintió.


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Mensaje por Cyrian 12/12/11, 01:26 am

Los libros eran la menor de las preocupaciones de Cyrian; él jamás había pretendido crear ningún tipo de destrozo. Su plan original siempre había sido entrar, tomar el libro o, si tenía tiempo de examinarlo, la parte de éste que le interesaba y salir antes de que nadie notara la intrusión.

Sin embargo, el caos del mundo había dado al traste con aquel plan cruzándolo con aquella extraña mujer, y la respuesta del suyo propio había sido aquella.

Le traía sin cuidado qué libros se perdiesen y cuáles se salvasen; nunca había sido una cuestión de si la Orden descubriría sus pasos, sino de cuándo lo haría. Y a Cyrian no le importaba si aquel momento se adelantaba... Era obvio que le pondría su tarea más difícil, pero sus viejos camaradas tenían el destino sellado.

Aguantó el que ella apoyara el pie en su escudo para recuperar terreno, pero no dejó que lo consiguiera persiguiéndola con su embate. Había leído sus movimientos y era su turno de anticiparse.

La iniciada intentó de nuevo impulsarse en su égida para volver a apartarse, pero se encontraría con que el caballero se había movido sutilmente, aprovechando el círculo de metal para ocultar el cambio en su postura. Habiéndose ladeado levemente, no tuvo más que recoger un poco su antebrazo, provocando que la kazekage no pudiera apoyar el pie, efectivamente derribándola como si hubiera realizado él un barrido.

Pero no iba a simplemente dejarlo así. Aprovechando la previsible sorpresa de su rival, su espada se movió veloz como una flecha hacia el cuello de la chica, girando levemente el ángulo de la hoja para que la parada de la chica jugara en su contra, acercando el acero a su carne.

Un hueco en la defensa. Un descuido fatal. Una condena.

Un giro en el último segundo de la hoja que transformó el corte fatal en una mera caricia del plano de su espada sobre la piel de la iniciada, antes de apartarse un paso de ella y esperarla de nuevo preparado, con los ojos brillantes de diversión.

La había salvado un cambio oportuno de la armonía del caos que regía la mente del caballero, un capricho espontáneo. No tenía nada en contra de aquella iniciada, que le daba sensación de no ser quien decía ser; no necesitaba matarla. Si tenía razón, era una infiltrada en la Orden que en el peor caso, causaría paranoia entre sus filas si la descubrían. Si se equivocaba, no era más que una idealista inocente que la Dama se encargaría de masticar y escupir... como había sido su querida amiga Gisella.

No, no iba a matarla a menos que no le quedara más remedio. Pero eso ella no tenía porqué saberlo.

- Ya habéis muerto dos veces, iniciada.- dijo, el frío de su voz acentuando el tono de estar simplemente citando un hecho. - ¿Tan determinada estáis a hacer que prive a Jaspia de tan bello rostro? Os lo digo por última vez. No tengo nada contra vos; marchaos.

Mientras tanto, el fuego seguía ganando intensidad, a la par que el humo. Pronto sería irritante respirar. Pronto, del mismo modo, las sombras serían lo bastante intensas para él.
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Mensaje por Dulfary 19/12/11, 12:56 am

El cambio del "suelo" le había costado un traspiés, al caer, no lo hizo con la gracia de siempre, sino que al llegar el siguiene embate del extraño, fue a dar al suelo. Toda una vergüenza para alguien de su linaje y tiempo de entrenamiento.

Qué rayos le pasaba?

No era la primera vez que se enfrentaba a alguien superior que ella en técnica, pero si era la primera vez que se sentía tan torpe. Era como si esperar que algo que se le escapaba en la ecuación reventara de un momento a otro en su cara y se moviera con demasiado cuidado respecto a eso.

No podía seguir así, si reventaba, tendría que reventar, pero no se dejaría humillar de ese cretino aparecido de la nada.

Había caído casi que de espaldas, pesadamente, contra el suelo, pero el que sus pies fallaran no implicaba que sus manos también. El frío de la hoja se dejó sentir en su cuello, una sensación extraña para ella, ya que no estaba acostumbrada a tenerlo descubierto.

La mirada altiva que le devolvió ante su declaración, dejaba claro que algo se le había escapado a él también.

- No soy la única - dijo sin jactarse, dejando sentir el metal del remache de la vaina de la espada que tanto le estorbaba en la cadera justo en la ingle de él.

Cuando su propio kunai cortó el cinto de la espada, su intención era arrojarla donde no molestara, pero dada la rapidez con la que atacaba y atacaba el otro, sumado a su fallo de equilibrio por la maniobra de Cyrian, debió improvisar sobre la marcha y ya que él se iba por completo al ataque, coló la vaina por debajo del escudo, la espada iba a su cuello, no podía hacer mucho por evitarlo, mas que provocarle a él un daño que le diera tiempo a los guardias a encontrarlo

El remache no era filoso per se, pero haciendo presión en el lugar indicado, cortaría y si el lugar era más que indicado, como el que ella había elegido, mataría.

Por alguna razón, ninguno de los dos quería matar al otro. Entonces, a qué estaban jugando?

Respiraba agitada, mirándolo a donde asumía estaban los ojos, que dependiendo del fulgor del fuego perdía de vista. No se trataba de cansancio, se trataba del humo que ya hacía de las suyas en sus pulmones. Si él no quitaba la espada, ella no dejaría de hacer presión con la vaina hasta cortar.

Entendía que estando en la posición en la que estaban, con el escudo podía muy fácilmente volver a ganar terreno, con tan solo bajarlo y lo peor es que eso implicaría que ella culminaría su ataque con la fatal consecuencia, así que debía salir de ese punto muerto cuando antes

- Si no tienes nada en mi contra, cuantas veces más tendremos que matarnos? - preguntó con tranquilidad, contando los latidos de su corazón como una señal de reinicio de actividades... el humo no jugaría contra ella si no jugaba contra él.

Pero se apartó por si solo. Ahora debía jugar con las esferas negras, no debía volver a sus impulsos, debía esperar a que Cyrian moviera para moverse ella. De un movimiento se puso en pie, dejando por fin la espada en el piso, haciendo girar el kunai, no como una advertencia, sino como un llamado al viento.


- No voy a marcharme y déjate de zalamerías -
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Mensaje por Cyrian 21/12/11, 08:28 pm

No contradijo las palabras de la iniciada, si bien no eran del todo exactas. Ella sin duda había escapado a una muerte cierta por la piedad que había demostrado su hoja en aquel último instante; él, en cambio, si bien no llevaba su armadura completa, llevaba una grebas de cuero que le cubrían las ingles... Podía recibir una herida fatal, cierto, pero ella seguramente no hubiera vivido lo suficiente como para inflingirla...

En cualquier caso, le concedía el tanto en su marcador. Seguían empatados en aquel macabro baile entre llamas.

- ¿Cuántas veces más? Planteáis una interesante cuestión. - En apariencia, su pose se relajó mientras hablaba, si bien su tono helado contrastaba con el fuego que lamía la madera a su alrededor- Al menos una, por lo que parece; yo tampoco dicto las normas.

Entonces, de repente, la apariencia demostró no ser sincera, cuando la nueva postura de Cyrian reveló no ser más que una estratagema para comenzar de nuevo la ofensiva con su arma. La respiración del caballero seguía siendo pausada pese al molesto humo y su ritmo de combate no parecía verse afectado.

La hoja comenzó su andadura en pos de las rodillas de Dulfary, modificando su trayectoria a medio arco, buscando su torso. A la par, el caballero dio un rápido giro sobre sus pies, de modo que apenas la espada había terminado su ataque, el canto del escudo se dirigía sin piedad hacia el cuello de su rival; todo para, al completar el giro, la espada renovar su ataque, acosando a la altura de los hombros a la kazekage.

Cyrian parecía estar en todas partes, golpeando desde todas direcciones, con aún más ímpetu que al comienzo. Como el mismo aire, daba la impresión de que sus ataques la rodeaban y venían a buscarla desde cualquier ángulo imaginable, inagotable.

- Es una lástima, una verdadera lástima. - dijo con una sonrisa helada que se adivinaba en su voz mientras duraba su ofensiva que ganaba intensidad con cada instante.
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Mensaje por Dulfary 26/12/11, 02:32 pm

Era una pregunta retórica. No esperaba que respondiera y menos que dijera lo que dijo en respuesta. Eso planteaba algo, el siguiente golpe será real, real y fatal y sabía, por su propia naturaleza y carácter, que no vendría de ella, no con esas particularidades. Así que, lo único que había por hacer, era neutralizarlo antes que tuviera que derramar sangre y el mismo fuego de la sala le serviría para tal cosa.

O eso esperaba.

Supo leer el movimiento de la hoja de espada, sus pies se movieron evadiendo el golpe y sus manos contrarrestando el posible corte con la espada. No se quedó quieta, de la misma forma que él no se quedaba quieto. Al dar el giro con sus pies, fue su kunai el que rasgó muy levemente las ropas del invasor al pasar tan rápido como pudo a rayar el canto del escudo que la agredía.

Dos pasos más atrás. La hacía retroceder de nuevo, esta vez con más energía. Un paso atrás y descender lo suficiente para eludir el segundo ataque de la espada. Rápido, venido de todas partes, con sus palabras, el viento, el poco viento en la habitación se hizo presente manifestándose como un pequeño torbellino al rededor de ella, una barrera entre los constantes ataques y su persona.

Otros dos pasos atrás, para darse espacio. Frunció el ceño con determinación. No podía seguir solo a la defensiva, aun cuando sus ataques todos hubieran sido en vano. El viento obedeció a su intención, con apenas un ademán, que bien podía pasar por un intento de acomodarse, este pasó al ataque, no como un arma cortante, como en otras ocasiones lo había hecho, sino como distracción, llevando consigo el hollín, calor y humo que se esparcía por el lugar directo a los ojos de Cyrian

Dos podían jugar el juego de la ceguera.
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Mensaje por Cyrian 02/01/12, 10:00 pm

El golpe de viento fue una sorpresa, pero no una inesperada; había notado la curiosa ráfaga de aire en torno a ella, casi como un abrazo protector, apenas un instante antes, un suceso demasiado conveniente como para ser coincidencia, y que de nuevo, cambiaba el ritmo del juego, o mejor dicho, añadía al aire como jugador.

El súbito remolino de ceniza que se formó a continuación, en pos de su rostro, no hizo más que confirmar algo que ya sabía. Aquella no era una simple iniciada; probablemente ni siquiera fuera una auténtica paladina. Ella era tan intrusa como él en aquel lugar, aunque ella había optado por una ruta mucho más lenta para obtener lo que hubiera venido a buscar; la ruta de la infiltración.

Un remedo de sonrisa ladina se pintó en su rostro, la sonrisa de un tahúr que reconoce a otro, mientras interponía el escudo y cerraba los ojos, confiando en su instinto, entrenamiento y resto de sentidos mientras protegía su vista...

La mayoría de los legos en la magia la visualizaban como un río; una fuerza constante que sólo las mentes más hábiles y poderosas pueden canalizar y controlar para sus propios fines; sin embargo, la magia tenía más en común con la sastrería que con la navegación; un modo de verlo era como si fueran hebras que flotaban libres sobre el mundo, formando un entramado invisible que conectaba todo con todo y los hechizos eran la labor de los magos, que tejían aquellos hilos libres en entramados, dándoles forma, y, en cierto modo, propósito.

Por ello, del mismo modo que al tejer, en ocasiones, el hilo presentaba algún defecto casi inapreciable, que marcaba una pequeña diferencia.

Y ese era el caso de un tomo anodino y polvoriento, con el título “Intendencia y despacho de alimentos” y fechado hacía más de dos siglos, que reposaba olvidado en su lugar en una estantería que estaba sucumbiendo al fuego, y hacia la cual una acosada Dulfary no hacía más que recular.

Como todos sus compañeros de repisa y casi todos los de la habitación, el libro gozaba de la protección de un hechizo menor para resguardarlo de las llamas... Sin embargo, una de aquellas “hebras” no estaba firmemente atada en su hechizo. El fuego lo llevaba lamiendo casi desde el principio del incendio, presionando contra aquella protección, tensando cada vez más aquel paño defensivo... hasta que el entramado se rompió por el punto más débil.

Al cerrar sus ojos y enfocar su atención al resto de sentidos (“Muévete con el mundo, Cyr, siente su latido. Siente el viento en la hierba, siente el crujir de las hojas, el crujir bajo tus pies de la tierra...” decía una voz de su distante pasado), el caballero alcanzó a oír un leve chisteo, un ruido anómalo proveniente de justo a la espalda de la iniciada... Un ruido similar al de un barril de aceite antes de estallar, susurró su instinto.

Y una vez más, la armonía del caos cambió de danza.

-¡Agachaos!- advirtió. Comenzó a llamar a las sombras de la habitación a su hoja a toda prisa, intentando canalizarlas para repetir la hazaña que había desencadenado todo aquello en primer lugar... Pero el anodino tomo fue más veloz. Su escudo estalló con una violenta llamarada que hubiera envuelto la cabeza de la iniciada, apenas un segundo después de que Cyrian gritara su advertencia. La maltrecha librería, herida por el fuego, no pudo soportar la súbita descarga del estallido y comenzó a caer sobre los contendientes, demasiado velozmente como para que la muchacha pudiera evitarlo.

Fue entonces cuando el intruso descargó por segunda vez su sobrenatural golpe. Y de nuevo, contra un mueble. Justo por encima de la cabeza de Dulfary.

El brutal impacto acabó finalmente con el mueble; la nueva herida provocó que se venciera por su centro, cayendo la mayor parte del otro lado, desparramando libros, brasas y trozos de madera en su agonía. La maniobra del caballero había hecho desaparecer la distancia que la iniciada había conseguido recuperar, aunque no procedía la queja, dado que pese a todo, muchos de los pesados volúmenes habían caído sobre ellos, resguardados ambos en aquel momento por el escudo de Cyrian.

- Lamento deciros que esto cuenta como dos o tres tantos a mi favor, Iniciada. – dijo con una media sonrisa que ahora sí pudo ver en su rostro bañado de sombras, con sus ojos rojos como la sangre y su voz fría como un témpano. Sólo entonces Dul advirtió que la espada de Cyrian estaba apoyada entre su hombro y su cuello, lista y dispuesta a la herida fatal.
Cyrian
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